Escribe Fernando Bogado
En el discurso de asunción que dio el actual presidente argentino, Mauricio Macri, el 10 de diciembre de 2015 ante la Asamblea Legislativa en el Congreso de la Nación, fijo tres puntos por los cuales su gestión debía ser evaluada al llegar a los cuatro años impuestos por la Constitución. En la página de la Casa Rosada (casarosada.org) se puede leer el extracto en cuestión: “La mayoría de los argentinos que votó por nuestra propuesta fue basada (sic) en tres ideas centrales: ellas son pobreza cero, derrotar el narcotráfico y unir a los argentinos”. Tres ideas que establecen tres ejes: el socioeconómico, el referente a la seguridad y el ideológico.
A pocos meses de un nuevo sufragio en la Argentina, salvo que ocurran uno de esos milagros imposibles que parece que han sido la piedra basal del proyecto político macrista, el presidente no estaría pudiendo cumplir cabalmente con ninguno de estos objetivos. Las excusas circulan, sí: que cuatro años no son suficientes; que la meta ha sido puesta, pero que cuesta alcanzarla; que el punto de partida era más complicado del que se creía. Excusas de un empresario que pasó a la gestión pública creyendo que podía solucionar problemas estructurales con un ejercicio del discurso vacío de los departamentos de Recursos Humanos de las empresas, apuntando a la corrupción de la gestión anterior como principal impedimento y mintiendo o no teniendo una idea clara de lo que está sucediendo en el país. Vayamos a analizar cada uno de los ejes para explicar por qué decimos esto.
En lo que se refiere a la cuestión de seguridad, la así llamada “lucha por el narcotráfico” puso en escena a la Ministra Patricia Bullrich, y a un discurso que apela a la idea de que es el consumo de drogas una de las principales causas de diversos hechos delictivos. Este tipo de insistencia viene sirviéndole a Macri desde su gestión como Jefe de la Ciudad de Buenos Aires, ya que habilita a la creación de un clima social en donde el reclamo de “más policías en las calles” impera. Así, en diversos puntos de la Provincia de Buenos Aires con gestión del PRO, además de la presencia de la Policía Federal, de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y hasta de Gendarmería, se han creado fuerzas especiales dentro de algunos municipios. Parece que los números cierran, sin embargo: según el último informe del Ministerio de Seguridad, que corresponde al año 2017, los homicidios dolosos bajaron a la tasa de 5.2 cada 100.000 habitantes.
También hubo una reducción del 7% en los robos contra la propiedad cada 100.000 habitantes. Pero, como contrapartida, hablamos del mismo país en donde se impuso la infame “doctrina Chocobar”, la cual lleva el nombre del agente de policía que abatió por la espalda, en diciembre de 2017, a un joven de 18 años que acababa de apuñalar y robarle la cámara a un turista norteamericano en el barrio de La Boca. Sumado, claro, a los operativos represivos en las marchas que se han llevado adelante desde la asunción de Macri, bien podríamos decir que la multitud de fuerzas policiales puestas en las calles, la idea de “mayor seguridad” o hasta de “lucha contra el narcotráfico” (elegante disfraz del encarcelamiento de miembros de baja posición jerárquica en las redes de tráfico) permite justificar la coacción directa sobre la sociedad civil.
Parece una fórmula pesadillesca de la política neoliberal llevada a su más terrible realidad: a mayor fuerzas de seguridad, mayor inseguridad económica de la población. Mientras se escribe este artículo (15 de febrero de 2019), han aparecido los números de la inflación de enero de 2019: 2,9%. El número se suma a la noticia proporcionada también por el INDEC de que la inflación interanual llegaría al terrible número de un 49,3% de incremento, el mayor índice desde enero de 1992. La meta de bajar la inflación, parte del primero de los tres objetivos de Macri (bajar la pobreza), se convierte en una tarea imposible. En el 2018, la tasa cambiaria, cuya idea era la de ser controlada gracias a la injerencia del FMI (organismo que no sólo volvió a tener peso en la economía argentina, sino que hasta dejó un “representante” con una oficina en el Banco Central, el jamaiquino Trevor Alleynde), explotó a mediados de año, con corridas cambiarias que dejaron el dólar a un valor de casi 40 pesos argentinos.
Una depreciación de la moneda nacional que se llevó por encima a varias figuras claves de las finanzas del macrismo, entre ellas, dos presidentes del Banco Central, Federico Sturzenegger (junio 2018) y Luis Caputo (septiembre 2018). Antes de la salida de los nuevos números de la inflación, Macri declaró en una radio de la provincia de San Luis que la inflación estaba bajando, quedando muy mal parado luego de la comunicación de los números oficiales. Con una canasta básica cada vez más cara, sueldos que no alcanzan para mantener un nivel de vida medianamente coherente y ajustes al sistema previsional que amenazan directamente a un sector que sostiene los índices de consumo, como es el de los jubilados y pensionados, los proyecciones apuntan a un aumento de la pobreza difícil de contrarrestar.
En términos ideológicos, el macrismo siempre ha sido proclive a una idea en torno a la política que inunda el panorama americano. La concepción de que la vida del Estado va a ser mejor si no está “contaminada” por figuras de larga trayectoria en el mundo político, uno de los principales resortes de la llegada de empresarios como Mauricio Macri o Donald Trump al primer lugar dentro de los poderes ejecutivos de sus respectivos países. El macrismo opera por oposición (la “pesada herencia” de la que cuesta separarse), tratando de “unir” a los argentinos y así dejar atrás la mentada “grieta” instalada en el pueblo, como si la política fuese el arte de disolver diferencias, en lugar de remarcarlas. El vaciamiento de la política “tradicional” es la transformación de ese plano de la actividad humana en mera administración, control y regulación del pueblo, no su desarrollo y emancipación. Más policías y menos plata para la mayoría. Eso, Macri y sus clones, creen que es la utopía política. Cuando debería ser exactamente al revés.
(Publicado en la revista impresa Lima Gris número 16)