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Literatura

«La noche de la fea», un cuento de Gabriel Rimachi Sialer

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A todas las feas del mundo.

 

Estaba desnuda en la orilla, de pie, perdida la mirada en el cielo. La sal se pegaba en sus cabellos, en su pubis violento, en sus pestañas. Sonreía cuando las gaviotas bajaban la cabeza para admirarla. Vanidosa. Un temblor recorrió sus muslos y apretó dulcemente las piernas. Se tendió sobre la arena caliente, su espalda se estremeció. Modeló una almohada con la arena para recostar la cabeza y ver el horizonte adornado por sus senos redondos que remataban en dos pezones que gritaban por salir disparados al nirvana. Pellizcó uno de ellos. Luego ambos. Cerró los ojos. Mientras jugaba lentamente con uno de sus pezones, apretándolo y liberándolo, su otra mano descendió al ombligo. Trazó círculos suaves, delicados. Su respiración se agitó brevemente, acariciaba sus muslos entre sí. El sol se puso más fuerte. Dos gaviotas se posaron a sus pies. Abrió los ojos y les sonrió. ¿Qué miran? Las aves dieron un paso atrás. Ella se apoyó en sus codos. ¿Quieren ver? Las aves dieron otro paso atrás cuando ella separó las piernas, mostrándoles su jugoso misterio. Sonrió. ¿Les gusta? Las aves avanzaron lentamente, curiosas. ¡Fúchi, fúchi! Les gritó. Las aves desaparecieron entre las nubes, dejando caer una pluma que ella recogió. Sonriendo, deslizó la pluma por su piel y descubrió la textura de otra especie. Se volvió a echar sin cerrar las piernas. La pluma descendió hasta su parte más líquida y jugueteó con ese delicioso pedacito que la hacía extraviarse en el placer. El sol le calentaba los labios, pero la pluma era más fuerte que el calor. Apretó los ojos y entresacó la punta de la lengua. Su espalda se contorsionaba a cada instante y sus pezones parecían ondular a cada roce. La pluma bailaba alguna danza acompañada de su mano traviesa. Cada vez más rápido y, de pronto, más lento. Lágrimas asomaron entre sus pestañas, la pluma violenta se perdía entre la selva de su bajo vientre. Las gaviotas descendieron y la rodearon formando un círculo. Ella abrió los ojos y le gritó gimiendo: ¿Les gusta, ah? ¿Les gusta? Y sin detener el frenético arrebato de su mano, volvió a cerrar los ojos. Las aves alzaron vuelo y aquel aleteo la invadió, estremeciéndola aún más. Poco a poco, creyó que perdía la razón. Las imágenes que inventaba su mente desaparecieron con un estallido de luz. Sintió que una corriente volcánica descendía por su nuca, incontenible. Entreabrió la boca. La corriente continuaba su descenso, lentamente, gozando su camino. Y ella lloró entre gritos cuando sintió que la corriente se apoderaba de su cuerpo y de sus cabellos y sus uñas y sus dientes y sus pestañas y sus cejas y su ombligo y sus rodillas. Toda su piel se erizó. Quedó muda un momento y luego lanzó un grito que cubrió al cielo naranja de estrellas fugaces. La corriente no quería irse, y ella continuaba estremeciéndose de aquel terremoto de placer que le enviaba mil réplicas por minuto. Cuando al fin la corriente desapareció, acarició la arena todavía tibia y se estiró un poco. Entonces sonó la alarma.

Aquel ajetreo extraño, feliz, relajante, te recordó algún tiempo pasado, volando de brazo en brazo y tus cabellos perdidos en la noche como un petardo de alegría ¿Recuerdas? Aquel hombre te sostenía fuerte y era tan lindo estar así, su sonrisa tosca, sus manos enormes y descuidadas, su cabello ondulado. Luego otras manos más pequeñas como refugio, que se movían desesperadas a tu alrededor mientras volabas por los aires, cuidando que no cayeras, que no te marearas con el paseo sideral del hombre lindo. Cuidado, dijo ella, que acaba de comer. Las manos grandes te aprisionaron contra su pecho y te acurrucaste. Podías incluso sentir su corazón que ahora era tuyo, igual que el de ella que te adoraba, eras piel de sus pieles, sangre de sus sangres, amor de su amor. Señalaste hacia las luces que subían y bajaban y luego todo tuvo sentido de nuevo: el parque de diversiones recuperaba su presencia, los gritos de la gente, las risas, el olor del algodón de azúcar y tú de pronto ya cabalgabas sobre los caballitos que subían y bajaban con las luces, mientras la música parecida a tu cajita musical se perdía en la sonrisa de mamá, tan linda, con su gran lunar mágico en la mejilla, que con cada besito se ponía más lindo, pensabas, mientras decían ¡hola! Y ¡adiós! A papi, que desde la cerca metálica combatía con su nueva cámara de fotos instantáneas hasta que consiguió cuadrar bien el lente y el ¡ulb! De la foto captó tus negros ojos al desorbitarse ligeramente, pues pensaste que caerías, pero no, fue solo un susto porque ahí estaba Ella, para sostenerte cálidamente, y continuaste cabalgando como lo hacen las princesas, tranquila, y papi reía con la boca abierta y tú con él, feliz, viendo sus dientes gruesos, amarillos, sus labios estirados y esa mueca maravillosa de Rey; tú lo mirabas gigante y él gritaba ¡Mírame, princesa! Y sonreías con tu manita en alto saludando como su Barbie mientras tu otra manita se ocupaba de las riendas del corcel real que subía y bajaba y todos los demás caballitos del carrusel desaparecían y los demás niños desparecían y entonces mami era la Reina enseñándote a cabalgar y tú reías, reías como loquita y bajabas del caballito y  ya princesa, el Rey te volvía a subir por los cielos con sus manos sujetándote y mi adorada princesa, decía mientras abrazaba a la Reina, vamos a tomar un chocolate, que ya está haciendo frío…

Sentada en la cama, pensaba entre salir de ella o dormir un rato más. Aquel sueño la había desconcertado, no solía tener ese tipo de sueños, curioso, pensó. Su entrepierna estaba muy húmeda, se tocó por sobre la trusa y sintió la textura del goce. Luego por debajo de ella, se frotó torpemente, buscando sentir lo que en su sueño, sin éxito. Después de todo no fue tan malo, susurró. La habitación estaba desordenada. Encendió la tele con el control remoto. Vio al relator de noticias que siempre le había gustado, esperó a la sección de espectáculos, se estiró nuevamente, relajando todos sus músculos. Al entrar al baño se miró en el espejo: estaba con los párpados hinchados, el cabello desordenado, le habían aparecido tres pelos gruesos en un extremo del lunar, cogió la pinza, los arrancó, se lavó los dientes y al salir del cuarto de baño se vio reflejada en el espejo de cuerpo entero, que estaba al lado del ropero. No le gustó nada lo que sintió, sus senos caídos, desganados, la ropa de dormir gastada, los vellos de las axilas que asomaban indiscretos, se sintió vieja y fea, ¡pero no! Se dijo, solo tengo cincuenta y tres… aún puedo conseguir algo… La casa era pequeñísima, apenas dos ambientes desordenados a los que nadie llegaba de visita nunca, un baño con la manija desvencijada y la pintura hinchada por la humedad. De pronto sintió que todo encajaba como al salir de un sueño, era demasiado caos en el entorno y tal vez por eso no podía intentar nada. Suspiró y empezó a ordenar las cosas, separó la ropa sucia de la limpia, la colocó en la canasta que ganó en uno de los sorteos navideños del mercado, pasó la franela sobre el televisor y el equipo de música, inevitable sentirse bien en medio de tanto desorden. Poco a poco, la habitación empezó a tomar forma, los espacios necesarios para caminar iban quedando limpios, la escoba bailaba al ritmo de una canción tarareada con entusiasmo. Por fin todo estaba en su sitio. Tomó la franela y se dirigió a los cuatro portarretratos que descansaban sobre la radiola enorme que heredó de su padre, que no funcionaba para la música, pero sí para planchar la ropa. Al momento de quitar la gruesa capa de polvo descubrió los congelados rostros sonrientes en la imagen: ella y su ex marido sentados en un bote, qué será de tu vida, Daniel… por qué tuviste que irte así, de esa manera… antes de que el desánimo le ganara, frotó rápidamente el cristal, sacudió la franela y tomó el otro portarretrato, sus dos hijos aparecieron con toga y los diplomas de la graduación, tan míos, queridos, y tan lejos… por qué no se acuerdan de su madre… pasó la franela rápidamente y luego tomó las dos restantes, ya sin mirarlas, no quería recordar lejanos tiempos felices, pasos perdidos, memorias ajenas. El ropero fue su siguiente meta, lo ordenó de arriba abajo, era lo único que faltaba para completar la misión, pero al ordenar los zapatos descubrió una pequeña caja, sellada con cinta adhesiva, cubierta de telarañas y tiempo perdido. No recordaba aquella caja por lo que la llevó a la cama, se acomodó y la abrió. Fue como destapar la caja de Pandora. Fotografías de su marido y ella, de ella desnuda (con todo en su sitio), cartas que ya le eran ajenas, recuerdos íntimos, un broche y un prendedor que él le dio la noche en que cumplieron veinte años de casados… un tul negro que usaba para bailarle antes de hacer el amor, en qué momento se nos rompió el amor, Daniel, algunos cassettes que contenían las voces entrecortadas de ambos cuando se entregaban al frenesí de la pasión, tal vez te acepté demasiadas locuras, fui demasiado tuya, y un vibrador envuelto en varias capas de tela, que se conservaba intacto. Esto último la sumió en la más profunda de las fantasías, hacía tanto que no sentía estremecer su piel, hacía tanto que no se disolvía en el infinito… y el sueño de hoy, el sueño, quizás era un aviso, una señal de que algo nuevo empezaría pronto, de que como mujer aún estaba viva y deseable, viva… y deseable… 

El chocolate estuvo delicioso ¿recuerdas? Tenías los bigotes más dulces y lindos del parque de diversiones; Él te acariciaba el cabello recogido con dos cintas azules que resaltaban tu vestido rosado de princesa que Ella había cosido justo a tu medida, eres la única princesa en este reino de las diversiones, mi vida, te decía Él mientras disfrutabas golosamente del algodón de azúcar y Ella, presurosa, buscaba el pañuelo en su cartera para limpiarte los labios, las princesas son delicadas, linda, no te embarres la cara de dulce, pero tú estabas tan feliz que solo atinabas a sonreír y mirar a todos lados para no perderte ni por un segundo la diversión que te producía el ver a la gente bajar a velocidad luz por la montaña rusa, gritando como locos y te morías de la risa, mientras el Rey te cargaba nuevamente para que la aglomeración de curiosos no fuera a arrugar tu vestido hecho de rosadas alas de mariposas, y te miraba bobo los hoyuelos que nacían de tu sonrisa linda y la Reina lo abrazaba por la cintura mientras reflejaban el cuadro perfecto de la familia feliz, qué locura la de estos muchachos, ¿no, mi amor?, la Reina sonrió y le murmuró algo al oído, algo que no alcanzaste a oír por las risas de aquella noche y la felicidad que te embargaba, Él te bajó de sus brazos y caminaron tomados los tres de la mano rumbo a la salida, ya era tarde ¿recuerdas? Tus párpados caían lentamente a pesar de lo feliz que estabas pero algo te llamó mucho la atención: una pequeña fila de niñas que esperaban el turno para algo, y quisiste ir a ver y sonreíste y papi murió de amor nuevamente y vamos, pues, princesa, vamos, y mami fue con ustedes hasta la pequeña carpa donde un señor muy simpático con una señora igual de simpática estaban pintando mariposas y gatitos y tigres y flores y Ángelitos en los rostros de las demás niñas, y tú quisiste que tus mejillas también brillaran con la escarcha que se desprendía de los pinceles que cuidadosamente bailaban sobre los pequeños rostros, y le pediste a papi que por favor, por favorcito, y papi miró a mami y ambos sonrieron, murmuraron algo y sólo faltan tres niñas para que le toque el turno, mi amor, y ella está bien, mi amor, vamos por un dulce mientras espera su turno, y tú feliz cuando viste que papi pagaba con monedas brillantes al señor que pintaba las caritas tan lindas con esos colores tan lindos y esperaste tu turno pacientemente porque algunas veces, las princesas también tienen que esperar, y te dijeron que estuvieras sentadita porque solo irían por un dulce y tú, loquita, esperaste en la cola mientras mami no te perdía de vista cuando se alejaba para buscar un dulce que seguro también sería para ti, y llegó tu turno y pediste una mariposa linda, linda, que combine con el vestido que mami había cosido para ti, pero el señor simpático no te hizo caso y llamó a otra niña, y pensaste que a lo mejor la señora simpática sería la que pintara la mariposa pero cuando acabó con la niña de rostro de gatito, llamó a la otra, y no te hizo caso cuando le dijiste que era tu turno y pasaron cuatro niñas más mientras veías que en una mesa, no muy lejos, papi y mami se tomaban de la mano tomando algo caliente sin perderte de vista, pero no te atreviste a decirles nada, te faltó valor, ¿verdad? A lo mejor la demora se debía a que aún los señores simpáticos no encontraban la imagen ideal para ti, pero no te hacían caso, y cuando llegaba nuevamente tu turno, el señor simpático llamaba a otra niña que estaba detrás de ti, y no soportaste el desplante porque a las princesas no se las hace esperar tanto, y el señor simpático te miró de una manera extraña y luego miró a la señora simpática que hacía dibujos lindos y sonreíste pidiéndoles cortésmente que dibujaran una mariposa en tu rostro lindo, y la señora simpática dijo algo acerca de tu lunar igual que el de mami, linda y el señor se pasó la mano por la frente y te tomó del mentón y ensayaste la mejor de tus sonrisas, que estalló en mil pedazos cuando dijo que era imposible arreglar con pintura algo tan feo y no entendiste al principio, ni aún después, cuando papi te cargaba rumbo a casa, que desde ese día no fue más el palacio, y mami sollozaba en el asiento del auto que no fue más el carruaje, y aprendiste lo que era la realidad, mientras te cubrían con la frazada, y papi, mordiéndose los dientes contenía las lágrimas mientras que las tuyas, de un dolor universal, se perdían inexorablemente en el infinito…

La tarde se mostró generosa, tibia, al parecer sabía lo que vendría, imaginaba la escena final, la explosión y mil estrellas. Las personas que caminaban a su alrededor, sumidas en sus propias preocupaciones le parecieron aves perdidas, con destinos distintos y tan lejanos. En su mente solo se atiborraban las imágenes posibles de esa noche. Compró lencería, gastó lo que hacía tanto tiempo no gastaba en ella. La peluquería le quitó más tiempo del debido, pero valía la pena esperar, se acomodó el moño delantero en el espejo y el maquillaje disimuló algunas cicatrices del acné. Llegando a la bodega compró dos botellas de vino dulce y seis pilas grandes. Las escaleras le parecieron más cortas aquella vez, subía danzando, el choque entre las botellas producía un ritmo a su caminar y ella lo seguía. Cuando abrió la puerta vio que todo estaba impecable y ordenado, como si la habitación la estuviera esperando y ya supiera para qué.

De pronto ya estabas enamorada, ¿recuerdas? Aquel príncipe maravilloso, de sonrisa tierna y ojos claros, lindo cuando pronunciaba tu nombre y de pronto entraba en tus sueños y él te rescataba de los monstruos, ya eras una señorita, ya tenías las vergüenzas del fin de mes y los cólicos que te acercaban más a tu condición de mujer y de pronto todo era tan claro, tan sencillo, había tanto sol en tu camino, y esa sensación de creerte correspondida te invadió como una ola de alegría, te llenó. Nunca te diste cuenta de las miradas que te observaban esperando ver en qué momento caer sobre ti, jamás pensaste que el príncipe pudiera haberte hecho eso, que las cosas más simples a veces pueden ser las más crueles, ¿verdad? Y nunca olvidaste la tarde aquella en que el mundo se terminó de caer por segunda vez y para siempre, cuando él te dijo que te quería y tú cerraste los ojos esperando con el corazón a mil que esos labios se posaran sobre los tuyos, que lo habían esperado trece años, la blusa de tu uniforme se estremecía de los nervios y entreabriste la boca cuando oíste las risas y las burlas y sentiste que el mundo giraba locamente y sentiste miedo y pensaste en papi y el entierro y las lágrimas y la falta de protección y sus últimas palabras, nunca estarás sola, princesa, nunca, y de pronto sentiste que tu falda se levantaba y que te tomaban de los brazos y te resististe pero ellas eran más y el príncipe se tornó en monstruo y te arrancaron la toalla higiénica y la viste pegada en la pizarra mientras todos estallaban en risas y palmeaban la espalda del monstruo mientras los vítores invadían tu alma y la voz de aquellos labios que hubieras querido para siempre decían que estabas loca, que jamás habría podido compartir contigo ni uno solo de sus besos, mientras las demás chicas gritaban enloquecidas entre risas que estaban sorprendidas, pues acababan de descubrir que los monstruos también sangraban…

La habitación estaba iluminada por tres velas que despedían un suave olor a coco, ya el vino había trepado lo suficiente como para otorgarle aquel halo de magia que extrañaba tanto, ya la conversación en la gran fantasía de su sueño se había tornado en un coqueteo descarado. La imagen que compartía con ella aquellos momentos ya la había invitado a estremecerse nuevamente, a vivir, a sentirse… Lentamente inició el rito perdido de tocarse, a cada deslizamiento de sus dedos aparecía una corriente eléctrica que la obligaba a imaginarse aún situaciones más intensas, pero en el juego erótico el truco de la gran explosión está en el control. Retardó lo más que pudo ese momento, hasta que no pudo más y descubrió la tela que envolvía el vibrador, lo acarició de arriba abajo, mientras sus palmas se estremecían bajo aquel temblor permanente, lascivo, ya no era dueña de la situación, ya era la hora de la entrega, el frenesí exhalaba a golpes cortos y continuos entre sus labios. Acercó el aparato de látex a su piel y percibió que necesitaría de toda la concentración posible para hacer de aquel momento un recuerdo eterno. Tal vez fue su premura, su necesidad de sentirse lo que desvió su atención por unos segundos, los suficientes para hacer que el vibrador resbalara entre sus manos y en su afán de atraparlo, cayera de la cama volcando los platos donde descansaban las velas. La botella de vino se quebró y el líquido le empapó las medias nylon, la copa que descansaba sobre el velador se volteó y fue a dar sobre su rostro, la llama de una de las velas había iniciado su lenta expansión sobre el aparato de látex que aún vibraba, y a cada vibración se desprendían pequeñas gotas fundidas que se perdían en el suelo, hasta quedar convertido en un charco negro al que tuvo que ahogar con la almohada. La habitación quedó a oscuras. Lentamente se incorporó frotándose los ojos, fue hasta la puerta y presionó el interruptor de la luz. Vio su cuarto como había estado antes de arreglarlo, salvo que ahora una mancha negra de lo que pudo haber sido un recuerdo eterno adornaba el suelo. Apagó la música y corrió al baño, en el lavabo se enjuagó el rostro, su corazón latía fuertemente, recién empezaba a darse cuenta de todo. Al salir, quedó petrificada con la imagen que le devolvió el espejo de cuerpo entero: tenía las medias corridas por algún pedazo de vidrio, la gran mancha lila del vino había estropeado su baby doll, un seno pobre se desbordaba de la copa izquierda, y al frotarse los ojos había convertido su maquillaje de peluquería en un disfraz de mapache. Le causó mucha risa ver todo aquello. Daniel, por qué te fuiste así, sin más ni más, por qué… y entonces recordaste de golpe todo lo ocurrido, ¿verdad? Apretaste los puños y caminaste hacia la radio, intentaste asimilarlo todo como una jugarreta del destino, princesa derrotada, falsa princesa, tu pequeño reino jamás existió, ¿cierto? Y entonces te sentaste en el piso, muerta de risa hasta que no pudiste mentirte más y decidiste ser sincera contigo misma, aunque sea por una sola vez en tu vida; y cogiéndote desesperadamente los cabellos, empezaste a llorar…

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Gabriel Rimachi Sialer. Escritor y periodista. Autor de los libros de cuento "Canto en el infierno", "El color del camaleón", "El cazador de dinosaurios", "Historias extraordinarias", "La increíble historia del capitán Ostra" y de la novela "La casa de los vientos". Responsable de antologías de narrativa fantástica, cuentos suyos han sido incluidos en importantes antologías. Dirige el podcast "Libros que arden" en Spotify y el Círculo de Lectores Perú www.circulodelectores.pe

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Literatura

Padre e Hija Escritores Peruanos Reciben Distinciones Internacionales

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En un emotivo evento celebrado en el Hotel Crowne Plaza de Miraflores, el periodista y escritor peruano Richard Morris Riofrio fue reconocido con dos distinciones internacionales por su novela histórica de ficción, “Rosalba de Altagracia”. La Lic. Issa Arguetas tuvo el honor de entregar estos prestigiosos reconocimientos, uno otorgado por la Real Academia de Arte y Literatura, Filial de los Estados Unidos de América, y el otro por el Consejo Mundial de la Paz, en el marco de su participación en el 1er Congreso Mundial de la Paz y las Artes celebrado en Michoacán, México, en 2024.

Richard Morris, quien también es Mensajero para la Paz de la ONU, se encuentra en el proceso de lanzamiento de su nueva novela de autoficción, “La Noticia Inversa”, un proyecto que promete generar un gran impacto en la comunidad literaria. Su compromiso con la paz y la promoción del arte continúa marcando su carrera como escritor.

Por su parte, su hija, Kiara Morris Rodríguez, a sus 13 años, ya es una figura destacada en el ámbito literario. Actualmente, es embajadora cultural del Bicentenario y recibió la Distinción Internacional Infantil Líder de Paz en Ecuador, otorgada por su contribución a la paz y la cultura. Su obra “Érase una vez en Moore” ha sido adaptada al teatro, lo que subraya su talento y su capacidad para conectar con diferentes públicos a través de las artes.

Ambos escritores representan un claro ejemplo del potencial creativo peruano, mostrando que la literatura puede ser un vehículo poderoso para la paz y la cultura. Richard y Kiara se han comprometido a seguir promoviendo el arte y la literatura, con la esperanza de inspirar a las futuras generaciones.

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Literatura

Hijo de Mario Vargas Llosa afirma que su padre está bien de salud

Tras la cancelación del viaje de MVLL a Madrid para recibir un homenaje, y luego de filtrarse información que indicaba que su estado de salud se encuentra en un nivel muy delicado, su hijo Álvaro ha salido a responder que el Nobel ha tenido que reducir sus actividades debido a su avanzada edad.

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El escritor Mario Vargas Llosa no asistió a la gala de la ‘Catedra Vargas Llosa’ en San Lorenzo de El Escorial en Madrid, en la cual iba a ser homenajeado y se quedó en Lima tras cancelar su viaje. En tanto, en su representación asistió su hijo Álvaro Vargas Llosa, quien aprovechó para afirmar que su padre, se encuentra bien. A pesar que su familia desde hace algunos meses se ha resistido a comentar sobre su real estado de salud.   

«Mi padre tiene casi 89 años, está en el umbral de los 90 años, es una edad a la que uno tiene que reducir un poco la intensidad de sus actividades y él lo ha hecho», afirmó el hijo del Nobel de Literatura en un acto público.

El escritor MVLL ingresó a la Academia de la Lengua Francesa.

Álvaro, además mencionó que la familia está “muy unida” y que su madre Patricia, “está muy pendiente de su padre”, y que “probablemente estará en Perú hasta fin de año” y que no puede dar una fecha exacta para su próximo viaje.

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Literatura

Han Kang se convierte en la primera escritora surcoreana en ganar el Premio Nobel de Literatura

Escritora se impuso a autores como Can Xue, Haruki Murakami o Anne Carson, quienes se encontraban entre los más voceados.

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Contra todo pronóstico, la Academia Sueca decidió otorgarle el Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang, quien fue galardonada “por su intensa prosa poética, que saca a la luz traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según declaró el secretario permanente de la Academia, Mats Malm.

Para los miembros del jurado, la autora ilumina la “conexión entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos”, y su “estilo experimental” supone una innovación en la prosa contemporánea.

La escritora de 53 años es hija del también escritor Han Seung –won. Nació en Gwangju en 1970, pero creció en Seúl desde los once años. Estudió Literatura Coreana en la Universidad Yonsej de Seúl y se licenció en 1993. Debutó con poemas que aparecieron en la revista Literatura y Sociedad, pero se dio a conocer como prosista.

En 1994, ganó el premio literario del periódico Seoul Shinmun. Posteriormente, publicó varios volúmenes de relatos. En 1999, ganó el premio a la mejor novela coreana. En 2000, el «Premio para Jóvenes Artistas de Hoy», del ministerio de Cultura y Turismo. Y, por último, en 2005, el premio de Literatura Yi-Sang.

La reciente galardonada con el Nobel de Literatura ha trabajado como periodista para las revistas Water of the Deep SpringJournal of Publications y Spring. Su primera novela, La vegetariana (2007), fue llevada al cine en 2010 y recibió el prestigioso premio Booker Internacional en 2016. Está traducida al castellano, al igual que otra novela suya, La clase de griego. En la actualidad, Han enseña escritura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl.

Foto: difusión.

Un galardón inesperado

Como todos los años, las especulaciones sobre los posibles galardonados no se hicieron esperar. El chino Can Xue, la canadiense Anne Carson, el escritor indio-británico Salman Rushdie y el japonés Haruki Murakami eran considerados candidatos prometedores. Algunos se consideran ya eternos favoritos y, una vez más, se han ido con las manos vacías.

Después del Nobel de la Paz, el de Literatura es el más reconocido. Los galardonados y sus editores también se benefician de ello gracias al aumento de la demanda de libros.

Según contó Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca, cuando llamó a la autora para comunicarle la buena noticia, Han Kang estaba almorzando con su hijo. La escritora ha prometido acudir a Estocolmo para la ceremonia de entrega del galardón, el 10 de diciembre.

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Literatura

Jack Martínez, de mototaxista en SJL a ser catedrático de Literatura en Nueva York

Escritor peruano es en la actualidad profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Hamilton.

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Sus primeros diez años los pasó en las alturas de La Oroya (Pasco), entre recios obreros de la mina como su padre, bares de mala muerte donde no era extraño ver a uno que otro borrachín, olor a azufre y tierra recién escarbada. La madre de Jack Martínez siempre quiso una mejor vida para su menor hijo; es así que no lo pensó dos veces cuando la empresa donde laboraba su esposo le ofreció vivir en la capital.

Fue así que el pequeño Jack, ya de 11 años, y su madre llegaron al convulso y desordenado distrito de San Juan de Lurigancho (SJL).

“La primera vez que llegué nos bajamos en lo que era el último paradero de ese arenal, que hoy es la estación Santa Rosa. No recuerdo una noche tan oscura. Sin luz eléctrica, eran chozas y había que tantear con los pies para avanzar y así fue que llegamos. Al día siguiente, al despertar, lo primero que sentí fue el sol terrible sobre la arena (era verano). Fue un choque fuerte. No solo en lo material, sino también en lo cultural”, recuerda Jack.

De esta etapa rescata que pudo conocer un micropaís ahí y crecer con ellos positivamente; “había gente que venía del norte, del sur, de la selva. Gente que se veía diferente a mí y yo diferente a ellos. Crecí junto con el distrito. Recuerdo la primera vez que pusieron el agua y desagüe, fue una fiesta para todos”, relata el escritor para la agencia Andina. Hasta los 16 años, Jack fue parte de la educación estatal, y aunque su vocación y talento no afloraron de inmediato, fue la tradición oral la que lo hizo acercarse a este mundo.

Soñaba con ser periodista deportivo y Ovación era su dial favorito. La academia preuniversitaria era el paso obligado si quería estudiar Comunicación Social en la Universidad San Marcos.

Sin embargo, tuvo un extraordinario profesor que les narraba con gran habilidad diversos contenidos y que una vez delante del jovencísisimo Jack recibió su paga en efectivo.

“Dije , ¡wao! yo quiero que me paguen así… quiero ser profesor. Y comencé a leer. Así postulé a Literatura e ingresé… mis compañeros venían de distintas realidades. Fue impactante ver a compañeros que en lugar de una mochila llevaban sus libros en bolsas de plástico negras y otros que gozaban de muchas comodidades y vivían en lugares que jamás había visitado”. Fueron encuentros que la vida le planteó.

Sin tenerla fácil, en plena crisis, Jack tuvo en aquel entonces trabajar también como mototaxista para solventarse, contando con el apoyo familiar.

De ahí, el Icpna le abriría sus puertas y conocería el mundo de las exposiciones y así pasaron cinco años.

“Un amigo regresó al Perú tras estar becado y él me guió por ese camino y decidí apostar”. Dejó la zona segura, la locura de dejar todo lo establecido e irse a estudiar. “Creo que mi familia pensaba que bromeaba y no me tomaban muy en serio. Igual seguí adelante y cuando llegó el momento le dije a mi novia ´(hoy mi esposa) que me iba y si quería irse también”, recuerda.

“Después de seis años de ese primer viaje, logré invitar a mi mamá. Antes creía seguro que trabajaba en algo más y que lo de la beca era un invento para dorar la píldora, pero luego vio que todo era real”, señala con orgullo tras culminar su maestría en la Universidad de Connecticut.

Al año siguiente, obtuvo otra beca para el doctorado en Northwestern (Chicago). Durante sus años de doctorado, además de investigar y escribir la tesis, publicó su primera novela, Bajo la sombra (2014), que tuvo excelente recepción crítica. En el 2017 se gradúo como doctor y publicó su segunda novela, Sustitución. También ese año empezó como profesor en la Universidad de Hamilton, en Nueva York.

Su mejor novela. Jack es el personaje principal de su historia. Foto: Hamilton College.

En el 2024 acaba de publicar su tercera novela, Te he seguido. En la Universidad de Hamilton enseña escritura creativa, formando jóvenes escritores. También enseña literatura peruana, promoviendo nuestra rica tradición en los estudiantes estadounidenses.

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Literatura

«El jefecito del comedor», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

Las calurosas vivencias de un empleado de un comedor universitario.

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Cerca de la 1:00 p.m., las colas del comedor seguían aumentando (por la puerta posterior, lateral y frontal), el sol radiante quemaba el rostro y cabeza de los comensales, los gritos bulliciosos: zampón, haz tu cola; amiga, despierta, no dejes que se metan; seguro son los de facufide; las antisonantes voces acompañadas de un megáfono y banderola en son de protesta.  

Tres de la tarde, ni un alma en los alrededores del comedor.

El jefe del comedor estaba fumando cuando tocaron la puerta.

_ Pase _ ordenó

Entró una señorita de buen porte y sonriente le dijo:

_ Buenas tardes, licenciado Abel, quisiera conversar con usted.

_ Sí, dígame

Mientras la coqueta y pícara estudiante se presentaba: me llamo Marifé, soy consejera de la Facultad de Inicial, y miembro de la comisión de almuerzos por el aniversario de mi facultad; quisiera saber qué documentos debo traer para que nuestro pedido sea atendido.

Con la mirada embobada, el jefecito del comedor, escuchaba atentamente el discurso de ese monumento de mujer que tenía en frente: blanquiñosa ella, de ojos grandes y claros, labios carnosos y sensuales, cabellera larga de color castaño, angosta cintura, caderas anchas al igual que sus pechos (todos los hombres son iguales, cuando ven carne blanca hasta podrida la consumen, y si tienen un buen derrier y busto, mejor).

Marifé, inmediatamente notó al hombre de enfrente completamente absorto con su presencia, y en un cruce de miradas hizo que el rostro del licenciado Abel se  ruborizara y dibujara un mohín con sus labios (solito se delataba).

_ Ok, señorita, entiendo. Entonces, puede usted presentar un oficio del decano dirigido a mi persona, solicitando la cantidad de almuerzos que necesitan, adjuntar la resolución de aniversario de decanato y la relación de alumnos matriculados en su facultad.

Tres días después, cerca de las 6:00 p.m., se apareció Marifé por detrás del jefe del comedor, sorprendiéndolo en el momento en que abría la puerta de su carro.

_ Hola, Abel. Perdón, perdón,  quise decir  licenciado Abel. Veo que ya se va, y justo hoy el profesor de estadística se extendió con su clase. Mañana tendré que regresar para presentar la solicitud de almuerzo.

_ No te preocupes, déjamelo y yo mañana lo veo.

_ Qué lindo, gracias. Mmmm, sería mucha molestia si me da una jaladita hasta la puerta de la universidad. Lo que pasa es que ya está oscureciendo y me da miedito bajar sola.

_ Sí, claro, sube. Por dónde vives?

_ En Huaycán, cerca a la Plaza de Armas de Huaycán, en la Av. 15 de julio, cuadra 10. Por lo general me vengo a la universidad con los colectivos y de regreso en combi, pero si tengo suerte, hoy puedo regresar en una camioneta Chevrolet (sonrió la pendeja).

El jefecito del comedor no pudo evitar los ojos brillosos, mejillas sonrojadas y el alargamiento de sus labios, al momento de sonreír.

_ ¿Te molesta si te tuteo?

_ No, total ya estamos fuera de la universidad.

_ ¿Y tú por dónde vives?

_ En Tarazona

_ Qué pena.

_ ¿Por qué?

_ Porque unos metros más y ya me tengo que bajar. Entonces, mañana te busco para recoger la copia de mi solicitud con el sello de tu oficina (despidiéndose aparentemente con un beso en la mejilla, pero se lo dio en la comisura de los labios).

Al día siguiente, 4:30 p.m., Marifé se acercó al container que fungía como oficina del jefe del comedor, llevando Caramandungas para tomar lonche, pues días anteriores la ofrecida esta se había percatado de la cafetera y hervidora que descansaban en una mesita, ubicada fijamente en una de las esquinas del vagón.

Abel la miró y sonrió, se sacó los lentes y se restregó los ojos. Luego cortó un pedazo de papel higiénico y limpió las lunas con esmero (mientras pensaba qué decir). Los trabajadores se iban retirando con un hasta mañana jefe, todo limpio jefe, todo cerrado jefe, que descanse jefe, cuidado jefe.

_ Gracias por las rosquitas Marifé, pero ya me tengo que ir. Te prometo que mañana temprano me los como en el desayuno.

Aquí puedes continuar leyendo el cuento completo.

https://cuentroversia.blogspot.com/2024/08/el-jefecito-del-comedor-cerca-de-la-100.html

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Literatura

Presentación de libro Gaza ante la historia, de Enzo Traverso

Conoce una de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Lima.

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En el marco de la 28° Feria Internacional del Libro de Lima (FIL), gracias a la librería Contragolpe, se llevará a cabo la presentación del libro Gaza ante la historia, del reconocido historiador Enzo Traverso. El evento se realizará el lunes 29 de julio, en el auditorio José María Arguedas, a las 3 p.m. La presentación del libro estará a cargo del politólogo Alberto Adrianzén y la artista Daniela Ortiz.

¿Es la destrucción de Gaza una consecuencia del ataque del 7 de octubre o el epílogo de un largo proceso de opresión y erradicación? ¿Tienen los palestinos derecho a resistirse a la ocupación? ¿Hablar de genocidio es antisemitismo? En Gaza ante la historia, Enzo Traverso, uno de los historiadores más autorizados de nuestro tiempo, va a la raíz del conflicto israelopalestino poniendo en cuestión la historia del conflicto y ofrece una interpretación crítica que da la vuelta a la perspectiva unilateral desde la que nos hemos acostumbrado a observar lo que ocurre en Gaza.

Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo XIX, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Sus supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas.

Fecha: lunes 29 de julio

Hora: 3 pm

Lugar: auditorio José María Arguedas de la FIL (Parque Próceres de la Independencia, Jesús María, alt. cd. 16 de av. Salaverry)

Presentan:

– Alberto Adrianzén

– Daniela Ortiz

Organiza: librería Contragolpe  

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Literatura

«Por Facebook», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

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Por Giovanna Gutierrez Narrea

Te miro por el face y vienen a mí los años de esplendor al lado tuyo. Una relación amorosa de tres años: compartiendo anécdotas, viajando juntos, experimentando emociones, conociendo un poco de ingeniería mecánica y tú aprendiendo un poco más sobre el sistema de la lengua (tú en la UNI y yo en la UNE-Cantuta). Dé repente, tu ausencia se empezó a justificar porque tenías que estudiar para tus prácticas calificadas, luego los trabajos de grupo y, finalmente, tus exámenes parciales y finales. Un par de meses después me dijiste haber conocido a una chica (rubia superficial, por cierto, tez blanca, delgada, caderona y bien tarrajeada; la típica mujer por la que el 99.9 % de hombres pierden la cabeza). Enamoramiento que te duró menos de un año, puesto que tu nueva conquista terminó yéndose con un hombre, muchos años mayor que tú; interesante cargo en la política de la universidad y de atractiva billetera. Supongo que mi poco atrevimiento sexual y la falta de coquetería fueron en gran parte, también, las causas del enfriamiento sentimental, razones por las que terminaste conmigo.

Anoche vi a Javier -me contó Mary-. Pensé que eras tú la que estaba con mi primo (estos chicos no cambian, terminan y luego regresan -me dije-…). Yo estaba comprando salchipapas en la esquina de mi casa, cuando pasaron por detrás mío, y mi primo ni cuenta se dio, y al voltear miré a la chica, quien tenía tu misma estatura, el cabello negro y lacio como lo tienes tú, y de perfil muy parecido a ti (pudiendo tener una original, se buscó una copia), pero por la oscuridad no la pude ver con exactitud. Sin embargo,  esa relación no le duró mucho tiempo, porque luego lo vi salir con su actual pareja, un poco feíta la nueva prima, pero es odontóloga. Ni modo amiga, será mi primo pero que se joda… Mejor estabas tú.

Aquí el cuento completo: https://cuentroversia.blogspot.com/2024/06/por-facebook-te-miro-por-el-face-y.html

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Literatura

Invitación a comer un chaufa: el nuevo libro de Julio Barco

Lee la columna de Nicolas López-Pérez

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Por Nicolas López-Pérez

A la industria editorial en crisis: lo primero es tomar por sorpresa a la hegemonía con un ramo de dientes de león. Luego, al ver los rostros entre la confusión y el estupor, soplar con dulce violencia cada una de las partículas que componen la flor. Esa es la fuerza literaria de Julio Barco (1991), señoras y señores. El poeta de El Agustino que viste y calza. No me detendré en la identidad de qué género o de qué tipo es el último libro publicado. Lo cierto es que Chaufa es un homenaje a la opacidad de la palabra y el lenguaje. En sus páginas se narra, se ensaya, se canta, se baila y se come. Como si la literatura peruana y su estado actual fuese el tema de un banquete digno de Platón, una reunión que armoniza reflexión y sentimiento.

A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, huelga deciros que este libro es una incisión en las maneras de leer el insalvable abismo entre lo popular y lo culto; entre la periferia y el centro; entre el margen y el cuadro. Al mismo tiempo, su prosa nos muestra a un escritor audaz y resiliente ante el histórico vapuleo contra quien no tiene santos en la corte. Un escritor que se desenreda, como si fuera un ovillo de lana, para golpear la mesa y declarar una nueva profesión de fe literaria. Tal vez, señoras y señores de la industria editorial en crisis, la literatura que os presentáis es, a grandes rasgos, ominosamente homogénea y continúa a mostrarnos un Perú desconectado de sus bases. Puede que esta afirmación categórica se malinterprete, pero ante un mar de literatura pituca y aspiracional en que la finalidad es conmover o divertir con historias más o menos fascinantes, escribir desde las entrañas de nuestras ciudades es un ejercicio de resistencia y estrategia. Chaufa articula la palabra como un antídoto contra la apatía que vuestra literatura vierte sobre la clase trabajadora peruana.

En un hadiz islámico se lee que el estómago es el centro de todas las enfermedades. Desde ahí, una ética del cuidado de lo que se come. En el Perú, no obstante, todavía se habla de hambre; todavía hay poblaciones enteras donde escasea la comida y no solo por el aumento en el costo de la vida ni por la falta de empleos, sino por el individualismo y, además, la insuficiencia de las políticas públicas para llegar a cada rincón de una escandalosa, pero preciosa geografía. Recuerdo un dossier de 2018, publicado en Unidiversidad, una revista de pensamiento y cultura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y titulado “Perú: los poemas del hambre”. Paolo de Lima, el compilador, enfatiza el hambre como tópico en los versos de un considerable número de autores. Y esos poemas y poetas no son los primeros que orbitan en torno a la comida, también obras como “Primicias de cocina peruana” (2005) de Rodolfo Hinostroza, “Comer en los mercados peruanos” (2019) de Mirko Lauer o incluso “Tratado de la yerbaluisa” (2012) de Enrique Verástegui son ejemplos del vínculo entre literatura y comida. El estómago se conecta con el corazón y el cerebro, ¿y ustedes señoras y señores de la industria editorial qué hacen al respecto con las problemáticas sociales de las mayorías? Una paradoja: Perú, potencia gastronómica a nivel mundial e incapaz de erradicar el hambre en su territorio.

Barco nos encuentra en el Chifa, aunque puede que otros platos que nos acomunan sean el ceviche o la salchipapa. Lo encomiable está en el imaginario popular que este escritor construye: precisamente, en ese punto en que todos los archivos se tocan y donde no originan una identidad que confronta los ánimos, sino una capaz de generar una potencia solidaria donde el Perú se construye con tradiciones, afectos y palabras. Barco apuesta, en definitiva, por un manifiesto que conjura un sentimiento social, bullendo desde un problema inmanente y trascendente: el sentido de seguir luchando juntos por un mejor Perú. A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, ¿cuántos libros tenéis que ingeniosamente pueden remecer a los sectores más populares? Una fuerte resistencia contra la literatura pequeño-burguesa, tanto como guiones que tienen éxito en Netflix y Hollywood. Barco escribe como se prepara un chaufa. Auguro que su lectura tendrá sabor a la simpleza y santidad de ese plato. Girados y apreciad la maestría del verbo. Chaufa es imperdible en este 2024 de las letras peruanas. Imperdible.

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