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Literatura

CUENTO: Héroes en juerga

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 CUENTO:

HÉROES EN JUERGA

Escribe Fernando Morote

“Confiar en la Historia, como confiar en cualquier revista de historietas o en la misma religión, es esencialmente una cuestión de fe. Aunque la Historia toda sea una mentira. ¿Por qué no? Lo único verdaderamente cierto es la mentira”

El niño no podía dormir. Encendió la luz de la lamparita que estaba sobre su mesa de noche y, con las manos cruzadas bajo la nuca, se puso a contemplar los retratos de sus héroes favoritos. Para él Batman, Súperman, El Hombre Araña y los demás no existían. En las paredes de su dormitorio sólo había espacio para colgar los cuadros de Miguel Grau, Francisco Bolognesi, Alfonso Ugarte, Andrés Avelino Cáceres, José Olaya y otras figuras relevantes de la historia nacional.

Como la noche era extremadamente calurosa, el niño no resistió estar mucho tiempo despierto sobre la cama. Se acercó entonces a su ventana para distraerse un poco. Por ella vio que abajo, en la casa de enfrente, se ultimaban los preparativos para la celebración de una gran fiesta. Mozos y sirvientas corrían de un lado para otro disponiendo sobre las mesas toda clase de azafates, fuentes de comida, jarras, copas  y otros utensilios. Al rato empezaron a llegar los invitados. “¡Dios!”, exclamó atónito el niño cuando vio bajar de una enorme limosina negra a Miguel Grau acompañado de una exuberante rubia, muy bien dotada. Detrás de él, en un convertible rojo, llegó Francisco Bolognesi, también envidiablemente acompañado. Luego, a pie y en grupo, se hicieron presentes Andrés Avelino Cáceres, Ramón Castilla y Leoncio Prado.

A continuación apareció Alfonso Ugarte montando su caballo, ya que a pesar de la fortuna que poseía su carro no era muy presentable socialmente, por lo que llegaba siempre a sus reuniones en cuatro patas. Más tarde vino José Olaya, en completo estado de euforia, tarareando una canción de moda. Los penúltimos en llegar fueron, por un lado, Jorge Chávez y José Abelardo Quiñones, quienes se habían conseguido para la ocasión un par de azafatas canadienses buenísimas; y por el otro, Atahualpa y Pachacútec, quienes aparecieron en una bicimoto debido a que, con la caída del Imperio, habían quedado quebrados y no pudieron conseguir otra cosa mejor para movilizarse. Solito y atrasado, llegó Túpac Amaru manejando un volkswagen destartalado que, dicho sea de paso, estaba pintado de la manera más vulgar y despiadada; en su parabrisas se veía pegado un cartelito que decía TAXI. Todos los héroes, sin embargo, y en eso coincidieron, llegaron vestidos tal como han aparecido durante años, añísimos, en los libros de Historia del Perú.

El niño estaba anonadado. Sus héroes de toda la vida, esos que había conocido en el colegio a través de sus profesores y los libros de texto, estaban allí, en carne y hueso, vivos, fascinantes, hermosos¼.¡y al frente de su casa!…., como quien dice al alcance de la mano, o por lo menos del ojo; ésta era una oportunidad irrepetible de tocarlos, de abrazarlos, de besarlos. La puerta de la casa de enfrente se cerró, luego de que las limosinas, los autos y los caballos fueron debidamente estacionados por un criado, y entonces el niño se quedó sin ángulo de visión para contemplar a sus  héroes; a él no llegaban ahora más que los ruidos causados por las risas, las conversaciones de tono elevado y la música; criolla, por cierto.

El niño decidió entonces cambiarse de ropa y salir a espiar la fiesta. El primer vistazo le proporcionó una imagen distinta en cuanto a las indumentarias de algunos concurrentes. Miguel Grau se había puesto cómodo y llevaba ahora un pantalón bastante ancho, supuestamente plomo, que sujetaba con unos tirantes ornamentales muy holgados, y también había cambiado sus zapatos de gala por unas zapatillas negras de levantarse, estilo chino viejo; además, con su panza protuberante, envuelta en una ceñida camiseta blanca de algodón, y sus brazos vigorosos de bíceps abultados, daba la impresión de ser un genuino panadero italiano.

José Olaya lucía modernísimo; usaba lentes oscuros y tenía el pelo casi amarillo a causa del yodo del  agua marina; sobre su pecho caían innumerables collares y de sus muñecas colgaban infinidad de pulseras; un par de sandalias de cuero y una ropebaño hawaiana de colores muy vivos completaban su vestimenta; tenía todo el aspecto de un tablista mujeriego y rockero; un auténtico surfer.

Los otros, más formales, conservaban sus mismos atuendos de los libros, pero todos, todos allí estaban hueveando igualmente en gran forma y brillante estilo. Bolognesi, en un rincón, le practicaba un examen mamográfico completo a su acompañante.

Andrés Avelino Cáceres y Alfonso Ugarte levantaban sus copas diciendo “¡Salud!” junto a las fuentes de comida, y de un trago se echaban la salud al hígado. Túpac Amaru, que seguía solito, sacaba de su bolsillo un espectacular paco de marihuana y se armaba un troncho también espectacular. Ramón Castilla chupaba de lo lindo y se vacilaba como negro con una sirvienta bien despachada, una buena morena a la que tenía sentada sobre sus piernas, mientras ésta lo besaba, lo mimaba y jugaba con sus mostachos llenos de trago y de tallarines rojos; detrás del Mariscal estaba plantado un negro imponente vestido con terno azul, camisa blanca y corbata roja, chaleco antibalas bajo su saco, que actuaba como su guardaespaldas. Jorge Chávez y José Abelardo Quiñones se pachamanqueaban de lo lindo a sus azafatas canadienses. Atahualpa repartía, de rato en rato, unos paquetitos blancos. Pachacútec se tapaba los ojos para bostezar. Leoncio Prado tomaba café.

Sin ser visto, y forzando una ventana mal cerrada, el niño logró penetrar en la casa. Ya estaba en medio de la fiesta. Pero ninguno de los héroes se percató del hecho, pues estaban todos muy ocupados en sus respectivos asuntos. El niño, entre asustado y feliz, empezó a recorrer silenciosamente el lugar. La primera manifestación, que casi lo hizo saltar de pánico, fue un sonoro y prolongado eructo que José Olaya aventó a los demás invitados mientras bailaba solo frente a un espejo escuchando música en su walkman; segundos después el mismo Olaya se encargaría de disculpar su conducta.

—Perdonen, señores —dijo— Ha sido un eructo sincero, y la sinceridad es para mí lo más importante.

El niño siguió avanzando, completamente ignorado por sus héroes. Pasó muy cerca de Miguel Grau, quien se había desprendido en ese momento de su rubia exuberante y estaba conversando con Francisco Bolognesi. El niño le oyó decir a Grau:

—En realidad quería venir a esta fiesta con la Rosa Merino, pero me dijo que no podía acompañarme porque la habían contratado en no sé qué pub de Miraflores para que cantara el Himno Nacional.

—¿Y tú le crees? —replicó airado, Bolognesi— ¡Puros cuentos, hermano! Se trata de un pretexto nada más para salir con el músico ese que hace tiempo estuvo de moda¼¿Cómo se llama?

—¿Quién? ¿Bernardo Alcedo?

—¡Claro, Bernardo Alcedo! Debes tener cuidado con él, compadre. Yo creo que ese tío se brinca a la Rosa Merino con el cuento del Himno Nacional¼.¿No? ¿Tú qué dices? —esto último lo dijo Bolognesi dirigiéndose a Leoncio Prado, involucrándolo en la conversación, pero Leoncio Prado no le contestó;

siguió tomando su café.

El niño dio unos pasos más y tropezó con la figura de Alfonso Ugarte, que le decía a Andrés Avelino Cáceres:

—Morir por la patria, en ciertas circunstancias, no es un acto de heroísmo sino de estupidez.

Más allá, el niño notó que José Abelardo Quiñones y su azafata canadiense estaban en unos agarres malditos, mientras, cerca de ellos, Ramón Castilla le explicaba algo, acaloradamente, a su guardaespaldas:

—¡Hecho histórico! —bufaba Castilla— ¡Hecho histórico! Todos se llenan ahora la boca hablando con pompa de los hechos históricos. Todos los hechos son históricos, hasta los más insignificantes y corrientes, por el solo hecho de que ya sucedieron, ¿no se dan cuenta?

Pachacútec y Atahualpa se habían retirado a un lado y tenían todas las intenciones de vaciarse una garrafa de chicha de jora, que ellos mismos habían traído a la fiesta. El niño también pasó junto a ellos.

—Los hombres son como los países —comentaba Pachacútec—: si nada sufren, nada bueno producen.

 

Pero cuando probó la chicha, el Inca hizo una notoria mueca de asco: “¿No le sientes un ligero sabor

a¼.kerosenito?”, le preguntó a Atahualpa, como si el diminutivo pudiera atenuar en algo el sabor resinoso que tenía el licor. Y entonces Atahualpa escuchó la voz de alguien que lo llamaba.

—¡Óyeme, Atahualpa! ¿Tienes merca todavía? —le preguntaron.

Atahualpa asintió con la cabeza. El que así lo llamaba era José Olaya, quien, previo pago en billete contante y sonante, se hizo acreedor a un soberbio paquete blanco, de los que repartía el Inca. Durante la transacción el niño se enteró, por un comentario de Olaya, que Atahualpa había tenido que dedicarse a tiempo completo a la micro-comercialización de clorhidrato de cocaína por efecto de la caída del Imperio, el Rescate del Cuarto a manos de los españoles y demás penurias. También le escuchó decir al Inca, y esto se le quedó grabado:

 

—Los vicios son sagrados, hermano.

Luego el niño volvió por donde estaba Miguel Grau, de nuevo con su rubia exuberante, y esta vez no pudo contener su impulso.

 

—¡Hola! —le dijo.

Pero Miguel Grau sólo le contestó “¡¼lá!”, sin darle mayor importancia. El niño bajó los ojos, luego la cabeza. Miguel Grau le decía, mientras tanto, a la rubia: “La aristocracia se lleva por dentro, flaca”. Luego se percató de que el niño no se había movido de su sitio y le arrojó una sonrisa llena de dulzura. El niño, con ese mínimo gesto del Almirante, se dio cuenta entonces de que Grau era un hombre humilde, pero en el sentido elevado de la palabra.

Una conversación detrás de él atrajo su atención. Alfonso Ugarte, que seguía bebiendo animadamente con Andrés Avelino Cáceres, le decía en tono confidente a éste:

—¿Sabes lo que de verdad sucedió en el Morro de Arica el 7 de Junio? ¡Que Pancho Bolognesi y sus


soldados se la pasaron fumando mixtos de hierba y pasta toda la noche, y después querían levantarse bien atléticos, los muy pendejos, para la batalla del día siguiente!

Jorge Chávez, José Abelardo Quiñones, los patas más ricos del tono, los aviadores pitucones, y sus azafatas canadienses, eran los únicos que por el momento bailaban en la gran sala de la casa.

El niño tuvo ganas de orinar. Pero cuando abrió la puerta del baño sorprendió a Leoncio Prado en plena absorción de medio paco de vaina.

—¡Hola! —le dijo el niño.

Pero Leoncio Prado, muy callado como él era, le respondió igual que Miguel Grau, “¡¼lá!”, y se fue. Cuando el niño regresó a la sala, los héroes estaban ya, casi todos, bien movidos. Bailaban solos o intercambiando parejas, no tenían ningún tipo de inhibiciones y hacían miles de bromas. Bailaban en ruedas, saltando, aplaudiendo. Hacían el trencito.

—Una de las cosas que yo más aspiro en mi vida¼.—decía Andrés Avelino Cáceres.

—¡…es clorhidrato!” —le contestaba Jorge Chávez, desde la pista de baile, y se mataba de risa.

—Por favor —replicaba Cáceres— No seas pueril, Jorgito.

Pero lo cierto era que estaba con la nariz blanca y zangoloteaba la cabeza sin parar, movía los ojos irracionalmente de arriba abajo, se le trababa la lengua, se le lenguaba la traba.

—¡Está durísimo el perro! —decían de él los demás.

 

Pachacútec y Ramón Castilla estaban mudos, con una expresión de espanto en la cara. José Abelardo Quiñones subía con su azafata canadiense a una habitación del segundo piso. Antes de subir, precavidamente le pidió a Jorge Chávez que le regalara un par de condones. Alfonso Ugarte, que había salido unos minutos a la calle para tomar un poco de aire fresco, entró agitado diciendo:

—¡Se acaba de estacionar al frente un autazo lleno de cueros! ¡Vengan a ver!

 

Muchos se asomaron a la ventana. Estaban desquiciados. Ramón Castilla silbó como canario. Túpac Amaru se agarró el pájaro. Andrés Avelino Cáceres no se aguantó las ganas y gritó:

—¡Mamitas! ¿Por qué no entran? ¡Tenemos de todo para invitarles!

Las tres chicas del auto les lanzaron una mirada provocadora y arrancaron a toda velocidad.  Alfonso

Ugarte le dijo a José Olaya:

—¡Pepe, acompáñame!

Tomaron la bicimoto de los Incas y partieron raudos tras las muchachas.

La reunión volvió a su curso. Miguel Grau, de quien el niño había oído que sus camaradas le llamaban por todos los nombres posibles, desde Miguelón hasta Mickey, pasando por Miguelo, Mikelis, Michael y Michelle, su cabeza hundida en la mesa, se confesaba con Francisco Bolognesi; le decía:

—Cuando un hombre, hermano, que ha estado emborrachándose toda la noche, de pronto se acuerda y piensa en una mujer, que sabe Dios adónde habrá estado toda la noche, es porque¼

Un alarido lo interrumpió.

—¡Buena, Brujo! —le gritó Atahualpa a Andrés Avelino Cáceres, después de que éste se hubo servido una metralleta incontrolable de tiros con su cañita de plástico.

Casi simultáneamente a esto se producía un altercado entre Jorge Chávez y Túpac Amaru, quien se había cansado de estar solito y había empezado a afanar a la pareja del primero.

 

—Apártate —le decía Jorge Chávez— No quiero damnificarte.

Pero, como siempre rebelde, Túpac Amaru no hacía caso.

—Escucha¼.—insistía Jorge Chávez, señalándose el ojo.

—¡Acúñalo de una vez! —se escuchó por ahí una voz alterada, echando carbón.

Entonces Jorge Chávez le dio un manotazo cariñoso, de amigo, tratando de evitar la pelea, pero Túpac Amaru no lo entendió así y le arrimó un cachetadón tal que el vaso de Jorge Chávez cayó al piso, haciéndose chichirimico. La bronca fue inevitable. Los dos héroes se fueron al suelo y se trenzaron a golpes sin piedad de ninguna clase. Túpac Amaru pegaba en todos los elementos faciales de su rival, mientras  que Jorge Chávez lo hacía en las partes bajas, a veces subterráneas, de su contendor. Justo en ese momento pasaron a toda velocidad, delante de la casa, Alfonso Ugarte y José Olaya haciendo un escándalo de los mil demonios en la bicimoto.

—¡Estamos drogados! —gritaba Alfonso Ugarte.

—¡Que viva la bohemia, la vagancia y la prostitución! —proclamaba José Olaya.

Al rato aparecieron dentro de la casa. Venían sobredimensionados, pero de tóxicos, y al encontrar a todo el grupo alborotado alrededor de la bronca, les gritaron en tono sarcástico, alargando la segunda sílaba:

—¡Basssuuura!

Esto fue suficiente para que todos se olvidaran de la pelea y corrieran a estrechar la mano de los recién llegados; querían averiguar cómo les había ido con las chicas. El niño escuchó que Alfonso Ugarte y José Olaya justificaban su fracaso de no haber podido alcanzarlas, aduciendo que la bicimoto de los Incas  ya no servía para nada.

—Ese aparato está pa’l gato —decían.

El grupo, incrédulo y decepcionado ante la noticia, se dispersó.

—Bueno, señores —dijo Miguel Grau— Me retiro. Mañana me muero. Me despiertan temprano, por favor —y le dio un beso de despedida a su rubia exuberante.

Pero ésta no lo dejó ir. Entonces el Almirante le cogió suavemente los hermosos senos y le dijo, mirándola fijamente a los ojos:

—Tú sabes que mañana es 8 de Octubre, día en que celebro mi efemérides —y atisbando al cielo, a través de la ventana, añadió:— Sólo espero que sea un día soleado. Los días difíciles, con sol, son menos difíciles.

La rubia exuberante entendió esta vez y entonces lo soltó. Pero cuando Miguel Grau estaba subiendo las escaleras para ir a su habitación, el niño corrió hasta él y lo jaló de la manga.

—Almirante —le dijo— No entiendo nada de lo que pasa aquí. ¿Puede usted explicarme, por favor?

Miguel Grau miró al niño tiernamente. Lo tomó de los hombros y se puso en cuclillas para estar a su nivel. Entonces le contestó:

—¿Sabes lo que pasa, muchacho? —comenzó el Almirante— Que nos hemos bajado todos de nuestros monumentos porque ya nos cansamos de estar ahí, muchas veces entre rejas, sin que nadie se acuerde de nosotros. Sólo decidimos pasarla bien y vivir un rato como los demás. Tenemos derecho, ¿no te parece?

Francisco Bolognesi se acercó, acarició la cabeza del niño y agregó:

—Pero no te confundas —le dijo— Está bien tomar las cosas de la vida con responsabilidad, pero sin hacerse dramas. Cuando las asumimos muy gravemente se nos vuelven demasiado pesadas, nos hartan,

y terminamos por detestarlas.

El niño pensó en ese instante en lo que siempre le habían inculcado sus padres y maestros acerca de la Historia, y lo comparó con lo que acababan de decirle sus héroes de toda la vida. Entonces comprendió  que están cautivos los que se escandalizan y reprueban las cosas diferentes; y su expresión cambió repentinamente del desconcierto a la admiración, de la decepción al orgullo. Se sentía pleno, liberado, feliz, cuando una avioneta particular con el rótulo “Héroes Nacionales” a todo color aterrizó en el inmenso jardín posterior de la casa, cerca de la piscina.

El niño quiso despedirse de sus héroes de toda la vida con un fuerte abrazo y un cálido beso. Todos aceptaron. El niño sintió que también él estaba en la gloria en ese momento. Luego los héroes abordaron la nave, mientras el niño, desde la terraza, lloraba en silencio. Dos minutos después el pequeño avión despegó, con gran desprecio por la ley de la gravedad, llevándose a los héroes de regreso a la Historia.

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Literatura

Padre e Hija Escritores Peruanos Reciben Distinciones Internacionales

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En un emotivo evento celebrado en el Hotel Crowne Plaza de Miraflores, el periodista y escritor peruano Richard Morris Riofrio fue reconocido con dos distinciones internacionales por su novela histórica de ficción, “Rosalba de Altagracia”. La Lic. Issa Arguetas tuvo el honor de entregar estos prestigiosos reconocimientos, uno otorgado por la Real Academia de Arte y Literatura, Filial de los Estados Unidos de América, y el otro por el Consejo Mundial de la Paz, en el marco de su participación en el 1er Congreso Mundial de la Paz y las Artes celebrado en Michoacán, México, en 2024.

Richard Morris, quien también es Mensajero para la Paz de la ONU, se encuentra en el proceso de lanzamiento de su nueva novela de autoficción, “La Noticia Inversa”, un proyecto que promete generar un gran impacto en la comunidad literaria. Su compromiso con la paz y la promoción del arte continúa marcando su carrera como escritor.

Por su parte, su hija, Kiara Morris Rodríguez, a sus 13 años, ya es una figura destacada en el ámbito literario. Actualmente, es embajadora cultural del Bicentenario y recibió la Distinción Internacional Infantil Líder de Paz en Ecuador, otorgada por su contribución a la paz y la cultura. Su obra “Érase una vez en Moore” ha sido adaptada al teatro, lo que subraya su talento y su capacidad para conectar con diferentes públicos a través de las artes.

Ambos escritores representan un claro ejemplo del potencial creativo peruano, mostrando que la literatura puede ser un vehículo poderoso para la paz y la cultura. Richard y Kiara se han comprometido a seguir promoviendo el arte y la literatura, con la esperanza de inspirar a las futuras generaciones.

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Literatura

Hijo de Mario Vargas Llosa afirma que su padre está bien de salud

Tras la cancelación del viaje de MVLL a Madrid para recibir un homenaje, y luego de filtrarse información que indicaba que su estado de salud se encuentra en un nivel muy delicado, su hijo Álvaro ha salido a responder que el Nobel ha tenido que reducir sus actividades debido a su avanzada edad.

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El escritor Mario Vargas Llosa no asistió a la gala de la ‘Catedra Vargas Llosa’ en San Lorenzo de El Escorial en Madrid, en la cual iba a ser homenajeado y se quedó en Lima tras cancelar su viaje. En tanto, en su representación asistió su hijo Álvaro Vargas Llosa, quien aprovechó para afirmar que su padre, se encuentra bien. A pesar que su familia desde hace algunos meses se ha resistido a comentar sobre su real estado de salud.   

«Mi padre tiene casi 89 años, está en el umbral de los 90 años, es una edad a la que uno tiene que reducir un poco la intensidad de sus actividades y él lo ha hecho», afirmó el hijo del Nobel de Literatura en un acto público.

El escritor MVLL ingresó a la Academia de la Lengua Francesa.

Álvaro, además mencionó que la familia está “muy unida” y que su madre Patricia, “está muy pendiente de su padre”, y que “probablemente estará en Perú hasta fin de año” y que no puede dar una fecha exacta para su próximo viaje.

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Literatura

Han Kang se convierte en la primera escritora surcoreana en ganar el Premio Nobel de Literatura

Escritora se impuso a autores como Can Xue, Haruki Murakami o Anne Carson, quienes se encontraban entre los más voceados.

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Contra todo pronóstico, la Academia Sueca decidió otorgarle el Premio Nobel de Literatura a la escritora surcoreana Han Kang, quien fue galardonada “por su intensa prosa poética, que saca a la luz traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según declaró el secretario permanente de la Academia, Mats Malm.

Para los miembros del jurado, la autora ilumina la “conexión entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos”, y su “estilo experimental” supone una innovación en la prosa contemporánea.

La escritora de 53 años es hija del también escritor Han Seung –won. Nació en Gwangju en 1970, pero creció en Seúl desde los once años. Estudió Literatura Coreana en la Universidad Yonsej de Seúl y se licenció en 1993. Debutó con poemas que aparecieron en la revista Literatura y Sociedad, pero se dio a conocer como prosista.

En 1994, ganó el premio literario del periódico Seoul Shinmun. Posteriormente, publicó varios volúmenes de relatos. En 1999, ganó el premio a la mejor novela coreana. En 2000, el «Premio para Jóvenes Artistas de Hoy», del ministerio de Cultura y Turismo. Y, por último, en 2005, el premio de Literatura Yi-Sang.

La reciente galardonada con el Nobel de Literatura ha trabajado como periodista para las revistas Water of the Deep SpringJournal of Publications y Spring. Su primera novela, La vegetariana (2007), fue llevada al cine en 2010 y recibió el prestigioso premio Booker Internacional en 2016. Está traducida al castellano, al igual que otra novela suya, La clase de griego. En la actualidad, Han enseña escritura creativa en el Instituto de las Artes de Seúl.

Foto: difusión.

Un galardón inesperado

Como todos los años, las especulaciones sobre los posibles galardonados no se hicieron esperar. El chino Can Xue, la canadiense Anne Carson, el escritor indio-británico Salman Rushdie y el japonés Haruki Murakami eran considerados candidatos prometedores. Algunos se consideran ya eternos favoritos y, una vez más, se han ido con las manos vacías.

Después del Nobel de la Paz, el de Literatura es el más reconocido. Los galardonados y sus editores también se benefician de ello gracias al aumento de la demanda de libros.

Según contó Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca, cuando llamó a la autora para comunicarle la buena noticia, Han Kang estaba almorzando con su hijo. La escritora ha prometido acudir a Estocolmo para la ceremonia de entrega del galardón, el 10 de diciembre.

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Literatura

Jack Martínez, de mototaxista en SJL a ser catedrático de Literatura en Nueva York

Escritor peruano es en la actualidad profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Hamilton.

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Sus primeros diez años los pasó en las alturas de La Oroya (Pasco), entre recios obreros de la mina como su padre, bares de mala muerte donde no era extraño ver a uno que otro borrachín, olor a azufre y tierra recién escarbada. La madre de Jack Martínez siempre quiso una mejor vida para su menor hijo; es así que no lo pensó dos veces cuando la empresa donde laboraba su esposo le ofreció vivir en la capital.

Fue así que el pequeño Jack, ya de 11 años, y su madre llegaron al convulso y desordenado distrito de San Juan de Lurigancho (SJL).

“La primera vez que llegué nos bajamos en lo que era el último paradero de ese arenal, que hoy es la estación Santa Rosa. No recuerdo una noche tan oscura. Sin luz eléctrica, eran chozas y había que tantear con los pies para avanzar y así fue que llegamos. Al día siguiente, al despertar, lo primero que sentí fue el sol terrible sobre la arena (era verano). Fue un choque fuerte. No solo en lo material, sino también en lo cultural”, recuerda Jack.

De esta etapa rescata que pudo conocer un micropaís ahí y crecer con ellos positivamente; “había gente que venía del norte, del sur, de la selva. Gente que se veía diferente a mí y yo diferente a ellos. Crecí junto con el distrito. Recuerdo la primera vez que pusieron el agua y desagüe, fue una fiesta para todos”, relata el escritor para la agencia Andina. Hasta los 16 años, Jack fue parte de la educación estatal, y aunque su vocación y talento no afloraron de inmediato, fue la tradición oral la que lo hizo acercarse a este mundo.

Soñaba con ser periodista deportivo y Ovación era su dial favorito. La academia preuniversitaria era el paso obligado si quería estudiar Comunicación Social en la Universidad San Marcos.

Sin embargo, tuvo un extraordinario profesor que les narraba con gran habilidad diversos contenidos y que una vez delante del jovencísisimo Jack recibió su paga en efectivo.

“Dije , ¡wao! yo quiero que me paguen así… quiero ser profesor. Y comencé a leer. Así postulé a Literatura e ingresé… mis compañeros venían de distintas realidades. Fue impactante ver a compañeros que en lugar de una mochila llevaban sus libros en bolsas de plástico negras y otros que gozaban de muchas comodidades y vivían en lugares que jamás había visitado”. Fueron encuentros que la vida le planteó.

Sin tenerla fácil, en plena crisis, Jack tuvo en aquel entonces trabajar también como mototaxista para solventarse, contando con el apoyo familiar.

De ahí, el Icpna le abriría sus puertas y conocería el mundo de las exposiciones y así pasaron cinco años.

“Un amigo regresó al Perú tras estar becado y él me guió por ese camino y decidí apostar”. Dejó la zona segura, la locura de dejar todo lo establecido e irse a estudiar. “Creo que mi familia pensaba que bromeaba y no me tomaban muy en serio. Igual seguí adelante y cuando llegó el momento le dije a mi novia ´(hoy mi esposa) que me iba y si quería irse también”, recuerda.

“Después de seis años de ese primer viaje, logré invitar a mi mamá. Antes creía seguro que trabajaba en algo más y que lo de la beca era un invento para dorar la píldora, pero luego vio que todo era real”, señala con orgullo tras culminar su maestría en la Universidad de Connecticut.

Al año siguiente, obtuvo otra beca para el doctorado en Northwestern (Chicago). Durante sus años de doctorado, además de investigar y escribir la tesis, publicó su primera novela, Bajo la sombra (2014), que tuvo excelente recepción crítica. En el 2017 se gradúo como doctor y publicó su segunda novela, Sustitución. También ese año empezó como profesor en la Universidad de Hamilton, en Nueva York.

Su mejor novela. Jack es el personaje principal de su historia. Foto: Hamilton College.

En el 2024 acaba de publicar su tercera novela, Te he seguido. En la Universidad de Hamilton enseña escritura creativa, formando jóvenes escritores. También enseña literatura peruana, promoviendo nuestra rica tradición en los estudiantes estadounidenses.

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Literatura

«El jefecito del comedor», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

Las calurosas vivencias de un empleado de un comedor universitario.

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Cerca de la 1:00 p.m., las colas del comedor seguían aumentando (por la puerta posterior, lateral y frontal), el sol radiante quemaba el rostro y cabeza de los comensales, los gritos bulliciosos: zampón, haz tu cola; amiga, despierta, no dejes que se metan; seguro son los de facufide; las antisonantes voces acompañadas de un megáfono y banderola en son de protesta.  

Tres de la tarde, ni un alma en los alrededores del comedor.

El jefe del comedor estaba fumando cuando tocaron la puerta.

_ Pase _ ordenó

Entró una señorita de buen porte y sonriente le dijo:

_ Buenas tardes, licenciado Abel, quisiera conversar con usted.

_ Sí, dígame

Mientras la coqueta y pícara estudiante se presentaba: me llamo Marifé, soy consejera de la Facultad de Inicial, y miembro de la comisión de almuerzos por el aniversario de mi facultad; quisiera saber qué documentos debo traer para que nuestro pedido sea atendido.

Con la mirada embobada, el jefecito del comedor, escuchaba atentamente el discurso de ese monumento de mujer que tenía en frente: blanquiñosa ella, de ojos grandes y claros, labios carnosos y sensuales, cabellera larga de color castaño, angosta cintura, caderas anchas al igual que sus pechos (todos los hombres son iguales, cuando ven carne blanca hasta podrida la consumen, y si tienen un buen derrier y busto, mejor).

Marifé, inmediatamente notó al hombre de enfrente completamente absorto con su presencia, y en un cruce de miradas hizo que el rostro del licenciado Abel se  ruborizara y dibujara un mohín con sus labios (solito se delataba).

_ Ok, señorita, entiendo. Entonces, puede usted presentar un oficio del decano dirigido a mi persona, solicitando la cantidad de almuerzos que necesitan, adjuntar la resolución de aniversario de decanato y la relación de alumnos matriculados en su facultad.

Tres días después, cerca de las 6:00 p.m., se apareció Marifé por detrás del jefe del comedor, sorprendiéndolo en el momento en que abría la puerta de su carro.

_ Hola, Abel. Perdón, perdón,  quise decir  licenciado Abel. Veo que ya se va, y justo hoy el profesor de estadística se extendió con su clase. Mañana tendré que regresar para presentar la solicitud de almuerzo.

_ No te preocupes, déjamelo y yo mañana lo veo.

_ Qué lindo, gracias. Mmmm, sería mucha molestia si me da una jaladita hasta la puerta de la universidad. Lo que pasa es que ya está oscureciendo y me da miedito bajar sola.

_ Sí, claro, sube. Por dónde vives?

_ En Huaycán, cerca a la Plaza de Armas de Huaycán, en la Av. 15 de julio, cuadra 10. Por lo general me vengo a la universidad con los colectivos y de regreso en combi, pero si tengo suerte, hoy puedo regresar en una camioneta Chevrolet (sonrió la pendeja).

El jefecito del comedor no pudo evitar los ojos brillosos, mejillas sonrojadas y el alargamiento de sus labios, al momento de sonreír.

_ ¿Te molesta si te tuteo?

_ No, total ya estamos fuera de la universidad.

_ ¿Y tú por dónde vives?

_ En Tarazona

_ Qué pena.

_ ¿Por qué?

_ Porque unos metros más y ya me tengo que bajar. Entonces, mañana te busco para recoger la copia de mi solicitud con el sello de tu oficina (despidiéndose aparentemente con un beso en la mejilla, pero se lo dio en la comisura de los labios).

Al día siguiente, 4:30 p.m., Marifé se acercó al container que fungía como oficina del jefe del comedor, llevando Caramandungas para tomar lonche, pues días anteriores la ofrecida esta se había percatado de la cafetera y hervidora que descansaban en una mesita, ubicada fijamente en una de las esquinas del vagón.

Abel la miró y sonrió, se sacó los lentes y se restregó los ojos. Luego cortó un pedazo de papel higiénico y limpió las lunas con esmero (mientras pensaba qué decir). Los trabajadores se iban retirando con un hasta mañana jefe, todo limpio jefe, todo cerrado jefe, que descanse jefe, cuidado jefe.

_ Gracias por las rosquitas Marifé, pero ya me tengo que ir. Te prometo que mañana temprano me los como en el desayuno.

Aquí puedes continuar leyendo el cuento completo.

https://cuentroversia.blogspot.com/2024/08/el-jefecito-del-comedor-cerca-de-la-100.html

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Literatura

Presentación de libro Gaza ante la historia, de Enzo Traverso

Conoce una de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Lima.

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En el marco de la 28° Feria Internacional del Libro de Lima (FIL), gracias a la librería Contragolpe, se llevará a cabo la presentación del libro Gaza ante la historia, del reconocido historiador Enzo Traverso. El evento se realizará el lunes 29 de julio, en el auditorio José María Arguedas, a las 3 p.m. La presentación del libro estará a cargo del politólogo Alberto Adrianzén y la artista Daniela Ortiz.

¿Es la destrucción de Gaza una consecuencia del ataque del 7 de octubre o el epílogo de un largo proceso de opresión y erradicación? ¿Tienen los palestinos derecho a resistirse a la ocupación? ¿Hablar de genocidio es antisemitismo? En Gaza ante la historia, Enzo Traverso, uno de los historiadores más autorizados de nuestro tiempo, va a la raíz del conflicto israelopalestino poniendo en cuestión la historia del conflicto y ofrece una interpretación crítica que da la vuelta a la perspectiva unilateral desde la que nos hemos acostumbrado a observar lo que ocurre en Gaza.

Se suele describir a Israel como una isla democrática en medio de un océano oscurantista y a Hamás como un ejército de bestias sedientas de sangre. La historia parece remontarse al siglo XIX, cuando Occidente perpetró genocidios coloniales en nombre de su misión civilizadora. Sus supuestos esenciales siguen siendo los mismos: civilización frente a barbarie, progreso frente a atraso. Junto a las declaraciones rituales sobre el derecho de Israel a defenderse, nadie menciona nunca el derecho de los palestinos a resistir una agresión que dura desde hace décadas. Pero si en nombre de la lucha contra el antisemitismo permitimos que se desate una guerra genocida serán nuestras propias orientaciones morales y políticas las que se vean empañadas, serán los supuestos de nuestra conciencia moral los que se verán socavados: la distinción entre el bien y el mal, el opresor y el oprimido, los perpetradores y las víctimas.

Fecha: lunes 29 de julio

Hora: 3 pm

Lugar: auditorio José María Arguedas de la FIL (Parque Próceres de la Independencia, Jesús María, alt. cd. 16 de av. Salaverry)

Presentan:

– Alberto Adrianzén

– Daniela Ortiz

Organiza: librería Contragolpe  

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Literatura

«Por Facebook», un cuento de Giovanna Gutierrez Narrea

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Por Giovanna Gutierrez Narrea

Te miro por el face y vienen a mí los años de esplendor al lado tuyo. Una relación amorosa de tres años: compartiendo anécdotas, viajando juntos, experimentando emociones, conociendo un poco de ingeniería mecánica y tú aprendiendo un poco más sobre el sistema de la lengua (tú en la UNI y yo en la UNE-Cantuta). Dé repente, tu ausencia se empezó a justificar porque tenías que estudiar para tus prácticas calificadas, luego los trabajos de grupo y, finalmente, tus exámenes parciales y finales. Un par de meses después me dijiste haber conocido a una chica (rubia superficial, por cierto, tez blanca, delgada, caderona y bien tarrajeada; la típica mujer por la que el 99.9 % de hombres pierden la cabeza). Enamoramiento que te duró menos de un año, puesto que tu nueva conquista terminó yéndose con un hombre, muchos años mayor que tú; interesante cargo en la política de la universidad y de atractiva billetera. Supongo que mi poco atrevimiento sexual y la falta de coquetería fueron en gran parte, también, las causas del enfriamiento sentimental, razones por las que terminaste conmigo.

Anoche vi a Javier -me contó Mary-. Pensé que eras tú la que estaba con mi primo (estos chicos no cambian, terminan y luego regresan -me dije-…). Yo estaba comprando salchipapas en la esquina de mi casa, cuando pasaron por detrás mío, y mi primo ni cuenta se dio, y al voltear miré a la chica, quien tenía tu misma estatura, el cabello negro y lacio como lo tienes tú, y de perfil muy parecido a ti (pudiendo tener una original, se buscó una copia), pero por la oscuridad no la pude ver con exactitud. Sin embargo,  esa relación no le duró mucho tiempo, porque luego lo vi salir con su actual pareja, un poco feíta la nueva prima, pero es odontóloga. Ni modo amiga, será mi primo pero que se joda… Mejor estabas tú.

Aquí el cuento completo: https://cuentroversia.blogspot.com/2024/06/por-facebook-te-miro-por-el-face-y.html

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Literatura

Invitación a comer un chaufa: el nuevo libro de Julio Barco

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Por Nicolas López-Pérez

A la industria editorial en crisis: lo primero es tomar por sorpresa a la hegemonía con un ramo de dientes de león. Luego, al ver los rostros entre la confusión y el estupor, soplar con dulce violencia cada una de las partículas que componen la flor. Esa es la fuerza literaria de Julio Barco (1991), señoras y señores. El poeta de El Agustino que viste y calza. No me detendré en la identidad de qué género o de qué tipo es el último libro publicado. Lo cierto es que Chaufa es un homenaje a la opacidad de la palabra y el lenguaje. En sus páginas se narra, se ensaya, se canta, se baila y se come. Como si la literatura peruana y su estado actual fuese el tema de un banquete digno de Platón, una reunión que armoniza reflexión y sentimiento.

A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, huelga deciros que este libro es una incisión en las maneras de leer el insalvable abismo entre lo popular y lo culto; entre la periferia y el centro; entre el margen y el cuadro. Al mismo tiempo, su prosa nos muestra a un escritor audaz y resiliente ante el histórico vapuleo contra quien no tiene santos en la corte. Un escritor que se desenreda, como si fuera un ovillo de lana, para golpear la mesa y declarar una nueva profesión de fe literaria. Tal vez, señoras y señores de la industria editorial en crisis, la literatura que os presentáis es, a grandes rasgos, ominosamente homogénea y continúa a mostrarnos un Perú desconectado de sus bases. Puede que esta afirmación categórica se malinterprete, pero ante un mar de literatura pituca y aspiracional en que la finalidad es conmover o divertir con historias más o menos fascinantes, escribir desde las entrañas de nuestras ciudades es un ejercicio de resistencia y estrategia. Chaufa articula la palabra como un antídoto contra la apatía que vuestra literatura vierte sobre la clase trabajadora peruana.

En un hadiz islámico se lee que el estómago es el centro de todas las enfermedades. Desde ahí, una ética del cuidado de lo que se come. En el Perú, no obstante, todavía se habla de hambre; todavía hay poblaciones enteras donde escasea la comida y no solo por el aumento en el costo de la vida ni por la falta de empleos, sino por el individualismo y, además, la insuficiencia de las políticas públicas para llegar a cada rincón de una escandalosa, pero preciosa geografía. Recuerdo un dossier de 2018, publicado en Unidiversidad, una revista de pensamiento y cultura de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y titulado “Perú: los poemas del hambre”. Paolo de Lima, el compilador, enfatiza el hambre como tópico en los versos de un considerable número de autores. Y esos poemas y poetas no son los primeros que orbitan en torno a la comida, también obras como “Primicias de cocina peruana” (2005) de Rodolfo Hinostroza, “Comer en los mercados peruanos” (2019) de Mirko Lauer o incluso “Tratado de la yerbaluisa” (2012) de Enrique Verástegui son ejemplos del vínculo entre literatura y comida. El estómago se conecta con el corazón y el cerebro, ¿y ustedes señoras y señores de la industria editorial qué hacen al respecto con las problemáticas sociales de las mayorías? Una paradoja: Perú, potencia gastronómica a nivel mundial e incapaz de erradicar el hambre en su territorio.

Barco nos encuentra en el Chifa, aunque puede que otros platos que nos acomunan sean el ceviche o la salchipapa. Lo encomiable está en el imaginario popular que este escritor construye: precisamente, en ese punto en que todos los archivos se tocan y donde no originan una identidad que confronta los ánimos, sino una capaz de generar una potencia solidaria donde el Perú se construye con tradiciones, afectos y palabras. Barco apuesta, en definitiva, por un manifiesto que conjura un sentimiento social, bullendo desde un problema inmanente y trascendente: el sentido de seguir luchando juntos por un mejor Perú. A ustedes, señoras y señores de la industria editorial, ¿cuántos libros tenéis que ingeniosamente pueden remecer a los sectores más populares? Una fuerte resistencia contra la literatura pequeño-burguesa, tanto como guiones que tienen éxito en Netflix y Hollywood. Barco escribe como se prepara un chaufa. Auguro que su lectura tendrá sabor a la simpleza y santidad de ese plato. Girados y apreciad la maestría del verbo. Chaufa es imperdible en este 2024 de las letras peruanas. Imperdible.

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