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Opinión

El “musculoso aceitunero” *

Un artículo de Carlos Rivera

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Por Carlos Rivera

Nace una estrella

Aún recuerdo la nota en IDL–Reporteros con el pomposo y moralista título de “Corte y corrupción” (7 de julio,2018) y con una prosa plana reporteril invocando un acto de moralización jamás antes ensayado ante la opinión pública de la política peruana donde un medio de comunicación revelaba los entresijos mafiosos de la Corte Superior de Justicia del Callao y de otros magistrados. Gustavo Gorriti fue ensalzado como adalid de esta causa y su palabra revestida de autoridad como ningún otro peruano. Por más vasallaje que ciegamente le brindaron quiso imponer hasta los ritos narrativos (o replana) del caso bautizándolo como ‘Lava Juez’ y nunca coreando el de ‘Los Cuellos Blancos’ como aparecían en la Fiscalía y en el imaginario de los peruanos. Es un síntoma de su pedantería porque a pesar de los años y de su lenguaje no pudo someter la realidad. 

Su trayectoria periodística es importante y sería de necios negar su aporte en el periodismo peruano. Se le pudo ver en Caretas en la década de los años 80, 90 (con un intervalo como director adjunto del diario La Prensa en Panamá en 1996) y en el 2000 como Subdirector del diario La República. Sus artículos y reportajes eran dignos de un alto valor periodístico y con repercusiones que le valieron muchos reconocimientos internacionales. Era un Gorriti que investigaba, desnudaba mafias políticas  con artículos bien estructurados y nos presentaba semblanzas y minuciosas pesquisas del poder como un Hércules Poirot.

Digámoslo claramente: es un especialista en la esgrima verbal (conoce muy bien los recursos literarios) y también sufre de incontinencia de panegíricos y adjetivos cacosmicos producto de alguna herencia familiar acostumbrado a repetir los pivotes ideológicos con sabor a hoz y martillo. Como campeón de judoca sabe doblegar sin misericordia a sus adversarios; como un tipo de izquierda odia a las burguesías y las acusa de fascistas ( tiene en su cabecita un recuerdo diáfano de las camisas negras de Musolini y de sus remedos en el Perú sanchecerrista) y como conocedor de  filosofía se orienta por  un autoritarismo  de la idea la cual confunde con opinión como lo hizo notar el filósofo e historiador José Ignacio López Soria:

“Por otra parte, afirmar alegremente que “la razón de fondo” de la inclinación de Heidegger por el nazismo “fue la cobardía”, sin referencia alguna al proceso del pensamiento del filósofo alemán ni a las circunstancias históricas en que dicha inclinación tuvo lugar, me parece realmente una osadía. No se trata de defender a Heidegger ni de polemizar sobre la racionalidad o irracionalidad de su adhesión al nazismo. De lo que se trata es de pedir al periodismo, por su condición de hacedor de opinión, mesura en sus afirmaciones y comparaciones». (“Los intelectuales” de Gorriti, La Republica,20/03/2006).

Cuando no le ganaba la política podía hacer cosas muy buenas como este texto: “Hay otro factor frecuente en los creadores: una herida primaria, un dolor recóndito en almas sensibles que una vida cuadrada y previsible jamás curará. Así, la desventaja, el contraste, incluso el trauma son a veces el impulso que lleva a lanzarse a esfuerzos ambiciosos, con el acicate del hambre que conocen bien desde los artistas hasta los boxeadores, para lograr la trascendencia que realice la creación y alivie u olvide el dolor.” (“Algún día tendrás la razón” dedicado a Steve Jobs. Revista Caretas, 2011).

Gorriti chalequeando al expresidente Alejandro Toledo.

De periodista a operador

Otro recuerdo fue leer un artículo publicado en La República titulado  “Votar por Toledo, no por Pachacútec (3/04/2001). Gorriti había ayudado a construir la figura de un inca vengador poseedor de voluntades supremas sobre el destino del Perú luego de 500 años de conquista. El mensaje era claro: contener las edificaciones mesiánicas y apostar por un estadista humano con vicios y virtudes pero que cumpla con eficiencia su gestión. Había que atenuar las pasiones autoritarias de los demócratas y las esperanzas del populacho para no sucumbir a los delirios de un inkarri posmoderno.

Creemos que ese fue su debacle al saborear entre el 2000 y 2001 las mieles del poder y sus infinitas posibilidades primero desde “La marcha de los cuatros suyos” y luego como victorioso de la campaña electoral con Alejandro Toledo (2001-2006) llegando a Palacio de Gobierno.

Fue voceado como ministro de Defensa del reciente electo presidente al ser un personaje que garantizaba una transición democrática respetando el estado de derecho y las libertades plenas. Obviamente un cargo de esta naturaleza no le era ajeno porque desde su trabajo periodístico tenía un conocimiento del sector Defensa. Gorriti sabía que Toledo era proclive al juego sucio, a las medias verdades (caso Zaraí, las rumbas con alcohol y drogas) que ensuciarían su gobierno y era mejor que él regresara a sus fueros periodísticos. Intentó en Frecuencia Latina un programa semanal llamado “Periodistas” el cual tuvo un equipo de primera con algunos excelentes reportajes, pero ni la ayuda del actor Gianfranco Brero pudieron mejorar la predisposición corporal del conductor pareciendo una estatua la cual solo profería frases. Era mejor intentar otros juegos…

Gorriti luego de haber estado en medios explícitamente periodísticos pasó a formar parte del Instituto de Defensa Legal y su rama IDL-Reporteros, entonces lo que algunos años atrás fue solo una referencia periodística ahora contaba con un respaldo institucional y los recursos (Open Society, una de las ONG del magnate George Soros,) para entrar a las mismas entrañas del poder. Pero era ya un hombre maduro avasallado por los aplausos el cual podía dedicar todas sus fuerzas a hacer excepcionalmente lo que el mismo declaró en una entrevista: “Hay ocasiones, creo, en las que uno debe estar dispuesto a sacrificar (que otra cosa no es) la carrera periodística y servir a la Republica desde el Estado o la política ¿Cuándo? Solo en circunstancias extremas; peligro inminente del sistema democrático, amenazas sustantivas a la Nación, guerra, confrontación con una dictadura.” (Revista ideele, N° 174, diciembre 2005).

Ese momento llegó cuando se consolidaron las figuras de Alan García (segundo gobierno: 2006-2011) y Keiko Fujimori (3 veces candidata presidencial).   El antifujimorismo y antiaprismo estaban en su esplendor político y ansiaba apasionadamente ese privilegio de dar la estocada final a sus enemigos.

Cuando uno cruza la línea que separa el interés periodístico de las agencias del poder político es imposible recuperar los principios que forjaron una conducta. La política y el periodismo no pueden ser aliados (en algunos casos camuflando complicidades) ni ser trincheras de intereses de cualquier tipo. Ninguna alianza superior por el bien común justifica su contubernio o sus excesos sobre inocentes. ¿Qué autoridad creía tener para otorgar una tregua a un político como Alan García?  Bob Woodward y Carl Bernstein quienes revelaron el caso Water Gate (el espionaje del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon a sus rivales políticos) dijeron estas palabras  al recibir el Premio Pulitzer en el año 1973:  “El periodismo no es ningún mesianismo. Un reportero es una persona normal, que debe cumplir tan sólo una regla de oro: buscar la verdad de una, forma paciente y obstinada, y transmitirla”.

Respondiendo a un artículo de Martha Meier Miró Quesada no tuvo ningún reparo ni desparpajo en calificarla con una supina elegancia de lord: “…cuyo razonamiento y nivel intelectual pueden describirse con tres palabras: caca, pichi, poto. (IDL-Reporteros “Columna de reporteros”, 31/05/2011). Al grupo La Resistencia lo bautizó como “La Pestilencia” y los acusa de ser una “banda” que realizan “atentados”, “ataques” confabulados con grupos neofacistas y un poder de ataque como Fuerza Delta del legendario mayor Scott McCo (Chuk Norris).

César Romero, periodista de La Republica, realizó algunas importantes críticas al periodismo de investigación (su monopolio y falsos héroes). Acá uno de los tuits: “Políticos que ante la falta de partidos políticos operan desde los medios de comunicación. Periodistas que ante la ausencia de políticos actúan en influyen políticamente. Difícil diferenciar. Difícil competir. Se confunde todo”. (6 de mayo,2019).

Gorriti le dedicó una extensa columna donde lo bautizaba como Cacatustra y se planteaba lo siguiente: Al final, las únicas preguntas que cuentan son: ¿Ha valido la pena investigar la corrupción del caso Odebrecht o no? ¿Valdrá la pena investigar lo que resta de Lava Jato y el club de la construcción o no? Dado el poder y las fortunas de los investigados ¿había que hacerlo con decisión o no? A la luz de los resultados obtenidos hasta hoy ¿ha sido un buen trabajo o no? ¿Conveniente para el Perú o no?”.  (“De criterios y cretinos”, IDL-Reporteros,18/05/2019). 2024 y todas esas respuestas se las da el sagrado tiempo con vuelto y todo.

Hacen mal Claudia Toro y el Dr. Luis Pacheco Mandujano en tratar de exponer a Gustavo Gorriti con el sambenito de que no es periodista porque no registra título en la SUNEDU. Hay que desnudarlos desde sus miserias más recurrentes (sus juntas sombrías y perversas venganzas) y no caer en el barato juego del acusete en el cual Gorriti se ríe a sus anchas por tan “duras” calificaciones.

Umberto Jara escribe: “La síntesis de la carrera de Gorriti es esta: un individuo financiado desde el exterior que usa el disfraz de periodista para actuar como operador político y constante desinformador.” (“Gorriti, el eterno guardaespaldas toledista”, Lima Gris, 31/05/2023).

Alto Mariátegui también le agrega su rosario: “Gorriti NO es un periodista. Definámoslo correctamente: es un activista político que ha usado al periodismo como herramienta para manipular a la Fiscalía en contra de otros. Ha utilizado la data que conseguía no para informar al público, sino para demoler sistemáticamente a los que aborrecía políticamente.” (Perú21, “Ocho apuntes sobre Gorriti”, 11/02/2024)

Los delirios de Casandra

Cuando Jaime Villanueva mencionó el nombre de Gustavo Gorriti al instante se activaron las alarmas en su defensa. Desde estrambóticos besamanos o impulsar el apoyo internacional de personalidades y colgarse de una victimización amparándose en los riesgos del periodismo de investigación a la cual bautizaron como “Campaña de desinformación” contra el sagrado periodista. Rosa María Palacios, Pedro Salinas, Mávila Huertas, Fernando Carvallo,  Glatzer Tuesta, Curwen, Claudia Cisneros y Sol Carreño quien casi llora al defender a Gorriti) se han desgañitado de dolor sacando cara por su camarada colega. ¿Cuál es el problema?, ¿Qué tiene de malo que Gorriti investigue?  En novedosa pose gualipolera han salido sus lloronas a echar culpas y no ponerse a reflexionar desde omisiones o errores cometidos  tal vez involuntariamente, pero nada. Ni pizca de perdón. Nunca nos dimos cuenta que son superiores. Cecilia Valenzuela directora de Perú21 en entrevista Canal N lo dijo claramente: “Creo que hoy en Perú no debes —ahora ni hace un buen tiempo — ponerte en una posición antinada porque la polarización está destruyendo nuestro país y si  nosotros  dejamos que nos ciegue el anti, entonces, compartimos y colaboramos a que esa polarización se marque más”. (Valenzuela, Calderón, Chincha y Zegarra: crisis política, poder y la prensa; mensaje presidencial,11/08/2022). Gorriti cayó en esos delirios y nunca pudo salir.

Romina Mella periodista de IDL-Reporteros en entrevista a Pedro Salinas no aclara la mención de Villanueva sobre su participación en el despacho de José Domingo Pérez ni las injerencias de una institución periodística en el Ministerio Público.  Romina cree que somos idiotas y que nadie en el Perú puede pensar por cuenta propia y esbozar sus propias críticas a los medios de comunicación o sus referentes. Todos son fujiapristas o son parte de la mafia y son ellos los únicos que luchan con la verdad y la información.

Gorriti no es un santo y poco a poco fue mostrando su implícito poder (y desde luego que no hay recibos  ni explicitas  directivas  con papeleo en mano que movilicen una decisión judicial). Gorriti trató en el 2018  al fiscal coordinador del equipo especial, Hamilton Castro como “lento y formalista”, “demasiado lento y cauto” porque no se prestaba a sus comisiones. ¿La cautela no era una virtud ante un proceso tan complejo? Poco después Castro fue destituido del cargo para sorpresa de él mientras se encontraba en una diligencia en Francia. Vela y Pérez entraron al equipo y trabajaron de la mano. Canal N desarrolla la nota de esta manera:  “un conocido periodista y ‘gurú’ de casos emblemáticos acude a la Fiscalía y le explica al fiscal su punto de vista sobre la necesidad de establecer “alianzas” entre medios de investigación y el Ministerio Público […] Enseguida la sugiere que el medio de comunicación al que él representa conozca con antelación los viajes que, por entonces, se tornaban ineludibles”. ¿Acaso eso no coincide con el testimonio de Villanueva y no revela injerencia?  ¿Qué tiene que ver esto con el periodismo de investigación?

Joseph Goebbels afirmaba “Miente, miente, miente, que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá” y de eso lo saben muy bien el IDL y el IDL-Reporteros porque refuerzan sus mentiras y acusan a todos de mentirosos y de montar espeluznantes campañas. Recuérdese las versiones de  Carlos Rivera Aguilar acerca de la diligencia del fiscal Rodrigo Álvaro Rurush y llegó al local de IDL-Reporteros en la mañana del 10 de julio del 2018. Ante el programa de Juliana Oxenford declaró lo siguiente: “Se pretendió desarrollar una diligencia fiscal sin un mandato” (Latina Noticias,11 de julio,2018). Como había que continuar con el plan de la mentira Gorriti fue entrevistado por Mávila Huertas mostrando su repudio por el supuesto allanamiento que nunca fue tal: “Fue realizado de una forma tan burda y poco inteligente que me hace pensar de la capacidad intelectual de quienes definen esto… (…) me pongo a pensar que ha tenido algún intento intimidatorio, pero que ha sido hecho de una manera tonta, cretina más certeramente y hemos reaccionado como debe reaccionar todo periodista de investigación en un régimen democrático. Pero también debo añadir de que eso no ha sido toda la política de la fiscalía de la nación he recibido mensaje de solidaridad de varios fiscales.” (Canal N, 11, jul 2018)

En otra declaración refuerza su reclamo:

“Camino hacia aquí yo hablé con el fiscal de la nación quedó muy sorprendido y tomo acciones inmediatas.”

¿Qué periodista de investigación tiene la confianza y mandato imperativo sobre la máxima autoridad del Ministerio Público y lo haga retroceder de las medidas que disponen sus fiscales de manera autónoma?

Pero no fue ilegal y todo se debió a desarrollar una exhibición de documentos amparados en las funciones de acuerdo a ley como lo señaló la ex procuradora Katherine Ampuero citando   el Código Procesal y como se puede ver en el video que registra la exposición de Glatzer Tuesta y de Carlos Rivera Aguilar conciliando las cosas y no desglosando abuso alguno en la intervención  aun cuando Gorriti refunfuñaba e insultaba la capacidad del fiscal y sus subalternos calificándolos desde ignorantes hasta pobres diablos. (Milagros Leiva “Entrevista” – Enero, 10 – 2/4)

Augusto Álvarez Rodrich intenta marcar un poco el territorio de la sensatez:

“Para que quede claro lo que se quiere plantear: en estos ‘tiempos modernos’ la corrupción solo es corrupción si el investigado es alguien con pensamiento distinto al de quien tenga alguna capacidad de influencia no oficial en la sociedad: la academia que analiza lo mismo con prisma distinto según la ideología del corrupto; medios que pactaron con autoridades —como los fiscales anticorrupción— información privilegiada a cambio de ‘buena prensa’, como lo practicaron un portal y un par de unidades de investigación, la del gran diario y la de un dominical de TV; o las ONG que ante la corrupción preguntan primero de quién se trata para recién luego pronunciarse…” (La Republica, “Las banderas que se eligieron para lavar”,18/02/2024).

Marco Sifuentes y Víctor Caballero (“El diario de Curwen”,18/02/2024)  se han sentado a mirarse como dos actores eróticos dignos de la mejor película de Berlanga. Intentaron vender en clave de sorna (la cual no dominan por obvias  limitaciones culturales) un Gorriti laborioso, objetivo e inmaculado y quisieron destruir el mito que  Gorriti  no investigó a Vizcarra, Castillo o Sagasti. Entonces parecen gritarnos todo lo que hizo este sacrosanto periodista: “La información más sólida, más bacán y amplia sobre Karelim López es de IDL-Reporteros».

Estos son algunos de los artículos sobre dicho personaje:

IDL-Reportero,“¿DePinchi Pinchi a Karelim López?”,28/02/2022)

IDL-Reporteros, “El sombrero sin cabeza”,03/12/2021

IDL-Reporteros, “La delación fallida”,16/12/2021

IDL-Reporteros “El entorno de los brujos”,29/12/2021

Leídos uno encontrará escritos en son de burla, sin ganas ni rigor periodístico, cachita de los usos políticos de la derecha peruana o dudas de las cosas que se revelaban, y además siempre tratando de exculpar a Castillo porque al igual que César Hildebrandt consideraba al expresidente chotano como un simple pájaro frutero. De Vizcarra tampoco hizo gran cosa. Es evidente el sesgo en el manejo de la información en el caso de Gorriti y su medio y que ese par de dateros snobs (Sifuentes y Curwen) nos quieren vender como manifestación reveladora que ilustren a la audiencia y salven a su patrocinador.

Gorriti como un personaje de Woody Allen, delirante y sentimental, ha sucumbido a sus infiernos entre la comedia y la tragedia. No distingue lo ético de lo perverso, la razón de la falacia. Su vanidad, como a todo literato enloquecido, solo le permite ver sus poderosas fantasías, pero desecha la realidad por aburrida al mismo estilo del ingenioso Alonso Quijano. En su heroica batalla ha terminado imitando las argucias de su principal enemigo (Vladimiro Montesinos) y como una historia diabólica (sin risas ni aplausos) digna de Stephen King ahora paladea el delirio de su pervertido ejemplo.

_________________________

*Este apelativo se lo debemos al diplomático José Rodríguez Elizondo quien en 1997 realizó este artículo, “Presentando a Gorriti” para la revista Caretas. Tomado de la Mula,11/11/2010.

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Opinión

Nadie la quiere, todo el país la detesta, nadie aprueba su gestión, entonces, ¿Por qué se mantiene en el poder? o ¿Quién o quienes la mantienen en el poder?

La estratégica jugada de Dina Boluarte y su círculo más interno. «Un ciudadano aterrado por balaceras o secuestros no protestará aunque no tenga agua o trabajo»

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Por Jorge Paredes Terry

Con un 2% de aprobación, la cifra más baja registrada en cualquier democracia del mundo y un rechazo que roza el 90%, Dina Boluarte debería ser un cadáver político. Las calles corean «¡Dina traidora, corrupta y asesina!», la Fiscalía la acusa de ser penalmente responsable por la muerte de 49 manifestantes, y su hermano Nicanor y su exaliado Vladimir Cerrón huyen de la justicia. Sin embargo, como un espectro institucional, sigue ocupando Palacio de Gobierno. El enigma peruano tiene respuesta en una ingeniería del poder que convierte debilidades en armas y transforma el miedo ciudadano en cemento para sus cimientos podridos.

Su primera trinchera es el Congreso, donde una alianza tácita con la derecha y ultraderecha (Fuerza Popular de Keiko Fujimori, Renovación Popular de Rafael López Aliaga) y Alianza para el Progreso de César Acuña, funciona como blindaje vital. Estos grupos, que controlan el Congreso y las comisiones clave, han archivado sistemáticamente las 34 denuncias constitucionales contra ella por homicidio calificado y lesiones graves durante las protestas de 2022-2023. La ecuación es perversa: para los congresistas, aprobados por apenas el 4% de los peruanos, Boluarte es «una piñata» útil. Mantenerla en el poder les permite negociar ministerios, impulsar agendas contra las ONG y evitar elecciones anticipadas que los dejarían sin curul. Keiko Fujimori, según encuestas, ejerce la mayor influencia política sobre el gobierno (37%), seguida por el fugado Vladimir Cerrón (27%), demostrando que el Ejecutivo es un títere de intereses opuestos pero coincidentes en la supervivencia.

Pero el verdadero mecanismo de control es más siniestro: el terror como anestesia social. Mientras el país sufre 1.909 extorsiones mensuales y los homicidios aumentan 34%, los medios, especialmente la televisión, saturan sus pantallas con sicariatos, balaceras y secuestros. Esta cobertura, que consume el 47% del tiempo en noticieros (frente al 18% en 2021), no es periodismo: es un amplificador involuntario de la estrategia gubernamental. El cálculo es maquiavélico: un ciudadano aterrorizado por la delincuencia no protestará aunque no tenga agua, trabajo o justicia. Los números lo confirman: el 62% de los peruanos evita salir de noche por miedo, el 48% renuncia a marchar por «temor a la criminalidad», y las movilizaciones antigobierno cayeron 76% en 2025. Boluarte no necesita comprar medios (aunque invierte S/287 millones en pauta oficial): el rating de la sangre le regala la parálisis social que necesita.

Esta cortina de humo le permite operar en la sombra. Mientras anuncia laboratorios balísticos y «guerras contra el crimen», su gobierno ha triplicado el presupuesto para control social: el programa «Disminución de conflictos sociales» recibió S/1.125 millones en 2025, cinco veces más que en 2019, fondos que financian equipamiento militar para reprimir, no para proteger. Simultáneamente, militariza el lenguaje: declara estados de emergencia, llama «traidores» a los críticos y acusa a la prensa de «terrorismo de imagen» cuando revelan sus joyas y Rolex o su rinoplastia con dinero público. El silencio es su otra arma: 200 días sin responder preguntas de periodistas, rompiendo récords de opacidad en democracia. Cuando habla, es para culpar a «fake news» o invocar conspiraciones: acusó a la Fiscalía y la prensa de planear un «golpe de estado blanco», el ataque más grave a la libertad de expresión desde que asumió.

Detrás de todo, sostienen el régimen tres poderes fácticos: los grandes empresarios (79% de peruanos cree que influyen «mucho» en su gobierno), las Fuerzas Armadas (56%) y el capital transnacional. Boluarte los atiende en foros, donde promete «apostar por el libre mercado» y ofrece el país como «hub de inversiones mineras». Mientras, recorta impuestos a conglomerados mediáticos y entrega megaproyectos a multinacionales. Esta alianza perversa explica por qué, pese al colapso social (22 niños muertos por desnutrición en Puno, hospitales sin insumos), la economía crece al 3.9%. Para las élites, es suficiente: prefieren una administración impopular pero dócil, antes que un cambio que afecte sus privilegios.

¿Hasta cuándo? El círculo de hierro se resquebraja. La Corte Penal Internacional investiga a Boluarte por crímenes de lesa humanidad, EE.UU. retiró fondos de USAID. Su única esperanza es llegar a julio de 2025, cuando el Congreso no podrá disolverse si la vaca. Pero ni siquiera sus aliados creen en ella: la llaman «presidenta interina» en los pasillos del Congreso. El régimen se sostiene no por fortaleza, sino porque nadie ni la oposición fragmentada, ni los empresarios, ni una ciudadanía aterrada ha encontrado cómo romper el hechizo de este cadáver político que sigue caminando, mientras nuestra patria se desangra.

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La profundidad de la superficie en “Una ballena gigante…” de Mario Castro Cobos

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Por Vladimir Nalvarte

He aquí un film que propone un giro democrático al llamado séptimo arte. Un cine alternativo contra el dominio de la banalidad. Cuando la indigencia en materia de “celuloide” campea en un medio envilecido por lo espectacular, un cine que en principio podría ser anónimo, sin jerarquías, celular en mano, parece irrumpir con franca osadía y algunas ideas. Un cine hecho de alguna manera contra el cine. Estética que busca una remembranza de algo así como una naturaleza perdida en el orden fugaz de las cosas.

En Una ballena gigante, una ballena blanca, en la niebla (2025), de Mario Castro Cobos, prácticamente no hay diálogos. Tampoco lo que se llama un argumento. Se trataría, eso sí, de un viaje. De una errancia entre fragmentos de rostros y la epidermis de una ciudad que podría ser cualquiera. Aquí los largos planos secuencia se enhebran y se montan entre sí en un ejercicio del arte de la contemplación.

Esa es su narrativa. Aparecen y desaparecen nubes en un fondo de cielo matinal; esqueletos y bordes de superficies de plazas, pórticos, cerraduras coloniales, calles, más calles y en medio de este magma de “tema y variación”, sombras, rostros que parecen sin pasado. Y, de entre todos, el rostro único de una joven mujer. Entrañable. Inquietante por familiar. No hay más. O poco más. En medio de esta vorágine de signos -que no olvidamos que son todas las imágenes en el cine, según Gilles Deleuze- que se planteaba como un ensayo sin eje, ella, sola, se yergue de pronto en punto de convergencia de un film que busca resignificar con un fondo musical de Mahler (Sinfonía n.°5 Adagietto) lo que tiene de inmanente un paisaje, en lo que cabe en una mirada. Poca cosa.

Con todo, un cine así siempre parece estar en proceso; este no será la excepción. A su favor diremos que no teme arriesgar ni mostrar sus costuras, sus desviaciones. La mano que tiembla. Béla Balász describió a comienzos del siglo pasado al cine “como el heraldo de una nueva ‘cultura visual’ que nos devolvería nuestros cuerpos, y sobre todo nuestros rostros, que se habían convertido en algo ilegible…”. Pues bien: aquí vamos de nuevo.

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Preservando la memoria del 7 de junio desde las aulas escolares

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Por Marisol Verónica Giordano Silva

Con marcada velocidad la globalización borra efemérides, tradiciones, celebraciones, fiestas y costumbres de los pueblos que hasta ayer nomás eran relativamente soberanos.  Por más que los países de Europa, América, Oceanía, Asia o África se resistan, sus historias y culturas podrían sucumbir a la moda de la Coca-Cola, del Netflix o de los algoritmos.

Lamentablemente grades gestas heroicas, patrióticas y estrictamente nacionales también corren el riesgo de perderse con el paso anodino de la globalización y la pesada gama de tecnologías que hacen cada día más al ser humano menos humano.

Si las cosas se siguen presentando así, sin que nadie le ponga freno o se detenga un momento a generar conciencia entre sus habitantes para que la memoria de nuestros ancestros no se diluya, pues entonces es hora de fortalecer el aula y empezar por los más niños, desde la Educación Inicial, para darle a esta generación un sentido de pertenencia y honra hacia nuestros héroes.

Por ejemplo, tenemos por estos días en el calendario cívico escolar la fecha del 7 de junio, Día de la Bandera, y siendo el Perú un país tan rico en cultura, historia, vivencias e identidad los maestros tenemos que renovar en esta fecha nuestro compromiso con el respeto a nuestros héroes, entre los que encontramos a Francisco Bolognesi, e inculcar entre los peruanos más jóvenes el debido homenaje a este patriota, quien junto a muchos compañeros de armas dejaron su vida en el fragor de la Batalla en Arica, un 7 de junio de 1880.

De manera que procedamos con unción patriótica, con vocación desplegada a la mejor enseñanza de nuestros niños y que esta generación en el futuro recuerde como otras anteriores la alegría que sentía y la emoción que les henchía el pecho cuando de infantes entonaban la Marcha de Banderas y el Himno Nacional.

Que esa esencia no se pierda y démosles a nuestras instituciones, como el Ejército del Perú, el sitial que le corresponde, fomentado entre los niños y sus familias una permanente llama encendida para vivenciar cada fecha cívica con mucho amor y con gran sentido de identidad, sobre todo respecto de nuestros símbolos patrios y de la herencia que nos dejaron nuestros antepasados en esta hermosa tierra llamada Perú.

¡Viva el 7 de junio! ¡Viva Francisco Bolognesi y los héroes de nuestra patria!

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Fiscalía al MINCUL: por omisión de funciones, negligencia y retardo en tramitación de expedientes

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Señora Fiscal de la Nación, Dra. Delia Espinoza Valenzuela, públicamente denuncio a quienes resulten responsables en el Ministerio de Cultura por el supuesto delito de omisión, rehusamiento o demora de actos funcionales frente a la tramitación lenta, defectuosa y arbitraria de los Expedientes N° 34720-2024 y N° 128394-2024, paralizados dolosamente en el despacho viceministerial de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales desde el 5 de diciembre del año pasado.

Algunos funcionarios podrán buscar mil excusas, poner pretextos o simular nuevos vericuetos de su tramitología, pero lo que no pueden negar es su falta de vocación de servicio, muchos más cuando hay razones de peso para cumplir y hacer cumplir la ley ante pintores o escultores que merecen ser reconocidos dadas sus credenciales, dones, talento y profesionalismo, respecto de los cuales el Estado tiene la obligación de promoverlos, promocionarlos y entregarles sencillos galardones cuando esos artistas están poniendo el nombre del Perú muy alto a nivel mundial.

Pero a los señores del MINCUL no les da la gana de trabajar y menos de estudiar más ni de cultivar mejor la inteligencia o el análisis suficiente como para entender la perspectiva provechosa para el país cuando los ciudadanos presentamos expedientes probos, justos, sanos y limpios, siendo el deber de la administración pública el de tramitarlos de acuerdo a ley, de forma célere y oportuna, conforme a la Ley 27444, pero no lo han hecho.

Es lamentable que el ciudadano de a pie o el administrado sea una persona de segunda categoría frente a la práctica perversa e insensible de un puñado de funcionarios del Ministerio de Cultura, donde -salvo honrosas excepciones- hay gente que se cree de primera categoría, configurando una burocracia dorada que solo se sirve del cargo en sus intereses particulares, mas no sirve a los intereses nacionales.

Lamentablemente, señores del Ministerio Público, dentro del citado portafolio del Poder Ejecutivo atrás quedaron los principios de la PCM sobre la integridad y atrás también quedaron los sabihondos discursos de SERVIR sobre la idoneidad y la ética en la función pública. Todo eso en la praxis no es nada más que papel mojado en tinta frente a la negligencia funcional, al cohecho, al peculado, la impunidad o la procrastinación. 

En ese sentido, de oficio incluso, los fiscales que hace unas semanas iniciaron investigaciones preliminares a la alta dirección del MINCUL, también pueden indagar qué ha pasado con los Expedientes N° 34720-2024 y N° 128394-2024, y según los hechos y documentos deberán individualizar responsabilidades sobre el delito de omisión, rehusamiento o demora de actos funcionales, entre otros ilícitos penales que adicionalmente pudieran presentarse.

Ahora bien, frente al tipo penal específico señalado, se recuerda que el bien jurídico tutelado es el normal y correcto funcionamiento de la Administración Pública en cuanto a la oportunidad y eficacia en el cumplimiento de la función pública por parte de los funcionarios públicos que representan al Estado. Se busca así el normal desarrollo de las funciones públicas con el objetivo de evitar que estas se vean perjudicadas por la inercia dolosa del funcionario que ejerce un cargo determinado, según la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema (Casación N° 169-2012-ÁNCASH, 12 de setiembre de 2013).

De otro lado, la omisión de actos funcionales es una infracción del deber, que se configura con la sola omisión, sin exigir un resultado lesivo a la Administración Pública más allá de la propia inercia dolosa del funcionario. En consecuencia, se trata que es un delito de mera actividad; y si bien en el delito de omisión de actos funcionales no se afecta el patrimonio público, lamentablemente, sí se afecta la regularidad y la legalidad de los actos administrativos, según lo señala la jurisprudencia penal.

En otras palabras, se lesiona esencialmente el correcto funcionamiento de la Administración Pública, como bien jurídico protegido, en cuanto persigue garantizar la regularidad y la legalidad de los actos realizados por los funcionarios públicos en el desarrollo de las actividades propias del cargo, así como evitar su actuación arbitraria, contraria a la Constitución, leyes o deberes (Sala Penal Permanente RN 2347-2008-LIMA).

No obstante, el sujeto pasivo es el Estado y la persona natural o jurídica que haya sido perjudicada con el acto abusivo del funcionario estatal del MINCUL. De manera que no existe explicación razonable para excluir a quien es el directo perjudicado en sus derechos como sujeto pasivo-agraviado y por tanto puede participar del proceso penal como tal.

En este artículo de denuncia y divulgación, es pertinente señalar que la figura delictiva denominada “incumplimiento de deberes” se perfecciona hasta por tres hipótesis o supuestos claramente diferenciados, según tres verbos que recoge el tipo penal: “omitir”, “rehusar” y “retardar” algún acto a cargo de un funcionario.

Se “omite” un acto cuando el funcionario público prescinde, descuida, desatiende o incumple algún trámite dentro de sus atribuciones en el cargo, empleo u oficio que desempeña en el MINCUL, y no se requiere de un resultado lesivo más allá de la propia inercia dolosa del funcionario.

Por su parte, el funcionario “reúsa” algún acto de su cargo, cuando esquiva, declina, desestima o niega el cumplimiento de un acto funcional que está en el deber de hacer por hallarse dentro de sus atribuciones, de acuerdo con el cargo que desempeña en el MINCUL. Y se “retarda” algún acto de su cargo cuando un servidor público demora, retrasa, difiere, aplaza, dilata o pospone el cumplimiento de dicho acto funcional cuando está en el deber de hacerlo en tiempo oportuno.

En suma, son supuestos delictivos de comisión dolosa y de simple actividad, no cabiendo la comisión por culpa, pues el funcionario actúa con conocimiento de que su conducta es ilegal, omitiendo, rehusando o retardando un acto funcional que le corresponde realizar; y el delito se consuma automáticamente e incluso sin necesidad de que se produzca un resultado material o un perjuicio para terceros.

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Opinión

Zorns lemma, de Hollis Frampton (1970)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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El cine: jugar a, o sospechar que, las imágenes tienen conciencia de sí mismas. El mundo: signos escritos. Cómo se descifra lo viviente, lo existente. El mundo. ¿Es descifrable? Pero si lo es, es íntimo, personal. Te lo llevas del ojo a la boca. El mundo está bueno para comer. Pro-nun-ciar. En una película que se gusta muda. ¡Tan llena de letras, de palabras! Palabras para dominar el mundo, o la imagen del mundo. Tentado de pensar que el mundo es solo imagen, y entonces, en el fondo…

Vuelvo, para no quedarme mudo. Palabras… para que seas dominado por las palabras. El mundo te dice. Tú dices al mundo. Tantas palabras, y no sabemos (todavía) qué son. Un mundo de palabras, sí, ¡también las palabras son un mundo! Jugamos con dobles, pluralidades. Palabras, buscadas, encontradas por la ciudad. Como señales. Como piezas de un rompecabezas… qué va hacia dónde…

Entre las delicias visuales, frescas y constantes, al ritmo casi marcha de las letras me mantengo, estoy a la espera de una revelación. Ah la verdad abstracta tras la miríada de particularidades. La película es generosa en mostrar pero también en esconder. Insisto. ¿Leemos -vemos, entendemos- el mundo como si estuviese hecho de / con palabras? El alfabeto. Qué necesidad. Qué invento. Su magia inocente cargada de sonido, de sentido. Palabras que empiezan con A, con B, con C… y así. Una y otra vez, es una ronda. Podríamos no acabar nunca. Es el goce del juego, y el juego es uno de los más profundos significados. En cada momento.    

Pero me olvidaba. Esta película empieza no con palabras escritas sino con pantalla en negro y una voz. Oh la recitación. Oh el viejo libro infantil. Oh las órdenes disimuladas. Las frases, dichas en tono monocorde, con impecable indiferencia, quieren ser hipnóticas. Somos niños, ¿te acuerdas?, empezando a aprender el alfabeto. Luego, como divas, una a una, las letras, las 24 actrices de la profundamente bella película, se suceden, desfilan, explotan.

El filme estructural. No tiene ‘contenido’ ¿aparente? o el contenido es su propia construcción, su estructura, su forma, sus patrones. Nada en contra de los films máquinas (¡pero todos lo son!) que no disimulan serlo.  Al contrario. Pues buscan la esencia, no solo de los films, sino de nosotros mismos. Sí, te engañaron: el cine es más de lo que tú crees.    

Película

https://m.ok.ru/video/1748433701577

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Opinión

Votar para olvidar

Lee la columna de Fernando Casanova

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Por Fernando Casanova

Hay que tener estómago para seguir creyendo en las elecciones peruanas.
Hay que tener una fe propia de los conventos.
Porque vamos, ¿quién puede mirar esta farsa sin reírse, sin escupir al suelo después? Basta con tener los ojos abiertos para ver que lo que se viene no es democracia,
es un nuevo y cansado casting de ratas.

Otra vez elecciones. Otra vez la propaganda.
Otra vez los spots de tipos que no te mirarían en la calle
pero ahora te prometen patria, justicia y trabajo.
Otra vez la escenografía de la “fiesta cívica”,
con sus ONPEs desveladas,
con su desfile de candidatos que huelen a sobre manila,
a billetes de banco, de mina, de droga.

Porque seamos serios:
el crimen está gobernando.
No en la sombra, no detrás.
Gobierna desde el estrado, desde la curul, desde el despacho ministerial, en la corte suprema.
El sicariato se volvió parte del paisaje.
Ya no causa escándalo, causa tráfico.
Y la policía —esa caricatura de autoridad—
está más ocupada borrando pruebas que haciendo operativos.

¿Y las Fuerzas Armadas?
Juran lealtad a la Constitución con una mano,
y con la otra custodian avionetas de narcos mientras le sacan el igv a lo inimaginable.

Hay una peste moral que lo ha tocado todo, si no, tiren entonces la primera piedra.
Desde el municipio más remoto hasta el hemiciclo más iluminado.
Y aún así, nos siguen diciendo que el problema es la abstención ciudadana.
Que es peligroso no votar. Que la multa.
Como si marcar una cédula fuera a exorcizar un sistema podrido.

No. No va a cambiar nada.
Porque el sistema no está en crisis: es la crisis.
El sistema se alimenta del caos, lo administra, lo recicla.
Nos da elecciones como quien pone morfina a un enfermo terminal para que no grite tanto.

¿Puede acaso haber democracia
con más de cuarenta partidos inscritos con firmas falsas, con locales fantasma y comités que no existen.
Cuando los candidatos emergen no del clamor popular, sino de los escritorios de las farmacias, de traficantes de tierra, de lavadores?

Pero uno igual va.
Con la nariz tapada, con el hígado revuelto.
Va como quien deja constancia en una escena del crimen.
Firma, no para elegir al presidente,
sino para decir: yo vi esto y me hice el cojudo.

Eso es hoy votar.
Una liturgia sin fieles, un trámite deprimente, una forma de dejar que el silencio se coma todo. No hay esperanza. No la busquen en las urnas.
Lo que hay es rabia, necesidad, miedo.
Y si se junta lo suficiente, quizás —con los años, entre las ruinas y hartos ya de salir a trabajar entre la escombrera—
nos dé para inventar otro país.

Pero por ahora, todo indica que
nos tocará votar, otra vez, entre cenizas.

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Opinión

Exportar reos a El Salvador: maquillaje para un fracaso penitenciario

Esta medida no resuelve el problema del crimen, solo lo esconde. No es una solución real, sino una respuesta rápida para calmar el enojo de la gente. Es un maquillaje político que apela al miedo y posterga reformas que el Estado rehúye afrontar. Es como poner un curita en una herida que necesita cirugía urgente.

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La reciente propuesta de la congresista Katy Ugarte para trasladar a reos peruanos de alta peligrosidad a cárceles en El Salvador ha desatado un intenso debate público. Por un lado, un sector de analistas la tilda de inconstitucional, inviable e incluso absurda; por otro, ciudadanos comunes —sobre todo quienes sufren a diario los estragos de la criminalidad— ven en la idea una medida necesaria para castigar con mayor rigor a los avezados cabecillas del crimen organizado. En el imaginario colectivo, estas cárceles extranjeras, particularmente el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador, representan un infierno sin privilegios, donde los delincuentes “pagan de verdad” sus crímenes. A diferencia de Perú, donde algunas cárceles se han convertido en resorts del crimen.

El hacinamiento en las cárceles del Perú es insostenible.

Presentado como un proyecto de ley en el Congreso de la República, el plan se justifica con el argumento de reducir la sobrepoblación carcelaria, que ya sobrepasa el 150 % en el país, e impedir que las mafias sigan operando desde los penales y, supuestamente, ahorrar recursos al Estado. Sin embargo, detrás del aparente pragmatismo de la propuesta se esconde una preocupante crisis de gestión penitenciaria, una peligrosa cesión de soberanía judicial y una estrategia que, lejos de atacar la raíz del problema, simplemente lo traslada literalmente fuera de nuestras fronteras.

Este proyecto exige un análisis más profundo, no solo desde la logística penitenciaria, sino también desde la sociología del poder, los derechos humanos y la gobernabilidad. Lo que parece una genuina política pública de seguridad, en realidad revela un fracaso estructural del Estado para reformar su sistema penitenciario.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) la megacárcel creada por el hoy mayormente popular presidente Nayib Bukele en El Salvador, ha ganado notoriedad mundial por sus métodos radicales. Las imágenes de miles de reclusos rapados, alineados, bajando la cerviz y semidesnudos han sido interpretadas por muchos como símbolo de orden y disciplina.

Que el premier Eduardo Arana haya viajado a El Salvador a inicios de 2024, y que el Ejecutivo actualmente evalúe adoptar este modelo carcelario, no es casual. En un contexto de baja aprobación presidencial, el gobierno de Dina Boluarte busca desesperadamente proyectar imagen de firmeza ante el crimen, apelando al populismo punitivo como salvavidas político. Mostrar “mano dura” podría resultar rentable electoralmente, sobre todo en los sectores populares más golpeados por la criminalidad, como San Juan de Lurigancho, Ate, San Martín de Porres o Villa El Salvador.

En febrero de 2024, Arana viajó a El Salvador para conocer más sobre el ‘Plan Bukele’.

No obstante, cabe preguntarse: ¿es esta realmente una solución eficaz o simplemente un paliativo mediático?

Desde una perspectiva sociológica, este tipo de propuestas no resuelven las causas estructurales del delito. El crimen organizado no nace en las cárceles: se alimenta de la pobreza, la desigualdad, la exclusión social y el abandono institucional. Las cárceles son apenas la última estación del trayecto. Pensar que enviar reos al extranjero desarticulará redes criminales es tan ingenuo como creer que barrer la basura bajo la alfombra limpia una casa. Las bandas no dependen de un solo líder encarcelado, sino de estructuras complejas con tentáculos territoriales y económicos que seguirán operando con o sin sus cabecillas.

El traslado de reos al extranjero también plantea serias preguntas éticas, jurídicas y económicas. ¿Qué tipo de soberanía judicial conserva un país que permite que otra nación custodie, alimente y discipline a sus ciudadanos condenados? ¿Cuál será el verdadero costo para el Estado peruano? En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, se estima que paga alrededor de 20 mil dólares al año por cada convicto confinado en el Cecot. ¿Estamos dispuestos a asumir una carga similar, solo para aparentar control?

Además, si el Cecot es denunciado por violaciones de derechos humanos contra reclusos peruanos, ¿quién asumirá la responsabilidad? Las ONG ya han alertado sobre las condiciones extremas en esta prisión salvadoreña. Eventuales indemnizaciones internacionales terminarán siendo pagadas, como siempre, por el contribuyente peruano.

Los promotores del proyecto sostienen que “es más barato enviar a los delincuentes fuera” que mantenerlos en penales dominados por mafias. Pero esta afirmación, lejos de ser un argumento de peso, constituye una confesión del fracaso estatal. El Estado peruano no solo es incapaz de controlar sus cárceles, sino que, en lugar de invertir en mejorar el sistema penitenciario, opta por tercerizar el castigo, como una especie de servicio subcontratado.

En 2023, el expresidente del PJ sugirió que en Perú se aplique el ‘Plan Bukele’.

Este tipo de propuestas evidencia una forma de populismo punitivo que ofrece resultados inmediatos en encuestas, pero que no garantiza seguridad a largo plazo.

Tampoco es cierto que esta medida ayude a reestructurar el sistema penal. No construirá nuevas cárceles, no modernizará el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), no fortalecerá la Policía Nacional del Perú, ni evitará que miles de jóvenes de los barrios más vulnerables ingresen a las bandas criminales por necesidad. No es una política pública de seguridad integral, sino un mero maquillaje de emergencia diseñado para calmar momentáneamente la indignación ciudadana. Más preocupante aún es el precedente que se sentaría: convertir el encierro en una mercancía internacional.

En definitiva, esta iniciativa parlamentaria no representa una solución real, sino una maniobra cosmética para ocultar el verdadero problema: el Estado peruano ha perdido el control de su sistema penitenciario. Y como suele ocurrir con los paliativos, pueden calmar el dolor por un rato, pero no curan la enfermedad.

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Opinión

La presidenta y nuestro océano

Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

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Por Edwin A. Vegas Gallo

La presidenta Dina Boluarte asistirá a la Cumbre Mundial del Océano, a realizarse en Niza, Francia, entre el 9 y el 13 de junio próximo, con el lema NUESTRO OCÉANO, NUESTRO FUTURO, NUESTRA RESPONSABILIDAD.

El viaje presidencial fuera altamente provechoso, si el Perú contara con una política de Estado a largo plazo para la sostenibilidad de nuestro mar.

 Lamentablemente, ello no es así, ya que la decisión ejecutiva y legislativa más pasa por favorecer la extracción de anchovetas del mar peruano para harina destinada a la alimentación animal, además de permitir la explotación de hidrocarburos en el litoral.

No hay visión política en este mar de problemas, como es el mar peruano, en esta parte del Pacífico sur oriental.

Ni siquiera tenemos una ley de manejo costero integrado que la presidenta pueda exhibir en Niza en la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos.

Al contrario, tenemos un mar peruano enfermo por la contaminación producida por los gobiernos locales adyacentes a aquél, donde descargan tanto vertidos líquidos como sólidos, con un mar de plástico incluido.

En Niza se tratará sobre el impacto del cambio climático en los ecosistemas marinos y, hasta donde se conoce, las autoridades ministeriales que tienen competencia en ellono se han preocupado de agendar este tema, que de por sí es un tema de derechos humanos.

Recordemos el pasado año los impactos del oleaje producido en Máncora, con destrucción de viviendas y hoteles, dentro del área prohibida para la construcción, o el desastre económico de los pescadores artesanales por la dificultad de salir a la pesca.

Ni que decir de la contaminación de la caleta Cabo Blanco, dejada por la empresa petrolera Savia y heredada por Petroperú, con consecuencias funestas para la economía de los pescadores.

Asimismo, no hay que olvidar la pretensión judicial de la Sociedad Nacional de Pesquería para que se les permita la pesca industrial de la anchoveta dentro del área de la Reserva Marina de Paracas.

En este punto, señalo que el Perú se ha comprometido a proteger el 30% del área marina y apenas se llega al 9%.

No se me ocurre qué puede señalar la presidenta Boluarte cuando, en la agenda de Niza, se vea el estado de la ratificación del Convenio de Naciones Unidas sobre el alta mar, que aquí en Perú, Cancillería no impulsa su discusión en el Congreso y que, por cierto, los padres y madres de la patria lo desconocen.

¿Sabrá la presidenta Boluarte que entre el 2003 y el 2022 el 21% del océano global (75 millones de km²) se está oscureciendo, con consecuencias para el comportamiento animal y humano?

 Sabrá la Sra. Boluarte de la matanza de tiburones, para sólo usar las aletas y exportarlas a mercados exóticos.

Por cierto, el próximo 8 de junio es el Día Internacional de los Océanos. El lema será MARAVILLA SOSTENIENDO LO QUE NOS SUSTENTA. Se concientizará en el marco del Decenio de Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas y durante la Conferencia Mundial de los Océanos.

Es de señalar que la Cumbre de Niza pasa por que se hagan inversiones para el buen manejo de un océano sano, que generen beneficios significativos económicos, ambientales y de salud, con fuerte gobernanza, con finanzas innovadoras y con tecnología que trabaje en la restauración y protección de los ecosistemas marinos costeros.

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