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Literatura

Entrevista a Pedro Salinas «Gracias a las lecturas de los cómics se me hizo más fácil leer libros»

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PEDRO SALINAS

«Gracias a las lecturas de los cómics se me hizo más fácil leer libros»

Entrevista Orlando Mazeyra Guillén

Pedro Salinas (Lima, 1963) es periodista y escritor. Ha dirigido diversos programas de radio y televisión. En 1994 obtuvo, con César Lévano, el Premio Nacional de Periodismo y Derechos Humanos, otorgado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Es autor de novelas como Mateo Diez y Álbum de fotos, y de ensayos periodísticos como Rajes del oficio. En esta amena entrevista recuerda su etapa como sodálite (experiencia que supo llevar a la novela precisamente en Mateo Diez). Ha terminado un libro que recopila una serie de artículos y ensayos sobre temas eclesiales cuyo título tentativo es Dios es homofóbico.

 

¿Qué libro está leyendo ahora?

Acabo de terminar Danza de Dragones, de George R. R. Martin, el quinto libro de una saga monumental que coctelea la literatura fantástica con el género épico y los sazona con intrigas y juegos por la captura del poder. Debo reconocer que me he enganchado como un adicto. Su estilo folletinesco es sumamente efectivo. Y el autor ha demostrado no tener ningún empacho ni apego en deshacerse de personajes que han cautivado al lector. Ya no veo la hora de tener en mis manos el siguiente libro, Vientos de invierno, que es el penúltimo. Pero supuestamente recién debe estar listo para el 2014.

Ahora, para variar un poco, acabo de tomar entre mis manos La tumba de Lenin, del periodista David Remnick, que aborda la caída y declive de la Unión Soviética. Es una magnífica crónica.

¿Qué libro le recomendaría leer a Alberto Fujimori?

La democracia en América, de Alexis de Tocqueville. Pero no sé si lo entienda.

¿Cuál fue la última película que lo hizo llorar?

Hace poco volví a ver Big fish (El gran pez), del genial Tim Burton. No hay manera de escapar de las lágrimas. Se trata de un relato maravilloso y conmovedor y estimulante. Si te gusta escribir o contar historias no puedes dejar de ver esta película.

¿Cuál es la primera imagen que se le viene de la época en que vivió en Arequipa?

El Misti. Me parece un volcán imponente. Recuerdo que, la primera vez que fui al Colca, en los ochentas, había un camino distinto al actual, que pasaba por detrás del Misti. En ese recorrido nos detuvimos para mirarlo con calma, de abajo hacia arriba, desde otra perspectiva totalmente distinta a la que se le conoce cuando se le observa desde la ciudad. Era como estar parado sobre la uña del pie de un coloso. Te sentías como una hormiga al lado de un elefante. O una jirafa. O algo así. La sensación era acojonante.

¿Era parte de la bohemia en la Ciudad Blanca?

De la bohemia arequipeña de los ochentas, definitivamente no. Del establishment católico, sí. Yo vivía en una comunidad religiosa del Sodalitium Christianae Vitae (SCV) cuando estuve en Arequipa. Nuestra Señora de Chapi, se llamaba la casa donde vivía y quedaba en Vallecito.

¿A qué profesores de la UNSA recuerda?

No recuerdo a ninguno por sus nombres, la verdad. Ya han pasado demasiados años desde que estudié ahí, en la facultad de Psicología, que quedaba a unos metros de la plaza de armas. Lo que recuerdo nítidamente es que en todas las clases, incluyendo en las que estudiábamos sobre las sinapsis o sobre la médula espinal o sobre los pliegues del cerebro y sobre las funciones del cerebelo, siempre había referencias recurrentes al materialismo dialéctico. O al histórico. O a Marx. O a Engels. En serio. Era así. Era alucinante el nivel de ideologización que había en esa universidad. Y claro. Uno que no era de izquierdas, se sentía en minoría. Como era mi caso, obvio.

También era impresionante cuando entraban a clase los encapuchados de Pukallacta a hacer proselitismo, y los profesores, bien gracias. Y era divertido que, cuando uno quería conversar con algún profesor sobre un tema de notas o de trabajos, o lo que sea, a veces había que buscarlo en la mismísima plaza de armas, que era el epicentro de las revueltas, y donde siempre estaban presentes nuestros profesores protestando contra algo, o estaban encadenados a una banca, o estaban recibiendo chorros de agua o palazos de la policía. Me pasó en más de una oportunidad que la policía pensó que yo también era un manifestante.

Sé que ha colaborado en el diario El Pueblo cuando vivió en Arequipa. A mí me censuraron muchos textos. ¿A usted cómo le fue?

Pues muy bien. A mí nunca me censuraron nada porque yo estaba ahí como columnista envarado y recomendado por el entonces arzobispo de Arequipa, monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. Un jesuita muy simpático. Muy conservador también, es verdad. Pero monseñor con cuatro whiskies encima era demasiado divertido. Tenía un sentido del humor muy arequipeño.

En una novela relato la historia en que monseñor Vargas, luego de salir tarde de una reunión algo pasado de copas, le pide a su chofer que detenga el auto para orinar. El chofer trata de persuadirlo de que aguante hasta su casa, que quedaba en un malecón frente al Club Internacional. Pero monseñor, con tono enérgico, le señala que pare, carajo, en el arzobispado, cuando estaban atravesando el casco viejo de la ciudad. Por supuesto, con la turca que se había metido, monseñor Vargas nunca encontró las llaves de la puerta principal, por lo que ahí mismo, en la calle, se levantó la sotana, se bajó la bragueta y se puso a orinar al lado del portón del arzobispado. El chofer, sumamente nervioso por la situación y preocupado porque alguien apareciera por ahí, empezó a apurar al arzobispo. Y monseñor, a voz en cuello le espetó, arrastrando las palabras: «Oye, ¡carajo!, ¿acaso no puedo orinar en mi casa?».

La historia parece que ocurrió realmente. Me la contaron el propio chofer y el asistente de monseñor. Y conociendo a monseñor Vargas, me lo imagino tranquilamente en ese trance. Era un personaje muy querido y muy popular en Arequipa. A mí me caía muy bien. 

De sus primeros artículos publicados, ¿cuál recuerda con más cariño?

Ninguno, para ser honestos. Y deben ser los más aburridos y sosos e insustanciales que he escrito en mi vida. Eran enjuiciamientos a temas de coyuntura desde la perspectiva de la doctrina social de la iglesia y de la moral cristiana, y cosas así. Cojudeces, o sea. Fueron los tiempos en que me creía el dueño de la verdad y tenía una visión fascista del mundo y de todo lo demás. Mejor la pasaba en radio San Martín, donde tenía un espacio semanal en una radioemisora medio destartalada, que estaba ubicada al lado del parque Duhamel. Ahí pasaba música y a veces comentaba la coyuntura política local y hacía entrevistas. Por supuesto, el espacio también me lo consiguió el entrañable monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, que en paz descanse.

Si pudiera conocer a un escritor muerto, ¿a cuál escogería?

Se me ocurren varios. Pero si tengo que elegir a uno, supongo que a Mark Twain. Junto a Verne y Salgari, Twain es uno de los que leí desde temprana edad. Y es uno de los que he vuelto a leer de adulto, ya no en su faceta de escritor de aventuras e historias fantásticas, sino como escritor satírico en materia religiosa. Era un tipo muy agudo y perspicaz. Y muy valiente.

El mejor lugar para escribir es…

… en mi casa y al final de las tardes. Vivo solo (soy separado), por lo que puedo concentrarme y enfocarme en el tema que captura mi atención. Sin embargo, no dejo de extrañar la bulla que hacían mis hijos, cuando vivía con ellos.

¿Está escribiendo una nueva novela?

No. Me encantaría decir que sí, que estoy en algo así, pero no. Acabo de terminar un libro que recopila una serie de artículos y ensayos sobre temas eclesiales, que abordan diversos temas, como la eutanasia, el aborto, los matrimonios gay, los escándalos de la pederastia por parte de los ensotanados católicos, y así. Tiene un corrosivo prólogo de César Hildebrandt y un epílogo de la periodista Paola Ugaz, quien reclama con firmeza un Estado laico para el Perú. El título tentativo del libro es: Dios es homofóbico.

En el supuesto negado de una segunda vuelta entre Vargas Llosa y Keiko, ¿quién cree que ganaría?

Keiko, sin duda. En este país nunca elegimos bien. 

¿Qué cosas son las que le producen mayor placer?

De los siete pecados capitales, me quedo indubitablemente con dos: la lujuria y la gula. Pero también disfruto mucho de escribir, de leer, de montar a caballo y de la vida en el campo. O viajar, que esa es otra. Por último, estar con mis hijos no es que me produzca placer, sino me produce momentos de felicidad que valoro muchísimo.

¿Qué personaje de ficción marcó su vida para siempre?

Supongo que Spiderman. Un personaje de los cómics. Gracias a las lecturas de los cómics se me hizo más fácil leer libros. Y los libros te abren la mente y te cambian la vida.

¿Tiene alguna fobia?

A las alturas. Cosa curiosa. Porque esto viene desde hace pocos años atrás. Nunca antes había sentido los vértigos que siento ahora.

¿Cuál es el mejor cuento de Julio Ramón Ribeyro?

No sé si es el mejor, pero «Los Gallinazos sin plumas» es el que más recuerdo, y es el que, cuando lo leí por primera vez, podía visualizar nítidamente en mi imaginación. A los dos hermanos. Al abuelo explotador. Y al chancho.

¿Qué es lo que más le jode del Perú?

La indiferencia ante la corrupción. La convivencia pacífica con el chanchullo. La tolerancia y excesiva permisividad hacia la pendejada criolla.

En la película Tinta Roja, un personaje afirma: «El periodismo como la prostitución se aprende en la calle». ¿Dónde cree usted que se aprende?

El personaje de Tinta Roja tiene razón.

Si volviera un programa televisivo sobre libros, como Vano oficio, ¿a qué escritor le gustaría verlo conduciendo?

Si es como Vano oficio, ¿por qué se lo vas a quitar a Iván Thays? Ese era su programa. El chileno Antonio Skármeta tampoco lo hacía mal.

Si estuviera preso, ¿a qué compañero elegiría para estar en la celda: a Marco Aurelio Denegri o a Martha Hildebrandt?

Si vamos a compartir baño en la celda, entonces que sea con Denegri y no con Martha Hildebrandt. Por razones obvias, ¿no? Y si ya está ahí Marco Aurelio en la misma jaula, le pediría que me hable sobre gallos de pelea y criollismo y Vallejo y todo lo que quiera. Es muy entretenido.

Para usted, ¿qué personaje de la obra de Vargas Llosa es el más perdurable?

Supongo que, para mí, el más perdurable siempre será el Jaguar. Quizás porque La ciudad y los perros fue no solo la primera novela que leí de Mario Vargas Llosa, sino la que más he releído. Y el Jaguar es realmente un personaje enigmático y muy bien construido. Recuerdo una frase que dice uno de los personajes del Leoncio Prado (que creo que fue el Poeta) sobre él. «Si el diablo se parece a alguien debe parecerse al Jaguar».

¿Qué opinión tiene de los plagios de Bryce?

Me da mucha pena lo ocurrido con Bryce.

¿Cuál sería la primera pregunta que le haría a Abimael Guzmán?

¿De qué se arrepiente y de qué no?

¿Cuáles son sus periodistas favoritos?

Pues varios de los que entrevisté en mis libros Rajes del oficio 1 y 2. Y otros que no están. Ricardo Uceda, Rafo León, Guido Lombardi, César Lévano, entre otros. Y otras.

Pedro Salinas (Lima, 1963) es periodista y escritor. Ha dirigido diversos programas de radio y televisión. En 1994 obtuvo, con César Lévano, el Premio Nacional de Periodismo y Derechos Humanos, otorgado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Es autor de novelas como Mateo Diez y Álbum de fotos, y de ensayos periodísticos como Rajes del oficio. En esta amena entrevista recuerda su etapa como sodálite (experiencia que supo llevar a la novela precisamente en Mateo Diez). Ha terminado un libro que recopila una serie de artículos y ensayos sobre temas eclesiales cuyo título tentativo es Dios es homofóbico.

 

¿Qué libro está leyendo ahora?

 

Acabo de terminar Danza de Dragones, de George R. R. Martin, el quinto libro de una saga monumental que coctelea la literatura fantástica con el género épico y los sazona con intrigas y juegos por la captura del poder. Debo reconocer que me he enganchado como un adicto. Su estilo folletinesco es sumamente efectivo. Y el autor ha demostrado no tener ningún empacho ni apego en deshacerse de personajes que han cautivado al lector. Ya no veo la hora de tener en mis manos el siguiente libro, Vientos de invierno, que es el penúltimo. Pero supuestamente recién debe estar listo para el 2014.

 

Ahora, para variar un poco, acabo de tomar entre mis manos La tumba de Lenin, del periodista David Remnick, que aborda la caída y declive de la Unión Soviética. Es una magnífica crónica.

 

¿Qué libro le recomendaría leer a Alberto Fujimori?

 

La democracia en América, de Alexis de Tocqueville. Pero no sé si lo entienda.

 

¿Cuál fue la última película que lo hizo llorar?

 

Hace poco volví a ver Big fish (El gran pez), del genial Tim Burton. No hay manera de escapar de las lágrimas. Se trata de un relato maravilloso y conmovedor y estimulante. Si te gusta escribir o contar historias no puedes dejar de ver esta película.

 

¿Cuál es la primera imagen que se le viene de la época en que vivió en Arequipa?

 

El Misti. Me parece un volcán imponente. Recuerdo que, la primera vez que fui al Colca, en los ochentas, había un camino distinto al actual, que pasaba por detrás del Misti. En ese recorrido nos detuvimos para mirarlo con calma, de abajo hacia arriba, desde otra perspectiva totalmente distinta a la que se le conoce cuando se le observa desde la ciudad. Era como estar parado sobre la uña del pie de un coloso. Te sentías como una hormiga al lado de un elefante. O una jirafa. O algo así. La sensación era acojonante.

 

¿Era parte de la bohemia en la Ciudad Blanca?

 

De la bohemia arequipeña de los ochentas, definitivamente no. Del establishment católico, sí. Yo vivía en una comunidad religiosa del Sodalitium Christianae Vitae (SCV) cuando estuve en Arequipa. Nuestra Señora de Chapi, se llamaba la casa donde vivía y quedaba en Vallecito.

 

¿A qué profesores de la UNSA recuerda?

 

No recuerdo a ninguno por sus nombres, la verdad. Ya han pasado demasiados años desde que estudié ahí, en la facultad de Psicología, que quedaba a unos metros de la plaza de armas. Lo que recuerdo nítidamente es que en todas las clases, incluyendo en las que estudiábamos sobre las sinapsis o sobre la médula espinal o sobre los pliegues del cerebro y sobre las funciones del cerebelo, siempre había referencias recurrentes al materialismo dialéctico. O al histórico. O a Marx. O a Engels. En serio. Era así. Era alucinante el nivel de ideologización que había en esa universidad. Y claro. Uno que no era de izquierdas, se sentía en minoría. Como era mi caso, obvio.

 

También era impresionante cuando entraban a clase los encapuchados de Pukallacta a hacer proselitismo, y los profesores, bien gracias. Y era divertido que, cuando uno quería conversar con algún profesor sobre un tema de notas o de trabajos, o lo que sea, a veces había que buscarlo en la mismísima plaza de armas, que era el epicentro de las revueltas, y donde siempre estaban presentes nuestros profesores protestando contra algo, o estaban encadenados a una banca, o estaban recibiendo chorros de agua o palazos de la policía. Me pasó en más de una oportunidad que la policía pensó que yo también era un manifestante.

 

Sé que ha colaborado en el diario El Pueblo cuando vivió en Arequipa. A mí me censuraron muchos textos. ¿A usted cómo le fue?

 

Pues muy bien. A mí nunca me censuraron nada porque yo estaba ahí como columnista envarado y recomendado por el entonces arzobispo de Arequipa, monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. Un jesuita muy simpático. Muy conservador también, es verdad. Pero monseñor con cuatro whiskies encima era demasiado divertido. Tenía un sentido del humor muy arequipeño.

 

En una novela relato la historia en que monseñor Vargas, luego de salir tarde de una reunión algo pasado de copas, le pide a su chofer que detenga el auto para orinar. El chofer trata de persuadirlo de que aguante hasta su casa, que quedaba en un malecón frente al Club Internacional. Pero monseñor, con tono enérgico, le señala que pare, carajo, en el arzobispado, cuando estaban atravesando el casco viejo de la ciudad. Por supuesto, con la turca que se había metido, monseñor Vargas nunca encontró las llaves de la puerta principal, por lo que ahí mismo, en la calle, se levantó la sotana, se bajó la bragueta y se puso a orinar al lado del portón del arzobispado. El chofer, sumamente nervioso por la situación y preocupado porque alguien apareciera por ahí, empezó a apurar al arzobispo. Y monseñor, a voz en cuello le espetó, arrastrando las palabras: «Oye, ¡carajo!, ¿acaso no puedo orinar en mi casa?».

 

La historia parece que ocurrió realmente. Me la contaron el propio chofer y el asistente de monseñor. Y conociendo a monseñor Vargas, me lo imagino tranquilamente en ese trance. Era un personaje muy querido y muy popular en Arequipa. A mí me caía muy bien. 

 

De sus primeros artículos publicados, ¿cuál recuerda con más cariño?

 

Ninguno, para ser honestos. Y deben ser los más aburridos y sosos e insustanciales que he escrito en mi vida. Eran enjuiciamientos a temas de coyuntura desde la perspectiva de la doctrina social de la iglesia y de la moral cristiana, y cosas así. Cojudeces, o sea. Fueron los tiempos en que me creía el dueño de la verdad y tenía una visión fascista del mundo y de todo lo demás. Mejor la pasaba en radio San Martín, donde tenía un espacio semanal en una radioemisora medio destartalada, que estaba ubicada al lado del parque Duhamel. Ahí pasaba música y a veces comentaba la coyuntura política local y hacía entrevistas. Por supuesto, el espacio también me lo consiguió el entrañable monseñor Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, que en paz descanse.

 

Si pudiera conocer a un escritor muerto, ¿a cuál escogería?

 

Se me ocurren varios. Pero si tengo que elegir a uno, supongo que a Mark Twain. Junto a Verne y Salgari, Twain es uno de los que leí desde temprana edad. Y es uno de los que he vuelto a leer de adulto, ya no en su faceta de escritor de aventuras e historias fantásticas, sino como escritor satírico en materia religiosa. Era un tipo muy agudo y perspicaz. Y muy valiente.

 

El mejor lugar para escribir es…

 

… en mi casa y al final de las tardes. Vivo solo (soy separado), por lo que puedo concentrarme y enfocarme en el tema que captura mi atención. Sin embargo, no dejo de extrañar la bulla que hacían mis hijos, cuando vivía con ellos.

 

¿Está escribiendo una nueva novela?

 

No. Me encantaría decir que sí, que estoy en algo así, pero no. Acabo de terminar un libro que recopila una serie de artículos y ensayos sobre temas eclesiales, que abordan diversos temas, como la eutanasia, el aborto, los matrimonios gay, los escándalos de la pederastia por parte de los ensotanados católicos, y así. Tiene un corrosivo prólogo de César Hildebrandt y un epílogo de la periodista Paola Ugaz, quien reclama con firmeza un Estado laico para el Perú. El título tentativo del libro es: Dios es homofóbico.

 

En el supuesto negado de una segunda vuelta entre Vargas Llosa y Keiko, ¿quién cree que ganaría?

 

Keiko, sin duda. En este país nunca elegimos bien. 

 

¿Qué cosas son las que le producen mayor placer?

 

De los siete pecados capitales, me quedo indubitablemente con dos: la lujuria y la gula. Pero también disfruto mucho de escribir, de leer, de montar a caballo y de la vida en el campo. O viajar, que esa es otra. Por último, estar con mis hijos no es que me produzca placer, sino me produce momentos de felicidad que valoro muchísimo.

 

¿Qué personaje de ficción marcó su vida para siempre?

 

Supongo que Spiderman. Un personaje de los cómics. Gracias a las lecturas de los cómics se me hizo más fácil leer libros. Y los libros te abren la mente y te cambian la vida.

 

¿Tiene alguna fobia?

 

A las alturas. Cosa curiosa. Porque esto viene desde hace pocos años atrás. Nunca antes había sentido los vértigos que siento ahora.

 

¿Cuál es el mejor cuento de Julio Ramón Ribeyro?

 

No sé si es el mejor, pero «Los Gallinazos sin plumas» es el que más recuerdo, y es el que, cuando lo leí por primera vez, podía visualizar nítidamente en mi imaginación. A los dos hermanos. Al abuelo explotador. Y al chancho.

 

¿Qué es lo que más le jode del Perú?

 

La indiferencia ante la corrupción. La convivencia pacífica con el chanchullo. La tolerancia y excesiva permisividad hacia la pendejada criolla.

 

En la película Tinta Roja, un personaje afirma: «El periodismo como la prostitución se aprende en la calle». ¿Dónde cree usted que se aprende?

 

El personaje de Tinta Roja tiene razón.

 

Si volviera un programa televisivo sobre libros, como Vano oficio, ¿a qué escritor le gustaría verlo conduciendo?

 

Si es como Vano oficio, ¿por qué se lo vas a quitar a Iván Thays? Ese era su programa. El chileno Antonio Skármeta tampoco lo hacía mal.

 

Si estuviera preso, ¿a qué compañero elegiría para estar en la celda: a Marco Aurelio Denegri o a Martha Hildebrandt?

 

Si vamos a compartir baño en la celda, entonces que sea con Denegri y no con Martha Hildebrandt. Por razones obvias, ¿no? Y si ya está ahí Marco Aurelio en la misma jaula, le pediría que me hable sobre gallos de pelea y criollismo y Vallejo y todo lo que quiera. Es muy entretenido.

 

Para usted, ¿qué personaje de la obra de Vargas Llosa es el más perdurable?

 

Supongo que, para mí, el más perdurable siempre será el Jaguar. Quizás porque La ciudad y los perros fue no solo la primera novela que leí de Mario Vargas Llosa, sino la que más he releído. Y el Jaguar es realmente un personaje enigmático y muy bien construido. Recuerdo una frase que dice uno de los personajes del Leoncio Prado (que creo que fue el Poeta) sobre él. «Si el diablo se parece a alguien debe parecerse al Jaguar».

 

¿Qué opinión tiene de los plagios de Bryce?

 

Me da mucha pena lo ocurrido con Bryce.

¿Cuál sería la primera pregunta que le haría a Abimael Guzmán?

 

¿De qué se arrepiente y de qué no?

 

¿Cuáles son sus periodistas favoritos?

 

Pues varios de los que entrevisté en mis libros Rajes del oficio 1 y 2. Y otros que no están. Ricardo Uceda, Rafo León, Guido Lombardi, César Lévano, entre otros. Y otras.

 

 

 

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Literatura

Padre e Hija Escritores Peruanos Reciben Distinciones Internacionales

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En un emotivo evento celebrado en el Hotel Crowne Plaza de Miraflores, el periodista y escritor peruano Richard Morris Riofrio fue reconocido con dos distinciones internacionales por su novela histórica de ficción, “Rosalba de Altagracia”. La Lic. Issa Arguetas tuvo el honor de entregar estos prestigiosos reconocimientos, uno otorgado por la Real Academia de Arte y Literatura, Filial de los Estados Unidos de América, y el otro por el Consejo Mundial de la Paz, en el marco de su participación en el 1er Congreso Mundial de la Paz y las Artes celebrado en Michoacán, México, en 2024.

Richard Morris, quien también es Mensajero para la Paz de la ONU, se encuentra en el proceso de lanzamiento de su nueva novela de autoficción, “La Noticia Inversa”, un proyecto que promete generar un gran impacto en la comunidad literaria. Su compromiso con la paz y la promoción del arte continúa marcando su carrera como escritor.

Por su parte, su hija, Kiara Morris Rodríguez, a sus 13 años, ya es una figura destacada en el ámbito literario. Actualmente, es embajadora cultural del Bicentenario y recibió la Distinción Internacional Infantil Líder de Paz en Ecuador, otorgada por su contribución a la paz y la cultura. Su obra “Érase una vez en Moore” ha sido adaptada al teatro, lo que subraya su talento y su capacidad para conectar con diferentes públicos a través de las artes.

Ambos escritores representan un claro ejemplo del potencial creativo peruano, mostrando que la literatura puede ser un vehículo poderoso para la paz y la cultura. Richard y Kiara se han comprometido a seguir promoviendo el arte y la literatura, con la esperanza de inspirar a las futuras generaciones.

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Literatura

Hijo de Mario Vargas Llosa afirma que su padre está bien de salud

Tras la cancelación del viaje de MVLL a Madrid para recibir un homenaje, y luego de filtrarse información que indicaba que su estado de salud se encuentra en un nivel muy delicado, su hijo Álvaro ha salido a responder que el Nobel ha tenido que reducir sus actividades debido a su avanzada edad.

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El escritor Mario Vargas Llosa no asistió a la gala de la ‘Catedra Vargas Llosa’ en San Lorenzo de El Escorial en Madrid, en la cual iba a ser homenajeado y se quedó en Lima tras cancelar su viaje. En tanto, en su representación asistió su hijo Álvaro Vargas Llosa, quien aprovechó para afirmar que su padre, se encuentra bien. A pesar que su familia desde hace algunos meses se ha resistido a comentar sobre su real estado de salud.   

«Mi padre tiene casi 89 años, está en el umbral de los 90 años, es una edad a la que uno tiene que reducir un poco la intensidad de sus actividades y él lo ha hecho», afirmó el hijo del Nobel de Literatura en un acto público.

El escritor MVLL ingresó a la Academia de la Lengua Francesa.

Álvaro, además mencionó que la familia está “muy unida” y que su madre Patricia, “está muy pendiente de su padre”, y que “probablemente estará en Perú hasta fin de año” y que no puede dar una fecha exacta para su próximo viaje.

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Literatura

Han Kang se convierte en la primera escritora surcoreana en ganar el Premio Nobel de Literatura

Escritora se impuso a autores como Can Xue, Haruki Murakami o Anne Carson, quienes se encontraban entre los más voceados.

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Contra todo pronóstico, la Academia Sueca decidió otorgarle el Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang, quien fue galardonada “por su intensa prosa poética, que saca a la luz traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según declaró el secretario permanente de la Academia, Mats Malm.

Para los miembros del jurado, la autora ilumina la “conexión entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos”, y su “estilo experimental” supone una innovación en la prosa contemporánea.

La escritora de 53 años es hija del también escritor Han Seung –won. Nació en Gwangju en 1970, pero creció en Seúl desde los once años. Estudió Literatura Coreana en la Universidad Yonsej de Seúl y se licenció en 1993. Debutó con poemas que aparecieron en la revista Literatura y Sociedad, pero se dio a conocer como prosista.

En 1994, ganó el premio literario del periódico Seoul Shinmun. Posteriormente, publicó varios volúmenes de relatos. En 1999, ganó el premio a la mejor novela coreana. En 2000, el «Premio para Jóvenes Artistas de Hoy», del ministerio de Cultura y Turismo. Y, por último, en 2005, el premio de Literatura Yi-Sang.

La reciente galardonada con el Nobel de Literatura ha trabajado como periodista para las revistas Water of the Deep SpringJournal of Publications y Spring. Su primera novela, La vegetariana (2007), fue llevada al cine en 2010 y recibió el prestigioso premio Booker Internacional en 2016. Está traducida al castellano, al igual que otra novela suya, La clase de griego. En la actualidad, Han enseña escritura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl.

Foto: difusión.

Un galardón inesperado

Como todos los años, las especulaciones sobre los posibles galardonados no se hicieron esperar. El chino Can Xue, la canadiense Anne Carson, el escritor indio-británico Salman Rushdie y el japonés Haruki Murakami eran considerados candidatos prometedores. Algunos se consideran ya eternos favoritos y, una vez más, se han ido con las manos vacías.

Después del Nobel de la Paz, el de Literatura es el más reconocido. Los galardonados y sus editores también se benefician de ello gracias al aumento de la demanda de libros.

Según contó Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca, cuando llamó a la autora para comunicarle la buena noticia, Han Kang estaba almorzando con su hijo. La escritora ha prometido acudir a Estocolmo para la ceremonia de entrega del galardón, el 10 de diciembre.

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Literatura

Jack Martínez, de mototaxista en SJL a ser catedrático de Literatura en Nueva York

Escritor peruano es en la actualidad profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Hamilton.

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Sus primeros diez años los pasó en las alturas de La Oroya (Pasco), entre recios obreros de la mina como su padre, bares de mala muerte donde no era extraño ver a uno que otro borrachín, olor a azufre y tierra recién escarbada. La madre de Jack Martínez siempre quiso una mejor vida para su menor hijo; es así que no lo pensó dos veces cuando la empresa donde laboraba su esposo le ofreció vivir en la capital.

Fue así que el pequeño Jack, ya de 11 años, y su madre llegaron al convulso y desordenado distrito de San Juan de Lurigancho (SJL).

“La primera vez que llegué nos bajamos en lo que era el último paradero de ese arenal, que hoy es la estación Santa Rosa. No recuerdo una noche tan oscura. Sin luz eléctrica, eran chozas y había que tantear con los pies para avanzar y así fue que llegamos. Al día siguiente, al despertar, lo primero que sentí fue el sol terrible sobre la arena (era verano). Fue un choque fuerte. No solo en lo material, sino también en lo cultural”, recuerda Jack.

De esta etapa rescata que pudo conocer un micropaís ahí y crecer con ellos positivamente; “había gente que venía del norte, del sur, de la selva. Gente que se veía diferente a mí y yo diferente a ellos. Crecí junto con el distrito. Recuerdo la primera vez que pusieron el agua y desagüe, fue una fiesta para todos”, relata el escritor para la agencia Andina. Hasta los 16 años, Jack fue parte de la educación estatal, y aunque su vocación y talento no afloraron de inmediato, fue la tradición oral la que lo hizo acercarse a este mundo.

Soñaba con ser periodista deportivo y Ovación era su dial favorito. La academia preuniversitaria era el paso obligado si quería estudiar Comunicación Social en la Universidad San Marcos.

Sin embargo, tuvo un extraordinario profesor que les narraba con gran habilidad diversos contenidos y que una vez delante del jovencísisimo Jack recibió su paga en efectivo.

“Dije , ¡wao! yo quiero que me paguen así… quiero ser profesor. Y comencé a leer. Así postulé a Literatura e ingresé… mis compañeros venían de distintas realidades. Fue impactante ver a compañeros que en lugar de una mochila llevaban sus libros en bolsas de plástico negras y otros que gozaban de muchas comodidades y vivían en lugares que jamás había visitado”. Fueron encuentros que la vida le planteó.

Sin tenerla fácil, en plena crisis, Jack tuvo en aquel entonces trabajar también como mototaxista para solventarse, contando con el apoyo familiar.

De ahí, el Icpna le abriría sus puertas y conocería el mundo de las exposiciones y así pasaron cinco años.

“Un amigo regresó al Perú tras estar becado y él me guió por ese camino y decidí apostar”. Dejó la zona segura, la locura de dejar todo lo establecido e irse a estudiar. “Creo que mi familia pensaba que bromeaba y no me tomaban muy en serio. Igual seguí adelante y cuando llegó el momento le dije a mi novia ´(hoy mi esposa) que me iba y si quería irse también”, recuerda.

“Después de seis años de ese primer viaje, logré invitar a mi mamá. Antes creía seguro que trabajaba en algo más y que lo de la beca era un invento para dorar la píldora, pero luego vio que todo era real”, señala con orgullo tras culminar su maestría en la Universidad de Connecticut.

Al año siguiente, obtuvo otra beca para el doctorado en Northwestern (Chicago). Durante sus años de doctorado, además de investigar y escribir la tesis, publicó su primera novela, Bajo la sombra (2014), que tuvo excelente recepción crítica. En el 2017 se gradúo como doctor y publicó su segunda novela, Sustitución. También ese año empezó como profesor en la Universidad de Hamilton, en Nueva York.

Su mejor novela. Jack es el personaje principal de su historia. Foto: Hamilton College.

En el 2024 acaba de publicar su tercera novela, Te he seguido. En la Universidad de Hamilton enseña escritura creativa, formando jóvenes escritores. También enseña literatura peruana, promoviendo nuestra rica tradición en los estudiantes estadounidenses.

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Literatura

«El jefecito del comedor», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

Las calurosas vivencias de un empleado de un comedor universitario.

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Cerca de la 1:00 p.m., las colas del comedor seguían aumentando (por la puerta posterior, lateral y frontal), el sol radiante quemaba el rostro y cabeza de los comensales, los gritos bulliciosos: zampón, haz tu cola; amiga, despierta, no dejes que se metan; seguro son los de facufide; las antisonantes voces acompañadas de un megáfono y banderola en son de protesta.  

Tres de la tarde, ni un alma en los alrededores del comedor.

El jefe del comedor estaba fumando cuando tocaron la puerta.

_ Pase _ ordenó

Entró una señorita de buen porte y sonriente le dijo:

_ Buenas tardes, licenciado Abel, quisiera conversar con usted.

_ Sí, dígame

Mientras la coqueta y pícara estudiante se presentaba: me llamo Marifé, soy consejera de la Facultad de Inicial, y miembro de la comisión de almuerzos por el aniversario de mi facultad; quisiera saber qué documentos debo traer para que nuestro pedido sea atendido.

Con la mirada embobada, el jefecito del comedor, escuchaba atentamente el discurso de ese monumento de mujer que tenía en frente: blanquiñosa ella, de ojos grandes y claros, labios carnosos y sensuales, cabellera larga de color castaño, angosta cintura, caderas anchas al igual que sus pechos (todos los hombres son iguales, cuando ven carne blanca hasta podrida la consumen, y si tienen un buen derrier y busto, mejor).

Marifé, inmediatamente notó al hombre de enfrente completamente absorto con su presencia, y en un cruce de miradas hizo que el rostro del licenciado Abel se  ruborizara y dibujara un mohín con sus labios (solito se delataba).

_ Ok, señorita, entiendo. Entonces, puede usted presentar un oficio del decano dirigido a mi persona, solicitando la cantidad de almuerzos que necesitan, adjuntar la resolución de aniversario de decanato y la relación de alumnos matriculados en su facultad.

Tres días después, cerca de las 6:00 p.m., se apareció Marifé por detrás del jefe del comedor, sorprendiéndolo en el momento en que abría la puerta de su carro.

_ Hola, Abel. Perdón, perdón,  quise decir  licenciado Abel. Veo que ya se va, y justo hoy el profesor de estadística se extendió con su clase. Mañana tendré que regresar para presentar la solicitud de almuerzo.

_ No te preocupes, déjamelo y yo mañana lo veo.

_ Qué lindo, gracias. Mmmm, sería mucha molestia si me da una jaladita hasta la puerta de la universidad. Lo que pasa es que ya está oscureciendo y me da miedito bajar sola.

_ Sí, claro, sube. Por dónde vives?

_ En Huaycán, cerca a la Plaza de Armas de Huaycán, en la Av. 15 de julio, cuadra 10. Por lo general me vengo a la universidad con los colectivos y de regreso en combi, pero si tengo suerte, hoy puedo regresar en una camioneta Chevrolet (sonrió la pendeja).

El jefecito del comedor no pudo evitar los ojos brillosos, mejillas sonrojadas y el alargamiento de sus labios, al momento de sonreír.

_ ¿Te molesta si te tuteo?

_ No, total ya estamos fuera de la universidad.

_ ¿Y tú por dónde vives?

_ En Tarazona

_ Qué pena.

_ ¿Por qué?

_ Porque unos metros más y ya me tengo que bajar. Entonces, mañana te busco para recoger la copia de mi solicitud con el sello de tu oficina (despidiéndose aparentemente con un beso en la mejilla, pero se lo dio en la comisura de los labios).

Al día siguiente, 4:30 p.m., Marifé se acercó al container que fungía como oficina del jefe del comedor, llevando Caramandungas para tomar lonche, pues días anteriores la ofrecida esta se había percatado de la cafetera y hervidora que descansaban en una mesita, ubicada fijamente en una de las esquinas del vagón.

Abel la miró y sonrió, se sacó los lentes y se restregó los ojos. Luego cortó un pedazo de papel higiénico y limpió las lunas con esmero (mientras pensaba qué decir). Los trabajadores se iban retirando con un hasta mañana jefe, todo limpio jefe, todo cerrado jefe, que descanse jefe, cuidado jefe.

_ Gracias por las rosquitas Marifé, pero ya me tengo que ir. Te prometo que mañana temprano me los como en el desayuno.

Aquí puedes continuar leyendo el cuento completo.

https://cuentroversia.blogspot.com/2024/08/el-jefecito-del-comedor-cerca-de-la-100.html

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Literatura

Presentación de libro Gaza ante la historia, de Enzo Traverso

Conoce una de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Lima.

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En el marco de la 28° Feria Internacional del Libro de Lima (FIL), gracias a la librería Contragolpe, se llevará a cabo la presentación del libro Gaza ante la historia, del reconocido historiador Enzo Traverso. El evento se realizará el lunes 29 de julio, en el auditorio José María Arguedas, a las 3 p.m. La presentación del libro estará a cargo del politólogo Alberto Adrianzén y la artista Daniela Ortiz.

¿Es la destrucción de Gaza una consecuencia del ataque del 7 de octubre o el epílogo de un largo proceso de opresión y erradicación? ¿Tienen los palestinos derecho a resistirse a la ocupación? ¿Hablar de genocidio es antisemitismo? En Gaza ante la historia, Enzo Traverso, uno de los historiadores más autorizados de nuestro tiempo, va a la raíz del conflicto israelopalestino poniendo en cuestión la historia del conflicto y ofrece una interpretación crítica que da la vuelta a la perspectiva unilateral desde la que nos hemos acostumbrado a observar lo que ocurre en Gaza.

Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo XIX, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Sus supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas.

Fecha: lunes 29 de julio

Hora: 3 pm

Lugar: auditorio José María Arguedas de la FIL (Parque Próceres de la Independencia, Jesús María, alt. cd. 16 de av. Salaverry)

Presentan:

– Alberto Adrianzén

– Daniela Ortiz

Organiza: librería Contragolpe  

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Literatura

«Por Facebook», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

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Por Giovanna Gutierrez Narrea

Te miro por el face y vienen a mí los años de esplendor al lado tuyo. Una relación amorosa de tres años: compartiendo anécdotas, viajando juntos, experimentando emociones, conociendo un poco de ingeniería mecánica y tú aprendiendo un poco más sobre el sistema de la lengua (tú en la UNI y yo en la UNE-Cantuta). Dé repente, tu ausencia se empezó a justificar porque tenías que estudiar para tus prácticas calificadas, luego los trabajos de grupo y, finalmente, tus exámenes parciales y finales. Un par de meses después me dijiste haber conocido a una chica (rubia superficial, por cierto, tez blanca, delgada, caderona y bien tarrajeada; la típica mujer por la que el 99.9 % de hombres pierden la cabeza). Enamoramiento que te duró menos de un año, puesto que tu nueva conquista terminó yéndose con un hombre, muchos años mayor que tú; interesante cargo en la política de la universidad y de atractiva billetera. Supongo que mi poco atrevimiento sexual y la falta de coquetería fueron en gran parte, también, las causas del enfriamiento sentimental, razones por las que terminaste conmigo.

Anoche vi a Javier -me contó Mary-. Pensé que eras tú la que estaba con mi primo (estos chicos no cambian, terminan y luego regresan -me dije-…). Yo estaba comprando salchipapas en la esquina de mi casa, cuando pasaron por detrás mío, y mi primo ni cuenta se dio, y al voltear miré a la chica, quien tenía tu misma estatura, el cabello negro y lacio como lo tienes tú, y de perfil muy parecido a ti (pudiendo tener una original, se buscó una copia), pero por la oscuridad no la pude ver con exactitud. Sin embargo,  esa relación no le duró mucho tiempo, porque luego lo vi salir con su actual pareja, un poco feíta la nueva prima, pero es odontóloga. Ni modo amiga, será mi primo pero que se joda… Mejor estabas tú.

Aquí el cuento completo: https://cuentroversia.blogspot.com/2024/06/por-facebook-te-miro-por-el-face-y.html

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Literatura

Invitación a comer un chaufa: el nuevo libro de Julio Barco

Lee la columna de Nicolas López-Pérez

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Por Nicolas López-Pérez

A la industria editorial en crisis: lo primero es tomar por sorpresa a la hegemonía con un ramo de dientes de león. Luego, al ver los rostros entre la confusión y el estupor, soplar con dulce violencia cada una de las partículas que componen la flor. Esa es la fuerza literaria de Julio Barco (1991), señoras y señores. El poeta de El Agustino que viste y calza. No me detendré en la identidad de qué género o de qué tipo es el último libro publicado. Lo cierto es que Chaufa es un homenaje a la opacidad de la palabra y el lenguaje. En sus páginas se narra, se ensaya, se canta, se baila y se come. Como si la literatura peruana y su estado actual fuese el tema de un banquete digno de Platón, una reunión que armoniza reflexión y sentimiento.

A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, huelga deciros que este libro es una incisión en las maneras de leer el insalvable abismo entre lo popular y lo culto; entre la periferia y el centro; entre el margen y el cuadro. Al mismo tiempo, su prosa nos muestra a un escritor audaz y resiliente ante el histórico vapuleo contra quien no tiene santos en la corte. Un escritor que se desenreda, como si fuera un ovillo de lana, para golpear la mesa y declarar una nueva profesión de fe literaria. Tal vez, señoras y señores de la industria editorial en crisis, la literatura que os presentáis es, a grandes rasgos, ominosamente homogénea y continúa a mostrarnos un Perú desconectado de sus bases. Puede que esta afirmación categórica se malinterprete, pero ante un mar de literatura pituca y aspiracional en que la finalidad es conmover o divertir con historias más o menos fascinantes, escribir desde las entrañas de nuestras ciudades es un ejercicio de resistencia y estrategia. Chaufa articula la palabra como un antídoto contra la apatía que vuestra literatura vierte sobre la clase trabajadora peruana.

En un hadiz islámico se lee que el estómago es el centro de todas las enfermedades. Desde ahí, una ética del cuidado de lo que se come. En el Perú, no obstante, todavía se habla de hambre; todavía hay poblaciones enteras donde escasea la comida y no solo por el aumento en el costo de la vida ni por la falta de empleos, sino por el individualismo y, además, la insuficiencia de las políticas públicas para llegar a cada rincón de una escandalosa, pero preciosa geografía. Recuerdo un dossier de 2018, publicado en Unidiversidad, una revista de pensamiento y cultura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y titulado “Perú: los poemas del hambre”. Paolo de Lima, el compilador, enfatiza el hambre como tópico en los versos de un considerable número de autores. Y esos poemas y poetas no son los primeros que orbitan en torno a la comida, también obras como “Primicias de cocina peruana” (2005) de Rodolfo Hinostroza, “Comer en los mercados peruanos” (2019) de Mirko Lauer o incluso “Tratado de la yerbaluisa” (2012) de Enrique Verástegui son ejemplos del vínculo entre literatura y comida. El estómago se conecta con el corazón y el cerebro, ¿y ustedes señoras y señores de la industria editorial qué hacen al respecto con las problemáticas sociales de las mayorías? Una paradoja: Perú, potencia gastronómica a nivel mundial e incapaz de erradicar el hambre en su territorio.

Barco nos encuentra en el Chifa, aunque puede que otros platos que nos acomunan sean el ceviche o la salchipapa. Lo encomiable está en el imaginario popular que este escritor construye: precisamente, en ese punto en que todos los archivos se tocan y donde no originan una identidad que confronta los ánimos, sino una capaz de generar una potencia solidaria donde el Perú se construye con tradiciones, afectos y palabras. Barco apuesta, en definitiva, por un manifiesto que conjura un sentimiento social, bullendo desde un problema inmanente y trascendente: el sentido de seguir luchando juntos por un mejor Perú. A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, ¿cuántos libros tenéis que ingeniosamente pueden remecer a los sectores más populares? Una fuerte resistencia contra la literatura pequeño-burguesa, tanto como guiones que tienen éxito en Netflix y Hollywood. Barco escribe como se prepara un chaufa. Auguro que su lectura tendrá sabor a la simpleza y santidad de ese plato. Girados y apreciad la maestría del verbo. Chaufa es imperdible en este 2024 de las letras peruanas. Imperdible.

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