Opinión
Tribunal de SERVIR anuló resolución de UGEL: caso Nexar Babilonia
Lea la columna de opinión de Rafael Romero.

Por Rafael Romero.
En los procesos administrativos de las UGEL del país están las Comisiones Permanentes de Procedimientos Administrativos Disciplinarios para Docentes (CPPADD), que pecan generalmente como un brazo de venganza o represalia de los directores de esas instituciones, siendo peor cuando los integrantes de esas comisiones son funcionarios sumisos que olvidan la objetividad y la imparcialidad.
El profesor Nexar Babilonia Torres, precisamente, fue víctima de una arbitraria CPPADD, y ha luchado por su dignidad convirtiéndose en un ejemplo de tenacidad contra el abuso del poder, contra la vulneración del derecho laboral y en defensa de la dignidad humana. La acción comunal y el papel de promotor social de Nexar ya venía incomodando a muchos, pero también generó envidias y roces, por lo que se le buscó la hilacha para abrirle un proceso administrativo disciplinario.
Por fortuna y en justicia, el Tribunal de SERVIR puso las cosas en su lugar con la RESOLUCIÓN Nº 004565-2024-SERVIR/TSC-Segunda Sala, del 31 de julio del 2024, sobre el Expediente N° 5470-2024-SERVIR/TSC, con la cual se le da la razón a Nexar Babilonia y se le enmienda la plana a la Unidad de Gestión Educativa Local de Moyobamba al declarar la NULIDAD de su Resolución Directoral Nº 2964-2023- GRSM/DRE/UGEL-M, del 2 de octubre de 2023, y de la Resolución Directoral Nº 3562- 2023-GRSM/DRE/UGEL-M, del 14 de diciembre de 2023, por haberse vulnerado el deber de motivación de los actos administrativos y, en consecuencia, el debido procedimiento.

Para el Tribunal del Servicio Civil, el cumplimiento de los principios de tipicidad, legalidad y proporcionalidad, jamás debe ser dejado de lado por las entidades públicas. Gracias a ello se pudo corregir un abuso fabricado en plena pandemia contra el profesor Nexar Babilonia en su condición de docente nombrado en el Centro de Educación Básica Alternativa (CEBA) “Serafín Filomeno», a quien se le achacó el supuesto abandono de cargo injustificado (durante varios días de marzo, abril, mayo y junio del 2022).

La UGEL de Moyobamba le imputó haber incumplido el literal e) del artículo 40º de la Ley Nº 29944 (Ley de Reforma Magisterial) por un supuesto abandono de cargo por segunda vez, con lo cual se configuraba la falta tipificada en el literal i) del artículo 49º de la Ley Nº 29944. Todo esto en plena pandemia, pero Nexar Babilonia presentó sus descargos, entre ellos una Declaración Jurada señalando que se encontraba en el grupo de riesgo y comorbilidad.
En este caso, el director de la Institución Educativa donde laboraba el 2022 Nexar Babilonia, jamás tomó las acciones para que él pueda realizar el trabajo remoto. La falta, entonces, sería del director del colegio y no de Nexar, pues esa autoridad no realizó el trámite requerido con lo cual no solucionó el tema de la asistencia remota y del trabajo virtual de aquél. Es decir, el director no dio la solución a la situación que se había generado por el estado de comorbilidad del citado profesor. Esto, al margen de que hay evidencias acerca de que se le quería sacar del cargo para designar a otra persona en su lugar; no obstante, con subterfugios se procesó al profesor Nexar, por lo que falazmente todo el tiempo se le imputó el haber “inasistido a sus labores” y el “no haber comunicado un permiso”.
La CPPADD de la UGEL de Moyobamba sancionó a Nexar Babilonia con la medida disciplinaria de destitución por supuesto incumplimiento del literal e) del artículo 40º de la Ley Nº 29944 (Ley de Reforma Magisterial), incurriendo en la falta administrativa prevista en el literal i) del artículo 49º de la citada ley. Empero no existe en la resolución de sanción la debida motivación de los actos administrativos.
Ahora, de conformidad con el artículo 3º del TUO de la Ley Nº 27444, Ley del Procedimiento Administrativo General, la debida motivación constituye un requisito de validez del acto que se sustenta en la necesidad de “permitir apreciar su grado de legitimidad y limitar la arbitrariedad en la actuación pública”; y el artículo 6º del TUO, precisa que la motivación debe ser expresa “mediante la relación concreta y directa de los hechos probados relevantes del caso específico” y la exposición de las razones jurídicas y normativas que justifican el acto emitido, no siendo admisibles como motivación las fórmulas generales, vacías de fundamento, oscuras o que por su vaguedad no resulten esclarecedoras para la motivación del acto.
En consecuencia, las entidades públicas al hacer ejercicio de su potestad sancionadora están obligadas a respetar el debido procedimiento administrativo y el deber de motivación, de lo contrario la medida disciplinaria carecería de validez, máxime cuando, mediante el Memorando Múltiple Nº 003-2022-CEBA “AF” 7D, del 21 de marzo de 2022, se le asignó a Nexar Babilonia al CETPRO “Cdte. Edmundo Benites Luna” para asumir función docente en una sección del ciclo inicial e intermedio del Penal.
Pero en el acto de sanción se aprecia que la UGEL de Moyobamba señaló que Nexar presentó su declaración Jurada de Salud, señalando que contaba con comorbilidades el 22 de marzo de 2022; y si bien esa entidad indicó que no se presentó de manera oportuna, en referencia del inicio de clase en la Institución Educativa CEBA-“Serafín Filomeno”, resultó que la misma no hizo el trámite respecto del cambio de condiciones que significaría para Nexar dictar las clases en el Establecimiento Penitenciario dada su condición de salud, situación que podría haber merecido el cambio de la modalidad de enseñanza, por lo que él sí presentó su Declaración Jurada de Salud al momento de conocer el mencionado cambio.
En tal virtud, se evidencia la ausencia de claridad por parte de la UGEL de Moyobamba al momento de sustentar su decisión de que Nexar habría incurrido en responsabilidad administrativa. Por tanto, el Tribunal de SERVIR advierte que se ha vulnerado la debida motivación y, en consecuencia, se transgredió el debido procedimiento administrativo. De modo que la resolución sancionadora de dicha UGEL se encuentra inmersa en la causal de nulidad (numeral 1 del artículo 10º del TUO de la Ley Nº 27444).
De otro lado, la sanción a Nexar también atentó contra el principio de tipicidad, mediante el cual las faltas tienen que estar previstas, primero, en normas con rango de ley, salvo que se habilite la tipificación vía reglamentaria; segundo, que las normas que prevean faltas deben describir con suficiente grado de certeza la conducta sancionable; tercero, que las autoridades del procedimiento realicen una correcta operación de subsunción, expresando así los fundamentos por los que razonablemente el hecho imputado se adecua al supuesto previsto como falta; y cuarto, que se configure cada elemento que contiene la falta, amén de que la descripción legal deberá concordar con el hecho que se atribuye al servidor.
Por tanto, el principio de tipicidad no se satisface únicamente cuando la entidad cumple con la imputación de una falta administrativa, sino que los hechos imputados deben subsumirse en los supuestos previstos en la norma jurídica, cumpliendo cabalmente con el ejercicio de subsunción.
Finalmente, hay otros casos pendientes de solución en el Tribunal del Servicio Civil, como el Expediente N° 6336-2024, pero, en suma y de cara a la generalidad, el numeral 4) del artículo 3º del TUO de la Ley Nº 27444, el acto administrativo tiene que estar debidamente motivado en proporción al contenido y conforme al ordenamiento jurídico. Por lo que una vez más, el Tribunal precisó y salvaguardó que las entidades públicas tienen que hacerlo cumpliendo el ordenamiento jurídico y siguiendo los procedimientos previamente establecidos para la consecución de tal fin, de lo contrario se vulneraría el principio de legalidad y, por ende, el debido procedimiento administrativo.

Desde niño me enseñaron que los símbolos patrios eran sagrados. Representaban no solo la grandeza del Perú, sino también el reflejo de lo que podíamos ser como ciudadanos; personas justas, trabajadoras y con identidad. Recuerdo con cariño los cursos de Cívica y Formación Laboral, donde más allá de la teoría, aprendíamos a respetarnos, a pensar en el bien común y a sentirnos útiles como parte de una patria compartida.
Cada 28 de julio era una verdadera fiesta. No por las bandas o los desfiles oficiales, sino porque en el corazón de cada peruano palpitaba el orgullo de ser parte de esta tierra. Y aunque éramos muy jóvenes, no nos faltaba sentido crítico. Preguntábamos y queríamos entender qué pasaba en el país. Mientras otros jugaban en el recreo, yo leía el periódico. Así me enteré que el crimen en Perú siempre existió, conocí nombres como el ‘Loco Perochena’ o ‘Django’, y también descubrí el dolor de las pérdidas, como la muerte de Elvis. Fue en esas páginas impresas, donde me enteré de que Perú apoyó a Argentina en la Guerra de las Malvinas y donde encontré el humor político de ‘Monos y Monadas’, revista que años después me uniría en una entrañable amistad con Nicolás Yerovi.
Mi amor por el himno nacional y la bandera no se ha desvanecido, aunque hoy muchos miren con escepticismo esos valores. Es cierto, vivimos en la era del TikTok, de los influencers y youtubers, que con palabras soeces y chacota desmedida trivializan el respeto y banalizan la realidad. Pero eso no significa que el patriotismo sea un falso valor y mucho menos anticuado. Al contrario, hoy es más necesario que nunca.
A las nuevas generaciones les digo: —en tiempos difíciles, amar al Perú es construir solidaridad desde lo cotidiano, participando, informándose, respetando al otro, y cumpliendo a cabalidad las leyes. Si los gobiernos de turno no promueven masivas campañas de valores, hagámoslo nosotros desde casa, desde las aulas, desde el trabajo, desde las redes—.
No dejemos que la decepción y el desencanto nos robe la esperanza. El Perú no es solo su caótica clase política. El Perú somos nosotros, porque somos más grandes que cualquier transitoria crisis. Y por eso, hoy y siempre, con orgullo, emoción y firmeza, grito:
¡Feliz 28 de julio… Felices Fiestas Patrias!

Por Juan José Sandoval
Tuve que ir obligado por una chamba a la Feria Internacional del Libro de Lima, cuyo pago era equivalente al costo de la entrada, un libro de remate, un café y una lata cerveza. Nada más, bueno tampoco había que hacer mucho en la labor encomendada, reducida a aplaudir a los autores de una presentación de libro, además de transmitirlo por redes.
Usualmente llego a la FIL con nulas expectativas. Lo que quiero está caro o no hay. Pero vi mucha producción peruana de cómics y literatura de géneros como la ciencia ficción y el horror.
Me consta que la producción editorial independiente es mucho más atractiva que la oferta librera de las grandes cadenas, que usualmente acaparan los reflectores.
Sé de buena fuente también, que las ganancias son bajas, a pesar de las grandes cifras récord que los organizadores anuncian cada año.
Eso se refleja también en que cada vez ganan más presencia los influencers, cuyos stands no sólo venden libros sino también merchandising exclusivo.
Genera gracia que haya un síntoma mediático de que en el Perú se celebra la cultura con la FIL. Pero preocupa que no se note a la hora de elegir a nuestros gobernantes, cuyas políticas públicas taclean la expresión de arte que emerge de la ciudad, como lo hacen los alcaldes de Miraflores y La Molina, que pertenecen al grupo celestial del alcalde de Lima, posible candidato presidencial.
A saber del vocabulario político que manejan estos dueños de pequeñas parcelas de la patria, muy poco o nada han de leer para desafiar a la ignorancia.
La otra vez di en obsequio un libro de Vargas Llosa a un empresario fujimorista y lo tomó como una ofensa. Yo siento que leer a MVLL es no solo crecer en ideas, sino también conocer el Perú en sus relatos. Lamentablemente la mitad del país se siente a gusto siendo analfabeta e incluso con prepotencia para argumentar.
Por eso, a pesar de que me aburre y desprecio la FIL, voy porque tengo que chambear, tengo que chismear y de paso otear el paisaje literario.
En ese sentido, el panorama es bastante repetido, las mismas caras en diferentes mesas hablando lo de siempre. ¿No somos acaso un país innovador? Uno de los libros más disruptivos de la historia lo hizo un puneño, Carlos Oquendo de Amat. Eso fue hace cien años. Su libro se vende a 20 soles, versión Universidad Ricardo Palma, y 10 soles versión Contracultura. A propósito del stand de este último, aún quedan ejemplares de David Galliquio, que es uno de los ilustradores más corrosivos de esta parte del continente.
Quizás la zona que más me llamó la atención fue la de los fondos editoriales universitarios, donde se puede apreciar la producción intelectual por la que apuestan las casas de estudios.
Sorpresa no menor fue el stand de la universidad César Vallejo, del empresario César Acuña. Intrigado me acerqué pensando que encontraría investigaciones plagadas de inexactitudes con alto grado de turnitín, o alguna tesis que sobrevivió a los huaicos.
Por el contrario, vi un catálogo bastante atractivo en cuanto a literatura. Donde esperé encontrar mediocridad intelectual, vi títulos de escritores como Villoro y Piglia. Colecciones de gran factura de la cultura peruana, literatura infantil y ediciones de lujo de la obra de Vallejo.
Haciendo gala de mi momento DBA, quise payasear con uno de los editores de la universidad con la pregunta: ¿dónde está el libro «Plata como cancha»? Buscando saber sobre aquel trabajo periodístico que detalla cómo el dueño de la universidad fue construyendo un imperio a base de perro muerto y arreglos millonarios bajo la mesa, como las cláusulas de confidencialidad que mantiene de por vida con su hermano Virgilio, con el profesor al que le robó la tesis y con su primera esposa.
Acuña ha buscado por años encarnar el personaje del emprendedor provinciano que vino de abajo a conquistar el mundo. Muy lejos de aquel político que manda en el país a punta de maletinazos.
Mantengo la hipótesis que César Acuña posee un inescrupuloso plan a largo plazo, con el que busca apropiarse de la imagen del creador de «Los heraldos negros», y que las nuevas generaciones comiencen a ver a este diminuto picapiedra como el vate que revolucionó la lírica de la palabra.

Por estos días de julio, cuando los peruanos deberíamos izar la bandera en señal de orgullo y memoria por nuestra república, la Feria Internacional del Libro de Lima —esa vitrina de la cultura— ha decidido brindarle micrófono, auditorio y solemnidad a uno de los personajes más siniestros de nuestra historia reciente: Víctor Polay Campos, cabecilla del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), grupo armado que sembró muerte, secuestro y destrucción bajo el disfraz de una falsa revolución.
El libro Revolución en los Andes: desde la prisión, Víctor Polay responde; no es literatura: es una operación ideológica disfrazada de testimonio. Es la puesta en escena de una voz que jamás pidió perdón, que jamás renunció a la violencia como vía para imponer su voluntad, y que ahora, desde la cárcel, busca reescribir la historia con tinta y papel lo que antes pretendió imponer con fusiles y dinamita.
Lo más escandaloso no es que el libro exista —la libertad de expresión admite incluso a los monstruos—, sino que sea promovido en una feria con auspiciadores desde instituciones gubernamentales, privadas, diplomáticas, y donde incluso participa la embajada de Japón (residencia que fue tomada por el MRTA en 1996). Le preguntamos a la Cámara Peruana del Libro. ¿Dónde está el criterio moral? ¿Quién decidió que la historia de un terrorista debía presentarse el mismo 29 de julio, en pleno aniversario patrio, como si se tratara de un tributo alternativo al Perú?
Y peor aún, ¿por qué figuras como Antonio Zapata, Natalí Durand y César Coca prestan su voz a este acto de apología al terrorismo? La gran pregunta es: ¿Lo hacen en nombre de la pluralidad académica o de una militancia camuflada de neutralidad?
La Fiscalía ha solicitado ampliar la investigación por apología del terrorismo. Ojalá la justicia llegue antes de que la historia se contamine aún más.
El MRTA no fue una utopía extraviada ni una noble causa mal ejecutada: fue una organización terrorista. Y Polay no es un pensador: es un reo por delitos de lesa humanidad. Convertir su palabra en “memoria” es una ofensa para sus víctimas. Y permitir que se presente como autor en una feria cultural es simplemente obsceno.
Seguro Francisco Sagasti estará en primera fila solicitando un nuevo autógrafo o, como a él le encanta decir, “diploma de rehén”.
Opinión
El peor Congreso de la historia elige una Mesa Directiva a su medida
Fujimoristas conversos, falsos marxistas, niños y un acusado por delitos graves, esa es la mesa directiva que este Congreso se merece.

Por: Jorge Paredes Terry
El Congreso de la República, esa institución que debería ser el reflejo de la voluntad popular y el equilibrio democrático, ha vuelto a superar sus propios récords de indignidad. Con un 4% de aprobación, sumido en escándalos de corrupción, acusaciones de tráfico de influencias y una absoluta desconexión con las necesidades del país, este desprestigiado Legislativo ha elegido una mesa directiva que es el fiel reflejo de su decadencia: ilegítima, cuestionada y, sobre todo, hecha a la medida de los intereses más oscuros de la partidocracia corrupta y delincuente.
No es exageración decir que es un parlamento de la cloaca. Este es, sin duda, el peor Congreso de la historia reciente. Sus integrantes han sido señalados por presuntos delitos, sus bancadas se fragmentan en luchas de poder mezquinas y su labor legislativa se reduce a blindar impunidades y repartirse prebendas. Mientras el país clama por soluciones a la crisis económica, la inseguridad y la corrupción, nuestros «honorables padres de la patria» (¿honorables?) se dedican a negociar votos bajo la mesa para asegurar puestos clave.

La mesa directiva que nadie quería pero que ellos y solo ellos buscaban, fujimoristas conversos, cerronistas y niños, todos comiendo en un solo plato.
Está elección no ha sido más que un reparto de cargos entre los mismos de siempre. Los nombres que hoy ocupan la presidencia y las vicepresidencias no representan a la ciudadanía, sino al reparto de favores que solo buscan controlar la agenda a su conveniencia. ¿Democracia? Aquí solo hay un pacto de sinvergüenzas.
Y lo peor es que todo huele a ilegalidad. Denuncias de compra de votos, de presión a congresistas disidentes y de maniobras al límite del reglamento, han marcado este proceso. Pero, ¿qué podemos esperar de un Congreso donde la ética es un concepto ajeno y vacío y el servicio público un negocio privado?
Un insulto a la ciudadanía
Mientras millones de peruanos luchan por sobrevivir en medio del desempleo y la precariedad, este Congreso se encierra en sus juegos de poder. La mesa directiva elegida es el símbolo perfecto de esta podredumbre: un grupo que no tiene la más mínima legitimidad moral para dirigir el Legislativo, pero que, eso sí, sabe muy bien cómo repartirse los privilegios.
¿Habrá consecuencias? Difícil. En un sistema donde la impunidad es la norma, estos actos quedan en la indignación momentánea y luego… nada. Pero el pueblo no olvida. Y aunque hoy esta casta política crea que puede seguir burlándose de la democracia, la historia los juzgará como lo que son: cómplices de la decadencia nacional.
Este Congreso no nos representa
No hay otra forma de decirlo: este Congreso y su nueva mesa directiva son una vergüenza. Son el resultado de un sistema corrompido, de una clase política que ha convertido el servicio público en un botín. Y mientras ellos celebran sus acuerdos en la sombra, el país se hunde.
Pero que no se confíen. El desprecio ciudadano ya los alcanzó, y aunque hoy crean que pueden actuar sin consecuencias, el tiempo y la memoria de un pueblo harto, les pasará la factura. Este es el Congreso que se merecen… pero no el que nosotros merecemos.
Basta ya!
Opinión
Verástegui eterno

El calendario no miente: este 27 de julio se cumplen siete años de la muerte de Enrique Verástegui. Y hoy que suenan los cantos escolares por fiestas patrias y el sol irrumpe por
los vericuetos de la casa, hago un tiempo para pensar en él. Ahí lo veo, desgreñado y taciturno, sentado en su casa repleta de libros o en un bar del centro de Lima, sorbiendo un poco de café expreso y en profunda meditación consigo mismo.
Parte del Movimiento Hora Zero, sus motivos no solo fueron literarios, sino también lingüísticos, económicos, esotéricos o matemáticos. En su escritura hay un afán totalizador, interdisciplinario y altamente reflexivo. Por ejemplo, en Motor del deseo (1987) maneja variables determinadas para comprender la creatividad y composición poética. Propone que un poema, en realidad, es una máquina de significados que produce cortocircuitos o “desajustes” a la máquina social. En ese sentido, la ecuación verásteguiana sería “Poema = Cuerpo y Cuerpo= Poesía”. La correlación entre hablar y escribir recupera una necesaria unión entre palabra y humano: gracias al poema, el hombre puede resignificar su máquina mental, es decir, el poema es una forma de hackear la maquinaria social y liberar el cuerpo.
Por otro lado, sobre la integridad de diversos saberes en el discurso poético afirma: “el texto no es más que la articulación de los diversos discursos (…) desde la matemática a la música, desde la economía a la filosofía y desde ésta a la antropología y la físico-química más la biología pasando por la astronomía”. Amplificando los géneros, también brinda una explicación sobre las “medidas de fuerza de los códigos académicos” que dictan las formas posibles y aceptadas de la escritura poética. Así funcionan como medios de mantener un canon determinado mediante medidas de austeridad homólogas a las dictaminadas por los gobiernos y el Estado; por eso, los poetas que buscan la “pureza del lenguaje” solo se aprovechan de la “plusvalía” que les brinda el gusto estético aprobado.
Murió en Lima en el 2018. En la víspera, leyó Maitreya: Florecí más que nadie/pero perfidia cayó sobre mí,/doblándome como una flor,/herrumbrándome, y fui silenciado. /Maitreya pasó desapercibido como una sombra por la /vida,/¿no dan ganas de llorar?
Opinión
29 Festival de Cine de Lima: Punku, un cine experimental tedioso
Lee la columna de Edwin Cavello

Hay películas que se parecen a sueños mal recordados: fragmentarios, inconexos, cargados de símbolos que no conducen a ninguna parte. Punku, del director Juan Daniel Fernández Molero, es una de esas películas. Pretende ser un portal hacia un cine nuevo, “descolonizado”, libre de las ataduras narrativas del occidente, pero acaba siendo un callejón sin salida donde se acumulan pretensiones estéticas y un experimentalismo vacío que confunde lo críptico con lo profundo.
La cinta, ambientada en la ciudad de Quillabamba, se presenta como un retrato caleidoscópico de personajes locales. Pero lo que se vende como observación poética es en realidad un catálogo de anécdotas deshilachadas, carentes de conflicto, emoción o siquiera una mínima intención dramática. El espectador se ve obligado a contemplar una sucesión de imágenes que más parecen material de archivo que cine en sentido pleno. ¿Dónde está la historia? Ni siquiera el exotismo, que tantas veces ha sido el salvavidas de ciertas películas tropicalistas, aparece aquí con algún vigor.
Fernández Molero parece obsesionado con la ruptura: rompe con la estructura narrativa, con la continuidad visual, con la lógica emocional. Recurre a múltiples formatos —Super 8, 16 mm, digital— como si el mero cambio de textura pudiese suplir la ausencia de contenido y de talento. El resultado es un ejercicio que no dialoga con el público, sino que lo margina, como si la incomprensión fuese parte del mérito.
Lo más preocupante, sin embargo, no es la audacia formal, sino la costra de seudo-intelectualidad que recubre cada plano. Punku no invita a pensar; obliga a soportar. Ni siquiera el desfile del concurso de Miss Sirena —que en otra película podría ser un momento de humor o crítica social— logra romper la monotonía general. Todo permanece encapsulado en una solemnidad forzada, como si el director temiera ser entendido.
¿Qué hace esta obra en la competencia de ficción del festival? No lo entendemos, pero Fernández Molero, sigue atrapado en el umbral de una idea que nunca llega a desarrollarse, continúa explorando un cine que parece escrito en clave, y que desprecia al espectador.
Punku significa puerta, pero esta puerta no se abre ni conduce a ningún lado: es un muro disfrazado de cine.

Por Rafael Romero
He tenido la oportunidad de escribir algunas notas sobre el Club Alianza Lima. Por ejemplo, el 22 de julio del 2022 en EXPRESO, cuando publicamos el título “Pablo Lavandera, futbolista del pueblo” (https://www.expreso.com.pe/opinion/pablo-lavandeira-futbolista-del-pueblo/). Pero en el segundo párrafo de esa columna ya hacía referencia al Pirata Hernán Barcos con estos términos:
“El 2021, Barcos mostró su liderazgo y lo sigue haciendo, pero este 2022 Lavandeira aporta lo suyo a un grande del fútbol peruano. Sin ir muy lejos, en los últimos años, Alianza Lima ha consolidado su porte y marca en el plano futbolístico e institucional, y eso gracias a sus dirigentes, socios, hinchas y cuerpo técnico -en buenas manos como las del profesor Carlos Bustos-, sin dejar de lado lo que siempre ha caracterizado a esta escuadra, es decir, su pasión, mística y “corazón” sobre el gramado, potenciados por el respaldo popular que no abandona ni deja de alentar, lo cual constituye una fortaleza para el club “blanquiazul”.
Empero, han pasado cuatro años, y hoy, en la era de Pipo Gorosito, la figura de Hernán Barcos reluce con gran vigor y se ha hecho del corazón aliancista y de millones de peruanos.
No cabe duda que actualmente Barcos es un líder de marca mayor, realidad que nace de su esencia humana, por ser una buena persona que trasciende al fútbol y al club para convertirse en un referente a imitar por su don de gentes, por su humanismo y sus nobles sentimientos de respeto a propios y extraños, amén de su sensibilidad social, especialmente para con los niños, a quienes les lleva alegrías incluso cuando están en su lecho de recuperación médica, proporcionándoles el 9 de Alianza Lima su ayuda y optimismo.
En el presente 2025, Hernán Barcos, a sus 41 años, ha ratificado una vez más su grandeza blanquiazul desde Porto Alegre, al anotar el gol de empate frente a Gremio, con lo cual no solo selló el 3 a 1 a favor de Alianza Lima sino que enmudeció a un estadio que tenía más de 60,000 almas y demostró la “ciencia y saber” del Club Íntimo, tal como reza la letra de la clásica polca “¡Arriba Alianza!”, compuesta por el profesor Óscar Corcuera Osores (1924 – 2020), coetáneo, paisano cajamarquino y amigo de mi padre, Uladislao Romero Araujo (1921 – 2021).
Sin embargo, más allá del balompié, el Perú y el mundo necesita más “Hernán Barcos”, más “Piratas”, en tanto seres humanos con carácter, determinación, franco compañerismo, en tanto apóstoles que actúan con fuerza espiritual, con compromiso, con voluntad de triunfo y con positivismo para superar los retos.
Es decir, se requiere personas que triunfen, que sean dueños de un especial porte personal, como Hernán, poseedor de un “alma grande” y que en todo ejerzan el liderazgo, pues todos esos elementos constituyen fortalezas y paradigmas no solo para la gente que le sigue en el fútbol sino más allá de los estadios, especialmente entre los más jóvenes y adolescentes. Porque el liderazgo de Barcos es deportivo, pero también es un liderazgo extradeportivo que trasunta bondad, empatía, paz y amistad.
Opinión
Amotape Libros y El Gato descalzo, dos editoriales independientes en la FIL de Lima
Dos propuestas literarios que te recomendados en tu visita a la 29 Feria Internacional del Libro de Lima.

Fotos: Ricardo Mendoza
En medio del bullicio de la Feria Internacional del Libro de Lima —ese carnaval cultural que, año tras año, erige templos efímeros al libro entre avenidas congestionadas y discursos oficiales que suenan más a trámite que a celebración— hay espacios que escapan del espectáculo masivo para recuperar el sentido más íntimo y revolucionario de la lectura: la formación de un lector libre. Es el caso de dos editoriales peruanas que, en esta 29ª edición de la FIL, no se conforman con vender ejemplares: pretenden sembrar mundos.
La primera es Amotape Libros, una modesta pero tenaz editorial que se ha propuesto la osadía de hablarle a los niños no como seres ingenuos, sino como interlocutores capaces de comprender la complejidad emocional del mundo. Sus libros infantiles no recurren al colorinche fácil ni a la moraleja simplona, sino que exploran temas silenciados —la tristeza, la ira, la diversidad— desde una narrativa lúdica y artística. “Muchos de los libros que tenemos para esta feria abordan temas emocionales desde una perspectiva lúdica, narrativa y ficcional”, explica Alfredo Ruiz, su editor. Detrás de esas palabras se advierte una convicción: la literatura no es un ornamento para la infancia, sino una herramienta para entender el caos de estar vivos.

Amotape no solo edita obras propias; también importa títulos cuidadosamente seleccionados, creando un catálogo que desafía el empobrecido panorama de la literatura infantil peruana, dominado por textos escolares y fábulas recicladas. En su stand, diminuto en metros cuadrados pero vasto en imaginación, se respira una pedagogía de la libertad: enseñar a los niños a sentir, a pensar, a imaginar.
La otra trinchera se llama El Gato Descalzo. Con 13 años de existencia, esta editorial ha hecho de la resistencia su estética. Sus libros —económicos, sin pretensiones tipográficas pero plenos de contenido— circulan como ediciones libertarios en ferias, calles y plazas. A diferencia de los grandes sellos, que repiten autores y formatos como si de una fábrica se tratara, El Gato Descalzo apuesta por los desconocidos, por los inéditos, por los que escriben desde la periferia.

Durante esta edición de la FIL, no solo presentarán títulos nuevos, sino que han lanzado una convocatoria que parece salida de un sueño de Borges o de Arguedas: Misterios de los Andes, una antología de cuentos de ciencia ficción, fantasía y terror inspirados en los mitos y enigmas de la cordillera. Se trata de una iniciativa que no solo reivindica el imaginario andino, sino que lo reinterpreta desde la ficción contemporánea. Una forma de devolverle a la literatura peruana ese carácter mágico y trágico que alguna vez tuvo, antes de ser domesticada por el mercado editorial o la corrección política.
Estas dos editoriales —tan distintas en forma, tan semejantes en espíritu— nos recuerdan que el libro sigue siendo un acto subversivo en un país donde leer es todavía, para muchos, un privilegio. En un escenario ferial que muchas veces prioriza la selfie con el influencer de turno o la caza de descuentos, Amotape y El Gato Descalzo perseveran en su quijotesca empresa de formar lectores, no consumidores. Y eso, en tiempos donde la banalidad amenaza con vaciarlo todo, es un gesto de valentía y de fe.
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