El reportaje radial “Fue el Estado”, producido por el periodista peruano Daniel Alarcón y emitido en su emblemático portal web “Radio Ambulante” (http://radioambulante.org/audio/fue-el-estado) aborda el problema de los riesgos que tienen los periodistas que investigan sobre los nexos de corrupción entre el narcotráfico y el Estado, que incluso los hace víctimas de asesinatos a manos de sicarios contratados por las organizaciones criminales.
Se aborda concretamente el caso de México, un país latinoamericano muy golpeado por el narcotráfico, y la labor de la valiente periodista Anabel Hernández García (1971), quien es una de las mujeres de prensa que más ha publicado reportajes de investigación y libros que revelan las oscuras relaciones entre autoridades estatales corruptas y narcotraficantes, lo que se conoce como el “narco estado”.
Ella actualmente está amenazada de muerte por las mafias de la droga, y para cuidar su vida tiene que vivir permanentemente escoltada por guardias de seguridad. En el año 2001 ganó el Premio Nacional de Periodismo de México y en 2003 recibió un reconocimiento de galardón de UNICEF por investigar sobre niñas esclavizadas en la frontera de México con Estados Unidos.
Además de reportajes en los diarios Milenio, El Universal y su suplemento de investigación La Revista (hoy Emeequis), el portal digital Reporte Índigo, Reforma y la revista Proceso, ha publicado los libros, Los cómplices del presidente (2008), Los señores del narco (2010), México en Llamas: El legado de Calderón (2012), y La verdadera noche de Iguala: La historia que el gobierno trató de ocultar (2016).
Su caso revela que cuando el periodismo investiga la corrupción estatal y denuncia con pruebas los mecanismos del poder, la vida de un periodista corre riesgo. Como lo señalan las estadísticas, México es uno de los países más golpeados por la violencia del narcotráfico: en el 2016 ocurrieron 20 mil asesinatos a causa de “ajustes de cuentas” entre narcos.
Y el periodismo también ha sido atacado. Desde el año 2000 hasta la fecha han sido asesinados más de 100 periodistas en México. Y específicamente el año 2017 fueron asesinados 12 periodistas. Uno de los casos más sonados es el reciente asesinato a balazos de periodista Javier Valdez, autor del libro “Narcoperiodismo: La prensa en medio del crimen y la denuncia”.
El reportaje de “Radio Ambulante” inicia con preguntas a Anabel Hernández sobre su biografía y sobre cómo se inició en el periodismo de investigación, incluso sabiendo los riesgos. Allí podemos ver que el periodismo de investigación requiere sobre todo “vocación a toda prueba”, incluso cuando la muerte es una amenaza constante. Es sobrecogedor cuando la periodista revela que su propio padre fue secuestrado y asesinado, lo cual dejó en ella una profunda huella, y la motivó a seguir con sus investigaciones y preocuparse por el tema.
En el reportaje se aprecia que la investigación periodística siempre nace de situaciones problemáticas donde urge encontrar respuestas a las interrogantes sobre la corrupción estatal y el por qué el crimen organizado y el narcotráfico van ganando terreno en la sociedad, incluso cuando los delincuentes empiezan a “trabajar” en las ciudades y zonas rurales con “total normalidad” como si tuvieran la autorización o complicidad con el gobierno.
Develar esos hilos secretos, esas conexiones entre funcionarios corruptos y los llamados “capos del narcotráfico” es un trabajo riesgoso, porque el periodista que revela esos entretelones se convierte en un personaje incómodo, porque está informando públicamente sobre esa corrupción.
Las consecuencias son conocidas. El “narcoestado” funciona como una extensión de las organizaciones criminales. Y llama mucho la atención cuando se involucran las más altas autoridades del gobierno, el despacho presidencial, la policía, el poder judicial, el poder legislativo y el poder administrativo. Algunos funcionarios corruptos operan como “guardianes” de la delincuencia, lo cual genera un problema nefasto para la sociedad.
El caso de México debe servir como ejemplo para evitar que eso suceda en el Perú, donde también hay un serio problema de narcotráfico. Se sabe que el Perú es uno de los mayores productores de clorhidrato de cocaína y de pasta básica de cocaína, la cual se exporta desde la zona de la selva y la sierra, hasta la costa y luego es embarcada ilegalmente a Norteamérica y Europa. Y en las grandes ciudades existe el problema de la microcomercialización de drogas, con la consecuencia del grave problema social del consumo de sustancias tóxicas.
Actualmente ese problema de la producción se concentra en el VRAEM (valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro), y que dos décadas atrás estuvo en el valle del Huallaga. Ahora además existe el agravante de que en esa zona hay problema de “narcoterrorismo”, donde los remanentes de grupos terroristas como Sendero Luminoso dan protección a los traficantes de droga, y ponen en riesgo a las poblaciones. Incluso han asesinado a policías y efectivos del Ejército.
¿Existe riesgo de que el caso de México se dé en el Perú? Por supuesto que sí. Muchos reportajes de investigación dan cuenta de las relaciones que existen entre el narcotráfico y el poder corrupto, se menciona que existen “narco congresistas”, “narco alcaldes”, “narco jueces” y “narco policías”.
Otro tema preocupante es el aumento del grave problema del sicariato y “asesinatos por encargo” entre narcotraficantes y miembros de organizaciones criminales, como viene ocurriendo en El Callao, Trujillo, Tumbes, entre otras ciudades, que tienen algunas zonas consideradas de alta peligrosidad. Los crímenes se cometen a diario, y la policía investiga, pero no se ha logrado disminuir la violencia.
El Perú, donde el narcotráfico opera con impunidad, es una de las rutas de comercialización y producción de droga, y donde los carteles de narcotraficantes también realizan pactos o alianzas con funcionarios corruptos para poder operar libremente, sin temor a represalias.
Otro problema preocupante son los delitos financieros, en la modalidad de “lavado de activos”, mediante el cual los narcotraficantes “invierten” sus ilegales ganancias para crear empresas cuya única función es usar ese dinero obtenido por la venta de la droga.
El periodismo de investigación en el Perú también es una labor de riesgo. Sin embargo, pese a los riesgos, los periodistas siguen adelante, heroicamente.