Texto: José An. Montero / Fotos: Mario Mora
Hablamos del teatro que se lee con el dramaturgo y fotógrafo Luis Fernando de Julián (Madrid, 1977), uno de los autores más interesantes del teatro español contemporáneo.
Hoy amaneció tímidamente. La luz se cuela por la ventana de este café en el que hemos quedado con el dramaturgo Nani de Julián (Madrid, 1977). Las sillas todavía están perfectamente colocadas después de la noche de descanso. Montones de tazas limpias están preparadas para los clientes que irán llegando. Junto a nuestas tazas, la premiada ‘El estómago de la ballena’ y una de sus obras anteriores, ‘El filo de las mariposas’, en una nueva edición mexicana componen un bello y onírico orden sobre la mesa. A un lado, una barra metálica y maciza. Al lado contrario, una gran ventana de cristal que nos separa de los transeuntes.
La luz artificial trata de imponerse al sol que va tomando fuerza. Nosotros, como los demás personajes de la escena, marcamos nuestro «territorio propio». Hemos venido para hablar de teatro escrito. El resto de personajes son sólo murmullos hasta que terminemos esta conversación. Unas palabras que pueden parecer recientes, pero que tienen el poso del tiempo en cada coma, y en la que ni siquiera había café. Todo el decoradado estaba construido de palabras.
Comenzamos esta entrevista inspirándonos vagamente en ese «filo de las mariposas» con el que Nani de Julián ganó el II Certamen de Textos Teatrales «Cuenca a Escena», uno de tantos premios que acompañan a este autor teatral considerado una de las grandes voces emergentes del teatro español y que en apenas dos semanas se subirá a la tarima para impartir el taller Personajes que construyen III Jornadas de Formación Escénica Cuenca a Escena.
¿El público no suele considerar el texto teatral entre sus lecturas?
Lo que hay que hacer es invitar a la gente a que lea teatro y que descubran que el teatro se puede leer. Cuando tú vas a ver una obra de teatro, realmente estás viendo la interpretación que la dirección escénica ha hecho de ese texto. Es una maravilla, te llevas un buen regalo para los ojos, para los oídos, para las cosas que has sentido. Si tú estás en tu casa y accedes al texto y lo lees, interpretas tú y es otra obra distinta, no tiene nada que ver.
Apenas conocemos nombres de autores teatrales
Claro, es un poco nuestra forma de estar en el mundo, lo de «el teatro no se lee». Todos los dramaturgos y dramaturgas tenemos una pelea con que el teatro se tiene que leer. A los dramaturgos y dramaturgas actuales apenas los conoces, me podrías decir 2 ó 3 nombres, no más, y hay cientos.
Tampoco suele haber un espacio dedicado al teatro en las grandes librerías
En una librería normal no existe una sección de teatro y el poco que encuentras es hasta Lorca. De Shakespeare o Valle-Inclán puedes encontrar mucho, pero autores de ahora mismo, ni uno. En España se publica mucho teatro y hay varias editoriales, aunque suelen tener tiradas bajas.
¿Cómo trata el periodismo al teatro?
En mi opinión, lo que se tendría que hacer sobre todo es hacer un trabajo previo a lo que tú has visto. Haber leído el texto antes de verlo, hablar con el autor, hacer un seguimiento de la compañía, así cuando llegues a la obra, la vas a ver y profundizar de otra forma. Es importante también salir de las dos tendencias que imperan en el periodismo: ensalzar o destruir.
¿Hay poco teatro para jóvenes?
Ahí nos hemos dejado un vacío, hemos saltado del teatro infantil al teatro de adulto y al teatro juvenil no le estamos dando nada. Empieza a haber propuestas, también buenos proyectos, la Asociación de Autores de Teatro lleva ya bastantes ediciones publicando unos libritos, que son piezas breves de distintos autores contemporáneos que luego se llevan a institutos y se hace un encuentro con los autores y las autoras.
Hice un libro titulado Espinas teatro breve para jóvenes despiertos, en el que hay como 14 piezas breves destinadas a ese público juvenil, que muchas veces es un poco ambiguo, porque juvenil, ¿hasta dónde es? ¿18 años? ¿hasta 17, 19…? Yo hice una primera parte destinada a menores de 18 y luego 3 piezas más que estaban como en una transición hacia la vida adulta.
La fotografía, la educación y el teatro. ¿La Santa Trinidad de Nani de Julián?
Mi desarrollo vital y profesional ha sido ese, y ahí sigo. Empecé trabajando en el sector del ocio y tiempo libre, cuando era mucho más joven, y de ahí salté a la Educación social. He trabajado con menores tutelados, con tercera edad, ahora trabajo con diversidad intelectual. Al final, como tienes una preocupación por el otro, todo se contagia.
¿De dónde nace tu pasión por el teatro?
Cuando estaba en el instituto, tuve la gran suerte de tener una profesora de lengua y literatura que nos daba la optativa de teatro, y nos contagió su pasión. No era tanto montar una obra, sino todo lo que sucede en el proceso de montaje, todas esas vivencias. Me contagió y a partir de ahí, yo seguí.
¿Qué obra es concretamente la que te hace salir de la ballena y dedicarte a escribir teatro?
Yo pasé por cierto complejo de Jonás. En el año 99 estrené «Piezas del cielo y del infierno» y fue un petardazo. De repente salimos en prensa nacional, llamaban de la radio, incluso de televisión. Todo eso te da como un cierto vértigo, el decir «a la primera y ya estoy arriba». A mí eso me hizo retroceder, dar unos pasos para atrás. Entonces me quedé en un segundo plano para escribir y montar con mi compañía de amigos y movernos en festivales y tal, sin hacer mucho ruido. Hasta que llegó un momento en el que dices, «vamos a ver, espera un momento, este es mi demonio y este demonio me está restando energía y me está restando de hacer cosas, así que voy a vencerlo, voy a sacar hacia fuera mi teatro y lo que tenga que venir ya lo manejaré».
Cuando empiezas a escribir, ¿tienes en cuenta los costes de producción?
Yo personalmente no. Me pongo a escribir y no me paro a pensar si es posible o no. Ese debe ser un trabajo de la dirección escénica, cómo lo va a hacer. No puedes limitar tu creatividad.
Por ejemplo en «Blanco sobre blanco» partías de la imagen de una osa famélica en el Ártico y lo conviertes en una obra de teatro en la que no hay una osa de manera explícita.
No hay una actriz vestida de osa, pero sí está presente todo el tiempo. Esa forma de trabajar, tomar una imagen, porque nos funciona muy bien, porque estamos muy acostumbrados a ver imágenes, o por ejemplo, un titular, o lo que fuese que tenga relación con realidad, y a partir de ahí, ir sacando cosas. En un momento dado, viendo prensa, a mí me llama mucho la atención esa osa famélica. A partir de ahí dije: tengo que escribir algo con esto, no solo con la osa, sino con el problema del deshielo en el Ártico. A partir de ahí empiezas a trabajar para una obra dramática que se va a subir a un escenario.
¿Los premios son vitales para el autor teatral?
Creo que, de forma genérica, son interesantes en cuanto a que de repente es un apoyo, un impulso extra. Muchos dramaturgos y dramaturgas estamos en nuestras casas escribiendo solos y muchas veces no hay esa posibilidad de entrar en contacto con una compañía. Este sistema de concursos es buscarle un puerto a ese texto que estás escribiendo, y si es premiado, reconocido, finalista o se publica, es un empuje a seguir. Que ganes un premio no significa que sepas escribir. Coge ese impulso que te ha dado el premio y sigue trabajando.
Normalmente clasificamos a los escritores entre autores literarios y guionistas. ¿Dónde ubicamos a los dramaturgos?
Creo que es una cuestión individual de cada autor y cada autora. Creo que es lícito e interesante que esté todo, que esa construcción de dramaturgias que está hecha para un consumo inmediato, sin sentido peyorativo, y hay otras que están hechas y pensadas para permanecer en el tiempo. Es interesante que estén todas, cuanto más variedad tengamos mejor, es problema es cuando unas se comen todos los canales y las otras quedan muy ocultas. Entonces, los medios tienen mucha tendencia a fijarse en esas literaturas de consumo rápido. Eso es una cosa que también tenemos que trabajar y que concienciar.
¿Cuál es la personalidad de Nani de Julián escribiendo?
Yo no me suelo parar mucho a analizar mi estilo. Te puedo dar pinceladas. Me parece que siempre hay un compromiso social, siempre hay una ausencia de autocensura, siempre hay una búsqueda del reto para mí como escritor de hacer cosas distintas, que no se parezcan unas a otras. Puedo dar esas pinceladas, pero no sé decirte nada más, porque no dedico tiempo a analizarme.
¿Dejas que el lector/espectador complete muchas de las acciones?
Algún amigo autor de narrativa me dice que omito cosas para que las completen. Hago eso porque, cuando piensas en el subconsciente del lector o el espectador, imagino que tonto o tonta no es, por eso quiero que participe completando por sí mismo las escenas.
Nani de Julián será el profesor de dramaturgia del taller «Personajes que construyen» en las Jornadas Nacionales de Formación Escénica Cuenca a Escena, que se celebran del 4 al 7 de septiembre en la capital conquense.