Miguel Arribasplata Cabanillas es un autor peruano prolífico que ha publicado una veintena de libros, entre ellos Bajada de reyes, Tandal, La niña de nuestros ojos, y recientemente Santiago el Menor, que en palabras del crítico Ricardo Gonzáles Vigil dice lo siguiente: “Estamos ante una novela alimentada por los recuerdos más profundos, los del corazón infantil del hogar y el terruño, que resultará placenteramente inolvidable para el lector. Santiago el Menor se distingue por ser un cálido homenaje al padre (sin omitir sus defectos)”.
Lima Gris conversó con el también docente universitario sobre sus impresiones, y su obra.
Tú fuiste un niño del campo en San Pablo-Cajamarca. Cuéntanos tu experiencia como arriero.
Yo empecé a ser arriero porque mi padre compraba ganado, y a mí me gustaba montar a caballo; él era jinete y yo le acompañaba al campo, para mí era la gloria montar a caballo. Y cuando gané cierta experiencia como arriero yo andaba con mi block marca Loro y apuntaba ahí los cuentos que me contaban las señoras, y eso me gustaba.
Sin duda la gente del campo tiene mucha posibilidad de ingresar al mundo de las letras
Es que en Cajamarca hay grandes narradores. La oralidad es una tradición normal allí, aunque pocos son los que escriben, porque más pesa la tradición oral, y es muy fluida. Los campesinos cuando labran la tierra se van en pura broma, canciones, moralejas, y el contrapunto sobre todo. En primer año de primaria practicábamos el contrapunto entre compañeros, desde ahí aprendí a dar discursos. Y de paso mi hermano estudiaba en la universidad de Trujillo, y cuando venía de vacaciones traía libros, mi padre también compraba libros, y mi madre cuando estaba embarazada, con tres meses de anticipación se iba a la cama para dar a luz, y allí nos leía varios relatos,
Hablemos de Santiago el Menor, tu nueva novela que habla de las peripecias de un niño arriero ¿Cómo la gestaste?
Cuando terminé mi novela Obdulia de los alisos, dejé un capitulo, que era sobre la vida infantil de la protagonista, y desde el año ochenta y nueve iba pensando; entonces dije, esta debe ser novela. Pero cuando leí Paco Yunque me dio mucha tristeza, porque es un cuento muy fuerte para niños. Y a pesar de estar muy bien escrito, su lectura me pareció muy terrible para los niños, pero cuando leí El retoño, de Julián Huanay me gustó. Después de eso surgieron algunos cuentistas y narradores que me parecieron muy edulcorados, con niños sobreprotegidos, y muy tristes, demasiado dependientes y pegados a la naturaleza; eso me pareció que no era el verdadero Perú de los niños y los jóvenes.
Me contaste que tu padre también era gran lector
Mi padre también era un gran narrador; él ha sido un líder en Cajamarca. Mi padre me contaba las historias de la guerra con Ecuador, siempre cantaba pasillos y rancheras cuando montaba a caballo, y cuando tomaba sus copas era un hombre muy alegre.
Es habitual escribir sobre la figura paterna, pero hay muchos reparos en algunos escritores que suelen ser muy cuidadosos, A tú padre lo pintas con todas sus virtudes, y con todos sus defectos
Así era la vida del habitante del campo. Mi padre era un gran líder, y por sus reuniones sociales tenía que beber; además era un gran lector. Él era un hombre muy culto, incluso se fue a Europa por cuarenta días, y cuando regresó lo hizo con su Quijote bajo el brazo, ya cuando vino a Lima se hizo amigo de Eleodoro Vargas Vicuña, y Mario Florián, y así dejó escrita su novela “Memorias de un soldado en la guerra con el Ecuador” que la presentó el propio Florián, justamente en esa época Vargas Vicuña publicó un artículo sobre él en El Comercio. Incluso yo he vuelto a recrear todo lo que él ha escrito en su novela; yo diría que he plagiado grandes pasajes de su novela; porque mi padre fue un hombre muy honesto, y justiciero sobre todo.
Cuando saliste del campo y llegaste a la capital viviste un gran cambio, e incluso te confeccionaron un terno para que llegues a la ciudad
Sí, eso del terno tiene algo muy curioso. Cuando yo terminé el quinto año de secundaria recuerdo que llevábamos ganado a Chilete para embarcarlo en el tren, e irnos luego a San Pedro de Lloc. Ahí fue que mi padre me dijo que tenía que irme a estudiar a Lima y mandó a que me confeccionen un terno. Y cuando tuve puesto el terno frente a la estación de tren, noté que se acabó mi mundo y que empezaba otro mundo; entonces dejé de ser arriero, y el terno ya era un compromiso intelectual para mí, y ya no de correrías entre el ganado.
¿Cómo cambió tu rutina en tu etapa de estudiante universitario?
En cuanto llegué yo supe que quería ser escritor, incluso desde la secundaria, desde que leí el libro de las fábulas de Esopo que nos trajo la maestra Maruja Chávarry Alfaro. En el primer año de la universidad de la Cantuta fui alumno de Oswaldo Reynoso; yo diría que él en muy buena parte me ha formado, junto con un poeta proletario Víctor Mazzi Trujillo, ellos han sido mis grandes maestros, y en disciplina me formó Emilio Rojas Sáenz, prácticamente ellos tres me formaron.
También fuiste testigo de tertulias literarias
Claro. Considero que otra parte de mi formación fue en el bar Palermo; yo ahí visitaba y apuntaba grandes conversaciones de los escritores.
¿A qué veteranos viste en el Palermo?
He visto varias veces a Martin Adán, pero nunca pude acercarme a él porque siempre estaba en una mesa exclusiva, incluso vi a Juan Gonzalo Rose. Allí en el Palermo es donde más aprendí.
¿Quisiste ser poeta?
Sí, yo primero quise ser poeta, porque escribía poesía desde la escuela, pero como vi que habían muchos poetas, luego quise ser narrador; pero Víctor Mazzi me dijo: “Tú no sirves para narrador porque muy duro eres”, y así me fui picón a mi cuarto de internado en La Cantuta y me puse a leer la biografía de Julio Ramón Ribeyro, y de MVLL, y me pregunte: ¿qué tienen estos escritores que yo no tenga? ellos tienen ojos…pero yo también tengo ojos; y me puse a leer mucho, pero no me gustaba la literatura peruana, entonces, me puse a leer literatura europea que para mí fue una revelación, y cuando repasé la literatura peruana ya me pareció más fácil; aunque el único autor que hasta la fecha le tengo mucho respeto es a César Vallejo en poesía, y en narrativa a Vargas Llosa.
En ese sentido ¿Qué limitaciones observas en los escritores peruanos?
Los escritores peruanos no reflejan los grandes dramas del Perú, y solo se van por una tangente, y enmarcan con asuntos de amor, algo melodramático y simple. Eso es todo, y no tocan la fibra del Perú como problema y posibilidad, como decía Basadre.
Justamente sobre ese tema, tienes una novela publicada en 2010 que ha sido muy exitosa, me refiero a “La niña de nuestros ojos” y algunos entendidos opinan que refleja realmente el terrorismo en Perú.
Esa novela es fruto de una gran investigación, además de muchas vivencias; por ejemplo, en este asunto de la guerra interna, casi siempre se tratan los temas amorosos, y no incluyen a los verdaderos protagonistas del drama, a los guerrilleros, o a los campesinos que solamente los presentan como víctimas, y a Sendero que solamente lo ven como el terror, y no ponen cómo ese partido se moviliza por sus ideas; además, en las novelas que se han escrito no participan los propios militantes.
¿Acaso das a entender que los subversivos tienen un lado humano?
Esa guerra ha sido dirigida por un partido, y en la ficción ese partido no ha sido el verdadero protagonista en aquellas novelas; simplemente lo hacen aparecer como algo fantasmagórico, y terrible. Yo en mi novela he puesto los cuadros políticos de esa guerra, también con un fondo humano, porque ellos también aman, y se preocupan.
Entonces ¿ha sido un simple temor de aquellos autores, o un desconocimiento del tema?
Es su simple concepción del mundo, ellos lo ven así. Y únicamente se basan en el statu quo. Mi novela tiene un leguaje político, un lenguaje de ellos, de los militantes con sus problemas, sus dudas, y desaciertos. Pero mi novela también ha sido completamente silenciada, y nadie me ha querido entrevistar, y fíjate que ya está en su tercera edición.
Dijiste que fuiste alumno de Oswaldo Reynoso ¿Cómo lo definirías a él?
Él fue un escritor que decía sus verdades y no callaba nada. También fue muy generoso al alentar a los escritores jóvenes; muchas cosas le debo a él. Recuerdo que cuando le enseñé el borrador de “La niña de nuestros ojos” él me dijo: “esta novela va a ser buena, el problema es si podrás resistir el ritmo y la gran tensión que tienes”.
¿Y sobre Miguel Gutiérrez?
Con Miguel Gutiérrez también he tenido grandes conversaciones; precisamente, él me hizo varias observaciones a “La niña de nuestros ojos”, y gracias a esas observaciones yo pulí bastante la novela, y le gustó leerla.
Miguel Arribasplata. Foto: Luis Felipe Alpaca.
¿Qué tanto reescribes o corriges tus textos?
Para escribir yo me preparo con tiempo, y voy paseando en mi mente las escenas; también voy leyendo grandes libros. Necesariamente leo la Biblia, a Vallejo, Shakespeare, Hemingway, y Rulfo. Así voy releyendo, y siento que me estoy preparando. Después de eso ya recurro a mi memoria. Fui dirigente estudiantil, y siempre me ha gustado la polémica; por eso, cuando hago los diálogos que es lo más difícil en la novela, los trabajo muy bien. Eso lo aprendí de Hemingway, y de Vargas Llosa.
Volviendo a Santiago el Menor, es una novela hilarante y divertida, algo interesante dentro de un drama
Es que así es el campesino norteño; así es el campesino peruano, no sé por qué los autores se empecinan en poner a niños tristes, pues no, así no son los niños del campo. ¿Acaso te imaginas a un niño arriero triste? Y que no se emocione con el canto de los pajarillos, con la buena lluvia que cae, o con la ganancia de la venta del ganado.
Probablemente siempre es reflejo del autor. Si él es sombrío, saldrá algo sombrío, y si él es divertido, saldrá algo divertido
No; así es la tradición norteña, alegre. En todo sitio el campesino es alegre, mira sus fiestas; en el campo se divierten más que nosotros. Por eso yo a Santiago el Menor la concebí así, porque otras narraciones me parecían muy tristes; El lazarillo de Tormes fue mi inspiración, y también La vida del Buscón, casi toda la novela picaresca me encantó, porque así es el campesino cajamarquino; por eso lo planifiqué para que sea universal.
Ahora eres un catedrático universitario ¿el estudiante actual se interesa por la literatura?
Hoy es muy difícil encontrar alumnos que atiendan la clase, pero hay uno, o dos, que lo hacen por todo el salón; y entre los cuarenta alumnos, ellos son muy buenos estudiantes, y los respetan en la clase, y nunca les hacen bullying. Por ejemplo, acabo de tener una alumna que escribe poesía, apenas tiene dieciocho años, y ya va a publicar su libro. Marcos Martos me dijo que ella le hacía recordar a María Emilia Cornejo en su tiempo.
Tienes una veintena de títulos de distintos géneros ¿Con qué te identificas más, acaso narrativa, ensayo, o investigación?
Todos esos trabajos conducen al gran rio que es la novela. Yo hago un gran ejercicio para prepararme para escribir narrativa, tengo una pasión por aquello, alguna vez comentábamos eso con Miguel Gutiérrez, y con Julián Pérez que es un gran narrador. Ellos me ayudaron bastante a adelantarme en el proceso narrativo. Los otros géneros me gustan, pero son trabajos menores. Para mí, la mayor responsabilidad está en escribir literatura, la novela es toda la pasión.
Actualmente en nuestro medio se publican cientos de libros, aunque los periódicos dan tribuna solo a algunos escritores ¿Qué opinas de los amiguismos, y compadrazgos?
Hay un círculo bien cerrado, y de compadrazgos; y como es más fácil publicar, ya no hay un compromiso con la lectura. Los nuevos escritores no se preparan leyendo. Julián Pérez es un escritor de rigor, porque lee constantemente, y por eso es profundo y sabe mantener su ritmo, pero lo medios no comentan mucho sobre él en la forma como lo hacen con otros autores. Hay un autor Daniel Alarcón que por vivir en Estados Unidos ya es famoso aquí en Perú, y sin embargo, su literatura es completamente floja y banal, pero como está en el extranjero hay que rendirle culto. La crítica dice que el Perú está bien retratado en su obra, pero yo no veo nada en ella.
Cambiando de tema ¿Por qué la educación no despega en nuestro país?
El asunto es que los especialistas no ven a la educación como un problema, y quizás les conviene que todo siga así. El problema es que no se ocupan de la educación realmente. Hasta el día de hoy no ha cambiado nada, a los maestros en vez de capacitarlos, solo los tienen con informes diarios, y además tienen un salario de hambre. Hay colegios que tienen diecisiete cursos en primaria, esos colegios saturan a los niños y los vuelven imbéciles, y no les dan tiempo para pensar, ni para leer un libro completo. Yo tengo hijos que en el colegio llevan esos diecisiete cursos. Ya perdí a mis hijos, ellos ya no son seres humanos, ahora son robots. Mi hijo leía El Quijote, y a Basadre, pero ahora que está en colegio privado ya no lee porque no tiene tiempo, y se ha vuelto irascible porque anda estresado.
Para terminar ¿Qué proyectos?
Por ahora ya no voy a escribir. Ahora tengo que leer, y mi gran proyecto es leer a Proust, y a Joyce otra vez.