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MARINA O EL MAR ROJO

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Yo te recuerdo, Marina, con tu pelo de choclo, tu cuerpo delgado y tu sonrisa de niña, cuando caminábamos juntos por el malecón que daba al mar. Y tú te detenías repentinamente a ver los periódicos del día y me decías: «Acompáñame al sindicato a repartir volantes», «vamos a la marcha por el Día del Trabajo» o «vamos al plantón frente al Congreso de la República». Y yo iba con mis peces, y mi comida para peces que llevaba en la mochila; ese era mi trabajo, mi ocupación en esos tiempos. Y yo no sabía nada de lo que ocurría a nuestro alrededor, nada de lo que era la política o la guerra. La maldita guerra.

Solo era un chiquillo que quería hacer algo y no sabía qué. A veces me quedaba hasta tarde con la guitarra y con mis canciones que no te gustaban. Quizás porque «sonaba alienado» o porque solo eran tres acordes básicos. Es lo que me habían enseñado los amigos subtes de mi barrio. Y yo no podía ofrecerte más, Marina. Nunca me alcanzó el talento para cantarte una «melodía elevada» o siquiera recitarte un poema al oído.

Recuerdo que en ese tiempo, estabas empecinada en llevarme a una de esas «escuelas populares», donde le enseñaban a gente como yo lo que era la realidad, y a quién había que combatir y derrotar para asegurar el triunfo del proletariado, y un montón de cosas más que apenas recuerdo. Pero tú sabes, Marina, que en el fondo lo único que yo quería era estar contigo, amarte a solas, y pensar en que tu felicidad era también mi felicidad.

Por eso hacía todas esas cosas que tú querías que haga y te seguía de cerca, porque cuando tú conspirabas y te brillaban los ojos, yo sabía que algo dentro de mí se encendía como una hoguera, y ya mismo quería abrazarte y sentir que tú eras yo, y que nadie podría separarnos. Y que así debería ser el proletariado; y el amor como un catecismo.

Y tú me decías: «Sebas, yo no puedo ser feliz si el pueblo es infeliz, y mis hermanos lloran por un pedazo de pan. Esto no va a cambiar si nosotros no hacemos algo para que cambie». Y así transcurrían nuestras vidas; pero yo te amaba locamente Marina. Nunca te pregunté por qué llevabas trapos rojos en tu bolso, ni por qué me dejabas afuera de tus «reuniones secretas». Y tú me decías: «Algún día entenderás todo el sacrificio que tenemos que hacer por los niños, los ancianos y las mujeres pobres de nuestro país».

Y yo seguía sin entender, y era porque en el fondo no quería aceptar ni comprender nada, y quería seguir mirando a un costado como hacían los demás jóvenes de mi generación. Y quizás por inercia, o porque lo necesitaba, ingresé a trabajar en la fábrica textil La Paloma y me convertí en obrero, y tú me felicitaste y me dijiste: «Ahora serás un hombre; Sebas, mi amante trabajador…mi futuro sindicalista».

Y por esas palabras me esforcé todo lo que pude. Me nombraron «planchador» y me quedaba ocho, diez, incluso doce horas al pie del caldero, suavizando las arrugas de camisas y pantalones que, como decías tú, yo nunca me pondría, ni ninguno de los que trabajaban ahí. Cuánta razón tenías, Marina. Y con mi primer sueldo, como para llevarte la contra, te compré una chompa incaica y un perfume de pachuli, y te invité a Chorrillos a pasear en bote una tarde en que empezó a caer la lluvia, pero aún así insistimos en hacernos a «la mar», «la mar, inmensa y bella», Marina, Marina, porque así lo decías tú, como si el mar fuera una mujer grande y generosa que menstruaba algas, peces, cometas, y estrellas. Una mujer que nos arrastraría a alguna felicidad posible o nos lavaría de nuestras tristezas; nuestras culpas o nuestro gran desdén, o mi desdén.

Sobre todo cuando me decías que no me podías presentar a tus jefes porque ellos no aprobarían nuestro amor; y me hablabas de «compartimentaje» (esa palabra rara que yo asociaba a «compartir»), y de cumplir «las reglas de oro» y de otras cosas más que a las justas percibía como algún tipo de peligro;   algo inminente que estaba por suceder, pero por qué tenía que ser esto así, Marina. Y qué podrían saber tus jefes de este amor que siempre fue más grande que yo mismo, y más grande que cualquier Manual del combatiente, ese librito que escondías con otra carátula y que siempre revisabas cuando pensabas que yo estaba distraído, o no me daba cuenta.

Y así estuvimos hasta que las cosas se pusieron difíciles. Las torres de alta tensión caían como naipes, los cochebombas explotaban en las embajadas, los asesinatos y los secuestros enloquecían a todo el mundo. Y la desesperación nos ponía contra la espada y la pared. Y así, un día, cuando te fui a buscar y todos los presentimientos, nubes negras y malos agüeros se juntaron en mi cabeza, ya no te encontré. Vivías sola, Marina, nadie me dio razón de ti. Toqué todas las puertas del edificio donde, según tú, te ocultabas. Grité, aullé como un lobo en la noche eterna y sorda hasta que amaneció, y nadie me dio ninguna referencia.

Para ellos, tus vecinos entrometidos y fisgones, solo eras un fantasma que aparecía y desaparecía, y compraba el pan y pagaba puntualmente la renta; y no habías hecho ninguna amistad, ni te interesaba que escudriñaran en tu vida. Hermetismo total, es lo que una vez me dijiste que te había aconsejado el «partido». Pero conmigo mostrabas «complacencia pequeñoburguesa» porque me veías como alguien inocente, un joven «desclasado», libre de «pecados» y de vicios capitalistas, casi como un ángel caído, es lo que siempre te imaginaste; pero siempre fue al revés.

Tú ayudabas a los ciegos a cruzar la pista, y te detenías cuando veías a un niño con una bolsa de Terokal, y lo llevabas a comer a cualquier restaurante. Así eras, Marina. Siempre preocupada por el mundo y haciendo cosas por el mundo. Pero el mundo no podía hacer nada por ti, ni por mí. Y me dijiste que si un día no te encontraba, lo que tenía que hacer era quemar todas tus cartas y tus dibujos, renunciar al trabajo e irme lejos; y que tú, de alguna forma, te comunicarías conmigo. «Protocolo», le llamaste a eso. Nunca entendí por qué tenía que ser así Marina; sin embargo, eso es lo que hice: armé una pira con todas las cositas que me regalaste, incluso unas pinturas y unas cerámicas que habías hecho con tus propias manos, y le prendí fuego a todo con mucha dificultad, porque las lágrimas no me dejaban encender los palitos de fósforo. Y también porque quería leer cada cosa por última vez y tenerlo en mi memoria, y apretarlo contra mi pecho para que nada se perdiera ni se volviera cenizas.

«Tienes que prometerme que te cuidarás, Sebas, y que harás al pie de la letra todo lo que te estoy pidiendo. Nada de negligencias pequeñoburguesas o libertinajes de viejo tipo». Y lo quemé todo, y lo pasé por el caño, con cuidado, como me dijiste; tal cual, Marina, hasta que no quedó nada, pero con ello no pude quemar ni borrar todos los recuerdos, ni este sentimiento que te tengo hasta ahora, como si esto viniera de otras vidas, como si esto fuera un rito que tenía que cumplir solo y sin ayuda de nadie. Porque como tú decías, Marina, aquí todos somos materia que algún día se acabará y se hará polvo; y solo tenemos una vida que tenemos que cuidar y no desperdiciar.

Y después, todo fue como volver a la época de los bárbaros; las bombas no dejaron de caer, y el ejército barrió con todos los muchachos que paraban en las calles. Cuerpos despedazados empezaron a aparecer por lugares remotos. Ninguno se salvó de la tragedia y la desesperación. Todos tenían algo, o a alguien por quien lamentarse. Yo mismo tuve que escapar, correr lejos, como tú dijiste; estudiar, aprender otras cosas, olvidarme de ti y de mí, «cuidar mi decoro personal», cambiar de apariencia y hacerme un «hombre de bien» o de lo que sea. Pero por dentro nada cambió, Marina. Hay algo que permanece y que forma parte de ti, y de mí. Y siempre seré el adolescente desaliñado que te acompañaba a hacer tus trabajos de campo, tu conspiración y «agitación y propaganda», porque así se llamaba, ¿no?, eso que hacías a escondidas y que, según tú, era muy peligroso; tanto que no sé a dónde fuiste a parar, o si estarás viva, o te enterraron en esas fosas comunes de las que nadie quiere decir nada, ni mucho menos destapar porque sería como un cuásar, un agujero negro que nos tragaría a todos. ¿Por qué, Marina? ¿Por qué?

O es que en verdad «la violencia es la partera de la historia» y ni tú ni yo pudimos salvarnos de todo esto sobre lo cual la gente se pregunta: quién lanzó la primera piedra, y cómo así empezó esta guerra y nos arrastró al matadero. Y quizás la única respuesta, como tú decías, es que era inevitable y, como una profecía, tenía que cumplirse pues eran «leyes de la dialéctica» y la «lucha de contrarios». Y qué difícil era entender todo esto, Marina.

Y sobre todo cuando hablabas de que las clases eran irreconciliables, y que la felicidad de unos dependía de que otros fueran infelices o, peor; la vida de unos dependía de que otros tuvieran que morir. Dime, Marina, cómo podía entender todo esto alguien que solo quería criar peces, tocar su guitarra y pasarla bien; tal y como siempre te comentaba cuando íbamos a alguna parte, o nos quedábamos mirando el horizonte arriba de uno de esos viejos edificios del centro de la ciudad; hasta que todo se hacía silencio y otra vez volvíamos sobre lo mismo, en eso que llamabas «lucha de dos líneas», y no sé qué diablos querías buscar con tantas teorías, pero yo solo sé que cuando hablabas, solo quería escucharte y seguirte la corriente. Y acompañarte de la mano a donde quisieras ir, así, sin preguntar y sin decirte no, Marina; porque yo solo quería verte sonreír, ver cómo peleabas contra los molinos y cómo podías vencer aunque solo fuera una fantasía.

Y así, poco a poco, me inventé una vida en la que me convertí en un hombre errante y solitario, Marina. Me compré una mochila enorme, tal y como te gustaba a ti, y me puse a buscar economía, de un lado a otro, haciendo trabajos esporádicos, pequeños cachuelos de perfil bajo para no llamar la atención ni ser objeto de represalias, siempre siguiendo tus consejos. Y viajé, Marina, viajé mucho por todos los lugares inimaginables de este «país de cartón piedra», como lo llamabas tú. Crucé desiertos con la boca seca y la cara cuarteada, caminé la sierra a pie descalzo, y llegué a la selva con el cuerpo reventado por heridas de abrojos e insectos que seguramente te hubieran asustado más que esas armas y material pirotécnico que sé perfectamente guardabas en algún lugar. Y así, Marina, llegué a lo más profundo de este país donde los ríos son como océanos, y donde el cielo es otro mar que te llueve en la cabeza. Y cuando yo creía que te había olvidado, siempre encontraba algún detalle que me devolvía a ti, que me hacía parte de ti y de tus cosas secretas que nunca me quisiste contar.

Así, me dejé crecer la barba y el pelo y hasta cambié mi partida de nacimiento y mis documentos acordándome de tus consejos y ese «nombre de masa» del cual hablabas en voz baja y que era, según tú, tan necesario para proteger a tus amigos, tus tovarichs, como les llamabas a escondidas. Y así me junté con otros «desclasados» como yo, sin rumbo, que no querían quedarse en ningún lado, ¿para qué, Marina? Si uno solo está de paso en esta vida. Y lo poco que tenemos se perderá indefectiblemente. Seguro tú Marina, los llamarías «renegados», «pequeños burgueses» o cualquier otro adjetivo que yo a las justas podría entender. Como esa vez que discutimos porque yo no aceptaba guardar las bolsas, cartapacios y demás cachivaches y bultos que te habían encargado tus jefes, y tú me llamaste «reaccionario»; y yo me eché a reír a carcajadas porque esa palabra no me parecía tan mala, y más bien me hacía recordar las peleas a puño limpio que tuve en el colegio, en las que cuando alguien iba perdiendo le decían: «Reacciona, imbécil, reacciona, no te dejes pegar». Y después de esto o cualquier diferencia que teníamos, solo nos quedaba amarnos, seguir siempre adelante o como tú decías, Marina: «A veces hay que retroceder dos pasos para avanzar uno».

Y yo sentía que nuestra relación no era de dos personas, sino de tres: tú, yo y el «partido», y te lo comentaba como un buscapique para que te pusieras quisquillosa y con ganas de seguir haciendo leña de mi persona, porque así, mientras más carbón me pusieras, más ardería y se inflamaría mi amor por ti. Y hasta me emocionaba que me llamaras la atención y que siempre me impusieras tareas y reglas que cumplir, y que sobre todo, si no las cumplía algo se podía venir abajo para aplastarnos como si fuéramos dos insectos sin ninguna posibilidad de evolucionar.

Pero había que seguir «bregando», decías tú; y yo otra vez estaba de «furgón de cola» y «convidado de piedra» en todas tus peroratas sobre la «coyuntura nacional» y yo te decía que la mejor forma de saber de este tema era ir al mercado y hacer las compras. Ahí cualquier curso de economía política   –ciencia burguesa, le decías tú, Marina–, no tendría razón de ser. Y tú replicabas diciendo que el «materialismo dialéctico» lo entendían más los pobres que los niños de bien. Pero había que insistir en la teoría, y yo no me negaba a nada, Marina. Solo quería estar en tus planes y, de una u otra forma, seguir en tus caminos. Alucinar que cruzábamos juntos un puente llamado «memoria» o una calle llamada «vida».

Y siempre quise estar a tu lado, Marina, y no sabes cuánto me emocionaba cuando andabas con secretos y tus anuncios de que se acercaba una campaña política, y que el partido había decidido «golpear» en la capital y que ya estaban logrando el «equilibrio estratégico» y que el «viejo Estado» tambaleaba y no sé cuántas cosas más que apenas recuerdo porque todo me parecía tan irreal que hasta me imaginaba una película de cowboys, o una tragicomedia, y tú llevando una bandera como el personaje ditirámbico de Chaplin en Tiempos modernos, y agitando a las masas hambrientas y en harapos que tarde o temprano desatarían una orgía de sangre con, o sin partido.

Pero yo no te decía nada, Marina, porque trataba de entender que ese era tu mundo y yo era algo así como un satélite que giraba y giraba y que, de alguna forma, quería llamar tu atención o escapar de lo inevitable, por eso te componía versos y te cantaba al oído y te llevaba a todos los acuarios que conocía para que supieras que también había otros mundos o submundos mejores que el nuestro y que hasta cerrando los ojos podíamos estar en otro lado y olvidarnos de todo este dolor que no te dejaba en paz.

Cómo no recordar esa vez que me llevaste a un cerro donde la gente hacía olla común, y recogía agua en baldes; todos ellos se identificaban como «compañeros» y formaban columnas como si fueran del ejército. Y yo refunfuñaba porque no sabía qué hacía yo ahí con esta gente que hablaba mitad en quechua y mitad en español. Y tú me codeaste y me dijiste en voz baja: «Claro, pues, son del ejército, el poderoso e invencible ejército del partido». Y no sabía qué decirte, porque a nadie se le hubiera ocurrido que un ejército solo contara con piedras, palos y hondas para enfrentar a otro ejército que sí tenía armas, tanques y cañones. Y esa fue la primera vez que me mostraste un tubo de fierro con un gancho y un percutor hecho por un hojalatero. Y yo me sorprendí, Marina, aunque tú lo tomaste como un susto, pero no por el arma, Marina, sino porque yo sabía que así nunca iban a ganar ninguna guerra. Y lo que tenían todos era solo entusiasmo y mucho fervor religioso; aunque tú decías que la religión era el «opio del pueblo» y que la metafísica solo servía para adormecer a las masas, y muchas otras cosas que ya no recuerdo.

Y así en medio de la oscuridad, prendieron una inmensa hoz y un martillo con unos tarros de brea y kerosene para que no se apagara por ningún motivo. Y un poco que nos calentamos mientras tus camaradas nos acercaban comida en unos cacharros desportillados y un café aguado e hirviendo en vasos de plástico que hasta parecían derretirse en nuestras manos. Y esa noche recién descubrí que a ti no te decían Marina, sino otro sobrenombre; otro seudónimo que guardaré para siempre en secreto. Y todo esto lo hacía por ti, Marina, aunque tú decías que ya debía foguearme y que de apoyo debería pasar a ser «militante».

Pero nuestros caminos solo estaban hechos para cruzarse. Y así, el día que menos esperaba, viajando a lomo de bestia por tierras ignotas, me encontré de lleno con el Mar Rojo, Marina. Ese mar que imaginamos juntos o que imaginaste tú sola, y dejé de respirar y caí rendido a estos recuerdos que me empezaron a morder y hacer heridas por todos lados. Y el Mar Rojo eran los millones de obreros y campesinos que bailaban en tus cabellos. Y las olas eran las voces de todos los caídos que clamaban por justicia y solo esperaban, como en el Éxodo de la Biblia, que el mar se abriera y los dejara pasar. Y sin más, Marina, emprendí el regreso. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Qué había sido de nuestras vidas? Nunca te comunicaste de ninguna forma, o nunca pudimos establecer contacto. Y hasta la guerra había terminado y solo los estudiosos (señores académicos y políticos interesados) les gustaba revivir todo esto para vender una versión falsificada y a gusto del cliente. Ahora solo se hablaba de que el país estaba en el camino del progreso y del desarrollo. Si hasta un Museo de la Memoria se había hecho para que nadie olvidara todo lo que ocurrió. Y la televisión repasaba, de vez en cuando, algunos hechos atroces en los que, según sé, tú no tuviste nada que ver. Y así lo creeré hasta el final, o hasta que alguien me pruebe lo contrario.

Pero tú me dijiste una vez que la historia se repite como tragedia, y luego como farsa. Y solo tenemos que pararnos fuerte para asumir de pie todo lo que nos toca. El «pasivo» y el «activo» de una vida que llevamos hasta las últimas consecuencias; tal y como tú lo estableciste. Y aquí estoy, Marina, consumiéndome lentamente en el humo y el tizne del olvido, haciendo esfuerzos para recordar cada palabra que me dijiste, cada cosa que hicimos juntos, cada detalle y momento que pasé contigo, pensando que algún día podríamos vivir nuestro sueño de ser felices en un mundo convertido en un paraíso, o un     Shangri-La. Así de crédulos y de ingenuos éramos los dos; pero tú siempre más que yo, Marina, tú siempre más.

Y vuelvo todos los años a esa esquina donde nos conocimos; ahí mismo donde yo escribí tu nombre y mi nombre sobre el cemento fresco de la vereda, y que nadie se ha atrevido a borrar. Yo con mis peces: mis goldfish, mis mollys, mis platys, mis «basureros», y tú con tu mar insondable, Marina, hermosa, diáfana, infinita. Marina luna, Marina sol, Marina galaxia. Yo con mi inocencia, y tú con tus locas e insólitas decisiones políticas, que ahora todo el mundo condena (¿por qué tenía que ser así y no de otra forma?).

Yo con mis vacíos, mi grandes temores, y tú con tu «dialéctica del amo y del esclavo», tus «teorías de la plusvalía», y tus dogmas donde nada nos podrá salvar, Marina, ahora que es tarde para mirar hacia atrás, o para verte aparecer con tu sonrisa de niña, tu coleta rubia, tus zapatillas viejas, tus banderolas y géneros carmesí para siempre en tu bolso, y en tu alma. Sobre todo, en este preciso momento, en que el policía me pone un revólver en la sien, y continúa interrogándome por ti, Marina, mi Marina, mi primer y único amor. Y el Mar Rojo no se abrirá, Marina. No se abrirá. Lo sé perfectamente. Y yo ya no tengo nada que decir. Solo despertar en una fosa común, coger tu mano, y desaparecer para siempre en la niebla de tu boca.

(Publicado en la revista impresa Lima Gris Nº 11)

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Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.

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Dictan 6 meses de prisión preventiva a sujeto que vandalizó la Piedra de los 12 Ángulos [VIDEO]

En tanto, el Mincul solicitó más de 5 millones de soles como reparación civil contra Gabriel Roysi Melanio.

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Durísima sanción. Seis meses de prisión preventiva de la libertad dictó ayer el Poder Judicial (PJ), a través de la Corte del Cusco, contra Gabriel Mariano Roysi Melanio, de 30 años, investigado por atentar contra la Piedra de los Doce Ángulos en el centro histórico de la ciudad del Cusco.

La decisión fue dispuesta por el Segundo Juzgado Penal de Investigación Preparatoria Transitoria de Flagrancia del Cusco.

Será investigado por el delito de destrucción de bienes culturales, daño ocasionado con un martillo. Cabe recordar que la ciudad del Cusco es protegida al ser Patrimonio Cultural de la Nación desde 1972 y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde 1983.

Por su parte, el Ministerio de Cultura (Mincul), a través del procurador público Henmer Alva Neyra, solicitó como reparación civil e indemnización 5 millones 350,000 soles al imputado de dañar con un martillo la Piedra de los 12 Ángulos.

El fiscal del caso sustentó la medida coercitiva a partir de las pericias del Mincul y de la Policía Nacional que confirman que tras el impacto metálico hubo pérdida de material y hendiduras, que fue calificado como “muy grave” al haber “alteración irreversible en un bien arqueológico de alto valor histórico y cultural”.

Además, hubo “una alteración en la fisura superficial comprometiendo la estabilidad del elemento y exponiendo a un deterioro. El daño compromete no solo la integridad física del bien, sino también su valor histórico, estético cultural al modificar su percepción visual y su autenticidad”.

fuente: tv peru.

El dato:

Un turista que observó los daños reportó la agresión a una tienda de la zona y tras visualizar los registros se constató que Roysi Melano golpeó tres veces el bien cultural y luego se fue. El mismo día, alrededor de las 10:40 horas, la Policía Nacional y la fiscalía ubicaron y detuvieron al causante en la calle Suytuhatu del barrio de San Blas.

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Norvial anuncia que suspenderá temporalmente el cobro de peajes en Pasamayo y Serpentín [VIDEO]

Desde primeras horas de la mañana de hoy se observa a los vehículos pasar sin pagar el peaje.

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Luego de varias protestas por parte de los transportistas que usualmente se dirigen hacia el norte del país, denunciando que la empresa concesionaria Norvial aún continuaba cobrando el peaje en la Variante de Pasamayo y el Serpentín de Pasamayo, pese a que más adelante se encuentra derrumbado el puente Chancay, Norvial informó la suspensión temporal de dicho cobro.

La concesionaria de la Red Vial 5 de la Panamericana Norte precisó que la medida estará vigente por seis días calendario o hasta que se culmine con la instalación del puente modular que permita recuperar la transitabilidad en el kilómetro 76+200 donde se ubicaba el colapsado puente Chancay.

Sostuvo que la medida se adoptó en virtud del Oficio N° 0658-2025-MTC/19 expedido por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), en aplicación del numeral 9.9 del Contrato de Concesión.

A través de su cuenta oficial en Facebook Norvial dio a conocer este comunicado donde reiteró su compromiso por la seguridad y transitabilidad en la vía.

Como se recuerda, el jueves 13 de febrero, cerca de la medianoche, se produjo el colapso de una de las vías (de norte a sur) del puente Chancay lo que provocó la caída de un bus interprovincial lleno de pasajeros y de un automóvil particular. El accidente dejó tres personas fallecidas y cerca de 40 heridas, algunas de ellas aún se encuentran internadas.

Ante el colapso del puente, que obligó a suspender el tránsito en ese tramo de la Panamericana Norte, el titular del MTC, Raúl Pérez Reyes, anunció que un puente modular reemplazará a la infraestructura dañada. La instalación del citado puente demandaría entre ocho a 15 días.

fuente: exitosa.

Ante la suspensión del tránsito vehicular en Chancay, los transportistas que salen o se dirigen a Lima toman como ruta alterna el camino que conduce a la ciudad de Huaral para luego dirigirse a Aucallama y en este lugar retomar la Panamericana Norte.

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Concesionaria Norvial continúa cobrando peajes en Ancón y Huacho pese a colapso de puente Chancay [VIDEO]

Choferes se muestran disconformes en cobro de peaje, tomando en consideración el derrumbe del puente y la altísima congestión vehicular en la zona.

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Siguen cobrando pese a un servicio deficiente. El director de la Cámara Internacional de la Industria del Transporte (CIT), Martín Ojeda, denunció que se sigue cobrando peaje a pesar de las limitaciones del tránsito vehicular, tras el colapso del puente Chancay, en Huaral, que se registró la noche del jueves, 13 de febrero.

En entrevista para RPP, Ojeda señaló que persiste el cobro en los peajes de Ancón y Huacho, por lo que exigió la suspensión del pago hasta que culminen los trabajos de remediación después la caída del puente Chancay, a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte.  

También dijo que los transportistas son desviados del peaje de Ancón hacia Huaral, por una vía de trocha que dificulta el tránsito y, además, genera una congestión vehicular de entre una a cuatro horas.

fuente: exitosa.

Para ejemplificar el panorama que brindó Ojeda, un conductor se comunicó en vivo con RPP y relató que, en su trayecto de Lima a Chancay, estuvo más de tres horas atascado en el tráfico. 

“Y en el mejor de los casos, cuando no hay tráfico, se demora hora con veinte minutos. Y el día de ayer, en la noche, se ha demorado de tres a cuatro horas. Hay una larga fila de buses porque nos meten por calles que no son carreteras, no son autopistas, es una ciudad… lo peor de todo, que nos cobran los peajes”, declaró Martín Ojeda.

“La fluidez y la conectividad se rompió y están cobrando el peaje de norte a sur y de sur a norte en Huacho; y están cobrando el peaje en Ancón, norte y sur, sur y norte”, agregó.

El director de la CIT comentó que en los peajes se cobra 10.40 soles por eje y los camiones tiene hasta seis; por lo que un transportista podría llegar a pagar 62.40 soles.

“Eso es lo que nos están cobrando: por nada”, enfatizó.

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Atentado cultural en Cusco [VIDEO]

‘La piedra de los doce ángulos’ forma parte de un Palacio Inca en la calle Hatun Rumiyoq y hoy fue seriamente vandalizada por una persona que con un objeto contundente la golpeó fuertemente. Como se recuerda, hace 11 años dos vándalos chilenos pintaron el gran bloque e hicieron un grafiti con sus iniciales.

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La madrugada de este martes la ‘piedra de los doce ángulos’ ubicada en la zona monumental de la ciudad de Cusco, sufrió un grave atentado. Lima Gris accedió a imágenes exclusivas del momento del acto vandálico, cuando una persona en aparente estado de ebriedad golpea fuertemente la piedra con un objeto sólido que sostiene en su mano. Funcionarios del Ministerio de Cultura llegaron hasta el lugar para evaluar los daños.

¿Dónde está ubicada exactamente la ‘Piedra de los doce ángulos’?

La piedra de los doce ángulos es un bloque de piedra de la cultura inca que forma parte de un palacio ubicado en el centro de la ciudad, en la calle Hatun Rumiyoq (que junto con otras calles se unen a la plazoleta de San Blas con la plazoleta de la Almudena) en la zona monumental de Cusco, Perú.

El gran bloque de arquitectura inca y que está compuesta por una formación diorita presenta un gran acabado y bordeado perfeccionista, al no existir asimetrías en sus uniones. Y actualmente es considerado Patrimonio Cultural de la Nación del Perú. Asimismo, la piedra forma parte de la sede del Palacio Arzobispal de Cusco, que anteriormente fue la residencia de Inca Roca, el sexto soberano del Curacazgo del Cusco.

Hace 11 años sufrió un acto vandálico

Como se recuerda, el 8 de marzo de 2014 la piedra sufrió un grave atentado mediante una irresponsable pinta que significó un acto vandálico, pese a la constante vigilancia de los ciudadanos cusqueños. En dicha fecha, dos sujetos chilenos desadaptados hicieron un grafiti con sus iniciales. Felizmente, los servidores de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco lograron borrarlas sin dañar la superficie.

Lima Gris accedió a estas exclusivas imágenes captadas por Darwin Santander.

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Taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto Jorge Chávez, según nuevas indicaciones de la ATU

Asimismo, precisaron que los buses “AeroDirecto” estará permitido el traslado de maletas tipo ‘carry on’.

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Taxis y malestas, sí, pero ahora solo falta cómo ingresar. La Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) informó el pasado fin de semana que los taxis por aplicativo sí podrán ingresar al nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez, que se inaugura este 30 de marzo.

A través de un comunicado, precisó que este tipo de autos sí podrán ingresar con pasajeros al nuevo terminal de Lima y que “el control y la seguridad de estos vehículos estarán a cargo tanto de la entidad como de la Policía Nacional del Perú”.

Es así que vehículos de los aplicativos como como Uber, Yango, Cabify, Didi y Easy Taxi podrán ingresar al terminal con pasajeros.

Para operar en el nuevo terminal aéreo, los taxis por aplicativo deberán cumplir con varios requisitos de seguridad y formalización. Las unidades deben estar debidamente identificadas con la placa correspondiente al servicio de taxi y contar con la autorización de la ATU.

Además, los conductores deberán tener una licencia de conducir vigente, contar con el SOAT obligatorio y pasar una inspección vehicular actualizada. Entre los implementos de seguridad exigidos se incluyen un botiquín de primeros auxilios, un extintor y señales distintivas como casquete y cartilla informativa.

Detalló asimismo que los buses de “Aerodirecto” son vehículos de transporte público urbanos de pasajeros, como los que prestan servicio en la ciudad, en los cuales está permitido el traslado de maletas tipo carry on (con ruedas) y mochilas de viaje, es decir, el equipaje que suele ir en la cabina de los aviones”.

Finalmente, la ATU reiteró su compromiso de apoyar los servicios de movilidad urbana hacia y desde el nuevo aeropuerto Jorge Chávez dentro de los estándares de formalidad que la autoridad exige, a la par de ir implementando nuevos servicios que permitan un desplazamiento seguro de los ciudadanos y visitantes.

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A propósito del Día del Amor y la Amistad: cada vez más peruanos prefieren casarse pasados los 30 años

El año pasado se realizaron 68,559 matrimonios, situándose casi a cifras prepandemia.

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Dar el “sí, acepto” es una de las decisiones más importantes de la vida y para muchos se tienen que dar ciertas condiciones para pasar el resto de sus vidas que su ser amado. Los tiempos han cambiado y ya no se frecuenta ver bodas entre jóvenes veinteañeros, sino a dos adultos de 35 años para arriba.

Y es que varios factores entran a tallar para la unión ante Dios. Muchos jóvenes dan prioridad a su vida profesional y laboral, dejando en segundo plano las nupcias. Otro factor importante es el soporte económico ya que muchas de las nuevas parejas buscan un hogar donde habitar que no sea el segundo piso de la casa de sus padres. Otro detalle a considerar es que muchos de los encuestados no se sienten emocionalmente preparados para “dar el salto” a la fila de los recién casados, prefiriendo entre otras cosas su libertad como solteros, su juventud y su etapa donde no son tan responsables.

Según información del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) en 2024 se han registrado 68,559 matrimonios; lo que indica una recuperación con respecto a los números prepandemia. En 2019 la cifra fue de 73,802, y evidentemente por la coyuntura de la crisis por Covid-19 en 2020 se redujo a 43,608 bodas. En años posteriores la cifra se fue recuperando, teniendo un pico alto en 2022 con 80,605 matrimonios.

En los años posteriores esa cifra no se mantuvo, reduciéndose considerablemente: 2023 con 66,142 bodas, y 2024 con 68,559.

El año anterior más de 39 mil peruanos se casaron entre los 30 y 59 años; siendo Lima, Arequipa y Cusco las regiones que lideran este ranking por rango de edad.

Ciudadanos ahora priorizan otros aspectos de su vida como la profesional, emocional o económica antes de casarse. Foto: El Peruano.

Día del Amor, día de casarnos

Por otro lado, Reniec informó que en el 2024 se registraron 757 matrimonios el 14 de febrero, fecha en la que se celebra el Día del Amor o Día de San Valentín. Esto representa una disminución del 25.6% versus el 2023, cuando se casaron 1018 parejas a nivel nacional.

En comparación con el año prepandemia (2019), se experimentó una caída del 38.7% en el número de matrimonios inscritos que fueron 1234.

Reniec también señaló que, en los últimos seis años, un total de 4892 parejas eligieron contraer matrimonio el Día de San Valentín.

Las parejas que han unido sus vidas y sellado su amor en esta fecha especial son las siguientes: en 2019 (1234), 2020 (1476), 2021 (14), 2022 (393), 2023 (1018) y en 2024 (757).

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Dos personas fallecidas y decenas de heridos tras caída de Puente de Chancay [VIDEO]

Bus interprovincial cayó al turbulento río Chancay. Entre los heridos se encuentran tres menores de edad.

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Un país sin puentes. Resulta sumamente preocupante la falta de planificación y monitoreo de los puentes del país. Han pasado más de dos años y un puente en Huachipa aún no se puede terminar de construir; peor aún, no existe un puente de acceso al nuevo aeropuerto Jorge Chávez; diversos puentes vienen siendo golpeados en sus bases por buses y tráileres de carga pesada, dificultando la transitabilidad de los demás vehículos; y qué decir de los demás puentes en el interior del país que cada año son debilitados tras la llegada de un huayco, sin que exista un control posterior de las autoridades competentes sean distritales, regionales o centrales; y ahora último el Puente de Chancay se ha caído al río, llevándose consigo dos personas inocentes fallecidas.

De acuerdo con información del titular del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), Raúl Pérez – Reyes, un bus interprovincial cayó a las aguas del río Chancay a la altura del kilómetro 75 de la Panamericana Norte, luego de que el puente se desplomara. Posteriormente, se tuvo conocimiento de que un auto particular también cayó a la corriente fluvial.

El hecho ocurrió aproximadamente a las 11:55 p.m. del último jueves, cuando la infraestructura cedió justo en el momento en que una unidad de la empresa Cruz del Norte y un automóvil de color negro transitaban por la vía.

Bomberos y agentes de la Policía Nacional del Perú (PNP) trabajaron en conjunto para rescatar a los pasajeros atrapados dentro del ómnibus, algunos de los cuales quedaron entre los fierros retorcidos. Con herramientas especializadas, lograron abrir paso entre los restos del vehículo, mientras otros socorristas brindaban primeros auxilios. Los afectados fueron trasladados a los hospitales de Chancay y Huaral.

Por otro lado, se conoció que en el mes de noviembre se realizó mantenimiento al puente derrumbado, sin embargo, no se han brindado mayores detalles sobre el tipo de mantenimiento. Desde el año 2003 la empresa encargada del mantenimiento del puente es Norvial.

fuente: latina.

Ministro de Transportes acudió hasta el puente derrumbado

Ante esta emergencia, el ministro de Transportes llegó hasta Chancay en horas de la madrugada para intentar buscar alternativas de vías de comunicación debido a que se ha paralizado la carretera en sentido norte a sur producto del colapso del puente. 

Los pobladores de la zona se mostraron totalmente indignados con su presencia y llegaron a increparle en el lugar. Sin embargo, el titular del MTC se concentró en mencionar que lo importante era salvaguardar la vida de las víctimas

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Usuarios del Metropolitano se bajan de los buses debido al asfixiante calor [VIDEO]

Unidades de transporte no cuentan con aire acondicionado, eso sumado a la gran conglomeración en hora punta hace que muchos de esos vehículos vayan repletos de pasajeros.

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El sofocante calor se siente en muchas partes de la capital, registrándose en algunos distritos temperaturas por encima de los 30 grados, teniendo sensaciones de calor los 33 o 34 grados. Si eso calor se suma estar en un lugar cerrado y con poca ventilación como los buses del Metropolitano dicha temperatura fácilmente puede bordear los 37 o 38 grados, resultando para muchos una “olla a presión”.

Anoche, en la estación Naranjal del Metropolitano, decenas de usuarios de ese servicio de transporte no pudieron más el intenso calor y decidieron bajarse de las unidades a modo de protesta por la escasa implementación de aire acondicionado o sistemas de ventilación.

Y a pesar que anoche se registró una intensa lluvia en gran parte de la capital, la sensación de calor no se redujo, teniendo una media de 25°C incluso hasta altas horas de la noche.

“No es ventilado, la verdad. Como todos los días, es algo normal que haya aglomeraciones. El calor está muy fuerte”, dijo a Panamericana TV una pasajera que aguardaba abordar en la estación Naranjal. Otra usuaria agregó: “Es un horno estar en el trayecto. La gente está apiñada, no hay ventilación. Las ventanas no sirven de mucho porque son pequeñas y algunas están malogradas”.

fuentes: bdp.

En esa estación los pasajeros debieron esperar al menos 45 minutos debido a la congestión generada por el mal tiempo. Sin embargo, el panorama se replicó en otros puntos, donde usuarios reportaron que la lluvia generó desorden y acumulación de suciedad en los embarques.

Los peatones también manifestaron que las estaciones no están diseñadas para soportar precipitaciones prolongadas. En varias de ellas, se registró acumulación de agua en el piso, lo que dificultó el acceso y generó riesgo de resbalones.

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