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Literatura

«La noche de la fea», un cuento de Gabriel Rimachi Sialer

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A todas las feas del mundo.

 

Estaba desnuda en la orilla, de pie, perdida la mirada en el cielo. La sal se pegaba en sus cabellos, en su pubis violento, en sus pestañas. Sonreía cuando las gaviotas bajaban la cabeza para admirarla. Vanidosa. Un temblor recorrió sus muslos y apretó dulcemente las piernas. Se tendió sobre la arena caliente, su espalda se estremeció. Modeló una almohada con la arena para recostar la cabeza y ver el horizonte adornado por sus senos redondos que remataban en dos pezones que gritaban por salir disparados al nirvana. Pellizcó uno de ellos. Luego ambos. Cerró los ojos. Mientras jugaba lentamente con uno de sus pezones, apretándolo y liberándolo, su otra mano descendió al ombligo. Trazó círculos suaves, delicados. Su respiración se agitó brevemente, acariciaba sus muslos entre sí. El sol se puso más fuerte. Dos gaviotas se posaron a sus pies. Abrió los ojos y les sonrió. ¿Qué miran? Las aves dieron un paso atrás. Ella se apoyó en sus codos. ¿Quieren ver? Las aves dieron otro paso atrás cuando ella separó las piernas, mostrándoles su jugoso misterio. Sonrió. ¿Les gusta? Las aves avanzaron lentamente, curiosas. ¡Fúchi, fúchi! Les gritó. Las aves desaparecieron entre las nubes, dejando caer una pluma que ella recogió. Sonriendo, deslizó la pluma por su piel y descubrió la textura de otra especie. Se volvió a echar sin cerrar las piernas. La pluma descendió hasta su parte más líquida y jugueteó con ese delicioso pedacito que la hacía extraviarse en el placer. El sol le calentaba los labios, pero la pluma era más fuerte que el calor. Apretó los ojos y entresacó la punta de la lengua. Su espalda se contorsionaba a cada instante y sus pezones parecían ondular a cada roce. La pluma bailaba alguna danza acompañada de su mano traviesa. Cada vez más rápido y, de pronto, más lento. Lágrimas asomaron entre sus pestañas, la pluma violenta se perdía entre la selva de su bajo vientre. Las gaviotas descendieron y la rodearon formando un círculo. Ella abrió los ojos y le gritó gimiendo: ¿Les gusta, ah? ¿Les gusta? Y sin detener el frenético arrebato de su mano, volvió a cerrar los ojos. Las aves alzaron vuelo y aquel aleteo la invadió, estremeciéndola aún más. Poco a poco, creyó que perdía la razón. Las imágenes que inventaba su mente desaparecieron con un estallido de luz. Sintió que una corriente volcánica descendía por su nuca, incontenible. Entreabrió la boca. La corriente continuaba su descenso, lentamente, gozando su camino. Y ella lloró entre gritos cuando sintió que la corriente se apoderaba de su cuerpo y de sus cabellos y sus uñas y sus dientes y sus pestañas y sus cejas y su ombligo y sus rodillas. Toda su piel se erizó. Quedó muda un momento y luego lanzó un grito que cubrió al cielo naranja de estrellas fugaces. La corriente no quería irse, y ella continuaba estremeciéndose de aquel terremoto de placer que le enviaba mil réplicas por minuto. Cuando al fin la corriente desapareció, acarició la arena todavía tibia y se estiró un poco. Entonces sonó la alarma.

Aquel ajetreo extraño, feliz, relajante, te recordó algún tiempo pasado, volando de brazo en brazo y tus cabellos perdidos en la noche como un petardo de alegría ¿Recuerdas? Aquel hombre te sostenía fuerte y era tan lindo estar así, su sonrisa tosca, sus manos enormes y descuidadas, su cabello ondulado. Luego otras manos más pequeñas como refugio, que se movían desesperadas a tu alrededor mientras volabas por los aires, cuidando que no cayeras, que no te marearas con el paseo sideral del hombre lindo. Cuidado, dijo ella, que acaba de comer. Las manos grandes te aprisionaron contra su pecho y te acurrucaste. Podías incluso sentir su corazón que ahora era tuyo, igual que el de ella que te adoraba, eras piel de sus pieles, sangre de sus sangres, amor de su amor. Señalaste hacia las luces que subían y bajaban y luego todo tuvo sentido de nuevo: el parque de diversiones recuperaba su presencia, los gritos de la gente, las risas, el olor del algodón de azúcar y tú de pronto ya cabalgabas sobre los caballitos que subían y bajaban con las luces, mientras la música parecida a tu cajita musical se perdía en la sonrisa de mamá, tan linda, con su gran lunar mágico en la mejilla, que con cada besito se ponía más lindo, pensabas, mientras decían ¡hola! Y ¡adiós! A papi, que desde la cerca metálica combatía con su nueva cámara de fotos instantáneas hasta que consiguió cuadrar bien el lente y el ¡ulb! De la foto captó tus negros ojos al desorbitarse ligeramente, pues pensaste que caerías, pero no, fue solo un susto porque ahí estaba Ella, para sostenerte cálidamente, y continuaste cabalgando como lo hacen las princesas, tranquila, y papi reía con la boca abierta y tú con él, feliz, viendo sus dientes gruesos, amarillos, sus labios estirados y esa mueca maravillosa de Rey; tú lo mirabas gigante y él gritaba ¡Mírame, princesa! Y sonreías con tu manita en alto saludando como su Barbie mientras tu otra manita se ocupaba de las riendas del corcel real que subía y bajaba y todos los demás caballitos del carrusel desaparecían y los demás niños desparecían y entonces mami era la Reina enseñándote a cabalgar y tú reías, reías como loquita y bajabas del caballito y  ya princesa, el Rey te volvía a subir por los cielos con sus manos sujetándote y mi adorada princesa, decía mientras abrazaba a la Reina, vamos a tomar un chocolate, que ya está haciendo frío…

Sentada en la cama, pensaba entre salir de ella o dormir un rato más. Aquel sueño la había desconcertado, no solía tener ese tipo de sueños, curioso, pensó. Su entrepierna estaba muy húmeda, se tocó por sobre la trusa y sintió la textura del goce. Luego por debajo de ella, se frotó torpemente, buscando sentir lo que en su sueño, sin éxito. Después de todo no fue tan malo, susurró. La habitación estaba desordenada. Encendió la tele con el control remoto. Vio al relator de noticias que siempre le había gustado, esperó a la sección de espectáculos, se estiró nuevamente, relajando todos sus músculos. Al entrar al baño se miró en el espejo: estaba con los párpados hinchados, el cabello desordenado, le habían aparecido tres pelos gruesos en un extremo del lunar, cogió la pinza, los arrancó, se lavó los dientes y al salir del cuarto de baño se vio reflejada en el espejo de cuerpo entero, que estaba al lado del ropero. No le gustó nada lo que sintió, sus senos caídos, desganados, la ropa de dormir gastada, los vellos de las axilas que asomaban indiscretos, se sintió vieja y fea, ¡pero no! Se dijo, solo tengo cincuenta y tres… aún puedo conseguir algo… La casa era pequeñísima, apenas dos ambientes desordenados a los que nadie llegaba de visita nunca, un baño con la manija desvencijada y la pintura hinchada por la humedad. De pronto sintió que todo encajaba como al salir de un sueño, era demasiado caos en el entorno y tal vez por eso no podía intentar nada. Suspiró y empezó a ordenar las cosas, separó la ropa sucia de la limpia, la colocó en la canasta que ganó en uno de los sorteos navideños del mercado, pasó la franela sobre el televisor y el equipo de música, inevitable sentirse bien en medio de tanto desorden. Poco a poco, la habitación empezó a tomar forma, los espacios necesarios para caminar iban quedando limpios, la escoba bailaba al ritmo de una canción tarareada con entusiasmo. Por fin todo estaba en su sitio. Tomó la franela y se dirigió a los cuatro portarretratos que descansaban sobre la radiola enorme que heredó de su padre, que no funcionaba para la música, pero sí para planchar la ropa. Al momento de quitar la gruesa capa de polvo descubrió los congelados rostros sonrientes en la imagen: ella y su ex marido sentados en un bote, qué será de tu vida, Daniel… por qué tuviste que irte así, de esa manera… antes de que el desánimo le ganara, frotó rápidamente el cristal, sacudió la franela y tomó el otro portarretrato, sus dos hijos aparecieron con toga y los diplomas de la graduación, tan míos, queridos, y tan lejos… por qué no se acuerdan de su madre… pasó la franela rápidamente y luego tomó las dos restantes, ya sin mirarlas, no quería recordar lejanos tiempos felices, pasos perdidos, memorias ajenas. El ropero fue su siguiente meta, lo ordenó de arriba abajo, era lo único que faltaba para completar la misión, pero al ordenar los zapatos descubrió una pequeña caja, sellada con cinta adhesiva, cubierta de telarañas y tiempo perdido. No recordaba aquella caja por lo que la llevó a la cama, se acomodó y la abrió. Fue como destapar la caja de Pandora. Fotografías de su marido y ella, de ella desnuda (con todo en su sitio), cartas que ya le eran ajenas, recuerdos íntimos, un broche y un prendedor que él le dio la noche en que cumplieron veinte años de casados… un tul negro que usaba para bailarle antes de hacer el amor, en qué momento se nos rompió el amor, Daniel, algunos cassettes que contenían las voces entrecortadas de ambos cuando se entregaban al frenesí de la pasión, tal vez te acepté demasiadas locuras, fui demasiado tuya, y un vibrador envuelto en varias capas de tela, que se conservaba intacto. Esto último la sumió en la más profunda de las fantasías, hacía tanto que no sentía estremecer su piel, hacía tanto que no se disolvía en el infinito… y el sueño de hoy, el sueño, quizás era un aviso, una señal de que algo nuevo empezaría pronto, de que como mujer aún estaba viva y deseable, viva… y deseable… 

El chocolate estuvo delicioso ¿recuerdas? Tenías los bigotes más dulces y lindos del parque de diversiones; Él te acariciaba el cabello recogido con dos cintas azules que resaltaban tu vestido rosado de princesa que Ella había cosido justo a tu medida, eres la única princesa en este reino de las diversiones, mi vida, te decía Él mientras disfrutabas golosamente del algodón de azúcar y Ella, presurosa, buscaba el pañuelo en su cartera para limpiarte los labios, las princesas son delicadas, linda, no te embarres la cara de dulce, pero tú estabas tan feliz que solo atinabas a sonreír y mirar a todos lados para no perderte ni por un segundo la diversión que te producía el ver a la gente bajar a velocidad luz por la montaña rusa, gritando como locos y te morías de la risa, mientras el Rey te cargaba nuevamente para que la aglomeración de curiosos no fuera a arrugar tu vestido hecho de rosadas alas de mariposas, y te miraba bobo los hoyuelos que nacían de tu sonrisa linda y la Reina lo abrazaba por la cintura mientras reflejaban el cuadro perfecto de la familia feliz, qué locura la de estos muchachos, ¿no, mi amor?, la Reina sonrió y le murmuró algo al oído, algo que no alcanzaste a oír por las risas de aquella noche y la felicidad que te embargaba, Él te bajó de sus brazos y caminaron tomados los tres de la mano rumbo a la salida, ya era tarde ¿recuerdas? Tus párpados caían lentamente a pesar de lo feliz que estabas pero algo te llamó mucho la atención: una pequeña fila de niñas que esperaban el turno para algo, y quisiste ir a ver y sonreíste y papi murió de amor nuevamente y vamos, pues, princesa, vamos, y mami fue con ustedes hasta la pequeña carpa donde un señor muy simpático con una señora igual de simpática estaban pintando mariposas y gatitos y tigres y flores y Ángelitos en los rostros de las demás niñas, y tú quisiste que tus mejillas también brillaran con la escarcha que se desprendía de los pinceles que cuidadosamente bailaban sobre los pequeños rostros, y le pediste a papi que por favor, por favorcito, y papi miró a mami y ambos sonrieron, murmuraron algo y sólo faltan tres niñas para que le toque el turno, mi amor, y ella está bien, mi amor, vamos por un dulce mientras espera su turno, y tú feliz cuando viste que papi pagaba con monedas brillantes al señor que pintaba las caritas tan lindas con esos colores tan lindos y esperaste tu turno pacientemente porque algunas veces, las princesas también tienen que esperar, y te dijeron que estuvieras sentadita porque solo irían por un dulce y tú, loquita, esperaste en la cola mientras mami no te perdía de vista cuando se alejaba para buscar un dulce que seguro también sería para ti, y llegó tu turno y pediste una mariposa linda, linda, que combine con el vestido que mami había cosido para ti, pero el señor simpático no te hizo caso y llamó a otra niña, y pensaste que a lo mejor la señora simpática sería la que pintara la mariposa pero cuando acabó con la niña de rostro de gatito, llamó a la otra, y no te hizo caso cuando le dijiste que era tu turno y pasaron cuatro niñas más mientras veías que en una mesa, no muy lejos, papi y mami se tomaban de la mano tomando algo caliente sin perderte de vista, pero no te atreviste a decirles nada, te faltó valor, ¿verdad? A lo mejor la demora se debía a que aún los señores simpáticos no encontraban la imagen ideal para ti, pero no te hacían caso, y cuando llegaba nuevamente tu turno, el señor simpático llamaba a otra niña que estaba detrás de ti, y no soportaste el desplante porque a las princesas no se las hace esperar tanto, y el señor simpático te miró de una manera extraña y luego miró a la señora simpática que hacía dibujos lindos y sonreíste pidiéndoles cortésmente que dibujaran una mariposa en tu rostro lindo, y la señora simpática dijo algo acerca de tu lunar igual que el de mami, linda y el señor se pasó la mano por la frente y te tomó del mentón y ensayaste la mejor de tus sonrisas, que estalló en mil pedazos cuando dijo que era imposible arreglar con pintura algo tan feo y no entendiste al principio, ni aún después, cuando papi te cargaba rumbo a casa, que desde ese día no fue más el palacio, y mami sollozaba en el asiento del auto que no fue más el carruaje, y aprendiste lo que era la realidad, mientras te cubrían con la frazada, y papi, mordiéndose los dientes contenía las lágrimas mientras que las tuyas, de un dolor universal, se perdían inexorablemente en el infinito…

La tarde se mostró generosa, tibia, al parecer sabía lo que vendría, imaginaba la escena final, la explosión y mil estrellas. Las personas que caminaban a su alrededor, sumidas en sus propias preocupaciones le parecieron aves perdidas, con destinos distintos y tan lejanos. En su mente solo se atiborraban las imágenes posibles de esa noche. Compró lencería, gastó lo que hacía tanto tiempo no gastaba en ella. La peluquería le quitó más tiempo del debido, pero valía la pena esperar, se acomodó el moño delantero en el espejo y el maquillaje disimuló algunas cicatrices del acné. Llegando a la bodega compró dos botellas de vino dulce y seis pilas grandes. Las escaleras le parecieron más cortas aquella vez, subía danzando, el choque entre las botellas producía un ritmo a su caminar y ella lo seguía. Cuando abrió la puerta vio que todo estaba impecable y ordenado, como si la habitación la estuviera esperando y ya supiera para qué.

De pronto ya estabas enamorada, ¿recuerdas? Aquel príncipe maravilloso, de sonrisa tierna y ojos claros, lindo cuando pronunciaba tu nombre y de pronto entraba en tus sueños y él te rescataba de los monstruos, ya eras una señorita, ya tenías las vergüenzas del fin de mes y los cólicos que te acercaban más a tu condición de mujer y de pronto todo era tan claro, tan sencillo, había tanto sol en tu camino, y esa sensación de creerte correspondida te invadió como una ola de alegría, te llenó. Nunca te diste cuenta de las miradas que te observaban esperando ver en qué momento caer sobre ti, jamás pensaste que el príncipe pudiera haberte hecho eso, que las cosas más simples a veces pueden ser las más crueles, ¿verdad? Y nunca olvidaste la tarde aquella en que el mundo se terminó de caer por segunda vez y para siempre, cuando él te dijo que te quería y tú cerraste los ojos esperando con el corazón a mil que esos labios se posaran sobre los tuyos, que lo habían esperado trece años, la blusa de tu uniforme se estremecía de los nervios y entreabriste la boca cuando oíste las risas y las burlas y sentiste que el mundo giraba locamente y sentiste miedo y pensaste en papi y el entierro y las lágrimas y la falta de protección y sus últimas palabras, nunca estarás sola, princesa, nunca, y de pronto sentiste que tu falda se levantaba y que te tomaban de los brazos y te resististe pero ellas eran más y el príncipe se tornó en monstruo y te arrancaron la toalla higiénica y la viste pegada en la pizarra mientras todos estallaban en risas y palmeaban la espalda del monstruo mientras los vítores invadían tu alma y la voz de aquellos labios que hubieras querido para siempre decían que estabas loca, que jamás habría podido compartir contigo ni uno solo de sus besos, mientras las demás chicas gritaban enloquecidas entre risas que estaban sorprendidas, pues acababan de descubrir que los monstruos también sangraban…

La habitación estaba iluminada por tres velas que despedían un suave olor a coco, ya el vino había trepado lo suficiente como para otorgarle aquel halo de magia que extrañaba tanto, ya la conversación en la gran fantasía de su sueño se había tornado en un coqueteo descarado. La imagen que compartía con ella aquellos momentos ya la había invitado a estremecerse nuevamente, a vivir, a sentirse… Lentamente inició el rito perdido de tocarse, a cada deslizamiento de sus dedos aparecía una corriente eléctrica que la obligaba a imaginarse aún situaciones más intensas, pero en el juego erótico el truco de la gran explosión está en el control. Retardó lo más que pudo ese momento, hasta que no pudo más y descubrió la tela que envolvía el vibrador, lo acarició de arriba abajo, mientras sus palmas se estremecían bajo aquel temblor permanente, lascivo, ya no era dueña de la situación, ya era la hora de la entrega, el frenesí exhalaba a golpes cortos y continuos entre sus labios. Acercó el aparato de látex a su piel y percibió que necesitaría de toda la concentración posible para hacer de aquel momento un recuerdo eterno. Tal vez fue su premura, su necesidad de sentirse lo que desvió su atención por unos segundos, los suficientes para hacer que el vibrador resbalara entre sus manos y en su afán de atraparlo, cayera de la cama volcando los platos donde descansaban las velas. La botella de vino se quebró y el líquido le empapó las medias nylon, la copa que descansaba sobre el velador se volteó y fue a dar sobre su rostro, la llama de una de las velas había iniciado su lenta expansión sobre el aparato de látex que aún vibraba, y a cada vibración se desprendían pequeñas gotas fundidas que se perdían en el suelo, hasta quedar convertido en un charco negro al que tuvo que ahogar con la almohada. La habitación quedó a oscuras. Lentamente se incorporó frotándose los ojos, fue hasta la puerta y presionó el interruptor de la luz. Vio su cuarto como había estado antes de arreglarlo, salvo que ahora una mancha negra de lo que pudo haber sido un recuerdo eterno adornaba el suelo. Apagó la música y corrió al baño, en el lavabo se enjuagó el rostro, su corazón latía fuertemente, recién empezaba a darse cuenta de todo. Al salir, quedó petrificada con la imagen que le devolvió el espejo de cuerpo entero: tenía las medias corridas por algún pedazo de vidrio, la gran mancha lila del vino había estropeado su baby doll, un seno pobre se desbordaba de la copa izquierda, y al frotarse los ojos había convertido su maquillaje de peluquería en un disfraz de mapache. Le causó mucha risa ver todo aquello. Daniel, por qué te fuiste así, sin más ni más, por qué… y entonces recordaste de golpe todo lo ocurrido, ¿verdad? Apretaste los puños y caminaste hacia la radio, intentaste asimilarlo todo como una jugarreta del destino, princesa derrotada, falsa princesa, tu pequeño reino jamás existió, ¿cierto? Y entonces te sentaste en el piso, muerta de risa hasta que no pudiste mentirte más y decidiste ser sincera contigo misma, aunque sea por una sola vez en tu vida; y cogiéndote desesperadamente los cabellos, empezaste a llorar…

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Gabriel Rimachi Sialer. Escritor y periodista. Autor de los libros de cuento "Canto en el infierno", "El color del camaleón", "El cazador de dinosaurios", "Historias extraordinarias", "La increíble historia del capitán Ostra" y de la novela "La casa de los vientos". Responsable de antologías de narrativa fantástica, cuentos suyos han sido incluidos en importantes antologías. Dirige el podcast "Libros que arden" en Spotify y el Círculo de Lectores Perú www.circulodelectores.pe

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Literatura

Escritor Antonio Muñoz Monge: “Londres está más cerca del Perú que Lima”

Para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú, el escritor y periodista Muñoz Monge, aseveró que “A Lima nunca le ha interesado el Perú”. Asimismo, reveló que en el bar Palermo que quedaba cerca al Parque Universitario conoció a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña y a Jorge Acuña, entre otros intelectuales.

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Conversamos con Antonio Muñoz Monge, escritor sanmarquino de alma andina, a sus 83 años lleno de palabras sabias. Periodista, difusor del quechua y la memoria ancestral, ha tejido con veinte libros los hilos del Perú profundo. La charla fluyó con calidez: nos habló de su infancia, de los cerros que le enseñaron a escuchar el viento, de la política, los amigos que partieron, y ese amor intacto por la tierra que nunca olvida.

Aquí la entrevista:

Toño, tú vienes de una región que no es la capital y te has formado conociendo la cosmovisión andina, el terruño, el clima, las costumbres y las lenguas, ¿eso marcó tu niñez y juventud?

Definitivamente. Yo nazco en la ciudad de Pampas, capital de la provincia de Tayacaja, en el departamento de Huancavelica, donde viví hasta los 8 años de edad. Y a la muerte de mi madre viajé a Coracora, en Ayacucho, donde mi papá era juez. De ahí estuve con mi papá en Abancay, donde fue vocal de la corte y luego viajé a Moyobamba, en San Martín, donde también fue vocal. Todos esos lugares y muchos otros más me han marcado y han influido en lo que yo escribo. Es una suerte de que haya conocido tantos lugares y después, ya como periodista conozco casi todo, más del 50% del Perú.

Cuando llegaste a Lima ¿cuáles fueron tus primeros escarceos para escribir artículos o colaborar en medios?

Yo estudié hasta el tercer año de media en el Colegio Serafín Filomeno de Moyobamba, en San Martín, y después llegué a Lima a estudiar el cuarto y quinto año de media en la Gran Unidad Escolar Ricardo Palma de Surquillo. De ahí ingresé a la Universidad San Marcos y a los dos años comencé a escribir en el diario La Prensa. Es el primer diario donde escribí, y dejé la universidad porque ya me metí de lleno al periodismo. Escribí en todos los diarios, en El Comercio, en La República, en Expreso, en El Peruano.

¿A qué edad entras a la universidad, a San Marcos?

Ingresé a los 19 años de edad.

¿Anécdotas con la gente del Patio de Letras, poetas que recuerdes?

He tenido la suerte de conocer a César Calvo, Reynaldo Naranjo y a Washington Delgado, que era profesor. El Patio de Letras era un símbolo de un grupo, no solamente de escritores y artistas, porque además uno sentía que ahí se difundían las ideas.

Otrora ‘Patio de Letras’ de la Universidad Mayor de San Marcos en el centro de Lima.

En esa época la Católica todavía no…

Era un poco lejana. Pero en San Marcos sentía que en la conversación, en la amistad con tus compañeros había una idea. Había ideas que flotaban en el ambiente, ideas sobre un Perú, sobre nuestra patria. Y de ahí, junto con estos mismos amigos sanmarquinos conocí El Palermo, que era otra “universidad”, El bar Palermo quedaba en La Colmena; en verdad era un anexo de San Marcos. Cada mes era un grupo literario, o, un partido político.

Porque quedaba al frente de la Casona San Marcos

Junto al Parque Universitario. Ya no existe. Ahí tuve la suerte de conocer a todos, a Oswaldo Reynoso, a Eleodoro Vargas Vicuña, a Jorge Acuña Paredes, y a todos los grandes…

Los profesores también eran ilustres ¿te acuerdas de Raúl Porras Barrenechea?

Mucho antes. Porras también estaba ahí, pero también se iba al jirón Azángaro, donde Juan Mejía Baca, el editor. Ahí también era un sitio de reunión de los consagrados, de los catedráticos.

¿Y el otro bar ‘Chino Chino’?

El ‘Chino Chino’ estaba al frente del Palermo.

¿Por qué le pusieron ‘Chino Chino’?

Pancho Izquierdo López, el gran pintor, estaba en tragos y le puso ‘Chino Chino’ porque siempre atendía un chino. Llegó en tragos y vio dos. Y dijo: este chino… es otro chino.

Estábamos en el Palermo y cerraban a determinada hora, a la 1 o 2 de la madrugada, y alguien gritaba, la revolución está al frente, y nos íbamos al ‘Chino Chino’.

Pero había otros bares como el ‘Negro Negro’, que quedaba en el sótano de los portales de Plaza San Martín

Sí, pero en la calle Quilca también estaba ‘El Queirolo’. De ahí nacían ideas, nacían grupos literarios, Hora Zero es de ahí.

¿Llegaste a ver a Martín Adán?

Lo conocí. Era difícil, casi imposible hacerle entrevistas. Pero en El Palermo todo el mundo sabía quién era Martín Adán. Y me acordé que Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez y Eleodoro Vargas, hablaban siempre de él, incluso discutían. Y una noche, Oswaldo se fue al fondo y se sentó. Había una mesa privilegiada que le decían ‘Los dioses del Olímpico’, donde estaban sentados los que te he mencionado, los escritores consagrados, Reynoso, Vargas Vicuña, Naranjo, Antonio Gálvez Ronceros y Miguel Gutiérrez. Entonces, Oswaldo se puso de pie y se acercó a Martín Adán, que se estaba retirando, y le dijo: “Poeta, después de César Vallejo, sin ninguna discusión, usted es el más grande poeta. Pero en esta mesa que estoy sentado, hay una discusión permanente, no sobre su poesía, como le digo, después de Vallejo es usted. La discusión es sobre su prosa”.

Y Adán se hizo el sordo y le dijo: ¿qué me está diciendo? “Que estamos discutiendo sobre su prosa, no sobre su poesía, porque usted es un gran poeta”. “Fíjese usted”, dijo Adán. Y se fue caminando con prosa y se despidió.

“Esto es mi prosa”, respondió.

El famoso Bar Palermo quedaba en avenida Nicolás de Piérola Nº 1183, frente a la Casona San Marcos.

Has mencionado a escritores de otras regiones, que radicaban en Lima, pero no has hablado de ningún escritor, vamos a decirlo, criollo. De un limeño.

Julio Ramón Ribeyro y Toño Cisneros. Con Toño he sido amigo, con Julio Ramón, lo entrevisté porque yo trabajé con uno de sus hermanos y gracias a él lo pude entrevistar a Julio. Y otro limeñísimo, como tú dices… muy pocos. A Lucho Loayza no lo alcancé.

Eres un aficionado de la música andina y conociste a muchos artistas ¿Podrías mencionar de repente a Flor Pucarina? ¿Qué te recuerda?

Leonor Chávez Rojas, ‘Flor Pucarina’ nació en Pucará, a 10 kilómetros de la ciudad de Huancayo. Y hay 9 Pucarás en todo el Perú. Pero el Pucará, de ‘Flor Pucarina’ de Huancayo fue cuartel general y baluarte de Andrés Avelino Cáceres en la guerra con Chile. El entierro de Flor Pucarina aquí en Lima, tuvo más de 10 cuadras de gente, y al día siguiente se preguntaron, ¿quién es este personaje, porque ni un presidente logra reunir a tanta gente?

Algo parecido al funeral de Chacalón

Claro. Ese es el otro Perú, el Perú negado, el Perú del Cholo, del indio, que es nuestra cultura verdadera. Tenemos cientos de leyendas y mitos que conforman nuestra ideología, nuestra manera de ser.

Por fortuna entrevisté al gran pintor Luis Palao y mencionó literalmente que “no había ni mierda en Lima”. Que las luminarias de arte, literatura y poesía nacieron en diferentes regiones del Perú ¿Qué opinión te merece eso?

Muy bien; la pregunta es importantísima. Hay un libro de Teófilo Altamirano, es un libro escrito hace más de 35 años, que decía, entre otras cosas, lo primero que hace un provinciano cuando llega a Lima es buscar su institución, su club, su referencia. ¿Quién es el secretario de la institución? ¿Por qué? Porque en el mundo andino hay un concepto no individual. Hay una comunidad del aire, de reciprocidad. Hoy por ti, mañana por mí. El mundo andino vive en comunidad, no vive dentro de un egoísmo. Justamente es la condición humana del mundo.

Muy diferente a la visión del capitalino

Exacto. Y ahora dicen que hay cerca de cien mil instituciones de provincianos. Yo he estado infinidad de veces, en todos los coliseos donde se hacían huaynos; en el Coliseo Nacional, en el Coliseo del Puente del Ejército, en la carretera central.

Hace muchos años coincidimos en una premiere para ver la película ‘Coliseo’, que trataba sobre el mundo del Huaylas. Y la vimos contigo y con el gran director de fotografía Jorge Vignati

Qué buena memoria la tuya. Con Jorge Vignati, con José Huamán Turpo, con la familia Rosenthal, con Christine y Kurt Rosenthal, hicimos un documental sobre el hombre que llegó de Coracora; sobre un músico charanguista coracoreño, Roberto Tevez. Después viajamos casi por todo el Perú, con Vignati, Javier Silva Meinel, y Huamán Turpo para registrar las fiestas costumbristas del Perú andino, especialmente.

Solamente pensar en la Virgen del Carmen en Paucartambo en el Cusco, es una locura. Los grupos de teatro de Lima van a aprender a estudiar allá, en la fiesta. Por ejemplo, hay unos personajes que son los diábolos que están prendidos en los techos, en los árboles, que no pueden ver a la Virgen, y están llorando por no poder verla.

Y hay un momento en el que están bailando varias danzas, casi a empujones, alrededor de un árbol tendido en el piso. Yo pregunté, y me dijeron: “vienen a robarse la Imilla” ¿Y qué cosa es la Imilla? “Es la madre de las semillas”. Tú te llevas esa Imilla a tu pueblo y producen todos los productos. Es casi mágico.

Antonio Muñoz Monge, con Jorge Vignati y el entrevistador en la premiere de la película Coliseo en setiembre de 2012.
 

El ciclo de vida es inexorable. Acaban de partir a la eternidad el Nobel Mario Vargas Llosa, el modelo artístico Rodolfo Muñoz, y el actor-mimo Jorge Acuña ¿Qué impresiones?

Mario Vargas Llosa innegablemente era un trabajador insaciable. Tiene más de veinte y tantas novelas. Era un gran escritor. Debe haber algún problema, no sé si de entendimiento; pero un problema humano con Arguedas. Él tiene un libro: ‘La Utopía Arcaica’. Es un amor-odio. Reconoce a Arguedas, aunque también le pone algunos peros. Yo creo que es uno de sus pocos defectos. Pero sí rescata la memoria nuestra en varias de sus obras. No solamente en Lima, no solamente en el Colegio Leoncio Prado. Él habla también, por ejemplo, de la selva, del norte, de Piura. Realmente es un gran escritor.

Algunos entendidos admiran sus ensayos. Sin embargo, ¿crees que su visión política fue errada?

Él perteneció al grupo Cahuide en San Marcos, que era un grupo de izquierda en la universidad, donde estaba Héctor Béjar, Félix Arias Schreiber y el padre de los Humala, Don Isaac.

Estamos hablando cuando MVLL era admirador de Fidel Castro

Y de ahí renuncia. Pero tenía ese defecto, no sé si congénito. Choleaba mucho. Yo tengo testigos presenciales, entre ellos Félix Arias Schreiber que cuenta que les decía: ¡Quédense ustedes en este país de indios, de cholos, y yo me voy a Europa! Tenía ese problema.

Antes era casi una institución cholear.

Actualmente, no se va del todo eso de cholear

Se ningunea al indio, al cholo. Eres buena gente, pero eres serrano. Eres tal cosa, pero eres serrano. Augusto Salazar Bondy escribió un libro: ‘La cultura de la dependencia’.

La gran metrópoli, en este caso Estados Unidos, antes Europa, impone en ti una conducta de ser y entonces copias hasta la manera de caminar. Me lo dijo Luis Millones Santagadea, no cambio una sola palabra: “La Plaza de Armas de Lima fue construida deliberadamente para que los que caminaran por ahí, caminaran sacando el pecho”. Y me dijo: ¿tú sabes lo que es prosa como provinciano? Sí, le respondí. En provincias prosa es sinónimo de limeño. El limeño camina sacando pecho y mirando arriba. Pero ahora ya no encuentras ni un limeño.

¿Cuál fue esa frase del polimata alemán que llegó a Perú?

Ah, Alexander von Humboldt, decía: “Londres está más cerca del Perú que Lima del Perú”. Yo tuve que leer eso cuatro veces para entender que Londres, la capital de Inglaterra, de Gran Bretaña, está más cerca del Perú que Lima del Perú, para graficar la indiferencia de Lima hacia el Perú. A Lima nunca le ha interesado el Perú; es un anexo. Está en otra parte. Lima siempre ha admirado al extranjero. Cuando José de San Martín vino aquí, el grupo de poder económico de Lima le dijo: ¿qué independencia? hay que buscar un príncipe europeo.

Y lo más sorprendente es que Lima sigue creyendo que es el Perú

En la guerra con Chile no participó un limeño ¿Por qué? Porque era una guerra de indios. Y ese prejuicio existe. Es la gran metrópoli. Nosotros imitamos todo lo que dice y lo que come Estados Unidos. Es la moda. Todo es un complejo de dependencia.

No nos olvidemos de Jorge Acuña. Acaba de fallecer y era tu amigo

Con mucha pena.Para mí era un niño grande, un genio maduro. Era un espíritu pleno. Jorge Acuña estaba permanentemente creando, pero sin olvidarse de su origen.Y todo lo hacía con metáforas, con juegos. Yo me acuerdo, por ejemplo, que viajamos a un pueblo y él nos apostó a Maynor Freyre y a mí, que íbamos a llegar a Huancayo sin gastar un medio. y le dije: ¿cómo vamos a hacer eso?Entramos al tren y comenzó a actuar. El público le daba dinero y nos sobró dinero.

A pesar que fue un actor de la calle, Jorge Acuña tenía formación académica y fue muy estudioso del arte dramático

En una oportunidad, en los ochentas yo llevé a Jorge Acuña y a Ricardo Blume, a ver la ‘Maqtada de Cáceres’ en un campo en Huachipa, que es una obra de teatro que representa un pueblo de Jauja. No eran actores profesionales. Es el pueblo que viene a Lima a representar la guerra con Chile donde estaban las Rabonas. Estábamos Jorge Acuña, Ricardo Blume y yo. Ellos apuntaron con una delicadeza todos los datos y toda la obra que estábamos viendo. Entonces, en una escena los actores iban a cruzar un río, y arrojaron un plástico para simular el río y lo cruzaron. Terminó la obra y Blume me dijo: “ni el mejor teatro griego hace esto”. Y Jorge se agarró el pantalón y dijo: “mi pantalón sigue mojado; yo también quería cruzar el río.

¿Qué más decía Ricardo Blume de Jorge Acuña?

Que era en potencia un actor inacabable. ¿te habrá contado alguna vez cómo es que descubre el arte? Y nadie cree. Y es cierto; a mí me lo juró.

Me dijo: “Yo tenía 5 o 6 años y escuché una voz como si me llamaran. Abrí la puerta de mi casa en la selva y vi un zapato puntiagudo y además grande, inmenso el zapato. Y seguí buscando el cuerpo, y era un señor que estaba apoyado en la acera de enfrente, con una bocina en la mano, apoyado en los techos; era un gigante. Y le dije, ¿quién es usted, señor? Y me dijo: -yo soy el que anuncio la llegada de los circos a tu pueblo-. Y ahí nació todo”.

El pasado 30 de abril falleció Jorge Acuña, el mimo que habló con el alma y amigo de Antonio Muñoz Monge.

¿Qué ha pasado con los gobernantes en los últimos años que han ido menoscabando el aparato público?

Yo creo que esto es una mafia. No es que creo. Existe la mafia, sinceramente. A veces tenemos miedo, vergüenza, prejuicios, y no queremos hablar las cosas con su nombre propio. Yo no sé, que me critiquen, pero tú no puedes aceptar a un japonés como Fujimori, que no solamente hizo contrabando con drogas, y ha esterilizado, no sé si la palabra es correcta, a más de 400.000 mujeres andinas para que no puedan tener hijos. Todas son andinas, de Huancavelica, Ayacucho, Huánuco, y Cerro de Pasco. Eso es un crimen. Pero lo veías cargando al Señor de los Milagros. Entonces, yo pregunté a mucha gente humilde, ¿por qué han votado por Fujimori? Es el famoso asistencialismo. Nos llevaba zapatos, nos llevaba pan, me decían.

Tu pregunta me sirve para decir que nos falta identidad. Por ejemplo, el poema de Vallejo dice: “¿Hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos debe?” Y nadie espera lo que no se nos debe. Hasta cuándo estaremos esperando. Lo que quería decir Vallejo, era: hasta cuándo vamos a esperar esta situación. Y en qué momento estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre.

Tampoco hay mal que dure mil años

Ahora, hay un fenómeno importantísimo que yo lo he aprendido en los viajes y lo he aprendido de los campesinos cuando salíamos muy de niños y a cualquier edad al campo. Me parece un sueño cuando nos decían: “Niño, a este animalito no hay que matarlo”. ¿Por qué? le decíamos: “Porque se llama, zara-pojochi”. Zara es maíz y pojochi con su canto hace madurar el maíz. Por eso teníamos maíz.

¿Es todo un ecosistema?

Hay un diálogo con la naturaleza. Hay fiestas al agua, a la Luna, al Sol. Hay fiestas. En Huancayo, parte del Huaylas es la cosecha de la papa. Don Zenobio Dagha Sapaico, que ha dejado más de 500 composiciones, tiene un huayno… que mucha gente me dice: “Me encanta ese huayno que se llama Yo soy huancaíno”.

Eres barranquino de corazón. ¿Qué opinión te merece el barrio de Barranco?

Lindo. Ha sido inundado, ahora sí lastimosamente por un turismo equivocado, pero es hermoso.

En los últimos años ha tenido mala suerte con sus alcaldes

Eso parece que es un fenómeno. No se puede caminar, todas las calles han sido levantadas, cambiadas.

Se supone que se tiene que ejecutar las obras

Es para robar pues. Yo facturo el presupuesto para arreglar estas veredas, las triplico y listo.

Nuevamente te acaban de condecorar en la Asociación de Clubes Departamentales. Cuéntanos eso

La Asociación de Clubes Departamentales en Lima ha clasificado a las regiones. Cada departamento ha presentado a la persona que dignamente representa. A mí me ha presentado Huancavelica, pero además de ser representante de los escritores huancavelicanos, me acaban de dar un diploma de personaje ilustre de Huancavelica. Yo soy, como te digo, de Pampas de Tayacaja.

Tienes varias publicaciones. Has escrito prosas, narrativa, poesía, has hecho una especie de ensayo sobre el análisis de algunos exponentes andinos. Actualmente, a tus 82 años ¿hay un nuevo proyecto?

Sigo escribiendo.

Antonio Muñoz Monge leyendo uno de sus textos en borrador.

¿Qué estás escribiendo?

Justamente, estoy escribiendo una conversación de… Hay un homenaje a unas aves, donde participan los árboles, las flores, los picaflores, los ríos. Y es un homenaje en el cual están esperando la llegada de la pachamanca. Es una pachamanca viajera que está recorriendo todo el Perú para ir al homenaje. Y por los lugares que pasa, cada pueblo le entrega el plato típico.

Y es el homenaje también al maíz. Entonces, es la participación de un entendimiento de la naturaleza, del ser humano y la afirmación. Porque, en algún momento, estos árboles gigantes y abusivos quisieron abusar de los pajaritos y se convirtieron en nada, se convirtieron en musgo en el suelo. Y cuando reaccionaron luego de lo que habían cometido, ahora son ellos los que han invitado a todos a la fiesta.

¿Cuál sería el género del texto?

Una novela ficción. Pero, además estoy terminando la vida de Amanda Portales.

Mejor dicho, ya está terminado el libro. Yo le puse a ella ‘La Novia del Perú’.

Tú eres un hombre de pluma literaria y periodística ¿Qué le sugerirías a las nuevas generaciones de periodistas?

Conocer, sinceramente. Con todo respeto y cariño conocer al Perú. Amar al Perú. Profundizar, estudiar sus mitos y sus leyendas. A José María Arguedas, en una oportunidad le dieron un premio ‘Garcilaso de la Vega’, y el discurso se llamó: “Yo no soy un aculturado”. En técnica nos puede ganar Europa, o Estados Unidos. Y eso es momentáneamente, pero en cultura, decía Arguedas, tenemos para regalar. Por ejemplo, el departamento de Puno tiene más de 250 danzas. Y cada danza significa algo, representa algo, ¡dice algo!

¿Entonces que nos falta?

Estamos hablando de Perú y todo lo que es el Perú es un entendimiento. Si rescatamos eso y si tenemos, no solamente la entrega, la militancia y la responsabilidad de querer a este país, cambia todo, pero estamos ajenos. Parece que no viviéramos en el Perú.

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Literatura

Alex J. Chang: “Es una proeza hacer literatura en nuestros países latinoamericanos”

Entrevista al escritor y promotor cultural Alex J. Chang.

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En el desafío de crear literatura en tiempos de inteligencia artificial destacamos el esfuerzo de los escritores que, desde diversas plataformas digitales, difunden la literatura viva del país. Tal vez para muchos es una batalla perdida y el futuro de los escritores sea volverse lenguaje binario creado por las corporaciones capitalistas; mientras tanto, destaquemos el trabajo de los escritores peruanos. Conversamos con Alex J. Chang, un destacado escritor y promotor cultural.  

Escribes y tienes un programa cultural virtual, cuéntanos, ¿cuáles son los problemas más visibles para construir tu arte en el Perú?

Son muchos problemas que impiden construir una obra de arte; casi todo está en contra del quehacer artístico en Latinoamérica. El más obvio de todos es la cuestión económica: ¿cómo financiar la obra artística? Muchas veces toca sacar de tus ahorros, pedir prestado, endeudarse o simplemente olvidarse de crear tal obra por falta de recursos. Bueno, eso es, por un lado. Por otro, debemos tener en cuenta que después de invertir con nuestros bolsillos, muchas veces no hay retorno de lo invertido en nuestro trabajo artístico porque el mercado, este mercado toma poca importancia a los productos artísticos/culturales a menos que seas muy mediático.  En pocas palabras: es una proeza hacer arte, sobre todo arte literario, en nuestros países latinoamericanos.

Se habla mucho de la democratización de la cultura en los medios digitales, ¿qué beneficios y problemas encuentras usando estos espacios?

Tiene sus ventajas y desventajas, como todo en la vida. Por un lado, permite dar visibilidad a quienes no tengan acceso a los medios tradicionales como la televisión, radio o prensa escrita. Sin embargo, no todos llegan a tener el éxito masivo, ni mucho menos se hacen más conocidos como artistas, por la alta competencia que existe hoy en día en los medios digitales. No es tan sencillo como parece. Muchas veces estas plataformas le dan mayor cabida al contenido banal, al morbo, al relleno, que, para muchos usuarios sirven como entretenimiento efímero y vacío. El reto consiste en ser creativos e impactar a nuestra potencial audiencia sobre nuestros contenidos artísticos/culturales. Yo, por ejemplo, siempre estoy intentando renovarme en mi programa virtual Cruzada Cultural, pero a veces siento que es difícil competir con un sistema que promueve lo fútil.

Acabas de publicar la segunda edición de tu primera novela La mujer de los tacones de oro y un libro de cuentos para niños. ¿Te gustaría contarnos más sobre tus libros?

El primer libro, La mujer de los tacones rojos, se trata sobre una agente encubierta, que, gracias a la magia de sus tacones rojos, recupera su salud y se libra de sus enfermedades y de sus múltiples discapacidades, para luchar contra varias organizaciones criminales que azotan el país. Sí, como verán es la clásica novela policial con su toque mágico, surrealista, y, sobre todo, humano, 100% humanístico como César Vallejo.

El segundo libro, Las aventuras de Tobi y Pompón, es un cuento largo para niños que trata sobre un perro de raza Beagle llamado Tobi que aburrido de su hogar y de su familia escapa para vivir esos miles de aventuras en todo el país, pero termina perdiéndose y sin saber cómo regresar a casa. Están a la venta directamente conmigo y también disponibles en la tienda virtual de la editorial Ameleer.pe.

Vargas Llosa es una figura ineludible para la literatura peruana, ¿qué otros autores peruanos recomiendas leer?

Hay muchos autores peruanos dignos de ser considerados. El primero que viene a mi mente es Miguel Gutiérrez, un novelista en plenitud, innovador y apasionado por la buena literatura, siempre en busca de escribir la gran novela de su vida. Luego pienso en el maestro Cronwell Jara, un genio del cuento, la novela y la poesía, además de un profesor y tallerista sabio en el arte literario. También destaco a Edgardo Rivera Martínez, cuya monumental País de Jauja puede situarse junto a La violencia del tiempo y Conversación en La Catedral, gracias a su calidez, musicalidad y su prosa poética inconfundible. Entre los relatos que releo con frecuencia están El ángel de Occongate de Rivera Martínez, Agnus Dei de Cronwell Jara, entre otros.  

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Literatura

Euler Julca: “Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo”

Una conversación con el poeta Julca.

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Por Julio Barco

La poesía peruana se renueva: una voz poética cae a la tierra fértil de la hoja y empieza la metamorfosis. En ese sentido, la poesía vive como una sabia subterránea, viajando de mente en mente; quiebra el espacio-tiempo y florece. De Chocano a Vallejo, de Vallejo a Verástegui y seguimos. Hoy vamos a conocer a Euler Julca Sánchez, joven poeta de Chachapoyas, que se inicia el mar literario con Balsamario poético (Ed. Higuerilla, 2025).

1. Al leerte, siento un trabajo de métrica, sin embargo, a nivel de fondo, ¿qué temas abordas en tu primer libro?

Como bien ha observado, maestro Barco, el tiempo está marcadamente presente: no como una línea cronológica austera o rígida, sino como un zumo emocional, una bruma que amalgama afectos, recuerdos, ausencias. Por lo que, la memoria, que fija en sus esquemas lo que se vive y lo que se sueña, se forja como materia prima del poemario. Así, en los poemas, quizás, está latente los intentos de atar lo fugaz, de salvar alguna cuestión de la corriente etérea del tiempo. Además, la naturaleza –esa gran musa sacra con la que convivo, combato, amo…– destila de su alambique el símbolo, el personaje, el espacio: árboles, pájaros, cielos chachapoyanos, lluvias, están presentes no solo como contenido, sino como la esencia viva del discurso poético.

2. Eres de Chachapoyas, una parte del Perú poco explorada a nivel literario. Me gustaría que nos des una idea de los valores que encuentras en tu comunidad y que sientes que se deben conocer a nivel internacional.  

San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, la fidelísima ciudad, tiene una riqueza espiritual y cultural que merece mayor visibilidad. Hay una sensibilidad especial en la gente de mi tierra, un vínculo con la naturaleza que no se ha perdido del todo. Aquí, el tiempo tiene otro ritmo, y esa lentitud nos permite escuchar, observar y recordar con mayor profundidad.El valor de la palabra, por ejemplo, es algo que permanece en las familias, en los cuentos o tradiciones orales, en las conversaciones largas. Cabe mencionar, que hay un autor nacido en Levanto, pueblo aledaño a Chachapoyas, el sacerdote y cronista Blas Valera, referido en los Comentarios reales, que es muy referido en las escuelas con el fin de motivar la escritura de los jóvenes.

4. Me interesa conocer cuáles son los desafíos para desarrollarse, ¿cuáles son las ventajas y las desventajas que encuentras para desarrollarte como escritor en tu localidad?

Como he escuchado mencionar a usted en algunas ocasiones, concuerdo con que uno de los desafíos principales es la falta de oportunidades de espacios de crítica o difusión, más si se da en zonas de provincia, o la falta de circuitos literarios activos, de editoriales locales, de librerías independientes. Eso puede generar una sensación de aislamiento, como si lo que se escribe aquí no poseyera eco. No obstante, ese mismo contexto puede volverse una ventaja. Hay más libertad creativa, menos presiones del mercado o de las modas. Asimismo, escribir desde mi pueblo chachapoyano o más específicamente desde mi pueblo natal o desde las tierras donde laboro como profesor, desde estos valles o cumbres que rodean lo inasible del sentimiento que me alberga y que muchas veces no logro concebir lingüística o literariamente porque es ahí, entre otros escenarios de esta realidad, donde radica la sustancia poética, me permite tener una voz más auténtica.

5. Todo primer libro de un poeta refleja la deuda con sus lecturas. En tus lecturas intuyo que hay mucho del modernismo de Rubén Darío, de la poesía clásica de José Martí y los poetas españoles. Cuéntanos, ¿qué autores son importantes para tu primera producción’

Sí, Rubén Darío ha sido una figura fundamental: su musicalidad, su sentido del símbolo, su capacidad para renovar. De la poesía española, me conmueve la claridad de Antonio Machado, la hondura de Miguel Hernández, la complejidad barroca de Quevedo y Góngora, e incluso lo trascendente de Garcilaso de la Vega. Entre los peruanos, hay una influencia ineludible de César Vallejo, por Valdelomar y Manuel Gonzáles Prada.

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Literatura

El espía de la familia

Un relato corto de Alexander Campos Soto

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          Al final, descubrí que mi verdadera vocación no era la de actor de cine, la de ingeniero de computadoras, ni la de escritor; sino algo más fascinante: la de espía. Nunca le dije a nadie porque se habrían reído en mi cara. Pero, desde niño, soñé ser parte de la CIA o la KGB o el MI5. Será por eso que Putin es mi presidente favorito o será porque sé que tiene el poder: si aplasta un botón, desaparece a toda Europa occidental. Para mí, no es un dictador o un tirano. ¿Saben lo que es? Un verraco, como dicen los hermanos colombianos, un Benel super Saiyajin, un Zuloeta mezclado con sangre eslava. Hasta tiene la misma cara alargada, la mirada penetrante y analítica de mis tíos, los cophiscos. Y el color de sus ojos es igual al de mis tíos; o sea, de perro Siberiano con hepatitis. En mis ratos de lucidez más extrema, me ha venido una hipótesis: que puede ser descendiente de cualquiera de mis bisabuelas y tatarabuelos. Sí, se ha demostrado que, antes que lleguen los pobretones españoles en busca de oro y plata, nosotros, los incas, ya habíamos tenido contacto con Europa, con los vikingos. Las pruebas están ahí, en la cultura Chachapoyas. El año pasado, fui con mi novia magistrada y visitamos todas sus ruinas. Y terminé más que convencido. Entonces, ¿por qué Putin no puede ser un Zuloeta eslavo? Nada es imposible en este mundo, señores.

          Hasta ahora, no sé por qué mis padres no me dejan mezclarme con esa parte de la familia; si yo los veo tan próximos, tan cercanos: la nariz de mi abuela, la cara pálida de mi abuela y el olor a muerte de Putin. Son mi familia y la sangre no se niega y tampoco es motivo de vergüenza. Tal vez, piensen que debo estar alejado de ellos porque yo les puedo dar ideas más ortodoxas que Rasputín, el brujo de los Zares. Como ellos también saben que soy muy listo y, tal vez, mis tíos de escasa habilidad, a lo mejor creen que terminemos formando un grupo subversivo y lleguemos a palacio y nos adueñemos de todo el país. ¿Quién puede saber las ideas que pasan por las cabezas de mis viejos?

            No fui actor de cine porque nunca reuní las condiciones: cuerpo esmirriado, talla de hormiga y corazón de poeta. Tampoco, ingeniero de computadoras porque me di cuenta que, al final, esa tecnología terminará por cosificarnos. Solo llegué a ser escriba; ni siquiera, escritor. Tan solo porque el diablo me dicta lo que escribo y yo no soy quien escribe. Es una cosa sobrenatural que apenas entiendo. Pero, a los hermanos de mamá y a la madre de mamá les y las espié hasta con detector de mentiras. Incluso, sé lo que piensan antes que ellos. Los conozco también como el recorrido que hace todos los días mi mano derecha para limpiarme el culo.

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Literatura

Alejandra Pizarnik, la poeta de la mirada melancólica

Su muerte prematura representó una dura pérdida para la literatura latinoamericana.

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Ella no escribía para agradar ni para que la recuerden como una persona confundida, triste y solitaria, sino que lo hacía para exteriorizar todo su sufrimiento; era el claro ejemplo de que la poesía era el instrumento más idóneo para mitigar de alguna manera sus pesares y tribulaciones. Flora (o Alejandra) Pizarnik nació un 29 de abril, entre dos mundos, dos realidades tan disímiles, tan contrarias como el día y la noche.

Desde que nació su vida estuvo marcada por una serie de cuestionamientos existenciales. Hija de inmigrantes ucranianos judíos, Flora desde muy niña siempre se sintió una extranjera en su propia tierra debido a las raíces que la unían con aquella parte de Europa de la post guerra.

Toda esa sensación de no pertenencia se vio severamente potenciada debido a sus problemas con el acné y el sobrepeso, lo que finalmente terminó derivando en sus trastornos de ansiedad, depresión y posterior suicidio a la edad de los 36 años, en 1972.

A lo largo de su vida pudo viajar a Paris, ciudad donde conoció al pintor Juan Batle Planas, quien llegara a convertirse más adelante como su primer maestro en la pintura, pues sí, ella también, a la par de la poesía, buscaba otras artes para plasmar su dolor, teniendo como temas recurrentes el mundo onírico, la muerte, la desesperación y el vacío existencial.

Todo ello se puede ver de manera desgarradora en sus escritos y pinturas, tan perceptibles como si se tratara de un grito de desesperación que quisiera atravesar el papel, un manuscrito de auxilio o de ruego que busca incesantemente la atención del lector. Todo ello representa un crudo testimonio de toda su angustia, tan crudo y visceral que es imposible no identificarse. Y es que en ciertas ocasiones los escritores y poetas se alimentan del dolor propio, de las experiencias vividas, para poder escribir.

Retraída de la sociedad y amante de la soledad, Pizarnik supo llamar la atención de escritores consagrados como Julio Cortázar y Octavio Paz, quien estaban pendiente de su salud mental.

En una ocasión, el autor de Rayuela, consciente de sus dos intentos de suicidio y los remolinos de su mente, le imploró que no decaiga en sus oscuros pensamientos.

Lastimosamente, el 25 de setiembre de 1972, Alejandra se quitó la vida producto de una sobredosis de barbitúricos.

“No quiero ir

 Nada más

 Que hasta el fondo”, fue el mensaje que dejó en el espejo de su habitación.

Aunque breve fue su estadía en este mundo, gran parte de sus escritos y poemas han conseguido mantenerse vigentes con el paso de los años, no solo en su natal Argentina, sino en gran parte de Latinoamérica y el mundo hispanohablante.

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Literatura

Restos del ‘Tío Factos’, uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, han ido a parar a una fosa común

Rodolfo Ybarra, poeta y amigo cercano de Guillermo Gutiérrez, afirmó para Lima Gris que restos del escritor no pudieron tener una cristiana sepultura.

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Durante los últimos años de su vida Guillermo Gutiérrez fue conocido gracias a las redes sociales como el ‘Tío Factos’, aquel viejito áspero y crítico de la realidad social y cultural del país en el programa de Youtube ‘La RoRo Network’, espacio donde supo conectar muy bien con las nuevas generaciones.

Sin embargo, Gutiérrez Lymha, era un digno representante de la contracultura peruana, considerado como uno de los fundadores del Movimiento Kloaka, aquel colectivo poético surgido en la década de los ochenta donde también estuvieran los vates Roger Santiváñez y Mariela Dreyfus, entre otros.

El pasado 5 de abril lamentablemente falleció y hasta anoche sus restos mortales permanecían en la Morgue Central de Lima. Lima Gris se comunicó con el poeta Rodolfo Ybarra, uno de sus amigos más cercanos del recordado ‘Tío Factos’, indicándonos que lamentablemente no se pudo completar el trámite legal para retirar su cuerpo debido a que una tía política del difunto no contaba con su partida de nacimiento digitalizada. Ybarra nos contó que sus amigos desde hace más de cuatro décadas intentaron desde el primer día reclamar el cuerpo de Gutiérrez, sin embargo, la aparición de ese familiar terminó truncando todos los trámites avanzados.

“Te cuento que su cuerpo ya fue arrojado a una fosa común”, se lamentó su amigo Ybarra, quien añadió que el ex integrante del Movimiento Kloaka habría fallecido de asfixia dentro de su domicilio.

“Vivía en Villa El Salvador. Él era una persona muy solitaria; el año pasado había fallecido su mamá y sufría de depresión”, añadió. El también escritor también recordó que la última vez que lo vio fue en el mes de febrero en una feria de libros cerca al Congreso de la República.

En su vivienda solo le acompañaba un perrito. Falleció a los 66 años.

El dato:

Guillermo Gutiérrez logró imprimir tres poemarios: ‘Ulkadi’ (1987), ‘La muerte de Raúl Romero’ (2007), y finalmente ‘Infierno Iluminado’ (2022).

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Literatura

Petroperú presentará libros ganadores del Premio Copé 2023

Como parte de su compromiso con el fomento de la literatura peruana, Petroperú presentará cinco nuevas publicaciones en la Casa de la Literatura Peruana.

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Las obras premiadas en la XXI Bienal de Poesía y la IX Bienal de Novela del Premio Copé 2023 serán publicadas bajo el sello Ediciones Copé. Los títulos incluyen La memoria hila de Elma Murrugarra (Copé Oro en Poesía), Río dormido sobre escombros de memoria de Alejandro Mautino Guillén (Copé Plata en Poesía), Entre los límites de una vela de Alex Ramos Arancibia (Copé Bronce en Poesía), una antología de poemas finalistas y mencionados honoríficamente, así como la novela Los espectros de Christian Elguera (Copé Oro en Novela). Durante la presentación, los autores leerán fragmentos de sus obras, que serán analizados por los críticos Ricardo González Vigil y Luis Fernando Chueca.

El jurado de la Bienal destacó la variedad temática y la calidad expresiva de los libros seleccionados. La memoria hila fue elogiada por su estilo sutil y su fusión entre prosa y verso al abordar aspectos de la cultura peruana. Río dormido sobre escombros de memoria sobresale por su enfoque técnico y estilístico, estableciendo un diálogo entre la tradición y la modernidad. Entre los límites de una vela ofrece una mirada introspectiva sobre la existencia en el mundo actual. Por otro lado, Los espectros, de Christian Elguera, reconstruye episodios clave del siglo XX a partir de la figura de Eudocio Ravines, explorando los mecanismos del poder político con gran destreza narrativa.

Los libros están disponibles de forma gratuita en la Biblioteca Virtual de Petroperú (https://cultura.petroperu.com.pe/servicios/biblioteca-virtual/) y serán distribuidos en todo el país como parte del programa de apoyo a bibliotecas que promueve la empresa.

El Premio Copé, instaurado por Petroperú en 1979, es considerado el galardón literario más importante del país, consolidándose como un pilar en el impulso y difusión de la literatura nacional. Con esta iniciativa, la empresa renueva su compromiso con la cultura y la creación literaria en el Perú.


El evento se realizará el jueves 24 de abril a las 7:00 p. m., con ingreso libre.

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Literatura

«Un cadáver sobre la ciudad», por Ricardo Piglia

Un texto del libro Formas breves, del escritor y crítico literario argentino.

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Una tarde Juan C. Martini Real me mostró una serie de fotos del velorio de Roberto Arlt. La más impresionante era una toma del féretro colgado en el aire con sogas y suspendido sobre la ciudad. Habían armado el ataúd en su pieza, pero tuvieron que sacarlo por la ventana con aparejos y poleas porque Arlt era demasiado grande para pasar por el pasillo.

Ese féretro suspendido sobre Buenos Aires es una buena imagen del lugar de Arlt en la literatura argentina. Murió a los cuarenta y dos años y siempre será joven y siempre estaremos sacando su cadáver por la ventana. El mayor riesgo que corre hoy su obra es el de la canonización. Hasta ahora su estilo lo ha salvado de ir a parar al museo: es difícil neutralizar esa escritura, se opone frontalmente a la norma de hipercorrección que define el estilo medio de nuestra literatura.

Hay un extraño desvío en el lenguaje de Arlt, una relación de distancia y de extrañeza con la lengua materna, que es siempre la marca de un gran escritor. En este sentido nadie es menos argentino que Arlt (nadie más contrario a la «tradición argentina»): el que escribe es un extranjero, un recién llegado que se orienta con dificultad en el vértigo de una ciudad desconocida. Paradójicamente, la realidad se ha ido acercando cada vez más a la visión «excéntrica» de Roberto Arlt. Su obra puede leerse como una profecía: más que reflejar la realidad, sus libros han terminado por cifrar su forma futura.

Los relatos de Arlt (y en especial los extraordinarios cuentos africanos, que son uno de los puntos más altos de nuestra literatura) confirman que Arlt buscó siempre la narración en las formas duras del melodrama y en los usos populares de la cultura (los libros de divulgación científica, los manuales de sexología, las interpretaciones esotéricas de la Biblia, los relatos de viajes a países exóticos, las viejas tradiciones narrativas orientales, los casos de la crónica policial). La fascinación del relato pasa por el cine de Hollywood y el periodismo sensacionalista. La cultura de masas se apropia de los acontecimientos y los somete a la lógica del estereotipo y del escándalo. Arlt convierte ese espectáculo en la materia de sus textos. Sus relatos captan el núcleo paranoico del mundo moderno: el impacto de las ficciones públicas, la manipulación de la creencia, la invención de los hechos, la fragmentación del sentido, la lógica del complot.

Arlt es el más contemporáneo de nuestros escritores. Su cadáver sigue sobre la ciudad. La poleas y las cuerdas que lo sostienen forman parte de las máquinas y de las extrañas invenciones que mueven su ficción hacia el porvenir.

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