La modernidad no debe ser un pretexto para que las tradiciones sean suplantadas por los ritos tecnológicos o las maquinaciones de estos tiempos aparentemente desprovistos de fe. Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha buscado comprender y comunicarse con su entorno, desarrollando sistemas de creencias que explican la totalidad de lo existente, preguntándose por lo divino (lo que fundamenta la unidad total e infragmentada) y con ello recurriendo a lo mitológico (que no son hechos que ocurrieran, sino un simbolismo que intenta explicar lo misterioso y lo incognoscible).
Los pueblos antiguos construyeron sistemas simbólicos para gestionar sus emociones y temores frente a lo desconocido, ante los enigmas de la vida, y que en cierto grado fueran coherentes con los fenómenos naturales observados. Descubrimientos fundamentales como el fuego, la agricultura y el arte redefinieron los paradigmas humanos. El temor a lo desconocido, la observación de los astros, las reflexiones sobre el origen de la vida y la inmortalidad del alma dejaron una huella indeleble en la conciencia humana, y aunque aún no podemos definirlos con absoluta precisión, su influencia persiste en nuestra psique colectiva, como lo intuyó el filósofo Henri Bergson en el siglo XIX y principios del siglo XX.
Las religiones primitivas se centraron en el ciclo de las cosechas, porque necesitaban entender todo aquello que los hacía sobrevivir, reconociendo también al sol como fuente primordial de vida; Por ello, en las primeras religiones, el sol es su primer dios. Con el tiempo, la ciencia ha proporcionado respuestas a muchas de estas incógnitas, pero el ser humano sigue necesitando algo más que datos empíricos, data, vestimenta o arquitecturas para su bienestar y desarrollo humano. Y de esa infinita proyección emotiva y de querer comprender, germinaron la fe a nuevos niveles y luego, con el desarrollo simbólico en sociedad, la experiencia mística.
La experiencia mística, entendida como la sensación de unión íntima con lo absoluto, trasciende las fronteras culturales y temporales, aunque nace en ellas. Esta experiencia de totalidad, donde el individuo se percibe en profunda conexión con lo divino, ha sido documentada en diversas civilizaciones a lo largo de la historia. A diferencia del trance en el que pueden entrar los chamanes con algunas drogas, a la experiencia mística se accede desde la más absoluta serenidad y desde el éxtasis (proceso complejo en nuestro cerebro en donde interviene el lóbulo temporal; no obstante, la mística no se limita sólo a un proceso neurológico). La experiencia mística nos muestra la universalidad de determinadas nociones y anhelos que anidan en la mente humana.
En el contexto andino, la espiritualidad ha evolucionado a través de los siglos, integrando elementos preincaicos, incaicos y, posteriormente, influencias católicas, aunque en muchos lugares se han resistido a la espiritualidad católica y han mantenido sus expresiones culturales encubiertas por la presión del catolicismo en cierto periodo histórico. La espiritualidad andina tiene elementos generales, pero a la vez tiene matices en los que es diversa y varía según la región y el período histórico. La tradición oral andina enfatiza el respeto y la comunión con la totalidad de lo existente. La cosmovisión andina tiene el 1 de agosto como fecha de celebración de un ritual donde se prepara una singular ceremonia que se ha conservado a lo largo de los siglos en los Andes con el afán de agradecer a la Pachamama. Este rito andino no puede ser llevado a cabo por un individuo sin habilidades en la materia, sino que debe ser dirigido por personajes muy singulares, que hayan demostrado tener una comunión importante con la naturaleza, y que sean reconocidos por otros especialistas andinos. En la época incaica eran llamados Willaq Umu, y en nuestros días son llamados Altomisayoq o Hatun Misayoq.
Según los estudios del antropólogo Luis Millones, los Altomisayoq son personalidades con profundos conocimientos de la naturaleza, la ritualidad y la medicina tradicional, que actúan como intermediarios entre el mundo terrestre y las deidades tutelares andinas. Son elegidos por los Apus (montañas sagradas) y la Pachamama mediante señales especiales. En ocasiones por la caída de rayos sobre la persona, y en otras ocasiones por señales especiales de la naturaleza muy características sobre el elegido, que son reconocidas por otros Altomisayoq para su iniciación mediante varias ceremonias denominadas karpay. En el mundo andino actual, los Altomisayoq son muy pocos, y aún es más inusual que ellos combinen formación académica occidental con conocimientos tradicionales; Sin embargo, los hay. Este fenómeno refleja lo que la antropóloga Marisol de la Cadena llama «cosmopolítica andina» en su libro «Earth Beings: Ecology of Practice across Andean Worlds» (2015).
Percy Núñez Saravia emerge como una figura singular en este contexto. Montañista, filósofo y especialista en ciberseguridad, Núñez Saravia, denominado «el Oráculo de los Andes», ha sido reconocido como Hatun Misayoq en las comunidades andinas. A lo largo de su carrera, Núñez Saravia ha impartido conferencias en ciudades de América Latina, así como en Asia y Europa, dialogando sobre temas tan vitales como la «ciberseguridad geopolítica» y la «filosofía contemporánea». Su experiencia no se limita al ámbito académico; ha participado activamente en operaciones de rescate de personas desaparecidas en zonas de alta complejidad, demostrando un compromiso inquebrantable con la sociedad, con más de 70 rescates confirmados, en todos ellos poniendo en riesgo su propia vida para salvar o colaborar con otros en situaciones extremas. Su primera misión de rescate ocurrió casi por circunstancias fortuitas, y se remontó a la selva de Madre de Dios, donde tuvo que internarse en una zona de alta peligrosidad conocida como delta 2, y participar en un operativo de rescate cuando apenas contaba con diecisiete años. , para luego terminar colaborando en casos de investigación y rescate de personas desaparecidas célebres en el Perú, como su participación en el caso de la turista belga Natacha de Crombrugghe, desaparecida en el Cañón del Colca en el año 2022. Su deseo por conocer la realidad lo ha convencido a tratar de comprender el mundo desde la aventura, el compromiso y la concepción del ser, desde un redescubrimiento de la vida y sus matrices andinas que se reflejan en su cultura. Ha templado su carácter en la práctica del deporte de alta montaña, y a través de esta disciplina ha brindado una contribución significativa, publicando algunos años después, en coautoría con el célebre rescatista de alta montaña Eloy Cacya Cárdenas, el libro «El secreto de Bomboya» (Editorial UNSA 2022) en donde recoge estas experiencias. Este proceso vital de Percy lo ha llevado por diversos territorios andinos, para aprender de sus ancestrales conocimientos a profundidad hasta haber sido designado como Hatun Misayoq, por otros Altomisayoq muy respetados en la comunidad andina.
Si bien Núñez ha sido un feroz crítico de ciertas costumbres andinas que aún se siguen practicando, lo que ha caído como un baldazo de agua fría a muchos conocedores de la milenaria sabiduría andina como Pampamisayoq, Yachaq, Hampiq entre otros, su liderazgo es respetado por sabios y conocedores de la sabiduría ancestral andina. La ciencia, el arte, la aventura y el misticismo se unen a su cronología, y cultiva el profundo respeto al misterio de los saberes del ande que de ellos emanan y se difunden como el agua en las montañas. Su postura de que estos conocimientos que se han transferido desde tiempos inmemoriales hasta nuestros días deben respetar la Dignidad Humana, es esencial en su filosofía; Es por ello que el trabajo de Núñez es de orden ético en la preservación, revitalización y reinterpretación de las tradiciones andinas.
Es así que el Gobierno Regional de Arequipa, junto con instituciones académicas locales, organiza el programa «La Ruta de los Oráculos» y en ella «La Noche Mística Andina» como parte de las celebraciones por el Día de la Pachamama. En su sexta edición, para este 1 de agosto en el Centro Arqueológico Ceremonial de “Maucallaqta”, un centro ceremonial de gran valor para esta debida celebración debido a su función como lugar sagrado desde tiempos preincaicos. Y aunque se considera una ceremonia casi reservada debido al profundo respeto y reverencia que se tiene a este ritual, se prevé llevarla a cabo con el cuidado y respeto que merecen la cultura andina y todas sus comunidades locales. Además, se preparan actividades conectadas en la ciudad de Arequipa y en los más importantes centros culturales de la ciudad que recrearán la ceremonia matriz o se complementarán con festivales de música, representaciones, charlas, danzas autóctonas y música. Estos eventos, liderados por Núñez Saravia y otros maestros andinos, buscan preservar y difundir las tradiciones ancestrales, en consonancia con los principios de salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial establecidos por la UNESCO.
Será una noche “llena de misticismo andino”, evento realizado con el debido respeto por parte de las autoridades, entre ellas académicas que lo organizan. Los oráculos o Wakas también son un símbolo de nuestra identidad andina, y nada mejor en la dirección de este evento que un entendido en la Mística de nuestra tierra ancestral. La labor de Núñez Saravia, así como su reconocimiento como «Tayta Hatun Misayoc», refleja la vitalidad y la importancia contemporánea de la cultura andina, asegurando que el legado espiritual y cultural de los Andes continúa inspirando y guiando a las generaciones futuras, en línea con los principios de la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial y la Dignidad Humana.