Cultura
Rómulo Sulca, una vida de película
El cineasta peruano estrenará su película “Érase una vez en los Andes” el 05 de septiembre en Lima. Aquí una entrevista con Lima Gris.

Llegamos hasta la ciudad de Huancayo para conversar con uno de los jóvenes cineastas más talentosos que vive en el centro del Perú. Con películas como “Teloneras” y “Érase una vez en los Andes”, viene cosechando premios y sorprendiendo tras su célebre estreno internacional en el Festival de Cine de la India.
Rómulo Sulca es un apasionado y cuestionador cineasta que se ha ganado un importante espacio en la cinematografía nacional. En esta entrevista nos habla de su infancia, sus películas, su paso por la Escuela de Cine y Televisión San Antonio de los Baños de Cuba, la nueva ley de cine y el cuestionado Dafo del Ministerio de Cultura.
Además, nos dice: “Yo creo que, si no hubiera sido por mi madre, no hubiera escrito un guion y mucho menos me hubiera tomando el tiempo en buscar fondos”.

Rómulo, si bien tú naciste en Ayacucho, actualmente radicas en Huancayo y has comenzado a hacer cine viviendo más de 20 años en esta región ¿Qué te impulso a radicar lejos de tu tierra?
Yo creo que las circunstancias de la vida, se podría decir, porque perdí a mi madre en 1992 y a consecuencia de esto quedo huérfano de mi madre, mi padre pasa a la clandestinidad y yo llego a parar en un albergue, acá en Huancayo, que es el Inabif, y luego paso a otro albergue que es El Rosario, me quedé en ese albergue hasta el 2004.
¿Qué edad tenías?
Yo tenía como 15 o 16 años, y ya literalmente ya había tenido una vida acá en Huancayo. Como dicen los huancaínos ya era un adoptado más. Siempre digo que Huancayo es mi pequeña patria adoptiva porque de alguna forma lo poco que tengo, lo pongo que sé, Huancayo me lo ha permitido.
¿Gracias al periodismo descubres el cine?
Cuando estaba a punto de terminar el colegio, mi papá, después de volver de la clandestinidad, me dice “bueno, tú tienes que ser abogado”. Entonces, ahí viene la decisión de uno, qué cosa quiere, a qué se quiere dedicar.
Yo siempre he visto a un tío que todos los años lo recordaban, era el tío que nunca lo había conocido, pero todos los años lo recordaban a Jaime Ayala Sulca, era un tío muy famoso en Huanta que fue asesinado por el capitán Álvaro Artaza Adrianzén, entonces me puse a estudiar en una escuelita, en unos talleres y vi la cámara y dije a partir de acá “me llevo con la cámara, pero detrás de la cámara”.

¿Qué inquietud tenías en ese momento? Porque tus inquietudes han cambiando con los años.
Es un documental que hicimos sobre el Parque de la Identidad que se llama ‘Parque de la Identidad’; es un mediometraje. No sé dónde está ahorita, pero supongo que el chico que lo ha editado aún debe de conservarlo porque fue parte de la tesis de una escuela que fuimos a estudiar.
Primero me han fascinado las historias más allá del tema documental. Yo comencé por el tema de escribir y buscar historias, entonces es ahí donde me comencé a sumergir en el documental porque antes de eso yo no conocía el documental como tal. Si tú ves ese documental del Parque de la Identidad, es más un documental como para televisión o a lo Alejandro Guerrero, una vaina así.
Ya cuando comienzo a sumergirme en el documental, voy descubriendo el cine directo, el cine guerrilla, o sea, documentales. A partir de ahí ya van mis necesidades de poder grabar al ser humano. Quiénes somos, qué somos realmente. Va por ahí más o menos la idea.
Hace un momento Hablaste de tu infancia, Leonardo Favio, el cineasta argentino, también vivió en un albergue, él llegó a filmar la película ‘Crónica de un niño solo’ ¿Crees que está pendiente contar los años que viviste en el albergue?
Sí, tengo un montón de historias que me gustaría poder contarlo, pero creo que también es un tema de decisión; creo que es una forma de hacer catarsis porque también no es el tema de haber vivido en el albergue, sino también cómo llegué a vivir en el albergue. Es como una pequeña búsqueda.
Personalmente tengo pendiente hacer un documental del albergue de todos los chicos que han crecido conmigo. En esa época de los que estaban, más o menos, a mi edad, nos llamábamos hermanos. De vez en cuando me encuentro con alguno de ellos y siempre me mencionan “oye, ¿cuándo vas a hacer un documental de nosotros?, estás contando cosas que no deberías. ¿Por qué no cuentas la real?”, una cosa así. Yo creo que no solo tengo un pendiente, sino una deuda con el albergue donde he crecido y también con la gente con quienes he compartido parte de mi vida, de mi infancia, mi pubertad, mi adolescencia.
Como te decía, la realidad siempre va a superar a la ficción. He conocido a diferentes niños, a diferentes chicos que venían de diferentes circunstancias y creo que si uno escribiría un libro yo haría una película. Sería locazo.

Después de este tránsito por los cortometrajes te lanzas a hacer tu película ‘Teloneras’, algo más arriesgado ¿Qué experiencia te ha dejado teloneras?
Teloneras como proyecto lo comencé a hacer en la universidad. Literalmente, ‘Teloneras’ para mí fue un camino de aprendizaje, de viaje, y también de mucho conocimiento, porque gracias a ‘Teloneras’ pude más o menos entender cómo iba a resistir para hacer una película, porque no es lo mismo hacer un ‘corto’ que hacer un ‘largo’, no son los mismos procesos que hacer una película para salas de cine que tener una mezcla, un color, etcétera. Entonces, creo que ha sido una experiencia y todo un viaje, pero también de mucho aprendizaje.
En ‘Teloneras’ he aprendido que muchas veces al no ser de Lima y no pertenecer a ese pequeño círculo se pone difícil obtener fondos. Más allá de todo eso creo que ‘Teloneras’ me ha dado mucha enseñanza. Es un documental que personalmente yo no creía que iba a tener lo que ha tenido; en mi vida iba a creer que iba a entrar a salas comerciales. Cuando nosotros hicimos ‘Teloneras’ éramos cuatro amigos, un cusqueño y los demás éramos todos huancaínos, unos chiquillos, unos locos. Marcio, el fotógrafo una vez me dijo “cómo vas a hacer una película acá en Huancayo, en Lima, y que no sé qué”, pero dijimos “hay que hacerlo, vamos a hacer algo en nuestra vida. Mientras estemos jóvenes hay que arriesgarnos”, y, bueno, el resultado fue chévere.

¿Por qué este tema de la vida de las mujeres y su paso por la música vernacular?
Tengo familia que son cantantes, mi prima hermana por parte de mi mamá es cantante, se llama Ruth Maritza Ricra Castillo que ha estado mucho tiempo en el sur –Puno, Juliaca-, es más, ella iba a ser una de las teloneras, que al final no quiso. Y luego en el documental de ‘Teloneras’ está otra de mis primas por parte de mi papá que se llama Yadira Sulca. Entonces, vengo de una familia que está intentando hacer arte, porque antes mi familia se dedicaba a la crianza de animales, a labrar la tierra y a ser arrieros. Ahora, como que te da la opción de tener familia que se dedica al arte.
Cuando hice un corto que se llama ‘Telonera’, con Ruth, prima hermana de mi mamá, yo veía cómo ella se transformaba de ser una niña bien chiquita, flaquita, pero luego cuando se ponía el traje se transformaba y se subía al escenario era otra cosa. Más o menos eso quería hacer en el documental.
¿Cómo ha sido ese momento de ser telonero en el cine?
Es como una ironía, pero también creo que es lo que uno busca, pero hace sus propios méritos para dejar de ser telonero y para llegar a ser el que va a terminar con la presentación, una cosa así. Entonces, creo que el esfuerzo y la perseverancia ayuda a que puedas tener esa chance, esa oportunidad.

¿Te gusta que te etiqueten como ‘cineasta regional’?
Cuando me dicen ‘cineasta regional’ los limeños como que me fastidia, pero yo siempre por ironía, por burla, siempre digo “soy cineasta regional”, pero cuando nació los fondos para el cine regional allá en el 2006 ni siquiera eran cineastas regionales, eran videastas regionales, hay que tenerlo muy en claro. Es como que, en el arte, los que hacen arte son los ‘blancos’, y los que hacen artesanía son los cholos. Los que hacen cine son los de Lima, los ‘blancos’, los pitucos, y los videastas son los provincianos. Muchas veces me molesta, pero como que he aprendido a asimilarlo, pero ya no de esa forma. Cuando salgo del país siempre me preguntan de dónde vengo, porque a veces me confunden si soy mexicano o boliviano; “no, yo vengo de Perú”, “ah, eres de Lima”, dicen, “no, yo no vengo de Lima, yo vengo de Huancayo”, “ah, de Huancayo, ¿y dónde queda eso?”, entonces, uno tiene que estar explicando. Ya he aprendido a asimilarlo, pero de otra forma, darle mi propia forma de alguien que hace cine no en Lima sino en el interior del país.
Después de toda experiencia en ‘Teloneras’ te lanzas por algo más arriesgado que es ‘Érase una vez en los Andes’, una película que ha tenido su primer estreno internacional nada menos que en la India y donde ha cautivado al público hindú, pero además has abierto una puerta para la cooperación internacional entre Perú y la India.
Nosotros el año pasado terminamos la película más o menos en agosto y estábamos como que en la búsqueda de a dónde enviarla, si íbamos a un festival acá en el Perú, o si íbamos a un festival europeo; entonces, yo por un amigo conocí al programador del Festival de Cine de la India, en Goa, y le escribo y me dice “mira, la convocatoria está abierta hasta tal fecha” y creo que faltaban días para esa fecha así que envié la película y creo que pasó unos treinta días y me escribió, me dijo “Rómulo, nos interesa tu película y queremos que se estrene acá, pero quiero que me confirmes dos cosas, si la película va a ser su premier mundial acá”, “sí -le digo- va a ser la premier mundial”. “ok”, me dicen, luego me mandaron los pasajes y todo el rollo. Nos fuimos con la actriz protagonista de la película. Fue una experiencia muy chévere poder estrenar mi película en un festival, creo que es uno de los catorce o quince festivales de clase A que existen en el mundo. Para mí ha sido una ventana muy chévere, pero también de aprendizajes, de ir tocando puertas.

Cuando yo fui a Goa conocí a otra peruana que me hacía de traductora allá, que era de la selva, de Pucallpa me parece, ese día me ayudó con la traducción, pudimos tener chances de conversar con otra gente.
Ahora, hace poco me acabo de enterar que después de esto tanto la DAFO como el Ministerio de Cultura con el Instituto de Cine de la India están viendo cerrar una coproducción internacional. Que la película ‘Érase una vez en los Andes’ sirva como caballito de batalla para que se pueda concretar esto es chévere. Esperamos que nosotros más adelante también podamos buscar fondos ya no solo en el país sino también en el extranjero.
Sobre la película ‘Érase una vez en los Andes’, el equipo está conformados por gente de Huancayo y Ayacucho, pero también hay integrantes extranjeros ¿Qué puertas más te abrió la Escuela de Cine San Antonio de los Baños?
Creo que la escuela más que abrirme puertas me ha ayudado a abrir más los ojos, verlo desde allá es distinto a verlo desde acá; por ejemplo, cuando estuve en la escuela supe un poco más de mi ascendencia. Mis dos apellidos son quechua, y yo tampoco entendía muy bien eso. Mi apellido Ricra, Sulca, como que son los últimos descendientes de los Wari, una cosa así. Yo creo que más allá de todo, eso me ha ayudado a tener un tipo de seguridad con lo que yo quiero hacer, a lo que me quiero dedicar, si realmente vale la pena hacer esto, y si de esto voy a vivir.
Si tú le preguntas a mucha gente que hace cine en el Perú te van a decir que de cine no se puede vivir porque el cine es efímero, estrenas una película cada cinco o seis años. ¿Tú crees que vas a vivir de eso? Es difícil, y más si es una película que va a ir a festivales, a competencias, que va a estar en un nivel, creo que es sumamente complicado. Eso de ir a una escuela de cine te abre los ojos al mundo.

¿Por qué te decidiste tener una italiana en la dirección de fotografía?
A Sara Brusciano ya la conozco desde el 2020 en la escuela y al principio nos caíamos bien mal, es como que la tipa era muy italiana, muy europea; entonces, yo cuando vuelvo al Perú, en plena pandemia comienzo a buscar directores de fotografía en el Perú, porque yo quería trabajar con una directora de fotografía peruana. Mucha gente tal vez me diga que soy feminista y todo ese rollo, pero yo quería trabajar con una directora de fotografía mujer porque la actriz protagonista es mujer y yo quería tener una sensibilidad desde la cámara de mujer. Entonces comienzo a buscar una directora de foto en el país y lamentablemente como que no hay. Con una o dos personas que nos topamos en el camino presupuestamos y era demasiado lo que pedían, entonces es ahí que yo le comienzo a buscar a Sara Brusciano y le digo “mira, Sara, tengo un proyecto y no sé si te pueda interesar”; entonces Sara me dice “bueno, mándame tu guion”, le mando el guion y me dice “Ok, vamos”. Ella me dice te cobro tanto y arreglamos. Cruzó el Atlántico en plena pandemia y se subió a los Andes, a los cuatro mil metros a morirse un poco de frío y encima que era vegetariana. Nada, fue una experiencia tanto para ella como para mí y no solo tuve a una extranjera, también tuve al actor chileno que viene de Santiago de Chile. La directora de sonido que es mujer, ella es boliviana y también la conocí en la escuela de Cine de Cuba. Igual con el tema de ella fue buscar sonidistas mujeres, porque iba a trabajar con una niña, una menor de edad, iba a trabajar con comunidades quechua hablantes y yo creo que no es lo mismo que un varón ponga un micrófono. Por esa razón fue que decidí buscar a una mujer. La primera persona que se me pasó fue Marcela Navia porque también la había conocido en la escuela, y cuando le dije se apuntó; ella también vino.
Además, estábamos haciendo una película sobre la guerra con Chile, donde habían participado los chilenos, los bolivianos y los peruanos, y también los europeos, entonces era como juntar un poco todo eso. Fue chévere, de verdad, y todos eran nuevos. Por ejemplo, Marcela nunca había hecho un ‘largo’, Sara nunca había hecho un ‘largo’, es más, hasta ahora no ha hecho su segundo ‘largo’ todavía. Sara Brusciano siempre ha trabajado como foquista u operadora de cámara. Igual para mí fue mi primera película.

Esta película ‘Érase una vez en los Andes’ todavía no se estrena en el Perú. Estamos ante la expectativa de ver la historia que cuentas. ¿Cuándo será estrenada?
Después de su estreno en la India la película se presentó en Estados Unidos, en Miami, estuvo en Connecticut, ahí ganamos un premio, luego estuvo en el Festival de Cine de Dallas, ahora se va a Inglaterra y hace poco estuvo en Festival de Cine Al Este, en Lima, en Cineplanet Alcázar; ahí tuvimos dos funciones que se agotaron, y a pesar que Cineplanet nos pidió una función más nosotros no pudimos por un tema de contratos.
El estreno comercial de la película está planteado para el 5 de setiembre que la distribución comercial la está llevando, el que ha distribuido Manco Cápac, Yana Huara, es el que ha distribuido Willaq Pirca. Estamos a la expectativa de poder ver cómo hacemos para poder traer al actor chileno desde Chile.
Queremos hacer el lanzamiento de la película allá en Sarwa, ahí donde hemos grabado, y esperamos que al público peruano le guste y que vayan a ver el estreno de la película. Si no les gusta ya nos dedicamos a otra cosa para ya no molestar con nuestras historias.
¿Por qué elegiste este tema de la guerra con Chile? Un tema que todos los peruanos lo tenemos atravesado.
Cuando era niño siempre se hablaba de los chilenos. Que los chilenos tal, que los chilenos cual, que los chilenos nos quieren quitar todo y no sé qué. Eso lo he tenido desde niño, desde la escuela, los profesores, etc. Pero cuando yo ya estaba en la universidad a mi mano llega un cuento de Umberto Chavarría Muñoz que se llama ‘La guerra de la Cruz del Sur’ y lo leo, me gusta, una cosa así y luego voy investigando si ese cuento tiene algo de validez, algo de realidad acá en el Valle del Mantaro, en Huancayo, y luego converso con el mismo autor y me dice “sí, acá habían chilenos”, y comienzo a trabajar un poco el guion, no sabía cómo darle forma al personaje principal que se llama Margarita, entonces se me vino a la mente mi madre. Mi madre murió muy joven a sus 22 años, entonces a partir de ahí usé el quechua como lengua materna. Así terminamos de escribir el guion de ‘Érase una vez en los Andes’.
Más allá de esa cosa que nos ha tenido como peruanos y como chilenos, para mí ha sido el tema de mi madre. Yo creo que, si no hubiera sido por mi madre, no hubiera escrito un guion y mucho menos me hubiera tomando el tiempo en buscar fondos, viajara allá, acá, aprender, conocer gente para hacer una película.

Se está hablando sobre la nueva Ley del Cine, se está cuestionando el tema de cómo se reparten los fondos. ¿Cuál es tu opinión respecto a todo este debate?
Lamentablemente el proyecto que está planteando Tudela, en lo personal, desde un punto de vista general no tiene nada de validez porque ella nunca ha convocado a los gremios cinematográficos. Por ejemplo, nunca ha convocado a la CRIP, a la CIP, a la ARCP o a tantas asociaciones que hacen cine en el interior del país. Ella nunca ha querido escuchar, y es más nunca ha tenido esa intención. De frente ha planteado un proyecto de ley.
Cuando ella presentó el proyecto, cuando llegó para el debate en el Congreso, ella ni siquiera defendió su proyecto en el Pleno. Desde ahí yo creo que parte de un tema de legitimidad porque no tiene la aprobación de los gremios cinematográficos, no solo de las regiones, sino que tampoco de Lima.
Ahora, los planteamientos que está haciendo la nueva ley ya lo veremos cuando se haga la reglamentación, porque desde que se han creado los fondos para el cine regional allá en el 2006 en adelante siempre hubo gente ganando que no eran de la región. Imagínate, Javier Corcuera ganando un fondo por Cusco, y así sucesivamente. Te puedo mencionar un montón de gente que ha ganado fondos de otras regiones residiendo en Lima. Ahora con esta nueva ley ¿cómo se va a prevenir eso?, ¿cuál es su estrategia de la señora Adriana Tudela?

Hay cineastas limeños que le sacan la vuelta a las propias reglas.
Claro. Los propios cineastas sacándole la vuelta a los propios cineastas. No se sabe cómo se va a hacer el nuevo planteamiento. De que va a afectar, va a afectar a todos, porque es una nueva ley, es una nueva forma de hacer cine en el país. Pero va a depender mucho de la reglamentación de este nuevo proyecto de ley. Ella plantea que, para cualquier cineasta, sea regional o limeño, haga cine le va a pedir el 70%, o sea, si una película cuesta un millón de soles yo tengo que conseguir 300 mil para poder conseguir los 700 mil; si yo no logro conseguir esos 300 mil, entonces no voy a pedir el fondo.
Y así sucesivamente pasará con los demás cineastas regionales, porque las grandes empresas que te pueden apoyar están en Lima, o sea yo tendría que ir a tocarle la puerta a Coca Cola, a Alicorp, a Movistar, entonces, ¿tú crees que me van a abrir la puerta? Si no me abren ¿qué hago?, no voy a poder postular.
Si la gente de cine regional no postula, ¿ese fondo qué va a pasar?, ¿va a volver al Estado? Y la otra gran pregunta que yo me hago en este nuevo proyecto de ley es que también abre a productoras extranjeras. Por ejemplo, una película ‘gringa’ que cuesta 50 millones de dólares, viene con sus 25 millones y al Estado peruano le pide otros 25 millones ¿cuánto va a quedar para los cineastas peruanos? Creo que va a depender mucho de la reglamentación para conocer cómo se va a manejar todo eso.
¿A qué películas regresas siempre?
‘Los Muertos’, de Lisandro Alonso, ‘Cómprame un revolver’, de Julio Hernández Cordón, y ‘La infancia de Iván’ de Andréi Tarkovski.
Cultura
San Juan de Lurigancho se convierte en un “Museo al Aire Libre” con más de 20 artistas urbanos
Arte en las calles del distrito más poblado del Perú.

En conmemoración del Día Internacional de los Museos, el distrito de San Juan de Lurigancho se prepara para acoger un evento que promete transformar su paisaje urbano en una explosión de color y creatividad. Los días 24 y 25 de mayo, la estación Bayóvar de la Línea 1 del Metro de Lima será el escenario de “Museo al Aire Libre”, una intervención artística sin precedentes organizada por POPULART, colectivo reconocido como Punto de Cultura por el Ministerio de Cultura.
Más de 20 artistas y colectivos del arte urbano peruano —entre muralistas, ilustradores, diseñadores y gestores visuales— se reunirán para convertir muros grises en lienzos vibrantes. La propuesta va más allá del arte: busca reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro, memoria e identidad, acercando el arte a la comunidad como herramienta de inclusión y transformación social.
Entre los nombres confirmados destacan reconocidos referentes de la escena urbana como Ilustronauta, Jimbo, Jhoel Mamani, Roberto Peremese, Huansi, Majez, Robin Vela, Kaer y Blue Stef. Junto a ellos, propuestas innovadoras como Módulo.Lab, Gatonegro, y artistas emergentes como Crocketa, Sukey y Murgamdh, conforman un mosaico de estilos y generaciones que dialogan en un mismo espacio.

El evento cuenta con el respaldo de aliados como Línea 1, Barrroco, Colombia Tools y Canal Museal, y forma parte de una apuesta por la descentralización cultural, que busca llevar el arte a todos los rincones de Lima Metropolitana, más allá del circuito tradicional.
“Museo al Aire Libre” es de ingreso libre y abierto a todo público. La ciudadanía está invitada a ser parte de esta experiencia que hará de San Juan de Lurigancho una galería viviente y una referencia cultural en la ciudad.
Cultura
Dibujar las sombras
Crítica literaria al poemario Sombra Celeste de Ximena López Bustamante por Julio Barco (1)

Interior VI
“Mañana salgo de viaje enviaré una postal desde el centro del fuego” nos dice la voz poética de Interior VI técnica mixta (Aletheya, 2022) de Ximena López Bustamante y acaso nos manifiesta la construcción de una poética como un relato ardiente. Así, en este libro es latente la energía telúrica, un desborde que propicia la escritura fluida del poema en prosa. A este ir y venir, se añade la imagen que se sitúa de una frase versal a otra generando, siempre en fragmentos y destellos (como en Joyce) y propicia una caligrafía automáticamente mental: “(…) como quien anda con el corazón hecho polvo una gran culpa transformar las cenizas extinguir el nombre multiplicar el polen dejarlo en el aire en el intento por prescindir la palabra…” (pág. 6).
La emotividad del sentimiento genera un desborde musical y ético: detrás de la cantata hay un deseo de extender la bondad, la poesía y la libertad. Y poner, “todo mi amor reproduciéndose mil veces por segundo” (pág. 12)
Sin embargo, también se permite paisajes más existenciales: ¿Por qué escribir? / ¿Así de doloroso es cuando te crecen alas? / ¿Quién sino tuya? / ¿Cómo sino poseída por unamisma? (pág. 28). Así, el subtítulo del libro se comprende como una advertencia de las diversas técnicas literarias que aborda: prosa poética, poemas con versos reflejados y encadenados a los dos puntos (:); o poemas con forma de carta.

Sombra Celeste
Por otro lado, en Sombra Celeste (Comba, 2025) recorremos por un trabajo repleto de nocturnidad y creación. Ahora estamos frente a un poemario de breve aliento: las imágenes del desborde se contienen. La búsqueda similar: la luz y sombra de la individualidad. En ese sentido, se acerca a poetas como Pizarnik o Varela que se perfilan por una búsqueda intrapersonal. Además, se trata de un trabajo sistemático: todos los poemas llevan el rótulo de noches.
Es un escenario determinado: de la noche diecisiete a la noche veinticinco observamos la germinación de mirada particular. En medio de su búsqueda, se inclina por “la lluvia del aire teje desobediencia para zurcir eso/que tampoco entendemos/salvo la pasión qué entendemos salvo la pasión salvo la/pasión.” (pág. 18) Si para los poetas de la Edad Media la noche se situaba como síntoma de la libertad y el desparpajo, o para Novalis solo la noche era infinita, para la poeta es el espacio de liberar la enfermedad: el cuerpo y el síntoma. Entonces cada noche es un espejo, un medio (y médium) de permear las energías líricas. Y es esa pasión la que crea la posibilidad del andamiaje poético, donde los recuerdos y los suplicios se tornan poiesis: éste es el primer verso/donde serás carbón de tortura (pág. 20), porque, así como la poesía es reflejo, también se convierte en una hoguera donde el fuego (¿acaso el que buscaba en su primer poemario?) regresa como quehacer emancipador y significativo.
El fuego y la palabra liberan. Los que juegan con esas energías, hacen saltar las chispas de las palabras: así nace el fuego. Sin embargo, en la noche diecinueve se advierte: éste debe de ser / el suplicio contemporáneo (pág. 25). Reconocimiento, aceptación, tortura. Es decir, la afirmación de que el vacío —ese síntoma moderno (ese cisne negro) — se cristalice con su terror.
Pero, para no naufragar, el poetizar se transforma en ritual. Así, aparece, por ejemplo, la voz de la abuela, y entonces “(…) alumbra/ versos hambrientos” (pág. 48). Son esos versos, cargados de un lirismo velado, de sugerir antes que mostrar, los que manifiestan la creación de una mirada propia, es decir, una voz identificadora, o, como señala la poeta, un “morar unamisma”. Como un conflicto entre la danza del cuerpo y la expansión panteísta de la mente, oscilan los versos de Sombra Celeste.
¿De qué sombra hablamos entonces? De la sombra de la creación de una identidad a través de un oxímoron (sombra, como conflicto; celeste, como purificación) Esta sombra celeste es un telón a desplegar: ahí yace el corazón y su canto. Y esto genera una suerte de noche oscura del cuerpo, donde se intuye la pasión y la gracia, el desgarro de ser y estar. Es decir, se trata, como en Edipo Rey, de un descubrimiento de la identidad última: ahí la sombra, ahí lo celeste. ¿Y qué es ese lugar? Es el poema el lugar donde la poeta se hace materia de sí misma, conflicto y mutación.
Reflexión final
Finalmente, adentrándonos en la poesía arequipeña (donde podríamos encajar a Ximena, como también en la poesía escrita en el siglo XXI, en la poesía de menores de cuarenta años, etc) encuentro que su voz mantiene y explora el perfil subjetivo de las poetas sureñas (Medina Rondón, Román, entre otras) que buscan una redención interior en versos gráciles y amargos. Como en el ecuánime Alberto Hidalgo, la poesía brota del geiser del ser.
- Autor de más de 33 libros, profesor, columnista y dirige Café Barco, programa cultural.
Cultura
Julio Hevia: el psicoanalista que caminó la ciudad con alma de calle
Julio Hevia pensó al Perú, lo caminó, lo escuchó y lo acarició con palabras. Desde su mirada profunda nos enseñó que la calle es la verdadera escuela de sabiduría, y que la eternidad pertenece a quienes piensan con belleza y verdad.

Cómo no recordarlo. Cómo no pensar en ese andar ágil pero pausado, esa mirada escudriñadora de niño rebelde, ese verbo certero con el que diseccionaba la ciudad y sus habitantes. Este 20 de mayo, Julio Hevia Garrido-Lecca habría cumplido 72 años. Setenta y dos vueltas al sol que, de haber continuado, sin duda seguirían alumbrando con lucidez las veredas del pensamiento peruano. Pero un día gris, el 27 de junio de 2018, mientras permanecía internado en una clínica limeña, Julio partió. Y con él, una voz entrañable del psicoanálisis y de la reflexión crítica sobre el Perú urbano.
El velorio tuvo lugar en la iglesia Virgen de Fátima, en Miraflores. Allí acudieron sus alumnos, colegas, lectores y amigos. Algunos llevaban libros subrayados; otros, anécdotas en el bolsillo. Todos, sin excepción, llevaban dentro el eco de sus ideas lúcidas.
Julio era barranquino no solo por dirección postal, sino por identidad profunda. Su casona de estilo republicano, ubicada en una arteria tradicional del distrito, parecía brotar del mismo espíritu del barrio: bohemio, culto y resistente. Allí vivía con su familia. Y allí, además de libros y conversaciones, también florecía otra de sus pasiones: la pintura y el dibujo. Porque sí, Julio Hevia también dibujaba y pintaba durante años. Lo hacía con la misma intensidad con la que pensaba, con una línea vibrante que dialogaba con sus obsesiones teóricas. Años después de su partida, se organizó una muestra póstuma que reveló esa veta poco conocida, pero profundamente auténtica.

Aunque académico de formación, Julio fue, sobre todo, un observador. No del tipo que se oculta tras el vidrio de una biblioteca, sino el que recorre mercados, conversa con las caseras, con choferes, y escucha sin prejuicio. Fue una especie de sociólogo fáctico por vocación, y psicoanalista por convicción, pero por encima de todo, fue un amante de la polis: de sus lenguajes, tensiones, afectos y contradicciones.
Sus libros —“El limeño como estereotipo” (1988), “Pantallas, frecuencias y escenarios” (1994), “Lenguas y devenires en pugna” (2002) y “¡Habla, jugador!” (2008)— son, en el fondo, mapas del inconsciente colectivo limeño. Un archivo afectivo de nuestras maneras de ser, hablar, chonguear y sobrevivir.
Una conversación en Barranco
Un buen día, cuando yo editaba la sección de cultura de un diario local, decidí escribir sobre él y de sus filudos trabajos y publicaciones que siempre le median el pulso a la ciudad y a los habitantes de Perusalén. Y como buenos vecinos nos encontramos en el corazón de Barranco para dar rienda suelta a nuestra conversa, que primero empezó con rígidos enfoques metodológicos de academicismo y terminó con un lenguaje tan coloquial, en una charla chispeante, muy a lo “chocherita” como se decía antes, o a lo “brother”, como aún se sigue diciendo hasta hoy. La entrevista que le realicé en el mes patrio del 2015, la titulé: Julio Hevia: «Tener calle, ya es un valor positivo».
Aquella mañana, hablamos de Lennon, de Kubrick, del cine y de Freud. Saltamos de los barrios bravos del Llauca, la Rica Vicky y el Rímac, a la sabiduría “cayetana”.
Algo que siempre perdurará en el tiempo, es ese principio de la pedagogía fáctica, que nos predica: “Si quieres romper las reglas, primero apréndetelas”. Y entonces le pregunté: si tú fuiste un maestro de cátedras y le rendías tributo a la academia y a la metodología de la investigación, ¿cómo es que tienes tanta calle? Y con la frescura de quien nunca necesitó impostar sabiduría, Julio empezó a romper algunos sagrados mitos y agregó: “Los teóricos de gabinete no sirven de nada si no salen a la calle a contrastar sus epistemes”.

Las calles fueron su aula
Cuando le pregunté sobre su recorrido callejero, él recordó: “Yo siempre pisé la calle, porque tampoco me acomodaba por mi propio estilo al almidón académico, y ahí también experimenté anticuerpos. Yo he caminado mucho en la calle, y el primer libro que publiqué está hecho de experiencias que yo detecté en la calle”.
Fue entonces que le lancé la pregunta que había estado rondando mi mente… ¿si de niño alguna vez jugó la canga, matagente, y el trompo? su respuesta fue honesta: “Yo jugaba canicas. No era muy bueno, y me acuerdo que tenía un vecino que me andaba quebrando las canicas. También he sido pelotero de la calle toda la vida, y además aprendí que yo tenía que ser más rápido que el otro, porque yo no era muy grande”.
Su relato tenía la precisión de una escena de cine neorrealista: sudor, barro, y una pelota improvisada como centro de todo.
Julio Hevia era tan carismático y entrador, que tenía ese raro don de caer bien. Y aquel día me contó entre risas, que una vez subió a un taxi y empezó a hablar con el chofer. Al poco rato, el taxista detuvo el auto, lo miró y le dijo: —“Bájate”—. Sorprendido, Julio preguntó ¿por qué? —Porque yo te iba a cuadrar —le respondió el conductor—, pero me has caído bien. Así que bájate nomás—”.
Hoy, su voz sigue viva en sus textos, en sus otroras alumnos de la universidad de Lima que aún citan sus frases en sus vidas profesionales. En esa muestra pictórica que dejó como legado silencioso, y en esa casona de Barranco que aún parece esperarlo con la puerta entornada.
Julio Hevia no solo pensó al Perú. Lo escuchó, lo caminó, lo acarició con las palabras. Y desde ese lugar profundo —el de los que no se conforman con mirar desde la ventana—, nos enseñó que la calle no es solo un espacio geográfico, sino una gran escuela de sabiduría.
Cultura
Luiz Carlos Reátegui: «Es necesario democratizar la literatura peruana» [VIDEO]
Nuestro invitado vive entre la literatura y la política. En esta entrevista nos cuenta su experiencia literaria y su incursión en la arena política peruana. Además, conversamos sobre lo bueno y lo malo de la FIL de Lima.

A dos meses de que se inicie la Feria Internacional del Libro de Lima, tuvimos como invitado en el podcast de Lima Gris a Luiz Carlos Reátegui, un talentoso escritor que en el 2018 ganó el Premio Copé con su cuento La casa abuela. Además, con su relato Prohibido besar a las cholas obtuvo el premio internacional Planeta Cuba. Una historia que se volvió viral, agotando el libro a pocos días de su presentación en la FIL de ese mismo año.
En la obra de Reátegui se destaca su aguda sensibilidad social y su capacidad para retratar las tensiones culturales del Perú contemporáneo. Su trabajo ha sido celebrado por su autenticidad, su mirada regional y su compromiso con las voces marginadas del país. A lo largo de su carrera, Reátegui ha cultivado diversos géneros, desde el cuento hasta la novela, como su obra histórica Isabella Nápoles, siempre con un estilo evocador y honesto que interpela al lector.
Su literatura no solo narra, sino que también denuncia, reflexiona y rescata, convirtiéndose en una herramienta de memoria y resistencia cultural.
En esta entrevista nos habla de su experiencia como escritor, su incursión en la política y su búsqueda por el sillón municipal de Jesús María. También lanza algunos dardos sobre la gestión de la Feria Internacional del Libro de Lima y recomienda algunas mejoras que debería hacer la Cámara Peruana del Libro.
Aquí el podcast completo por Neo TV.
Cultura
Geometría y acero bajo el mismo cielo
El hombre Pentágono y el misterio de las formas: esa es la nueva bipersonal de Mónica González Tobón y Percy Zorrilla. Va en La Galería de San Isidro hasta el 6 de junio.

En su taller de Cieneguilla el silencio se quiebra solo con el sonido del metal al ser moldeado. Mónica González Tobón y Percy Zorrilla han construido algo más que esculturas: una vida. Ella, colombiana de nacimiento y peruana por elección; él, limeño de raíces andinas. Ambos, nacidos en 1971, se conocieron en las aulas de la Facultad de Arte de la PUCP.
Desde entonces, Mónica —ganadora del Primer Premio en Escultura— y Percy —destacado por su audacia en pintura y volumen— iniciaron un viaje creativo que hoy, tres décadas después, desemboca en El hombre Pentágono y el misterio de las formas, bipersonal que inauguran el 14 de mayo en La Galería de San Isidro.
Ambos —ella con nueve individuales y premios en Dubái y Alemania, y Percy, con obras en Vietnam y Argentina— representan esa rara conjunción de talento y tenacidad. «En los 90, el arte en Perú era un acto de fe», recuerda ella, mientras señala los certificados de sus logros: el Premio Hobart (2013) por una escultura pública en San Miguel, o su mención en el Museum of Americas (2007) por explorar lo femenino en el acero.
Percy, por su parte, acumula distinciones como el Premio Nacional de la Juventud (2003) y participaciones en diferentes bienales, desde el Chaco hasta Da Nang. «Nuestras obras viajan más que nosotros», bromea, refiriéndose a las piezas que habitan plazas en Lima, Büdelsdorf y Buenos Aires.

-Cosmogonía de metal-
La muestra —que incluye una pieza conjunta, seis esculturas de Mónica y cuatro de Percy— es un homenaje a la geometría sagrada. «El pentágono es el hombre buscando su lugar en el universo», explica ella, mientras ajusta un relieve que parece flotar. Para Percy, el material es un aliado: «El acero nos permite vencer la gravedad, como si las leyes físicas cedieran ante lo espiritual».
Influenciados por Oteiza y Winternitz, pero también por los frisos Ychsmas de Cieneguilla, sus obras son «vacíos activos» que dialogan con Kandinsky y Turrell. «No es minimalismo —aclara Mónica—, es lenguaje del alma».
La dinámica de creación es tan singular como su historia: cinco hijos, árboles plantados juntos y discusiones sobre ángulos y vacíos. «Nuestra pieza colaborativa (‘El hombre pentágono’) es como nuestro matrimonio: dos visiones que se complementan», confiesa Percy. Mónica añade: «Él piensa en grande; yo, en lo esencial». Esta síntesis se plasma en la distribución de la muestra, donde sus obras no compiten, sino que «orbitan como planetas», según el curador.

-Ritual de lo habitual-
Así, desde el 14 de mayo San Isidro será testigo de cómo el acero se vuelve poesía. Entre las piezas destacan “Microcosmos” (Mónica), una estructura que atrapa la luz del atardecer, y “Tawantinsuyu” (Percy), un homenaje a la cosmovisión andina. «Queremos que el público sienta que el arte es un ritual», dicen.
Con esta exposición —que luego viajará a Alemania—, los Zorrilla no solo celebran su trayectoria, sino que desafían la indiferencia hacia el arte público en Perú. «Seguiremos plantando esculturas como si fueran árboles», prometen. Y uno les cree: después de todo, ya lo han hecho en medio mundo. Aplausos.
Lugar: La Galería
Dirección: Conde de la Monclova 255 – San Isidro
Horario: De lunes a viernes de 11 a 7 pm. Sábados de 3 a 7 pm
Hasta: 6 de junio.
Cultura
Un amigo escritor para Hitler: El obituario del Premio Nobel
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Si usted cree que Vargas Llosa es controversial, es porque no conoce a Knut Hamsun. Se cumplen 80 años en que el 30 de abril murió Hitler en la Cancillería de Berlín. Una semana después, en Noruega, la leyenda de la literatura escandinava, Hamsun, escribiría un obituario en honor del Gran Dictador de Europa.
Hamsun en 1945 tenía 86 años, el famosos novelista y premio Nobel, era una leyenda viviente entonces, autor de obras maestras como Hambre y Pan que desarrollan la novela psicológica heredera de Dostoievski en una exploración acertada del monólogo interior de sus protagonistas.
Durante el ascenso de Hitler y luego durante la ocupación de Noruega por Alemania, el inmortal escritor se mostró favorable a Hitler.
El obituario de Hitler
Knut Hamsun escribió en mayo de 1945, estando la guerra perdida, un obituario de Adolf Hitler en el periódico Aftenposten. El panegírico de Hamsun a Hitler sirvió como artículo principal del periódico colaboracionista sobre la muerte de Hitler.
El breve obituario dice en su totalidad:
«No soy digno de hablar en nombre de Adolf Hitler, y su vida y sus acciones no me incitan a ninguna provocación sentimental. Hitler fue un guerrero, un guerrero por la humanidad y un predicador del evangelio de la justicia para todas las naciones. Fue un reformador de primer orden, y su destino histórico fue actuar en una época de brutalidad sin igual, que al final le falló.
Así puede el ciudadano europeo occidental mirar a Adolf Hitler. Y nosotros, sus seguidores más cercanos, inclinamos la cabeza ante su muerte”, escribió Knut Hamsun.

El obituario se publicó la noche del 7 de mayo de 1945, una semana después de la muerte de Hitler.
Cuando su hijo Tore le preguntó sobre el motivo de este obituario, Knut Hamsun respondió: “Fue un gesto de caballerosidad hacia un gran caído”.
Para el propio Hamsun, el obituario y otras declaraciones y escritos llevaron a su arresto poco después del fin de la guerra. Sin embargo, los cargos en su contra se suavizaron cuando el profesor Gabriel Langfeldt y el médico jefe Ørnulv Ødegård determinaron que tenía “capacidades mentales permanentemente deterioradas”.
Antes de morir fue acusado de traición y finalmente fue seriamente multado y calificado de loco. En 1948, tuvo que pagar una suma ruinosa al gobierno noruego de 325.000 coronas (65.000 dólares o 16.250 libras esterlinas en aquel entonces) por su presunta afiliación al Nasjonal Samling y por el apoyo moral que brindó a los alemanes, pero fue absuelto de cualquier afiliación nazi directa. Si era miembro del Nasjonal Samling o no, y si sus capacidades mentales estaban deterioradas, es un tema muy debatido incluso hoy en día.

Hamsun declaró que nunca migró a ningún partido político. Escribió su último libro a los 90 años, Paa giengrodde Stier (Sobre senderos cubiertos de maleza), en 1949, un libro que muchos consideran una prueba de su capacidad mental. En él, critica duramente a los psiquiatras y a los jueces y, con sus propias palabras, demuestra que no está enfermo mental. Hamsun murió en 1952.
Después de la guerra, los noruegos quemaron libros de Hansum y su recuerdo sigue siendo espinoso entre sus compatriotas. Como dijo una escritora de su país, ningún noruego habla abiertamente de Hansum pero todos tienen al menos un libro suyo en casa.
El autor danés Thorkild Hansen investigó el juicio y escribió el libro “El juicio de Hamsun” (1978), que causó revuelo en Noruega. Entre otras cosas, Hansen declaró: “Si quieres conocer idiotas, ve a Noruega”, pues consideraba indignante ese trato al veterano autor ganador del Premio Nobel. En 1996, el cineasta sueco Jan Troell basó la película “Hamsun” en el libro de Hansen. En “Hamsun”, el actor sueco Max von Sydow interpreta a Knut Hamsun; su esposa, Marie, es interpretada por la actriz danesa Ghita Nørby.
El profesor Atle Kittang, de la Universidad de Bergen, escribió sobre el legado de Hamsun en el sitio web del Centro Knut Hamsun. Afirmó que existían razones complejas detrás de la publicación del obituario por parte de Hamsun. Señala que, tras su único encuentro en 1943, Hitler no ocupaba un lugar destacado en la evaluación de Hamsun. En consecuencia, Kittang cree que el obituario debería considerarse parte de la necesidad de provocación de Hamsun, como lo demuestran su vida y obra.

Hamsun, la leyenda de la literatura
Más de medio siglo antes, un joven Hamsun se oponía al realismo y al naturalismo. Argumentaba que el objeto principal de la literatura modernista debía ser la complejidad de la mente humana, que los escritores debían describir el «susurro de la sangre y la súplica de la médula ósea». Hamsun se convertiría muy pronto hacia 1800 a ser considerado el «líder de la revuelta neorromántica de principios del siglo XX».
Entre sus admiradores se encontraban Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Musil, Arthur Schnitzler, Jakob Wassermann, Stefan Zweig, Martin Buber, Arnold Schoenberg y Alfred Einstein. Todos ellos contribuyeron a la publicación conmemorativa que se publicó en Alemania con motivo del 70º cumpleaños de Hamsun. Al Festschrift publicado en Noruega con el mismo motivo también contribuyeron Maxim Gorki, Gerhart Hauptmann, Heinrich Mann, Tomáš Garrigue Masaryk y André Gide. Otros admiradores incluían a Ernest Hemingway, Franz Kafka, John Galsworthy, Henry Miller e incluso el joven Bertolt Brecht. Uno de los periodistas y escritores más conocidos de Alemania en aquel momento, Kurt Tucholsky, también confesó en un breve artículo en el Vossische Zeitung del 1 de enero de 1928: “Kurt Tucholsky ama… a Hamsun”
Todo empezó en 1888, cuando el barco de vapor danés Thingvalla en que viajaba un Hamsun pobre y desconocido se encontraría con la musa. Fue en ese viaje en que su barco estuvo amarrado en Kristiania durante un día en su camino de EEUU a Copenhague, que dicha ciudad danesa le trajo recuerdos desagradables del año 1886, cuando tuvo que soportar allí un duro período de hambre, sin trabajo. Hamsun no abandonó el barco y esa noche escribió las primeras líneas de la novela, que ya capturan la atmósfera opresiva de todo el libro:
«Fue en ese tiempo cuando yo vagaba y me moría de hambre en Cristianía, en esa ciudad extraña de la que nadie se va hasta que ha sido marcado por ella”.
En Copenhague alquiló una habitación en el ático y, padeciendo nuevamente hambre, continuó escribiendo. Presentó el manuscrito inacabado a Edvard Brandes, el editor de arte del periódico Politiken. Profundamente conmovido, Brandes persuadió a Carl Behrens para que publicara partes del libro de forma anónima en la revista danesa Ny jord (Nueva Tierra) en noviembre. La obra llamó inmediatamente la atención por la radicalidad de su representación y su ruptura con el concepto aún joven del nuevo realismo. La revista Dagblad pronto reveló el misterio que rodea la identidad del autor. Hamsun continuó trabajando en la obra, que fue publicada íntegramente, aunque todavía de forma anónima, en 1890. Ese mismo año fue publicada en traducción alemana por Samuel Fischer.
Hambre narra en primera persona el declive físico y psicológico de un joven escritor y periodista fracasado en Kristiania, la actual Oslo. De vez en cuando logra vender un artículo a un periódico, pero sus ganancias rara vez son suficientes para cubrir comida y alojamiento, por lo que deambula por la ciudad hambriento y a veces incluso sin hogar. Al intentar ocultar su precaria situación, el narrador en primera persona la empeora aún más. Describe su estado mental con gran detalle y de forma vívida; Su estado de ánimo fluctúa entre la depresión, la euforia, la desesperación y la vergüenza.
El narrador anónimo en primera persona sale de su habitación y camina sin rumbo por Cristianía. Cuando conoce a un hombre pobre, a pesar de su propia situación, empeña su chaleco y le da la mayor parte del dinero que recibe. Poco después, persigue a una mujer, luego busca un empleo y fracasa, después se le ocurre un texto brillante y escribe lo que intuyo es una obra maestra, envía el manuscrito a un editor, sin un centavo y viviendo en la calle se le ocurre entrar furtivamente a la habitación que alquilaba y de donde lo echaron por deudor, y es entonces que descubre una carta, su libro tiene suerte y le han adelantado 10 coronas. Aquí empieza la historia.

El autor y crítico danés Erik Skram elogió la obra como un “acontecimiento literario de primer orden”, y el crítico noruego Carl Nærup escribió en 1895 que “sentó las bases de una nueva literatura en Escandinavia”. Muchos críticos consideran que la novela es la mejor obra de Hamsun. El autor se hizo famoso de la noche a la mañana, fue un invitado bienvenido en los círculos intelectuales y fue invitado a dar lecturas en los EE.UU.
Influenciado por la psicología de Dostoievski (el narrador recuerda ciertos rasgos de Raskolnikov, el antihéroe de Crimen y castigo, pero también protagonista de El sótano) y por el naturalismo de Zola, Hamsun, en Hambre, prefigura también los escritos de Kafka y de la literatura existencialista del siglo XX.
Recepción en el siglo XXI: En su novela de 2017 Suleika abre sus ojos, Gusel Jachina retoma una imagen de Hamsun: la gente intenta superar el hambre cortándose con un cuchillo y chupándose la sangre de los dedos.
Respecto a esta raza de artistas vagabundos descrito en Hambre, Virginia Nicholson escribe en Among the bohemians: Experiments in Living 1900-1939:
«Después de cincuenta años podríamos juzgar que la pobreza de Dylan Thomas era noble, mientras que la de Nina Hamnett no tenía sentido. Sin embargo, una artista menor y sin dinero se vuelve igual de famélica que un genio. ¿Qué los impulsó a hacerlo? Creo que tales personas no sólo escogieron el arte, sino también la vida de artista. El arte les ofreció un estilo de vida diferente, uno que creyeron les compensaba de la pérdida de comodidades y respetabilidad».
Tal vez Hamsun viera en Hitler a aquel artista frustrado que como él vivió el hambre y la soledad del anonimato en esa otra Christiania llamada Viena.
«En aquel tiempo tenía hambre y vagaba por Christiania, esa extraña ciudad de la que nadie sale sin llevar sus marcas…»

Por Edwin Sarmiento
(Estando yo en un pueblito, por las alturas de Lima, y sin Internet, se murió mi amigo Jorge Acuña, el mimo más grande que tuvimos en la década del 70 en el Perú. Se nos fue a la edad de 94 años. Las redes sociales se llenaron de nostalgia al informar de este desenlace. Y pensar que Jorge era un tipazo fuera de serie. Hace cuatro años yo publiqué en mi muro una semblanza de dos amigos: el poeta Reynaldo Naranjo y el mimo Jorge Acuña, con quienes aparezco en una fotografía de esas que nos tomamos, casi siempre, con el corazón. Muerto Naranjo, hace unos años, y ahora Acuña, hace unos días, deseo compartir este texto a modo de homenaje a ambos y a esas épocas doradas que nos tocó vivir)
I
Debió ser en la Casa de la Literatura, al costado de Palacio de Gobierno, cuando algún amigo nos tomó esta fotografía. No recuerdo, exactamente, el año. Aquí estoy junto al poeta y periodista Reynaldo Naranjo y el actor peruano, mimo y promotor del teatro de la calle, Jorge Acuña (al centro y de pelo cano). Él debe estar cumpliendo, ahora, 91 años, en Suecia, donde radica, mientras que Naranjo nos dejó cuando tenía 84, hace dos años, al ser atropellado por un camión, cuando cruzaba, una mañana, la avenida Benavides, en Miraflores. Con ambos alterné en situaciones distintas de mi vida. Al poeta lo recuerdo con la sonrisa y picardía criolla, permanentes. Fue uno de los mejores tituleros que tenía el periodismo de los 70. Convivieron en él la creatividad del poeta social, con la neurosis de los cierres de edición en las salas de redacción de diarios y revistas, en los cuales trabajó como periodista. Cuando coincidíamos en el bar Palermo de la Av. Colmena, yo recitaba este poema, escrito en 1968: (A un edificio en construcción) “Obreros y cemento/ curiosos e ingenieros/ ingresan a la gran mezcladora// Mientras el ruido gira/ va naciendo el gigante/ hijo robusto/ que ha de crecer/ hasta el veintavo piso// Danza de músculos/ de cerebros y días// Nos pararemos/ en el piso más alto/ tal los conquistadores/ de las altas montañas// Alzaremos los brazos/ para tocar el cielo/ y el flamante ascensor,/ como nave dorada,/ nos dejará en la tierra/ con las manos vacías// Vendrá la burocracia// Gerentes, policías,/ padrinos y ahijados// Contratarán porteros/ y nos serán cerradas/ las puertas que pusimos” Luego de un reverencial silencio, yo preguntaba, ¿recuerdas quién escribió este tremendo poema? Y él, soltando esa carcajada que llegaba hasta la Casona de San Marcos, decía, creo que fue un tal Reynaldo Naranjo. Y yo gritaba: ¡respuesta correcta! Junto a César Calvo, Javier Heraud, Arturo Corcuera, Mario Razzeto fue una las figuras representativas de la denominada generación del sesenta. Naranjo, Calvo y el poeta uruguayo Alfredo Zitarrosa fundaron, en algún momento, la Casa de la Poesía, en el distrito de Barranco. Luego, grabaría con Calvo y el músico Carlos Hayre, el disco Poemas y Canciones, que los muchachos de entonces, escuchábamos en el LP que circulaba de mano en mano, prestadito nomás.
II
Jorge Acuña es un tipazo, un actor de primera, un mimo que empezaba su función, al aire libre, en la plaza San Martín, a las tres de la tarde. Lo hacía colocando, primero, un letrerito sobre cartón y escrito a plumón que decía: «Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él” (César Vallejo). Luego, procedía, lentamente, a maquillarse la cara, mientras los curiosos se iban aglomerando, formando un semicírculo que él había trazado, previamente, con tiza, muy cerca del monumento al libertador San Martín. Las tardes, si eran de invierno, empezaban a calentarse a medida que la gente, mayormente de rostro cobrizo, empezaba a compactarse codo a codo, hombro a hombre, uno detrás de otro, hasta que empezaba la función. El mimo iniciaba su trabajo con una explicación sobre el teatro, señalando la función del artista en un país pobre como el nuestro, la necesidad de que el buen arte debería salir a las calles a buscar al pueblo, lejos de esperar en salas pequeñas y selectivas, sólo al alcance de quienes podían pagar una entrada y en este chamullo, que la gente escuchaba en silencio, el actor terminaba citando a Vallejo, a Mariátegui, también al Che Guevara, a Marx y a un largo etcétera marxista, maoísta, pensamiento Mao Tze Tung. Y sus amigos, que no éramos pocos, nos arrancábamos con unos aplausos, seguidos por un público que por casualidad pasaba, esa hora de la tarde, por la plaza San Martín. Ya en el “tempo” exacto del buen arte, Acuña se arrancaba con su lenguaje corporal moviendo manos, brazos y piernas, o abriendo los ojos, lo más que podía, o cerrándolos, si sus historias tenían que ver con trepar las paredes, abrir las puertas, cocinar una sopita, asombrarse de algo o soportar el terror de una mala noticia, en fin. El público reía a rabiar, comentaba en voz alta, aquello que el mimo los iba describiendo, en silencio, sólo con el movimiento de su cuerpo. Dos horas más tarde, el público seguía aplaudiendo y él decía que al artista no había que explotarlo, porque era un trabajador como cualquiera y tenía derecho a ser recompensado. Aclaraba que esa recompensa sería voluntaria y gracias por su apoyo, compañeros. Es cuando sus ganchos, o sea, nosotros, le ayudábamos a pasar el sombrero entre el público que iba soltando un sol, dos soles, una china, a veces un caramelo, como después descubriríamos al hacer el recuento en el bar Palermo, a eso de las seis de la tarde, cuando, en una mesa, hacia el extremo del bar, nos instalábamos para acompañarlo hasta pasada la medianoche. Él formaba montoncitos de diez soles cada uno y cuando ya no había nada que contar, Acuña, separaba la mitad de lo que había en la mesa, lo guardaba en un bolsillo y decía que el resto sería para disfrutar la noche y así era. Ahora que ya no estará con nosotros, me viene la nostalgia. Fue un tipazo.
Cultura
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Un recuerdo del querido personaje bellasartino.

El jueves 24 pasado se conoció el fallecimiento del Hércules de Bellas Artes. Rodolfo Muñoz trabajó por más de 60 años en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, su trabajo era despojarse de su ropa para que los alumnos de la ENSABAP lo inmortalicen con sus primeros trazos.
En el reciente podcast de Lima Gris, Edwin Cavello y Luis Felipe Alpaca recordaron lo entrañable del querido personaje que fue pintado por maestros como Humareda, Szyszlo, Tilsa, Tola, Ángel y Gerardo Chávez, entre otros.
Aquí el podcast especial sobre Rodolfo Muñoz.
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