NUEVA YORK TAMBIÉN ES GRIS
(Para los escritores hispanos)
Escribe Fernando Morote
El término “hispano” no tiene nada que ver con España como país sino con el español como idioma. Hace años que los oriundos de Latinoamérica, para los yanquis, dejaron de ser “latinos”; ahora son “hispanos”. El cambio de nomenclatura, bien lo sabes, no implica de ningún modo mejora en la condición; lo has comprobado hasta el hartazgo en tu patria con el ejemplo de las barriadas-pueblos jóvenes-asentamientos humanos-etc… nombres que cada gobierno modifica, pero realidad que ninguno resuelve.
Ahora, si eres escritor, debes saber en base a tu propia experiencia que, por una variedad casi infinita de razones, sostener la vocación es un negocio (entiéndase aquí “negocio” simplemente como negación del ocio) bastante duro. Pero si quieres serlo además en un país donde no se habla tu idioma, bueno, puedes ufanarte de que estás entrando ya a terrenos que sólo pisan los héroes. O los orates…
Si los avatares de la vida te traen a Nueva York, primero tendrás que, como seguramente en cualquier otro rincón del planeta, hallar la manera de aguantar –y superar- el impacto del aterrizaje forzoso antes de encontrar el tiempo y la energía para seguir escribiendo. Pero cuando abras los ojos, después de una larga temporada trabajando como perro, sin estar seguro si vives de día o de noche, hasta que logres instalarte de una forma decente, descubrirás que existe una corriente y todo un movimiento de corte literario al que puedes unirte. O no, según desees.
No tienes que ir a Manhattan para sentir el sabor de la metrópoli. Todo aquí está conquistado. Puedes encontrar lo que quieras en cualquier pequeño distrito. Incluso en materia cultural. Aunque claro, la emoción que experimentas al caminar por las calles de Manhattan, observando ese abrumador espectáculo multi-color, multi-racial y multi-femenino es incomparable e indescriptible. Aquí sí, te lo aseguro, no importa si no eres escritor; igual te sentirás inspirado (en lo que sea que quieras inspirarte).
El sistema de bibliotecas es una de las joyas típicas de esta ciudad (aunque se trata en realidad de un alucinante servicio público a nivel nacional) que te asombrará –más que la Estatua de la Libertad, el edificio Empire State y el puente de Brooklyn juntos-. Puedes conseguir en ellas exacta y literalmente lo que quieras, incluyendo películas y discos. Si no tienen algún material que quieres, simplemente lo pides y te lo consiguen. Mueven cielo y tierra para que seas feliz. Y no te cobran un centavo. Más bien se disculpan si por algún motivo ajeno a sus posibilidades y habilidades no logran satisfacer tus deseos. Se empeñan en dejarte con la boca abierta. Puedes pasar horas en sus instalaciones haciendo uso de su tecnología y disfrutando de su comodidad sin tener que pagar ni siquiera el mínimo derecho.
Tienes cafetería y cine, sala de juegos, clases de yoga y tai-chi. No hay forma de que te aburras. Ah, por supuesto, no te olvides de los libros…Los vas a encontrar también en español. Si necesitas una computadora para escribir tus cuentos o esa novela que te está comiendo las entrañas, ellos te la prestan. Y si quieres imprimir el borrador, sólo tienes que solicitarlo. Una linda asistente rubia vendrá a ayudarte. Te sorprenderás sintiéndote tan bien acogido que hasta te provocará tomarte un trago y quizás invitarla a salir…
Pero bueno, tendrás que ir dando por concluidas tus inevitables digresiones, para empezar a entrar en materia:
Tu principal desafío subyace en el hecho de que serás un autor que escribe en un idioma que sólo una minoría de habitantes habla y/o entiende. Considerando, además, que de esos supuestos beneficiados por la inminente reforma migratoria, sólo un puñado sabe leer y escribir. Y de esos pocos alfabetos hispano-parlantes, apenas una minúscula porción está dispuesta a pescar un libro y echarle una ojeada.
El panorama, como ves, no es precisamente alentador. A lo mejor te convenga contactar, en principio, algún director de periódico (hispano, naturalmente), que los hay, y muchos, de diferentes orígenes y nacionalidades, aunque la mayoría de ellos esté enfocado sobre todo en vender publicidad antes que en desarrollar una tarea seria en el plano periodístico (a decir verdad, el periodismo para ellos es lo de menos), pero de cualquier modo te puede servir como tribuna para ensayar tus primeros textos en un medio donde no sólo tú eres extranjero sino donde ellos también lo son para ti.
Sin embargo Nueva York, así como tiene la capacidad de estrujarte las tripas en muchos sentidos, también puede abrirte la puerta a mundos desconocidos. La distancia de tu hogar y la soledad que inevitablemente acompaña el auto-exilio (fea palabra, pero que cobra mucho significado cuando vives aquí) te proveerá el ambiente, el humor y quizás hasta los recursos económicos para dedicarte a lo que amas (cuando el trabajo te dé un respiro). Porque tienes que ser sincero contigo mismo: trabajar es lo que haces para ganar dinero, pero escribir es lo que haces para vivir.
A propósito, ¿cómo crees que, viviendo y trabajando en una ciudad tan intensa y demandante como Nueva York, encontrarás la motivación, el tiempo y la fuerza para sentarte a escribir? Fácil respuesta: como puedas, cuando puedas, donde puedas.
Para entonces ya habrás conocido otros escritores –tal vez ese trabajito en el periódico redactando notas que nadie leía te ayudó a hacer tus contactos iniciales, aquéllos que te devolvieron el alma al cuerpo- y habrás empezado a frecuentar los cafés, restaurantes, librerías y bibliotecas donde ellos se reúnen. Te darás cuenta de que, efectivamente, aquí todo es posible. Contemplarás el espíritu guerrero en acción. Esos escritores con los que conversas, te ríes, intercambias opiniones y compartes el camino de la creación literaria, llegaron a estas tierras antes que tú. Los motivos que los trajeron pueden haber sido muy diferentes a los tuyos. Pero el “sueño americano” tiene muchos significados y connotaciones, íntimos y personales, que por lo general difieren bastante –por no decir, diametralmente- del concepto común, tan extendido en tu país.
Compruebas que la idea de héroe no es, después de todo, tan descabellada. Esta gente se juega el pellejo entero por hacer realidad su propio sueño. Entonces escribe, se congrega, forma grupos, crea circuitos, organiza lecturas, abre micrófonos, invita al público, y ofrece su trabajo. Publica sus libros, participa en ferias, firma ejemplares. Algunos de ellos, además de escritores, son editores y promotores culturales; explotan su condición bilingüe para acceder a espacios cuyas puertas abren a recién llegados como tú. Sin darte cuenta, empiezas a formar parte de una comunidad. Aunque a veces no los entiendes cuando te hablan (tienen en común la misma lengua, pero no la manera de usarla), admiras el esfuerzo, la entrega y la dedicación de tus compañeros. Entiendes que provenir de Latinoamérica te concede un valor especial: los pueblos de tu zona del mundo están acostumbrados a luchar, a superar limitaciones sin límite, a ingeniar recursos donde no los hay, a conseguir resultados contra viento y marea. Los escritores hispanos en Nueva York no son la excepción.
Eres un escritor hispano, latinoamericano, latino. No estás para perder el tiempo en gentilicios. Lo que realmente importa es lo que llevas en la sangre y lo que quieres lograr. Nueva York y su idioma, su indiferencia e intolerancia, su racismo, su locura, su velocidad, no van a ser un obstáculo para ti. Tú vas a convertir todo ello en un vehículo para alcanzar tus objetivos. Para vivir de lo que te hace feliz.
Por paradójico que suene o parezca, si por casualidad vienes de Lima –como yo-, aprenderás que Nueva York tiene mucha similitud con la Ciudad de los Reyes. ¿No me crees? Date una vuelta por Manhattan y, si el permanente concurso de belleza que acontece a diario en sus calles, te permite mirar por un instante a otro lado, observa el tráfico. Sobre todo a los taxistas. Entonces comprenderás lo que estoy diciendo.
Igual que la capital del Perú, Nueva York tiene para los escritores hispanos aspectos que representan lo gris del cielo limeño. Pero a la vez tiene escondido en alguna parte el interruptor que encenderá tu sol personal y hará que su luz brille para ti. Sólo tienes que seguir el ejemplo de los que te antecedieron y encontrarlo con tu arrojo y talento.