Escribe Edwin Cavello Limas
Fotografía Jorge Fernández
En 1979 Pedro Cateriano Delgado
creó el Premio Copé, un premio que persiguió incansablemente gracias a su
pasión por la literatura. Su vida siempre estuvo ligada al mundo cultural: como
periodista trabajó en El Dominical de El Comercio y dirigió la página cultural
del diario La Prensa. Posteriormente, la International Petroleum Company (IPC,
hoy Petroperú), lo contrató para formar parte de su unidad de Relaciones
Públicas, un puesto clave desde donde promovió una admirable gestión cultural.
Así el Premio Copé se convirtió desde su inicio en el galardón literario más
importante y emblemático del Perú.
Conversamos con él sobre las
cuatro décadas que cumple este importante reconocimiento literario.
El Premio Copé cumple 40 años.
Yo calificaría esto como una demostración de eficiencia de parte de las relaciones públicas, porque yo no lo he hecho solo, también han sido mis continuadores. Son ellos los que le han dado toda la potencia, y toda la fuerza. Si bien es cierto, siempre que ofrecía hacer un concurso de estos, fracasaba y fracasaba con la gente que menos sospechaba, y fracasaba en un solo aspecto, en el monto del premio.
¿Cómo nace la idea del premio?
En esos años tenía dos trabajos, en el
IPC, y dirigía la página cultural de La Prensa junto a Lucho Freire, y Ana
María Maldonado. Yo tenía la obsesión de hacer un concurso de cuentos, y
después de leer a Borges siempre me preguntaba: ¿alguna vez tendremos esto?
Terminando de leer a Arguedas me respondía: ¡sí, lo vamos a tener! Pasó con
Mario Vargas Llosa; nadie se imaginó que íbamos a tener a un tipo que ha
transformado la literatura sudamericana, que es un obsesivo del trabajo
literario y que tiene disciplina. Cuando le preguntan a su actual compañera ¿qué
es lo que más admira de él?, ella siempre responde que es su disciplina de
trabajo.
¿Qué personajes lo ayudaron en la gestación del premio?
Me ayudó mucho Arturo Salazar, también Juanito Zegarra; luego hablamos con Beltrán junior, y le encantó la idea, pero al hablar del monto se vino abajo la cosa. Al final nuestro saludo terminó siendo ¿te animaste?, ¡anímate pues! En PetroPerú antes eran más duros: dedícate a tus cosas me decían, olvídate de los libros.
Pero insistió…
Así es. Después de estar en diferentes
departamentos durante veinte años, Hugo Rey venía como Gerente de Relaciones
Públicas y yo no perdía nada al hablarle del premio, y me puso interés en la
cosa. Le comentaba que España tenía cien concursos al año, y que había para
escoger, en cambio aquí no tenemos nada. Entonces me dijo: es una linda idea,
pero si yo le digo al presidente te la puedo malograr. Van a haber preguntas
que no voy a poder contestar con la facilidad con la que tú me has contestado;
le diré que es una cosa muy buena, que debe hacerse, y que mejor tú se lo
explicas. Al final Hablé con el presidente, lo aceptó, pero se trancó en el
momento de fijar la cantidad del premio. Entonces lo di ya por perdido, y de
repente, esa misma semana el canal 7 abrió un concurso de cuentos para
estudiantes de secundaria, y dio un premio mayor al que yo estaba proponiendo.
Con eso ya no hubo vuelta que darle.
¿Qué recuerdos del primer concurso?
Fue una cosa que no se podía creer;
se abrió el concurso con un ganador estrella: Washington Delgado como
cuentista, fue todo un suceso. La cantidad de gente que se presentó al concurso
fue más de 600. Mucha gente tenía guardadito su cuento, no sabían qué hacer;
por lo menos la mitad de los cuentos premiados era de gente conocida en el
medio. Washington Delgado, Luis Enrique Tord, Quintanilla, Rey de Castro, entre
otros que no eran conocidos. Nosotros no teníamos mayor idea de cómo se
realizaba el trabajo de calificación, y nos reunimos, pero en realidad nos
encerrábamos hablando; había un entusiasmo porque no sabíamos cómo hacer esto.
Todo el secreto era el jurado, todo el éxito era el jurado.
¿Quiénes conformaron el jurado del primer concurso del Copé?
No recuerdo cómo era la primera vez,
pero hubo una pelea campal donde votaba todo el departamento. Después de eso se
nos ocurrió una cosa muy simple, que era pedirle a la Academia Peruana de la
Lengua un representante, al Decano de las universidades que tengan literatura
en este caso San Marcos y La Católica, a la Casa de la Cultura, que ahora es el
Ministerio de Cultura, y ya con eso nos asegurábamos.
Estuardo Núñez también fue uno de los jurados del Premio Copé…
Varias veces, quizás para poder yo de
alguna manera excusarme de haber estado en todos, es que él estuvo hasta pasado
los noventa años. Yo ya pasé los noventa, y ya les he dicho que no quiero
seguir. Me acuerdo que en el primer concurso a Estuardo lo elegimos para que se
encargue de ver el tema de las notas de prensa, entrevistas o cosas parecidas
respecto al Copé, él era la voz a nombre del grupo, y me acuerdo mucho del
entusiasmo que había. Estábamos los cinco miembros del jurado ahí, y en eso
Estuardo Núñez dijo: “Me cago en la tapa del órgano”. Qué le pasa doctor, le dije. “Mira –respondió
alcanzándome uno de los cuentos que postulaban al premio-, es un título
llamativo y autentico, pero…”. Siempre contaba esa anécdota, Estuardo.
El premio Copé se gesta por su voluntad de querer hacer algo en el
sentido literario y por su vinculación con el mundo cultural, ya que usted
viene del periodismo y se dio cuenta de la necesidad de un concurso para el
país.
Eso sí, pero también fue por la gente que trabajaba en el departamento mismo de la empresa. Cuando dejé la empresa, hubo un presidente machazo. Ese año no se realizó el premio Copé, pero después lo sacaron a él. Se había formado entonces un grupazo de amantes del Copé, que llegó hasta el Presidente de la República para explicarle que el Copé era la brea antigua de los peruanos; ahí estaba el maestro Luis Alberto Sánchez encabezando ese grupo, y el premio se volvió a levantar. Ahora, dar el premio anualmente me pareció también excesivo, pensé que no iban a querer alternarlo con poesía, que era lo ideal, pero entonces apareció Luis Jaime Cisneros, que era muy amigo mío y del presidente ejecutivo de PetroPerú, que en ese momento era un hombre muy culto, y aceptó de inmediato; entonces se fue alternando poesía y cuento, y después ya fue lo de novela y ensayo.
¿usted se imaginó que el premio duraría tanto, y que además iba a tener
la importancia que tiene en la actualidad?
Me gusta la segunda cosa que usted
dice. Creo que fue Ricardo Gonzáles Vigil,
quien dijo que el cuento peruano se puede dividir en dos: un antes y un después
del concurso Copé, porque al segundo o tercer concurso de cuentos, las cosas
que se presentan comienzan a bajar verticalmente. Entonces luego advertimos los
cursillos de talleres de aprendizaje de cómo se escribe un cuento; porque
después del primero hay un bajón, pero al cuarto uno se queda pensando: qué
raro que hayan llegado cinco cuentos con el mismo tema; entonces no dimos
cuenta que eran fruto de un taller. Últimamente los trabajos que llegan son
realmente extraordinarios, hay cosas muy hermosas.
El premio les dio a muchos escritores voz, presencia y la oportunidad de
publicar un libro.
Eso sí es cierto, tanto, que el
segundo o tercer premio, el ganador Cronwell Jara, en su discurso de
agradecimiento, dijo: “yo me presenté a este concurso no para ganar un premio,
solo me presenté para ver mi cuento publicado”. Ahora Cronwell ha resultado ser
uno de los escritores que dan estos talleres. Muchas ciudades, incluso sin universidad,
han participado en el concurso Copé, incluso Moquegua, que era la que nunca
enviaba nada, ahora envía cosas buenas a concursar.
Curiosamente nuestros mejores representantes de la literatura peruana han
nacido fuera de Lima: Arguedas, Reynoso, Vargas Llosa, Ciro Alegría, César
Vallejo, por ejemplo.
Justamente comenzó así Copé, porque
ganó primero un cuzqueño, después ganó un piurano, luego uno de Ancash, y el
cuarto recién llegó a ser uno de Lima, Luis Enrique Tord, y es el único que
tiene los tres premios: oro, plata y bronce. El premio también lo ganó un gran
cuentista como fue Armando Robles Godoy, él confesó que regresó a escribir
cuentos con Copé, para él era un desafío que le servía para medirse, y ver qué
tal estaba; porque él ya había dejado de escribir y no había nada que lo
estimulara. Creo que fue en un aniversario donde La Prensa hizo un concurso de cuento y Robles Godoy ganó los tres
primeros premios.
¿Por qué es importante que un país tenga un premio literario?
Creo que es una medida de la cultura,
y se da a través de estas competencias, que no solo tienen que ser deportivas;
en otras partes hay incluso de música, pintura y teatro. Esto contagia y hay
gente entre los coetáneos que, con un poco de rencor o envidia, dicen: “este
pobre diablo se ha metido”, “si este lo ha hecho, yo también lo puedo hacer”.
Lo que es una pena es que no se mantengan otros premios. Después del Premio
Copé, se ha mantenido solo el de Las 1,000 palabras; el premio del Peruano
Japonés, y algunas provincias como en Arequipa, que en el distrito de
Paucarpata hacen su bienal, pero el Estado debe seguir en esto.
PetroPerú tiene una política cultural que apoya la literatura, las artes
plásticas, la música, e incluso tiene un museo y realizan actividades en
diferentes ciudades del Perú, y todo esto a causa de su gestión.
Sí. Al año de haber construido este
edificio se hizo una reunión internacional de petróleo; vinieron los ministros
de petróleo de prácticamente todo Latinoamérica y tuvieron la reunión en un
excelente auditorio que hay acá; y entonces al presidente ejecutivo se le
ocurrió hacer una recepción y nos preguntó qué se podía mostrar. Le dijimos que
una “muestra”: el edificio tenía un área cultural donde estaba la biblioteca;
lo que ahora es la Sala de Arte era entonces el salón de lectura; y recuerdo
que conversando con Élida Román, le pregunto: “¿Tú crees que podríamos hacer la
muestra de pintura acá, que haya gente que tenga cosas valiosas de estos países
que conforma el grupo petrolero que ha llegado?”. Comenzamos a averiguar
primero por las embajadas, ellos nos dieron los datos y se armó. Resultó tan
buena la muestra que el presidente ejecutivo nos preguntó si podíamos hacer
otras más.
¿Alguna anécdota que recuerde?
El ingeniero antes no quería saber nada de cultura, vivían muy separados, aunque no faltó alguno de estos que para tomar el pelo me preguntó: “Oye, ¿cualquiera puede intervenir en ese concurso?”. Sí le dije. “Oye, dice que no limita la extensión, o sea, puede ser un cuento de una página”. Sí, respondí. “¿Más corto?”. Sí, más corto. “¿Yo puedo intervenir?”. Sí, puedes participar con seudónimo. Su cuento era una frase: “La gasolina va a bajar de precio”. (Risas) Buen cuento, y es el más corto que han mandado al Copé.
(Entrevista publicada en la revista impresa Lima Gris 17)