Opinión
Poor things, de Yorgos Lanthimos (2023)
Lee la columna de Mario Castro Cobos

Voy a desvelar (casi diría que todos) los datos de la película así que si no la has visto no sigas leyendo. El juego de Lanthimos es el de poner en escena a una atractiva Frankenstein con algo de ángel de película de Wenders e incluso en cuanto a la estética específica con algunos ecos visuales de película de Guy Maddin. El experimento es el de mostrar a alguien que es libre para vivir en la ‘verdadera moral’, que consiste en la búsqueda directa del placer, el bienestar, la felicidad, sin nada de morales convencionales autoritarias y represivas, que solo existen para esclavizar, hacer sufrir y destruir a los pobres seres humanos.
Emma Stone es y luce lo suficientemente ‘extraña’ como para ser convincente al máximo, aún mejor en el constante tono cómico y de farsa tan conveniente para que la película funcione. Vivir es conocer, explorar, aventurarse, no tener miedo. El personaje se diría que rompe todo a su paso para liberarse.
Hasta aquí todo parece muy bonito. Pero si lo cuento de otra forma, la cosa cambia un poco: un hombre objeto de abuso por su propio padre científico que lo sometió a varias torturas y mutilaciones en nombre del progreso de la ciencia, transplanta el cerebro de un bebé a su madre que ha intentado suicidarse. El plot es encantadoramente retorcido y Lanthimos y el guionista se divierten sin duda con algo así. Claro, también puedes ponerte a pensar si hay una intención, ‘algo detrás’ del jueguito ingenioso de inventarse eso.
Tenemos ahora a un cerebro de bebé instalado en un cuerpo de mujer. Un caso de pedofilia funcional podríamos decir, si nos ponemos serios y aguafiestas. La fantasía de la niña-mujer in extremis que se supone que es un chiste y que no parece que sea vanguardia feminista. Un mensaje muy profundo la verdad: cerebro de niña inocente pero que te satisfará, y la podrás usar bastante a tu gusto, porque en materia sexual es muy desinhibida. Uy, pero luego también experimentará con otros más. Claro, por qué no. Ahí perdiste, machista fanático de la propiedad privada. Ahí no faltará quien diga que la película es feminista. Y hablando de feminista, cuando se den las circunstancias o se haga necesario hacerlo ella se prostituirá. Pero no será necesariamente negativo: será todo un reto. Y ya, como todos sabemos, las prostitutas son las mujeres más felices, plenas y emponderadas y libres sobre la entera faz de la tierra…
Además, la prostitución resulta la metáfora perfecta del trabajo asalariado, o sea, cuando eres empleado, usado por otro, te guste o no. Mejor adáptate, mentalízate, como quería la madam.
Una vez más, la mujer es el animalito fascinante que debe ser controlado, porque recocerla como un igual sería insoportable. La película muestra con habilidad un estereotipo. ¿Cómo harán las mujeres para librarse de la mirada masculina? Mujeres y hombres libres son algo inimaginable. El verdadero reto es abrir un camino ante la aparente imposibilidad. Cosa que Poor things hace de una manera muy pero muy limitada.
Opinión
Autoridades pretenden ‘blindar’ a delincuentes adolescentes
¿Dónde están los derechos humanos del emprendedor asesinado por no pagar cupo? ¿De la madre que perdió a su hija a manos de un feminicida de 17 años? ¿Qué hacemos con los adolescentes que están en el crimen organizado? ¿Les ofrecemos talleres de pintura mientras siguen disparando en las calles?

En una sociedad cada vez más golpeada por la criminalidad, parece que el sentido común está siendo reemplazado por discursos complacientes, tecnocráticos y peligrosamente desconectados de la realidad. La reciente promulgación de la Ley 32330, que permite procesar penalmente a adolescentes de 16 y 17 años por delitos graves, ha desatado una ola de críticas desde diversos sectores: Defensoría del Pueblo, Unicef, el Ministerio Público, el Poder Judicial y organizaciones de derechos humanos. La pregunta es inevitable: ¿a quién protege realmente esta indignación?
La nueva ley establece que menores de edad que cometan crímenes como violación, feminicidio, sicariato o extorsión puedan ser juzgados como adultos y, por tanto, recibir penas de cárcel en centros penitenciarios comunes. Para muchos expertos y activistas, esto representa una afrenta al principio de justicia especializada para adolescentes, e incluso una violación a la Convención sobre los Derechos del Niño. Pero en medio del tecnicismo legal y la defensa abstracta de los derechos humanos de los menores de edad, se deja de lado a las verdaderas víctimas: los ciudadanos comunes que son aniquilados día a día por criminales que aún no cumplen los 18 años de edad.
¿Dónde están los derechos humanos del emprendedor asesinado por no pagar cupo? ¿De la madre que perdió a su hija a manos de un feminicida de 17 años? ¿Del vecino extorsionado y amenazado por bandas que reclutan impunemente a menores por su inimputabilidad penal? Hay una peligrosa tendencia en el discurso “progresista” que evita enfrentar estas preguntas con honestidad, refugiándose en ideales que, si bien en ciertos casos bienintencionados, ya no dialogan con la urgencia de nuestra realidad.

Desde la sociología crítica, es evidente que el fenómeno de la violencia juvenil no es un accidente aislado, sino la manifestación de un sistema profundamente fracturado: familias rotas, exclusión estructural, barrios olvidados por el Estado, educación paupérrima y oportunidades nulas. Sin embargo, ¿acaso estas causas estructurales eximen al Estado de establecer límites claros y consecuencias reales para quienes cruzan la línea del crimen organizado?
Los detractores de la ley esgrimen estudios neurocientíficos que afirman que el cerebro adolescente no ha madurado lo suficiente como para tomar decisiones responsables. ¿Pero acaso la brutalidad de un asesinato pierde impacto porque el autor tenía 16 años y ocho meses? ¿La víctima violada sentirá menor trauma si le explican que su agresor carecía de una corteza prefrontal plenamente desarrollada?
Se ha dicho también que encarcelar a adolescentes aumenta la probabilidad de reincidencia. Sin embargo, el sistema actual ya es un fracaso en términos de resocialización, tanto para adultos como para menores. El Perú tiene uno de los índices más bajos de rehabilitación efectiva. ¿Cómo se puede hablar de daño futuro a la reinserción social, si ni siquiera existe una política coherente para alcanzarla? Aquí el problema no es la prisión, sino el abandono crónico del Estado.

La criminalidad juvenil ya no es un fenómeno espontáneo o marginal. Las organizaciones delictivas reclutan a menores sabiendo que sus actos quedarán impunes o serán tratados como simples faltas e infracciones administrativas. La ley, en este contexto, se convierte en una herramienta de incentivo para que los cabecillas continúen usando adolescentes como carne de cañón. Criminales con experiencia utilizan menores como ejecutores, sabiendo que el aparato jurídico los “protegerá”. Eso no es defensa de derechos humanos; es complicidad involuntaria con el crimen.
Y no es que la Ley 32330 sea una panacea. De hecho, en un Estado disfuncional como el peruano, el riesgo de abuso, de violaciones procesales y de condiciones carcelarias inhumanas es altísimo. Pero el fracaso institucional no puede seguir siendo argumento para perpetuar la impunidad. No se trata de encarcelar indiscriminadamente, sino de aplicar sanciones proporcionales y diferenciadas, según la gravedad del delito, sin cerrar los ojos a los hechos por miedo al qué dirán de las ONG.
Desde un enfoque sociológico, el castigo tiene también una función simbólica. Cuando un adolescente comete un crimen atroz y no recibe sanción alguna, se rompe el contrato social. La comunidad percibe que las normas no se aplican, que la justicia es débil, y eso erosiona la confianza en las instituciones. Castigar no es solo encerrar; es también afirmar el valor de la vida, del cuerpo, del respeto al otro. Sin consecuencias, no hay límites. Y sin límites, no hay sociedad.
Por supuesto que deben fortalecerse las medidas preventivas: educación, salud mental, integración social. Pero eso requiere décadas de reformas profundas, de políticas consistentes, de recursos sostenidos. Mientras tanto, ¿qué hacemos con los adolescentes que ya están inmersos en el crimen organizado? ¿Les ofrecemos talleres de pintura mientras siguen disparando en las calles?
La respuesta estatal no puede ser solo pedagógica ni meramente legalista. Necesitamos una justicia que sea restaurativa, sí, pero también firme y frontal. Que dé oportunidades, pero que no se rinda ante la amenaza delictiva. Desde luego, que la cárcel no es la solución definitiva, pero tampoco es el enemigo. El verdadero enemigo del Perú es el propio sistema que crea adolescentes dispuestos a matar, y el otro enemigo es el sistema que se niega a hacerles frente.

La Ley 32330, con todas sus limitaciones, representa un punto de inflexión: marca el límite de la tolerancia frente a la violencia juvenil impune. Si bien no resuelve los problemas de fondo, al menos ofrece un marco para comenzar a restaurar la confianza ciudadana y a mandar un mensaje claro: ser menor de edad no es sinónimo de inmunidad, ni de impunidad.
Porque en una sociedad democrática, los derechos de los adolescentes importan, pero también importan —y mucho— los derechos de quienes no quieren morir por una bala disparada por un «menor» que el sistema decidió tratar como un niño, aun cuando actúa como un criminal.

Por increíble que parezca, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua del continente, decidió rendir homenaje a la ministra Leslie Urteaga Peña con el título de “Sanmarquina destacada 2025”. El acto tuvo lugar el pasado 6 de mayo, en el marco del 474° aniversario de la universidad, y fue encabezado por la rectora Jerí Ramón, quien no dudó en regalarle abrazos y sonrisas a la funcionaria. La escena, digna de una telenovela política, pasará a la historia como una de las tantas ocasiones en que se confunde el mérito con la obediencia.
¿Destacada en qué? La ministra Urteaga ha ocupado dos carteras —Cultura y Desarrollo e Inclusión Social— sin que hasta ahora se le conozca una sola reforma, avance técnico o mejora sustancial en la vida de los peruanos. Todo lo contrario: arrastra cuestionamientos por su desprecio al cine regional, su intento de negar a Richard Swing, y su polémico encuentro con Juan José Muñico, líder del grupo ultraderechista La Resistencia. Por si fuera poco, está siendo investigada por presunta corrupción y por las intoxicaciones ocurridas en el programa de alimentación infantil Wasi Mikuna (ex Qali Warma).
Pero claro, en tiempos donde el criterio rector no es la excelencia sino la lealtad al poder, todo es posible. “Uno que desea constantemente ser bueno, cuando está rodeado de tantos que no lo son, acaba inevitablemente por arruinarse”, escribió Maquiavelo en El Príncipe. Tal parece que San Marcos ha optado por no arruinarse… pero al precio de rendirse ante el cinismo.
El reconocimiento a Urteaga no solo ofende la memoria de verdaderos sanmarquinos ilustres, sino que degrada la idea misma del mérito. ¿Qué mensaje se transmite a los estudiantes? Que basta con obedecer al gobierno de turno, callar ante los abusos y acomodarse en el poder para ser aplaudido.
San Marcos debería representar el pensamiento crítico, la resistencia al autoritarismo y la defensa del interés público. Hoy, lamentablemente, ha decidido premiar la mediocridad. No se trató de un homenaje: fue una genuflexión encabezada por su rectora Jerí Ramón.
Opinión
El saludo no quita lo valiente
Saludar es abrir el alma; es tender puentes con la mirada y decir sin palabras: “te veo, te valoro”. Porque saludar es un acto de humanidad.

En un mundo donde la inmediatez y la frialdad digital ganan terreno, el saludo sigue siendo un acto poderoso, profundamente humano. Lejos de ser un simple formalismo, saludar implica reconocer al otro, validarlo como presencia. En sociedades cada vez más atomizadas, ese pequeño gesto adquiere un valor enorme.
Desde tiempos antiguos, el saludo fue sinónimo de paz. Levantar la mano mostraba que no se empuñaban armas; era un signo de confianza. En Roma se convirtió en símbolo de amistad y lealtad, mientras que en diversas culturas ha adoptado formas variadas: reverencias, besos, inclinaciones o un apretón de manos. No importa la forma, el fondo es el mismo: respeto, sana convivencia social y reconocimiento mutuo.
El ‘Manual de Urbanidad y Buenas Maneras’, escrito en 1853 por el pedagogo venezolano Manuel Antonio Carreño, institucionalizó muchas de estas normas en América Latina. Su legado, aunque visto por algunos como obsoleto, mantiene vigencia en el fondo: enseñar a convivir. Carreño indicaba que quien llega a un lugar debe ser el primero en saludar. Hoy, esta norma parece simple, pero cada vez más olvidada.
La pandemia del Covid-19 transformó profundamente nuestras interacciones y quizá las relaciones humanas se tornaron más impersonales. El temor al contagio hizo que evitáramos el contacto físico, e incluso la distancia social se volvió hábito. Muchas personas dejaron de abrazar, de besar, de estrechar la mano. Y al mismo tiempo, en una era dominada por pantallas, el saludo fue reducido a un emoji o ignorado por completo.
Es preocupante cómo entre algunas generaciones más jóvenes, un «buenos días» puede parecer innecesario, o incluso invasivo e incómodo. ¿Cómo llegamos al punto donde lo cortés resulta extraño e inapropiado? La falta de saludo no solo rompe con una tradición social, sino que mina lentamente los pilares de la convivencia: la empatía, la educación, el respeto, la cortesía, los deberes cívicos y el reconocimiento del otro.
Reaprender a saludar es reaprender a convivir y a ser recíprocos. No importa si es con la mano, con una sonrisa o con un gesto discreto. Lo esencial es no perder la costumbre de mirar al otro y decir: “te reconozco y te respeto”. Porque saludar no quita lo valiente, al contrario, demuestra valor humano.
(Columna publicada en Diario Uno)
Opinión
Dina Boluarte, la madrastra de todos los peruanos
¡Feliz día de las madres! No lo es tanto para los hijos y las madres de los 50 peruanos fallecidos en diciembre del 2022.

Dina Boluarte, la autodenominada presidente “madre de todos los peruanos”, no es más que la madrastra. Aquella que llegó por accidente a la casa de gobierno, hogar que no le pertenece y, lejos de proteger a los hijos ajenos bajo su cuidado, los mira con desprecio, los disciplina con crueldad y los desplaza como si fueran intrusos en su propio hogar.
¿Acaso no es esta la perfecta metáfora de lo que vivimos los peruanos?
Somos los peruanos uchura de mi madrastra como lo fue José María Arguedas. Relegados a la cocina, obligados a comer después que los «legítimos», castigados por existir. Maltratados en nuestra propia casa mientras el padre —la institucionalidad democrática— permanece ausente o quizás, como sugieren las circunstancias, ha fallecido en la acción terrorista institucional que vivimos desde diciembre de 2022.
La cocina —ese espacio marginal donde Arguedas encontró consuelo entre los sirvientes indígenas— es hoy la calle, donde el pueblo peruano busca hacerse escuchar frente a un poder que lo desconoce. Y ella, la madrastra Boluarte, se niega a reconocer el parentesco.

Una madrastra que permite el cambio de nombre del Programa Nacional Aurora a “Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar – Warmi Ñam” en el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, o de Qali Warma a Wasi Mikuna por parte del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, demuestra que cada fracaso del Estado solo necesita un nuevo rótulo para disfrazar el abandono estructural. Cambian los nombres, pero no los resultados: los mismos fracasos, la misma indiferencia, el mismo desprecio hacia los hijos pobres y vulnerables de la patria.

Un gobierno que obliga a sus hijos a sentarse en el rincón de la vergüenza para comerse las sobras de caballo del programa Wasi Mikuna; un gobierno que solo visita a sus hijos pobres —como lo hicieron ayer las ministras de la Mujer y de Inclusión Social en Condorcanqui, Amazonas— únicamente para tomarse la foto, engañarnos con regalos, pelotas y motores, y luego enviársela a nuestros hermanos mayores en el extranjero, esperando que nos envíen la “propina” disfrazada de ayuda humanitaria.

Mientras tanto, nuestra madrastra faculta a sus amigos, que nos desprecian, para que se encarguen de nosotros, como lo hizo el ministro de Educación, Morgan Quero al encargar a su amiga Marilú Martens la administración de las residencias estudiantiles de Amazonas, premiándola con una subvención de 3 millones y medio, de fondos cuestionables tras su defensa pública.

Los 13 hijos en Pataz, peruanos sacrificados en el altar de la ambición por la fiebre del alza de los metales, son testimonio del abandono. ¿Cuántas madres hoy lloran a sus hijos fallecidos por las malas decisiones de quienes se presentan como la madre y el padre de la patria? Dina Boluarte y César Acuña, cómplices en este pacto de desmemoria y cálculo político, reparten puestos y privilegios mientras el pueblo entierra a los suyos.

En cada protesta aplastada, en cada periodista amenazado, en cada nombramiento de funcionarios mediocres pero leales, la madrastra Boluarte coloca otra cerradura más en las puertas de nuestra propia casa. Y ella, imperturbable, sigue hablando de «recuperar la paz» mientras ordena cargar los fusiles.
¿Hasta cuándo aceptaremos ser los hijos no queridos en nuestra propia patria?
El reloj corre, presidente. Cada día en el poder es un día más lejos de la reconciliación nacional. Cada decreto autoritario, cada negación de responsabilidad en las muertes de nuestros hermanos, cada gesto de complicidad con las fuerzas más retrógradas del país, es un clavo más en el ataúd de su legitimidad.
Recuerde que los hijos maltratados eventualmente crecen, el gobierno termina y las cárceles se abren de par en par para encerrarla junto a quienes hoy nos reparten las sobras, mientras a sus amigos les reparten millones.
No somos sus hijastros. Somos los legítimos dueños de esta casa llamada Perú. Y recuerde la lección final de Arguedas: incluso el niño desplazado encuentra eventualmente su voz. Y cuando la encuentra, su grito retumba por generaciones.
Señora Boluarte, la historia no termina bien para las madrastras de los cuentos. El pueblo, eventualmente encuentra su camino de regreso al hogar que les pertenece.
El Perú no olvida. El Perú no perdona…

Grand Tour me toca muy de cerca (no hubiera querido hablar tan cerca de mí, pero esta vez no puedo evitarlo) porque soy alguien que trabaja el registro documental (he vivido, y, francamente, vivo ahí). Sé que el encanto y la complejidad a menudo desapercibidas y no lo suficientemente valoradas de gente real en entornos reales -realizando acciones hasta cierto punto imprevisibles, y no por eso menos ‘reales’- no tiene parangón. Como un sabor que evidencia su densidad, sus capas, con inmediatez. No quiero idealizar; y es precisamente desde mi práctica, que contravino muchas ideas iniciales, que hablo.
Es, como diríamos, entre ambigua, metafísica, ridícula o románticamente, ‘la vida’. Que, valga el cliché, es más extraña que la ficción. Y claro, qué será la ficción, no solo la realidad, a fin de cuentas. La supuesta realidad ‘verdadera’ (altamente dudosa, lo sé) es algo que, creo, atraviesa las categorías de pensamiento. Sobre esa base tan fresca, moderna y ‘real’, mediante y junto con este modo de hacer y mezclar (la tierra de nadie o la tierra de todos o el momento o el lugar ‘indecidible’ entre documental y ficción) Gomes despierta al mismo tiempo, o según él, los saberes, y las ignorancias, del cine clásico, el cine dentro del estudio, de las actuaciones, éstas sí, mucho más previsibles y predecibles.
Controladas, estipuladas, codificadas, tiempo ha, y lógico, burocratizadas incluso. Ese cine clásico que para Gomes es el cine mismo. Por mi parte, y para volver al tema del registro documental, esta mitad de la película, en texturas y atmósferas me llevó de manera directa al primer largo de Weerasethakul, que siempre me pareció su obra más desafiante y alucinante, Objeto misterioso al atardecer (2000). El objeto de Grand Tour no es tan misterioso.
El objeto de Grand Tour es un hermoso salto hacia atrás. Que, haciendo eso, lo que quiere, es ir hacia adelante. Lo entiendo. La ficción es en muchos casos lo documental colonizado, me pregunto, ante el gusto manifiesto de Gomes. Y me pregunto si será justo mapear esta obra en y a partir de dos mitades tan diferenciadas. El hecho patente sin embargo es que los ricos juegos que practica la película, incluyendo toda la red de caminos de las voces en off plurilingüísticas, me llevan a la cerradura ‘clásica’ de la ficción. No a la liberación que se fusiona con la experiencia de lo impredecible.
Opinión
La elección del Papa Robert Prevost y la elección de Ricardo Belmont
Lee la columna de Rafael Romero

Por Rafael Romero
Respecto de la reciente elección papal y de cara a las elecciones peruanas del 2026, por supuesto salvando las distancias entre el Vaticano y el Estado peruano, existen dos comunes denominadores: uno, la elección de una autoridad; y dos, son ciudadanos en la condición de candidatos. Uno ya salió elegido y el otro falta.
Las comparaciones o paralelos son cuestionables, pero no dejan de ser útiles o necesarios formularlos, especialmente cuando se trata de analizar la realidad y buscar la verdad.
Pues bien, estando las cosas así planteadas, metámosle diente al parangón de marras, empero siguiendo con rigor los hechos.
Primero, el hoy papa peruano-estadounudense, Robert Prevost Martínez, no era el favorito para suceder a Francisco (Jorge Bergoglio). Es más ni siquiera aparecía su nombre en la lista de cardenales con mayores posibilidades para convertirse en el nuevo sumo pontífice. Esto coincide con el caso de Ricardo Belmont Cassinelli, pues su nombre fue obviado en el lejano 1989 y lo es ahora en el 2025 por parte de las encuestadoras. Es decir, no aparece como favorito para ganar las elecciones del 2026.
Segundo, Robert Prevost llegó a Perú en 1985, y desde entonces sumó 21 años de servicio al prójimo mediante la iglesia Católica, sobre todo entre los humildes de Chulucanas, Trujillo, Chiclayo y el Callao. Por su parte Ricardo Belmont, desde 1981 acumuló 21 años de labor social en beneficio de los niños de la Hogar Clínica San Juan de Dios, a través de la Teletón, entre otras obras en provecho del prójimo.
Tercero, Robert Prevost es agustino. Es decir, pertenece a una orden religiosa mendicante, que es aquella que se desprende de las riquezas y del poder material para practicar mejor los valores morales. Por su parte, Ricardo Belmont, descendiente de Ramón Castilla, proviene de dos familias acomodadas (los Belmont y los Cassinelli), optó por el don de servicio y así ingreso a la política con vocación de servicio, pero en ese proceso lo pierde todo, hasta sus radios y un canal de televisión, que le son arrebatados por la codicia y la avaricia de personas perversas, y todo por predicar valores y una sana peruanidad.
En cuarto lugar, Robert Prevost se pone el nombre de León XIV, para referenciar el legado de León XIII, que escribió la encíclica Rerum Novarum y aporto al mundo la doctrina social de la iglesia en un momento donde el capitalismo de la primera revolución industrial produjo tanta muerte y explotación. Por su parte, Ricardo Belmont, también confronta al sistema de poder y abuso, desde 1973 con su programa «Habla el Pueblo», y a finales de los ochenta se convirtió en un outsider al derrotar a un agotado sistema tradicional de partidos, venciendo su Movimiento Cívico Obras a las colectividades políticas más poderosas del Perú (APRA, IU, Libertad de Mario Vargas Llosa, AP y el PPC). Pero hay una coincidencia más evidente, y es la preocupación de Prevost y de Belmont por los más humildes y por la cuestión social en el Perú desde los ochenta y noventa del siglo pasado.
En quinto lugar, el papa peruano Robert Prevost, al ser agustino, y al adherir a la doctrina social de León XIII, refuta tanto al liberalismo económico de la revolución industrial como rechaza al marxismo o socialismo de ayer y de hoy, pues la Rerum Novarum abrió una tercera vía equidistante de esos dos extremos. Por su parte, Ricardo Belmont, con su Movimiento Cívico Obras, fundado el siglo pasado, y hoy con su partido político del mismo nombre, plantea una visión distinta al de la derecha y la izquierda. En otros térninos, su ideoligía es diferente a la del capitalismo corporativista globalista y es distante al marxismo cultural, que es igualmente globalista. Además Ricardo acota que, tanto la derecha y la izquierda, son inventos de los mega grupos de poder con el objetivo de dividir a los pueblos y así explotarlos abusivamente. Por tanto, para salvar al ser humano y a los pueblos no se necesita de izquierdas ni derechas.
En sexto lugar, Robert Prevost, hoy papa León XIV, emplazó a Alberto Fujimori a pedir perdón a las personas sobre las que su dictadura las agravió. Como también cuestionó la violación de los derechos humanos perpetrada tanto por el fujimorismo como por Dina Boluarte. Esta es otra coincidencia del actual papa León XIV con Ricardo Belmont, víctima este de la persecución fujimontesinista. De manera que Prevost y Belmont rechazan el abuso de poder y los atentados a los derechos humanos de Fujimori y de la actual mandataria Boluarte.
En séptimo lugar, Robert Prevost, es un papa con un claro conocimiento de la realidad latinoamericana, y al hablar en castellano a los pocos minutos de haber sido elegido el vicario de Cristo en la tierra, no solo le daba su lugar a Chiclayo, donde fue obispo, sino que le decía al mundo que su mirada también es la de un latinoamericano, siguiendo los pasos de su antecesor el papa Francisco. Por su parte, Ricardo Belmont ha dado a su pensamiento y acción política una permanente atención no solo respecto de los problemas del Perú sino también mira a la gran nación latinoamericana y al mapa geopolítico desde México a la tierra del fuego. Y ambos tienen una concepción más madura de los problemas y las posibilidades de América Latina, como se puede comprobar en los editoriales de Ricardo Belmont.
En octavo lugar, Robert Prevost postula la unidad de la iglesia, pues habla de la iglesia sinodal, y desde ahí busca el saber escucharnos y el saber llegar a la armonía por encima de credos, razas, doctrinas o intereses. Por su parte Ricardo Belmont, postula la unidad de los peruanos mediante la transparencia, la buena voluntad, el diálogo abierto y la defensa del débil.
Finalmente, en noveno lugar, Robert Prevost promueve la paz y la reconciliación, porque sostiene que Dios nos ama a todos y nos recuerda que estamos en las manos del Padre Eterno. Prevost se ha pronunciado en contra de las guerras. Por su parte, Ricardo Belmont, desde su periodismo cotidiano de mas de 53 años y de filosofía humanista, así como desde su estoicismo y disciplina espartana, busca la unidad, la paz y la reconciluación entre peruanos. Allí están las banderas blancas del Partido Cívico Obras, que son más que elocuentes en la búsquesa y en el encuentro de esa paz para el Perú.
Sin duda, hay muchas coincidencias entre estos dos peruanos, Robert y Ricardo, desde su humildad, sencillez y amor por el ser humano, por la justicia y la dignidad.
Como dice la palabra, Dios mira de cerca al humilde y de lejos al altivo, pero esa humildad a veces es incómoda para la soberbia y la arbitrariedad de los poderosos, quienes optan por silenciar mediáticamente al mensajero, quienes complotan por censurarlo o declarar infantilmente su «muerte civil». Pero, como lo comenté el pasado sábado 3 de mayo con unos compatriotas contertulios en una convención de Lima Provincias, «si el Vaticano elige como papa a un peruano, eso significará un presagio de que Belmont sería el próximo presidente del Perú». Lo dije coloquialmente a mis sorprendidos interlicutores. Pero la Santa Biblia también refiere la existencia de señales, prodigios y milagros. Y si alguien lo duda, por lo menos tenga en mente que existen en el mundo coincidencias y mejores augurios. ¡Viva el Perú! ¡Vamos juntos por las nuevas y buenas generaciones que nos sucederán y reemplazarán!
Opinión
Llegó la represión a Pataz: consejos legales para que nuestros hermanos y hermanas de Pataz, que nada tienen que ver con actividades ilícitas, puedan defenderse
Lee la columna de Jorge Paredes Terry

Por: Jorge Paredes Terry
Hermano y hermanas de la Provincia de Pataz. Ya se emitió el Decreto Supremo donde se establece las acciones de las Fuerzas Armadas en nuestra Provincia, ante ello es importante que se conozcan algunos recursos que como población se puede interponer ante los órganos correspondientes de sentirse vulnerado sus derechos.
Los requisitos clave para interponer un Recurso de Habeas Corpus y un Recurso de Amparo (para proteger el derecho al trabajo) ante el Tribunal Constitucional (TC) en el Perú:
- RECURSO DE HABEAS CORPUS (Art. 25° CP y Ley 23506)
Se presenta cuando hay una detención arbitraria, restricción ilegal de libertad o amenaza inminente contra tu libertad personal.
Requisitos:
Demandante: La persona afectada, su familiar o cualquier persona (incluso sin mandato).
Demandado: La autoridad que ordenó o ejecutó la detención (policía, militar, fiscal, juez, etc.).
Escrito simple (no necesita abogado en primera instancia).
Narración clara de los hechos (dónde, cuándo, quién te detuvo).
Pruebas (testigos, fotos, videos, partes policiales).
Pedido concreto (que te liberen, que cesen las amenazas).
¿Dónde se presenta?
-Ante cualquier juez penal (incluso por teléfono o correo en casos urgentes).
- Si no te hacen caso, puedes ir al Tribunal Constitucional vía recurso de agravio.
- RECURSO DE AMPARO (para defender el derecho al trabajo) (Art. 37° CP)
Sirve cuando una autoridad o particular vulnera tu derecho al trabajo (despidos injustos, discriminación, impedimento de trabajar, etc.).
Requisitos:
Demandante: El trabajador afectado o su representante.
Demandado: El empleador, la entidad estatal o quien restringe tu derecho.
Escrito fundamentado (mejor con abogado).
Narrar los hechos (qué derecho laboral violaron).
Pruebas (contrato, despido escrito, testigos, comunicaciones).
Pedido claro (reincorporación, pago de salarios, cese de amenazas).
¿Dónde se presenta?
- Primero en un juez laboral o mixto (es obligatorio agotar esta vía).
- Si el fallo es negativo, puedes elevarlo al TC mediante recurso de agravio constitucional (aquí sí necesitas abogado).
¿Cómo llegar al Tribunal Constitucional (TC)?
- Primero debes agotar la vía judicial ordinaria (juez penal para Habeas Corpus / juez laboral para Amparo).
- Si el fallo es negativo, en 15 días puedes presentar recurso de agravio constitucional ante el TC.
- El TC revisará si hubo violación constitucional.
Consejos de un luchador que ha peleado sus derechos:
- Documenta todo (fotos, videos, copias de documentos).
- Busca apoyo legal (organizaciones de DDHH o colegios de abogados).
- No te dejes intimidar, porque el Habeas Corpus y el Amparo son herramientas del pueblo.
¡Mucha fuerza, compañeros! Si el sistema no te hace justicia, sigue peleando hasta el TC.
Opinión
El Papa no es charapa, es Mochica: León XIV y su tensión con Trump
Lee la columna de Hans Herrera Núñez

Quien hasta hoy era llamado Robert Prevost, ahora Papa León XIV, parece ser el justo medio entre reformistas y tradicionalistas al interior de la iglesia. Por un lado su experiencia misionera dirigida a los marginados, los pobres y en especial a los emigrantes, lo cual lo contrapone frente a la agresiva política de deportaciones del presidente Trump, y por otro lado está el detalle de la recuperación en su investidura de las prendas tradicionales del santo padre.
León es hijo de Matilde Martínez, bibliotecaria española, su padre es de ascendencia franco italiana, creció en el difícil Chicago y pertenece a la orden de los agustinos. Tal vez este origen de una orden antiquísima explique su revalorización de los símbolos pontificios como son el uso de la muceta, la estola y la cruz dorada que Francisco al asumir la cátedra de Pedro no lució, este detalle es muy significativo pues viene a tranquilizar a los sectores más tradicionales de la Iglesia pero sin dejar de lado el acercamiento desde el amor hacia todos los cual dejó patente en su primer discurso, el de que el mal no vencerá y el amor debe ser para todos.
De ahí una perspectiva en defensa de los migrantes que lo ha vuelto un duro critico a las políticas de Donald Trump sobre este punto. Al respecto en su cuenta de X, Prevost twittea criticando al vicepresidente de Trump, y le dice:
“JD Vance se equivoca : Jesús no nos pide que clasifiquemos nuestro amor por los demás”.
Sobre el nombre elegido por el santo padre es una referencia a la continuidad del Papa preconciliar, León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum, que va dirigido a la clase trabajadora, especialmente importante en estos momentos en que se venera e idolatra a los super ricos. Recordar a los pobres, a los emigrantes es recordar a los marginados.
También es conocida su postura en contra de la pena de muerte durante su episcopado en Chiclayo. Lo cual lo dista de las políticas de mano dura de los gobiernos en boga.
Tal vez su elección como Papa signifique también un reconocimiento a la Iglesia misionera , en especial al clero estadounidense y canadiense que vino a suplir a los misioneros españoles a partir de la década de 1980 y que ha estado en la primera linea en la lucha contra la pobreza en América Latina. Entonces este es un reconocimiento a todos esos sacerdotes americanos que se dejaron y se dejan la piel en el continente de la esperanza. Honor a ellos y en especial al padre Christopher Dunne, el cura de mi pueblo en Mateo.
Sobre su obra episcopal en Perú ya todos han hablado hasta por los codos. Una cosa sí es cierta, y lo dijo Fred Rohner: el Papa no es charapa. El Papa es mochica. Y tiene toda la razón.
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