Odiar a MVL es un deporte nacional en Perú que se va extendiendo por Latinoamérica, y no solo entre la gente de izquierda. Calificado de racista, clasista (¿Qué esperaban? Es arequipeño), intolerante, neoliberal, españolista y hasta mal escritor por sus detractores, quienes cada año aumentan el número del prestigioso club de los antivargasllosianos.
Pues bien, Mario tiene un don más allá de su oficio de escritor, y es el de agente publicitario de sí mismo. Él ha hecho, y nosotros más, por su fama de lo que ninguno de los autores del boom logró jamás: ser conocido más allá del mezquino mundo de esos tipos que creen saberlo todo, a los que Marco Aurelio Denegri llamaba con acierto: cultileídos.
Mario el apóstata
Que alguien se cambie de religión en la familia siempre es algo que resulta molesto e incómodo para el resto de familiares, más aún si te sales de la iglesia de los escritores comprometidos. Mario tuvo al gran pecado de pasarse de la izquierda, una especie de socialismo existencial que vivió en su juventud (participó en su juventud de la célula comunista Cahuide), a la nueva secta de los neoliberales. Su apostasía comenzó en los convulsos años setenta, una época en que dudar del profeta Marx y el dogma de la Revolución Universal, siendo escritor latinoamericano, merecía la excomunión de los premios, los viajes y las reseñas de los amigos. Entonces ¿Cómo sobrevivió?
De haber empezado a dudar viviendo en la Jerusalén revolucionaria que era Cuba, la inquisición del pensamiento único le abría costado más de alguna tortura reeducativa; pero felizmente para él, dudar del marxismo lo ejerció desde la seguridad de Europa. Empezó con críticas al caso de Padilla y terminó con la pérdida de más de un amigo.
Pelearse con la Iglesia de la Izquierda y el pensamiento unidimensional, era en ese entonces para un escritor un auténtico suicidio editorial. Era perder nominaciones a premios jugosos, agregadurías culturales en embajadas en Europa de gobiernos amigos, y para más INRI perder editores, presencia internacional y demás oportunidades.
Para suerte de Mario, Mario era un muy buen escritor, pero eso no basta en la breve historia del éxito. Mario tuvo suerte, tenía a una mujer que no era su mujer, sino su agente, la todopoderosa Carmen Balcells. Sin ella, Mario habría sido otro cadáver en la cuneta. De modo que con ayuda de Carmen pudo sortear el bloqueo cultural que cualquier otro escritor de su generación no hubiera sido capaz de sortear y sobrevivir.
Sin embargo, un prejuicio político, que se acentuaría con los años, estigmatizó su percepción por parte de un público “comprometido”.
hombre, blanco y hetero patriarcal
Si en Latinoamérica hay una encarnación arquetípica del Hetero Patriarcado en el imaginario del circuito literario, sin duda ese es Mario Vargas Llosa.
Y bueno, cómo no serlo si hasta se metió con el lenguaje inclusivo. Pero más allá de ello hay un detalle.
Por encima de los feminismos, las mujeres jamás olvidan.
En un vídeo de la booktoker mexicana Nena Mounstro, que tiene la mejor cuenta en redes sobre chismes literarios que he encontrado, ella cuenta la archiconocida historia de la Tía Julia con Mario, la traición de Mario que cambia la tía por la prima de naricita respingada, para cincuenta años después, y sin roche, dejar a su esposa por la mamá de Enrique Iglesias (nótese cuan profundamente arraigadas han de ser mis taras heteropatriarcales que he reducido a estas tres mujeres ha su condición doméstica familiar de tía, prima y mamá de; en lugar de personalizarlas nombrándolas). Esto revela algo interesante, y es precisamente lo que queremos ver, es decir, dónde fijamos la atención.
Por encima de feminismos está y estará la sororidad. Las mujeres nunca perdonan una infidelidad, jamás la olvidan, va más allá de que sean de derechas o de izquierdas. Y en eso Mario se ganó al menos a la mitad del género humano en su contra, sea que se lo griten o se lo callen, pero ahí está esa animadversión.
Rancio, monárquico y antipatriota
Todavía se recuerda el encontronazo entre MVL y Octavio Paz en México cuando Mario, clásico en él, criticó con dureza al régimen del PRI, que llevaba más de medio siglo en el poder, llamándolo la dictadura perfecta. Obvio, Octavio se recontra picó, y se dió una de las discusiones más ricas y épicas de la literatura latinoamericana. ¿Por qué los escritores de ahora no tienen discusiones de ese vuelo? ¿Por qué las conversas de escritores deben siempre versar sobre sus libros? ¿En qué momento la literatura en LATINOAMÉRICA pasó de apasionante a aburrida?
Además de su sabida crítica a Cuba, Mario no ha hecho más que criticar, criticar y criticar gobiernos y hasta elecciones. Ha criticado a Chávez, nuestro Trump latino (está comparación no es para nada ideológica, sino más bien en torno a la actitud matonezca del populismo de Chávez y Trump), a Ortega, a los Kirchner, a Boric, incluso a Petro, quién es en estos momentos el más moderado de la izquierda contemporánea, y quién ni ha hecho (todavía) “méritos” para sus ataques. Y es que a veces Mario se pasa de ínfulas al pontificar sobre por quién deberíamos votar, como si todavía fuésemos menores de edad. Mario recuerda con esa actitud a los antiguos profes de colegio, que ya dan ganas de hasta hacer lo contrario solo por molestarlo (quizá es aquí donde encuentro mi propio inconsciente desencuentro hacia con Mario). No me sorprendería que mañana hasta diga por quién los cardenales deberían votar para elegir Papa en el próximo, esperemos lejano, cónclave. Ahora mismo inicia una cátedra en España sobre cómo votar (esto no es broma).
Cómo sea, además de las injerencias de Mario en la vida política de los países, Mario también es detestado, en especial en Perú por encabezar un movimiento de derecha que abandonó a su suerte apenas perdió las elecciones, y para colmo se nacionalizó español.
Están también sus posturas monárquicas en España que ya recolectan nuevos antifans. Pero también, si somos justos, sus críticas han ido dirigidas a su vez a los regímenes populistas de la llamada extrema derecha europea como Orban en Hungría, o su crítica a la todavía candidata al Elíseo, Marine Le Pen.
Lo bueno de Mario. Sí, lo tiene.
Y es su escritura.
El filósofo y managment español, Manolo Alcázar distingue entre el cómosoy y el quiénsoy. El cómo somos es como nos desenvolvemos en el mundo, es lo que ven los demás, lo que perciben. Pero, el quién soy es algo muy distinto, es nuestro interior y nuestra persona más íntima, nuestras motivaciones, creencias, sentimientos, es decir nosotros mismos. A ese quién soy solo puede acceder uno mismo y Dios, nadie más. Pero en el arte, a quien el escritor Juan Manuel de Prada llamó “la religión del sentimiento”, solo en el arte, el auténtico arte se manifiesta quiénes somos de verdad. Y nadie podrá negar, por más que se esmera Mario por caernos mal, el acierto de la pluma de Vargas Llosa, no de todas sus novelas, sino de esas que son elementales en todo librero latinoamericano. Porque si ha habido un escritor con una obra comprometida con los problemas de nuestras naciones, por encima de compromisos ideológicos, esa ha sido la obra de Vargas Llosa, no García Márquez, ni Paz, ni Cortázar o Fuentes.
Leer La ciudad y los perros es leer las estructuras de poder que se reproducen en un grupo de estudiantes a través de la institucionalización de la violencia. Leer Conversación en La Catedral es leer las raíces de la corrupción que se expanden hasta deformar la imagen misma de la paternidad (¡Coño! Ni García Márquez o Cabrera Infante tuvieron los huevos de ese final, de ese desenmascaramiento de la figura de Bola de oro). Leer La guerra del fin del mundo es leer los desencuentros entre ese país real, religioso, pobre, conservador y desesperado frente a ese país oficial, moderno y progresista (muy parecidos son los progresismos del s. XIX a los del s. XXI, solo que las actuales cambiaron a Europa por Canadá y las ciudades cosmopolitas de la costa este de EE.UU.), y de ese desencuentro emerge la violencia y el fanatismo mesiánico del Estado moderno y sus políticas.
Y todas esa novelas fueron escritas con algo más allá de la intención. Son historias humanas, se sienten, y si se siente, eso, mi hipócrita lector, eso es Literatura.
Toda esa obra vale un Perú, y hasta una Costa Rica. Ahí está el mejor Mario, y ahí está también quien es él, aunque solo sea un vistazo de unos cuantos cientos de páginas.
Independientemente a las causas de porque lo detestamos (envidia, resentimiento y un largo etcétera), Mario es un idiota al que no podemos ignorar. Y seguramente él lo disfruta más de lo que esperaríamos. Porque como dijo Oscar Wilde: lo importante es que hablen de uno, aunque sea bien… aunque sea bien.
Mario, tu para lo único para lo que sirves es para hacerte odiar. Y a veces, muy a veces, escribir.
HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).
En un emotivo evento celebrado en el Hotel Crowne Plaza de Miraflores, el periodista y escritor peruano Richard Morris Riofrio fue reconocido con dos distinciones internacionales por su novela histórica de ficción, “Rosalba de Altagracia”. La Lic. Issa Arguetas tuvo el honor de entregar estos prestigiosos reconocimientos, uno otorgado por la Real Academia de Arte y Literatura, Filial de los Estados Unidos de América, y el otro por el Consejo Mundial de la Paz, en el marco de su participación en el 1er Congreso Mundial de la Paz y las Artes celebrado en Michoacán, México, en 2024.
Richard Morris, quien también es Mensajero para la Paz de la ONU, se encuentra en el proceso de lanzamiento de su nueva novela de autoficción, “La Noticia Inversa”, un proyecto que promete generar un gran impacto en la comunidad literaria. Su compromiso con la paz y la promoción del arte continúa marcando su carrera como escritor.
Por su parte, su hija, Kiara Morris Rodríguez, a sus 13 años, ya es una figura destacada en el ámbito literario. Actualmente, es embajadora cultural del Bicentenario y recibió la Distinción Internacional Infantil Líder de Paz en Ecuador, otorgada por su contribución a la paz y la cultura. Su obra “Érase una vez en Moore” ha sido adaptada al teatro, lo que subraya su talento y su capacidad para conectar con diferentes públicos a través de las artes.
Ambos escritores representan un claro ejemplo del potencial creativo peruano, mostrando que la literatura puede ser un vehículo poderoso para la paz y la cultura. Richard y Kiara se han comprometido a seguir promoviendo el arte y la literatura, con la esperanza de inspirar a las futuras generaciones.
Hijo de Mario Vargas Llosa afirma que su padre está bien de salud
Tras la cancelación del viaje de MVLL a Madrid para recibir un homenaje, y luego de filtrarse información que indicaba que su estado de salud se encuentra en un nivel muy delicado, su hijo Álvaro ha salido a responder que el Nobel ha tenido que reducir sus actividades debido a su avanzada edad.
El escritor Mario Vargas Llosa no asistió a la gala de la ‘Catedra Vargas Llosa’ en San Lorenzo de El Escorial en Madrid, en la cual iba a ser homenajeado y se quedó en Lima tras cancelar su viaje. En tanto, en su representación asistió su hijo Álvaro Vargas Llosa, quien aprovechó para afirmar que su padre, se encuentra bien. A pesar que su familia desde hace algunos meses se ha resistido a comentar sobre su real estado de salud.
«Mi padre tiene casi 89 años, está en el umbral de los 90 años, es una edad a la que uno tiene que reducir un poco la intensidad de sus actividades y él lo ha hecho», afirmó el hijo del Nobel de Literatura en un acto público.
Álvaro, además mencionó que la familia está “muy unida” y que su madre Patricia, “está muy pendiente de su padre”, y que “probablemente estará en Perú hasta fin de año” y que no puede dar una fecha exacta para su próximo viaje.
Contra todo pronóstico, la Academia Sueca decidió otorgarle el Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang, quien fue galardonada “por su intensa prosa poética, que saca a la luz traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según declaró el secretario permanente de la Academia, Mats Malm.
Para los miembros del jurado, la autora ilumina la “conexión entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos”, y su “estilo experimental” supone una innovación en la prosa contemporánea.
La escritora de 53 años es hija del también escritor Han Seung –won. Nació en Gwangju en 1970, pero creció en Seúl desde los once años. Estudió Literatura Coreana en la Universidad Yonsej de Seúl y se licenció en 1993. Debutó con poemas que aparecieron en la revista Literatura y Sociedad, pero se dio a conocer como prosista.
En 1994, ganó el premio literario del periódico Seoul Shinmun. Posteriormente, publicó varios volúmenes de relatos. En 1999, ganó el premio a la mejor novela coreana. En 2000, el «Premio para Jóvenes Artistas de Hoy», del ministerio de Cultura y Turismo. Y, por último, en 2005, el premio de Literatura Yi-Sang.
La reciente galardonada con el Nobel de Literatura ha trabajado como periodista para las revistas Water of the Deep Spring, Journal of Publications y Spring. Su primera novela, La vegetariana (2007), fue llevada al cine en 2010 y recibió el prestigioso premio Booker Internacional en 2016. Está traducida al castellano, al igual que otra novela suya, La clase de griego. En la actualidad, Han enseña escritura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl.
Un galardón inesperado
Como todos los años, las especulaciones sobre los posibles galardonados no se hicieron esperar. El chino Can Xue, la canadiense Anne Carson, el escritor indio-británico Salman Rushdie y el japonés Haruki Murakami eran considerados candidatos prometedores. Algunos se consideran ya eternos favoritos y, una vez más, se han ido con las manos vacías.
Después del Nobel de la Paz, el de Literatura es el más reconocido. Los galardonados y sus editores también se benefician de ello gracias al aumento de la demanda de libros.
Según contó Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca, cuando llamó a la autora para comunicarle la buena noticia, Han Kang estaba almorzando con su hijo. La escritora ha prometido acudir a Estocolmo para la ceremonia de entrega del galardón, el 10 de diciembre.
Sus primeros diez años los pasó en las alturas de La Oroya (Pasco), entre recios obreros de la mina como su padre, bares de mala muerte donde no era extraño ver a uno que otro borrachín, olor a azufre y tierra recién escarbada. La madre de Jack Martínez siempre quiso una mejor vida para su menor hijo; es así que no lo pensó dos veces cuando la empresa donde laboraba su esposo le ofreció vivir en la capital.
Fue así que el pequeño Jack, ya de 11 años, y su madre llegaron al convulso y desordenado distrito de San Juan de Lurigancho (SJL).
“La primera vez que llegué nos bajamos en lo que era el último paradero de ese arenal, que hoy es la estación Santa Rosa. No recuerdo una noche tan oscura. Sin luz eléctrica, eran chozas y había que tantear con los pies para avanzar y así fue que llegamos. Al día siguiente, al despertar, lo primero que sentí fue el sol terrible sobre la arena (era verano). Fue un choque fuerte. No solo en lo material, sino también en lo cultural”, recuerda Jack.
De esta etapa rescata que pudo conocer un micropaís ahí y crecer con ellos positivamente; “había gente que venía del norte, del sur, de la selva. Gente que se veía diferente a mí y yo diferente a ellos. Crecí junto con el distrito. Recuerdo la primera vez que pusieron el agua y desagüe, fue una fiesta para todos”, relata el escritor para la agencia Andina. Hasta los 16 años, Jack fue parte de la educación estatal, y aunque su vocación y talento no afloraron de inmediato, fue la tradición oral la que lo hizo acercarse a este mundo.
Soñaba con ser periodista deportivo y Ovación era su dial favorito. La academia preuniversitaria era el paso obligado si quería estudiar Comunicación Social en la Universidad San Marcos.
Sin embargo, tuvo un extraordinario profesor que les narraba con gran habilidad diversos contenidos y que una vez delante del jovencísisimo Jack recibió su paga en efectivo.
“Dije , ¡wao! yo quiero que me paguen así… quiero ser profesor. Y comencé a leer. Así postulé a Literatura e ingresé… mis compañeros venían de distintas realidades. Fue impactante ver a compañeros que en lugar de una mochila llevaban sus libros en bolsas de plástico negras y otros que gozaban de muchas comodidades y vivían en lugares que jamás había visitado”. Fueron encuentros que la vida le planteó.
Sin tenerla fácil, en plena crisis, Jack tuvo en aquel entonces trabajar también como mototaxista para solventarse, contando con el apoyo familiar.
De ahí, el Icpna le abriría sus puertas y conocería el mundo de las exposiciones y así pasaron cinco años.
“Un amigo regresó al Perú tras estar becado y él me guió por ese camino y decidí apostar”. Dejó la zona segura, la locura de dejar todo lo establecido e irse a estudiar. “Creo que mi familia pensaba que bromeaba y no me tomaban muy en serio. Igual seguí adelante y cuando llegó el momento le dije a mi novia ´(hoy mi esposa) que me iba y si quería irse también”, recuerda.
“Después de seis años de ese primer viaje, logré invitar a mi mamá. Antes creía seguro que trabajaba en algo más y que lo de la beca era un invento para dorar la píldora, pero luego vio que todo era real”, señala con orgullo tras culminar su maestría en la Universidad de Connecticut.
Al año siguiente, obtuvo otra beca para el doctorado en Northwestern (Chicago). Durante sus años de doctorado, además de investigar y escribir la tesis, publicó su primera novela, Bajo la sombra (2014), que tuvo excelente recepción crítica. En el 2017 se gradúo como doctor y publicó su segunda novela, Sustitución. También ese año empezó como profesor en la Universidad de Hamilton, en Nueva York.
En el 2024 acaba de publicar su tercera novela, Te he seguido. En la Universidad de Hamilton enseña escritura creativa, formando jóvenes escritores. También enseña literatura peruana, promoviendo nuestra rica tradición en los estudiantes estadounidenses.
Cerca de la 1:00 p.m., las colas del comedor seguían aumentando (por la puerta posterior, lateral y frontal), el sol radiante quemaba el rostro y cabeza de los comensales, los gritos bulliciosos: zampón, haz tu cola; amiga, despierta, no dejes que se metan; seguro son los de facufide; las antisonantes voces acompañadas de un megáfono y banderola en son de protesta.
Tres de la tarde, ni un alma en los alrededores del comedor.
El jefe del comedor estaba fumando cuando tocaron la puerta.
_ Pase _ ordenó
Entró una señorita de buen porte y sonriente le dijo:
_ Buenas tardes, licenciado Abel, quisiera conversar con usted.
_ Sí, dígame
Mientras la coqueta y pícara estudiante se presentaba: me llamo Marifé, soy consejera de la Facultad de Inicial, y miembro de la comisión de almuerzos por el aniversario de mi facultad; quisiera saber qué documentos debo traer para que nuestro pedido sea atendido.
Con la mirada embobada, el jefecito del comedor, escuchaba atentamente el discurso de ese monumento de mujer que tenía en frente: blanquiñosa ella, de ojos grandes y claros, labios carnosos y sensuales, cabellera larga de color castaño, angosta cintura, caderas anchas al igual que sus pechos (todos los hombres son iguales, cuando ven carne blanca hasta podrida la consumen, y si tienen un buen derrier y busto, mejor).
Marifé, inmediatamente notó al hombre de enfrente completamente absorto con su presencia, y en un cruce de miradas hizo que el rostro del licenciado Abel se ruborizara y dibujara un mohín con sus labios (solito se delataba).
_ Ok, señorita, entiendo. Entonces, puede usted presentar un oficio del decano dirigido a mi persona, solicitando la cantidad de almuerzos que necesitan, adjuntar la resolución de aniversario de decanato y la relación de alumnos matriculados en su facultad.
Tres días después, cerca de las 6:00 p.m., se apareció Marifé por detrás del jefe del comedor, sorprendiéndolo en el momento en que abría la puerta de su carro.
_ Hola, Abel. Perdón, perdón, quise decir licenciado Abel. Veo que ya se va, y justo hoy el profesor de estadística se extendió con su clase. Mañana tendré que regresar para presentar la solicitud de almuerzo.
_ No te preocupes, déjamelo y yo mañana lo veo.
_ Qué lindo, gracias. Mmmm, sería mucha molestia si me da una jaladita hasta la puerta de la universidad. Lo que pasa es que ya está oscureciendo y me da miedito bajar sola.
_ Sí, claro, sube. Por dónde vives?
_ En Huaycán, cerca a la Plaza de Armas de Huaycán, en la Av. 15 de julio, cuadra 10. Por lo general me vengo a la universidad con los colectivos y de regreso en combi, pero si tengo suerte, hoy puedo regresar en una camioneta Chevrolet (sonrió la pendeja).
El jefecito del comedor no pudo evitar los ojos brillosos, mejillas sonrojadas y el alargamiento de sus labios, al momento de sonreír.
_ ¿Te molesta si te tuteo?
_ No, total ya estamos fuera de la universidad.
_ ¿Y tú por dónde vives?
_ En Tarazona
_ Qué pena.
_ ¿Por qué?
_ Porque unos metros más y ya me tengo que bajar. Entonces, mañana te busco para recoger la copia de mi solicitud con el sello de tu oficina (despidiéndose aparentemente con un beso en la mejilla, pero se lo dio en la comisura de los labios).
Al día siguiente, 4:30 p.m., Marifé se acercó al container que fungía como oficina del jefe del comedor, llevando Caramandungas para tomar lonche, pues días anteriores la ofrecida esta se había percatado de la cafetera y hervidora que descansaban en una mesita, ubicada fijamente en una de las esquinas del vagón.
Abel la miró y sonrió, se sacó los lentes y se restregó los ojos. Luego cortó un pedazo de papel higiénico y limpió las lunas con esmero (mientras pensaba qué decir). Los trabajadores se iban retirando con un hasta mañana jefe, todo limpio jefe, todo cerrado jefe, que descanse jefe, cuidado jefe.
_ Gracias por las rosquitas Marifé, pero ya me tengo que ir. Te prometo que mañana temprano me los como en el desayuno.
En el marco de la 28° Feria Internacional del Libro de Lima (FIL), gracias a la librería Contragolpe, se llevará a cabo la presentación del libro Gaza ante la historia, del reconocido historiador Enzo Traverso. El evento se realizará el lunes 29 de julio, en el auditorio José María Arguedas, a las 3 p.m. La presentación del libro estará a cargo del politólogo Alberto Adrianzén y la artista Daniela Ortiz.
¿Es la destrucción de Gaza una consecuencia del ataque del 7 de octubre o el epílogo de un largo proceso de opresión y erradicación? ¿Tienen los palestinos derecho a resistirse a la ocupación? ¿Hablar de genocidio es antisemitismo? En Gaza ante la historia, Enzo Traverso, uno de los historiadores más autorizados de nuestro tiempo, va a la raíz del conflicto israelopalestino poniendo en cuestión la historia del conflicto y ofrece una interpretación crítica que da la vuelta a la perspectiva unilateral desde la que nos hemos acostumbrado a observar lo que ocurre en Gaza.
Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo XIX, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Sus supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas.
Fecha: lunes 29 de julio
Hora: 3 pm
Lugar: auditorio José María Arguedas de la FIL (Parque Próceres de la Independencia, Jesús María, alt. cd. 16 de av. Salaverry)
Te miro por el face y vienen a mí los años de esplendor al lado tuyo. Una relación amorosa de tres años: compartiendo anécdotas, viajando juntos, experimentando emociones, conociendo un poco de ingeniería mecánica y tú aprendiendo un poco más sobre el sistema de la lengua (tú en la UNI y yo en la UNE-Cantuta). Dé repente, tu ausencia se empezó a justificar porque tenías que estudiar para tus prácticas calificadas, luego los trabajos de grupo y, finalmente, tus exámenes parciales y finales. Un par de meses después me dijiste haber conocido a una chica (rubia superficial, por cierto, tez blanca, delgada, caderona y bien tarrajeada; la típica mujer por la que el 99.9 % de hombres pierden la cabeza). Enamoramiento que te duró menos de un año, puesto que tu nueva conquista terminó yéndose con un hombre, muchos años mayor que tú; interesante cargo en la política de la universidad y de atractiva billetera. Supongo que mi poco atrevimiento sexual y la falta de coquetería fueron en gran parte, también, las causas del enfriamiento sentimental, razones por las que terminaste conmigo.
Anoche vi a Javier -me contó Mary-. Pensé que eras tú la que estaba con mi primo (estos chicos no cambian, terminan y luego regresan -me dije-…). Yo estaba comprando salchipapas en la esquina de mi casa, cuando pasaron por detrás mío, y mi primo ni cuenta se dio, y al voltear miré a la chica, quien tenía tu misma estatura, el cabello negro y lacio como lo tienes tú, y de perfil muy parecido a ti (pudiendo tener una original, se buscó una copia), pero por la oscuridad no la pude ver con exactitud. Sin embargo, esa relación no le duró mucho tiempo, porque luego lo vi salir con su actual pareja, un poco feíta la nueva prima, pero es odontóloga. Ni modo amiga, será mi primo pero que se joda… Mejor estabas tú.
A la industria editorial en crisis: lo primero es tomar por sorpresa a la hegemonía con un ramo de dientes de león. Luego, al ver los rostros entre la confusión y el estupor, soplar con dulce violencia cada una de las partículas que componen la flor. Esa es la fuerza literaria de Julio Barco (1991), señoras y señores. El poeta de El Agustino que viste y calza. No me detendré en la identidad de qué género o de qué tipo es el último libro publicado. Lo cierto es que Chaufa es un homenaje a la opacidad de la palabra y el lenguaje. En sus páginas se narra, se ensaya, se canta, se baila y se come. Como si la literatura peruana y su estado actual fuese el tema de un banquete digno de Platón, una reunión que armoniza reflexión y sentimiento.
A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, huelga deciros que este libro es una incisión en las maneras de leer el insalvable abismo entre lo popular y lo culto; entre la periferia y el centro; entre el margen y el cuadro. Al mismo tiempo, su prosa nos muestra a un escritor audaz y resiliente ante el histórico vapuleo contra quien no tiene santos en la corte. Un escritor que se desenreda, como si fuera un ovillo de lana, para golpear la mesa y declarar una nueva profesión de fe literaria. Tal vez, señoras y señores de la industria editorial en crisis, la literatura que os presentáis es, a grandes rasgos, ominosamente homogénea y continúa a mostrarnos un Perú desconectado de sus bases. Puede que esta afirmación categórica se malinterprete, pero ante un mar de literatura pituca y aspiracional en que la finalidad es conmover o divertir con historias más o menos fascinantes, escribir desde las entrañas de nuestras ciudades es un ejercicio de resistencia y estrategia. Chaufa articula la palabra como un antídoto contra la apatía que vuestra literatura vierte sobre la clase trabajadora peruana.
En un hadiz islámico se lee que el estómago es el centro de todas las enfermedades. Desde ahí, una ética del cuidado de lo que se come. En el Perú, no obstante, todavía se habla de hambre; todavía hay poblaciones enteras donde escasea la comida y no solo por el aumento en el costo de la vida ni por la falta de empleos, sino por el individualismo y, además, la insuficiencia de las políticas públicas para llegar a cada rincón de una escandalosa, pero preciosa geografía. Recuerdo un dossier de 2018, publicado en Unidiversidad, una revista de pensamiento y cultura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y titulado “Perú: los poemas del hambre”. Paolo de Lima, el compilador, enfatiza el hambre como tópico en los versos de un considerable número de autores. Y esos poemas y poetas no son los primeros que orbitan en torno a la comida, también obras como “Primicias de cocina peruana” (2005) de Rodolfo Hinostroza, “Comer en los mercados peruanos” (2019) de Mirko Lauer o incluso “Tratado de la yerbaluisa” (2012) de Enrique Verástegui son ejemplos del vínculo entre literatura y comida. El estómago se conecta con el corazón y el cerebro, ¿y ustedes señoras y señores de la industria editorial qué hacen al respecto con las problemáticas sociales de las mayorías? Una paradoja: Perú, potencia gastronómica a nivel mundial e incapaz de erradicar el hambre en su territorio.
Barco nos encuentra en el Chifa, aunque puede que otros platos que nos acomunan sean el ceviche o la salchipapa. Lo encomiable está en el imaginario popular que este escritor construye: precisamente, en ese punto en que todos los archivos se tocan y donde no originan una identidad que confronta los ánimos, sino una capaz de generar una potencia solidaria donde el Perú se construye con tradiciones, afectos y palabras. Barco apuesta, en definitiva, por un manifiesto que conjura un sentimiento social, bullendo desde un problema inmanente y trascendente: el sentido de seguir luchando juntos por un mejor Perú. A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, ¿cuántos libros tenéis que ingeniosamente pueden remecer a los sectores más populares? Una fuerte resistencia contra la literatura pequeño-burguesa, tanto como guiones que tienen éxito en Netflix y Hollywood. Barco escribe como se prepara un chaufa. Auguro que su lectura tendrá sabor a la simpleza y santidad de ese plato. Girados y apreciad la maestría del verbo. Chaufa es imperdible en este 2024 de las letras peruanas. Imperdible.