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Viaje al fondo de la locura

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Una crónica de Eloy Jáuregui

1.

Y decía. Caminé por la Av. Del Ejército. Chompa vieja sin camisa, pantalón de trapeador, zapatillas en la última lona. Jorobado en extremo, tomado de mis propias manos, el pelo hirsuto de mi barba rala y un terror de cojones para el jabón y el agua. Despacio, arrastrando los pies, llegué hasta la puerta principal, gané la gran alameda central empedrada y un brazo me cogió por el hombro. «Oye, tus papeles», dijo una voz con «fotocheck». Yo entregué la copia de mi electoral y me señalaron una vieja edificación sobre el corredor de la derecha. Eran los consultorios externos, el lobby del infierno, hasta ahí llegue con mi muerte a plazos y mi perplejidad.

Era una mañana de agosto y yo con toda la apariencia del loco había ganado la calle. Como otros tantos de cientos de enfermos mentales que deambulan por las calles de Lima. Ya, disfrazado y temprano estaba a la buena de Dios. El manicomio me serviría para escribir una crónica que obligaría a las autoridades una semana más tarde a declarar en emergencia el hospital. Tres días estuve internado –al final contra mi voluntad– y conviví en los linderos de la tolerancia más curtida. Al final, valió la pena, la cordura no era mi fuerte pero con ella, descubrí que la vida sí se puede soportar sólo con ella, aunque de forma infrahumana.

En aquel tiempo y mientras me preguntaba si el Perú era un país depresivo, ponía en mis labios aquello que pregonaba el Dr. Baltasar Caravedo respecto al por qué los pobladores de Monsefú, hasta 1910, seguían guardando luto por la muerte de Atahualpa. El Perú de Alan García no había cambiado mucho en relación a este aserto. El luto depresivo seguía entre nosotros tanto como la pena. Audaz me profundicé en el tema y llegué a la conclusión que, aunque cueste creerlo, existía una enfermedad original peruana: la neurosis depresiva.

Justo en esos años ocurrió un suceso que colocó a la salud mental del país en alerta roja. En el hospital Larco Herrera, la huelga indefinida de paramédicos, la falta de alimentación y medicinas, habían provocado en menos de una semana nueve muertos y la tragedia se sumaba a la falta de recursos en el Ministerio de Salud que colocó a los enfermos en el peldaño más bajo de la condición humana. Yo era un pichón de cronista y veía cada día como mis solicitudes para ingresar al más grandes hospital de enfermos mentales de Lima eran rechazadas sin ninguna explicación. Así no tuve otra solución.

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Foto. Caretas

2.

¿Doctor Fernández o doctor Díaz?, me preguntó una mujer de mandil blanco, herméticamente blanco y en desgracia. «No sé, vengo por primera vez, soy borracho y quiero matar a mi padre», dije. El que oficiaba de huachimán y enfermero y que también era interno, me miró con satisfacción, «uno más», pensó. Pagué con unas monedas por la consulta en la ventanilla del fondo del pasillo y recibí a cambio un ticket mimeografiado y ciento de mirada ágrafas. Salí del pabellón e ingresé a la otra vida. Al fin, ya tenía el pasaporte para conocer las tinieblas del horror y apenas eran las ocho y cuarto de la mañana. Cierto, sudaba como un descosido.

«Hígado», «molleja», «apanado», «lentejas», estaba escrito en una pizarra del primer restaurante frente al pabellón de la administración. Un hombre fumaba en una de las mesas y leía una revista evangelista. «Un café por favor», le pedí al mozo de mirada extraviada. Él me observó receloso, «No hay agua hervida», me contestó. Ahora estaba sentado en una banca de madera frente al pabellón 16. Del último fondo, y escapándose por una ventana semitapiada, se escapaban unos gritos desgarradores: «Mamaaá, mamaaá, mamaaá…».

Un guardia republicano vigilaba la entrada del oscuro edificio que fungía de pabellón para terroristas. De pronto, un pedazo de concolón de arroz fue arrojado en la vereda, debajo de mi banca a la hora de del almuerzo, a la hora de la ‘paila’. Un tipo de abrigo seboso y zapatillas rotas se acercó para recogerlo. Lo tomó y fue a sentarse en la banca del lado. Luego comenzó a comer lentamente olvidándose del mundo. Más allá, unos internos sudaban y cargaban grandes ollas en sendas carretillas. «Estofado. Pab. 12», Estaba escrito en uno de ellas. Dos hombres de baja estatura buscaban en los desperdicios algo para comer y se llenan la boca sin escrúpulos y en verdadera competencia que uno había visto en una disputa de cerdos.

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Foto: Ana Castañeda.

3.

Al mediodía un médico distraído apuntó mi perfil síquico sobre un escritorio a punto de desplomarse. Escuchó mis males con bostezos. Se fastidió cuando le conté de mis obsesiones sexuales. Se entusiasmó cuando le dije que quería atentar contra la vida de mi padre. Se desilusionó cuando le confié que tenía temor a las sombras. Me extendió una receta al tiempo que escribía una orden para mi internamiento. Me dijo me iba a ver al día siguiente y me asignó un enfermero que nunca llegó. Por la tarde un anciano elegante de traje y sin zapatos y que miraba en lontananza el horizonte, me dijo que en su pabellón había dos colchones. Esa noche me quedé dormido tarde. Afuera se oían aullidos, almas en pena, la desesperanza más sobrecogedora.

Lo que tenía que ocurrir había ocurrido. Un empleado me reconoció al día siguiente. ¿Qué haces, loco?, me dijo. Le intenté explicar que estaba en misión secreta, ahí fingiendo, pegándola de demente. Que había llegado a escribir una crónica urgente, que en mi casa no sabían nada. No me creó, ni lo de la crónica ni que me esté haciendo el loco. Además, todos dicen lo mismo, me dijo. Que no están locos. Luego se extendió que un supuesto viaje a la selva de las sirenas azules. Que dónde estaba el cometa que se clavó en la luna. Que ayer han cazado una ardilla de metal. Yo lo arrastré debajo de unos árboles y al final lo convencí. Él me seguía observando desconfiado. Luego, dudando me fue enseñando las zonas secretas del hospital, la cocina desierta, la lavandería abandonada, la ropa asquerosa que forman cerros frente a tres trabajadoras de mandil incierto. Había otras máquinas, todas oxidadas e inservibles que no sé para qué. Llegamos al almacén, el amplio salón de farmacia apenas mostraba unas charolas y cinco o seis cajas de unas ampollas amarilla. Más allá, un enjambre de empleados y secretarias escriben a máquina, estampaban sellos, escuchaban Radio Mar, todos me observaron recelosos.

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Foto:  David Vexelman F.

4.

En 1987, la huelga de los trabajadores duró 56 días. Se exigía incrementar el presupuesto del sector Salud del 5 al 7.5 por ciento. La huelga se rompió y los problemas continuaron. A groso modo, en estos tiempos el hospital alberga a 1,570 trabajadores y sólo existen 1,100 camas para 5,000 enfermos. Un técnico administrativo, por ejemplo, con 28 años de servicios, gana un poco más del sueldo mínimo y le duele en el alma. El Hospital Larco Herrera tiene un apéndice en Barranca donde dicen que trasladan a los enfermos en recuperación. Falso, a eso lugar llegan los irreversibles. De ahí jamás regresarán, además, la familia ya los dio por muertos. Ahí también van a parar los empleados «conflictivos».

De aquellos días algo ocurrió en el pabellón 7, exclusivo para mujeres y que es severamente vigilado. Un policía violó a una paciente. La dirección les abrió un proceso disciplinario a dos trabajadoras supuestamente por complicidad. No obstante, el guardia continúo trabajando, nunca se investigó cómo ingresó en la noche y cómo consumó el delito. Su comando lo relevó y guardó un silencio absoluto. Casos como éste son frecuentes porque uno de los grandes problemas del hospital es que delincuentes y drogadictos pueden ingresar por las paredes en la noche y hasta venderles PBC a los internos que tiene algo de dinero porque todavía reciben visita.

Ese año de 1985 se implementaron los puestos de confianza, aumentó la burocracia y se suprimió la alimentación para los empleados asistentes. Según los delegados del sindicato, el director Aurelio Medina Gavidia había convertido el hospital en una guarida de la Juventud Aprista. «Esto está lleno de búfalos», me contaba uno que le decían «Tato», mientras tomaba un té en uno de los quioscos que está frente al pabellón donde se encuentra la capellanía. «Ahora se roban los teléfonos, las bombas de agua y hasta los focos». Pagó y se marchó.

El presupuesto del hospital tenía varias partidas. La 02-00 destinada a bienes y que básicamente era la de alimentos y medicinas se había reducido a la mitad. El noventa por ciento de este dinero que estaba destinado a alimentación y el restante para medicinas ya no alcanzaba. «El Ministerio de Economía y Finanzas es el gran culpable», me explicaba despacito una mujer de edad enmandilada y que no me quiso decir cómo se llama. Y con el drama en la barriga remató: «soy del nivel C y mi sueldo no alcanza a fin de mes».

En la Dirección de Salud Mental del Ministerio de Salud, no existía estadísticas sobre los enfermos que se atienden en todo el país y cualquier cifra que se maneje pertenece a iniciativa de algún psiquiatra particular. Sin embargo, investigaciones realizadas por estudiantes universitarios de psiquiatría, arrojan un número cada vez más alarmante. Por ejemplo, hasta ese año existía oficialmente en el país 105 mil psicóticos, 280 mil neuróticos, 355 mil epilépticos, 700 mil deficientes mentales, 500 mil jóvenes con desarreglos en conducta escolar y 450 mil alcohólicos. Nunca se ha realizado estadísticas sobre el fármaco-dependiente y drogadictos pero según algunos especialistas, la proliferación es verdaderamente epidémica.

Otra cifra terrible es aquella que habla de que el 20 por ciento de los recién nacidos en el país, muestran el trauma por alumbramiento, ya que el 70 por ciento de estos niños nacen sin atención médica. De estos nuevos peruanos, la mitad fallece antes de cumplir los cuatro años. Los niños que “sobreviven”, están expuestos a un sinnúmero de enfermedades infecto-contagiosas que tarde o temprano provocarán lesiones en el sistema nervioso. Así de simple.

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Enrique Sánchez Torres es técnico de enfermería y trabaja en el hospital Víctor Larco Herrera.

5.

El desayuno se sirve religiosamente a las siete de la mañana. Aquel jueves fui testigo de un porongo de quáker y algunos panes. En el almuerzo de las 11 y 30 sirvieron un caldo realmente abominable con algunos pedazos de zanahoria y que le dicen «sopa». De segundo eligieron trigo con arroz, mismo barro, y a las 6 de la tarde la cena fue el mismo arroz y una mazamorra sin nombre que, lo juro, me hizo vomitar. La paila no llega a todos los pabellones y los pacientes crónicos, francamente gritan de hambre.

El pabellón para niños ofrece una visión miserable. Ahí están encerradas 26 criaturas con escasos rasgos humanos. «A los niños apenas les llega una sopita y casi nunca pan», me explica una asistente y agrega: «Nosotros tenemos que prepararles unas tortillas con los huevos que nos dejan algunos familiares». Es cierto, los empleados observan de manera impotente tamaña miseria. Si no fuera por algunas donaciones, los muertos se multiplicarían. El Dr. Orlando Puliti funge de asesor legal. Me acerco, curioso, quiero hacerle algunas preguntas. «No jodas, está muy ocupado», me responde un sujeto sombrío desde el altillo de su oficina.

Por falta de alimento y de calorías los pacientes adquieren otras enfermedades amen de la caquexia y la pelagra. Los nueve muertos conocidos no fallecieron de locura, murieron por desnutrición, así consta en la denuncia fiscal y no como dice el ministro de Salud, Dr. Luis Pinillos, por culpa de la huelga de trabajadores. El personal profesional, llámese médicos, enfermeras y técnicos, trabajaron normalmente durante los días de la huelga del sector. Mentía el ministro –para variar–cuando hablaba de desatención.

Es verdad, tampoco se utiliza «la camisa de fuerza» porque todas están inservibles y el electroshock está suspendido por falta de fluido eléctrico. Entonces se recetaba a todo pasto el fármaco Largactil, un sedante que cuesta un ojo de la cara en las farmacias de la calle y que en la botica del hospital simplemente no existe por más que se luce una propaganda con la caja de 30 comprimidos. Esta sustancia química reemplaza al terrible «baño de ahogo» y a los manguerazos de agua helada.

Foto: Agencia Andina.

6.

Casi ningún paciente se medica. Por eso, para los propios empleados asistenciales es un riesgo ingresar, por ejemplo, al pabellón 4, el de los enfermos crónicos, donde el clima de violencia es inenarrable. En ese tenebroso edificio, donde se escuchan los gritos más lastimeros del mundo, en la actualidad hay 6 pacientes condenados a muerte. Desabastecidos, sin alimentación adecuada, sin ningún tipo de seguridad y con tres focos solamente alumbrando la ciudadela en la noche, el Larco Herrera era el lugar más dantesco del planeta.

Hoy que se han multiplicado los suicidios y como afirma el psiquiatra Javier Mariátegui: «La miseria ayuda a la gestación y proliferación de las neurosis y depresión. El Dr. César Rodríguez Rabanal dice casi resignado: «Al hospital llegan los perdedores de la sociedad».

Ser pobre es suficiente pero padecer de un trastorno mental ya es la miseria misma. En el país existe una gran verdad que dice a media voz. La familia es la principal productora de las enfermedades mentales. Suena terrible, súmese a este drama el asedio socialmente establecido y la pérdida general del status económico, así encontraremos las claves de este país enfermo. ¡Entonces, señor ministro de salud, cuándo la salud estuvo más enferma!

La noche cae en el Larco Herrera, ya no tengo cigarros. Han pasado tantos años. Está crónica quería seguir los pasos de una investigación que realizara José María Salcedo. No sé si logré mi propósito. Entonces, alguien toca un silbato, otro da órdenes a unos tigres inexistentes y alguien canta la canción más triste del planeta. En la oscuridad de la vieja casa hacienda muchos recuerdan entre brumas haber sido felices y en algún momento haber sido el peruano con familia habitando en un país hermoso. No insistiré en decir que me habían prohibida la salida. Sería hilarante y de eso no se trata. Así que, arrastrando los pies y más deprimido que «autista pobre», en la penumbra llegué hasta uno de los muros. Después de treparme por la tapia junto a los arbustos al fondo del estadio al fin gané la calle. En la Av. del Ejército logré subir al bus de la línea 91, los “moraditos”. Todo el que sube en el paradero del ‘Larco Herrera’ es más que sospechoso. Yo estaba con los ojos que miran para adentro y el cobrador que me grita: «Patita, paga, paga, paga, no te me hagas el loco». Ha pasado tantos años, lo sé, pero parece que fue ayer.

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Paro Nacional de Transportistas: más asesinatos y un gobierno ausente

Mientras las mafias siguen matando a transportistas en todo el país, Dina Boluarte guarda un silencio cómplice. La falta de acción y de liderazgo ha convertido las carreteras en territorios sin ley. Los transportistas paralizarán el país este 18 de junio exigiendo lo que siempre se les garantizó: seguridad y justicia.

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Los gremios de transportistas han anunciado un paro nacional para este miércoles 18 de junio, en protesta por la alarmante ola de violencia que azota a su sector. La medida, que iniciará a las 00:00 horas y se extenderá hasta las 23:59, incluirá concentraciones en puntos clave de Lima, Callao y otras regiones.

La Confederación Nacional de Transportistas del Perú (CNTP), la Asociación Nacional de Transportistas (ANTRA) y otros colectivos lideran esta jornada de protesta, tras registrar al menos 15 conductores asesinados en lo que va del año. Las mafias que cobran cupos y extorsionan operan con total impunidad en las rutas del país, mientras el Ejecutivo, encabezado por Dina Boluarte, guarda un silencio cómplice.

Los puntos de movilización en Lima incluyen el Óvalo Santa Anita, el puente Los Ángeles (SJL) y la Plaza Bolognesi. En el Callao, el Óvalo La Perla será el epicentro. El impacto será grave: rutas interprovinciales y urbanas paralizadas, con serias consecuencias para el transporte de pasajeros y mercancías.

Los gremios exigen un plan nacional de seguridad para el sector transporte, mayor presencia policial en zonas críticas y, sobre todo, una respuesta política firme. Pero hasta el momento, el Gobierno no ha emitido ningún pronunciamiento, demostrando su total desconexión con la realidad que viven miles de trabajadores diariamente.

El silencio del Ejecutivo frente a las extorsiones, asesinatos y amenazas sistemáticas refleja una grave irresponsabilidad. Dina Boluarte ha optado por mirar a otro lado, mientras los transportistas mueren en las carreteras y los ciudadanos quedan a merced del crimen organizado.

La protesta no es solo por ellos, advierten los voceros de los gremios. La seguridad en las vías es un problema nacional que afecta la economía, la movilidad y la vida misma de todos los peruanos. Si no hay una respuesta inmediata, el paro podría volverse indefinido.

La indiferencia del Gobierno de Dina Boluarte ya no es tolerable. La ciudadanía exige acción, no excusas.

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¿Se cae Larcomar? Municipalidad de Miraflores clausura temporalmente centro comercial

Tras inspección municipal se detectaron grietas, instalaciones expuestas y fallas en medida de seguridad.

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El sismo de magnitud 6.1 ocurrido el pasado domingo afectó a todos los limeños sin distinguir clases social o distrito. Varias viviendas, colegios, instituciones públicas y centros comerciales resultaron afectados de manera diversa. A propósito de los últimos, la Municipalidad de Miraflores empezó a realizar inspecciones inopinadas en diferentes lugares de su jurisdicción.

Tras la inspección de Visita de Inspección Seguridad en Edificaciones (VISE) personal de la municipalidad identificó grietas en zonas de tránsito de visitantes, instalaciones eléctricas expuestas y deficiencias en la implementación de medidas de seguridad, entre otros problemas.

Se observan grietas debajo de las varandas del centro comercial. Foto: RPP.

Al respecto, señalaron que estas observaciones ponían en riesgo la integridad física de los vecinos, turistas nacionales y extranjeros, por lo que también se revocó el certificado ITSE (Defensa Civil) de Larcomar.

En tanto, el municipio miraflorino anunció que ampliará las inspecciones a otros espacios públicos del distrito, como la Huaca Pucllana, el café Buenavista, el Beso Francés, playas de estacionamiento y locales ediles, con el objetivo de verificar el cumplimiento de las normas de seguridad.

Estadio Manuel Bonilla bajo riesgo de colapso

Otro emblemático centro miraflorino que se encuentra muy cerca del acantilado es el Coliseo Niño Héroe Manuel Bonilla, que hasta la fecha se encuentra clausurada de manera permanente por detectarse severos problemas en el suelo del recinto deportivo, haciendo casi imposible cualquier plan para su refacción. Es más, expertos indican que probablemente esté al punto del colapso.

Uno de los principales obstáculos para la recuperación del coliseo Manuel Bonilla es la presencia de corrientes de agua y humedad bajo el suelo, lo que complica cualquier intento de remodelación. Según explicó el asesor legal de la municipalidad de Miraflores, Lino de la Barrera, estas condiciones requieren una cimentación profunda y especializada, lo que eleva los costos de reparación a aproximadamente 50 millones de dólares. Este monto, según indicó, está fuera del alcance del presupuesto municipal actual.

Coliseo ahora sirve como cochera municipal. Foto: GEC.

Durante décadas, el coliseo Manuel Bonilla funcionó como un importante escenario deportivo y cultural. Este espacio fue utilizado para diversos eventos, como competencias de voleibol, básquetbol, boxeo y actividades culturales, siendo uno de los recintos más representativos de la ciudad.

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Lecturas para aprender a jugar a póker y no perder la casa en el intento

Libros recomendados. Todo lo que tienes que saber sobre el póker.

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Enriquecerse jugando a póker está al alcance de muy pocos. Lo peor que le puede pasar a alguien que quiera dedicarse a esto es que tenga mucha suerte en alguno de los primeros torneos que juegue, gane y crea que sus habilidades le van a llevar a dejar su trabajo habitual.

En el largo plazo, la habilidad, es decir, el factor humano, va a ser determinante. De hecho, uno de los mejores jugadores de póker de la historia, Daniel Negreanu, contaba que sólo entre un 2 y un 5% del total de la gente que tiene como objetivo ganarse la vida con ello lo conseguía.

Jugar mucho a póker no basta. El método ensayo/error sin ninguna base puede llevar a quienes lo intenten a perder grandes cantidades de dinero. Es necesario tener un conocimiento teórico previo que permita ser capaz de analizar cada mano con unos parámetros probabilísticos que ayuden a tomar las mejores decisiones.

Es por eso que a continuación te presentamos algunos de los libros o manuales más recomendados para aprender cómo funciona desde un punto de vista más científico el mundo del póker.

“La teoría del póker” (David Sklansky)

Este libro es el mejor para todos aquellos que estén buscando un primer contacto con este deporte. La introducción de los conceptos básicos, empezar a aprender a calcular manos o entender algunas de las máximas para captar la esencia del juego son algunas de las herramientas que nos facilita el autor del libro. Así lo resalta Good Reads.

David Sklansky, conocido como “El matemático” dentro del mundo del póker, siempre ha destacado por su gran habilidad para el cálculo mental rápido y por su facilidad a la hora de transmitir sus conocimientos.

Este hombre de 77 años, antes de dedicarse profesionalmente al póker, trabajaba en una agencia de ventas de seguros. Allí se dio cuenta de que tenía un don para el cálculo de riesgos. Sin embargo, el trabajo era muy limitado para su potencial, así que decidió dejarlo y probar suerte en el póker. No le fue nada mal.

No obstante, hay que destacar que, como el libro data de 1999, algunos de los jugadores de la actualidad consideran que esta obra ha quedado un poco anticuada y que no capta la evolución que ha tenido este deporte en los últimos años. Dejémoslo en que como primer contacto con otros jugadores e el jogo de poker es ideal.

“Teoría moderna del póker” (Michel Acevedo)

Este libro supone un paso adelante respecto a “La teoría del póker”. Se trata de algo totalmente lógico teniendo en cuenta que a los dos manuales les separan 24 años por lo respecta a su fecha de publicación: 1999 y 2023.

En este texto, Michel Acevedo pone énfasis en el GTO (Game Theory Optimal). El GTO busca aplicar la teoría de juegos de Nash para conocer desde un punto de vista matemático qué es lo mejor que se puede hacer en cada situación de juego (retirarse, igualar, subir o ir all in).

Evidentemente, entran en juego tantas variables que la complejidad del propio póker con la posibilidad de farolear complica mucho la buena utilización de este método, pero en cualquier caso supone una clara evolución en comparación al libro de David Sklansky.

Leerlo implica tener unos conocimientos previos, por lo que si vuestra idea es empezar a jugar con este libro, es muy probable que lo dejéis en las primeras páginas.

“El juego mental del póker” (Jared Tendler)

El autor es un golfista que nunca llegó a ser profesional pese a intentarlo. Se dio cuenta de que en el plano mental le fallaban muchas cosas en su juego y no encontraba ninguna explicación científica.

Así pues, se pasó años investigando sobre la psicología aplicada al mundo del golf. Aunque nunca pudo ser Tiger Woods, sí que pudo reinventarse como “coach” mental de este deporte, asesorando a los mejores.

Un día el golf le permitió conocer a Barry Carter, jugador y periodista de póker, que mostró mucho interés en su aproximación a la psicología y ambos decidieron adaptarla al popular juego de cartas.

Conceptos como el miedo, la confianza o la motivación son abordados a lo largo del libro. Para que no todo quede en un plano teórico, algún capítulo enseña a identificar y controlar algunas de estas emociones, de tal modo que termine siendo una fortaleza y no una debilidad.

En definitiva, estos tres libros pueden darnos algunas herramientas para poder mejorar nuestras habilidades a la hora de jugar a póker. Así como jugar durante dos años seguidos no significa pasar a ser un buen profesional que se gane la vida con esto, leer estos libros tampoco implica una mejora inmediata.

La combinación de la teoría y la práctica, la paciencia y, sobre todo, ser consciente de que sólo unos muy pocos elegidos pueden llegar a dedicar su vida a este juego de cartas son algunos de los ingredientes en la receta de iniciación al póker. Quedáis avisados.

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Comunidad LGBTI+ anuncia que este sábado 28 se realizará la marcha, pero hasta ahora no cuentan con el permiso del alcalde López Aliaga

Aseguran que no solo se tratará de un desfile por el orgullo, sino que también será una “protesta colectiva”.

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Va porque va y se quieren hacer sentir. Alistan las plumas, los globos y la voz de protesta de miles de personas que son parte o se identifican con la comunidad LGBTI+ en el país, es así que se vienen preparando para lo que será la Marcha del Orgullo 2025, la misma que está prevista a recorrer las principales calles del Cercado de Lima este 28 de junio.

La concentración se realizará desde las nueve de la mañana y partirá a las tres de la tarde desde el Campo de Marte, ubicado en el distrito de Jesús María. Aunque la ruta y el destino aún no se conocen, los organizadores indicaron que la misma recién se conocerá este jueves 19.

«Que este 2025 quede claro: fuimos miles, hicimos historia, y gritamos con fuerza: ¡el orgullo es lucha y libertad!», dicen.

Dicho colectivo mencionó para el diario Perú21 que cuentan con todas las autorizaciones de la Municipalidad de Lima, aunque falta el visto bueno de la Autoridad de Transporte Urbano (ATU) para establecer el plan de desvíos.

Hasta el momento, no estaría prevista la Plaza San Martín como parte del recorrido.

Alcalde de Lima mira de lejos a comunidad LGBTI+

En tanto, el burgomaestre capitalino, Rafael López Aliaga, hasta la fecha no ha emitido un mensaje de aprobación a tal marcha, a pesar que desde setiembre del año pasado los organizadores han enviado cartas a la Gerencia de Movilidad Urbana para los permisos.

Al parecer, el alcalde de Lima aún tiene en la retina la imagen de Santa Rosa de Lima caracterizada por una persona gay, motivo por el cual le haría inclinar por desistir a los petitorios de los organizadores de la Marcha del Orgullo.

No hagan payasadas. Después hacen cuadritos y ponen a Santa Rosa con lentes 3D, la ponen en colores multicolores. Respeten, pues. Gente muy cercana a mí, es gay y los respeto, los llamo y son mis amigos. Lo único que les pido es que respeten los valores de la población peruana, […] que no hagan la payasada del año pasado”, mencionó en esa ocasión.

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Barranco y el ruido del Hotel Casa República

Vecinos denuncian ruidos que se producen en el Hotel Casa República y cuestionan la inacción de la alcaldesa Jessica Vargas.

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En el corazón de Barranco, una zona declarada patrimonio arquitectónico por el Ministerio de Cultura, la tranquilidad de sus residentes se ha visto severamente afectada por las fiestas ruidosas y constantes escándalos nocturnos provenientes del Hotel Casa República, ubicado en la emblemática calle Sáenz Peña. Lo que alguna vez fue una casona apacible, hoy parece transformarse, semana a semana, en un espacio bohemio sin control ni fiscalización efectiva.

El hotel, operado por la empresa Hotel Group SAC y cuyo gerente general es Juan José Mendoza Arredondo, promociona su propuesta como un “hotel boutique perfecto para quienes buscan un respiro del bullicio limeño”. Sin embargo, los testimonios recogidos por este medio pintan un panorama completamente distinto: música a alto volumen, gritos y conciertos en vivo que invaden la zona hasta altas horas de la madrugada, incluso días de semana. Todo esto también se puede constatar en las fotos y videos publicadas de sus propias redes sociales del hotel.

Uno de los trabajadores de la zona relata con indignación: “Trabajo hace años cuidando autos en Sáenz Peña. Desde hace como seis meses, se escucha una bulla tremenda desde el techo del hotel. Ese sonido rebota en los edificios del frente. Usted puede pasar cualquier día por aquí y verá cómo toda la cuadra parece una discoteca”.

Música en vivo y noches de Alcohol.

Vecinos colindantes con el inmueble denuncian que, pese a múltiples llamadas al serenazgo y quejas formales dirigidas a la Municipalidad de Barranco, las autoridades no actúan con la diligencia que el caso exige. Una vecina indignada señala: “Mi casa está casi a la espalda del hotel. La música claramente sobrepasa los niveles permitidos por ley, más aún en una zona monumental. Hemos llamado al serenazgo más veces de las que puedo contar, pero la municipalidad brilla por su ausencia. No les interesa el bienestar de quienes vivimos aquí”.

Otra residente, recién llegada al distrito, cuenta que el problema es evidente incluso para los recién llegados: “Me mudé hace poco a la Alameda Sáenz Peña, cerca del hotel B. Aunque ese hotel no causa problemas, el ruido del Casa República sí es notable. Hay música en vivo desde las 7 p.m. cualquier día de semana. Ya varios vecinos me han advertido de las molestias constantes”.

Este conflicto no es menor. El inmueble que ocupa el hotel ha sido declarado Patrimonio Arquitectónico por el Ministerio de Cultura, lo que implica normas estrictas de conservación, respeto a la edificación y a su entorno. Sin embargo, la azotea ha sido convertida en un “rooftop” que parece operar sin mayor regulación, burlando el espíritu con el que fue declarada su protección.

Conciertos en vivo generan grotesco ruido en la zona patrimonial.

La respuesta del gerente

Nos comunicamos con el gerente del hotel Juan José Mendoza, para recoger su descargo. Estás fueron sus declaraciones:

«Nos sorprende un poco que nos digan vecinos y que pareciera que fuera hasta una junta vecinal que está preocupada por el ruido que viene del hotel. Nosotros, para empezar, no tenemos ninguna visita registrada en lo que va del año, que recuerde, sobre un tema de ruido. Creo que el serenazgo se toma estas cosas con seriedad, ¿no?», señala el gerente.

Además, menciona: «Nosotros no tenemos ninguna corona ni nada para que el serenazgo no venga a visitar. Nosotros hemos recibido visitas desde la isla de inspección por temas de licencia, como suelen hacer estas visitas de un momento a otro, de todos los entes que tienen que regular un hotel. Y siempre hemos tenido eso: tenemos nuestra licencia en orden, tenemos nuestro sistema, nuestro certificado de seguridad en orden, todo está correcto. O sea, operamos dentro de los márgenes que nos permiten».

Juan José Mendoza, gerente general del hotel.

«Ponemos música en vivo, que toca una persona con una guitarra, o a veces hay una persona con un saxofón, pero no es que cobremos una entrada. Obviamente, seguramente algo se puede filtrar, y nosotros siempre estamos atentos, tenemos protocolos para cuidar esos niveles de volumen. Lo que menos queremos es generar un malestar a nadie, ni a ningún cliente, ni mucho menos a nuestra comunidad alrededor. Estamos siempre dispuestos a hablar, y a mejorar, y a aplicar los correctivos que sean necesarios, pero que se nos acerquen», manifiesta Juan José Mendoza, reconociendo los eventos con música en vivo en su azotea.

Luego recordó que una vecina se le acercó para cuestionarle sobre el ruido que produce el hotel: «Yo hablé con una vecina, no sé si será esta misma persona, hace como dos semanas o tres semanas, que me dijo que sus inquilinos habían tenido estas molestias, y que estaba volviendo a alquilar. Creo que todavía no lo había hecho, o por esta fecha se iba a hacer, y ya le preocupaba el tema de poder que sus inquilinos se quejen de esto nuevamente. Y yo le dije: «Por favor, verifícalo tú misma». Y me dijo: «Yo voy a estar el fin de semana, y cualquier cosa te voy a escribir directo de mi departamento, que es el que más cerca tenemos. Nunca me escribió, o sea, no se comunicó conmigo, no volvió a comunicarse conmigo».

Finalmente mencionó: «Nosotros tenemos es un bar todo con mobiliario que es movible, o sea, nosotros tenemos una casona que es patrimonial, que la cuidamos, que está dentro, que no hemos alterado en nada la casona patrimonial, incluso tenemos, me gustaría también que hagas mención a los eventos culturales que realizamos, a las inauguraciones de arte. O sea, tenemos ahorita una exhibición de arte que habla sobre Barranco. Me parece que se enfocan ustedes mucho, o pretenden enfocarse más en estos temas tan puntuales. Si hay algo que podamos nosotros todavía corregir, estamos abiertos a corregirlo, pero no nos quieran encasillar y pintar como si fuéramos un bar de fiesta, o un bar que promueve conciertos masivos».

Sorprende algunas respuestas del gerente, ¿De verdad la solución para el ruido es que cada vecino realice una auditoría acústica casera? ¿Ese es el estándar de diálogo que propone el hotel?

¿La fiscalización municipal?

La pregunta que muchos vecinos se hacen es evidente: ¿hasta cuándo las autoridades municipales permitirán que un negocio turístico imponga su lucro por encima del derecho al descanso y la salud mental de los residentes? ¿Acaso la alcaldesa Jessica Vargas permitirá que Barranco se transforme en una zona de impunidad acústica?

Tenemos conocimiento que la alcaldesa también visita los espacios del hotel. Aquí una fotografía de la burgomaestre Vargas en las instalaciones de Casa República. Sería importante que la alcaldesa también ponga atención a situaciones que incomodan a los vecinos del distrito.

Alcalde Jessica Vargas.

¿Qué tipo de licencia tiene el hotel? recordemos que la Municipalidad de Barranco, es responsable directa de hacer cumplir las normas de zonificación, fiscalización ambiental y protección del patrimonio. Aquí se requiere una inspección inmediata, mediciones sonoras rigurosas y sanciones ejemplares. Porque si proteger la riqueza patrimonial de Barranco es una prioridad, entonces garantizar la calidad de vida de sus vecinos debe ser una exigencia irrenunciable.

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Lima y Callao no paran de temblar

Viviendas, colegios, centros comerciales y hasta sedes municipales muestran severas grietas tras sismo del pasado domingo.

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El sismo de magnitud 6.1 vivido el último domingo terminó con la vida de una persona de 36 años, representando la única víctima mortal de ese fenómeno natural, sin embargo, 48 horas después de ocurrido el movimiento telúrico van a apareciendo los verdaderos daños.

El sismo, con epicentro a 30 kilómetros al suroeste del Callao, ha dejado cuantiosas pérdidas económicas para cientos de familias, en particular de Lima Norte, que ven con preocupación la aparición de enormes grietas y fisuras en techos y paredes de sus viviendas.

Varios ladrillos terminaron desprendidos de las paredes de las viviendas. Municipalidades hasta el momento no vienen fiscalizando las construcciones. Foto: Bolognesi Noticias.

Hasta el momento ya se vienen dando hasta tres movimientos sísmicos, teniendo siempre como epicentro el norte de Lima. Diversos informes televisivos muestran varios colegios en Independencia con ventanas rotas y paredes resquebrajadas, haciendo imposible el retorno de los menores de edad a sus aulas; cerca de 120 colegios muestran los rezagos del temblor y 10 de ellos han optado a la virtualidad.

En Comas, una escuela de marinera también ha resultado severamente dañada, obligando a su dueña, una reconocida campeona de marinera, tener que suspender de manera indefinida las clases. “Es un sustento que se detiene. Esta era mi fuente de ingresos y también el trabajo de otras personas. No nos queda más que agradecer a los alumnos por su apoyo y cuidar su integridad”, mencionó para el programa Buenos Días Perú.

Foto: captura video BDP.

En el mismo distrito también el centro educativo Estados Unidos ha sido afectado tras el sismo. En fotografías compartidas por los padres de familia se aprecia parte de su estructura con rajaduras. Otros colegios en Puente Piedra, Los Olivos, Ancón o San Martín de Porres presentan grietas en sus techos y muros, llamando la atención sobre la manera en que han sido construidos.

En tanto, en San Juan de Lurigancho (SJL) la comisaría de La Huayrona se vio afectada con la caída de parte de su techo.

Lima no está preparada para un terremoto de magnitud 8

Los especialistas no andan con rodeos y son bien claros al respecto, sin pretender ser alarmistas. Aparte de que miles de personas construyen sus casas en quebradas, riberas y laderas, sin la asesoría de un profesional, a esto hay que sumar la alta densidad de personas que viven en un solo lugar. Aproximadamente 11 millones de personas solo tiene Lima, concentrando la tercera parte del total de la población peruana.

Se registró deslizamiento de tierra y piedras en parte de la costanera tras el sismo del domingo. Foto: radio Corbán.

Si un sismo de magnitud 6 tuvo como resultado que un centenar de viviendas terminen con grietas y fisuras, un terremoto de escala 8 o superior resultará catastrófico.

Si el sismo de este último domingo se sintió fuerte, uno de magnitud 8.8 tendría efectos devastadores: derrumbes masivos, interrupción de servicios básicos, colapso de hospitales y una amenaza directa para miles de personas. Incluso el transporte, las telecomunicaciones y la logística urbana podrían paralizarse por completo.

Gran parte de la responsabilidad recae en los municipios al permitir edificaciones que no se alinean a normativas técnicas o de zonificación, pero también no hay que olvidar que son los propios pobladores lo que ponen en juego el futuro de sus descendientes.

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Actualidad

Perú sin alertas sísmicas: un gobierno sin prevención

Mientras México y Chile protegen a sus ciudadanos con alertas sísmicas eficaces, Perú continúa con promesas incumplidas. Que hoy sea Google —y no el Estado— quien advierta a los peruanos de un sismo inminente, es una vergüenza nacional.

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El pasado domingo 15 de junio, en plena celebración del Día del Padre, un sismo de magnitud 6.1 sacudió la provincia constitucional del Callao. Mientras los ciudadanos sintieron el remezón a las 11:35 a.m., sus celulares sonaban con una notificación urgente: una alerta sísmica enviada por Google. La sorpresa fue doble: por un lado, la eficiencia del sistema de alertas de Android, y por otro, la total ausencia de comunicación oficial por parte del Estado peruano. ¿Dónde estaba Sismate, el supuesto sistema nacional de alertas tempranas?

La respuesta oficial del presidente del Instituto Geofísico del Perú (IGP), Hernando Tavera, fue más que desconcertante: Sismate no es un sistema de alerta sísmica, sino de mensajería. A pesar de que en 2019 el gobierno de Martín Vizcarra anunció la implementación del sistema, destinando más de 41 millones de soles a su desarrollo, hoy el propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) reconoce que Sismate no tiene la capacidad de advertir sobre un inminente terremoto.

Presidente del Instituto Geofísico del Perú, Hernando Tavera. Andina.

Mientras tanto, México y Chile han implementado con éxito sistemas de alerta temprana que permiten a sus ciudadanos ganar segundos vitales antes de que llegue un sismo. En México, por ejemplo, el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX) funciona desde hace más de dos décadas y ha salvado incontables vidas gracias a su red de sensores y emisores. En Chile, el sistema ONEMI activa sirenas y alertas celulares que advierten a la población con segundos de antelación. Perú, en cambio, sigue en la fase de promesas.

SASPe aún está en implementación

El país sí tiene un proyecto llamado Sistema de Alerta Sísmica Peruano (SASPe), bajo la gestión del Instituto Geofísico del Perú (IGP) y el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci). Pero aún está «en implementación». Este sistema pretende activar sirenas electrónicas en zonas costeras ante sismos de magnitud superior a 6.0. Sin embargo, su cobertura es limitada y no hay claridad sobre cuándo funcionará plenamente. Mientras tanto, seguimos dependiendo de empresas extranjeras para saber cuándo correr.

El reciente sismo dejó una vez más en evidencia la cruda realidad: en Perú, la población está desprotegida ante un desastre natural. La falta de una alerta oficial no es solo una falla técnica, sino un síntoma de desidia institucional y negligencia en la gestión del riesgo. La tecnología existe, el dinero se invirtió, pero el sistema no funciona.

Que Google sea hoy quien avisa a los peruanos que un sismo se avecina no debería ser motivo de asombro, sino de vergüenza nacional.

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Actualidad

Lima y Callao no soportarán un terremoto

Casi el 70 % de las edificaciones en la capital y la provincia constitucional son construidas de manera empírica, siendo erigidas en terrenos poco propicios para soportar un sismo de magnitud 7 o superior.

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No estamos preparados. El último sismo vivido ayer nos demostró, de manera indubitable, que muchas viviendas en Lima y Callao se caerán a pedazos por lo mal construidas que están. A consecuencias de esa precariedad, un joven de 36 años perdió la vida cuando le cayó un pedazo de pared que se desprendió de la fachada de una casa. Su muerte fue instantánea.

Eso deja mucho que pensar, pues poco o nada, más allá de lo que indique el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) o el propio Gobierno Central, estamos haciendo como sociedad por mejorarlo. La informalidad no solo la podemos encontrar en el tránsito vehicular, los vendedores ambulantes, los mototaxis, las motos lineales, sino que también desde el lado urbanístico somos un desastre y no se está exagerando.

Casas de tres, cuatro cinco pisos o más levantadas en un cerro o en una quebrada, viviendas construidas con la ayuda de un maestro de obras, terminadas con material precario, en zonas tugurizadas donde no le dan espacio a los rayos del sol, enrevesadas por ‘telarañas’ de cables de telecomunicación, en callejones sin salida donde lo último que se piensa es en una vía de escape. Así el peruano pujante, pero imprudente, trata de sobresalir en esta caótica ciudad.

El temblor de ayer, de 6.1 grados, pudo ser para muchos solo un tema anecdótico, de risas y motivo de conversación entre amigos y vecinos, pero el tema sinceramente es muy serio. Lo que puede hacer INDECI o las municipalidades en un breve periodo es ilusorio. Si durante varias décadas han permitido el crecimiento desordenado de varios distritos, es poco probable que cambien esa realidad en unos cuantos años. Es por ello que también existe responsabilidad en aquellas personas que quieren construir uno o dos pisos en sus terrenos, sin embargo, lo hacen de mala manera buscando ahorrar unos cuantos soles. Ese supuesto “ahorro” les terminará costando caro a ellos o a terceros, como el caso del joven de 36 años.

El cielo es el límite. Miles de peruanos prefieren construir sus viviendas sin una asesoría profesional. Foto: archivo Andina.

Todos quieren tener su casa, pero a qué costo

Un estudio realizado el año pasado por el Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade) reveló que el 69 % de las viviendas en Lima y Callao son autoconstruidas, significando que millones de peruanos optan por la vía informal, muchas de ellas levantadas en la periferia de la ciudad, encontrándose también en distritos históricos como el Rímac, Barrios Altos o Cercado de Lima.

Asimismo, el mencionado estudio indicó que casi el 100 % de esas construcciones tardaron cerca de 16 años en terminar el primer nivel, y 22 para completar el segundo, cifras que sobrepasan por lejos el plazo de una construcción formal; y, aunque parezca increíble, la autoconstrucción resulta un 33 % más cara por metro cuadrado que la construcción a través de vías formales.

Está claro que la mayoría de los peruanos opta por hacer su casa ‘con sus propias manos’, desechando la opción de hacerse de los servicios de un ingeniero, un arquitecto o un topógrafo. Las consecuencias de eso es este enorme monstruo de ‘siete cabezas’ que trata de sobresalir contranatura.

Miles de casas están a punto de colapsar y los signos se exponen en sus fachadas agrietadas o resquebrajadas. Algunos optarán por darle una pasada con yeso o cemento, otros sencillamente lo ignorarán y continuarán levantando más pisos, y otros, esos pocos, realmente tomarán conciencia de lo que se viene. Así como la lluvia, el temblor también caerá para todos.

Muchas viviendas en los cerros no soportarán un sismo por encima de 8 grados. Foto: diario Correo.

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