Cultura
Entrevista a Nicolás López-Pérez, escritor y poeta chileno
Lima Gris conversó con el escritor chileno sobre el panorama de la poesía latinoamericana y la difusión de la cultura en la era digital.

Nicolás López-Pérez es una actualidad de las letras del sur latinoamericano. Nacido en Rancagua (Chile) hace treinta y dos años, representa, por su obstinado estudio y esfuerzo, una realidad y una figura a observar con detenimiento. Viene publicando poemarios de ambicioso estilo, traduciendo poesía y publicando a diferentes autores a través de su contraeditorial Astronómica. Realizamos esta entrevista vía online para todos los lectores de Lima Gris.
Hay una ausencia de lecturas y conocimientos de la poesía chilena en nuestro país; por eso mismo, me gustaría empezar con este punto: si un lector se aventura a conocer la poesía chilena de los últimos años, ¿cómo deberíamos orientarnos?
Me parece preocupante el diagnóstico de la ausencia. Es probable que el panorama lo tengas más claro que yo. A mí me da la impresión que, en cuanto a poesía, el Perú es un lugar bastante letrado. El hecho de conmemorar cada 15 de abril el día del poeta nacional es ya un logro, aunque sepamos que conmemorar —en estos tiempos— es un espectáculo a veces forzado, otras banal. La conmemoración termina agotándose en su continuidad repetitiva y en los procesos de individuación. En fin, de seguro en el Perú se conocen los monumentos de la poesía chilena como Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Pablo Neruda. En lo que respecta a la «poesía de los últimos años» me resulta impertinente empezar a chorrear nombres y, más aún, moldear a un lector a partir de un canon personal y basado en mis propias afinidades. Cada generación, cada década tiene su poeta institucional, su poeta polémico, su poeta meloso. Si el desconocimiento es cómo dices, sería un poco infructuoso partir por gente que está en el tramo de los cuarenta años como Héctor Hernández Montecinos o Ernesto González Barnert (ambos editados por la colección digital de la Municipalidad de Lima). Dos poetas que en nada se parecen. Uno rupturista que arma y desarma el poema y la poesía a gusto en vista de la obra. El otro, en cambio, que mantiene ese registro conversacional, coloquial y con chilenismos, aunque muy apegado a lo que se cree es o parece ser un poema. Casi un poeta pop, a veces con reminiscencias al imperialismo cultural gringo o inglés. Yo no lo leo desde la nostalgia. Mucho más infructuoso sería hablar de jóvenes posnoventistas (como dijera la escritora española Luna Miguel para los nacidos en la década finisecular) como Fernanda Martínez Varela o Marcelo Nicolás Carrasco, dos poéticas que han aprendido a construir sobre las ruinas lingüísticas de sus predecesores. De lo infructuoso, de lo improductivo, una poética como crítica del lenguaje, como vehículo de afectos politicos o bien, como una experiencia estética agradable. Nombres hay cientos, insisto, sin embargo, quien esté interesado podría bucear en la etiqueta “poesía chilena” o en cualquiera de las subetiquetas ad hoc, presentes en la mediateca la comparecencia infinita. Pienso que la curatoría es incompleta, pero útil para hacer conexiones. Los lectores se crean a partir de encuentros, casualidades e inquietudes. No quisiera darle a ninguno la excusa para guarecerse en una zona de confort. Los y las poetas están, lo próximo es descubrir y bailar.
En relación a tu trabajo poético, vemos que vienes de una etapa muy vanguardista, para irte decantando por una poesía más sencilla en apariencia, aunque no en hondura, ¿te gustaría contarnos sobre tu itinerario poético último? ¿Sigues trabajando en esa línea? Cuéntanos de tu presente literario.
La otra vez leía una entrevista a un poeta chileno cuyo oficio era el de soldador. Él contaba que un amigo suyo le hacía el paralelo entre la composición de un poema y el valor de la soldadura como enlace. Lo encontré ingenioso. Pensé en esas tareas de una asignatura escolar que se llamó técnico manual y luego, educación tecnológica. No sé si aún existirá, le he perdido la pista y solo ahora vuelve a mí retroproyectada para ilustrar. El profesor del ramo nos pidió una pistola para soldar y soldadura. A decir verdad, nunca fui bueno para las manualidades, pero sí me pareció interesante ver cuando la soldadura se calentaba y se derretía hasta ser una suerte de pegamento hecho de metal. En la adolescencia tuve un amigo que reparaba los audífonos que se echaban a perder de un lado. Lo hacía con soldadura. Parece una buena metonimia para explicar el trabajo poético, aunque yo solo he hecho cosas burguesas para sobrevivir. Cuando partí escribiendo en serio, en sociedad y con una consciencia crítica y nada autocomplaciente de lo que hacía, estaba bastante equivocado. Publiqué una plaquette-libro que iba en una dirección indeseada, obnubilada por un contramensaje, o sea, todo lo que no quería transmitir. Pareció que escribir poemas de amor, pero ya no buscar el amor en la realidad, hizo que el ejercicio escritural para mí no tuviera sentido. No obstante, de ahí comenzó una incursión literaria interesante y que dio paso, a lo que has dicho, a esta etapa vanguardista plasmada en un par de libros: De la naturaleza afectiva de la forma (2020) y Metaliteratura & Co. (2021). La verdad es que, como Oquendo de Amat, tuve miedo y me regresé de la locura. En esta década, pese a la parálisis de la pandemia, han pasado muchas cosas. El tránsito a esa poesía que dices más sencilla, fue una manera de aferrarme a una corriente en la que pudiera nadar y, tal vez, fruto de algunas lecturas como la poesía de Eielson, Kavafis, Larkin, Ashbery y Bolaño. Ferdydurke de Gombrowicz, recomendado por mi querida Virginia Benavides, me ayudó a pensar algunas cosas sobre la forma. Hoy, en realidad, me tomo la escritura con calma. No he cambiado esa idea de escribir libros & hacer libros, tengo muchos poemas escritos a mano, algunos archivos de Word que son semillas que de a poco toman forma. He bajado un cambio y creo que a veces me voy “con el vuelito”, sin acelerar ni mantener la velocidad. El trabajo es mi pan de cada día. Hasta ahí creo que es justo contar. El resto es la vida misma y, por supuesto, la esfera privada de una persona nada excepcional. Un weón más, como se diría en chileno.

Eres un conocedor de poesía latinoamericana, queremos saber más sobre ella. ¿Qué autores nos recomiendas leer?
Creo que aquí insisto con la remisión a la comparecencia infinita y a las distintas etiquetas que tiene esa mediateca, por nacionalidad (aunque no sea el dispositivo que me gusta más). Luego están las diferentes antologías al respecto, un poco para dar a elegir a los curiosos que en verdad quieran saber más. Por ejemplo, el precioso esfuerzo que es Medusario, al cuidado de Kozer, Echavarren y Sefami. Hay varias ediciones. Si mal no me equivoco pasó por las manos del Fondo de Cultura Económico, Mansalva en Argentina y RIL Editores en Chile y España. Esto ya para lectores que quieran dislocarse con la poesía latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Ahora si se quisiera un salto cuántico al siglo XXI, están las tres partes de 4M3R1C4 (de las que hay solo dos publicadas) compiladas por Hernández Montecinos. Para cosas más clásicas está la selección de Piedad Bonnett que tiene, entre otras, a las voces canonicas. No todo es hablar de lo que nace en las repúblicas y estados consolidados, por lo que una mirada a cualquier libro de poesía latinoamericana indígena vendría bien. Por ejemplo, a Los cantos ocultos, al cuidado de Jaime Luis Huenún, editada por LOM en Santiago de Chile el 2008. De todas maneras, la mayoría de estos libros están pirateados en la web, de seguro uno se encuentra con los archivos. Si el deseo es de realidad, quiero decir, para quienes tienen el fetiche del libro en papel, el llamado es ir donde el librero de confianza. En el centro de Lima por donde está el Queirolo hay varios negocios donde encontrar alguna antología para continuar. O bien, donde el poeta Ángel Yzquierdo Duclós que tiene su puesto en Gamarra. Esta es una recomendación que tomo de los textos y experiencias de Julio Barco. Cuando vuelva por Lima iré.
Manejas no solo un blog de difusión diaria de poesía, sino también uno de difusión de ensayos. ¿Qué tanto consideras que se puede hacer en tiempos de digitalidad por la cultura?
Depende de la voluntad y del tiempo para hacer activismo cultural. Detrás de cada esfuerzo virtual, hay, aunque sea ínfimo, un efecto en el mundo real. Sea individual, compartido o afín. Con lo último quiero decir, una puerta que abre otra. Preliminarmente, dos problemas. El financiamiento y el impacto. Por una parte, la gestión de un espacio cultural (incluso virtual) requiere, digámoslo en jerga leguleya, de un lucro cesante. O sea, de dinero que permita no solo ponerlo en movimiento, sino también cubrir o remunerar ese tiempo que emplea el gestor. La dificultad se ve caso a caso. De por sí, hay una inversión del recurso tiempo. Por otra, el impacto, el alcance de lo que se hace, por ejemplo, gestionar un espacio cultural frecuentado por cuatro gatos o por un número no despreciable de personas. Puede que esto sea balanceado la mayor parte de la vida del proyecto de que se trata. O puede que no. Tanto los espacios como los personeros que pertenezcan a un campo cultural (reconocidos o no como tales) son esencialmente pasajeros. El accidente es ya tener público y plata. Entre talón de Aquiles y el orgullo, por eso la autogestión se celebra, piensa que logra franquear esas barreras. Y sí, pero el asunto es la permanencia en el tiempo. Tanto la comparecencia infinita como los tiempos postergados son, desde un punto de vista, ejes desgastantes. No obstante, los veo como una dicha no solo para los que se han suscrito a las actualizaciones, sino para el archivo que se crea y al que cientos pueden llegar al día. Basta con una pequeña ayuda de Google y estamos. Me agrada la idea de que el encuentro sea fortuito. Luego están las redes sociales como plataforma, pero a decir verdad son otra inversión de tiempo y energía. Si el trabajo es cooperativo y no solitario, mejora. Aunque atraer a la gente implica participar de las dinámicas de entretención. Al final, todo es contra la cultura. Me conformo, a veces, con que haya algunos que no la miren como un adorno o un bien de consumo. Al menos eso es lo que está detrás de mi no-activismo, sino solo porfía e idealismo de que alguien sufra una catarsis con la poesía y con la literatura. El resto son asociaciones inusitadas, conexiones provisorias y puntos de llegada.
De tu experiencia en Italia, sumergiéndote en las fauces de otro idioma distinto del que has estado acostumbrado toda tu vida, ¿qué nos puedes decir de su literatura y de su cultura?
Siento que para mí sería un poco apresurado ya emitir juicios categóricos. De lo que he visto, es una aproximación más en términos de profundizar lo que se conoce o superficialmente o en modo caricaturesco. Desde fuera hay cosas que se ven luminosas o sombrías, pero es la distancia la que calibra el prejuicio y el juicio. La literatura de un país es siempre vasta y depende de donde la mires van surgiendo nuevas cosas. Hay un cauce canónico que forja la tradición de lo más conocido y allí puedes agrupar, al menos en Italia, a tipos como Torcuato Tasso, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, esos del Dolce stil novo y Giovanni Boccaccio que con su Decamerón logró transmutar la forma del derecho en la literatura. Al respecto hay un ensayo precioso de un querido profesor e intelectual chileno Raúl Rodríguez Freire. Y si sigues tirando del hilito te encuentras con obras fascinantes como las de Giacomo Leopardi con sus cantos y su sorprendente Zibaldone (una obra de ensayo escrita en 15 años y que agrupa más de 4500 páginas). O con una novela de culto que es I promessi sposi de Alessandro Manzoni que cuenta la historia de Renzo y Lucia, en una prosa y una trama que haría temblar al mismísimo Shakespeare. O poetas como Alda Merini o Chandra Livia Candiani que conjugan el erotismo y lo místico. O poetas como Sandro Penna o el gran Pier Paolo Pasolini que supieron lo que es reventar el margen. A mí la antología de Carlos Germán Belli de poesía italiana me enseñó mucho. Es un librito del 2018 de Casa de la Literatura Peruana. En general, el resto lo dejo a la experiencia, al escuchar con respeto a los demás y el idealizar en la justa medida. La cultura también es vasta, desde parques arqueológicos hasta modos de comer que tienen su historia. Otra lengua te pone a prueba cada día y, al menos en mi caso, me ha hecho seguir el consejo de Ezra Pound a propósito de la vanidad.

¿Qué ensayistas de nuestros tiempos nos recomiendas leer?
No quisiera moldear y modular un lector en base a mis gustos. Depende también si hay quienes tienen las capacidades y desean dejarse interpelar por otra lengua. No siempre la traducción viene al rescate. Roberto Calasso, de fortuna que está disponible en español, es una persona que habla de su experiencia con los libros y el mundo editorial, te hace pensar que no todo es un negocio y que aún hay lugar para la cultura que se hace a partir de la porfía, la curiosidad y la persistencia. Los ensayos de Louise Glück, la última poeta laureada con el Premio Nobel de Literatura, son interesantes. En los tiempos postergados hay algo de eso. Trabaja la velocidad de la experiencia como si trabajase la piedra. No sé si está disponible en español, pero en inglés incluso se encuentra para descarga en plataformas digitales. El libro se llama American Originality. Tuve algunos sentimientos encontrados con un ensayo titulado I poeti sono impossibili: come fare il poeta senza diventare insopportabile que compré en una librería en Roma. Un poco tiene algo del oficio de poeta, eso de ser insoportable. Tal vez se encuentra algo de paz en un ensayo de Pierre Bayard: Cómo hablar de los libros que no se han leído. Es un antídoto no sé si tan eficaz a esa soberbia intelectual y al hecho de sentirse superior por ser una persona que lee (cuando en realidad no es tan así). El último ensayo que leí fue Elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki. Lo conocía hace años. Es una edición pequeña, de bolsillo, que publicó la editorial Siruela. Tanizaki que es de vocación novelista, más en la línea de Soseki (el de la historia del gato), marca el límite entre occidente y Japón a propósito del tratamiento estético de la sombra. Y me ha golpeado un buen poco, toda vez que en occidente suele mitigarse, del mismo modo que sucede con el vacío. Cualquier ensayo es actual si produce la continuidad de una idea en quien lee. O si, digamos, pone preguntas donde antes había respuestas. Los ensayos no se quedan porque la tapa es bonita.
Dentro de tu editorial, llevas publicando tres libros del poeta peruano Julio Barco. ¿Qué te motiva a seguir difundiendo su arte?
Julio, como se decía de Marcelo Bielsa en Chile, es un loco lindo. Un tipo cuya pasión y desenfreno me parece excepcional. La relación entre publicar y ser publicado, yo la veo como un acto de confianza. Publicar un libro y, luego, en el mejor de los casos, volverlo público mediante un lanzamiento, es como organizarle la fiesta a un amigo que, a su vez, vela al cadáver que es el libro. Si bien no he estado detrás de las presentaciones de Julio, me ha hecho sentir bien la difusión de su trabajo, sobre todo en un mundo donde la poesía tiene tanto en contra. No es que yo pueda hacer mucho, pero seguiré contribuyendo a que ese fuego no se apague. Feliz. E incluso de abrir ventanas con una poética que sabe efectuar la combustión sobre los materiales que entrega la vida misma. Recuerdo que el trabajo editorial surgió espontáneamente. Era el 2020 y la pandemia nos mantenía con un ojo en la realidad y otro en la virtualidad, Julio me mandó el borrador de Mosaico y yo sentí que merecía la pena convertirse en un hermoso libro. Lo conversé con Ana Abregú de Metaliteratura y voilá, hicimos una preciosa coedición Chile-Argentina. Las siguientes aventuras corrieron más que nada por mi cuenta: Made in Perú y Siete arengas populares. Libros extraños, fragmentarios que transmiten un potente mensaje polifónico estético. El primero, en la antesala del viaje de Julio a Alemania invitado al festival Latinale, fue pensado como un panorama de su trayectoria de diez años en la literatura. Lo discutimos, nos reímos, pusimos manos a la obra y usamos como base una eventual antología de su poesía que se iba a publicar en México, incluso yo ya tenía el prólogo listo. El segundo, ahora en el contexto de la agitación social en el Perú, viene como una oportunidad de extender el pensamiento literario de Julio a modo de aforismos o, como le digo yo, pequeñas molotov intelectuales. Estoy contento que esta obra haya sido reeditada en Huaral. Julio es un romántico cree que el arte nos puede desempeorar como especie. Estoy de acuerdo con él.
Sabemos que manejas cinco idiomas y sueles traducir poesía. ¿Qué autores nuevos descubriste en este periplo? ¿Te gustaría darnos una recomendación?
Gracias por el piropo. Buceando en Internet se descubren tantas cosas. A veces por casualidad, un diario o una revista (de las que sigo) presentan tal o cual autor desconocido para mí. O incluso en librerías, en viajes o hasta mirando la Wikipedia que conecta gente con más gente. Hay otras veces en que algún amigo me habla de algún autor. El freno a la traducción es no lograr traerlo al español, digamos en palabras y sentido. O bien, cuando hay una traducción que creo inmejorable. Aunque sabiendo que podría llegar alguien —no yo— que haría una con otro ritmo, otra sintonía, pero siempre en esa áurea del poema. Para traducir no hay solo una receta, pero implica ser exigente con los propios conocimientos y el respeto al otro, porque podría eventualmente volverse público en un lugar hasta entonces desconocido para él. Todo gracias a uno. Me agrada la idea de traducir algunos autores que pese a estar traducidos, con una simple búsqueda en Google no aparecen los poemas con facilidad. Entiendo el asunto de la compra de los libros y el derecho de autor que se paga a los traductores, pero en el fondo se trata del acceso a la cultura. Si a veces puedo ser un mediador o un puente a un autor, me basta. Recientemente descubrí a Diane Seuss, una poeta gringa nacida en 1956, cuya poesía es un eco en loop. Fue por casualidad, creo que en The Poetry Foundation. Mi amiga Raquel Madrigal, incansable traductora del portugués al español, también me mantiene curioseando en la poesía lusófona. De hecho, gracias a ella he conocido a grandes poetas africanos de lengua portuguesa como Luís Carlos Patraquim, Hirondina Joshua, João Vário, Tânia Tomé, Zetho Cunha Gonçalves. Franco Arminio, un poeta italiano nacido en 1960, me pareció desde el inicio un buen desafío para establecer una conversación de lingua a idioma. Más que recomendación, un consejo a quienes son más curiosos, probar el estudio de un nuevo idioma, cuestionar también lo que se vaya leyendo y poner ojo en las expresiones locales y metafóricas. Lo último, tal vez una riqueza de la que va quedando menos. Me sorprenden algunas traducciones espléndidas de poesía latina publicadas a fines del siglo XIX, pero hay otras bastante dudosas de hace sesenta, setenta años. Fernando Pessoa todavía se traduce y traduce.
Finalmente, dados los últimos acontecimientos políticos y sociales de Latinoamérica, los giros a la izquierda, a la derecha, los movimientos sociales, ¿cómo crees que la poesía irrumpe en esas dinámicas?
Pese a que a mí entender la poesía latinoamericana es una gran galaxia, cada país, territorio, nación tiene sus particularidades históricas. Así también se refleja en las vicisitudes de la poesía a lo largo del tiempo. La poesía latinoamericana es un campo ubérrimo de batallas y experimentación. Y, en cierta medida, de contrapoder, esto es, de ser un discurso crítico respecto al poder, al establishment. Cuando me refiero a esto último, pienso en el poder del mundo editorial, de la industria cultural e, igualmente, en la política partidista y de la presunta representación popular. La dificultad aquí radica en saber qué es un poema político. Desde mi punto de vista es más o menos claro el qué no es un poema político. Porque la definición positiva es problemática y nos podemos quedar atrapados allí por quizás cuánto. Si político tiene que ver con la raíz griega, polis y polemos, depende de la instalación de un discurso y de la disputa por la hegemonía. La poesía, por lo menos en Chile, a nivel de la conducción política del país, durante los años ochenta dio una bofetada simbólica. En efecto, cómo la protesta durante la dictadura de Pinochet no podía ser explícita, gente como Raúl Zurita, Carmen Berenguer, Carlos Cociña, Rodrigo Lira o Elvira Hernández lustraron el poder de la palabra como una resistencia no solo al apagón del campo cultural, sino que a los lenguajes que instalaba paulatinamente el proyecto contrarrevolucionario del régimen autoritario. Con el estallido social de 2019, tengo mis serias dudas respecto al rol de la poesía. Bajo el influjo neoliberal y pos Guerra Fría la utopía se transforma en una fuerte zona de frontera. De un lado, la promesa de la libertad. Del otro, la esperanza (centrada en ese porvenir). La poesía se deja capturar por una suerte de neobucolismo (una romantización de la propia vida en el modelo) o por los procesos de individuación que en realidad buscan el reconocimiento (y seguir viviendo bajo el modelo) antes que la transformación radical de la sociedad. La palabra poética se debilita y obedece a las lógicas de una genuina despolitización o a un efectismo sentimental que busca que el poema y la poesía tengan como desembocadura un suspiro. Puede que todo esto sea impopular, pero si los poetas, la poesía y los poemas no pasan de moda, es que todavía es una zona estratégica para impulsar cambios. Lo importante es la astucia y saber que se trata de una tarea colectiva, más allá del relato o narrativa a defender, que de verdad trabaje los tres verbos que agrupó Antonio Gramsci en una columna del día del trabajo de 1919: instruirse, conmoverse y organizarse. Y aquí tenemos que estar casi todos, jamás podremos estar todos. Siempre hay quien está del lado del poder, un emplazamiento siempre incómodo para la poesía.
Cultura
Cristóbal toma El Ateneo
Una constelación de escritores presenta la vibrante novela de Gabriel Núñez del Prado en la catedral de las letras de Madrid.

El Ateneo de Madrid, templo histórico de las letras hispánicas, albergó el pasado martes 27 de mayo la presentación de Cristóbal (2024), el enigmático libro del joven escritor peruano Gabriel Núñez del Prado (Lima, 1988). Un acto que, más que una mera presentación, fue un ritual de resurrección: el autor convocó en ese santuario bibliográfico —custodio de primeras ediciones decimonónicas— las voces enterradas por el canon, desde Vallejo hasta los márgenes que hoy reclaman su lugar en el centro.
La icónica biblioteca, con sus estanterías atestadas de clásicos, fue testigo de cómo un libro artesanal —impreso en Londres con un tiraje de solo 201 ejemplares— desafiaba las lógicas del mercado editorial. Marta Sanz, vicepresidenta del Ateneo, abrió el acto destacando la «rareza y potencia» de una obra que desde ya merece su lugar entre «las joyas de la Corona”. Le siguió el poeta Alonso Ruiz Rosas, quien exaltó el sobrio lirismo de la obra y evocó una anécdota personal: de niño conoció al abuelo de Núñez del Prado, tejiendo así un hilo generacional que conecta Lima con Madrid.
Adriana Jaramillo, presentadora del Premio Formentor, citó dos de las reseñas peruanas más enjundiosas sobre la novela —de Mirko Lauer y Czar Gutiérrez— antes de ceder la palabra al consagrado Jorge Eduardo Benavides, quien definió Cristóbal como «un collage de lenguas y ruinas: No es una novela, es un conjuro. Un libro que exige ser leído en voz alta para que respiren sus muertos».

-Un medium entre lenguas–
Núñez del Prado, filólogo y políglota, comenzó su intervención con una reflexión sobre las bibliotecas como «templos donde los muertos susurran». Ante un público atento, recitó de memoria El Redoble Fúnebre de César Vallejo —poema XIII de España, aparta de mí este Cáliz— y la sala enmudeció. «Leer aquí —dijo— es como abrir una tumba y dejar que la voz de los olvidados hable por nosotros».
Ese gesto no fue casual: Cristóbal es un laberinto de lenguas (quechua, latín, inglés) y una arqueología de saberes silenciados. El autor explicó que su libro «no busca ser entendido, sino ser habitado», citando a Glissant y su «derecho a la opacidad». «El quechua no es adorno, es un cuchillo —afirmó—. El latín no es prestigio, es un jeroglífico. Y el inglés, aquí, es un prisionero de guerra».

¿Y el libro? Es un rizoma contra el canon. Se estructura en 53 fragmentos que evocan bestiarios medievales y códices alquímicos. No hay linealidad, sino un «caos ordenado» que huye del realismo criollo para abrazar una Lima espectral: la de los mestizos que hablan en quechua entre paredes virreinales, la de los fantasmas de Arguedas y Moro paseando por Londres. Benavides lo resumió así: «Es como si Borges hubiera reescrito Los ríos profundos en clave gnóstica».
Publicado por una microeditorial londinense, Cristóbal encarna la resistencia epistémica de la que hablan Mignolo y bell hooks: «Escribo desde la herida —confesó Núñez del Prado—. Pero la herida ya no duele: es un portal». ¿Y el mensaje? Descentrar el sur para reinventar el centro. Al final, el autor dejó una pregunta en el aire: «¿Qué es el canon hoy? ¿Un museo o un campo de batalla?». Mientras los asistentes hojeaban los ejemplares —numerados como piezas de arte—, el eco de Vallejo parecía mezclarse con el rumor del quechua.

En ese instante, el Ateneo ya no era el centro: era un cruce de caminos donde lo marginal, por fin, tomaba la palabra. Porque, en efecto, Cristóbal es un acto de insubordinación literaria. Y esta noche, en Madrid, su rebelión comenzó a escribirse. Para que, al final, el evento cerrara con un brindis en un salón aledaño donde los asistentes discutían si lo que habían escuchado era una presentación o un «exorcismo en clave poética».
Alguien también preguntó en voz baja: ‘¿Esto es literatura o contrahistoria?’. La respuesta quizá esté en los 201 ejemplares numerados que, como municiones de guerrilla cultural, empiezan su viaje subterráneo en la grata compañía de las ilustraciones de Manuel Barahona. Porque en la era del algoritmo, la verdadera insurrección puede ser un libro que se niega a ser digitalizado.
Cultura
Cusco se levanta: confirman paro el 5 de junio contra la indiferencia de un ministro cusqueño [VIDEO]
Las protestas se realizan mañana tras la crisis que vive el Ministerio de Cultura durante la gestión de Fabricio Valencia Gibaja.

Patearon el tablero. Trabajadores del Ministerio de Cultura de la ciudad imperial, confirmaron que mañana de inicia un paro general donde participarán los distintos sindicatos del sector cultura del Cusco.
Según el pronunciamiento oficial emitido por el sindicato, los motivos centrales del paro incluyen la homologación salarial, el cumplimiento de pactos colectivos firmados con anterioridad, la reorganización interna de la DDC Cusco, la construcción de un local institucional propio y la designación de un titular para la Dirección, cargo que, según los trabajadores, permanece sin liderazgo efectivo.
Este 5 de junio, Cusco no solo paraliza actividades: se alza con dignidad. El sindicato SITRACAS, que agrupa a trabajadores de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC), ha convocado a un paro preventivo de 24 horas. La razón: la creciente indignación ante la desastrosa gestión del ministro de Cultura, Fabricio Valencia Gibaja, un cusqueño que, para muchos de sus paisanos, ha dado la espalda a su tierra.
Andy Ancasi, dirigente del sindicato SITRACAS, no se anda con rodeos: “Esperábamos más de un cusqueño. Valencia conoce la realidad de la DDC Cusco, trabajó aquí, y sin embargo, su gestión ha sido una decepción. Pensamos que sería diferente a la anterior ministra, pero es más de lo mismo”. Sus palabras resumen el sentir de cientos de trabajadores y profesionales que cuidan día a día el patrimonio de la capital histórica del Perú.
Los reclamos son múltiples y urgentes. Desde la falta de uniformes para el personal que vigila y mantiene los parques arqueológicos, pasando por la ausencia de seguros de riesgo, hasta una injustificable brecha salarial entre los locadores del Ministerio y los trabajadores que, con título en mano, se parten el lomo en Machu Picchu por sueldos indignos.
Cusco es la joya turística del país, la gallina de los huevos de oro, como bien dice Ancasi. Y sin embargo, el 70% del presupuesto del sector cultura que se genera allí parece esfumarse en Lima, sin revertirse en mejoras concretas para quienes hacen posible esa riqueza. “¿A dónde va el dinero?”, pregunta Ancasi con frustración. A medio año, apenas se ha ejecutado el 24% del presupuesto de más de 138 millones asignado a la DDC Cusco. Mientras tanto, los guardaparques apenas sobreviven con 1,500 soles mensuales.
Pero la indignación no se detiene ahí. La presunta mafia de la venta de boletos a Machu Picchu sigue siendo un tumor sin extirpar. Tras múltiples escándalos y cambios forzados, la venta virtual fue trasladada a Lima bajo el argumento de que el sistema cusqueño era “vulnerable”. Hoy, sin embargo, las falencias continúan, y hay un presunto desfalco de más de 250 mil soles que no ha sido esclarecido. “Nos tildaron de corruptos sin pruebas. Y ahora los problemas son peores porque no saben manejar el sistema que nuestros profesionales crearon”, denuncia Ancasi.
Lo más doloroso para los trabajadores del sector es sentir que sus propias autoridades regionales los han traicionado. No solo Fabricio Valencia, sino también su antecesor Roger Valencia, quien cuando fue ministro exoneró a una empresa de una multa millonaria por construir en una zona arqueológica intangible. “Nos gobiernan cusqueños que actúan como enemigos del Cusco”, sentencia Ancasi.
El paro de mañana 5 de junio es más que una medida gremial. Es un grito colectivo de hartazgo. Una llamada de atención a un gobierno que ve al Cusco como caja registradora, pero no como corazón cultural del país. ¿Cuántas veces más tendrá que paralizarse esta ciudad para que la escuchen?
Aquí el video de la entrevista con Andy Ancasi.
Cultura
Pieter Van Dalen sobre el escándalo de las Líneas de Nasca: «En esta área que se está retirando existen evidencias arqueológicas»
El Decano del Colegio de Arqueólogos del Perú exige la renuncia del ministro Fabricio Valencia, debido a que su gestión viene empujando a nuestro patrimonio cultural al borde del abismo.

En medio de una creciente polémica por la reciente decisión del Ministerio de Cultura de reducir el área protegida de las emblemáticas Líneas de Nasca, el Colegio de Arqueólogos del Perú ha adoptado una posición firme y crítica. Su decano, Pieter Van Dalen, alza la voz en defensa del patrimonio arqueológico nacional y exige la renuncia del ministro de Cultura, Fabricio Valencia, a quien acusa de promover una medida arbitraria y sin sustento técnico, que expone al sitio declarado Patrimonio Mundial a riesgos irreparables, como la expansión de la minería informal.
En esta entrevista, Van Dalen denuncia una serie de omisiones y retrocesos en la gestión del ministerio, señala la falta de diálogo con el Colegio de Arqueólogos, y advierte sobre una institucionalidad cultural en crisis. Con preocupación, sostiene que la reducción del perímetro no solo es técnicamente insostenible, sino que responde a intereses ajenos a la protección del patrimonio. La situación —dice— sienta un peligroso precedente: hoy son las Líneas de Nasca, mañana podrían ser Caral o Machu Picchu.

En un comunicado, la posición del colegio de arqueólogos ha sido firme, y están pidiendo incluso la renuncia del Ministro de Cultura Fabricio Valencia.
Así es. El sustento que tiene el Ministro de Cultura para reducir el área de reserva del patrimonio cultural, líneas y geoglifos de Nasca, es su extensión, que es casi del tamaño del Departamento de Tumbes, pero esta no es una razón convincente; eso tiene que hacerse en base a estudios previos, trabajos de investigación, proyectos de evaluación arqueológica y otros que permitan corroborar que efectivamente en esa área no existen evidencias arqueológicas.
Ahora, nosotros hemos revisado el SIGDA y hemos revisado la bibliografía existente y estamos verificando que efectivamente en esta área que se está retirando existen evidencias arqueológicas, no solamente relacionadas con los geoglifos de Nasca, sino sitios de diferentes períodos culturales.
Entonces, lo que se está cometiendo es un atentado contra nuestro propio patrimonio. Y este atentado que viene desde la institución que debería defenderlo.
Así es. Es una situación muy lamentable que nos llena de consternación a todos los que estamos involucrados con los temas culturales, con el patrimonio arqueológico y su protección. Y en realidad, pues, esta situación hace que miremos hacia atrás y digamos: «¿Qué hemos hecho en estos casi 25 años de existencia del Ministerio de Cultura?»
Yo creo que antes, cuando era Instituto Nacional de Cultura, se tomaban medidas y acciones más efectivas para proteger el patrimonio. El Mincul ahora es una institución que se está llenando de burocracia y es más lo que pone trabas. El Ministerio de Cultura se está convirtiendo en el perro del hortelano, porque no defiende el patrimonio, no toma acciones ni deja que otras entidades las tomen. Porque solamente pone trabas administrativas a todos los procesos.

Ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja.
Esta reducción del perímetro de la línea de Nasca al final favorece a los mineros informales. Se habla de una presunta negociación política, ya que el alcalde de Nasca hace tres meses solicitó terreno de las Líneas de Nasca a la Superintendencia de Bienes del Estado.
Sí, pues esta es una situación sorprendente. No tenemos nosotros esa información del alcalde, pero sí, sabemos que en la zona, y el mismo Ministro de Cultura lo ha manifestado, operan mineros informales.
Hace unos meses él mismo hizo la denuncia señalando que las líneas de Nasca corrían peligro justamente por la presencia de la minería ilegal. Y hoy, tres meses después, saca esta normativa que a muchos nos crea suspicacia y llama mucho la atención.
La exigencia de la renuncia del ministro, ¿crees que será abordada por la presidenta Dina Boluarte?
Mira, nosotros venimos pidiendo la renuncia del ministro desde hace mucho tiempo. Desde enero y febrero son casi cuatro meses que nosotros venimos pidiendo y con un pronunciamiento solicitamos esto.

¿Por qué?
Porque el ministro de Cultura, más allá de velar por el patrimonio cultural, se estaba interfiriendo en los asuntos internos de nuestro colegio profesional. Entonces, después de ello hemos pedido una serie de reuniones conjuntas para plasmar nuevamente en las mesas de trabajo, que ya las habíamos planificado desde la anterior gestión, cuando estaba de director el arqueólogo Martín Córdoba, para ver diversos temas como la modificatoria del reglamento de intervenciones arqueológicas, ver la modificatoria a la ley de patrimonio y otros aspectos que competen también al colegio. Pero, lamentablemente, el señor ministro no nos ha querido dar ninguna reunión.
Mucho peor la viceministra Moira Novoa. Ella, pese a que es arqueóloga y miembro del colegio, que asumió la Dirección General de Patrimonio Arqueológico, no nos ha querido dar la cara. No ha querido tener una reunión con nosotros.
Cuando subió de viceministra, peor, la última reunión que aceptó fue para el jueves de la semana pasada, pero lamentablemente dos días antes nuevamente y por quinta vez nos canceló la reunión. Entonces, ese tipo de acciones, pues, sin transparencia, sin capacidad de diálogo, hacen ver que esta gestión está yéndose para abajo. Y el resultado es esto que estamos viendo con esta resolución viceministerial que tanto y tanto defiende el ministro.
Las líneas de Nasca son un sitio tan representativo, tan importante de la arqueología peruana, que, pues, hoy estamos frente al atropello y a la vulnerabilidad de este sitio patrimonio mundial. Imagínate, mañana será Caral, pasado mañana será Machu Picchu y así.

La crisis de esta gestión se ve a nivel nacional…
¿Cuántos sitios se vienen destruyendo cada día por la inacción del Ministerio de Cultura? La ciudad de Huari, por ejemplo, que se encuentra abandonada, se encuentra a su suerte. Ha tenido una serie de afectaciones. Durante las lluvias y diversos problemas. Y el Ministerio de Cultura no hace nada, a pesar de que hace tres años ha sido declarado en emergencia por Defensa Civil. Miren lo que pasó con el sitio de Vilcashuamán. ¿Qué es lo que ha pasado con el puente de Qeswachaka, en Cusco? O sea, estamos frente a diversas situaciones y la inacción del Ministerio de Cultura es total. Por eso el Colegio de Arqueólogos pidió, pide y se ratifica en pedir el cambio del ministro y el cambio de la viceministra a la presidenta Boluarte.
Has mencionado que la viceministra Moira Novoa Silva es parte del Colegio de Arqueólogos, ¿desde el colegio habrá alguna sanción disciplinaria? ¿Están viendo ese tema?
Mira, nosotros estamos prestos a cualquier denuncia. El otro día, en redes sociales, se han pronunciado varios sectores de nuestro colegio pidiendo una investigación y no podría yo adelantar opinión, pero, sin embargo, estamos prestos a recibir cualquier tipo de denuncia y será sometido al Tribunal de Ética y Disciplina como corresponde y ellos, con la autonomía que tienen, verán si es factible o no aplicar una sanción.

Minería ilegal en Nasca.
Explica al público la importancia de las Líneas de Nasca y el daño que se le hace con esta reducción del perímetro.
Las Líneas de Nasca son un sitio emblemático de la arqueología peruana; como dije, es un sitio de patrimonio mundial. Es un complejo arqueológico que es la evidencia tecnológica, cultural y religiosa de los antiguos Nasca, una de las sociedades que se desarrollaron en la costa entre el año 200 y el año 700 d.C. Y las líneas de Nasca guardan todavía información de la idiosincrasia de estas antiguas poblaciones que supieron dominar el desierto y sacar adelante una civilización de tanta complejidad cultural. Entonces, sabemos que, en los últimos años, salvo los estudios realizados por los japoneses de la Universidad Yamagata y algunos estudios realizados por algunos arqueólogos peruanos, no se han realizado investigaciones. Pero nos llama la atención que el Ministro de Cultura tome y cite los estudios de los japoneses de Yamagata, de los arqueólogos de Japón, como base a partir de la cual han hecho ellos este recorte.
Puesto que estos estudios son precisos y han abordado algunos polígonos dentro de la gran poligonal de Nasca. Pero ellos lo han dado a conocer hace un año, el descubrimiento de geoglifos muy importantes. Y que salen justamente del área considerada como el área nuclear, el área tradicional, con una gran cantidad de motivos diseminados por diversas secciones de la Pampa de Nasca. Entonces, ¿por qué el ministro Valencia Gibaja toma este tipo de actitudes?
¿Qué ha hecho el Ministerio de Cultura en los últimos años por las Líneas de Nasca?
No ha hecho nada. Tiene una dependencia encargada de velar por la protección, pero no ha hecho ningún tipo de trabajo de investigación. No tiene ninguna publicación, no tiene ninguna excavación, no ha hecho nada. Y esto está a cargo del arqueólogo Jhony Isla. Entonces, si el Estado peruano no ha invertido para conocer cuál es el significado, cuál es la extensión real de la línea de Nazca, ¿cómo puede sacar una resolución así de manera tan arbitraria?
Y esto también hay que investigar, qué es lo que está pasando en la Dirección Desconcentrada de Cultura de Ica. Existen múltiples denuncias y quejas sobre el accionar de esta DDC. Pero, lamentablemente, se hace caso omiso. Es necesaria una intervención urgente en esta DDC y verificar, pues, qué es lo que está pasando acá. Yo creo que ya es momento de que la Contraloría entre a tallar, cumpla sus funciones, intervenga esta dependencia para identificar posibles irregularidades que se estén dando.
Cultura
Ministerio de Cultura mutila la protección de las Líneas de Nasca
Fabricio Valencia y Moira Novoa deben responder ante la historia y un país que no tolera el canje político del patrimonio cultural material.

Una de las joyas del patrimonio mundial, las Líneas de Nasca, ha sido objeto de una mutilación disfrazada de “ajuste técnico”. La resolución firmada por la viceministra Moira Novoa Silva, y avalada políticamente por el ministro de Cultura Fabricio Valencia, ha reducido el perímetro de protección de esta zona sagrada sin justificación científica creíble. Pasamos de 297 km a 249 km de área resguardada, con una simple firma. ¿Coincidencia? Improbable.
Lo que a primera vista se presenta como una medida administrativa, en realidad abre peligrosos “accesos” para intereses privados. El trazo milenario de Nasca no fue alterado por el tiempo, sino por la mano interesada de quienes hoy habitan el poder. Y detrás de esta maniobra, asomarían los tentáculos de Alianza para el Progreso (APP), partido liderado por César Acuña, quien no esconde —más bien blanquea— su afinidad con los mineros informales.
No es menor el detalle de que el alcalde de Nasca, Wilman Bravo Quispe (de APP), pidió gratuitamente a la Superintendencia Nacional de Bienes Nacionales (SBN) un terreno de 600 mil m² en plena zona arqueológica de Poroma. ¿El objetivo? No fue declarado, pero la ubicación revela el interés: liberar tierras estratégicas en zonas ricas en minerales. El pedido fue archivado, pero semanas después se inició el proceso para modificar la delimitación patrimonial. ¿Casualidad? Cuesta creerlo.
La resolución viceministerial de Moria Novoa se basa en informes contradictorios y desoye las recomendaciones de la propia Dirección de Sitios del Patrimonio Mundial. No se respetó la sugerencia de incluir toda la zona de amortiguamiento. Además, dentro del nuevo polígono aún existen bienes sin sanear, es decir, legalmente desprotegidos. Prácticamente, se ha abierto la puerta al saqueo moderno.
No cabe ninguna duda de que esto no es torpeza; es cálculo. Porque lo técnico ha sido subordinado a lo político, y lo político al interés económico. Desde el Ministerio de Cultura Fabricio Valencia y Moira Novoa tienen mucho qué responder y deberán rendir cuentas no solo ante la historia, sino ante un país que no puede seguir permitiendo que su patrimonio cultural material sea moneda de cambio partidario.
Cultura
FIL de Lima, en la cola de las ferias del libro de la región [VIDEO]
Una comparación de la Feria del Libro de Lima con otras ferias de la región. Aquí el resultado.

Las ferias del libro son eventos culturales temporales dedicados a la exposición, venta y promoción de libros. Se realizan en lugares públicos como centros de convenciones, plazas o escuelas, y reúnen a editoriales, librerías, escritores, lectores y profesionales del mundo del libro.
Hay muchas ferias del libro importantes en todo el mundo. Entre ellas destacan: la Feria del Libro de Frankfurt en Alemania; la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México; la Feria del Libro de Londres, en Reino Unido; la Feria del Libro de Bolonia en Italia; la BookExpo América en Estados Unidos; el Salon du Livre de París (Salun di libro de parrís) en Francia; y la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en Argentina.
En Latinoamérica, la FIL de Guadalajara es la feria del libro más importante en el mundo de habla hispana y una de las más grandes del mundo. Se realiza cada año en México, usualmente entre noviembre y diciembre y reúne a más de 800 mil visitantes, con autores y editoriales de todo el mundo y cada año tiene un país o región invitada de honor.
La FIL Lima también reúne a escritores, nacionales e internacionales; sin embargo, no suele invitar a literatos de la talla de un Nobel. Por otro lado, hay que reconocer que viene posicionándose cada vez mejor en la región y en 2024 registró un récord de más de 530,000 asistentes, superando la cifra del año anterior en un 23%. Y para la edición de este año 2025 se prepara un Homenaje que será dedicado al escritor peruano Mario Vargas Llosa, en reconocimiento a su legado literario.
En resumen, las ferias del libro son más que simples eventos comerciales: son celebraciones de la lectura, la cultura y el pensamiento. En esencia, nos recuerdan que leer es una forma de libertad y que los libros siguen siendo herramientas poderosas para entender el mundo y transformarlo.
Aquí el podcast de Lima Gris con todos los detalles de la FIL de Lima.
Cultura
San Juan de Lurigancho se convierte en un “Museo al Aire Libre” con más de 20 artistas urbanos
Arte en las calles del distrito más poblado del Perú.

En conmemoración del Día Internacional de los Museos, el distrito de San Juan de Lurigancho se prepara para acoger un evento que promete transformar su paisaje urbano en una explosión de color y creatividad. Los días 24 y 25 de mayo, la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima será el escenario de “Museo al Aire Libre”, una intervención artística sin precedentes organizada por POPULART, colectivo reconocido como Punto de Cultura por el Ministerio de Cultura.
Más de 20 artistas y colectivos del arte urbano peruano —entre muralistas, ilustradores, diseñadores y gestores visuales— se reunirán para convertir muros grises en lienzos vibrantes. La propuesta va más allá del arte: busca reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro, memoria e identidad, acercando el arte a la comunidad como herramienta de inclusión y transformación social.
Entre los nombres confirmados destacan reconocidos referentes de la escena urbana como Ilustronauta, Jimbo, Jhoel Mamani, Roberto Peremese, Huansi, Majez, Robin Vela, Kaer y Blue Stef. Junto a ellos, propuestas innovadoras como Módulo.Lab, Gatonegro, y artistas emergentes como Crocketa, Sukey y Murgamdh, conforman un mosaico de estilos y generaciones que dialogan en un mismo espacio.

El evento cuenta con el respaldo de aliados como Línea 1, Barrroco, Colombia Tools y Canal Museal, y forma parte de una apuesta por la descentralización cultural, que busca llevar el arte a todos los rincones de Lima Metropolitana, más allá del circuito tradicional.
“Museo al Aire Libre” es de ingreso libre y abierto a todo público. La ciudadanía está invitada a ser parte de esta experiencia que hará de San Juan de Lurigancho una galería viviente y una referencia cultural en la ciudad.
Cultura
Dibujar las sombras
Crítica literaria al poemario Sombra Celeste de Ximena López Bustamante por Julio Barco (1)

Interior VI
“Mañana salgo de viaje enviaré una postal desde el centro del fuego” nos dice la voz poética de Interior VI técnica mixta (Aletheya, 2022) de Ximena López Bustamante y acaso nos manifiesta la construcción de una poética como un relato ardiente. Así, en este libro es latente la energía telúrica, un desborde que propicia la escritura fluida del poema en prosa. A este ir y venir, se añade la imagen que se sitúa de una frase versal a otra generando, siempre en fragmentos y destellos (como en Joyce) y propicia una caligrafía automáticamente mental: “(…) como quien anda con el corazón hecho polvo una gran culpa transformar las cenizas extinguir el nombre multiplicar el polen dejarlo en el aire en el intento por prescindir la palabra…” (pág. 6).
La emotividad del sentimiento genera un desborde musical y ético: detrás de la cantata hay un deseo de extender la bondad, la poesía y la libertad. Y poner, “todo mi amor reproduciéndose mil veces por segundo” (pág. 12)
Sin embargo, también se permite paisajes más existenciales: ¿Por qué escribir? / ¿Así de doloroso es cuando te crecen alas? / ¿Quién sino tuya? / ¿Cómo sino poseída por unamisma? (pág. 28). Así, el subtítulo del libro se comprende como una advertencia de las diversas técnicas literarias que aborda: prosa poética, poemas con versos reflejados y encadenados a los dos puntos (:); o poemas con forma de carta.

Sombra Celeste
Por otro lado, en Sombra Celeste (Comba, 2025) recorremos por un trabajo repleto de nocturnidad y creación. Ahora estamos frente a un poemario de breve aliento: las imágenes del desborde se contienen. La búsqueda similar: la luz y sombra de la individualidad. En ese sentido, se acerca a poetas como Pizarnik o Varela que se perfilan por una búsqueda intrapersonal. Además, se trata de un trabajo sistemático: todos los poemas llevan el rótulo de noches.
Es un escenario determinado: de la noche diecisiete a la noche veinticinco observamos la germinación de mirada particular. En medio de su búsqueda, se inclina por “la lluvia del aire teje desobediencia para zurcir eso/que tampoco entendemos/salvo la pasión qué entendemos salvo la pasión salvo la/pasión.” (pág. 18) Si para los poetas de la Edad Media la noche se situaba como síntoma de la libertad y el desparpajo, o para Novalis solo la noche era infinita, para la poeta es el espacio de liberar la enfermedad: el cuerpo y el síntoma. Entonces cada noche es un espejo, un medio (y médium) de permear las energías líricas. Y es esa pasión la que crea la posibilidad del andamiaje poético, donde los recuerdos y los suplicios se tornan poiesis: éste es el primer verso/donde serás carbón de tortura (pág. 20), porque, así como la poesía es reflejo, también se convierte en una hoguera donde el fuego (¿acaso el que buscaba en su primer poemario?) regresa como quehacer emancipador y significativo.
El fuego y la palabra liberan. Los que juegan con esas energías, hacen saltar las chispas de las palabras: así nace el fuego. Sin embargo, en la noche diecinueve se advierte: éste debe de ser / el suplicio contemporáneo (pág. 25). Reconocimiento, aceptación, tortura. Es decir, la afirmación de que el vacío —ese síntoma moderno (ese cisne negro) — se cristalice con su terror.
Pero, para no naufragar, el poetizar se transforma en ritual. Así, aparece, por ejemplo, la voz de la abuela, y entonces “(…) alumbra/ versos hambrientos” (pág. 48). Son esos versos, cargados de un lirismo velado, de sugerir antes que mostrar, los que manifiestan la creación de una mirada propia, es decir, una voz identificadora, o, como señala la poeta, un “morar unamisma”. Como un conflicto entre la danza del cuerpo y la expansión panteísta de la mente, oscilan los versos de Sombra Celeste.
¿De qué sombra hablamos entonces? De la sombra de la creación de una identidad a través de un oxímoron (sombra, como conflicto; celeste, como purificación) Esta sombra celeste es un telón a desplegar: ahí yace el corazón y su canto. Y esto genera una suerte de noche oscura del cuerpo, donde se intuye la pasión y la gracia, el desgarro de ser y estar. Es decir, se trata, como en Edipo Rey, de un descubrimiento de la identidad última: ahí la sombra, ahí lo celeste. ¿Y qué es ese lugar? Es el poema el lugar donde la poeta se hace materia de sí misma, conflicto y mutación.
Reflexión final
Finalmente, adentrándonos en la poesía arequipeña (donde podríamos encajar a Ximena, como también en la poesía escrita en el siglo XXI, en la poesía de menores de cuarenta años, etc) encuentro que su voz mantiene y explora el perfil subjetivo de las poetas sureñas (Medina Rondón, Román, entre otras) que buscan una redención interior en versos gráciles y amargos. Como en el ecuánime Alberto Hidalgo, la poesía brota del geiser del ser.
- Autor de más de 33 libros, profesor, columnista y dirige Café Barco, programa cultural.
Cultura
Julio Hevia: el psicoanalista que caminó la ciudad con alma de calle
Julio Hevia pensó al Perú, lo caminó, lo escuchó y lo acarició con palabras. Desde su mirada profunda nos enseñó que la calle es la verdadera escuela de sabiduría, y que la eternidad pertenece a quienes piensan con belleza y verdad.

Cómo no recordarlo. Cómo no pensar en ese andar ágil pero pausado, esa mirada escudriñadora de niño rebelde, ese verbo certero con el que diseccionaba la ciudad y sus habitantes. Este 20 de mayo, Julio Hevia Garrido-Lecca habría cumplido 72 años. Setenta y dos vueltas al sol que, de haber continuado, sin duda seguirían alumbrando con lucidez las veredas del pensamiento peruano. Pero un día gris, el 27 de junio de 2018, mientras permanecía internado en una clínica limeña, Julio partió. Y con él, una voz entrañable del psicoanálisis y de la reflexión crítica sobre el Perú urbano.
El velorio tuvo lugar en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores. Allí acudieron sus alumnos, colegas, lectores y amigos. Algunos llevaban libros subrayados; otros, anécdotas en el bolsillo. Todos, sin excepción, llevaban dentro el eco de sus ideas lúcidas.
Julio era barranquino no solo por dirección postal, sino por identidad profunda. Su casona de estilo republicano, ubicada en una arteria tradicional del distrito, parecía brotar del mismo espíritu del barrio: bohemio, culto y resistente. Allí vivía con su familia. Y allí, además de libros y conversaciones, también florecía otra de sus pasiones: la pintura y el dibujo. Porque sí, Julio Hevia también dibujaba y pintaba durante años. Lo hacía con la misma intensidad con la que pensaba, con una línea vibrante que dialogaba con sus obsesiones teóricas. Años después de su partida, se organizó una muestra póstuma que reveló esa veta poco conocida, pero profundamente auténtica.

Aunque académico de formación, Julio fue, sobre todo, un observador. No del tipo que se oculta tras el vidrio de una biblioteca, sino el que recorre mercados, conversa con las caseras, con choferes, y escucha sin prejuicio. Fue una especie de sociólogo fáctico por vocación, y psicoanalista por convicción, pero por encima de todo, fue un amante de la polis: de sus lenguajes, tensiones, afectos y contradicciones.
Sus libros —“El limeño como estereotipo” (1988), “Pantallas, frecuencias y escenarios” (1994), “Lenguas y devenires en pugna” (2002) y “¡Habla, jugador!” (2008)— son, en el fondo, mapas del inconsciente colectivo limeño. Un archivo afectivo de nuestras maneras de ser, hablar, chonguear y sobrevivir.
Una conversación en Barranco
Un buen día, cuando yo editaba la sección de cultura de un diario local, decidí escribir sobre él y de sus filudos trabajos y publicaciones que siempre le median el pulso a la ciudad y a los habitantes de Perusalén. Y como buenos vecinos nos encontramos en el corazón de Barranco para dar rienda suelta a nuestra conversa, que primero empezó con rígidos enfoques metodológicos de academicismo y terminó con un lenguaje tan coloquial, en una charla chispeante, muy a lo “chocherita” como se decía antes, o a lo “brother”, como aún se sigue diciendo hasta hoy. La entrevista que le realicé en el mes patrio del 2015, la titulé: Julio Hevia: «Tener calle, ya es un valor positivo».
Aquella mañana, hablamos de Lennon, de Kubrick, del cine y de Freud. Saltamos de los barrios bravos del Llauca, la Rica Vicky y el Rímac, a la sabiduría “cayetana”.
Algo que siempre perdurará en el tiempo, es ese principio de la pedagogía fáctica, que nos predica: “Si quieres romper las reglas, primero apréndetelas”. Y entonces le pregunté: si tú fuiste un maestro de cátedras y le rendías tributo a la academia y a la metodología de la investigación, ¿cómo es que tienes tanta calle? Y con la frescura de quien nunca necesitó impostar sabiduría, Julio empezó a romper algunos sagrados mitos y agregó: “Los teóricos de gabinete no sirven de nada si no salen a la calle a contrastar sus epistemes”.

Las calles fueron su aula
Cuando le pregunté sobre su recorrido callejero, él recordó: “Yo siempre pisé la calle, porque tampoco me acomodaba por mi propio estilo al almidón académico, y ahí también experimenté anticuerpos. Yo he caminado mucho en la calle, y el primer libro que publiqué está hecho de experiencias que yo detecté en la calle”.
Fue entonces que le lancé la pregunta que había estado rondando mi mente… ¿si de niño alguna vez jugó la canga, matagente, y el trompo? su respuesta fue honesta: “Yo jugaba canicas. No era muy bueno, y me acuerdo que tenía un vecino que me andaba quebrando las canicas. También he sido pelotero de la calle toda la vida, y además aprendí que yo tenía que ser más rápido que el otro, porque yo no era muy grande”.
Su relato tenía la precisión de una escena de cine neorrealista: sudor, barro, y una pelota improvisada como centro de todo.
Julio Hevia era tan carismático y entrador, que tenía ese raro don de caer bien. Y aquel día me contó entre risas, que una vez subió a un taxi y empezó a hablar con el chofer. Al poco rato, el taxista detuvo el auto, lo miró y le dijo: —“Bájate”—. Sorprendido, Julio preguntó ¿por qué? —Porque yo te iba a cuadrar —le respondió el conductor—, pero me has caído bien. Así que bájate nomás—”.
Hoy, su voz sigue viva en sus textos, en sus otroras alumnos de la universidad de Lima que aún citan sus frases en sus vidas profesionales. En esa muestra pictórica que dejó como legado silencioso, y en esa casona de Barranco que aún parece esperarlo con la puerta entornada.
Julio Hevia no solo pensó al Perú. Lo escuchó, lo caminó, lo acarició con las palabras. Y desde ese lugar profundo —el de los que no se conforman con mirar desde la ventana—, nos enseñó que la calle no es solo un espacio geográfico, sino una gran escuela de sabiduría.
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