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Pintura

Andrés Molina: 50 Años de Vida Profesional Artística

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EXPOSICIÓN DE ANDRÉS MOLINA

 

Un referente del arte peruano contemporáneo cumple 50 años de labor. El reconocido pintor Andrés Molina celebra cinco décadas de producción artística y presenta su exposición individual en el Museo de Arte de San Marcos, la que será inaugurada este jueves 03 de octubre.

Durante su etapa de estudiante de la Escuela Nacional Autónoma de Bellas Artes del Perú, Molina aprendió y perfeccionó su técnica gracias a maestros como Carlos Quízpez Asín, Ricardo Grau y Juan Manuel Ugarte Eléspuru. Fue además un destacado líder estudiantil, promotor de congresos estudiantiles y otras actividades académicas, siempre en pro de ideales relacionados al amor a la patria  y al arte.

Realizó sus primeras exposiciones individuales en el extranjero luego de egresar de la ENSABAP a mediados de 1960. Países como Chile y Estados Unidos dieron acogida al joven Molina, quien iniciaba una prometedora carrera profesional. Su primera exposición en el Perú fue en 1966 y, desde ese año, su producción ha sido continua y prolífica tanto a nivel nacional como internacional.

La actividad de Andrés Molina no se ha limitado solo a la creación plástica, también se dedicó a la enseñanza, a labores administrativas y de investigación. Fue maestro y director de su alma mater, la ENSABAP; jefe de su área de publicaciones y director de la desaparecida Academia Concha.

La inauguración de su más reciente muestra será el próximo 03 de octubre a las 7:00 p.m. en la sala Víctor Humareda, Patio de Jazmines del Centro Cultural de San Marcos, Av. Nicolás de Piérola 1222, Parque Universitario, Centro Histórico de Lima. El horario de visitas es de lunes a sábado de 10 a.m. a 1 p.m. y de 2 a 5 p.m. El ingreso es libre.

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Pintura

A flor de piel

Textiles, pinturas y esculturas componen el nuevo conjunto individual de Eduardo Llanos. “Piel y texturas” se inaugura el 11 de setiembre en La Galería de San Isidro.

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Desde que tiene memoria, el textil precolombino siempre fue su inspiración. También la arquitectura contemporánea. Y las texturas, ese golpe de sensibilidad al tacto. Utilizando una gama de técnicas y materiales que van desde el acrílico hasta la escultura y el tejido tridimensional con materiales no tradicionales —e inesperados, como el metal—, el artista también ha experimentado con trozos de cerámica, vliselina, yute y piedra. Todo lo cual funciona como disparador metafórico de su arte.

Pero la curiosidad de Eduardo Llanos (Lima, 1957) también viaja hacia las insondables profundidades del ser. “La psicología y el arte no solo eran mundos atractivos, eran espacios de indagación que ya habitaban en mí”, dice.  Entonces ingresaría a la facultad de sicología de la Católica y, tiempo después, se embarcaría rumbo a Holanda para estudiar en Rietveld Academie de Ámsterdam. Fue inminente su inmersión en el movimiento Stijl, que evolucionó el cubismo hacia la abstracción geométrica pura.

Europa fue un espacio de exploración constante. La arquitectura como madre de todas las artes y el respeto por material ancestrales como el textil peruano. El interés por la aplicación utópica de la creación y el diseño. La búsqueda de lo básico, de la esencia del material y su ubicación precisa en el espacio. Nada de lo cual era fácil para alguien que venía de un mundo tan barroco, sincrético y contradictorio como el nuestro.

Llanos culminó sus estudios con un proyecto de examen final que causó grandes controversias: era un altar barroco hecho de desechos y un espejo donde el espectador podía mirarse como un santo. En la obra subyacía la estructura arquitectónica recubierta por la parafernalia barroca latinoamericana. Una foto del altar salió publicada en la primera plana del diario holandés “Het Parool”, ese fue el detonante para una carrera prolífica y llena de matices.

Valor agregado

Lo cual devendría en una serie de pinturas y esculturas donde el textil precolombino, en su complejidad y sutileza, se conecta con nuestra propia historia e inspira nuevas formas. El textil es nuestro arte más antiguo, una metáfora de la complejidad de ese mundo sincrético que era el antiguo Perú. “En nuestra existencia subyacen estructuras formadas por hilos, vínculos que nos sustentan, nos protegen, pero también nos enredan, nos desmadejan y nos vuelven a sostener. Siento que en la historia de mi familia y de todos nosotros como peruanos el textil está presente, como esa estructura subyacente. Reconozco que en mi es casi una forma de pensar”, señala el artista.  

Tu arte trabaja sobre el misterio de la asociación libre y la indagación sensible de lo inconsciente. Pero, ¿esa no es la naturaleza de toda obra artística? En todo caso, ¿cuál es la diferencia y/o el valor agregado de tu trabajo? “Efectivamente, la asociación libre y la indagación sensible de lo inconsciente no solo es propiedad del psicoanálisis, es un bien compartido felizmente con el arte. Recuerdo un libro de Chamberlain titulado ‘Freud, el artista escondido’ donde postula que Freud tratando de explicar su teoría recurre repetidamente a la literatura y el arte y termina creando una forma de explicar el mundo”.

¿Y cómo compatibilizas el arte con tu trabajo analítico? “En consulta veo colores, formas que después desarrollo en lienzos y estructuras abstractas. De alguna manera se entretejen historias, sentimientos y emociones que se ven plasmadas en algo totalmente distinto. No es nuevo, no hay nada nuevo bajo el sol, es lo antiguo cualitativamente digerido y transformado. Como toda obra artística, es una suerte de búsqueda sublimatoria de las tragedias de la vida. Que en mi encuentra expresión en la pintura y escultura como sustento de nuestra existencia».

Búsqueda y encuentro

Existencia que, en el caso de Llanos, se sustenta en su entrega al arte desde la recordada “¡Feliz 28!” en la Sala Miro Quesada Garland de 1993, su primera muestra en Lima después de su formación en Holanda. El año anterior había hecho en el Museo voor Volkenkunde de Rotterdam una muestra dedicada al encuentro de dos mundos que necesitaba replicar en su país. “En el 92 vine para coordinarla. Pasábamos por situaciones terribles, llegué justo el día de la bomba de Tarata. Recuerdo a la gente corriendo por las calles huyendo del terror, pero también a Lucho Lama que me decía hacemos la muestra de todas maneras, aunque tal vez el próximo año no haya país”.

Un arte que, como la vida misma, está en constante evolución. “Uno y el contexto donde vive no es el mismo. Así quiera, no puede repetirse. Siento que, como artista, soy un ser constantemente insatisfecho, lo que hago siempre me plantea nuevas preguntas, nuevos retos. Las imágenes que uno tiene adentro nunca son lo que quisiera plasmar en el material. Hay siempre una suerte de frustración. Felizmente, porque eso nos permite seguir creando, seguir buscando. Una obra da pie a la otra. Un formato, un trazo y hasta un error o una mancha inesperada da lugar a un nuevo camino, a una nueva búsqueda”.

¿Y de qué otros artistas/corrientes/estilos te sientes tributario? “Kela Cremaski, Olga de Amaral, Shiela Hicks, Herman Scholten, Maria Blaisse, Venancio Shinki, Gerrit Rietveld, Carlos Runcie. Conocí a varios de ellos, de muy joven visité varias veces a Kela Cremaski, que me enseñaba sus obras con mucha simpatía. También de joven conocí a Sheila Hicks en su taller París, le encantó recibir a un joven peruano que se atrevió a llamarla por teléfono. Herman Scholten y Maria Blaisse, entre otros, fueron mis grandes maestros en la Rietveld Academie, de ellos aprendí que la sobriedad y el trabajo diario, terco y constante rinde sus frutos. Qué decir de Carlos Runcie, un gran amigo y colega que siempre ha estado allí con su entusiasmo presto a dar una mano y con quien comparto inquietudes estéticas de nuestra generación y procedencia”.

Bajo la piel

Y así llegamos a “Piel y texturas”, nueva muestra que tiene toda esa impronta que desde su primera exposición —Museum voor Volkenkunde de Rotterdam, 1993— hasta ahora, no se destruye, solo se transforma. Si su primera muestra era una instalación neobarroca fabricada con espejos y desechos, las siguientes habrían de transitar por la deconstrucción de múltiples perspectivas simultáneas hacia el expresionismo abstracto, el diseño gráfico, la escultura y una serie de trabajos con plata que lo aproximan a la orfebrería. “Mi obra está teñida de esa mezcla y yuxtaposición insólita de estilos, saberes e ignorancias, repeticiones y descubrimientos, avances y retrocesos”, señala.

“Piel y Textura” son una serie de rugosidades inspiradas en la piel y los pliegues que nos constituyen. Rugosidades armónicas y a veces también conflictivas. Son 16 obras que van de la pintura a la escultura y a los textiles escultóricos. “Pretenden ser metáfora de esos misterios que la piel muestra y a la vez oculta, protege y a la vez devela en el encuentro con ese otro”, señala. “Mi arte vive en las márgenes. No me molesta, pues es una búsqueda muy personal, más allá del cliché del pintor. Por ejemplo, el textil es a veces considerado artesanía, un arte menor, y está asociado comúnmente con lo femenino. Cosa que en muchos casos es tributario de un vano estereotipo superficial. Acá en el Perú, en muchos pueblos andinos un muchacho ‘para hacerse hombre’ tiene que ser capaz de tejer un chullo con 5 palitos que cuentan su historia. Tal vez sea el precio de la originalidad”.

La exposición se ubica La Galería en la calle Conde de la Monclova 225, San Isidro, y va de lunes a viernes de 11 a.m. a 8 p.m., y los sábados de 4 p.m. a 8 p.m del 11 de setiembre al 5 de octubre. Ingreso Libre.

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Pintura

Esarte presenta gran exposición de maestros de la pintura peruana

La muestra está abierta al público durante el mes de julio en el distrito de Miraflores y alberga obras de los reconocidos artistas Gerardo Chávez, Venancio Shinki, Carlos Revilla, José Tola, Consuelo Amat y León, Elda di Malio, Leoncio Villanueva, Ramiro Llona y José Carlos Ramos, entre otros.

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Esarte y Edifica presentan “Casa Urban Heigths” un espacio que promueve el arte y la apreciación de las distintas formas de expresión. En esta ocasión durante todo el mes de julio Gianina Bellmunt, directora de Esarte brinda al público una exposición de arte multifacética dotada de diversos estilos y expresiones artísticas para apreciar y adquirir las obras.

Los trabajos se distribuyen en cuatro ambientes-salones que han sido adaptados como galería de arte, dentro de una hermosa y tradicional casona de estilo colonial, ubicada en el distrito de Miraflores, Lima-Perú.

En el primer salón, se exhibe una individual de la maestra pintora Consuelo Amat y León, titulada “Espacios insospechados”, con obras de gran formato inspirados en la cosmovisión mítica espacial andina, desarrollada con sus fantásticas paletas de azules, tierras y oros.

Obra de Consuelo Amat y León.

En el segundo salón reposan grabados de artistas destacados de Perú, como Venancio Shinki, Elda di Malio, José Tola, Gerardo Chávez, Martha Vértiz y Ramiro Llona, entre otros. Asimismo, grabados de artistas extranjeros.

Obra de Venancio Shinki.

En el tercer salón, el público y los coleccionistas podrán disfrutar de los pequeños formatos de Carlos Revilla, Venancio Shinki, José Carlos Ramos y Cuco Morales, más una obra de gran formato del maestro Leoncio Villanueva. En el cuarto salón se exhiben obras de John Chauca y Eduardo Cochachín y en los pasadizos los trabajos de Gino Ormeño, Guillermo Berghusen, Rubén Saavedra y Rafael Moreno.

Obra de Carlos Revilla.

Esarte invita al público en general a ver esta importante exposición que muestra a grandes maestros y artistas contemporáneos de destacada trayectoria.

El Dato:

La muestra en “Casa Urban Heigths” estará abierta durante todo el mes de Julio del 2024, en el horario de lunes a sábado de 9 am. a 8 pm. y domingos de 10 am. a 6pm. en avenida Paseo de la Republica 6143 Miraflores, a media cuadra de 28 de julio.

Para mayor información, pueden escribir al WhatsApp 9979725656, o al Instagram Esarteperu.

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Pintura

Exposición de “Mapas e Historias Urbanas del Cusco Monumental” del artista Miguel Ángel Velit

Muestra individual de pinturas puede ser apreciada de lunes a sábado de 10 a.m. a 6 p.m. durante todo el mes de abril.

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El pasado 5 de abril se inauguró la muestra individual de pinturas pop urbanas y abstractas del artista plástico peruano Miguel Ángel Velit titulada “Mapas e Historias Urbanas del Cusco Monumental”, en la galería del Museo de Arte Contemporáneo de la Municipalidad del Cusco, ubicado en la avenida Espinar 270, en pleno centro de la ciudad imperial, la cual se puede visitar de lunes a sábado de 10 de la mañana a 6 de la tarde durante todo el mes de abril.

El artista plástico muestra en Cusco una exposición itinerante a sus 60años de edad de pinturas ya exhibida en Trujillo, Arequipa, Lima y luego iría a Buenos Aires, New York y el Museo de Iquitos en Maynas.  Velit trae una seria de 15 cuadros pop urbanos   que parten de la figuración abstracta simbólica, bastante actual y personal partiendo de ideas andinas y urbanas con un toque de humor blanco y criollo, como “Un Inca viaja a la Bienal de arte en Bicicleta”. “Un Mototaxi llega al Cusco”, “El Viaje de la Picachu”, “Un Inca llega a la Bienal de New York en bicicleta”, “Bus Latinoamericano llega al Cusco”, “El Loco de la Plaza de Armas”, o “Zapatito Pop Turbo”.

Esta exposición en el museo va bajo la curaduría del historiador Juan Peralta investigador de Arte Contemporáneo.

Velit invita al público en general a apreciar su muestra bastante personal y urbana, exhibida en varias Bienales internacionales como la de Bangladesh, New York, Bolivia Argentina, Francia y la Bienal de Arte Indígena en Ecuador obra creada en estos últimos 4 años.

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Cultura

Ricardo Terrones y el ejercicio pictórico como resistencia

Lee el artículo de Israel Zamora desde México.

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Por Israel Zamora

La forma en que un pintor latinoamericano entiende las imágenes artísticas es en suma diferente a la que un artista europeo o por ejemplo un árabe pudieran tener. Para un artista latinoamericano, la vieja discusión que aborda la imagen en sus dos significados más amplios, ya sea el que la define como signo o el que la define como símbolo, está rebasada. O más bien no le preocupa, la pintura hecha por un latinoamericano tendrá siempre ambas cualidades, es decir significará, señalará algo, pero también evocará otra cosa, esa otra cosa es su verdadera definición.

Con el hábito imaginativo que se consigue al mirar las imágenes nos soló como una representación sino como una posibilidad profunda de comunicación, el pintor que crece en Latinoamérica, es decir la única América, apuesta por trasladar la conmoción de mirar todo como si se mirara por primera vez, ya sea una cordillera de fondo azul, un pedazo cicatrizado de tierra, un icono religioso arrinconado en una vieja capilla colonial, un árbol que ya es preludio del desierto, la nieve de un volcán que se confunde con el tránsito de las nubes, o las ruinas precolombinas que, imperecederas, aún desafían el horizonte del tiempo. Añadamos las imágenes que se generan en tierras más ambiguas como las que nos deja un sueño o en un recuerdo.

Sin embargo, Latinoamérica es uno de esos lugares del mundo donde se percibe la dolorosa descompensación que hay entre una tierra rica en la que todo crece y los pueblos que la habitan que poseen apenas nada. Entonces el latinoamericano que se vuelve artista, apuesta por una resistencia contra todo tipo de oposiciones. En primer lugar, están aquellas que se heredan al crecer en un pueblo oprimido que no hacen más que multiplicar las adversidades, tales contingencias es muy común que en éste continente vayan de la mano con alguna tiranía política. También están aquellas que derivadas de un occidentalismo* impositivo miran a la obra artística creada en Latinoamérica todavía sólo como fruto de un exotismo colorido. Y finalmente, están las contingencias propias del oficio, aquellas que son de índole más íntimo y que crecen conforme el pintor crece: dudas, transiciones, inexperiencias, maduraciones, etc. Toda ésta lista de azares hace del nacido en Latinoamérica que se decide por la creación artística una especie de Prometeo, un rebelde incansable que la mayor parte del tiempo va a contra corriente.

¿Qué le queda al nacido en una tierra castigada pero que, incansable, florece? Sólo una cosa, volverse cronista de tal resistencia, mirar la tierra como un espejo que le devuelve su reflejo. Reflejo de cordilleras, de contemplaciones, de feliz o amargo autoconocimiento, reflejo de nubes que son la imagen del pintor mismo. Ahora bien, nube es una imagen del tiempo y el tiempo para un artista latinoamericano, va más allá de una entelequia filosófica, el tiempo en los quipus de Perú es un tejido que anuda el hilo de nuestras vidas y en los relieves aztecas es la imagen de los ciclos. Éste reflejo otorga identidad y la identidad para el artista que también se reconoce en el cóndor o en el jaguar, no es más que el alma de esta tierra.

*Entendamos aquí occidental como aquel valor histórico que pretende, todavía, ubicar el centro de la identidad humana en lo europeo o en lo estadounidense, ignorando las culturas que componen todo el horizonte universal.

Esa alma está siempre revestida de color, luz festiva con el que la naturaleza reviste las cordilleras inacabables de este continente y genera los tonos con los que los pueblos decoran sus casas, brote perenne en forma de estrellitas de papel o de animales de madera. En ningún otro continente el color es ese festival centelleante y alegre que anima las retinas o el pigmento milenario que también es una raíz profunda como lo es en Latinoamérica. Desde las trágicas aguas del río Bravo hasta los confines de la Patagonia, la América latina es una tierra en constante resistencia, de montañas estoicas y pueblos fieles a ellas.

Entonces, además de ser la tierra de los demagogos y líderes tíranos, Latinoamérica es también tierra de poetas y pintores, ellos y el gran legado cultural de éste continente vivifican el halito del alma de ésta parte del mundo. Sin embargo, el color con el que las cosas se pintan en éste continente deriva de un núcleo profundo, es aquella raíz indígena que determina nuestro lugar en el horizonte, que nos obliga rememorar de dónde venimos, experiencia traumática y amarga, pero, para el ejercicio artístico, también germinal. Engendrado en esta raíz, el artista latinoamericano posee una ventaja sobre el occidental, la visión, el comentario sobre el mundo que un artista latinoamericano pudiera hacer no es parcial, no está fracturada por aquella historia siempre incompleta y engañosa quiso ubicar el centro del universo en tierras europeas o desde hace más de un siglo estadounidenses. Tal visión, persiste, así nos los demuestran las tiranías políticas económicas que rigen y someten allende las fronteras.

Entonces, el pintor latinoamericano, posee ambas experiencias, la de los colores de sus raíces y la visión que la cultura occidental le propone en los rígidos libros de historia, es decir, el artista latinoamericano sabe mirar las ruinas del Partenón, no las niega, pero le son más próximas las de Machu Picchu, sabe convivir entre ambas, pero reconoce cuales le son más próximas. Así el pintor latinoamericano se sumerge en un proceso inacabe de revelaciones y redenciones, se halla en constante labor de recuperación ¿qué recupera éste pintor? Aquello que llamamos magia, mito y belleza, tres elementos que definen mejor que cualquier otro epíteto la herencia cultural que comparten las Américas y cuyos frutos han resistido la tiranía histórica occidental a la que debemos el peyorativo término de lo prehispánico. Qué es lo prehispánico sino lo que siempre ha estado aquí, latiendo, pulsando, a veces en forma subterránea como los dioses del cuento de José Emilio Pacheco: La fiesta Brava, otras, como los dioses originarios de barro escondidos bajos las vírgenes españolas de porcelana en los altares de las iglesias, continuamente en forma de poema cíclico como Piedra de Sol de Octavio Paz, y otras, a la vista de todos, como pirámides en perenne contacto con las estrellas. Señalar algo como prehispánico reitera el esfuerzo por esconder y socavar el valor de la cultura original de las Américas, en la pronunciación de lo prehispánico se aboga por un occidentalismo histórico que niega y desconoce la presencia física de los habitantes originarios de éstas tierras.

Una de las caras, la más reciente, de la versión occidental del mundo que está en franca oposición al crecimiento de nuestras raíces, es la marea tecnológica y mediática que actualmente nos somete en una ilusión comunicativa. De tal manera que identidad, es hoy más que nunca una palabra peligrosa porque rescata visiones olvidadas para restituirlas, porque nos recuerda que un yo personal está ineludiblemente ligado a un yo colectivo por lo que establece el saludable vínculo entre la tradición y el presente. Nada más peligroso para las redes sociales, que nada tienen de social, que aquel que en pos de una identidad se desconecta.

Ahora bien, como cualquier labor artística, pintar es un hábito que requiere soledades, por lo que nada más natural que el pintor se desconecte. Pintar, entre muchas otras cosas es buscar la materia secreta de la que está hecha el mundo. Empecinado en sus pinceles, el pintor rastrea el símbolo secreto que se oculta en un árbol, en la sonrisa de un anciano o en el relieve de un dios olvidado. El pintor es ese gambusino que sacude su charola para encontrar la beta de oro escondida entre los miles de guijarros del río de la vida.

La pintura de Ricardo Terrones, tiene la cualidad de ésta búsqueda, de un camino de flores caprichosas, cuyos colores también varían según el lado del río en el que crecieron. Las formas de sus protagonistas, son evocaciones de una flora y una fauna exuberantes; figuras que se extienden a lo largo de la superficie pintada como se extiende una cordillera vista a vuelo de pájaro. Son entonces mapas fantásticos de una tierra prometida, aquella tierra que buscaban los aventureros que a veces llamaban el paraíso del Preste Juan y otras El Dorado. Hablar de color es siempre una ambición, de color se ocuparon mentes como la de Goethe y la de Newton, también aquellos pintores de los frescos de Bonampak cuyas composiciones rivalizan sin duda con las de Uccello. Entonces hablemos de tono, éste término es más modesto y maleable, además nos permite analogías de otro tipo, por ejemplo, tono hay tanto en la pintura como la música. Volviendo al tema que nos ocupa, el tono que cubre las figuras en la pintura de Ricardo Terrones son también una búsqueda, quieren que el color sea por sí mismo un símbolo y no sólo una capa que cubre el interior de los contornos, es una pintura que propone una interacción entre ambas entidades, que la figura genere color y que el color germine figuras. Los tonos de esta pintura buscan el pigmento originario, aquel tono universal que recubría las cosas y que trasciende las fronteras, quieren encontrar el azul que hay bajo todos los azules, el ocre que se esconde bajo todos los ocres, el rojo de todos los rojos.

A pesar de que entre estos tonos y la luz hay una relación genética, los cuadros de Ricardo Terrones también dan cabida a aquellos cuyas cualidades cromáticas son más bajas, aparecen entonces violetas oscuros, sienas tostados o azules que colindan con los negros. Estas tonalidades están intrínsecamente relacionadas con los cielos nocturnos y las estrellas, cuya presencia son ya símbolo de reflexión y melancolía, de aquel que al ver un astro se pregunta por su propio devenir. No pocas veces así lo hacen las figuras de estos cuadros, miran hacia arriba para ver los astros contemplativamente, otras ocasiones para rendirles tributo en forma de danza, pero también hay otras en las que aúllan por su ausencia. En su serie hecha sólo con blanco y negro está intensión se radicaliza, los dos tonos primigenios interactúan para permitir una nueva espacialidad en sus composiciones, aparecen entonces amplias zonas carentes de figuras que no son un vacío, son el espacio propicio para la aparición de músicos, mujeres, grandes peces que recorren el blanco de ese espacio como un nado petrificado en un relieve. Estas figuras comparten cierta cualidad, de alguna manera son astrales, como los rituales de cuerpos pintados de los Onas, habitantes originarios de la Tierra del Fuego. Sin embrago en la misma serie, inesperadamente, irrumpe el perfil de un Volkswagen, símbolo innegable de nuestra era post industrial y que reitera nuestra frágil postura como entes que han perdido el rumbo.

La búsqueda de la pintura de Ricardo Terrones, como cualquier ejercicio artístico genuino, es ardua por sus propósitos; encontrar ni más menos aquella cualidad que compartían las imágenes pictóricas con las mitológicas y darles un presente, la temporalidad del hombre actual. Temporalidad de cielos nublados, borrascosos que impiden ver el horizonte, pero también de días claros como aquellos que conmovieron al poeta Nezahualcóyotl y le hicieron preguntarse por el destino de un colibrí.

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Cultura

Ximena Heraud, la artista peruana que expone en Grecia

Conoce a la artista peruana Ximena Heraud, que estará exponiendo sus cuadros en Grecia desde el 21 de junio al 5 de julio como parte del Festival de Poesía LEA.

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Su pasión es la pintura y los viajes, y gracias a su trabajo la artista Ximena Heraud estará exponiendo su muestra «Recorriendo Perú», en Atenas, Grecia. La exposición es auspiciada por la Embajada de Perú en Grecia. En la emblemática ciudad cultural, cuna de grandes artistas y filósofos, Heraud presentará 16 cuadros de paisajes peruanos que narra sus vivencias viajando por el Perú, acompañados de videoarte y sonidos que logran una inmersión del espectador en la experiencia de viajar.

Esta muestra está dentro del marco del Festival de Poesía LEA en donde además se están incluyendo una serie de poemas inéditos que estará presentando por primera vez, acompañados también de los poemas de su tío Javier Heraud. Esta poesía seleccionada describe su conexión con la naturaleza y narra una experiencia íntima y personal que siente al viajar sola.

Lima Gris conversó con Ximena Heraud antes de su viaje al país de los dioses griegos. Habló sobre sus influencias, su tío Javier Heraud, la Bienal de Venecia, el Ministerio de Cultura, y sobre su pasión por el arte y su exposición en Grecia.

Cómo llegas a Atenas, porque si bien ganar espacios dentro del país es difícil, afuera lo es mucho más, entonces cuéntanos ¿cuál es tu secreto para terminar exponiendo en países como Grecia?

Toqué puertas en todos los sitios que pude y lo sigo haciendo, desde galerías, Embajadas, Bienales, concursos, ministerios, etc. Cada día que puedo escribo a distintos espacios artísticos de todas partes del mundo. Tengo bastante claras mis metas. Algunos artistas piensan que solamente por pintar y poner una que otra foto en sus redes sociales o exponer en un centro cultural limeño van a lloverle clientes y la realidad es que para tener éxito llegando al extranjero también está involucrado un trabajo post producción artística de investigación, seguimiento a otros artistas, relaciones personales, marketing, manejo de redes sociales. Es un conjunto de cosas que muchos no se toman el esfuerzo de aprender o les da vergüenza preguntar o presentar su proyecto sabiendo que van a tener muchos rechazos en el camino. De 500 puertas que toqué, por allí se me abrió una y así sucesivamente. Lo importante es no desanimarse en el camino y seguir adelante a pesar de las críticas o los desánimos de quienes no aceptaron nuestro trabajo porque siempre que sepamos nuestro verdadero valor nada ni nadie puede derrumbarnos.

Es invertir bastante tiempo, porque primero está el tiempo de inspiración, de creación, y el proceso de gestión para llegar a esos tipos de espacios.

Primero viajé dos años por el Perú, y durante esos dos años estuve pintando todas mis experiencias, porque no solamente es una muestra de pintura, sino que también tiene una parte de audiovisual que es un video de los viajes que hice, las experiencias que tuve con las pinturas, así que también hay audios; en cada lugar que llegué grabé los sonidos de los espacios, por ejemplo hay un cuadro que se llama “La cueva de las lechuzas”, en donde te puedes poner los audífonos y puedes escuchar a las lechuzas gritando en el mismo lugar, entonces es una muestra que abarca el sonido, audiovisual y va a tener poesía junto con los cuadros, es como bastante amplio. Todo eso lo hice más o menos en dos años en donde a veces me quedaba pintando hasta las tres de la mañana, de verdad me esforcé un montón, y cuando empecé a tener mucha fe de lo que hice empecé a tocar puertas, galerías, ir a distintas partes en donde pensé que podrían aceptarlo y así fue recorriendo distintos países.

Esta muestra que vas a tener hay pintura, poesía, audio y video, entonces será una obra multidisciplinaria. Me llama la atención la poesía porque eres familiar del poeta Javier Heraud. ¿Es algo natural que fluye entonces?

Tengo ese vínculo artístico, definitivamente. Esta poesía que estoy presentando la escribí entre los 15 y los 17 años, por ahí uno que otro a los 19, pero ha sido cuando estaba en una etapa bastante joven; en los últimos años de colegio empecé a escribir un montón de poemas, escribía todo el día poemas, entonces un día edité todos esos poemas que tenía y los puse en mi libro.

Lo que pasa es que esta muestra está dentro de un festival de poesía que se llama el Festival LEA, de Grecia, y va a estar dentro de un centro cultural que se llama Melina Mercury Cultural Center, y es una muestra individual de 16 cuadros míos y tiene poemas de mi autoría y también de Javier Heraud.

¿Ha sido difícil hacer esa selección de poemas?

Justo los poemas que he seleccionado son los que están relacionados con viajes; yo cuando viajo improviso muchísimo y recojo cosas del lugar, me conecto con la tierra, entonces todos los poemas están seleccionados en base al contacto con la naturaleza, con los ríos, las plantas, el aire, la libertad. He seleccionado esos poemas que combinan perfecto con la libertad de viajar.

Estudiaste Arte y Comunicaciones, pero al final te inclinaste por lo primero.

Yo empecé a pintar cuando era bien chiquita, a los 6 años; después he estado en varios talleres de arte y siempre me ha encantando el arte en general. En las clases de matemática yo iba dibujando en mi cuaderno, igual me pasó en la universidad durante las clases aburridas, entonces siempre fue algo que ha estado muy pegado a mí. El arte y las comunicaciones son muy compatibles.

Entre la literatura y la pintura ¿Qué diferencia encuentras?

En la parte similar es que en todos estoy bastante aislada, quizás en la parte de literatura y poesía es que ahí me siento completamente sola, es como que saco a la luz cosas muy internas mías, y en cuanto a la pintura es como si descargara información. Ahorita estoy usando bastantes patrones geométricos, y estoy usando como señales, visiones que tengo, y experiencias que he recopilado como símbolos de huacas.

En ese sentido, dentro de la pintura, ¿cuáles son tus referentes?

Tengo bastantes influencias de artistas extranjeros. Desde hace muchos años sigo el trabajo de una artista japonesa que se llama Yayoi Kusama que su vida misma es una obra de arte, desde su forma de vestir hasta sus instalaciones. También me gusta mucho la libertad con la que se expresa el pintor alemán Gunther Forg que me inspiró a reconectarme nuevamente con mi niñez y ese trazo libre que solía tener. El trabajo de la pintora suiza Heikedine Guenther es muy similar al que vengo explorando, ya que trabaja con patrones circulares y geométricos. El trabajo de la ceramista española Anne-Laure Cano me recuerda mucho a unas piedras con las que me conecté en un viaje de exploración que hice llamadas Piedras Brujas y que es muy similar a mi forma de ver la vida. Y desde que viví en Australia seguí de cerca el trabajo del ceramista australiano Peter Rushforth que me maravilla con su color y formas de la tierra. Finalmente, en performance me parece súper interesante el trabajo de la artista serbia Marina Abramovic porque rompe patrones y se arriesga a expresar su lado más íntimo en un teatralismo real. Sin embargo, mi mayor influencia son el arte aborígen australiano, simbología ancestral de huacas y patrones preincas de cerámica o telares, geometría sagrada y misticismo de culturas ancestrales en combinación con las cosas que voy encontrando en medio de la naturaleza en viajes solitarios.

En los propios tejidos, por ejemplo.

Me encanta toda esa parte de los textiles, me parece fascinante. En la parte Inca y Pre Inca me encanta toda la cerámica porque ahí están representando su mundo interno, ahí te puedes dar cuenta de muchas cosas. Hay símbolos de tipo panteras, animales de poder, cabezas clavas. Creo que esa era su forma de comunicarse.

Regresando a Grecia, sin duda es interesante en el tema de filosofía, historia y cultura. ¿Con qué más piensas que te vas a encontrar ahí?

En el 2019 fui a Grecia, fui a Atenas, estuve ahí en un par de islas; estuve bastante tiempo en la parte del sur de Atenas, Calamata me parece que se llama. Yo tengo antepasados griegos de parte de mi abuela por parte de mi papá. Entonces tengo un poquito de Grecia en mi sangre.

Laguna el Milagro. Obra de Ximena Heraud.

¿Cómo ves el arte en el Perú?

El arte en Perú ha sido impresionante desde la época preincaica. Tenemos una influencia artística de una de las mejores y más valoradas cerámicas a nivel mundial, así como telares antiguos, arte shipibo, influencias chamánicas de ayahuasca, variedad de colores en la comida y espacios diversos naturales que crean un modo de ver las cosas único. Sin embargo, actualmente debido al problema de educación hay una falta de interés en un gran área de la población por nuestro propio arte. El nivel de movimiento artístico es bastante escaso a comparación de otros países más avanzados. La mayoría de colegios fomentan de manera muy ligera el desarrollo artístico a temprana edad. También noto una excesiva preocupación por un sector que está enfocado en la apariencia ante la sociedad limeña que inhibe a muchos artistas a arriesgarse un poco más. Lo que también veo es que acá hay muchas exposiciones en centros culturales pero que son como exposiciones que no se venden, siento que hay un círculo de artistas que están siempre moviéndose en las mismas galerías.

¿Podríamos hablar de una argolla estructurada?

Claro, como un grupo de amigos o personas que siempre andan dando vueltas, que no está mal, la verdad, me parece válido, pero para los nuevos artistas siento que deben de esforzarse bastante para entrar a esos espacios.

Y también que el porcentaje de coleccionistas es reducido.

Es poco, cierto. Sí hay personas con poder económico que compran ciertas obras, pero la verdad es un porcentaje muy reducido.

¿Te parece exagerado lo que han pagado por la pintura de Tilsa Tsuchiya, recientemente? Cerca de 900 mil dólares.

No sabía de esa venta, sinceramente; pero si la persona está contenta con esa compra no le veo ningún problema. Yo pienso que debe de existir la libertad de que cada persona cobre lo que quiera por su obra. Si la persona siente que su obra lo vale y que se ha esforzado, o que quiere dar un mensaje importante pienso que puede cobrar lo que quiera.

¿Qué te ha parecido lo que Perú presentó en la Bienal de Venecia?

No es de mi agrado personal y veo que se está enseñando ante el público extranjero una «cultura chicha» que puede ser poco comprendida si no has sido peruano y has crecido bajo ese contexto. Sin embargo, no dejo de destacar una admiración ante este tipo de situaciones de crítica en la que un artista se vuelva polémico debido a que rompe patrones estéticos aceptados por la sociedad. Yo no sabía quién era el artista, pero luego de que fuera odiado y criticado lo empecé a seguir por simple curiosidad y veo que tiene una obra previa dentro de una temática similar. Sigue sin ser de mi agrado personal, pero creo en la libertad del artista para expresarse.

Cambiando de tema, ¿qué opinas del feminismo dentro del mundo del arte?

No me he sentido discriminada en ningún momento por ser mujer, o que tenga menos oportunidades que un hombre, al contrario, todos me han tratado muy bien. Por ejemplo, yo soy una mujer que viaja sola y eso es muy raro; este viaje a Grecia que voy a hacer será por dos meses y lo estoy haciendo sola. El anterior me fui a Egipto sola, y es un país musulmán, en donde hay mucha crítica a la mujer. De hecho, muchas veces me gritaban en la calle o me miraban raro.

Me comentaron que incluso les han tirado piedras a algunos artistas en algunos países musulmanes.

Sí, he tenido experiencias parecidas, sobre todo en Egipto donde tuve que viajar una vez en un bus repleto de hombres y yo era la única mujer dentro.  Yo viajo más que nada para abrir oportunidades a mi arte, y lo que busco en esos viajes, aparte de buscar un lugar en dónde exponer y a dónde llevar mi arte, es culturas extrañas que tengan simbolismo ancestral y recoger cosas de la naturaleza para hacer mi nueva serie de cuadros.

Por ejemplo, he recogido arena del Cairo para hacer mi cuadro, o me he paseado en camello por el desierto, y esas cosas sí son un poquito más difíciles para una mujer, y más si viaja sola, por todas las cosas que le pueden pasar. En ese sentido, sí es un poco más complicado eso de ser mujer.

Y yendo al ámbito político ¿cómo ves la situación en el Perú?

Me enfoco más en el arte que la política para serte sincera. No me gusta mucho estresarme por temas políticos porque todos los gobernantes que hemos tenido en nuestro país han terminado con problemas, entonces trato de enfocarme siempre en las partes bonitas que tiene el Perú.

Mi familia tenía unas tierras en Cusco, que era una hacienda grande que incluso abarcaba las ruinas de Ollantaytambo, y el gobierno de Velasco le expropió todas esas tierras. Así que, me da mucha pena que existan este tipo de gobernantes como los que están ahora en el poder, que no pueden ayudar sobre todo en la educación.

¿Qué te parece el Ministerio de Cultura como institución?

Yo sí siento apoyo del Ministerio de Cultura, me han cubierto un par de notas, quizá sí podrían ampliar un poco más esa visión para darle oportunidad a otros artistas, a otro tipo de actividades en el Perú. Siento que le falta atender muchas más actividades en el país, no solamente en Lima. Veo muy poco arte en general en otros lugares, y eso falta implementar más el tema desde los colegios, que los niños puedan recibir enseñanza artística.

Regresando a tu muestra, ¿qué fecha tiene?

La muestra va del 21 de junio al 5 de julio, pero la noche de inauguración empieza el 22 en Atenas.

Estos son los enlaces para seguir el trabajo de la artista Ximena Heraud y adquirir alguna de sus obras: www.ximenaheraud.com e Instagram: heraud.art

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Cultura

El artista de los mil rostros

Entrevista al talentoso pintor peruano Bruno Portuguez.

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Bruno Portuguez. Foto: La República.

El distrito de San Isidro, tiene un lunar. Se llama El Olivar y está formado por un extenso territorio de  árboles que producen aceitunas. No siempre fue así, pues en los primeros tiempos perteneció al Señorío de Guatica y ya cuando llegaron los conquistadores, cambió de pertenencia y formó parte de la hacienda El Rosario, desde el año de Gracia de 1539, siendo administrada por los frailes dominicos. Uno de ellos, Fray Martín, tuvo la inspiración de sembrar olivos para vender su aceite en beneficio de la comunidad dominica.

En el siglo XXI, el artista plástico nacido en Chorrillos, Bruno Portuguez, el “artista de los mil rostros ”decidió hacer un alto a su permanente labor de retratismo, para colorear de verde oliva sus nuevas telas. La muestra que desde el día 8 de junio hasta inicios de julio está exhibiendo en el Palacio Municipal y de la Cultura de San Isidro con el título de “Una mirada al bosque El Olivar”, recoge lo que queda de este paradisíaco paraje, pues por decisión de diversos gobiernos municipalidades del distrito, ha sido cortado y dividido en áreas, maltratando su original geografía.

Bruno Portuguez, elaboró 15 pinturas al óleo sobre lienzo y tres dibujos sobre nordex en tinta azul. ¿Por qué lo hizo? Porque el paisaje, es uno de los temas del arte y él como hombre comprometido con esta vocación desde que fue un adolescente, no podía dejar pasar por alto.

José Carlos Mariátegui.

El retrato pictórico

Es raro que se siga practicando este tipo de trabajo artístico en una época en que los selfies lo han reemplazado. Sin embargo, Bruno Portuguez persiste en esta actividad, porque nunca se igualará con ellos. El alma, la belleza desconocida y el gesto en las líneas, solo puede ser captado por un artista. Además, el retratado es perpetuado de una manera única e irrepetible. Todo de manera espontánea. Y eso lo supieron los grandes retratistas de la Historia, desde Egipto (cuyas máscaras reprodujeron milimétricamente el rostro de los difuntos) o los griegos en sus maravillosas estatuas y frescos, como nos habla Pompeya. Y ni qué decir de los persas (igual que los romanos) quienes pusieron el rostro de sus gobernantes en las monedas. Pero fueron los mesopotámicos los que supieron ponerles alma, como lo revela el retrato  del gran Hammurabi.

Las culturas precolombinas, no estuvieron alejadas de este ejercicio. Allí  están los huacos retratos mochicas para confirmarlo, el tallado del dios Pachakámac, ese ídolo que se guardaba en su templo del valle del mismo nombre o el extraordinario Naylamp, retratado en el famoso Tumi.

El Renacimiento europeo, fue un semillero sin par de grandes retratistas como lo evidencian Antonello de Mesina, Piero Della Francesca, Sandro Boticelli, el Tiziano, Leonardo da Vinci y otros. En Perú tenemos a José Gil de Castro, Francisco Laso, Daniel Hernández, Mario Adrianzén, Mario Chumpitaz, Luis Eleazar, Etna Velarde. El artista plástico Bruno Portuguez, es uno de los más disciplinados ejecutores de este difícil arte.

Lima Gris, abordó al maestro Portugués, para conocer más detalles sobre esta muestra y su técnica del retrato.

César Vallejo.

Es usted un pintor polifacético, pues cultivó diversas técnicas como el retrato. ¿Su salto nuevamente al paisaje es temporal o será definitivo?

Vengo de una formación completa e íntegramente académica desde muy niño, claro, primeramente de manera autodidáctica y luego elevé mi formación en la Escuela de Bellas Artes de Lima, donde estudié seis años intercalado. Mi temática fue variada desde  la niñez: copias de los temas de los grandes maestros, retratos de los libros (a los trece años con modelo al natural) y paisajes; posteriormente en la Escuela de Bellas Artes de Lima, ya conociendo y practicando la pintura al óleo: bodegones, retratos, desnudos y paisajes entre otros temas. Posteriormente  como pintor, desde los años 80, proseguí mi temática con un tema intimista: mi taller, autorretrato. Pero por encima de todo. Siempre fui un apasionado del retrato y de la figura humana, a veces sola, otras veces en conjunto. En todo estos más de 50 años que vengo trabajando, he pintado pocos paisajes, algunos de ellos por los rincones de Chorrillos, en Luya (Amazonas), en Chaclacayo, en Apurímac, etc, siempre con mi caballete portátil y mis pinceles. El paisaje no es un tema menor, ni el más simple, por el contrario, es un tema hermoso y maravilloso, espero no volver a dejarlo y volver pronto a ello.

Me ha dicho que le atrae la naturaleza humana, ¿Qué tan difícil es poder retratar el alma de las personas a parte de sus rasgos físicos?

Sí, desde mi infancia comencé a retratar, primero copiando los retratos de los libros escolares y luego a los trece años con modelos vivos, esporádicamente. Tengo una gran fijación  por los rostros de manera individual, pero también por grupos humanos,  tal vez esto  tenga que ver por mi origen social, el mundo de donde provengo o por el gran amor y respeto que siento por toda la humanidad, especialmente por los más necesitados, los menesterosos, los sin voz. A ellos he dedicado todo mi trabajo y mi vida y lo seguiré haciendo, es mi sagrado y real compromiso.

En cuanto a su segunda pregunta, el parecido físico se puede lograr con un poco de buena práctica, eso hasta cierto punto es fácil, ahí no acaba el problema. Hay tres grandes razones que hacen que el retratar sea algo más difícil para todos los pintores, y de ahí que casi nadie pinte retratos hoy en día en el Perú y en el mundo. El primer escollo aparte del parecido, es el de adentrarse en el personaje y exponer su mundo interior e incluso  si es posible,  evidenciar su pensamiento, es un reto mayor; dos, crear un estilo propio, es decir pintarlo como uno lo ve y lo siente, al margen si le guste o no al retratado, al público o a la crítica; tres, que lo que uno pinte tenga el vuelo creador, es decir que tenga vida.

José María Arguedas.

¿Desde cuándo empezó a pintar rostros? ¿Cuántos retratos ha realizado y cuántos textos editados tiene?

Como le dije, desde mi niñez, pero recién desde los trece años con modelos vivos, a veces utilizaba  lapiceros y témperas y posteriormente desde mi época en la Escuela de Bellas Artes hasta ahora, con óleos sobre lienzos, carboncillos, tintas, etc. Ignoro hasta el momento cuántos retratos he realizado, creo que son más de 2,000  retratos extraoficialmente,  pero oficialmente 450 retratos editados en tres libros titulados «RETRATOS DE VIENTO Y DE FUEGO» Tomo I, II, III, Son 150 retratos en cada tomo  y en diferentes técnicas pero principalmente al óleo, donde rindo un merecido y grato reconocimiento a artistas, literatos, filósofos, científicos y otras personalidades resaltantes del Perú, América y del mundo. Actualmente estoy preparando el IV tomo con 150 nuevos retratos, ya tengo más de 90 retratos realizados, espero que para abril próximo tener los 150 retratos establecidos, con ello sumarían 600 retratos oficiales.

De los grandes retratistas universales y nacionales, ¿a quiénes admira?

Tengo no uno sino varios pintores a quienes siempre he admirado y de quienes he aprendido el oficio, ellos son mis maestros  : REMBRANDT, VELÁZQUEZ, N. GONCÁLVES, LEONARDO, MIGUEL ANGEL, EL CARAVAGGIO, VAN GOGH, KOKOSHKA, EL GRECO, K. KOLLWITZ, L. FREUD Y GUAYAZAMÍN, entre otros grandes maestros universales, entre los maestros nacionales: los HUACOS MOCHICAS, HERNÁNDEZ, SABOGAL y J. CODESIDO, entre otros.

Portuguez en El Olivar.

Volviendo a la exposición que viene realizando en la Galería del Palacio Municipal de San Isidro, ¿Por qué tomó como tema El Bosque del Olivar? ¿No hay otros espacios igual de importantes en Lima?

Indudablemente, hay muchos motivos no solo en Lima sino también en todo nuestro país, tenemos la suerte de contar con grandes, hermosos  y variados paisajes en cada rincón de nuestra patria. El Perú plásticamente, aún está virgen, son pocos los pintores peruanos que se han atrevido a pintar nuestro país y nuestra cultura, y más aún el incomparable paisaje humano compuesto por nuestros hermanos que viven en las diferentes regiones.

En cuanto al tema de esta actual exposición, es coyuntural, fue un acuerdo con el actual alcalde de San isidro. Y le propuse pintar algunos rincones de El Bosque del Olivar. Es un tema bellísimo y extraordinario, esos olivos parecen hablarnos con sus delicadas y bruscas formas retorcidas, si la exposición hubiera sido en otro lugar, en Ica, por ejemplo, hubiera recreado parte del suelo iqueño, como una muestra de cariño a su gente y al lugar.

Laguna del bosque El Olivar en San Isidro.

Viendo cómo se está perdiendo rincones y mansiones que representa la identidad limeña, ¿No cree que sería importante motivar a los pintores para que pinten esos aún existentes monumentos de arquitectura rodeados de un verdor a punto de desaparecer?. Esto como repuesta al rescate que usted está haciendo del Bosque El Olivar de San isidro.

Por supuesto que sí, habría que incentivar a los jóvenes pintores que tengan un mirar hacia nuestra cultura nacional, tanto de Lima como de cada región del país. Hacer por ejemplo, concursos de pinturas al aire libre, como se viene realizando extraordinariamente durante años en Cajabamba- Cajamarca. Que cada municipio  o región brinde una partida económica para estos concursos. Convocar a las diferentes empresas nacionales y extranjeras para que apoyen estas iniciativas, amén de nuestro gobierno a través del Ministerio de Cultura, así rescatamos y ayudamos a forjar el respeto y el cariño a nuestra cultura y fomentamos la identidad nacional.

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Cultura

Alfredo Alcalde e Ivette Taboada: un vals para dos

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Él era un pintor metafísico, ella una joven investigadora de la realidad a través del arte. En 1980 Bellas Artes era una ebullición de talento en medio de la miseria, la violencia y los atentados, sin embargo los buscadores de la belleza se abrían paso por entre una ciudad abarrotada de ambulantes con un fondo de música chicha, mientras estos dos jóvenes pintores leían a poetas turcos, iban a la búsqueda de un maestro caído en desgracia por calumnias entretanto conocían a otro gran maestro, Víctor Humareda, que les mostraba sus pinturas con una vela. La presente historia no es una pobre historia de éxito, o una crónica salvaje del mundo de los pintores, es una historia de dos vidas que se trenzan en un único compromiso: el arte. Una historia de amor al arte que cuarenta años después sigue tan joven como en 1980.

En una casa en el recóndito distrito de Magdalena del Mar, desde donde se ve la cúpula de la basílica más hermosa de Lima, viven dos pintores. En su casa no se sabe si hay más pinturas que plantas y flores. Eso sí, domina un color: el verde. A lo largo de un pasillo con olor a primavera se suben unas gradas que dan al gran taller de pintura. El ambiente es oscuro y silencioso. Hay piezas de grandes dimensiones y muchos bocetos y esbozos de próximos trabajos. Un retrato de un Quijote en azul, con la barba flotante empujada por el viento.

A Alfredo Alcalde se le conoce internacionalmente, no hace mucho fue noticia en México entre otras cosas por ganar premios, reconocimientos, pero también porque en su casa en el DF entraron unos ladrones que lo único que se llevaron fueron sus cuadros. Que te roben tu pintura, Sancho, es señal de que avanzamos.

Alcalde en un breve descanso en su taller.

Pero no siempre fue así.

Alfredo: la búsqueda de la imagen

“Gran parte de mi producción al inicio tiene una armonía verde casi en su totalidad”. Precisamente su casa en el DF la eligió por eso en San Miguel, por el predominio del verde en su paisaje, su color favorito. Alfredo  nació en Chimbote, a dos cuadras del mar. A la edad de cuatro años la familia de Alfredo se desplaza a la campiña de la ciudad, una franja verde entre el mar y la arena del desierto. Entre campos de algodón, de frutales y sobre todo cerezas se desarrollará ese primer contacto, casi idílico, con la realidad. Una relación más hacia con el campo que con el mar o la ciudad. Pero será recién a los 9 años que nazca el pintor Alfredo, con el gran terremoto de 1970: “porque ahí recién desperté a ver el drama humano que estaba en primera fila”, cuenta Alfredo. De los escombros y muertes de aquella tarde, mientras temporalmente vivían en una casita armada de esteras forrado de papel periódico, el destino de la vocación se le revelará. “Es ahí donde veo las primeras obras de arte porque mi hermano era pintor y le gustaba pintar en las paredes paisajes con tigres. Fue él quién empezó a adornar las paredes de esa casita de esteras”. Cómo las pinturas rupestres la vida de pintor de Alfredo arrancaría entre ese imaginario que envolvía su vista al despertar y al irse a dormir durante aquellos recios días posteriores al terremoto. Así como admiraba la obra de su hermano también por esos tiempos empezó a admirar la obra de un amigo y vecino, Víctor Barrionuevo, quien pintaba réplicas de la Gioconda y La última cena, a quien Alfredo iba a mirar pintar.

Hijo de un arguediano y dirigente sindical (que ganó el primer puesto en un concurso de poesía en el norte del Perú) que no vio con malos ojos en su hijo la vocación de pintor, lo animó a acercarse a la alta cultura de la mano de buenas lecturas y la Enciclopedia de Oro, dónde Alfredo empezó a aproximarse a las grandes obras de arte de todos los tiempos. En palabras de la periodista Ruth Enciso: “el entorno que rodea forma el destino de un niño”. Y en efecto la presencia de un vecino pintor, un padre poeta, un hermano que pintaba tigres en las paredes o una abuela aprista (en el sentido revolucionario del nombre), solo podían apuntar a un único destino de ese niño. A medida que crecía empezaba a conocer a otros artistas de la región como Julio César Salamandra, un pintor surrealista que para Alfredo era “con él la mística del pintor se radicalizó porque para él la pintura era creación”. A partir de esta amistad y de otras amistades como el de un par de discípulos del pintor Azabache, Alfredo consolidará su vocación y se propondrá su primer viaje a Lima, rumbo a Bellas Artes.

Alfredo e Ivette, cuatro décadas unidos por el amor.

Después de un viaje de un día y en medio por carretera, en un camión que transportaba harina de pescado conducido por su tío, Alfredo llegó a Lima, o a las afueras de Lima. Desde una de las panamericanas Alfredo tomo su primer autobús rumbo a la Av. Abancay. El primer pie en Lima fue con desconfianza, recordaba lo que le había dicho todo el mundo cuando les contó que iría a Lima: ten cuidado, en Lima mucho roban, y cosas por el estilo. Su impresión felizmente no fue el de un robo sino el de estar en una gran ciudad. Después de desempacar sus cosas en la casa de un amigo en el Rímac, se fue directo a Bellas Artes, en pleno corazón de Barrios Altos, “y apenas entré a Bellas Artes me chupe. Yo creí que sabía algo pero comparado a los estudiantes yo era una nulidad, porque mi profesor surrealista y el otro tenían sin embargo sus limitaciones”. Pero no se amilanó. “Yo venía con la intención de conocer a Humareda”. Fue en sus tiempos de estudiante en la ESEP que Alfredo supo de Humareda gracias a un raro libro editado por un tal Juan Villacorta Paredes sobre pintores peruanos, “y ahí estaba dedicado cuatro páginas a Humareda, una dedicada a su biografía con su retrato en terno todo serio, y tres cuadros en blanco y negro: Las brujas, El tango y La muerte. Yo Vi ese libro y me dije, este un artista famoso. Yo venía de admirar la pintura figurativa de Goya, Velásquez, Van Gogh, y en ese libro Humareda hablaba de estos pintores». Pero volvamos a Lima en 1980. En una pensión que compartía, Alfredo se dedicaba en las mañanas a estudiar en Bellas Artes mientras  el resto del día trabajaba para una librería haciendo reproducciones de Renoir. En las noches en la soledad de su pensión con vista a un callejón la mejor compañía eran los poemas de un poeta turco.

Ama la nube, la máquina y el libro

Pero ante todo, ama al hombre

Siente la tristeza

De la rama que se seca

Del animal inválido

Pero siente ante todo la tristeza del hombre.

Nazim Hikmet.

Ivette: la mujer que mira

-¿A qué has venido aquí?

-A estudiar derecho- le mintió su hija.

Ivette en 1980 era una chica que se había escapado de su casa en Huánuco para venir a Lima a estudiar pintura. Cuando su papá descubrió la verdad fue a su pensión para señoritas dónde le comunicaron que su hija no estaba en la universidad sino en Bellas Artes. «¿Bellas Artes?» Se preguntó incrédulo. Fue hasta allá de inmediato, no planeaba quedarse mucho tiempo en Lima, seguro le horrorizaba que su hija estuviese sola en una ciudad tan grande y ajena, es que en Lima mucho roban, y por Bellas Artes no escasean los pirañas. Allí la encontró, a su hija pintando feliz. Apenas reconoció a su padre, ella corrió a abrazarlo mientras se le caían las paletas y los pinceles de la mano.  Con sequedad él le dijo: «vine a verte como estás andando”. Una pausa seca para voltear a ver el lugar con desdén, definitivamente no le encontraba belleza. “Estás estudiando está porquería con todos estos mequetrefes» le espetó mientras miraba a sus compañeros de pelo largo y pantalones acampanados. «Tú sabes que yo amo la pintura» fue lo primero que le respondió firmemente su hija. «Siempre has hecho lo que te dió la gana. Eres muy caprichosa». Mientras continuaban conversando padre e hija, se acercó un compañero de Ivette, un escultor con su mandil todo manchado de yeso, a saludarla. «Hola Ivette», y ella le respondió el saludo con «hola Tiburón». El papá impresionado le dijo a su hija: «¿Qué has dicho? ¿Para eso te hice estudiar? ¿Para hablar jerga? Y ese mequetrefe es tu amigo. Bien Ivette, o te regresas conmigo a Huánuco a estudiar cualquier cosa y te sigo manteniendo, o te quedas acá pero solo te mando para que sobrevivas y no te mando para tus estudios». «Me quedo, y no me mandes para nada», le respondió su hija. Y así empezó su destino de pintora.

Hans Herrera y Alfredo Alcalde en su taller.

«Ibamos mi amiga Keiko y yo por el centro de Lima a buscar a los poetas malditos, a los intelectuales”. Lima entonces era una ebullición. Además de pirañas si uno se descuidaba se encontraba con Ribeyro, Oswaldo Reynoso o algún famoso pintor.  ¿Y a ti y a tu amiga las gileaban? Le pregunto. «Algunos nos gileaban, pero entre mi amiga y yo repartíamos golpes» me responde entre risas. Keiko fue su primera amiga en Bellas Artes, una chica extraña que pasó de repartir volantes de ETA en el sur de Francia a estudiar pintura. Ivette por otro lado era una chica con consciencia política que se hacía muchas preguntas en una época en que no era seguro hacerlo. «Ivette vamos  pero no hables cojudeces, aburres a los chicos», le reclamaba su amiga cuando salían los sábados. Ivette no tenía remedio, le gustaban los libros y la política. Entonces como ahora muy pocos comprendían ese extraño afán. Como estudiante inquieta que era en una época inquieta, Ivette quería saber más, no solo pintar con una técnica limpia sino también con un sentido limpio, honesto, saber que su arte era un surco como trinchera desde donde combatir para contribuir a los demás. Un día se le acerca al maestro Revolledo diciéndole: «maestro yo quiero que usted me enseñe la hermosura de los trazos. Quiero que me enseñe a pintar”. Revolledo entonces era una de las máximas autoridades en grabado y uno de los primeros pinceles del Perú. “Y él me queda mirando, y me pregunta ¿Quién es tu maestro? Pancho Izquierdo, le respondo, a lo que el maestro me dice: lleva todas sus enseñanzas pero no su amor europeo».

En el techo de un taller Pancho Izquierdo le enseñaba a pintar a Ivette. A la sazón entonces Izquierdo estaba en romances con la amiga de Ivette, Keiko, que para evitar la oposición de sus tradicionales padres japoneses lo tenía escondido en el taller donde les enseñaba a pintar a Ivette y a Keiko a la luz de las velas cuando un atentado dejaba en apagón la ciudad. Más tarde en la noche iban a Palermo con apagón o sin apagón.  Eran  días sin plata ni para los cigarrillos. Vida de estudiante. En esas salidas a Palermo el maestro Izquierdo le comentaba a Ivette: «hay un gran pintor, se los voy a presentar». Poco después en la escuela Pancho les presenta a Víctor Humareda.

Bellas Artes: un juego de abalorios

«Alfredo era un pintor muy callado», es la primera impresión que Ivette tuvo de Alfredo, «pero bien dedicado. El mejor del salón. Llamaba la atención». Un día en que Ivette que veía a sus compañeros que no iban a almorzar, su buen corazón le hizo repartir entre ellos el manicito y habitas que había comprado en la calle. En eso cuando ya no tenía nada más para comer, salvó una manzana roja, ve a Alfredo, pintando callado y pálido, entonces se dió cuenta que no le había convidado a él. «Que voy hacer, le di mi manzana», me cuenta Ivette. Y Alfredo lo recibe con gratitud diciéndole: «que chica tan buena». Quizás ese fue el primer diálogo que tuvieron en Bellas Artes. Mientras Alfredo estaba absorbido por lo espiritual, Ivette estaba preocupada en investigar, qué estaba pasando en el país, por qué el Perú estaba así, por qué había tanta pobreza y qué se podía hacer para cambiarlo.  Ivette leía a Lenin, al Che, a Nietzsche, a Allan Poe, a Vallejo, las cartas a Theo. En fin, era otra juventud. «Y encima sufríamos lo que leíamos, lo que vivíamos», cuenta Ivette. Mientras ella leía a Lenin, Alfredo estaba más interesado por los Krishna. Más opuestos no podían ser. Fue a través de una especie de sacerdote socialista, un profesor de Bellas Artes en que los destinos de Ivette y Alfredo se trenzarían definitivamente. «El maestro Félix Rebolledo hablaba con tanto amor, quería tanto a la gente con su humanismo, que su salón se llenaba durante sus clases, había que escucharlo desde los pasillos o desde las ventanas agazapándonos solo para verlo hablar.” Rebolledo tiene el cariño de los alumnos, como quien dice del pueblo, pero no de los otros docentes y maestros en la institución, como quien dice del Poder. “Entonces cuando se postula para director de Bellas Artes es que lo calumnian de senderista». Sorprende recordar que entonces era bien peligroso pensar en voz alta. Si hoy es fácil que acusen a un hombre de violador, ayer era más fácil ser acusado de terrorista o simpatizante de terrorismo. A pesar de su inocencia como Jean Valjean, Félix fue recluido en el Frontón. Eran años de plomo.

La familia Alcalde Taboada.

La política, las ideas, las vivencias, las cosas fuertes como las llama Ivette alimentaban el arte de esos años entre los estudiantes. «La pasión por el otro en Bellas Artes era muy fuerte entonces», agrega Alfredo. Mientras que para algunos pintar a los campesinos bastaba para hacer del arte una pintura socialista, para otros se trataba de ir más allá: pintar un mar bravo era mejor metáfora, porque el Perú estaba así. «Un mar azul embravecido y una avecita roja volando, eso tenía un profundo sentido», dice Ivette. «Entonces llegaban muchas voces, el simbolismo estaba muy fuerte» menciona Alfredo, quien añade, «en esa época había un poeta turco que nos alimentaba mucho la parte humana, Nazim Hikmet, que gracias a ediciones populares que sacó Pancho Izquierdo llegaron a oídos de los artistas. De manera que todas las artes se conjugaban en esas ansias de dignificación del ser humano».

En un ambiente estudiantil inquieto, ansioso de buscar nuevos caminos y encontrar respuestas a un país ensangrentado, en un contexto peligroso, con presencia de policías infiltrados como estudiantes, en Alfredo comienza a operarse un acercamiento a los problemas concretos del Perú de los ochentas sin dejar de lado su profundidad espiritual. Es entonces cuando la relación de Ivette y Alfredo se ata definitivamente como un poema de Nazim Hikmet. «Cuando a nuestros maestro lo toman preso nos íbamos los dos a la cárcel a llevarle víveres», cuenta Ivette, «pero el maestro descentralizada la poca comida que llegaba para sus compañeros de prisión. Al maestro lo movía un espíritu de comunidad». Cómo Jesús, Rebolledo reparte la comida que le traen a sus compañeros. Como Jesús muere entre delincuentes siendo inocente. Faltando una semana para que salga se da la infame matanza del Frontón. Cómo Jesús resucita si no en la carne, si en quienes lo reivindican.

Lo máximo que se puede enseñar es a formar un ser humano. Se forma con palabras, pero sobre todo con el ejemplo. Rebolledo supo dar las dos cosas con generosidad.

Humareda: el oficio de pintor

«Un hombre muy inteligente, muy gracioso y muy sarcástico”, recuerda Ivette de la primera vez que lo conoció. “Me acordé que en quinto de secundaria lo había estudiado, pero en ese momento no le di mucha importancia. Otro día en la escuela yo sentía que llegaba porque escuchaba su carcajada, y todos los chicos de Bellas Artes le seguían como procesión. Apenas escuchaba su carcajada yo también arrojaba mis pinceles y bajaba a unirme. En la cafetería íbamos  a escucharlo hablar. Él hablaba de los grandes personajes, de Víctor Hugo, de Gauguin, Shakespeare, Sartre, Van Gogh, Vallejo. Y un día el me pregunta ¿donde pintas? En el segundo piso, le digo, y él me dice: vamos a ver tu trabajo. Subimos. Lo vio y siguió mirando. Está bien, me dijo, vamos a seguir hablando. Salía de la escuela y me lo encontraba y lo primero que me decía era: ¿ya has terminado de pintar? Luego iba, veía mi trabajo y me daba sugerencias. Luego me invitaba a tomar un café en el centro. Entonces yo no lo llamaba maestro todavía, y tanto nos hicimos amigos que yo le llamaba Víctor, Victoloncito, Victolin, Victolito, porque era como un niño, era muy gracioso y nos divertíamos mucho. En la plaza 2 de mayo hacíamos que nos pusieran un tango y bailábamos en la calle. Y un día Víctor me queda mirando y me dice: «Ivette, tu vas a ser famosa”.

La primera vez que yo Hans Alejandro Herrera escuché de Víctor Humareda fue en la clase de mi malvada maestra de arte, allá por 1999. A Humareda lo llamaba cuellosucio y a nosotros, estudiantes de colegio estatal, nos llamaba Humaredas si notaba una pizca de sudor o mugre en el cuello de nuestras camisas.  Para mí desgracia a mí me tocaba su clase siempre después de recreo. No recuerdo que nos hablara más de él.

Corbata roja, un tongo y un pañuelo blanco sobresaliendo del saco como si fuera un lirio. Esa es la imagen que se tiene de Humareda. Esa, y el dejarle con la mano en el aire al mismo Szyszlo cuando se la tendió para saludarle. “Pregúntame si conozco a Vargas Llosa. Por supuesto que no, porque soy amigo de Sartre”, recuerda Ivette le dijo Humareda el día que la llevó a la galería a conocer sus pinturas.

“Un día me invita a una exposición de sus cuadros. Él me dice, mira estas son mis obras. Y yo me quedé mirándolas, sentí como si mi cuerpo se hubiera congelado de solo verlas. Y él me preguntaba ¿qué te parece? Y yo no le respondía nada. Me acerco a otra obra y el me vuelve a preguntar ¿qué te parece? Y no le respondía nada. Y terminamos de ver toda la muestra y él otra vez: ¿qué te parece? No le respondí nada. ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? Me pregunta con preocupación. Me le quedé mirando en silencio. Había cambiado para mí”. Y esa fue la primera vez que Ivette llamó a Humareda maestro. Desde entonces Ivette se vuelve alumna de Humareda, quien le enseña los misterios de la pintura que en Bellas Artes no se enseñan.

“Para mí tú eres el hijo que nunca tuve.”

Compañeros y padres.

La trayectoria de la línea

Nuestra amistad está condicionada. Tu ten su cuerpo, que yo me quedo con su espíritu”. Fueron las palabras de Humareda a Alfredo cuando se enteró que era novio de Ivette, y además que iban a ser padres. Para Humareda, la vocación de Ivette era un deber ser. Una entrega absoluta al arte para el arte, pero Ivette y Alfredo se habían enamorado y sus destinos eran pintar juntos. Humareda aunque enojado y algo decepcionado, lo aceptó.

Muchos años después y con dos hijos, Ivette fue a pedirle permiso al colegio para que sus hijos pudieran viajar con ellos a Europa para conocer de primera mano las obras maestras del arte en un viaje que tenían programado. El director accedió a darle ese permiso a cambio de una condición: que le dejé una rosa de parte suya a la tumba de Sartre.

Años atrás en Lima y con solo un niño todavía en pañales, Humareda era parte de la familia de Ivette y Alfredo. Humareda compartía el día con ellos, incluso comía la comida del bebé. Cómo un abuelo con su nieto.

En Amsterdam frente a un autoretrato de Van Gogh, Ivette quedó anonadada, no podía dejar de verlo y sentirlo en profundidad. Era la misma sensación cuando años atrás supo que Humareda era un Maestro. Después de un largo rato de estar de pie frente al cuadro, Ivette notó que sus manos se estaban mojando. Bajo la vista y vio que estaban húmedas. Estaba llorando y no se había dado cuenta. Con cierta sensación de vergüenza corrió al baño de mujeres para lavarse la cara, allí otra mujer que se miraba frente al espejo la vio entrar, reconoció esas lágrimas, también estaba llorando, fue al encuentro de Ivette y se abrazaron. Dos desconocidas que no compartían ni siquiera el idioma se abrazaban llorando. Casi cien años después Van Gogh era comprendido en toda su dimensión.

El arte es la religión del sentimiento” , Juan Manuel de Prada.

Años antes Humareda visitaba por última vez a Ivette, hablaron poco o mucho, no importa. Humareda sabía que era su última visita cuando se subió al taxi y desde ahí se despidió con un largo adiós. Murió pocos días después.

De vuelta a París, Ivette y Alfredo fueron al cementerio a cumplir su palabra al director del colegio. Mientras buscaban la tumba de Sartre se encontraron con un viejo compatriota de sus años de estudiantes. Frente a la tumba de César Vallejo, Ivette se puso a llorar. La rosa que era para Sartre se quedó con Vallejo.

Cuando nació Diego, el primer hijo de Alfredo e Ivette, fue puesto en una incubadora. Humareda le pregunto por qué, y el médico le contesto que estaba prematuro. “¿Prematuro para ver a las chicas a las 5:30?” le dijo Humareda. El primer día de vida de Diego Alcalde Taboada,  el pintor Humareda se dedicó a dibujarlo.

De Ivette y Alfredo se pueden contar muchas más historias, sus vidas dan para un libro o dos, historias tantas que apenas me atrevo mencionar una de cuando se fueron a vivir a la sierra de Lima mientras pintaban pueblitos, y como la gente más sencilla comprendió el valor de su oficio al punto de pedirles que les pintasen su casa, o de niños que se paraban largo rato frente al paisaje que retrataban para poder aparecer en sus cuadros. A ninguno de ellos les importaba cuánto valiese el cuadro o que famosos serían los pintores, pero si entendían lo mismo que el Papa Julio II cuando mando a Miguel Ángel pintar la Sixtina, y es la importancia del arte, lo que significa un paisaje, un retrato y aparecer ahí. El aliento de un instante congelado en la belleza de un trazo. El arte es un oficio cruel, porque duele al artista sacarlo de dentro y duele también al espectador al comprenderlo. Porque los artistas son los guardianes de la belleza, belleza que no se puede explicar, solo vivir, como Víctor Humareda que hizo de su vida una obra de arte.

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Herencia de artistas

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Observo este acrílico de Oskar Olazo Tupa y me enredo con sus formas singulares que me recuerdan la de los peces nativos como el suche o la trucha y quizás de aquellas larvas de las ranas serranas llamadas renacuajos, quedo estática ante esa imagen que es y no quiere ser la del  universal Quijote, pero me digo “este es un Quijote andino, porque no va montado en su famoso caballo Rocinante, sino en un gallo…!” aunque después me distraigo en la serie Figura y Geometría y me acerco al famoso “Cargador “ que a lomo de espalda llevaba pesados bultos  y según parece aún quedan algunos, en el tradicional Mercado de San Pedro, pero  ojalá con mejor suerte.

Mientras recorro esta sublimal colección, también encuentro un saludo para Picasso, como a  las Tres Gracias Andinas, un Warayoc a la manera de Sabogal, los Génesis y Brutalidad 1 y 2. Esto solo a vuelo de pincel y como parte de  los “50 Años, haciendo y desfaciendo entuertos en el arte”, que reúne más estilos, otras expresiones. Ahora el artista  Olazo, se encuentra construyendo nuevas obras, las que deben llegar a 30 para una próxima exposición. “Sólo tengo 18, me dice a manera de queja” es que en el camino, le van adquiriendo sus trabajos, restando así al número que precisa.

Oskar Olazo (1947) es cusqueño, autodidacta y lleva en los genes la herencia de dos artistas que lo precedieron. Su abuelo Ernesto Olazo Allende, fue el escultor que junto a Agustín Rivero y otros colaboradores, creó el famoso Cristo Blanco nominado también como el Cristo Redentor. Esta emblemática imagen  desde la cima del cerro Puncamoqo, extiende los brazos abrazando al Cusco y a sus habitantes, desde 1945.

Francisco Olazo o simplemente Pancho Olazo, fue un eximio artista plástico, uno de los fundadores de la ex Escuela Nacional de Bellas Artes y perteneciente a la generación de oro, pues junto a él se encuentran los grandes pintores Julio Gutiérrez, Mariano Fuentes Lira, Juan G.Medina, Teófilo Benavente.

Olazo, ha trabajado en las artes plásticas desde muy joven, dejando de lado su especialidad de Ciencias Biológicas. Es fundador del grupo Illary  y IMAPIMUSPO, una organización de arte de diferentes disciplinas. A partir de los 70 ha expuesto a nivel local, nacional y sudamericano. Fue director de eventos de la Asociación de Artistas Plásticos de Cusco.

Lima Gris conversó con este artista multidisciplinario  y de diversos estilos.

Trato de definir tu estilo y no logro hacerlo, pues dentro de la variedad, encuentro un surrealismo vestido, por así decirlo, de indigenismo y a la vez una suerte de Figurativismo. ¿quisiste hacer una simbiosis de estas tendencias?

Bueno, yo también trato de definirlo (es un decir, pues en realidad no me preocupa), creo que tiene un poco de todo; en principio la «variedad» corresponde a diferentes épocas de mi trabajo, el cual hace más de 50 años empieza con la figuración realista, especialmente paisajística, hoy es unas veces neofigurativo, otras abstracto y, quizá también, surrealista, todo esto con relación a la «Serie Onírica» que vengo trabajando en estos últimos años, ya que, anteriormente, hice la serie «Paisaje y Geometría» que, como su nombre lo dice, hace una simbiosis de ambos elementos, resultante de la observación de la geometría contenida especialmente en el paisaje urbano, desarrollando sus posibilidades estéticas que sirvan para evitar lo figurativo realista que , creo, ya está ahí, construido, y sólo debe ser un pretexto para dar paso a la creatividad.

Entre estas dos series se ubica, y traslapa, «Los Habitantes del Tiempo» que, en extrema síntesis, representa escenas humanas logradas con un mínimo de líneas continuas que, sin embargo, resultan suficientes para mostrar el tema espiritual del que trata. Lo indigenista, o más bien lo ancestral-andino está presente con alguna frecuencia en las series anteriores como un fluir natural de mi naturaleza plena de Ande; esto es algo que no procuro ni lo evito intencionalmente.

Definitivamente esos difuminados me dan la sensación de un ambiente andino,  con lluvias y niebla persistente, ¿así lo sientes?

Yo pasé espacios de tiempo de mi niñez en el campo, en el Valle Sagrado, en Calca específicamente, y quedó registrado en mi memoria esos frescos amaneceres con niebla que le dan una tenue  suavidad a la atmósfera, de modo que, especialmente cuando hago figuración paisajística (en mi estilo geométrico),  lo cual no es muy a menudo, esa sensación es trasladada al lienzo.

Dentro de la gama de variaciones, me parece que has resuelto por uno que con semejanzas de otros estilos, sea tuyo, que tenga tu propio sello.

Creo que las tres series antes mencionadas responden a un estilo muy personal y claramente definido. Posiblemente mi condición de autodidacta ha sido una ventaja en ese sentido, pues me parece inevitable recibir influencia de los maestros que nos formen en el oficio.

¿En qué te facilitan tus estudios de ciencias biológicas, en tus trabajos pictóricos? ¿Abandonaste la carrera o trabajas paralelamente en las dos especialidades?

Diez años de mi vida dediqué al desempeño de mi trabajo en laboratorio,  fue una experiencia enriquecedora que ejercí simultáneamente con el arte y ese acercamiento y observación del  microcosmos, me llevó  al deleite de encontrar composiciones «abstractas» maravillosas siendo verdaderamente, realistas, pues existían físicamente y de un modo natural. Me parece que de esa experiencia se fijó en mi subconsciente una linealidad formal y color que hoy, cuarenta años después, se expresa sin proponérmelo, especialmente en la «Serie Onírica» que vengo produciendo, en la que se perciben formas globulares o ameboideas que surgen espontáneas en secreta complicidad con el azar.

Conociste ya joven la obra de tu padre, el pintor Pancho Olazo. ¿Influyó de alguna manera en tu carrera inicial?

Siendo aún niño veía con admiración los trabajos de mi padre y sentía como una obligación moral seguir en el camino del arte que él con tanto amor había transitado. Empecé copiando  algunos dibujos y después pinturas. Ya joven , con los ímpetus propios de la edad, me sentí en la capacidad de buscar formas nuevas de expresión, que  me aproximaron al surrealismo, la abstracción y otros vericuetos del arte, creando en mi personalidad artística ese estilo personal del que hemos hablado y que me da satisfacciones y mayores desafíos.

La exposición que preparas será en Cusco, Lima o en alguna capital latinoamericana, ¿para cuándo y con qué título la presentarás?

Estoy en el proceso de consolidar una producción un poco más amplia de la «Serie Onírica», que por ahora lleva ese título, todavía no he concretado acuerdos pero es posible que la presente en Cusco, Lima y en dos  ciudades del país y Dios mediante, fuera también (posiblemente Brasil y República Dominicana) .

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