Gustavo Faverón. Foto Difusión
Texto de Alexis Iparraguirre, sobre algunas afirmaciones vertidas por Gustavo Faverón Patriau.
Escribo esto un poco por propia voluntad y un poco a pedido de amigos que me dicen que debo dar mi versión sobre lo que publica de tiempo en tiempo Gustavo Faverón sobre mí, dado que tiene cierto predicamento público. Yo suelo contestar que quien me conoce y conoce a Gustavo puede entender perfectamente el asunto (lo cual se puede entender de varias formas) y no sigo. Pero, dado que él reincide en publicar una serie de insultos contra mí, que desmerecen el trato civilizado, y suele sumar tales dichos y agravios en una confusa cruzada contra cocineros famosos, periodistas de variedades y funcionarios corruptos, me parece justo hacer un conveniente deslinde. Procuraré ser breve, pero entiendo que la largueza con que Gustavo se ha expresado sobre mí me lo impida. Y, aunque me pese, abundaré en detalles inoficiosos para muchos, pero que apuntalan la veracidad de lo que afirmo, como entiendo es parte del rigor académico, ámbito en el que se desempeña Gustavo.
Antes de nada, debo corroborar que lo que Gustavo dice sobre mi relación literaria con él es, en líneas generales, cierto. Como Gustavo señaló en pasadas declaraciones, supe que él se desempeñaba como crítico literario, eventualmente nos encontramos y yo le mandé mi libro de cuentos por si le interesaba hacer un comentario sobre este. Pero dicho así, se trata de una historia parcial y mal contada y que, viéndola en detalle, está llena de motivaciones gratuitas. Por ello, confío en poder contar una mejor historia que la suya. Empleo como fuentes algunas publicaciones de esos años, la mejor memoria de algunos amigos y la página web de Bowdoin College, en la que aparece el CV de Gustavo, y que resultara pertinente como se verá. Aquí el relato de mi brevísimo aunque significativo contacto con Gustavo, como se seguirá de la siguiente explicación:
1.La primera vez que supe de Gustavo fue porque lo leí en un el artículo de la revista Quehacer en 1998 sobre nuevos narradores de por aquel entonces. El año anterior yo había quedado finalista en un concurso de cuentos organizado por la ONG Ceapaz. El volumen con los relatos premiados le dio cierta circulación a quienes aparecimos en él (pequeña pero valiosa). Gustavo empleaba dicho volumen como uno de los ejes de referencia de su texto. Dedicó algunas líneas a muchos de los escritores ahí recopilados como Sergio Galarza, José Luis Torres Vitolas y Santiago Roncagliolo (quien ganó el certamen) y también a otros que eran de su interés y cuya obra ya provocaba con justicia comentarios como Diego Trelles Paz y Jeremías Gamboa (cuyos relatos, entonces, no vaciló en juzgar). En el penúltimo párrafo del artículo comentaba mi trabajo con los calificativos más halagüeños. De principio, pues, es inexacto que yo me hubiese presentado a Gustavo en plan de elogiarlo, como él ha señalado, para obtener una crítica positiva. Gustavo ya la había efectuado, sin que yo se lo pidiera, y fue de los más favorable. De hecho, entonces no podía estar sino muy agradecido con su juicio. Para probarlo, el link de la revistaQuehacer del año 98 debiera ir aquí. Pero esos números de hace casi quince años ya no están en línea. Afortunadamente, se puede conseguir Quehacer de segunda mano y las fotos de las páginas del artículo de Gustavo son las dos primeras que aparecen en esta nota. Avisen si se requiere ampliarlas.
2.Luego, supe que Gustavo fue alumno de la PUCP por Daniel Salas, entonces mi compañero en maestría de literatura de la misma universidad. Gustavo merecía con justicia, estimo, la admiración incondicional de Daniel y de muchos de sus compañeros de promoción. No obstante, por esos años solo se dedicaba al periodismo. Entiendo que por una decisión vocacional no ejerció nunca la condición de profesor en la PUCP que, por su talento, estaba a su alcance. No sé si por ese año, 1999, Gustavo ya ejercía la crítica literaria en la penúltima página de la revistaSomos, en el apartado previo a la sección del horóscopo mochica Pakatnamú. Pero los que leíamos su columna en esa época descubrimos con admiración un crítico enterado y meticuloso. Quizás lo más impactante en su quehacer, en el ámbito de un reseñismo literario bastante tibio respecto de los defectos de figuras consagradas, fue su notoria discrepancia de los elogios rutinarios que recibía la narrativa última de Bryce Echenique. Era un gesto valiente poder escribir sobre una figura canónica respetada que no estaba ejerciendo con eficacia su oficio. Si estuviera la revista Somos de esos años en línea, colocaría el link aquí (me faltó tiempo en Lima para buscar la página en alguna hemeroteca).
3.En 2000, tuve mi primer encuentro en persona con Gustavo (entonces no existían las facilidades de email o la web como ahora). Fue con ocasión del lanzamiento de “La fiesta del Chivo”, la flamante novela-intervención de Vargas Llosa en el contexto de la caída de la dictadura fujimorista. Los estudiantes de literatura de la PUCP habían organizado por ello un conversatorio al que Gustavo fue invitado. Ese conservatorio está descrito en su currículum bajo el rótulo de “mesa redonda” y tiene por título «¿De la novela total a la novela de tesis? El caso de Mario Vargas Llosa”https://www.bowdoin.edu/faculty/g/gfaveron/ (hay foto luego de las que corresponden al artículo de 1998). Ello puede resultar preciso para fines de una enumeración en el currículum profesional pero es notablemente inexacto: no fue un evento de una única mesa, sino de dos mesas. Lo sé porque participé en la primera junto a un colega de la especialidad de literatura de la PUCP. La segunda, donde estuvo Gustavo, entonces crítico de Somos, fue la inmediatamente posterior. Cuando Gustavo intervino, me sorprendió gratamente porque la mitad de su presentación consistió en elogiar mi trabajo y glosarlo con meticulosidad y evidente aprecio. De hecho, Gustavo utilizó mi ponencia como plataforma para su propia exposición, como se entiende que ocurre dentro de la lógica de un conversatorio con una buena ponencia. En todo caso, lo más destacable para mí fue que una persona con independencia crítica reconociera públicamente mi trabajo. De hecho, todos los que fueron a ese evento pueden dar fe de ello y no son pocos. Por lo tanto, con dos elogios de Gustavo, uno para mi trabajo de escritor y otro para mi trabajo crítico, mi relación con Gustavo, a pesar de que no mediara amistad, era bastante cordial y, en términos profesionales, me favorecía, como entiendo que sucede entre quien aprecia un quehacer y quien lo hace.
4.La primera y única reunión en que estuvimos juntos Gustavo y yo fue organizada por Daniel Salas y parte de su programa consistió en presentarme a Gustavo, de quien Daniel continuaba hablando en términos muy elogiosos. Gustavo me reconoció perfectamente, como es natural; conversó un par de horas conmigo y un grupo de amigos de la facultad de literatura. Gustavo no solo recordó milimétricamente la reseña sobre narradores novisimos del año 1998 (por entonces no tenía memoria tan frágil) sino que reiteró su apreciación favorable y elogiosa. En ese entonces no decía no conocerme. Recuerdo bien los hechos porque habló en particular conmigo. Existen por lo menos media docena de testigos de ese encuentro.
5.Respecto de la publicación de mi primer libro de cuentos y el comentario que le pedí a Gustavo, esto luce como una operación más lógica con los anteriores precedentes. Es más: podía pensarse, por esas fechas, en Gustavo como un presentador natural de mi libro, pero debo reconocer que no se me ocurrió, entre otras cosas porque Gustavo se había ido a estudiar a Estados Unidos, gracias no solo a sus méritos académicos, sino por una sin duda merecida carta de recomendación de Bryce Echenique. No obstante, incluso así, no pensé en recurrir a él sino en el marco de un contexto específico que paso a explicar:
a.En 2005, como consta en entrevistas, hubo problemas de difusión de mi libro recién salido por cuestiones endémicas a nuestro por entonces limitadísimo mercado editorial peruano. En ese marco, como casi todos los escritores que empezaban entonces, y como muchos que empiezan en la actualidad, me vi obligado a participar directamente en la campaña de prensa de mi libro. Como tantos colegas, tuve que enviar por correo mis libros a redactores y críticos de libros, amparado en la esperanza de que el envío sin intermediarios favoreciera el interés y ayudara a su circulación.
b. En esa operación, el nombre de Gustavo apareció como un destinatario natural. Por ese entonces, además, ganaba visibilidad por administrar el blog Puente Aéreo, que se había constituido en un lugar para discusiones literarias, aunque ya casi nadie lo recuerde ahora. Le consulté a un amigo en común sobre si convendría hacerle llegar el libro a Gustavo y él me animó firmemente a hacerlo (reservo su nombre porque él es por completo ajeno al antagonismo que luego surgió). Con la gentileza que lo ha caracterizado siempre, y teniendo en cuenta lo bien que Gustavo se había expresado de mí,mi amigo se ofreció a hacerle presente el tema.
c.Voy a detalles: mientras esperaba alguna respuesta de Gustavo, ocurrió que me crucé con él en el Centro Cultural PUCP (debía andar por Lima de vacaciones) y le pregunté por mi libro. Recuerdo que le pregunté si lo recibió y me contestó que sí. No sé si lo hizo por salir del paso, pero admito que es altamente probable porque ambos estábamos apurados cuando nos cruzamos.
d.Gustavo nunca comentó el libro. Pero eso no generó ninguna animadversión de mi parte. Supuse que no era de su interés o que tenía otras urgencias. En fin, entonces él hacía un doctorado y administraba un blog que se convirtió en lugar de discusión de casi cualquier tema en la blogósfera de esos años y donde él respondía personalmente y con severidad cualquier intervención. No obstante, debo señalar que pregunté a nuestro amigo en común si Gustavo había leído el texto. Hizo las averiguaciones del caso y me refirió que sí, que lo había leído, y que Gustavo le había dicho que si algún comentario debiera escribir sería necesariamente elogioso. Puede que la memoria me falle sobre la palabra exacta (también puede ser “positivo”) o que la respuesta encerrara algún eufemismo. Para mi, como escritor que empezaba, el juicio así transmitido me pareció, con todo, muy satisfactorio. Me dio ánimos para continuar escribiendo.
7.Por lo tanto, aunque no fuera amigo de Gustavo existía una apreciación en todos los sentidos positiva de él hacia mi trabajo y si alguien elogió a otra persona primero, fue él, sin ninguna solicitud que mediara, y lo agradezco.
8.Conviene añadir, no obstante, que sí critico abiertamente, sin vacilación, la performance pública de Gustavo por una situación concreta y persistente: su negación de una forma de sociabilidad en los medios periodísticos y, en general de la divulgación literaria, de los años noventa y comienzos del dos mil, que favorecía a unos escritores y perjudicaba a otros, y para hablar de la cual era común emplear la palabra “argolla”, a fin de hacer patente que esa forma de sociabilidad se reñía con la pretensión de juzgar los libros meramente por su “valor artístico”. Gustavo se consagró, desde Puente Aéreo, a negar que este modo de hacer relaciones literarias existiera. Literalmente, incitó a que quien supiera de una “mafia literaria” la denunciara en su blog, que nadie lo iba a hacer porque no había tal “mafia“ y si alguien lo hacia siempre eran anónimos y cobardes. Además anatemizó el anonimato como indesligablede cobardía y lo caracterizó como la posición para insultar sin asumir las responsabilidades.
9.Desde luego, entonces no existía este artículo de Julio Meza Diaz que prueba punto por punto la sociabilidad concertada desde El Dominical para bloquear lacirculación favorable a la obra del notable escritor Miguel Gutiérrez http://quizaestoyequivocado.blogspot.com/2012/07/entre-miguel-gutierrez-e-ivan-thays-al_06.html
Tampoco el ensayo de José Carlos Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo, Poesía en rock, en que se denomina a la práctica ejercida desde El Dominical por esos años como “letrifundio”, en alusión a la propiedad rural dominada por señores de horca y cuchillo. Tampoco el prólogo de Ricardo Gonzalez Vigil a El Cuento Peruano 2001-2010 que introduce la discusión en un registro de los textos académicos. Y, desde luego, en el 2005 se desconocía el modo en que la expresiónAnonymous capitalizaría la disidencia virtual ahí donde hegemonías políticas o económicas parecían imbatibles(las redes de las transnacionales por ejemplo). En esas circunstancias, puede entenderse que Gustavo era víctima tanto de su vehemencia como de su desconocimiento.
10.No obstante, ni vehemencia ni desconocimiento pueden argüirse en otros actos en los cuales entiendo su plena voluntad. Entiendo que expresan convicciones; por ejemplo, la cerrada defensa que Gustavo realiza, ya doctorado, de Alfredo Bryce cuando se le acusa de al menos 13 plagios probados http://puenteareo1.blogspot.com/2007/03/ms.htmlTampoco es difícil conocer que ejerce conscientemente su voluntad cuando ofende o trata con desprecio a sus adversarioshttp://puenteareo1.blogspot.com/2007/02/el-zoncito.html. Existen casos más recientes, la verdad, pero uno del año 2007 testimonia que es una actividad de larga data. Sus acciones, por esos años, motivaron que los más influyentes bloggers peruanos crearan una bitácora para dejar constancia de su posición sobre el desempeño público de Gustavohttp://bastafaveron.blogspot.com/2007/05/presentacin.html.Como se puede constatar, si se da una mirada en el par de post que integran el blog en particular, el rechazo fue de principio y radical. A este se sumaron los propios compañeros de Gustavo en un blog con el cual colaboraba, el Gran Combo Club, en un post en el que, según ellos, se prueba una serie de conductas del todo reñida con los altos estándares éticos promovidos por el mismo Gustavo. Entre tales conductas, se destaca la práctica del insulto. Para quienes tienen memoria de esos años y tiene afición por los detalles dejo aquí el link. http://grancomboclub.com/2010/02/esta-probado-faveron.html en los que se repasa minuciosamente una serie de acontecimientos en la blogósfera peruana entre 2006 y 2010 aproximadamente.
11.Para redundar en ello, hace unos meses Gustavo se expresó sobre mí en términos muy despectivos (“cucaracha” era el más amable) y con ello desmintió lo que frecuentemente sostiene, no sé bajo qué parámetros, que no efectúa insultos. Creo que muchas personas ofendidas personalmente por sus dichos pueden actuar contra él en las vías que consideren pertinentes. De principio,en nuestro orden legal, se persigue la injuria. Pienso en escritores, en promotores culturales, en profesores universitarios, en simples comentaristas, que son descalificados o insultados por el solo hecho de no compartir las convicciones de Gustavo Faverón.
Por mi parte, creo haber contado una historia larga y detallada, pero no solo me animó el hecho de aclarar la historia que refiere de manera general Gustavo. También para repetirle que agradezco su elogios de aquellos años, pero que rechazo que se niegue, como él lo hace, la existencia de la denominada “argolla” (la que, en la actualidad, ya se estudia como parte de nuestra alicaída dinámica literaria).Y, sobre todo, para recordarle, porque Gustavo lo sabe bien, que si insulta y daña con ello el honor de alguien debe rectificarse. Fuera de ello, no tengo ningún tema pendiente con él. Y estoy convencido de que el que resta se dirimirá judicialmente y ahí nuestros abogados pueden conversar lo suficiente sobre cualquier detalle.