Una crítica mínimamente justificada y un tanto áspera sobre la obra del destemplado Mario Santiago Papasquiaro, en el inicio del artículo “La vanguardia sin obra de Enrique Serna”, pretende hacerse extensiva, injustamente, a todo el movimiento infrarrealista y a la poesía del mismo Roberto Bolaño. A continuación, evaluaremos algunas peculiaridades e inexactitudes del texto de la referencia.
Hubo muchas veces en las que los movimientos literarios debieron fabricar una pose y aunque establecerse en la mera pose no puede sostener un prestigio o más allá de los pocos años en que los “posetas” exijan y reclamen que los reflectores de la feria literaria iluminen falsamente sus cabezas, ningún movimiento ha podido evitarla.
Se cree que los infrarrealistas jamás pasaron de ser una mera pose y no sólo según el crítico en cuestión, sino que cualquiera al compararlos con gente más preparada o más fina halla que los secuaces de Bolaño no resultan ganando nada que sea distinto a una especie de autobombo realizado por propia mano por el novelista chileno-mexicano, una astuta elevación de su nostalgia, un equívoco ejercicio de antiestetismo.
Debe precisarse un detalle importante, aunque el autor de Los Perros Románticos no es un par de William Blake tampoco es un ignaro o un caído imposibilitado de ascender a los predios de la poesía. Son buena prueba de ello algunos poemas de “Los Perros Románticos”, el gran poema “Un Paseo por la Literatura” y muchas de las declaraciones que brindó en entrevistas. Pienso, por ejemplo, en la secuencia en la que expone la representación cabal de la figura del poeta adolescente, que para él eran las efigies de Rimbaud y Lautreamont. En ese sentido, señalar que Bolaño tuvo un amor mal correspondido por la poesía o que el cielo no quiso darle la gracia de ser poeta es exagerar demasiado, es ser desmesuradamente mezquino y es estar cegado para el disfrute de la poesía.
Sin embargo, es menester ser claros, el ficticio grupo realvisceralsita debido a las altas facultades retóricas del autor de Los Detectives Salvajes sí es mucho más atractivo que el gris enjambre de los “reales” infrarrealistas. En ese extremo, creo que todos los lectores concordarán con este punto de vista aunque existen muchos matices pese a esta conveniencia.
El crítico Serna señala que Bolaño creía dogmáticamente en las vanguardias. Quizás, olvida que toda vanguardia es inicialmente dogmática y tiene hasta una propuesta ideológica, mal encaminada o sin forma como la de los surrealistas o ausente como en los infrarrealistas cuyo mayor gesto estético es haber sido admiradores de Hora Zero. Exponer que un vanguardista es dogmático es prácticamente una redundancia insostenible. Recuérdese que a Bolaño- Belano- se le decía el André Breton del Tercer Mundo, etc.
Evidentemente, el texto que revisamos presenta un sesgo conservador que se devela plenamente en los párrafos finales, sumamente ilustrativos al respecto.
Se señala, por ejemplo, a la gran poesía mexicana del siglo XX, pero hasta donde sé las únicas grandes muestras poéticas de Latinoamérica son la peruana y la chilena. México tiene muchos buenos poetas, inclusive a un genio de la inteligencia como Octavio Paz, a quien los infrarrealistas endilgaban todas sus miserias, pero ningún gran poeta que pueda compararse con Adán, Vallejo, Neruda, Huidobro o de Rokha. Es decir, si va a problematizarse la “grandeza” de la poesía mexicana estaremos de acuerdo siempre y cuando esta condición problemática y cuestionadora abarque a toda la poesía mexicana no sólo a la esmirriada poesía infrarrealista.
Es justísimo declarar que los infrarrealistas no son genios incomprendidos, pero es mezquino negar a Mario Santiago como poeta, reitero no es un gran poeta – ¿pero qué mexicano sí lo es? – y quizás, no tenga ni un solo poema perfecto, pero si tiene muchas imágenes más que regulares. No es avalar la mediocridad decirlo sino oponernos a la mediocridad que cunde en lo que creo es el reclamo más válido de grupos acaso mínimos como los infrarrealistas pero, al mismo tiempo, valientes: la mayoría de poetas académicos, recogidos en la reflexión y el gusto de sus propias tonadas se han olvidado de la vida. Sus obras son tratados perfectos de como componer un verso mas no exhiben nada que sea siquiera cercano a la grandeza y al éxtasis, dos elementos fundamentales de toda muestra poética.
En la famosa entrevista que diera Bolaño al programa La Belleza de Pensar, el escritor señala que él no desearía que un hijo suyo se dedique a la poesía porque, casi parafraseando a Gilberto Owen, el hecho de vivir sin timón y en el delirio, no puede desearse a nadie que uno ame de verdad. Sin embargo, Bolaño sabe o intuye que el hecho de vivir sin timón y en el delirio es una de las formas más elevadas de ejercer la poesía y escribo elevada porque sé las consecuencias de esa caída- mientras más alto subes…-.
El chileno sabía y admiraba esas caídas como cualquier otro poeta verdadero, pero fue lo suficientemente lúcido para no insistir en ese camino tan arduo y tan lleno de sacrificio. Por esas razones, sobredimensiona a MSP y sublima al infrarrealismo en su novela.
Él se sabe un disidente, pero reclama en su obra la unión de lo que Cervantes escindió en la suya. Como sabemos, el español declinó de la poesía en beneficio de la milicia, según un gran pasaje de El Quijote que se cita en el discurso que ofrendó Bolaño al recibir el Premio Rómulo Gallegos, una interpretación maravillosa de lo que es la literatura. En cambio, el chileno en su final eligió optar por la poesía solo que, en su caso, la poesía fue también el ejercicio de la milicia, un gran gesto de juventud y valentía como debe ser siempre la poesía así uno tenga más de 100 años, como el viejo e irreverente demiurgo de Chillán y otro gran poeta chileno, Nicanor Parra.
Bolaño entiende y demuestra que es necesario abandonar la poesía si uno quiere vivir mejor porque haber intentado abrazar el infinito, generalmente, como en el caro verso de Las Quejas de un Ícaro de Baudelaire, sólo deja al aprendiz de dios con los brazos quebrantados. No de otra forma puede entenderse esa nostalgia por la juventud perdida que se representa vívidamente en Los Detectives Salvajes.
Sin duda, los infrarrealistas no están al nivel de los grandes románticos europeos que murieron en el punto más dorado de su juventud o que acarrearon con grandes infortunios durante su vida como el gran sobreviviente de esa generación dorada, el divino Holderlin, pero tampoco son unos pobres diablos ni agentes negados para el ejercicio de la poesía, ni desentonan abruptamente en la escena de la “gran” poesía mexicana porque señalar a Sor Juana Inés de la Cruz , a Alfonso Reyes, a José Emilio Pacheco y a Octavio Paz por más valiosos que puedan ser no llegará, en ningún momento, a atribuirles el mérito de ser grandes, al menos no en el sentido propuesto y de acuerdo a todos los otros nombres que he señalado, y si es el ánimo de decir las cosas como son no debemos ser eufemísticos.
Todo artista debe exigirse lo imposible. Obviamente, existen miles de grupos de farsantes entre los que a duras penas puede señalarse a un verdadero poeta, pero como lo sabían hombres que fueron mejores que nosotros, solo el tiempo define quién es quién, no sólo en la poesía sino también en la vida.
P.S.
La lucidez y el brillo de la inteligencia de Octavio Paz nunca fue eclipsado por ninguno de los infrarrealistas, pero oponerse a él según todo lo que se sabe sobre el poder que ejerció en el medio cultural mexicano durante décadas era más que una obligación para cualquiera que intentase ser llamado poeta en su país, para cualquiera que intentase ser llamado hombre en dichas circunstancias.
MVLL en el párrafo final de su ensayo sobre El Extranjero escribe que “No creo en la pena de muerte y yo no lo hubiera mandado al patíbulo, pero si su cabeza rodó en la guillotina no lloraría por él”
Si los infrarrealistas deben ser olvidados de la historia de la literatura, no seré yo quien lamente ese olvido.