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NO SER MÁS

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“Cada día nos despertamos ligeramente transformados. Y la persona que fuimos ayer ha muerto. ¿Por qué entonces decimos ‘ten miedo a la muerte’, cuando la muerte viene por nosotros todo el tiempo?”

-John Updike

 

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Siempre he tenido curiosidad respecto a la muerte. Al decir muerte me refiero al fin de la vida en la única forma en que la conocemos; el momento en que la maquinaria de carne y sangre se apaga y nos convertimos en un cenotafio de nuestra humanidad.

Me intriga aquello que se extingue tras el inmediato cese de nuestras funciones vitales –Alma, ánima, psique -, esa energía que se libera tras el largo y devastador sonido en el monitor cardiaco y que deja el cuerpo inerte, helado y distante de quien alguna vez fuera un pariente, un amigo, una esposa; de alguien que sonrió con nosotros, comió con nosotros y conversó con nosotros y que de pronto ya no es más que una manifestación de nuestra memoria. No es que le busque una explicación al fin de nuestra existencia, a la muerte no la cuestiono, tampoco le temo, pero me consterna por lo que es capaz de hacer, por lo que causa, por lo que le deja a los que seguimos vivos, cargando el dolor a cuestas, intentando olvidarnos de ella a pesar de que la cargamos día a día, y aguarda por nosotros a cada momento.

No hace mucho la tuve cerca, respirándome a la cara desde su invisible pero tan tangible fortaleza. Terminé conectado a un monitor cardíaco tras una terrible infección respiratoria que me obligó a mezclar todo tipo de pastillas e inyecciones que, de forma irreverente, mezclé luego con licor. La mañana del supuesto último día de mi vida desperté con una opresión dolorosa en el pecho que me hizo caminar, trastabillando, hasta la zona de emergencias de un policlínico en el cual una amable recepcionista detuvo a los demás enfermos para pedir que me atendieran de inmediato. Todas mis preguntas eran silenciadas por dos enfermeras que casi chocaban entre ellas tratando de salvar mi vida. Al ver el desfibrilador y el monitor cardíaco abriéndose paso en el estrecho lugar donde era atendido, comprendí que estaba en un terrible aprieto.

Estaba solo, tendido sobre esa cama, lejos de la gente que amaba, distante de haber cumplido los pequeños objetivos que había planteado para mi vida, con un libro de cuentos sin pena y sin gloria, distante de todas las novelas y crónicas que había pensado escribir. “Así que esto es todo”, pensé, mientras mis ojos recorrían el techo del lugar y el dolor parecía romper mi esternón y recordé el poema fúnebre del emperador Adriano, “Animula, vagula blandula / hospes comesques corpori…” (Pequeña alma, blanda y errante, huésped y compañera de mi cuerpo…), que leí en un libro de Youcenar. No soy creyente, así que no hice plegarias. Solo traté de evocar algunos momentos, que de pronto se vieron tan nítidos en mi memoria. Un enfermero sacó el teléfono celular de mi bolsillo y me pidió que le diera el nombre de alguien cercano. Ese día no morí, pero la dura experiencia lejos de asustarme me llenó de optimismo. Me sentí firme en mis convicciones: no me quebré ni le imploré piedad a ningún dios, confirmé quienes eran las personas que amaba porque pensé en ellas antes que en nadie más y, sobre todo, manejé con temple la proximidad de mi fin.

 

2

Tenía seis años cuando falleció mi abuela. Mi madre me había enseñado a decirle “mamita”, una palabra que nunca era pronunciada sin la carga de ternura correcta y que yo asociaba mucho a su presencia física. El rosto de mi abuela era triste, y  su cuerpo adelgazaba día tras día. Mi madre me llevaba a visitarla en las tardes, mientras ella se juntaba con sus hermanas para ver la novela y preparar el lonche en la casa donde toda la familia vivía junta. Yo entraba a la pequeña habitación del primer piso y mi abuela, echada en la cama, me extendía sus manos delgadas y reclinaba las piernas cobijadas bajo una manta para que yo pudiera jugar con mis carritos y hacerlos cruzar una ficticia montaña hecha de tela. A veces conversaba conmigo, pero no puedo recordar su voz ni sus palabras, solo su figura delgada y su mirada lánguida. Una tarde se la llevaron al hospital.

Mi madre me hacía llegar sus saludos y yo le mandaba a decir que la extrañaba y que esperaba que pronto estuviera en casa para seguir jugando. El día que falleció, yo me alistaba para la academia de natación y mi madre preparaba el desayuno. No teníamos teléfono en casa y el vecino de al lado, que si lo tenía y que nos lo había ofrecido para cualquier emergencia, le dijo a mi madre que la llamaban del hospital. Mamá dejó el estofado hirviendo y fue a atender la llamada. Segundos después la escuché gritar y salí a buscarla. La puerta de la casa vecina se abrió de par en par y la encontré de rodillas, con las manos juntas, llorando desconsolada y mirando al techo con el rostro descompuesto por la pena. El sol de febrero iluminaba todo en rededor, pero mi madre estaba ahí, llorando, en la oscuridad, como un animal herido en su cueva. Mi abuela no regresó nunca más a casa y no volví a jugar con ella. Pensé que quizá algún día mi madre también se iría y no regresaría nunca. Desde entonces intenté estar siempre cerca de ella.

Mi abuelo, en cambio, pidió que lo libraran del tumulto de enfermeras y malas comidas, y decidió morir en casa, doce años después de la partida de mi abuela. Era un tipo gruñón y licencioso, que vivía atormentado por los titulares de los periódicos chicha donde anunciaban el fin del mundo o una guerra nuclear. Tenía miedo, pero como muchos hombres hechos de la nada y sobrevivientes a duras penas, solía mostrarse duro. Muchas veces su miedo evidenciaba un peso terrible en su conciencia, que él solo tendría que ver cómo reparar o cargárselo a la tumba. Conmigo, sin embargo, hacía muestra de una paciencia y dedicación absoluta. Solíamos pasar las tardes cazando pichones con la carabina, o pegando figuritas en mis álbumes de ciencias e historia natural, los únicos que mi madre me dejaba coleccionar vaya uno a saber sus razones.

Cuando cumplí once años me enseñó los primeros acordes de guitarra, que a decir verdad eran los únicos que sabía (sin que ello le impidiera tocar tantas canciones sin desentonar) y, luego de que ingresé a la universidad, me dicto cátedra de “callao” (juego de dados) y a hacer seco y volteado en demasía. Fue esto último lo que complicó su salud y lo enfermó sin remedio. La gran vida no es eterna, y mi abuelo tuvo que internarse en el hospital mientras sus hijos escuchaban la sentencia. La última vez que lo vi con vida estaba echado en su cama, soportando el dolor del cáncer en su estómago con el estoicismo de un héroe mitológico. Me hablaba de la música de Pinglo y del fin del mundo que tanto había temido y que nunca llegaría a ver. La mañana siguiente uno de mis tíos nos dio la noticia. Fuimos con mi madre a su casa y cuando entramos a su habitación había un aire denso. El cuerpo de mi abuelo yacía echado, con una expresión de dolor en el rostro, la cabeza tirada hacía atrás rebasando la almohada, las manos engarrotadas por el inicio del rigor mortis. Vestía un bivirí, un short marrón y medias negras.

Mi madre pidió algodón y ropa. Miré su cuerpo desde la distancia. No encontraba en ese abandono de carne amoratada nada que me recordara a mi abuelo, solo tenía en frente un recipiente vacío. Mi abuelo no estaba ahí, no estaba ya en ningún sitio, salvo en mi memoria. Ya había visto cadáveres antes, pero era la primera vez que tenía frente a mí la envoltura carnal de alguien que había tenido un significado importante en mi vida. Un vacío se imponía entre ese cuerpo y el recuerdo del hombre que, con mala puntería, intentaba sin cansancio derribar un pichón y que con mucho esmero cogía la goma líquida con un palo de fósforo para pegarla sobre mi álbum. Ese vacío era la muerte.

 

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Mi madre murió tres días después de ingresar al hospital. No hacía mucho que había cumplido sesenta años, y había caído en un estado de depresión insostenible. Recuerdo cada minuto desde la mañana del día miércoles en que recibí la noticia en la oficina, hasta el instante en que echaron el último poco de tierra sobre su tumba y lloraba abrazado junto a mi hermano y a mi padre. Fue en el año de la muerte de mi abuelo cuando me enteré que mi madre padecía de la misma enfermedad que había destrozado a mi “mamita”. Fue también el año en el que le dijeron que sus riñones habían dejado de funcionar y que tenían que hacerle diálisis tres veces por semana.

Una amiga me dijo que el tiempo estimado de vida para los diabéticos con insuficiencia renal era de diez años, pero nunca conversamos de eso en casa. Mi madre había sido una mujer alegre, entusiasta, carismática, y una fiera cuando se trataba de cuidarme y de cuidar a mi hermano, pero tras el diagnóstico, año tras año, la vi demacrarse, enflaquecer, perderse lentamente en los miedos de una enfermedad desbordada que empezaba a empequeñecerla en cuerpo y mente hasta convertirla en un ratoncito asustado mirando los recovecos de cuarto del hospital, donde a menudo solíamos llevarla. Año tras año marqué una línea en mi corazón llevando la cuenta del tiempo que le restaba de vida, como el testigo de la pena de muerte que mira el reloj aguardando por clemencia.

Once años después de la muerte de mi abuelo entré en una habitación del hospital Rebagliati para ver el cuerpo de mi madre. Entre las imágenes que grabaron junto con el dolor está la del viento agitando las cortinas cerradas de par en par y el sol filtrándose entre ellas, iluminando por ratos el cuerpo de mi madre, cubierto por una manta blanca. Encontré a mi padre sentado al pie de la cama, en silencio. Fue la primera vez que estuve cerca, muy cerca de un cuerpo inerte. Sentí la piel fría, toqué sus yagas ya cicatrizadas, que tanto le habían dolido en vida y palpé el vacío que dejaba la ausencia de una de sus piernas bajo la sábana, la cual habían tenido que amputarle años atrás debido a una gangrena. El hospital era de pronto más frío que de costumbre, y todo resultaba distante. Un enfermero llegó al mediodía y movió con tosquedad el cuerpo de mi madre para llevarlo a la morgue, con el desdén rutinario de un tipo cansado de recoger lo que deja la muerte tras de sí. Empujé al tipo y le dije que yo me haría cargo El chirrido de la camilla que yo empujaba hacía eco por el pasadizo del piso once. Bajé por el ascensor hasta el sótano y en cada piso me topé con personas que desistieron de subir al ver el cadáver y optaron tan solo por santiguarse.

Luego todo pasó tan rápido: la capilla ardiente, las flores, el licor para adormecer la pena y mantener el desconcierto, el restallido del vidrio que cubría su ataúd mientras la velábamos de noche, la negativa de los vidrieros al día siguiente, para reparar el ataúd por respeto a la difunta, los abrazos inacabables y las palabras que parecían ser una sola asegurándome que contaba ya con un angelito en el cielo, así, en diminutivo, y luego los días de borrachera y descontrol, de hartazgo y descontrol, de rabia y descontrol. Hicimos tanto por tenerla cerca y la muerte sopló sobre mi madre como si de un castillo de naipes se tratara. Su cuerpo, sin embargo, a pesar de lucirme vacío, me reconfortaba. Su rostro, ligeramente hinchado, lucía calmo, como si estuviera durmiendo. Mirar su cadáver era como mirar una vieja fotografía sin tiempo ni lugar. Pronto se cumplirán seis años de su partida, y ya debo esforzarme para no olvidar su voz.

 

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Después de hacerme dos electrocardiogramas, el médico que me atendió me dio una severa reprimenda, también algunos consejos que solo he sabido aplicar a medias. Cuida tu corazón, me dijo, la próxima no lo cuentas. Y de repente imaginé lo que sería mi cuerpo inerte en medio de la desolación de unos cuantos enterados de que ya no estoy ahí, de que ya no soy yo, y mi yo, sabrá la ciencia, ha partido lejos o se ha desintegrado, o se ha unido a una fuente de energía mucho más vasta y caótica que la que nuestras limitadas mentes pueden imaginar. ¿Dónde yacerá la envoltura de mi naturaleza antes de quedar a tres metros bajo tierra? ¿Habrá un crucifijo y una capilla ardiente a pesar de mi férreo ateísmo? No imagino más nada. No gasto fuerza en vislumbrar un mundo tan oscuro como la sombra que la muerte traza al llevarse nuestra esencia.

Es natural que nos aferremos al cuerpo, a pesar de que, una vez muertos, el cuerpo ya no nos dice nada en absoluto y es la memoria la que debe hacer su trabajo, la que debe impedir la extinción de aquellos que tanto nos significaron en vida. No he podido, sin embargo, acostumbrarme a la idea de que una lápida reemplace la mejilla que alguna vez besé o la mano que alguna vez tomé, ni a sembrar flores temporales en un espacio donde reposan restos tan similares a muchos otros. Sin embargo sé que es la experiencia consciente de la muerte la que ha cambiado mi forma de ver las cosas y dejó atrás la inocencia con la que veía al mundo. Me alejó de la omnipotencia de la niñez, de la inmortalidad de la juventud. La experiencia del cuerpo vacío y de la ausencia me hizo pensar en la fragilidad de la existencia, en lo efímero del momento, pero sobre todo en la importancia del tiempo presente, de lo real, lo tangible, lo que verdaderamente me pertenece. Cada segundo goza de una belleza plena, cada respiro se me hace tan importante y el futuro no es más una obsesión sino un mero referente de mis acciones presentes.

Es cierto que la muerte trae consigo la tristeza inmediata, la pena profunda, la melancolía que se asienta con el tiempo. Pero son sentimientos necesarios para la introspección y el autoconocimiento, que es la única forma en la que creo que puedo llegar a existir a plenitud, continuar mi vida y aferrarme a ella con la certeza de que siempre se perderá lo que se quiere, pues esa es la regla de este mundo, hasta que finalmente me toque dejar el mismo vacío y encontrar algunas respuestas. La muerte es lo opuesto a todo, decía Susan Sontag. Tal vez la muerte sea en sí misma una respuesta.

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Luis Humberto Moreno Córdova (Lima 1979) Escritor, estudió Gestión de Recursos Humanos en la universidad de San Martín de Porres. Ha publicado su libro de cuentos "La horas imperfectas".

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Imponen multa de más de 600 mil soles a Clínica Delgado -Auna por filtrar historial médico de Shakira

Susalud indicó que vulneración de confidencialidad de datos de la artista colombiana configura como una “falta grave”.

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Tremenda multaza que le acaba de caer a la Clínica Delgado–Auna, la misma que en pandemia recibió una ola de críticas por el excesivo cobro de “garantías” cuando un paciente se quería hospitalizar por Covid-19, llegando a pagar hasta 60 mil soles, y que la misma era solo una fracción del monto total.

Sí, el karma existe, y ahora le tocó el turno a la mencionada clínica privada, luego que la Superintendencia Nacional de Salud (Susalud), entidad adscrita al Ministerio de Salud (Minsa) le impusiera una sanción administrativa equivalente a S/668,750 por filtrar información confidencial sobre la salud de la cantante colombiana Isabel Mebarak Ripoll, mejor conocida en el mundo artístico como ‘Shakira’, quien sufriera un malestar estomacal el pasado mes de febrero.

Como se recuerda, la cantante barranquillera ingreso de emergencia a la mencionada clínica luego de acusar un severo malestar estomacal que le impidió poder presentarse en la primera fecha de sus conciertos previstos en Lima. Horas después, personal que ya fue identificado por la propia clínica difundió parte de su historial clínico en las redes sociales. Ante ello, el centro de salud privado se pronunció sobre lo ocurrido, precisando que ya se había iniciado una “investigación exhaustiva”.

«Siempre hemos actuado con el máximo respeto por nuestros pacientes, su privacidad y cumpliendo con el marco normativo existente. El incidente ocurrido, en el que se filtró información confidencial de uno de nuestros pacientes, no representa en absoluto la ética profesional que rige nuestra institución. Lamentamos, profundamente lo sucedido y reiteramos nuestra tolerancia cero contra todo acto que vulnere la información personal de nuestros pacientes», indicó.

Más allá de las investigaciones iniciadas por la Clínica Delgado-Auna, Susalud mencionó que tal divulgación de datos representaba una “falta grave” y por ello ameritaba una sanción pecuniaria.

«Susalud enfatiza que, toda persona usuaria de los servicios de salud, independiente de su nacionalidad, seguro, y tipo de establecimiento donde se atienda, tiene derecho a ser atendido con pleno respeto de su dignidad e intimidad, con la garantía de la confidencialidad y protección de los datos referidos a su atención», se puede leer en el portal web de la institución.

Asimismo, recalcó que los centros médicos deben de proteger datos acerca del diagnóstico, tratamiento y condición médica de los pacientes, y que resaltó que esta información no puede ser revelada sin consentimiento previo, de su familiar responsable o representante legal.

«La garantía de este derecho tiene su amparo en la Constitución Política del Perú, la Ley General de Salud, así como la Ley que establece los derechos de las personas usuarias de los servicios de salud, que reconocen el derecho fundamental de toda persona a su dignidad, a la intimidad personal y familiar, así como, guardar la reserva de la información en salud», añadió.

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Nombramientos Irregulares en la UNSAAC: nepotismo y despilfarro de recursos públicos

El derrumbe institucional de la UNSAAC. Una historia que incluye a un familiar de la presidenta Dina Boluarte.

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La Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, otrora símbolo de sabiduría andina y resistencia intelectual, atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. Las paredes coloniales que la rodean ya no resguardan el espíritu crítico, sino los ecos de la indignación. Una federación estudiantil en pie de guerra, docentes que denuncian a gritos el desmoronamiento ético de su alma máter, y autoridades que —con el silencio como único argumento— se atrincheran tras resoluciones y formalismos.

La causa inmediata de esta crisis: el proceso de nombramiento de docentes contratados, amparado en la Ley N.º 32171, convertido en botín político y familiar. La ley, que buscaba regularizar a miles de docentes precarios, se ha transformado en Cusco en un instrumento para beneficiar a allegados, parientes y amigos de autoridades universitarias, bajo el manto cómplice de la burocracia y la opacidad.

El Rector Eleazar Crucinta Ugarte y la vicerrectora Paulina Taco han sido señalados públicamente por actos de presunto nepotismo. Más de seis artículos documentadas han encendido las alarmas. Mientras tanto, la comunidad estudiantil —en un acto que recuerda las viejas huelgas universitarias— tomó las instalaciones, exigiendo que las actividades se trasladen a la virtualidad, como si el problema pudiera esconderse tras una pantalla.

El caso más escandaloso, sin embargo, lo protagoniza la Escuela Profesional de Antropología. En un documento fechado el 26 de junio de 2025, los docentes de dicha escuela denuncian un proceso plagado de irregularidades: nombramientos sin sustento técnico, ampliación indiscriminada de plazas sin análisis de carga académica, y vínculos familiares que rozan el tráfico de influencias.

Entre los casos más indignantes figura el del director del Departamento Académico, Dr. Máximo Cama Tito, cuya esposa, Alejandra Tito Tica, aparece nombrada. Similar situación se presenta con el Antropólogo David Ugarte Vegacenteno, cuya hija —Luz Gabriela Ugarte Boluarte, sobrina de la presidenta de la República— figura entre las beneficiadas, pese a no cumplir con los requisitos de la ley. ¿Coincidencia? ¿Amnesia legal? ¿O simple impunidad disfrazada de meritocracia?

La evaluación de candidaturas parece haberse realizado con la ligereza de quien selecciona nombres al azar. Morvely Karen Núñez del Prado, declarada «apta», jamás figuró como docente contratada durante el semestre exigido por ley. Su inclusión en el listado revela la precariedad —y quizás la perversidad— de los criterios utilizados. En cualquier administración seria, este sería motivo suficiente para anular el proceso. En Cusco, sin embargo, todo sigue igual.

La Federación Universitaria del Cusco, en su oficio N.º 036-2024-FUC-SAG, ha denunciado incluso el pago de sueldos a docentes sin carga académica. Es decir, funcionarios que cobraban sin enseñar. Entre ellos, una vez más, la ya mencionada Luz Gabriela Ugarte Boluarte. ¿Quién autoriza estos pagos? ¿Quién los supervisa? ¿Quién los encubre?

Peor aún, el acuerdo firmado el 8 de mayo entre el rector y el Centro Federado de Estudiantes, donde se comprometía a priorizar la demanda real antes de los nombramientos, fue flagrantemente ignorado. No solo se incumple la palabra dada; se traiciona a una comunidad entera.

Para hablar de estos temas, nos comunicamos con el rector Eleazar Rucinta, pero hasta el cierre del artículo no tuvimos respuesta.

UNSAAC en cuidados intensivos

La UNSAAC está enferma. Y su enfermedad no es solo burocrática, sino moral. La corrupción, ese viejo mal peruano que se infiltra en los pasillos del poder como una hiedra venenosa, ha encontrado terreno fértil en la universidad más antigua del sur del país.

La pregunta ya no es si estas denuncias son ciertas —los documentos hablan por sí solos—, sino cuánto tiempo más la sociedad cusqueña y el Estado peruano permitirán que esta situación se prolongue. ¿Dónde están los organismos fiscalizadores? ¿Dónde está la Sunedu? ¿Dónde está la presidenta, cuya sobrina es parte del escándalo?

Urge una intervención que no sea decorativa. Una auditoría real. Un castigo ejemplar. Porque si dejamos que la UNSAAC se hunda, con ella se hundirá también una parte esencial de nuestra historia académica, de nuestro futuro colectivo. Y lo más terrible: no nos daremos ni cuenta.

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Cámaras inoperativas, vehículos de serenazgo en mal estado, equipos defectuosos, todo eso ha encontrado la Contraloría en 248 municipios

Inspección realizada en mayo por la Contraloría ha revelado que muchos gobiernos locales no cuentan con las medidas necesarias para vigilar sus jurisdicciones.

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Desprotegidos. La Contraloría General de la República realizó un operativo a 248 gobiernos locales durante los días del 8 al 14 de mayo, detectando severas deficiencias en los servicios de seguridad ciudadana. El operativo denominado “Servicios de seguridad ciudadana ejecutados por los gobiernos locales” arrojó que en todos eso municipios no existe un correcto funcionamiento en herramientas que deberían de ayudar al personal a combatir la delincuencia urbana.

Así, figuran 1553 cámaras de videovigilancia inoperativas (el 20 % de las 6144 instaladas), siendo las regiones más afectadas Arequipa (255), La Libertad (180) y Lima Provincias (153). Además, el 22 % de las cámaras no almacenan las grabaciones por el plazo mínimo de 45 días, como exige la norma, y el 86 % de las municipalidades no tiene un plan de mantenimiento para estos equipos.

Personal de serenazgo solo estaría viendo una pantalla negra todo el tiempo. Foto: Andina.

Respecto a los equipos de radiocomunicación, se detectaron 1054 unidades inoperativas (el 19 % del total) y se constató que el 32 % de las municipalidades no cuenta con un centro de telecomunicaciones para monitoreo y respuesta ante emergencias.

En cuanto al patrullaje municipal, 378 vehículos (el 14 % del total) están inoperativos, mientras que 34 gobiernos locales no realizan patrullaje conjunto con la Policía Nacional, lo que debilita la coordinación interinstitucional.

El personal de serenazgo también enfrenta condiciones precarias: el 63 % de las municipalidades supervisadas no les proporciona equipo de protección completo, y el 20 % solo les entrega equipamiento parcial, sin chalecos antibalas, rodilleras ni coderas.

De forma aún más crítica, seis municipalidades no cuentan con servicio de serenazgo ni con cámaras de videovigilancia, lo que refleja una ausencia total de presencia municipal en materia de seguridad.

Recomendaciones de la Contraloría

La Contraloría General ha comunicado los resultados del operativo a los titulares de los gobiernos locales visitados con la finalidad de que adopten las medidas preventivas y correctivas que contribuyan a optimizar la gestión de seguridad ciudadana que vienen desarrollando.

Asimismo, ha recomendado la elaboración e implementación obligatoria de planes objetivos específicos para el servicio de serenazgo en todos los gobiernos locales, alineados con directivas nacionales y bajo enfoque de gestión de riesgos. Esto permitirá optimizar el uso de recursos, fortalecer la capacidad operativa y mejorar la articulación del sistema de seguridad ciudadana.

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Caos en la Vía Expresa: Metropolitano colapsó otra vez

Más de 20 buses del Metropolitano quedaron varados en la Vía Expresa de Paseo de la República. Según la ATU, el incidente fue causado por un acto de vandalismo que puso en peligro a un conductor.

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Este lunes 30 de junio, Lima volvió a experimentar lo que para miles de ciudadanos ya no es una excepción, sino una lamentable rutina: el colapso del servicio del Metropolitano. Más de 20 buses quedaron varados durante horas en plena Vía Expresa, entre el Centro de Lima y San Isidro, dejando a cientos de pasajeros atrapados, molestos y sin respuestas claras.

Según la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), la causa de este nuevo episodio de caos fue un “acto de vandalismo” que afectó a uno de los conductores. Si bien el comunicado oficial señala que el servicio fue “restablecido”, la realidad es que no existen protocolos efectivos para enfrentar imprevistos, ni mucho menos un plan de contingencia que priorice a los usuarios.

La ATU se limitó a publicar en redes sociales: “Se ha superado el incidente”, como si con eso bastara para justificar horas de retraso y desorden en el servicio. Es inaceptable que un sistema de transporte que moviliza a miles de personas a diario dependa del azar, sin medidas preventivas ni capacidad de reacción frente a emergencias mínimas.

Como si fuera poco, la estación Naranjal del Metropolitano también sufrió bloqueos debido a manifestantes. Aunque finalmente se dispersaron con apoyo policial, el daño ya estaba hecho: más demoras, más caos, y más ciudadanos afectados.

La ATU parece olvidar que gestiona un servicio esencial para la vida diaria de la ciudad. La falta de inversión en infraestructura de respaldo, la carencia de información oportuna a los usuarios y la absoluta ausencia de un plan de manejo de crisis evidencian un sistema colapsado por la improvisación.

Los limeños no merecen más excusas ni comunicados vacíos. Necesitan un sistema de transporte urbano que funcione, que sea seguro, previsible y, sobre todo, respetuoso con su tiempo y su dignidad. Si la ATU no puede garantizar eso, entonces la pregunta es obligada: ¿para qué existe?

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TC determinó que demolición de muro en la plazuela de la iglesia San Francisco no vulneró ningún patrimonio

Máximo intérprete de la Constitución indicó que demolición de cerco perimétrico fue completamente legal.

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Se acabaron las barreras. El Tribunal Constitucional (TC) puso punto final a la controversia legal sobre la demolición del muro perimétrico que rodeaba la plazuela San Francisco, en el Cercado de Lima.

A través de una sentencia emitida esta semana, el colegiado declaró infundada la demanda de amparo presentada por la Provincia Franciscana de los Doce Apóstoles contra la Municipalidad Metropolitana de Lima y el Ministerio de Cultura (Mincul).

De acuerdo con el fallo, el muro, que fue construido en 1989 como medida de seguridad, no contaba con protección como patrimonio cultural, ni a nivel nacional ni internacional.

El fundamento 16 de la sentencia señala que la construcción original respondió a necesidades de seguridad durante la época del terrorismo y comercio ambulatorio en el Centro de Lima. «Esta situación ha variado […] ya no sería necesario», indicó el TC, respaldando el criterio municipal. 

Por el contrario, incluso la Unesco respaldó su demolición al considerar que no formaba parte de los elementos reconocidos como parte del valor universal excepcional del Centro Histórico de Lima.

El TC también precisó que la demolición, realizada por la comuna limeña en febrero de 2022, fue parte de un plan integral de recuperación y peatonalización del entorno monumental.

La decisión se sustentó en que el muro estaba levantado sobre un bien de propiedad pública y no generaba derechos adquiridos que impidieran su retiro.

En su sentencia, el tribunal descartó que la medida haya afectado la libertad religiosa o las actividades propias del convento y la iglesia San Francisco. Los magistrados señalaron que no se acreditó ninguna restricción al ingreso de fieles ni a las celebraciones litúrgicas.

Finalmente, el TC exhortó a la Municipalidad de Lima y a la comunidad franciscana a establecer mecanismos de coordinación para garantizar que los proyectos de mejoramiento urbano no interfieran con el normal desarrollo de las actividades religiosas.

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Hallan muerto a José Miguel Castro, exfuncionario clave del caso Susana Villarán

Degollaron al testigo clave que iba a declarar contra la ex alcaldesa Susana Villarán. PNP descarta suicido por la escena encontrada.

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Hoy, 29 de junio, la Policía Nacional del Perú halló sin vida a José Miguel Castro Gutiérrez, de 51 años, exgerente municipal de la gestión de Susana Villarán y testigo clave en el caso de financiamiento ilegal de campañas políticas en Lima. Castro fue encontrado en el baño de su domicilio, ubicado en la calle Madrid, distrito de Miraflores, con un profundo corte en el cuello de aproximadamente 14 centímetros.

Según el parte policial, al que este medio tuvo acceso, fue su padre, Julio Sergio Castro Gómez, de 81 años, quien halló el cuerpo alrededor de las 10:15 a. m. al ingresar a los servicios higiénicos del inmueble. Castro Gutiérrez había sido visto por última vez a las 10:00 p. m. del día anterior y se encontraba en pijama, tendido en el piso y con signos evidentes de sangrado.

Al lugar acudieron agentes policiales y personal del SAMU, quienes constataron la muerte. El paramédico Kenneth Encinas Panduro indicó que el cuerpo presentaba una herida cortante en el cuello. Además, se hallaron en la escena un cuchillo de cocina con mango de color negro, manchado de sangre, y otro cuchillo con mango de color rojo con similares características.

El hecho ocurre a pocas semanas de que Castro declarara nuevamente ante la Fiscalía en el marco del proceso que investiga la presunta recepción de aportes ilegales de Odebrecht y OAS a las campañas del «No a la revocatoria» y la reelección municipal de Villarán. La Fiscalía ya había incluido a Castro como colaborador eficaz.

La noticia ha generado conmoción y suspicacias en sectores políticos y de la opinión pública, dado el contexto judicial que enfrentaba. El Ministerio Público ha iniciado las diligencias correspondientes para esclarecer si se trató de un suicidio, como sugiere el informe preliminar, o si hay indicios de participación de terceros.

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NEO TV irrumpe en la televisión peruana: arte, análisis, cultura y política en una nueva señal

Una nueva propuesta televisiva.

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Una nueva forma de ver televisión ha llegado al Perú. Se trata de NEO TV, un canal diferente, audaz y necesario, que apuesta por contenidos de calidad, pensamiento crítico y conexión con lo esencial: el arte, la cultura, la información y el análisis profundo de la realidad.

NEO TV ya está disponible en múltiples plataformas de acceso nacional, incluyendo Win, Win Plus, TV 360 de Bitel, Zapping, Best Cable, Megatel, Bantel, Yotta TV y en señal abierta a través del canal 18.6 de la Televisión Digital Terrestre.



Bajo el lema “La nueva televisión ya está aquí”, NEO TV presenta una propuesta fresca y comprometida con el contexto actual del Perú, ofreciendo una programación diversa y de alta calidad, pensada para un público exigente, curioso y con ganas de ver más allá del entretenimiento vacío.

Estos son algunos de sus programas emblema:

• Tecnología y Negocios con Juan José Sandoval – los protagonistas de la innovación y el mundo empresarial comparten su visión.
• Ver para Crear con Luis Agusti – entrevistas íntimas con los artistas más importantes del país.
• Lima Gris – periodismo de investigación con la conducción de Edwin Cavello.
• Lo que es y no lo que parece con Ian Paredes – análisis político directo y sin concesiones.
• Hombro a Hombro – el entorno natural bajo la lupa: clima, mareas y sostenibilidad.
• El Ojo está en la Cabeza – una exploración del mundo a través de la fotografía.
• Viajando con Uchi Vargas – rutas y destinos que inspiran y conmueven.
• Al final del día con César Sánchez Torrealva – un late night con conversaciones inteligentes.
• Influencer de la semana con Milagros Salinas – un podcast fresco, con voces que importan.
• La homilía del Padre Arens – espiritualidad y reflexión en tiempos de cambio.

NEO TV no es solo un canal, es una declaración de principios. Es la respuesta a una audiencia que pide algo distinto. Es la televisión que pone en valor el contenido, el talento nacional y la mirada crítica sobre nuestro presente.


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Pronunciamiento de la Asociación de Bibliotecólogos del Perú ante el caos que reina en la BNP

Asociación muestra su “profunda preocupación” por la designación de personal sin experiencia dentro de la Biblioteca Nacional.

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Descompaginados. La reciente designación de Keila Miroslava Garrido Gonzales como directora de la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias ha ocasionado que la Asociación de Bibliotecólogos del Perú (ABP) dé un grito al cielo debido a que la mencionada funcionaria se especializa en criminología y no cuenta con experiencia comprobada en el área de bibliotecología.

Es así que la ABP viene señalando, mediante un pronunciamiento publicado en sus redes sociales, su “profunda preocupación y enérgico rechazo” a lo que sería una designación de una persona sin perfil idóneo para tan importante cargo dentro de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP).

“Hemos tomado conocimiento, con gran inquietud, la designación de la Sra. Keila Miroslava Garrido Gonzales en la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias y la Dirección de Gestión y Articulación de Bibliotecas. Es ALARMANTE que una funcionaria con una trayectoria profesional ajena al ámbito bibliotecario y cultural, especializada en criminología, ocupe puestos donde se necesita personal técnico con conocimiento del tema”, se lee en el pronunciamiento de hoy.

En efecto, según su perfil profesional, Keila Miroslava se dedica a la criminología, trabajando previamente para el Ministerio del Interior que en ese momento lo dirigía el exministro Vicente Romero.

Fuente: LinkedIn.

La ABP espera una pronta rectificación por el bienestar y correcto funcionamiento de la BNP, respetándose esta vez la meritocracia y la experiencia requerida.

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