Fotos Miguel Mejía Castro
92 años de edad representan para cualquier mortal toda una colección de vivencias plagadas de aventuras, y desventuras; ello, sumado al oficio de pintar por más de setenta años consecutivos, convierte a Fernando de Szyszlo en un personaje indeleble en la historia del arte peruano.
Infatigable y prolífico en su producción pictórica, él continúa trabajando en su taller para sus próximas exposiciones; no obstante, nos concedió un tiempo para conversar de lo que para él representa la vida: crear con sentimiento, con la ayuda de la luz natural, para obtener colores a través de las sombras.
Mientras iniciamos la conversa en la intimidad de su estudio rodeado de miles de libros, y de portentosas esculturas, él se da una pausa para pensar, e inmediatamente responde con absoluto brillo.
Te veo muy vital, con muchos bríos. ¿Cómo van las expectativas?
Ojalá. Regular nomás. En un tiempo estuve pésimo porque contraje una pulmonía, y estuve dos meses en la clínica.
En tu caso la figura paterna fue muy vertical ¿Qué pasó cuando decidiste dejar la arquitectura, por el arte?
Sí. Mi padre no lo recibió con mucho entusiasmo, pero él trataba de persuadirme para que primero terminara arquitectura, y después pintara; pero no acepté.
Siempre te refieres de una manera muy tierna y amorosa cuando hablas de tu madre
Yo he sido una persona muy vinculada a mi madre. He querido mucho a mi madre; ella felizmente vivió hasta los sesenta y cinco años, y siempre tuve tiempo de besarla; pero me hubiera gustado verla cuando ya era más reconocido por mi trabajo; pero en fin, fue una persona feliz, y como buena iqueña cocinaba maravilloso.
¿Te habló de tu ilustre tío Abraham Valdelomar?
Todo el tiempo, porque él “vivió” hasta que murió mi abuela. Ella nunca se resignó a la muerte de su hijo, porque la presencia de él estuvo todo el tiempo en mi casa; yo nunca lo conocí porque murió muy joven en el año 1919, y yo nací seis años después; pero su figura y sus libros llenaban la casa. Su biblioteca la heredé, y seguramente la afición por la lectura también.
Viajaste a París a los veinticuatro años. Algo curioso es que luego de esa estancia reconociste que recién aprendiste a pintar
Sin duda, porque la pintura que yo quería hacer no era la pintura que me habían enseñado aquí en Perú, postimpresionista, y muy directa. En cambio, yo quería una pintura más complicada, con más transparencias, como se hacían en el Renacimiento, y que luego ya no se usaron más; por eso tuve que copiar en el Louvre cuadros de pintores que estaban dentro de esa manera de pintar, como Tiziano, Rembrandt, y Tintoretto.
Allí conociste a gente notable en arte y cultura. Ustedes armaron un buen grupo. Háblanos sobre las tertulias en casa de André Breton frente al Sena
Yo era muy amigo de Octavio Paz y de Rufino Tamayo. A Bretón lo conocí por Paz, y por eso fui un par de veces a su casa. Todo lo que vi en su departamento fue increíble, era indescriptible; todo era un museo, habían obras de Picasso, Miró, Klimt, Van Dyck, Kandinski, muchos abstractos, y muchas maravillas del arte primitivo.
Fernando de Szyszlo en su taller.
¿Adolfo Winternitz fue el que te enseño a dibujar?
Sí, es cierto. Yo aprendí mucho de él por supuesto, en la mayor parte; pero menos en pintura, porque como te dije antes, él hacía una pintura postimpresionista que era muy directa. Pero tuvo una parte muy importante en mi formación porque era una persona muy inteligente, y culta; y nos daba unas valiosísimas clases de apreciación del arte. Además de pintor, era muy cercano a la música; él tocaba muy bien el violín, y su mujer era clarinetista; los fines de semana íbamos a su casa a conversar, luego tocaban, y todo se hacía interesante.
Tu visión sobre la corriente del Indigenismo en Perú es muy particular, ¿Hasta qué punto el indigenismo ha sido beneficioso para el arte peruano, y hasta qué punto ha sido inconveniente?
El Indigenismo fue muy importante porque fue la primera ruptura del arte peruano con la pintura descriptiva y académica. Nosotros vivíamos noventa años de atraso, y aquí Daniel Hernández era un pintor de vanguardia, y además discípulo de la última generación de los impresionistas; pero, en París ya nadie hacía impresionismo. Los indigenistas rompieron con el academicismo, pero también se centraron demasiado en creer que el tema peruano producía arte peruano, lo que no necesariamente es cierto. La gran batalla de mi generación en materia de pintura fue contra el Indigenismo.
Muchos artistas creen que el cosmopolitismo les ayuda a consolidar su obra, pero a nivel universal ¿Qué tan difícil es llegar?
Yo te diría que ahí hay una gran diferencia. Tienes lo cosmopolita, que no tiene raíces en ninguna parte; y lo universal, que es buscar las propias raíces, luego sacarlas y hacerlas universales. Esa esencia fue planteada en mi generación, con personalidades como Eielson, Sologuren, Blanca Varela, y Salazar Bondy; todos lucharon por eso, con el tema de la arquitectura. Nosotros comenzamos a dar la batalla en los años cuarenta, porque la arquitectura peruana era imitación de la arquitectura colonial, y hasta los edificios tenían portadas coloniales, lo que era un absurdo; pero la batalla se dio. El arquitecto Miro Quesada fue uno de los primeros que dio el golpe contra ese academicismo, y también un par de arquitectos extranjeros: Paul Linder, y Mario Bianco, que llegaron al Perú huyendo de la guerra. Ese mensaje de la arquitectura peruana fue muy importante, y fue muy beneficioso.
Eres uno de los pioneros del arte abstracto peruano, ¿Por qué no fuiste figurativo?
Bueno, porque yo quería hablar del lenguaje de mi época; y el lenguaje en mi época era ese…el arte abstracto, la no descripción de la naturaleza. Regresar a la pintura como un lenguaje en que las palabras sean: el color, la forma, y la línea; y que no haya ninguna alusión a la naturaleza; y sin embargo, sí haya una abstracción. Siempre lo comparo con la música, donde no hay manera de entenderla si uno no la siente como tal; es igual con la plástica en general, pero la pintura abstracta no es más que eso, es resaltar el entendimiento de la pintura, por el sentimiento de la pintura. En la pintura no hay nada qué entender, solo hay que sentirla; es como una música.
Entonces apelas a un estado personal muy sagrado, donde no hay nada qué explicar
Sin duda, pero todo eso es muy confuso, y difícil de explicar. ¿Cómo explicas que la Sinfonía Pastoral sea un encanto a la vida, y que la Sonata de Beethoven sea trágica? Al final, todos son ritmos o sonidos que nosotros sentimos como trágicos, o alegres. Hubo una señora que le dijo a Matisse: “Maestro no comprendo su pintura”, y él le preguntó si le gustaban las ostras, ella respondió que sí le gustaban, y finalmente, él le preguntó si ella entendía las ostras. No hay nada qué entender, hay que experimentar.
“La civilización del espectáculo” de MVLL significa una feroz crítica a la onda de frivolidad, y del extremo consumo que para muchos es interpretado como la nueva cultura ¿Qué opinas?
Estoy de acuerdo, totalmente. La cultura ha sido banalizada últimamente; por eso es que yo siempre he atacado mucho a la pintura que le llaman contemporánea, porque es banal; pero después he recapacitado, y he dicho que la pintura que se hace ahora, se parece a la gente que la hace; me refiero a la gente que es banal, y que no tiene sexo normal, porque el sexo es una gimnasia para ellos; y no se comprometen a nada, porque el amor es como un juego frívolo; entonces, esas personas tienen que hacer ese tipo de arte, porque no les interesa nada; ni la gravedad del asunto, ni la tragedia del asunto.
También escribiste, e hiciste cinematografía ¿Qué tan importante es que un artista visual tenga bagaje cultural?
Es muy importante. La cultura literaria abre unos horizontes que nosotros ni sospechamos que tenemos dentro. Cuando leí “La guerra y la paz”, y a Dostoievski, descubrí mundos que no sabía que existían, y lo sientes profundamente. Eso es indispensable para un artista, para abrirle sus horizontes, y sus intereses; para hacerlo sentir más profundamente, y para poder trasmitir sus sentimientos.
Acabas de publicar un libro de memorias “La vida sin dueño” ¿Te has despojado de todo en sus páginas; quedaste desnudo?
Me falta mucho, ¿tú sabes lo que son noventa años? Apenas he seleccionado lo que ha saltado a mi memoria, pero no podría escribir tres tomos. (Risas)
Precisamente, tu gran amigo Vargas Llosa ha sido muy generoso con la reseña que ha escrito en El País, y mencionó la época en que se construyó el MAC, cuando pensaban llamarle Museo Fernando de Szyszlo
Sí. Fue un empresario peruano que había estado en México y en Bogotá, y el hecho es que regresó, y dijo: “¿cómo es posible que haya un museo en México que se llama Tamayo, y en Bogotá un museo de Botero?, por eso yo quiero promover un museo de Szyszlo”, y así me convenció en la idea de que él podía conseguir fondos para comprar una casona en Barranco y hacer un museo de mis obras. Estuve pensándolo, y cuando vimos la casona no era muy grande, entonces, lo convencí que nos apoyara en un viejo proyecto que era el Museo de Arte Contemporáneo, y dijo que sí nos apoyaría con una condición; que el museo se llame como yo, y el resto de promotores del IAC aceptaron; pero a los pocos días apareció en los periódicos la carta de los pintores protestando.
El Nobel también menciona que en la protesta había un discípulo tuyo
En realidad fueron todos los pintores, y eso es natural. El hecho es que se perdió la idea y el empresario se resintió, y se retiró del proyecto. Luego, el proyecto lo asumió un grupo de empresarios más jóvenes.
Eres un analista de lo que acontece en el Perú; la institucionalización del Estado se ha ido desmoronando, entre otras taras del sistema democrático ¿Aún hay esperanza en el Perú?
Antes yo era un peruano como todos muy pesimista, pero a partir del año 2000 vi que el Perú comenzó a crecer, y nos libramos de esa lacra que fue la dictadura de Fujimori. Luego comenzamos a crecer, y la clase media también; entonces, cuando la clase media crece, la política pierde importancia, y eso es lo que pasó en Perú, creció violentamente, y recuperó el optimismo, y vi una luz al final del túnel.
En la última campaña electoral tú le diste créditos a Alan García, pese a que la gente de a pie no desea que vuelva más
Sí, la gente no lo quiere. El primer gobierno de Alan fue terrible, y yo fui su enemigo número uno; ahí lo golpeé, y todos los días muy críticamente me refería a su mandato en los artículos que escribía en El Comercio; pero, le di el chance de cambiar, y cambió. Luego se arrepintió de haber pensado en estatizar la banca, y se volvió partidario del libre comercio; pero no se volvió por conveniencia, sino, porque se dio cuenta que el fracaso de la Unión Soviética ponía en tela de juicio al socialismo.
Pero tú eres una persona muy analítica ¿Realmente crees en Alan García?
Yo creo que Alan es un gran político. Seguramente tuvo problemas desde el primer gobierno. Fueron problemas en el manejo interno del partido aprista, y eso yo no sé porque nunca me interesó el partido aprista, porque siempre fui anti-aprista, pero, en el transcurso del gobierno de Alan me di cuenta que caminaba, y que el Perú creció como nunca; pero Humala se dedicó a destruir a los candidatos que le hacían competencia, me refiero a Keiko y a Alan.
PPK fue un competente ministro de Economía, pero como mandatario, parece que aún no apunta a ningún norte
Yo aún no pierdo la fe, porque tuvimos una gran suerte de elegir a PPK como presidente; sino, ¿dónde estaríamos? talvez con saqueos de las arcas fiscales. PPK ha comenzado con problemas pesados; y él a veces se va de boca, pero es una persona de una honestidad intachable, y además tiene una gran preparación. Nunca ha habido un presidente del Perú tan preparado; porque no solamente es formado en economía, él además es músico, y de joven era atleta; durante su primer ministerio con Belaunde ganó un maratón, y también el campeonato de squash; además dio un concierto de Vivaldi con flauta traversa con la Sinfónica. Es una persona renacentista totalmente; y yo no he perdido la fe de que PPK va a salir adelante, lo que pasa es que tiene un humor que no es el del peruano, él tiene un humor un poco pesado.
Desde el gobierno de García existe el ministerio de Cultura, dime con sinceridad ¿El Ministerio de Cultura funciona?
Todavía no funciona, pero te voy a decir, no solamente se creó el ministerio de Cultura, se habilitó la Biblioteca Nacional, se hizo el Gran Teatro Nacional, que es un teatro de primera clase en cualquier parte del mundo. Es innegable lo que hizo Alan en su gobierno. Vamos a ver qué pasa porque con PPK; no he perdido en absoluto las esperanzas.
En la reseña de El País también se menciona que Fernando de Szyszlo si se hubiera quedado en Europa hubiera trascendido como Lam, Matta y Botero; pero lamentablemente volvió a un país iluso ¿Qué opinas?
Estoy de acuerdo; pero regresé a Perú porque para mí ha sido muy importante la idea de Perú, y ver que este país alcance su destino; y desde París uno no puede ayudar a que este país mejore. Uno tiene que estar aquí, porque aquí están mis amigos y mis raíces.
Tus admiradores opinan que Blanca Varela acompañaba al gran pintor Fernando de Szyszlo, pero también hay gente que dice que tú eras el que acompañaba a la famosa poeta Blanca Varela ¿Con qué ecuación te quedas?
Simplemente éramos dos muchachos talentosos que estábamos tratando de dar la batalla por la cultura en Perú, y cuando nos casamos éramos unos chicos inmaduros, y para conservar un matrimonio se necesita la voluntad permanente de ambas partes, y no que uno ponga todo, y que el otro aguante, no, así no es el amor; el amor tiene que ser una conjunción de voluntades. Y a pesar de que ese amor no duró demasiado, siempre fuimos amigos hasta que ella murió, y tuvimos dos hijos maravillosos.
Blanca Varela con sus hijos Vicente y Lorenzo. (Foto archivo familiar).
Precisamente, cada vez que observo tu obra El Sol negro me impresiona demasiado, y recuerdo que siempre mencionaste que la muerte de tu hijo Lorenzo devastó a Blanca Varela, pero casi no hablas de lo injusto que representa para ti
Seguramente yo era una persona fuerte, y tenía esa compulsión de la pintura, y además tenía una mujer que me ayudó mucho en ese momento; pero eso marcó un punto de quiebre en mi vida, sin duda; en ese entonces, y hasta ahora, no lo he superado…no lo he superado.
En la galería Enlace Arte Contemporáneo acaba de finalizar “Ser y Tiempo” una interesante bipersonal de tu obra, y la de Martin Chambi ¿Cómo confluyeron dos artes distintos en una sola temática?
Maravilloso; a mí me sorprendió mucho. Indudablemente en lo que hemos coincidido Chambi, y yo, es en la emoción que nos despierta el misterio de la cultura precolombina. Me alegro de haber expuesto junto a una persona tan importante como Chambi.
A tus noventa y dos años ¿te sientes realizado; estás satisfecho con todo lo que te ha brindado la vida?
No estoy satisfecho, porque aún no he pintado lo que quería; todavía tengo exposiciones por cumplir. Una en Miami en abril, otra de grabados en París, en septiembre en Medellín, y finalmente en Lima. Tengo mucho que trabajar; no sé qué me espera.
Probablemente tienes guardada la segunda parte de “La vida sin dueño”
La segunda parte será en la otra…
(Publicado en la revista impresa Lima Gris 11)