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Cultura

Adelanto de la novela «La casa de los vientos» del escritor Gabriel Rimachi Sialer

Primer capítulo de la nueva novela del escritor Gabriel Rimachi Sialer.

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Era martes cuando empezó el verano en Lima. Octavio lo recordaría así tiempo después: era martes y acababa de regresar de la clínica cuando sonó el teléfono. Al otro lado de la línea, la voz de su madre le anunciaba la gran noticia: Acabamos de vender la casa a una constructora, tenemos una semana para mudarnos, la demolerán en quince días ¿No te alegra, guapo? Van a levantar un edificio de esos modernos y nos darán dos departamentos, tu tía hizo un buen trato. Octavio no recordaría lo que había respondido entonces, solo que tuvo la conciencia de que algo en su pecho se derrumbaba con violencia, como derrumbarían días después la casa de su infancia.

Faltaban apenas tres días para la navidad y varias calles habían sido decoradas con luces de colores que titilaban al ritmo del sonido sintético de los villancicos. Octavio estaba acostado en su cama pensando en la noticia de la casa, en la imagen de las paredes cayéndose con los bulldozers pasándole encima, pero los villancicos atravesaban las ventanas y le provocaban una angustia que ya conocía porque venía de tiempos muy lejanos, de momentos que hubiera preferido no recordar. Se levantó, cogió su casaca y las llaves del auto y salió rumbo a la casa de sus padres. Cruzó Belén, Angamos y Santa Cruz, el parque Baden Powell y Manuel Tovar. Pasada la medianoche la ciudad suele estar poblada de sombras que se diluyen brevemente entre la luz de los postes y las luces navideñas que sobreviven enredadas como decoración en los árboles de los jardines. Lima es, a esas horas, una ciudad silenciosa y oscura donde la vida se esconde entre los matorrales, los oscuros pilares de los edificios o las esquinas alejadas de la avenida Arequipa.

Estacionó el auto en Triana con Retiro. Octavio apagó el motor y se quedó mirando la enorme casona en la que había crecido. Las buganvilias arrojaban ya sus flores por sobre la pared que rodeaba la casa y el gran jardín interior donde alguna vez sembraron astromelias; en el segundo piso alguien acababa de apagar la luz del baño ¿Sería mamá? Sus padres se habían divorciado hacía mucho tiempo. El reloj del auto marcaba las dos de la mañana y el cielo encapotado apenas si dejaba distinguir algo parecido a una luna. Apoyados los brazos sobre el timón, Octavio se quedó mirando la puerta principal mientras lo devoraba la noche. ¿Cuántas veces habría atravesado esa puerta durante el tiempo que vivió en ella? ¿Cuántos silencios encerraban esas paredes? Apoyó el mentón sobre sus brazos y sintió un ligero temblor recorriendo su columna.

—¿No olvidas tu botella de refresco?

—No, mami, ya la metí en mi lonchera.

—¿Y tu sándwich, guapo?

—También, mamá, ¿ya nos vamos? Mis amigos me están esperando en el colegio, hoy es la actuación del tercer grado.

—Espera que te acomodo la corbata, tan guapo mi poeta precioso —le apretó ligeramente las mejillas, Octavio sonrió—, mi Antonio Machado chiquito que ya está en el tercer grado. Listo, ya está.

El Inmaculado Corazón quedaba cerca de su casa y la caminata siempre resultaba refrescante “Un buen ejercicio para el espíritu”, le había dicho mamá alguna vez. En la esquina del colegio ya se veía a los alumnos caminar solos o acompañados de otros chicos, rumbo al ingreso principal donde la Miss Teresa los esperaba con una sonrisa, agitando el brazo para que llegaran a tiempo. Mamá había entrado y le había dado un beso en la frente “Que te vaya bien, mi amor, tu papá te va a estar viendo desde la sala de profesores, yo me voy por ahí a esperar la actuación”. Octavio la vio alejarse y entrar en la cafetería. Su papá, que enseñaba filosofía a los alumnos del quinto año, conversaba con sus colegas en un apartado del patio. Era el profe para todos sus estudiantes. Para él, era su papá.

Cuando Octavio encontró a sus compañeros, ya estaban organizando la formación para rezar el padrenuestro de cada mañana. El padre Richard los dirigía haciendo señales con los brazos. Era alto, muy gordo y de barba espesa. Debía odiar el dirigir a los niños todas las mañanas porque su rostro se encendía cuando alguien no respetaba la formación. Octavio vio a Mariano en una de las filas y se sonrieron. Uno de los chicos, que estaba en la parte de atrás, le dio un codazo al compañero de al lado y le dijo:

—Mira, mira, mira… ahí va el marica narizón.

—Uy, el hijo del profe, el delicadito ¿Por qué no me la agarras un rato como me la agarra tu mamá, cabrito? —dijo el otro frotándose la entrepierna.

Octavio borró su sonrisa, agachó la cabeza y siguió caminando. Se formó delante de Mariano y todos empezaron a rezar.

La clase de matemáticas era la primera del día; no había cosa más aterradora y aburrida que empezar la semana entre sumas y restas. Octavio podía memorizar largos poemas de poetas latinoamericanos o europeos, pero las matemáticas eran otra cosa. Por eso el recreo era el escape que él y sus amigos necesitaban para olvidarse de los números. Cuando sonaba la campana, el viento fresco de la libertad entraba en el salón para aclararlo todo. Alejar las brumas. Los chicos corrían al patio con una pelota bajo el brazo, formaban grupos y se distribuían los puestos: tú serás arquero, tú defensa, nosotros delanteros, y así. Los demás iban a la cafetería o simplemente se quedaban dando vueltas, conversando sobre la última película que habían visto en la televisión la noche anterior.

Nadie iba a jugar al jardín que estaba detrás de la capilla, solo Octavio, Mariano y Juan Carlos, que lo habían convertido en su espacio personal. Apenas llegaban, dejaban las loncheras con estampado de los Muppets, se aseguraban de que no hubiera nadie más que ellos, y Mariano ponía su cara de puchero:

—¿Qué telenovela vamos a interpretar hoy? —preguntaba entornando los ojos—. Yo quiero ser Fiorella Menchelli, el viernes vimos con mi mamá el capítulo entero de Carmín y estaba linda.

—Ah, no, pues —se quejaba Octavio— yo quería ser Fiorella, además soy igual de flaca y bonita.

—¿Bonita? —reía Juan Carlos— con esa nariz no podrías besar al profesor Tovar.

—Es cierto, Octavio —decía Mariano, con un tono condescendiente— con esa nariz, nou nou nou. Además, yo soy más bonita.

—Bueno, ya, está bien, tú serás Fiorella Menchelli, y Juan Carlos, como siempre, será nuestro galán hermoso de ojos negros. Yo seré entonces la tía mala…

A los ocho años tienes la conciencia de que hay cosas que están bien y cosas que están mal. Octavio sabía que esos juegos, donde él y sus amigos eran completamente libres, no eran buenos porque no eran comunes, pero ¿a quién le importaba si ese mundo, su mundo, era todo lo que les importaba durante los quince minutos que duraba el recreo?

—Hoy vas a recitar en la actuación ¿no? —preguntó Juan Carlos.

—Sí, me aprendí un poema muy hermoso de Antonio Machado ¿sabían que es brasileño? ¿Han leído sus poemas? Son hermosos.

—No —respondió Juan Carlos— no me gusta mucho la poesía, yo de grande quiero ser actor de telenovelas.

—Y yo seré una actriz hermosa —intervino Mariano, modulando su voz; era bonito, Mariano, sus facciones eran finas, sus ojos eran claros, su cabello era dócil.

—Sí —dijo Octavio— serás la más hermosa de todas, más hermosa incluso que Fiorella Menchelli.

Sonó la campana y todos salieron disparados rumbo al salón. Cuando entraron, dos de los chicos que estaban sentados al fondo le silbaron a Octavio como si fuera una chica, ¡Ahí viene el poeta cabrito! ¡Cabrito narizón! Gritaron. Entonces entró la Miss Carmen y todos quedaron en silencio.

Le decían la jirafa porque era una mujer enorme, altísima, su cabeza casi llegaba al umbral de la puerta del salón. “La jirafa…”, susurró Octavio, cuarenta años después, sonriendo en su auto. La mirada era brillante ahora bajo la noche sin luna que cobijaba Lima a esas horas. “Mi querida jirafa… tan enorme como su corazón…”, susurró.

—¿Y cómo están ahora, chicos?

—¡Muy bien, Miss Carmen! —respondieron todos a una sola voz.

—¿Ya están listos los que actuarán el día de hoy en “El día del padre Rector”?

—¡Pregúntele al poeta!  —gritaron del fondo, todos se rieron.

Miss Carmen dirigió su mirada a Octavio y Mariano y les preguntó:

—Chicos, ¿ya están listos?

—Sólo Octavio, Miss Carmen —respondió Mariano, entornando los ojos— él recitará el poema de un brasileño y también bailará negroide, yo no haré nada.

—Bueno, Octavio, confío en que todo saldrá Okey. Tú no te preocupes que estaremos apoyándote. Recuerda: subes, recitas el poema, haces la reverencia, bajas del estrado y corres al salón de al lado donde estarán los demás chicos preparándose para el baile. Te vistes rápido, yo estaré ahí para ayudarte y listo. Todo saldrá bien, ¿sí? Mi niño lindo… —le dijo la Miss Carmen, acariciándole la cabellera.

Octavio asintió con una sonrisa enorme. Adoraba a la Miss Carmen y ella lo adoraba a él. Era el niño que mejor se portaba desde que había empezado el primer grado, el que mejores notas tenía y el que menos problemas daba. Y ahora, además, iba a representar al salón por haber ganado el concurso de poesía de los juegos florales del Inmaculado Corazón. Tremendo honor.

Primaria y secundaria se había reunido en el patio. Eran poco más de novecientos alumnos en total. No hacía mucho calor así que nadie lo pasaba mal; además, siempre era mejor estar de pie en una actuación que sentados en clases aburridas esperando el timbre del recreo. Octavio había escuchado esto último en boca de algunos chicos durante uno de los recreos más largos, pero estaba convencido de que eso estaba mal. Al colegio se iba a estudiar y aprender, a pedirle a Jesús cada mañana por los más necesitados, y a querer cada día más a la Miss Carmen.

El padre Rector estaba sentado en primera fila observando los actos artísticos. Los demás curas sonreían entre sí murmurando algo durante y después de cada actuación. Los profesores civiles estaban también ubicados en los asientos principales. Los padres de Octavio no aparecían por ningún lado. Octavio subió al estrado, se puso delante del micrófono y sintió las miradas encima suyo. Los chicos de su salón le hacían muecas desde sus sitios, le hacían señales con los dedos; otros ni siquiera lo miraban. Los demás alumnos solo miraban al cielo esperando a que se acabara todo eso lo más pronto posible.

Al fondo, cerca de la puerta, vio por fin a su mamá y a su papá haciéndole señas de aplausos. Octavio entonces aclaró la garganta y empezó.

Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que una fontana fluía / dentro de mi corazón. / Di, ¿por qué acequia escondida, / agua, vienes hasta mí, / manantial de nueva vida / de donde nunca bebí? / Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que una colmena tenía / dentro de mi corazón; / y las doradas abejas / iban fabricando en él, / con las amarguras viejas / blanca cera y dulce miel. / Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que un ardiente sol lucía / dentro de mi corazón. / Era ardiente porque daba / calores de rojo hogar, / y era sol porque alumbraba / y porque hacía llorar. / Anoche cuando dormía / soñé, ¡bendita ilusión!, / que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón… Muchas gracias”.

Los aplausos estallaron al fondo del ambiente y fue creciendo hacia adelante. Octavio, con sus ocho años a cuestas, sintió el calor de la gratitud por el poema aprendido. Mamá y papá también aplaudían al fondo, aunque papá no tenía la misma sonrisa de mamá, pero qué importaba, el acto había salido bien.

Apenas termines el poema, bajas y corres al salón para ponerte el traje de negroide, le había dicho la Miss Carmen, y así lo hizo. Octavio bajó del estrado con cuidado y luego corrió al salón donde estaban los demás muchachos que iban a actuar con él. Todos ellos eran parte del coro del colegio y tenían su misma edad o eran uno o dos años mayores. El coro era una actividad interesante dentro de las propuestas artísticas del colegio porque les permitía algunas veces salir a participar en eventos o concursos con otros colegios que también tuvieran un coro. Octavio y Mariano eran parte del coro, pero solo Octavio bailaría con todos los chicos un negroide que había ensayado durante semanas. Dentro de su corazón solo estaba la alegría de que mamá y la Miss Carmen lo habían oído recitar perfectamente cada verso.

Entró corriendo al salón y cerró la puerta tras de sí.

—Chicos, ¿ya están listos para el baile? —Preguntó emocionado y feliz.

Eran veinticinco los niños de ocho, nueve y diez años que estaban en el salón. La Miss Carmen no estaba por ningún lado, seguro había ido a la cafetería o a coordinar el sonido de la canción con los encargados de la consola. No había ningún otro adulto. Los chicos rodearon a Octavio.

—Miren pues, al cabrito —dijo uno de ellos.

—El poeta narizón —dijo otro.

—Poeta maricón, más bien —dijo un tercero, más grande que los demás.

—Mi papá dice que a los maricas les gusta la caca —dijo alguien por ahí.

—Qué asco… —intervino otro —aunque, a lo mejor a nuestro poeta le encanta la caca también… ¿por qué no lo bautizamos?

Los gritos de los chicos se confundían con los aplausos del patio donde se realizaba la actuación. Mientras lo rodeaban, Octavio buscaba desesperado con la mirada a la Miss Carmen, pero era inútil, ella no llegaría sino hasta mucho rato después, luego de que le llenaran la camisa de basura y cáscaras de fruta que sacaron del tacho, luego de bañarle el cabello con escupitajos y flemas, después de salpicarle la cara y los brazos con témperas y tierra de alguna maceta. ¡Píntenle las piernas al cabrito! Gritaron, y Octavio se sacudía en el piso para intentar liberarse de las manos que le agarraban el trasero, que le pellizcaban los testículos, que la jalaban las tetillas, ¡Por favor, por favor!, gritaba, pero sus lamentos se ahogaban entre las risas y los golpes y la basura entre su cuerpo y la camisa. ¡Por favor, por favor!  Rogaba, pero era en vano. Dos chicos más grandes lo agarraron de las manos mientras otro le pintaba la cara con un plumón verde en medio de las risas y los insultos. Arrastrándose casi a ciegas por las lágrimas que se mezclaban con las témperas que chorreaban de sus cabellos, logró liberarse de los compañeros y salió corriendo hacia un salón cercano. Entró y cerró la puerta, quería respirar, pero no podía, el llanto lo ahogaba, el cuerpo le temblaba. Al niño de ocho años, la estrella del coro, no le alcanzaba la voz para llamar con un grito ahogado a su mamá, que lo buscaba con la mirada en el patio de honor. Vio entonces una carpeta y se metió debajo de ella. Enroscado como un caracolito intentó controlar su respiración. Se preguntaba por qué, por qué, por qué… y entonces estalló en llanto.

Cuando la pena que uno lleva dentro es más grande que uno mismo, todos los sonidos exteriores desaparecen. Octavio nunca supo si fueron segundos, minutos u horas el tiempo que permaneció debajo de aquella carpeta, solo recordaba una eternidad de llanto y después haber visto un brazo adulto aparecer bajo la carpeta, con una pulsera dorada en la muñeca, una mano que se abría y cerraba, y una voz —la de la Miss Carmen— atravesada por la pena, que le decía: “Tranquilo, tranquilo, conmigo estás seguro, Octavio, no va a pasar nada, mi niño, estás seguro, ven conmigo, tranquilo… qué te han hecho, mi poeta…”. Entonces Octavio se abandonó a esas manos cálidas que lo sacaron y lo abrazaron hasta que llegó su papá y se lo llevó cargado entre sus brazos. Octavio no recordaba con claridad cómo había salido en ese momento del colegio, cómo es que a su papá le habían dado de pronto permiso para retirarse del trabajo y llevárselo a su casa; pero sí estaba seguro de que él no le había dicho absolutamente nada durante todo el camino, solo lloraba desconsoladamente; el hombre grande que él adoraba no le había preguntado qué era lo que le había pasado, por qué estaba así con la ropa rota y orinada de espanto, lleno de basura y flemas y témperas en el cabello; solo lo había cargado hasta la casa a donde ya había llegado su mamá hecha un mar de lágrimas.

—Baña al niño —le ordenó papá— y acuéstalo, que descanse. Conversaremos de esto en la cena.

Pero llegó la noche y no se habló de nada. Octavio comió, con ese suspiro acelerado que tienen los que lloran con el corazón, mientras su madre lo miraba en silencio.

—¿No vas a decir nada sobre lo que le pasó al niño? Si no llega la Miss Carmen ¿qué hubiera pasado? —preguntó mamá, pero papá solo se puso de pie y se fue a su dormitorio, mudo, y apagó la luz.

Aquella noche Octavio soñó que caminaba por la orilla de un río de barro, y que una mujer vieja, con un largo mechón blanco entre sus cabellos negros, se le acercaba mientras le decía que él iba a ser “un gran varón, un gran varón, un gran varón”. Eso recordó al despertar, como un eco lejano que se iba perdiendo con la claridad de la mañana. Al día siguiente no fue al colegio y tampoco los días que siguieron. El fin de semana papá se apareció con un saco que llenó de arena y colgó en el jardín.

—Ven acá, Octavio, hoy vas a aprender a defenderte de los demás.

Octavio se acercó con miedo. Él era sumamente delicado, lo sabía, era consciente de eso, no le gustaba la violencia ni las peleas ni la sangre y prefería leer poesía y ver telenovelas antes que pensar siquiera en golpear a alguien. Pero papá también lo sabía.

Estiró los brazos y papá le cerró los puños con violencia. En el jardín el sol quemaba la piel al mediodía y evaporaba el agua con que habían regado el jardín por la mañana, y Octavio estaba ahí, frente al costal de arena, dándole golpes una y otra y otra vez.

—¡Así no, carajo! —gritaba papá —¡Tienes que golpear girando la espalda! Toda la fuerza está en la espalda, nace de ahí —decía mientras lo cogía con fuerza de los hombros y lo ubicaba frente a su adversario de yute relleno de arena— y luego sigue la ruta del brazo y el puño. ¡Golpea!

Octavio temblaba. Lanzó un golpe.

—¡Golpea bien, carajo! ¡Así! —y papá lanzaba un golpe que hacía girar el costal.

Octavio entonces golpeó una y otra y otra vez y las lágrimas empezaron a brotar y seguía golpeando y los brazos le dolían, las muñecas le dolían, los dedos le dolían, los nudillos pelados le dolían. “Ya no puedo, papá, —dijo en algún momento— ya no puedo”. Pero tenía que seguir dándole al costal hasta que se le doblaron las rodillas y el llanto nuevamente y la saliva que salpicaba y papá mirándolo con cólera porque no era, no iba a ser jamás, el hombrecito que él había esperado. Desde la ventana de la cocina, apretando entre sus manos el secador de los platos, mamá miraba toda la escena con el grito contenido.

¿Por qué tenía que soportar toda esa mierda si no les había hecho nunca nada? Pensaba Octavio, apoyado en el timón de su carro mientras la noche empezaba a disiparse y las luces navideñas se apagaban poco a poco. ¿Por qué si era tan solo un niño?

Pero no tenía respuesta. Solo más y más preguntas en ese rostro ya adulto y surcado por las lágrimas, con un gran vacío en el corazón.

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Cultura

Mario: una leyenda

Lee la columna de Alexander Campos Soto

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Conocí a ese señor por mi papá. Vivíamos lejos de la ciudad, en medio de unas colinas que tocaban el paraíso. Y solo los fines de semana íbamos al pueblo por suministros. A mí me gustaba ir, sobre todo, por las películas que pasaban en televisión abierta los sábados y domingos después del mediodía. Y siempre me llevaba alguna sorpresa. Mi hermano Haya —quien vivía con los abuelos— me esperaba en la puerta, corría hacia mí y sacaba de adentro de su polo (holgado como esos que usan los jugadores de béisbol) un VHS. Le he robado a doña Dorila…, me decía riéndose. Doña Dorila era una señora flaquita, de cabeza pequeña como la de un gorrión, y temperamento de hierro. En su casa, estaba nuestro Cinema Paradiso. Ella vendía y alquilaba películas en VHS y, desde luego, las que nos gustaban tratábamos de hacerle olvidar y, rara vez, se la devolvíamos.

En uno de esos fines de semana, papá cogió su carcacha y fue al pueblo sin nosotros. Recuerdo que me enojé mucho pues la semana anterior habían anunciado una película sobre un perro gigante que volaba. Y ya no la podía ver. Entonces, mamá me llevó hasta la casa de la familia Sánchez Quiroz (los únicos que tenían paneles solares en sus techos de teja); pero una lluvia intensa, acompañada de granizo, hacía bailar a la antena parabólica y era imposible terminar de ver la película. La pantalla se veía como bolitas de granizo que estaban golpeando sobre los vidrios de las ventanas.

El lunes, por la mañana, escuchamos la carcacha de papá estacionarse en el patio de la escuela. Yo no lo quería ver, por supuesto; pero Coco, mi otro hermano, se levantó de su cama y fue corriendo a su encuentro. Escuchaba su voz y la voz de mi mamá y la de mi hermano pequeño diciendo: ¿Me has traído el rompecabezas del hombre araña? Y papá se lo entregó y él llegó hasta mi cuarto y me decía: ¡Mira lo que me han regalado! Y bailaba dando vueltas de alegría.

Fui a comer y papá seguía en la mesa. Y cuando me vio, me dijo: Para ti, he traído el mejor regalo. Está ahí, en esa caja. Era una caja pequeña, aún más pequeña que una caja de zapatos de los que él compraba. Inmediatamente, sentí una ligera exaltación. Me había dicho que, si ese año aprendía a resolver una raíz cuadrada, me compraba un minitelevisor, de esos que funcionaban a pilas y tenían la pantalla pequeña, casi como de unas gafas de sol. No podía ser otra cosa; mi sueño se había hecho realidad. Abrí la caja apresuradamente y encontré, en vez de un minitelevisor, un libro de carátula blanca con la fotografía y el nombre de ese señor. Seguí buscando y había más libros parecidos. Entonces, miré a papá y le dije sorprendido: Pero, yo pensé que era el minitelevisor. Y papá, muy sereno, me dijo: Sí, de alguna manera, lo es. Si lees con cuidado y te concentras bien, esas páginas se van a transformar en imágenes, en colores, en voces, en sensaciones; y las podrás ver más claras y reales que las del televisor. Y, ¿dónde las podré ver?, le dije. Enseguida, respondió: Dentro de tu cabeza. Además, puedes tú participar en la historia. Pero, ¿cómo?, le dije. Arreglándola a tu modo, así como de los dramas que inventas con tus compañeros o los cuentos que mamá te leía de más pequeño. Y mamá dijo: ¿Te acuerdas de Ernesto, el niño que andaba a caballo con su papá y era huérfano de madre? Claro que me acuerdo, mamá: el que asistía a un internado y lo cuidaban unos curas. Mamá asentía con la cabeza. ¿Y recuerdas, también, que creábamos otras cosas sobre Ernesto?; que tenía mamá y papá y hermanos y amigos que lo querían. Sí, claro; me acuerdo, mamá. ¿Y quién las inventó? No lo sé, le dije. Y luego, ella pronunció su nombre: Arguedas. Sí, él; claro, mamá. Y ahora, ese señor que ves en las carátulas de esos libros hace lo mismo, inventa muchos Ernestos. Y luego, me alcanzó un libro: Los cachorros, de Mario Vargas Llosa, ese hombre entrecano de mirada seria e imperturbable.

Desde entonces, Mario, me has acompañado toda la vida. Te conozco más de lo que tú crees. Tú no me has visto crecer porque estabas demasiado ocupado pensando sobre este desafortunado país en cual nos tocó nacer. En cambio, yo sí te he visto andar como actor de cine, llevando el nombre del Perú por todos los confines de la tierra; andando como un sol entre las élites académicas más importantes del mundo; diciendo el Perú existe, yo soy el Perú. Y, en verdad, lo eres. Has dado luz al mundo a través de tus historias. Me alumbraste en la etapa más triste de mi vida porque, en algún momento, en mi sueño más irrealizable, quise ser como tú. Pero, un amigo de Arequipa —que te quiere tanto o más que yo— me dijo: Mario solo hay uno. Y aterricé en la realidad.

                Y te cuento, brujo de las palabras, que fue papá quien me hizo conocerte. Y también, hace un par de horas, fue papá quien entró a mi cuarto, con celular en mano y me dijo: Vargas Llosa ha muerto. Lo primero que se hace frente a la incertidumbre es no creer, que es algo imposible que el Perú haya muerto. Y, desde ahora, es demasiado triste saber que ese sol ya no nos alumbra. Saber que ya no te podemos buscar para mirarte desde lejos por los malecones de Barranco o Miraflores. Y Orlando, con sus dos metros de estatura y señalando con su dedo índice a tu casa, ya no me podrá decir: Hoy, veremos a Mario. Pero nunca nos acercamos. Te respetábamos mucho y también sabíamos que el sol nos puede quemar.  Ahora, todos los peruanos —aquellos que fueron tus críticos y nosotros, los devotos— quisiéramos ser cómo tú, Mario: ¡una leyenda!

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Cultura

Mario Vargas Llosa falleció en Lima

Su familia confirmó su deceso.

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La literatura hispanoamericana ha perdido a uno de sus más grandes exponentes. Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista, polemista y Premio Nobel de Literatura 2010, falleció este domingo en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana. Su muerte cierra un capítulo trascendental de la narrativa en español y deja un vacío imposible de llenar.

Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue un autor universal. Desde sus primeras obras como Los jefes y La ciudad y los perros hasta su despedida con Le dedico mi silencio, su producción literaria moldeó el imaginario colectivo de generaciones de lectores. Dueño de un estilo poderoso y de una inteligencia feroz, supo retratar los entresijos del poder, la violencia y la resistencia con una lucidez pocas veces vista en la literatura contemporánea.

No solo fue novelista, sino también un intelectual en el sentido más clásico: comprometido, activo y provocador. Desde su tribuna en la prensa, como su recordada columna Piedra de Toque en El País, abordó con valentía y convicción los grandes debates de su tiempo, sin temor a contrariar sensibilidades ni a polemizar con sus propios lectores. Fue, hasta el final, un defensor apasionado de la libertad individual, aún a costa de las críticas que sus posturas políticas —liberales en lo económico, progresistas en lo moral— le granjearon.

Su partida, según sus hijos, será despedida en la más estricta intimidad, como él mismo lo pidió: sin ceremonias públicas, con la serenidad que caracterizó su madurez. “Deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, dice el comunicado. Y no hay frase más certera. Vargas Llosa ya era inmortal mucho antes de morir.

Obras como Conversación en La Catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo consolidaron una carrera marcada por el rigor narrativo y la ambición temática. Fue parte del célebre boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, pero también un autor que se distanció de modas, que evolucionó hacia nuevos territorios sin perder la fidelidad a su esencia: contar la verdad a través de la ficción.

El Nobel, que muchos creían esquivo por razones ideológicas, le fue otorgado en 2010 por su “cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Recibió también los más altos honores literarios: el Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias, el Planeta. Fue miembro de la Real Academia Española y, desde 2021, inmortal de la Académie Française. Su ambición no fue solo literaria: aspiraba a incidir, a influir, a incomodar.

Quiso ser presidente del Perú y perdió. Escribió sobre dictaduras, corrupción, historia y pasiones privadas con idéntica intensidad. En El pez en el agua, sus memorias, relató tanto su educación sentimental como su derrota política, con la honestidad de quien entiende que todo, incluso el fracaso, forma parte de una obra mayor.

Su vida fue una novela en sí misma, atravesada por amores, rupturas, amistades rotas (como la célebre con García Márquez) y pasiones ideológicas. Pero nunca se convirtió en estatua, como temía. Siguió escribiendo hasta el final, como si la literatura fuera una forma de derrotar a la muerte.

En su discurso del Nobel afirmó que “la lectura inocula la rebeldía en el espíritu humano”. Vargas Llosa fue, hasta el último aliento, un rebelde que eligió la palabra como su arma más poderosa. Y como los grandes escritores, vivirá mientras lo lean. Ha muerto el hombre; queda el legado.

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Cultura

Francisco de Zela, una cuestión pendiente con Panamá ¿Es hora de repatriar su cadáver­?

Hay algo que Dina Boluarte debería hacer, y es lo que hizo el alcalde del Cusco con la repatriación simbólica del hijo de Tupac Amaru, y es traer de vuelta a Francisco de Zela, prócer que murió en una cárcel de Panamá.

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La leyenda cuenta que el 28 de julio de 1821 moría en una oscura cárcel en Panamá el prócer de la patria Francisco de Zela. Aunque en la década de 2010 el entonces embajador de Perú en Panamá, intentó buscar los restos del prócer, esto de manera autónoma y sin apoyo de la Cancillería peruana, las circunstancias resultaron en su momento infructuosas. Cabe mencionar que es muy probable que Zela en condición de traidor a la madre patria fuera enterrado en una fosa común. Cabría esperar del actual gobierno una búsqueda más infructuosa de dichos restos o al menos repatriar simbólicamente a Zela como se hizo con el hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas recientemente. No debemos olvidarnos que el grito de Zela en Tacna fue el primer grito de independencia en Perú desde el grito ahogado en sangre de Tupac Amaru, esto en 1811. Grito que fue condenado en una mazmorra realista en Panamá.

Un héroe olvidado

Zela fue después de Tupac Amaru el primero luego de treinta años de silencio en lanzar el primer grito libertario del Perú en la ciudad de Tacna el 20 de junio de 1811. Eso lo hace meritorio de ser considerado el líder de la primera insurrección armada por la independencia del Perú. Su rebelión de Tacna estuvo en estrecho contacto con la Revolución Argentina, que se inició en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Si bien los argentinos enviaron un ejército a la Provincia de Charcas (Bolivia), al mando del general Antonio González Balcarce y del abogado (¿Quién envía a un abogado?) Juan José Castelli. Los rioplatenses enviaron proclamas a varias ciudades del sur del Perú, invitándolos a continuar con la revolución.

Zela, tal vez apresuradamente fue el primero en responder y en un «Bando al pueblo de Tacna» declaró su adhesión a la Junta de autogobierno de Buenos Aires y su fidelidad al rey de España, de acuerdo con la posición de la Junta (recuérdese que Fernando VII estaba apresado por Napoleón y en España reinaba José Bonaparte que no era reconocido ni por los españoles americanos ni por los peninsulares) y pretende asumir la jefatura político-militar de la plaza militar imponiéndose él mismo el título de «Comandante Militar de las Fuerzas Unidas de América». 

Zela quien tuvo un apoyo tanto de criollos, mestizos e indígenas, como es el caso del cacique de Tacna, Toribio Ara, y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja. No obstante, su insurrección no tuvo éxito.

Derrotado a causa del fracaso de la campaña de los rioplatenses que fueron aplastados por los realistas en Charcas se vio finalmente apresado por los españoles.

Así los principales dirigentes de la rebelión fueron sometidos a juicio, entre ellos Zela, quien fue llevado a Lima. Allí, gracias al nepotismo (algunas costumbres no cambian), es decir las influencias de su familia y a la mediación (compadrazgo) de importantes personajes se le conmutó la pena de muerte por la de encierro perpetuo en el morro de La Habana. No obstante, se consiguió modificar aún más la sentencia: una pena de diez años de presidio en la cárcel de Chagres, en Panamá, y terminados éstos, expatriación perpetua. Su prisión en Lima duró cuatro años y en 1815 fue trasladado a Panamá. Afectado por el clima tropical y las duras condiciones de su encierro, falleció algunos años después, en 1819. Una versión muy difundida que más huele a leyenda romántica afirma que su fallecimiento se produjo el 28 de julio de 1821, el mismo día de la Proclamación de la Independencia del Perú. Lo cierto es que murió en 1819, un 18 de julio, a la edad de 50 años.

La búsqueda del cuerpo del prócer

Allá por la década del 2010, el embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo Checa recordó la historia de Zela y se propuso encontrar sus restos. Sin instrucciones ni directrices o apoyo de Torre Tagle, buscó por las iglesias de Panamá y entré archivos donde podría descansar los restos del héroe. Consultó incluso con el entonces presidente de Panamá, el locuaz y alangarciesco presidente Martinelli. Finalmente, y tomando en cuenta que en su condición de traidor a la corona muy probablemente Zela fuera enterrado en una fosa común, hubo de parar sus investigaciones. No obstante, en un parque de Panamá se rindió homenaje a la memoria del héroe a través de un busto que recuerda al paseante distraído que en algún lado de Panamá todavía duerme el ilustre tacneño que espera el retorno a su patria libre.

Considerando la reciente repatriación simbólica al Cusco desde Madrid, del hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, es momento, aprovechando la visita del presidente Mulino en Perú, de recuperar los restos, aunque sea simbólicamente de Zela. Es momento que Zela regrese al Perú independiente tal y como un día de 1811 soñó.

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Cultura

La princesa Gominola

La nueva tragicomedia escrita por Helen Hesse.

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Tras años de ausencia, Alejandra regresa al Perú con un único propósito: recuperar a su hijo Santi, a quien dejó al cuidado de sus abuelos cuando apenas tenía 7 años. Lo que parecía una sencilla reunión familiar se convierte en un escenario cargado de emociones, secretos y revelaciones inesperadas. En una cena familiar donde los recuerdos y las emociones están a flor de piel, una dolorosa verdad saldrá a la luz, ¿será capaz Alejandra de reconstruir lo que perdió?

“La princesa Gominola” es una tragicomedia escrita por Helen Hesse y forma parte de una serie de tres obras breves que forman parte de un innovador ciclo de microteatro inmersivo. Presentada por Paso de Gato Teatro, cada obra está diseñada para sumergir al espectador en una experiencia única, donde no solo serás testigo, sino también protagonista de las historias que se desenvuelven ante tus ojos.

Disfruta de una propuesta teatral en la que los límites entre el público y los personajes se desdibujan, creando una conexión emocional profunda y momentos inolvidables.

El dato

Estreno: Miércoles 09 de abril  a las 8:00 pm

Dirección: Milagros López Arias

Dramaturgia: Helen Hesse

Actrices: Pilar Delgado, Milagros López Arias y Sergio Velasco.

Las obras estarán todos los miércoles y jueves de abril hasta 01 de mayo a las 8:00 pm.

Lugar: La Residencia (Sáenz Peña 107 Barranco)

Entradas: Joinnus o al 959528540.

No te pierdas esta oportunidad de vivir el teatro como nunca antes lo habías hecho.

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Cultura

De la orilla al lienzo

Camila Rodrigo regresa a Lima con un sobrio conjunto de abstractos. La forma resignificada se inaugura el 9 de abril en La Galería de San isidro.

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El inicio de su travesía en la abstracción surgió de manera intuitiva. Un día en la playa, conversando con su madre, recordó la pared vacía de su departamento y decidió pintarla. A partir de esa carencia física nació un proceso que convirtió el vacío en superficie, la nada en estructura. Fue un encuentro con el orden y la proporción, donde líneas y formas geométricas empezaron a definir un lenguaje propio.

Camila Rodrigo (Lima, 1983) concibe el lienzo como un espacio de transformación. Su proceso creativo está marcado por una metódica construcción de capas, donde el color y la textura emergen en un rito de serenidad y concentración. La tela, en su estado inicial, yace en el suelo, expectante. El negro, un tono fundamental en su obra, se convierte en un eje transcendente y el pigmento, diluido en agentes fluidos, se asienta sobre la superficie como una piel que se va formando en un orden temporal que la artista organiza y supervisa con exigente minuciosidad.

Geometría líquida

La artista recuerda con nitidez los diseños limpios de su abuelo y su padre, arquitectos. Su conexión con la materialidad se remonta a su infancia, cuando paseaba por La Punta y recogía piedritas en la orilla del mar. Hoy, esos recuerdos se transforman en una serie de obras que exploran la textura y la composición, como se evidencia en La forma resignificada, muestra que inaugura el 9 de abril en La Galería de San Isidro. Sus pinturas, de una estética minimalista, sugieren paisajes internos y una rigurosa investigación sobre la materia.

No en vano su obra transita entre el diseño y la pintura, el instinto y la precisión geométrica. Formada en Diseño Gráfico en la Universidad San Ignacio de Loyola (2010), complementó su aprendizaje con estudios de fotografía en el Centro de la Imagen de Lima (2006) y en el Rhode Island School of Design (2009). Su carrera ha estado marcada por una evolución que la llevó del arte figurativo y la ilustración infantil hacia una exploración profundamente abstracta, donde la forma y el equilibrio son el núcleo de su lenguaje visual.

Lenguaje que madura y desarrolla en su estudio en Las Condes, Santiago de Chile, donde trabaja de 8:30 a.m. a 3 p.m., cuando sus hijos están en el colegio. Allí se entrega por completo al proceso creativo, sin interrupciones. En ese silencio ha descubierto que su pintura es una traducción de su percepción de la vida. «Después de pasar tiempo en el taller, mirando los cuadros en soledad, empiezas a pensar lo que hay detrás de lo que pintas», reflexiona.

Así, las piedras, recurrentes en su imaginario, se convierten en una metáfora del lastre vital, de esas formas que, convertidas en peso, se resisten al cambio. En su pintura, Rodrigo busca liberarse de esas imposiciones, recuperar la espontaneidad y la ligereza de la infancia. Su taller, más que un espacio de trabajo, es un refugio donde la libertad toma forma y color, como alguna vez imaginó de niña. Este 2025 su obra ha sido seleccionada para ser presentada en el Stand de La Galería en la feria Pinta PArc, un reconocimiento a su creciente impacto en la escena artística contemporánea.

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Cultura

Seminario: «De los griegos a los juglares: la naturaleza antropológica del poeta en occidente como cantor sagrado en la épica, la lírica y el teatro»

Un seminario que recorre la poesía, el teatro, lo regioso y político.

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El Centro Cultural de la Universidad de Piura los invita a participar de este seminario en el que se abordará las raíces de la civilización occidental en su poesía, la naturaleza del poeta desde un sentido antropológico/esotérico (los poetas arcaicos como mediums de la divinidad), la configuración del relato político, y la aparición del teatro como síntesis religioso y político.

Especial énfasis se dará en los vínculos del teatro trágico griego y su influencia en el drama moderno «Historia de una escalera» de Antonio Buero Vallejo. Así como también una comparativa de dos obras de tragedia clásica: La Electra de Sófocles frente a la Electra de Eurípides.

Dirigido a actores, dramaturgos y público en general.

SOBRE EL DOCENTE:

Alejandro Herrera. Bachiller de Derecho de la Universidad Hispanoamericana de Costa Rica. Periodista cultural especializado en poesía y narrativa. Es corresponsal del medio Contrapunto El Salvador Centroamérica, es también asesor literario, ghostwriter y editor. Cronista parlamentario en Perú para la revista Lima Gris.

SESIONES:

  • Narrando el Mito Griego: poetas épicos, líricos y autores trágicos
  • Roma, tuyo es el poder y la gloria: La política como teatro. De poetas bucólicos a oradores políticos.
  • La Espada, la Dama y la fe: de los cantares de gesta a los juglares y el ideal caballeresco medieval y la reaparición del teatro como evento sagrado.

Inicio: 3 Sesiones: martes 22 y 29 de abril, 06 de mayo
De 7:00 p.m. a 8:30 p.m.
Modalidad presencial: Casona Pardo (Calle Coronel Inclán 120, Miraflores – Lima)
Certificación a nombre de la Universidad de Piura
Inversión: 150 soles
Inscripciones: enlace:
https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLScL44vg3O9kHpn4I4mojzBJBm9kPxzC3W0T49rK9uBVCX33-A/viewform?fbclid=PAY2xjawJeQbVleHRuA2FlbQIxMAABp8dcK4M01J7Dn8FaYp9SEwmQfiBwr1kitAZzKqxvSaUF8ywzNruEr8JXZ105_aem_-Ad4HYI_aFr0M8Tqp7THag

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Cultura

Festi CIX 2025: Feria del libro “Letras sin límites” se inauguró en Chiclayo

Gestión municipal chiclayana promueve la cultural con inauguración de feria del libro.

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La ciudad de Chiclayo inició una fiesta cultural en el mes del aniversario y de las letras. El miércoles pasado al mediodía se inauguró el I FESTI CIX 2025 FERIA DEL LIBRO “LETRAS SIN LÍMITES”, un evento cultural que reunirá a escritores, editoriales, librerías y amantes de la literatura en un espacio de encuentro y aprendizaje.

La ceremonia de inauguración se llevó a cabo en el recinto ferial ubicado en la cuadra 1 de la Avenida Elías Aguirre, con la presencia de la alcaldesa de la Municipalidad Provincial de Chiclayo Janet Cubas, autoridades locales y representantes del sector cultural. Durante el evento, se anunciarán las actividades programadas, que incluyen presentaciones de libros, conferencias, talleres, shows artísticos, entre otros.

EL  FESTI CIX 2025 FERIA DEL LIBRO “LETRAS SIN LÍMITES” busca promover la lectura y el acceso a la cultura, ofreciendo una variada oferta a precios de promoción desde los 10 soles. Además, de publicaciones para todas las edades y gustos. Asimismo, contará con espacios dedicados a la literatura infantil, presentaciones de libros, recitales de poesía y las publicaciones académicas.

La organización invita a toda la comunidad chiclayana a participar de esta celebración cultural y disfrutar de una experiencia única en torno a los libros y el conocimiento.

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Cultura

Ollantaytambo: atentado al Patrimonio Arqueológico revela presuntos actos de corrupción, tráfico de influencias y abuso de Autoridad

En un nuevo escándalo en Cusco estarían implicados funcionarios de la Municipalidad de Ollantaytambo y del Ministerio de Cultura.

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La construcción ilegal del hotel Sol Ollantaytambo Boutique, no solo revela graves irregularidades administrativas y un daño irreparable al patrimonio, sino que expone una red tráfico de influencias, posibles actos de corrupción, un preocupante abuso de autoridad por parte de funcionarios municipales, un serio riesgo ambiental y una activa defensa del alcalde por parte del principal implicado. 

Entre los implicados aparecen el actual alcalde de Ollantaytambo Paul Palma, funcionarios municipales, la dueña del hotel Lucinda Miranda Farfán y su administrador Derik Miranda Farfán. Según fuentes cusqueñas, nuestra anterior publicación generó un temblor en las oficinas de la Dirección Desconcentra de Cultura de Cusco y en las instalaciones del municipalidad de la ciudad inca.

Se colapsó muro correspondiente a la canalización del Rio Calicanto  provocado por la  construcción de fierro y cemento realizada gracias a la autorización irregular de Restitución Volumétrica otorgada por la Municipalidad Distrital de Ollantaytambo.

Escandalosas irregularidades

El permiso de restitución volumétrica, base de la construcción ilegal, presenta fallas cruciales: se la documentación a la cual hemos tenido acceso, se otorgó sin pasar por las comisiones técnicas correspondientes, se anuló tardíamente y hasta la fecha no existe una orden de demolición. Estas omisiones representan una grave falla en el proceso administrativo y una flagrante vulneración de las leyes de protección del Patrimonio Cultural de la Nación.  La tardanza en la anulación y la ausencia de una orden de demolición sugieren complicidad o negligencia por parte de las autoridades, permitiendo que el daño al patrimonio continúe.

Esta situación se agrava por la evidencia de que la Gerencia de Desarrollo Urbano, bajo la dirección del Arq. José Carlos Cárdenas Chamorro, ha venido otorgando autorizaciones de obra de manera irregular, sin pasar por las comisiones técnicas correspondientes, como lo exige la norma.  Estas autorizaciones se han emitido en el centro histórico de Ollantaytambo y en sectores protegidos por la Ley N° 28296, Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación. 

Entre las autorizaciones otorgadas de forma irregular se encuentran las siguientes: autorización N° 001-2023-GDUR – MDO, autorización N° 016-2024-GDUR – MDO, y la autorización N° 020-2024-GDUR – MDO.  Además,  la ejecución de obras no cumple con la normativa vigente, donde los propietarios deberían presentar el expediente respectivo al procedimiento administrativo, en concordancia al Reglamento de Intervenciones Arqueológicas vigente aprobado mediante Decreto Supremo Nº 011-2022-MC, de fecha 23 de Noviembre del 2022. 

La omisión de la calificación de los expedientes por los delegados AD HOC del Ministerio de Cultura agrava la situación. Lo curioso es que desde la sede central del Mincul hay un silencio sepulcral.

Derik Miranda Farfán dirigiendo personalmente la construcción que atenta contra el Patrimonio Cultural de la Nación.

¿Colusión, Enriquecimiento Ilícito y Tráfico de Influencias?

La denuncia pública y ante la Policía Anticorrupción de Cusco realizada por el Presidente del Frente de Defensa de los Intereses del Distrito de Ollantaytambo, Andrés Fabián Bravo Pinedo, revela una red de influencias que conecta al alcalde Paul Palma, funcionarios municipales, y la dueña del hotel en construcción Lucinda Miranda Farfán y su administrador Derik Miranda Farfán, este último  ha recibido pagos de la Municipalidad Distrital de Ollantaytambo por un total de S/. 67,265, según información del portal de transparencia.

Este monto se desglosa de la siguiente manera:

  • Adquisición de KIT de incentivos: S/. 38,625.00
  • Refrigerios y almuerzos: S/. 8,160.00
  • Contratación de jueces: S/. 1,760.00
  • Contratación de personal para mesa de partes: S/. 720.00
  • Refrigerios S/. 18,000.00 

Fuente: OSCE.

Estos pagos, especialmente habrían sido destinados a “Jueces”, “refrigerios” y “kits de incentivos”, generan serias dudas sobre su legitimidad y transparencia, apuntando a una posible sobrefacturación o pagos ficticios. La denuncia de Bravo Pinedo destaca la estrecha relación entre Miranda y el alcalde Palma, así como lo evidencia una foto donde esta Miranda con las hermanas del alcalde, sugiriendo una red de influencias que ha facilitado la obtención de contratos municipales de manera irregular. Esta relación de amistad y/o parentesco, combinada con los pagos sospechosos, refuerza la hipótesis de un presunto contubernio para beneficiar a Miranda a expensas del patrimonio arqueológico y el erario público.  La denuncia pública de Bravo Pinedo proporciona un testimonio crucial que debe ser considerado en la investigación.

Derik Miranda Farfán, proveedor estrella de la Municipalidad de Ollantaytambo junto a las hermanas del Alcalde de Ollantaytambo.

Activa Defensa del Alcalde por parte de Carlos Miranda

Más allá de los indicios de corrupción y enriquecimiento ilícito, se evidencia una activa defensa a favor del alcalde Paul Palma por parte de Carlos Miranda.  Publicaciones en redes sociales del 12 de abril de 2024, mostradas por Andrés Fabián Bravo Pinedo, Presidente del Frente de Defensa de los Intereses del Distrito de Ollantaytambo,  demuestran que Miranda defiende  públicamente al alcalde de Palpa contra las críticas a la gestión municipal ante el bloqueo de calles en Ollantaytambo por ciudadanos que organizados comenzaron a tapar los huecos de las avenidas de esta ciudad inca viviente ante la inoperancia municipal. 

Esta defensa pública, realizada por un proveedor municipal con contratos cuestionados, evidenciaría una estrecha relación y complicidad entre Miranda y el alcalde, socavando la transparencia y la imparcialidad en la gestión municipal.

Llamado a la Acción y Exigencias

La situación en Ollantaytambo exige una respuesta inmediata y contundente. Se debe emitir de inmediato una orden de demolición para detener el daño al patrimonio arqueológico. La Contraloría General, la Fiscalía y la Policía Anticorrupción deben investigar a fondo las irregularidades en el proceso de concesión del permiso, la anulación tardía y la falta de orden de demolición, así como los pagos sospechosos a Carlos Miranda y la gestión irregular de las autorizaciones de obra por parte del Arq. José Carlos Cárdenas Chamorro.

La investigación debe incluir el análisis de todos los contratos otorgados por la municipalidad a Miranda para determinar la existencia de otros posibles casos de corrupción. Las organizaciones vivas del Pueblo de Ollantaytambo deben exigir la rendición de cuentas por parte del alcalde Paul Palma y el gerente municipal José Carlos Cárdenas Chamorro, y se debe garantizar que los responsables sean sancionados con el peso de la ley.

Publicación en redes sociales realizada por Derik Miranda Farfána a favor del alcalde de Ollantaytambo.

La protección del patrimonio cultural de Ollantaytambo y la lucha contra la corrupción son responsabilidades ineludibles para las autoridades. La denuncia de Andrés Fabián Bravo Pinedo debe ser considerada como evidencia clave en la investigación, y su testimonio debe ser protegido.  La pregunta realizada por Bravo al refereise a los comentarios vertidos en las redes sociales por Carlos Miranda  de ¿por qué se defiende tanto a esta gestión, si por amistad, desarrollo del pueblo o enriquecimiento personal?, queda abierta a la investigación, pero las pruebas presentadas apuntan fuertemente hacia un presunto enriquecimiento ilícito y abuso de poder.

Nos comunicamos con el alcalde de Ollantaytambo Paul Palma y con el gerente Carlos Cárdenas para recoger sus descargos, pero hasta el cierre de este informe no hemos recibido sus respuestas.

Imaginamos que el ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja ya tomó conocimiento de este nuevo escándalo, y su preocupación debería ser mayor ya que su familia también tiene un hotel en Ollantaytambo. Nos preguntamos ¿el ministro actuará ante lo sucedido o se quedará de brazos cruzados?

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