Opinión

“Isla Bonita”, la profunda pobreza de nuestro cine

Lee la columna de Edwin Cavello

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Una nueva historia filmada en la amazonia peruana estuvo por algunos días en cartelera de los cines limeños, se trata de la película “Isla Bonita”, dirigida por Ani Alva Helfer. Por esos días no la quise ver, ya que las últimas producciones peruanas han sido una rotunda decepción. Pero mi curiosidad por conocer lo que se hace actualmente en nuestro país me llevó a cometer el error de pulsar play en Netflix. Fue así que pude constatar nuevamente que lo que se hace es un remedo que no llega a llamarse “cine”, y donde nos saturan con personajes trillados que saltan a la pantalla grande sin saber actuar.

Patricia Barreto, Emilia Drago y Saskia Bernaola inundan la pantalla con su deficiencia actoral frente a cámaras, todo es muy forzado, todo es muy torpe. La “película” parece un trabajo producido en el taller de algún colegio, donde no importa el guion, la actuación, la fotografía y todo lo que se conoce como lenguaje cinematográfico.

Ani Alva Helfer supuestamente estudió cine en la Universidad de Palermo en Buenos Aires. Me pregunto ¿cuántas veces habrá faltado a clases? Porque el resultado de Isla Bonita parece más el producto de alguien sin estudios ni preparación cinematográfica. Aquí no se ve una educación cinematográfica, ni la influencia del cine argentino que tiene entre sus respetados representantes a Leonardo Favio, Lizandro Alonso, Lucrecia Martel, Sorín, Campanella, Bielinsky, Solanas, Caetano, Subiela y Gaspar Noé.

Preocupa realmente que una persona con supuestos estudios cinematográficos termine realizando algo tan paupérrimo. La selva tiene su belleza, pero esa belleza y misticismo hay que saberla mirar, tal como lo supieron hacer Armando Robles Godoy con “La muralla verde” y Werner Herzog con “Fitzcarraldo”.

A la directora no le pido una obra maestra, pero caer en el conformismo de películas como “Cementerio General” o “Isla Bonita”, es de mediocres. Y eso es lo que se tiene que erradicar de nuestro cine. Basta de historias que parecen un largo comercial de supermercados o detergentes. Los artistas —en este caso los cineastas— se deben arriesgar a construir historias que perduren en el tiempo.

Alguien dirá, pero la película tuvo casi 300 mil espectadores en los cines. Señores, las moscas son millones y les encanta la caca. Hay que entender que no todo lo que se consume masivamente es bueno.

(Columna publicada en Diario UNO)

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