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JULIO RAMÓN RIBEYRO, PERIODISTA

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Un día como hoy hace 20 años murió Julio Ramón Ribeyro. Reconocido como el mejor cuentista de nuestra literatura contemporánea, Ribeyro era también un feroz periodista que escribía de todos los temas. Muy poco se sabe de esta faceta de nuestro escritor. Con esta crónica lo encontramos como cronista.

1.

La tapa de color verde con la imagen de una vieja máquina de escribir marca Remington y una cuartilla donde se lee “ensayos literarios” de su libro “La caza sutil” (Editorial Milla Batres. Lima 1976.), nos retorna a revisar la vida de escritor de Julio Ramón Ribeyro. Tal como sucede con los poetas del modernismo, para muchos, la herencia periodística es pobre en relación a la obra literaria. José Martí en Cuba nos deja 18 de sus 26 enormes volúmenes, solo de periodismo. Rubén Darío igual, es celebrado por su poesía pero su registro en prensa es descomunal. Gutiérrez Nájera en México es un agudo periodista antes que iluminado poeta. Igual sucede con Ribeyro. Del libro de marras, Los veintiún textos escritos entre los años 1953 y 1975 en Lima, París y Múnich –la mayoría de ellos publicados en el diario El Comercio—son exclusivamente de periodismo.

No es una vergüenza ser periodista. Lo fue José Carlos Mariátegui y César Vallejo. Ribeyro es un caso. Tiene ojo de ser brillante en el cuento pero nadie observa que esa mirada es la de un “perro de presa”. Si hoy estuviese vivo y joven seguro que trabajaría en cualquier Unidad de Investigación de un diario, revista o la televisión. Uno que conoce este oficio, no puede soslayar a ese ser especial que todo lo veía noticias o novedades. El “homo curioso”. “Ribeyro era atento, paciente, tranquilo, sigiloso y contemplativo, inclinado a escudriñarlo todo y predispuesto naturalmente a oír lo que otros decían más que a decir lo suyo”, dice el escritor Fernando Ampuero, su amigo.

Si existiese hoy seguro que sería amante de todos los programas de la farándula –lamentablemente, los de mayor audiencia—de la televisión. Ribeyro, como buen periodista era “chismoso”. Virtud de los limeños de pura cepa. Era él la paradoja en pie. Un escéptico en la elegancia discreta de la consternación. Delgado, muy delgado y tímido. Él era el escritor perdurable, de miles y fraternas páginas, de cientos de personajes inolvidables. Aquel de los hechos cotidianos convertidos en la real ficción del lenguaje sencillo sobre el soporte de un estilo transparente y una mirada recorriendo el alma de las cosas, de cada uno, de cada quien. Pero era el enigma también y la soledad más deslumbrante.

2.

Ya lo había escrito en otro texto que era raro este Julio Ramón. Que esa vez estaba contento y firmaba dedicatorias a sus libros que una fila de lectores portaban anhelantes esperándolo más de una hora debajo de los viejos ficus en la Feria de Libro Ricardo Palma de Miraflores. Lo repito, Julio Ramón jamás quiso aceptarme una entrevista y mucho menos para la televisión. “Con las justas hablo conmigo. Qué diablos voy a decir frente a una cámara”, solía decirme.

Y esa tarde de noviembre del 1993, yo traidor, intoxicado reportero de televisión, estaba con cámara, con camarógrafo, con asistente, con luminotécnico y con un micrófono prendido. Todos en el simulacro de ser sus apasionados lectores en la fila de lectores, todos grabándolo todo. El periodismo, el vil de los oficios. El periodismo, el único registro para testimoniar nuestra admiración. Y le jugué sucio y ahora lo confieso. Y de pronto Julio Ramón sorprendido por mi curiosidad y las luces y la bendita cámara y el bendito micrófono. Y me sentí mal. Pero ya le estaba preguntando: ¿cómo le va, maestro?

Raro este Julio Ramón. No le molestó, al contrario, sabía de vilezas sanas. Y estaba contento, lo repito. Y hablamos del Perú, de Lima, de sus gentes, de los libros, de la “cultura combi”, de su barrio de Miraflores, del cebiche, del valse, del Señor de los Milagros, de la democracia, de Vargas Llosa, del terrorismo, del hambre y hasta de Dios. Julio Ramón parecía un poseso y hablaba y contaba y sonreía y se acordaba de todo y raro este Julio Ramón, lo juro, estaba contento.

Y tuvo amigos, esa especie de seres a veces dañina que se reclaman siempre ser los íntimos del escritor y que suelen promulgar el copyright sobre su delicada memoria. Ese vínculo del que hablan algunos y que para demostrarlo, cuentan anécdotas, traicionando confidencias y revelando aquello que sólo puede conocerse desde el sagrado recinto de la amistad. Me temo, pertenecer sin olvidos a esa especie.

3.

Existe un testimonio excepcional del compositor Manuel Acosta Ojeda: “Mi amigo Julio Ramón entre poemas y carambolas”. (Publicado en “Julio Ramón Ribeyro: penúltimo dossier” Jorge Coaguila. Tierra Nueva Ediciones. Iquitos 2008.). El texto nos describe a un Ribeyro de barrio, con metástasis de esquina, un jijuna. En el billar miraflorino de la Av. Ricardo Palma, Ribeyro demuestra su vena de periodista nato. Cierto, luego del juego se iban al bar “El triunfo” de Surquillo. No era credo, era religión. Después de diez horas de piscos, cervezas y cigarros a Ribeyro le competía hacer un resumen. Y Julio Ramón contaba, por episodios, todo lo ocurrido en aquella jornada que había tenido de billar, bares, callejones y jaranas.

Se ha dicho de él que era tímido. No creo. Era retraido, digo yo con cariño, pero se las sabía todas. Su pasión, es verdad, era el universo literario y su ejecución en una escritura sicologista y de estilo barroco seco. Luego se sabría que en el plano intelectual se destacaba por la independencia moral, su armadura ética y estética. Así, nos dejó en sus jóvenes lectores el estilo para responder al siniestro misterio de la hoja en blanco. ¿De qué recursos valernos para contar nuestro tiempo? ¿Cómo organizarnos para darle un mínimo de coherencia a una realidad sin freno? ¿Cuáles son los interrogantes que nos tocan a todos y las batallas que, como colectivo, corresponde enfrentar? Bien, ese es el asunto del periodista. Y esa era la nota de Ribeyro.

Lo he contado en otras ocasiones, aquella vez de la última entrevista en 1994, Ribeyro me recibió en su departamento de Barranco con un bolerazo: “Perdón” en la voz de Daniel Santos. Cómo sabía Julio Ramón que a mí me gustaba los boleros. No sé. Esa es tarea de un buen periodista. Ribeyro hablaba de todo y de todo escribía, con precaución. Y vuelvo a regresar a esa tarde, fría y de neblinas, frente al mar y los acantilados limeños. En realidad no hablamos de poesía ni cuento, solo de periodismo. Por ello él decía que al ensamblar la historia fáctica y el texto “crónico”, se articulaba a un tejido único con la literatura, que no es más que el arte de escribir lo narrado con belleza encarecida.

Ribeyro decía que había una estética periodística auténtica en tanto sus límites con la literatura son sus puentes para un arte mayor. Y en el periodismo es más eficaz su golpe –el estrago causado en el lector—cuando esa fina película que lo separa de la literatura simplemente desaparece. Ribeyro cultivó la literatura periodística como género integral y donde lo poético se hacía global a tal punto que el texto que cuenta un suceso de noticia, se transfigura en un texto te[x]stimonial con música y claves de adivinación que envuelto en una sinfonía de palabras y semas armónicos y logra vence a los sordos poderes de la muerte.

Julio Ramón supo de esas poéticas periodísticas que encuentran sus verdades en sus claves narrativas de su espacio y sus historias. Sus mordientes informativas serán útiles en tanto borraban la amnesia nacional que padecemos y se establecía un soporte literario en el que se van construyendo otros textos más vitales y más sensuales para construir espacios libres y orgiásticos, degollar las galeras de la oscuridad. Cualquier texto de Julio Ramón tiene calle pero va recorriendo el mundo y observando con clarividencia, ternura y una actitud crítica y rigurosa los paisajes diversos y las conductas, hábitos y actitudes ante el mundo y la vida de los transeúntes de la constante comedia humana. Nada de pintoresquismos sino periodismo de verdad para acercarse a las exactitudes de ese mundo embarazado de perplejidad y deliciosos asombros.

Y yo recordaba entonces que antes Julio Ramón fue amigo de mi padre, allá en su pequeña librería del Parque Universitario. “Habla poco el hombre, pero dice muchas cosas”, me dijo el viejo aquella vez que terminaron al fin poniéndose de acuerdo –luego de citar a Kid Chocolate, “Sugar” Ray Robinson y Floyd Paterson– en que Mauro Mina debió ser campeón mundial de los pesos semipesados. Y en aquella neblinosa tarde en la avenida Larco, cuando 20 años después lo abordé presentando mis escudos y otros firuletes, comprendí que mi padre tenía razón. Entonces Julio Ramón me pareció un experto y/o gastado cowboy sin botas, extraído de una cinta de John Ford, caminando entre las luces y sombras de sus calles de Miraflore detrás de las moreras y entre sus misterios y sus hojas, ¿escritas?.

4.

Y cuando a los 65 años murió víctima de un cáncer, nos quedamos muy triste porque sabíamos de su eternidad y enfermedad. Aquella terrible musa vestida de cangrejo se lo fue tragando desde 1973. Y Julio Ramón murió un 4 de diciembre de 1994 –Ah terrible diciembre, tan próxima a las muertes trágicas de José María Arguedas y Manuel Scorza, un luto sucesivo para la narrativa peruana– castigando la piedad de los médicos y el oráculo de su brebajes. Y debo recordar al poeta Antonio Cisneros cuando triste como todos los que amamos el ají limo le escribió desde su ventana: “Mi querido Julio, justo ahora que se anuncian los frutos del verano se te ocurre dejarnos. Tu terraza está vacía y este sol que brilla como un trompo sobre el mar de Barranco carece de sentido por completo. Qué diablos voy a hacer con mi pobre alma. Apenas queda una bicicleta sin jinete, una botella de Burdeos intocada, la Copa Libertadores que se viene y donde da lo mismo si ganamos o perdemos. Ah, Julio Ramón. Sólo el viento golpea sobre los acantilados. Y el mar se retira para siempre”.

Y es cierto que uno aprende a querer a un escritor leyendo sus libros casi como un amigo. Y con Julio Ramón ocurría otra cosa. Uno lo quería como amigo y lo leía con ternura sin sus libros aunque como personaje que inventaba aquel que era el escritor amigo. Otro poeta, Abelardo Sánchez-León, lo despidió así: «El final de su vida se parecía a uno de sus cuentos, pero los dos o tres veranos últimos fueron, así pensábamos, lo mejorcito. A su rutina le añadió unos paseos en bicicleta con amigos, que hasta llegaron a llamarlos «los regios». Ya me imagino a Julio Ramón de regio, aunque pinta nunca le faltó y su capacidad seductora no disminuyó ni un ápice. Julio Ramón fue un narrador dotado de ángel y seducción, que se leía entre todas las edades porque, llana y sencillamente, gustaba Julio Ramón gustaba a la gente».

Julio Ramón Ribeyro era un viejo conocido a través de los antihéroes de sus perfectos cuentos cicatrizados por el karma de los no triunfadores que no es lo mismo que esos a quienes llaman fracasados. En su mayoría, eran peruanos que usaban bividí, dormían con piyama a rayas, se persignaban ante cualquier iglesia y escuchaban rancheras de José Alfredo Jiménez después de hacer el amor, no importa con quién o la mujer de quién. Entonces yo suponía que sus protagonistas los sacaba de las páginas anodinas de los diarios, Esos actores del lugar común y los tópicos que para muchos pasan inadvertidos pero que para Julio Ramón eran sus quijotes victoriosos de los fastos y gestas triviales.

Antes, en sus primeras cortas visitas para sus veranos limeños, siempre lo encontraba en la Plaza de Acho, con todos sus amigos, conversando de la supina ignorancia de Hemingway sobre los toros, en todo caso, nos quedábamos con Corrochano. Y estaban ahí Felix Arias Schereiber y Jorge Pimentel y Miguel Burga y terminamos en “Sevilla” –que así llamaba el maestro «Al Alimón» a los bajos de los tendidos de Sol– entre vinos, cervezas y anticuchos. Y dijo Julio Ramón cierto domingo después de una desastrosa corrida y parafraseando a Holderlin: “Si el alma del torero no alcanza su fuero divino en el ruedo, no debe dormir en el lecho de nuestra pasión”. No dijo más y apuró una copa grande de espeso vino tinto, inmensa como la estampa de un Miura.

5.

En un texto publicado por Fernando Ampuero en la revista “Buen Salvaje” Nro. 3, se lee una explicación al libro tan preciado de Ribeyro y que cito: “La edición original de La caza sutil, impresa bajo el sello de Milla Batres –de 1976–, contenía ya ensayos como “Gustave Flaubert y el Bovarismo”, “Del espejo de Stendhal al espejo de Proust” o “E.R. Curtius y la literatura francesa”; y crónicas tan sabrosas como la que titula “Peruanos en París”. También destacan su sensible reseña de Los ríos profundos de Arguedas, su disertación sobre “Las alternativas del novelista” y el ensayo “Lima, ciudad sin novelistas”, texto envejecido y a estas alturas solo de importancia histórica, desde que Vargas Llosa rompió fuegos en 1963 con La ciudad y los perros, abriendo brecha para que irrumpieran incontables novelas urbanas”.
Y aquella edición de La caza sutil de Milla Batres, es cierto, ya no se encuentra ni en las librerías de Quilca ni de la Feria de Amazonas. Hace casi cuarenta años de un libro que tuvo apenas una edición que paso casi inadvertida y que hoy es de exclusivo lujo de coleccionistas. Pero el año pasado, debido a una justa y constante revaloración de nuestro gran cuentista en España y América Latina, apareció en Chile una reedición de la Universidad Diego Portales: La caza sutil y otros textos. Julio Ramón Ribeyro. Lima, 1929 – 1994. (Santiago. Ediciones UDP 2012) con el agregado de doce textos dispersos, entre los que destacan los dedicados a Maupassant y a Lezama Lima y Proust, y un prólogo del escritor Diego Zúñiga.
Cuando Ribeyro nos dejo de enseñar sus textos primeros y sus crónicas de joven, nos dejo también mudos. Por eso me he preguntado sobre las razones de ese quehacer, el de escribir, aquello de confirmar en grafías las ideas y los sueños, pues no siempre estoy de acuerdo con los otros; esos que también escriben. Ribeyro me decía que le interesaba el hablar al oído dudando a más no poder. No a las certezas tajantes, jamás a las afirmaciones inapelables. En ese proceso de grado cero de la escritura, hipótesis e impulsos eléctricos, ganan la necesidad de hallar la certeza a partir de sus opuestos. Con Julio Ramón y su periodismo, en el fondo, ese “escribir” tiene sobre cualquier otra cosa, bastante de experimento, voluntad más de aprender que de enseñar, esfuerzo por mejorar el mundo, humanizar a tanto usureros, liberarse de la angustia de las miserias todas, hacerse conocido más que famoso y construir un mundo para que lo habiten menos imbéciles. Todo ello está en esa Caza sutil. La de Ribeyro de planilla y de cierre de edición.

6.

Diré que fue ese agosto 1994 el año feliz y triunfal de Julio Ramón, el del consagratorio Premio Rulfo ¬–bien le venían los cien mil dólares del premio–, el de la publicación de sus Cuentos completos por editorial española Alfaguara, el de la Semana de Homenaje en Madrid. Entonces este cronista era reportero del programa Panorama del Canal 5 y jamás imaginó que la entrevista que le hizo aquella tarde gris en su casa-estudio de Barranco y que en realidad fue una suerte de conversión informal, sería el último testimonio de Julio Ramón para la televisión. Y así fue o así debió ser.
Lo llamé un día antes. Julio Ramón al otro lado de la línea se resistió tajante al principio, dijo que estaba escribiendo sus memorias, una suerte de autobiografía nada o casi personal, dijo también que estaba descompuesto, que los periodistas lo tenían podrido. Le dije –casi le rogué– que si no le hacía ese reportaje me botaban del Canal –el viejo truco del periodista en terapia laboral–, que mi vida dependía de su tiempo. Entonces Julio Ramón aceptó jodido por esas mentada amistad. Supongo que le importaba un bledo el rating de esa televisora de pacotilla. “Mañana a las 4 de la tarde en mi casa”, respondió y colgó, imagino fastidiado y molesto más que conmigo, con él mismo.
Julio Ramón recibió la noticia unos minutos antes y quedó mudo. Había ganado el Rulfo. Y desde ese momento debía atender a decenas de periodistas, a centenares de amigos, de curiosos, de intrusos. Y aquella privacidad tantos años defendida a capa y espada iba a quedar horadada. Y aquel espacio reservado para la discreta soledad de su genio iba a reducirse irremediablemente a la nada. Y Julio Ramón vivía como uno se lo imaginaba, completamente solo, salvo con sus benditos demonios, su música y sus misterios. Esa tarde, en su piso con vista a los acantilados, cuando tocamos el intercomunicador con Carlos Otiniano, el camarógrafo, Julio Ramón contestó resignado: «suban», es que jamás le gustaron las entrevistas, nunca estuvo a gusto con las fotos –salvo aquellas para las tapas de sus libros o las otras ocasionales que le tomaron sus íntimos y donde aparecía con su esposa Alida o su hijo Julio–, siempre se opuso a ser sujeto público y la fama, después me confesó, le importaba un reverendo rábano.
Era tímido, ya lo dije, pero esa vez, mientras yo le contaba mi deuda con el banco, que no me gustaba el locro, y que seguía enamorado de Liz Taylor, Julio Ramón se fue soltando y mientras nos mostraba tímido sus recuerdos enigmáticos y escondía sus pecados –completamente vencido ante mi obsesiva curiosidad–, nos leyó la primera parte de uno de sus cuentos más entrañables: “Nosotros somos como la higuerilla, como esa planta salvaje que brota y se multiplica en los lugares más amargos y escarpados…”; encendió cigarros tras cigarros y recién habló de su familia, de sus pasiones y de sus increíbles fobias. Inquilino al fin de su propia ficción, y mientras en su terraza que ve el océano, con un frío de los mil diablos, tomándonos un gran Bordeaux, dijo que le habían prohibido terminantemente los cigarrillos pero que eso era una vaina porque él, que no era afecto a recetas, sabía que necesariamente cuando escribía debía tener un pucho en los labios, entonces si dejaba de fumar, simplemente no podía escribir, entonces también, siguió fumando y hasta que la muerte nos separe, nos confesó con la tristeza y resignación más terrible vista en un ser humano.

7.

«La gente cree que soy corrosivo y benigno, cruel y piadoso, pero no es así, soy una persona normal que un día de 1952 dejó la carrera de Derecho y con una beca se fue a España a seguir cursos de periodismo. Pocos saben por ejemplo que soy especialista en fotomecánica a color, que he trabajado como profesor en la Universidad de Huamanga en la ciudad de Ayacucho y que jamás pensé en ser lo que soy, un escritor profesional y a tiempo completo. Y pocos saben también que a pesar de haber publicado Los gallinazos sin plumas, mi primer libro en 1955, hoy mismo me llaman de México, de Argentina y de Estados Unidos para preguntarme quién soy, donde vivo y qué cosas he escrito. Otros se sorprenden al descubrir que soy peruano. Es terrible ¿no?».
Y uno tuvo que responderle que sí, que es terrible. Sentados en el balcón con el solsito desmayado, contó del genio de su mujer, de que su hijo era cineasta y no le hallaba el gusto a la literatura, de que no perdonaban una mañana sin su amante café con leche, que su médico se consideraba un fracasado porque le había pronosticado un mes de vida y ya llevaba diez años vivito y coleando. Y llegamos a la música después de pasar por sus admirados Stendhal y Proust, de sus amigos Bryce y Scorza y Vargas Llosa –en ese orden– amén de los poetas peruanos del Boulevard Saint Germain, incluyendo al real-maravilloso cajamarquino Alfredo Pita. Y llegamos al bolero, no como género músical sino como la metafísica de la obstinación. Porque según su teoría, el bolero se bailaba (en su caso: se escuchaba) con las hormonas más encabritadas antes que con los pies o la pelvis. Luego, prendió su equipo y se animó a cuadrar un CD de Daniel Santos que arrancaba con el bolero «Perdón», ese himno universal para ciertos amantes en cuarentena y elíxir alcanforado para aquellos que nos enamoramos de cualquier cosa que tenga mamas.
Ya cuando el sol se fue marchando por el ojal del crepúsculo, me reveló un secreto que divulgaré cuando cumpla cien años. Al final y mientras agradecía a sus editores peruanos Scorza, Milla Batres y a Jaime Campodónico. Y sus comprensibles lectores peruanos, de perfil se quedó abrazado a su estar solo. Hoy que lo recuerdo aternurado como los viejos retratos en la penumbra de una sala atiborrada de sus personajes: el «territorio literario propio», ojalá alguien pueda arrancarlo de mi corazón durante el resto de su incalculable muerte.

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Sujeto embiste su camioneta en conocido restaurante porque local lo había expulsado debido a que se encontraba presuntamente bajo los signos del alcohol [VIDEO]

Miguel Ángel Requejo Astochado ahora será denunciado por tentativa de homicidio.

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Un demente al volante. La noche de ayer, comensales del restaurante ‘El Charrúa’, ubicado en el distrito de La Molina, previo el incidente, indicaron que Miguel Ángel Requejo (51 años), había discutido con los mozos del local, quienes procedieron a expulsarlo ya que el sujeto había ingerido bastante alcohol y estaba incomodando a los demás comensales.

Minutos después, el sujeto se sube en su moderna camioneta para conducir sin frenos hasta la fachada del local, colisionando sin importarle que adentro se encontraban personas consumiendo.

Producto del salvaje impacto resultaron heridas dos personas, además del daño material ocasionado por el irresponsable conductor.

Uno de los afectados mencionó que procederá a denunciar penalmente a Requena, calificando el hecho de tentativa de homicidio, tildando además de “enfermo mental” al ebrio chofer, quien no paraba de gritar en todo momento, relata el agraviado, que era un magnate y podía hacer cualquier cosa.

«Ya está detenido. Es un enfermo mental. Esto es un intento de homicidio. Nosotros estamos pidiendo la cuenta y pagando. En un principio estaba sentado y me levanté no sé cómo segundos antes de que el carro se empotre por eso que estaba a un costado e igual me hizo volar», detalló a Canal N.

fuente: latina.

En tanto, el restaurante ‘El Charrúa’, lamentó el incidente ocurrido anoche, manifestando que colaborará directamente con la Policía para suministrar las grabaciones dentro del local.

«Desde ‘El Charrúa’, reafirmamos nuestro firme compromiso con la seguridad y el bienestar de todos nuestros clientes y colaboradores. Como medida preventiva y con el objetivo de reforzar nuestros protocolos internos, hoy miércoles 3 de julio permaneceremos cerrados», indicaron.

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Clínica Delgado-Auna responde a sanción de Susalud por filtración del historial médico de Shakira

Centro de salud privado indicó que el caso se encuentra en “proceso de revisión” y que apelará multa de más de 600 mil soles.

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Quieren ir hasta las últimas. La Clínica Delgado-Auna recientemente emitió un comunicado respondiendo a la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud) por el caso que los involucra con la cantante colombiana Shakira. Al respecto, indicaron que dicho caso aún se encuentra en “proceso de revisión”, pues no existe hasta el momento una resolución final.

Como se recuerda, en febrero pasado, el historial clínico de la cantante barranquillera fue divulgado públicamente por personal de ese centro de salud privado, constituyéndose una grave vulneración a la confidencialidad de los datos de las personas, sean nacionales o extranjeras.

Es así que Susalud le impuso una multa a la clínica equivalente a S/668,750 por la difusión no autorizada del parte médico de la cantante Isabel Mebarak Ripoll, mejor conocida como Shakira.

Al respecto, la Clínica Delgado-Auna también indicó que apelará la millonaria sanción, argumentando que el caso se encuentra bajo evaluación por el Tribunal de Susalud, contando para ello con 15 días hábiles para presentar formalmente su impugnación.

“Clínica Delgado presentará la impugnación correspondiente para que el caso sea evaluado por el Tribunal de SuSalud, conforme lo establece el debido proceso, confiando en la solidez de los argumentos que nos respaldan. Cabe señalar que contamos con un plazo de 15 días hábiles para impugnar”, concluye el comunicado.

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Fiscalía investiga a Johny Isla y a Jeanette Águeda Gutiérrez por caso ‘Líneas de Nasca’

El Ministerio Público abrió una investigación preliminar contra los dos funcionarios de la DDC de Cultura de Ica y el alcalde de Nasca, William Jorge Bravo Quispe, por presunto atentado contra las Líneas y geoglifos de Nasca, Patrimonio Mundial de la Unesco.

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El Primer Despacho de la Segunda Fiscalía Penal Corporativa de Nasca, a cargo del fiscal provincial José Alejandro Meléndez Curasi, ha iniciado una investigación preliminar de 60 días —con posibilidad de ampliarse— contra dos funcionarios de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Ica y el alcalde de la Municipalidad Provincial de Nasca. Están siendo investigados por los presuntos delitos de atentado contra monumentos arqueológicos, omisión de deberes funcionales y abuso de autoridad, en agravio del Estado Peruano.

Fiscalía Nasca abrió investigación contra funcionarios de la DDC de Cultura de Ica.

Los involucrados son la arqueóloga Jeanette Águeda Gutiérrez Achulla, responsable interina de la DDC de Ica, Johny Augusto Isla Cuadrado, arqueólogo responsable del Sistema de Gestión Nasca-Palpa de dicha dirección; y William Jorge Bravo Quispe, actual alcalde de Nasca.

Investigada Jeanette Águeda Gutiérrez Achulla, es responsable interina de la DDC de Ica.

La investigación se origina tras la modificación del área de reserva arqueológica de las Líneas y geoglifos de Nasca y Palpa, declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco. Esta zona protegida fue delimitada inicialmente en 1993 y reafirmada en 2004, cubriendo un total de 5,633.47 km². Sin embargo, una reciente resolución viceministerial —la N° 000128-2025-VMPCIC/MC, firmada a fines de mayo por la viceministra de Patrimonio Cultural, Moira Novoa Silva— redujo esta área a solo 3,235 km². Es decir, se recortaron 2,397 km² de territorio protegido.

La denuncia sostiene que esta reducción no cumplió con los procedimientos legales requeridos. Además, acusa que la resolución habría sido emitida como una “maniobra falaz” para encubrir posibles irregularidades.

Investigado Johny Isla Cuadros, es uno de los responsables del informe de la DDC de Ica.

El Ministerio Público investiga si la resolución favoreció intereses mineros. Se han detectado petitorios mineros en las zonas que quedaron fuera de la protección, así como posibles vínculos familiares y políticos entre los involucrados. También se denunció la exclusión de más de 100 sitios arqueológicos, y se presume la existencia de una red político-económica que habría actuado para facilitar la reducción del área protegida con fines de lucro y tráfico de terrenos.

Este caso surge semanas después de que el ciudadano Leonardo Favio Rojas Escajadillo denunciara ante la Fiscalía Especializada de Restos Arqueológicos y Monumentos de Nasca y Palpa a varios altos funcionarios, incluyendo al ministro de Cultura, Fabricio Valencia, y a la viceministra Novoa Silva.

Denuncia penal contra Ministro Valencia y Viceministra Novoa.

En la acusación también figuran el director de la DDC de Ica, Injante Tipismana; Miriam Moquillaza Ramos; Johny Isla; Henmer Alva Neyra; el gobernador regional Jorge Hurtado Herrera; Javier Borjas Olaechea; el alcalde William Bravo Quispe y el ministro de Energía y Minas, Jorge Luis Montero Cornejo. Sin embargo, la Fiscalía por el momento inició investigación preliminar contra las tres personas indicadas en la introducción de esta nota.

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Ilusión de control: ¿Qué tan común es este fenómeno en el juego en línea?

Conoce más sobre el viejo mecanismo del cerebro.

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La ilusión de control es un sesgo cognitivo donde una persona cree influir sobre resultados en realidades definidas por el azar. En el contexto de los casinos en línea, donde gran parte depende del azar, este fenómeno puede intensificarse. Esto ocurre porque las personas suelen buscar patrones y apoyo incluso en los detalles más pequeños, tratando de mantener el control sobre situaciones inciertas, como el juego.

A continuación, verás cómo se manifiesta, en qué juegos es más evidente, por qué conviene conocerla y cómo se puede manejar.

¿Qué es la ilusión de control?

En los mejores sitios de juegos de azar —ya sea en Perú, España u otros mercados bien desarrollados— vas a encontrar todo tipo de opciones. Si entras a cualquier buen casino online español, te vas a topar con juegos en vivo, ruletas, slots, blackjack… y cada uno ofrece distintos niveles de participación por parte del jugador.

Hay momentos en los que el azar es el único protagonista: tiras los dados, apretas un botón en la tragamonedas o eliges un número en la ruleta, esperando que sea el indicado. Pero si sientes que tu decisión tuvo algo que ver con el resultado —aunque racionalmente sepas que no—, eso es la ilusión de control. Un viejo mecanismo del cerebro.

La psicóloga Ellen Langer acuñó este término hace ya más de cincuenta años, y lo cierto es que el fenómeno sigue más presente que nunca. Hoy en día, con tantos juegos disponibles al alcance de un clic, es fácil sentir que estamos tomando decisiones clave. Las personas, en general, tienden al optimismo y a confiar demasiado en sus habilidades, lo que alimenta esta ilusión. Forma parte de esas pequeñas ilusiones positivas que ayudan a sobrellevar la vida… aunque, en contextos de juego, pueden jugar en contra.

Manifestaciones en los casinos en línea

En general, las personas tienden a buscar patrones y a predecir resultados, incluso en situaciones donde el azar manda. Durante una sesión en un casino online, hay momentos en los que esa ilusión se vuelve especialmente sutil. Estas son algunas de las formas más comunes en que puede aparecer:

Máquinas tragamonedas y “near-misses”

Cuando los símbolos casi coinciden, el cerebro se activa como si hubiera ganado. Ese “casi” no pasa desapercibido. Según Frontiers in Psychiatry, una revista científica de prestigio, los jugadores tienden a seguir apostando después de una “casi victoria”, motivados por la ilusión de estar cerca.

Juegos con interacción física simulada

Lanzar los dados o girar la ruleta con un gesto da la sensación de agencia. Pero no cambia las probabilidades. Estudios confirman que esa interacción refuerza la percepción (falsa) de control.

Bonificaciones y programas de fidelidad personalizados

Incluso los bonos, promociones y programas de fidelidad, si no se usan con responsabilidad, pueden reforzar la sensación de control. Estos incentivos personalizados hacen que los jugadores se sientan recompensados por sus elecciones y lealtad, lo que aumenta la creencia de que sus acciones influyen en los resultados, aunque en realidad el azar sigue siendo el factor clave.

¿Por qué vale la pena identificarla?

Porque cuando usted cree que tiene el control, lo pierde. Entender la ilusión de control es como quitarse una venda: le permite tomar decisiones más lúcidas, sin la trampa del “esta vez sí gano”. Como advierte la psicóloga Dra. Clark, de la Universidad de Cambridge, este sesgo está ligado a un menor autocontrol durante el juego. Al reconocer que el azar manda, es más fácil frenar la escalada de apuestas y evitar ese ciclo en que se apuesta más para recuperar lo perdido. El resultado: menos ansiedad, menos pérdidas, y una relación más sana con el juego. Al final, el juego no debería ser una fuente de estrés, sino un pasatiempo que aporte disfrute, emoción y momentos agradables.

¿Cómo combatir esta ilusión?

No se trata de dejar de jugar, sino de jugar con los ojos abiertos. Una forma efectiva de romper la ilusión de control es establecer límites de tiempo y dinero antes de empezar, cuando la cabeza todavía manda sobre el impulso. 

También ayuda evitar juegos que imitan control con botones, gestos o decisiones irrelevantes. Pensar críticamente —¿esto depende de mí o del azar?—es clave. 

Y ojo: estudios recientes destacan el valor de mensajes personalizados que alertan sobre patrones de riesgo. A veces, una simple notificación puede ser un freno necesario.

Antes de hacer clic otra vez

La ilusión de control no es un monstruo invisible ni un invento de los expertos en comportamiento. Es una voz suave que le susurra: “Esta vez sí puedes ganar”. Y lo hace justo cuando usted más quiere creerlo. Aparece en las tragamonedas que casi aciertan, en cada gesto que simula decisión.

Detectarla no significa dejar de jugar. Significa jugar con criterio. Con límites. Con la conciencia de que, en la mayoría de los casos, no hay una estrategia mágica, ni un toque especial, ni un presentimiento acertado. Solo azar.

Antes de hacer clic otra vez, pregúntese: ¿es esta decisión realmente mía… o solo parece serlo?

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Imponen multa de más de 600 mil soles a Clínica Delgado -Auna por filtrar historial médico de Shakira

Susalud indicó que vulneración de confidencialidad de datos de la artista colombiana configura como una “falta grave”.

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Tremenda multaza que le acaba de caer a la Clínica Delgado–Auna, la misma que en pandemia recibió una ola de críticas por el excesivo cobro de “garantías” cuando un paciente se quería hospitalizar por Covid-19, llegando a pagar hasta 60 mil soles, y que la misma era solo una fracción del monto total.

Sí, el karma existe, y ahora le tocó el turno a la mencionada clínica privada, luego que la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud), entidad adscrita al Ministerio de Salud (Minsa) le impusiera una sanción administrativa equivalente a S/668,750 por filtrar información confidencial sobre la salud de la cantante colombiana Isabel Mebarak Ripoll, mejor conocida en el mundo artístico como ‘Shakira’, quien sufriera un malestar estomacal el pasado mes de febrero.

Como se recuerda, la cantante barranquillera ingreso de emergencia a la mencionada clínica luego de acusar un severo malestar estomacal que le impidió poder presentarse en la primera fecha de sus conciertos previstos en Lima. Horas después, personal que ya fue identificado por la propia clínica difundió parte de su historial clínico en las redes sociales. Ante ello, el centro de salud privado se pronunció sobre lo ocurrido, precisando que ya se había iniciado una “investigación exhaustiva”.

«Siempre hemos actuado con el máximo respeto por nuestros pacientes, su privacidad y cumpliendo con el marco normativo existente. El incidente ocurrido, en el que se filtró información confidencial de uno de nuestros pacientes, no representa en absoluto la ética profesional que rige nuestra institución. Lamentamos, profundamente lo sucedido y reiteramos nuestra tolerancia cero contra todo acto que vulnere la información personal de nuestros pacientes», indicó.

Más allá de las investigaciones iniciadas por la Clínica Delgado-Auna, Susalud mencionó que tal divulgación de datos representaba una “falta grave” y por ello ameritaba una sanción pecuniaria.

«Susalud enfatiza que, toda persona usuaria de los servicios de salud, independiente de su nacionalidad, seguro, y tipo de establecimiento donde se atienda, tiene derecho a ser atendido con pleno respeto de su dignidad e intimidad, con la garantía de la confidencialidad y protección de los datos referidos a su atención», se puede leer en el portal web de la institución.

Asimismo, recalcó que los centros médicos deben de proteger datos acerca del diagnóstico, tratamiento y condición médica de los pacientes, y que resaltó que esta información no puede ser revelada sin consentimiento previo, de su familiar responsable o representante legal.

«La garantía de este derecho tiene su amparo en la Constitución Política del Perú, la Ley General de Salud, así como la Ley que establece los derechos de las personas usuarias de los servicios de salud, que reconocen el derecho fundamental de toda persona a su dignidad, a la intimidad personal y familiar, así como, guardar la reserva de la información en salud», añadió.

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Nombramientos Irregulares en la UNSAAC: nepotismo y despilfarro de recursos públicos

El derrumbe institucional de la UNSAAC. Una historia que incluye a un familiar de la presidenta Dina Boluarte.

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La Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, otrora símbolo de sabiduría andina y resistencia intelectual, atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. Las paredes coloniales que la rodean ya no resguardan el espíritu crítico, sino los ecos de la indignación. Una federación estudiantil en pie de guerra, docentes que denuncian a gritos el desmoronamiento ético de su alma máter, y autoridades que —con el silencio como único argumento— se atrincheran tras resoluciones y formalismos.

La causa inmediata de esta crisis: el proceso de nombramiento de docentes contratados, amparado en la Ley N.º 32171, convertido en botín político y familiar. La ley, que buscaba regularizar a miles de docentes precarios, se ha transformado en Cusco en un instrumento para beneficiar a allegados, parientes y amigos de autoridades universitarias, bajo el manto cómplice de la burocracia y la opacidad.

El Rector Eleazar Crucinta Ugarte y la vicerrectora Paulina Taco han sido señalados públicamente por actos de presunto nepotismo. Más de seis artículos documentadas han encendido las alarmas. Mientras tanto, la comunidad estudiantil —en un acto que recuerda las viejas huelgas universitarias— tomó las instalaciones, exigiendo que las actividades se trasladen a la virtualidad, como si el problema pudiera esconderse tras una pantalla.

El caso más escandaloso, sin embargo, lo protagoniza la Escuela Profesional de Antropología. En un documento fechado el 26 de junio de 2025, los docentes de dicha escuela denuncian un proceso plagado de irregularidades: nombramientos sin sustento técnico, ampliación indiscriminada de plazas sin análisis de carga académica, y vínculos familiares que rozan el tráfico de influencias.

Entre los casos más indignantes figura el del director del Departamento Académico, Dr. Máximo Cama Tito, cuya esposa, Alejandra Tito Tica, aparece nombrada. Similar situación se presenta con el Antropólogo David Ugarte Vegacenteno, cuya hija —Luz Gabriela Ugarte Boluarte, sobrina de la presidenta de la República— figura entre las beneficiadas, pese a no cumplir con los requisitos de la ley. ¿Coincidencia? ¿Amnesia legal? ¿O simple impunidad disfrazada de meritocracia?

La evaluación de candidaturas parece haberse realizado con la ligereza de quien selecciona nombres al azar. Morvely Karen Núñez del Prado, declarada «apta», jamás figuró como docente contratada durante el semestre exigido por ley. Su inclusión en el listado revela la precariedad —y quizás la perversidad— de los criterios utilizados. En cualquier administración seria, este sería motivo suficiente para anular el proceso. En Cusco, sin embargo, todo sigue igual.

La Federación Universitaria del Cusco, en su oficio N.º 036-2024-FUC-SAG, ha denunciado incluso el pago de sueldos a docentes sin carga académica. Es decir, funcionarios que cobraban sin enseñar. Entre ellos, una vez más, la ya mencionada Luz Gabriela Ugarte Boluarte. ¿Quién autoriza estos pagos? ¿Quién los supervisa? ¿Quién los encubre?

Peor aún, el acuerdo firmado el 8 de mayo entre el rector y el Centro Federado de Estudiantes, donde se comprometía a priorizar la demanda real antes de los nombramientos, fue flagrantemente ignorado. No solo se incumple la palabra dada; se traiciona a una comunidad entera.

Para hablar de estos temas, nos comunicamos con el rector Eleazar Rucinta, pero hasta el cierre del artículo no tuvimos respuesta.

UNSAAC en cuidados intensivos

La UNSAAC está enferma. Y su enfermedad no es solo burocrática, sino moral. La corrupción, ese viejo mal peruano que se infiltra en los pasillos del poder como una hiedra venenosa, ha encontrado terreno fértil en la universidad más antigua del sur del país.

La pregunta ya no es si estas denuncias son ciertas —los documentos hablan por sí solos—, sino cuánto tiempo más la sociedad cusqueña y el Estado peruano permitirán que esta situación se prolongue. ¿Dónde están los organismos fiscalizadores? ¿Dónde está la Sunedu? ¿Dónde está la presidenta, cuya sobrina es parte del escándalo?

Urge una intervención que no sea decorativa. Una auditoría real. Un castigo ejemplar. Porque si dejamos que la UNSAAC se hunda, con ella se hundirá también una parte esencial de nuestra historia académica, de nuestro futuro colectivo. Y lo más terrible: no nos daremos ni cuenta.

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Cámaras inoperativas, vehículos de serenazgo en mal estado, equipos defectuosos, todo eso ha encontrado la Contraloría en 248 municipios

Inspección realizada en mayo por la Contraloría ha revelado que muchos gobiernos locales no cuentan con las medidas necesarias para vigilar sus jurisdicciones.

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Desprotegidos. La Contraloría General de la República realizó un operativo a 248 gobiernos locales durante los días del 8 al 14 de mayo, detectando severas deficiencias en los servicios de seguridad ciudadana. El operativo denominado “Servicios de seguridad ciudadana ejecutados por los gobiernos locales” arrojó que en todos eso municipios no existe un correcto funcionamiento en herramientas que deberían de ayudar al personal a combatir la delincuencia urbana.

Así, figuran 1553 cámaras de videovigilancia inoperativas (el 20 % de las 6144 instaladas), siendo las regiones más afectadas Arequipa (255), La Libertad (180) y Lima Provincias (153). Además, el 22 % de las cámaras no almacenan las grabaciones por el plazo mínimo de 45 días, como exige la norma, y el 86 % de las municipalidades no tiene un plan de mantenimiento para estos equipos.

Personal de serenazgo solo estaría viendo una pantalla negra todo el tiempo. Foto: Andina.

Respecto a los equipos de radiocomunicación, se detectaron 1054 unidades inoperativas (el 19 % del total) y se constató que el 32 % de las municipalidades no cuenta con un centro de telecomunicaciones para monitoreo y respuesta ante emergencias.

En cuanto al patrullaje municipal, 378 vehículos (el 14 % del total) están inoperativos, mientras que 34 gobiernos locales no realizan patrullaje conjunto con la Policía Nacional, lo que debilita la coordinación interinstitucional.

El personal de serenazgo también enfrenta condiciones precarias: el 63 % de las municipalidades supervisadas no les proporciona equipo de protección completo, y el 20 % solo les entrega equipamiento parcial, sin chalecos antibalas, rodilleras ni coderas.

De forma aún más crítica, seis municipalidades no cuentan con servicio de serenazgo ni con cámaras de videovigilancia, lo que refleja una ausencia total de presencia municipal en materia de seguridad.

Recomendaciones de la Contraloría

La Contraloría General ha comunicado los resultados del operativo a los titulares de los gobiernos locales visitados con la finalidad de que adopten las medidas preventivas y correctivas que contribuyan a optimizar la gestión de seguridad ciudadana que vienen desarrollando.

Asimismo, ha recomendado la elaboración e implementación obligatoria de planes objetivos específicos para el servicio de serenazgo en todos los gobiernos locales, alineados con directivas nacionales y bajo enfoque de gestión de riesgos. Esto permitirá optimizar el uso de recursos, fortalecer la capacidad operativa y mejorar la articulación del sistema de seguridad ciudadana.

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Caos en la Vía Expresa: Metropolitano colapsó otra vez

Más de 20 buses del Metropolitano quedaron varados en la Vía Expresa de Paseo de la República. Según la ATU, el incidente fue causado por un acto de vandalismo que puso en peligro a un conductor.

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Este lunes 30 de junio, Lima volvió a experimentar lo que para miles de ciudadanos ya no es una excepción, sino una lamentable rutina: el colapso del servicio del Metropolitano. Más de 20 buses quedaron varados durante horas en plena Vía Expresa, entre el Centro de Lima y San Isidro, dejando a cientos de pasajeros atrapados, molestos y sin respuestas claras.

Según la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), la causa de este nuevo episodio de caos fue un “acto de vandalismo” que afectó a uno de los conductores. Si bien el comunicado oficial señala que el servicio fue “restablecido”, la realidad es que no existen protocolos efectivos para enfrentar imprevistos, ni mucho menos un plan de contingencia que priorice a los usuarios.

La ATU se limitó a publicar en redes sociales: “Se ha superado el incidente”, como si con eso bastara para justificar horas de retraso y desorden en el servicio. Es inaceptable que un sistema de transporte que moviliza a miles de personas a diario dependa del azar, sin medidas preventivas ni capacidad de reacción frente a emergencias mínimas.

Como si fuera poco, la estación Naranjal del Metropolitano también sufrió bloqueos debido a manifestantes. Aunque finalmente se dispersaron con apoyo policial, el daño ya estaba hecho: más demoras, más caos, y más ciudadanos afectados.

La ATU parece olvidar que gestiona un servicio esencial para la vida diaria de la ciudad. La falta de inversión en infraestructura de respaldo, la carencia de información oportuna a los usuarios y la absoluta ausencia de un plan de manejo de crisis evidencian un sistema colapsado por la improvisación.

Los limeños no merecen más excusas ni comunicados vacíos. Necesitan un sistema de transporte urbano que funcione, que sea seguro, previsible y, sobre todo, respetuoso con su tiempo y su dignidad. Si la ATU no puede garantizar eso, entonces la pregunta es obligada: ¿para qué existe?

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