Cultura
Tres nombres para el Nobel: Cartarescu, Houllebecq y Kadaré
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

La ruleta del Premio Nobel de Literatura 2023 se dispara este jueves 5 de octubre, a las 8 en punto. Mientras tanto en las casas de apuestas ya se tiene un ranking. Un punto de partida es el consolidado de estadísticas de apuestas Oddspedia, en el ranking especulativo de ganadores para este año los favoritos son: la china Can Xue (¿quién?) Haruki Murakami (en serio, otra vez) y la disidente rusa Lyudmila Ulitskaya (que conveniente geopolíticamente sería que gane). En las apuestas Can Xue va 4/1, siendo la favorita. Como solo apuesto a caballos, diré mis nominados que si o si deberían ganar. Porque para cuotas de género, origen étnico o representatividad de un continente, para esas chorradas están los premios Oscar y no Cannes. En literatura estos son los hombres fuertes de la literatura, los que realmente hace rato están escribiendo a martillazos.
Houellebecq, islamófobo y anti postmoderno
Si hay alguien que jamás debería ganar ni siquiera una mención honrosa de un certamen de literatura municipal en Murcia, esto desde la hegemónica cultura de la cancelación, ese sin dudas es Michel Houellebecq, y es que leerlo es un placer que incómoda.
Crítico feroz del postmodernismo encarnado en los valores del mayo del 68 a través de novelas como Las partículas elementales, Plataforma, Sumisión o Ampliación del campo de batalla, es sin duda, desde su aparición en los años 90, una corriente de aire fresco que devuelve a la literatura ese fuego de crítica al poder de los símbolos establecidos. Su crítica también se refiere a la creciente presencia del Islam en la sociedad europea, llegando sus novelas a ser consideradas proféticas como ocurrió en 2001 y en 2015, respecto a las Torres Gemelas y a la masacre de los caricaturistas de Charlie Hebdo, respectivamente.
Solteros inútiles y vaciados existencialmente son sus protagonistas predilectos, seres separados, aislados, a los que solo les queda el consumo. Un fiel reflejo del europeo occidental satisfecho en su insatisfacción. Son personas sin familias detrás, que irónicamente lo único que tienen son las empresas para las que trabajan, renuncian y vuelven a buscar trabajo sea en otra empresa, porque es eso precisamente lo único que tienen.
En un mundo donde todo se usa, el sexo, las ideas, el arte, la identidad, no hay espacio para el amor y la comunicación entre las personas. Su retrato es el de una sociedad donde la ciencia se ha reducido en técnica para ser usada también, para ser consumida, porque todo es consumo. Sus historias son la de personajes incapaces de ser humanos, y en la que el salvaje islam aparece en sus novelas como ese otro, que se opone a los valores democráticos occidentales, pero al que no se puede enfrentar por no tener nada seriamente con que oponerse.
Si Chul Han es el autor que acuña el término de sociedad del cansancio para referirse al postcapitalismo actual, Houellebecq es el autor en novela que acuña la cultura del cansancio de sociedades liberales sin capacidad de enfrentar culturalmente al fenómeno de la amenaza integrista. Porque el islam tiene esa convicción fanática que a la vez tiene un fundamento de juventud y lucha, que occidente no ha conocido desde la última mitad del siglo XX.
En Plataforma pareciera que, aunque accidentada, la única relación posible es hacia con el extranjero, como es el caso de la co protagonista de la novela, una tailandesa, Valérie, quien sí tiene aspiraciones de crecer, aunque sea a través del turismo sexual.
Se podría intuir que el otro a encontrar en términos pacíficos es la arquetípica figura femenina, la que le muestra otro mundo al protagonista europeo cansado. La posibilidad de vivir y tener un propósito. Las preguntas que se plantea la narrativa de Houellebecq son sobre la aparente imposibilidad del amor, propia del cansado pensamiento global burgués, por un lado, y la de si hay una salvación o no, por el otro.
La obra de Houellebecq desde los años noventa ha sido debida y esforzadamente cabildeada por Nelly Kaprielian, francesa de origen armenio, crítica literaria de la revista Les Inrockuptibles, su más ardiente defensora y difusora entre el hiper competitivo panorama literario francés. Fue gracias a su cabildeo que ganó Houellebecq el Premio Goncourt, el más importante premio literario en Francia.
Es sabido que los premio Nobel de Literatura son en realidad las Olimpiadas de los idiomas, dónde la pugna entre el inglés y el francés es de proporciones titánicas. A pesar de las obvias cualidades narrativas de Houellebecq, es difícil verlo ganador por razones políticas. Se lo ha intentado vincular a Le Pen y a la extrema derecha. Sin embargo sus lectores son fieles y son precisamente sus detractores sus mejores publicistas. Entre sus defensores honestos cabe mencionar a otra mujer, Eugene Basties, quien representa a esos hijos rebeldes de esa narrativa que propone el desagradable Houellebecq, quien en las apuestas va 14/1.
Mircea, el primo latino de Europa
“Le doy noticias, señor, sobre los turcos, porque he oído que el emperador salió de Sofía y no es así, y subieron al Danubio.”
El documento más antiguo que se conserva escrito en rumano es una carta datada en 1521, escrita por un tal Neacșu de Câmpulung al jude (“juez y alcalde”) de Brașov, Hans Benkner, advirtiéndole de una invasión turca proveniente desde Transilvania y Valaquia.
Siglos más tarde, un escrupuloso archivero alemán prestó atención a unos documentos municipales en abandono. Entre una serie eslavo-rumana de 700 documentos que iban de los siglos XIV al XVIII, descubrió la carta. Wilhelm Stenner, su descubridor, era el archivero de Brașov en 1894. Más adelante el lingüista rumano Aurel Nicolescu afirmó que en dicha carta no menos de 175 palabras de las 190 encontradas tienen origen latino, sin contar las palabras repetidas y los nombres. Una expresión que se repite en la carta es “I pak”, que significa “y otra vez” y que tiene una función similar a la del latín “item”, utilizándose también para marcar el comienzo de una nueva frase, ya que es este primer documento del idioma rumano, no existían los signos de puntuación. Otra curiosidad, la carta además de estar escrita en alfabeto cirílico, tiene una introducción en lengua eslava que antecede el contenido en antiguo rumano, y que vuelve a terminar con una invocación a Dios en búlgaro, lo cual evidencia la pequeña globalización que vivía el pueblo latino con sus vecinos.
Si la historia de un escritor es la historia de su país, la historia de su país tiene por base su idioma. La historia de Rumanía desde mucho antes de su comienzo literario escrito es una historia de supervivencia. Desde los míticos tiempos de la Dacia Romana, pasando por la opresión otomana, la historia del rumano y su lengua es la historia de un pueblo latino atenazado entre rusos, alemanes, húngaros, otomanos y un sinfín de vicisitudes. A veces amigos, a veces enemigos, pero siempre vecinos.
La carta de Neacșu, tesoro de la historia de la literatura en lengua rumana, lengua que nace como carta, y además una carta de un pueblo amigo a otro pueblo amigo frente a una amenaza, eso me da gusto pensar es Rumanía, nuestro hermano latino en Europa.
Hablar del candidato al Nobel de literatura rumano, Mircea Cartarescu, exige que hablemos también en sus términos enciclopédicos. Se ha hablado de él comparándolo con Borges, Kafka, García Márquez, pero se olvidan también sus expertos de Cartarescu y su pasión de leer los once tomos de las obras completas de Dostoievski cada año, de su admiración a la obra del peruano Vargas Llosa, de quién dijo: “Para mí fue más que un referente, [fue] un héroe”, confiesa. “Yo empecé a escribir en los 70, y sus libros cambiaron mi vida. Nunca olvidaré la revelación de La tía Julia y el escribidor o de La guerra del fin del mundo, o incluso La ciudad y los perros, todos ellos libros fundamentales para mí. Nunca hubiera soñado con compartir escenario con Vargas Llosa. Ha sido un gran honor”. Señaló en una ocasión en que compartieron escena, pero ahora la proximidad puede ser más cercana. Cartarescu aparece en las quincenas de candidatos al Nobel. Y ya es voceado desde hace algunos años. El autor de Solenoide, Nostalgia y la saga de Orbitor, esta última que lo ha consagrado internacionalmente como uno de los autores hegemónicos, son perfecta muestra de porque Mircea debe y puede ganar el Nobel de Literatura.
El boom lector por Mircea en Latinoamérica (a quien muchos confundían con una autora, por el nombre, salvo los siempre perspicaces lectores de antropología que evocaban de inmediato a Eliade a sus mentes apenas leer su nombre), se puede considerar como un fenómeno reciente y que tiene por nombre Editorial Impedimenta de España, la cual ha acercado con éxito en poco tiempo a los lectores latinoamericanos con su lejano primo.
Su obra es un realismo mágico que nos resulta totalmente familiar, el mundo de los sueños, pero sobre todo su capacidad de percibir que, tal vez, el único patrón real de nuestras vidas, sean precisamente esas anomalías que nos hacen pensar si realmente lo que sucede está ocurriendo o acaso estamos en un sueño.
La única forma que encuentro para reseñar sus historias es solo leyéndolas. Solo me queda decir: después de leer El ruletista, todo es posible en literatura.
En las apuestas Mircea Cărtărescu va 11/1
Ismail Kadaré, en los márgenes de la Historia
S. XXVI a.C. La Gran Pirámide consume los recursos y la energía de Egipto, miles de personas mueren durante su construcción mientras el faraón Keops desata periódicamente oleadas de arrestos y torturas contra aquellos falsamente acusados de sabotear el proyecto.
El propósito de tanto esfuerzo, más allá de toda megalomanía complementaria, es simple: se trata de política. ¿Cómo asegurar el reciente paso de una sociedad de cazadores recolectores a una organizada en ciudades en plena revolución agrícola? Fácil, concentrando todo el esfuerzo y vidas de los involucrados en una tarea.
Aprovechando los desbordamientos del Nilo, la agricultura era muy próspera y fácil, dejando varios meses a la población bastante ociosa, esto claramente para los planes de ingeniería social del faraón y su élite era un peligro que no se podía permitir por el bien de la civilización que empezaba a nacer. Entonces quizá el motivo principal de la construcción de La Pirámide y su importancia fuese no permitir el descanso y la reflexión a sus súbditos, quienes a su vez actúan voluntariamente en contra de sus propios intereses.
Este es el argumento de la novela de Ismail Kadaré, La pirámide. Porque si algo sabe Kadaré es construir metáforas políticas, y esta en especial es un monumento a la dictadura comunista que le tocó, la de Hoxha en Albania.
Albania fue en la segunda mitad del siglo XX, conocido como el país más comunista del mundo, el primer y único país oficialmente ateo (si excluimos el culto a la figura del líder), pero sobre todo un país cuya dirigencia comunista además de paranoica (Albania es un país con medio millón de bunkers, y todo el país es más chico que el departamento de Lima) era de un fanatismo ideológico tal que se peleó primero con los yugoslavos que los ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial, luego se peleó con la Unión Soviética acusándola de revisionista, se acercó a China para después también pelearse con ella acusándola de desviación ideológica y al final acabar sola y aislada de todo el planeta, y todo por una ultra ortodoxia al marxismo. Y todo esto con la anuencia de su hiper vigilado pueblo. En el caso de la Albania comunista de Hoxha se refleja perfectamente el sentido de la pirámide como símbolo de un poder total e indiscutible.
Ismail Kadaré no es nuevo en las quinielas del Premio Nobel de Literatura. Ha sido nominado casi veinte veces. Su mayor aporte en la literatura es acercar a miles de lectores a una cultura, la albanesa, la cual sigue siendo misteriosa y salvaje en plena Europa. En su obra Kadaré utiliza únicamente idioma albanés puro sin presencia de palabras extranjeras. Esta es una característica única de sus novelas, y muchos le atribuyen el mérito de haber mejorado la lengua literaria albanesa, una lengua hablada apenas por unas seis millones de personas, una lengua marginal, con una literatura de los márgenes de Europa. Ser escritor albanés y escribir desde y sobre un país del que apenas sabemos nada, y escrito en un idioma hablado por un puñado de gente, eso es hacer Literatura.
Kadaré creció en el mismo pueblo, y hasta en la misma calle donde nació el dictador Hoxha. Durante el comunismo se dedicó a la literatura de fondo. Y aquí viene la cuestión ¿Cómo escribir en el país totalitario, posiblemente el más comunista del mundo, sin acabar sentenciado a muerte? Pues recurriendo al folklore, los mitos y la más lejana imaginación. Se trata de alejarse en la fantasía para poder sobrevivir. Sus alegorías entretejen el acervo balcánico con las tragedias griegas de una manera propia de un autor que se puede considerar ya por merito propio, un clásico. Aunque el género hegemónico en Albania era el realismo socialista, Kadaré supo ganarse un espacio desde la fantasía más exótica y oriunda a la vez. Abril quebrado, es una novela donde retrata las costumbres atávicas de las tierras altas de Albania a través del despiadado código del Kanun, la ley de sangre que se hereda. Una forma de entender por qué los albaneses tienen fama de violentos, como los nicaragüenses en Centroamérica, quizás se deba a estos códigos ancestrales que tan bien ha sabido retratar Kadaré.
Desde hace más de una década las paredes de la universidad, de escuelas y de bibliotecas en toda Albania tienen fotos de Kadaré, dónde antes estaban las del dictador Hoxha. Detrás de unos lentes ahumados, unos ojos de los que solo se puede adivinar el color, miran con picardía al que lo ve. Kadaré es superviviente, pudo publicar su obra en una dictadura feroz, y demostró como dijo una vez Vargas Llosa, que el campo a dónde escapan los escritores en sus fantasías, huyendo de la miseria de sus pobres vidas, es precisamente ese campo el de la libertad humana, el de poder volar con el pensamiento a donde sea, incluso salir por unas horas de la Albania comunista de Hoxha, de su medio millón de bunkers y miles de grillos (micrófonos Made in China) colocados por la Sigurimi, la policía secreta de Hoxha.
En Albania ya no hay comunismo ni ateísmo de Estado, gracias a Dios, pero el pasado queda, no importa que el pasado sea lejano o muy reciente, el pasado en Albania siempre pesa como plomo.
Volviendo al pasado, en su novela “El palacio de los sueños” (1981), se narra la historia de Mark-Alem, funcionario del imperio otomano empleado en el Tabir Saray, dónde se controla a la población mediante los sueños, que anticipan desde los intentos de derrocar al gobierno hasta las grandes catástrofes, mientras avanza en su carrera de funcionario, Mark-Alem se irá hundiendo en las arenas del desasosiego. Escrito en plena Dictadura de Hoxha es de una osada e inteligente crítica al totalitarismo dentro del totalitarismo.
Pero volviendo a esa extraña novela, La pirámide, a medida que la narración finaliza, hace un extraño salto de tres mil años, avanzando para mostrarnos a Timur el Cojo (Tamerlán) erigiendo en Asia central otra pirámide, pero está vez hecha de 70.000 cráneos. Y con esta imagen queda claro quien es el maestro de la parábola política.
Kadaré tiene 87 años, en este año su nombre no figura en ninguna sala de apuesta, mientras nombres tan inusitados como Stephen King aparecen este año con una probabilidad de 49/1. Sin embargo, esté o no esté Kadaré, yo apuesto por él, porque “algunas gotas de lluvia llegaron a mi ventana”.
Cultura
FIL de Lima, en la cola de las ferias del libro de la región [VIDEO]
Una comparación de la Feria del Libro de Lima con otras ferias de la región. Aquí el resultado.

Las ferias del libro son eventos culturales temporales dedicados a la exposición, venta y promoción de libros. Se realizan en lugares públicos como centros de convenciones, plazas o escuelas, y reúnen a editoriales, librerías, escritores, lectores y profesionales del mundo del libro.
Hay muchas ferias del libro importantes en todo el mundo. Entre ellas destacan: la Feria del Libro de Frankfurt en Alemania; la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en México; la Feria del Libro de Londres, en Reino Unido; la Feria del Libro de Bolonia en Italia; la BookExpo América en Estados Unidos; el Salon du Livre de París (Salun di libro de parrís) en Francia; y la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en Argentina.
En Latinoamérica, la FIL de Guadalajara es la feria del libro más importante en el mundo de habla hispana y una de las más grandes del mundo. Se realiza cada año en México, usualmente entre noviembre y diciembre y reúne a más de 800 mil visitantes, con autores y editoriales de todo el mundo y cada año tiene un país o región invitada de honor.
La FIL Lima también reúne a escritores, nacionales e internacionales; sin embargo, no suele invitar a literatos de la talla de un Nobel. Por otro lado, hay que reconocer que viene posicionándose cada vez mejor en la región y en 2024 registró un récord de más de 530,000 asistentes, superando la cifra del año anterior en un 23%. Y para la edición de este año 2025 se prepara un Homenaje que será dedicado al escritor peruano Mario Vargas Llosa, en reconocimiento a su legado literario.
En resumen, las ferias del libro son más que simples eventos comerciales: son celebraciones de la lectura, la cultura y el pensamiento. En esencia, nos recuerdan que leer es una forma de libertad y que los libros siguen siendo herramientas poderosas para entender el mundo y transformarlo.
Aquí el podcast de Lima Gris con todos los detalles de la FIL de Lima.
Cultura
San Juan de Lurigancho se convierte en un “Museo al Aire Libre” con más de 20 artistas urbanos
Arte en las calles del distrito más poblado del Perú.

En conmemoración del Día Internacional de los Museos, el distrito de San Juan de Lurigancho se prepara para acoger un evento que promete transformar su paisaje urbano en una explosión de color y creatividad. Los días 24 y 25 de mayo, la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima será el escenario de “Museo al Aire Libre”, una intervención artística sin precedentes organizada por POPULART, colectivo reconocido como Punto de Cultura por el Ministerio de Cultura.
Más de 20 artistas y colectivos del arte urbano peruano —entre muralistas, ilustradores, diseñadores y gestores visuales— se reunirán para convertir muros grises en lienzos vibrantes. La propuesta va más allá del arte: busca reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro, memoria e identidad, acercando el arte a la comunidad como herramienta de inclusión y transformación social.
Entre los nombres confirmados destacan reconocidos referentes de la escena urbana como Ilustronauta, Jimbo, Jhoel Mamani, Roberto Peremese, Huansi, Majez, Robin Vela, Kaer y Blue Stef. Junto a ellos, propuestas innovadoras como Módulo.Lab, Gatonegro, y artistas emergentes como Crocketa, Sukey y Murgamdh, conforman un mosaico de estilos y generaciones que dialogan en un mismo espacio.

El evento cuenta con el respaldo de aliados como Línea 1, Barrroco, Colombia Tools y Canal Museal, y forma parte de una apuesta por la descentralización cultural, que busca llevar el arte a todos los rincones de Lima Metropolitana, más allá del circuito tradicional.
“Museo al Aire Libre” es de ingreso libre y abierto a todo público. La ciudadanía está invitada a ser parte de esta experiencia que hará de San Juan de Lurigancho una galería viviente y una referencia cultural en la ciudad.
Cultura
Dibujar las sombras
Crítica literaria al poemario Sombra Celeste de Ximena López Bustamante por Julio Barco (1)

Interior VI
“Mañana salgo de viaje enviaré una postal desde el centro del fuego” nos dice la voz poética de Interior VI técnica mixta (Aletheya, 2022) de Ximena López Bustamante y acaso nos manifiesta la construcción de una poética como un relato ardiente. Así, en este libro es latente la energía telúrica, un desborde que propicia la escritura fluida del poema en prosa. A este ir y venir, se añade la imagen que se sitúa de una frase versal a otra generando, siempre en fragmentos y destellos (como en Joyce) y propicia una caligrafía automáticamente mental: “(…) como quien anda con el corazón hecho polvo una gran culpa transformar las cenizas extinguir el nombre multiplicar el polen dejarlo en el aire en el intento por prescindir la palabra…” (pág. 6).
La emotividad del sentimiento genera un desborde musical y ético: detrás de la cantata hay un deseo de extender la bondad, la poesía y la libertad. Y poner, “todo mi amor reproduciéndose mil veces por segundo” (pág. 12)
Sin embargo, también se permite paisajes más existenciales: ¿Por qué escribir? / ¿Así de doloroso es cuando te crecen alas? / ¿Quién sino tuya? / ¿Cómo sino poseída por unamisma? (pág. 28). Así, el subtítulo del libro se comprende como una advertencia de las diversas técnicas literarias que aborda: prosa poética, poemas con versos reflejados y encadenados a los dos puntos (:); o poemas con forma de carta.

Sombra Celeste
Por otro lado, en Sombra Celeste (Comba, 2025) recorremos por un trabajo repleto de nocturnidad y creación. Ahora estamos frente a un poemario de breve aliento: las imágenes del desborde se contienen. La búsqueda similar: la luz y sombra de la individualidad. En ese sentido, se acerca a poetas como Pizarnik o Varela que se perfilan por una búsqueda intrapersonal. Además, se trata de un trabajo sistemático: todos los poemas llevan el rótulo de noches.
Es un escenario determinado: de la noche diecisiete a la noche veinticinco observamos la germinación de mirada particular. En medio de su búsqueda, se inclina por “la lluvia del aire teje desobediencia para zurcir eso/que tampoco entendemos/salvo la pasión qué entendemos salvo la pasión salvo la/pasión.” (pág. 18) Si para los poetas de la Edad Media la noche se situaba como síntoma de la libertad y el desparpajo, o para Novalis solo la noche era infinita, para la poeta es el espacio de liberar la enfermedad: el cuerpo y el síntoma. Entonces cada noche es un espejo, un medio (y médium) de permear las energías líricas. Y es esa pasión la que crea la posibilidad del andamiaje poético, donde los recuerdos y los suplicios se tornan poiesis: éste es el primer verso/donde serás carbón de tortura (pág. 20), porque, así como la poesía es reflejo, también se convierte en una hoguera donde el fuego (¿acaso el que buscaba en su primer poemario?) regresa como quehacer emancipador y significativo.
El fuego y la palabra liberan. Los que juegan con esas energías, hacen saltar las chispas de las palabras: así nace el fuego. Sin embargo, en la noche diecinueve se advierte: éste debe de ser / el suplicio contemporáneo (pág. 25). Reconocimiento, aceptación, tortura. Es decir, la afirmación de que el vacío —ese síntoma moderno (ese cisne negro) — se cristalice con su terror.
Pero, para no naufragar, el poetizar se transforma en ritual. Así, aparece, por ejemplo, la voz de la abuela, y entonces “(…) alumbra/ versos hambrientos” (pág. 48). Son esos versos, cargados de un lirismo velado, de sugerir antes que mostrar, los que manifiestan la creación de una mirada propia, es decir, una voz identificadora, o, como señala la poeta, un “morar unamisma”. Como un conflicto entre la danza del cuerpo y la expansión panteísta de la mente, oscilan los versos de Sombra Celeste.
¿De qué sombra hablamos entonces? De la sombra de la creación de una identidad a través de un oxímoron (sombra, como conflicto; celeste, como purificación) Esta sombra celeste es un telón a desplegar: ahí yace el corazón y su canto. Y esto genera una suerte de noche oscura del cuerpo, donde se intuye la pasión y la gracia, el desgarro de ser y estar. Es decir, se trata, como en Edipo Rey, de un descubrimiento de la identidad última: ahí la sombra, ahí lo celeste. ¿Y qué es ese lugar? Es el poema el lugar donde la poeta se hace materia de sí misma, conflicto y mutación.
Reflexión final
Finalmente, adentrándonos en la poesía arequipeña (donde podríamos encajar a Ximena, como también en la poesía escrita en el siglo XXI, en la poesía de menores de cuarenta años, etc) encuentro que su voz mantiene y explora el perfil subjetivo de las poetas sureñas (Medina Rondón, Román, entre otras) que buscan una redención interior en versos gráciles y amargos. Como en el ecuánime Alberto Hidalgo, la poesía brota del geiser del ser.
- Autor de más de 33 libros, profesor, columnista y dirige Café Barco, programa cultural.
Cultura
Julio Hevia: el psicoanalista que caminó la ciudad con alma de calle
Julio Hevia pensó al Perú, lo caminó, lo escuchó y lo acarició con palabras. Desde su mirada profunda nos enseñó que la calle es la verdadera escuela de sabiduría, y que la eternidad pertenece a quienes piensan con belleza y verdad.

Cómo no recordarlo. Cómo no pensar en ese andar ágil pero pausado, esa mirada escudriñadora de niño rebelde, ese verbo certero con el que diseccionaba la ciudad y sus habitantes. Este 20 de mayo, Julio Hevia Garrido-Lecca habría cumplido 72 años. Setenta y dos vueltas al sol que, de haber continuado, sin duda seguirían alumbrando con lucidez las veredas del pensamiento peruano. Pero un día gris, el 27 de junio de 2018, mientras permanecía internado en una clínica limeña, Julio partió. Y con él, una voz entrañable del psicoanálisis y de la reflexión crítica sobre el Perú urbano.
El velorio tuvo lugar en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores. Allí acudieron sus alumnos, colegas, lectores y amigos. Algunos llevaban libros subrayados; otros, anécdotas en el bolsillo. Todos, sin excepción, llevaban dentro el eco de sus ideas lúcidas.
Julio era barranquino no solo por dirección postal, sino por identidad profunda. Su casona de estilo republicano, ubicada en una arteria tradicional del distrito, parecía brotar del mismo espíritu del barrio: bohemio, culto y resistente. Allí vivía con su familia. Y allí, además de libros y conversaciones, también florecía otra de sus pasiones: la pintura y el dibujo. Porque sí, Julio Hevia también dibujaba y pintaba durante años. Lo hacía con la misma intensidad con la que pensaba, con una línea vibrante que dialogaba con sus obsesiones teóricas. Años después de su partida, se organizó una muestra póstuma que reveló esa veta poco conocida, pero profundamente auténtica.

Aunque académico de formación, Julio fue, sobre todo, un observador. No del tipo que se oculta tras el vidrio de una biblioteca, sino el que recorre mercados, conversa con las caseras, con choferes, y escucha sin prejuicio. Fue una especie de sociólogo fáctico por vocación, y psicoanalista por convicción, pero por encima de todo, fue un amante de la polis: de sus lenguajes, tensiones, afectos y contradicciones.
Sus libros —“El limeño como estereotipo” (1988), “Pantallas, frecuencias y escenarios” (1994), “Lenguas y devenires en pugna” (2002) y “¡Habla, jugador!” (2008)— son, en el fondo, mapas del inconsciente colectivo limeño. Un archivo afectivo de nuestras maneras de ser, hablar, chonguear y sobrevivir.
Una conversación en Barranco
Un buen día, cuando yo editaba la sección de cultura de un diario local, decidí escribir sobre él y de sus filudos trabajos y publicaciones que siempre le median el pulso a la ciudad y a los habitantes de Perusalén. Y como buenos vecinos nos encontramos en el corazón de Barranco para dar rienda suelta a nuestra conversa, que primero empezó con rígidos enfoques metodológicos de academicismo y terminó con un lenguaje tan coloquial, en una charla chispeante, muy a lo “chocherita” como se decía antes, o a lo “brother”, como aún se sigue diciendo hasta hoy. La entrevista que le realicé en el mes patrio del 2015, la titulé: Julio Hevia: «Tener calle, ya es un valor positivo».
Aquella mañana, hablamos de Lennon, de Kubrick, del cine y de Freud. Saltamos de los barrios bravos del Llauca, la Rica Vicky y el Rímac, a la sabiduría “cayetana”.
Algo que siempre perdurará en el tiempo, es ese principio de la pedagogía fáctica, que nos predica: “Si quieres romper las reglas, primero apréndetelas”. Y entonces le pregunté: si tú fuiste un maestro de cátedras y le rendías tributo a la academia y a la metodología de la investigación, ¿cómo es que tienes tanta calle? Y con la frescura de quien nunca necesitó impostar sabiduría, Julio empezó a romper algunos sagrados mitos y agregó: “Los teóricos de gabinete no sirven de nada si no salen a la calle a contrastar sus epistemes”.

Las calles fueron su aula
Cuando le pregunté sobre su recorrido callejero, él recordó: “Yo siempre pisé la calle, porque tampoco me acomodaba por mi propio estilo al almidón académico, y ahí también experimenté anticuerpos. Yo he caminado mucho en la calle, y el primer libro que publiqué está hecho de experiencias que yo detecté en la calle”.
Fue entonces que le lancé la pregunta que había estado rondando mi mente… ¿si de niño alguna vez jugó la canga, matagente, y el trompo? su respuesta fue honesta: “Yo jugaba canicas. No era muy bueno, y me acuerdo que tenía un vecino que me andaba quebrando las canicas. También he sido pelotero de la calle toda la vida, y además aprendí que yo tenía que ser más rápido que el otro, porque yo no era muy grande”.
Su relato tenía la precisión de una escena de cine neorrealista: sudor, barro, y una pelota improvisada como centro de todo.
Julio Hevia era tan carismático y entrador, que tenía ese raro don de caer bien. Y aquel día me contó entre risas, que una vez subió a un taxi y empezó a hablar con el chofer. Al poco rato, el taxista detuvo el auto, lo miró y le dijo: —“Bájate”—. Sorprendido, Julio preguntó ¿por qué? —Porque yo te iba a cuadrar —le respondió el conductor—, pero me has caído bien. Así que bájate nomás—”.
Hoy, su voz sigue viva en sus textos, en sus otroras alumnos de la universidad de Lima que aún citan sus frases en sus vidas profesionales. En esa muestra pictórica que dejó como legado silencioso, y en esa casona de Barranco que aún parece esperarlo con la puerta entornada.
Julio Hevia no solo pensó al Perú. Lo escuchó, lo caminó, lo acarició con las palabras. Y desde ese lugar profundo —el de los que no se conforman con mirar desde la ventana—, nos enseñó que la calle no es solo un espacio geográfico, sino una gran escuela de sabiduría.
Cultura
Luiz Carlos Reátegui: «Es necesario democratizar la literatura peruana» [VIDEO]
Nuestro invitado vive entre la literatura y la política. En esta entrevista nos cuenta su experiencia literaria y su incursión en la arena política peruana. Además, conversamos sobre lo bueno y lo malo de la FIL de Lima.

A dos meses de que se inicie la Feria Internacional del Libro de Lima, tuvimos como invitado en el podcast de Lima Gris a Luiz Carlos Reátegui, un talentoso escritor que en el 2018 ganó el Premio Copé con su cuento La casa abuela. Además, con su relato Prohibido besar a las cholas obtuvo el premio internacional Planeta Cuba. Una historia que se volvió viral, agotando el libro a pocos días de su presentación en la FIL de ese mismo año.
En la obra de Reátegui se destaca su aguda sensibilidad social y su capacidad para retratar las tensiones culturales del Perú contemporáneo. Su trabajo ha sido celebrado por su autenticidad, su mirada regional y su compromiso con las voces marginadas del país. A lo largo de su carrera, Reátegui ha cultivado diversos géneros, desde el cuento hasta la novela, como su obra histórica Isabella Nápoles, siempre con un estilo evocador y honesto que interpela al lector.
Su literatura no solo narra, sino que también denuncia, reflexiona y rescata, convirtiéndose en una herramienta de memoria y resistencia cultural.
En esta entrevista nos habla de su experiencia como escritor, su incursión en la política y su búsqueda por el sillón municipal de Jesús María. También lanza algunos dardos sobre la gestión de la Feria Internacional del Libro de Lima y recomienda algunas mejoras que debería hacer la Cámara Peruana del Libro.
Aquí el podcast completo por Neo TV.
Cultura
Geometría y acero bajo el mismo cielo
El hombre Pentágono y el misterio de las formas: esa es la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla. Va en La Galería de San Isidro hasta el 6 de junio.

En su taller de Cieneguilla el silencio se quiebra solo con el sonido del metal al ser moldeado. Mónica González Tobón y Percy Zorrilla han construido algo más que esculturas: una vida. Ella, colombiana de nacimiento y peruana por elección; él, limeño de raíces andinas. Ambos, nacidos en 1971, se conocieron en las aulas de la Facultad de Arte de la PUCP.
Desde entonces, Mónica —ganadora del Primer Premio en Escultura— y Percy —destacado por su audacia en pintura y volumen— iniciaron un viaje creativo que hoy, tres décadas después, desemboca en El hombre Pentágono y el misterio de las formas, bipersonal que inauguran el 14 de mayo en La Galería de San Isidro.
Ambos —ella con nueve individuales y premios en Dubái y Alemania, y Percy, con obras en Vietnam y Argentina— representan esa rara conjunción de talento y tenacidad. «En los 90, el arte en Perú era un acto de fe», recuerda ella, mientras señala los certificados de sus logros: el Premio Hobart (2013) por una escultura pública en San Miguel, o su mención en el Museum of Americas (2007) por explorar lo femenino en el acero.
Percy, por su parte, acumula distinciones como el Premio Nacional de la Juventud (2003) y participaciones en diferentes bienales, desde el Chaco hasta Da Nang. «Nuestras obras viajan más que nosotros», bromea, refiriéndose a las piezas que habitan plazas en Lima, Büdelsdorf y Buenos Aires.

-Cosmogonía de metal-
La muestra —que incluye una pieza conjunta, seis esculturas de Mónica y cuatro de Percy— es un homenaje a la geometría sagrada. «El pentágono es el hombre buscando su lugar en el universo», explica ella, mientras ajusta un relieve que parece flotar. Para Percy, el material es un aliado: «El acero nos permite vencer la gravedad, como si las leyes físicas cedieran ante lo espiritual».
Influenciados por Oteiza y Winternitz, pero también por los frisos Ychsmas de Cieneguilla, sus obras son «vacíos activos» que dialogan con Kandinsky y Turrell. «No es minimalismo —aclara Mónica—, es lenguaje del alma».
La dinámica de creación es tan singular como su historia: cinco hijos, árboles plantados juntos y discusiones sobre ángulos y vacíos. «Nuestra pieza colaborativa (‘El hombre pentágono’) es como nuestro matrimonio: dos visiones que se complementan», confiesa Percy. Mónica añade: «Él piensa en grande; yo, en lo esencial». Esta síntesis se plasma en la distribución de la muestra, donde sus obras no compiten, sino que «orbitan como planetas», según el curador.

-Ritual de lo habitual-
Así, desde el 14 de mayo San Isidro será testigo de cómo el acero se vuelve poesía. Entre las piezas destacan “Microcosmos” (Mónica), una estructura que atrapa la luz del atardecer, y “Tawantinsuyu” (Percy), un homenaje a la cosmovisión andina. «Queremos que el público sienta que el arte es un ritual», dicen.
Con esta exposición —que luego viajará a Alemania—, los Zorrilla no solo celebran su trayectoria, sino que desafían la indiferencia hacia el arte público en Perú. «Seguiremos plantando esculturas como si fueran árboles», prometen. Y uno les cree: después de todo, ya lo han hecho en medio mundo. Aplausos.
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm
Hasta: 6 de junio.
Cultura
Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.
Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.
Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.
El obituario de Hitler
Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.
El breve obituario dice en su totalidad:
«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.
Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.
Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.
Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.
Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental. En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.
Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.
El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.
El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura
Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX».
Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”
Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro:
«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.
En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.
Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.
El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer, luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.
Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.
Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.
Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:
«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».
Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.
«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

Por Edwin Sarmiento
(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)
I
Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968: (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.
II
Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era. Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.
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