Connect with us

Opinión

Literatura de la medianía: Karina Pacheco y su prosa de artificio

Lee el artículo de Miguel Arribasplata

Avatar photo

Published

on

Por Miguel Arribasplata

“¿Nada puede encantar el tedio que os devora?”. Racine.

“Sí, que la literatura existe y, si se quiere, sola, excepción de todo”. Mallarmé. Y para Kafka: “Mi nostalgia de la literatura supera todo” (Barthes, 2005, p. 356). Levantar un mundo de ficción le cuesta caro a Karina Pacheco, El año del viento (2021) no es una operación estética de desautomatización del lenguaje cotidiano; es una novela cuyo rollo está envuelto en opiniones y noticias periodísticas de la época, a más del pobre comentario sociopolítico, que la narradora en primera persona adereza en la historia.

Una cincuentona mujer cusqueña, Nina, desde Madrid viaja a su pasado, luego de encontrarse casualmente en un mercado con el clon o espectro de su prima Bárbara, con quien compartió un retazo de su niñez. Acuciada por los re-cuerdos de una breve temporada infantil al lado de la simpática andahuaylina en su apacible hogar y recreada en el anexo de Umara, Nina trata de desarmar el rompecabezas de la desaparición de Bárbara. Tras pesquisas persistentes se entera de que esta se enroló en Sendero Luminoso, convirtiéndose en una despiadada lideresa que adoctrinaba a los jóvenes lugareños y ajusticiaba a los campesinos umareños, quienes, tras el arribo del ejército, toman venganza incendiando la casa de Bárbara, matando a un familiar y entregándola a los soldados, quienes la violan sistemáticamente.

Finalmente, Bárbara aparece en Abancay trastornada, es recogida del basural por su hermana y viaja con los suyos a Madrid, siempre en estado de locura.

Gran parte de la trama de la novela transcurre recreando la niñez de Nina y la estancia de Bárbara en el Cusco, en casa de los padres de Nina-Niña, un hogar clasemediero, que la acoge mientras estudia en la universidad y que tras breve tiempo lo abandona para desempeñarse como profesora en Umaca.

A veces las recuerdo como dos felinos, sentados frente a frente, a uno y otro lado del abismo. Se están mirando fijamente, como si sus ojos de fuego buscaran descifrar el pasado, silenciado; el futuro, condenado. Un tiro de dados puede definir quién dará el salto necesario para remontar el vacío, al fin. (Pacheco, 2021, p. 9).

El estilo y el tono de reminiscencia y el giro de los acontecimientos se fijan en las primeras líneas del relato. La crónica familiar de la narradora pudo ser una buena oportunidad para la autora, si insertaba con mayor tino el universo hogareño en el contexto social de la época (1980-2022), valiéndose también del espacio particular cusqueño. Pero no hay nada paradigmático o apoteósico en la intención: la ciudad del Cusco no está retratada simbólicamente, la escribiente merodea solo en sus juegos y correrías en patines en el parque del Trébol.

Cusco es reducido al espacio doméstico de la casa y de uno que otro jardín y a algunos ecos de protestas sociales. En esto, José María Arguedas, cuando describe a la emergente ciudad de Abancay, en Los ríos profundos (1958), lo hace con mucha verosimilitud y minuciosidad; a pesar de que es un pueblo semifeudal, ahí está la vida con sus hervores.

No hay pues, como quería Kant, lo bello como triunfo de un nuevo acuerdo entre el conocimiento y la imaginación sensible. ¡Oh!, cuánto le cuesta a Karina Pacheco el querer ser cosmopolita escondiendo el paisaje humano y material de su Cusco, de esa sierra al pie del orbe, vallejiana y universal.

Durante años imaginé que alguna vez tendría que escribir sobre 1981. Tal como ocurre hoy, en este tiempo de incertidumbre al que nos ha arrojado la pandemia, pareciera que las situaciones de crisis máxima, al acorralarnos, nos llevaron a hacernos preguntas más radicales, a mirar la realidad desde posiciones insólitas, sin permitirnos evasiones de la realidad (Pacheco, 2021, pp. 88-89).

La imaginación queda ahí, como asombro falto de ficcionalidad, Pacheco prefiere escardar en las noticias, en lo que ya se sabe y no apelar al arte de narrar, al manejo íntimo de escenas familiares, que en el momento de crear lo extraartístico se someta al tratamiento “artístico”. Al asumir una personalidad ficticia de autora de su obra, no perfila esta entidad, no la mantiene latente ni mucho menos la patentiza ante sus lectores, rebaja sus intenciones a lo que de modo natural o cotidiano ya conoce la opinión pública. Alimentar al personaje-autor para no rebajarlo a la hueca condición de la comunicación efímera. Y eso se logra o se sostiene con el bagaje de lectores, que permiten que el reparto de lo sensible prevea y provea una trama estéticamente sostenida. Reto mayor para un escritor es el de tocar referencias contemporáneas y locales. Aquí sí, la moda incomoda a Karina Pacheco; engullir el tema de la violencia política en las 375 páginas de su novela, le pasa factura. A este evento mayor lo vuelve episódico en cuanto a tratamiento artístico, restringido a la opinión, al mass media. Un escritor de buen oficio hace del hecho mínimo un iluminador de los grandes temas.

El año del viento es un remolino monocorde, no horada más allá de la evocación familiar. Para autoras como Pacheco el tratamiento de la violencia armada es ininteligible política y estéticamente, la forma no cuaja, en el entendido de que, como decía Roland Barthes, ficcionalizar es separar un escrito de su inmediato contexto empírico y hacer que sirva a propósitos más amplios.

No hay coartadas, finalidad artística ni existencial para que el lector se convenza de que está sobre todo ante un hecho artístico y que siente un bello efecto. De estos tipos de discurso está hecho El año del viento (2021):

Fue la primera vez que escuché ese nombre. Hasta entonces, lejos de Ayacucho, por la radio y la televisión se continuaba hablando de incendiarios, dinamiteros, extremistas, guerrilleros, narcotraficantes, infiltrados de Cuba, infiltrados de la CIA, paramilitares, pocas veces se usaba la palabra terroristas. No se acertaba a dar con su origen, ni mucho menos, con sus propósitos. Sendero Luminoso. Sonaba bonito. Un sendero de luces. Una podía imaginar un caminito abierto en el bosque… (Pacheco, p. 83)

El lenguaje prosaico impone su ritmo en la novela de Pacheco. Como principio del estilo, Flaubert señalaba que: “Es necesario que las frases se agiten en un libro como las hojas en un bosque, todas distintas en su parecido”1.

Así, entonces, la prosa de Karina no afecta al ser en situación, se convierte en un pobre objeto del deseo;  la  cusqueña  cree que representando la temática de la guerra interna ya tiene un punto firme de  apoyo para desplegar el arte de narrar; pero, como decía Joyce, que la obra no tenía como objeto relacionarse con los hechos, sino más bien comunicar una emoción para  desplegar su inteligencia creativa en la construcción de la historia y para servirse de los personajes, consiguiendo un significado con situaciones estilísticas a través  de  enunciados donde la efusión sentimental –élan vital de El año del viento (2021), no bien explotado– sea también creadora de situaciones.

El lector, con tanta digresión, ingresa a una especie de abulia o lasitud, porque el tema de la novela en mención no se despliega en un juego de mostración y ocultación, se convierte en una mera revelación de sentido, contiene mu-chas páginas de literariedad. Las tres condiciones de la belleza: resplandor, integridad y armonía, naufragan en la falta de vigor y sapiencia de la autora. Asumir como materia novelada la política, entraña el peligro de ser panfletario. Viene al caso esta cita de Rancière, extraída de su libro Política de la litera-tura.

La política trabaja con el todo, la literatura trabaja con las unidades. Su propia forma de disenso consiste en crear nuevas formas de individualidad que deshacen las correspondencias establecidas entre estados de cuerpos y significados “hojas” que esconden el árbol a la vista de su propietario (2011, p. 99).

El tema de toda novela son los individuos y sus relaciones, en su interesante libro: La celebración de la novela (1996), Miguel Gutiérrez dice que en un país como el nuestro, los escritores tienen el deber de representar en su literatura las grandes desigualdades sociales.

Transformar lo contingente en necesario, es la divisa del buen arte. Sin embargo, la literatura contemporánea es un mercado persa, donde se ofrecen asuntos baladíes, menos en arte radical, con temas domésticos, con ideales estandarizados –como apunta Mariátegui–, donde se procesan más que opiniones y no verdades; para ellos, la historia está dormida y si despierta, que la coma el tigre. Pareciera, pues, que el tema de la violencia es un diferendo que ahuyenta a los escritores, y si se acercan a ella, lo hacen por demodé, convirtiéndola en un postre sin sabor a historia de lo que fue.

Karina Pacheco no es la excepción, higieniza su imaginación de tal modo que lo que cuenta está premunido de sutura con la contemporaneidad. Las corporaciones editoriales promueven masticar este chicle. En tanto, seguiremos siendo disidentes solitarios, Edipos nómadas, que encarnan al límite la experiencia humana.

La generación de Karina, la que se inventa en talleres, concursos y relaciones publicitarias, no plasma la ilusión de un afuera, al ilustrar la situación histórica; describiendo a la sociedad en un momento determinado, esa historiografía novelada se banaliza. Y eso ya no es arte, sino conocimiento no-novelesco, su vulgarización, su lenguaje no es afín al aspecto estético. De ahí que, en la tarea de pensar por sí misma, Pacheco se deja gobernar por lo ya sabido, con reflexiones que atentan contra la verosimilitud, al desencadenar sus recuerdos no los simboliza, no crea imágenes.

Viene a propósito esta cita de Marcel Proust, extraída de “Por la parte de Swam, I”:

Todos los sentimientos que nos hacen experimentar la alegría o el infortunio de un personaje real, solo se producen en nosotros por conducto de una imagen de esa alegría o de ese infortunio (…), por ser la imagen el único elemento esencial en el mecanismo de nuestras emociones (2003, p. 78).

El fin hila la intriga, en El año del viento (2021) la intriga se asfixia cuando la narradora empieza con sus disquisiciones y ejercicios de retórica intrascendente, de lo que todo el mundo sabe. Le falta astucia, no se nota la soberanía de la escritora, al relatar el Ideal del Yo se vuelve modesto, no hace valer su escritura.

Kafka es un ejemplo de coraje: apasionado en el arte de novelar con talento ansiosamente contenido. Cuan-do la autora Pacheco narra nos manifiesta una pro-tensión, su escritura, el nervio vivo de la creatividad, es débil. De ahí que toda la obra de Karina carezca de buen tono, su fraseo es opaco, no hay emoción de descubrimiento, esa adrenalina que acompaña al buen escritor. Es como dice Alain Badiou, un arte oficial que:

“No está del lado de la situación, sino del estado de la situación, en el lado no de la presentación sino de la representación” (2022, s. p.). Esa es la diferencia ontológica entre la literatura del statu quo y la literatura militante, un arte de lo que está deviniendo.

Si de crear al Otro, sabiendo cómo hacerlo, es el rol de la buena novela, El año del viento (2021) no alcanza estatus de gran novela. Dejándose llevar por la tentación de la novedad, el arte de Pacheco es una fatalidad. En el capitalismo el ideal es lo nuevo como moneda de cambio; un circulante que no horada, que no construye significados trascendentes.

CODA

Donde adquiere estatuto narrativo y ficcional, la novela de Karina Pacheco, es en las últimas doscientas páginas. El Yo de la escritora tiene soberanía, oficio, drama; el personaje central ya va construyendo significados, la historia tiene cuerpo sensorial, el tiempo de la historia y del discurso se relacionan con cierta armonía y secuencialidad, los acontecimientos están mejor entramados. Lejos de la prosa periodística y de la digresión  –donde destaca muy bien Miguel Gutiérrez, con La violencia del tiempo (2013)– Pacheco asoma como escritora que maneja el conflicto y crea expectativas en el lector y en lo que cuenta; hay un apetito de la forma en el continuo y discontinuo del relato.

Como quería Kafka, el escritor enteramente se aboca a poner en el lenguaje todo su imaginario. Hay y debe haber un Ideal del Yo de la Escritura, vale por lo que escribe y cómo escribe.

Lejos del espectáculo cultural y social, Karina Pacheco podría reinventarse. No obstante, las peras del olmo siguen colgadas en el árbol de las fraternidades de los de arriba.

Notas

1 Citado por Roland Barthes, en La preparación de la novela (2005). Siglo XXI. México, p. 372.

Referencias

Badiou, A. (2022). Una descripción sin lugar. Políticas del arte contempo-ráneo. España: Meier Ramírez.

Barthes, R. (2005). La preparación de la novela. México: Siglo XXI.

Gutiérrez, M. (1996). Celebración de la nove-la 1. Lima: PEISA.

Pacheco, K. (2021). El año del viento. Seix Barral.

Proust, M., & Manzano, C. (2003). Por la parte de Swann. En busca del tiempo perdido I. Madrid: BOLSILLO.

Rancière, J. (2011). Política de la literatura. Argentina: Libros del Zorzal.

Del libro: LA GUERRA CULTURAL DE BAJA INTENSIDAD EN LA LITERATURA PERUANA.

Comentarios
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Opinión

Veto forzado y tolerancia para los intolerantes

Lea la columna de Márlet Ríos.

Avatar photo

Published

on

Por: Márlet Ríos.

Una vez más el sistema de justicia peruano hace gala de su rol discrecional y parcializado. La Sala Civil Permanente de la Corte Suprema ratificó la ilegalidad de la organización política liderada por el mayor (R) Antauro Humala. Los derechos fundamentales de la población corren peligro y con ello el sistema democrático, si se permite que dicha organización participe en el lance electoral general. Si así hubiesen pensado los magistrados en la década del 2000, al declarar la ilegalidad del partido fujimorista hoy en día la inestabilidad política y el deterioro de las instituciones democráticas serían hechos del pasado nefando.

¿Qué de democrático representan el fujimorismo y sus aliados ultras para la sociedad peruana? ¿Han hecho un mea culpa por su pasado autoritario y abiertamente criminal? Los más jóvenes no deberían olvidar que el fujimorismo se encargó de destruir las instituciones democráticas en los 90. La cooptación, el clientelismo y el peculado fueron moneda corriente por esos años y los fujimoristas –que controlaban el Congreso y el Gobierno– pusieron todos los medios a su alcance para perpetuarse en el poder, pues tenían un proyecto político de largo plazo (veinte años). Por consiguiente, se trataba de una organización antidemocrática y profundamente autoritaria.

Irónicamente, un político esperpéntico como Antauro Humala comparte muchos rasgos en común con los fujimoristas y sus aliados ultras. Todos buscan aprovecharse de las prerrogativas del régimen democrático para licuar o desvirtuar esas mismas instituciones democráticas. Acá se aprecia claramente la paradoja de la tolerancia y cómo la sociedad peruana debería protegerse legítimamente de todas las organizaciones antidemocráticas y de corte totalitario (y mafioso). ¿Acaso los nacionalsocialistas no hicieron lo mismo en las entrañas de la República de Weimar? Ya sabemos cuál fue el vergonzoso y sangriento corolario.

Los que aplauden fervorosamente que el partido de Humala haya quedado fuera del mercado electoral son los mismos que eligieron a un cruzado intolerante como burgomaestre o a políticos que petardean la democracia desde el Congreso. Es decir, pisotean los valores democráticos liberales de civilidad, libertad y tolerancia. En el fondo, anhelan un pensamiento único (el suyo) y un régimen político a su medida. Solo respetan las reglas de juego democrático cuando les conviene; cuando no, patean el tablero (como se vio en el último proceso electoral). No están a favor del consenso y de la razón comunicativa (salvo para defender sus intereses crematísticos de una forma corporativa). En suma, son un peligro para la democracia, incluso esta imperfecta y endeble que tenemos.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Premoniciones tras un acto malvado, de David Lynch (1995)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

Avatar photo

Published

on

Una pequeña lección de cine, y una lección de cómo construye David Lynch sus películas. Una muerte. Una manera de morir. Una manera de presentar la muerte. Siempre el misterio… pero qué es el misterio… Usando una cámara vieja, casi fantasma. Es la cámara, o una de las cámaras del principio de todo, una cámara de los Lumière. —Como para recordar los cortos en blanco y negro de Lynch o su primer largo, Eraserhead—. La regla para esta película colectiva en homenaje a los Lumière y a los 100 años del cine, es darte tres oportunidades para rodar, sin cortar, y solo podías usar un rollo al final.

Lo siniestro, en Lynch, es la reintegración —placentera, o no tanto, pero que se impone como absolutamente necesaria y con toques o rayos de absurdo, comicidad y burla—, que incluye lo negado, lo rechazado, que regresa con gran fuerza, si alguna vez estuvo realmente ausente. Y Lynch se encarga de restregarnos lo que quisiéramos que permaneciera escondido o ignorado. Y que a la vez deseamos tanto saber y desvelar…. El ser humano, completo, desde lo más ideal y bonito (aunque sea solo un sueño) hasta lo más horroroso (y no es necesariamente solo una mera pesadilla lo que vemos y sentimos).

Exterior. Resplandores de saturación de luz. Campo abierto. Tres policías típicamente uniformados a la usanza de una vieja película norteamericana. Se acercan al cadáver de una mujer. Y luego qué. Interior. Otra mujer, mayor que la primera, en su casa, sentada en un mueble, con la ventana detrás, parece sentir o presentir algo, mueve la cabeza hacia su costado izquierdo. Fin de la escena. Qué sigue. Unas mujeres jóvenes en un decorado decimonónico, con vestidos de velos, con escote, la imagen es nocturna y algo pasa, una de ellas se levanta. Escena siguiente. Una mujer joven y desnuda dentro de un cilindro lleno de agua, y hay seres alienígenas que parecen experimentar de alguna manera con ella al tenerla ahí.

Pantalla negra, o blanca, con humo, y fuego (marcas relevantes para la pequeña película). En la última escena, el aspecto, y la cabeza del policía parecido a la de uno de los seres alienígenas (al quitarse la gorra, cuando da la noticia, creo, a los padres de la chica asesinada)… a lo que se suma una sombra tras la ventana…

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Experimentación poética en Solagrio (2021) de Miguel E. Medina

Lee la columna de Julio Barco

Avatar photo

Published

on

El poeta es el que expande la lengua, las posibilidades de su uso. El poeta entonces puede ser el que escribe los poemas o el que simplemente los dice al viento y renueva, al dejarse oír, la mente de otros. El óxido que cubre las mentes encerradas en sus cajas dogmáticas es recuperado por la frescura del arte de la palabra. Esta frescura tiene sus herramientas estéticas. Así, entre las figuras literarias más reconocibles tenemos a la metáfora, la metonimia y la sinécdoque. Aunque cada una versa sobre un determinado uso: su rol es encontrar relaciones entre los elementos. La metáfora funciona como un reemplazo de un concepto por otro, por ejemplo, fuego por deseo. En el caso de la metonimia encontramos una relación de dos elementos por diferentes conexiones, por ejemplo, cuando decimos pásame un Vallejo, para referirnos a un libro del autor peruano César Vallejo. La sinécdoque trabaja con las relaciones de todo parte; así, cuando alguien dice “gritaron muchas bocas”, al reducir al ser humano a una boca, el recurso nos invita a la sintaxis.

Desde las clases de la escuela sabemos que son usados para exaltar y crear nuevas dimensiones del hablar diario. En ese sentido, el uso se reactualiza, renueva y experimenta de forma más intensa en la escritura de los poemas, dado que la búsqueda del lenguaje poético no se reduce al mero ejercicio de dar mensajes con fines básicos, sino a picar la palabra como piedra. En ese deseo de expandir metáforas, metonimias y sinécdoques aparece el poemario Solagrio (Almandino Editores, 2021) de Miguel E. Medina Anaya cuyo título ya nos aproxima a una metáfora: la idea de un sol que no es amarillo, que no da vida ni virtud, sino que habita en sabores amargos. ¿Acaso nos bello guiño a las flores malignas de Baudelaire?

     Con 67 poemas con título numerado, de corte variopinto y estilo de inspiración breve (salvo el último poema que se desborda como río), explora las dimensiones que permite el lenguaje: encuentro con uno mismo, recuerdos, bosque de sentidos y certezas.

     En relación al uso de la metáfora, este poemario presenta diversos escenarios que permiten la exploración de la figura retórica. Así, al expresar, por ejemplo, la certeza de “Yo soy tu verdugo”, el yo poético no se atribuye un título criminal, sino que explora la idea de asesinar como la muerte diaria, simbólica, de la infancia o la soledad, la muerte que nace de la pobreza, la que arrastra al “huérfano herido”. Uno se pregunta, ¿qué busca matar el yo lírico? ¿Qué desea asesinar? La idea de muerte dentro de la poesía sigue un camino interesante en autores como Rimbaud y Lautréamont; sin embargo, este poemario no persigue aquellos resquicios dementes. Pensemos en los fragmentos de Los cantos de Maldoror cuando el alucinado narrador cuenta cómo asesina a los niños que se le presentan en su caminata.

     La idea de asesinar, entonces, es una metáfora, aunque se presente frontalmente en otras partes del poemario. Por ejemplo, cuando escribe: Los asesinos no sufrimos la muerte, con lo que propone una idea de amoralidad, para dar posteriormente la afirmación de que Nadie sueña con ser un criminal, que afirma la ética del poeta. Asesinar entonces también se asume como el que verdugo de instantes, recuerdos, inocencias.

     En el caso del verso, “Niñez de sombra /en espejos sin nombre”. Otra vez, las asociaciones nos llevan al recurso metafórico: el uso de la preposición de en vez de con significa un atributo de contenido. Así, niñez de sombra se asume como alimentada de oscuridad: infancia sin esperanza, ni luz, ni belleza, ni acceso a la ternura o el amor, que alimentan y dan color a la vida. Así también versos como “Madre hoguera”, “vientre y ajuar de tumba”, “en el corazón cabalga un llanto intenso”, “pecho desbocado”, “alfil nocturno”, “manos de cicuta”, “cielo preñado”, “estrellas pálidas”, “sol melódico”, “música reptil del desierto”, “migajas de sombra”, cumplen el papel de metáfora.

      En algunos también veo el uso de la sinestesia, es decir, fusión de sentidos que no corresponden originalmente con la entidad, como en “sol melódico”, que es una metáfora sinestésica, que confiere música a una entidad astronómica.

     En relación a la metonimia, encontramos, por ejemplo, cuando expresa aquello de “Que el tiempo te cure”, la idea de tiempo reemplaza a lo que significa ese peregrinaje por el tiempo: es decir, vivencias, experiencias, transiciones sine qua non para una curación genuina. O cuando expresa que “…el mundo te engullirá”, para manifestar la idea de que la sociedad, es decir, las otras personas, pongamos los políticos, ladrones, asesinos, ellos, en realidad, serán los que te “engullan.”. Además, la propuesta de engullir para mundo permite al poeta presentar a esta entidad como un ser con “boca”, lo que le da la posibilidad de hacer la metonimia de mundo y cuerpo. En ambos casos, hay un uso de otro recurso de la prosopopeya, que dota a estos sustantivos en seres encarnados. También versos como “Tú eres el hogar”, etc.

     Por otro lado, aunque en menor magnitud, las sinécdoques se presentan en algunas pinceladas: “creo que tus ojos / no pertenecen / a este implante espiritual” Hay también uso de oxímoron, como en “terso infierno” o “piedras líquidas”; que nos da una idea contradictoria a la conceptualmente posible para infierno”.  O fusiones de metáfora con metonimia en “Tus aves negras / rojas de octubre”, que funcionan como reducción de aves por cuerpo y encuentran una interrelación que representa una entidad no asociada: ave negro como reemplazo del cuerpo. Y esto es lo genial de la metáfora, cómo une, en el bosque de símbolos, las diversas correspondencias, encontrando toda clase de analogías.

     Si bien todos estos recursos poéticos amplifican las ideas y sentimientos de los poemas, el formato también impide que se llegue a una conclusión exacta de la propuesta: Solagrio es una nebulosa. El objetivo de los poemas es apartarnos del diálogo entre los seres y las cosas, de la experiencia, de las circunstancias, de las voces poéticas: en la neblina, el hablante aparece desfigurado, como en pedazos, armando un discurso entre retazos de sentidos embalsamados en metáforas, a veces siendo frontal, otras oscureciéndose, pero siempre quebrando el diálogo, esa conversación que es la palabra poética; a veces callando, a veces hablando a tientas, reptando, en vorágines, en depresión, entre metonimias y sinécdoques:

El sol agrio,
escama del desierto,
cartílago ígneo.

              Perpetuo cosmos en sí,
depilación de tocador.
Es la diáspora mi ego
en ciernes de pajas,
embrujado en la locura de fríos retretes.

     En este pasaje vemos lo que dije anteriormente: el poema se abre como un conjuro ante el vacío, como un grito a retazos que no articula un discurso protector de la idea del poema, sino ramalazos de ideas. Esto puede ser genial si es que eres Vallejo escribiendo Trilce o Girondo en En la masmédula, en caso contrario, resulta una propuesta que peca de experimentalista y que pierde posibilidades de intensidad.

     Ahora me pregunto cuál es el límite de la experimentación en la poesía. Si analizamos lo que fue el siglo XX a nivel poético, veremos un mar de propuestas de ruptura que, si bien resultan atractivas como documentos históricos, no siempre sobreviven al paso de los años. La experimentación que fue la brújula vital de la poesía ahora es también un muro alto que saltar para los contemporáneos. Eso, claro, es necesario en la poesía, porque genera nuevas propuestas, aunque siempre será un salto al vacío.

     Por eso, este poemario, lector, es una propuesta que busca innovar: su eficacia será qué tanto impacto genera en los que lo leemos. En mi caso, siento que el poemario pierde al no consolidar una “voz particular”: si bien la poesía es un acto de escapar de uno mismo para habitar la multiplicidad ontológica, es necesario que un poeta sepa confeccionar con nitidez cada una de sus máscaras. La máscara como metáfora de rostro: en Solagrio no hay rostro, no hay personalismo.

Así, sorprende encontrar un poema como el último: que destaca por ser el de mayor extensión y el que persigue una voz más singular. Aquí encontramos una estructura conductora del poema con diálogos insertados como faroles en medio del recorrido. Es decir, como en muchos poemas largos (pensemos en Piedra de Sol, de Octavio Paz, por ejemplo) la estructura textual se sujeta de subtextos que permiten expandir el formato y sujetarse a una columna vertebral mayor. La conversación revela situaciones, la problemática de un hermano, la venta de ropa en la calle, para finalizar con una tertulia sobre los barcos, los niños y el sentimiento de reconocer (otra vez) el cuerpo. Sin embargo, lejos de conseguir una voz personal, este poema regresa a los recursos anteriormente presentados para mostrarse dubitativo de un asidero concreto.

     En general, yo noto que hay un poeta explorador iniciándose en este libro. Alguien que busca los primeros espejos y disolverse en la efusividad del lenguaje. Por eso, la experiencia de la poesía es ontológica: el que la escribe debe iluminar las piedras del lenguaje para soldar un instante, un grabado, una forma, un grito. Hay comprensión de la limpieza de la palabra, es decir, del tallado de la piedra, y evidente comprensión del quehacer del artista y su trabajo con el fuego, pero aún adolece de una voz determinante.

El tiempo añadirá experiencia y afinará la sustancia.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

El Partido Cívico Obras abre las puertas a los mejores hijos del Perú

Lee la columna de Rafael Romero

Avatar photo

Published

on

Por Rafael Romero

El patriótico mes de julio fue dos veces el espacio – tiempo para la fundación y el retorno de la organización partidaria del periodista y broadcaster Ricardo Belmont Cassinelli (RBC). Su institución política el 8 de julio de 1989 tuvo como nombre el del Movimiento Cívico Obras; y oficialmente el 15 de julio del 2024 regresó con la denominación de Partido Político Cívico Obras.

Dialéctica y cuánticamente es un partido nuevo dentro de lo viejo, conjugando la fuerza de la innovación y la experiencia de los años, pues el 89 insurgió a la política para renovarla dado que la clase dirigente del Perú para entonces ya mostraba cansancio y una corrupción generalizada, pidiendo la ciudadanía a gritos un recambio y nuevas ideas.

En ese contexto, RBC -reconocido como el outsider- le gana las elecciones municipales de Lima al FREDEMO (Acción Popular, Partido Popular Cristiano y Movimiento Libertad), al Partido Aprista Peruano (que en ese momento estaba en el gobierno nacional) y a la Izquierda Unida (que entonces influía y controlaba los más poderosos sindicatos del país).

Recordemos que el 8 de julio de 1989 se fundó el Movimiento Cívico Obras por Ricardo Belmont, y en noviembre, es decir en apenas tres meses, ganó las elecciones ediles. Pero este periodista a sus 44 años de edad ya había trajinado tanto en la vida empresarial de la radiodifusión peruana, como en la labor social con la Teletón; y en el quehacer personal, enfrentándose al poder duro y crudo, ese que genera el abuso, la corrupción, la injusticia y la impunidad; e incluso sobrevivió a un atentado contra su vida perpetrado el 7 de mayo de 1985. Sin embargo, Dios con su milagrosa naturaleza le salvó.

Con buena gestión, pues muchos reconocen a RBC como uno de los mejores alcaldes de Lima junto a la administración de Luis Bedoya Reyes, gobernó la ciudad con éxito pese a la trampa que le dejó el APRA, la IU y el PPC en el seno del Concejo Municipal de Lima, sin importarle a esta claque usar a los trabajadores para su perverso plan.  

Pues sucede que por el régimen laboral de la 276, en diciembre de 1989, solo debían ser nombrados como estables en el municipio 200 empleados ediles, pero los regidores de esas fuerzas políticas le pusieron una bomba de tiempo a RBC antes de que entrara a gobernar la ciudad el 1 de enero de 1990; y para ello nombraron irregularmente -entre gallos y medianoche del 29 de diciembre de 1989- a más de 1300 trabajadores sólo con el único propósito de boicotear una gestión que recién empezaba.

Sin embargo, no lo lograron pues RBC culminó su administración el 31 de diciembre de 1992 con éxito pese a la trampa del APRA, de la IU y del PPC, así como pese a la hiperinflación y el terrorismo existentes, habiendo sido incluso RBC reelegido para gobernar Lima por tres años más, del 1 de enero del 1993 al 31 de diciembre de 1995.

En este año, ya instalado el fujimontesinismo tras el golpe del 5 de abril de 1992, el establishment corrupto le roba al Movimiento Cívico Obras las elecciones presidenciales y se reeligió Alberto Fujimori, cuyo jefe de campaña a la luz del día y desde las sombras fue el tristemente célebre Vladimiro Montesinos, quien haciendo uso de todos los recursos del Estado (incluso de las FFAA) y teniendo el RENIEC, la ONPE y el JNE en sus manos, perpetró un fraude electoral reconocido hoy por los analistas e historiadores más serios del Perú y del extranjero.

Del año 1995 a la fecha han pasado treinta años y nuevamente insurge OBRAS, ahora como partido político, y vuelve -como en 1989- para renovar, refrescar y refundar la política. Pero eso no se logrará sin el concurso de los mejores hijos del pueblo y los mejores compatriotas que ya están cansados de ver como en esas tres décadas los más pillos, esos que se van de una tienda electorera a otra, los más desalmados y perversos, son los que han tomado casi todos los puestos públicos para robar y para prostituirlos. Y eso debe terminar

Esos partidos cascarón, sus argollas y los clanes mafiosos deben ser reconocidos y señalados por todos los ciudadanos de bien. Basta ya de su continuidad en el poder.  La gente no debe votar por ellos y tiene que deslindar ya mismo denunciando a los conocidos operadores y operadoras del táper. Esa mala gente tiene que ser expectorada de la administración pública, pero para que ello ocurra antes el elector no debe venderse durante las campañas electorales por un plato de lentejas.

En ese sentido, se requiere el respaldo de los buenos peruanos al Partido Político Cívico Obras, cuyas puertas están abiertas a lo largo y ancho del territorio nacional y en los comités de peruanos en el exterior.

Finalmente, como RBC lo viene predicando por décadas, OBRAS se basa en la filosofía estoica; en la disciplina espartana; en la honradez e integridad del “ama quella, ama llulla y ama sua”; en el legado patriótico de los precursores de la independencia, como Hipólito Unanue; en la lucha anticorrupción de Manuel Gonzales Prada; en la visión crítica latinoamericana de Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui; en la emoción social de su antepasado Ramón Castilla y Marquesado y de su padre Augusto Belmont Bar; y en el grito combativo de los luchadores sociales que dieron su vida por una patria unida, justa, culta, educada, desarrollada, con seguridad, paz, trabajo, salud y felicidad.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

¿Industria cinematográfica en el Perú?

Lee la columna de Edwin Cavello

Avatar photo

Published

on

La industria cinematográfica en el Perú es una farsa. Un país que no valora su cultura jamás podrá desarrollar una industria sólida en el sector cultural, y el cine no es la excepción. A pesar de que el Ministerio de Cultura (MINCUL) menciona a menudo la importancia de fomentar esta industria, la verdadera situación es desalentadora. El cine peruano sigue siendo considerado un lujo para unos pocos, y la falta de apoyo institucional deja a los cineastas peruanos en una constante lucha por sobrevivir.

El cine en el Perú es menospreciado por autoridades que parecen desconocer el valor histórico y cultural que tiene la memoria visual. Mientras tanto, esa indiferencia es aprovechada por personajes que se disfrazan de funcionarios públicos para lucrar con el escaso material cinematográfico que sobrevive en espacios privados. Esto demuestra el verdadero desinterés por construir una infraestructura sólida que permita al cine peruano prosperar.

Es imposible hablar de una industria cinematográfica cuando no existen ni siquiera las bases necesarias para su formación. Nuestro país carece de una facultad de cine que permita formar a futuros profesionales. Los peruanos que quieren estudiar cine, tienen que hacerlo fuera del país, y para eso deben tener los recursos económicos, mientras que el resto se ve obligado a convertirse en autodidactas, muchas veces en condiciones precarias. Este elitismo sigue vigente, reforzado por un MINCUL que distribuye fondos de manera selectiva, favoreciendo siempre a los mismos cineastas y dejando a las nuevas voces sin oportunidades.

Por otro lado, resulta grosero hablar de una industria cinematográfica en el Perú cuando ni siquiera se tiene una cinemateca, un espacio fundamental para conservar y promover el cine nacional. La promesa de crear una cinemateca se arrastra desde la década de los setentas, pero aún no se ha concretado. Esta falta de interés en preservar nuestro patrimonio cinematográfico es otro reflejo del escaso compromiso del gobierno con la cultura.

Mientras tanto, países como Chile, Argentina y Colombia han logrado avanzar significativamente en el desarrollo de sus industrias cinematográficas. Estos países no solo han invertido en formación y conservación, sino que también han logrado que sus cineastas encuentren mercados locales e internacionales para sus obras. En comparación, el Perú sigue dando pequeños pasos en un terreno infectado por la corrupción.

(Columna publicada en Diario UNO)

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Crea tu propio ChatGPT con una inversión mínima

Tecnología de código abierto potencia emprendimientos.

Published

on

Hoy en día, crear asistentes virtuales personalizados ya no es un lujo exclusivo de grandes corporaciones. Gracias a los avances en inteligencia artificial (IA), es posible diseñar asistentes enfocados en resolver problemas específicos, analizar información o automatizar tareas, con costos mínimos y recursos accesibles. Sin embargo, la mayor barrera actual no es tecnológica ni económica, sino cultural: muchas empresas y emprendimientos aún no adoptan estas soluciones por desconocimiento o falta de confianza en la IA.

Desde el punto de vista económico, el costo inicial para crear un asistente virtual es accesible. Una computadora equipada con una tarjeta gráfica como la NVIDIA RTX 3060 (entre S/ 1,800 y S/ 2,300), un procesador Ryzen 5 o Intel Core i5, 16 GB de RAM (S/ 1,500 a S/ 2,000) y un disco sólido de al menos 500 GB (S/ 200 a S/ 400) es suficiente para entrenar y ejecutar un modelo de lenguaje en casa. Sumando fuente de poder, gabinete y accesorios, el costo total de una PC adecuada oscila entre S/ 4,500 y S/ 5,500, haciéndola accesible para emprendedores y pequeñas empresas.

Con esta infraestructura, se pueden desarrollar asistentes para áreas específicas. En educación, pueden resolver dudas sobre matemáticas, ciencias o historia, ofreciendo explicaciones claras y personalizadas. En ventas, pueden aprender sobre los productos de una empresa y recomendar opciones adecuadas a los clientes, optimizando el proceso de atención. En turismo, pueden ayudar a planificar itinerarios, brindar información sobre destinos y sugerir actividades según las preferencias del usuario. Además, en las organizaciones, estos asistentes pueden analizar documentos internos, identificar problemas en los procesos y sugerir mejoras. Por ejemplo, pueden evaluar reportes de ventas, señalar áreas con bajo desempeño y proponer estrategias para optimizar resultados.

A pesar de los costos bajos y las herramientas gratuitas disponibles, como Python y PyTorch, la mayor limitante sigue siendo la cultura de adopción. Muchas empresas ven la IA como algo complejo, pero con un enfoque adecuado y capacitación básica, estas tecnologías están al alcance de todos. En conclusión, la barrera no son los recursos, sino el desconocimiento. Dar el primer paso hacia la innovación permitirá transformar sectores clave como educación, ventas, turismo y gestión organizacional.

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Santiago Risso y el cuerpo

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

Avatar photo

Published

on

Santiago Risso (Lima 1967) es sin duda uno de los grandes animadores de la poesía de los noventas; amigo y colaborador de otros grandes vates como José Watanabe, Manuel Pantigoso o Enrique Verástegui; y que poco a poco, en una larga carrera que sobrepasa las tres décadas, ha ido cimentando una poética propia, con textos breves o brevísimos, haikus y un intenso trabajo en promover las letras tanto en colegios del Callao y de Ventanilla como en otros lares; así como también en medios escritos, diarios, revistas, antologías y plaquetas.

En esta ocasión, nos trae su Culto al Cuerpo y otros poemas, editado en español y portugués por el poeta brasileño José Hilton Rosa donde aparte de sus nuevos textos, nos trae otros ya revisitados anteriormente como Bogo o Estalactita. “En culto al cuerpo, presenta su performance en la forma en que expresa su sensibilidad hacia su propio cuerpo. Ver y valorar las fórmulas libres de todo juicio. La perfección se ve de tal manera que se comprende la extensión al alma” (JHR). Y que abre con este texto: “Todos los días/ le rindo culto al cuerpo/ a mi cuerpo/ desparramado/ entre sábanas/ y/ hojas/ y/ arbustos/ de /mi /enjunglada /anatomía /deslizo mi silueta/ la cual parece/ querer detener/ la capacidad de/ mis frustraciones…”

Hay que agregar que hace poco, en 2024, salió también Mujer Impresa, Breve antología de poemas en español y griego por Stelios Karayamis, quien apunta: “La poesía del poeta peruano Santiago Risso, me ha encantado con su autenticidad, su erotismo y sensibilidad vital. El poeta es un maestro de la metáfora y de los recursos estilísticos que utiliza. Diría que su poesía es, en líneas generales, comprometida con los valores humanos.”

Este escriba recuerda que, en un encuentro de poesía en Chimbote-1994, estaba volando en fiebre con una neumonía y Risso me acompañó al médico para que me pongan una inyección. Esa solidaridad es el común denominador en este noble poeta que, creo, era el único que asistía a los recitales noventeros acompañado de su señora madre, Elena Bendezú Molinari (lean Madre solo una: “Y fue el primer llanto rojo./ Con los ojos cerrados aún/ Te vi querida mamá”); y que ahora está terminando de construir, en su propia casa, lo que será el espacio de Mammalia, comunicación y cultura. Un esperado lugar para la poiesis y los bardos.

(Columna publicada en Diario UNO)

Comentarios
Continue Reading

Opinión

Mi aporte en la creación de A. N. T A. U. R. O

Si hoy persiguen al partido ANTAURO, mañana podrían perseguir a cualquier otro que ose desafiar el statu quo. La defensa de la verdad y la justicia es un compromiso que trasciende a un solo partido. Es una lucha por la democracia misma. Y esa lucha, la seguiremos librando.

Avatar photo

Published

on

Por Jorge Paredes Terry

Recuerdo vívidamente el año 2020. Antauro Humala estaba recluido en el Penal Militar Virgen de las Mercedes de Chorrillos. Una idea comenzó a tomar forma en mi mente: un partido político que capitalizara su ya reconocido nombre. Le dije: «Tu nombre es como la Coca Cola, no necesitas propaganda para que la gente lo recuerde». Esa mañana, la idea de ANTAURO nació.

No se trató solo de una sugerencia casual. Elaboré un acróstico, un PowerPoint que imprimí y llevé un domingo hasta el penal. Cada letra de su nombre representaba un sector clave para la unidad nacional: Alianza Nacional, englobando un nacionalismo presente en muchos partidos a nivel mundial; Nacionalismo; Trabajadores; Universitarios; Reservistas; Obreros. No era solo un nombre; era una plataforma. Era una declaración de intenciones.

El diseño no fue arbitrario. Busqué la resonancia, la fuerza simbólica. Quería ir más allá de un simple nombre llamativo. Quería un nombre que representara una visión, una promesa. Una promesa de inclusión, de representación de sectores a menudo silenciados.

La respuesta fue abrumadora. Reservistas, trabajadores, el pueblo organizado… se unieron a la causa. ANTAURO se convirtió en una realidad, un partido legalmente inscrito. Pero la verdad, a veces, tiene un precio. Hoy, ANTAURO enfrenta una persecución política, jurídica y judicial. Se le ataca por decir la verdad, por representar a quienes otros ignoran.

La elección del nombre «ANTAURO» fue estratégica y simbólicamente poderosa. Más allá de la simple asociación con Antauro Humala, el nombre mismo resonaba con fuerza. Su sonoridad, su brevedad, su fácil recordación, lo convertían en un nombre ideal para un partido político. En un panorama político saturado, un nombre memorable es fundamental para captar la atención y construir una identidad. ANTAURO logró precisamente eso: un nombre que se graba en la memoria, que transmite una sensación de fuerza y unidad, y que, al mismo tiempo, se asocia directamente con un líder carismático y con una ideología claramente definida. Este impacto en la imagen del partido fue crucial para su crecimiento inicial y para la movilización de apoyo popular.

Aunque hoy nuestros caminos no son los mismos, mantengo siempre mi patriotismo, mi nacionalismo radical, y los exhorto a no rendirse. La lucha continúa. La justicia debe ser ciega, imparcial. Si hoy persiguen a ANTAURO, mañana podrían perseguir a cualquier otro que ose desafiar el statu quo. La defensa de la verdad y la justicia es un compromiso que trasciende a un solo partido. Es una lucha por la democracia misma. Y esa lucha, la seguiremos librando.

Comentarios
Continue Reading
Advertisement

LIMA GRIS TV

PUBLICIDAD

PRNEWS

PARTNER

 

CONTACTO

Síguenos en Twitter


LIMA GRIS RADIO

Trending