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Opinión

Literatura de la medianía: Karina Pacheco y su prosa de artificio

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Por Miguel Arribasplata

“¿Nada puede encantar el tedio que os devora?”. Racine.

“Sí, que la literatura existe y, si se quiere, sola, excepción de todo”. Mallarmé. Y para Kafka: “Mi nostalgia de la literatura supera todo” (Barthes, 2005, p. 356). Levantar un mundo de ficción le cuesta caro a Karina Pacheco, El año del viento (2021) no es una operación estética de desautomatización del lenguaje cotidiano; es una novela cuyo rollo está envuelto en opiniones y noticias periodísticas de la época, a más del pobre comentario sociopolítico, que la narradora en primera persona adereza en la historia.

Una cincuentona mujer cusqueña, Nina, desde Madrid viaja a su pasado, luego de encontrarse casualmente en un mercado con el clon o espectro de su prima Bárbara, con quien compartió un retazo de su niñez. Acuciada por los re-cuerdos de una breve temporada infantil al lado de la simpática andahuaylina en su apacible hogar y recreada en el anexo de Umara, Nina trata de desarmar el rompecabezas de la desaparición de Bárbara. Tras pesquisas persistentes se entera de que esta se enroló en Sendero Luminoso, convirtiéndose en una despiadada lideresa que adoctrinaba a los jóvenes lugareños y ajusticiaba a los campesinos umareños, quienes, tras el arribo del ejército, toman venganza incendiando la casa de Bárbara, matando a un familiar y entregándola a los soldados, quienes la violan sistemáticamente.

Finalmente, Bárbara aparece en Abancay trastornada, es recogida del basural por su hermana y viaja con los suyos a Madrid, siempre en estado de locura.

Gran parte de la trama de la novela transcurre recreando la niñez de Nina y la estancia de Bárbara en el Cusco, en casa de los padres de Nina-Niña, un hogar clasemediero, que la acoge mientras estudia en la universidad y que tras breve tiempo lo abandona para desempeñarse como profesora en Umaca.

A veces las recuerdo como dos felinos, sentados frente a frente, a uno y otro lado del abismo. Se están mirando fijamente, como si sus ojos de fuego buscaran descifrar el pasado, silenciado; el futuro, condenado. Un tiro de dados puede definir quién dará el salto necesario para remontar el vacío, al fin. (Pacheco, 2021, p. 9).

El estilo y el tono de reminiscencia y el giro de los acontecimientos se fijan en las primeras líneas del relato. La crónica familiar de la narradora pudo ser una buena oportunidad para la autora, si insertaba con mayor tino el universo hogareño en el contexto social de la época (1980-2022), valiéndose también del espacio particular cusqueño. Pero no hay nada paradigmático o apoteósico en la intención: la ciudad del Cusco no está retratada simbólicamente, la escribiente merodea solo en sus juegos y correrías en patines en el parque del Trébol.

Cusco es reducido al espacio doméstico de la casa y de uno que otro jardín y a algunos ecos de protestas sociales. En esto, José María Arguedas, cuando describe a la emergente ciudad de Abancay, en Los ríos profundos (1958), lo hace con mucha verosimilitud y minuciosidad; a pesar de que es un pueblo semifeudal, ahí está la vida con sus hervores.

No hay pues, como quería Kant, lo bello como triunfo de un nuevo acuerdo entre el conocimiento y la imaginación sensible. ¡Oh!, cuánto le cuesta a Karina Pacheco el querer ser cosmopolita escondiendo el paisaje humano y material de su Cusco, de esa sierra al pie del orbe, vallejiana y universal.

Durante años imaginé que alguna vez tendría que escribir sobre 1981. Tal como ocurre hoy, en este tiempo de incertidumbre al que nos ha arrojado la pandemia, pareciera que las situaciones de crisis máxima, al acorralarnos, nos llevaron a hacernos preguntas más radicales, a mirar la realidad desde posiciones insólitas, sin permitirnos evasiones de la realidad (Pacheco, 2021, pp. 88-89).

La imaginación queda ahí, como asombro falto de ficcionalidad, Pacheco prefiere escardar en las noticias, en lo que ya se sabe y no apelar al arte de narrar, al manejo íntimo de escenas familiares, que en el momento de crear lo extraartístico se someta al tratamiento “artístico”. Al asumir una personalidad ficticia de autora de su obra, no perfila esta entidad, no la mantiene latente ni mucho menos la patentiza ante sus lectores, rebaja sus intenciones a lo que de modo natural o cotidiano ya conoce la opinión pública. Alimentar al personaje-autor para no rebajarlo a la hueca condición de la comunicación efímera. Y eso se logra o se sostiene con el bagaje de lectores, que permiten que el reparto de lo sensible prevea y provea una trama estéticamente sostenida. Reto mayor para un escritor es el de tocar referencias contemporáneas y locales. Aquí sí, la moda incomoda a Karina Pacheco; engullir el tema de la violencia política en las 375 páginas de su novela, le pasa factura. A este evento mayor lo vuelve episódico en cuanto a tratamiento artístico, restringido a la opinión, al mass media. Un escritor de buen oficio hace del hecho mínimo un iluminador de los grandes temas.

El año del viento es un remolino monocorde, no horada más allá de la evocación familiar. Para autoras como Pacheco el tratamiento de la violencia armada es ininteligible política y estéticamente, la forma no cuaja, en el entendido de que, como decía Roland Barthes, ficcionalizar es separar un escrito de su inmediato contexto empírico y hacer que sirva a propósitos más amplios.

No hay coartadas, finalidad artística ni existencial para que el lector se convenza de que está sobre todo ante un hecho artístico y que siente un bello efecto. De estos tipos de discurso está hecho El año del viento (2021):

Fue la primera vez que escuché ese nombre. Hasta entonces, lejos de Ayacucho, por la radio y la televisión se continuaba hablando de incendiarios, dinamiteros, extremistas, guerrilleros, narcotraficantes, infiltrados de Cuba, infiltrados de la CIA, paramilitares, pocas veces se usaba la palabra terroristas. No se acertaba a dar con su origen, ni mucho menos, con sus propósitos. Sendero Luminoso. Sonaba bonito. Un sendero de luces. Una podía imaginar un caminito abierto en el bosque… (Pacheco, p. 83)

El lenguaje prosaico impone su ritmo en la novela de Pacheco. Como principio del estilo, Flaubert señalaba que: “Es necesario que las frases se agiten en un libro como las hojas en un bosque, todas distintas en su parecido”1.

Así, entonces, la prosa de Karina no afecta al ser en situación, se convierte en un pobre objeto del deseo;  la  cusqueña  cree que representando la temática de la guerra interna ya tiene un punto firme de  apoyo para desplegar el arte de narrar; pero, como decía Joyce, que la obra no tenía como objeto relacionarse con los hechos, sino más bien comunicar una emoción para  desplegar su inteligencia creativa en la construcción de la historia y para servirse de los personajes, consiguiendo un significado con situaciones estilísticas a través  de  enunciados donde la efusión sentimental –élan vital de El año del viento (2021), no bien explotado– sea también creadora de situaciones.

El lector, con tanta digresión, ingresa a una especie de abulia o lasitud, porque el tema de la novela en mención no se despliega en un juego de mostración y ocultación, se convierte en una mera revelación de sentido, contiene mu-chas páginas de literariedad. Las tres condiciones de la belleza: resplandor, integridad y armonía, naufragan en la falta de vigor y sapiencia de la autora. Asumir como materia novelada la política, entraña el peligro de ser panfletario. Viene al caso esta cita de Rancière, extraída de su libro Política de la litera-tura.

La política trabaja con el todo, la literatura trabaja con las unidades. Su propia forma de disenso consiste en crear nuevas formas de individualidad que deshacen las correspondencias establecidas entre estados de cuerpos y significados “hojas” que esconden el árbol a la vista de su propietario (2011, p. 99).

El tema de toda novela son los individuos y sus relaciones, en su interesante libro: La celebración de la novela (1996), Miguel Gutiérrez dice que en un país como el nuestro, los escritores tienen el deber de representar en su literatura las grandes desigualdades sociales.

Transformar lo contingente en necesario, es la divisa del buen arte. Sin embargo, la literatura contemporánea es un mercado persa, donde se ofrecen asuntos baladíes, menos en arte radical, con temas domésticos, con ideales estandarizados –como apunta Mariátegui–, donde se procesan más que opiniones y no verdades; para ellos, la historia está dormida y si despierta, que la coma el tigre. Pareciera, pues, que el tema de la violencia es un diferendo que ahuyenta a los escritores, y si se acercan a ella, lo hacen por demodé, convirtiéndola en un postre sin sabor a historia de lo que fue.

Karina Pacheco no es la excepción, higieniza su imaginación de tal modo que lo que cuenta está premunido de sutura con la contemporaneidad. Las corporaciones editoriales promueven masticar este chicle. En tanto, seguiremos siendo disidentes solitarios, Edipos nómadas, que encarnan al límite la experiencia humana.

La generación de Karina, la que se inventa en talleres, concursos y relaciones publicitarias, no plasma la ilusión de un afuera, al ilustrar la situación histórica; describiendo a la sociedad en un momento determinado, esa historiografía novelada se banaliza. Y eso ya no es arte, sino conocimiento no-novelesco, su vulgarización, su lenguaje no es afín al aspecto estético. De ahí que, en la tarea de pensar por sí misma, Pacheco se deja gobernar por lo ya sabido, con reflexiones que atentan contra la verosimilitud, al desencadenar sus recuerdos no los simboliza, no crea imágenes.

Viene a propósito esta cita de Marcel Proust, extraída de “Por la parte de Swam, I”:

Todos los sentimientos que nos hacen experimentar la alegría o el infortunio de un personaje real, solo se producen en nosotros por conducto de una imagen de esa alegría o de ese infortunio (…), por ser la imagen el único elemento esencial en el mecanismo de nuestras emociones (2003, p. 78).

El fin hila la intriga, en El año del viento (2021) la intriga se asfixia cuando la narradora empieza con sus disquisiciones y ejercicios de retórica intrascendente, de lo que todo el mundo sabe. Le falta astucia, no se nota la soberanía de la escritora, al relatar el Ideal del Yo se vuelve modesto, no hace valer su escritura.

Kafka es un ejemplo de coraje: apasionado en el arte de novelar con talento ansiosamente contenido. Cuan-do la autora Pacheco narra nos manifiesta una pro-tensión, su escritura, el nervio vivo de la creatividad, es débil. De ahí que toda la obra de Karina carezca de buen tono, su fraseo es opaco, no hay emoción de descubrimiento, esa adrenalina que acompaña al buen escritor. Es como dice Alain Badiou, un arte oficial que:

“No está del lado de la situación, sino del estado de la situación, en el lado no de la presentación sino de la representación” (2022, s. p.). Esa es la diferencia ontológica entre la literatura del statu quo y la literatura militante, un arte de lo que está deviniendo.

Si de crear al Otro, sabiendo cómo hacerlo, es el rol de la buena novela, El año del viento (2021) no alcanza estatus de gran novela. Dejándose llevar por la tentación de la novedad, el arte de Pacheco es una fatalidad. En el capitalismo el ideal es lo nuevo como moneda de cambio; un circulante que no horada, que no construye significados trascendentes.

CODA

Donde adquiere estatuto narrativo y ficcional, la novela de Karina Pacheco, es en las últimas doscientas páginas. El Yo de la escritora tiene soberanía, oficio, drama; el personaje central ya va construyendo significados, la historia tiene cuerpo sensorial, el tiempo de la historia y del discurso se relacionan con cierta armonía y secuencialidad, los acontecimientos están mejor entramados. Lejos de la prosa periodística y de la digresión  –donde destaca muy bien Miguel Gutiérrez, con La violencia del tiempo (2013)– Pacheco asoma como escritora que maneja el conflicto y crea expectativas en el lector y en lo que cuenta; hay un apetito de la forma en el continuo y discontinuo del relato.

Como quería Kafka, el escritor enteramente se aboca a poner en el lenguaje todo su imaginario. Hay y debe haber un Ideal del Yo de la Escritura, vale por lo que escribe y cómo escribe.

Lejos del espectáculo cultural y social, Karina Pacheco podría reinventarse. No obstante, las peras del olmo siguen colgadas en el árbol de las fraternidades de los de arriba.

Notas

1 Citado por Roland Barthes, en La preparación de la novela (2005). Siglo XXI. México, p. 372.

Referencias

Badiou, A. (2022). Una descripción sin lugar. Políticas del arte contempo-ráneo. España: Meier Ramírez.

Barthes, R. (2005). La preparación de la novela. México: Siglo XXI.

Gutiérrez, M. (1996). Celebración de la nove-la 1. Lima: PEISA.

Pacheco, K. (2021). El año del viento. Seix Barral.

Proust, M., & Manzano, C. (2003). Por la parte de Swann. En busca del tiempo perdido I. Madrid: BOLSILLO.

Rancière, J. (2011). Política de la literatura. Argentina: Libros del Zorzal.

Del libro: LA GUERRA CULTURAL DE BAJA INTENSIDAD EN LA LITERATURA PERUANA.

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Detractores de Ricardo Belmont no tienen argumentos y solo demuestran ignorancia o mala fe

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Los atacantes o seudo críticos del periodista Ricardo Belmont Cassinelli (RBC), le achacan repetitivamente la devolución de acciones del canal Red Bicolor de Comunicaciones SAA y al hacerlo solo demuestran una supina ignorancia y absoluta mala fe.

Las personas que proceden así, lanzando ataques sin fundamento, solo dan pena y vergüenza ajena, pues buscan vulgarmente descalificar a RBC con el manido tema de las “acciones” que ellos o sus supuestos familiares adquirieron como parte de la propuesta del accionariado difundido lanzada en 1986.

Esos críticos evidencian su chatura intelectual y su falta de argumentos pues no son personas que se hayan informado oportunamente o investigado adecuadamente el caso, recurriendo solo a muletillas, clisés y leyendas urbanas inventadas bajo el libreto fujimontesinista del SIN, hace treinta años, con el objetivo de evitar que un alcalde exitoso y reelecto democráticamente por la ciudad de Lima, como RBC, postule a la presidencia del Perú ya que de ganar entonces hubiera terminado malográndole la película y el negocio al dúo Fujimori-Montesinos en las elecciones presidenciales de 1995.

Porque sin fraude, como el que hubo en esas elecciones de dicho año, RBC le ganaba la presidencia de la República a Alberto Fujimori.  Precisamente, bajo ese contexto es que desde el SIN se buscó y organizó a tres o cuatro accionistas “errebecistas”, quienes cual Felipillo, o cual Judas Iscariote, se prestaron traidoramente para crear la leyenda negra o urbana de las “acciones”, y así con cartulinas, portátiles y la logística montesinista se presentaban frente a los medios de la prensa chica con el objetivo de lanzar improperios contra RBC, todo según el libreto de los psicosociales del SIN, aduciendo falsamente que habían sido “estafados”.

Hoy, esa clase de descalificaciones a través de las redes sociales, formulada por unos cuantos despistados, que en su mayoría son bots, hackers o troles contratados, solo constituyen mentiras y son improperios pedestres que se lanzan con el fin perverso de desprestigiar a RBC, y no tienen más argumentos que esos. Por eso solo producen hilaridad y pena, vergüenza ajena, al comprobar cómo puede haber gente tan ignorante y con tanta mala leche, ya que las “acciones” están ahí, intactas y al alcance de sus dueños o de sus herederos, pudiendo acudir al canal tomado a la fuerza por el hijo de Ricardo y su socio inquilino Butters.

De manera que más que doler o indignar a todo espartano, esa clase de ataques lo que nos produce es un deber moral y pedagógico para desasnar a los críticos y que les entre en la sesera la verdad de los hechos: nunca hubo estafa. Pero quienes repiten como loros esa clase de expresiones de “devuélveme la palta” son gente pobre de espíritu, evidenciándose que todavía falta mucho en el Perú por educar, por elevar el nivel intelectual y por saber debatir con verdad y fundamento. Y así no lo hacen los detractores de RBC.

Es decir, hacen mal algunos malos peruanos que actúan bajo el signo del odio, de su ignorancia supina o de su falta de atención, por lo que preocupa el saber que hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, todavía existe demasiada incultura y harta mala fe, pues la verdad más contundente sobre el caso de las acciones de RBC Televisión, es que nunca hubo estafa, nunca existió ningún engaño, y quienes aún siguen hablando de lo mismo son tontos útiles de la campaña de desprestigio iniciada desde el SIN de Montesinos hace tres décadas para robarle la elección al fundador del entonces Movimiento Cívico Obras, hoy llamado Partido Político Cívico Obras, ya que ponía en peligro la reelección de Fujimori, que usó al Ejército para pintar cerros con su nombre y dividió al JNE en tres partes, apareciendo el RENIEC y la ONPE, con el objetivo de concretar el fraude de 1995.

Así, el fujimontesinismo orquestó un plan siniestro para atacar a Ricardo y al Canal 11 y le dio pantalla a tres o cuatro malos “errebecistas”, felones, que resultaron incluso candidateando al Congreso por los partidos afines a la dictadura; y desde el SIN se les financió para que salieran en la prensa chicha con el cuento chino de la estafa de las acciones. No obstante, desde entonces, amén de 2,200 carpetas fiscales abiertas contra Ricardo, de decenas de procesos judiciales, de peritajes e informes bursátiles especializados, al final, después de 18 años, hacia el 2014, todo quedó absolutamente esclarecido y el Poder Judicial concluyó que nunca hubo estafa. Además, las acciones están ahí y a la mano de quien las quiera reclamar.

Otra cosa muy distinta, como ocurre en cualquier parte del mundo, es que las acciones produzcan utilidades, y eso depende de muchos factores. En el caso de nuestra patria, hubo un boicot para que la propuesta del accionariado difundido de RBC, lanzada entre 1985 y 1986, sea obstaculizada porque no le convenía al poder corruptor de turno ni a sus canales tradicionales de televisión que la misma tuviera éxito.

Así, el fujimontesinismo sumó sus ataques a los hechos de la hiperinflación y del terrorismo, factores que ya habían impedido que crezca el valor de las acciones de RBC Televisión, y procedió a ejecutar encima un plan de demolición mediante denuncias y protestas callejeras para desprestigiar al Canal 11 y a su fundador Ricardo, pero no solo eso sino que como estaba el fujimontesinismo unido a los dueños del poder, de consuno orquestaron con sus canales de TV que solían ir al SIN a recibir dinero, el bloqueo de la publicidad a RBC Televisión, porque el canal luchaba contra el poder corruptor, pues para los intereses de los cuatro o cinco canales de señal abierta, y para el fujimorismo, RBC Televisión era una piedra en el zapato ya que con su señal le abría los ojos a la gente.

Por eso da mucha pena comprobar la ignorancia de algunas gentes que hasta hoy reclaman por sus supuestas acciones, descontextualizando la hiperinflación, el terrorismo y el boicot desde el poder contra un medio de comunicación transparente como Canal 11. Además, ninguna empresa, ya sea una cervecera, automotriz o financiera puede hacer crecer sus acciones en la bolsa, si está sometida a un boicot desde el poder de turno, y eso es lo que pasó contra RBC Televisión y peor cuando el fujimontesinismo con sus canales que tenía arrodillados en el SIN, impidió que la publicidad llegara al Canal 11. Y sin publicidad ningún medio de comunicación puede sobrevivir.

Además, para vergüenza de los detractores y atacantes de RBC, mejor sería que se laven la boca con jabón antes de hablar de las acciones y que se informen mejor pues la propuesta del accionariado difundido pasó por todos los controles oficiales del Estado ya que se hizo con presencia de la CONASEV (hoy llamada SMV), de notarios, de la Bolsa de Valores de Lima (BVL) y del BCP. De modo que jamás hubo estafa, pero sí la valentía de Ricardo para resistir en pie ante la dictadura, pues cuando RBC lanzó la tesis del accionariado difundido el año 1986, en realidad hizo una propuesta patriótica, loable y revolucionaria, porque democratizaba las comunicaciones, y debería de ser premiada esa clase de propuestas ya que le da voz al pueblo.

Sin embargo, para el fujimontesinismo que le regalaba millones de dólares a los otros canales, no le convenia que triunfe la tesis del accionariado difundido, ya que se le acababa el negocio al poder mediático al transparentarse la información en el Perú y, además, Fujimori y los canales tradicionales que le eran adictos no querían competencia, por eso había que secar de recursos a RBC Televisión y sacarlo del aire, orquestando la negación de la publicidad, aumentando el cerco, la censura, el silenciamiento y la muerte civil que perdura hasta el presente contra RBC.

Si no se le hubieran amarrado los brazos y las piernas a Ricardo, en este momento el accionariado difundido sería una realidad y hasta serviría de modelo para otros países e industrias; pero esa clase de propuestas, que democratizan las comunicaciones, que le dan voz al pueblo, que empoderan al accionista, que le dan más independencia y libertad al ciudadano, dignidad y justicia, no le conviene al poder de turno, a los malos, a los codiciosos; y ese mal debía evitar por todos los medios que el accionariado difundido triunfe porque eso sería un buen ejemplo no solo en el Perú sino en toda América Latina.

Por eso invoco, exhorto y pido a los peruanos de buena voluntad para que les abran los ojos a los mediocres atacantes de Ricardo y les expliquen a esos ignorantes, si es posible con manzanitas, para que no vuelvan a cometer el error de hablar de acciones y de estafas, pues así solo demuestran su ignorancia y su poca información, por no decir mala fe. Es decir, deben documentarse mejor antes de tocar ese tema, de lo contrario seguirán haciendo el ridículo, y peor si no son troles, bots o hackers. Basta de odio entre peruanos, de violencia verbal que es la antesala de la “vis compulsiva” y basta de división entre peruanos porque el Partido Cívico Obras busca la fraternidad y la paz entre peruanos.

Después de casi dos décadas de juicios, orquestados desde los tiempos más crudos del montesinismo, uno a uno esos juicios se cayeron, venciendo Ricardo y la verdad, pues nunca hubo estafa, y lo digo con conocimiento de causa ya que tuve el honor de integrar el directorio de Red Bicolor de Comunicaciones SAA, y las acciones están ahí para quien las quiera, así sean sus herederos, y solo deben acudir al canal, ahora ubicado en San Isidro, el mismo que se le despojó a Ricardo papá y que hoy lo tienen su hijo Ricky y el socio-inquilino de este de apellido Butters Rivadeneyra.

De manera que un buen peruano, en espíritu y en verdad, bien nacido y que actúa de buena fe, no puede seguir hablando o repitiendo cojudeces, acerca de “devuélveme mi plata”, “devuélveme mis acciones” o dizque alguien fue “objeto de una estafa”. Eso es, absolutamente, falso a la luz de las resoluciones judiciales y de la historia.

Es más, si hubiera buena fe institucional esta es la hora en que la tesis de Ricardo Belmont, sobre el accionariado difundido, debería de ser premiada o promovida por las bondades que encierra en sí misma, para democratizar las inversiones, la propiedad y las comunicaciones. Igualmente, si hubiera transparencia en el país, esta es la hora en que Ricardo Belmont, por esa tesis de su accionariado difundido, sería reconocido con doctorados honoris causa entregados por alguna universidad de nuestra patria.

Pero la maldad es tan grande que hasta ahora al poder le interesa que Ricardo no tenga el Canal 11 y así sucede en el presente, pues siendo el accionista mayoritario y teniendo el derecho de propiedad de su lado, hoy no tiene al Canal 11 bajo su administración; y eso no es posible debido al poder oculto, a malos fiscales y mediocres funcionarios del INDECOPI, quienes demoran interesadamente poner las cosas en su sitio.

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Following, de Christopher Nolan (1998)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Los caminos del Señor y los caminos del crimen son igual de extraños (con lo cual no deseo insultar a quienes tienen una pasión religiosa por el crimen, o por el cine criminal, como tampoco deseo insultar a quienes tiene una pasión, de tan intensa, casi criminal por la religión). Y el camino que seguiría Nolan, que se anuncia en Following de manera tan elocuente, tiene algo de milagro, de experiencia sumamente satisfactoria, aún más si se piensa en que fue hecha con nada, con tan poco. ¡Las condiciones desfavorables pueden favorecerte! Y lo contrario también es cierto…

En este trabajo, previo a Memento -y tengo que decir algo que tal vez suene obvio, y es que Memento a mi parecer señala la cumbre de su filmografía-, el cine negro despliega sus múltiples encantos (la película luce fresca y arraigada en una tradición) con una admirable economía de recursos. Si la trama es retorcida (preñada de fundidos en negro como suavísimos saltos al vacío) como cuando un alumno inteligente quiere deslumbrar al punto de olvidarse de las grandes posibilidades de lo que tenía entre manos, ya ves muy claramente la personalidad de Nolan. Se avizora al director ambicioso que con empeño y suerte puede comerse el mundo.

Pero nada o poco de la indagación de la mente de un escritor o, al menos, la mente de un voyeur muy decidido a husmear en los pliegues más sexys o más míseros del prójimo. La apertura de los primeros minutos es muy prometedora en este sentido. Como un inicio de novela justamente… y esa será la película que nunca veremos. Esa premisa de deliciosa e imparable voracidad que se siente tan atractiva y que creo que era el camino que había que seguir ¡adonde te llevara!, se queda atascada en dos personajes, el escritor inocente que sigue desconocidos para jugar a conocerlos y así llenar las inquietas páginas vírgenes; y el criminal de verdad, cuya curiosidad está subordinada a su muy fuerte y segura vocación delictiva.   

El Caballero Nolan parecía querer ser un super héroe del cine, luego resulta que solo quería ser un super héroe de la taquilla, eso sí, con su maleta llena de trucos, algunos mejores que otros… pero el genio y el ingenio, aunque se crucen en los caminos no son lo mismo.

Película

https://m.ok.ru/video/678479202950

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Vagabunda, Sin techo ni ley, de Agnès Varda (1985)

Lee la columna de Rosa Cáceres Hernández

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Por Rosa Cáceres Hernández

“Sin techo ni ley” es una película de ficción realizada por la cineasta francesa Agnès Varda. El film nos hace reflexionar sobre la libertad, a través del cuerpo de Mona, quien es hallada muerta apenas empieza la película.

Luego el film recapitula, a través de algo semejante a la entrevista documental de quienes la conocieron, sus últimos meses de vida. Ellos miran la cuarta pared, a la cámara, a nosotros, los cómplices de todo, acerca de sus impresiones de quién fue esta especial mujer.

-Mona es una chica francesa marginal que vive en la calle, lleva lo puesto y su mochila y una carpa para acampar por donde la pille la noche-.

Su inadaptación la lleva a andar sin rumbo, algo que, sin embargo, pese a su precariedad, disfruta, pues ella no transa su autonomía, algo que reitera con frecuencia en el transcurso de la película.

Sus vínculos y sus amigos generalmente son gente pobre como ella, campesinos y migrantes, con quienes intercambia pan, vino y protección.

El personaje, construido magistralmente por Sandrine Bonnaire, dibuja un carácter arisco, pero en busca de un silencio iconoclasta y volátil que roza el aura angelical. Las personas con las que se encuentra en su periplo parecieran crueles y despiadados, materialistas, muertos en vidas rutinarias y esclavizantes, sobre todo cuando hablan de ella, que pareciera cada vez más viva en sus memorias.

Pese a que no se baña, Mona parece más liviana y fresca en comparación con los otros personajes que llevan una vida “normal”. Mona huele peor pero los otros son corruptos y ladrones con perfumes caros.

Agnès Varda a través de Mona, boicotea el proyecto de progreso y trascendencia narcisista, y por lo tanto representa todo lo opuesto a lo que la mayoría pretende: bienes materiales, estabilidad, trabajo. Su planteamiento es vivir el presente, sin intentar ningún tipo de exitismo; al contrario, el personaje se enfoca en el silencio constante, desprovisto de demandas. Su única pretensión es el aquí y ahora, sin pasado, su biografía es borrada de la película, no sabemos de dónde viene y por supuesto, sin proyecto de futuro, pues menos sabemos a dónde va.

Encontramos una analogía en el libro Calibán y la bruja de Silvia Federici. (2004), apología que describe a las tribus indígenas errantes en el medievo, quienes fueron perseguidas y exterminadas por la élite y la iglesia católica por tener conocimientos de brujería, no ser productivos, llevar una vida nómada y creer en distintos dioses.

El título “Sin techo ni ley” funciona como una analogía en la que justamente en este proceso se llevaron a cabo los primeros juicios de la inquisición, instaurando el refinamiento en el área de las leyes y el conocimiento de la legalidad como institución monopolizada por el poder.

Por tanto, podríamos decir que la directora recrea en Mona un personaje atemporal, situándolo antes de este hecho histórico, pero en un contexto contemporáneo, es decir desfasada y por lo tanto desencajada de todo el engranaje del sistema biopolítico actual.

El cuerpo de la marginal es violado y agredido constantemente, es obvio que Mona morirá, por cualquier motivo, porque los seres que han tenido contacto con ella apenas pueden entender la inmensidad de una revolución en sus vidas, dejarlo todo y lanzarse a un mundo lleno de riquezas y gozo, cual paraíso terreno, que perfectamente podría ser el actual; pero que, lamentablemente, está bajo la jurisdicción de la propiedad privada de unos pocos.

 Es por ello que Varda hace un relato circular y toma la muerte como punto de partida, como diciendo: “No voy a darles la sorpresa de que Mona muera repentinamente. Mona ya está muerta porque entre todos la hemos matado”.

Lejos de darnos una lección altruista, Mona es el despojo del sí mismo a la suerte del universo; entrega su cuerpo al sacrificio, haciendo autostop, “creyendo siempre en el otro” ofrece la inocente libertad, sus ganas de llegar a aquel lugar donde pueda cultivar papas sin horario. Mona se entrega a los dioses para agonizar en una zanja invadida por el frío, que le congela por fin la vida terrena -por la cual tampoco siente tanto aprecio- después de una fiesta dionisíaca en un pueblo perdido al norte de Francia, y luego de mendigar algo de pan, algo que por supuesto nadie (nosotros) le da.

Lo que percibimos a través de este personaje, es nuestro arquetipo libre y rebelde, que pareciera absolutamente inalcanzable en un mundo patriarcal y egoísta.

Se ha catalogado a esta película como cine feminista y es verdad, son innumerables las mujeres violadas por querer vivir sus vidas en solitario, haciendo autostop pero, más allá de eso, “Sin techo ni ley”, es una oda a la libertad, hacia una utopía ya muerta, representada por Mona, congelada en una zanja.

Película

https://m.ok.ru/video/7852403722809

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Mario Vargas Llosa (1936-2025)

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Ha muerto Vargas Llosa nuestro premio Nobel y también de España y República Dominicana, último país que le entregó la nacionalidad en 2023.  Escritor de libros emblemáticos como La ciudad y los perros, la casa verde, Conversación en la Catedral y otros. Y gran propagandista de las ideas liberales desde Tatcher hasta la derecha chicha de Alberto Fujimori, su antiguo rival electoral en 1990. Escritor monárquico como Eliot o ultra-francoderechista como Cela.

Fue participe de escándalos como el premio “Rómulo Gallegos”, dinero que habiendo prometido donar a Cuba y que más bien le sirvió para comprarse una casa en Los Pulpos, barrio residencial playero al sur de Lima. El caso Uchuraccay donde MVLL era el presidente de la comisión investigadora llegó a conclusiones inverosímiles: los comuneros asesinaron a los periodistas porque confundieron las cámaras fotográficas con armas de fuego, controversia que se acentuó cuando se revelaron los rollos de Willy Retto (periodista del desaparecido “Observador”) y se ve en la foto que hubo diálogo previo a la matanza; esta visión cavernícola nunca fue aceptada por los especialistas ni por la opinión popular y marito se ganó las críticas por su ineficiencia.

Su apoyo a los banqueros en el sonado caso de la estatización de la banca empujado por Alan García en su primer desastroso gobierno. Quizá otro hecho escandaloso fue el que se nacionalizara español cuando perdió las elecciones de 1990 —y motivo por el cual también lo celebraran allá— cuando más se le necesitaba como intelectual en la lucha contra Fujimori. Otros escándalos menores quedan en la memoria, el asunto del ojo moreteado que le dejó a García Márquez o el caso de la tía Urquidi con quien tenía un entuerto por asuntos de derecho de autor con la novela “La tía Julia o el escribidor”. Su fracaso como político (y, también, como cineasta) terminó por empujar al novelista a no salirse de la pluma y el papel en una perseverancia que ha merecido el saludo de muchos escritores y de quienes lo admiran.

En este último tiempo, después de su fracaso con la socialité Isabel Preysler, se la pasó revisitando sus otrora lugares emblemáticos como La Catedral, ese célebre bar de la avenida Alfonso Ugarte, el colegio militar “Alfonso Ugarte” y también el jirón Huatica. Antes de morir dejó dicho que quería una ceremonia fúnebre en privado sin ceremonias.
Sus libros le sobreviven. 

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Opinión

Vargas Llosa: La dictadura del resentimiento. ¿Por qué callan las escritoras?

Son innumerables los homenajes a Mario, pero resaltan también unos silencios casi paradigmáticos. Escritoras canónicas y autores jóvenes develan un hedor en el ambiente literario progresista. ¿Por qué?

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¿Mario en la era de la cancelación?

Especial sorpresa genera no ver en los perfiles de Instagram de autoras canónicas como Enríquez, Ojeda o Schweblin una minina referencia a la partida Mario. Quiero pensar que tal vez en otra red social se me desmiente, pero resulta hiriente esta aparente ley del hielo al suceso cultural del año, la muerte del último sobreviviente del Boom. Quiero pensar que me equivoco y que la autora de Huacoretrato, la peruana Wiener si posteó un storie que sus 24 horas de vida no me ha permitido encontrar a ver. A ella a la que Mario abrazó con cariño una vez hace no tanto tiempo.

Me objeto el considerar la memoria como algo obligatorio, pero soy rencoroso y al tratarse de un autor al que otro autor difícilmente puede resultarle ser ignorado (¿Qué escritor hispanoamericano ignoraría el aprecio literario que merece Conversación en la Catedral?), me resulta todo esto sintomático de otra cosa. De la brecha de autores jóvenes y no tanto que viven felices el puritanismo asfixiante de la cancelación hacia todo lo que discrepe con un pensamiento unidimensional. Y esto no se trata de izquierdas y derechas, va más allá, es la creación de un culto al resentimiento hecho dictadura. Y cuando hablo de resentimiento se muy bien de lo que hablo. Hay algo de Fernando Navales en todo esto.

Incluso el acérrimo Hildebrandt compartió una evaluación dura pero justa hacia el escritor: «Inevitable y necesario comenzar por MVL (…) De su conservadurismo extremo no va quedar sino la pena de quienes queríamos admirarlo sin fisuras y en todo momento (…) Es evidente que nadie alcanzó las alturas narrativas de Mario, ni Mario mismo, Ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en la catedral (…)  Yo estudié en colegio militar pero recién cuando leí La ciudad y los perros me enteré de que se trataba el colegio militar».

Tal vez ese querer amar una memoria sin fisuras es la razón que devela tanto odio. Las personas no son monumentos, esa es la gracia de ser humano. Y por último las estatuas más bellas son las griegas, precisamente porque están rotas como nosotros por dentro y fuera. Cómo nos hace falta leer a De Prada, para vernos en un espejo negro tal y cuál somos.

Si hasta los políticos lo han conmemorado:

Boric lo retrató como «escritor gigante y demócrata». Sheimbaun reconoció lo obvio, «hay que reconocer a un gran escritor», Sánchez de España lamentó la perdida del «maestro universal de la palabra». Y Macron dijo algo no dicho sobre ningún otro autor latinoamericano, «Mario Vargas Llosa fue de Francia, por la Academia, por su amor a nuestra literatura y a lo universal». Esto solo demuestra lo pequeña que es la mezquindad de quienes se aferran a la discrepancia sacrificando la literatura. Porque en lo político Mario era demócrata, denunció años atrás al libertario Alex Káiser al rechazar una dictadura menos mala pues Castro y Pinochet resultaban lo mismo frente a la libertad.

Quizá es el periodista Federico Castillo de Uruguay quien deja claro la naturaleza del ataque a MVL en este tiempo, como lo dejo bien claro en su cuenta en X:

«Si vas a poner algo sobre la muerte de Vargas Llosa fíjate que quede recontra bien claro que vos lo bancabas como escritor pero no por sus ideas políticas, no sea cosa que haya confusión y la gente se quede con la idea de que al final sos un falso progre. Ojo».

Pero especial atención genera el encono a veces expreso, pero sobre todo tácito en el silencio de algunas autoras mujeres comercialmente establecidas pero al parecer políticamente adversas. Es como si reconocerle algo de mérito a Mario fuese una causa de vergüenza.

Más allá de lo político, lo que los culturetas no le perdonan a MVL es haber tenido éxito. Traducido a 30 idiomas con millones de lectores. En fin, este es un oficio lleno de envidiosos. 

Hay quienes reclaman un boom también de mujeres que no ha terminado al sobrevivir un par de nombres, sin embargo… Desengáñense sus señorías, el boom eran 4 personas, Fuentes de México, Cortázar de Argentina, Márquez de Colombia y Vargas Llosa en Perú. Ese movimiento es una creación impulsada por Barral y la señora Carmen Balcells. El boom terminó. 

Escritores y periodistas fieles a la honestidad intelectual 

Escritores como la española Irene Vallejo que lo recordó con gran afecto, la peruana Mariana de Althaus que compartió esa entrañable foto de Mario con su pandilla de autores peruanos. La también peruana Kareen Spano que lo recordó cuando Mario fue a verla actuar en la obra el loco de los balcones. Hay muchos, son muchos los que lo celebran, lo recuerdan con cariño más allá de toda polémica. Son más las personas que lo han querido en este último momento por encima de toda diferencia política para quedarse con Mario Vargas Llosa el escritor. Aquí un breve recuento de algunos escritores del mundo que lo despidieron con afecto:

El periodista uruguayo Fernando Medina tuvo palabras preciosas para Mario: «se terminó la segunda mitad larga del siglo XX para las letras”. Lo describió como un autor biblioteca y además destacó su faceta de novelista histórico de Latinoamérica.

Magaly T. Ortega, la chica de Chismesito literario no estuvo ajena a conmemorarlo en redes en sus stories. Tan solo ver lo que nos compartió, el quiosco mexicano con todas las portadas de los periódicos mexicanos con el rostro de Mario Vargas Llosa. Es un gran homenaje, nos hizo ver a todos sus lectores dispersos lo imponente que resulta su ausencia. México lo celebraba en su prensa como si el que hubiese muerto Octavio Paz. Perú puede ver en esas impresiones algo que no volverá a tener en poco o mucho tiempo, y es haber gozado de un Embajador como ninguno.

Simón Soto escritor de Chile compartió un artículo brillante:

«Uno se pregunta cómo llegaba a esos entramados, qué ocurría en la cabeza del escritor para encontrar el diseño estructural de Conversación en La Catedral, por ejemplo, donde las temporalidades se deforman, se pliegan y se abren en torno a esa jornada de cervezas y revelaciones, saltando al pasado y volviendo otra vez al que es posiblemente el diálogo más indeleble de la literatura latinoamericana, ese donde las palabras agrias de Zabalita y el negro Ambrosio exponen el horror latinoamericano como una condena persistente y arquetípica».

En Perú pocos son los jóvenes lectores valientes que le rinden un homenaje con tanto amor como es el del periodista y poeta Martin Carrasco, quien jamás renegó de su amor a la obra de Mario. Quizá las suyas sean las palabras más sentidas, las que estoy seguro perdurarán una vez el odio que ennegrece a tantos lectores peruanos haya muerto:

«Hablo de esa generación que se atrevió a soñar con Macondo, a buscar a la Maga en las calles más húmedas, a cuestionar las victorias y las derrotas de la Revolución mexicana desde los ojos de Artemio Cruz. Hablo también de esa generación que nos hizo asomarnos a los muros del colegio castrense Leoncio Prado para hablarnos de sus miserias y heroísmos, al lado del Poeta, el Jaguar y el Esclavo (…) Lo leí con esmero desde que descubrí las primeras páginas de Zavalita cruzando la Colmena. Continué con el barrio de Huatica y con la Pies Dorados. Compré y leí todo cuanto pude de él. Varias veces me pregunté por qué me sentía tan atraído hacia su biografía y su obra. Y es que me hacía feliz pensar que uno puede escapar de las garras de un padre tirano. Me hacía feliz compartir sus novelas con amigos. Me hacía feliz ver un amor tan desmedido por una vocación: la literatura. Y lo perseguí cuantas veces pude. En la Universidad de Lima, en librerías o en cuanta presentación tuviera en el Perú. Salté de mi cama aquella vez que me enteré de que había ganado el Nobel, y el país parecía haberse reconciliado con su escritor más premiado. Alguna vez pude darle la mano un par de veces y hablarle cuanto me lo permitió la timidez y la emoción. Aquella segunda vez fue en la firma de libros de una novela suya. La presentación era abierta al público, pero antes hubo una reunión privada a la que fui invitado por el jefe de la librería. Recuerdo que regresé emocionado a contarle a mi abuelito mi gran hazaña, y él me sonrió: sabía cuánto significaba para mí. Hoy ya no están ninguno de los dos, pero les agradezco haber estado».

Finalmente, el escritor católico chileno Rafael Gumucio describe en Mario a la naturaleza del escritor hispanoamericano, es decir de escritor y político:

«Una sola cosa en común tienen todos los premios Nobel latinoamericanos: fueron o quisieron ser escritores de vanguardia y fueron o terminaron por ser hombres políticos. Es, por lo demás, lo que suele reprochárseles: a Neruda su comunismo, a Paz su lucidez, a Vargas Llosa su liberalismo. Es lo que les impide ser figuras de consenso en sus propios países. Si todos esos genios se hubiesen dedicado solo a escribir –dicen los amantes de la literatura pura, de la pura literatura–, si no hubiesen cantado a Stalingrado, no hubiesen sido candidatos a presidente, si no hubiesen pasado su tiempo alimentando polémicas y fatigando cuerpos diplomáticos, si les hubiese gustado menos el poder y más los libros otro gallo nos cantaría a todos sus seguidores (…) El boom solo se puede comparar a la llamada edad de oro de la novela rusa. Vargas Llosa, Donoso, Edwards y García Márquez solo tienen parangón con Gógol, Tolstói, Turguénev y Dostoievski, una generación o dos de escritores y de libros que de un momento a otro pusieron en primer plano de la historia una literatura, la rusa, hasta entonces completamente marginal. La censura a los libros de ensayo (que se disfrazaron de novelas) y la crítica básicamente política de Belinski marcó ese brusco florecimiento. En Rusia, como sucedería entre nosotros, la conspiración política fue una forma de arte, y la literatura una forma de conspiración política. (…) ¿Es de verdad la política el pecado que debemos perdonarles a nuestros premios Nobel o es quizá la marca de fábrica de nuestra literatura? Lo que la hace la heredera más leal de las preocupaciones y los sueños del siglo XIX es que la novela pretendía contar la vida privada de las naciones. En Bélgica la vida interior puede ser apasionante y la política banal. Sucede todo lo contrario en Perú, Venezuela e incluso Chile. En el centro cívico de sus respectivas capitales es difícil no encontrarse con la vitalidad desnuda, temible a veces, apasionante, que en otras latitudes algunos buscan en drogas alucinógenas y en pesadillas intertextuales. (…) La vitalidad de la literatura latinoamericana nace en parte de su relación convulsa con esa otra rama de la ficción que es la política. Vitalidad es quizás, justamente, lo único que uno podría echar en falta en las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos, llenas de talentos seguros y probables. A primera vista, y a riesgo de apresurarme, diría que en ella sobran aciertos y faltan errores. La consagración de Mario Vargas Llosa, con sus logros y sus extravíos, sus obras de teatro, sus candidaturas, sus novelas y sus reportajes, vuelve a probar que no hay otro destino para quien escribe en este continente y en este idioma que asumir todos los riesgos hasta el final. Vargas Llosa confirma así que toda la gracia –y mucha de la desgracia– de nuestra literatura consiste en que escribir aquí es todavía una aventura».

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Opinión

Ministro Morgan Quero fracasa frente a la deserción escolar

Politólogo con estudios en Francia tiene una mediocre gestión en el Ministerio de Educación. Cifras demuestran que solo 180 000 peruanos han retomado sus estudios, frente a casi 9 millones que aún carecen de una educación básica concluida.

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En el marco del vigésimo aniversario de la Educación Básica Alternativa (EBA), el Ministerio de Educación (MINEDU) ha difundido con entusiasmo una nota de prensa destacando que “más de 180 000 personas retoman sus estudios gracias a la Educación Básica Alternativa”. Lo que evidencia el reconocimiento del fracaso y el desinterés que le han puesto a la gestión de Morgan Quero a la política educativa de deserción escolar, que debería ser protagonista para la lucha contra la pobreza y la precariedad del empleo.

Sin embargo, más allá de la cifra que pretende ser alentadora, urge analizar con objetividad y crudeza el verdadero alcance de la modalidad Educación Básica Alternativa y el papel que el Estado ha desempeñado —o dejado de desempeñar— en la reducción de la brecha educativa en el Perú. ¿Se dan cuenta de la magnitud de este fracaso? Solo 1 de cada 55 ciudadanos en situación de deserción escolar ha logrado reincorporarse al sistema.

Peor aún, el discurso institucional peca de triunfalismo: se habla de “oportunidades”, de “certificaciones” y de “beneficio económico para las familias”, pero nada se dice sobre la alarmante tasa de deserción dentro del mismo sistema EBA, CEBAs públicos con aulas vacías, son el reflejo de la ausencia de una política sostenida de seguimiento y acompañamiento a quienes retornan.

¿Acaso el Ministerio de Educación busca deliberadamente el fracaso de los CEBA para justificar su futuro cierre? ¿Están preparando el terreno para culpar a los CEBA por una política pública deficiente que nunca tuvo el apoyo real del Estado?

El Ministerio de Educación prefiere ignorar una realidad, mientras celebra «logros» que son apenas gotas en un océano de negligencia, lo cierto es que los CEBA siguen operando con recursos escasos, infraestructura limitada, escasa difusión pública y una planificación curricular descontextualizada, la actual es similar a la de Educación Básica Regular y nada tiene que ver con las necesidades de la modalidad. ¿Cómo puede una política educativa ser efectiva si quienes deberían beneficiarse de ella ni siquiera conocen su existencia?

La realidad es aún más escandalosa cuando profundizamos en los números. Si consideramos que existen 1,400 CEBAs públicos y solo 18,000 estudiantes regresaron a las aulas durante el 2025, estamos hablando de un promedio de 12 estudiantes por CEBA al año. ¡Doce!

¿Dónde está la inversión real? ¿Dónde están las campañas masivas de información? ¿Dónde está el presupuesto digno para la modalidad EBA, y para docentes que trabajan en condiciones precarias? Si una persona se desangra y le ponemos una curita, ¿merecemos felicitaciones? Eso es exactamente lo que hace el Ministerio con su nota de prensa triunfalista. El paciente — la Educación Básica Alternativa— necesita cirugía de emergencia, no banditas ni publicidad engañosa.

La deuda educativa de este gobierno, se refleja en vidas truncadas, en talentos desperdiciados, en generaciones condenadas a la precariedad laboral. Es preocupante que, a 20 años de su creación, la EBA siga siendo tratada como una solución paralela y no como parte integral del sistema educativo. El Ministerio de Educación no puede seguir presentando como éxito lo que en realidad es el reflejo de un Estado ausente, incapaz de atender con justicia a quienes fueron históricamente excluidos de la educación básica regular.

Las cifras no mienten: el 98% de las personas que abandonaron a la Educación Regular aún permanecen fuera del sistema educativo. No basta con abrir aulas o firmar convenios; se necesita una política nacional intersectorial de gran escala, sostenida, con inversión, seguimiento y enfoque territorial. Conmemorar 20 años del servicio sin una autocrítica profunda, sin un plan de emergencia nacional, y sin escuchar a los propios estudiantes y docentes que luchan día a día en condiciones adversas, es no solo una omisión, sino una burla.

Necesitamos un plan de emergencia nacional para la Educación Básica Alternativa, un presupuesto real, docentes capacitados, ¿Cuántas capacitaciones promovió el Minedu para los docentes de Educación Básica Alternativa en el año 2024 y 2025? Ninguna.

Los CEBA necesitan dejar de estar albergados en IE del nivel secundaria. Es urgente una infraestructura exclusiva para los 1400 CEBA públicos, y un currículo que responda a las necesidades reales de la EBA. Porque si no actuamos ahora, dentro de otros veinte años estaremos lamentando las mismas cifras, celebrando los mismos fracasos, mientras millones de peruanos siguen esperando que algún día su derecho a la educación sea más que un artículo olvidado en una constitución que nadie cumple.

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Opinión

La caída de los traidores: Justicia histórica para Ollanta Humala y Nadine Heredia 

Hoy es un día que quedará grabado en la memoria del Perú. La justicia, esa que tantas veces nos ha fallado, esa que ha sido burlada por los poderosos, hoy ha hablado con firmeza. Quince años de prisión efectiva para Ollanta Humala y Nadine Heredia no son solo una sentencia; son un mensaje claro: las traiciones, la corrupción y el abuso de poder tienen consecuencias.

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Por: Jorge Paredes Terry

Ollanta Humala llegó al poder vendiéndose como el adalid del nacionalismo, como el defensor de los más pobres, como el hombre que iba a cambiar el Perú. Pero su gobierno no fue más que una farsa. Traicionó sus ideales, traicionó los preceptos del nacionalismo que decía defender y, sobre todo, traicionó al pueblo peruano.  Junto a Nadine Heredia, convirtieron la política en un negocio sucio, en un mecanismo para enriquecerse a costa de los sueños de millones. 

El dinero de Odebrecht manchó sus manos, pero también manchó su alma. No contentos con haber defraudado al Estado, intentaron burlar a la justicia, creyendo que su impunidad sería eterna. Pero hoy, la verdad ha triunfado. Hoy, los fiscales valientes, aquellos que no se doblegaron ante el poder, aquellos que investigaron sin miedo, han logrado lo que muchos creían imposible: que los corruptos paguen**. 

Este fallo es histórico. No solo por la condena en sí, sino por lo que representa: el Perú ya no aguanta más la corrupción.  Ya no somos un país donde los poderosos roban y salen impunes. Esto es un triunfo de todos los peruanos honestos, de aquellos que denunciamos cuando nadie más lo hacía, de aquellos que no nos callamos ante la injusticia. 

Hoy el Perú celebra porque hay esperanza. Porque, a pesar de todo, la justicia peruana ha dado un paso firme hacia la recuperación de nuestra dignidad.

Los que luchamos desde el principio, los que no nos vendimos, los que creímos en un país mejor, hoy podemos decir con orgullo: No fue en vano! La justicia tarda, pero llega. Y hoy, por fin, ha llegado.

El largo proceso judicial contra Ollanta Humala y Nadine Heredia: Crónica de una condena histórica.

Los orígenes del caso: Dinero de Odebrecht y campañas sucias

Todo comenzó a destaparse con los escándalos de Lava Jato y las confesiones de ejecutivos de Odebrecht, que revelaron una red de sobornos a políticos latinoamericanos. En el Perú, se descubrió que la constructora brasileña había entregado millones de dólares en coimas para ganar contratos públicos. 

En el caso de Humala y Heredia, las investigaciones se centraron en los US$ 3 millones que Odebrecht habría entregado para financiar sus campañas electorales de 2006 y 2011. Estos fondos nunca fueron declarados, violando las leyes de transparencia y financiamiento político. 

El Ministerio Público, liderado por fiscales como Germán Juárez Atoche y Rafael Vela, recopiló pruebas contundentes: 

– Testimonios clave: Excolaboradores de Odebrecht, como Jorge Barata, confirmaron los pagos ilegales. 

– Documentos financieros: Se rastrearon transferencias y cuentas opacas vinculadas a Humala y Heredia. 

– Declaraciones de arrepentidos: Exmiembros del Partido Nacionalista admitieron el manejo irregular de fondos. 

A pesar de las defensas dilatorias y los intentos de Humala y Heredia por desacreditar a los fiscales, la investigación avanzó.

El proceso judicial, que comenzó formalmente en 2017, estuvo lleno de obstáculos: 

– Intento de sobreseimiento: La defensa argumentó falta de pruebas, pero el Poder Judicial rechazó sus pedidos. 

– Cambios de estrategia: Humala y Heredia pasaron de negar todo a alegar que los fondos eran «donaciones privadas». 

– Presión mediática: Hubo acusaciones de persecución política, pero los jueces mantuvieron su independencia. 

Finalmente, el Tercer Juzgado Penal Colegiado condenó a 15 años de prisión al expresidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia por lavado de activos, en el caso de los aportes ilícitos al Partido Nacionalista Peruano. Ambos estarán recluidos en penales hasta el 28 de julio de 2039.

Esta sentencia es histórica porque: 

Demuestra que ningún poder es intocable (ni siquiera un expresidente) Refuerza el trabajo de fiscales y jueces independientes, sienta un precedente para otros casos de corrupción.

Aunque Humala y Heredia apelarán, el Perú ha dado un paso gigante en su lucha por la justicia. Hoy, más que nunca, queda claro: el que roba y traiciona, tarde o temprano, cae. 

¡Viva la justicia! ¡Viva el Perú!

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Opinión

Catedral Vargas Llosa

Lee la columna de Julio Barco

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A veces me pregunto qué épocas fueron positivas para los escritores. Pensemos en el Siglo de Pericles o el Renacimiento, donde el apoyo de los mecenas pudo conseguir un buen afianzamiento artístico, y facilitar el desarrollo del arte.

Sin tiempo para realizar el arte, no hay arte. Y la sociedad actual no da tiempo para el proceso artístico. En ese sentido, se observa que la vida de un escritor es una lucha contra la adversidad. Y eso es lo que pienso hoy sobre Vargas Llosa: cómo luchó contra todo lo que impedía que su obra se realizara. Si bien Mario tuvo un talento extraordinario, también la suerte lo ubicó en el camino. Si suerte y talento van de la mano, el resultado es genial.
No todos los escritores peruanos tuvieron la suerte del Nobel. Ahí donde un escritor vive de sus obras, hay otros miles que malviven y que aguardan en las sombras. Sin ir muy lejos: ahora mismo hay un escritor peruano llamado Guillermo Gutiérrez que después de ocho días sigue en la Morgue a la espera de saber si será enterrado o arrojado a una fosa, ¿qué pasa con el Ministerio que no realiza una gestión al respecto? Y ningún canal de televisión sacará la nota, ni reproducirá el caso. Así son los matices de la realidad. Y esto no implica mezclar lo público con lo artístico: lo que interesa es el arte, la obra artística.

El Nobel fue neoliberal acérrimo, el Tío Factos un anti sistema. Y lo que interesa, al final de cuentas, es su trabajo artístico. Porque uno puede ser comprometido con cualquier causa, pero carece de talento. Este Perú tiene tantos contrastes. Y esta noche, en la muerte de Vargas Llosa, los siento, huelo, palpo, sintetizo. ¡Cuántos talentos se perdieron en esta realidad hostil! El Perú se devora así mismo. Y eso es lo que me fascina de la vida de Vargas Llosa: el triunfar como escritor en un mundo donde pocos lo consiguen. Entre sus obsesiones de juveniles —la obra de Sartre, las novelas de literatura erótica francesa, la prosa de los surrealistas, los poemas de Germán Belli, las obras de Borges— el acercamiento a Rubén Darío fue significativo.
Tanto Darío (padre del Modernismo) como Mario (fundamental en el Boom) fueron lectores de Víctor Hugo (iniciador del romanticismo francés). Mario le dedicó su tesis universitaria, un trabajo apadrinado por Porras Barrenechea. Y si uno lee esa tesis con pausa se dará cuenta de los vínculos entre ambos creadores: búsqueda de un mestizaje creativo, forma sobre fondo, reinvención de la tradición, escritura desde la lectura constante y creativa.

He ahí el eco de las figuras que representaron cada uno en su época. Víctor Hugo tuvo una despedida multitudinaria, igual Darío, pero Mario afirma que desea algo privado. Los tres son escritores que pueden iluminar tres siglos de literatura, y destacan por sus aportes literarios como por la vastedad de su literatura. A ese dúo podemos agregarle un mar de influencias y lecturas que se sintetizaron en La verdad de las mentiras y sus ensayos literarios Historia de un deicidio, La utopía arcaica, La orgía perpetua, etc.

Pienso en los escritores que no tienen ni tumba donde apretujar sus huesos, pienso en el Perú sin Ministerio de Cultura, pienso en el Perú lleno de sicarios, pienso en la escritura como una liberación al caos social y la realidad que vivimos, pienso en la literatura en medio del infierno. Pienso en lo mucho que me fui alejando de su obra, en cómo mi vida cambió al leer algunas de sus tantas obras, y después me alejé. Pienso que el último libro que leí de Vargas Llosa me enojo. Me enojó porque dejaba mal parado a los poetas. Pienso en lo fácil que resulta atacar al Vargas Llosa anciano recibiendo una medalla de Dina y pienso en también lo difícil que resulta separar al autor de la obra y valorar solo las obras y dejar al autor de lado. Pienso en Borges anciano. Pienso en Vargas Llosa anciano. Pienso en la curiosa coincidencia de que Vargas Llosa haya muerto el mismo día en que nació Jorge Eduardo Eielson.

Pienso en este Perú dividido entre fujimoristas y el resto. Y si no piensas igual, no perteneces ni eres válido. Pienso en muchos escritores con mucho talento que ninguneaban a Vargas Llosa por ser de derecha, o por escribir “baja literatura”, o por envidia. Pienso que si perdemos la palabra (es decir, la literatura) estamos jodidos. Pienso, ¿en qué momento se jodió el Perú?
¿Y qué importa eso?

Lo que importa es qué hacer al respecto. Y cómo seguir. Eso.

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