Nuestra historia reciente vive una confrontación entre los terruqueros, los filosenderistas, los defensores de los derechos humanos, los académicos, los legalistas, etc. Un círculo vicioso del cual no se sale y —parece— no se quiere salir. Pero esta dinámica (que se renueva en cada debate político) se resuelve con la siguiente pregunta: ¿Un terrorista debe tener los mismos derechos que usted o no?
De acuerdo al orden jurídico actual los seres humanos tenemos los mismos derechos y obligaciones: no hay ciudadanos de segunda categoría.
En ese marco, quienes han delinquido, se someten a la potestad sancionadora del estado y aceptan las consecuencias de sus actos. En el caso puntual: los terroristas —de acuerdo al orden jurídico existente— deben ser tratados como sujetos de derecho y deben ser pasibles de sanción. Es decir, se les debe juzgar, sin menoscabar sus derechos como ciudadanos. O lo que es lo mismo: tienen derecho a un juicio justo y sin arbitrariedades.
Eso, de acuerdo al orden legal existente. Sin embargo, el juicio moral excede al campo jurídico y es desde ahí donde se avanzan las opiniones sobre lo que es justo o no, sobre lo que es permisivo o no. Mal que bien, todo ciudadano debe aceptar el estado de derecho; incluso a regañadientes, todo ciudadano tiene que aceptar que el orden jurídico impide ejercer un trato inhumano contra los acusados de terrorismo: los terroristas tienen derechos humanos.
Por ello, es en el nivel moral —que está más allá de lo jurídico— donde se enraízan los debates en torno a las distintas interpretaciones del terrorismo y los terroristas.
Así pues, en el nivel moral, es válido preguntarse: ¿Debe tener un terrorista los mismos derechos que usted? ¿El terrorista cambia? ¿Se pueden analizar los fenómenos terroristas? ¿Eran bienintencionados los terroristas o eran simplemente unos sanguinarios? ¿Es válido elogiar algún aspecto concerniente al terrorismo?
Y junto a estas preguntas vienen otras, que no son menos importantes: ¿Los militares, que se enfrentaron al terrorismo, son los salvadores de la patria? ¿Fue válido que se utilizara cualquier método, excediendo el marco jurídico, en la lucha antiterrorista? ¿Estamos enfeudados moralmente a los militares por su lucha contra el terrorismo? ¿Un patriota debe negar los derechos humanos de los terroristas?
Una vez más se reitera, que las preguntas arriba expuestas se desarrollan en el campo moral; no en el campo jurídico. En lo jurídico, la norma es clara; todos los ciudadanos tenemos los mismos derechos y deberes: no se puede exceder el marco constitucional. Los terroristas son ciudadanos y por ende sujetos de derecho. Y la apología al terrorismo es considerada un delito.
Respondamos, entonces, la pregunta central y las derivadas: ¿Debe tener un terrorista los mismos derechos que usted? La respuesta moral requiere la ubicación del individuo en torno a los hechos: a) Si es que el individuo se vio afectado directamente por el terrorismo o b) Si es que el individuo se vio indirectamente afectado por el terrorismo.
Si el individuo se vio directamente afectado es válido que su construcción moral se base en el desprecio a todo lo que signifique el terrorismo y los intentos de los terroristas por insertarse a la vida social. Esto no es óbice para que respete, aunque no le guste, el sistema jurídico que proclama la igualdad de derechos. En su fuero interno, en su fuero moral, este individuo tiene el derecho a despreciar íntimamente cualquier alusión al terrorismo; como también puede darse el caso de alguien que —aunque afectado directamente por el terrorismo— decide pasar la página y creer en una reconciliación social.
Si el individuo se vio indirectamente afectado por el terrorismo es válido que en su construcción moral decida despreciar todo lo que signifique el terrorismo, como también es válido que decida creer en una reconciliación social y nadie debería recriminar esta actitud con el argumento de: “no has vivido esa época” o “ no te ha afectado directamente”. Toda construcción moral se gesta en el fuero interno y una vez construida es que puede ser pasible de discusión.
Cabecillas terroristas junto a Abimael Guzmán.
¿El terrorista cambia?
Igual que en el caso anterior la respuesta dependerá de la ubicación individual del sujeto: si se ha visto directa o indirectamente afectado por el terrorismo. Igual que en el caso anterior habrá quienes, aunque afectados directamente, decidan creer en un cambio genuino por parte de los terroristas y habrá quienes, afectados indirectamente, decidan no creer en una posible cambio. Ambas posturas son válidas moralmente.
¿Se pueden analizar los fenómenos terroristas?
Todo fenómeno que subvierte la estructura social, aunque sea sanguinario, debe ser analizado. El nazismo se ha visto clarificado por obra del análisis. El análisis enriquece el debate, promueve el intercambio de ideas y da luces sobre el proceso. No debe ser condenado ningún tipo de análisis.
¿Eran bienintencionados los terroristas o eran simplemente unos sanguinarios?
Los terroristas, a los que nos referimos, deseaban subvertir el orden social y constitucional por considerarlo injusto. Por eso se enfrentaron al estado en una guerra interna que todos, mal que bien, conocemos. El método, la táctica, que utilizaron estos individuos para luchar contra el Estado se llama jurídicamente terrorismo: utilizar el terror para diezmar las bases del Estado. Por el lado del Estado se respondió, también – en muchos casos – con el empleo del terror para sofocar los avances de las hordas terroristas.
Entonces hay que separar. ¿Es injusto el orden social y constitucional? Claro que es injusto: un breve repaso a la historia reciente y pasada demuestra el profundo desequilibrio e injusticia que existe en la sociedad. ¿Es válido el uso del terror para luchar contra esta injusticia? En un estado de derecho no es válido y todo uso del terror debe ser condenado; se tiene que luchar contra las injusticias por intermedio de mecanismos democráticos. ¿Los terroristas tenían buenas intenciones? Al constatar la injusticia social y desear cambiar el problema, se puede decir que utilizaron su racionalidad para observar algo evidente. Si desearon cambiar este orden de cosas, era una postura válida; pero, cuando eligieron el método del terror para sus propósitos, se convirtieron en sanguinarios y cualquier construcción o pensamiento en contra de la injusticia se vio manchado por su estrategia criminal.
¿Es válido elogiar algún aspecto concerniente al terrorismo?
Jurídicamente, si se cumple con ciertos requisitos de tipicidad, constituye el delito de apología al terrorismo; pero aquí no se está hablando del orden jurídico sino del fuero moral, interno. Quien decida elogiar el sueño de una lucha contra el sistema injusto, es libre de hacerlo; pero debe saber que para construir ese sueño —válido— los terroristas utilizaron el terror en contra de los mismos ciudadanos, a quienes decían defender. Quien decida elogiar la mística, la entrega, el sacrificio de los terroristas para luchar por su ideal, debe saber que toda esa mística y esa entrega se materializaron en el crimen, el abuso y la matanza de inocentes.
¿Los militares, que se enfrentaron al terrorismo, son salvadores de la patria?
No, el concepto de salvadores de la patria es un concepto amplio, que se presta a malentendidos. Los militares que lucharon contra el terrorismo cumplieron las órdenes emanadas del poder político, que se amparaba en un orden legal. Los militares sirven al estado. Quienes lucharon contra el terrorismo deben ser reconocidos por ello, pero eso no implica una superioridad moral de su parte, ni tampoco implica que tengan el monopolio de la discusión cuando se habla de la lucha antiterrorista.
¿Fueron válido el comportamiento militar y el comportamiento jurídico del Estado en la lucha contra el terrorismo?
Desde el orden jurídico, los actos en combate son válidos, pero no las ejecuciones extra – judiciales ni los procesos jurídicos, que vulneraron los derechos humanos de los terroristas; es por ello, que luego de la caída del fujimorismo, se iniciaron una serie de procesos contra el Estado peruano, por parte de familiares de terroristas, para que se vean amparados sus derechos, de acuerdo al orden legal vigente.
Pero, otra vez, aquí no hablamos de lo jurídico, sino de lo moral. Desde el plano de moral habría que comprender la dinámica de la lucha antiterrorista. Si los militares luchaban una guerra, por mandato del orden jurídico ¿Tenían que tratar con humanidad a sus enemigos? Y sobre eso, otra pregunta más específica: Si los militares ya tenían controlada una parcela de lucha ¿Era válido que utilicen el terror contra terroristas y sus familiares desarmados? La respuesta es compleja, pero se puede avanzar: sería un despropósito juzgar las dinámicas y las estrategias militares en el mismo campo de batalla, al fragor de la guerra; pero es condenable todo acto contra individuos desarmados y sus familias.
¿Estamos enfeudados moralmente a los militares?
No. Los ciudadanos no tienen una deuda moral con los militares, eso implica otorgarle una superioridad moral a los militares, con lo cual se extendería una jerarquía de valores hacia lo sociedad: los militares en la cúspide y los civiles abajo. Un despropósito. Eso no implica dejar de reconocer la entrega y el cumplimiento de servicios de los militares que lucharon contra el terrorismo, pero no se puede pasar del reconocimiento y del respeto a la idolatría o a la idea de una superioridad.
Más aún, contemporáneamente existe una narrativa política que arroga los pergaminos de la lucha antisubversiva a los ex – altos mandos de la lucha antisubversiva y a otros mandos militares, que no tuvieron una participación directa en la época del terrorismo; cuando fue la tropa, es decir los militares de bajo rango, quienes sufrieron los estragos de la batalla. Y estos militares de tropa siguen siendo ninguneados, no reconocidos e invisibilizados, cuando se habla de la lucha antiterrorista.
¿Un patriota debe negar los derechos humanos de los terroristas?
Un patriota es alguien que ama a su país. Amar al país no implica odiar a los terroristas, estos sentimientos pueden unirse y también ir por cuerdas separadas. Habrá quienes odien a los terroristas y quieran a su país y habrá quienes crean en una reconciliación y amen a su país. Pero no se puede amar al país si se está de acuerdo con el empleo del crimen para subvertir el orden social. Tampoco se puede amar al país si se considera que quien desea cambiar el orden existente, usando las vías democráticas, debe ser reprimido violentamente.
¿Por qué son necesarias estas preguntas?
Por una cuestión de honestidad moral. En estos tiempos no vivimos una guerra interna pero sí existe mucho debate en torno al tema, desde distintas aristas, que encubren los sentimientos, opiniones y valoraciones morales de los individuos. Se usa de mascarada el academicismo, la intelectualidad, la legalidad, o cualquier categoría que pueda dotar de objetividad a los sentimientos y las filias internas.
Y es que desde los feudos locales, están los que han tenido y tienen contacto con ex – terroristas, los que conocen o tienen amistad con terroristas redomados, los que han tenido familiares que se enrolaron a las filas del terrorismo, los que, en el fondo, admiran la mística que utilizaron los terroristas, los que creen que fue una gesta heroica intentar subvertir el orden social, los que han hecho docencia analizando el fenómeno de la lucha armada, los que trabajan en instituciones que defienden el debido proceso, etc. ¿Todo esto es delito? No. Pero deberían ser sinceros y decir: yo provengo de aquí, yo tengo amistad con este y con aquél, yo creo en esto y en aquello, esta es mi postura moral.
Y desde otros planos, están también los familiares de los militares que lucharon contra el terrorismo, los militares que se enfrentaron a los terroristas, los que tienen filia por las botas y la represión, los que avalan el orden social injusto y terruquean a todo aquel que utiliza la democracia para cambiar el estado de cosas, los que se benefician con los mecanismos del sistema y no quieren que nada cambie, etc. ¿Todo eso delito? No. Pero deberían, en un ejercicio de honestidad, decir yo provengo de aquí, creo en esto y aquello, estos son mis valores.
Esta visibilización necesaria de las filias internas de quienes opinan sobre el fenómeno terrorista, no implica en ningún caso un aval para el mapeo y el fichamiento. Porque, como es evidente, aunque sean de bandos contrarios, todos estos individuos se conocen bien entre sí.
No sólo se conocen, se huelen, se leen, se odian íntimamente.
Los represores y amantes de las botas conocen a los filosenderistas: los siguen, los mapean, están pendientes de ellos. Y los filosenderistas hacen lo mismo: conocen a los represores y a los terruqueros: los siguen, están pendientes de ellos, los evocan. Esta visibilización no es, pues, para el contrario: entre ellos se conocen hasta la sombra. La visibilización tiene que orientarse hacia el gran público, hacia la ciudadanía, hacia aquellos que no conocen ni a uno ni a otro, pero sí los escuchan discutir, debatir y querellarse. Hacia ellos debería dirigirse este ejercicio de honestidad intelectual, para que el ciudadano, completamente informado, de quien enuncia algo y porqué, decida, con toda la información disponible, qué postura toma frente a este contexto.
Hoy que la violencia se enseñorea frente a la incapacidad de Dina Boluarte y el colapsado sistema de partidos, no le queda más opción a la seudo clase dirigente (que tiene a Perú entre sus garras) que dejar sus mezquindades y aprender de una vez por todas a mirar los problemas del Perú con sentido crítico para actuar sobre ellos con resolución y eficiencia.
Sabemos que este trance no es pacífico pues quienes controlan el poder difícilmente querrán dejarlo. Empero, bajo esa dialéctica negativa y perversa los poderosos solo continuarán empeorando la vida peruana a causa de su codicia y de su falta de liderazgo, consiguiendo para el horizonte cercano del Perú más caos y una criminalidad peor e irreversible.
Por tanto, la única manera de salvar a la patria, donde hoy existen instituciones públicas y privadas corroídas por la corrupción, es realizar un reseteo general, así como aprender a escuchar, a reflexionar y actuar dentro del marco comunicacional que ha venido promoviendo Ricardo Belmont Cassinelli, pues está haciendo de profeta del XXI y lo ha hecho bien, porque no por gusto viene analizando la realidad nacional en los últimos 53 años, siendo evidente que sus advertencias se cumplieron, como por ejemplo, cuando el 2018, previó la violencia ligada a la inmigración extranjera.
Pero, en medio de esta posverdad a la que Ricardo Belmont llama la posvergüenza, la seudo clase dirigente del país ha preferido mirar de costado, como también es cómplice de la corrupción generalizada en la administración pública al punto de que hoy se vislumbra que en pocos años la destrucción de la República será un hecho y que la conflictividad será inmanejable y catastrófica.
En consecuencia, es el momento donde la inmensa mayoría de peruanos tiene que corregir el rumbo con un golpe de timón, por el amor a su familia y a su patria, buscando un destino mejor para sus hijos. No obstante, lo cierto es que un hombre, un compatriota, como Ricardo Belmont, exalcalde y excongresista de la República, perdió todo al ingresar a la política. Igualmente, cuando quiso hacer una comunicación social responsable y seria, precisamente para prevenir el alto grado de delincuencia que se vive hoy, solo recibió agravios y fue declarado “enemigo de la industria” por parte del poder mediático tradicional, ese que le sirve de perro guardián de la plutocracia oligopolista que mantiene a Dina Boluarte en la Casa de Pizarro.
Así, Ricardo quiso adecentar la política, pero a cambio recibió el ninguneo, la muerte civil, la persecución y el silenciamiento oficial. Sin embargo, él se ha revelado contra esa adversidad caótica y violentista que gobierna el Perú, y postula como alternativa una filosofía estoica y espartana donde sus piedras angulares son su pedagogía política y su modelo de comunicación social.
De consuno estas partes y conceptos integrantes de su filosofía constituyen en la práctica un método general para la solución de conflictos y será este el método que permita la pacificación y el desarrollo del Perú, que no es cualquier país, porque nuestra patria es una que fue cuna de una de las principales civilizaciones del mundo y ese legado no debemos pisotearlo jamás.
Ahora bien, con cargo de proporcionar más detalles del modelo de comunicación política o social de Ricardo Belmont, a través de próximos artículos desde la Revista Lima Gris, que es el medio que me proporciona un asilo periodístico, pues por el solo hecho de ser amigo del Hermanón se me han cerrado muchas puertas, hoy solo quiero invitar a los peruanos sin excepción a fin de que investiguen en internet acerca de la “filosofía Belmont”, que insurgió sobre la base histórica del programa periodístico “Habla el Pueblo” (ver, por ejemplo, https://www.youtube.com/watch?v=1HngCgc6VsM), porque este llamado es para todos los peruanos con el objetivo de salvar a la nación y a la peruanidad de la barbarie.
En suma, la filosofía Belmont, su pedagogía y su modelo de comunicación servirán en la teoría y práctica gubernativa como un método para la solución de conflictos y constituyen un libro abierto para todos los peruanos y latinoamericanos.
¡Basta de Humillación! ¿Estamos en cola para Besar el culo de Trump?
La indignación por las palabras del presidente Trump, quien se jacta de que los países le «besan el culo» para negociar aranceles, debería ser unánime. Sin embargo, la silenciosa complicidad del gobierno, del Congreso y de algunos sectores políticos resulta aún más escandalosa. ¿Dónde están las voces de la izquierda antimperialista? ¿Dónde están Cerrón, Bermejo y Verónika Mendoza, quienes tanto se proclaman defensores de la soberanía nacional? Su silencio ensordecedor ante esta afrenta es, cuanto menos, sospechoso.
Mientras Trump insulta a nuestro país con una vulgaridad inaudita, estos líderes, que se autodenominan antimperialistas, permanecen callados. ¿Acaso la defensa de la soberanía solo se aplica cuando conviene? ¿O es que la indignación selectiva es la nueva estrategia política? Su silencio es una traición a los principios que dicen defender y una bofetada a la cara de todos aquellos que esperaban una respuesta contundente ante la humillación a la que nos somete el gobierno estadounidense.
Perú, según las palabras del propio Trump, estamos en la cola para «besarle el culo». Esta frase, lejos de ser una simple bravuconada, refleja la realidad de una nación que, por falta de liderazgo y decisión política, se ve sometida a las exigencias de un gobierno extranjero. Y la ausencia de pronunciamiento de figuras como Cerrón, Bermejo y Mendoza, quienes deberían ser los primeros en levantar la voz contra esta humillación, solo confirma la gravedad de la situación.
¿Es que acaso temen las represalias de Estados Unidos? ¿O es que su antimperialismo es solo una fachada, una estrategia política para ganar votos, sin verdadera convicción?
Del gobierno de Bolaurte y del Congreso no se espera nada.
La reciente declaración del presidente Trump, donde asegura que los países le están «besando el culo» para negociar aranceles, no solo es una muestra de su vulgaridad y prepotencia, sino una afrenta a la dignidad de las naciones que se ven obligadas a negociar bajo su yugo. ¿Y el Perú? ¿Dónde está nuestra respuesta? ¿Dónde está nuestra soberanía?
Mientras los mercados globales tiemblan ante la inestabilidad económica generada por las políticas arancelarias de Trump, el mandatario se jacta de su éxito, utilizando un lenguaje soez e inaceptable para un líder mundial. Su afirmación, lejos de ser una simple bravuconada, revela una peligrosa realidad: la falta de un liderazgo firme y decidido en muchos países que, por miedo o conveniencia, se someten a las exigencias del gobierno estadounidense.
Pero, ¿hasta cuándo permitiremos esta humillación? La frase ofensiva de Trump no es solo un insulto personal; es un ataque directo a la soberanía de las naciones que, en lugar de defender sus intereses, parecen estar en una competencia vergonzosa por la atención del déspota. La incertidumbre económica que genera su política es un daño colateral inaceptable.
El gobierno peruano y el Congreso de la República deben reaccionar con firmeza e indignación. El silencio cómplice ante estas declaraciones es una muestra de debilidad y una traición a la dignidad nacional. No podemos permitir que nuestro país sea tratado como un vasallo, obligado a mendigar favores y a tolerar insultos.
Exigimos al gobierno peruano una respuesta contundente y soberana. No se trata solo de una cuestión económica; se trata de defender nuestra identidad, nuestra dignidad y nuestro derecho a ser tratados con respeto en el concierto internacional. El Perú merece un liderazgo que defienda sus intereses con firmeza, sin temor a las represalias de un mandatario que se cree por encima del bien y del mal.
Es hora de dejar de ser espectadores pasivos de este espectáculo de prepotencia. Es hora de exigir a nuestro gobierno que actúe con la valentía y la soberanía que el pueblo peruano merece. ¿O acaso estamos condenados a permanecer en la cola, esperando nuestro turno para besar el trasero a ese déspota. Dignidad!!
Los congresistas genios de la Comisión de Educación, sin ningún pergamino académico ni intelectual, están a punto de aprobar en el Pleno del Congreso de la República, que los estudiantes egresados de la educación secundaria, se inscriban en las Universidades, en un “ciclo cero”, pre universitario y los que culminen con nota aprobatoria de 13, accedan directamente a iniciar su formación profesional.
Esta propuesta “ciclo cero”, es una solución poco imaginativa de los congresistas, para acceder “como única modalidad de ingreso a las universidades del país “, la cual nace de una comprensión incompleta de aquellos, de lo que es la educación, y en particular la terciaria o universitaria, en la que primero, debe predominar la vocación estudiantil, sin que ello implique exclusiones bajo ningún concepto.
La propuesta “ciclo cero”, colisiona con la autonomía académica, consagrada en la Constitución remendada por la Alianza gobernante en el país. Es decir, ni ello toman en cuenta, en su afán de proselitismo político mediocre.
Lo que deben hacer las universidades, sobretodo las públicas, es innovar, evolucionar sus procesos de certificación de admisión, más allá de convertir este, en una suerte de examen de contenido universitario, deben construir un proceso admisorio, respetando escrupulosamente el contenido curricular de la educación secundaria.
Ello, me trae a colación la desmesurada creación de universidades públicas, por parte del Congreso, en verdadera danza de captar votos, evidentemente más re imaginando su propio juego re eleccionario, antes que verdaderamente importarles el futuro de los egresados de la secundaria, en contra del Objetivo de Desarrollo Sostenible, de la Agenda de Naciones Unidas, concretamente el literal ODS 4,7; asegurando la igualdad de acceso a la educación universitaria a personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los jóvenes de las comunidades locales que viven en las zonas rurales.
Si desde el Congreso y del Ejecutivo, siguen con esas políticas públicas mediocres, que no proporcionan apoyo a las universidades públicas, en particular, tendremos una formación profesional, técnica y vocacional mediocre, carente de aprendizaje y en lugar de avanzar hacia el desarrollo con dignidad, se retrocederá en la consecución de los Objetivos nacionales de desarrollo.
Era una noche fría de noviembre en las calles de Lima y dos amigos iban conversando sobre los eventos culturales que se acercaban en Iquitos y es ahí donde uno de ellos menciona el proyecto de Gerardo Castillo que desea montar una exposición del trabajo fotográfico de Augusto Falconí y del artístico de Christian Bendayán en Iquitos. Sin lugar a duda, llama la atención que un antropólogo y catedrático universitario de Lima tenga ahínco y preocupación por la trayectoria de dos artistas iquiteños. Pero, esta incertidumbre se va disipando cuando exploras los trabajos de investigación que él lideró, como son el “Alcohol en el Sur Andino”, “¿Una oportunidad perdida?”, “Experiencias mineras locales en el Perú”, “La ciudad desde la Antropología” y, por supuesto, “La ciudad y el río”.
Castillo al mostrar una inquietud y admiración por una ciudad distante a su natal Lima y a las personas que la habitan, no hace más que reafirmar su sentido perspicaz y genialidad para entender la cultura amazónica variopinta y para ello se ve en la necesidad de presentar en diferentes escenarios su brillante obra “La ciudad y el río” que se pasea desde una barriada de Belén hasta un salón de conferencias en un hotel lujoso de Iquitos. Él antropólogo se confunde entre la gente, vive y goza al mostrar a cada personaje o momento, pincelado por Bendayán o captado por el lente de Falconí, saca del anonimato al chauchero, al canillita, hasta nos refresca la memoria el recordado colectivo tragado por una calle frente a la Plaza 28 de julio. Gracias a esa agudeza que fluye en él, transforma lo simple o sencillo en maravilloso o fastuoso y lo cotidiano en extraordinario; sencillamente, su mirada va más allá de lo común.
El antropólogo reconoce que de manera tardía conoció la selva peruana, pero eso no fue un impedimento para tener más de cinco presentaciones de su muestra y quizá lleva la delantera a muchos que viven en la ciudad. “Mi primer contacto con la Amazonía es por una investigación de la catedrática y antropóloga de la PUCP Norma Fuller sobre un trabajo de investigación de masculinidades en tres ciudades: Cusco, Lima e Iquitos, creó que ahí empezó todo mi interés inicial por la Amazonía y fue más académico; cuando yo ingresé a la universidad mi conocimiento del Perú era Lima y la costa norte, la zona rural era desconocida por mi persona, empiezo a tener mi primera experiencia con comunidades campesinas del Cusco. Y, realmente para mí la antropología andina fue un descubrimiento personal que despertó mi atracción, trabajé ahí durante cinco años aproximadamente. Me sedujo la migración rural – urbana, haciendo que viaje a estudiar una maestría en Inglaterra y luego un doctorado en geografía en Australia, ambos estudios fortalecieron mis conocimientos académicos, tuve una mejor visión del paisaje bajo conceptos sociales y del imaginario del mismo. Fui invitado a ser profesor en la Escuela de Antropología de la PUCP y junto a mi esposa Laura teníamos que optar en qué ciudad íbamos a desarrollar la investigación ¿Cómo son representados los paisajes culturales?, inicialmente pensé entre las ciudades de Piura e Iquitos, bajo la conceptualización del río. Abordar esa relación en términos laborales, sociales, artísticos, culturales y literarios era fascinante; al bajar del avión me quedé absolutamente maravillado de Iquitos y decidí que acá empezamos este gran proyecto, el río es intrínseco en la vida del amazónico, el río es comunicación, el río es vida; es decir, el río siempre fue y será una fuente de inspiración, suficiente razón para estar nosotros en esta bella ciudad”.
Keiko Fujimori ya no puede ganar elecciones por sí sola. Lo sabe. El electorado le ha dado la espalda, las encuestas la humillan con memes comparándola hasta con un panetón, y su apellido, antes sinónimo de poder, hoy arrastra el peso de los procesos judiciales y el desgaste de tres derrotas presidenciales consecutivas. Pero en la política peruana, donde la ambición y el oportunismo son moneda corriente, la heredera del fujimorismo tiene un as bajo la manga: su ejército de satélites, esos personajes que, por dispersos o contradictorios que parezcan, terminan orbitando alrededor de su maquinaria.
Rafael López Aliaga, el «cristiano» que pacta con cualquier demonio con tal de arañar votos; César Acuña, el meme andante, el eterno candidato que compra conciencias y personajes como quien adquiere franquicias de pollo a la brasa; Vladimir Cerrón, el ideólogo radical que hoy se codea con los mismos a los que antes llamaba «fachos»; Carlos Álvarez, el operador de Montesinos, el cómico que mueve hilos en las sombras; Philips Butters, el comunicador que pasó de criticar a Keiko a justificarla; Carlos Neuhaus, el tecnócrata que sueña con revivir un fujimorismo «light»; Hernando de Soto, el economista que un día la respalda y al siguiente la abandona; Rafael Belaunde, el aristócrata que busca relevancia en un partido desconocido y desenganchado de la realidad popular; y Fiorella Molinelli, heredera de los despojos de Kuczynski, que intenta lavar la imagen de una estructura carcomida por la corrupción. Todos, en su propia medida, son piezas de un rompecabezas que Keiko arma con paciencia de ajedrecista.
El cálculo es simple: mientras más dividido esté el espectro político de derecha y centro derecha más Perú Libre, más chances tiene ella de colarse en una segunda vuelta. Acuña y Cerrón, por ejemplo, ya le hacen el trabajo sucio en el Congreso, manteniendo a flote a un gobierno débil como el de Dina Boluarte, quien, según rumores de pasillo, ya habría pactado una salida controlada que beneficie a la lideresa de Fuerza Popular. No es casualidad que la bancada naranja evite hundir a la presidenta, a pesar de los escándalos de sangre,represión, corrupción con sus wuaykis, el escandaloso caso de las cirugías a cambio de puestos en el estado, etc. Todo forma parte de una estrategia fría: desgastar a los rivales, fragmentar el voto antisistema y esperar que, en 2026, el cansancio ciudadano lleve a los peruanos a elegir, una vez más, entre «el mal menor».
Pero hay un problema: estos satélites le serán leales un tiempo. Acuña quiere ser presidente desde hace décadas, Cerrón sueña con una revolución marxista falsa y no le importa casarse con cualquiera que le dé espacio , López Aliaga se cree el mesías de la derecha, y los demás solo buscan su tajada. Sin embargo, a Keiko no le importa. Porque en el Perú de hoy, donde la política es un negocio de egos y supervivencia, la dispersión es su mejor aliada. Mientras sus rivales se devoran entre sí, ella sigue ahí, paciente, esperando que el pánico a un país ingobernable haga que incluso sus críticos terminen votando por ella, solo para evitar algo peor.
El 2026 se acerca, y aunque muchos se burlen del panetón, la historia podría repetirse: en un mar de candidatos mediocres y ambiciones desordenadas, Keiko Fujimori, la eterna candidata, podría volver. No por mérito propio, sino porque sus satélites, sin quererlo, le allanan el camino.
El poeta insigne de Kloaka se ha ido. Ya no los veremos por las calles del centro de Lima o por VES buscando libros, conversando con los vecinos de las esquinas o muy preocupado por sus perros “Tupacamaru” y “Micaela”. Hace poco más de un año partió su señora madre. Su metamorfosis en el “Tío Factos” para los flashes, le hizo olvidar por un momento de todas sus penas, hambre, frío y sus noches de vendedor de libros junto a otros amigos de la resistencia y vanguardia cultural.
Hace poco nomás había publicado su fabuloso poemario: “Un Infierno Iluminado” que contó con la ayuda del gran Gonzalo Portals para su edición. Y yo escribí “Un infierno para GG” que tuvo un reclamo que yo acepté porque, en realidad, GG nunca nos habló del lado negativo de Dante Alighieri sino de la luz, el cielo, el paraíso. Y se lo dije y me dio un gran abrazo.
Recuerdo que en la feria que dirige Juancito Mayanga, en la plaza de La Solidaridad, apareció Guillermo “El tío Factos” desesperado y me dijo: “ayúdame a buscar a mi perrito” y salimos a peinar las calles arenosas de VES. Esas eran sus mayores preocupaciones. Leer al destajo sobre contracultura, cine, rock, filosofía, cómics, etc. Y últimamente su programa en streaming con Roro y Network.
Había publicado otros libros: “Ulkadi” (1987) y La Muerte de Raúl Romero (1987) y muchos textos sueltos que enviaba vía correo o colgaba en sus páginas. El maestro Alfonso Torres Valdivia le dedica varios párrafos y capítulos en su novela “Kloaka” y también en su relato “El Xenófono” donde incluso pone una foto suya.
El domingo por la noche estuvo llamando y mandando mensajes de voz y de texto a varios amigos. Ahí les hacía saber que se sentía muy mal. “las cosas como son y acá no hay casualidades. Como la Roro ya es empresa, han jugado con sus criterios torpes empresariales. No valoraron el programa. Ni antes. (…) ha provocado un fuerte ataque de depresión en mí. No pánico ni ansiedad, pero si angustia. Lo resuelvo yendo a vender libros en la calle y hablar hxxvxdas con la gente de ahí. Uno trata de hacer algo y es troleado, insultado, humillado, mangoneado, y al final, lárgate mxxrdx. En este país los miserables triunfan y los tranquilos los cxgxn.”
Gran parte de la aventura poética de la generación del 70 —especialmente de Hora Zero— se fundó en la búsqueda de un lenguaje que pueda atrapar la existencia. Así, en esa feroz batalla con la forma, hay un imperativo de demostrar que la realidad está hecha de palabras. En esos horizontes de hibridación, ubicamos “Entonces” (2024) de José Cerna.
La propuesta destaca tanto a nivel de la edición como de la apuesta poética. Por el lado editorial, el libro es inusitado: expande los típicos A5 por una suerte de documento naranja que se abre como quien pela una fruta. Otro detalle es que las hojas no se encuentran cocidas ni pegadas a un lomo. En relación a la escritura, confirmamos el tono coloquial ya imperante en su anterior libro (Ruda), aunque ahora matizado por crear estructuras diversas a nivel estrófico.
Ambos libros comparten el verso de corte épico, que canta y cuenta, donde lo predominante es el habitar la ciudad y la sinestesia de lo cotidiano: “En esta esquina de Carabaya y Colmena/ un árbol seco extiende la mano”. En ese sentido, el poemario refleja los caminos más populares por donde transita la multitud de peruanos. Poetiza las avenidas, respira detalles y movimiento en medio del agitado vivir urbano. Sin embargo, no hablamos de una escritura espontanea —ni del alocado tecleo del enter para provocar los espacios en blanco— sino del trabajo de mostrar la respiración del caos en diferentes sedimentos. En medio de las aliteraciones, se observa el propio discurrir del yo poético mientras escuchamos la voz de la ciudad. Entonces del bucle (hombre-ciudad) surgen las imágenes galopando incesantes y las capas líricas se unen, rompen, golpean, desatan y desparraman por la mente del lector.
¿Qué pasa cuando un poeta abre los ojos y observa su realidad? Posiblemente, llora o se queda mudo. A veces, claro, escribe. Y Cerna sabe aguantarlo todo y versar. En relación a la tradición, se acerca a obras como Un par de vueltas por la realidad o Los extramuros del mundo. Lo único malo del libro: vale 150 soles, un lujo inaccesible para las grandes mayorías.
Al estilo Charles Bronson: sanguinaria ancianita mata a dos presuntos ocupas en México [VIDEO]
La política de abrazos y no balazos del gobierno mexicano sucumbe como lo hicieron dos presuntos ocupas, padre e hijo, que encontraron la muerte a manos de una anciana que se hartó de que atropellaran sus derechos.
A sangre fría y sin mayor dilación la mujer disparó a quemarropa a dos hombres cuyas edades sumadas no alcanzaban la edad de la mujer (ella tiene 74, sus víctimas 51 y 19 años). El nombre de la adulta mayor es Carlota.
Sin lugar para los débiles
Los hechos ocurrieron el pasado 1 de abril y dejaron como saldo la muerte de un hombre adulto y un adolescente. La investigación apunta a que el incidente estaría relacionado con un conflicto por la posesión de un inmueble ubicado en la colonia Unidad Habitacional Ex Hacienda de Guadalupe, en el poblado de La Candelaria Tlapala, dentro del municipio de Chalco.
Doña Carlota llegó al lugar de los hechos en un vehículo Ford Fiesta de color gris, acompañada por un hombre y otra mujer. Según se observa en las imágenes, tanto la mujer de la tercera edad como su acompañante masculino portaban armas de fuego.
En la grabación, se aprecia cómo doña Carlota desciende del automóvil y, junto con su acompañante, amenaza a las personas que se encontraban en el inmueble. En un momento dado, la mujer dispara contra un hombre que estaba en el patio de la casa. Posteriormente, un adolescente vestido con un short rojo intenta auxiliar a la víctima, pero también recibe un disparo que le causó la muerte minutos después.
El pasado viernes, por la tarde, Doña Carlota “N”, así como sus dos hijos, Eduardo “N” y Mariana “N”, fueron llevados al Penal de Chalco, ubicado en los límites del municipio de Chalco, en el Estado de México (Edomex), y la alcaldía Tláhuac, en la Ciudad de México (CDMX).
Se ha señalado que la hija de la perpetradora, de nombre Mariana fue quien ordenó a Carlota asesinar a las víctimas, diciéndoles:“mátalos mamá, párteles su madre”, por lo que está siendo investigados por el delito de homicidio en contra de un joven de 19 años de edad y un adulto de 51 años de edad.
No es país para viejos
La anciana mujer fue capturada durante un operativo por parte de elementos de la Secretaría de Seguridad Estatal y de Policías Municipales de Chimalhuacán. En las imágenes, se pueden ver a los agentes rodeando el inmueble y subiendo a la azotea del lugar para evitar cualquier intento de fuga… de una septuagenaria.
Ahí, una jueza dictó prisión preventiva justificada contra Carlota “N” y sus dos hijos, sin embargo, la mujer de la tercera edad, quien tiene 74 años, podrá llevar su proceso en libertad.
Trascendió que Mariana “N”, el día de los hechos, habría increpado a los supuestos invasores, diciéndoles que “si no se salieron por las buenas será por las malas, hijos de su puta madre”. Tras decir esto, volvió al vehículo en el que llegó y del que descendieron Carlota y Eduardo, uno de sus hijos, con un arma de fuego.
En redes su accionar ha recibido elogios de los internautas mexicanos mientras la violencia delincuencial no deja de aumentar cada día.