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Arte Urbano

Entrevista: Jorge Pimentel «Desde que uno decide ser poeta todo le está negado»

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JORGE PIMENTEL

«Desde que uno decide ser poeta todo le está negado»

Entrevista John Martínez
Fotografía Sandra Enciso

Una de las voces más importantes de la poesía  hispanoamericana, Jorge Pimentel (Lima, 1944), habló con Lima Gris. Esquivo para la entrevistas, buscamos conversar sobre cosas pocos conocidas, con el alguna vez llamado  l’enfant terrible de la poesía peruana.

Desde la casa de Jorge Pimentel se ve parte de la ciudad, dividida entre el follaje del parque el reducto de Miraflores y los edificios que crecen cada vez más. Mientras nos invita chicha morada, nos cuenta que vive aquí desde hace más dos décadas junto a Pilar, su compañera durante 40 años. Inquieto, entra y sale de la sala; nos trae panes, vuelve a salir, se coloca una bufanda. Trae café, se sienta, cambia de sitio. Entonces intervengo:

 

¿Si te pones a pensar en tu infancia, qué es lo primero que recuerdas?

 

— Yo vivía en un edificio en Mariscal Miller, cuadra 11, en Jesús María. Nací en ese edificio, en 1944. Allí vivían una serie de personajes medios locos, extranjeros, yugoslavos, americanos, italianos que habían venido a vivir al Perú. En el segundo piso, arriba nuestro, vivía una familia italiana, eso era como una película. Eran muy alegres, yo me hice amigos de ellos.

 

El primer recuerdo que tengo fue en ese edificio, se cayó un chiquillo por la ventana y murió. Luego recuerdo que una de las cosas que más me gustaban era agarrar mi bicicleta Hércules (la cual frenaba poniendo un pie en la llanta trasera, porque ni frenos tenía) y me iba por todo Lima. Era mi liberación, montar mi bicicleta, pasearme solo. Salir de toda esa bulla del edificio, eso fue en la época en la que estaban construyendo el hospital del empleado.

 

¿Cómo era Jesús María en aquellos tiempos?

 

— Era un barrio: jugábamos fulbito en la calle; peloteábamos. Yo era defensa (buen defensa), inclusive formé mi equipito que se llamaba «Huracán». Hicimos una colecta, nuestros viejos nos dieron para comprar camisetas, y así jugamos los campeonatos inter barrios.

 

¿Nos puedes hablar de tus padres? Enrique y Victoria.

—Mi padre… (titubea), no creas, nosotros hemos vivido apretados. Mi viejo era gerente de ventas de la compañía Inca Kola,  mi madre en ese momento no trabajaba. Mi padre era muy buena persona pero era medio loco, le gustaba la vida -no quiero hablar mal, yo adoro a mi padre- pero hubo una separación. Mi madre comenzó a trabajar en el Correo Central. Mi padre se fue a Ica.

 

¿Lo dejaste de ver?

— Si porque vivía en Ica con otra señora.

 

¿Qué pasó con tu madre?

— A mi madre la adoro. En esa época por primera vez la veía tomar una combi (no había combi en ese momento, estaba el «moradito»), hacia el correo central, su primer trabajo. Ella no había trabajado nunca. Mis padres se casaron muy chibolos. Entonces yo vivía con mi madre y mi hermana Cynthia. A veces había poca plata, no alcanzaba siempre.

 

¿Dejaste de estudiar para trabajar?

— Terminé el colegio gracias a mi madre. No es que mi padre se portara mal, sino que a veces enviaba menos dinero. No porque no nos quisiera, sino… bueno. Total que yo veía a mi madre tomar el ómnibus y me daba mucha pena. Yo estaba aún en el colegio. Lo que hicimos fue mudarnos de casa, fuera de mi viejo barrio. Contratamos un camión y nos fuimos de ese barrio maldito (risas). Fue como un símbolo de liberación. Nos fuimos a vivir a Francisco de Zela, cuadra 8. En la esquina estaba el desaparecido bar Pilsen, en la avenida Salaverry. Empezamos una nueva vida.

 

¿Es cierto eso que cuentas en un poema de Ave Soul, que ibas a buscar a tu madre a su trabajo y te sonrojabas porque la gente pensaba que eras su novio?

— Sí. Porque mi madre era muy bella y se casó muy joven. Es cierta esa anécdota.

Volvamos. ¿Qué recuerdos de esa nueva casa?

— Los mejores, haber salido del edificio, de esas voces que se iban presentado una tras otra, fue bueno. Alejarse de los gritos fue una liberación. Además esta era otra cosa, una casita, no un departamento. La mudanza nos salvó.

 

 

¿Quizá esa es una influencia inconsciente que aparecería en tus libros, donde las voces aparecen, y por momentos -como lo señala tu editor al hablar de Tromba de agosto– son legión?

— Yo creo que sí, porque mira: era un edificio que tenía un hueco y por allí se escuchaba a italianos, ingleses, yugoslavos, chinos, peruanos, gente excéntrica.  Cada uno con su lenguaje. Todo eso lo escuchaba y me tuvo que influenciar.

 

¿Y en esa época la relación con tu padre, cómo fue?

— Venía los fines de semana a la ciudad, desde Ica, y dejaba dinero para la semana. Yo no creía que le gustaba la poesía, pero cuando murió, muy joven,  en un accidente en su auto, descubrí que entre sus cosas estaban todos los recortes relacionados con mi poesía. Él era más bien, enamoradizo, medio playboy, le gustaba la carrera de carros, pero no era millonario. Cuando murió no dejó nada. Todo lo que tuvo lo despilfarró. Yo comencé a realizar trabajitos para Inca Kola, donde mi viejo trabajaba. En las vacaciones  de 4° y 5° de media, en el verano, trabajaba en un camión repartidor. Allí comienza mi poesía.

Yo era supervisor, viajaba en el camión con el chofer y los repartidores, salíamos a la ruta desde  las 7 a.m. Así conocí todo Lima. También conocí a un filósofo de la calle, un argentino llamado Machín. Con él charlábamos y también con los repartidores. Así conocí el lenguaje de la ciudad, en la calle.

 

¿Ya escribías en ese momento?

— Escribía mal, escribía tonterías. No eran mías, sino cosas influenciadas. Tenía poemas esporádicos pero no me bastaban, sentía que faltaba algo.

 

¿Sentías en ese momento que faltaba algo o lo supiste después?

— Con la experiencia de los camiones me sirvió mucho, cambié radicalmente. Me di cuenta que la vida era otra cosa, que la realidad era otra. Ese fue mi primer bautizo. Me involucré totalmente. Yo escuchaba la jerga todo el día, el lenguaje, el cochineo, las risas, el cariño de la gente. Hablaba con todos, de todo. Eso me dio una nueva mirada de la vida, del Perú.

 

Situación que se reforzaría en la universidad Villarreal, donde conoces a gente de Chiclayo, Piura, Pucallpa…

— Ese fue mi segundo bautizo, cuando conozco a la gente de la Villarreal. Yo cambié mi turno de la mañana a la tarde y así conocí a Juan Ramírez, Jorge Nájar, Mario Luna, a José Carlos Rodríguez, Manuel Morales, Julio Polar,  gente extraordinaria de provincia, ellos me hicieron crecer aún más. Todos ellos no se chupaban con nadie. Conocí el “aputamadramiento” que traía Mario Luna. No era caminar por caminar, era darle estilo a la caminada. Era gente que se reía de la vida (Pimentel se para e imita un caminar achorado mientras hace una broma nombrando a Melcochita). Era el estilo. Mario venía de Chimbote. Yo aprendí mucho de él, de ese “aputamadramiento”.

 

¿Esa es una de las características de Hora Zero (HZ), no?

— Claro, HZ, era eso. Decíamos: -¡Vamos hacerlo! -¡Vamos! -¡Vamos a sacarle la putamadre a ese huevón! -¡Vamos! Todo era ¡vamos, vamos, vamos! Esa era la actitud siempre, no tenerle miedo a nada, ni a nadie.

Otras de las cosas que me influenció fueron las risas, en especial la de la gente de la selva. Con Manuel Morales, Nájar y Rodríguez. Con ellos nos imbuimos a la psicología de la risa. La gente de la selva es muy risueña, no se hace problema de nada. Eso también aprendí. Si hay un problema, -¡A la mierda!- (suelta una risa estentórea con un gesto despreocupado). Pero eran responsables y a la vez relajados. Hermosa contradicción.

Otro aporte es que cada uno traía sus jergas, historias, mitos, leyendas; mejor dicho, su barrio. Y se ve en su poesía. Nosotros descubrimos que todas nuestras historias -las de Chimbote, Chiclayo, Huancayo, Pucallpa, Cerro de Pasco- eran poesía. Y también había poesía en La Victoria, Lince, El Callao, Pamplona.

La idea era poetizar desde tu propia provincia, hacerla universal desde allí, desde donde estabas. En esa atmósfera decidimos fundar HZ, estábamos hartos de toda esa frivolidad.  La gente en verdad creía esas frases de R. Hinostroza “más vale un desnudo griego que un cholo calato”, y “más vale contemplar el río Támesis que el río Rímac”. HZ prefirió al cholo calato que al desnudo griego, y al río Rímac que al Támesis. Volteamos la torta. En esa época (y hasta ahora) se sigue poetizando a la manera inglesa. En esos tiempos era un sacrilegio escribir cosas como (mira a la fotógrafa y le pregunta su nombre, luego recita): “Estoy caminando con Sandra, por jirón Quilca…” eso era una tontería. Si lo escribías así te tiraban piedras, te apartaban.

Nosotros sentimos que lo que uno vivía no estaba en la poesía peruana de esa época. Aquí se vivía algo inédito, Lima fue inundada de gente, se creó un nuevo escenario. Y la prueba son los poetas de HZ, que venían también desde esa inmigración. La poesía que había en esa época reflejaba otro país. Los poetas estaban escribiendo como en el siglo de oro español o como las generaciones anteriores. Yo no me identificaba con esa poesía y aún no lo hago. Yo veía a mi viejita subirse al ómnibus para ir a trabajar al Correo Central y me preguntaba dónde estaba eso en la poesía peruana.

¿Entonces el movimiento denuncia eso y lo consolida con las publicaciones individuales? Porque comenzaron inéditos.

— Inéditos, nadie tenía libros. Salimos con una revista, pusimos nuestro manifiesto y cambió todo.

 

Luego de la primera etapa de HZ, que tiene una gran repercusión,  te vas a Europa. ¿Cómo fue eso?

— Me voy en un barco italiano. Vendí algunas cosas y me fui solo. No conocía a nadie, me fui sin ninguna referencia o dirección. El barco se fue desde el Callao hasta Panamá y luego de allí hicimos 10 días de puro mar, hasta llegar a Barcelona. Estuve 2 años en España, desde allá llamé a Pilar para que vaya. En España se nos terminó rápido la plata y la mejor opción era Münster (Alemania), a donde fuimos. Logramos trabajar juntos lavando platos. Me fijé la meta de trabajar todos los turnos durante 3 meses y no cobrar sino hasta el final de ese tiempo, me compré unos audífonos y trabajaba así. Los alemanes me hablaban cosas ininteligibles, me daban las sartenes y me enseñaban a lavar pero yo no sabía ni alemán ni inglés y entonces me hablaban (Pimentel imita el alemán divertidamente) lo único que entendía era Dhis o This, la única palabra que repetían para que yo entendiera. Estaba enloquecido con ese lenguaje monosilábico, que no era ni inglés, ni alemán.

El trabajo quedaba lejos de donde vivía y hacia largos viajes en bus. Una vez subí y pagué mi pasaje -ya sabía cuál moneda usar-. El chofer, que parecía uno de esos alemanes malos de las películas, la recibió y me quedó mirando mientras yo me sentaba atrás. Entonces me di cuenta de que el carro no arrancaba, el chofer aceleraba y en eso, desde un altoparlante, oí su voz que gritaba (Pimentel vuelve a imitar un alemán increíblemente real y nos invade la risa). Me asusté mucho, no sabía qué hacer. En eso, un español que estaba allí me dice que el chofer me llamaba. Con miedo me acerqué al chofer, él dijo algo que nunca comprendí y me dio mi vuelto.

 

Luego en España, publicas Ave Soul, no puedes publicar algunos poemas que estaban en Lima. ¿Qué pasó?

Si, luego de Alemania vuelvo a España y publico Ave Soul. Había dejado cosas mías en Lima, dentro de una caja de leche Gloria, y en ella, 3 poemas que no estuvieron en la primera edición. Eran otros tiempos, yo no sabía cómo explicarle a mi vieja la forma de encontrarlos. No había fax, ni celular, solo el telegrama. Fue una cosa muy rápida, saqué el libro y al toque me vine. Sabes lo que pasa, es que yo soñaba con una voz que me decía: “tienes que ir al Cordano, a tomarte un vino de la casa y un tallarín rojo”. Soñaba eso. Me dije: tengo que volver a Lima. Sentía que ya no tenía nada que hacer por allá. Yo quise sacar HZ en España pero…

 

Tú les escribes a los horazerianos residentes en Lima, solicitando que aprueben esa filial….

— Claro, siempre hemos sido democráticos, no podía actuar al caballazo. Y aquí dijeron no.  O sea mi viaje fue para formar HZ allá; tenía todo preparado, a los poetas, a los poemas. Pero no se dio.

 

Entonces te vuelves a Lima y en el barco conoces a un mexicano a quien le regalas decenas de tus libros….

— Fue en el puerto de Cataluña. Antes de subir al barco, me encuentro con un mexicano. Yo me iba en media hora, así que le di algunos Kenacort y Valium 10 (primer libro de Pimentel), y unos 200 ejemplares de Ave Soul, solo me quedé con 50 para traer a Lima. Así, supongo, este mexicano le alcanza el libro a Roberto Bolaño, a Mario Santiago, a los Infrarrealistas.

En Lima, los familiares nos recogieron a Pilar y a mí, pero yo agarré un taxi y me fui al Cordano a tomarme esa copa de vino.

 

ESCRIBIR

Los últimos 5 años has tenido actividad editorial, cosa que no es habitual en ti, pese a que escribes mucho.

— Si, es que acá nunca nadie me va a becar. Un poeta no tiene que esperar nada. Aquí hay mucha gente que ha esperado becas para escribir. O escribes o no escribes, así es.

 

La experiencia es escribir, no publicar…

— Si, entonces yo mismo me beco, encuentro la inspiración. La inspiración es el oro y el oro es el lenguaje. Encuentras una palabra, dos líneas de un poema y ya está, encuentras el lenguaje. Y lo tienes que hacer al toque. Entonces vendes unas cosas, trabajas más, te becas. Yo me becaba un mes. No hay plata para más. Entonces durante 30 días tienes que escribir y terminar el libro. Tú con ese dinero te puedes ir donde quieras, a la punta del cerro, al cine, hacer lo que necesites para escribir. Te puedes tomar una cerveza pero solo una, cuando escribes no puedes hacerlo borracho. No hay mayor placer que escribir dos poemas en un día, sentarse solo en un bar y leer lo que has escrito, con una cerveza tomada a sorbos, nada más. Al día siguiente, lo mismo, a la calle y escribir.

Cuando escribo un libro lo guardo un año, si veo que funciona y el lenguaje no ha envejecido. Si sigue funcionando, lo vuelvo a guardar. Luego, a los dos años, si ese libro funciona, ya te metes a corregir. El libro debe tener un reposo, para ver si funciona.

 

Entonces crees que hay mucha gente que publica por publicar…

— Claro, hay poetas que sacan sus memorias, sus obras completas. El primer libro lo publicas y luego aguántate. Ve qué proyecto tienes. Tu proyecto tiene que madurar. ¿Qué tema será? ¿Qué  lenguaje hay para el tema? ¿Qué requiere? Siempre tienes que estar pensado en tu proyecto, todo el tiempo, todo el día. Caminar pensando en tu proyecto, acostarte con el proyecto en la cabeza, despertarte con el proyecto en la cabeza; levantarte, ver televisión y tener un lápiz contigo, porque en algún momento va aparecer el lenguaje para ese proyecto. Puede ser una frase, una palabra, una línea. Y sobre eso ya construyes el poemario. Pensar todos los días, hasta que se aparece no la musa, sino el lenguaje. Allí captas y te encierras a escribir.

 

¿Cuál es el momento actual de HZ? Más de 40 años después

— Mira, lo importante es escribir libros. Sin libros el poeta no vale nada. Ahora nosotros nos dedicamos a escribir, a publicar, criticar y sobre todo a estar atentos a lo que está pasando en la poesía peruana. Por ejemplo lo último que ha habido con los conchudos de la antología consultada (refiriéndose a Susti, Güich, Chueca y López Degregori). Ellos mismos se hacen su canon, les preguntan a sus amigos. ¿Por qué no le preguntan a gente de las universidades de provincia? Los consultados son -la gran mayoría- caviares. La poesía es más amplia. La gente que está en la poesía es más amplia. El número de jóvenes es inmenso en las universidades del Perú. Ese es un grupito que, como si fuera un té de tías, elige cómodamente. Para consultar que les pregunten a otras personas, no solamente a nombres que paran en reuniones frívolas. La poesía no es frívola. La poesía no puede hacer encuestas. Los que hacen canon y encuestas, son los que no tienen poesía. Y como no van a figurar en la historia de la poesía peruana, ni latinoamericana, entonces hacen sus propias encuestas, sus propias antologías. Y son unos conchudos porque ellos mismos se incluyen. Esa actitud invalida todo. Yo no estoy allí, me autoexcluí, así como Tulio Mora.

La poesía no es marketing. HZ está atento a lo que pasa, pone y dice las cosas. No somos un club. Todos los días hablamos por teléfono, hacemos poesía, queremos hacer recitales. Estamos presentes, escribiendo, libres y hermosos.

 

Además de la obra, qué otra cosa ha sido importante para ti en HZ.

Lo importante ha sido cómo puede ser que tanta gente haya creído que había que cambiar la poesía peruana. ¿Por qué creyeron eso? Nos siguieron, hay gente que ya no está, muchos murieron: Manuel Morales, Juan Ramírez, Mario Luna, Isaac Rupay (quien era un canillita). Eso era lo deslumbrante y lo maravilloso. Porque esa gente nos creyó y nos siguió durante años. Y no había ningún premio de por medio, ni petróleo, ni diplomas, ni plata. Pero nos siguieron, y lo hicieron cuando lo único que había era un ceviche de jurel, un rin, pasajes de ida y vuelta, una chata de ron y verdadera poesía.

 

¿Cuál es el futuro de la poesía peruana? ¿Cuál es la influencia de HZ en la poesía actual?

— Nunca hemos pretendido que la gente escriba como HZ, lo que hicimos fue liberar a la poetas de esa influencia de Inglaterra, estatuas griegas y campos de golf (con el respeto que le tengo a Cisneros e Hinostroza). Liberamos a la poesía peruana de eso, pero nunca obligamos a nadie a escribir como nosotros. Si te fijas, en HZ cada uno escribe diferente pero lo que nos une es la intención, es decir, mirar al otro sin frivolidad, hablar claro y tener siempre un cuestionamiento crítico. Todos nuestros poetas escriben diferentes. Aquí el único patrón es la poesía integral.

Hay una frase de Palabras urgentes que dice “Se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla”. Ahora existe la misma catástrofe, ¿qué cosas más existen en nuestro país? Hay más chifas, más centros comerciales, pero luego todo es igual: existe el hambre, la desocupación, los coimeros, los murciélagos que quieren chuparte la sangre por todas partes, gente que quiere robar al estado. Estamos iguales, no hay gran transformación, ese fue otro cuentazo. El país todavía está por hacerse, yo me siento como si viviese en los años setenta. Para mí el Perú no ha cambiado nada, solo ha cambiado las apariencias.

 

¿Y los poetas han cambiado?

— Hay poetas que quieren buscar su bequita, que quieren subir al parnaso rápido. Veo mucha frivolidad, veo que hay mucho ayayerismo, mucha mafia literaria. Pero también veo la influencia de HZ. Veo esa libertad de no tenerle miedo a nadie. Por ejemplo, cuando yo hice reto a Cisneros (Antonio) quise demostrar algo. ¿Por qué un muchacho sin libros, de HZ, desconocido como yo, retó a Cisneros, que recién había llegado de Europa, con un Premio Casa de las Américas bajo el brazo? ¿Por qué? Lo hice para demostrar que no hay que tener miedo a nadie. Los poetas no tienen que tener miedo a nada. Solo a uno mismo y a su poesía. Por eso lo hice. Luego unos se fueron por un lado y los demás por el otro. Con esto no estoy criticando a Cisneros, ahora su poesía habla por él. Fue un buen tipo. Hubo diferencias poéticas pero nada más.

 

40 años sin hablarse. ¿Hubo un reencuentro?

— Solo nos veíamos por la calle. Pero hace como un año, en el café Haití, yo estaba con Fernando Obregón, y Toño apareció. Nos saludamos, dejó a sus acompañantes en otra mesa y se pasó un rato a la nuestra, a conversar. Fue todo muy cordial. No solo conmigo, un par de meses antes de su fallecimiento se encontró con Tulio Mora en la exposición de un artista plástico, Tulio se acercó, le dio un abrazo y un beso en la frente y Toño le agradeció.

 

Tromba de Agosto

No sé adónde voy, no sé qué hago aquí.
Alzo la vista y siempre el mismo personaje
pidiendo, suplicando de rodillas, de codos,
que ordena:
córtenle el agua, córtenle la luz.
Jódanlo sin matarlo, sin cansarlo, cánsenlo.
Reviéntenlo sin reventarlo, sin ahogarlo ahóguenlo.
Que sufra sin matarlo, sin destruirlo destrúyanlo.
Y me es imposible y me es imposible y me es tan imposible,
imposibilitadamente compañeros, que de un tiempo a esta parte
me parte que me rota,
me trota que me parte,
me troza que me rota.
Y no lo ven ni por asomo
cuyes, triciclos, perros, alcachofas, jabones, detergentes,
pernos, llantas, aceites, huevos, legumbres, papas, sal,
pantalones, zapatos, caiguas, tomates, lapiceros, frazadas,
que son su fuente de ingresos y que para mí son gastos
por lo que vengo pagando desde que sé lo que es el sol,
desde que me sé desocupado y sin empleo.
De codos, con ceño fruncido, con sueño, cansado,
con los pies que me duelen,
con el cerebro que me estalla en mil pedazos.
Como, porque si como patéenlo.
Acaricio, porque si no beso fusílenlo.
Te quiero, porque si no te amo mátenlo.

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Arte Urbano

Colectivo de artistas prepara gigantesco mural en honor a Akira Toriyama y Dragon Ball [VIDEO]

Obra del colectivo NFS Crew será presentado oficialmente este 24 de marzo en la cuadra 9 de Paseo de la República.

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Millones de niños crecieron viendo la famosa serie animada Dragon Ball, y tras la muerte de Akira Toriyama, creador de los personajes como Goku, Vegueta, o el maestro Roshi, el colectivo de graffiteros y artistas plásticos NFS Crew ha decidido intervenir un inmenso mural ubicado en la cuadra del Paseo de la República, en el distrito de la Victoria, justo al frente del Estadio Nacional.

Ese mural, el cual se tiene previsto que esté concluido este domingo 24 de marzo, causó una serie de críticas en las redes sociales debido a que anteriormente se podían apreciar a figuras de la patria que habían sido pintados con motivos al Bicentenario del Perú.

José Lévano, uno de los más de 30 artistas urbanos que viene trabajando en este mural, explicó las razones que conllevaron a pintar el mural con estos personajes del anime.

“Nosotros mismos nos encargamos de muralizar el tema de los héroes por el Bicentenario, algunos vecinos no han estado de acuerdo con este cambio, pero cabe destacar que el mural estaba deteriorado y nuevamente estaba regresando la criminalidad en la zona. Hay personas que tiran desmonte, las paredes se estaban descascarando, comenzaron a llegar gente de malvivir y necesitábamos renovar”, dijo en RPP.

“Actualmente estamos realizando la muralización en conmemoración del fallecimiento del maestro Akira Toriyama, quien, a través de su obra, Dragon Ball, ha sabido llegar a muchas generaciones, a muchas infancias”, agregó.

FUENTE: RPP.

Por otra parte, fuentes en el interior de la Municipalidad de La Victoria manifestaron que la intervención del muro con arte urbano es una iniciativa privada dado que la pared pertenece a una empresa de transportes y ellos se han encargado de coordinar estos cambios con los mismos artistas.

Se espera que el mural, que se encuentra en la Vía Expresa, a la altura del Estado Nacional, esté terminado para el domingo y sea visto en todo su esplendor por los fanáticos de Dragon Ball y público que transita por el lugar.  

Foto: Andina.

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Actualidad

43 artistas de 20 países de Latinoamérica se unen en el primer encuentro virtual de arte

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#AMAZONARTELATINOAMERICA 2020 es el evento cultural donde se pintarán murales desde la seguridad de sus casas, se dictarán talleres, entrevistas a gestores latinoamericanos y dinámicas para las familias que puedan conectarse. El encuentro se realiza desde el 27 al 30 de abril en todas las redes sociales de @amazonarteperú.

«Es amplia la información que se ha difundido sobre el COVID-19 y como este virus ha afectado a millones de personas en el mundo, siendo el más grave el sector salud, pero poco aún se habla de cómo esta pandemia está afectando a los artistas, por ello, como bien sabemos hacer, buscamos y ejecutamos alternativas para no dejarnos vencer económicamente y claro, culturalmente tampoco, porque sin cultura, sin arte, ¿qué somos?. Desde México hasta Argentina, 20 países unidos a través de sus artistas para crear y creer, porque esta pandemia no nos impide soñar y gestionar en comunidad.» menciona Joe Fernández.

Amazonarte Perú es una plataforma artística que gestiona desde hace tres años actividades culturales en diferentes ciudades de la Amazonía peruana, siendo su actividad principal la realización del festival de arte «AMAZONARTE». Cuatro han sido las ediciones que se han trabajado con artistas de todo el Perú y de varios países del extranjero.

A raíz de la pandemia del COVID19 , Joe Fernández (Zelva1) decide realizar esta primera edición virtual desde casa, reuniendo a 43 artistas latinoamericanos para que sumen creatividad, esfuerzo y compartan sus trabajos desde casa con todo el mundo, en coordinación con Carla Bresciani (BR.STUDIOS) Ecuador, ponen en marcha este proyecto convocando a los artistas KST (Ecuador ) y ANGURRIA (República Dominicana) para la realización de la gráfica oficial del festival.

Toda la información ya se encuentra disponible en Instagram y Facebook: @amazonarteperu , desde ahí podrás conocer a los artistas, horarios de los talleres  y toda la programación de actividades que se han generado pensando en respetar la inmovilización obligatoria y quedarnos en casa por nuestra seguridad.

LOS ARTISTAS CONVOCADOS SON:

(MÉXICO) DAKPAK – FRASE (GUATEMALA) SEINT – NIBER  (EL SALVADOR) TNT – HOBBES  (HONDURAS) VANGUNS – KEMEE (COSTA RICA) KAAT – PUCHO (PANAMA) TEMYM – EVADE (VENEZUELA) MR.GAREK (COLOMBIA) DIOSA – JOSELO (ECUADOR) KST- HUESOS DE BUDA – CARLA BRESCIANI (PERÚ) VALBINA MIGUEL TORIBIO – GARRA -ZELVA1 – LINO – ANA BALCAZAR – TRUMP – ESCOLOPENDRA – ANDREA VIGIL – PAOLO ROCA (BOLIVIA) TEJERINA – RENATE (CHILE) SARK – HAZEH (PARAGUAY) GUTTI BARRIOS – KRISTY KARDOZO (URUGUAY) EL SANTO – MARIE  (ARGENTINA) TREZE – MALANDRA (REPÚBLICA DOMINICANA) ANGURRIA – DOVENTE (PUERTO RICO) ROSENDA ALVAREZ – NATALIA SANCHEZ (CUBA) LEDO

¡Latinoamérica unida!

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Fundación Telefónica y el Mali lanzan convocatoria para proyectos artísticos

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Continuando con la programación de actividades en el marco del proyecto Irradia, la Fundación Telefónica del Perú y el Museo de Arte de Lima (MALI) lanzan el concurso “Irradia – Espacio Público”, una convocatoria abierta para proyectos artísticos destinados a intervenir el Parque de la Exposición.

Retomando el espíritu de intervenciones artísticas en espacios públicos, iniciado con Centro Abierto hace una década, Fundación Telefónica y el MALI reúnen sus esfuerzos para el desarrollo de una nueva propuesta que busca insertar la producción artística contemporánea en la ciudad. En esta oportunidad, se convoca a creadores interesados en el desarrollo de proyectos con nuevas tecnologías para realizar intervenciones de sitio específico en el Parque de la Exposición, el cual recibe a más de 700 personas diariamente.

El objetivo es promover la creación de obras que propongan nuevas maneras de percibir el entorno urbano y las áreas verdes de la ciudad y que, valiéndose del uso de los medios digitales, inviten a los transeúntes a imaginar nuevos modos de entender nuestro ámbito urbano.

LA CONVOCATORIA

Las inscripciones para “Irradia – Espacio Público” ya iniciaron de manera oficial el viernes 24 de enero a través de las redes sociales de la Fundación Telefónica y del Museo de Arte de Lima. Los artistas residentes en Perú que estén interesados podrán acceder a una ficha donde completarán los datos solicitados con respecto al proyecto que deseen presentar. Se recibirán propuestas hasta el viernes 10 de abril. A su vez, es importante indicar que la convocatoria no cubre traslados.

Considerando la diversidad de los medios y lenguajes del arte contemporáneo, se aceptarán proyectos inéditos individuales o colectivos de performance, video, animación, arte sonoro, arte electrónico, arte digital y propuestas afines que contemplen un componente de interactividad o innovación en nuevos medios. Se privilegiarán proyectos que respondan a las características específicas del sitio o a la naturaleza de los públicos que transitan en el Parque de la Exposición.

El jurado, compuesto por un curador de arte y nuevos medios, un curador de arte contemporáneo, un artista peruano, un representante de Fundación Telefónica y un representante del Museo de Arte de Lima, dará a conocer el proyecto ganador el viernes 24 de abril. El ganador del concurso recibirá un premio de 30,000 soles para la producción y realización de su intervención.

FECHAS

Último día de recepción de proyectos: 10 de abril

Anuncio del trabajo ganador: 24 de abril

Exposición: noviembre de 2020.

Toda la información pueden encontrarla en: http://espacio.fundaciontelefonica.com.pe/ y http://www.mali.pe/

Si cuenta con alguna consulta o duda por favor escriba al siguiente mail: irradia@fundaciontelefonica.com

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Así fue la presentación de Lima Gris en Buenos Aires

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El número 18 de la edición impresa de Lima Gris se presentó en la ciudad de Buenos Aires – Argentina y en la mesa de ponencias participaron los periodistas Fernando Bogado (colaborador de Página/12, de Le Monde Diplomatique y guionista en FM La Tribu); Santiago Alonso (editor de la revista cultural “Con Fervor”); y Luis Felipe Alpaca (editor de Lima Gris).

Asimismo, los presentadores hicieron una tertulia sobre periodismo cultural y mencionaron los inicios de este. Por su parte Fernando Bogado puntualizó cómo la actual coyuntura política que se encuentra convulsionada en Sudamérica y en especial el caso de Bolivia afecta las publicaciones culturales. Por su parte Santiago Alonso habló de su revista digital Con Fervor y de cómo trabajan en diferentes proyectos culturales y artísticos en Buenos Aires.

Luis Felipe Alpaca agregó que las industrias culturales sí pueden generar grandes divisas para el Estado, como es el caso de Francia que muestra un PBI elevado gracias a sus industrias culturales; asimismo señaló que el neoliberalismo como paradigma político y económico ha restringido a muchas naciones en el ejercicio de su propia cultura, tanto en lo originario como en sus legados culturales.

En la presentación se mencionó el trabajo que viene realizando Lima Gris y que por cierto acaba de cumplir diez años difundiendo cultura y que además de sus publicaciones periodísticas, se dedican a la gestión cultural con un tratamiento horizontal que llega a las grandes masas.

El evento se llevó a cabo en el Teatro-Restaurante-Bar “Hasta Trilce” ubicado en el barrio de Boedo en CABA.

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CINCO HISTORIAS DE BARRIOS ALTOS

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Escribe Rodolfo Ybarra

1.-EL NEGRO PEPE

En Barrios Altos la vida no vale nada y donde por un sol te pueden cortar el pescuezo. Aquí estoy paseando con el negro Pepe, “Caporal”, “Taita” de los más bravos, puros chuzos, huecos de bala y callos en las manos, con 85 años de dinosaurio sableado y cazado por pistoleros furtivos de uniforme o con pañuelo de media cara; y,  a pesar de todo, sobreviviente de sus propias batallas y que aún trabaja de cachinero y ha estado en casi todos los penales del Perú, menos en el SEPA, tal y como afirma categóricamente. Nadie lo “huevea” –te lo dice señalándote con el dedo– y las cosas claras y el chocolate espeso.

Nos dirigimos por La Carroza y la Huerta Perdida, sus lugares de paso, y por otras callecitas donde el mismo diablo no entra, tratando de terminar de construir otro de los personajes para una futura novela. Consejo: si quieres escribir y que te crean, pues tienes que ensuciarte los zapatos y arriesgar el pellejo. El resto es sentarse a teclear, buscar un editor que confíe en ti y que no te estafe y entrar a la imprenta. Eso sí, amigos, aquí los premios literarios no interesan. La vanidad no tiene lugar en este no-lugar, es más, hasta puedes ser atravesado por un verduguillo. Esto es lo que Nietzsche decía que era mirar el abismo, el único detalle es no dejarse caer o, simplemente, no caer. Ahora si quieres fama, viajecitos, televisión y prensa servil y complaciente, pues dedícate a otra cosa.

2.-COLEGIO NACIONAL 1028, “REPÚBLICA ARGENTINA”

No sé cómo así, de un día para otro, y cuando pensaba que mi vida era estar entre niños de bien y con asesoría espiritual de monjes salesianos y hermosas niñas de cabello lavado con colas de caballo y con perfumen Johnson & Johnson, llegué al colegio nacional “República Argentina”, ubicado en el jirón Miró Quesada 1340, en pleno Barrios Altos, ahí mismo donde la gente hablaba gritando y los niños y las personas mayores, en general, lucían bastante feos, sucios, desaliñados y con un lenguaje lleno de procacidades, insultos y palabrotas que, en ese tiempo, apenas lograba entender.

Mi madre me fue llevando de la mano, recuerdo que la fachada, grande y virreinal, era de color celeste y blanco, a la entrada había una estatua gigante y de bronce del general San Martín que te daba el recibimiento con los brazos abiertos como el Cristo Corcovado. Al asomar por una de las puertas con vitrales nos encontramos con una señora de lentes que nos preguntó qué deseábamos. Recuerdo que era febrero y hacía un calor insoportable y, para llegar ahí, habíamos tenido que sortear una lluvia de globos y baldazos de agua que caían de los techos y las quintas maltrechas y cochambrosas que rodeaban el jirón Puno, el jirón Huánuco y Cinco Esquinas que quedaba a una cuadra y media de la que sería mi “alma máter”. Lo cierto es que la señora nos dijo que ella era la directora y se presentó: “soy Nelly Morón de Miranda y este colegio, República Argentina, les da la bienvenida”. Las vacantes eran infinitas porque, como era un colegio del Estado, podían meter decenas o, quizás centenas de estudiantes en una sola aula y todo se justificaba bajo el concepto de que la educación primaria y secundaria es un derecho y el Estado provee y se asegura de que el educando reciba lo necesario para formarse como un hombre de bien y bla, bla, bla.

Antes de irnos nos pidieron dos fotos tamaño carné y un certificado de salud o placa radiográfica de pulmones, ya que, por esa época, a mediados de los setentas, la tuberculosis era una plaga que había infectado a gran parte de la población. Recuerdo que fuimos corriendo donde un chino fotógrafo que quedaba en la plaza Buenos Aires y que trabajaba en horario de oficina, al costado de la panadería y pastelería Azato, cuyo producto más preciado eran unos panecillos dulces espolvoreados con azúcar impalpable y cuyo olor a canela aún guardo en mi memoria.

El chino me entregó un peine desdentado y un lavatorio de agua y me dijo “arréglate”. Yo me mojé la cara porque estaba sudando como un chancho y me peiné con raya a un costado mientras mi madre pagaba el importe de las fotos a una vieja regordeta que estaba en silla de ruedas. El chino presionó el flash y, después de media hora, nos entregó las fotos que previamente había cortado con una tijerita de mano y metido dentro de un sobre transparente donde podía verme a mí mismo con mi cara de asustado y los pelos parados. Y de ahí nos fuimos corriendo al hospital “Dos de Mayo” que estaba a tres cuadras de ahí, entramos por la puerta de la avenida Grau, pagamos en ventanilla y nos dirigimos al pabellón de neumología; en ese tiempo y por la epidemia, atendía todo el día, ahí había una larga cola de niños, como yo, que estaban esperando su turno. Recuerdo que mi madre me compró unos quequitos sueltos en forma de bomba y compró una gaseosa marca Pasteurina. Después de dos horas de espera, me llamaron por mi nombre: “Señor Rodolfo Ybarra, señor Rodolfo Ybarra”.

El encargado de hacer las placas era un hombre esquelético forrado con unas mantas blancas que daba la impresión de ser una momia. Me dijo que me quitara el polo y que me pusiera encima de un taburete. El hombre presionó un botón y una plancha metálica se acercó como si fuera a triturarme contra la pared. “Tienes que abrazar al fierro y aguantar la respiración”, me dijo el cadavérico. Y después de bajar una palanca y de un sonido como de caja de cambio de carro viejo,  el técnico dijo que todo había salido bien y que en dos horas podíamos recabar los resultados. Así que, con mi madre abanicándose el rostro con los papeles del colegio, me quedé mirando a los enfermos de traumatología que estaban al frente de nosotros. Ahí había personas a las que  les habían serruchado las piernas, gente con férulas o con muletas se movían de un lado para otro, muchos de ellos se quejaban o daban estruendosos alaridos y yo le agradecía a diosito por tener las dos piernas y los dos brazos en perfecto estado de salud.

Después de deambular por ahí y cuando mi madre se estaba quedando dormida, volvieron a mencionar mi nombre en voz alta: “Señor Rodolfo Ybarra, acérquese por favor, aquí tiene su certificado, atención…”. Los resultados de las placas habían salido “negativo”, o sea, que no tenía tuberculosis y podían matricularme sin ningún problema. Así que regresamos al colegio de marras, casi al terminar la tarde. La misma directora nos atendió y nos dijo que teníamos que rellenar unos papeles y firmar para que todo estuviera en orden con la UGEL, que era la que se encargaban de fiscalizar a los colegios nacionales. Y sin más trámites burocráticos y en pleno gobierno militar del general Velasco Alvarado, me convertí en egregio alumno del excelentísimo colegio “República Argentina” nro. 1028 de Barrios Altos.

3.-“MOLOCHE”

Hace muchos años que, por uno u otro motivo, no regresaba a Barrios Altos. Así que hace unos días decidí volver al jirón Lucanas con jirón Miró Quesada y, de pronto, me encontré cara a cara con esa leyenda viviente, leyenda negra, además, que es “Moloche” o “Moloch”, el demonio del quinto infierno y cuyo verdadero nombre significa más bien lo contrario: Gabriel o el “arcángel” Gabriel. Un hombre barbado y con una ropa lustrosa a quien conocí a mediados de los setenta cuando yo estudiaba en ese colegio premilitarizado que era el República Argentina 1028, en plena época de golpes de Estado, cuando aquí gobernaba Velasco Alvarado y en la tierra gaucha mandaba Videla.

Y es que “Moloche” era un hippie viejo cuya melena o África look me daba mucho temor cada vez que me lo cruzaba en la calle y más todavía porque andaba con un pantalón a cuadros viejísimo y con unas campanas enormes que acababan en unos macarios de color guinda. Lo cierto fue que, en mi adolescencia, gracias a un guitarrista llamado Micky, compositor y amigo de los Dudó, me acerqué a Moloche que sabía mucho de rock y que, para mi asombro, según cuenta él mismo y lo pudimos comprobar, nunca se había subido a un carro, microbús o vehículo que se alimente de combustible. Es lo que hoy en día se llama un neoludita. Y vive en una casona antigua que casi no tiene ventanas, salvo el agujero que él mismo cavó en una pared que da a un descampado.

“Moloche”, en esos años de revueltas políticas y militares, era un conocido roquero que parloteaba en las esquinas haciendo piruetas con las llaves, las que lanzaba hacia el cielo y recogía con las piernas dominándola como si fuera una pelota. También tenía un extenso repertorio de piropos poéticos y elegantes que lanzaba a las chicas con mucho cuidado y con voz de poeta. No obstante y aun cuando él hizo de Cirano de Bergerac muchas veces y ayudó a matrimoniar a decenas de amigos, él mismo nunca se casó ni nunca se le vio con alguna mujer.  Quizás porque lo veían un poco loco y delirante o quizás porque siempre se llevó bien consigo mismo y no necesitó de nadie más.

Todavía recuerdo su saludo a la gente del barrio y su chasquear de dedos y sus pasos medidos como si estuviera en una pasarela.

Curiosamente, muchos años después, yo tendría una melena más larga que la suya y, seguro, en su momento, me tocaría atemorizar a otros niños como yo lo era en ese entonces.

4.-YO ESCUCHÉ CANTAR A ANAMELBA

Anamelba era una mujer gorda de voz aguda y potente que vivía a unas cuadras de mi casa de B. A. La recuerdo como si fuera ayer porque ella vendía unos adoquines de fruta y «marcianos» multicolores con los que financiaba su carrera de artista y con los que yo me enfermaba para no ir al colegio. Cada vez que iba a buscar a Anamelba me decía «cómo está el niño lindo» –un viejo cumplido que le repetía a todos los niños del barrio– y me acariciaba el cabello y yo la miraba con ojos de cordero degollado o con los ojos de un alumno con el complejo de Edipo refractado en su profesora.

Alguna vez, dentro de esa extraña y helada complicidad, me cantó una canción a capella porque yo se la pedí. Fue una mañana de abril, el verano ya empezaba a amainar y yo con mi uniforme nuevo, mi camisita blanca, mi pantalón plomo oscuro y mis zapatos negros lustrados “al duco”, caminaba orondo por aquellas callecitas de mi antiguo barrio. Ahí en la sala de su casa y mordisqueando el hielo la escuché entonar completita una canción que hablaba del desamor, aunque en ese tiempo yo no entendía nada solo me preocupaba de que esos sonidos agudos no me destemplaran los dientes. Imagino, ahora, que ese era el desamor que sentía por Julio Jaramillo, el cantante ecuatoriano de pasillos, con el que tuvo un tórrido romance y con el que grabó a tándem algunos temas que aún las pasan en radios del recuerdo, esas que están muy a la derecha o muy a la izquierda del dial.

Aunque nunca me gustaron los boleros, cada vez que camino por una vieja calle y escucho alguna cancioncita antigua siento que otra vez estoy parado frente a la puerta de fierro de Anamelba, en la tercera cuadra del jirón Lucanas, o persiguiendo con mis 11 años a la hija de Vicky Jiménez, «la reina del bolero» –en esos tiempos la competencia directa de Anamelba–, que vivía a un par de cuadras de mi casa, la niña presumida que siempre se encargaba de subirme la autoestima diciendo que yo no era na die y que su mamá era una artista, una cantante reconocida y que, por lo tanto, no podía ser mi amiga, y, mientras decía todo esto, iba mostrándome todos los regalos que su madre (“la muñequita del bolero”, así la había bautizado un conocido presentador de televisión) le había traído de sus viajes por Europa; y yo mirándola me iba enamorando hasta el tuétano de los huesos, hasta el reconcho de la médula ósea, hasta lo más hondo del alma, sí, siempre sí… pero de mí mismo.

Aquellos boleros no los volví a escuchar más. De adolescente me dediqué a escuchar rock, jazz, frejazz, new age, y otros géneros llamados “cultos”, más “evolucionados”, más “técnicos”, más “progresivos”, etc., etc. Pero un tiempo me alejé de todo esto, dejé de escuchar música, dejé de escribir. Me fui de viaje por remotos parajes y así anduve mucho tiempo yendo de aquí para allá con los mochileros y artesanos con los que me acompañaba una trocha para después seguir el camino trazado hasta que un día me volví sedentario. Y cuando alguien, por alguna razón extraña, me preguntaba de boleros yo negaba en todos los idiomas posibles que supiera algo de este, ahora, género marginal.

Han pasado más de 40 años y recuerdo claramente que aquella canción a voz en cuello que entonó Anamelba en una mañana de fines de los años setenta fue «Aceptaré». Con respecto a aquella niña engreída, hija de Vicky Jiménez, me olvidé hasta de su nombre, sólo recuerdo sus frases entrecortadas y sus “tú no eres nadieS”. Y ahora con ese “Aceptaré” de fondo trágico puedo decir que yo me sigo preguntando lo mismo: en efecto, chiquilla de mis peores sueños, yo no soy nadieS, yo sólo soy el testigo de un tiempo que se esfumo entre mis manos, de un pasado que a veces regresa como un boomerang y nos da un golpe en el pecho; pero, al fin y al cabo, yo solo soy testigo de mí mismo.

5.-UNA VIEJA PELEA EN BARRIOS ALTOS

Cuando estaba en la primaria, existía en el salón de clase el clásico matoncito de barrio que reproducía en su forma de ser su tortuosa relación familiar: padre borracho, pegalón y gritero; madre desaseada y desordenada; hermanos egoístas, pendencieros y abusadores. Lo cierto es que este bocón y roba-loncheras no tenía rival, dada a su estatura (puesto que había repetido tres veces), su verbo florido y su gordura elefantiásica con la que eventualmente (y literalmente) aplastaba a quien osara retarlo.

Cierto día que me había insultado y jalado de la chompa, zamaquéandome como un tentetieso para que le ayude en las tareas, se me escapó un insulto, una palabrota que quedó retumbando en el aula. El matoncito, hábil en las «malas palabras» y en las diatribas, no pudo hacer nada en ese momento porque entró el auxiliar a pasar lista y ver el asunto del cuaderno de control y las firmas de los padres. El matoncito me dijo en silencio, casi susurrando, raspando las palabras y frunciendo el ceño: “te cagaste Ybarra a la salida te rompo la cara…”. Yo con mis 9 años recién cumplidos empecé a temblar, mis dientes cascabeleaban como si tuviera frío, se me erizaron los pelos de la cabeza, pero respiré hondo y me dije: al diablo, no tengo nada que perder, si me pega me pega, pero algo haré con este abusivo que me llevaba algo más que una cabeza y como 30 kilos más.

A las afueras de ese colegio religioso –claretiano, para más detalles– esperaban las barras, casi todos los oprimidos, niños con formación católica e hipócrita; muchachitos pequeños y enclenques tenían vagas esperanzas en que yo los reivindicará con algún golpe en esa panza grotesca y aguanosa. Uno de ellos me miro y se persignó. Tuve miedo pero pasé saliva y me tragué mis fobias y con ellas los 30 kilos de diferencia.

Observé al niño gordo como si fuera un luchador de Sumo, no sé porque lo imaginé calato y con ese jebe horroroso en el trasero, tirando sal a la esquina contraria y exhibiendo su peso; peso que aprovechó inmediatamente para empujarme contra un grupo de ayayeros (no de mi lado) que estaban detrás de mí y que me devolvieron rápidamente al ruedo como si fuera un resorte a los puños del pequeño gorila quien aprovechó para hincharme un ojo y reír a mandíbula batiente mientras su séquito, otros dos de su calaña, se burlaban.

En un breve descuido y aprovechando que mi rival se jactaba de mi debilidad física aproveché para darle un cabezazo con todas las fuerzas como jamás había imaginado, hasta entonces, que tenía en mi cuerpo. Me lancé hacia delante con la testa como un toro y cerré los ojos. Mi misión era embestir con mi pequeña humanidad a ese pequeño monstruo, tirano y dictadorzuelo. Resultado: le bajé todos los dientes de adelante. En mi cabeza se abrieron cuatro orificios notorios (bajo mi corte de pelo alemán) que destilaban sangre pero que no eran nada comparado con la hemorragia y los borbotones que le salían de la boca al matoncito de barrio. Para mí fue una pelea épica, casi bíblica, me había bajado a Goliat, el endriago había sido derrotado, y no con una honda sino con mi cabeza. Aún conservo esas viejas cicatrices y una hoja de mi primera expulsión escolar.

COTA

El «negro Pepe» se despide de este mundo, dice que le duelen todos los huesos, ya no puede caminar y solo respirar se le hace difícil y que ahora sí «se va para la Habana» o como dice el poeta Carlos Oliva: «La muerte es y trato de alcanzarla». Con el cuerpo puro hueco de tanta bala que le entró por todos lados y una-vida-al-servicio-de-los-más-pobres. Dice que robó a los de arriba para comer y para dar de comer a los de abajo. Ahora nada tiene (los policías le quitaron todo y se quedaron con su botín) solo los recuerdos que se diluyen en su voz carrasposa. Además, dice que se equivocó de carrera, quizás lo suyo hubiese sido ser presidente.

¡Hasta siempre «negro Pepe»!

(PUBLICADO EN LA REVISTA IMPRESA LIMA GRIS N° 18)

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Así se realizó la presentación de la revista Lima Gris N°18 en el Centro Español del Perú

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El miércoles 11 de septiembre Lima Gris realizó la presentación de su edición impresa número 18 en el Centro Español del Perú. En la mesa de presentación participaron Eloy Jáuregui, Edwin Cavello Limas, Luis Felipe Alpaca y Gabriel Rimachi Sialer. La noche también estuvo acompañada con música en vivo gracias al artista Gabriel Zambrano que nos presentó algunos temas de Los Beatles.

La nueva edición de Lima Gris trae en la tapa al Alfred Hitchcock, maestro del suspenso al cual se le rinde homenaje por los 120 años de su natalicio. Además, la nueva edición trae una variedad de reportajes, entrevistas, artículos y crónicas sobre cine y literatura, entre otros temas.

Gabriel Rimachi Sialer habló de la importancia de la publicación impresa, y de la permanencia que ha tenido Lima Gris en los últimos años, ya que son pocas las publicaciones impresas que se mantienen a lo largo del tiempo en el país.

El maestro Eloy Jáuregui señaló que, a pesar de todas las dificultades, la revista continúa manteniendo su independencia y calidad. También habló sobre el escritor argentino Jorge Luis Borges y sus visitas al Perú, texto que está incluido en esta nueva edición.

Por su parte el director Edwin Cavello Limas hizo un repaso sobre los temas que contienen la revista y anunció que para el 28 de noviembre se va a realizar un homenaje por los 120 años de su natalicio a Jorge Luis Borges, además, esa fecha también se presentará la edición número 19 de la revista y se celebrará los 10 años que cumple Lima Gris.

El editor Luis Felipe Alpaca, comentó sobre la permanente difusión de Lima Gris en su plataforma digital, trabajo que está vinculado a la difusión cultural, denuncias y críticas que generan debate en el medio.

A sala llena el público pudo disfrutar no solo de los comentarios de los presentadores y de la nueva edición impresa, sino también del cóctel y el café, gracias nuestros auspiciadores Piscospersonalizados.com y Antari Café, que junto al Centro Español del Perú que vienen acompañándonos edición tras edición.

Foto: Andrew Goodmorning
Foto: Andrew Goodmorning
Foto Andrew Goodmorning
Foto: Andrew Goodmorning

La revista ya se encuentra en los kioscos y también la pueden adquirir vía delivery al whatsapp 963059469.

Aquí algunas fotos de la noche.

Foto: Andrew Goodmorning
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“MEMORIA ESCINDIDA”, una exposición de arte que debes visitar

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Escribe: Luis Felipe Alpaca

Hace unos días se inauguró en el Centro Cultural Ricardo Palma la exposición colectiva “MEMORIA ESCINDIDA-Arqueología de la posmodernidad en ruinas”. Allí se muestran los trabajos de siete artistas mujeres que frontalmente vienen asumiendo un rol responsable a través de sus voces con algo que no debe dejar de ser fundamental en una sociedad que se precie de civilizada: La memoria nacional.

Generalmente el “arte conceptual” (muletilla inevitable que está de moda desde hace dos décadas) que hoy respira el establishment limeño se ha erigido como una condición de rigor a la hora de presentar proyectos que finalmente terminarán en una sala llámese de arte, so pretexto de empoderar la idea y/o narrativa de la obra, sobre lo que representa el verdadero rigor objetual de la misma.  Sin duda, aquellos valores reflejan el creciente poder que hoy ostenta la posmodernidad reinante.

La decepción se ha convertido en una sensación cotidiana cuando habitualmente asistimos a una sala de exposiciones para visualizar y entender las “obras de arte”, porque además de soportar las lecturas de los ploteos convertidos en textos complejos y firmados básicamente por los curadores de turno (no sabemos realmente qué curan, más allá de los males que les trasmiten a los artistas) apena mucho más ver trabajos inconsistentes, carentes de todo sentido, sin ningún oficio ni rigor, y sin un sentido de la estética, porque la enfatización de sus propuestas discursivas más allá de lo objetual, terminan por despeñarse en el vacío de sus proposiciones que de concepto, la verdad no tienen nada.

No así con la muestra MEMORIA ESCINDIDA-Arqueología de la posmodernidad en ruinas, donde el espectador desde que desciende a la sala Porras Barrenechea es testigo de una narrativa articulada que muestra a una sociedad en ruinas, que ha ido degenerándose lentamente a través del tiempo con prácticas sociales como la gentrificación, y la ausencia de integración entre los ciudadanos a pesar que la internet alimenta las comunicaciones a la velocidad de la luz, no obstante la gente sucumbe a la individualización y más prefiere hablar con la pantalla virtual del Smartphone que con su propia especie.

Asimismo, aquella frase del título: Arqueología de la posmodernidad en ruinas se muestra acertada con las propuestas que uno ve, y que van desde el dibujo, escultura, cerámica, grabado sobre acero, impresión digital, e instalación sonora. Aquellos trabajos no solo sobresalen por la contundencia de sus conceptos, pues, además cumplen con el menester de la estética objetual que debe poseer toda obra de arte, lo que en otros términos significa: “No debes hablar, ni dar un discurso sobre tu obra; porque ella debe hablar por sí misma”.

En ese sentido, los trabajos están a la altura de la metodología de la curaduría que fue realizada por Luisa Fernanda Lindo, que por cierto ha sabido empatizar muy bien con cada uno de ellos, a tal punto (y quizás me apresuro en afirmarlo) que ha logrado crear una verdadera sinergia precisamente entre curadura-artistas-espectadores. Asimismo, la crudeza de los temas abordados, si bien manifiestan una especie de indolencia del sistema social, tampoco es menos cierto que la sutileza empleada en los trabajos le da un valor agregado que definitivamente coadyuva a lo que se denomina mirada artística.

Cabe resaltar la instalación sonora RESISTENCIA de Ana Cecilia Farah que está plasmada en un mural a modo de collage que refleja a un olvidado barrio de Santa Cruz en Miraflores que se ha resistido a aquella implacable gentrificación que en los últimos años más se ha dedicado a posicionar al boom gastronómico.

RESISTENCIA de la artista Ana Cecilia Farah/ Año 2019/ Técnica mixta; Instalación sonora (mural/ensamblaje + audio)

Igualmente, la obra que desde un principio nos inquieta como espectadores es “ARTÍCULO 6” de Lucía Cuba. Aquel trabajo consiste en doce vestibles que simulan ser doce mujeres que llevan un peculiar atuendo algo espeluznante, por el hecho de haber sido vulneradas sobre sus cuerpos con aquella oscura práctica del régimen fujimorista denominada esterilizaciones forzadas. En tanto, el título de aquel proyecto de diseño obedece al sexto artículo de la Ley General de Salud del Perú, cuya literalidad señala: “Todas las personas tienen el derecho a elegir libremente el método anticonceptivo de su preferencia, y a recibir información adecuada sobre los métodos disponibles y su riesgos”. Lo insólito se da, porque a pesar de aquel artículo de la mencionada ley, aquellas mujeres no tuvieron la opción de elegir, y a pesar de haber transcurrido más de veinte años, el Estado peruano tampoco se digna a resarcirlas por los daños ocasionados, que son más que irreversibles.  

Obra «ARTÍCULO 6» de la artista Lucía Cuba/ Año: 2012-2019/ La técnica de esta instalación es Impresión digital sobre lienzo de algodón.

En suma, la exposición colectiva se muestra acertada e interesante para el público que aún requiere identificarse con la memoria de nuestra sociedad que lamentablemente a través de campañas de desinformación se ha mostrado escindida para confundir a los peruanos que en su mayoría se han entregado al olvido…

Obra FÓSILES URBANOS de Iliana Scheggia / Año 2019/ Técnica: Cerámica de alta temperatura y grabado láser sobre acero inoxidable

El dato:

Nombre de la muestra: MEMORIA ESCINDIDA-Arqueología de la posmodernidad en ruinas.

Artistas participantes: Lucia Cuba – Ana Cecilia Farah – Rossana López Guerra – Natalia Revilla – Mariana Riveros – Iliana Scheggia – Patricia Villanueva.

Lugar: Sala Raúl Porras Barrenechea del Centro Cultural Ricardo Palma (Av. Larco 770, Miraflores).

Fecha: Del 11 de septiembre al domingo 27 de octubre de 2019 (De lunes a domingo de 10.00 a 22.00 horas)

Actividades paralelas sobre la muestra colectiva

Sábado 21 de septiembre.- Arte al paso-visita guiada con los artistas.

Sábado 28 de septiembre.- Conversatorio “Posmodernidad en ruinas” participan: Lucía Cuba, Rossana López Guerra y Patricia Villanueva. Modera Luisa Fernanda Lindo/ 10.30 am.

Visitas dialogadas/ Todos los jueves a las 17.00 horas.

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Lima Gris presenta su edición impresa N°18

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La revista impresa Lima Gris, en su edición número 18, presenta en su portada a uno de los directores de cine más importantes del mundo y maestro del género del  suspenso y/o thriller psicológico, el icónico Alfred Hitchcock. En esta nueva entrega Lima Gris le rinde un homenaje al cine, y como es habitual sus páginas están dotadas de crónicas, entrevistas, artículos de literatura, pintura, e internacionales.

La presentación de la revista se realizará el miércoles 11 de septiembre a las 8.00 pm en el Centro Español del Perú, sito: avenida Salaverry 1910, Jesús María.

 En la mesa de presentación estarán presentes Eloy Jáuregui (periodista  y escritor), los editores Luis Felipe Alpaca y Gabriel Rimachi, y el director Edwin Cavello Limas.   

La revista Lima Gris trae 76 páginas a full color en papel couché, e incluye:

Un artículo del periodista argentino Marcial Luna: Bartolomé J. Ronco y su  legado cultural “El hacedor de la preciosa casa de las artes y los oficios”, y que además incluye un artículo escrito por el propio doctor Bartolomé Ronco titulado: “Martin  Fierro  en  Hungría”.

Una crónica titulada “Jorge Luis Borges, un ciego iluminado” por Eloy Jáuregui; una entrañable reseña de la novela “Jardín” del escritor chileno Pablo Simonetti, por Alina Gadea; una entrevista al primer actor Carlos Gassols realizada por Luis Felipe Alpaca; un artículo sobre el cine de Alfred Hitchcock “120 años después” por el crítico Mario Castro Cobos.

Continuando con la crónica el escritor Rodolfo Ybarra escribe: “Cinco historias de Barrios Altos”; además una entrevista realizada por Edwin Cavello a la actriz y antropóloga Pamela Mendoza Arpi, protagonista de la película estrenada en Cannes “Canción sin nombre” ópera prima de la realizadora Melina León.

Siguiendo con el cine, una entrevista a Daniel Vega director de la película “La bronca”, su tercer largometraje que acaba de ser aclamado y premiado en el 23 Festival de Cine de Lima; una entrevista al cineasta Gonzalo Benavente Secco director del polémico documental “La revolución y la tierra” un fílmico que habla de la Reforma Agraria impulsada en el régimen del general Juan Velasco Alvarado, y que será estrenado oficialmente en las salas comerciales el 10 de octubre.

Siguiendo con las entrevistas Rufus T. Firefly hizo lo propio con Rodrigo Aramayo director del cortometraje animado Kibo; continuando con literatura, la entrevista al poeta y exintegrante del grupo Neón: Héctor Ñaupari autor del libro “Malévola tu ausencia”.

En internacionales un artículo del Ministro de Transportes y Comunicaciones de la República China (Taiwán) Lin Chia-lung titulado: “Llamamiento para apoyar la participación de Taiwán en la OACI”.

Luego de la presentación se dará un exquisito cóctel gracias a nuestros auspiciadores responsable del catering y podrán disfrutar el Antari Café que nos acompañará esa noche.

Asimismo, agradecemos a todas las plumas que han participado en esta edición de lujo, y los esperamos para brindar y compartir nuestra publicación.

Evento: Presentación del N° 18 de la revista impresa Lima Gris

Fecha: Miércoles 11 de septiembre de 2019.

Lugar: Centro Español del Perú- Avenida Salaverry 1910, Jesús María.

Hora: 8.00 pm

INGRESO LIBRE

Precio de la revista  S/ 20 soles.

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