Cultura
Más chanchadas en el Ministerio de Cultura
Llegó al Ministerio de Cultura con la ayuda de los caviares, pero luego de 90 días la incapacidad de Gisela Ortiz demuestra que solo llegó al cargo para ocultar denuncias de presunta corrupción. Mientras tanto, el MINCUL sigue siendo un holograma en la avenida Javier Prado.

Con la llegada de Gisela Ortiz al Ministerio de Cultura nada ha cambiado. La actual ministra no solo ignora lo que se debe hacer en ese ministerio, también ha permitido que actos de presunta corrupción y atentados contra nuestro patrimonio cultural queden impunes. A pesar de tener conocimiento de lo mencionado, ella prefiere mirar a un costado. Una actitud que parece ser aplaudida desde la PCM y Palacio de Gobierno.
Aquí detallaremos dos casos documentados que son de conocimiento de la propia ministra de Cultura, pero que a pesar de tener la documentación en su despacho se hace de la vista gorda. El presidente Pedro Castillo debe entender que un ministro también esta para luchar contra la corrupción y no para proteger a los corruptos. Basta de Richard Swing y de personajes como Bruno Pacheco que pululan en las diferentes instituciones del Ejecutivo. Si no luchas contra la corrupción, eres parte de ella.

Proyecto Qhapap Ñan y los malos manejos
La primera denuncia de presunta corrupción tiene que ver con los funcionarios del Proyecto Qhapaq Ñan y el Complejo Arqueológico de Huaycán en Cieneguilla. El informe N° 0002-2021-VMPCIC-JACF/MC del 14 de octubre pasado se detalla la inspección que se hizo al Centro Arqueológico antes mencionado, y donde se revela las condiciones en que se encuentra una obra realizada por la empresa Siza Constructores Consultores. La mencionada obra, se trata del Servicio de Acondicionamiento del Circuito para personas visitantes con discapacidad en el Complejo Arqueológico de Huaycán de Cieneguilla.

La gran sorpresa es que mediante la inspección se conoció que la obra recién realizada cuenta con más de «100 rajaduras en las estructuras de cemento que sostienen las barandas de dicho circuito así como la madera usada en las barandas del mismo, presenta rajaduras y la pintura aplicada a ésta se está encostrando, además el piso de dicho circuito, también presenta rajaduras profundas». En otra palabras, la obra podría ser considerada un fraude.


En el informe que realizó el ex funcionario Jorge Calero Flores, también se señala que la inspección causó molestia a otros funcionarios. Es decir, tomaron la inspección como un acto agresivo. Algo totalmente absurdo, porque toda inspección de cualquier obra del Ministerio de Cultura es y siempre será un acto de transparencia.
La obra que realizó la empresa Siza Constructores Consultores mediante la constancia de
conformidad del servicio Nº 04452-2021 emitida por la secretaria técnica del proyecto Qhapaq Ñan, referente al servicio RGS Nº 240-2021, costo un total de S/ 200.000 mil soles. Una gran cantidad de dinero solo para acondicionar un pequeño tramo del circuito para los visitantes con discapacidad. Lo que es totalmente inaceptable es que luego de apenas 45 días de entregada la obra, esta se encuentre con más de 100 rajaduras en las estructuras de cemento y en las barandas.
En este presunto acto de corrupción, no solo la ministra debe dar la cara, también funcionarios como el señor Diego Pajares Andonayre. El informe completo es claro, pero a pesar que el informe fue entregado a la ministra Gisela Ortiz por la ex viceministra Claudia Ruiz, la actual titular del MINCUL no hizo absolutamente nada.
La ex viceministra Claudia Ruiz también nos mencionó que el informe se lo entregó a la Oficina de Control Institucional (OCI) del Ministerio de Cultura. Lamentablemente la OCI hizo lo que mejor sabe hacer: callar.
Pero lo increíble de esta es historia, es que el ex funcionario Jorge Calero Flores, a cargo de la inspección que evidenció la presunta corrupción, denunció el caso personalmente a la oficina principal de la Contraloría General de la República, encabezada por el señor Nelson Shack. Contraloría demoró y no atendió correctamente la denuncia, a pesar que el ex trabajador solicitó protección.
En el punto nueve del informe entregado a la ministra de Cultura Gisela Ortiz, claramente el ex funcionario que evidenció la presunta corrupción en el Proyecto Qhapaq Ñan, señala que: «Haber realizado el hallazgo de los posibles hechos punibles administrativamente y judicialmente, estoy siendo objeto de marginación, racismo, xenofobia y coactado». Al final, la acción de la ministra fue sacar del ministerio de Cultura a la Viceministra Claudia Ruiz y al asesor Jorge Calero Flores.
Increíblemente la ministra terminó blindando el presunto acto de corrupción, la OCI hizo lo mismo y el Contralor Nelson Shack no le dio mayor importancia. ¿Para esto la Premier Mirtha Vasquez y Verónika Mendoza colocó a su gente en el Ministerio de Cultura?

Irregularidades en la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco
El segundo caso del cual tiene conocimiento la ministra Gisela Ortiz, es lo que viene sucediendo en la ciudad del Cusco, y toda la información que le llegó a su oficina fue enviada por la Comisión de Juristas contra la Corrupción y por la Defensa Social, representada por su Presidente el Abog. Heraclio José Cereceda Vergara, quien solicitó la reorganización del Ministerio de Cultura de Cusco, mediante un documento consistente en ocho folios presentado por mesa de partes virtual el 25 de noviembre de este año con número de Expediente 01128663-2021. ¿Qué hizo la ministra Gisela Ortiz Perea? pues lo que mejor sabe hacer: blindar irregularidades y presuntos actos de corrupción.
La petición de los Juristas contra la Corrupción se sustenta en hechos administrativos irregulares realizados en gestiones anteriores en la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, los mismos que se configuran en la comisión de faltas administrativas e Ilícitos Penales, que denuncian en dicho documento entre ellos encontramos:
Un sobre dimensionamiento de 2830 funcionarios, trabajadores y obreros, que genera egresos económicos altos, en agravio del Ministerio de Cultura-Cusco (DDC-CUS/MC), considerando que esta cantidad de servidores es excesiva para una Dirección regional del ministerio de cultura sobre dimensionamiento que supera en un millar a la propia sede del Ministerio de Cultura en Lima.

Además, el documento incluye los nombres de los servidores del Ministerio de Cultura que tienen vínculos familiares lo cual está prohibido por ley. En dicha denuncia interpuesta en la solicitud de reorganización del Ministerio de Cultura de Cusco figuran 108 servidores que tienen el vínculo familiar de primer grado al ser hermanos, vulnerando la ley N° 27588 y su reglamento aprobado por Decreto Supremo. N° 019-2002-PCM.
Aquí la Comisión de Juristas contra la corrupción le envió todo servido a la ministra de Cultura, un informe completo de la actual situación en las oficinas de cultura en la ciudad imperial, pero esto tampoco tuvo respuesta. ¿Qué hizo con el informe la ministra Gisela Ortiz? Imaginamos que ni siquiera lo leyó. Lamentable.

A pesar de su evidente incapacidad para ocupar el cargo de ministra, Gisela Ortiz pretende empernarse en el cargo. Pero ella no esta sola, desde sus propias trincheras Mirtha Vásquez, Verónika Mendoza y otros caviares que tanto daño le han hecho al país, pretender convencer al presidente Pedro Castillo, que la ratifique en el cargo.
¿El presidente Castillo tendrá los pantalones para enfrentarse a los caviares? Eso lo sabremos en unos días en la conformación del nuevo gabinete. Mientas tanto, esperamos sentamos que la ministra nos acepte una entrevista que hemos solicitado hace días a su jefe de prensa.
Cultura
Líneas de Nasca: Jois Mantilla advierte intereses económicos tras resolución del Ministerio de Cultura
El investigador y periodista denuncia que se intenta desproteger áreas con valioso patrimonio arqueológico para favorecer la expansión minera. La norma ha sido suspendida, pero el riesgo sigue latente. Aquí la entrevista.

En una entrevista contundente, el periodista e investigador Jois Mantilla lanzó duras críticas contra el Ministerio de Cultura por la reciente resolución viceministerial que pretendía modificar los límites de protección de las Líneas de Nasca, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Según Mantilla, se trató de un “despropósito movido por intereses económicos y políticos”, disfrazado de una medida técnica para “sincerar” el polígono de protección.
“Fue una tremenda torpeza. Primero sacan la norma, luego esperan el escándalo, y recién ahí retroceden. Así funcionan los gobiernos llenos de ineptos”, sentenció Mantilla. La medida publicada el 28 de mayo fue parcialmente suspendida días después, pero el periodista advirtió que se trata solo de una pausa estratégica: “Van a insistir, ahora con otro lenguaje, aparentando apertura”.
Uno de los puntos más graves señalados por Mantilla es que no hubo ninguna consulta previa ni con arqueólogos ni con autoridades locales. “Ni el alcalde provincial fue informado. Y lo más grave: ni siquiera el Colegio de Arqueólogos fue convocado”, denunció.
El ministro de Cultura intentó justificar la medida afirmando que el área es más grande que Tumbes y que el perímetro excluido no contiene restos arqueológicos. Pero Mantilla desmintió tajantemente esas afirmaciones: “Eso es mentira. No hay estudios que lo respalden. Lo que hay son intereses mineros. Hay hasta una funcionaria con vínculos familiares con empresas que ya estaban pidiendo concesiones en la zona”.
Además, Mantilla reveló que muchas de las nuevas figuras descubiertas por la Universidad japonesa de Yamagata —más de 300 geoglifos adicionales identificados con inteligencia artificial y tecnología satelital— se encuentran precisamente en las áreas que se buscaban excluir del área protegida.
“No podemos seguir mochando el territorio, porque lo que vamos a terminar teniendo es una historia incompleta, una investigación que nunca se podrá cerrar. Si no protegemos todo, estamos perdiendo lo más valioso que tenemos: nuestra memoria arqueológica”, sostuvo.
Pese a las duras críticas, Mantilla reconoció que el polígono podría ajustarse en ciertas zonas urbanas consolidadas, donde ya existen viviendas e infraestructura. Pero insistió en que eso debe hacerse con criterios técnicos claros, con un registro arqueológico completo y con la protección asegurada para todas las zonas aún por investigar.
“La plaga humana necesita espacio, sí. Pero el desarrollo no puede construirse sobre la destrucción de nuestro pasado”, concluyó.
Aquí el podcast de Lima Gris con la entrevista completa.
Cultura
Crisis en el MINCUL: trabajadores se alzan contra el ministro Fabricio Valencia
Rebelión en el Ministerio de Cultura en defensa del patrimonio cultural. Mediante un comunicado, los trabajadores del Mincul denuncian la falta de una evaluación rigurosa y pública de los estudios técnicos utilizados por el ministerio para justificar su decisión del recorte del polígono de las Líneas de Nasca y Palpa.

Los trabajadores del Ministerio de Cultura, los guardianes invisibles de nuestro patrimonio, han levantado su voz en un comunicado solemne, reclamando que la decisión tomada no solo es inválida desde el punto de vista técnico y científico, sino también un acto de negligencia total frente al legado de quienes nos precedieron y a los intereses de las futuras generaciones. La reducción, señalan, no tiene respaldo ni respaldo científico ni respaldo legal, y viola principios internacionales de gestión patrimonial que demandan transparencia, participación ciudadana y criterios rigurosos en la protección del patrimonio cultural.

El ministro afirma, con una mezcla de simplicidad y arrogancia, que la reducción del área se sustenta en «más de 20 años de estudios» —una aseveración que enardece la indignación de sus propios técnicos y especialistas que denuncia la falta de transparencia en la rendición de cuentas. No hay, en realidad, estudios públicos, informes publicados ni validación externa que justifiquen esa disminución. Lo que existe, dicen los firmantes, es una decisión unilateral cuyo único fundamento parece haber sido un supuesto «falta de evidencias arqueológicas» en las zonas excluidas, una afirmación que, más que ciencia, parece una excusa para abrir paso al interés comercial y predatorio. La alarma no solo radica en el tamaño de la reducción, sino en la forma en que se ha llevado a cabo: sin participación, sin debate público, sin respaldo técnico, prostituyendo la ciencia y los valores patrimoniales por una conveniencia administrativa o, peor aún, por intereses desconocidos —o peor aún, evidentes.

Los trabajadores, con la nobleza de los que aman su oficio y saben que trabajan en la trinchera de la preservación, denuncian además la falta de una evaluación rigurosa y pública de los estudios técnicos utilizados por el ministerio para justificar su decisión. La supuesta base de «más de dos décadas de investigación», que el ministro repite como un mantra para legitimar su acción, no ha sido respaldada por ningún informe accesible ni validado por la comunidad científica internacional. La opacidad, en estos casos, siempre es un signo de alarma. La transparencia, como ya lo proclamó el propio Lawrence Livermore, es la moneda de la buena gestión del patrimonio.
La acción del ministro no solo pone en entredicho su competencia, sino que revela un desconocimiento flagrante del peso simbólico, cultural y científico de Nasca. La amenaza de esta reducción es el desmembramiento de un todo, de un paisaje cultural que no puede entenderse solo por sus fragmentos aislados. La preservación de Nasca no requiere la disminución de su territorio, sino la expansión y protección integral de un paisaje que fue cuidadosamente estudiado y protegido por la comunidad internacional y nuestros propios arqueólogos. La respuesta del ministro parece reflejar más un capricho ideológico que una política pública con sentido: reducir las áreas protegidas para facilitar actividades ilícitas, como la minería ilegal, que ya han dañado irreversiblemente sectores del desierto y que, en palabras de los propios expertos, son los verdaderos enemigos de este patrimonio.
La actitud de los responsables políticos contrasta brutalmente con la sensibilidad y el compromiso de los propios trabajadores, que en su comunicado señalan que la protección del patrimonio no es una cuestión de interés económico inmediato, sino una obligación moral, un deber imperativo de toda sociedad civilizada. La protección del patrimonio cultural no es un negocio, sino un legado, un hilo que une nuestro pasado con nuestro presente, y que debe ser preservado con la ciencia, el respeto y la participación pública.
Pero, como en toda tragedia, no falta también la farsa. La estrategia de esconder estudios, de actuar sin consultar, de legislar con apresuramiento y sin clamor, evita cualquier debate serio y transparente. La falta de publicación de los estudios que supuestamente justifican la reducción, unido a la ausencia de informes técnico-científicos validados por organismos independientes, revela una práctica antidemocrática y anticientífica, una manipulación insensata que solo puede terminar dañando —y no beneficiando— a nuestro patrimonio.
El llamado de los trabajadores es a no aceptar este sacrilegio silencioso, a defender la integridad del paisaje cultural de Nasca con toda la fuerza de la ley, del conocimiento y del sentido común. Quieren una gestión participativa, transparente, respaldada en evidencia científica, que involucre a las comunidades locales, a los científicos, a las instituciones internacionales y a toda la sociedad civil que reconoce en Nasca su patrimonio común. La historia nos muestra que los patrimonios no se protegen con decretos arbitrarios ni con decisiones unilaterales, sino con respeto, con ciencia y con un compromiso ético que trascienda los intereses momentáneos.
La responsabilidad del Estado, en definitiva, es custodiar, no destruir; comprender, no simplificar; proteger, no reducir. La historia, que los geoglifos y los geólogos nos han enseñado con silenciosa contundencia, es que los legados monumentales son frágiles, como la arena del desierto, y que la verdadera grandeza está en comprender nuestro papel en la conservación de esa herencia.
Este es un llamado a la sensatez y a la justicia. Newton nos enseñó que toda acción genera una reacción igual y opuesta; si destruimos un patrimonio, solo nos queda la impotencia, la vergüenza y un legado que será, en adelante, un testimonio de nuestro silencio y nuestra cobardía.


El Ministerio de Cultura ha anunciado con entusiasmo que deja sin efecto la resolución que recortó en un escandaloso 42% el perímetro de protección de las Líneas de Nasca y Palpa. A primera vista, podríamos celebrar esta rectificación como un triunfo de la presión ciudadana y el sentido común. Sin embargo, sería ingenuo bajar la guardia.
El comunicado oficial parece una pieza de relaciones públicas más que una declaración de principios. Detrás del aparente regreso al plano perimétrico de 2004 y la promesa de transparencia, se esconde una maniobra peligrosa: ahora buscan hacer lo mismo —recortar el territorio protegido—, pero de manera “formal”, con participación “multisectorial” y un lenguaje técnico que suena a legitimidad. El problema no es la forma, sino el fondo: los actores siguen siendo los mismos.
Entre los convocados a esta “mesa técnica” figuran —aunque no se mencionen con nombres propios— personajes cuestionados y salpicados por presunta corrupción, los mismos que orquestaron el intento anterior de mutilar el patrimonio en beneficio de intereses mineros. ¿Ahora se pretende legitimar el atropello con el barniz de la participación ciudadana?
Nos hablan de socialización, transparencia, rigor científico y diálogo plural. Pero el objetivo real es mantener en pie el negociado político que favorece a empresas mineras, mientras el patrimonio mundial es tratado como un obstáculo incómodo en el camino del “desarrollo”. La nueva Unidad Ejecutora Nasca podría convertirse en el caballo de Troya para facilitar ese saqueo con aval institucional.
Las Líneas de Nasca no solo son un conjunto de geoglifos milenarios; son símbolo de nuestra historia, testimonio de una civilización que supo dialogar con el desierto. Lo que vemos ahora es otro tipo de diálogo: uno entre funcionarios y lobistas, entre tecnócratas y empresarios, donde la voz del patrimonio es la gran ausente.
El Ministerio de Cultura no ha dado marcha atrás. Solo ha cambiado de estrategia. Y si no lo denunciamos, pronto la historia se repetirá: con mapas nuevos, actores conocidos y el mismo silencio que borra las líneas milenarias bajo el polvo del negocio.
Estemos atentos; el recorte del perímetro de las Líneas de Nasca y Palpa tiene el aval de Palacio de Gobierno. En el negociado que se buscaría concretar, también hay inyección de dinero extranjero. Fuerza Popular y APP tienen sus propios intereses en el recorte.
Cultura
María Reiche: «Defender las Líneas de Nasca es un deber»
Gracias a la inteligencia artificial María Reiche alza su voz desde el legado para expresar su rechazo al recorte del perímetro de protección de las Líneas de Nasca.

Por María Reiche
(artículo póstumo simulado)
He dedicado mi vida a proteger las Líneas de Nasca, esos gigantescos trazos en el desierto que constituyen uno de los más grandes legados arqueológicos de la humanidad. Pasé décadas bajo el sol, midiendo cada línea con cinta métrica, luchando contra el polvo, la ignorancia y la indiferencia. Hoy, con profundo pesar y desde la voz que me sobrevive en la memoria colectiva, siento la necesidad de alzar la palabra ante una decisión oficial que amenaza con deshacer lo que tantos años de esfuerzo científico y humano buscaron preservar.
El Ministerio de Cultura del Perú, bajo la gestión del ministro Fabricio Valencia Gibaja y con la firma de la viceministra Moria Novoa Silva, ha oficializado la reducción del perímetro de protección de las Líneas de Nasca. Esta acción no solo representa una negligencia técnica, sino una traición moral a la historia, al patrimonio y al alma del Perú.
El argumento de “adecuación administrativa” no resiste análisis cuando está en juego la integridad de uno de los espacios arqueológicos más frágiles y enigmáticos del mundo. ¿Cómo puede justificarse el achicamiento del área de resguardo en un contexto donde las amenazas —como la expansión agrícola, la minería informal, y la urbanización descontrolada— se incrementan cada día? ¿Es este el legado que se quiere dejar: el de un país que desprotege lo que debería enaltecer?
Recortar el perímetro de protección es ignorar el contexto geográfico y astronómico de las líneas. No son simples dibujos en el suelo; son un conjunto interconectado que necesita ser entendido en su totalidad. El espacio que las rodea no es vacío: es parte esencial de su lectura. Yo misma dediqué años a estudiar cómo se relacionan con fenómenos solares y estelares. ¿Cómo vamos a comprender su función, si cercamos su entorno?
La resolución viceministerial en cuestión no solo deja áreas vulnerables fuera del resguardo legal, sino que sienta un nefasto precedente: el de que lo intangible es prescindible, y que la conveniencia política o económica puede pasar por encima del deber patrimonial. Esta actitud contradice los compromisos internacionales que el Perú ha asumido con la UNESCO y pone en peligro la declaratoria de Patrimonio Mundial.
No puedo permanecer en silencio. Invoco a la comunidad científica, a los estudiantes, a los ciudadanos de Nazca y del Perú entero, a que exijan la inmediata revisión de esta resolución. Las líneas no se defienden solas: necesitan ojos que las vean, manos que las protejan y voces que hablen por ellas.
Las Líneas de Nasca no son de un gobierno, ni de una oficina, ni de un decreto. Son de la humanidad. Y a la humanidad nos debemos cuando decidimos defender el pasado para tener un futuro.
Escribo estas palabras hoy, 8 de junio, en el aniversario de mi fallecimiento. Gracias a la inteligencia artificial, puedo alzar nuevamente mi voz para expresar lo que siento.
Durante décadas caminé bajo el sol del desierto, protegiendo las Líneas de Nasca y Palpa, esas huellas milenarias que la humanidad entera tiene el deber de conservar. Las estudié, las limpié, las medí y las amé. Amé al Perú como una más de sus hijas, y dediqué mi vida entera a resguardar ese legado que no tiene dueño, porque pertenece al mundo.
Hoy les pido, desde donde el tiempo ya no pesa, que no abandonen aquello que tanto cuidé. Ayúdenme a defender lo que aún puede ser salvado. Las líneas no tienen voz, pero ustedes sí.
Cultura
ICOMOS Perú: Recorte del perímetro de las Líneas de Nasca es ilegal, anticientífico y viola los tratados internacionales
Comunicado del organismo asesor de la UNESCO cuestiona al Ministerio de Cultura por poner en riesgo las Líneas de Nasca. Además exigen la derogatoria de la Resolución Viceministerial N°0128-2025.

El Comité Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS Perú), organismo asesor de la UNESCO en temas de patrimonio cultural, ha lanzado un enérgico pronunciamiento en defensa de las Líneas y Geoglifos de Nasca y Palpa, declaradas Patrimonio Mundial en 1995. El contundente pronunciamiento complica la permanencia del ministro Fabricio Valencia Gibaja y la viceministra Moira Novoa Silva en sus cargos, tras firmar y publicar la resolución del Ministerio de Cultura que reduce drásticamente el área protegida de este patrimonio universal, pasando de 5,633.47 km² a solo 3,235.97 km².
Un recorte sin estudios transparentes
Mediante la Resolución Viceministerial N°0128-2025-VMPCIC/MC, el gobierno ha oficializado la modificación del polígono de protección sin sustento técnico riguroso ni diálogo con la comunidad científica y cultural. ICOMOS Perú denuncia que no se han realizado estudios arqueológicos suficientes para justificar la exclusión de más de 2,000 km², lo que vulnera tanto la Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación (Ley N.º 28296) como principios internacionales de conservación.
Además, la entidad recalca que esta medida incumple tratados internacionales suscritos por el Perú en el marco de la UNESCO, y contraviene la Declaración de Xi’an (2005), que establece la necesidad de conservar no solo los sitios arqueológicos, sino también su entorno cultural, histórico y paisajístico.

Implicancias jurídicas internacionales
Este pronunciamiento plantea una alerta mayor: el Perú estaría violando compromisos internacionales adquiridos al momento de inscribir las Líneas de Nasca como Patrimonio Mundial. Según las reglas de la UNESCO, cualquier modificación al área protegida debe ser sustentada y aprobada por el Centro de Patrimonio Mundial, no puede ser producto de una decisión unilateral de un Estado parte.
Al actuar sin consulta previa y sin aprobación del organismo internacional, el Perú podría exponerse a sanciones, observaciones o incluso a que el sitio sea incluido en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro, una categoría que afecta gravemente la imagen y gestión cultural del país.
ICOMOS recuerda que el área protegida no solo contiene geoglifos mundialmente conocidos, sino también zonas donde aún se descubren nuevas evidencias arqueológicas. De hecho, varios estudios recientes han revelado nuevos trazos en zonas ahora excluidas por el Ministerio, lo cual desmiente la supuesta «inexistencia de evidencia» esgrimida por funcionarios del sector.
El pronunciamiento de ICOMOS señala: “El Área de Reserva Arqueológica de las Líneas y Geoglifos de Nasca y Palpa constituye el paisaje cultural más grande de la humanidad […] de suma importancia estimular su investigación, protección, conservación y puesta en valor”.

Exigen derogatoria
ICOMOS Perú exige la inmediata derogatoria de la Resolución Viceministerial N°0128-2025 y propone la creación de una Mesa Técnica de Trabajo que articule esfuerzos entre el Estado, la comunidad científica y los organismos internacionales. Solo así se podrá garantizar una gestión responsable, participativa y acorde al compromiso global que representa conservar este legado milenario.
Este pronunciamiento es más que una crítica técnica: es un llamado de atención al Estado peruano para que no debilite sus estándares de protección patrimonial. Las Líneas de Nasca no son solo un símbolo nacional, son parte de la memoria cultural de la humanidad. Protegerlas es un deber ético, jurídico e histórico.
Cultura
La rebelión de Sacsayhuamán contra el Ministerio de Cultura
Contundente paro de los trabajadores del sector cultural en la ciudad imperial.

Foto: Néstor Larico
Apenas despuntaba el día cuando un grupo de trabajadores de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco rompió la quietud de Sacsayhuamán, ese inmenso escenario pétreo donde cada junio se celebra la ficción ritual del Inti Raymi. Esta vez no había incas ni coreografías: había descontento, hartazgo y una demanda urgente. Los trabajadores, en huelga de 24 horas, irrumpieron en la explanada con pancartas y consignas, exigiendo lo que, según ellos, el poder político les ha negado sistemáticamente: dignidad.
Bajo una vigilancia policial notable —que parecía más interesada en contener el simbolismo del acto que en prevenir algún daño real— los manifestantes cumplieron lo prometido: una protesta pacífica. Aclararon, con la cautela de quien ya ha sido acusado antes, que ni el turismo ni el patrimonio sufrieron alteración alguna. Pero el mensaje era claro: están dispuestos a escalar el conflicto si su voz sigue siendo ignorada.
“El ministro está completamente cuestionado, no solo en Cusco, sino a nivel nacional. No responde, no dialoga, no escucha”, declaró con severidad Daniel Estombelo, secretario general del sindicato, ante las cámaras de Nueva TV Nacional. No se trataba, según él, de una simple huelga más, sino de un llamado de auxilio de una institución que se desangra lentamente.

Los reclamos no son nuevos, pero han adquirido un tono más urgente. Denuncian la precarización del trabajo, el incumplimiento sistemático de pactos colectivos y, sobre todo, una estructura salarial que raya en el absurdo: mientras la mayoría de trabajadores percibe entre 1.200 y 1.700 soles mensuales, algunos funcionarios designados por afinidad política —nunca por mérito— reciben sueldos de hasta 11.000 soles. “Queremos un proceso de homologación justo y real”, exigió Estambelo, en lo que ya suena a clamor colectivo.
El pliego de demandas incluye también la reestructuración interna de la Dirección, de acuerdo con lo estipulado en la Resolución 520-2023, y la construcción de una sede institucional en el terreno de Huáscar, que desde hace más de una década duerme el sueño de los elefantes blancos: abandonado, polvoriento, símbolo de la desidia estatal.

Pero el momento más revelador de la jornada llegó al final, cuando el dirigente sindical advirtió, sin titubeos, que esta era solo una advertencia. “Si no hay respuesta, marcharemos hacia Machu Picchu y cerraremos el acceso. Estamos hartos de ser ignorados”. No era una amenaza gratuita, sino la consecuencia lógica de años de sordera burocrática.
Que esta protesta se haya realizado en Sacsayhuamán, a pocos días del Inti Raymi —esa teatralización oficial del poder ancestral—, no es casualidad. Los trabajadores parecen haber querido recordarle al país que mientras se ensaya la pompa, se ignora la miseria cotidiana de quienes sostienen, día a día, la cultura viva del Perú.
Cultura
Cristóbal toma El Ateneo
Una constelación de escritores presenta la vibrante novela de Gabriel Núñez del Prado en la catedral de las letras de Madrid.

El Ateneo de Madrid, templo histórico de las letras hispánicas, albergó el pasado martes 27 de mayo la presentación de Cristóbal (2024), el enigmático libro del joven escritor peruano Gabriel Núñez del Prado (Lima, 1988). Un acto que, más que una mera presentación, fue un ritual de resurrección: el autor convocó en ese santuario bibliográfico —custodio de primeras ediciones decimonónicas— las voces enterradas por el canon, desde Vallejo hasta los márgenes que hoy reclaman su lugar en el centro.
La icónica biblioteca, con sus estanterías atestadas de clásicos, fue testigo de cómo un libro artesanal —impreso en Londres con un tiraje de solo 201 ejemplares— desafiaba las lógicas del mercado editorial. Marta Sanz, vicepresidenta del Ateneo, abrió el acto destacando la «rareza y potencia» de una obra que desde ya merece su lugar entre «las joyas de la Corona”. Le siguió el poeta Alonso Ruiz Rosas, quien exaltó el sobrio lirismo de la obra y evocó una anécdota personal: de niño conoció al abuelo de Núñez del Prado, tejiendo así un hilo generacional que conecta Lima con Madrid.
Adriana Jaramillo, presentadora del Premio Formentor, citó dos de las reseñas peruanas más enjundiosas sobre la novela —de Mirko Lauer y Czar Gutiérrez— antes de ceder la palabra al consagrado Jorge Eduardo Benavides, quien definió Cristóbal como «un collage de lenguas y ruinas: No es una novela, es un conjuro. Un libro que exige ser leído en voz alta para que respiren sus muertos».

-Un medium entre lenguas–
Núñez del Prado, filólogo y políglota, comenzó su intervención con una reflexión sobre las bibliotecas como «templos donde los muertos susurran». Ante un público atento, recitó de memoria El Redoble Fúnebre de César Vallejo —poema XIII de España, aparta de mí este Cáliz— y la sala enmudeció. «Leer aquí —dijo— es como abrir una tumba y dejar que la voz de los olvidados hable por nosotros».
Ese gesto no fue casual: Cristóbal es un laberinto de lenguas (quechua, latín, inglés) y una arqueología de saberes silenciados. El autor explicó que su libro «no busca ser entendido, sino ser habitado», citando a Glissant y su «derecho a la opacidad». «El quechua no es adorno, es un cuchillo —afirmó—. El latín no es prestigio, es un jeroglífico. Y el inglés, aquí, es un prisionero de guerra».

¿Y el libro? Es un rizoma contra el canon. Se estructura en 53 fragmentos que evocan bestiarios medievales y códices alquímicos. No hay linealidad, sino un «caos ordenado» que huye del realismo criollo para abrazar una Lima espectral: la de los mestizos que hablan en quechua entre paredes virreinales, la de los fantasmas de Arguedas y Moro paseando por Londres. Benavides lo resumió así: «Es como si Borges hubiera reescrito Los ríos profundos en clave gnóstica».
Publicado por una microeditorial londinense, Cristóbal encarna la resistencia epistémica de la que hablan Mignolo y bell hooks: «Escribo desde la herida —confesó Núñez del Prado—. Pero la herida ya no duele: es un portal». ¿Y el mensaje? Descentrar el sur para reinventar el centro. Al final, el autor dejó una pregunta en el aire: «¿Qué es el canon hoy? ¿Un museo o un campo de batalla?». Mientras los asistentes hojeaban los ejemplares —numerados como piezas de arte—, el eco de Vallejo parecía mezclarse con el rumor del quechua.

En ese instante, el Ateneo ya no era el centro: era un cruce de caminos donde lo marginal, por fin, tomaba la palabra. Porque, en efecto, Cristóbal es un acto de insubordinación literaria. Y esta noche, en Madrid, su rebelión comenzó a escribirse. Para que, al final, el evento cerrara con un brindis en un salón aledaño donde los asistentes discutían si lo que habían escuchado era una presentación o un «exorcismo en clave poética».
Alguien también preguntó en voz baja: ‘¿Esto es literatura o contrahistoria?’. La respuesta quizá esté en los 201 ejemplares numerados que, como municiones de guerrilla cultural, empiezan su viaje subterráneo en la grata compañía de las ilustraciones de Manuel Barahona. Porque en la era del algoritmo, la verdadera insurrección puede ser un libro que se niega a ser digitalizado.
Cultura
Cusco se levanta: confirman paro el 5 de junio contra la indiferencia de un ministro cusqueño [VIDEO]
Las protestas se realizan mañana tras la crisis que vive el Ministerio de Cultura durante la gestión de Fabricio Valencia Gibaja.

Patearon el tablero. Trabajadores del Ministerio de Cultura de la ciudad imperial, confirmaron que mañana de inicia un paro general donde participarán los distintos sindicatos del sector cultura del Cusco.
Según el pronunciamiento oficial emitido por el sindicato, los motivos centrales del paro incluyen la homologación salarial, el cumplimiento de pactos colectivos firmados con anterioridad, la reorganización interna de la DDC Cusco, la construcción de un local institucional propio y la designación de un titular para la Dirección, cargo que, según los trabajadores, permanece sin liderazgo efectivo.
Este 5 de junio, Cusco no solo paraliza actividades: se alza con dignidad. El sindicato SITRACAS, que agrupa a trabajadores de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC), ha convocado a un paro preventivo de 24 horas. La razón: la creciente indignación ante la desastrosa gestión del ministro de Cultura, Fabricio Valencia Gibaja, un cusqueño que, para muchos de sus paisanos, ha dado la espalda a su tierra.
Andy Ancasi, dirigente del sindicato SITRACAS, no se anda con rodeos: “Esperábamos más de un cusqueño. Valencia conoce la realidad de la DDC Cusco, trabajó aquí, y sin embargo, su gestión ha sido una decepción. Pensamos que sería diferente a la anterior ministra, pero es más de lo mismo”. Sus palabras resumen el sentir de cientos de trabajadores y profesionales que cuidan día a día el patrimonio de la capital histórica del Perú.
Los reclamos son múltiples y urgentes. Desde la falta de uniformes para el personal que vigila y mantiene los parques arqueológicos, pasando por la ausencia de seguros de riesgo, hasta una injustificable brecha salarial entre los locadores del Ministerio y los trabajadores que, con título en mano, se parten el lomo en Machu Picchu por sueldos indignos.
Cusco es la joya turística del país, la gallina de los huevos de oro, como bien dice Ancasi. Y sin embargo, el 70% del presupuesto del sector cultura que se genera allí parece esfumarse en Lima, sin revertirse en mejoras concretas para quienes hacen posible esa riqueza. “¿A dónde va el dinero?”, pregunta Ancasi con frustración. A medio año, apenas se ha ejecutado el 24% del presupuesto de más de 138 millones asignado a la DDC Cusco. Mientras tanto, los guardaparques apenas sobreviven con 1,500 soles mensuales.
Pero la indignación no se detiene ahí. La presunta mafia de la venta de boletos a Machu Picchu sigue siendo un tumor sin extirpar. Tras múltiples escándalos y cambios forzados, la venta virtual fue trasladada a Lima bajo el argumento de que el sistema cusqueño era “vulnerable”. Hoy, sin embargo, las falencias continúan, y hay un presunto desfalco de más de 250 mil soles que no ha sido esclarecido. “Nos tildaron de corruptos sin pruebas. Y ahora los problemas son peores porque no saben manejar el sistema que nuestros profesionales crearon”, denuncia Ancasi.
Lo más doloroso para los trabajadores del sector es sentir que sus propias autoridades regionales los han traicionado. No solo Fabricio Valencia, sino también su antecesor Roger Valencia, quien cuando fue ministro exoneró a una empresa de una multa millonaria por construir en una zona arqueológica intangible. “Nos gobiernan cusqueños que actúan como enemigos del Cusco”, sentencia Ancasi.
El paro de mañana 5 de junio es más que una medida gremial. Es un grito colectivo de hartazgo. Una llamada de atención a un gobierno que ve al Cusco como caja registradora, pero no como corazón cultural del país. ¿Cuántas veces más tendrá que paralizarse esta ciudad para que la escuchen?
Aquí el video de la entrevista con Andy Ancasi.
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