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HORA ZERO, LA ÚLTIMA VANGUARDIA

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Hora Zero- Edwin 2016

Antes del Recital en la Casa de la Literatura: Enrique Verástegui, Edwin Sarmiento, Alberto Escalante, Eloy Jáuregui, Bernardo Álvarez, Jorge Pimentel, Fernando Obregón. Lima 24 de junio del 2016.

El Movimiento poético peruano Hora Zero cumple 46 años y sigue más vigente que nunca. Acaba de editar una nueva antología Hora Zero / Infrarrealismo La última vanguardia del poeta Tulio Mora y los actos de presentación han congregado a cientos de seguidores lo que habla de su vigencia y vigor. Hora Zero es ese canto coral del Perú del 2016 y como colectivo de ruptura, consolida aquel espíritu subversivo y que se plasma en una escritura pensada como un recomienzo capaz de transformar “la realidad” a través de una práctica poética comprometida con la complejidad social y étnica peruana.

1.

El disco de vinilo solo decía “Santana” (Columbia 1969) y mostraba en blanco y negro una imagen de un león y la silueta de una muchacha. El último tema del Lado B tenía una canción: “Soul Sacrifice”.  Al poeta Jorge Pimentel le gusta el sonido latino de Carlos Santana luego de lo de Woodstock. Allá en su casa de Jesús María, todos lo oíamos como en un ofertorio místico. Pimentel junto a Juan Ramírez Ruiz, Enrique Verástegui y José Carlos Rodríguez habían fundado en aquellos días Hora Zero y su poética tenía de proclama estética, de soporte musical y de sentencia contra los desusados lastres de la literatura peruana. Entonces oír a Santana era parte de esa intensificación insurgente.

Otro, como Enrique Verástegui, era fanático del cantante andrógino Adamo y se inspiraba con Allegro barbaro, una sinfonía con solo de piano de Bela Bartok y que él lo hacía necesario en ayinas. Para el maestro y poeta Manuel Morales, que llegaba desde la Amazonía, podía faltarle buenas maneras pero jamás, en la rockola, una guaracha de la Sonora Matancera. Juan Ramírez Ruiz atesoraba sus vinilos de John Coltrane y Miles Davis. Yulino Dávila no escondía su casete de Los Belkins y su himno manual: “Tema para jóvenes enamorados”. Elias Durand, desde su palomar de la Av. Arequipa era un convencido que solo el jazz y más jazz eran lo propio para cambiar el mundo. Bueno, lo mío era la salsa, la dura, la de Ray Barretto desde la madrugada, más fuerte que un latigazo de ron.

Tulio Mora era más democrático Llevaba la herencia por el tango. Su madre adoraba a Carlitos Gardel y cuando el poeta apenas tenía doce años, compró un cancionero y se ponían a cantar a dúo todos los tangos de “El zorzal criollo”. También lo complementaba con boleros de Los Panchos, algunos huayno que le gustaban a su padre pese a ser criollo y uno que otra valse de la Guardia vieja. Jorge Pimentel ha declarado que eran fan de Los Ángeles Negros y su tema “Y volveré” en la voz del andrógino Germaín de la Fuente y que gracias a ese himno de amor falaz, se inspiró para componer su celebrado poema “Balada para un caballo”. En realidad, en Hora Zero se escuchaba de todo. Desde Atahualpa Yupanqui o Los Chalchaleros hasta Los Beatles, la parte dark los Rolling Stones, Bob Dylan, Credence Clearwater Revival, Peter Gabriel y Yes.

Hoy, han corrido los días y Hora Zero acaba de publicar una nueva antología Hora Zero Infrarrealismo, La última vanguardia (Ediciones Lancom, Lima, 2016) [1], con introducción y selección de Tulio Mora. El libro muestra los trabajos de 36 poetas del Perú, México y Chile, los epicentros donde se han gestado poéticas rebeldes de los jóvenes que siempre fuimos. Decía Tulio Mora que como toda vanguardia que se respeta, HZ propuso una poética: el “Poema Integral”. Formalmente en ella cabía de todo como en un cajón de sastre: la prosa, el verso, el ensayo, el lenguaje de la mass-media. Pero “integral” tenía un antecedente en la discusión programática  del Perú de los años 20. Se hablaba entonces de un “Perú integral”, conjunción salomónica del todo que debía reconocerse proporcionalmente en sus partes contrariadas.

Mora escribe: “¿Y qué ha dejado esta tribu o banda rockera de inacabable alegato a la poesía canónica de Hispanoamérica? Sobre todo la lúcida voluntad de derribar los fáciles reconocimientos bastionados en plataformas valladas de aduanas y policías literarios -de los centros académicos, de las editoriales, de revistas especializadas y los medios de prensa-, sobre todo la intransigencia, no del francotirador, sino del tirador franco que desde los extramuros ha ido ganando el consenso de la revolución de la palabra amparado en la complicidad con los lectores, aun cuando este espacio sea todavía insignificante, pero acaso precisamente por eso decidido a masificar lo que se ha atrincherado en la abstracción universitaria. Sobre todo la utopía de ocupar, con la fractura de la factura poética, un destino colectivo de sobra y de sombra, en un mundo al que nos arroja un sistema ya deslegitimado por voraz, saqueador y excluyente”.

Libro de Hora Zero

2.

Siempre nos inflamó a palabra. Desde aquel tiempo nos jodía la palabra. Palabra derretida, palabra licuada, palabra ahumada, palabra disecada, palabra marchita, palabra cadavérica, palabra escabechada, palabra amariconada, palabra amancebada, palabra anémica, palabra ahuecada. La palabra, en 1975, estaba ahí, dramática y equidistante entre la imagen y la escritura. Decidí entonces perpetuar el instante. Detener el devenir del sema oscilante. Fijar el grama del soplo cual relámpago, digo: aquel registro, como razón pétrea de la eternidad.

Una eternidad solo legible en su movimiento. Ergo: Un jean colgado en una azotea mantenía el calor embutido de las piernas de una bella muchacha. Así, el proceso literario me enfrentaba // Dicotomía 1: la realidad versus “lo real”. / Dicotomía 2: El signo autónomo contra la tautología del caudal rutinario y sígnico del hecho literario / /.

Aquel abordaje en el lampo creativo del soplo único, con todas sus singularidades, fue en gran medida responsable de esa práctica inédita. El poema acaso como enema, hubiese dicho Dylan Thomas. La invención provocaba la conmoción estructural del texto. El método que apliqué me obligaba: a] Dar cuenta del hecho literario [Su lenguaje, la estructura, la ejecución escribal] b] Activar un mecanismo en la plataforma precisa de la realidad / “lo real” en que [por la que] se escribe y, c] Desarrollar un “tempo” en el que se revela [se versa] la operación que da cuenta de los momentos y las razones por las que aquél texto resulta ser la manifestación sígnica de éste.

El sistema aplicado por Juan Ramírez Ruiz  en el poema integral [1-a] nos obligaba al ejercicio de alternancias multidimensionales y a la ejecución del verso multiplanos. Así, derive en que mi arte poética recogiese polifonías secuestradas por el canon y la tradición operática de viejo cuño. Los distintos signos con preeminencia en las condiciones históricas, políticas, económicas, sociales, culturales, operando en una mundialización –aún sin la digitalización y/o ciber-electricifidad  de hogaño—que nos llevaba indefectiblemente al abismo Vallejo [Sólo con él, el adverbio se licua].

Inclasificable vanguardista a su manera. Cuenta pendiente. Vallejo obra abierta. Pero que había construido un tinglado entre el nativismo /futurista y ultraísta,  más con el primer Alejandro Peralta que con Gamaliel Churata y los “Orkopata”, y absolutamente todas las disgregaciones expresiva. Añádase a Oquendo de Amat,  y “los otros”. Insisto. Al ser Vallejo montaña u océano, acaso la escritura Vallejo es la diáspora más rotunda de toda la literatura hecha en el Perú [‘lo peruano’ no existe, menos en la escritura, ya lo patenticé ciento de veces], amén de aquella prosa sui géneris de Martín Adán y ese dialogo profano-vallejiano con el mismo Dios. Entonces debo admitir, que el gimnasio poético de Hora Zero, nos había fabricado una estratagema disolvente del asunto Vallejo. Leerlo en silencio y sin estridencia. Al menos eso entendía en aquellos años de educación más semental que sentimental.

HZ Recital PIMENTEL TULIO MORA

Tulio Mora, Eloy Jáuregui, Jorge Pimentel y Sebastián Pimentel (1 año) Lima 1977.

3.

Es verdad, desde que me incorporé al Movimiento Hora Zero,  tres años antes, en 1972, junto a los poetas José Cerna, Rubén Urbizagástegui, Julinho Dávila, Elías Durand y Ricardo Oré, dedicamos gran parte de nuestras competencias de trabajo a la hora Vallejo. Pero las escuelas estructuralistas ya se habían instalado en el debate. La lingüística a partir de los estudios, más de Barthes que de Jakobson [2] , las relecturas de Alberto Hidalgo y César Moro, y la tradición Latinoamérica que venía de Vicente Huidobro de “Altazor”: [“La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía”] y en Pablo de Rocka de “Los gemidos”: [“…Yo me saqué del cuerpo me saqué las palabras de estos poemas, como quien se sacase piojos o montañas, enfermedades, gestos…”] nos amotinaba contra el coro escondido del ojo oficial.

Sin duda, fuimos un segundo torrente en Hora Zero que tradujo aquella sintaxis del asfalto que, por ejemplo, ante el siguiente rol de imágenes, tenía que poetizar en contingencias caóticas por no decir a/escribales: “múltiples voces al voltear la esquina. Follaje de estruendos en silencios. Caligrafías atiborradas de ciudad brumosa. Talud de miradas cerradas y ágrafas. Putas conversadoras con sus huesos silenciosos. Ron expandiéndose por las rendijas del catastro. Huelga de rubores y asalto a comisarías”.

Bien, nos decíamos, allá en el bar Palermo: hagamos un poema. Tiempo: 45 minutos. Cada quien producía un poema tan diferente como diferentes éramos -una genética erótica más que lírica citadina—y en mi caso, debo admitirlo, la poesía de Alejandro Romualdo, que me aleccionaba de manera natural por la cercanía que tuve por ser el poeta amigo de mi padre, que me remitía al caudal imperceptible de: “La poesía en el Perú después de Vallejo sólo ha sido un hábil remedo, trasplante de otras literaturas. Sin embargo es necesario decir que en muchos casos los viejos poetas acompañaron la danza de los monigotes ocasionales, escribiendo literatura de toda laya para el consumo de una espantosa clientela de cretinos.” [Palabras urgentes. Hora Zero. Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz. Lima 1970].

No fue fácil, lo confieso en mi caso, romper aquel eslabón que me ahorcaba a una poesía que había interiorizado desde mis años de escolar [Chocano habitaba mas en mi sopa que en mi ropa con su poema “Blasón”. “… La sangre es española e incaico es el latido; / y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido / un blanco aventurero o un indio emperador”. ¡Fuera mierda!, digo ahora.] y  de la influencia de los amigos de mi padre, quien en su pequeña librería del Centro de Lima, reunía a poetas viejos, desde don Alejandro Peralta hasta el mismo Romualdo.

Una tarde del verano de 1972, en el chifa Wony del jirón Belén, Jorge Pimentel nos reunió con Tulio Mora, Óscar Málaga, José Ruiz Rosas y su hermano Patrick Rosas. Hablaban a los gritos de fusiones y disfunciones [3]. De aquella tarde borrascosa rescato el orificio producto del estilete de Mora cuando habló del “Projective verse” de Charles Olson ya propuesto en 1950: Olson proponía que el aliento escribal como respiración, es decir el ‘breath’, es la única medida del verso. –¡La cagada!, me dije– La lectura de un verso es sólo atribuible al lapso entre los procesos de inhalación y exhalación. ¿Quién carajo en esos páramo sabía de Olson o de Jack Kerouac y la Generación Beat de Allen Ginsberg, William Burroughs, Gregory Corso, Gary Snyder y Lawrence Ferlinghetti? Pocos, casi nadie. Por eso repito, militar activamente en Hora Zero fue para mí una segunda creación. Otra vida y principio. Vivir de la palabra, para la palabra y morir por la palabra.

Hz

Poetas de Hora Zero con poetas Infrarrealista, José Peguero y Rubén Medina. Lima 2015.

4.

Cuando descubrí que la interpretación del “Tibiri Tábara” por la voz prerrogativa de Daniel Santos tenía más de acto mágico que de rumba prostibularia, engarcé a ese aullido, la gamuza vanguardista de los “Cinco metros de poemas” de Carlos Oquendo de Amat [“Campo”. “El paisaje salía de tu voz / y las nubes dormían  en la yema de tus dedos / De tus ojos, cintas de alegría colgaron la mañana /Tus vestidos encendieron las hojas de los árboles/ En el tren lejano iba sentada la nostalgia/ Y  el campo volteaba la cara a la ciudad”]. Súmese a esas herramientas las paradojas de un cine de raudal caótico por su sistema alternativo de nuestra rutina por el cine-club, de escasísimas películas europeas, de algunas cintas del brasileño Glauber Rocha o del mexicano Gabriel Retes, entonces yo estaba violentamente detenido en el tráfago de una cultura en trance. Así, en mi poema de 1977, “Arquitectura del amor [Pampas de San Juan y Atocongo, 1955]”, describo este fragmento:

a/ Ahí desollados moran los restos insaciables

ahí guijarros, crustáceos y arena de huesos

Las piedras blancas sangran en inmejorable lugar

La luna encadenada a una estrella de palabras

Erige el eco del barro más tierno a la izquierda.

[…]

¡Señor profano, aplaca el odio de la esteras!

El animal absoluto conocido en los manuales

Como el tigre, desenvuélvese cauto en las sístoles

Observando con paciencia propia el arenal paisaje

El precoz ataúd piando cual víbora de conciencia

Y el último amanecer con su colmillo a epitafio.

En él no estoy más que aplicando la trenza musical de una textualización lírica. El huso del ramalazo de las vanguardias sobre el soporte de un nido del modernismo de Darío. Erotismo/historia/metalenguaje. El procedimiento me remite a un recuerdo de la migración que se produjo en Lima de manera desbordante a partir de 1950 [4]. Mi familia había participado posteriormente en la invasión de terrenos en lo que hoy es la Ciudad de Dios, al sur de Lima. Llegados desde el Departamento de Arequipa, se ubicaron en las pampas desérticas donde la cementera Atocongo había diseñado una carretera como una cinta serpenteante en medio de los arenales. La policía los había desalojado una madrugada pero ellos insistieron. Un saldo de un centenar de muertos, obligó al gobierno de Manuel Prado a construir una ciudadela y a titular los terrenos. Esa fue el origen de los que ahora se conoce como los distritos San Juan de Miraflores y Villa María del Triunfo.

No obstante, en esas mismas pampas casi un siglo antes, el 13 de enero de 1981, el remanente del diezmado ejército de la Legión peruana había resistido la incursión de la infantería chilena de la línea Lynch en los limeños, en su mayoría civiles, habían pagado con sus vidas el tratar de evitar la toma de Lima. Fue un enfrentamiento desigual y después de 48 horas, aquellos mismos arenales estaban regados con los cadáveres de los heroicos peruanos mal dirigidos por Nicolás de Piérola y el general Iglesias, según la descripción de González Prada, en lo que sería el principio del fin de la guerra con Chile. Así que el área tenía una significación especial. Existía en el sitio una bruma histórica ensangrentada que me permitió disentir dos épocas y contrastar dos escrituras que a decir de Octavio Paz en “Los hijos del limo”, la vanguardia es la gran ruptura y con ella misma, se cierra la tradición de la ruptura que intenté deconstruir con el magma de ese poema.

HZ 2016

5.

A partir de una entrevista que realizó en el invierno del 2007 el poeta chileno Juan Harrington a varios de nosotros, yo explicaba que una de los grandes aportes que demostró Hora Zero era la pericia de nuestra exposición poética de verso libre tanto como de una prosa conspicua. Todo ello gracia al apego del género epistolar. Recuerdo el viaje de Jorge Pimentel a Europa. El viaje en barco, su matrimonio en España con Pilar Prieto y a partir de ahí, un riguroso ejercicio de escribirnos cartas por quíteme estas pajas.

Aquella fue parte también de la gimnasia escribal. Demostrar nuestra militancia por el ‘poema integral’ tanto por la salud de nuestras existencias amicales nos hizo pertenecer a una hermandad que como jamás había ocurrido en la historia de grupo o comunidad en la literatura hecha en el Perú. Ser de Hora Zero era pertenecernos unos a otros como escritores holistas. Así, cada quien fue más creativo en la arquitectura de sus cartas que a la postre resultaban una suerte de ensayo o estudio sobre algún aspecto de la literatura o de la política.

De pronto, un júbilo explosivo me embargaba cuando debajo de mi puerta el cartero deslizaba un sobre. De pronto, también, he sido un coleccionista de cartas y documentos fortalecidos. Así, confieso, me hice ducho en la escritura de una carta que debía tener la misma carga emocional que un poema. No puedo pasar por alto la correspondencia del mismo Jorge Pimentel con el escritor chileno Roberto Bolaño, cartas que hoy se han hecho públicas con la reedición de “Ave Soul”, libro capital para entender la multiplicidad de discursos que impuso el fundador de Hora Zero desde el origen.

Tampoco puedo soslayar la torrentosa comunicación epistolar que tuve con Tulio Mora cuando éste viajo a Europa y luego a Buenos Aires para después radicarse por un buen tiempo en la Ciudad de México donde consolidó los nexos y las plataformas poéticas sistémicas entre la poesía de Hora Zero y las del colectivo mexicano Infrarrealista. Igual sucedió con la formación de Hora Zero Internacional. No recuerdo haber recurrido al teléfono o como ahora uno puede hablar con el culo del mundo a través de Internet. No, esa gran internacional poética le debe tanto y más a las cartas. Gracias a estas llegamos a acuerdos, a tomar decisiones, a apostar por la plasticidad militante de una poesía que tire abajo el andamiaje [¿el gusto?] pequeño burgués que había dominado la poesía latinoamericana hasta ese tiempo.

Hay otro aspecto poco conocido en nuestra organización. El ser horazeriano involucraba a nuestras esposas, padres y madres y hasta a nuestros hijos. Este detalle no puede estar ajeno a este testimonio. La labor de muchas de nuestras hermanas. Cada vez que había un recital o cualquier marcha de protesta, ellas mismas elaboraban las banderolas y eran el soporte de infraestructura que necesitábamos. Al menos eso ocurrió con mi familia y la familia de Enrique Verástegui y del propio Pimentel.

Salon HZ

Poetas de HZ en el SALÓN HORA ZERO del legendario Bar Queirolo del Centro de Lima.

6.

Al colectivo de cine en el Perú, “Liberación sin rodeos”, aquella experiencia inédita de fuste al repensar y creer en un cine multidisciplinario, de arte, documentalista, militante con las vanguardias latinoamericanas y sobre manera, nacional –baste ver las cintas sobre cimarrones,  niños desamparados o el registro sobre el poeta Javier Heraud–, que liderara Carlos Ferrand junto a Raúl Gallegos, Pedro Neyra, Marcela Robles, Neneé Herrera, Francis Lay y Margarita Benavides, le cupo arrendar una casona en la quinta cuadra de la calle Torres Paz, en Santa Beatriz. Barrio de una clase media aferrada a la historia desde inicios de siglo cuando el presidente Leguía decidió modernizar la capital con el anclaje huachafo de un pasado sin lustre. Así, las pequeñas mansiones y las estancias tenían sus tres pisos, sus techos altísimos, sus patios de azulejo garabateados y sus puertas biseladas que albergaban las fragancias de otros años con mayor esplendor.

Los jóvenes cineastas habían involucrado a todo el vecindario el hecho de hacer cine y no había tarde en que la exhibición de películas de toda calaña convirtiese aquella casa en una suerte de cine de barrio. A mediados de los 70’ la casa ya era conocida solo como “Torres Paz” a secas. No había intelectual peruano que de regreso al país que no desfilara por los espacios de la casa a contar sus experiencias de extramares o tramontanas. Se bebía pero se aprendía. No dudo que para los más jóvenes fue una experiencia y un manual práctico de educación en los azahares de la vida. Yo estudiaba en la Escuela de periodismo a unas cuadras más allá y después de clases no dejaba de visitar a los amigos que habían apostado hasta sus calzoncillos por hacer cine en el Perú.

Los trabajos antropológicos complementarios del poeta Tulio Mora con los del cineasta Carlos Ferrand permitió que la casa de Torres Paz se convirtiese en una suerte de laboratorio. Una lectura era obligatoria: “Tristes Trópicos” de Claude Lévi-Strauss,  antes que su “Antropología estructural”. De ahí, ese culto en la casa por la abstracción y la conversa bien documentada. Desde 1976 ya casi era punto obligado para el debate artístico o político. Luego, la mansión era una gran estación para viajar a Europa, como lo hizo la mayoría, o para irse al carajo. Tulio Mora había traído a Jorge Pimentel y el poeta de “Ave Soul” a Enrique Verástegui. Yulinho Dávila y Elías Durand aterrizaron por inercia lingüística. Mario Luna y Ricardo Paredes, aparecieron después alegando que se las habían extraviado unos adverbios. Miguel Burga llegó solo con su Dodge azul tipo carroza para camuflarse en las noches más sórdida de Lima después de Tatán. A Carmen Ollé la arrastró una borrasca de adrenalina. Róger Santibáñez, Ángel Garrido, Dalmacia Ruiz Rosas, la argentina Ana María Chagra, Elisa Che, Abel Herrera, aparecieron por cuestiones del amor y otros cuyo nombre no quiero recordar, vinieron, se fueron y perdieron.

hz junio 2016

7.

Para Hora Zero, que a inicios de 1976, tomamos las riendas de la casa, el espacio colectivo –vivíamos cada quien con su dama—sirvió para consolidar los postulados de esta segunda etapa del movimiento. No era un núcleo tribal anárquico pero sí una suerte de cuartel de licencias poéticas donde existíamos para la creación, la lectura, el buen cine y la música ad hoc. Que la había, desde el jazz hasta la salsa pasando por las danzas selváticas de “Juaneco y su Combo” y el “Cuarteto Juventud”:

Que pasado el tiempo se convirtió en un campamento creativo de diversos géneros, es probable. Desde que llegué por primera vez, se me aleccionó a respetar el cuarto de socorros. Quedaba detrás del baño principal y frente a las habitaciones de Rocío. Era una habitación que podía ser tranquilamente un quirófano con todos los aparejos para operar a un cojo o un dispensario con sopas en sobre de astronautas para los tiempos de vacas flacas o también una suerte de arsenal o armaría con banderas blancas para salir por las noches en tiempo de Toque de Queda o banderas rojas para las marchas de protestas y a favor del Paro nacional. Histórica es nuestro enfrentamiento con la primera escuela armada de los intelectuales maoístas quienes una madrugada recibieron de su propia medicina y terminamos en una lucha cuerpo a cuerpo en la calle aquella vez que se suspendió la gresca porque al lanzar una patada voladora, especialidad marcial de Formosa del poeta Pimentel, terminó con su zapato en el techo de la casa vecina y ahí acabó el pleito para luego continuar con las c. “chinas”  en un cachascán a pellejo limpio en las camas de nuestra residencia.

No había noche o madrugada o tiempo sin tiempo donde no se aparecieran el cronopio Alfredo Portal –siempre portando un ron Cartavio blanco transfugado de su WV blanco humo–, reclamando que le pongan en la vieja radiola un disco de Vinicius de Moraes o de Ellis Regina. El recordado abogado y en esos días, recién llegado de París, José Antonio “Pocho” Ríos Delgado, apenas exigía compañía bien conversada. Mirko Lauer llegaba a tomar desayuno con su tabla hawaiana. Gregorio Martínez portaba unas botellas de vino cuando silente subía las escalaras para enfrentar en décimas de pie forzado a “Pachato”, un zambo pescador recogido por Raúl Gallegos y la Neneé en la resaca de alguna mona en los mares del sur. Eduardo Coronado disertaba de Zavatinni, De Sica o Rossellini y su influencia en el neo barroco barranquino. Hugo Castillo, Lolo Reyes y El Pony, mientras, cantaba y encantaban serpientes en la habitación más hermética de la casa, dejaban el eco de los himnos de “Cuestarriba” casi boca abajo entre los pasajes de la mansión. El poeta Oscar Málaga tenía su habitación peculiar. Las visitas de Juanito Barea y Walter Curonizzi le otorgaban rango de sede diplomática y los primero trazos andróginos del pintor Cuco Morales dibujaban el símbolo libertad con un toque a rouge miraflorino. Alberto “Cholín” Escalante, pretendiente de cualquier cosa con tetas que se moviera, y su hermano Víctor Escalante, traían los últimos giros del design en el diseño socialista que practicaban en su sello Arte Reda que luego bautizaríamos como “arte enreda”. Finalmente, desde Celendín y pasando por Saint Germain de Pres, Alfredo Pita hablaba del materialismo dialéctico mientras enamoraba a Rocío, la trabajadora de la casa que sabía tanto de poesía clásica como del arte del despeje con agua herviente en el arte de la guerra.

HZ-Recital Canchón Moquegua

Hora Zero. Recital Mayor. Canchón Moquegua, Lima 1981.

8.

Los troskos de la universidad Católica, Carlos Delgado, Nicolás Lúcar, Norita de Izcue. Otro espacio fue tomado por un clan de antropólogas norteamericanas. Las gringas llegaban para estudiar las fracturas que emanaban del concepto prototípico del ‘buen salvaje’ ajustado a las diversas etnias de la selva peruana y acabaron atrapadas en la jungla de lianas poéticas de nuestras piernas. Enamoradas de la poesía urbana de Hora Zero regresaban a su país también enamoradas de nosotros y sus vidas, según contaban en cartas anegadas de sumo vaginal o lágrimas de abajo, que es lo mismo, ya nunca fueron las mismas. Nuestra locura multidisciplinaria las arrechaba. Una vez enfermé de un virus extraño que producía la mezcla del ron barato con avena “3 ositos”. Anne, una de ellas, me cuidó con el mismo esmero que lucían aquellas enfermeras que velaban los desvaríos de Hemingway en la primera Gran Guerra.

Por las noches me preparaba mi dieta de pollo y luego del tilo tibio y amoroso en jarro, se metía en jarras a mi cama a contarme como eran los crepúsculos en Carolina del Sur. Cierto que me curé en menos de una semana y continúe besé sus cabellos rubios todas las noches hasta que regresó a su país, ya no atacado por ese virus pestífero sino por las bacterias del deseo que nos prodigamos leyendo a los gritos los poemas de E.E. Cummings que yo le susurraba en su pequeño oído eran de Martín Adán.

A tiro de piedra de Torres Paz se hallaba “Los lifes”. Un restaurante bar norteño a la vera de la Vía Expresa y a tiro de piedra de nuestra casa en Torres Paz. Tony Laredo, “Mayu” Mujica, Paquito Segura, Miguelito Barraza, José Escajadillo, David Odría y otros tantos galifardos. El sitio estaba sitiado por “los sudados”. Una camarilla de viejos chiclayanos pichicateros que terminaron recitando nuestros poemas. A tiro de balazo, también, eran esas noches del gobierno de Morales Bermúdez cuando con “Toque de Queda” salíamos en busca de provisiones. Cervezas, rones o aguardientes. Las aventuras terminaron con varios de nosotros en las celdas de la comisaria de junto a Radio Nacional. Los vecinos sospechaban de nuestra vocación y tenían razón. Para ser felices había que ser bochincheros, ardorosos y pendejos. Por eso hemos vivido hasta hoy.

HZ XXI-0

9.

Nos esperaban desde el mediodía. Allá, en una de las barriadas de Villa María del Triunfo el estrado estaba tatuado de banderolas y rústicos afiches chillones como para una fiesta chicha: “El pueblo unido jamás será vencido”. “Izquierda Unida. Hasta la muerte”. “Abajo la dictadura. Gobierno Popular”. Las marchas y cánticos se alzaban  hasta los cerros desde enormes cajas de parlantes. Era un domingo de invierno izquierdoso y el mitin prometía. No era la primera vez. Una institución de DD.HH, nos había escogidos como teloneros de cuanto dirigente de aquel marxismo leninismo de baja estofa de ese vibrante julio de 1978 se lanzaba a decirle vela verde a la desmoralizada gavilla de militares que nos gobernaban.

Ese domingo, los diez poetas del movimiento Hora Zero enrumbamos a los valles trasmontanos del sur de Lima. Existía en aquel tiempo una emoción de revanchas. Una década de la dictadura militar había empachado el paisaje político y los paros y las huelgas obligaron al gobierno del general Morales Bermúdez a convocar a elecciones para una asamblea constituyente para el siguiente año. Esa vez,  partimos desde nuestra casa en la Calle Torres Paz de Santa Beatriz. Un caserón en lo que fue alguna vez un barrio pequeño burgués de esa Lima de Leguía que mantenía un rubor a covacha y castillo para nuestra pureza. Nuestro almuerzo fue una fuente de cebiche y cervezas heladas. Una chata de de ron por cabeza antes del viaje, unos ‘guiros’ para bajar la grasa y cada quien con su fajo de poemas bajo el brazo. Era nuestro recital comprometido. Íbamos radiantes cada quien con su mujer. Cada quien con su universo a cuestas [5].

Si se lee la primera parte del libro “Hora Zero: Los broches mayores del sonido”, rotundo y primer estudio escrito por el poeta Tulio Mora, se encontrará con una antología y rencuentro con los genes de Hora Zero –el movimiento poético más importante de Latinoamérica del S.XX–, como uno de los textos imprescindibles para entender ese instante eterno que nos alumbró a los poetas que surgimos desde 1970 en el Perú y en varias megalópolis de la región. Lima. Ciudad de México, París, son los enclaves donde se gestó ese espíritu donde se conjugó nuestra juventud, la historia y la textualidad de años convulsos y rebeliones acojonantes que nos tejió en un lienzo tangible que le entregó a los fastos de la literatura un nuevo aliento y que denostado o aplaudido, nos hizo crecer como testigos artísticos de nuestro época, agobiante, crispada, pero singularmente maravillosa.

Cierto. Hace casi cuarenta años que nos conocemos. Los de Hora Zero somos un colectivo como un Chevrolet Corvette Roadster de 1958. Espacioso, noble, duradero. Cierto, somos calmados hoy, y maduros con un encanto a faites licenciados. Pero cada quien es un tentáculo de un pulpo brioso y siempre iluminado. Afilados y sesudos ahora más. Nunca fuimos un partido político o un grupo de adolescentes tras una sola canción en guitarra desafinada por irreverente. Al contrario, nos unió las sagradas escrituras de nuestras artes poéticas. La textualidad abierta como arquitectura de los estruendos mayores de la literatura latinoamericana. Ese alimento a poesía en estado salvaje que nos hizo despedazar desde 1970 el canon de lo poetisable y, crear un nuevo soporte creativo para usar frases, gramáticas, alfabetos y cuanto soporte expresivo habitaba en el imaginario del hacendoso y crudo vivir, para convertirlo en un Poema Integral (sí, con mayúsculas, según el postulado de Juan Ramírez Ruiz y/o Jorge Pimentel) y hacer explotar el mundo a punta de “anfo poético”.

En Hora Zero, que tomo precauciones en la militancia crítica de ser el ojo vigilante de un universo abierto para que el poema sea un arte hecho por todos, el ser no limeño fue un hallazgo. De ahí que nuestros recitales en Huancayo, por ejemplo, permitió que en esa ciudad de los andes del Perú, el hacer poesía era un acto de una rebeldía bellísima para los jóvenes postergados por la máquina burocrática literaria. Nuestra predica del poema integral e interminable como el hombre –debimos utilizar con propiedad “El arco y la lira” [1967] de Octavio Paz—era como los seres más que inacabados. Por ello –decíamos—escribimos poemas–: “El uso de imágenes en las que se realiza y se acaba sin acabarse del todo nunca: Él mismo es un poema: es el ser siempre en perpetua posibilidad de ser completamente y cumpliéndose así en su no-acabamiento” [pp. 268-269].

ELOY EN HORA ZERO 2

Recital en el C.C. de España, Lima 16 de junio del 2016.

10.

Fue a principios de los setenta cuando mi padre regentaba su pequeña librería de en el Parque Universitario. Exactamente miraba el frontis de la vieja casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En las tardes del verano, el sol caía directamente sobre los libros recién editados otorgándoles un brillo especial a títulos y autores. Mi padre era un hombre de un rictus tieso pero que en el fondo era amable y querendón. Los que lo conocían, jóvenes y viejos escritores a quien él fomentaba su pasión por los libros, le confesaban más que sueños sus penurias estando yo presente si apenas llegaba a los 10 años. Mi padre, sin proponérselo, me contagió el apego por la creación libresca. Él mismo decía que a los libros había que quererlos como a las mujeres había que amarlas. Yo casi apenas entendía esa diferencia. Un día sí y el otro tal vez, mi padre me dejaba a cargo de la librería y se iba con poetas y narradores a conversar sobre utopías y entuertos en los bares de por medio, el Palermo, el Chino-Chino, la Comisaría o La Llegada. Luego, embellecido por la alquimia de las cervezas, regresaba por la noche recitando a Mallarme o Pavese y, a paso de milongas silentes, regresábamos a casa en el tranvía Lima-Chorrillos y yo tomado de su mano.

Así conocí a José María Arguedas y Julio Ramón Ribeyro, a Alejandro Peralta y Alejandro Romualdo. Mi padre los domingos organizaba unos almuerzos descomunales y hasta Surquillo, allá donde vivíamos, llegaban los escritores a apagar la sed existencial y saborear los sancochados que mi madre preparaba con punta de pecho, coliflores multicolores y salsas de huacatay escuchando solemnemente los boleros de Bienvenido Granda y los valses de Los  Embajadores Criollos. Se tomaba piscos y vinos y se hablaba del destino de la humanidad, de los goles de Toto Terry y por qué el maestro Rodolfo Pastor siempre ganaba de atropellada y por fuera en el hipódromo de San Felipe. Y unos eran fanáticos de Manolete y otros de Luis Miguel Dominguín. Pero luego de contradichos y mentadas de madre todos convenían que la Revolución Cubana era un pacto poético que justificaba leer El Capital aunque no se entendiese un carajo y que Fidel era Vallejo por cuestiones hormonales. Eran los días que gracias a la descomunal venta de la primera edición de Cien años de soledad en la librería, mi padre le pudo obsequiar una licuadora de 6 velocidades a mi madre. García Márquez, cierto, había cambiado el nervio alimenticio de la tripa familiar y yo pude estudiar inglés en el ICPNA.

En aquel tiempo, esos años que el cronopio Alfredo Portal decía que las ideologías pasaban por los chimpunes de Tito Drago así como el Dr. Pocho Ríos explicaba que era más bien gracias al duende de Huaranga Daga que existía el materialismo dialéctico, me vi solo ante el flagelo de Dios. Católico confeso y acólito confuso y mientras miraba el cerdo y la nada, conocí a los jóvenes del movimiento Hora Zero. Cierto, ya había estado solo como esa vez frente a mis primeros poemas que olvidé por aseo y una mañana llegó a la librería Jorge Pimentel, simpático, elegante y rotundo. Con él venía Juan Ramírez Ruiz, risueño debajo de sus bigotes a lo Javier Solís y Enrique Verástegui como un Jimmy Hendrix buscando su guitarra. Yo tenía 16 años y muchos pecados aun no públicos, cuando ellos me contaron que existía otra forma de vivir. Los entendí desde el principio.

Hora Zero había publicado a mimeógrafo su primera revista con parte del manifiesto Palabras Urgentes y una selección de extraños poemas con una tapa horrorosa fruto de una amanecida vencida casi perdida para el diseño. Aquello era lo de menos. En sus voces yo encontré el estruendo huracanado de una verdad. Que ser jóvenes no era pretexto para ser ilusos y que el universo quedaba ahí, en la yema de los dedos. Que la poesía era una fuerza descomunal para fundar nuevos mundos y que solo en el trance de juntar palabras, estaba derrotado el designo de Dios. Desde esa vez ya no puede ser otra cosa más que poeta. Y así está escrito en un poema que terminé antes que él termine conmigo: “Ojo de calígrafo” publicado en Haraui del gran Paco Carrillo. Cuando se marcharon aquellos muchachos encabalgados en poesía a beberse unas cervezas juré seguirlos y así lo hice. En El Palermo les pedí estar con ellos y ellos me pidieron que nos lo dejase nunca. De eso escribo hoy aun más ilusionado que esa noche que regresé a casa ya converso y hablando un lenguaje extraño.

HORA ZERO-HUANCAYO2

Hora Zero en Feria del Libro de Huancayo. 2008

11.

Aún en el colegio de secundaria, conocí a Ángel Garrido. Era un muchacho delgado que de frente siempre parecía como una sombra de costado. Miraba raro y no hablaba lisuras. Hijo de maestros de escuela en las minas de Cerro de Pasco, a sus 15 años ya había publicado su primer libro de poesía: “Visión del pájaro dialéctico”. Cursábamos el cuarto de media y una noche lo llevé a presentarles a los poetas de Hora Zero. Garrido tenía un dilema. La poesía cambiaba al hombre o el hambre lo cambiaba a uno. Así lo pronunció con su dejo que ya dejó. Y no dijo más y fue aceptado por categórico. Debo admitirlo. No era fácil ser de Hora Zero. Cada encuentro era un desafío al límite para los actos contundentes. Había que arriesgarlo todo. Cada frase que se pronunciaba era un ramalazo en lEllos estaban por cambiarlo todo y nosotros, los más jóvenes por ser como ellos. A mis 16 años ya escribía poesía por desesperación pero frente a esos jóvenes embellecidos por la ira y el ajuste de cuentas, lo convertí en un acto de fe.

Guardo un texto de ese tiempo: “Supongo que es gente complicada y turbia. Dicen que esos seres que escriben poesía están signados con la marca de la tragedia. Con Jorge Pimentel, sin embargo, se archivan esas palabras porque el poeta es un ser común y corriente, limeño de clase media, amante del ceviche y la cerveza helada, padre titulado, con esposa y esperando dos hijos y que desde su adolescencia de peruano de carne y hueso, le ha impregnado a la poesía un aliento distinto, fresco y renovador. Pimentel es fundador de Hora Zero, movimiento literario que desde 1970 no sólo conmocionó a la crítica académica, sino que sentó un hito en la poesía peruana”. No era tan cierto aquello de que el poeta es un ser trémulo y arrebatado. Lo entendía con nitidez  sinfónica cuando hablábamos de música con Isaac Rupay –un joven como yo que  ayudaba también en el negocio de las diarios y revistas en un kiosko de junto a la Plaza San Martín—o de pintura con Alberto Colán y el “zambo” Mateo Morales, jazzista y psicotropicalista.

La rutina de ser poeta a los 18 años era tan difícil como leer a Breton en bretonés. Con el poeta José Cerna y Rubén Urbizagástegui, ya el discurso pasaba a los niveles semiológicos. No obstante, cuando llegaba desde Cañete Enrique Verástegui, nadie dejaba de alzar la última copa de pisco y avanzar al Teatro Municipal. Los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional era una obligación estética como los jueves, junto al maestro José Mario Illescas, había que ser ducho en el materialismo dialéctico antes de la medianoche. Entonces cuando por las tardes me aparecía por las mesas de El Palermo, aquello significaba venir premunido de al menos, una exigente lectura de Mayakovsky  amén de dos teorías irreverentes sobre Marcel Duchamp. A nadie se le perdonaba llegar a ese antro y balbucear un par de huevadas. Mínimo, había que leer un par de poemas inéditos, malos por trasnochados. Además, estaba el asunto del compromiso. O se militaba o no se militaba. Las izquierdas resultaba al fin de cuentas esa navaja que con un filo servía para matar la historia y con el otro para tasajear el orden. No obstante, aquella manera de vivir tan intensamente con la poesía me enseñó a mirar el mundo como un desafío donde los romances dependen de uno y no de los rigores del amor.

Eloy en San Marcos 2

Universidad de San Marcos: Fernando Obregón, Jorge Pimentel, Maynor Freyre y Eloy Jáuregui. Lima 2014.

12.

La casa añosa que Jorge Pimentel había conquistado como el primer campamento de Hora  Zero estaba ubicada en el primer barrio que tuvo Lima: El Cuartel Primero o también llamado Pachacamilla, Jirón Huancavelica, cuadra cuatro.  Ya he contado en otros textos cómo  se llegaba hasta allí con aquella fe musulmana por la pasión más intensa que pueda sentir ser humano alguno: la poesía. Un domingo se realizaba un Censo Nacional y cuando los registradores encontraron  en el segundo piso de esa casa vieja a un buen grupo de poetas para censarlos, a la pregunta: “¿Cuál es su profesión?”. La repuesta fue a coro: “Somos poetas”. A parte del espanto que produjo la respuesta, no existía en el rubro “profesiones” esa: “poeta”. Para las estadísticas nacionales el poeta era sinónimo de huevero borroso.

Desde esa vez, en la casa vieja descubrimos aquel universo. La tribu habitó ese espacio y fue ese acto rotundo aquel que abrió sus fauces y en un par de patadas, encendió la pradera. La poesía, desde hacía buen tiempo, había perdido agallas, sexo y fibra. Afeminada se hallaba laxa, colocada en urna de cristal para adoración de tías y señorones. La poesía, digo, ignoraba cómplice el descalabro y el descoyuntamiento, la desestructuración y descerebramiento del hombre peruano del Perú. Hora Zero inauguro aquel estruendo que ni los Colónidas –hacía casi un siglo antes– lo consiguieron con una nueva gramática donde hasta el juego de papaya tenía lugar para estar en el lampo del verso: «Tengo un pie metido dentro de un seno, con esa dulce sensación del enterrado en vida», decía Pimentel y era cierto.

Una enorme mesa, un paredón de cervezas, dos muchachas como una bandada de golondrinas jóvenes. Hora Zero exige cambiar el mundo, cambiar la sociedad y cambiar la belleza. Pimentel, Ramírez Ruiz, Verástegui citan textual a Levi Strauss. Se habla de la poesía integral. Tulio Mora explica la sintaxis callejera. Ricardo Paredes incide en la función del intelectual revolucionario. Pimentel resiste, ahora dice de la pasión, de humanizar el lenguaje, de que el cebiche se instale en los versos. Broncano, el mozo emblemático del bar Palermo trae más cervezas.

Un viejo solar en el jirón Huancavelica. Y en los altos, Hora Zero ha convocado a más de 70 artistas. Es el primer congreso del movimiento y la gente ha llegado de todo el país. Manuel Morales –aquel mítico y entrañable hermano de “Poemas de entrecasa”, barrigón y timbero– dirige el debate sólo con los ojos. La justa se prolonga por dos días. De ahí salen los manifiestos, el ciclo de recitales, los afiches, la ópera popular, la toma de locales, las giras, los libros antológicos, los discursos en radio, las marchas, los actos rotundos.

La amariconada crítica literaria se horrorizó. Porque sabían de Vallejo pero no lo habían leído. Eran expertos en Oquendo de Amat pero apenas lo hojearon. Hablaban de Eguren como si fuera poeta de colegio. Y Hora Zero les pareció un desatino y se paralizaron con el asombro. Entonces, los académicos dijeron Hora Zero es ilegible, ora sus poemas no son elegantes, ora sus versos no obedecen al Kremlim, por tanto no son puros ni son sociales. Hora Zero, entonces, con sus «Palabras urgentes», con su única verdad inconforme, propulsando un canto general, una poesía hecha por todos, rasgó la historia y donde el sentido termina, ahí clavó su escritura.

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Poetas de Hora Zero, boda de Tulio Mora y Tatiana Berger. Lima 2012.

Coda 1

Hora Zero nació en a finales de los sesentas del S.XX. El primer hombre pisaba la luna. “Cachito” Ramírez le hacía dos goles a Argentina en “La Bombonera” y el fútbol peruano iba por primera vez a un Mundial. El general Velasco imponía la reforma agraria y asesinaba a uno de los dueños del Perú, Luis Banchero Rossi. Era el tiempo del concierto maratónico de Woodstock. La época del rock psicodélico de Jimmy Hendrix y el soul latino de Carlos Santana. Hora Zero apareció con sus “Palabras urgentes” justo cuando el sello Fania en Nueva York grababa los volúmenes 1 y 2 de “Fania All-Stars Live at the Cheetah”, el primer disco emblemático de la salsa dura. En aquel tiempo Sendero Luminoso establecía su primera base en laUniversidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, y Abimael Guzmán, el profesor de filosofía, ordenaba el control de la Universidad Nacional del Centro, La Cantuta, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hora Zero fue un rotundo y contundente golpe contra la costra reaccionaria de la literatura en el Perú de vieja data. Aquello nos hizo escritores lúcidos y comprometidos con nuestra historia. De esa época somos. Yo lo viví. Y eso es todo lo que tengo que contar, por ahora.

Coda 2

Este texto está escrito con el recuerdo doloroso de nuestros poeta que se marcharon un poco antes: Presentes, Isaac Rupay, Mario Luna, Manuel Morales, Juan Ramírez Ruiz, Julio Polar, José Antonio Ríos, Alfredo Portal, Miguel Burga, Lucía Ocampo, Flor de Maria Ayala, Pietro Luna.

Yulino Davila

Hora Zero. Lima 1998.

Notas:
[1] HORA ZERO / INFRARREALISMO, La última vanguardia. Ediciones Lancom, Lima, 2016.Alberto Escalante, Carlos Ostolaza, Carlos Chino Domínguez, Jorge Verástegui, Ana María Chagra.
[1-a] La tesis desarrolla por JRR en su ‘poética y sus poemas: «El poder de la poesía y el arte como forma y factor de conciencia social, es energía suficientemente capaz de hacer avanzar o hacer retroceder una sociedad en su proceso de evolución ». Poema integral. En “Un par de vueltas por la realidad”. Ediciones del Movimiento Hora Zero. Lima 1971.
[2] Un texto vale por todos los textos de la literatura, no porque los represente, los abstraiga y los equipare, sino porque la literatura no es nunca sino un solo texto. Así, Barthes permiten el estudio de la intertextualidad como elemento sustanciador de la concepción poética de nuestros textos manifiestos en su producción infinita.
[3] Fuera del fundador de Hora Zero, Jorge Pimentel, los otros poetas habían publicado en la revista “Estación Reunida” y la reunión era en el fondo un careo para integrar una sola collera. No hubo consenso. Cada quién siguió su existencia con una algarabía que ni la espina de una cojinova clavada en el pescuezo disimulaba la euforia de ser poeta en esos días.
[4] José Matos Mar, “Desborde popular y crisis del Estado. Veinte años después”. Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú. 2004.  Ocurrió que en 1986, ya de periodistas, acompañé a Tulio Mora a entrevistar a Matos Mar que residía en ciudad de  México. Nuestro trabajo se publicó en la revista “Visión Peruana”. Nro. 65. Pepe Matos nos decía que la insuficiencia del aparato de gobierno creaba una merma del poder y un aparato de Estado que iba a girar en el vacío.
[5] Debo advertir que parte de este fragmento será publicado por la revista “4 Gatos” en su segundo número. Cierto, con algunas variantes propias de la publicación de ese testimonio.
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Paro Nacional de Transportistas: más asesinatos y un gobierno ausente

Mientras las mafias siguen matando a transportistas en todo el país, Dina Boluarte guarda un silencio cómplice. La falta de acción y de liderazgo ha convertido las carreteras en territorios sin ley. Los transportistas paralizarán el país este 18 de junio exigiendo lo que siempre se les garantizó: seguridad y justicia.

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Los gremios de transportistas han anunciado un paro nacional para este miércoles 18 de junio, en protesta por la alarmante ola de violencia que azota a su sector. La medida, que iniciará a las 00:00 horas y se extenderá hasta las 23:59, incluirá concentraciones en puntos clave de Lima, Callao y otras regiones.

La Confederación Nacional de Transportistas del Perú (CNTP), la Asociación Nacional de Transportistas (ANTRA) y otros colectivos lideran esta jornada de protesta, tras registrar al menos 15 conductores asesinados en lo que va del año. Las mafias que cobran cupos y extorsionan operan con total impunidad en las rutas del país, mientras el Ejecutivo, encabezado por Dina Boluarte, guarda un silencio cómplice.

Los puntos de movilización en Lima incluyen el Óvalo Santa Anita, el puente Los Ángeles (SJL) y la Plaza Bolognesi. En el Callao, el Óvalo La Perla será el epicentro. El impacto será grave: rutas interprovinciales y urbanas paralizadas, con serias consecuencias para el transporte de pasajeros y mercancías.

Los gremios exigen un plan nacional de seguridad para el sector transporte, mayor presencia policial en zonas críticas y, sobre todo, una respuesta política firme. Pero hasta el momento, el Gobierno no ha emitido ningún pronunciamiento, demostrando su total desconexión con la realidad que viven miles de trabajadores diariamente.

El silencio del Ejecutivo frente a las extorsiones, asesinatos y amenazas sistemáticas refleja una grave irresponsabilidad. Dina Boluarte ha optado por mirar a otro lado, mientras los transportistas mueren en las carreteras y los ciudadanos quedan a merced del crimen organizado.

La protesta no es solo por ellos, advierten los voceros de los gremios. La seguridad en las vías es un problema nacional que afecta la economía, la movilidad y la vida misma de todos los peruanos. Si no hay una respuesta inmediata, el paro podría volverse indefinido.

La indiferencia del Gobierno de Dina Boluarte ya no es tolerable. La ciudadanía exige acción, no excusas.

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¿Se cae Larcomar? Municipalidad de Miraflores clausura temporalmente centro comercial

Tras inspección municipal se detectaron grietas, instalaciones expuestas y fallas en medida de seguridad.

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El sismo de magnitud 6.1 ocurrido el pasado domingo afectó a todos los limeños sin distinguir clases social o distrito. Varias viviendas, colegios, instituciones públicas y centros comerciales resultaron afectados de manera diversa. A propósito de los últimos, la Municipalidad de Miraflores empezó a realizar inspecciones inopinadas en diferentes lugares de su jurisdicción.

Tras la inspección de Visita de Inspección Seguridad en Edificaciones (VISE) personal de la municipalidad identificó grietas en zonas de tránsito de visitantes, instalaciones eléctricas expuestas y deficiencias en la implementación de medidas de seguridad, entre otros problemas.

Se observan grietas debajo de las varandas del centro comercial. Foto: RPP.

Al respecto, señalaron que estas observaciones ponían en riesgo la integridad física de los vecinos, turistas nacionales y extranjeros, por lo que también se revocó el certificado ITSE (Defensa Civil) de Larcomar.

En tanto, el municipio miraflorino anunció que ampliará las inspecciones a otros espacios públicos del distrito, como la Huaca Pucllana, el café Buenavista, el Beso Francés, playas de estacionamiento y locales ediles, con el objetivo de verificar el cumplimiento de las normas de seguridad.

Estadio Manuel Bonilla bajo riesgo de colapso

Otro emblemático centro miraflorino que se encuentra muy cerca del acantilado es el Coliseo Niño Héroe Manuel Bonilla, que hasta la fecha se encuentra clausurada de manera permanente por detectarse severos problemas en el suelo del recinto deportivo, haciendo casi imposible cualquier plan para su refacción. Es más, expertos indican que probablemente esté al punto del colapso.

Uno de los principales obstáculos para la recuperación del coliseo Manuel Bonilla es la presencia de corrientes de agua y humedad bajo el suelo, lo que complica cualquier intento de remodelación. Según explicó el asesor legal de la municipalidad de Miraflores, Lino de la Barrera, estas condiciones requieren una cimentación profunda y especializada, lo que eleva los costos de reparación a aproximadamente 50 millones de dólares. Este monto, según indicó, está fuera del alcance del presupuesto municipal actual.

Coliseo ahora sirve como cochera municipal. Foto: GEC.

Durante décadas, el coliseo Manuel Bonilla funcionó como un importante escenario deportivo y cultural. Este espacio fue utilizado para diversos eventos, como competencias de voleibol, básquetbol, boxeo y actividades culturales, siendo uno de los recintos más representativos de la ciudad.

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Lecturas para aprender a jugar a póker y no perder la casa en el intento

Libros recomendados. Todo lo que tienes que saber sobre el póker.

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Enriquecerse jugando a póker está al alcance de muy pocos. Lo peor que le puede pasar a alguien que quiera dedicarse a esto es que tenga mucha suerte en alguno de los primeros torneos que juegue, gane y crea que sus habilidades le van a llevar a dejar su trabajo habitual.

En el largo plazo, la habilidad, es decir, el factor humano, va a ser determinante. De hecho, uno de los mejores jugadores de póker de la historia, Daniel Negreanu, contaba que sólo entre un 2 y un 5% del total de la gente que tiene como objetivo ganarse la vida con ello lo conseguía.

Jugar mucho a póker no basta. El método ensayo/error sin ninguna base puede llevar a quienes lo intenten a perder grandes cantidades de dinero. Es necesario tener un conocimiento teórico previo que permita ser capaz de analizar cada mano con unos parámetros probabilísticos que ayuden a tomar las mejores decisiones.

Es por eso que a continuación te presentamos algunos de los libros o manuales más recomendados para aprender cómo funciona desde un punto de vista más científico el mundo del póker.

“La teoría del póker” (David Sklansky)

Este libro es el mejor para todos aquellos que estén buscando un primer contacto con este deporte. La introducción de los conceptos básicos, empezar a aprender a calcular manos o entender algunas de las máximas para captar la esencia del juego son algunas de las herramientas que nos facilita el autor del libro. Así lo resalta Good Reads.

David Sklansky, conocido como “El matemático” dentro del mundo del póker, siempre ha destacado por su gran habilidad para el cálculo mental rápido y por su facilidad a la hora de transmitir sus conocimientos.

Este hombre de 77 años, antes de dedicarse profesionalmente al póker, trabajaba en una agencia de ventas de seguros. Allí se dio cuenta de que tenía un don para el cálculo de riesgos. Sin embargo, el trabajo era muy limitado para su potencial, así que decidió dejarlo y probar suerte en el póker. No le fue nada mal.

No obstante, hay que destacar que, como el libro data de 1999, algunos de los jugadores de la actualidad consideran que esta obra ha quedado un poco anticuada y que no capta la evolución que ha tenido este deporte en los últimos años. Dejémoslo en que como primer contacto con otros jugadores e el jogo de poker es ideal.

“Teoría moderna del póker” (Michel Acevedo)

Este libro supone un paso adelante respecto a “La teoría del póker”. Se trata de algo totalmente lógico teniendo en cuenta que a los dos manuales les separan 24 años por lo respecta a su fecha de publicación: 1999 y 2023.

En este texto, Michel Acevedo pone énfasis en el GTO (Game Theory Optimal). El GTO busca aplicar la teoría de juegos de Nash para conocer desde un punto de vista matemático qué es lo mejor que se puede hacer en cada situación de juego (retirarse, igualar, subir o ir all in).

Evidentemente, entran en juego tantas variables que la complejidad del propio póker con la posibilidad de farolear complica mucho la buena utilización de este método, pero en cualquier caso supone una clara evolución en comparación al libro de David Sklansky.

Leerlo implica tener unos conocimientos previos, por lo que si vuestra idea es empezar a jugar con este libro, es muy probable que lo dejéis en las primeras páginas.

“El juego mental del póker” (Jared Tendler)

El autor es un golfista que nunca llegó a ser profesional pese a intentarlo. Se dio cuenta de que en el plano mental le fallaban muchas cosas en su juego y no encontraba ninguna explicación científica.

Así pues, se pasó años investigando sobre la psicología aplicada al mundo del golf. Aunque nunca pudo ser Tiger Woods, sí que pudo reinventarse como “coach” mental de este deporte, asesorando a los mejores.

Un día el golf le permitió conocer a Barry Carter, jugador y periodista de póker, que mostró mucho interés en su aproximación a la psicología y ambos decidieron adaptarla al popular juego de cartas.

Conceptos como el miedo, la confianza o la motivación son abordados a lo largo del libro. Para que no todo quede en un plano teórico, algún capítulo enseña a identificar y controlar algunas de estas emociones, de tal modo que termine siendo una fortaleza y no una debilidad.

En definitiva, estos tres libros pueden darnos algunas herramientas para poder mejorar nuestras habilidades a la hora de jugar a póker. Así como jugar durante dos años seguidos no significa pasar a ser un buen profesional que se gane la vida con esto, leer estos libros tampoco implica una mejora inmediata.

La combinación de la teoría y la práctica, la paciencia y, sobre todo, ser consciente de que sólo unos muy pocos elegidos pueden llegar a dedicar su vida a este juego de cartas son algunos de los ingredientes en la receta de iniciación al póker. Quedáis avisados.

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Comunidad LGBTI+ anuncia que este sábado 28 se realizará la marcha, pero hasta ahora no cuentan con el permiso del alcalde López Aliaga

Aseguran que no solo se tratará de un desfile por el orgullo, sino que también será una “protesta colectiva”.

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Va porque va y se quieren hacer sentir. Alistan las plumas, los globos y la voz de protesta de miles de personas que son parte o se identifican con la comunidad LGBTI+ en el país, es así que se vienen preparando para lo que será la Marcha del Orgullo 2025, la misma que está prevista a recorrer las principales calles del Cercado de Lima este 28 de junio.

La concentración se realizará desde las nueve de la mañana y partirá a las tres de la tarde desde el Campo de Marte, ubicado en el distrito de Jesús María. Aunque la ruta y el destino aún no se conocen, los organizadores indicaron que la misma recién se conocerá este jueves 19.

«Que este 2025 quede claro: fuimos miles, hicimos historia, y gritamos con fuerza: ¡el orgullo es lucha y libertad!», dicen.

Dicho colectivo mencionó para el diario Perú21 que cuentan con todas las autorizaciones de la Municipalidad de Lima, aunque falta el visto bueno de la Autoridad de Transporte Urbano (ATU) para establecer el plan de desvíos.

Hasta el momento, no estaría prevista la Plaza San Martín como parte del recorrido.

Alcalde de Lima mira de lejos a comunidad LGBTI+

En tanto, el burgomaestre capitalino, Rafael López Aliaga, hasta la fecha no ha emitido un mensaje de aprobación a tal marcha, a pesar que desde setiembre del año pasado los organizadores han enviado cartas a la Gerencia de Movilidad Urbana para los permisos.

Al parecer, el alcalde de Lima aún tiene en la retina la imagen de Santa Rosa de Lima caracterizada por una persona gay, motivo por el cual le haría inclinar por desistir a los petitorios de los organizadores de la Marcha del Orgullo.

No hagan payasadas. Después hacen cuadritos y ponen a Santa Rosa con lentes 3D, la ponen en colores multicolores. Respeten, pues. Gente muy cercana a mí, es gay y los respeto, los llamo y son mis amigos. Lo único que les pido es que respeten los valores de la población peruana, […] que no hagan la payasada del año pasado”, mencionó en esa ocasión.

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Barranco y el ruido del Hotel Casa República

Vecinos denuncian ruidos que se producen en el Hotel Casa República y cuestionan la inacción de la alcaldesa Jessica Vargas.

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En el corazón de Barranco, una zona declarada patrimonio arquitectónico por el Ministerio de Cultura, la tranquilidad de sus residentes se ha visto severamente afectada por las fiestas ruidosas y constantes escándalos nocturnos provenientes del Hotel Casa República, ubicado en la emblemática calle Sáenz Peña. Lo que alguna vez fue una casona apacible, hoy parece transformarse, semana a semana, en un espacio bohemio sin control ni fiscalización efectiva.

El hotel, operado por la empresa Hotel Group SAC y cuyo gerente general es Juan José Mendoza Arredondo, promociona su propuesta como un “hotel boutique perfecto para quienes buscan un respiro del bullicio limeño”. Sin embargo, los testimonios recogidos por este medio pintan un panorama completamente distinto: música a alto volumen, gritos y conciertos en vivo que invaden la zona hasta altas horas de la madrugada, incluso días de semana. Todo esto también se puede constatar en las fotos y videos publicadas de sus propias redes sociales del hotel.

Uno de los trabajadores de la zona relata con indignación: “Trabajo hace años cuidando autos en Sáenz Peña. Desde hace como seis meses, se escucha una bulla tremenda desde el techo del hotel. Ese sonido rebota en los edificios del frente. Usted puede pasar cualquier día por aquí y verá cómo toda la cuadra parece una discoteca”.

Música en vivo y noches de Alcohol.

Vecinos colindantes con el inmueble denuncian que, pese a múltiples llamadas al serenazgo y quejas formales dirigidas a la Municipalidad de Barranco, las autoridades no actúan con la diligencia que el caso exige. Una vecina indignada señala: “Mi casa está casi a la espalda del hotel. La música claramente sobrepasa los niveles permitidos por ley, más aún en una zona monumental. Hemos llamado al serenazgo más veces de las que puedo contar, pero la municipalidad brilla por su ausencia. No les interesa el bienestar de quienes vivimos aquí”.

Otra residente, recién llegada al distrito, cuenta que el problema es evidente incluso para los recién llegados: “Me mudé hace poco a la Alameda Sáenz Peña, cerca del hotel B. Aunque ese hotel no causa problemas, el ruido del Casa República sí es notable. Hay música en vivo desde las 7 p.m. cualquier día de semana. Ya varios vecinos me han advertido de las molestias constantes”.

Este conflicto no es menor. El inmueble que ocupa el hotel ha sido declarado Patrimonio Arquitectónico por el Ministerio de Cultura, lo que implica normas estrictas de conservación, respeto a la edificación y a su entorno. Sin embargo, la azotea ha sido convertida en un “rooftop” que parece operar sin mayor regulación, burlando el espíritu con el que fue declarada su protección.

Conciertos en vivo generan grotesco ruido en la zona patrimonial.

La respuesta del gerente

Nos comunicamos con el gerente del hotel Juan José Mendoza, para recoger su descargo. Estás fueron sus declaraciones:

«Nos sorprende un poco que nos digan vecinos y que pareciera que fuera hasta una junta vecinal que está preocupada por el ruido que viene del hotel. Nosotros, para empezar, no tenemos ninguna visita registrada en lo que va del año, que recuerde, sobre un tema de ruido. Creo que el serenazgo se toma estas cosas con seriedad, ¿no?», señala el gerente.

Además, menciona: «Nosotros no tenemos ninguna corona ni nada para que el serenazgo no venga a visitar. Nosotros hemos recibido visitas desde la isla de inspección por temas de licencia, como suelen hacer estas visitas de un momento a otro, de todos los entes que tienen que regular un hotel. Y siempre hemos tenido eso: tenemos nuestra licencia en orden, tenemos nuestro sistema, nuestro certificado de seguridad en orden, todo está correcto. O sea, operamos dentro de los márgenes que nos permiten».

Juan José Mendoza, gerente general del hotel.

«Ponemos música en vivo, que toca una persona con una guitarra, o a veces hay una persona con un saxofón, pero no es que cobremos una entrada. Obviamente, seguramente algo se puede filtrar, y nosotros siempre estamos atentos, tenemos protocolos para cuidar esos niveles de volumen. Lo que menos queremos es generar un malestar a nadie, ni a ningún cliente, ni mucho menos a nuestra comunidad alrededor. Estamos siempre dispuestos a hablar, y a mejorar, y a aplicar los correctivos que sean necesarios, pero que se nos acerquen», manifiesta Juan José Mendoza, reconociendo los eventos con música en vivo en su azotea.

Luego recordó que una vecina se le acercó para cuestionarle sobre el ruido que produce el hotel: «Yo hablé con una vecina, no sé si será esta misma persona, hace como dos semanas o tres semanas, que me dijo que sus inquilinos habían tenido estas molestias, y que estaba volviendo a alquilar. Creo que todavía no lo había hecho, o por esta fecha se iba a hacer, y ya le preocupaba el tema de poder que sus inquilinos se quejen de esto nuevamente. Y yo le dije: «Por favor, verifícalo tú misma». Y me dijo: «Yo voy a estar el fin de semana, y cualquier cosa te voy a escribir directo de mi departamento, que es el que más cerca tenemos. Nunca me escribió, o sea, no se comunicó conmigo, no volvió a comunicarse conmigo».

Finalmente mencionó: «Nosotros tenemos es un bar todo con mobiliario que es movible, o sea, nosotros tenemos una casona que es patrimonial, que la cuidamos, que está dentro, que no hemos alterado en nada la casona patrimonial, incluso tenemos, me gustaría también que hagas mención a los eventos culturales que realizamos, a las inauguraciones de arte. O sea, tenemos ahorita una exhibición de arte que habla sobre Barranco. Me parece que se enfocan ustedes mucho, o pretenden enfocarse más en estos temas tan puntuales. Si hay algo que podamos nosotros todavía corregir, estamos abiertos a corregirlo, pero no nos quieran encasillar y pintar como si fuéramos un bar de fiesta, o un bar que promueve conciertos masivos».

Sorprende algunas respuestas del gerente, ¿De verdad la solución para el ruido es que cada vecino realice una auditoría acústica casera? ¿Ese es el estándar de diálogo que propone el hotel?

¿La fiscalización municipal?

La pregunta que muchos vecinos se hacen es evidente: ¿hasta cuándo las autoridades municipales permitirán que un negocio turístico imponga su lucro por encima del derecho al descanso y la salud mental de los residentes? ¿Acaso la alcaldesa Jessica Vargas permitirá que Barranco se transforme en una zona de impunidad acústica?

Tenemos conocimiento que la alcaldesa también visita los espacios del hotel. Aquí una fotografía de la burgomaestre Vargas en las instalaciones de Casa República. Sería importante que la alcaldesa también ponga atención a situaciones que incomodan a los vecinos del distrito.

Alcalde Jessica Vargas.

¿Qué tipo de licencia tiene el hotel? recordemos que la Municipalidad de Barranco, es responsable directa de hacer cumplir las normas de zonificación, fiscalización ambiental y protección del patrimonio. Aquí se requiere una inspección inmediata, mediciones sonoras rigurosas y sanciones ejemplares. Porque si proteger la riqueza patrimonial de Barranco es una prioridad, entonces garantizar la calidad de vida de sus vecinos debe ser una exigencia irrenunciable.

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Lima y Callao no paran de temblar

Viviendas, colegios, centros comerciales y hasta sedes municipales muestran severas grietas tras sismo del pasado domingo.

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El sismo de magnitud 6.1 vivido el último domingo terminó con la vida de una persona de 36 años, representando la única víctima mortal de ese fenómeno natural, sin embargo, 48 horas después de ocurrido el movimiento telúrico van a apareciendo los verdaderos daños.

El sismo, con epicentro a 30 kilómetros al suroeste del Callao, ha dejado cuantiosas pérdidas económicas para cientos de familias, en particular de Lima Norte, que ven con preocupación la aparición de enormes grietas y fisuras en techos y paredes de sus viviendas.

Varios ladrillos terminaron desprendidos de las paredes de las viviendas. Municipalidades hasta el momento no vienen fiscalizando las construcciones. Foto: Bolognesi Noticias.

Hasta el momento ya se vienen dando hasta tres movimientos sísmicos, teniendo siempre como epicentro el norte de Lima. Diversos informes televisivos muestran varios colegios en Independencia con ventanas rotas y paredes resquebrajadas, haciendo imposible el retorno de los menores de edad a sus aulas; cerca de 120 colegios muestran los rezagos del temblor y 10 de ellos han optado a la virtualidad.

En Comas, una escuela de marinera también ha resultado severamente dañada, obligando a su dueña, una reconocida campeona de marinera, tener que suspender de manera indefinida las clases. “Es un sustento que se detiene. Esta era mi fuente de ingresos y también el trabajo de otras personas. No nos queda más que agradecer a los alumnos por su apoyo y cuidar su integridad”, mencionó para el programa Buenos Días Perú.

Foto: captura video BDP.

En el mismo distrito también el centro educativo Estados Unidos ha sido afectado tras el sismo. En fotografías compartidas por los padres de familia se aprecia parte de su estructura con rajaduras. Otros colegios en Puente Piedra, Los Olivos, Ancón o San Martín de Porres presentan grietas en sus techos y muros, llamando la atención sobre la manera en que han sido construidos.

En tanto, en San Juan de Lurigancho (SJL) la comisaría de La Huayrona se vio afectada con la caída de parte de su techo.

Lima no está preparada para un terremoto de magnitud 8

Los especialistas no andan con rodeos y son bien claros al respecto, sin pretender ser alarmistas. Aparte de que miles de personas construyen sus casas en quebradas, riberas y laderas, sin la asesoría de un profesional, a esto hay que sumar la alta densidad de personas que viven en un solo lugar. Aproximadamente 11 millones de personas solo tiene Lima, concentrando la tercera parte del total de la población peruana.

Se registró deslizamiento de tierra y piedras en parte de la costanera tras el sismo del domingo. Foto: radio Corbán.

Si un sismo de magnitud 6 tuvo como resultado que un centenar de viviendas terminen con grietas y fisuras, un terremoto de escala 8 o superior resultará catastrófico.

Si el sismo de este último domingo se sintió fuerte, uno de magnitud 8.8 tendría efectos devastadores: derrumbes masivos, interrupción de servicios básicos, colapso de hospitales y una amenaza directa para miles de personas. Incluso el transporte, las telecomunicaciones y la logística urbana podrían paralizarse por completo.

Gran parte de la responsabilidad recae en los municipios al permitir edificaciones que no se alinean a normativas técnicas o de zonificación, pero también no hay que olvidar que son los propios pobladores lo que ponen en juego el futuro de sus descendientes.

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Perú sin alertas sísmicas: un gobierno sin prevención

Mientras México y Chile protegen a sus ciudadanos con alertas sísmicas eficaces, Perú continúa con promesas incumplidas. Que hoy sea Google —y no el Estado— quien advierta a los peruanos de un sismo inminente, es una vergüenza nacional.

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El pasado domingo 15 de junio, en plena celebración del Día del Padre, un sismo de magnitud 6.1 sacudió la provincia constitucional del Callao. Mientras los ciudadanos sintieron el remezón a las 11:35 a.m., sus celulares sonaban con una notificación urgente: una alerta sísmica enviada por Google. La sorpresa fue doble: por un lado, la eficiencia del sistema de alertas de Android, y por otro, la total ausencia de comunicación oficial por parte del Estado peruano. ¿Dónde estaba Sismate, el supuesto sistema nacional de alertas tempranas?

La respuesta oficial del presidente del Instituto Geofísico del Perú (IGP), Hernando Tavera, fue más que desconcertante: Sismate no es un sistema de alerta sísmica, sino de mensajería. A pesar de que en 2019 el gobierno de Martín Vizcarra anunció la implementación del sistema, destinando más de 41 millones de soles a su desarrollo, hoy el propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) reconoce que Sismate no tiene la capacidad de advertir sobre un inminente terremoto.

Presidente del Instituto Geofísico del Perú, Hernando Tavera. Andina.

Mientras tanto, México y Chile han implementado con éxito sistemas de alerta temprana que permiten a sus ciudadanos ganar segundos vitales antes de que llegue un sismo. En México, por ejemplo, el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) funciona desde hace más de dos décadas y ha salvado incontables vidas gracias a su red de sensores y emisores. En Chile, el sistema ONEMI activa sirenas y alertas celulares que advierten a la población con segundos de antelación. Perú, en cambio, sigue en la fase de promesas.

SASPe aún está en implementación

El país sí tiene un proyecto llamado Sistema de Alerta Sísmica Peruano (SASPe), bajo la gestión del Instituto Geofísico del Perú (IGP) y el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci). Pero aún está «en implementación». Este sistema pretende activar sirenas electrónicas en zonas costeras ante sismos de magnitud superior a 6.0. Sin embargo, su cobertura es limitada y no hay claridad sobre cuándo funcionará plenamente. Mientras tanto, seguimos dependiendo de empresas extranjeras para saber cuándo correr.

El reciente sismo dejó una vez más en evidencia la cruda realidad: en Perú, la población está desprotegida ante un desastre natural. La falta de una alerta oficial no es solo una falla técnica, sino un síntoma de desidia institucional y negligencia en la gestión del riesgo. La tecnología existe, el dinero se invirtió, pero el sistema no funciona.

Que Google sea hoy quien avisa a los peruanos que un sismo se avecina no debería ser motivo de asombro, sino de vergüenza nacional.

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Lima y Callao no soportarán un terremoto

Casi el 70 % de las edificaciones en la capital y la provincia constitucional son construidas de manera empírica, siendo erigidas en terrenos poco propicios para soportar un sismo de magnitud 7 o superior.

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No estamos preparados. El último sismo vivido ayer nos demostró, de manera indubitable, que muchas viviendas en Lima y Callao se caerán a pedazos por lo mal construidas que están. A consecuencias de esa precariedad, un joven de 36 años perdió la vida cuando le cayó un pedazo de pared que se desprendió de la fachada de una casa. Su muerte fue instantánea.

Eso deja mucho que pensar, pues poco o nada, más allá de lo que indique el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) o el propio Gobierno Central, estamos haciendo como sociedad por mejorarlo. La informalidad no solo la podemos encontrar en el tránsito vehicular, los vendedores ambulantes, los mototaxis, las motos lineales, sino que también desde el lado urbanístico somos un desastre y no se está exagerando.

Casas de tres, cuatro cinco pisos o más levantadas en un cerro o en una quebrada, viviendas construidas con la ayuda de un maestro de obras, terminadas con material precario, en zonas tugurizadas donde no le dan espacio a los rayos del sol, enrevesadas por ‘telarañas’ de cables de telecomunicación, en callejones sin salida donde lo último que se piensa es en una vía de escape. Así el peruano pujante, pero imprudente, trata de sobresalir en esta caótica ciudad.

El temblor de ayer, de 6.1 grados, pudo ser para muchos solo un tema anecdótico, de risas y motivo de conversación entre amigos y vecinos, pero el tema sinceramente es muy serio. Lo que puede hacer INDECI o las municipalidades en un breve periodo es ilusorio. Si durante varias décadas han permitido el crecimiento desordenado de varios distritos, es poco probable que cambien esa realidad en unos cuantos años. Es por ello que también existe responsabilidad en aquellas personas que quieren construir uno o dos pisos en sus terrenos, sin embargo, lo hacen de mala manera buscando ahorrar unos cuantos soles. Ese supuesto “ahorro” les terminará costando caro a ellos o a terceros, como el caso del joven de 36 años.

El cielo es el límite. Miles de peruanos prefieren construir sus viviendas sin una asesoría profesional. Foto: archivo Andina.

Todos quieren tener su casa, pero a qué costo

Un estudio realizado el año pasado por el Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade) reveló que el 69 % de las viviendas en Lima y Callao son autoconstruidas, significando que millones de peruanos optan por la vía informal, muchas de ellas levantadas en la periferia de la ciudad, encontrándose también en distritos históricos como el Rímac, Barrios Altos o Cercado de Lima.

Asimismo, el mencionado estudio indicó que casi el 100 % de esas construcciones tardaron cerca de 16 años en terminar el primer nivel, y 22 para completar el segundo, cifras que sobrepasan por lejos el plazo de una construcción formal; y, aunque parezca increíble, la autoconstrucción resulta un 33 % más cara por metro cuadrado que la construcción a través de vías formales.

Está claro que la mayoría de los peruanos opta por hacer su casa ‘con sus propias manos’, desechando la opción de hacerse de los servicios de un ingeniero, un arquitecto o un topógrafo. Las consecuencias de eso es este enorme monstruo de ‘siete cabezas’ que trata de sobresalir contranatura.

Miles de casas están a punto de colapsar y los signos se exponen en sus fachadas agrietadas o resquebrajadas. Algunos optarán por darle una pasada con yeso o cemento, otros sencillamente lo ignorarán y continuarán levantando más pisos, y otros, esos pocos, realmente tomarán conciencia de lo que se viene. Así como la lluvia, el temblor también caerá para todos.

Muchas viviendas en los cerros no soportarán un sismo por encima de 8 grados. Foto: diario Correo.

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