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CUENTO: «El Angel» de Luis Humberto Moreno Córdova

Published
14 años agoon
EL ANGEL
Por Luis Humberto Moreno Córdova
Después de hacer unos trámites en la municipalidad, fui a la avenida Aramburú, a la estación de buses OLTURSA, para recoger la encomienda que mi primo había enviado. Me había dicho que eran cosas para toda la familia, pero que sin duda yo sería el más interesado: había encontrado varias fotos de mi madre cuando joven y las estaba enviando para que yo las tuviera.
No quería demorarme. Si había comida en esa encomienda era posible que el calor de marzo la echara a perder en cuestión de horas.
Estacioné en la entrada principal, dejando mi auto apretado entre dos camionetas enormes. Dentro, los pasajeros aguardaban la llamada a embarque. La mayoría eran extranjeros. No me extrañó. Los peruanos sólo pueden liberarse cuando hay un viernes o lunes que cae feriado, sino deben resignarse a su esclavitud de oficina, a mirar las ofertas que llegan a sus correos electrónicos.
Máncora, Piura, Chiclayo, eran algunos de los destinos que empezaban a sonar por el altoparlante. Cruce la sala de espera hacía el hall donde estaba la zona de embarque y venta de pasajes. Luego bajé unas breves escaleras hasta el despacho de encomiendas. Un jovencito leía el periódico. Me acerqué y le pregunté por la encomienda. El joven revisó unas hojas, sujetas a una tablilla de madera. Luego de unos segundos, su mirada se aguzó, sus facciones mostraban cierto desconcierto. Intente ayudarlo dándole el nombre del remitente. Los ojos del tipo volvieron a recorrer las hojas. Una sonrisa en el rostro del muchacho me tranquilizó. Lo vi internarse en el despacho. “Un momento”, me dijo mientras desaparecía por la puerta. Un vigilante se acercó. “Tome asiento”, me dijo.
Subí las escaleras. Había dos hileras de sillas, frente a frente. El jovencito que había tomado mi pedido se estaba demorando más de la cuenta, pero no me importaba esperar. Saqué mi blackberry para entretener la espera.
El ruido de un bolso golpeando el suelo me intrigó. El bolso estaba frente a mí, a lado de dos piececillos calzados por unas sandalias. Un pantalón ceñido, fue lo que siguió de inmediato, mientras levantaba lentamente mi mirada. Después, unas manos delgadas, con brazaletes de fantasía, los brazos desnudos, un polo blanco manga cero por donde traslucía un inquietante brassiere. Unos ojos negros, anclados en un rostro celestial, parecían castigar mi curiosidad. Llevaba el cabello negro, suelto, la faz sin maquillaje. Lucía cansada. Se sentó frente a mí y al igual que yo, empezó a distraerse con su celular.
La forma de su rostro de ángulos perfectos, su mirada intensa, sus pies, pequeños, rebelándose al débil orden de las sandalias, le conferían un halo de misterio. Estaba sola. Algo –o a alguien- esperaba. Pero sobre todo, era bella.
Sus dedos se movían con prisa por el teclado de su celular. ¿Le estaría escribiendo a alguien? ¿Un novio quizá?, sus labios se movían apenas, como si repasara verbalmente lo que estaba escribiendo. Se liberó de las sandalias, dejando sus piececitos al aire libre, apenas separados del suelo. Levantó la mirada, pero desvié la mía a tiempo. Sentía sus ojos, una vez más, criticando mi curiosidad. No me atreví a mirarla.
Tomé mi celular y abrí mi facebook. “En Oltursa. Sentado frente a un ángel”, escribí.
Casi de inmediato, un amigo mío hizo un comentario: “Foto, foto, foto”
Mi mente se enturbió, algunas ideas cruzaron fugaces, mientras sentía un helor naciendo en mi espalda y llegando hasta el último rincón de mi cuerpo. Párate, pensé. Ponte de pie. La saliva se secó en mi boca, mi garganta árida, se sabía próxima al ridículo. Yo era un cobarde, un cobarde por naturaleza, una criaturita timorata que tardaba años en hacer cosas que otros resolvían en minutos. Párate, me dije nuevamente, hazlo de una vez.
-Disculpa –le dije. Sentí el peso de todo el terminal sobre mis hombros. Una vocecita en mi interior me auguraba una inminente vergüenza.
Ella levantó sus ojos. Su rostro mantenía una expresión nula. Mi mente mantenía la misma nulidad.
Oí mi nombre. Venía del despacho de encomiendas. El joven había dado con mi paquete. El vigilante que me ofreció asiento repitió mi nombre, agitó sus manos llamándome.
Fue quizá un reflejo. No recuerdo haber tenido conciencia de lo que hice. Simplemente le entregué mi celular, con el comentario que había puesto en el facebook.
El tiempo avanzaba con la pesadez de un día de oficina, mi actitud la desconcertó, todo la llevó a leer lo que había escrito. Yo estaba dispuesto a recibir cualquier reproche; quizá un insulto; quizá un golpe. Era posible que me echaran del terminal por tamaño exceso.
Pero esa sonrisa, su sonrisa, fue un anticipo del cielo.
Mi nombre, otra vez, repetido hasta el hartazgo por el malhumorado joven que empezó a golpear la mesa del despacho para apurarme. Por mí podía traer a la policía si quisiera, pero no me iba a mover de ahí. No sin disfrutar de esa sonrisa como premio a mi ocurrencia. Sus labios empezaron a moverse. El vigilante subió las escaleras dispuesto a tomarme del cogote para que recoja la encomienda. Madre, discúlpame, pensé. Entonces me habló.
-No sé qué decir. Gracias
Su voz parecía el sonido del viento soplando en la tarde. Yo había imaginado una voz más dulce, acorde con su figura, con sus facciones, con sus manos y pies delicados. La perfección no existe, pensé, pero ella estaba muy cerca de eso.
“Señor, por favor”, me dijo el vigilante. Ella estiró su mano, intentando devolverme el celular. Iba a irme, cuando el joven del despacho apareció frente a nosotros. Traía una pequeña caja y el formulario que debía firmar. “Señor, disculpe la demora, aquí está su paquete”, me dijo.
No me tomó muchos segundos deshacerme de ellos. Ella tenía mi celular aún, se animó por leerlo una vez y volvió a sonreír.
-¿Debo sentirme halagada, Gabriel?
-¿Cómo sabes que me llamo Gabriel?
-Está en tu facebook; también en esa caja –me dijo, apuntando al paquete.
Que imbécil, pensé.
-Bueno. No lo sé. Tal vez te sientas acosada.
Me miró, sin que sus labios felices perdieran el brillo.
-Con tanta seguridad aquí, no lo creo. Además tienes facebook, amigos, comentarios, un paquete que te ha enviado un familiar. De hecho no creo que seas un tipo peligroso.
Si. Ella estaba muy cerca de la perfección. Me hablaba sin perder la sonrisa, sus ojos no me abandonaban en ningún momento. Seguía descalza. Pensé en sentarme a su lado.
-No quise incomodarte. Quería ser sincero.
Me devolvió el celular. Lo guardé en mi bolsillo. Tuve la impresión de que buscaba las palabras precisas. Andaba con cuidado. No era tonta. Estaba en Lima.
-Es triste dejar a la familia, lejos, quizá hasta el próximo año. Llegar sola, tomar el taxi sola, irse a casa sola. Por un minuto me has sacado de esa horrible rutina. Gracias.
Moví las manos, encogí mis hombros, sonreí. La voz por el altoparlante anunciaba la salida con destino a Trujillo.
-¿Qué te han enviado? –me preguntó, mirando el paquete.
-Muchas cosas, para toda mi familia. Y unas fotos de mi madre cuando era joven.
-Veo. Se sentirá feliz cuando las vea.
-La verdad las fotos son para mí. Mi mamá murió hace dos años.
Sus labios se entristecieron.
-Qué pena. Yo extraño a mi familia sabiendo que volveré a verla; imagino cómo te debes sentir.
Me quedé en silencio. Nos quedamos en silencio. Había cavado un hoyo y enterrado todo. Me jodía llevar las conversaciones por un sendero tan deprimente. La gente nunca está dispuesta a sufrir contigo, es cansino e incomodo. Las penas siempre son solitarias, siempre.
-¿Quieres tomar algo?
-Estoy esperando mi equipaje. En realidad debo ir a recogerlo.
-Te ayudo –insistí.
-No es nada. No te preocupes. De verdad.
El equipaje era una maleta enorme. Enorme como nunca en mi vida había visto. Pesaba, vaya que pesaba. Yo no tenía ni la menor idea de cómo hubiera podido salir con esa maleta.
-¿Te has llevado toda tu casa encima? –le dije, mientras intentaba avanzar con la maleta y mi paquete, escaleras arriba.
-Sólo lo que no entró en el bolso –me dijo, riendo.
Luego del suplicio de las escaleras, el camino se hizo más fácil. Regresamos por el corredor de embarque hasta la sala de espera.
-He estado desde navidad con mi familia –añadió-. Siempre hago lo mismo, todos los años, pero son más las cosas que traigo que las que he llevado. Muchos regalos.
-Pero el calor de Piura debe ser terrible, Areliz.
Ella detuvo su paso, pero sonrió de inmediato al fijarse en la etiqueta engrampada al mango de su maleta.
-¿La misma cucharada, eh? –preguntó, sin dejar de sonreír. Me sentí tranquilo al notar que las cosas retomaban su cauce.
-Mi familia es pequeña –dije, retomando la conversación, mientras el peso de la maleta me hacía añicos y una de las esquinas del paquete que envió mi primo se clavaba en mi estómago-. Somos muy pocos.
-¿Viven contigo?
-Viven cerca.
-Quien cómo tú –me dijo, mientras hurgaba en su bolso.
-¿Pero te quedarás en Lima para siempre? –Insistí. No quería ser demasiado curioso, pero mi genio se imponía. Empecé a transpirar. No faltaba mucho para llegar a la puerta principal.
-La idea es terminar mi maestría, y trabajar acá.
-¿Te gusta?
-La verdad, lo único que me gusta de Piura, es mi familia.
Llegamos a la puerta. Areliz tenía su billetera en la mano. Yo rogaba por tener un pañuelo para secarme el atisbo de sudor que empezaba a poblar mi frente. La vi mirar a la fila de taxis. Parecía dudar. Miraba los rostros de los taxistas. No se fiaba.
-He venido en auto. Si quieres te puedo llevar a tu casa –propuse.
Areliz volteó a mirarme. Su sonrisa era enorme, sus ojos estaban rasgados por una feliz ironía.
-Qué oportuno que eres, ¿verdad?
Tuve que cargar la maleta un trecho más. Me arrepentí de no haberme estacionado más cerca de la entrada. Unos taxistas desviaron sus miradas lascivas hacia Areliz, miradas cómplices, que notaban en ella lo mismo que yo había notado, pero con morbo. El polo blanco, casi transparente era suficiente para alterar a cualquiera. Taxistas de mierda. Les tiré una mirada con maldición incluida. Se rieron de mí. No me importó.
Por un momento dudé si la enorme maleta de Areliz entraría en la cajuela de mi auto. Con un poco de suerte, y moviendo algunas cosas a los costados de la maletera, pude conseguirlo.
-¿No te molesta que la llave de tuercas quede encima?
-No. No me molesta. Pero me pregunto dónde pondremos el paquete.
Pondremos. Eso me sonó bonito.
-Bueno –respondí- como tú viajarás a mi lado, no hay problema con que el paquete vaya en el asiento trasero. Tu bolso también puede ir ahí.
-No te preocupes –me cortó rápidamente- el bolso va conmigo.
Estaba en Lima. Había cruzado una línea enorme, pero aún desconfiaba.
Cerré la maletera, luego abrí las puertas del carro para que se ventile del calor de la tarde. Puse el paquete en el asiento trasero. Areliz miraba los autos en la avenida. El sol empezaba a morirse.
-¿No vas a abrir la caja? –me preguntó de repente. Me tomó por sorpresa.
-¿Acá?
-Podemos ir a tomar algo, como dijiste. Y de paso que me enseñas las fotos de tu mamá.
Dudé. No me pareció una buena idea. Areliz insistió.
-Anda. Sería chévere.
Abrir el paquete, menudo detalle. No sabía lo que habría dentro, ni como lo habrían guardado. Rogué para que mi primo haya sido cauteloso al momento de guardar las cosas. Puse la caja sobre el capó del auto, con las llaves de mi casa rompí las cuerdas, luego corté las cintas adhesivas. Un olor ranció salió de la caja. Areliz se acercó a curiosear, pero no pudo evitar llevarse la mano a la nariz.
-Asu –exclamó- ¿Qué te han enviado?
Revisé la caja, había paquetes sobre paquetes, posiblemente carne seca y quesos, algo de grano, tal vez mote o cancha serrana; era posible, también, que hubiesen enviado harina. Todo estaba bien acomodado, pero el olor trascendía. Vi un sobre rojo, pequeño, envuelto en una bolsa plástica, y sellado con kilómetros de cinta adhesiva; por el grosor supuse que serían las fotos.
Tomé el sobre y dejé el paquete en el asiento trasero. Areliz dio unas palmaditas de emoción. Cerramos todo con llave para regresar al terminal. Nos sentamos en la cafetería.
Dos aguas minerales, heladas, fue todo lo que pedimos. Areliz metía sus manos intentando ayudarme a romper la cinta que envolvía el sobre. Yo fingía que me estorbaba, pero era placentero sentir sus manos frías entre las mías, sus dedos rozando mi piel, su sonrisa traviesa, la confianza que de pronto volvía a juntarnos cuando apenas media hora antes éramos dos completos extraños.
-Ábrelo ya –decía.
Tuvimos que prestarnos una tijera. En realidad lo hizo ella. Cortamos con cuidado la envoltura. El sobre era de plástico con unos botones blancos que servían para mantenerlo cerrado. Dentro estaban las fotos, y una pequeña carta. Areliz dejó la carta de lado, a mí tampoco me importó. Las fotos, todas, estaban en blanco y negro o en sepia. No me había percatado, pero había pegado su silla a la mía, estábamos juntos, como dos amigos de toda la vida.
En la primera foto aparecían tres jovencitas, tal vez de quince años. No me costó reconocer a mi madre. Su rostro no había cambiado a pesar del tiempo. Ni siquiera su muerte había cambiado en algo su expresión serena. En la foto, sonreía, llevaba una banda, como llevan las reinas de belleza. Las otras dos chicas llevaban también las bandas.
-¿Cuál de ellas es tu mamá? –preguntó Areliz. La señalé.
-Es linda.
-Muy linda –añadí, algo distraído.
-Hay algo más –me dijo, mientras levantaba sus cejas, animando mi curiosidad.
Tomé un sorbo de agua. Areliz sonreía, siempre sonreía.
-Creo que esta chica de al lado –lo dijo señalando a la jovencita que estaba a la derecha de mi madre-. Es mi tía.
-¿Segura?
-Dije creo.
Enseguida sacó su celular. Marcó un número. “Aló, tía ¿Aurora?, soy Arelita”, dijo. Luego abandonó la mesa y se fue a la entrada del terminal. Se me ocurrió buscar las llaves de mi auto. Estaban en el bolsillo. Me quedé tranquilo. Areliz seguía conversando, su figura delgada, iba y venía por la entrada, a veces estorbando el paso de la gente. Sus sandalias se arrastraban con gracia, su rostro compilaba la tarde. Cuando termino la llamada, desvié mi atención a la pantalla plana donde pasaban cámaras escondidas para entretener a los viajeros de la sala de espera.
-Así que Arelita, ¿no?
-Ni se te ocurra.
Nos quedamos callados.
-¿Y? –pregunté.
-¿Qué?
-¿Es o no es tu tía?
-Dice que es posible. Va a buscar entre sus fotos y me llamará.
-¿Ahorita?
-No seas malo pues –me dijo, mientras se animaba por un sorbo de su botella de agua.
-¿Y como sabré si es o no es?
¿Por qué quieres saber si es o no es?
-Porque escribo.
-¿Y?
Me abrí de brazos.
-No te hagas el obvio conmigo, Gabriel.
Me encantó escucharla pronunciar mi nombre. Hubiera sido feliz de escucharla diciéndolo a cada momento.
-Sería interesante, ¿no crees? –expliqué.
Se quedó callada. Seguimos viendo las fotos. Eran fotos de viajes, de almuerzos en el hogar, con gente que yo no conocía, había fotos con mis tíos, con mis abuelos, todas en huertas, en granjas, montando a caballo, descansando en el río. De rato en rato me preguntaba por el nombre de los lugares. Yo no tenía ni idea.
-Están bonitas –me dijo.
-Tengo un álbum, con todas las fotos de ella. Las pondré ahí.
-La querías mucho.
-Demasiado.
Me dio dos palmaditas en mi mano. Mi mente me pidió calma. Era un gesto hermoso, demasiado hermoso. No estuve preparado para las palabras que vinieron.
-Debes dejarla ir.
De pronto, sentí que toda su belleza desaparecía; una fuerte indignación empezó a oprimir mi pecho, y mi lengua empezó a afilarse, a raspar mis dientes mientras se cargaba con las palabras más feroces. Mocosa de mierda, ¿quién chucha se ha creído para decirme lo que debo hacer o no hacer?, fue lo primero que cruzó mi mente. Abrí mis labios, pero no tuve tiempo de desatar mi ira. Areliz volvió a tomar mi mano. Su piel era suave. Me contuvo.
-O debes dejar que yo me vaya. Como supongo que otras se han ido, como supongo que otras también se irán.
No supe que decirle. La temperatura en mi cabeza descendió hasta despejar mi mente, dejándola en blanco.
-No sería justo que te quedes solo –añadió.
Nervioso, tomé las fotos, las puse nuevamente en el sobre. Areliz sujetó su cabello negro, se hizo una cola compleja, sacó unos lentes oscuros de su bolso y se los colocó.
-No hagas eso –le reproché.
El sol empezó a morir en la sala de espera del terminal. Areliz se quitó los lentes, los devolvió a su bolso. Tomamos nuestras botellas de agua y fuimos hacía mi auto. Traté de no distraerme, pero las palabras de Areliz resonaban en mi conciencia. ¿Y si le hubiera dicho lo que pensaba? ¿Si me hubiera indignado terriblemente? Si así hubiera sido, esta chica, este ángel, no hubiera permanecido a mi lado. Me hubiera quedado solo, nuevamente, de regreso a la rutina en casa, al encierro en busca de historias feroces que nunca me lastiman. Hubiera echado una tarde completa al vacio, a la intrascendencia.
Abrí las puertas. El olor a queso del paquete había invadido todo el ambiente. Maldita sea. Areliz echó a reír con fuerza, mientras me repetía lo tonto que era. Me eché a reír también, mientras prendía el aire acondicionado y abría las ventanas, rogando que el olor desapareciera pronto. Guardé el sobre rojo en la guantera, y me deshice del paquete.
-Ven –me pidió Areliz, cuando terminé con todo eso.
Me acerqué, ella apoyó su espalda en mi pecho, levantó su brazo. En si mano tenía una cámara digital que disparó sin previo aviso.
-Otra, por si acaso –añadió.
Volvió a disparar. Aunque esta vez tuve tiempo de darle una sonrisa a la cámara. Areliz guardó el aparato en su bolso y subió al auto. Cerré su puerta, di la vuelta y subí. Nos quedamos en silencio un momento, mientras el motor rugía luego de hacer contacto.
-Creo que no me equivoqué al escribir en mi facebook –le dije, luego de pensar nuevamente en lo que me había dicho en la cafetería.
Ella me miró por un rato, sus dientes asomaban como perlitas traviesas entre su sonrisa. Retrocedí el auto y salí por Aramburú. El tráfico empezaba a avanzar como una manada de elefantes barritando, fieros. Aproveché la lentitud de la vía para mirarla una vez más, mirarla solitaria, tal vez, igual que yo, como si alguien la hubiera enviado el cielo, como si a pesar de todo, este mundo insistiera en regalarme esas hermosas coincidencias.
-Disculpa, Areliz –le dije, mientras el ruido de los cláxones empezaban a emerger en el final de la tarde.
-¿Qué paso?
Me pareció que sería obvio.
-No me has dicho dónde vives.
Había en ella algo de bondad y misterio, como el primer párrafo de una larga historia. Sus manos frágiles, sus piececillos delicados, la belleza que reposaba en su rostro. De pronto, todo eso empezaba a pertenecerme. Areliz sonreía. Siempre sonreía.
-Es porque aún no quiero ir a casa –me dijo.
-De acuerdo –contesté.
Di media vuelta, rumbo a Miraflores. Decidí perderme con ella esa noche; perderme con ella el resto de mi vida.
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Qué viva Caicedo
Lee la columna de Julio Barco

Published
4 días agoon
29/03/2025By
Julio Barco
Es difícil encontrar un amigo. Alguien que escuche tus desvaríos, o sólo te acompañe a caminar una noche. Hay algunos buenos amigos que, como Andrés, están muertos. ¿Puede que el libro que dejamos caer de las manos sea el amigo que nos salve del suicidio? Cuando oí algo de Andrés todo hacía suponer que se trataba de algún maldito (ahora que es normal proclamar falsos héroes y matar a otros, a uno le entra los escrúpulos). Sus fachas estrafalarias y medio hippies, no dejaban alguna duda. Pero había que leerlo, había que conocerlo. Invitarlo a bailar, caminar con él.
La historia dice que vivió en Cali, que al segundo intento logró matarse, pero que murió tranquilo, feliz, porque dejó alguna obra. Porque, como decía, le puso una fecha a la muerte, para que no lo venciera, para vivir intensamente y no envejecer, no olvidar, no menguar su furia. Aunque en vida llegara a decir que nunca sería un escritor, que nunca llegaría a nada, atravesó ese filtro por donde se fuma la leyenda.
Dicen, también, que sexualmente era híbrido, odiaba el humo del cigarro, pero le encantaban las rumbas, mejor aún si sonaba Ray Barreto; que leía a Borges y criticaba el realismo mágico; que se enamoró de dos hermanitos, muy pequeños, y que por eso casi lo meten preso; que su novia lo dejó, una, dos veces; que ingirió más pastillas de la cuenta (lo suficiente para bajarse a un elefante); que viajó a tierras yanquis cargando un guion bajo el brazo, pero fracasó y terminó de consumirse en las drogas; que creía en fantasmas y vampiros; que amaba a Poe: «Odio mi cuerpo y mi alma, dos cosas importantes, rebeldes a los cuidados y normas de la maldita sociedad, odio mi pelo, un pelo cansado de atenciones estúpidas».
Caicedo le pertenece a los jóvenes, porque siempre quiso escribirle a ellos. A ese grupo medio voluble y rebelde, que lee en los baños, que lee en las clases de matemática, que busca una voz, que llena las calles, las academias, universidades, el mundo y que grita, suda y quiere, sobre todo, sentir.
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Proyecto «El algarrobo»
Lee la columna de Edwin A. Vegas Gallo

Published
2 meses agoon
27/01/2025
Por Edwin A. Vegas Gallo
El proyecto «El algarrobo, no tiene nada que ver con el árbol símbolo del ecosistema forestal piurano, sino que se refiere al Proyecto minero El Algarrobo, que la Agencia de Promoción de la Inversión Privada, PROINVERSIÓN, ha adjudicado al grupo minero Buenaventura, único postor, por un monto total de 2,753 millones de dólares para producir de 5 mil a 15 mil toneladas diarias de polimetálicos, entre otros, cobre, plata y zinc. Por cierto, este proyecto está ubicado en el valle hermoso y fértil de Tambogrande.
Este anuncio como era de esperar ha provocado la airada reacción negativa de los agricultores del Valle, en la eterna disyuntiva de agricultura o minería, quienes se organizan para contrarrestar este proyecto minero en torno al gobierno local y municipalidades delegadas.
Tiempo atrás solicité a PROINVERSIÓN, que desde las bases de la adjudicación se considerara los parámetros que asegure la sostenibilidad ambiental minera. Lamentablemente como sucede siempre en los procesos que maneja aquella, ese requerimiento fue desechado y ahora se ahonda la disputa entre agricultores y mineros. No hay que olvidar la minería ilegal que se viene dando desde tiempo atrás en la zona de Las Lomas, Suyo y Anchalay.
Es verdad que hay buenos ejemplos de convivencia socio económica de agricultura y minería sobre todo en Canadá, más todos sabemos, la diferencia de aquél con nuestro país, en el que predomina la corrupción (el tema de la escasez del agua mayormente es por ello) y la desinstitucionalización del Estado, que no tiene respuesta rápida al control de la contaminación casos La Oroya, Cajamarca, Ventanilla- Callao, Lobitos, Cabo Blanco y la misma Las Lomas y Suyo, ni que decir el desmadre que ocurre con las poblaciones ribereñas amazónicas.
Así, es muy difícil construir sostenibilidad minera en Perú.
En el vecino Chile, hay buenos ejemplos de convivencia agrícola-minera, a partir de la decisión de CODELCO (empresa estatal del cobre) de la colaboración con la universidad, en esfuerzo conjunto por desarrollar una minería más sostenible con economía circular, invirtiendo aquella cerca de 2 millones de dólares para capacitación de recursos humanos y la descarbonización de los procesos mineros, de cara a impulsar la sostenibilidad minera.
Asimismo, para recordar a PROINVERSIÓN y a Minera Buenaventura, que la aprobación del proyecto, no solo pasa por programas sociales para el presente, sino pasa por asegurar la supervivencia de las generaciones futuras. Tal como lo aseguraron los antiguos peruanos agricultores y mineros desde hace 10 siglos atrás para asegurar la economía actual.
Ello requiere consenso, sin pasiones encontradas, requiere indicadores de desarrollo, alejados de los vaivenes políticos de tiros y troyanos.
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Asistentes virtuales se reinventan con la IA
Una variedad de tecnologías adoptan el lenguaje natural.
Published
2 meses agoon
26/01/2025
Desde el clásico clip de ayuda de Microsoft Word hasta Siri o Alexa, los asistentes virtuales han sido parte de nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos presenciando una revolución tecnológica que podría hacerlos desaparecer si no se reinventan. Con la llegada de modelos avanzados de inteligencia artificial como ChatGPT, los usuarios ya no se conforman con respuestas básicas o comandos simples. Ahora esperan conversaciones naturales, creativas e interesantes.
Esto nos recuerda lo que muchas empresas en Perú enfrentaron durante la pandemia: adaptarse o desaparecer. Lo mismo ocurre con los asistentes virtuales. Si no evolucionan, correrán la misma suerte. Por ejemplo, Google ha tomado el desafío en serio al integrar Bard en sus productos, transformando a Google Assistant en una herramienta más inteligente y capaz de responder de manera compleja. Alexa, de Amazon, también ha comenzado a renovarse para mantener un enfoque más conversacional, entendiendo mejor las necesidades de los usuarios.
Apple, por otro lado, está en deuda con sus usuarios. Siri, que alguna vez fue líder, ha quedado rezagado y no parece estar a la altura de la competencia. Aunque Apple trabaja en sus actualizaciones, el mercado no espera, y el margen para ponerse al día se reduce cada vez más. El caso más dramático es el de Cortana. Microsoft decidió retirarlo como asistente en 2023, aceptando que no podía competir. En su lugar, lanzó «Copilot», basado en GPT-4, una tecnología mucho más avanzada y adaptada a las demandas actuales. Cortana pasó de ser una promesa a un recuerdo. La realidad es clara: los usuarios quieren más. Herramientas como ChatGPT y Gemini han elevado el estándar, obligando a los asistentes tradicionales a reinventarse o desaparecer. En este mundo tecnológico, la evolución no es una opción, es una necesidad. Como ocurrió con muchas empresas peruanas, adaptarse no es solo una estrategia, es la diferencia entre seguir siendo relevantes o quedar en el olvido.
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Protege tu privacidad en la red con VPN
Lee la columna de Aníbal Mamani
Published
3 meses agoon
06/01/2025
¿Sabías que Claro, Movistar, Bitel y Entel pueden saber nuestra actividad en Internet? Pues sí. Ellos, como ISP (Proveedores de Servicios de Internet), técnicamente pueden tener acceso al registro de sitios web más visitados, incluyendo los videos reproducidos en YouTube y otras plataformas. No solo ello, también los mensajes de texto e historial de llamadas realizadas. Obviamente, tienen este poder bajo un estricto marco legal.
Sin embargo, en los últimos años se ha hecho popular una tecnológica llamada VPN (Red Privada Virtual), la cual otorga una capa de privacidad y anonimato en la red para evitar que terceros puedan acceder al registro de nuestra actividad en Internet. La VPN consiste en una red de servidores, en diferentes países del mundo, que sirven como mediadores para conectarnos a Internet.
Es decir, si activas la VPN, te conectarás a Internet desde otro país, como si estuvieras físicamente en ese lugar. La VPN tiene muchas ventajas, entre ellas: la seguridad, privacidad, acceso a contenido restringido geográficamente, ocultar la dirección IP y, sobre todo, las ISP no podrán saber tu historial de conexión. Si estás dispuesto a pagar una suscripción de Netflix o Prime, no deberías tener problemas en invertir en tu seguridad. Con más razón si eres periodista, investigador o deseas proteger tu conexión a Internet. ExpressVPN, NordVPN, Cyberghost ofrecen este servicio. También, varios antivirus modernos ya incluyen esta característica en sus versiones de pago. La seguridad en la red no es negociable.
(Columna publicada en Diario UNO)
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Hotel El Dorado de Iquitos cumple 35 Años
Lee la columna de Edwin Cavello

Published
3 meses agoon
30/12/2024
Hotel El Dorado de Iquitos celebra este 29 de noviembre sus 35 años de existencia, consolidándose como un referente de la hotelería en la Amazonía peruana. Esta importante fecha marca la trayectoria del primer hotel del «Grupo Dorado», que desde su inauguración en 1989 ha sido símbolo de éxitos y reconocimientos, gracias a su enfoque en estrategias hoteleras innovadoras y atenciones personalizadas.
A finales de los años 80, el Perú enfrentaba una crisis sin precedentes: el terrorismo y una hiperinflación que golpeaba la estabilidad económica y social del país. Mientras muchos inversionistas emigraban en busca de seguridad, Juan Alberto Rodríguez de la Torre Bueno tomó la valiente decisión de apostar por Iquitos, inaugurando el 29 de noviembre de 1989 el primer hotel moderno de la ciudad. Diseñado para satisfacer a los huéspedes más exigentes, el Hotel Dorado marcó un antes y un después en la oferta turística de la región.

Juan Alberto Rodríguez de la Torre Bueno.
El éxito del Hotel El Dorado fue el punto de partida para la creación y adquisición de nuevas propiedades bajo el paraguas del «Grupo Dorado». Entre sus hitos más destacados está la construcción de la discoteca NOA, un espacio que redefinió la vida nocturna en Iquitos. Además, se inauguró el Dorado Plaza, que más tarde se transformó en el Hilton DoubleTree, el único hotel cinco estrellas en la Amazonía peruana. Por último, el grupo amplió su oferta con la adquisición del Hotel El Dorado Express, dirigido a un segmento más económico, pero igualmente exigente.
En la actualidad, Hotel El Dorado cuenta con 60 habitaciones, de las cuales 20 son suites de lujo. Sus instalaciones incluyen un moderno business center, un restaurante de alta cocina, y salones de conferencia ideales para eventos corporativos y privados. Cada espacio está diseñado para ofrecer una experiencia que combina comodidad, exclusividad y el encanto de la Amazonía.
Más allá de su infraestructura, el verdadero éxito del Hotel El Dorado radica en su filosofía de hacer sentir a cada huésped como parte de una gran familia. Sus pasillos guardan historias de hospitalidad y dedicación que han dejado una huella imborrable en quienes lo visitan. Este compromiso con el servicio personalizado ha sido clave para consolidar su reputación y garantizar su relevancia en el tiempo.
(Columna publicada en Diario UNO)
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Escucha Solenoide: Nostalgia y literatura en el shoegaze ensoñador de su álbum homónimo
Producido por el peruano Mario Silvania y masterizado en Reino Unido por Simon Scott, miembro de Slowdive

Published
4 meses agoon
17/12/2024
La banda peruana Solenoide ha lanzado su primer álbum homónimo, consolidándose como una propuesta única dentro del panorama del shoegaze y el dream pop en Latinoamérica. Este trabajo, compuesto por 10 canciones, no solo explora paisajes sonoros cargados de melancolía, sino que también integra referencias literarias y mensajes políticos que buscan resonar en el público. Con un ideal claro, Solenoide pretende perdurar en la mente de sus oyentes, mientras deja una huella crítica y reflexiva que se alinea con los desafíos sociales de la actualidad.
El álbum comienza con una base conceptual que conecta la música con la literatura. Canciones como «Centinela», inspirada en la poesía de Olga Orozco, y «Sonqo», basada en un cuento del escritor peruano Daniel Alarcón, evidencian la profundidad cultural detrás del disco. Mientras tanto, «Tiananmen» nos transporta a uno de los episodios más significativos de la resistencia social, recordando la icónica protesta estudiantil de 1989 en Pekín. Este enfoque no solo subraya la riqueza lírica de Solenoide, sino que también refuerza su compromiso por usar el arte como vehículo de cambio.
A nivel sonoro, el álbum apuesta por atmósferas nostálgicas que evocan la autocompasión y la introspección. La producción, que contó con figuras como Mario Silvania y Simon Scott (Slowdive), logra un balance perfecto entre lo etéreo y lo terrenal, creando una experiencia auditiva envolvente. Cada pista fluye como un eco de las emociones humanas, entre guitarras distorsionadas y voces que parecen susurrar desde un universo paralelo. Este sonido es el espejo de un contexto complejo, donde florecer resulta un acto desafiante frente al caos del mundo moderno.
Con este lanzamiento, Solenoide no solo entrega un álbum; ofrece un manifiesto sonoro que desafía al público a reflexionar y conectar con su entorno. En un circuito musical que busca propuestas coherentes y trascendentes, la banda demuestra que el shoegaze puede ser algo más que una estética sonora: puede ser un mensaje de resistencia, paz y autoconciencia.
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Asesino mata a Ceo de empresa aseguradora en el corazón de Manhattan y escapa en bici. El CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, quien tenía asignado un equipo de seguridad interno durante su viaje a Nueva York, sin embargo, no contó con la presencia del equipo cuando fue asesinado a tiros frente a un hotel la madrugada del miércoles.
Desde muestras en redes sociales de solidaridad… con el asesino, hasta pánico en el mundo directivo de las grandes transnacionales, pasando por la tesis de una semántica de amenazas encubiertas a Elon Musk, el crimen de la semana ha marcado un precedente que podría repetirse en un mundo cada vez más polarizado y nada amigable hacia los corporativos.
A la puerta de un hotel, enmascarado con silenciador y a la vista de varios mató a quema ropa y con total sangre fría al CEO de una empresa aseguradora que iba solo y caminado a su reunión anual con los accionistas.
Tres casquillos fueron hallados en la escena del crimen las cuales tenían escrito a mano las palabras Demorar, Denegar, Defender. Estas palabras refieren a una estrategia legal que llevan a cabo algunas aseguradoras para no llevar a cabo el pago de la póliza y maximizar así las ganancias.
Falta de empatía en redes
La reacción en redes ante el hecho ha sido cruel y evidencia además de falta de empatía un hartazgo con las empresas aseguradoras.
En redes usuarios se manifestaron:
@Aguilr Emiliano: Nomás faltó un narco mensajes que dijera “ESTO VA PARA TODAS LAS ASEGURANSAS QUE NO PAGAN LAS POLISAS !att los asegurados jajajaja”.
@user657421089079: Que loco eso de tallar esas palabras en los casquillos, eso si es muy de películas.
@cceciuuu:Pues está mal, pero la verdad los seguros son unos rateros me quitan 400 dólares a la quincena de seguro y cuando quiero ir al doctor igual pago un dineral.
@Gabriel:Demorar: Denegar y Defender.
@elieli2000: regulación eso se llama de mercado.
@Alejandro: «Millonario» y «billonario» son sinónimos para decir ladrón, son personas que a través de violencia económica acaban con la vida de millones. Hemos fallado como sociedades, al permitir esos parásitos.
@Joni Tech | Software Engineer: si imaginas el EUA, primer mundo, tecnologías de punto, bombas nucleares, pero cámaras borrosas jajajajaja.

Miedo en el mundo directivo
Múltiples proveedores importantes de atención médica empezaron apenas enterados del suceso del miércoles a aumentar la protección personal en torno a los altos ejecutivos, según informaron fuentes de la industria de seguridad al medio CNN.
Como es de esperar los ejecutivos son el rostro visible de las organizaciones, algunas de las cuales empiezan a ser vistas con ánimos semejantes que tenía el pueblo llano respecto a los aristócratas de la Francia pre revolucionaria.
“Este suceso subraya realmente la creciente amenaza a la que se enfrentan ahora mismo los directores ejecutivos de las organizaciones, los jefes de las empresas”, dijo el exagente del Servicio Secreto y experto Jonathan Wackrow. “Las amenazas a las que se enfrentan los líderes corporativos hoy son significativas. Son la cara de la organización. El espectro de amenazas es bastante amplio cuando se piensa en cuestiones internas como empleados descontentos, violencia en el lugar de trabajo. Y luego se enfrentan a las críticas del exterior por los productos o servicios que fabrican”.
Elon Musk, posiblemente el CEO de más alto perfil de Estados Unidos en la actualidad, destinó aproximadamente US$ 2,4 millones a su seguridad en 2023 y otros US$ 500.000 solo en los dos primeros meses de este año. El dinero se pagó a una empresa de seguridad propiedad del propio Musk.
El mismo Musk ha escrito sobre las amenazas que enfrenta en su plataforma de redes sociales X. “Se avecinan tiempos peligrosos. Dos personas (en ocasiones distintas) ya han intentado matarme en los últimos 8 meses. Fueron detenidos con armas a unos 20 minutos en auto de la sede central de Tesla en Texas”, publicó en julio de este año.
Según CNN, por su parte el fabricante de chips de inteligencia artificial Nvidia, una de las empresas más valiosas del planeta, gastó US$ 2,2 millones en 2023 en seguridad residencial y honorarios de consulta, servicios de vigilancia de seguridad y servicios de automóvil y conductor para su CEO, Jen-Hsun Huang. De igual forma Apple gastó US$ 820.000 en seguridad privada para su CEO, Tim Cook, y el doble de esa cantidad en sus viajes aéreos personales en el jet privado de la compañía. Alphabet pagó US$ 6,8 millones por la seguridad personal del CEO Sundar Pichai. Meta Platforms, propietaria de Facebook, destinó US$ 9,4 millones en la seguridad personal del CEO y cofundador Mark Zuckerberg, que también recibe una asignación anual antes de impuestos de US$ 14 millones para cubrir la seguridad de su familia.

Semántica de una guerra de élites
En la red social 4chan usuarios teorizaron un mensaje de parte de las elites del stablishment dirigido al controversial Elon Musk, también CEO y próximo miembro del gabinete de Donald Trump.
Según la hipótesis de internautas, esto sería un mensaje para asustar a Elon y desestabilizar el próximo gobierno del republicano en una aceleración de acontecimientos que se ha disparado desde las pasadas elecciones de noviembre (autorización de Biden al gobierno ucraniano del uso de misiles de largo alcance contra Rusia, respuesta rusa, golpe fallido en Corea del Sur). Todo apunta a que algo muy grave pueda suceder antes de acabar el año para evitar mayores cambios en el orden global constituido que ha entrado en crisis. Lo que podría ser un vulgar crimen a un ejecutivo, sería según los conspiranoicos una pieza más en el gran juego del poder, mientras tanto se agitan masas descontentas de usuarios en las redes respecto al ineficiente y costoso sistema de salud norteamericano. Es como si algo se cocinara, y no es precisamente un pavo.
General
Dimensión de Garrido Malaver
Lee la columna de Julio Barco

Published
4 meses agoon
01/12/2024By
Julio Barco
Por Julio Barco
La poesía peruana tiene un amplio registro en todas las dimensiones humanas. Hay grandes poetas telúricos, como Vallejo, Hinostroza o Verástegui, así como bardos intimistas y oscuros, como Juan Ojeda, Sologuren y Eguren. Tenemos autores para llorar, pensar, reír y filosofar. En ese bosque de intensidades la obra de Julio Garrido Malaver (1909-1997) es cercana tanto a las vertientes más desmesuradas como a lo tierno y humano. Su obra fundamental, La dimensión de la piedra, poema largo comparte temática con La mano desasida de Adán. Ambos trabajos son un diálogo con la piedra, que permite condensar la ontología y la angustia temporal: Mas, el hombre ha nacido, es hombre,/ no para alcanzar la eternidad de la piedra/ sino la propia perfección y eternidad del hombre. El efecto estético se consigue en configurar un tono aparentemente sencillo, pero de amplio bagaje filosófico. El tema es hondo, pero de caligrafía diáfana. Orrego, en el famoso prólogo, no dudó en acercarlo a Vallejo calificándolos como dos de los más grandes poetas peruanos. Las líneas del filósofo bastarían para que la presencia del vate sea más recurrente en los estudios de poesía peruana. Sin embargo, no es así. Por estos motivos, el ensayo Julio Garrido Malaver: poesía y ejes temáticos (Diario Real, 2024, con apoyo de la Comunidad Cultural JGM) de Bethoven Medina nos permite conocer más de la poética del autor, tanto en prosa como en verso. Este trabajo nos empapa del itinerario de Málaver, desde el grupo Poetas del Pueblo al proyecto Cuadernos Trimestrales de Poesía. Medina afirma “El contexto de la poesía peruana en las décadas 1940 y 1950, se da entre insurgencia social, conflictos y diferencias de clases abiertamente contrapuestas: la burguesía y el pueblo (…)” Por otro lado, el trabajo divide los ejes temáticos en siete categorías: andinismo, agricultura-pareja, familia, migración-urbanismo, infancia-senectud, identidad ante la modernidad y poética elemental. ¿A qué se debe la poca presencia del poeta en las antologías? ¿A su filiación aprista? ¿Sigue la senda del olvidado LAS? Posiblemente. No obstante, el trabajo de Medina pone en nuestras manos una invitación a las dimensiones de su palabra.

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