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Pedro Castillo, el chicote que castiga a la derecha y a la izquierda progresista

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Mientras la izquierda progresista se preocupaba por cojudeces —como el lenguaje inclusivo— y la derecha empresarial dosificaba su veneno entre las tres cepas del fujimorismo; Pedro “Speedy” Castillo corría de rincón a rincón, conquistando desde abajo —a punta de anacronismo, ira y populismo— al elector mayoritario del país. No lo empelotó la gran concentración y lo basureó la izquierda barranquina. Hoy el desconcierto cunde en los limeños que confunden el Perú con La Planicie y en los intelectuales que siguen esperando el voto de Nueva Zelanda.

El Perú parió a Pedro Castillo dos veces. Su primer nacimiento se dio en el marco de la lucha por la educación, los intríngulis del enfoque de género y la pauperización del magisterio.  Su retorno se produce en un país desangrado por la pandemia, que día a día bate el record de tener la peor gestión sanitaria, con un pueblo que descree de su clase política y de la política en general. En un país que ha hecho de la indecisión una costumbre, el voto es una veleta y se entrega de acuerdo al humor del momento. El boca a boca y el rechazo prenden más que los planes de gobierno, que nadie lee porque nadie tiene tiempo de leer. Todos los candidatos remontaron —en su momento— la ola, pero el crecimiento incontenible del profesor cajamarquino se produjo días antes de los comicios. Y llegó a las elecciones en la cresta misma de su popularidad. Ya nadie lo podía desbarrancar.

El padre de Pedro Castillo es la derecha despiadada, que lucra con la miseria de los peruanos, robando oxígeno y engordando sus arcas con la pandemia. La madre de Pedro Castillo es la izquierda hipster, enfocada en cojudeces como el lenguaje inclusivo y asuntos no prioritarios como el matrimonio igualitario y el aborto. Ya la encuesta del IEP, realizada a fines del año pasado, trazaba el sentir y las filias del pueblo peruano ad portas del bicentenario. ¿Y qué quería el pueblo peruano? Mayor intervención del estado en la economía, autoritarismo y respeto por los valores culturales tradicionales. Es decir: autoritarismo de izquierda, una izquierda conservadora. Una lectura atenta y desprejuiciada de esa encuesta hubiera diseñado, en mejor medida, la estrategia electoral de los políticos que hoy siguen desconcertados con el ascenso de Castillo. Pero los políticos tradicionales tienen los ojos puestos en su ombligo, cuando no en su pincho o su chucha: ombliguismo, alpinchismo y quechuchismo son las divisas de nuestros padres y madres de la patria.

¿Y dónde estuvo, todo este tiempo, Pedro Castillo? Decir que el profesor cajamarquino representa una novedad es mentir; encumbrar a Castillo como un purista identificado con el pueblo es hablar a medias. Y es que el profesor chotano es un zorro viejo de la política profunda, un equilibrista de la política regional, esa política que la caviarada limeña mira sobre el hombro y que hoy le patea el culo. Sin embargo, su incursión en Perú Libre —debido a la indisposición para postular del líder Vladimir Cerrón— no fue nunca un proyecto veterano, sino un recurso de último momento, para que el partido no pierda la inscripción. Castillo no es un improvisado en política de base; pero su fórmula electorera y con la cual aspira a ponerse la banda presidencial es un sancochado, un ceviche cuajado de mala manera, un tocosh que se desparrama por los bordes de la olla. Castillo y su discurso rupturista sintetizan, simplemente, los anhelos de una gran parte de los peruanos contemporáneos. Tan simple, tan arcano y tan verídico como eso.

No es menos verdad que la “Caperucita” Mendoza sintetizó mayoritariamente, allá por el lejano 2016, los anhelos del peruano profundo. Y siguió aglutinando dicho caudal en estos últimos comicios. Pero el terruqueo de la derecha, el sabotaje de los medios de prensa, el desprecio de sus enemigos y el ombliguismo de sus fanáticos impidieron que ese proyecto se concrete a cabalidad. ¿Castillo le quitó votos a Mendoza? ¿O Mendoza le regaló los boletos del pase a segunda vuelta? La respuesta tiene varias aristas, pero la desconexión entre Mendoza y el peruano de a pie se hizo sentir. Sí, la extrema derecha la terruqueó; sí, fue ignorada por los medios y sí, el progresismo liberal de derechas se cebó en su candidatura a punta de chongo y joda; pero no se puede negar que fueron sus propios fanáticos los que sabotearon su campaña. Fue su propia gente la que profundizó el abismo que la separaba del peruano de a pie. Y además, hay que decirlo claramente: el apoyo de la intelligentsia nacional a Mendoza no le endosó votos en lo absoluto. Los intelectuales, los artistas, los escritores, los académicos y politólogos no leen correctamente al Perú. Su opinión no importa. No tienen capacidad de endose. No son. No pintan. Es más: casi nadie los conoce.

Fue la misma gente de Mendoza quienes destiñeron su caperuza. Y frente a Castillo, ella se vio como la derecha de la izquierda. Con un candidato al congreso que funge como la Paisana Jacinta en versión travesti, con una candidata salida de la prensa concentrada, que vacaciona en Miami y desprecia a las universidades misias, con una candidata que ya no es virgen en política y que, por eso mismo  —con las mañas de los viejos zorros— basurea a su caudal de electores. Y con fanáticos trenzados de heroísmo, déspotas y distantes, que despreciaban a quienes no veían la superioridad moral de su candidata. Fue la misma gente de Mendoza quienes le dejaron la tierra arada a Castillo. Porque Mendoza dejó de hablar del agro y pregonó el lenguaje inclusivo, porque Mendoza mostró como una medalla el apoyo de los economistas gringos y olvidó al votante del sur profundo. Como si el voto en el Perú se decidiera en Barranco, en los yunaites o en las europas. Se dirá: pero eso es caer en dicotomías, se pueden hacer ambas cosas. Se dirá que Mendoza era la promesa de llevar a cabo reformas en varias direcciones. Y no es, necesariamente, así.

El progresismo de izquierdas debe entender que sus teorías y propuestas no le interesan a la mayoría del pueblo peruano. Que el peruano de a pie ve sus prédicas como cojudeces. Si se parte de ese punto la estrategia podría cambiar y en lugar de salir con la pata en alto, a batutear a la ciudadanía, podrían tender puentes con el electorado. Pero no, su estrategia fue confrontar, imponer y censurar. Y ajustar su argolla de superioridad moral, claro está. El progresismo liberal de izquierdas le comió el corazón a Verónika Mendoza y la alejó del peruano profundo. Castillo cosechó las flores que se deslizaban por la cesta mendocista. Cuando las flores que caen no se recogen… como decía Heraud. Y Castillo recogió y recogió bien.

Hoy el progresismo liberal de izquierda dice que el Perú se perdió a Verónika Mendoza. Y sí, en parte es cierto. Pero no es menos que verdad que fue ese mismo progresismo quien la alejó del Perú. Y es que en plena pandemia ¿A quién carajo le importa el lenguaje inclusivo? ¿Qué le importa el matrimonio igualitario a un hombre del Perú profundo? ¿Acaso el campesino, que envía a su hijo al colegio, desea escuchar las prédicas del enfoque de género?

Un hombre pasa con un pan al hombro/¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?/Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo/¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?/Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano/¿Hablar luego de Sócrates al médico?/Un cojo pasa dando el brazo a un niño/¿Voy, después, a leer a André Bretón?/Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre/¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?/ Otro busca en el fango huesos, cáscaras/¿Cómo escribir, después del infinito?/Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza/¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?/Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente/¿Hablar, después, de cuarta dimensión?/Un banquero falsea su balance/¿Con qué cara llorar en el teatro?/Un paria duerme con el pie a la espalda/¿Hablar, después, a nadie de Picasso?/Alguien va en un entierro sollozando/¿Cómo luego ingresar a la Academia?/Alguien limpia un fusil en su cocina/¿Con qué valor hablar del más allá?/Alguien pasa contando con sus dedos/¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?

Pero los progresistas liberales de izquierdas no leen a Vallejo, pues se masturban con Michael Foucault y ven los campos de Bordieu hasta en la sopa; leen a Judith Butler y siguen creyendo que Simone de Beauvoir dirigió alguna vez la Biblioteca Nacional.

Esto no es desmerecer los ideales progresistas, claro está. No se puede caer en el esquematismo de quienes se pasan a la otra acerca y creen que la tradición es canon o que el orden cultural debe seguir tal como está. Y que el machismo, el autoritarismo y el culto al caudillo son valores nacionales que se deben respetar. Pero no se puede intentar un cambio cultural con imposiciones, con censuras y considerando a todo aquel que disiente como un potencial enemigo. Los progresistas liberales —que han copado diversas instituciones del estado— han arado sus feudos en base a ideologías progresistas, con las que el pueblo nunca comulgó. De ahí las premiaciones del estado a cualquier cojudez que ostente el lenguaje inclusivo, de ahí el poco consenso a la hora de discutir el enfoque de género, de ahí el plato servido que le dejaron a la extrema derecha para que los moteje como defensores de ideologías divorciadas del pueblo. De ahí nace Porky y su ataque a los caviares. Y es que, debido al puritanismo y a la argolla del progresismo liberal, el candidato de apariencia porcina pudo blandir el cuco del progresismo como el mayor enemigo del país. Si el progresismo liberal se hubiera abierto en pleno diálogo, en lugar de encerrarse en argollas para esquilmar del estado, si hubiera escuchado los intereses de la ciudadanía; entonces Verónika Mendoza sería más. Pero el progresismo liberal jugaba sus propios intereses y eso solamente conduce a un Pedro Castillo, a una Keiko Fujimori, a un Rafael López Aliaga o Hernando De Soto.

Y Pedro Castillo es el cuco que la gran prensa ahora no quiere ver. Porque Castillo es el cuco que construyó la gran prensa concentrada, ocupada como estaba en terruquear a la “Caperucita” Mendoza. Castillo es el engendro de los periodistas que emplazaban a la caperuza con preguntas sobre Venezuela como si la Mendoza fuera contendiente de Maduro. Y fue esta misma prensa la que ayudó a diseñar un candidato que sí reivindica a Maduro, que sí quiere disolver el Tribunal Constitucional y sí está dispuesto a cerrar el parlamento, como en los mejores tiempos del chino. Porque el muñeco cobró vida propia y ahora mantiene en ascuas a los amos. Y es que detrás del muñeco está el peruano de a pie, invisible pero decisivo en disputas electorales.

Pero nada más lejos que intentar ahora un elogio a los pergaminos de Castillo. Pues Castillo será novedoso para los limeños apitucados, pero es un zorro viejo de la política nacional, con todas las taras y filias de los viejos políticos. Un político que no dudó en tranzar con el fujimorismo durante las protestas del magisterio, saliendo con la sonrisa amplia al costado del indescriptible Becerril. Un viejo zorro que ha transitado por diversas tiendas políticas y cuyas conexiones o infiltraciones, en su círculo, del ala “institucionallizada” del senderismo siembran más sombras que luces. Un viejo político que recurre a la ira y al populismo para catequizar a su electorado. Y el representante de la izquierda más anacrónica, más macha, más medieval; en suma, más peruana.

Y si Castillo es un viejo zorro de la política regional,  su propuesta electoral es una suma de improvisación y de anacronismo: Castillo cree que seguimos en la Guerra Fría. Y el más grande pergamino que se cuelga y que sus seguidores le cuelgan, es el de ser el representante de la izquierda más sufrida. Y que por ese hecho tiene el deber moral de conducir los destinos del país. Que entonces, el Perú debe ser su chacra y que toda desviación se castiga a punta de chicotazos. Porque él es campesino, porque él es rondero, porque él es maestro: porque es un peruano del Perú profundo. Y si la credencial más importante para regir los designios de nuestro país es ser un peruano sufrido, entonces que sea presidente Tongo.

Algunos progresistas liberales han comenzado un mea culpa diciendo que no vieron al elector de Castillo. Y los izquierdistas recalcitrantes ya comienzan a elogiar un andinismo esencialista. Como si ser cholo, pobre y misio le otorgara, ipso facto, las credenciales democráticas. Nos movemos rápidamente al otro extremo: pasamos de los que han hecho de lo gay y del feminismo algo sagrado, a los que hacen de lo cholo y del andinismo lo sacrosanto. Pero quienes recurren a esos ejercicios de culpa y de mala fe son los mismos que viven desconectados del pueblo, aquellos que, enclaustrados en cómodos pupitres, no conocen las peripecias del peruano. Su culpa les hace sacralizar al cholo, que conocen a través de Quijano, Nugent o Bruce. Su penitencia es divinizar al cholo, porque solamente lo reconocen por manuales. Pero quien conoce las dinámicas populares no sufre de ese tipo de neurosis y sabe que ser cholo, como ser gringo, como ser negro, como ser chino, no implica un heroísmo atávico. Quienes paternalizan lo cholo son los que se sienten lejos de las dinámicas cholas, su mala fe y su distancia les hace ser acríticos e hipócritas. Y entonces, cuando lo cholo es criticado, sacan el dedo acusador del ¡clasismo, clasismo! para disimular su desconocimiento de las dinámicas peruanas. Según ellos, lo cholo es una categoría sagrada. Es más fácil, entonces, decir que Castillo es un fascista de izquierdas, o un autoritario de izquierdas, que decir que el grueso del electorado que votó por Castillo tiene el germen y el combustible del pensamiento autoritario. Porque Castillo no se representa a él mismo, sino al peruano de a pie, aquél peruano sobre el que trabajó, a medias y en vano, el caviarismo y al que despreció la derecha durante tantos años.

Y ahora se tiene que elegir entre la hija de un mafioso dictador y un autoritario de sinuosa carrera política —y representante del esencialismo andinista— que tranzó con la bancada del mafioso dictador. Entre el plomo y el chicote; entre la coca y la hoja de coca; entre “la letra con sangre entra” y el “nosotros matamos menos”. Entre la yakuza y los herederos de Benel; entre la derecha autoritaria y la izquierda intransigente. Entre la china hipócrita, que se calza un chullo para verse como peruana y el cholo, que dice representar – solamente él – al verdadero peruano.

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Roberto Ramírez Manchego. Egresado de derecho de la UNFV y actualmente estudia filosofía en la Universidad San Marcos.

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La transformación de José Watanabe

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Antes, humano él, gustaba de pasar sus días leyendo haikus y disfrutando de la naturaleza, de los pequeños animales e insectos que lo rodeaban, o la tranquilidad que le podía ofrecer un pueblito en Trujillo. Era un ser más deambulando despreocupado, terrenal, feliz de la vida con lo que tenía.

Su voz se apagó un 25 de abril del 2007, develando finalmente esas hermosas alas que durante tanto tiempo mantuvo ocultas a la mirada de extraños, pero que él sentía, mejor que nadie, que con el transcurso de los días iban acaparando más y más parte de su anatomía. Su muerte, al contrario de lo que todos piensan, fue solo el inicio a ese camino que por largo tiempo permaneció proscrito debido a su condición imperfecta, humana, llena de heridas y enfermedades. Aquel miembro de Hora Zero había mutado en algo más propio a las nubes, al cielo escarlata de su natal Laredo, al refugio de las aves, al destino de tantas melancólicas canciones.

Watanabe gustaba mucho de los haikus, de las parábolas y los simbolismos, y en contar las cosas a su manera sin que sean demasiado evidentes, libres a la interpretación del lector, como ejercicios para la reflexión y la contemplación. En su poema “La Oruga”, de su poemario Historia Natural (Lima, 1994), nos cuenta la transición de un diminuto ser, casi imperceptible para los ojos humanos a cierta distancia lejos del suelo, que poco a poco va experimentando un cambio radical, cambio que al final lo vuelve en algo completamente distinto y que le otorga habilidades nunca antes aprendidas.

“Hace mucho supe que no eras un animal terminado y, como entonces, arrodillado y trémulo, te pregunto: ¿Sabes que mañana serás del aire?”. Desde la primera vez que lo leí pude comprender que, así como Watanabe, muchos otros se encuentran encapsulados, limitados por una carcasa de hueso y piel que se van arrastrando por la vida, sofocados por un ambiente repleto de obstáculos, piedras, barro y charcos de inmundicia.

Hace diecisiete años esa oruga tuvo que verse forzada a saltar la barrera de lo mundano para trascender a lo etéreo, mirarse las alas, en un principio no reconocerse, pero con el tiempo, casi como un estruendo, percatarse que ahora era parte del aire.

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Nubes Flotantes (Ukigumo, 1955)

Lee la columna de Rodolfo Acevedo Palomino

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Nubes Flotantes (1955) de Mikio Naruse (Yotsuya, 1905 – Tokio, Japón, 1969), narra el proceso amoroso que viven Yukiko y Tomioka, desde que se conocen durante la II Guerra Mundial, trabajando en la Indochina francesa, hasta el final de su tortuosa relación, varios años después, en el Japón de posguerra. Es el encuentro entre dos seres que huyen de sus intolerables existencias: Yukiko trata de reponerse de la violación que sufrió del hermano de su cuñado –un tipo sin escrúpulos que en la posguerra se dedicará a la estafa en un falso templo de sanación-, mientras que Tomioka, hastiado de la enfermedad de su esposa, se refugia, lo más lejos posible, en su trabajo de guarda forestal y en una serie de relaciones pasajeras que no le generan vínculos importantes. (La excepción será Yukiko).

La relación que empieza como un amorío circunstancial, va desarrollándose a lo largo de la película como un proceso que intenta recomenzar una y otra vez, para derrumbarse en cada nueva oportunidad. La historia de los dos amantes que buscan -una con más ahínco que el otro-, volver a encontrar ese momento idílico en el que aparentemente “fueron felices”, nos remite además al esfuerzo de los protagonistas por tratar de encajar, cada uno por su lado, en un país que no ofrecía muchas oportunidades, tanto en lo afectivo, como en lo económico. El drama que transcurre en el proceso de reconstrucción japonés, retrata ese clima social al mostrar a sus personajes caminando por calles atestadas de gente buscando sustento, por los destartalados mercados populares, o por las barriadas con sus endebles viviendas. (Ese contexto material en crisis, aparece también en los paseos y conversaciones de la pareja por zonas despobladas en las afueras de la ciudad. Las ruinas y el vacío que allí se ven, acompañan el andar melancólico y expectante de los protagonistas).

A partir de una narración concisa y el uso extensivo de la elipsis, Naruse enfatiza en las contrastantes situaciones individuales de la pareja. Una cierta “estabilidad” se lee y ve en Tomioka, la esposa y su familia representan un lugar al que siempre puede regresar, las reglas sociales facultan esa clase de tratos. Yukiko en cambio, desvinculada de su familia –salvo por el hermano de su cuñado que la acecha-, transita sola por una serie de empleos y algún amante ocasional para sostenerse.  (Incluso volverá por un tiempo con su violador, quien le ofrecerá casa y algunos lujos. Aunque finalmente lo dejará, robándole el dinero de sus estafas en el templo del sol). Naruse imprime un aire trágico a su figura femenina, al mismo tiempo que expresa valores como la integridad y la constancia. Yukiko atravesará un país que aún no ha reconocido sus derechos de igualdad, y hará lo que pueda para mantenerse, con ciertos límites, y volverá recurrentemente a Tomioka para intentar reconstruir algo de ese amor que vivió durante la guerra. Pero esa creencia en la posibilidad de llegar a construir un futuro con Tomioka, se estrella constantemente en la indiferencia de él, en su apatía y en su búsqueda intrascendente de nuevas amantes.

La cámara pone mucho énfasis en los comportamientos, en los detalles de los personajes, en sus fallos y virtudes. (Con planos cortos concatenados con tremenda fluidez). No hay gestos “grandilocuentes” o desesperados arrebatos. En algunos casos, las lágrimas y los reproches, por ejemplo, se diluyen en la asunción de un contexto difícil, en donde lo importante es sobrevivir. Y las miserias son parte del paisaje asumido, aunque no justificado. (Los personajes pueden vengarse, como Yukiko). Las interacciones entre la pareja revelan las debilidades de una relación amorosa que se alarga –con sus promesas-, revelando, lo vemos en las secuencias de sus reuniones cargadas de alcohol, cierta incapacidad, cierto suelo frágil sobre el que construyen sus esperanzas. (En particular ella). 

Tanto Yukiko como Tomioka tratan de recomponer una relación amorosa que parece haberse quedado en el espacio y tiempo de la guerra. Sus intentos, en paralelo por encontrar un sentido a sus vidas y un “lugar” en el Japón de la época, se deshacen por distintas circunstancias. Algo asola los destinos de la pareja. Quizás sean ellos mismos. El último acto  lo constituirá el viaje de Tomioka a una isla lejana, para volver a ejercer un trabajo de guarda forestal. Allí irá con Yukiko, en un intento final por re-unirse. La muerte de ella producto de una enfermedad, cerrara el círculo y su historia definitivamente.

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La nueva ola de la nostalgia desde New York: Erni Lu reversiona ‘Despídete con un beso’

Lee la columna de Renzo Lobato

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En la urdimbre de la nostalgia, la música peruana siempre ha tejido un hilo dorado de recuerdos y emociones. Erni Lu, con su sencillo ‘Despídete con un beso’, no solo retoma este legado, sino que lo reinventa, añadiendo un condimento nostálgico a una pieza ya impregnada en la memoria colectiva latinoamericana.

Desde las vibrantes calles de Nueva York, Erni aparece como un puente entre generaciones y geografías. Su versión de ‘Despídete con un beso’, original del ícono chileno Buddy Richard, es un homenaje y a la vez una reinvención. Con la ciudad como telón de fondo, Erni Lu infunde nueva vida a la Nueva Ola, llevando la esencia de Lima a la gran manzana.

Escucha la versión original:

La trayectoria de Erni Lu es un mosaico de influencias y colaboraciones. Su participación en proyectos como Paracutá y su rol como guitarrista de La Mecánica Popular son solo el preludio de una carrera que promete ser tan diversa como su música. Junto a su esposa, Jeanne Montalvo, ha producido temas que resuenan con fuerza en el panorama musical actual.

‘Siempre’, su disco debut, trae consigo colaboraciones con artistas como Renee Goust, Audry Funk y Nicolás Duarte, el álbum es un crisol de culturas y sonidos que define el espíritu de Erni Lu: siempre innovador, siempre resonante.

La música de Erni Lu es un diálogo entre lo clásico y lo contemporáneo. Percusión latina, guitarras wah-wah y arreglos vocales exquisitos son la firma de un artista que no teme explorar y expandir los límites de la música. Su versión de ‘Despídete con un beso’ es una obra cinematográfica que captura la esencia de un clásico y la proyecta hacia el futuro.

La conexión personal de Erni Lu con ‘Despídete con un beso’ es palpable. La letra, que resonó con él durante sus primeros meses en Nueva York, se convierte en un reflejo de su propia experiencia. Esta canción no necesitaba ser escrita; necesitaba ser sentida y vivida a través de la interpretación de Erni Lu.

La decisión de grabar el sencillo surgió de un momento mágico en el Lincoln Center, donde la respuesta del público fue inmediata y abrumadora. Con la colaboración de su esposa y el talento de Ramera Abraham, galardonada como Productora Vocal del Año 2023, ‘Despídete con un beso’ se transformó en una experiencia sonora única.

Erni Lu nos ofrece un viaje a través del tiempo y el espacio con ‘Despídete con un beso’. La fusión de neo-disco con toques latinos y un final en bolero es un tributo a su evolución artística. Este sencillo es más que una canción; es la historia de un peruano que lleva la música de su tierra a cada rincón del mundo.

Escúchala:

Más música:

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India song, de Marguerite Duras (1975)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La superficie es la primera capa del abismo… El juego, sublime (debo decir: experimento, de necesidad absoluta) de sonidos, música, imagen, voces, cantos, gritos, alaridos ¿adónde va? No sé si sea posible responder. A mí me produce fascinación esa (aunque para algunos no lo sea) ‘unidad de lo múltiple’ donde lo cotidiano y el misterio parecen la misma cosa (y creo que lo son, la película permite apreciarlos así, eso la hace paradójicamente ‘más natural’, pues lo que sentimos como artificial no es para nada gratuito), esa multiplicidad de tiempos y espacios compactados o estirados cruzándose y tensándose y entretejiéndose conviviendo como una alucinante escritura en/sobre la propia imagen. La disyunción de lo que vemos y oímos es fundamental. Es la película misma.

¿En dónde estoy? ¿A quiénes veo, qué hacen, quiénes son? Preguntas que pueden ser respondidas, sin duda, pero que no agotan ni explican ni lo alucinante ni la fascinación. Admiro esa conversión de la pérdida en, una discutible y problemática, pero, en fin, unidad, esa interacción (¿se acuerdan de Robe-Grillet, se acuerdan de Resnais, de Egoyan?) de fragmentos de memorias como un elegante frankenstein con piezas ensambladas de distintos mundos, que nos componen a todos, porque no es solo la estructura de una película lo que estamos viendo… ¿En algún momento creyeron eso? Este es ‘el más allá’ adonde iba la película.

A la luz del no-entendimiento (condición para entender) o de la ocultación relativa del juego estructural, la evidencia sensorial, es decir, la mostración concreta de un mundo determinado y ambiguo, se impone. Se trata de sentir, de no oponer resistencia, hay que ‘dejarse llevar’. O me dirás que antes que la narración no estaba primero la sensación. ¿Y si narro partiendo de la sensación? ¿Y si la sensación es justamente la materia a narrar? Sentir antes que entender, sentir para entender.  Más de uno podría pensar que es una película muy intelectual pero su punto de partida y su hilo conductor es todo lo contrario, un puro sentimiento que se despliega, eso sí, con un cierto grado de complejidad. En una película, a la vez, tan muda, tan musical, y tan profusamente hablada.

¿Cuántas voces hay en tu cabeza, las reconoces, sabes de dónde provienen, si son realmente tuyas, y qué te dicen? ¿Las puedes escuchar?

Película

(Columna publicada en Diario UNNO)

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“Día del libro” con los libreros de Amazonas

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Este martes 23 de abril se celebrará el “Día Mundial del Libro” y para esto la Asociación Cámara Popular de Libreros (ACPL) ha previsto una serie de actividades artísticas y culturales en coordinación con la Municipalidad Metropolitana de Lima.

El secretario de Educación y Cultura de la ACPL, Sergio Montañez Ferrari, informó que el objetivo de esta actividad es fomentar la importancia del libro y la lectura en la comunidad y especialmente como base de la educación de niños y jóvenes.

Detalló que esta jornada se iniciará a las 11 am. con un gran corso artístico cultural por las principales calles del centro histórico de Lima, organizado por la ACPL en coordinación con la Subgerencia de Educación, Cultura, Recreación y Deporte de la MML y el programa “Lima Lee”.

En este certamen habrá un concurso de representación de personajes de la literatura peruana y universal. El pasacalle tendrá como punto de partida la Feria de Libros del Jr. Amazonas con participación de los asociados de la institución. Participarán las bandas de músicos de la MML y del colegio “Andrés A. Cáceres” de Comas. Además, delegaciones de estudiantes de los colegios “Arturo Jiménez Borja”, “San José Artesanos”, I.E. N° 1038 “María Parado de Bellido”, el grupo de danza “Carnaval de Congalla-Huancavelica” de la UNMSM, grupos de zanqueros y batucada juvenil Inmediatamente después, a las 12 del día, se realizará una ceremonia institucional en la Sala Alzedo – Teatro Segura con los representantes de la Municipalidad, el programa “Lima Lee”, así como del Fondo de Cultura Económica, la Casa de la Literatura Peruana (CASLIT), Biblioteca Nacional del Perú (BNP) y Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Allí se realizará la premiación del concurso de personajes literarios.

CONVERSATORIO SOBRE EL LIBRO

A las 3 pm se desarrollará el conversatorio “El libro y el fomento a la lectura” en la Biblioteca Comunitaria de la ACPL en la Feria de Libros del Jr. Amazonas. Los expositores serán el director del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas de la BNP, Alex Alejandro Vargas; el docente y promotor cultural, Paolo Astorga; el profesor José Antonio Mezagil y un representante de la Editorial Fondo de Cultura Económica.

Posteriormente, a las 5 pm tendrá lugar el “Libro visitante” con participación de una delegación de la Casa de la Literatura, quienes presentarán su producción y una dinámica artística cultural.

Finalmente, a las 6 pm se presentará la danza “Tunantada” del Barrio Centro La Juve de Muquauyo como parte de la ceremonia clausura, brindis de honor y compartir, dirigida por el presidente de la ACPL, Pedro Vicente Cruzado.

Como se sabe, el “Día Mundial del Libro es una conmemoración promovida por Unesco y celebrada cada 23 de abril en más de cien países para fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual y los derechos de autor. Es un día simbólico para la literatura mundial, ya que ese día, en 1616, fallecieron los escritores Miguel de Cervantes, Inca Garcilaso de la Vega y William Shakespeare.

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Obrismo versus fujimorismo: repensando el Perú del siglo XXI

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

El Partido Cívico OBRAS (PCO) nació primero que el fujimorismo bajo el formato de un movimiento independiente fundado por Ricardo Belmont Cassinelli el 8 de julio de 1989.

Cuatro meses después, Ricardo Belmont ganaría las elecciones municipales de la ciudad capital del Perú, iniciando funciones el 1 de enero de 1990.  Igualmente, por ese tiempo, aparecería Cambio 90, ocurriendo que cuatro meses después Alberto Fujimori derrote a Mario Vargas Llosa pasando a ocupar la presidencia de la República.

No obstante, el primer outsider de nuestro país -y en buena parte de América Latina- es Ricardo, y sobre la base de esa plantilla de un ciudadano independiente metido en la política, Fujimori supo capitalizar ese contexto político-electoral y repitió la fotografía del outsider Belmont.

Recordemos que Ricardo les ganó a las fuerzas partidarias más grandes y tradicionales de entonces, e incluso al poderoso FREDEMO, conformado por el Movimiento Libertad de Mario Vargas Llosa, a Acción Popular de Belaunde y al PPC de Bedoya. Es decir, el candidato de apellido Inchaustegui fue aplastado por el Movimiento OBRAS.

Eran otros tiempos, sin Odebrecht ni caviares, al menos frente a las grandes obras realizadas para la ciudad de Lima. El caso concreto es que Belmont fue reelegido sin problemas en noviembre de 1992, reeditando una gestión exitosa el 1 de enero de 1993, pero las zancadillas políticas no faltaron, ya que para entonces Fujimori estaba en el gobierno y con más poder que el normal dado su golpe del 5 de abril de 1992.

Además, se acercaba 1995, por lo que Vladimiro Montesinos empezó a corromper todo para que Fujimori no perdiera la reelección. Incluso dictaron un decreto para quitarle las rentas a la Municipalidad de Lima y movieron todo el aparato estatal para inclinar la cancha a su favor. Para entonces ya el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) había sido transformado por la Carta Política que nació del CCD, consagrando para las justas electorales a la ONPE y el RENIEC.

De manera que hoy, treinta años después, en la práctica las dos fuerzas políticas mayores y populares para las elecciones del 2025 o 2026, según dure Dina Boluarte en la casa de Pizarro, son el Partido Cívico OBRAS y el fujimorismo; y esto a la luz del continuo desmejoramiento de otros partidos políticos antiguos como el PAP, AP y el PPC.

El caso es que las demás tiendas políticas solo son clubes electorales o vulgares vientres de alquiler donde los tránsfugas pululan en medio de un pobrísimo nivel de debate y de propuesta. Precisamente por eso el OBRISMO y el fujimorismo deben repensar el Perú seriamente de cara al caos que se vive, a la inseguridad ciudadana que se agrava y a la corrupción que se generaliza.

No pueden ser dos organizaciones políticas más dentro del montón y ya mismo deberían de empezar a construir partido sólidos y sostenibles en el tiempo, corrigiendo taras y dotando a sus propuesta de basamento filosófico e ideología consistentes, con madurez política, y por qué no hasta propender para el mediano plazo a establecer en el país no más de tres o cuatro fuerzas políticas, para no imitar experiencias lejanas como la identidad e idiosincrasia sajonas, que tienen en el bipartidismo una fortaleza democrática-electoral.

El Perú ya tiene bastante con expresidentes procesados por corrupción como Toledo, Humala, PPK, Pedro Castillo o Dina Boluarte. De modo que, en manos de la alta política está la solución y por ahí deberían de conducirse el OBRISMO y el fujimorismo, convocando a los mejores para construir una clase política y dirigente de cara a los tres cuartos de siglo que quedan y eso se logra con madurez, pedagogía, sentido común y amor al Perú.

A contrapelo, el elector no debe votar por votar. Por eso resulta positivo que Ricardo se haya preocupado de dotar a su organización de una filosofía política, la espartana y estoica, así como en el plano del fundamento histórico de su movimiento esta la revaloración de nuestros mayores y de nuestros héroes republicanos.

Por su parte el fujimorismo, que nació a la palestra tras el golpe del 5 de abril de 1992, todavía manifiesta vacíos y deficiencias ideológicas, y debe dejar de ser reactivo. Es decir, debe salir de su aparición a la vida peruana como una simple reacción pragmática al terrorismo, porque hoy por hoy las naciones necesitan conductores y líderes proactivos.

Por último, la musa de la historia, Clío, tiene caprichos curiosos y podría darse el caso de que en las próximas elecciones se enfrenten dos movimientos populares de finales del siglo pasado, una suerte de revancha al proceso electoral de 1995, entonces viciado por el factor corruptor de Vladimiro Montesinos, uno de los principales culpables de haber generalizado la destrucción de la vida peruana.

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Opinión

CONGRESISTAS PIRATAS

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Por Edwin A. Vegas Gallo

Estas perlas negras de los congresistas piratas, que cada semana nos enteramos por la prensa, no hace más que confirmar, que ni los electores fuimos prolijos en su elección y que mucho menos los elegidos, en muchos casos, con ayuda financiera de economías ilegales, estaban prestos para dar la talla, por el fortalecimiento de la democracia.

Estos congresistas piratas – hay un mínimo minimorum de excepciones-; arribaron para saquear el erario nacional a diestra y siniestra, con seducciones y violaciones políticas, evitando en contubernio de supervivencia que el barco se hunda o encalle antes del 2026, que es adonde han dirigido el norte de su brújula.

Entre ellos se blindan, tapando sus fechorías y que el loro pirata no hable, sin que la fachada de su “Comisión de Ética” funcione y lo más grave de todo, es que pensando en su norte electoral, de seguro veremos a esos piratas, como senadores de la República.

Sólo queda seguir insistiendo desde la prensa libre, con una campaña de sensibilización ciudadana, por forjar democracia y desarrollo, como dos caras de la misma moneda, impidiendo que estos piratas u otros, asalten el barco de la democracia peruana.

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Opinión

El Perú, frente a los podridos

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Por Tino Santander Joo

El Perú nace administrativamente con la conquista española y tiene como antecedente el Tahuantinsuyo. El virreinato fue el inicio del mestizaje y del pacto entre curacas y encomenderos para enriquecerse robándole al rey el impuesto del quinto real. Los primeros querían reconstruir los viejos reinos y señoríos que precedieron al incario y los españoles querían hacerse nobles y ricos. La independencia no emancipó ni al mestizo, ni al indígena; fue la libertad de los criollos que se convirtieron en clase dominante.

La clase dominante se convirtió en una plutocracia corrupta que puso al Estado al servicio de sus intereses. El militarismo resguardó los intereses plutocráticos. La plutocracia se enriqueció con el caucho, el guano y la mano de obra barata del campo y la ciudad. Sin embargo, el ideal de “justicia social” cruzo el atlántico y llegaron las ideas anarquistas y el marxismo. El movimiento popular las hizo suyas y las ideas se trataron de imponer a la realidad.

El movimiento popular ansioso de libertad creía que el socialismo lo podíamos construir en pocos años. La revolución mexicana, la soviética, y posteriormente la China, promovieron en el tercer mundo la fantasía ideológica frente a la realidad. Queríamos colectivizar los medios de producción sin tener fábricas, queríamos ingenuamente crear riqueza sin capital, ni infraestructura. NO habíamos leído bien el capital de Marx, ni comprendido el proceso de acumulación capitalista.

La revolución era un sentimiento, una ideología, un mito que se imponía sobre la razón; así empezamos a luchar por los derechos sociales olvidando nuestros deberes. Entramos en la lógica de los podridos que utilizaban la ley para imponer sus intereses. Los derechos laborales, las luchas por infraestructura básica; los presupuestos locales y regionales se convirtieron en un negocio. Millones de peruanos se refugiaron en el crimen organizado que lava dinero del narcotráfico y de la minería ilegal, el contrabando, la tala ilegal de árboles; todo ello con la participación del oligopolio bancario. El viejo pacto virreinal esta más fuerte que nunca.

Los gremios empresariales han coaptado a las centrales sindicales, incluso, marchan juntos “por la seguridad ciudadana”; conviven en saraos y seminarios sobre “la gobernabilidad democrática”. La prensa tradicional resalta el espectáculo y la noticia policial. Todo esto bajo la hegemonía política del fujimorismo. Los podridos de izquierda y de derecha supuestamente antitéticos se disputan el poder para enriquecerse.

Ante esta dramática realidad varios colectivos sociales se han reunido y han aprobado un programa para el debate que resumimos:  1) pacto político para que la gran minería financie la infraestructura agraria, educativa, y de salud; 2) democratizar el crédito y acabar con el oligopolio bancario a través de la competencia  financiera; para lograr este objetivo hay que cambiar la ley de bancos y modificar la SBS; 3) políticas públicas para derrotar al crimen organizado y la corrupción política; 4) reforma del proceso de regionalización y los gobiernos locales; 5) construir la red ferroviaria que una toda la costa, los andes y la amazonia; 6) agua y desagüe para las diez millones de familias que carecen de este servicio; 7) construcción de viviendas populares dignas y no las ratoneras de los gobiernos neoliberales; 8) reforma integral del poder judicial hecha por la comunidad jurídica para evitar su politización.

Los colectivos promueven la insurgencia democrática que expulse a los podridos del poder. No habrá transformación con contubernios electorales, ni pactos con los gremios empresariales, ni sindicales vendidos al sistema, ni con los partidos políticos tradicionales. No hay marcha atrás. Ha llegado la hora de la gran revolución social. 

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