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Pacto de caballeros

Con la llegada de la noche nos entraron las ganas de fumar. Abandonamos el bar de Walter y partimos hacia Barranco, a visitar a Julio.
Siempre terminábamos igual. Nos reuníamos los domingos por la mañana con la gente del barrio, jugábamos fulbito hasta el mediodía y después, todos juntos, recalábamos en la bodega de la señora Gladys para tomar unas cervezas heladas. Bebíamos durante horas sin probar alimento. Cuando la tarde iba cayendo y empezábamos a sentir un poco de frío, medio borrachos ya, nos pasábamos al bar de Walter. Seis botellas más eran suficientes para que el gusano comenzara a moverse por dentro. La fría sensación de la cerveza en nuestros estómagos, sacudiendo nuestras cabezas, nos conducía irremisiblemente a pensar en eso. Siempre terminábamos igual.
Tomamos un ómnibus en la Avenida Ayacucho. En quince minutos llegamos al callejón donde vivía Julio. Puesto que era lo único que alcanzamos a reunir entre los dos, sólo le compramos una remesa de ciento cincuenta intis. Antes de regresar compramos también algunos cigarros negros y una cajita de fósforos. Con ellos se fueron nuestros últimos billetes, así que el regreso debíamos hacerlo a pie. La casa no estaba muy lejos y Julio nos había despachado bastante bien; teníamos suficiente para volver caminando, conversando y fumando. Habíamos aprendido a hacerlo pausadamente, sin desesperarnos. No teníamos necesidad de estar volviendo la cabeza atrás a cada instante. Habíamos logrado que el acto de fumar fuera un acto placentero y no una experiencia de terror, como lo era ya para muchos de nuestros amigos. Lo asumíamos como una práctica natural. Claro que tomábamos también nuestras precauciones, sin duda; pero nunca llegábamos al extremo de ocultarnos. Fumábamos tranquilos, conversando; como si estuviéramos disfrutando la compañía de un buen trago. Nuestros diálogos abordaban problemas sociales, deportes, arte. “Cuando desaparezca la comunicación y nos juntemos sólo para fumar, entonces comenzaré a preocuparme”, pensaba yo cada vez que terminábamos de fumar y regresaba aturdido a mi casa en busca de algún programa de televisión que me ayudara a conciliar el sueño.
Dimos la vuelta en el Jirón Lima y entramos a la Avenida Jorge Chávez. Su deficiente iluminación nos favorecía. Pocos autos circulaban a esa hora de la noche y la gente, como era domingo, prefería quedarse en casa. A Pucho le preocupaban las torres rodeadas de alambres que se elevaban sobre el muro celeste de la otra cuadra.
—Toma —le dije, entregándole un Latino— Anda bajando.
—¿Y esos tombos? —preguntó él.
—Son avioneros —respondí— No dicen nada. Baja nomás.
Cruzamos la pista y empezamos a caminar por la berma central. Pucho frotó el cigarro con ambas manos hasta dejarle el tabaco a la mitad. Nos detuvimos junto a una de las pequeñas palmeras resecas plantadas a lo largo de la avenida.
—¿Ya abriste? —me dijo— Pásame uno.
Le extendí un paquete abierto y lo acomodó sobre la palma de su mano; con el cigarro entre los labios, de una chupada absorbió todo su contenido. Mientras lo hacía, yo vigilaba discretamente los alrededores.
—Rompe palos —me dijo, entregándome la cajita de fósforos.
Saqué tres palitos, les corté las cabezas y los partí por la mitad. Con los dientes, Pucho arrancó el filtro del cigarro y en su lugar colocó los palitos. Luego arrugó el otro extremo y cortó la punta que sobresalía. Así, el cigarro parecía un pequeño lápiz de color blanco. Lo encendió y lo pasó un par de veces por encima de la llama. Le dio dos pitadas fuertes y largas. Después me lo pasó.
—Está bueno —dijo— Cúralo un poco.
Con el dedo le unté un poco de saliva al lado del papel que no encendió bien y el cigarro empezó a consumirse de un modo más parejo. Fumé con tranquilidad. Le di también dos pitadas y se lo devolví. Dos pitadas y me lo devolvió. Dos pitadas y se lo devolví. Así hasta que se acabó. La misma operación se repitió a lo largo del camino. Nos deteníamos cada seis o siete cuadras, preparábamos uno (en realidad Pucho los armaba todos, yo no sabía hacerlo, así que sólo fungía como su secretario) y continuábamos. Conversábamos y fumábamos. Fumábamos y conversábamos. Sin embargo, teníamos mucho cuidado de esquivar a la gente que se agrupaba en las esquinas, especialmente a la que caminaba por la misma acera que nosotros. No queríamos tener problemas con nadie. Sin darnos cuenta nos habíamos acercado bastante a la casa. Empezamos a sentir las piernas algo pesadas. Se imponía un descanso. Propuse sentarnos un rato por ahí, en Surco todavía.
—Vamos mejor al parque del barrio —dijo Pucho— Ahí es más seguro.
En medio del parque estaba la cancha de fulbito. Nos sentamos en una de las bancas de cemento construidas alrededor del perímetro. Toda la zona se encontraba desierta y corría fuerte viento. Era cerca de la medianoche.
—Anda abriendo uno —dijo Pucho, mientras le quitaba el tabaco a un Latino— Vamos a hacer dos de a dos —añadió después.
Abrí los paquetitos con cuidado, evitando que el viento los vaciara, y se los entregué uno por uno. Los cargó en el cigarro y les puso los palitos de fósforos. Esperé a que terminara de armarlo para sacar los dos últimos paquetes que nos quedaban.
—Toma —le dije— Guárdalos tú.
Se los entregué y los metió al bolsillo de su pantalón. Siguiendo la costumbre establecida, Pucho se esmeró en hacer el penúltimo cigarro lo suficientemente grande y poderoso como para que nos remeciera el cerebro. La táctica era siempre la misma. Al principio los más delgados y chicos, para probar. Después los medianos. Y finalmente los grandes, los más fuertes. “Petroatómicos”, les decíamos.
A esas alturas ya sentíamos las piernas agarrotadas y calientes por la caminata, nuestros movimientos se habían vuelto torpes y rígidos, igual que nuestra respiración, y nuestros pensamientos se hacían cada vez más lentos y elásticos. Con inusitada fijeza nos quedábamos mirando hacia cualquier punto de la calle, teníamos las gargantas resecas por la falta de alcohol. Sentíamos en nuestro interior una extraña mezcla de laxitud y desasosiego.
—¡Excelente! —comentó Pucho cuando lo encendió y le dio una buena pitada, después de hornearlo sobre la llama del fósforo.
Mientras él fumaba, por la Calle Los Tamarindos vi aparecer una camioneta Blazer blanca, maltratada, con una gran mancha ploma en la puerta del copiloto, que avanzaba silenciosamente en dirección paralela a nuestra ubicación. Pucho no se percató de ella hasta que sintió, a sus espaldas, el ruido leve del motor.
—¿Qué es eso? —preguntó con desconfianza, sin volver la cara.
—Una camioneta equis.
—¿Sí?
—Creo —le contesté, ya no muy seguro porque noté que la camioneta aminoraba la marcha y sus dos ocupantes nos observaban descaradamente con los cuerpos inclinados hacia adelante.
—Mira bien —insistió Pucho, pero no esperó a que yo lo hiciera y miró de reojo a la derecha.
—¡Son rayas, huevón! —exclamó— ¡Párate y vámonos! ¡Camina!
—Aguanta, ya se van.
Pero no se fueron; siguieron observándonos. Yo continué sentado, fingiendo conversar, pero Pucho se levantó y empezó a caminar, ensayando una pésima simulación de indiferencia. ¡Para qué lo hizo! La camioneta se detuvo definitivamente y sus dos ocupantes se lanzaron de un salto hacia afuera.
—¡Alto! —gritaron.
Pucho siguió caminando, acelerando el paso.
—¡Corre! —me dijo.
Pero al ver que yo continuaba sentado (creí que eso era lo mejor), no le quedó más que detenerse y esperar. Los dos hombres de la camioneta llegaron en dos segundos hasta nosotros. ¡Qué manera de correr! El más alto de ellos ni siquiera le dio tiempo a Pucho para que botara el cigarro.
—¡Dame acá eso! —le dijo, cogiéndolo fuertemente del brazo, apuntándolo con su revólver.
De un tirón le arrancó el Latino de las manos: lo examinó, lo olió, hizo una mueca de asco y lo apagó. El otro hombre, más bajo y más joven, se había detenido muy cerca de mí, apuntándome con su metralleta.
—¿Dónde viven ustedes? ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó el hombre alto, que parecía ser el jefe.
—Vivimos aquí en la otra cuadra, señor —respondió Pucho, señalando hacia el lado izquierdo del parque.
—¡A ver sus documentos, rápido!
Le entregamos nuestras libretas electorales. Después de revisarlas, le dijo al otro que las guardara.
—¡Ya! —dijo, guardándose el Latino en el bolsillo de su chaqueta— ¡Vamos a la camioneta!
—Pero ¿por qué, señor? —preguntamos, casi al mismo tiempo.
—¡Silencio, carajo! ¡Caminen!
—Pero señor…
—¡Vamos, vamos!
Como nos resistíamos a caminar, los dos hombres comenzaron a llevarnos a empellones.
—¿No podemos arreglar esto de alguna manera, señor? —le dijo Pucho al hombre alto, mientras avanzábamos hacia la camioneta tratando de zafarnos de sus brazos.
—En la estación vamos a arreglar.
—Pero señor, si podemos arreglar esto aquí —dije.
—Ya nos íbamos a nuestras casas —añadió Pucho.
—¡Suban a la camioneta!
—Caminen, caminen —agregó el hombre más joven.
—Comprenda, señor —supliqué.
El hombre alto se detuvo y me miró incrédulo, con sorna.
—¿Estabas fumando o no, huevón?
—Pero es sólo uno, señor.
—¡Nada! Uno o cien son la misma cosa. ¡Suban!
—Allá van a arreglar —dijo el hombre más joven en un tono más suave, como para darnos confianza— Suban a la camioneta.
Estábamos ya delante del vehículo, las puertas abiertas, pero ninguno de los dos se animaba a subir.
—Señor, entiéndanos —insistió Pucho— Busquemos una forma de arreglar esto.
—¡Claro! —dije— Podemos resolverlo aquí, señor; sin necesidad de ir hasta la estación.
—Allá vamos a arreglar —respondió secamente el hombre alto, que empezaba a impacientarse— Ahora suban.
—Pero señor, podemos…
—¡Sube carajo! ¿O quieres que te meta un golpe? —e hizo la finta de golpearme con la cacha de su revólver; estaba enfurecido.
Pucho y yo nos miramos resignados. Teníamos que subir; no nos quedaba otra. Cuando se sube a una de esas camionetas el asunto puede adquirir cierta gravedad. Sin embargo, pensábamos que aún podíamos convencerlos. Seguramente nos darían un par de vueltas por ahí, para hacernos aflojar, y después nos picarían. Era lo clásico. Pero pronto nos dimos cuenta de que no habría vueltas esta vez. La ruta que tomó la camioneta era la que conducía directamente a la estación; lo sabíamos.
—Señor, déjenos ir —comencé de nuevo— Le juramos que no lo volvemos a hacer.
—Mira compadre —dijo el hombre alto, mientras conducía el vehículo—, si dejáramos ir a todos los que agarramos, así como a ustedes, nunca cumpliríamos nuestro deber. Nosotros damos un servicio a la comunidad. Nuestro deber es protegerla, ¿entiendes? Esto les va a servir de escarmiento.
—Pero señor —dijo Pucho—, no le estamos haciendo daño a nadie. No somos delincuentes.
—Estábamos cortando los tragos de la tarde nomás, señor.
—Yo no tengo la culpa de que se pongan a fumar. Se hubieran ido a dormir tranquilos y no hubiera pasado nada.
—Era el único, señor —aclaró Pucho.
—Eso lo vamos a ver en el laboratorio.
—Señor, perdónenos por favor.
El hombre aceleró la marcha. Pucho insistía.
—Háganos ese favor señor, por favor. Nos va a hacer un daño. Estábamos fumando uno solamente.
Hubo un momento de silencio. El hombre alto parecía estar tramando algo.
—Los dejamos ir si nos dicen dónde la han comprado —dijo por fin.
—Quién se las vende —agregó el más joven.
La propuesta no era precisamente la que nosotros esperábamos. ¿Cómo íbamos a embarrar a Julio? No, no era posible.
—No sabemos quién es, señor —dijo Pucho.
—¡Cómo que no saben! ¡No se hagan los cojudos!
—Son unos negros que andan por la Plaza Raimondi —dije— Pasamos por ahí y le compramos a uno de ellos, pero no sabemos quién es ni adónde vive.
—No, no. Tienen que llevarnos al sitio y decirnos quién es. Si no, nada.
—No los conocemos, señor.
—No sabemos quién es.
—Están jodidos, entonces. No hay trato.
—Ya pues señor, entiéndanos. Por uno solamente no es justo que nos haga esto, señor.
—Era sólo uno, señor.
—Les vamos a hacer un oficio para el laboratorio. Si se han fumado sólo uno, como dicen, el examen sale negativo y se van.
—¿Y si no? —pregunté, asustado.
—Quince días en la carceleta —respondió el más joven— Y si no los pueden sacar de ahí, los pasan a Lurigancho mientras les hacen el juicio.
Quedamos consternados, incapaces de seguir porfiando. Estoy seguro de que en ese momento ambos juramos internamente no volver a hacerlo nunca más, pero el arrepentimiento, como en la mayoría de los casos, llegaba demasiado tarde. La camioneta seguía avanzando velozmente rumbo a la estación. A esa hora debíamos estar acostados, durmiendo la borrachera de la tarde, en cambio estábamos sentados en esa camioneta fría, sin saber bien cuál sería nuestro destino inmediato. Me reproché el no haberme ido a la cama temprano, y anhelé hacer muchas cosas al día siguiente: levantarme a las seis, con las sacudidas frenéticas de mi abuela, para ir a comprar el pan; tomar el duchazo matinal de agua helada; respirar saludablemente, camino de la panadería, el aire fresco de la mañana. Pucho había pegado su cabeza rubia a la ventanilla del vehículo. Estaba mirando al infinito a través de sus anteojos redondos de intelectual, pensando tal vez en su familia, en lo que dirían cuando se enteraran de que iba a pasar quince días en cana porque lo habían pescado fumando. Y su madre, que a principio de año le había prestado mil dólares para que se bandeara con ellos hasta que consiguiera un trabajo o lograra cerrar algún buen negocio, ¿qué le diría después de esto? No iba a felicitarlo, seguramente.
Los hombres de adelante se veían indiferentes; en medio de mi preocupación pude observarlos. Iban vestidos con unos modelitos ridículos, como sólo ellos saben usar. Igual que a los maricones, a los rayas se les conoce por la mirada. Pero también, y sobre todo, por la manera de vestir. Ellos son quizás los hombres que ostentan el más pobre concepto sobre el buen gusto en el Perú. El hombre alto, aparte de los zapatos blancos de charol, llevaba chaqueta y pantalón celestes de dril. Para darse aires de maloso -aunque por sus rasgos de forajido converso, aquello no era muy necesario en realidad-, masticaba con desprecio, por un solo lado de la boca, un chicle inocente. Todos sus gestos me eran familiares; los había visto mil veces en las películas de James Cagney. El más joven, robusto él, casi gordo, daba la impresión de ser más asequible. Tenía puesto un estúpido conjunto marrón de corduroy barato, todo brilloso, que estaba a punto de reventarle a la altura de la panza; y aunque era ya más de la medianoche llevaba orgulloso sobre su nariz uno de esos horribles lentes negros de marco dorado, imitación de marca mundial, que venden los ambulantes. Entre sus piernas se erguía un evidente rezago del conflicto con el Ecuador: su metralleta.
Doblando la esquina en la calle de la municipalidad, divisamos la estación. Era una construcción vetusta y sucia enclavada en el corazón mismo del pueblo de Surco, en una calle estrecha y pobre; al lado del mercado, frente a la biblioteca. En el muro de la entrada, tres hombres interrumpieron su charla al vernos llegar. Cuchichearon algo mientras bajábamos de la camioneta y nos siguieron con la mirada hasta que estuvimos adentro.
—Siéntense ahí —nos dijo el hombre alto, señalando un largo banco de madera pegado a la pared. Se acercó a la puerta e hizo pasar a uno de los hombres que conversaba afuera.
—Regístralos en el cuaderno y hazles un oficio para el laboratorio —dijo— Les hemos encontrado esto. Aquí están sus documentos —y puso sobre el escritorio nuestras libretas electorales, que se las había pedido al hombre más joven, y el Latino requisado, que sacó de su bolsillo. Luego entró a una oficina contigua. El hombre más joven lo siguió.
El encargado de redactar el oficio para el laboratorio era un muchacho como nosotros, tendría nuestra edad inclusive, y por su facha tranquilamente podía imaginarlo trabajando en un Banco o en cualquier empresa privada. No me explicaba cómo podía estar allí, mezclado con esa clase de gente. Sin embargo, se le veía contento con su trabajo. Anotó algo en un cuaderno sucio, luego se sentó frente a una máquina de escribir viejísima y colocó algunas hojas con papel carbón en el rodillo. Después de leer nuestros nombres en las libretas electorales, empezó a teclear torpemente, a dos dedos, unas palabras.
—Hermano —le dijo Pucho, reconociendo en el muchacho un semblante amigable— ¿No podemos evitar todo esto?
—El alférez ha dicho que les haga el oficio para el laboratorio.
—¿El alférez? —pregunté, extrañado.
—Sí, el que los ha traído aquí es el alférez.
Jamás lo hubiera creído. Más que un alférez, el hombre alto parecía un hampón retirado. Pensé que se trataba de un soplón cualquiera.
—Bueno, pero ¿no podemos arreglar esto de otra forma? —prosiguió Pucho.
—Aquí es muy difícil. Esto lo han debido arreglar antes, afuera.
—Sí, pero…
—Además -agregó, mostrándonos el Latino—, si les han encontrado esto
Sacudí la cabeza y preferí mirar a otra parte. Un poco más allá, en otro escritorio, un joven de bigotes ralos escribía, en una máquina tan antigua como la de nuestro nuevo amigo, las declaraciones que prestaba, sentada frente a él, una mujer humilde vestida de negro, a cuyo lado se acurrucaba una niña asustada. De rato en rato, el joven mecanógrafo desprendía los ojos del papel que estaba tipeando para escrutarnos fugazmente.
—Oye hermano —insistía Pucho—, es sólo uno. ¿No crees que puedan dejarnos ir? ¿Tú nos puedes ayudar?
—¿Era el único? —preguntó el muchacho, solicitando franqueza con su mirada.
—No, pero…
El muchacho hizo un gesto de reprensión con la cabeza.
—El alférez ya ordenó. Yo no puedo hacer nada —y continuó tipeando el oficio.
—¿Él es el jefe aquí? —pregunté.
—No, el teniente.
—¿Quién es?
—Afuera está.
Estiré el cuello para mirar hacia afuera. Allí estaban los otros dos hombres conversando.
—¿Cuál de ellos es?
El muchacho se incorporó y miró a través de una pequeña ventana.
—El de la izquierda.
—¿Podemos hablar con él?
—No, ahora no.
—¿Por qué?
—Está ocupado. No le gusta que lo interrumpan. Hay que hablar con el alférez primero.
En ese instante entraron dos hombres a la estación. Uno bien plantado, de aspecto marcial, empujaba con su mano armada por un revólver a otro flaco, desgreñado y ojeroso, con medio cuerpo desnudo, que farfullaba algunas palabras maceradas en ron; se defendía de los empujones, decía que él no lo había hecho y que lo dejaran en paz. Pasaron de largo frente a nosotros hasta desaparecer al fondo, tras una desportillada puerta de madera.
—Es nuestro inquilino —explicó, bromeando, el muchacho— Pasa más tiempo aquí que en su casa.
Sonreímos. Al mirarnos, Pucho y yo comprendimos que existía todavía una ligera esperanza de que ese penoso trámite no prosperara. El muchacho parecía entender nuestra situación, lo cual nos aliviaba, pues confiábamos que a través de él podríamos encontrar una salida a nuestro problema sin necesidad de que se armara un escándalo con nuestras familias.
El alférez salió de la oficina.
—¿Ya está el oficio? —preguntó. Su tono era enérgico, inflexible.
—Todavía, mi alférez.
Se paseó delante de nosotros por un momento, con las manos en la cintura, mirándonos con crudeza.
—Cuando termines me lo alcanzas —ordenó— Y que pasen —agregó, señalándonos— Yo les voy a hacer el atestado.
Luego regresó a la oficina. Al cabo de un rato, cuando el oficio estuvo terminado, el muchacho se levantó y extrajo los papeles de la máquina de escribir.
—Vengan por acá —nos dijo.
Entramos a la oficina. Era una habitación pequeña y cuadrada, sin gracia, que en algún tiempo debió haber sido uno de los dormitorios de aquella vieja casa convertida ahora en estación policial. El hombre más joven estaba apoyado en la pared, con los brazos cruzados, debajo de una ventana alta que daba a la calle. Cómodamente sentado detrás del escritorio, el alférez leía un papel mecanografiado.
—Siéntense —nos dijo.
Por lo menos ahí los asientos no dolían tanto; eran de metal pero tenían cojines de espuma sintética forrados en marroquín plomo. El muchacho le entregó el oficio, nuestras libretas electorales y el Latino requisado. El alférez leyó el documento para el laboratorio, asintiendo en señal de conformidad. Luego levantó los ojos y nos quedó mirando alternativamente.
—Bien —dijo— Vamos a hacerles el atestado.
Tomó unas hojas en blanco, les intercaló papel carbón y las colocó en su máquina de escribir. Con lentitud tipeó algunas palabras, deteniéndose a cada momento para releer lo escrito. Pucho y yo estábamos impacientes; nos mirábamos, nos frotábamos la cara, nos rascábamos la cabeza, recorríamos con la vista toda la oficina.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó de pronto el alférez, dirigiéndose a Pucho, sin entender lo que leía en el oficio.
—Antonio Seno.
—¿Cómo?
—Seno —respondió Pucho, y para ser más explícito añadió:— S-E-N-O.
—El otro apellido…
—Bronzini…B-R-O-N-Z-I-N-I.
El alférez continuó tipeando algunas palabras más mientras que a mí no me preguntaba nada. El hombre más joven le decía a Pucho que estábamos en un problema del carajo; le recriminaba amigablemente el hecho de que hubiéramos estado fumando a la vista de todo el mundo; le decía que esas cosas no se hacen así nomás, como quien se fuma un cigarro a la entrada del cine; cualquiera tiene más cuidado, pues compadre.
—Listo —dijo el alférez, arrancando el papel de la máquina. Lo unió al oficio y le extendió ambos documentos a Pucho.
—Léelos —le dijo.
Pucho los leyó rápidamente, pero con mucha atención. A medida que lo hacía su rostro se iba arrugando, mostrando disconformidad. Hizo varios movimientos de negativa con la cabeza.
—No puedo firmar esto, señor —dijo rotundamente, sosteniendo los papeles entre sus manos.
—¿No fue así como pasó todo? —inquirió el alférez.
Pucho asintió.
—Tienes que firmar, entonces.
Le pedí a Pucho los papeles para leerlos. Uno era el oficio dirigido al laboratorio de la policía ordenando que nos practicaran los exámenes toxicológicos. El otro era el atestado donde se describían, escuetamente y con muchos errores de ortografía, los hechos ocurridos. Mi nombre aparecía en el texto sindicándome sólo como acompañante. En cambio a Pucho lo comprometían por completo; lo acusaban de ser el autor del delito. Su nombre estaba escrito en mayúsculas al pie de la hoja para que estampara su firma.
—Mi familia no tiene por qué enterarse de esto, señor —dijo Pucho— Me va a hacer un gran daño.
El alférez agrandó los ojos y se encogió de hombros, mostrándonos las palmas de sus manos.
—Debiste pensar en eso antes —dijo.
—¿No podemos arreglar esto, señor? —pregunté— ¿No hay alguna forma?
—Por favor, señor —rogó Pucho.
—Pídanos lo que quiera —añadí— Le juramos que no lo volvemos a hacer.
El alférez sonrió sin ganas. Sus compañeros se burlaron de nuestra proposición.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó el alférez. Luego de una pausa se dirigió al muchacho que redactó el oficio para el laboratorio.
—Llévalos donde el teniente —le dijo— Que hablen con él.
El muchacho nos guió hasta la entrada de la estación. Afuera todavía estaba el teniente conversando con el otro hombre.
—Quédense aquí —nos dijo bajo el dintel, y salió para acercarse al oficial.
Vimos que conversaban. El teniente parecía hacer algunas preguntas y el muchacho responderlas. En sus rostros no había gestos ni expresiones que nos indicaran el sentido de la conversación. Dos minutos después, el muchacho regresó.
—¿Qué dijo? —preguntamos angustiados.
—No quiere. Le expliqué la situación y le dije que querían hablar con él, pero dice que no. Quiere que sigamos con el trámite regular. Vamos a la oficina.
El temor nos invadió nuevamente.
—¿Y? —preguntó el alférez al vernos entrar.
—No quiere —respondió el muchacho.
—Bueno —suspiró el alférez, recogiendo su lapicero del escritorio— ¿Alguno de ustedes tiene teléfono?
—Sí, yo —respondí.
—Puedes llamar a tu casa y avisar que te vas a quedar. Que avisen también a la casa de tu amigo y que les traigan frazadas, comida.
Después le extendió su lapicero a Pucho y le señaló los documentos sobre el escritorio.
—Firma de una vez, compadre —le dijo.
Pucho no obedeció. A cambio replicó:
—Señor, comprenda por favor. Díganos cómo podemos arreglar esto. Pídanos lo que quiera.
—Por favor, señor —imploré.
El alférez se tiró para atrás en su asiento y se puso a pensar. El hombre más joven se acercó al escritorio y recogió un cortaplumas, con el que empezó a juguetear mientras nos examinaba de arriba abajo. Por espacio de unos minutos se impuso en la oficina un silencio lleno de incertidumbre para nosotros. Los tres hombres nos miraban y se miraban entre sí.
—Está bien —dijo el alférez súbitamente, poniéndose de pie.
Luego se dirigió al muchacho que redactó el oficio para el laboratorio.
—Anda donde el teniente de mi parte y dile que aquí los muchachos quieren llegar a un arreglo. Que él decida.
Todo el tiempo que el muchacho estuvo afuera, el alférez, apoyado de espaldas al borde del escritorio, se dedicó a darnos una lección de civismo.
—Ustedes son muchachos de buena familia —nos dijo, en tono amistoso esta vez— Se les ve. ¿Por qué andan, entonces, fumando por ahí, como cualquier huevón?
—Es que no lo hacemos con mala intención, señor —expliqué— Sólo para cortar los tragos, nada más. No somos delincuentes.
—¡Pero no pueden estar fumando en pleno parque, con toda la concha del mundo!
Reímos tímidamente, como para aflojar un poco la tensión.
—Sí —dije— Reconocemos que hemos hecho mal, pero le juramos que no lo volvemos a hacer, señor.
—Déjenos ir, por favor —dijo Pucho.
—Vamos a ver qué dice el teniente.
El hombre más joven observó el Latino encima del escritorio. Lo cogió con curiosidad y lo examinó por un momento.
—¿Cuánto cuesta esto? —nos preguntó.
—Diez intis cada uno —respondió Pucho.
—¿Y cuántos le meten aquí?
—Dos.
—¿En esto gastan su plata?
Pucho asintió con timidez. El hombre más joven menó la cabeza y dejó el Latino donde lo había encontrado. Después los dos hombres entablaron una conversación que les hizo olvidarse de nosotros por unos minutos. En eso regresó a la oficina el otro muchacho. Al entrar me hizo una seña levantando su índice derecho. No comprendí bien. Se acercó al alférez y le murmuró algo que no alcanzamos a oír. Después de escuchar, el alférez volvió a su asiento y buscó una posición más o menos formal para comenzar a hablar.
—Está bien, muchachos —dijo, cogiendo los documentos— Los vamos a dejar ir, pero antes vamos a llegar a un acuerdo. ¿Está bien? Un pacto de caballeros.
—¿Cuál es? —preguntamos expectantes.
—Nosotros vamos a dejar en suspenso el trámite de estos documentos, pero ustedes tienen que traernos el martes.
—Mañana mismo —interrumpí.
—No, el martes; mañana descansamos. Tienen que traernos un palo verde. ¿Qué les parece? ¿Está bien? Aquí mismo, el martes a las dos de la tarde.
¿Un palo verde? Eso era mucha plata para nosotros. Pucho y yo nos miramos: estábamos de acuerdo. Cómo no íbamos a estarlo, si era la única salida que teníamos. Ya después veríamos de dónde sacábamos el dinero.
—Está bien —dijimos— El martes, entonces.
—Muy bien —dijo el alférez, y dirigiéndose a Pucho, agregó:— Pero tienes que dejar firmados estos papeles. Las libretas electorales también se quedan. Si no vienen el martes, continuamos con el trámite y ahí sí que se joden.
—No se preocupe, señor —dije.
Pucho miró socarronamente al alférez, pero igual se apuró en firmar los documentos.
—Bien —dijo el alférez— Ahora ya pueden irse -y guardó en el cajón del escritorio los documentos firmados, nuestras libertas electorales y el Latino requisado.
—Gracias, señor —dijimos.
Antes de salir, nos advirtió:
—Así que ya saben, ¿ah? El martes a las dos. Es un pacto de caballeros.
—Sí, no se preocupe.
Sentimos un alivio total cuando nos vimos, por fin, fuera de la estación. De regreso a casa, Pucho me contó que, en el parque, mientras los dos hombres nos conducían a empellones hacia la camioneta, había dejado caer solapadamente los últimos paquetitos que nos quedaban.
—Es extraño que ni siquiera nos hayan revisado —comenté.
—Sólo querían asustarnos.
—Sí, pero estuvo fuerte esta vez. De verdad que la vi verde.
—¿Por qué no corriste cuando te dije, huevón? Nos hubiéramos perdido entre los pasajes y no pasaba nada.
—Me cagaba de miedo. Pensé que se iban a ir, pero en fin, ya está hecho.
—¿Vamos a buscar los que boté en el parque?
—Si quieres. Aquí me queda un Latino todavía.
Regresamos al parque. Eran ya casi las tres de la mañana y el frío arreciaba. No se veía un alma. Avanzamos más o menos hasta el lugar donde nos agarraron.
—¿Por dónde los botaste? —pregunté.
—Por aquípor aquí…—respondió Pucho dando pasos inseguros, mirando al suelo.
Empezamos a buscar. Pucho trazó un radio de acción dentro del cual estaba seguro había dejado caer los paquetitos. No encontramos nada. Sólo pudimos ver piedras de todos los tamaños y formas, chapas de gaseosa, colillas de cigarro, fósforos partidos por la mitad, pedacitos de papel periódico, envolturas de condones y caca de perro.
—Imposible encontrarlos —dije— Hay muy poca luz.
—Por aquí deben estar. Sigue buscando.
—No vayan a venir los rayas de nuevo y la cagada. Vamos, nomás.
—Ahorita los encontramos.
Pensé que, quizás con la confusión, Pucho se había equivocado de lugar, así que me aparté e indagué fuera del radio de acción trazado. Unos metros más adelante hallé los dos paquetitos.
—¡Aquí están! —exclamé, y me agaché a recogerlos.
—¡Ajá! ¿Ves? Por aquí tenían que estar. A ver, dámelos. Vamos a darle vuelta de una vez. Pásame el cigarro que te queda.
Para ser el último, estuvo realmente bueno. Salió grande y cargado. Lo fumamos sin conversar y nos fuimos a dormir; un poco aturdidos, un poco asustados.
Actualidad
Chiclayo en el corazón del Papa peruano León XIV
Lee la columna de Leonardo Serrano Zapata

Ayer, el mundo ha sido testigo de un hecho histórico para la Iglesia católica y para el Perú: Robert Prevost, de nacionalidad peruana y estadounidense, ha sido elegido Papa, tomando el nombre de León XIV. Esta noticia ha llenado de orgullo a millones de católicos alrededor del planeta, pero especialmente a la ciudad de Chiclayo, en el norte del Perú, que guarda un vínculo especial con el nuevo pontífice. Robert Prevost, miembro de la Orden de San Agustín, ha vivido, trabajado y soñado junto a este pueblo, al que conoce profundamente y por el que siente un gran afecto.
Durante su primer discurso como santo padre, manifestó en un español muy fluido:
“Se me permiten también una palabra, un saludo a todos aquellos y en modo particular a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”
El nuevo Para y su saludo a Chiclayo. pic.twitter.com/sR5I6lOViy
— Revista Lima Gris (@Limagris) May 9, 2025
Desde que se hizo público el anuncio, millones de personas en todo el mundo han buscado en Google y en redes sociales dónde queda Chiclayo, curiosos por conocer la tierra que ha marcado la vida espiritual del nuevo Papa. Chiclayo, conocida como “La Capital de la Amistad”, ha sido puesta hoy en los ojos del mundo en un día histórico que, sin duda, quedará grabado en la memoria colectiva de los peruanos.
Sin embargo, este acontecimiento es mucho más que una noticia emocionante; es también una oportunidad para reflexionar sobre lo que estamos haciendo por nuestra ciudad y por nuestra diócesis. El Papa León XIV no es ajeno a nuestras alegrías y dificultades. Conoce de primera mano la realidad chiclayana: sus necesidades, sus desafíos, pero también su fe inquebrantable, su generosidad y su espíritu comunitario. Que Chiclayo esté hoy en la mirada internacional nos llena de alegría, pero también nos plantea un desafío: ¿cómo estamos contribuyendo a construir una ciudad y una diócesis más justas, solidarias y fraternas?
El nombramiento del Papa Prevost nos interpela a todos: autoridades, líderes sociales, sacerdotes, religiosas, empresarios, estudiantes, familias. Cada uno, desde su lugar, puede preguntarse qué está haciendo por Chiclayo. ¿Cómo estamos cuidando a los más pobres? ¿Cómo estamos apoyando a los jóvenes para que tengan oportunidades? ¿Cómo estamos fortaleciendo nuestras comunidades y parroquias? Este es el momento de despertar, de salir de la indiferencia y renovar nuestro compromiso por el bien común.
La tradición agustiniana a la que pertenece el Papa León XIV nos recuerda que la fe no es solo un sentimiento privado, sino una fuerza transformadora que nos impulsa a actuar en favor de los demás. Como católicos, y como ciudadanos, tenemos la misión de trabajar por una sociedad más humana, donde nadie quede excluido. Chiclayo tiene hoy una oportunidad única de convertirse en ejemplo, no solo de fervor religioso, sino también de compromiso social.
Este día histórico nos recuerda que no estamos solos. Tenemos un Papa que lleva a Chiclayo en su corazón, que conoce nuestras calles, nuestras parroquias, nuestros barrios, y que seguramente no dejará de tener presente a esta tierra en sus oraciones y decisiones. Pero ahora nos corresponde a nosotros, los chiclayanos a estar a la altura. Debemos cuidar nuestra ciudad, fortalecer nuestra diócesis, acompañar a quienes más lo necesitan y construir, entre todos, un Chiclayo más solidario y fraterno.
Hoy, Chiclayo ha sido puesta en el mapa del mundo gracias a un hombre que ama profundamente esta tierra. Que esta alegría no se quede solo en la emoción del momento, sino que nos impulse a renovar nuestro compromiso para construir un futuro mejor. Chiclayo está llamada a brillar, no solo por su historia o por su fe, sino por su capacidad de trabajar unida por el bien de todos.
La presidenta Dina Boluarte, en nombre del Gobierno y del pueblo del Perú, saluda fraternalmente a su santidad León XIV, nuevo papa de la Iglesia católica.
— Presidencia del Perú 🇵🇪 (@presidenciaperu) May 8, 2025
🇵🇪 Su elección llena de orgullo y esperanza a nuestra nación, que fue su casa, su misión y su fe.
🙏 Que su pontificado sea… pic.twitter.com/hUfwqMrQFr
La declaración de Dina Boluarte: “El mal no prevalecerá, construyamos puentes del diálogo para alcanzar la paz” refleja una estrategia comunicativa calculada en un momento político complejo para Perú. Al enmarcar la situación en términos morales absolutos, Boluarte intenta posicionarse como defensora de valores positivos frente a fuerzas antagonistas indefinidas. Su llamado al diálogo busca proyectar una imagen conciliadora, aunque contrasta con las tensiones políticas que han caracterizado su mandato.
El pueblo católico vuelve a mirar al Perú con ojos de amor y alberga también la esperanza de que las 50 muertes ocurridas durante el gobierno de Dina Boluarte, en 2023, no queden impunes. Felizmente su gobierno va llegando a su final. El Papa prevalecerá. ¡Dios nos tenga en su gloria!
Actualidad
Estudiantes de la UNSAAC toman Facultad de Ciencias Sociales y denuncian nepotismo del rector Eleazar Crucinta
Continúan los cuestionamientos al rector de la universidad cusqueña. Universitarios denuncian irregular contratación de la esposa del rector en la UNSAAC. Además, en un comunicado exponen la problemática de la actual gestión.

Ayer por la tarde, estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSAAC se levantaron y tomaron el local de dicha facultad, declarando un paro indefinido presentando su plataforma de reclamos. Los estudiantes exigen: habilitación de servicios básicos (baños), implementación de los horarios de atención de la biblioteca especializada y el rechazo a prácticas de nepotismo y favoritismo.
“Expresamos nuestro total rechazo a los presuntos casos de tráfico de influencias, nepotismo y favoritismo en los procesos de contratación y nombramiento docente, tanto en la facultad como en el ámbito universitario en general. Exigimos transparencia, meritocracia y respeto a los principios de la función pública”, se lee en el comunicado de la plataforma de lucha.

Estudiantes de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC) han denunciado un caso grave de presunto nepotismo que involucraría directamente al rector de esta casa de estudios, Eleazar Crucinta Ugarte, quien además es docente de la Escuela Profesional de Historia. En resguardo de su seguridad, se mantiene en reserva la identidad de los estudiantes denunciantes. No obstante, ellos han proporcionado documentos oficiales —resoluciones internas— que revelarían indicios concretos de una designación irregular en favor de la esposa del rector.

Estudiantes tomaron la Facultad de Ciencias Sociales.
En este informe periodístico que Lima Gris pone en conocimiento de la opinión pública, se suma una serie de actos que configuran un patrón preocupante del manejo arbitrario del poder por parte del rector y su entorno político, agrupado bajo los nombres «MI UNSAAC» y «UNIDAD ANTONIANA». Todo parece indicar que Eleazar Crucinta ha convertido la universidad pública en su bastión personal.

Ante esta situación, surgen interrogantes que las autoridades competentes no pueden seguir ignorando: ¿Qué dirá la Contraloría General de la República? ¿Intervendrá la Fiscalía Anticorrupción? ¿La Policía Anticorrupción investigará estos hechos? ¿SUNEDU tomará cartas en el asunto frente a estas posibles irregularidades que afectan directamente a la institucionalidad universitaria?
La esposa del rector en la UNSAAC
El presunto caso de nepotismo en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC), tiene como protagonista al rector Eleazar Crucinta Ugarte. Documentos oficiales muestran cómo el rector habría favorecido a su esposa, Enna Evelyn Aragón Ramírez, durante un concurso de promoción docente.
El 14 de septiembre de 2021, mediante la Resolución N° CU-278-2021-UNSAAC, el rector Crucinta aprobó el proceso para la promoción en la carrera docente. Esta resolución, respaldada por la Ley N° 31349, definió las reglas del concurso, incluyendo el reglamento, la tabla de puntajes, las plazas disponibles y el cronograma.

Lo cuestionable del proceso es que la esposa del rector, Enna Evelyn Aragón Ramírez, participó como candidata. Esto plantea un claro conflicto de intereses, ya que el rector tenía el poder de influir directamente en un concurso en el que su cónyuge era postulante.
El reordenamiento de Crucinta
Apenas dos semanas después de aprobarse el concurso, el 30 de septiembre de 2021, el rector emitió la Resolución N° R-0764-2021-UNSAAC, mediante la cual se autorizó el reordenamiento de cargos del régimen especial. En esta resolución, una plaza de docente asociada a tiempo completo fue trasladada desde la Facultad de Ciencias de la Comunicación hacia la Escuela Profesional de Historia, la misma área en la que postulaba Enna Evelyn Aragón, esposa del rector.


El cambio de ubicación de la plaza, posterior a la convocatoria oficial, ha generado sospechas fundadas sobre una posible maniobra para beneficiar directamente a la esposa de la máxima autoridad de la UNSAAC.
En octubre hay milagros
El 4 de octubre de 2021, la Resolución N° CU-303-2021-UNSAAC oficializó los resultados del concurso. Enna Evelyn Aragón Ramírez fue declarada ganadora y ascendida a la categoría de docente asociada a tiempo completo.

Nepotismo a la carta
La secuencia de resoluciones firmadas por el propio rector Crucinta, que incluyen la aprobación del concurso, el reordenamiento de plazas y la validación final de resultados, plantea serias dudas sobre la legalidad y ética del proceso. En términos claros, se trataría de nepotismo: el uso del cargo público para beneficiar a un familiar directo.
El Código de Ética de la Función Pública y la Ley prohíben expresamente este tipo de conductas. El rector, al no inhibirse del proceso donde su esposa era candidata, habría vulnerado principios fundamentales de imparcialidad y transparencia. Algo tan grave que dentro de la propia Sunedu han quedado con la boca abierta.

Evelyn Aragón, esposa del rector Eleazar Crucinta.
Eleazar Crucinta en la cuerda floja
Estas acciones del rector mencionadas líneas arriba, podrían conllevar sanciones administrativas, incluida la destitución del cargo, así como la apertura de procesos penales por presunto abuso de autoridad y presunta corrupción. Es responsabilidad de las autoridades competentes —Contraloría, Fiscalía Anticorrupción, SUNEDU— investigar con prontitud y profundidad este caso.
La universidad pública no puede convertirse en patrimonio personal de quienes la dirigen. Es urgente garantizar procesos meritocráticos y libres de favoritismos en todas las instituciones del Estado, especialmente en el ámbito académico.

Por Edwin A. Vegas Gallo
El hoy Papa de la Iglesia Católica, León XIV, forjó su vocación social cristiana, como misionero, entre 1985 a 1986, en la entonces Prelatura de Chulucanas, Piura, Perú; con su mentor agustiniano Juan MC Nabb, siendo su canciller de la entonces creada Catedral de Chulucanas, con área pastoral en las provincias andinas de Ayabaca, Huancabamba y Morropón.
Con apenas 30 años, en estas tierras andinas piuranas, con mucha escasez de economía, fraguó su carácter y personalidad.
Escasez, por cierto, resultado de la mala ejecución de la reforma agraria y de la economía hiperinflacionaria del primer gobierno del extinto García.
Es en ese lustro, que el futuro León XIV, conviviendo con la desigualdad social, la pobreza, pero con mucha esperanza y alegría con el tondero y cumananas de Chulucanas, los “bocadillos” de Ayabaca, con la fiesta del Santo Patrón de Ayabaca, que se acercó a la Rerum renovarum (1891, época de la revolución industrial), del papa León XIII, de quién ha tomado su nombre.
En mi época de estudiante de secundaria (1967), estudiamos la Rerum renovarum, que significa “cosas nuevas”, o “de los cambios políticos”. Es una carta abierta dirigida “a los obispos y catedráticos universitarios, para acercar la iglesia a la ciencia, abordando la dimensión social, especialmente las condiciones de los trabajadores con derecho al trabajo y al salario justo, pero reafirma está encíclica papal, su apoyo al derecho de la propiedad privada.
Un acápite no menos importante, de Robert Prevost Martínez, nombre secular del ya LEÓN XIV, es su grado obtenido en Ciencias Matemáticas y que ha desempeñado docencia en las ciencias exactas, amén de crear el centro de formación de Chulucanas.
Incluso con el Papa Francisco, comentando su Laudato si y como buen científico, hizo una crítica al hiper consumismo y al rol de los ultrarricos en el cambio climático, sin tomar en cuenta los límites de los recursos naturales.
Es de esperarse que este Papa, con actividad pastoral en Piura, Trujillo y el Callao, que se ha alimentado material y espiritual de las iglesias andinas piuranas, se construya un Perú, más unido con amor, esperanza, democracia y el mejor homenaje que se le puede hacer a LEÓN XIV, es que los políticos se dejen de politiquería absurda y barata y se acerquen más a la social democracia, con cambios políticos serios, para evitar la tragedia del bien común de esta generación y de las futuras.
Actualidad
Robert Prevost, el papa de orígenes migrantes
Nombrado este mediodía como León XIV, el nuevo papa es un claro ejemplo de las migraciones en todo el mundo.

Todas las sangres. Nacido en Chicago, Estados Unidos, y también DNI peruano desde el 2015, Robert Prevost, hoy bautizado como León XIV, se muestra contrario a la política de Donald Trump al pretender cerrar las fronteras de su país a los migrantes, pues él en carne propio es un claro ejemplo de que nadie debe de ser mirado o juzgado por sus raíces.
Su padre fue Louis Marius Prevost, un ciudadano de ascendencia francesa e italiana, mientras que su madre fue Mildred Martínez Prevost, de procedencia española. En 1982, Robert se nombró como sacerdote y tres años después dejo los Estados Unidos para viajar al Perú, país donde ejercería como obispo hasta el 2023. Ese mismo año el papa Francisco lo nombre como cardenal.
Así, su durante su primer discurso convertido en León XIV, le dedicó unas breves palabras en español a su querida Chiclayo al Perú, pues pasó más de dos décadas difundiendo la palabra de Dios en ciudades como Chiclayo, Trujillo, Lima e Iquitos.
“Si se me permite, también un saludo a todos aquellos, y en modo particular a mi querida Diócesis de Chiclayo, en Perú”, mencionó ante la multitud de fieles que se habían congregado en la plaza de San Pedro.
Con su nombramiento la Iglesia Católica ha querido dar un mensaje de apertura y renovación, pues se trata del segundo papa en la historia no europeo, abriendo la posibilidad para que todos los cardenales aptos puedan convertirse en el nuevo representante de Dios.
“El obispo no debe ser un principito sentado en su reino. Está llamado auténticamente a ser humilde, a estar cerca de la gente a la que sirve, a caminar con ellos, a sufrir con ellos”, fueron las palabras de Prevost antes de convertirse en el papa número 267.
Con esto, León XIV continuará el camino de su predecesor al defender a los migrantes y caminar junto a ellos y no permanecer desde una posición privilegiada.
Actualidad
Ronderos de Pataz exigen inmediata justicia por la muerte de 13 trabajadores de La Poderosa
Comunidades además se muestran en contra de suspensión por 30 días de las actividades mineras.

Alzaron su voz de protesta. A través de un comunicado, la Central Única Provincial de Rondas Campesinas de Pataz, se ha mostrado en contra de las medidas adoptadas por la presidenta de la República, Dina Boluarte, al querer suspender por 30 días la actividad minera en Pataz.
En su comunicado indican que esa medida no será una solución efectiva contra la criminalidad, “sino una maniobra para desviar la atención de los verdaderos responsables del saqueo de nuestro oro y de la masacre de 13 jóvenes, cuyas muertes siguen impunes”.
Ante ello, le exigen al Gobierno Central las siguientes medidas:
- Justicia y verdad para los 13 jóvenes
- De suspenderse la actividad minera, también debería de suspenderse la actividad artesanal, así como la pequeña y mediana minería.
- No más persecución a los mineros artesanales.
- Salida inmediata de las Fuerzas Armadas y de la Policía de sus comunidades.


Ese comunicado es firmado por las bases ronderas de Pataz, las comunidades campesionas, las asociaciones de mineros artesanales y el pueblo organizado. Finalmente, indican que convocarán un paro provincial indefinido de no mediarse una solución.
Actualidad
¡Vaticano eligió a papa con DNI peruano! Cónclave nombró a Robert Prevost como nuevo representante de Cristo en la tierra
Cardenal protodiácono francés Domenique Mamberti anunció para los miles de fieles la famosa frase “habemus papam”.

Al promediar las 11: 20 de la mañana (horario del Perú) una tenue fumata blanco finalmente emergió de la estufa de la Capilla Sixtina, señal inconfundible de que el Cónclave cardenalicio había elegido al nuevo sucesor de San Pedro. En tercera oportunidad, luego de las tres fumatas negras, la Iglesia Católica tiene a León XIV como el papa número 267, tras el sensible fallecimiento de su predecesor Francisco, el primer papa argentino en toda la historia.
Alrededor de 250 mil asistentes que se congregaron en la Plaza de San Pedro escucharon las primeras palabras del nuevo pontífice.
“La paz sea con todos”, inició su discurso el santo padre ante una multitud que esperaba ansiosa desde varias horas su aparición en el balcón.
Sobre Robert Prevost, el papa León XIV
Nacido en Chicago (Estados Unidos) el 14 de setiembre de 1955, en el año 2015 obtuvo la nacionalidad peruana. Se ordenó como sacerdote en el año 1982 y posteriormente fue destinado a trabajar en la misión de Chulucanas (Piura) del 1985 al 1986. Un año después viajó a los Estados Unidos para ser el director de las misiones de la Provincia agustiniana “Madre del Buen Consejo”. En 1988 regresó al Perú para ser enviado a la misión de Trujillo, laborando cerca de dos décadas en nuestro país.
En el año 2014, el papa Francisco lo nombra obispo y administrador apostólico de Chiclayo.

Cuestionamientos
En el año 2023 el sacerdote de Chiclayo, Eleuterio Vásquez Gonzáles, fue denunciado por presunto abuso sexual infantil ante el Ministerio Público y el Obispado de Chiclayo. La denuncia fue en abril del año 2022 cuando estaba como arzobispo Robert Prevost, quien se mantuvo a cargo de esa diócesis desde el año 2015 hasta marzo del 2023. A Prevost se le critica por no tomar acciones contra esa denuncia, indicando que en ese momento que no existían las pruebas suficientes para culpabilizar a Vásquez Gonzáles, archivando su caso.
Los retos del nuevo papa
Tras la elección del mensajero de Dios, este tendrá una dura tarea para recuperar o atraer nuevamente a la fe católica a millones de personas que han visto últimamente escándalos de agresión sexual por parte de algunos de los más altos representantes del Vaticano. Asimismo, tendrá que dar a conocer la postura que tendrá su ministerio, si será conservador o tendrá una visión más abierta con relación a las nuevas generaciones. ¿Continuará con la ideología de inclusión del papa Francisco o se inclinará por reforzar la doctrina católica?
Actualidad
Docentes contratados de la UNSAAC denuncian violación de derechos laborales y exigen cumplimiento de la Ley 32171
La arqueóloga Mildred Fernández denunció los abusos y las vulneraciones que se viene comentiendo en la gestión del rector Eleazar Crucinta en la UNSAAC.

En una contundente conferencia de prensa realizada esta mañana en la ciudad de Cusco, la arqueóloga Mildred Fernández, vocera del colectivo de docentes contratados de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC), denunció una serie de vulneraciones a los derechos laborales y humanos por parte de la autoridad universitaria, en el marco de la aplicación de la Ley 32171.
La Ley 32171, promulgada el 21 de noviembre de 2024, autoriza de manera excepcional el nombramiento de docentes contratados como profesores auxiliares y asociados, sin exigir requisitos adicionales a los ya establecidos en la norma. Sin embargo, según Fernández, la UNSAAC implementó un proceso de nombramiento a través de un concurso público, contraviniendo lo dispuesto en dicha ley.
El colectivo intentó establecer diálogo con la universidad, pero fue rechazado, por lo que optaron por recurrir al Poder Judicial. La respuesta fue favorable: se emitieron 23 sentencias de amparo y dos medidas cautelares que paralizaron el concurso, además de dos sentencias de acción popular que declararon nulas las resoluciones universitarias que contradecían la ley.
Pese a ello, la autoridad universitaria emitió en febrero de 2025 la Resolución CU-152-2025, que excluye de los procesos de evaluación a los docentes que tengan procesos judiciales en curso contra la institución. Esto, según Fernández, constituye un acto de “persecución, amedrentamiento y discriminación”. Como consecuencia, 27 docentes fueron retirados de sus funciones, pese a que ya se encontraban dictando clases.
Fernández también denunció la participación de un pequeño grupo de docentes contratados que actuaron como opositores en los procesos judiciales, sin éxito, ya que el Poder Judicial falló a favor del colectivo.
Finalmente, anunció que, tras la presión legal, la universidad emitió el Comunicado N° 17-2025, en el que se compromete a convocar al Consejo Universitario para discutir la implementación efectiva de la Ley 32171. Fernández hizo un llamado a la comunidad universitaria y a la ciudadanía a mantenerse vigilantes para evitar una nueva vulneración de derechos.
“El Poder Judicial nos ha dado la razón. Exigimos respeto a nuestros derechos y que se cumpla la ley tal como fue promulgada”, concluyó Fernández, antes de ceder la palabra al asesor legal del colectivo.
El boicot
Durante la conferencia de prensa ofrecida esta mañana por el colectivo de docentes contratados de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC), en defensa de la Ley 32171, se produjo un incidente con la irrupción de cuatro docentes nombrados.
Este grupo interrumpió el evento alegando que sus propios derechos también estaban siendo vulnerados y que no existían plazas disponibles para nuevos nombramientos en la universidad. La presencia y el accionar de estos docentes, aparentemente vinculados a la autoridad universitaria, fue interpretada por los organizadores como un intento deliberado de boicotear la conferencia.

Docente nombrada de la UNSAAC que intentó boicotear la conferencia.
El colectivo denunció que esta acción se suma a una serie de actos de amedrentamiento y persecución contra los docentes contratados que defienden la implementación íntegra de la Ley 32171. Según indicaron, dicha norma reconoce el derecho al nombramiento excepcional sin exigencias adicionales, derecho que consideran vulnerado por las autoridades de la UNSAAC.
Aquí el texto completo de lo mencionado por Mildred Fernandez en la conferencia del caso UNSAAC.
«Señores periodistas, muy buenos días, gracias por haber escuchado nuestro llamado, gracias por estar aquí, quiero empezar esta conferencia con voz fuerte y Clara,
Diciéndole a la autoridad universitaria basta de violar los derechos humanos fundamentales, basta de marginar, basta de estigmatizar a nosotros los docentes contratados de la UNSAAC que defendemos la ley 32171.
Dicho esto, señores periodistas pongo en su conocimiento los siguientes hechos:
1.- El jueves 21 de noviembre de 2024 fue promulgada la Ley que autoriza excepcionalmente el nombramiento de los docentes contratados en las universidades públicas para las categorías de profesores auxiliares y profesores asociados, Ley N° 32171.
2.- Dicha ley en su Art. 2 establece los requisitos para que los docentes contratados se acojan a la mencionada ley.
2.1) Los docentes contratados en las universidades públicas que se acojan a la presente ley deben acreditar a la entrada en vigor de la presente ley lo siguiente:
a) Experiencia en docencia universitaria y/o en el ejercicio profesional no menor de 5 años.
b) Vínculo laboral hasta el semestre académico 2023-2.
c) Adjudicación de una plaza por concurso público.
Dicha ley en su Art. 2, numeral 2, dispone para el nombramiento excepcional queda prohibida toda exigencia adicional que no esté establecida en esta ley.
3.- La referida ley en su Art. 3, nombramiento por categorías, establece dos categorías de la siguiente forma:
a) Para el nombramiento en la categoría de profesor asociado, el docente debe tener siete años o más de experiencia en docencia universitaria, consecutiva o alternada y contar con el grado de doctor.
b) Para el nombramiento en la categoría de profesor auxiliar, el docente debe tener un mínimo de cinco años de experiencia en la docencia universitaria y/o en el ejercicio profesional, consecutiva o alternada, y contar con el grado de maestro.
4.- Pese a la claridad de la presente ley, la autoridad universitaria de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC), dispuso la realización de un concurso incumpliendo totalmente la disposición de la Ley 32171, so pretexto de una autonomía universitaria.
5.- El colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la Ley 32171, buscó el diálogo con la autoridad universitaria, el que fue negado manifestándonos que el poder judicial se encargará de darnos la respuesta.
6.- Al ver vulnerados nuestros derechos constitucionales y, consiguientemente, derechos humanos fundamentales como el derecho al trabajo y a la igualdad, nos hemos visto obligados a entablar una denuncia penal por abuso de autoridad en contra de la autoridad universitaria, asimismo, planteamos medidas cautelares, acciones de amparo y acciones populares.
7.- El Poder Judicial ha dado la razón al colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la Ley 32171, es así que el Segundo y Sexto Juzgado Civil – sede central, de la ciudad de Cusco, ha otorgado la admisión de dos medidas cautelares paralizando el ilegal concurso, camuflado en el supuesto cumplimiento de la Ley 32171, convocado por la autoridad universitaria de la UNSAAC, en fecha 18 de diciembre de 2024.
8.- Así también, el Poder Judicial de Cusco ha sentenciado, a favor, de los miembros del colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la Ley 32171, siendo 23 las sentencias de acciones de amparo, disponiendo y declarando que el Consejo Universitario de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco al emitir la Resolución N° CU-629-2024-UNSAAC, de fecha 18 de diciembre de 2024, ha vulnerado los derechos fundamentales al trabajo y a la igualdad, asimismo, declara inaplicable la resolución referida, en aplicación de la Ley 32171.
9.- El poder judicial ha sentenciado dos acciones populares a favor del colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la Ley 32171, declarando fundadas las demandas de acción popular interpuestas en contra de la UNSAAC, por ende se declara nula y sin efecto legal la resolución que aprueba los lineamientos y cronograma para la aplicación de la Ley 32171, que autoriza excepcionalmente el nombramiento de los docentes contratados de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, desde la vigencia de dicha disposición, es decir, en efectos retroactivos y generales para todos los involucrados en dicho nombramiento.
10.- En respuesta a todas estas acciones legales, en defensa de la Ley 32171, la autoridad universitaria ha emitido la Resolución N° CU-152-2025-UNSAAC, en la que, en un acto de persecución, de amedrentamiento y violación de derechos humanos la autoridad universitaria, en el literal segundo de dicha resolución dispuso que los docentes que tengan conflictos judiciales con la institución ante el Poder Judicial o el Ministerio Público no serán considerados en dicho proceso de evaluación.
11.- Al amparo de esta resolución discriminatoria y atentatoria a los derechos humanos han sido retirados 27 docentes contratados de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, pese que ya se encontraban dictando clases por tres semanas.
12.- Asimismo, informamos a la opinión pública a través de ustedes señores periodistas que un minúsculo grupo de docentes contratados de la UNSAAC, cual felipillos, a favor, de la autoridad universitaria presentaron oposiciones a nuestras demandas judiciales, asimismo se presentaron como litisconsorte en muchos de los procesos, pero el poder judicial nos ha dado la razón, anulando el concurso ilegal que venía haciendo la autoridad universitaria.
13.- El Poder Judicial a través de las sentencias y resoluciones ha dado la razón al colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la Ley 32171, por lo que la autoridad universitaria, recientemente, en fecha 01 de mayo del presente, ha lanzado el Comunicado N° 17-2025, indicando que convocará a Consejo Universitario para ver las medidas de implementación de la Ley 32171.
14.- Por último, pedimos a la comunidad universitaria y a la ciudadanía que estén alertas en el desarrollo del proceso convocado por la autoridad universitaria de la UNSAAC que hasta el momento nos ha discriminado, violando nuestros derechos humanos fundamentales como es el derecho al trabajo y a la igualdad, al haber intentado, so pretexto de la Ley 32171, politizar dicho nombramiento excepcional.
Los miembros del colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la ley 32171.
Señores periodistas agradezco su presencia, agradezco ese fino gesto de ustedes de acompañarnos en nuestra lucha por eso sin miedo digo y que la autoridad universitaria escuche a los miembros del colectivo de docentes contratados de la UNSAAC, en defensa de la ley 32171, ¡siempre estaremos de pie y nunca de rodillas…!
Gracias señores periodistas dicho esto cedo la palabra al doctor Bravo para que también le dé algunos alcances legales respecto a este proceso».
Actualidad
Nuevo aeropuerto Jorge Chávez recién iniciaría operaciones medio año después
De acuerdo al MTC, el 1 de junio recién entrará en funcionamiento el nuevo aeropuerto.

¿Será la fecha definitiva o habrá que esperar hasta fin de año? Mucho más que un dolor de cabeza viene resultando el inicio de las operaciones del nuevo aeropuerto Jorge Chávez, trayendo consigo un malestar por parte de los conductores debido al intenso tráfico generado en la avenida Morales Duárez, así como las complicaciones al momento de querer ingresar al aeropuerto.
Al respecto, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) ha anunciado que el próximo 1 de junio finalmente se dará inicio a las operaciones del nuevo aeropuerto.
«El aeropuerto actual va a estar vigente hasta el 30 de mayo a las 23:59. Va a haber un periodo de doce horas, las primeras doce horas del 1 de junio, va a estar cerrado el aeropuerto, tanto el actual, como este. No va a haber operación aeronáutica. Y a partir de la 12 del mediodía del 1 de junio, este aeropuerto toma el total de operaciones de las aerolíneas en nuestro país, tanto nacionales como internacionales».
Es así que el nuevo aeropuerto, a partir del mediodía del 1 de junio, asumirá la totalidad de las operaciones aéreas, tanto nacionales como internacionales, explicó el titular del MTC, Raúl Pérez-Reyes.
Es importante mencionar que esta transición implicará una serie de reprogramaciones de vuelos que las aerolíneas comunicarán a sus pasajeros. Por ello, el MTC y los actores de la industria trabajarán para minimizar el impacto, estableciendo exenciones en horarios y adaptaciones rápidas, especialmente durante la primera semana.
Incluso, se instalarán luces portátiles en ciudades como Piura, Cajamarca y Ayacucho para permitir operaciones nocturnas y facilitar la reprogramación de vuelos cancelados durante el cierre.
El ministro resaltó que esta transición con un cierre temporal es una práctica común en aeropuertos que se trasladan a nuevas ubicaciones.

Se alista “marcha blanca” a partir de quincena de mayo
Asimismo, se indicó que se realizará una «marcha blanca» (operación de prueba con vuelos limitados) a partir de la quincena de mayo.
«Aproximadamente, hacia la quincena de mayo, vamos a iniciar una marcha blanca con un número pequeño de vuelos controlados que nos van a permitir ir viendo cómo los servicios se van prestando y haciendo los ajustes», precisó Pérez Reyes.
Pérez Reyes también destacó los significativos beneficios del nuevo aeropuerto en comparación con el actual. Mientras el terminal existente tiene una capacidad para 15 millones de pasajeros al año, el nuevo aeropuerto arrancará con una capacidad de 30 millones y en menos de un año alcanzará los 40 millones.
El nuevo terminal es descrito por el ministro como «mucho más grande, más espacioso, más cómodo, sin duda moderno, sin ninguna duda».
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