Cultura
Sigrid Undset, la vikinga católica que ganó el Premio Nobel de Literatura
Un artículo de Hans Herrera Núñez

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2 años agoon

Cuando la noruega Sigrid Undset se convirtió al catolicismo, ella ya era una escritora muy estimada, sin embargo, en la luterana noruega, la conversión de Undset no sólo se consideró sensacional; fue escandaloso. Incluso no fueron pocos, especialmente los intelectuales noruegos, los que atacaron y menospreciaron (fueron bastante crueles en ocasiones), incluso su calidad como escritora, con el resultado de que los dones literarios de Undset se despertaron en una seria respuesta en defensa de su fe y su autoestima como escritora. Consecuencia, en 1928 Sigrid Undset, ganó el Premio Nobel de Literatura. Fue la sexta mujer en ganar un Premio Nobel, y la tercera en ganarlo en el rubro de Literatura.
Su candidatura fue nominada por Helga Eng, miembro de la Academia Noruega de Ciencias y Letras. Ya anteriormente la habían nominado tres veces, pero la cuarta fue la vencida. En 1928, 48 fueron los nominados, nombres de la talla de Thomas Mann, Máximo Gorki o Henri Bergson, a este último lo nominaron tres instituciones que sumaban juntos 38 académicos, incluida la todopoderosa Academia Francesa. Y aún así la nominación de Sigrid venció a todos. Es junto a la norteamericana Pearl Buck, la mujer más joven en ganar el Premio Nobel de literatura, con solo 46 años. El galardonado con el Nobel de Literatura más joven de todos sigue siendo a la fecha Rudyard Kipling, más conocido por El libro de la selva, que tenía 41 años cuando recibió el premio de literatura en 1907.
Poco después de su colosal victoria, Sigrid fue nombrada presidenta de la Sociedad Noruega de Autores (la primera mujer en conseguir dicha posición), curiosamente la organización donde se encontraban la mayoría de sus atacantes (chúpate esa mandarina). Sencillamente, justicia poética.

Una niña aplicada y unos padres exigentes
La historia de Sigrid empieza mucho antes, en una familia intelectual. Aunque bautizada en la iglesia luterana local, y de acuerdo con la norma de la época, ella y sus dos hermanas menores, asistían con su madre regularmente a la iglesia, no obstante, sus padres eran ateos, por lo que se criaron en un medio completamente secular. Hay que resaltar que Undset pasó gran parte de su vida como agnóstica. La leyenda cuenta que estuvo a punto de nacer en Roma con motivo de unas investigaciones de su padre, pero que la enfermedad de él las hizo quedarse a su madre y a ella en Escandinavia.
Su madre por otra parte marcaría de modo determinante su vocación y pasión a las letras: “Mi madre censuraba duramente con mano de hierro los libros para niños. Todo lo que era sentimentalismo estúpido o vulgar, todo eso lo sacó de mis manos y lo despreciaba. Así que yo tenía que conformarme con Homero o con las comedias de Molière, o tal vez con los poetas italianos del Renacimiento”. Unas lecturas así, definitivamente sembrarían algo sólido.
Cabe mencionar que Sigrid empezó la escuela recién a los ocho años. Antes de ese momento, su madre le había enseñado casi todo lo que debía daber. Uno de los primeros contactos de Sigrid Undset con la poesía fue con el folklore de su pueblo, con las famosas sagas , como cuando leyó la saga de Njål . Se cuenta que solía leerle en voz alta las sagas nórdicas a su padre, que agonizaba tras una larga enfermedad. Así conoció la literatura nórdica, la época vikinga y la Edad Media.

Pero dejemos que Sigrid cuenta su historia:
“La Familia de mi padre procedía de Østerdalen. El primer antepasado nuestro del que se supo algo fue un tal Peder Halvorsen que, en 1730, vivía en Grytdalen, en el valle de Sollien del río Atna, donde a algunos hombres de Østerdalen se les había permitido establecerse y cultivar la tierra. La familia de mi padre permaneció allí hasta que mi abuelo, Halvor Halvorsen, llegó a Trondhjem (…) Tomó el nombre de Undset de una aldea en la que había vivido mi abuela cuando enviudó (…) Me enviaron a una escuela dirigida por la señora Ragna Nielsen porque mi padre ya era consciente de que sus días estaban contados y estaba ansioso de que yo adquiriera una buena educación y siguiera sus pasos. La escuela de la Sra. Nielsen era mixta y estaba fuertemente comprometida con ideas educativas progresistas. ¡Jugó un papel importante en la formación de mi carácter, inspirándome con una indeleble desconfianza en el entusiasmo por tales creencias! No es que no me agradara la señora Nielsen ni que sospechara que no fuera tan noble o apegada a sus principios como parecía. No, fueron esos mismos principios los que me llenaron de un escepticismo ilimitado (…) Muchos años después encontraría una especie de respuesta en las palabras pronunciadas por San Agustín sobre el líder de los donatistas: «securus judicat orbis terrarum». En ese momento, sin embargo, mi única reacción fue enroscarme en una apretada bola de resistencia y así fue como, como un erizo, pasé mis años escolares (…) Mi padre murió en 1893 y la señora Nielsen le ofreció a mi madre educación gratuita para los tres hijos. Luego, cuando tenía catorce años, sucedió algo memorable. La Sra. Nielsen me llamó a un salón de clases vacío y me dijo que, aunque cumpliría su promesa a mi madre…”

Aquí merece relatarlo como teatro o guion de cine de Bergman.
Acto I
Escena única
Interior día. Un aula vacía. Una directora y una alumna.
Sra. Nielsen: Tú, querida Sigrid, muestras tan poco interés en la escuela y hay tantos niños a quienes les encantaría estar en tu lugar y disfrutar de una educación gratuita, así que te pregunto ahora: ¿estás segura de que quieres hacer tus exámenes de acceso?
Sigrid niña: No, gracias.
Sra. Nielsen (en actitud de sorpresa nórdica, es decir con la capacidad expresiva de un aula vacía): Muy bien, ahora debes decidir sobre tu futuro como una persona adulta.
Telón
Pero volviendo al relato de Sigrid…
“¡Me temo que mi comportamiento ese día fue más parecido al de un animal pequeño! La señora Nielsen cumplió su palabra en lo que respecta a mis hermanas, pero ésta fue una de las pocas decisiones en mi vida de las que nunca me arrepentí (…) Mi madre no tuvo más remedio que enviarme a una escuela comercial en Christiania. No me gustaba estar allí, pero tenía una gran ventaja sobre mi antigua escuela; ¡Nadie esperaba que me gustara nada! (…) Después entré a trabajar en una oficina y aprendí, entre otras lecciones, a hacer cosas que no me gustaban y a hacerlas bien. Permanecí allí durante diez años, desde los 17 hasta los 27. Antes de dejar esta oficina, ya se habían publicado dos de mis libros (…) Después de dejar el trabajo de oficina, me fui con una beca a Alemania e Italia”.
Y aquí empieza su historia.

Una escritora terca
Cabe mencionar que desde muy joven su padre, cada vez más enfermo al punto de acabar en una silla de ruedas, la introdujo en la investigación arqueológica por medios prácticos. Sabiendo, aún niña, que su debilitado padre condenado por esta enfermedad nerviosa degenerativa que recientemente podría identificarse como una forma de esclerosis múltiple, aprendió con ahínco el valor de la rigurosidad en la investigación, así como hizo suyo su pasión por la arqueología. Su padre era un librepensador tolerante y positivista, pero que también era un hombre elitista y austero. También es posible que, al final de su vida, Ingwald, su padre, intentara discretamente volver a la fe cristiana.
Poco después su padre fallecería a la temprana edad de 40 años. Undset solo tenía once años. Eso la marcaría a fuego.
Ya autoexiliada de su propi beca en una escuela de elite progresista, y sin posibilidades de poder continuar estudios en la universidad, soñaba con ser arqueóloga, renunció a una carrera y debió aprender un oficio rentable, estudió durante un año secretariado y consiguió un empleo en la sucursal de una empresa eléctrica alemana. Entretanto se dejaba llevar por la perturbadora atracción por la literatura, presa de una angustia suicida temporalmente borrada en el corazón en ese refugio que fue la biblioteca familiar, se dedicaría a escribir ficción.
De día trabaja y de noche lee y escribe, alimentando su secreta pasión de unir arte e investigación. Y por supuesto ser publicada.
Empezó a escribir su primera novela ambientada en la Escandinavia medieval, con gran ilusión la chica de 23 años envía su manuscrito al editor danés Gyldenthal. La respuesta es una negativa clara y seca, con un consejo categórico: “No te metas en novelas históricas; no es lo tuyo». Rechazada, no se desanima y se lanza a escribir un segundo libro, uno más corto, una novela de ochenta páginas de corte contemporáneo, que también fue rechazado, pero ella persiste, solicita la intervención del reconocido autor Gunnar Heiberg. La obra entusiasma a Gunnar, y los editores perplejos lo releen y aprueban. La novela se publica y es un éxito. Es la historia contemporánea, en que se ofrece la publicación del diario desilusionado de un matrimonio, Fru Marte Oulie , Madame Marthe Oulie . Esta novela corta de 80 páginas comienza con esta frase: «Engañé a mi marido».
En los grises y aburridos suburbios de Oslo, una joven esposa tiene por estimulante horizonte el aburrimiento de un matrimonio estéril, las tareas de esposa y madre. Por amor maternal, la heroína sacrifica su carrera y acepta la realidad de las pruebas de la vida con la conciencia tranquila. A pesar de una fugaz alusión a la felicidad adúltera, Sigrid Undset demuestra el atractivo de una vida ideal y de este derecho a la felicidad. Sin hacer gala de un estricto programa moralista, pero sí desarrollando matices y penetración psicológica, la escritora barre con su crítica una faceta de la modernidad: la existencia de la mujer moderna (sola) que trabaja para su subsistencia o la de su familia. Para 1907 esto era bastante revolucionario.

Nace la Musa Nórdica
Con un estilo brusco e irónico, Undset publicó sus primeras novelas, del periodo que va de 1907 a 1918, dentro del realismo contemporáneo, mientras ganaba devotos lectores.
Sus libros empezaron a venderse bien entretanto empezaba el movimiento de emancipación de la mujer. En una de sus novelas la heroína es una pintora que a raíz de una crisis romántica cree que está desperdiciando su vida y se termina suicidando. En otra novela, cuenta la historia de otra mujer que logra salvarse a sí misma y a su amor de una grave crisis, de la que surge la paz de una familia segura.
En un viaje a Roma, Undset conoce a su futuro esposo, a Anders Castus Svarstad, un pintor noruego. Svarstad era casado y tenía tres hijos en Noruega. Tres años pasaron antes que Svarstad se divorciara de su primera esposa.
Undset y Svarstad se casaron y tuvieron dos hijos. En la casa también acogió a los tres hijos de Svarstad de su primer matrimonio. Fueron años difíciles: su segundo hijo, una niña, tenía una discapacidad mental, al igual que uno de los hijos de Svarstad con su primera esposa. Sin embargo, cuando estaba esperando a su tercer hijo, el matrimonio se rompió y se produjo el divorcio. Era 1919.

Una inclinación religiosa
Después de su divorcio se enfocará en su gran pasión, la Edad Media, investigará en códices y leyendas, así como visitará monasterios e iglesias hasta volverse en una autoridad sobre la época.
El fracaso de su matrimonio, la Primera Guerra Mundial, y el declive moral de su época produjeron en Undset una crisis personal profunda. Su escepticismo agnóstico dio paso al cristianismo, cuando en 1917, Undset desarrolló un interés apasionado por las novelas de monseñor Robert Hugh Benson, muchos de cuyos escritos traduciría al noruego.
Para esto, hay que saber que Monseñor Benson era toda una referencia de la Belle Epoque, pues siendo el hijo del Arzobispo de Canterbury escandalizó a todo el imperio británico cuando se convirtió a católico y poco después se hizo sacerdote. Benson escribió una serie de novelas de ciencia ficción, siendo una de estas la novela de culto, El señor del mundo (1907), se considera generalmente como una de las primeras novelas distópicas modernas. En el especulativo 2007, según la imaginación de Benson, la Iglesia Anglicana y otras denominaciones protestantes se han desmoronado y desaparecido bajo una marea creciente de secularismo y ateísmo, dejando a una Iglesia Católica acosada como la única defensora de la verdad cristiana. También describe como las naciones están equipadas con armas que pueden destruir una ciudad entera desde el aire en cuestión de minutos, así como referir que la eutanasia se practica ampliamente y se considera un avance moral en la sociedad. El Anticristo a su vez es representado como un liberal secular carismático que organiza un organismo internacional dedicado a la paz y el amor mundial bajo su dirección (¿soy yo o se parece mucho a nuestro mundo?).
Finalmente, después de una minuciosa instrucción por parte del sacerdote de su parroquia, Undset fue recibida en la Iglesia Católica en noviembre de 1924. Tenía 42 años. Posteriormente se convirtió en dominicana laica.
En ese periodo, Undset innova en su defensa de la religión a través de la literatura, es de destacar que El maestro de Hestviken, escrito inmediatamente después de la conversión de Undset, se desarrolla en un período histórico en el que Noruega era católica. También son importantes sus ensayos sobre los mártires católicos ingleses de la época isabelina, como son el caso de Margaret Clitherow y Robert Southwell, los cuales fueron recopilados y publicados en Stages on the Road. Además, la Saga de los Santos de Undset contó toda la historia de Noruega a través de las vidas de los santos y venerables noruegos.
En mayo de 1928, Undset viajó a Inglaterra y visitó a GK Chesterton y Hilaire Belloc, cuyos escritos más tarde traduciría al noruego. Según la leyenda, Undset entró una vez en la oficina del director de la monolítica editorial Aschehoug. Luego, Undset arrojó una copia de El hombre eterno de Chesterton sobre el escritorio del gerente y exclamó: “¡Éste es el mejor libro jamás escrito! ¡Tiene que traducirse al noruego!”. La propia traducción de Undset de El hombre eterno se publicó en 1931.

Herr Hitler toca a la puerta
En 1939 murió su hija discapacitada, Mosse. Desde entonces ya no la oirá gritar. Para hacer desaparecer el ruido del reloj y su efecto de abandono, alojó a niños finlandeses en sus casas durante la Guerra de Invierno en Lillehammer. Luego, después de sus juegos y llantos despreocupados, llega la molesta soledad de los días normales. La de soportar la vida sin problemas.
Comenzada la Segunda Guerra Mundial, y con motivo de la invasión de Finlandia por parte de Stalin, Undset apoyó el esfuerzo bélico finlandés donando su Premio Nobel el 25 de enero de 1940.
Como Undset era una férrea crítica a Adolf Hitler y la Alemania Nazi, cuando finalmente Alemania invadió Noruega en abril de 1940, Undset se vio obligado a huir para evitar caer en manos de la Gestapo. Sus libros fueron prohibidos en Noruega. Primero huyó a Suecia, en dónde se enteró que su hijo mayor, el segundo teniente del ejército noruego Anders Svarstad, murió en combate a la edad de 27 años, el 27 de abril de 1940, mientras defendía el puente Segalstad en Gausdal de las tropas alemanas. Poco antes del estallido de la guerra, la hija enferma de Undset había muerto. Su casa en Bjerkebæk fue requisado por la Wehrmacht y utilizado como cuartel de oficiales durante la ocupación de Noruega.
En 1940, Undset y su hijo menor abandonaron la neutral Suecia y luego de cruzar la Unión Soviética a través del ferrocarril Transiberiano, lograron llegar como refugiados políticos a los Estados Unidos. Allí, defendió incansablemente la causa de la Noruega ocupada. Vivía en Brooklyn Heights, Nueva York. Participó activamente en la Liga Católica Escandinava de St. Ansgar y escribió varios artículos para su boletín.
El eficaz combatiente de la resistencia que fue en el exilio, regresó en agosto de 1945 a una Noruega devastada por la Segunda Guerra Mundial. Su finca en Bjerkebaek fue de nuevo habitada, después de ser destrozada y devastada en 1944 por oficiales alemanes. Lo reparó a finales del verano de 1945, pero luego quedó agotada y enferma.
En 1946, la embajada soviética anunció la prohibición de su último libro escrito en el exilio, Regreso al futuro, una buena señal si se toma en cuenta que lo prohíbe un régimen totalitario. En 1947, intentó traducir estos diversos escritos originalmente redactados en inglés al noruego. El manuscrito de Catalina de Siena, un libro sobre el que venía trabajando durante toda la guerrafue rechazado por el editor estadounidense que lo había encargado.
Cada vez más postrada en cama, en 1949, con motivo de su 65 cumpleaños, se convirtió sin esperarlo en la primera mujer condecorada con la Gran Cruz de la Orden de San Olaf. El mismo viejo rey de Noruega, Haakon, sintiendo el final de su voz al otro lado del Atlántico, fue a su casa para entregarle personalmente la insignia de su orden.
Sigrid murió poco después, venerada por todos y respetada en especial por sus propios y nada escasos objetores.
Significado de una escritora
Desde su irrupción, Sigrid Undset luchó desde la literatura contra ese individualismo feroz y naturalista de ese otro gran titán escandinavo que era Knut Hamsun . El pensamiento de Hamsun es el de una embriaguez teatral, de una inmanencia interior poseída por el placer o el sufrimiento, desviando al ser en su búsqueda de lucidez y comprensión. Y esta mujer, madre de familia, y ya desde su época en proceso de redención, sólo puede buscar y encontrar los caminos de la sinceridad, sea en su trabajo romántico, sea en su vida espiritual, sea en lo cotidiana. Así como existe la ilusión por una vida ideal, también existe la ilusión de un arte supremo, su aspiración era la perfección en la realidad.
Sigrid Undset es la novelista de las mujeres en la sociedad, para bien del hogar construido en sonrisas y pruebas. Inspirándose en la herencia literaria de Ibsen y rechazando el individualismo hamsuniano, que conduce a un retorno falsificado a la tierra en el sentido de una mal comprendida ecología, y a un rechazo del progreso nihilista, la autora afirma los deberes de esposa y madre. Y lo hace sin miedo ni remilgos.

Una dura crítica del feminismo
También fue una celosa opositora al feminismo moral. Sigrid Undset no deja de afirmar que existe un papel femenino insuperable, que exige amor, coraje, fe, devoción… Parece ocupar un lugar especial en la historia de las mujeres en Noruega, porque no es feminista. Afirma que el lugar de la mujer es el hogar, cuidando de sus hijos, y que eso no va en contra de una mujer que trabaja y lleva el pan a sus cachorros: es en esta fuente de realización donde se realiza plenamente. El deber femenino en el hogar se muestra en las novelas Primavera y Las vírgenes sabias, publicadas respectivamente en 1914 y 1918. Durante este período, no es inocente que Sigrid, una treintañera realizada, experimentó un fugaz período de plenitud en su matrimonio. Vida que nunca volverá. Pero el lúcido escritor no ignora que la defensa del hogar es un largo camino salpicado de pruebas y que el amor tiene tintes crueles. Pero hay que hacerlo perdurar, no rendirse, no desintegrar este milagro de que los dos se vuelvan uno que es la pareja a pesar de todo fiel, de estos dos que se vuelvan múltiples que es el hogar. Esto me acordar al Padre Antonio cuando me habla del amor, que los esposos no son necesariamente unos enamorados eternos, sino que, desde el realismo más áspero, son una compañía que se ama, muchas veces con un sentimiento a flor de piel cada diez días, pero que el amor son las obras. Obras cotidianas como cuando la esposa le prepara la cena, aunque sea solo una vez al año, o pregunta cómo le fue, y en el caso del esposo cuando decide volver a casa al terminar el trabajo, en lugar de ir a otro lugar con los “amigos”. Esos gestos cotidianos son obras, y el amor son hechos de todos los días. Eso mismo entendía Sigrid Undset.
Siguiendo los preceptos de la educación de su padre, considera como puntos de anclaje los valores tradicionales y el largo pasado nacional con lejano prestigio. Pero no valida felizmente las tradiciones, los valores se heredan, adaptan y moldean a un mundo concreto y cambiante del que siempre se preocupa por el análisis moral y religioso.
Sigrid Undset lideró una reacción contra el feminismo politizado que proyecta la liberación del hogar de la tutela de los hombres para lograr una vida social plena. Se niega a ver al hombre sólo como un títere débil y cobarde y defiende el hogar y los dolores que éste implica, empezando por los dolores del parto. En realidad, la existencia sin hogar está vacía. Crear un hogar está mucho más allá de la posibilidad de un vínculo de licitación.
Es obvio que, si las mujeres tienen deberes abrumadores, también tienen derechos emancipadores. Sigrid Undset, superada la desgarradora crisis de su relación que sacrifica por la continuidad del hogar al servicio de sus hijos, es una creyente que encuentra en la fe el sentido de lo que vive y escribe. Esta buena tomista no cuestiona los dogmas, pero llama la atención que admitiera tarde que el movimiento feminista de la década de 1880 había sido necesario, mientras que, al comienzo de su carrera literaria, que algunos comentaristas críticos califican de atea cuando probablemente no lo era ¡En el fondo era deísta y lo consideraba infundado!
Finalmente, los valores espirituales undsetianos son simples, la libertad se diferencia de la anarquía, la igualdad de ninguna manera conduce al igualitarismo, el amor y la fraternidad no deben conducir a tonterías. Esta mujer con un arte rigurosamente realista desea reformas morales y responsables. Expresó una gran desconfianza hacia cualquier filosofía con una base religiosa o estética oculta.
Para Amando Lázaro, “el principio religioso llevó a Sigrid Undset a la novela monumental, construida con materiales históricos y psicológicos, sobre la base religiosa del pecado, la confesión y la expiación. El pecado que no se confiesa al ministro de Dios pero que este absuelva al pecador y le imponga la penitencia expiatoria es una infección que corroe el alma y que infecta a su vez a cuantos rodean al que pecó. Sobre ese eje gira la multivaria [sic] acción de OlavAudunsson […]. Sigrid Undset establece, pues, como suprema lección de su novela, el principio católico de la confesión, frente al luterano del arrepentimiento íntimo y de la reparación espontánea”. En resumidas cuentas, y desde la experiencia más allá de lo individual e histórico de Sigrid, arrepentirse sin confesarse tiene tanta gracia como darse a uno mismo el perdón, y eso, yo desde mi condición de pecador, se que es insuficiente, demasiado insuficiente. Y yo como Sigrid tengo hambre de totalidad.
Se van los días
Sigrid tenía la costumbre de escribir sola de noche mientrastomaba café y fumaba cigarrillos. Cómo comprenderán una escritora así me tiene necesariamente que caer bien.
Si estuvieron por Noruega allá entre 1999 y 2019, quizá la hayan visto en el anverso de un billete de quinientas coronas noruegas que estuvo en circulación.

Una carta a Nini Roll Anker, su amiga, Sigrid escribió:
“Creo que si entiendo tan bien nuestra época es porque siempre he tenido una época desaparecida para compararla”.
En la página web oficial del Premio Nobel, describe la motivación de su premio de 1928: “principalmente por sus poderosas descripciones de la vida en el Norte durante la Edad Media”.
También la misma página menciona:
“Sus obras posteriores están determinadas por la experiencia de su conversión religiosa y son principalmente de carácter apologético. Gymnadenia (1929) [ La orquídea salvaje], Den brænnende busk (1930) [La zarza ardiente], Ida Elisabeth (1932) y Den trofaste hustru (1936) [ La esposa fiel] abordan temas contemporáneos. Madame Dorothea (1939) es una novela histórica. Su biografía de Catalina de Siena se publicó póstumamente en 1951. Sigrid Undset es autora de los volúmenes autobiográficos Etapper (1929 y 1933) [ Etapas en el camino] y Elleve aar (1934) [ Los años más largos].”
Su obra no solo versa sobre un remoto pasado católico de su tierra, si no que es una arqueología de sus propios dilemas y esperanzas. Finalmente, como recientemente dijo el actual Premio Nobel noruego, Jon Fosse, y que seguramente coincide con Sigrid Undset: yo solo escribo para sobrevivir y para Dios. Lo cual me recuerda a cierta autora inca que tiene temperamento de vikinga.
HANS HERRERA NÚÑEZ. (Lima, 1985). Vivió parte de infancia en Costa Rica, de regreso a Perú estudio Derecho en la Garcilaso y luego literatura. Se especializa en la obra de Roberto Bolaño y Chesterton. Ha colaborado con Dedo Medio y actualmente escribe en Lima Gris. También co-conductor del programa en radio Lima Gris de "Mirada Critica". Además ha aparecido en el celebrada película de ficción de Gustavo Meza, "Ciudad Ausente" (2015).

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Cultura
Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Published
20 horas agoon
02/05/2025
Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.
Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.
Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.
El obituario de Hitler
Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.
El breve obituario dice en su totalidad:
«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.
Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.
Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.
Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.
Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental. En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.
Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.
El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.
El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura
Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX».
Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”
Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro:
«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.
En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.
Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.
El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer, luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.
Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.
Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.
Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:
«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».
Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.
«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

Por Edwin Sarmiento
(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)
I
Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968: (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.
II
Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era. Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.
Cultura
Rodolfo Muñoz, un modelo desnudo lleno de historias [VIDEO]
Un recuerdo del querido personaje bellasartino.

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3 días agoon
30/04/2025
El jueves 24 pasado se conoció el fallecimiento del Hércules de Bellas Artes. Rodolfo Muñoz trabajó por más de 60 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, su trabajo era despojarse de su ropa para que los alumnos de la ENSABAP lo inmortalicen con sus primeros trazos.
En el reciente podcast de Lima Gris, Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca recordaron lo entrañable del querido personaje que fue pintado por maestros como Humareda, Szyszlo, Tilsa, Tola, Ángel y Gerardo Chávez, entre otros.
Aquí el podcast especial sobre Rodolfo Muñoz.
Cultura
Falleció Jorge Acuña, el mimo que habló con el alma
Su familia confirmó el deceso. El extrañable personaje falleció a los 94 años en la ciudad de Estocolmo en Suecia.

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3 días agoon
30/04/2025
El Perú ha perdido una de sus almas más silenciosas. Jorge Acuña, el emblemático mimo peruano que durante varios años convirtió la Plaza San Martín en un escenario de poesía muda, falleció recientemente, según confirmó su familia. Tenía el don raro de decir mucho sin palabras, de conmover sin un solo sonido. Hoy, el eco de sus gestos queda flotando en el aire como un susurro entre adoquines y palomas.
Acuña fue más que un artista callejero; fue un testigo del tiempo. A finales de los años sesenta, cuando el país se debatía entre la incertidumbre política y la efervescencia cultural, él apareció como un oasis de belleza en medio del caos. Su rostro pintado de blanco y sus movimientos precisos eran una forma de resistencia, una poesía viviente que se ofrecía gratuitamente a todo transeúnte que supiera detenerse a mirar.

“Ser mimo no es disfrazarse, es desnudarse”, dijo alguna vez en una entrevista para Lima Gris. Esa frase —que hoy resuena con una fuerza mayor— resume la filosofía de vida de Acuña: el arte no como espectáculo sino como verdad desnuda, como entrega absoluta. En esa misma entrevista, también confesó: “La calle me enseñó a ser humilde, pero también me hizo fuerte. No hay escenario más honesto que el pavimento”.
Jorge Acuña dedicó más de cuatro décadas a su arte. Viajó, enseñó, formó discípulos en talleres y escuelas independientes, pero nunca se desligó de la calle, su primer amor y su escuela más sincera. “Podría estar en un teatro con luces y telón, pero prefiero el aplauso de una niña que me mira desde la vereda”, dijo con una sonrisa tímida, sin quitarse el maquillaje.
Sus personajes —el anciano que lucha contra el viento, el niño que juega con una mariposa invisible, el obrero cansado que carga el peso del mundo— no eran simples pantomimas. Eran espejos de un país que muchas veces no se detiene a mirarse. Y él, sin pedir nada a cambio, ofrecía esos reflejos todos los días, bajo el sol o bajo la llovizna limeña.

La noticia de su muerte ha conmovido a quienes lo conocieron y a quienes alguna vez se detuvieron, siquiera por un instante, a contemplar su arte. No hay grandes homenajes, no hay titulares ruidosos. Pero en la Plaza San Martín, donde tantas veces detuvo el tiempo con un gesto, alguien ha dejado una flor. Y eso basta.
Porque Jorge Acuña no ha muerto del todo. Vive en cada silencio que conmueve, en cada gesto que dice más que las palabras, en cada niño que se detiene a mirar a un artista callejero con los ojos bien abiertos.
Su cuerpo se ha ido. Su arte perdurará.
Cultura
César Gutiérrez autor de Bombardero: «Nunca me sentí influenciado por la prosa de Vargas Llosa» [VIDEO]
En un nuevo episodio del podcast de Lima Gris, conversamos con el escritor y periodista cultural César Gutiérrez.

Published
4 días agoon
29/04/2025
César Gutiérrez es ampliamente reconocido como uno de los más destacados periodistas culturales del país, pero también —y quizás con mayor intensidad— como un escritor de singular talento que, durante años, ha mantenido un silencio tan enigmático como elocuente. Gutiérrez Rivas no es un autor cualquiera: en 2008 dejó una marca indeleble en la literatura peruana con la publicación de Bombardero, una obra que reveló su formidable capacidad narrativa y lo consagró como una de las voces más potentes y originales de su generación.
Con su libro Bombardero, César Gutiérrez irrumpió en la literatura peruana con una prosa que desafía las convenciones, un torrente verbal tan desbordante como preciso, que evoca y provoca vértigo narrativo.
En una reciente entrevista para el podcast de Lima Gris, conversamos con César Gutiérrez sobre su silencio literario, Mario Vargas Llosa y el periodismo cultural. El autor de Bombardero no se calla nada. Aquí la entrevista completa.
Cultura
Xavier Bacacorzo: un retrato íntimo
Lee la columna de Hélard Fuentes Pastor

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5 días agoon
28/04/2025
Por: Hélard André Fuentes Pastor
Recuerdo el día que lo conocí con la nitidez propia de mis veinte años. En ese entonces, presidía el Centro de Estudios Históricos para el Desarrollo Social (CEHDES) “Guillermo Galdós Rodríguez”, que organizó una única actividad: el Primer Congreso Regional de Historia del Arte Popular en la Alianza Francesa de Arequipa.
Durante la organización del evento, y motivado por razones familiares, propuse la participación del doctor Xavier Bacacorzo como ponente magistral. Una noche, lo visité en la Facultad de Filosofía y Humanidades, donde dictaba cátedra. Me acerqué con la ingenuidad de un universitario, mencionando que había sido profesor de mi padre y tras una breve conversación evocando ese recuerdo, respondió a la invitación con una serie de quejas sobre el funcionamiento de la Universidad de San Agustín, cuyo letargo, como lo viví después, ha generado impotencia y frustración en más de uno.

Recuerdo la expresión de decepción en su mirada cuando me dijo: “Participaré cuando estemos en la Católica con doble C”, dando a entender que el evento lo organizaba San Agustín y prefería no asistir. No quise ser cargoso; porque insistir o explicarle ―pensé―, lo impacientaba aún más.
Siempre lo vi y leí con admiración, y quizás por eso, a lo largo de estos catorce años, mi sentimiento de reconocimiento hacia su obra se mantuvo intacto. Su legado no solo se refleja en cerca de una decena de títulos, sino también en una actividad cultural impresionante, especialmente a mediados del siglo XX, y en una valiosa contribución periodística como columnista en diversos medios, entre ellos Arequipa Al Día. Este sentimiento persiste en mí, a pesar de los encuentros y desencuentros que vivimos, tan propios de los intelectuales, artistas y literatos.
Xavier Bacacorzo no era cortesano; no esperaba caer bien ni mal. Comunicaba lo que pensaba, lo que había leído o lo que intuía a través de los astros y sus conexiones espirituales, aunque a veces no lo hacía de la mejor manera.
Un día lo encontré caminando por el Portal de Flores, con una visible cojera que, sin embargo, no le impedía recorrer largos tramos del Centro Histórico. Me acerqué a él, mencionando mi nombre, pero al alzar la mirada, con sus ojos esquivos, no respondió a mi saludo. Esta vez, porfiado, insistí un par de veces, y cerca del quiosco de periódicos en la intersección con la calle Mercaderes, le dije:
—Soy el autor del libro del 50… La lucha del pueblo arequipeño (…).
Con eso, arranqué de sus labios una respuesta.
—Por cierto —dijo—, muy mal escrito.
Yo sonreí y, sin perder el ánimo, le pregunté las razones por las que pensaba eso. Entonces, señalándome el McDonald’s, me dijo:
—¿Tienes tiempo?… Vamos por un café.

Conversamos mucho. Le conté que su hermano Jorge había dado por muerto a un niño en un poema. Le mencioné que había leído sus artículos sobre el movimiento popular de junio de 1950 y que incluso había empleado su división cronológica en mi libro. Creo que también se lo entregué ese día.
Hablamos de poesía, de un poemario que estaba por publicar. Corrigió algunos versos de mi poema Noctámbulo. También conversamos sobre mi tío abuelo, Pedro Luis González, de quien —según me contó— había sido jurado de tesis y quiso sorprenderlo con un trabajo voluminoso (con un “sillar”).
En medio de todo, me preguntó por mi signo zodiacal, entre otras cosas. Luego, avanzamos hasta una fotocopiadora, donde hizo copiar algunos de sus artículos, uno sobre la visita de Pablo Neruda a Arequipa —a quien había recibido personalmente—, y otra a color de una pintura en honor a Francisco Mostajo, a quien retrató en vida.
Antes de despedirse, me dijo:
—Serás mi discípulo.
Yo, que no creía mucho en esas cosas, porque no son de mi tiempo, solo sonreí y le respondí:
—Doctor, creo que cada quien hace su propio camino, pero es un honor escucharlo.
Me lo encontré incontables veces en el Panorámico, en Mercaderes y en San Francisco. A veces, acompañado de su esposa, María Esther Basurco. En una de esas ocasiones, nos detuvimos a conversar sobre Mariano Melgar. Unos estudiantes de antropología lo habían invitado a dar una charla sobre el vate arequipeño.
Me preguntó:
—¿Irás?
—No puedo, doctor, porque en las mañanas enseño en un colegio. Allá… en Mariano Melgar —respondí.
Luego, me preguntó qué tema me gustaría que tratara, y yo le dije:
—Quizás sobre la naturaleza fenotípica o étnica de Melgar, recordando los dibujos que lo representan como un europeo y aquellos que lo muestran como un hombre mestizo con rasgos predominantemente andinos.
La ocasión más difícil ocurrió un atardecer en Mercaderes, a la altura de una sede de la Librería San Francisco. Me acerqué para saludarlo, pero cuando escuchó mi nombre, visiblemente molesto, me dijo que no quería saber nada de mí. Me dejó consternado.
Resulta que unos amigos suyos, abogados, le dijeron que yo había escrito un libro sobre Melgar, cosa que nunca ocurrió, y que, además, no citaba su trabajo. Entonces, traté de aclararle la situación, y creo que logré demostrarle que lo único que había escrito sobre Melgar era un artículo que aparece en mi obra sobre el Cementerio de la Apacheta, y que, aunque no tenía su libro, sí lo citaba. Le expliqué que cómo no lo iba a citar si alguna vez nos habíamos encontrado y conversado al respecto.
—¡Evento al que no asististe! —me dijo.
Y yo le respondí:
—Estaba trabajando, doctor, como le mencioné en aquella ocasión.
Se tranquilizó. Sin embargo, debo confesar que en ese momento experimenté desconcierto. Preocupado por su edad y por el impacto que mi acercamiento pudo haber tenido, decidí alejarme.

Años después, en 2018, organizamos un homenaje a Carlos Meneses Cornejo, con la publicación de un libro sobre su vida y un opúsculo de saludos. Sabiendo que María Esther había publicado en Arequipa Al Día (que dirigió don Carlitos), la invité a escribir unas palabras de homenaje. Grata fue mi sorpresa cuando respondió, además, con un segundo texto suscrito por los hermanos Gustavo y Xavier Bacacorzo. ¡Genial! Y aún más grato fue que asistiera al evento, realizado en la Biblioteca Mario Vargas Llosa, espacio vinculado a un novelista del que discrepó y renegó en más de una ocasión. En medio de la incertidumbre que domina los sentidos, me acerqué y el doctor me saludó con familiaridad. Le dije: «¿Y usted cuándo se deja hacer un homenaje?», mientras me mostraba, de un cartapacio que llevaba en las manos, una serie de artículos y algunas biografías de él, pues su trayectoria aparece en diccionarios locales y nacionales.
Lo más inolvidable aún fue el abrazo que se dieron con Eusebio Quiroz, con quien habían tenido una serie de polémicas académicas sobre temas como la Guerra del Pacífico o la llamada “Revolución del 50”. Ambos se preguntaron cómo estaban y se desearon lo mejor.
Luego llegó la pandemia, y no volví a verlo. Supe de él por los correos electrónicos que compartimos con su esposa, cuando lo invité a participar en el libro Voces de la poesía peruana (Parihuana, 2021).
En ciertos libros, he leído que nació en 1931. En mi antología aparece el año que consulté en registros oficiales, 1930. Sin embargo, en una de nuestras comunicaciones, María Esther me comentó que fue en 1932. Todo en él siempre fue un misterio, lo que lo convierte en un intelectual único, sin igual.

Xavier fue un personaje excepcional por múltiples razones; pero era, en esencia, hombre; un hombre de letras, y ser un hombre de letras implica profundas lecturas, inolvidables diálogos, polémicas, reflexiones humanísticas, aciertos y desaciertos. Por eso, resulta más sencillo comprender al hombre que fue, al que hoy recordamos, porque la congoja y el pesar que acompañan el ocaso de la existencia, nos permiten entender de mejor manera el orden de las cosas, asimilar los recuerdos con reconciliación y valorar esos buenos momentos, apreciando cada circunstancia de aprendizaje, cercanía y alejamiento en nuestras vidas. Xavier fue uno de los personajes de la vieja escuela, cuya obra es clave para comprender los procesos históricos-literarios del siglo XX y una época crucial en nuestra ciudad.
Cultura
Álvaro Vargas Llosa: su pareja lo deja, la ex contraataca y Bayly opina
Un dolor de muelas en el corazón. Así es la vida amorosa de Álvaro, quien ha tenido que vivir un duelo doble, primero por la muerte de su padre nuestro premio Nobel, y después la ruptura relámpago de su pareja de origen libanés. Aquí los pormenores.

Published
6 días agoon
27/04/2025
¿Cuándo se jodió Álvaro? Quizás fue en este 2025 cuando su romance terminó de manera inesperada. O tal vez en 2021 cuando dejó atrás la solidez de un matrimonio de casi treinta años por la aventura de rejuvenecer con una nueva pareja. Sea que Álvaro esté mirando la Gran Vía de Madrid o desde la Diagonal de Barcelona, es muy seguro que ve al mundo desde donde esté como la Avenida Tacna, sin amor.
Nada se va, Nada se fue
En una carta publicada en el diario El País, el conferencista reveló que su pareja lo abandonó en el momento más difícil de su vida. Según relató, mientras él lidiaba con el dolor de la muerte de Su padre, Mario Vargas Llosa, Nada regresó a su país natal sin ofrecerle ninguna explicación, poniendo fin a su relación de cuatro años.
“Pues te cuento, ya que el diálogo continúa, que, como todos los dramas, el tuyo tiene un toque tragicómico: mientras tú agonizabas, morías y se iniciaba mi duelo, mi pareja… regresó a su país para siempre sin que medie una conversación de despedida”, escribió Álvaro en una carta abierta en El País, titulada “Elogio fúnebre de mi padre”. El ensayista de 59 años no solo rinde homenaje al legado intelectual y humano de Mario Vargas Llosa, sino que también comparte con los lectores el doloroso momento personal que le tocó vivir paralelamente al duelo familiar. En el texto, da entender que Nada se fue sin ofrecer una despedida o una explicación clara.
De inmediato como si fuesen las mismas Erinnias de Esquilo, aparecieron como glosistas de la carta su ex mujer y su ex amigo (¿?).
La ex esposa contraataca
Con garbo y elegancia, Susana la ex de Álvaro, lanzó un tweet que hace volar la imaginación de los internautas:
«Dos palabras: Efímero: pasajero, de corta duración y Mentecata: tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón. A buen entendedor, pocas palabras»

Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad.
No solo eso, la ex esposa de Álvaro Vargas Llosa reconfiguró su biografía en Instagram, llamando la atención de los usuarios en lo que obviamente es una clara indirecta hacia su exesposo: “El mundo es redondo y da muchas vueltas”.
Además, compartió una serie de imágenes acompañadas de frases reflexivas, como “Confía en la intuición, te avisa antes que la razón”, “Que la sed no te haga beber del vaso equivocado” y “Cada uno da lo que tiene en su corazón”.
Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad se casaron en 1992 y, fruto de su romance, nacieron tres de sus hijos: Julio, Leandro y Aitana. Sin embargo, después de dos décadas de matrimonio, la pareja decidió separarse en 2021, sorprendiendo al público. La noticia se dio a conocer de manera insólita y poco convencional: Susana, en lugar de hacer un comunicado o de hablar con la prensa, cambió su biografía en Twitter, afirmando que estaba en “proceso de divorcio”.
Como si no hubiera quedado suficientemente claro que su relación con Álvaro Vargas Llosa había llegado a su fin, Susana Abad compartió un mensaje revelador: “Una vez le dijeron: eres muy bella para estar sola. Ella respondió: Nada de eso, soy demasiado maravillosa para estar con cualquiera”. A lo que añadió: “Pues eso”, subrayando de manera definitiva que no había marcha atrás en su decisión.
Una vez consumado el divorcio, no pasó ni un mes para que el hijo mayor de Mario Vargas Llosa presentara públicamente a su nueva pareja: Nada Chedid, una traductora libanesa a quien conoció en 2006 y con la que retomó contacto en 2020, justamente cuando aún estaba casado con la madre de sus hijos. En ese momento, comenzaron a circular rumores que sugerían que la relación con Nada había sido un factor decisivo en la disolución definitiva de su matrimonio.

Nada Chedid y Álvaro Vargas Llosa.
Y para colmo Bayly
Para el periodista, la revelación de Álvaro resulta inoportuna, y es que no fue el momento para dar un anuncio como este por lo que lo calificó de ‘desatinado’.

“Es una carta preciosa, un texto muy bien escrito y seguramente muy bien leído. Pero, ¿tenía que revelar Álvaro, al final de esta carta de despedida a su padre, que su novia lo había despedido? Yo creo que fue un paso en falso. Creo que fue un anuncio desatinado, inoportuno en esa circunstancia”. Y luego agregó: “Álvaro no debió contar algo tan íntimo, tan personal, en los funerales de su padre. Y es evidente, para mí, que si ya lo había contado y luego tomaba la decisión de publicar el discurso en el diario El País de España, pudo haber suprimido esas tres líneas quejumbrosas. Me parece un paso en falso”.
Cultura
Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano
Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.

Published
2 semanas agoon
22/04/2025
Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.
Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.
En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.
A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.
En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.

Factores del bajo nivel de lectura en el Perú
Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.
Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.
Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.

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