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HORA ZERO, LA ÚLTIMA VANGUARDIA

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Hora Zero- Edwin 2016

Antes del Recital en la Casa de la Literatura: Enrique Verástegui, Edwin Sarmiento, Alberto Escalante, Eloy Jáuregui, Bernardo Álvarez, Jorge Pimentel, Fernando Obregón. Lima 24 de junio del 2016.

El Movimiento poético peruano Hora Zero cumple 46 años y sigue más vigente que nunca. Acaba de editar una nueva antología Hora Zero / Infrarrealismo La última vanguardia del poeta Tulio Mora y los actos de presentación han congregado a cientos de seguidores lo que habla de su vigencia y vigor. Hora Zero es ese canto coral del Perú del 2016 y como colectivo de ruptura, consolida aquel espíritu subversivo y que se plasma en una escritura pensada como un recomienzo capaz de transformar “la realidad” a través de una práctica poética comprometida con la complejidad social y étnica peruana.

1.

El disco de vinilo solo decía “Santana” (Columbia 1969) y mostraba en blanco y negro una imagen de un león y la silueta de una muchacha. El último tema del Lado B tenía una canción: “Soul Sacrifice”.  Al poeta Jorge Pimentel le gusta el sonido latino de Carlos Santana luego de lo de Woodstock. Allá en su casa de Jesús María, todos lo oíamos como en un ofertorio místico. Pimentel junto a Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui y José Carlos Rodríguez habían fundado en aquellos días Hora Zero y su poética tenía de proclama estética, de soporte musical y de sentencia contra los desusados lastres de la literatura peruana. Entonces oír a Santana era parte de esa intensificación insurgente.

Otro, como Enrique Verástegui, era fanático del cantante andrógino Adamo y se inspiraba con Allegro barbaro, una sinfonía con solo de piano de Bela Bartok y que él lo hacía necesario en ayinas. Para el maestro y poeta Manuel Morales, que llegaba desde la Amazonía, podía faltarle buenas maneras pero jamás, en la rockola, una guaracha de la Sonora Matancera. Juan Ramírez Ruiz atesoraba sus vinilos de John Coltrane y Miles Davis. Yulino Dávila no escondía su casete de Los Belkins y su himno manual: “Tema para jóvenes enamorados”. Elias Durand, desde su palomar de la Av. Arequipa era un convencido que solo el jazz y más jazz eran lo propio para cambiar el mundo. Bueno, lo mío era la salsa, la dura, la de Ray Barretto desde la madrugada, más fuerte que un latigazo de ron.

Tulio Mora era más democrático Llevaba la herencia por el tango. Su madre adoraba a Carlitos Gardel y cuando el poeta apenas tenía doce años, compró un cancionero y se ponían a cantar a dúo todos los tangos de “El zorzal criollo”. También lo complementaba con boleros de Los Panchos, algunos huayno que le gustaban a su padre pese a ser criollo y uno que otra valse de la Guardia vieja. Jorge Pimentel ha declarado que eran fan de Los Ángeles Negros y su tema “Y volveré” en la voz del andrógino Germaín de la Fuente y que gracias a ese himno de amor falaz, se inspiró para componer su celebrado poema “Balada para un caballo”. En realidad, en Hora Zero se escuchaba de todo. Desde Atahualpa Yupanqui o Los Chalchaleros hasta Los Beatles, la parte dark los Rolling Stones, Bob Dylan, Credence Clearwater Revival, Peter Gabriel y Yes.

Hoy, han corrido los días y Hora Zero acaba de publicar una nueva antología Hora Zero Infrarrealismo, La última vanguardia (Ediciones Lancom, Lima, 2016) [1], con introducción y selección de Tulio Mora. El libro muestra los trabajos de 36 poetas del Perú, México y Chile, los epicentros donde se han gestado poéticas rebeldes de los jóvenes que siempre fuimos. Decía Tulio Mora que como toda vanguardia que se respeta, HZ propuso una poética: el “Poema Integral”. Formalmente en ella cabía de todo como en un cajón de sastre: la prosa, el verso, el ensayo, el lenguaje de la mass-media. Pero “integral” tenía un antecedente en la discusión programática  del Perú de los años 20. Se hablaba entonces de un “Perú integral”, conjunción salomónica del todo que debía reconocerse proporcionalmente en sus partes contrariadas.

Mora escribe: “¿Y qué ha dejado esta tribu o banda rockera de inacabable alegato a la poesía canónica de Hispanoamérica? Sobre todo la lúcida voluntad de derribar los fáciles reconocimientos bastionados en plataformas valladas de aduanas y policías literarios -de los centros académicos, de las editoriales, de revistas especializadas y los medios de prensa-, sobre todo la intransigencia, no del francotirador, sino del tirador franco que desde los extramuros ha ido ganando el consenso de la revolución de la palabra amparado en la complicidad con los lectores, aun cuando este espacio sea todavía insignificante, pero acaso precisamente por eso decidido a masificar lo que se ha atrincherado en la abstracción universitaria. Sobre todo la utopía de ocupar, con la fractura de la factura poética, un destino colectivo de sobra y de sombra, en un mundo al que nos arroja un sistema ya deslegitimado por voraz, saqueador y excluyente”.

Libro de Hora Zero

2.

Siempre nos inflamó a palabra. Desde aquel tiempo nos jodía la palabra. Palabra derretida, palabra licuada, palabra ahumada, palabra disecada, palabra marchita, palabra cadavérica, palabra escabechada, palabra amariconada, palabra amancebada, palabra anémica, palabra ahuecada. La palabra, en 1975, estaba ahí, dramática y equidistante entre la imagen y la escritura. Decidí entonces perpetuar el instante. Detener el devenir del sema oscilante. Fijar el grama del soplo cual relámpago, digo: aquel registro, como razón pétrea de la eternidad.

Una eternidad solo legible en su movimiento. Ergo: Un jean colgado en una azotea mantenía el calor embutido de las piernas de una bella muchacha. Así, el proceso literario me enfrentaba // Dicotomía 1: la realidad versus “lo real”. / Dicotomía 2: El signo autónomo contra la tautología del caudal rutinario y sígnico del hecho literario / /.

Aquel abordaje en el lampo creativo del soplo único, con todas sus singularidades, fue en gran medida responsable de esa práctica inédita. El poema acaso como enema, hubiese dicho Dylan Thomas. La invención provocaba la conmoción estructural del texto. El método que apliqué me obligaba: a] Dar cuenta del hecho literario [Su lenguaje, la estructura, la ejecución escribal] b] Activar un mecanismo en la plataforma precisa de la realidad / “lo real” en que [por la que] se escribe y, c] Desarrollar un “tempo” en el que se revela [se versa] la operación que da cuenta de los momentos y las razones por las que aquél texto resulta ser la manifestación sígnica de éste.

El sistema aplicado por Juan Ramírez Ruiz  en el poema integral [1-a] nos obligaba al ejercicio de alternancias multidimensionales y a la ejecución del verso multiplanos. Así, derive en que mi arte poética recogiese polifonías secuestradas por el canon y la tradición operática de viejo cuño. Los distintos signos con preeminencia en las condiciones históricas, políticas, económicas, sociales, culturales, operando en una mundialización –aún sin la digitalización y/o ciber-electricifidad  de hogaño—que nos llevaba indefectiblemente al abismo Vallejo [Sólo con él, el adverbio se licua].

Inclasificable vanguardista a su manera. Cuenta pendiente. Vallejo obra abierta. Pero que había construido un tinglado entre el nativismo /futurista y ultraísta,  más con el primer Alejandro Peralta que con Gamaliel Churata y los “Orkopata”, y absolutamente todas las disgregaciones expresiva. Añádase a Oquendo de Amat,  y “los otros”. Insisto. Al ser Vallejo montaña u océano, acaso la escritura Vallejo es la diáspora más rotunda de toda la literatura hecha en el Perú [‘lo peruano’ no existe, menos en la escritura, ya lo patenticé ciento de veces], amén de aquella prosa sui géneris de Martín Adán y ese dialogo profano-vallejiano con el mismo Dios. Entonces debo admitir, que el gimnasio poético de Hora Zero, nos había fabricado una estratagema disolvente del asunto Vallejo. Leerlo en silencio y sin estridencia. Al menos eso entendía en aquellos años de educación más semental que sentimental.

HZ Recital PIMENTEL TULIO MORA

Tulio Mora, Eloy Jáuregui, Jorge Pimentel y Sebastián Pimentel (1 año) Lima 1977.

3.

Es verdad, desde que me incorporé al Movimiento Hora Zero,  tres años antes, en 1972, junto a los poetas José Cerna, Rubén Urbizagástegui, Julinho Dávila, Elías Durand y Ricardo Oré, dedicamos gran parte de nuestras competencias de trabajo a la hora Vallejo. Pero las escuelas estructuralistas ya se habían instalado en el debate. La lingüística a partir de los estudios, más de Barthes que de Jakobson [2] , las relecturas de Alberto Hidalgo y César Moro, y la tradición Latinoamérica que venía de Vicente Huidobro de “Altazor”: [“La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía”] y en Pablo de Rocka de “Los gemidos”: [“…Yo me saqué del cuerpo me saqué las palabras de estos poemas, como quien se sacase piojos o montañas, enfermedades, gestos…”] nos amotinaba contra el coro escondido del ojo oficial.

Sin duda, fuimos un segundo torrente en Hora Zero que tradujo aquella sintaxis del asfalto que, por ejemplo, ante el siguiente rol de imágenes, tenía que poetizar en contingencias caóticas por no decir a/escribales: “múltiples voces al voltear la esquina. Follaje de estruendos en silencios. Caligrafías atiborradas de ciudad brumosa. Talud de miradas cerradas y ágrafas. Putas conversadoras con sus huesos silenciosos. Ron expandiéndose por las rendijas del catastro. Huelga de rubores y asalto a comisarías”.

Bien, nos decíamos, allá en el bar Palermo: hagamos un poema. Tiempo: 45 minutos. Cada quien producía un poema tan diferente como diferentes éramos -una genética erótica más que lírica citadina—y en mi caso, debo admitirlo, la poesía de Alejandro Romualdo, que me aleccionaba de manera natural por la cercanía que tuve por ser el poeta amigo de mi padre, que me remitía al caudal imperceptible de: “La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas. Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos.” [Palabras urgentes. Hora Zero. Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz. Lima 1970].

No fue fácil, lo confieso en mi caso, romper aquel eslabón que me ahorcaba a una poesía que había interiorizado desde mis años de escolar [Chocano habitaba mas en mi sopa que en mi ropa con su poema “Blasón”. “… La sangre es española e incaico es el latido; / y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido / un blanco aventurero o un indio emperador”. ¡Fuera mierda!, digo ahora.] y  de la influencia de los amigos de mi padre, quien en su pequeña librería del Centro de Lima, reunía a poetas viejos, desde don Alejandro Peralta hasta el mismo Romualdo.

Una tarde del verano de 1972, en el chifa Wony del jirón Belén, Jorge Pimentel nos reunió con Tulio Mora, Óscar Málaga, José Ruiz Rosas y su hermano Patrick Rosas. Hablaban a los gritos de fusiones y disfunciones [3]. De aquella tarde borrascosa rescato el orificio producto del estilete de Mora cuando habló del “Projective verse” de Charles Olson ya propuesto en 1950: Olson proponía que el aliento escribal como respiración, es decir el ‘breath’, es la única medida del verso. –¡La cagada!, me dije– La lectura de un verso es sólo atribuible al lapso entre los procesos de inhalación y exhalación. ¿Quién carajo en esos páramo sabía de Olson o de Jack Kerouac y la Generación Beat de Allen Ginsberg, William Burroughs, Gregory Corso, Gary Snyder y Lawrence Ferlinghetti? Pocos, casi nadie. Por eso repito, militar activamente en Hora Zero fue para mí una segunda creación. Otra vida y principio. Vivir de la palabra, para la palabra y morir por la palabra.

Hz

Poetas de Hora Zero con poetas Infrarrealista, José Peguero y Rubén Medina. Lima 2015.

4.

Cuando descubrí que la interpretación del “Tibiri Tábara” por la voz prerrogativa de Daniel Santos tenía más de acto mágico que de rumba prostibularia, engarcé a ese aullido, la gamuza vanguardista de los “Cinco metros de poemas” de Carlos Oquendo de Amat [“Campo”. “El paisaje salía de tu voz / y las nubes dormían  en la yema de tus dedos / De tus ojos, cintas de alegría colgaron la mañana /Tus vestidos encendieron las hojas de los árboles/ En el tren lejano iba sentada la nostalgia/ Y  el campo volteaba la cara a la ciudad”]. Súmese a esas herramientas las paradojas de un cine de raudal caótico por su sistema alternativo de nuestra rutina por el cine-club, de escasísimas películas europeas, de algunas cintas del brasileño Glauber Rocha o del mexicano Gabriel Retes, entonces yo estaba violentamente detenido en el tráfago de una cultura en trance. Así, en mi poema de 1977, “Arquitectura del amor [Pampas de San Juan y Atocongo, 1955]”, describo este fragmento:

a/ Ahí desollados moran los restos insaciables

ahí guijarros, crustáceos y arena de huesos

Las piedras blancas sangran en inmejorable lugar

La luna encadenada a una estrella de palabras

Erige el eco del barro más tierno a la izquierda.

[…]

¡Señor profano, aplaca el odio de la esteras!

El animal absoluto conocido en los manuales

Como el tigre, desenvuélvese cauto en las sístoles

Observando con paciencia propia el arenal paisaje

El precoz ataúd piando cual víbora de conciencia

Y el último amanecer con su colmillo a epitafio.

En él no estoy más que aplicando la trenza musical de una textualización lírica. El huso del ramalazo de las vanguardias sobre el soporte de un nido del modernismo de Darío. Erotismo/historia/metalenguaje. El procedimiento me remite a un recuerdo de la migración que se produjo en Lima de manera desbordante a partir de 1950 [4]. Mi familia había participado posteriormente en la invasión de terrenos en lo que hoy es la Ciudad de Dios, al sur de Lima. Llegados desde el Departamento de Arequipa, se ubicaron en las pampas desérticas donde la cementera Atocongo había diseñado una carretera como una cinta serpenteante en medio de los arenales. La policía los había desalojado una madrugada pero ellos insistieron. Un saldo de un centenar de muertos, obligó al gobierno de Manuel Prado a construir una ciudadela y a titular los terrenos. Esa fue el origen de los que ahora se conoce como los distritos San Juan de Miraflores y Villa María del Triunfo.

No obstante, en esas mismas pampas casi un siglo antes, el 13 de enero de 1981, el remanente del diezmado ejército de la Legión peruana había resistido la incursión de la infantería chilena de la línea Lynch en los limeños, en su mayoría civiles, habían pagado con sus vidas el tratar de evitar la toma de Lima. Fue un enfrentamiento desigual y después de 48 horas, aquellos mismos arenales estaban regados con los cadáveres de los heroicos peruanos mal dirigidos por Nicolás de Piérola y el general Iglesias, según la descripción de González Prada, en lo que sería el principio del fin de la guerra con Chile. Así que el área tenía una significación especial. Existía en el sitio una bruma histórica ensangrentada que me permitió disentir dos épocas y contrastar dos escrituras que a decir de Octavio Paz en “Los hijos del limo”, la vanguardia es la gran ruptura y con ella misma, se cierra la tradición de la ruptura que intenté deconstruir con el magma de ese poema.

HZ 2016

5.

A partir de una entrevista que realizó en el invierno del 2007 el poeta chileno Juan Harrington a varios de nosotros, yo explicaba que una de los grandes aportes que demostró Hora Zero era la pericia de nuestra exposición poética de verso libre tanto como de una prosa conspicua. Todo ello gracia al apego del género epistolar. Recuerdo el viaje de Jorge Pimentel a Europa. El viaje en barco, su matrimonio en España con Pilar Prieto y a partir de ahí, un riguroso ejercicio de escribirnos cartas por quíteme estas pajas.

Aquella fue parte también de la gimnasia escribal. Demostrar nuestra militancia por el ‘poema integral’ tanto por la salud de nuestras existencias amicales nos hizo pertenecer a una hermandad que como jamás había ocurrido en la historia de grupo o comunidad en la literatura hecha en el Perú. Ser de Hora Zero era pertenecernos unos a otros como escritores holistas. Así, cada quien fue más creativo en la arquitectura de sus cartas que a la postre resultaban una suerte de ensayo o estudio sobre algún aspecto de la literatura o de la política.

De pronto, un júbilo explosivo me embargaba cuando debajo de mi puerta el cartero deslizaba un sobre. De pronto, también, he sido un coleccionista de cartas y documentos fortalecidos. Así, confieso, me hice ducho en la escritura de una carta que debía tener la misma carga emocional que un poema. No puedo pasar por alto la correspondencia del mismo Jorge Pimentel con el escritor chileno Roberto Bolaño, cartas que hoy se han hecho públicas con la reedición de “Ave Soul”, libro capital para entender la multiplicidad de discursos que impuso el fundador de Hora Zero desde el origen.

Tampoco puedo soslayar la torrentosa comunicación epistolar que tuve con Tulio Mora cuando éste viajo a Europa y luego a Buenos Aires para después radicarse por un buen tiempo en la Ciudad de México donde consolidó los nexos y las plataformas poéticas sistémicas entre la poesía de Hora Zero y las del colectivo mexicano Infrarrealista. Igual sucedió con la formación de Hora Zero Internacional. No recuerdo haber recurrido al teléfono o como ahora uno puede hablar con el culo del mundo a través de Internet. No, esa gran internacional poética le debe tanto y más a las cartas. Gracias a estas llegamos a acuerdos, a tomar decisiones, a apostar por la plasticidad militante de una poesía que tire abajo el andamiaje [¿el gusto?] pequeño burgués que había dominado la poesía latinoamericana hasta ese tiempo.

Hay otro aspecto poco conocido en nuestra organización. El ser horazeriano involucraba a nuestras esposas, padres y madres y hasta a nuestros hijos. Este detalle no puede estar ajeno a este testimonio. La labor de muchas de nuestras hermanas. Cada vez que había un recital o cualquier marcha de protesta, ellas mismas elaboraban las banderolas y eran el soporte de infraestructura que necesitábamos. Al menos eso ocurrió con mi familia y la familia de Enrique Verástegui y del propio Pimentel.

Salon HZ

Poetas de HZ en el SALÓN HORA ZERO del legendario Bar Queirolo del Centro de Lima.

6.

Al colectivo de cine en el Perú, “Liberación sin rodeos”, aquella experiencia inédita de fuste al repensar y creer en un cine multidisciplinario, de arte, documentalista, militante con las vanguardias latinoamericanas y sobre manera, nacional –baste ver las cintas sobre cimarrones,  niños desamparados o el registro sobre el poeta Javier Heraud–, que liderara Carlos Ferrand junto a Raúl Gallegos, Pedro Neyra, Marcela Robles, Neneé Herrera, Francis Lay y Margarita Benavides, le cupo arrendar una casona en la quinta cuadra de la calle Torres Paz, en Santa Beatriz. Barrio de una clase media aferrada a la historia desde inicios de siglo cuando el presidente Leguía decidió modernizar la capital con el anclaje huachafo de un pasado sin lustre. Así, las pequeñas mansiones y las estancias tenían sus tres pisos, sus techos altísimos, sus patios de azulejo garabateados y sus puertas biseladas que albergaban las fragancias de otros años con mayor esplendor.

Los jóvenes cineastas habían involucrado a todo el vecindario el hecho de hacer cine y no había tarde en que la exhibición de películas de toda calaña convirtiese aquella casa en una suerte de cine de barrio. A mediados de los 70’ la casa ya era conocida solo como “Torres Paz” a secas. No había intelectual peruano que de regreso al país que no desfilara por los espacios de la casa a contar sus experiencias de extramares o tramontanas. Se bebía pero se aprendía. No dudo que para los más jóvenes fue una experiencia y un manual práctico de educación en los azahares de la vida. Yo estudiaba en la Escuela de periodismo a unas cuadras más allá y después de clases no dejaba de visitar a los amigos que habían apostado hasta sus calzoncillos por hacer cine en el Perú.

Los trabajos antropológicos complementarios del poeta Tulio Mora con los del cineasta Carlos Ferrand permitió que la casa de Torres Paz se convirtiese en una suerte de laboratorio. Una lectura era obligatoria: “Tristes Trópicos” de Claude Lévi-Strauss,  antes que su “Antropología estructural”. De ahí, ese culto en la casa por la abstracción y la conversa bien documentada. Desde 1976 ya casi era punto obligado para el debate artístico o político. Luego, la mansión era una gran estación para viajar a Europa, como lo hizo la mayoría, o para irse al carajo. Tulio Mora había traído a Jorge Pimentel y el poeta de “Ave Soul” a Enrique Verástegui. Yulinho Dávila y Elías Durand aterrizaron por inercia lingüística. Mario Luna y Ricardo Paredes, aparecieron después alegando que se las habían extraviado unos adverbios. Miguel Burga llegó solo con su Dodge azul tipo carroza para camuflarse en las noches más sórdida de Lima después de Tatán. A Carmen Ollé la arrastró una borrasca de adrenalina. Róger Santibáñez, Ángel Garrido, Dalmacia Ruiz Rosas, la argentina Ana María Chagra, Elisa Che, Abel Herrera, aparecieron por cuestiones del amor y otros cuyo nombre no quiero recordar, vinieron, se fueron y perdieron.

hz junio 2016

7.

Para Hora Zero, que a inicios de 1976, tomamos las riendas de la casa, el espacio colectivo –vivíamos cada quien con su dama—sirvió para consolidar los postulados de esta segunda etapa del movimiento. No era un núcleo tribal anárquico pero sí una suerte de cuartel de licencias poéticas donde existíamos para la creación, la lectura, el buen cine y la música ad hoc. Que la había, desde el jazz hasta la salsa pasando por las danzas selváticas de “Juaneco y su Combo” y el “Cuarteto Juventud”:

Que pasado el tiempo se convirtió en un campamento creativo de diversos géneros, es probable. Desde que llegué por primera vez, se me aleccionó a respetar el cuarto de socorros. Quedaba detrás del baño principal y frente a las habitaciones de Rocío. Era una habitación que podía ser tranquilamente un quirófano con todos los aparejos para operar a un cojo o un dispensario con sopas en sobre de astronautas para los tiempos de vacas flacas o también una suerte de arsenal o armaría con banderas blancas para salir por las noches en tiempo de Toque de Queda o banderas rojas para las marchas de protestas y a favor del Paro nacional. Histórica es nuestro enfrentamiento con la primera escuela armada de los intelectuales maoístas quienes una madrugada recibieron de su propia medicina y terminamos en una lucha cuerpo a cuerpo en la calle aquella vez que se suspendió la gresca porque al lanzar una patada voladora, especialidad marcial de Formosa del poeta Pimentel, terminó con su zapato en el techo de la casa vecina y ahí acabó el pleito para luego continuar con las c. “chinas”  en un cachascán a pellejo limpio en las camas de nuestra residencia.

No había noche o madrugada o tiempo sin tiempo donde no se aparecieran el cronopio Alfredo Portal –siempre portando un ron Cartavio blanco transfugado de su WV blanco humo–, reclamando que le pongan en la vieja radiola un disco de Vinicius de Moraes o de Ellis Regina. El recordado abogado y en esos días, recién llegado de París, José Antonio “Pocho” Ríos Delgado, apenas exigía compañía bien conversada. Mirko Lauer llegaba a tomar desayuno con su tabla hawaiana. Gregorio Martínez portaba unas botellas de vino cuando silente subía las escalaras para enfrentar en décimas de pie forzado a “Pachato”, un zambo pescador recogido por Raúl Gallegos y la Neneé en la resaca de alguna mona en los mares del sur. Eduardo Coronado disertaba de Zavatinni, De Sica o Rossellini y su influencia en el neo barroco barranquino. Hugo Castillo, Lolo Reyes y El Pony, mientras, cantaba y encantaban serpientes en la habitación más hermética de la casa, dejaban el eco de los himnos de “Cuestarriba” casi boca abajo entre los pasajes de la mansión. El poeta Oscar Málaga tenía su habitación peculiar. Las visitas de Juanito Barea y Walter Curonizzi le otorgaban rango de sede diplomática y los primero trazos andróginos del pintor Cuco Morales dibujaban el símbolo libertad con un toque a rouge miraflorino. Alberto “Cholín” Escalante, pretendiente de cualquier cosa con tetas que se moviera, y su hermano Víctor Escalante, traían los últimos giros del design en el diseño socialista que practicaban en su sello Arte Reda que luego bautizaríamos como “arte enreda”. Finalmente, desde Celendín y pasando por Saint Germain de Pres, Alfredo Pita hablaba del materialismo dialéctico mientras enamoraba a Rocío, la trabajadora de la casa que sabía tanto de poesía clásica como del arte del despeje con agua herviente en el arte de la guerra.

HZ-Recital Canchón Moquegua

Hora Zero. Recital Mayor. Canchón Moquegua, Lima 1981.

8.

Los troskos de la universidad Católica, Carlos Delgado, Nicolás Lúcar, Norita de Izcue. Otro espacio fue tomado por un clan de antropólogas norteamericanas. Las gringas llegaban para estudiar las fracturas que emanaban del concepto prototípico del ‘buen salvaje’ ajustado a las diversas etnias de la selva peruana y acabaron atrapadas en la jungla de lianas poéticas de nuestras piernas. Enamoradas de la poesía urbana de Hora Zero regresaban a su país también enamoradas de nosotros y sus vidas, según contaban en cartas anegadas de sumo vaginal o lágrimas de abajo, que es lo mismo, ya nunca fueron las mismas. Nuestra locura multidisciplinaria las arrechaba. Una vez enfermé de un virus extraño que producía la mezcla del ron barato con avena “3 ositos”. Anne, una de ellas, me cuidó con el mismo esmero que lucían aquellas enfermeras que velaban los desvaríos de Hemingway en la primera Gran Guerra.

Por las noches me preparaba mi dieta de pollo y luego del tilo tibio y amoroso en jarro, se metía en jarras a mi cama a contarme como eran los crepúsculos en Carolina del Sur. Cierto que me curé en menos de una semana y continúe besé sus cabellos rubios todas las noches hasta que regresó a su país, ya no atacado por ese virus pestífero sino por las bacterias del deseo que nos prodigamos leyendo a los gritos los poemas de E.E. Cummings que yo le susurraba en su pequeño oído eran de Martín Adán.

A tiro de piedra de Torres Paz se hallaba “Los lifes”. Un restaurante bar norteño a la vera de la Vía Expresa y a tiro de piedra de nuestra casa en Torres Paz. Tony Laredo, “Mayu” Mujica, Paquito Segura, Miguelito Barraza, José Escajadillo, David Odría y otros tantos galifardos. El sitio estaba sitiado por “los sudados”. Una camarilla de viejos chiclayanos pichicateros que terminaron recitando nuestros poemas. A tiro de balazo, también, eran esas noches del gobierno de Morales Bermúdez cuando con “Toque de Queda” salíamos en busca de provisiones. Cervezas, rones o aguardientes. Las aventuras terminaron con varios de nosotros en las celdas de la comisaria de junto a Radio Nacional. Los vecinos sospechaban de nuestra vocación y tenían razón. Para ser felices había que ser bochincheros, ardorosos y pendejos. Por eso hemos vivido hasta hoy.

HZ XXI-0

9.

Nos esperaban desde el mediodía. Allá, en una de las barriadas de Villa María del Triunfo el estrado estaba tatuado de banderolas y rústicos afiches chillones como para una fiesta chicha: “El pueblo unido jamás será vencido”. “Izquierda Unida. Hasta la muerte”. “Abajo la dictadura. Gobierno Popular”. Las marchas y cánticos se alzaban  hasta los cerros desde enormes cajas de parlantes. Era un domingo de invierno izquierdoso y el mitin prometía. No era la primera vez. Una institución de DD.HH, nos había escogidos como teloneros de cuanto dirigente de aquel marxismo leninismo de baja estofa de ese vibrante julio de 1978 se lanzaba a decirle vela verde a la desmoralizada gavilla de militares que nos gobernaban.

Ese domingo, los diez poetas del movimiento Hora Zero enrumbamos a los valles trasmontanos del sur de Lima. Existía en aquel tiempo una emoción de revanchas. Una década de la dictadura militar había empachado el paisaje político y los paros y las huelgas obligaron al gobierno del general Morales Bermúdez a convocar a elecciones para una asamblea constituyente para el siguiente año. Esa vez,  partimos desde nuestra casa en la Calle Torres Paz de Santa Beatriz. Un caserón en lo que fue alguna vez un barrio pequeño burgués de esa Lima de Leguía que mantenía un rubor a covacha y castillo para nuestra pureza. Nuestro almuerzo fue una fuente de cebiche y cervezas heladas. Una chata de de ron por cabeza antes del viaje, unos ‘guiros’ para bajar la grasa y cada quien con su fajo de poemas bajo el brazo. Era nuestro recital comprometido. Íbamos radiantes cada quien con su mujer. Cada quien con su universo a cuestas [5].

Si se lee la primera parte del libro “Hora Zero: Los broches mayores del sonido”, rotundo y primer estudio escrito por el poeta Tulio Mora, se encontrará con una antología y rencuentro con los genes de Hora Zero –el movimiento poético más importante de Latinoamérica del S.XX–, como uno de los textos imprescindibles para entender ese instante eterno que nos alumbró a los poetas que surgimos desde 1970 en el Perú y en varias megalópolis de la región. Lima. Ciudad de México, París, son los enclaves donde se gestó ese espíritu donde se conjugó nuestra juventud, la historia y la textualidad de años convulsos y rebeliones acojonantes que nos tejió en un lienzo tangible que le entregó a los fastos de la literatura un nuevo aliento y que denostado o aplaudido, nos hizo crecer como testigos artísticos de nuestro época, agobiante, crispada, pero singularmente maravillosa.

Cierto. Hace casi cuarenta años que nos conocemos. Los de Hora Zero somos un colectivo como un Chevrolet Corvette Roadster de 1958. Espacioso, noble, duradero. Cierto, somos calmados hoy, y maduros con un encanto a faites licenciados. Pero cada quien es un tentáculo de un pulpo brioso y siempre iluminado. Afilados y sesudos ahora más. Nunca fuimos un partido político o un grupo de adolescentes tras una sola canción en guitarra desafinada por irreverente. Al contrario, nos unió las sagradas escrituras de nuestras artes poéticas. La textualidad abierta como arquitectura de los estruendos mayores de la literatura latinoamericana. Ese alimento a poesía en estado salvaje que nos hizo despedazar desde 1970 el canon de lo poetisable y, crear un nuevo soporte creativo para usar frases, gramáticas, alfabetos y cuanto soporte expresivo habitaba en el imaginario del hacendoso y crudo vivir, para convertirlo en un Poema Integral (sí, con mayúsculas, según el postulado de Juan Ramírez Ruiz y/o Jorge Pimentel) y hacer explotar el mundo a punta de “anfo poético”.

En Hora Zero, que tomo precauciones en la militancia crítica de ser el ojo vigilante de un universo abierto para que el poema sea un arte hecho por todos, el ser no limeño fue un hallazgo. De ahí que nuestros recitales en Huancayo, por ejemplo, permitió que en esa ciudad de los andes del Perú, el hacer poesía era un acto de una rebeldía bellísima para los jóvenes postergados por la máquina burocrática literaria. Nuestra predica del poema integral e interminable como el hombre –debimos utilizar con propiedad “El arco y la lira” [1967] de Octavio Paz—era como los seres más que inacabados. Por ello –decíamos—escribimos poemas–: “El uso de imágenes en las que se realiza y se acaba sin acabarse del todo nunca: Él mismo es un poema: es el ser siempre en perpetua posibilidad de ser completamente y cumpliéndose así en su no-acabamiento” [pp. 268-269].

ELOY EN HORA ZERO 2

Recital en el C.C. de España, Lima 16 de junio del 2016.

10.

Fue a principios de los setenta cuando mi padre regentaba su pequeña librería de en el Parque Universitario. Exactamente miraba el frontis de la vieja casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En las tardes del verano, el sol caía directamente sobre los libros recién editados otorgándoles un brillo especial a títulos y autores. Mi padre era un hombre de un rictus tieso pero que en el fondo era amable y querendón. Los que lo conocían, jóvenes y viejos escritores a quien él fomentaba su pasión por los libros, le confesaban más que sueños sus penurias estando yo presente si apenas llegaba a los 10 años. Mi padre, sin proponérselo, me contagió el apego por la creación libresca. Él mismo decía que a los libros había que quererlos como a las mujeres había que amarlas. Yo casi apenas entendía esa diferencia. Un día sí y el otro tal vez, mi padre me dejaba a cargo de la librería y se iba con poetas y narradores a conversar sobre utopías y entuertos en los bares de por medio, el Palermo, el Chino-Chino, la Comisaría o La Llegada. Luego, embellecido por la alquimia de las cervezas, regresaba por la noche recitando a Mallarme o Pavese y, a paso de milongas silentes, regresábamos a casa en el tranvía Lima-Chorrillos y yo tomado de su mano.

Así conocí a José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro, a Alejandro Peralta y Alejandro Romualdo. Mi padre los domingos organizaba unos almuerzos descomunales y hasta Surquillo, allá donde vivíamos, llegaban los escritores a apagar la sed existencial y saborear los sancochados que mi madre preparaba con punta de pecho, coliflores multicolores y salsas de huacatay escuchando solemnemente los boleros de Bienvenido Granda y los valses de Los  Embajadores Criollos. Se tomaba piscos y vinos y se hablaba del destino de la humanidad, de los goles de Toto Terry y por qué el maestro Rodolfo Pastor siempre ganaba de atropellada y por fuera en el hipódromo de San Felipe. Y unos eran fanáticos de Manolete y otros de Luis Miguel Dominguín. Pero luego de contradichos y mentadas de madre todos convenían que la Revolución Cubana era un pacto poético que justificaba leer El Capital aunque no se entendiese un carajo y que Fidel era Vallejo por cuestiones hormonales. Eran los días que gracias a la descomunal venta de la primera edición de Cien años de soledad en la librería, mi padre le pudo obsequiar una licuadora de 6 velocidades a mi madre. García Márquez, cierto, había cambiado el nervio alimenticio de la tripa familiar y yo pude estudiar inglés en el ICPNA.

En aquel tiempo, esos años que el cronopio Alfredo Portal decía que las ideologías pasaban por los chimpunes de Tito Drago así como el Dr. Pocho Ríos explicaba que era más bien gracias al duende de Huaranga Daga que existía el materialismo dialéctico, me vi solo ante el flagelo de Dios. Católico confeso y acólito confuso y mientras miraba el cerdo y la nada, conocí a los jóvenes del movimiento Hora Zero. Cierto, ya había estado solo como esa vez frente a mis primeros poemas que olvidé por aseo y una mañana llegó a la librería Jorge Pimentel, simpático, elegante y rotundo. Con él venía Juan Ramírez Ruiz, risueño debajo de sus bigotes a lo Javier Solís y Enrique Verástegui como un Jimmy Hendrix buscando su guitarra. Yo tenía 16 años y muchos pecados aun no públicos, cuando ellos me contaron que existía otra forma de vivir. Los entendí desde el principio.

Hora Zero había publicado a mimeógrafo su primera revista con parte del manifiesto Palabras Urgentes y una selección de extraños poemas con una tapa horrorosa fruto de una amanecida vencida casi perdida para el diseño. Aquello era lo de menos. En sus voces yo encontré el estruendo huracanado de una verdad. Que ser jóvenes no era pretexto para ser ilusos y que el universo quedaba ahí, en la yema de los dedos. Que la poesía era una fuerza descomunal para fundar nuevos mundos y que solo en el trance de juntar palabras, estaba derrotado el designo de Dios. Desde esa vez ya no puede ser otra cosa más que poeta. Y así está escrito en un poema que terminé antes que él termine conmigo: “Ojo de calígrafo” publicado en Haraui del gran Paco Carrillo. Cuando se marcharon aquellos muchachos encabalgados en poesía a beberse unas cervezas juré seguirlos y así lo hice. En El Palermo les pedí estar con ellos y ellos me pidieron que nos lo dejase nunca. De eso escribo hoy aun más ilusionado que esa noche que regresé a casa ya converso y hablando un lenguaje extraño.

HORA ZERO-HUANCAYO2

Hora Zero en Feria del Libro de Huancayo. 2008

11.

Aún en el colegio de secundaria, conocí a Ángel Garrido. Era un muchacho delgado que de frente siempre parecía como una sombra de costado. Miraba raro y no hablaba lisuras. Hijo de maestros de escuela en las minas de Cerro de Pasco, a sus 15 años ya había publicado su primer libro de poesía: “Visión del pájaro dialéctico”. Cursábamos el cuarto de media y una noche lo llevé a presentarles a los poetas de Hora Zero. Garrido tenía un dilema. La poesía cambiaba al hombre o el hambre lo cambiaba a uno. Así lo pronunció con su dejo que ya dejó. Y no dijo más y fue aceptado por categórico. Debo admitirlo. No era fácil ser de Hora Zero. Cada encuentro era un desafío al límite para los actos contundentes. Había que arriesgarlo todo. Cada frase que se pronunciaba era un ramalazo en lEllos estaban por cambiarlo todo y nosotros, los más jóvenes por ser como ellos. A mis 16 años ya escribía poesía por desesperación pero frente a esos jóvenes embellecidos por la ira y el ajuste de cuentas, lo convertí en un acto de fe.

Guardo un texto de ese tiempo: “Supongo que es gente complicada y turbia. Dicen que esos seres que escriben poesía están signados con la marca de la tragedia. Con Jorge Pimentel, sin embargo, se archivan esas palabras porque el poeta es un ser común y corriente, limeño de clase media, amante del ceviche y la cerveza helada, padre titulado, con esposa y esperando dos hijos y que desde su adolescencia de peruano de carne y hueso, le ha impregnado a la poesía un aliento distinto, fresco y renovador. Pimentel es fundador de Hora Zero, movimiento literario que desde 1970 no sólo conmocionó a la crítica académica, sino que sentó un hito en la poesía peruana”. No era tan cierto aquello de que el poeta es un ser trémulo y arrebatado. Lo entendía con nitidez  sinfónica cuando hablábamos de música con Isaac Rupay –un joven como yo que  ayudaba también en el negocio de las diarios y revistas en un kiosko de junto a la Plaza San Martín—o de pintura con Alberto Colán y el “zambo” Mateo Morales, jazzista y psicotropicalista.

La rutina de ser poeta a los 18 años era tan difícil como leer a Breton en bretonés. Con el poeta José Cerna y Rubén Urbizagástegui, ya el discurso pasaba a los niveles semiológicos. No obstante, cuando llegaba desde Cañete Enrique Verástegui, nadie dejaba de alzar la última copa de pisco y avanzar al Teatro Municipal. Los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional era una obligación estética como los jueves, junto al maestro José Mario Illescas, había que ser ducho en el materialismo dialéctico antes de la medianoche. Entonces cuando por las tardes me aparecía por las mesas de El Palermo, aquello significaba venir premunido de al menos, una exigente lectura de Mayakovsky  amén de dos teorías irreverentes sobre Marcel Duchamp. A nadie se le perdonaba llegar a ese antro y balbucear un par de huevadas. Mínimo, había que leer un par de poemas inéditos, malos por trasnochados. Además, estaba el asunto del compromiso. O se militaba o no se militaba. Las izquierdas resultaba al fin de cuentas esa navaja que con un filo servía para matar la historia y con el otro para tasajear el orden. No obstante, aquella manera de vivir tan intensamente con la poesía me enseñó a mirar el mundo como un desafío donde los romances dependen de uno y no de los rigores del amor.

Eloy en San Marcos 2

Universidad de San Marcos: Fernando Obregón, Jorge Pimentel, Maynor Freyre y Eloy Jáuregui. Lima 2014.

12.

La casa añosa que Jorge Pimentel había conquistado como el primer campamento de Hora  Zero estaba ubicada en el primer barrio que tuvo Lima: El Cuartel Primero o también llamado Pachacamilla, Jirón Huancavelica, cuadra cuatro.  Ya he contado en otros textos cómo  se llegaba hasta allí con aquella fe musulmana por la pasión más intensa que pueda sentir ser humano alguno: la poesía. Un domingo se realizaba un Censo Nacional y cuando los registradores encontraron  en el segundo piso de esa casa vieja a un buen grupo de poetas para censarlos, a la pregunta: “¿Cuál es su profesión?”. La repuesta fue a coro: “Somos poetas”. A parte del espanto que produjo la respuesta, no existía en el rubro “profesiones” esa: “poeta”. Para las estadísticas nacionales el poeta era sinónimo de huevero borroso.

Desde esa vez, en la casa vieja descubrimos aquel universo. La tribu habitó ese espacio y fue ese acto rotundo aquel que abrió sus fauces y en un par de patadas, encendió la pradera. La poesía, desde hacía buen tiempo, había perdido agallas, sexo y fibra. Afeminada se hallaba laxa, colocada en urna de cristal para adoración de tías y señorones. La poesía, digo, ignoraba cómplice el descalabro y el descoyuntamiento, la desestructuración y descerebramiento del hombre peruano del Perú. Hora Zero inauguro aquel estruendo que ni los Colónidas –hacía casi un siglo antes– lo consiguieron con una nueva gramática donde hasta el juego de papaya tenía lugar para estar en el lampo del verso: «Tengo un pie metido dentro de un seno, con esa dulce sensación del enterrado en vida», decía Pimentel y era cierto.

Una enorme mesa, un paredón de cervezas, dos muchachas como una bandada de golondrinas jóvenes. Hora Zero exige cambiar el mundo, cambiar la sociedad y cambiar la belleza. Pimentel, Ramírez Ruiz, Verástegui citan textual a Levi Strauss. Se habla de la poesía integral. Tulio Mora explica la sintaxis callejera. Ricardo Paredes incide en la función del intelectual revolucionario. Pimentel resiste, ahora dice de la pasión, de humanizar el lenguaje, de que el cebiche se instale en los versos. Broncano, el mozo emblemático del bar Palermo trae más cervezas.

Un viejo solar en el jirón Huancavelica. Y en los altos, Hora Zero ha convocado a más de 70 artistas. Es el primer congreso del movimiento y la gente ha llegado de todo el país. Manuel Morales –aquel mítico y entrañable hermano de “Poemas de entrecasa”, barrigón y timbero– dirige el debate sólo con los ojos. La justa se prolonga por dos días. De ahí salen los manifiestos, el ciclo de recitales, los afiches, la ópera popular, la toma de locales, las giras, los libros antológicos, los discursos en radio, las marchas, los actos rotundos.

La amariconada crítica literaria se horrorizó. Porque sabían de Vallejo pero no lo habían leído. Eran expertos en Oquendo de Amat pero apenas lo hojearon. Hablaban de Eguren como si fuera poeta de colegio. Y Hora Zero les pareció un desatino y se paralizaron con el asombro. Entonces, los académicos dijeron Hora Zero es ilegible, ora sus poemas no son elegantes, ora sus versos no obedecen al Kremlim, por tanto no son puros ni son sociales. Hora Zero, entonces, con sus «Palabras urgentes», con su única verdad inconforme, propulsando un canto general, una poesía hecha por todos, rasgó la historia y donde el sentido termina, ahí clavó su escritura.

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Poetas de Hora Zero, boda de Tulio Mora y Tatiana Berger. Lima 2012.

Coda 1

Hora Zero nació en a finales de los sesentas del S.XX. El primer hombre pisaba la luna. “Cachito” Ramírez le hacía dos goles a Argentina en “La Bombonera” y el fútbol peruano iba por primera vez a un Mundial. El general Velasco imponía la reforma agraria y asesinaba a uno de los dueños del Perú, Luis Banchero Rossi. Era el tiempo del concierto maratónico de Woodstock. La época del rock psicodélico de Jimmy Hendrix y el soul latino de Carlos Santana. Hora Zero apareció con sus “Palabras urgentes” justo cuando el sello Fania en Nueva York grababa los volúmenes 1 y 2 de “Fania All-Stars Live at the Cheetah”, el primer disco emblemático de la salsa dura. En aquel tiempo Sendero Luminoso establecía su primera base en laUniversidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, y Abimael Guzmán, el profesor de filosofía, ordenaba el control de la Universidad Nacional del Centro, La Cantuta, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hora Zero fue un rotundo y contundente golpe contra la costra reaccionaria de la literatura en el Perú de vieja data. Aquello nos hizo escritores lúcidos y comprometidos con nuestra historia. De esa época somos. Yo lo viví. Y eso es todo lo que tengo que contar, por ahora.

Coda 2

Este texto está escrito con el recuerdo doloroso de nuestros poeta que se marcharon un poco antes: Presentes, Isaac Rupay, Mario Luna, Manuel Morales, Juan Ramírez Ruiz, Julio Polar, José Antonio Ríos, Alfredo Portal, Miguel Burga, Lucía Ocampo, Flor de Maria Ayala, Pietro Luna.

Yulino Davila

Hora Zero. Lima 1998.

Notas:
[1] HORA ZERO / INFRARREALISMO, La última vanguardia. Ediciones Lancom, Lima, 2016.Alberto Escalante, Carlos Ostolaza, Carlos Chino Domínguez, Jorge Verástegui, Ana María Chagra.
[1-a] La tesis desarrolla por JRR en su ‘poética y sus poemas: «El poder de la poesía y el arte como forma y factor de conciencia social, es energía suficientemente capaz de hacer avanzar o hacer retroceder una sociedad en su proceso de evolución ». Poema integral. En “Un par de vueltas por la realidad”. Ediciones del Movimiento Hora Zero. Lima 1971.
[2] Un texto vale por todos los textos de la literatura, no porque los represente, los abstraiga y los equipare, sino porque la literatura no es nunca sino un solo texto. Así, Barthes permiten el estudio de la intertextualidad como elemento sustanciador de la concepción poética de nuestros textos manifiestos en su producción infinita.
[3] Fuera del fundador de Hora Zero, Jorge Pimentel, los otros poetas habían publicado en la revista “Estación Reunida” y la reunión era en el fondo un careo para integrar una sola collera. No hubo consenso. Cada quién siguió su existencia con una algarabía que ni la espina de una cojinova clavada en el pescuezo disimulaba la euforia de ser poeta en esos días.
[4] José Matos Mar, “Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después”. Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú. 2004.  Ocurrió que en 1986, ya de periodistas, acompañé a Tulio Mora a entrevistar a Matos Mar que residía en ciudad de  México. Nuestro trabajo se publicó en la revista “Visión Peruana”. Nro. 65. Pepe Matos nos decía que la insuficiencia del aparato de gobierno creaba una merma del poder y un aparato de Estado que iba a girar en el vacío.
[5] Debo advertir que parte de este fragmento será publicado por la revista “4 Gatos” en su segundo número. Cierto, con algunas variantes propias de la publicación de ese testimonio.

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Dictan 6 meses de prisión preventiva a sujeto que vandalizó la Piedra de los 12 Ángulos [VIDEO]

En tanto, el Mincul solicitó más de 5 millones de soles como reparación civil contra Gabriel Roysi Melanio.

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Durísima sanción. Seis meses de prisión preventiva de la libertad dictó ayer el Poder Judicial (PJ), a través de la Corte del Cusco, contra Gabriel Mariano Roysi Melanio, de 30 años, investigado por atentar contra la Piedra de los Doce Ángulos en el centro histórico de la ciudad del Cusco.

La decisión fue dispuesta por el Segundo Juzgado Penal de Investigación Preparatoria Transitoria de Flagrancia del Cusco.

Será investigado por el delito de destrucción de bienes culturales, daño ocasionado con un martillo. Cabe recordar que la ciudad del Cusco es protegida al ser Patrimonio Cultural de la Nación desde 1972 y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde 1983.

Por su parte, el Ministerio de Cultura (Mincul), a través del procurador público Henmer Alva Neyra, solicitó como reparación civil e indemnización 5 millones 350,000 soles al imputado de dañar con un martillo la Piedra de los 12 Ángulos.

El fiscal del caso sustentó la medida coercitiva a partir de las pericias del Mincul y de la Policía Nacional que confirman que tras el impacto metálico hubo pérdida de material y hendiduras, que fue calificado como “muy grave” al haber “alteración irreversible en un bien arqueológico de alto valor histórico y cultural”.

Además, hubo “una alteración en la fisura superficial comprometiendo la estabilidad del elemento y exponiendo a un deterioro. El daño compromete no solo la integridad física del bien, sino también su valor histórico, estético cultural al modificar su percepción visual y su autenticidad”.

fuente: tv peru.

El dato:

Un turista que observó los daños reportó la agresión a una tienda de la zona y tras visualizar los registros se constató que Roysi Melano golpeó tres veces el bien cultural y luego se fue. El mismo día, alrededor de las 10:40 horas, la Policía Nacional y la fiscalía ubicaron y detuvieron al causante en la calle Suytuhatu del barrio de San Blas.

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Norvial anuncia que suspenderá temporalmente el cobro de peajes en Pasamayo y Serpentín [VIDEO]

Desde primeras horas de la mañana de hoy se observa a los vehículos pasar sin pagar el peaje.

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Luego de varias protestas por parte de los transportistas que usualmente se dirigen hacia el norte del país, denunciando que la empresa concesionaria Norvial aún continuaba cobrando el peaje en la Variante de Pasamayo y el Serpentín de Pasamayo, pese a que más adelante se encuentra derrumbado el puente Chancay, Norvial informó la suspensión temporal de dicho cobro.

La concesionaria de la Red Vial 5 de la Panamericana Norte precisó que la medida estará vigente por seis días calendario o hasta que se culmine con la instalación del puente modular que permita recuperar la transitabilidad en el kilómetro 76+200 donde se ubicaba el colapsado puente Chancay.

Sostuvo que la medida se adoptó en virtud del Oficio N° 0658-2025-MTC/19 expedido por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), en aplicación del numeral 9.9 del Contrato de Concesión.

A través de su cuenta oficial en Facebook Norvial dio a conocer este comunicado donde reiteró su compromiso por la seguridad y transitabilidad en la vía.

Como se recuerda, el jueves 13 de febrero, cerca de la medianoche, se produjo el colapso de una de las vías (de norte a sur) del puente Chancay lo que provocó la caída de un bus interprovincial lleno de pasajeros y de un automóvil particular. El accidente dejó tres personas fallecidas y cerca de 40 heridas, algunas de ellas aún se encuentran internadas.

Ante el colapso del puente, que obligó a suspender el tránsito en ese tramo de la Panamericana Norte, el titular del MTC, Raúl Pérez Reyes, anunció que un puente modular reemplazará a la infraestructura dañada. La instalación del citado puente demandaría entre ocho a 15 días.

fuente: exitosa.

Ante la suspensión del tránsito vehicular en Chancay, los transportistas que salen o se dirigen a Lima toman como ruta alterna el camino que conduce a la ciudad de Huaral para luego dirigirse a Aucallama y en este lugar retomar la Panamericana Norte.

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Concesionaria Norvial continúa cobrando peajes en Ancón y Huacho pese a colapso de puente Chancay [VIDEO]

Choferes se muestran disconformes en cobro de peaje, tomando en consideración el derrumbe del puente y la altísima congestión vehicular en la zona.

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Siguen cobrando pese a un servicio deficiente. El director de la Cámara Internacional de la Industria del Transporte (CIT), Martín Ojeda, denunció que se sigue cobrando peaje a pesar de las limitaciones del tránsito vehicular, tras el colapso del puente Chancay, en Huaral, que se registró la noche del jueves, 13 de febrero.

En entrevista para RPP, Ojeda señaló que persiste el cobro en los peajes de Ancón y Huacho, por lo que exigió la suspensión del pago hasta que culminen los trabajos de remediación después la caída del puente Chancay, a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte.  

También dijo que los transportistas son desviados del peaje de Ancón hacia Huaral, por una vía de trocha que dificulta el tránsito y, además, genera una congestión vehicular de entre una a cuatro horas.

fuente: exitosa.

Para ejemplificar el panorama que brindó Ojeda, un conductor se comunicó en vivo con RPP y relató que, en su trayecto de Lima a Chancay, estuvo más de tres horas atascado en el tráfico. 

“Y en el mejor de los casos, cuando no hay tráfico, se demora hora con veinte minutos. Y el día de ayer, en la noche, se ha demorado de tres a cuatro horas. Hay una larga fila de buses porque nos meten por calles que no son carreteras, no son autopistas, es una ciudad… lo peor de todo, que nos cobran los peajes”, declaró Martín Ojeda.

“La fluidez y la conectividad se rompió y están cobrando el peaje de norte a sur y de sur a norte en Huacho; y están cobrando el peaje en Ancón, norte y sur, sur y norte”, agregó.

El director de la CIT comentó que en los peajes se cobra 10.40 soles por eje y los camiones tiene hasta seis; por lo que un transportista podría llegar a pagar 62.40 soles.

“Eso es lo que nos están cobrando: por nada”, enfatizó.

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Atentado cultural en Cusco [VIDEO]

‘La piedra de los doce ángulos’ forma parte de un Palacio Inca en la calle Hatun Rumiyoq y hoy fue seriamente vandalizada por una persona que con un objeto contundente la golpeó fuertemente. Como se recuerda, hace 11 años dos vándalos chilenos pintaron el gran bloque e hicieron un grafiti con sus iniciales.

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La madrugada de este martes la ‘piedra de los doce ángulos’ ubicada en la zona monumental de la ciudad de Cusco, sufrió un grave atentado. Lima Gris accedió a imágenes exclusivas del momento del acto vandálico, cuando una persona en aparente estado de ebriedad golpea fuertemente la piedra con un objeto sólido que sostiene en su mano. Funcionarios del Ministerio de Cultura llegaron hasta el lugar para evaluar los daños.

¿Dónde está ubicada exactamente la ‘Piedra de los doce ángulos’?

La piedra de los doce ángulos es un bloque de piedra de la cultura inca que forma parte de un palacio ubicado en el centro de la ciudad, en la calle Hatun Rumiyoq (que junto con otras calles se unen a la plazoleta de San Blas con la plazoleta de la Almudena) en la zona monumental de Cusco, Perú.

El gran bloque de arquitectura inca y que está compuesta por una formación diorita presenta un gran acabado y bordeado perfeccionista, al no existir asimetrías en sus uniones. Y actualmente es considerado Patrimonio Cultural de la Nación del Perú. Asimismo, la piedra forma parte de la sede del Palacio Arzobispal de Cusco, que anteriormente fue la residencia de Inca Roca, el sexto soberano del Curacazgo del Cusco.

Hace 11 años sufrió un acto vandálico

Como se recuerda, el 8 de marzo de 2014 la piedra sufrió un grave atentado mediante una irresponsable pinta que significó un acto vandálico, pese a la constante vigilancia de los ciudadanos cusqueños. En dicha fecha, dos sujetos chilenos desadaptados hicieron un grafiti con sus iniciales. Felizmente, los servidores de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco lograron borrarlas sin dañar la superficie.

Lima Gris accedió a estas exclusivas imágenes captadas por Darwin Santander.

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Taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto Jorge Chávez, según nuevas indicaciones de la ATU

Asimismo, precisaron que los buses “AeroDirecto” estará permitido el traslado de maletas tipo ‘carry on’.

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Taxis y malestas, sí, pero ahora solo falta cómo ingresar. La Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) informó el pasado fin de semana que los taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez, que se inaugura este 30 de marzo.

A través de un comunicado, precisó que este tipo de autos sí podrán ingresar con pasajeros al nuevo terminal de Lima y que “el control y la seguridad de estos vehículos estarán a cargo tanto de la entidad como de la Policía Nacional del Perú”.

Es así que vehículos de los aplicativos como como Uber, Yango, Cabify, Didi y Easy Taxi podrán ingresar al terminal con pasajeros.

Para operar en el nuevo terminal aéreo, los taxis por aplicativo deberán cumplir con varios requisitos de seguridad y formalización. Las unidades deben estar debidamente identificadas con la placa correspondiente al servicio de taxi y contar con la autorización de la ATU.

Además, los conductores deberán tener una licencia de conducir vigente, contar con el SOAT obligatorio y pasar una inspección vehicular actualizada. Entre los implementos de seguridad exigidos se incluyen un botiquín de primeros auxilios, un extintor y señales distintivas como casquete y cartilla informativa.

Detalló asimismo que los buses de “Aerodirecto” son vehículos de transporte público urbanos de pasajeros, como los que prestan servicio en la ciudad, en los cuales está permitido el traslado de maletas tipo carry on (con ruedas) y mochilas de viaje, es decir, el equipaje que suele ir en la cabina de los aviones”.

Finalmente, la ATU reiteró su compromiso de apoyar los servicios de movilidad urbana hacia y desde el nuevo aeropuerto Jorge Chávez dentro de los estándares de formalidad que la autoridad exige, a la par de ir implementando nuevos servicios que permitan un desplazamiento seguro de los ciudadanos y visitantes.

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A propósito del Día del Amor y la Amistad: cada vez más peruanos prefieren casarse pasados los 30 años

El año pasado se realizaron 68,559 matrimonios, situándose casi a cifras prepandemia.

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Dar el “sí, acepto” es una de las decisiones más importantes de la vida y para muchos se tienen que dar ciertas condiciones para pasar el resto de sus vidas que su ser amado. Los tiempos han cambiado y ya no se frecuenta ver bodas entre jóvenes veinteañeros, sino a dos adultos de 35 años para arriba.

Y es que varios factores entran a tallar para la unión ante Dios. Muchos jóvenes dan prioridad a su vida profesional y laboral, dejando en segundo plano las nupcias. Otro factor importante es el soporte económico ya que muchas de las nuevas parejas buscan un hogar donde habitar que no sea el segundo piso de la casa de sus padres. Otro detalle a considerar es que muchos de los encuestados no se sienten emocionalmente preparados para “dar el salto” a la fila de los recién casados, prefiriendo entre otras cosas su libertad como solteros, su juventud y su etapa donde no son tan responsables.

Según información del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) en 2024 se han registrado 68,559 matrimonios; lo que indica una recuperación con respecto a los números prepandemia. En 2019 la cifra fue de 73,802, y evidentemente por la coyuntura de la crisis por Covid-19 en 2020 se redujo a 43,608 bodas. En años posteriores la cifra se fue recuperando, teniendo un pico alto en 2022 con 80,605 matrimonios.

En los años posteriores esa cifra no se mantuvo, reduciéndose considerablemente: 2023 con 66,142 bodas, y 2024 con 68,559.

El año anterior más de 39 mil peruanos se casaron entre los 30 y 59 años; siendo Lima, Arequipa y Cusco las regiones que lideran este ranking por rango de edad.

Ciudadanos ahora priorizan otros aspectos de su vida como la profesional, emocional o económica antes de casarse. Foto: El Peruano.

Día del Amor, día de casarnos

Por otro lado, Reniec informó que en el 2024 se registraron 757 matrimonios el 14 de febrero, fecha en la que se celebra el Día del Amor o Día de San Valentín. Esto representa una disminución del 25.6% versus el 2023, cuando se casaron 1018 parejas a nivel nacional.

En comparación con el año prepandemia (2019), se experimentó una caída del 38.7% en el número de matrimonios inscritos que fueron 1234.

Reniec también señaló que, en los últimos seis años, un total de 4892 parejas eligieron contraer matrimonio el Día de San Valentín.

Las parejas que han unido sus vidas y sellado su amor en esta fecha especial son las siguientes: en 2019 (1234), 2020 (1476), 2021 (14), 2022 (393), 2023 (1018) y en 2024 (757).

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Dos personas fallecidas y decenas de heridos tras caída de Puente de Chancay [VIDEO]

Bus interprovincial cayó al turbulento río Chancay. Entre los heridos se encuentran tres menores de edad.

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Un país sin puentes. Resulta sumamente preocupante la falta de planificación y monitoreo de los puentes del país. Han pasado más de dos años y un puente en Huachipa aún no se puede terminar de construir; peor aún, no existe un puente de acceso al nuevo aeropuerto Jorge Chávez; diversos puentes vienen siendo golpeados en sus bases por buses y tráileres de carga pesada, dificultando la transitabilidad de los demás vehículos; y qué decir de los demás puentes en el interior del país que cada año son debilitados tras la llegada de un huayco, sin que exista un control posterior de las autoridades competentes sean distritales, regionales o centrales; y ahora último el Puente de Chancay se ha caído al río, llevándose consigo dos personas inocentes fallecidas.

De acuerdo con información del titular del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), Raúl Pérez – Reyes, un bus interprovincial cayó a las aguas del río Chancay a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte, luego de que el puente se desplomara. Posteriormente, se tuvo conocimiento de que un auto particular también cayó a la corriente fluvial.

El hecho ocurrió aproximadamente a las 11:55 p.m. del último jueves, cuando la infraestructura cedió justo en el momento en que una unidad de la empresa Cruz del Norte y un automóvil de color negro transitaban por la vía.

Bomberos y agentes de la Policía Nacional del Perú (PNP) trabajaron en conjunto para rescatar a los pasajeros atrapados dentro del ómnibus, algunos de los cuales quedaron entre los fierros retorcidos. Con herramientas especializadas, lograron abrir paso entre los restos del vehículo, mientras otros socorristas brindaban primeros auxilios. Los afectados fueron trasladados a los hospitales de Chancay y Huaral.

Por otro lado, se conoció que en el mes de noviembre se realizó mantenimiento al puente derrumbado, sin embargo, no se han brindado mayores detalles sobre el tipo de mantenimiento. Desde el año 2003 la empresa encargada del mantenimiento del puente es Norvial.

fuente: latina.

Ministro de Transportes acudió hasta el puente derrumbado

Ante esta emergencia, el ministro de Transportes llegó hasta Chancay en horas de la madrugada para intentar buscar alternativas de vías de comunicación debido a que se ha paralizado la carretera en sentido norte a sur producto del colapso del puente. 

Los pobladores de la zona se mostraron totalmente indignados con su presencia y llegaron a increparle en el lugar. Sin embargo, el titular del MTC se concentró en mencionar que lo importante era salvaguardar la vida de las víctimas

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Usuarios del Metropolitano se bajan de los buses debido al asfixiante calor [VIDEO]

Unidades de transporte no cuentan con aire acondicionado, eso sumado a la gran conglomeración en hora punta hace que muchos de esos vehículos vayan repletos de pasajeros.

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El sofocante calor se siente en muchas partes de la capital, registrándose en algunos distritos temperaturas por encima de los 30 grados, teniendo sensaciones de calor los 33 o 34 grados. Si eso calor se suma estar en un lugar cerrado y con poca ventilación como los buses del Metropolitano dicha temperatura fácilmente puede bordear los 37 o 38 grados, resultando para muchos una “olla a presión”.

Anoche, en la estación Naranjal del Metropolitano, decenas de usuarios de ese servicio de transporte no pudieron más el intenso calor y decidieron bajarse de las unidades a modo de protesta por la escasa implementación de aire acondicionado o sistemas de ventilación.

Y a pesar que anoche se registró una intensa lluvia en gran parte de la capital, la sensación de calor no se redujo, teniendo una media de 25°C incluso hasta altas horas de la noche.

“No es ventilado, la verdad. Como todos los días, es algo normal que haya aglomeraciones. El calor está muy fuerte”, dijo a Panamericana TV una pasajera que aguardaba abordar en la estación Naranjal. Otra usuaria agregó: “Es un horno estar en el trayecto. La gente está apiñada, no hay ventilación. Las ventanas no sirven de mucho porque son pequeñas y algunas están malogradas”.

fuentes: bdp.

En esa estación los pasajeros debieron esperar al menos 45 minutos debido a la congestión generada por el mal tiempo. Sin embargo, el panorama se replicó en otros puntos, donde usuarios reportaron que la lluvia generó desorden y acumulación de suciedad en los embarques.

Los peatones también manifestaron que las estaciones no están diseñadas para soportar precipitaciones prolongadas. En varias de ellas, se registró acumulación de agua en el piso, lo que dificultó el acceso y generó riesgo de resbalones.

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