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Opinión

Literatura de la medianía: Karina Pacheco y su prosa de artificio

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Por Miguel Arribasplata

“¿Nada puede encantar el tedio que os devora?”. Racine.

“Sí, que la literatura existe y, si se quiere, sola, excepción de todo”. Mallarmé. Y para Kafka: “Mi nostalgia de la literatura supera todo” (Barthes, 2005, p. 356). Levantar un mundo de ficción le cuesta caro a Karina Pacheco, El año del viento (2021) no es una operación estética de desautomatización del lenguaje cotidiano; es una novela cuyo rollo está envuelto en opiniones y noticias periodísticas de la época, a más del pobre comentario sociopolítico, que la narradora en primera persona adereza en la historia.

Una cincuentona mujer cusqueña, Nina, desde Madrid viaja a su pasado, luego de encontrarse casualmente en un mercado con el clon o espectro de su prima Bárbara, con quien compartió un retazo de su niñez. Acuciada por los re-cuerdos de una breve temporada infantil al lado de la simpática andahuaylina en su apacible hogar y recreada en el anexo de Umara, Nina trata de desarmar el rompecabezas de la desaparición de Bárbara. Tras pesquisas persistentes se entera de que esta se enroló en Sendero Luminoso, convirtiéndose en una despiadada lideresa que adoctrinaba a los jóvenes lugareños y ajusticiaba a los campesinos umareños, quienes, tras el arribo del ejército, toman venganza incendiando la casa de Bárbara, matando a un familiar y entregándola a los soldados, quienes la violan sistemáticamente.

Finalmente, Bárbara aparece en Abancay trastornada, es recogida del basural por su hermana y viaja con los suyos a Madrid, siempre en estado de locura.

Gran parte de la trama de la novela transcurre recreando la niñez de Nina y la estancia de Bárbara en el Cusco, en casa de los padres de Nina-Niña, un hogar clasemediero, que la acoge mientras estudia en la universidad y que tras breve tiempo lo abandona para desempeñarse como profesora en Umaca.

A veces las recuerdo como dos felinos, sentados frente a frente, a uno y otro lado del abismo. Se están mirando fijamente, como si sus ojos de fuego buscaran descifrar el pasado, silenciado; el futuro, condenado. Un tiro de dados puede definir quién dará el salto necesario para remontar el vacío, al fin. (Pacheco, 2021, p. 9).

El estilo y el tono de reminiscencia y el giro de los acontecimientos se fijan en las primeras líneas del relato. La crónica familiar de la narradora pudo ser una buena oportunidad para la autora, si insertaba con mayor tino el universo hogareño en el contexto social de la época (1980-2022), valiéndose también del espacio particular cusqueño. Pero no hay nada paradigmático o apoteósico en la intención: la ciudad del Cusco no está retratada simbólicamente, la escribiente merodea solo en sus juegos y correrías en patines en el parque del Trébol.

Cusco es reducido al espacio doméstico de la casa y de uno que otro jardín y a algunos ecos de protestas sociales. En esto, José María Arguedas, cuando describe a la emergente ciudad de Abancay, en Los ríos profundos (1958), lo hace con mucha verosimilitud y minuciosidad; a pesar de que es un pueblo semifeudal, ahí está la vida con sus hervores.

No hay pues, como quería Kant, lo bello como triunfo de un nuevo acuerdo entre el conocimiento y la imaginación sensible. ¡Oh!, cuánto le cuesta a Karina Pacheco el querer ser cosmopolita escondiendo el paisaje humano y material de su Cusco, de esa sierra al pie del orbe, vallejiana y universal.

Durante años imaginé que alguna vez tendría que escribir sobre 1981. Tal como ocurre hoy, en este tiempo de incertidumbre al que nos ha arrojado la pandemia, pareciera que las situaciones de crisis máxima, al acorralarnos, nos llevaron a hacernos preguntas más radicales, a mirar la realidad desde posiciones insólitas, sin permitirnos evasiones de la realidad (Pacheco, 2021, pp. 88-89).

La imaginación queda ahí, como asombro falto de ficcionalidad, Pacheco prefiere escardar en las noticias, en lo que ya se sabe y no apelar al arte de narrar, al manejo íntimo de escenas familiares, que en el momento de crear lo extraartístico se someta al tratamiento “artístico”. Al asumir una personalidad ficticia de autora de su obra, no perfila esta entidad, no la mantiene latente ni mucho menos la patentiza ante sus lectores, rebaja sus intenciones a lo que de modo natural o cotidiano ya conoce la opinión pública. Alimentar al personaje-autor para no rebajarlo a la hueca condición de la comunicación efímera. Y eso se logra o se sostiene con el bagaje de lectores, que permiten que el reparto de lo sensible prevea y provea una trama estéticamente sostenida. Reto mayor para un escritor es el de tocar referencias contemporáneas y locales. Aquí sí, la moda incomoda a Karina Pacheco; engullir el tema de la violencia política en las 375 páginas de su novela, le pasa factura. A este evento mayor lo vuelve episódico en cuanto a tratamiento artístico, restringido a la opinión, al mass media. Un escritor de buen oficio hace del hecho mínimo un iluminador de los grandes temas.

El año del viento es un remolino monocorde, no horada más allá de la evocación familiar. Para autoras como Pacheco el tratamiento de la violencia armada es ininteligible política y estéticamente, la forma no cuaja, en el entendido de que, como decía Roland Barthes, ficcionalizar es separar un escrito de su inmediato contexto empírico y hacer que sirva a propósitos más amplios.

No hay coartadas, finalidad artística ni existencial para que el lector se convenza de que está sobre todo ante un hecho artístico y que siente un bello efecto. De estos tipos de discurso está hecho El año del viento (2021):

Fue la primera vez que escuché ese nombre. Hasta entonces, lejos de Ayacucho, por la radio y la televisión se continuaba hablando de incendiarios, dinamiteros, extremistas, guerrilleros, narcotraficantes, infiltrados de Cuba, infiltrados de la CIA, paramilitares, pocas veces se usaba la palabra terroristas. No se acertaba a dar con su origen, ni mucho menos, con sus propósitos. Sendero Luminoso. Sonaba bonito. Un sendero de luces. Una podía imaginar un caminito abierto en el bosque… (Pacheco, p. 83)

El lenguaje prosaico impone su ritmo en la novela de Pacheco. Como principio del estilo, Flaubert señalaba que: “Es necesario que las frases se agiten en un libro como las hojas en un bosque, todas distintas en su parecido”1.

Así, entonces, la prosa de Karina no afecta al ser en situación, se convierte en un pobre objeto del deseo;  la  cusqueña  cree que representando la temática de la guerra interna ya tiene un punto firme de  apoyo para desplegar el arte de narrar; pero, como decía Joyce, que la obra no tenía como objeto relacionarse con los hechos, sino más bien comunicar una emoción para  desplegar su inteligencia creativa en la construcción de la historia y para servirse de los personajes, consiguiendo un significado con situaciones estilísticas a través  de  enunciados donde la efusión sentimental –élan vital de El año del viento (2021), no bien explotado– sea también creadora de situaciones.

El lector, con tanta digresión, ingresa a una especie de abulia o lasitud, porque el tema de la novela en mención no se despliega en un juego de mostración y ocultación, se convierte en una mera revelación de sentido, contiene mu-chas páginas de literariedad. Las tres condiciones de la belleza: resplandor, integridad y armonía, naufragan en la falta de vigor y sapiencia de la autora. Asumir como materia novelada la política, entraña el peligro de ser panfletario. Viene al caso esta cita de Rancière, extraída de su libro Política de la litera-tura.

La política trabaja con el todo, la literatura trabaja con las unidades. Su propia forma de disenso consiste en crear nuevas formas de individualidad que deshacen las correspondencias establecidas entre estados de cuerpos y significados “hojas” que esconden el árbol a la vista de su propietario (2011, p. 99).

El tema de toda novela son los individuos y sus relaciones, en su interesante libro: La celebración de la novela (1996), Miguel Gutiérrez dice que en un país como el nuestro, los escritores tienen el deber de representar en su literatura las grandes desigualdades sociales.

Transformar lo contingente en necesario, es la divisa del buen arte. Sin embargo, la literatura contemporánea es un mercado persa, donde se ofrecen asuntos baladíes, menos en arte radical, con temas domésticos, con ideales estandarizados –como apunta Mariátegui–, donde se procesan más que opiniones y no verdades; para ellos, la historia está dormida y si despierta, que la coma el tigre. Pareciera, pues, que el tema de la violencia es un diferendo que ahuyenta a los escritores, y si se acercan a ella, lo hacen por demodé, convirtiéndola en un postre sin sabor a historia de lo que fue.

Karina Pacheco no es la excepción, higieniza su imaginación de tal modo que lo que cuenta está premunido de sutura con la contemporaneidad. Las corporaciones editoriales promueven masticar este chicle. En tanto, seguiremos siendo disidentes solitarios, Edipos nómadas, que encarnan al límite la experiencia humana.

La generación de Karina, la que se inventa en talleres, concursos y relaciones publicitarias, no plasma la ilusión de un afuera, al ilustrar la situación histórica; describiendo a la sociedad en un momento determinado, esa historiografía novelada se banaliza. Y eso ya no es arte, sino conocimiento no-novelesco, su vulgarización, su lenguaje no es afín al aspecto estético. De ahí que, en la tarea de pensar por sí misma, Pacheco se deja gobernar por lo ya sabido, con reflexiones que atentan contra la verosimilitud, al desencadenar sus recuerdos no los simboliza, no crea imágenes.

Viene a propósito esta cita de Marcel Proust, extraída de “Por la parte de Swam, I”:

Todos los sentimientos que nos hacen experimentar la alegría o el infortunio de un personaje real, solo se producen en nosotros por conducto de una imagen de esa alegría o de ese infortunio (…), por ser la imagen el único elemento esencial en el mecanismo de nuestras emociones (2003, p. 78).

El fin hila la intriga, en El año del viento (2021) la intriga se asfixia cuando la narradora empieza con sus disquisiciones y ejercicios de retórica intrascendente, de lo que todo el mundo sabe. Le falta astucia, no se nota la soberanía de la escritora, al relatar el Ideal del Yo se vuelve modesto, no hace valer su escritura.

Kafka es un ejemplo de coraje: apasionado en el arte de novelar con talento ansiosamente contenido. Cuan-do la autora Pacheco narra nos manifiesta una pro-tensión, su escritura, el nervio vivo de la creatividad, es débil. De ahí que toda la obra de Karina carezca de buen tono, su fraseo es opaco, no hay emoción de descubrimiento, esa adrenalina que acompaña al buen escritor. Es como dice Alain Badiou, un arte oficial que:

“No está del lado de la situación, sino del estado de la situación, en el lado no de la presentación sino de la representación” (2022, s. p.). Esa es la diferencia ontológica entre la literatura del statu quo y la literatura militante, un arte de lo que está deviniendo.

Si de crear al Otro, sabiendo cómo hacerlo, es el rol de la buena novela, El año del viento (2021) no alcanza estatus de gran novela. Dejándose llevar por la tentación de la novedad, el arte de Pacheco es una fatalidad. En el capitalismo el ideal es lo nuevo como moneda de cambio; un circulante que no horada, que no construye significados trascendentes.

CODA

Donde adquiere estatuto narrativo y ficcional, la novela de Karina Pacheco, es en las últimas doscientas páginas. El Yo de la escritora tiene soberanía, oficio, drama; el personaje central ya va construyendo significados, la historia tiene cuerpo sensorial, el tiempo de la historia y del discurso se relacionan con cierta armonía y secuencialidad, los acontecimientos están mejor entramados. Lejos de la prosa periodística y de la digresión  –donde destaca muy bien Miguel Gutiérrez, con La violencia del tiempo (2013)– Pacheco asoma como escritora que maneja el conflicto y crea expectativas en el lector y en lo que cuenta; hay un apetito de la forma en el continuo y discontinuo del relato.

Como quería Kafka, el escritor enteramente se aboca a poner en el lenguaje todo su imaginario. Hay y debe haber un Ideal del Yo de la Escritura, vale por lo que escribe y cómo escribe.

Lejos del espectáculo cultural y social, Karina Pacheco podría reinventarse. No obstante, las peras del olmo siguen colgadas en el árbol de las fraternidades de los de arriba.

Notas

1 Citado por Roland Barthes, en La preparación de la novela (2005). Siglo XXI. México, p. 372.

Referencias

Badiou, A. (2022). Una descripción sin lugar. Políticas del arte contempo-ráneo. España: Meier Ramírez.

Barthes, R. (2005). La preparación de la novela. México: Siglo XXI.

Gutiérrez, M. (1996). Celebración de la nove-la 1. Lima: PEISA.

Pacheco, K. (2021). El año del viento. Seix Barral.

Proust, M., & Manzano, C. (2003). Por la parte de Swann. En busca del tiempo perdido I. Madrid: BOLSILLO.

Rancière, J. (2011). Política de la literatura. Argentina: Libros del Zorzal.

Del libro: LA GUERRA CULTURAL DE BAJA INTENSIDAD EN LA LITERATURA PERUANA.

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Opinión

Rodríguez Pastor y Fernando Zavala, ñatos de la risa: sus millones callaron a la prensa, opinólogos, al gobierno central y regional

Hasta los fiscales bajaron el tono. La tragedia más dolorosa provocada por negligencia en el Perú parece haberse diluido en el aire, como si las vidas perdidas fueran cifras intercambiables en un cheque. ¿Cómo es posible que, tras un desastre evitable, los titulares se apaguen, las cámaras se desvíen y los responsables caminen libres, protegidos por un manto de impunidad dorada? La respuesta, tristemente, parece resumirse en un viejo refrán: «Con la plata baila el mono».

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Por: Jorge Paredes Terry

En Trujillo, ingenieros de la municipalidad provincial identificaron fallas estructurales críticas en el techo del patio de comidas de Real Plaza, de propiedad de INTERCORP, el conglomerado de Carlos Rodríguez Pastor y Fernando Zavala. Las advertencias fueron claras, pero en lugar de corregir los errores, seis abogados de los empresarios amenazaron a los funcionarios. El resultado fue un colapso que cobró la vida de seis personas y dejó a más de ochenta heridas. Esto no es solo negligencia: es homicidio culposo. Sin embargo, tras la tragedia, INTERCORP ofreció 20 millones de soles para «cubrir deudas y responsabilidades penales», una cifra que, lejos de ser justicia, parece un intento de comprar silencio. Lo que mas indigna es la aparente facilidad con la que el caso ha sido silenciado. ¿Cómo es posible que, tras una de las tragedias más dolorosas del país, los responsables no enfrenten consecuencias .

Los medios, antes vociferantes, bajaron el tono. Opinólogos cambiaron de tema. El gobierno central y regional evadieron su deber. Hasta los fiscales, cuyo rol es perseguir la verdad, mitigaron su rigor. ¿Quién pagó por este mutis? La respuesta salta a la vista: el poder económico de dos magnates, cuyos millones ahogaron las demandas de justicia. Mientras las familias lloran, Rodríguez Pastor y Zavala, lejos de las rejas, siguen en sus palacios de cristal, ñatos de la risa, burlándose de un sistema que los protege.

En otros países, la negligencia de poderosos no queda impune.

Por ejemplo:

  1. El caso de British Petroleum y el derrame de petróleo en el Golfo de México (2010): La negligencia de la empresa resultó en una de las mayores catástrofes ambientales de la historia. BP enfrentó multas multimillonarias y varios ejecutivos fueron procesados penalmente.
  2. El escándalo de las emisiones de Volkswagen (2015): La manipulación de datos de emisiones llevó a la empresa a pagar miles de millones en multas y a la condena de varios ejecutivos.
  3. El colapso del edificio Rana Plaza en Bangladesh (2013): Más de 1,100 trabajadores murieron debido a fallas estructurales ignoradas por los propietarios. Los responsables enfrentaron largas condenas de prisión.
  4. Reino Unido (Grenfell Tower, 2017): Tras el incendio que mató a 72 personas por materiales inflamables, empresas y reguladores enfrentan cargos de homicidio corporativo.
  5. Brasil (Brumadinho, 2019): El colapso de una represa de Vale mató a 270 personas. Ejecutivos fueron condenados a hasta 17 años de prisión.
  6. Corea del Sur (Ferry Sewol, 2014): El dueño de la naviera, vinculado a fallas de seguridad, recibió una sentencia de 7 años antes de morir. Hasta la ex presidenta Park Geun-hye fue destituida.
  7. EE.UU. (Crisis de Flint, 2014): Autoridades ocultaron la contaminación del agua con plomo. Funcionarios, incluido el gobernador, enfrentaron procesos por negligencia.

Estos casos demuestran que, aunque la justicia sea lenta, existe un límite para la impunidad.

Aquí, ni siquiera el dolor colectivo logra traspasar el escudo del dinero. Los 20 millones de INTERCORP son migajas frente al valor de las vidas perdidas. ¿Quién responde por el sufrimiento de las familias? ¿Acaso el sistema judicial peruano solo juzga a los pobres?

El mensaje es claro: en el Perú, la riqueza puede comprar silencio, pero no debe comprar dignidad. Exigimos que los fiscales actúen sin temor y que los responsables enfrenten la ley. Las víctimas merecen más que un cheque; merecen justicia. Que este dolor no sea en vano: transformemos la indignación en acción.

La justicia no puede ser un privilegio reservado para quienes tienen menos recursos. En un país donde la corrupción y la impunidad parecen ser moneda corriente, este caso debe ser un punto de inflexión. Las vidas perdidas no pueden ser olvidadas ni reducidas a un simple número en un balance financiero. Es hora de exigir justicia real, no solo para las víctimas de esta tragedia, sino para todos los ciudadanos que merecen vivir en un país donde de la vida humana tenga más valor que el dinero

Basta de impunidad!

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Opinión

Las lecciones de Ucrania

Lee la columna de Tino Santander

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Por Tino Santander Joo

Ucrania se encamina a ser un Estado fallido, disputado por los países europeos (Inglaterra y Francia), interesados en sus puertos; por Estados Unidos, que busca sus tierras raras y otros recursos naturales; y por Rusia, que ocupa más del 20% de su territorio. Los ucranianos creyeron en el cuento de que los europeos y los norteamericanos luchaban con ellos por la libertad y la soberanía de su pueblo. La guerra siempre ha sido un negocio para los ingleses y franceses; su pasado colonial y cruel lo demuestra. El espíritu de los norteamericanos se basa en los negocios con la guerra, el hambre y los recursos naturales de toda índole.

La primera lección es clara: no confiar en los países imperialistas. No creen en la libertad ni en la democracia, mucho menos en el derecho internacional. La ONU es un ente burocrático contingente.

La historia ha demostrado que todas las guerras tienen un trasfondo económico. En la Primera Guerra Mundial, se disputaba el control de los recursos naturales en África, Asia e Hispanoamérica. La guerra comercial y el nacionalismo económico fomentaron la carrera armamentística y desencadenaron una de las mayores matanzas en el viejo continente, que supuestamente era el faro de la cultura de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial fue la continuación de esas disputas por el control del mundo y la humillación impuesta a Alemania con el Tratado de Versalles.

Segunda lección: Los países imperialistas o desarrollados no son amigos de los pueblos; solo buscan sus recursos y someterlos a sus intereses económicos.

Las ideologías más crueles nacieron en Europa: el fascismo, el nazismo, el racismo, el colonialismo y su expresión imperialista. Nada ha cambiado. El fascismo y el nazismo se han metamorfoseado en los partidos de ultraderecha europeos, que tienen un programa racista e imperial. Por su parte, chinos y rusos buscan, a través de la inversión en infraestructura y el comercio de armas, controlar el sur global para estar en una mejor posición de negociación con Estados Unidos.

El liberalismo, el socialismo y la democracia son valores que utilizan como herramientas para afianzar su dominación. No creen en ellos. No nos engañemos: para ellos, solo somos la mano de obra barata que necesitan por el momento.

Tercera lección: Nos consideran pueblos inferiores, destinados a ser su mano de obra barata.

Ni la historia, ni las guerras que hemos visto en Medio Oriente por el petróleo, ni la lucha de los pueblos de África por acabar con el neocolonialismo francés e inglés nos conmueven. Menos aún la masacre del pueblo palestino a manos de judíos y norteamericanos, que buscan convertir su patria en una ribera turística tras una limpieza étnica.

Los problemas económicos, sociales y políticos no les interesan a los europeos, mucho menos a los norteamericanos. Para los rusos y los chinos, solo somos una oportunidad política y comercial.

Cuarta lección: La guerra en Ucrania nos demuestra que, a pesar de los intentos de cooperación entre los países del sur global, estos no han sido suficientes para hacer frente a los imperialismos. La clave no está en la resignación, sino en fortalecer la unidad económica, comercial y política de nuestras naciones.

Los gobernantes de los países desarrollados e imperialistas representan los intereses de la oligarquía financiera mundial, de los grupos tecnológicos y de la industria armamentística. En Hispanoamérica, estamos gobernados por una clase ignorante y corrupta, incapaz de comprender el tablero de ajedrez mundial.

Esta es la lección más dolorosa que debemos aprender de Ucrania: no confiar en payasos ni en políticos ignorantes. Pero la alternativa no es el llanto, sino la acción. Si queremos dejar de ser peones en ajedrez de las potencias, debemos construir una autonomía real basada en la integración regional, el desarrollo tecnológico propio y una política exterior que priorice nuestros intereses antes que estar subordinados a las potencias imperialistas. Solo así podremos cambiar nuestro destino y dejar de depender de quienes nos ven como pueblos inferiores destinados a su servicio.

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Gene Hackman, el polifacético

La vida del legendario actor acabó con una extraña muerte que se sigue investigando.

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Hace unos días, los cinéfilos del mundo entero recibieron una de las noticias más inesperadas de principio de año. El dos veces ganador del Óscar, Gene Hackman (95 años), su esposa la pianista Betsy Arakawa (63), y su perro, aparecieron sin vida en su casa de Nuevo México.

El actor californiano construyó una gran carrera cinematográfica a partir de los 30 años, porque desde muy joven tuvo que ganarse la vida en distintos oficios; sin embargo, luego de que se alistó en la Armada para convertirse en un marine y servir como operador de radio en China, fue incentivado por el gobierno norteamericano para seguir estudios de periodismo en la ‘School of Radio Technique de Nueva York’. Aquello le valió obtener diversos puestos en emisoras radiales, aunque su pasión por el arte dramático hizo que lograra ingresar a la universidad ‘Pasadena Playhouse College of Theatre Arts’ en Los Ángeles; y el resto se convirtió en historia…

Alguna vez aseveró en una entrevista: «Pensé que tal vez podría alimentarme como artista, mientras esperaba convertirme en actor».

Hackman se hizo inmortal gracias a sus magistrales interpretaciones, como el legendario detective Jimmy ‘Popeye’ Doyle, en “Contacto en Francia” (1972), el criminal Buck Barrow en «Bonnie y Clyde» (1967), el fraterno reverendo Frank Scott en “La Aventura del Poseidón” (1972), y el villano Lex Luthor en “Superman» (1978).  

Como buen amante de la literatura, le apasionó en demasía la novela de Thomas Harris “El silencio de los inocentes”, que no solo decidió producirla y dirigirla; sino, también protagonizarla. Sin embargo, tras leer el guion, retrocedió en la idea de caracterizar al psicópata Aníbal Lecter—uno de los villanos más espeluznantes del cine—debido a la carga violenta y patológica del personaje. 

Tampoco se conformó con su faceta de lector incorregible y por ello decidió convertirse en escritor y publicó dos novelas, el thriller “Pursuit” y el western “Payback at Morning Peak”. Asimismo, coescribió tres títulos con otros autores literarios.

No cabe duda que el arte —en todas sus facetas— corrió por las venas de Gene Hackman, porque, así como sus colegas actores, Sylvester Stallone, Pierce Brosnan, Jim Carrey y Johnny Deep, él también sucumbió ante las artes plásticas, hasta convertirse en un sigiloso pintor.  

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Festival de contrataciones en la Biblioteca Nacional del Perú

Lee la columna de Edwin Cavello

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En lo que va del 2025, la Biblioteca Nacional del Perú (BNP) ha sido testigo de un aumento alarmante en la contratación de personal externo, con un incremento del 52% en comparación con el año pasado. Abogados, comunicadores, administrativos y asesores han sido los principales beneficiarios de contratos que van desde los 9 mil hasta los 13 mil soles.

La Oficina de Comunicaciones, por ejemplo, cuenta actualmente con más de 20 empleados, un número que supera incluso a algunos ministerios. Las direcciones de Acceso y Promoción Cultural y Bibliotecas Desconcentradas han duplicado su personal, mientras que la Oficina de Administración ha incorporado a 10 asesores nuevos, con sueldos de 10 mil soles cada uno. Este aumento indiscriminado de personal no parece responder a una necesidad real de la BNP, sino al beneficio de una argolla.

El presupuesto para la BNP ha experimentado un aumento de más de 10 millones de soles en 2025, pero lejos de destinar esos recursos a proyectos culturales o bibliográficos, la gestión de Ana Peña Cardoza ha priorizado la contratación de personal. Según documentación a la que he tenido acceso, si esta tendencia continúa, la biblioteca podría quedarse sin dinero a mitad de año.

Lo más preocupante es la falta de coherencia entre el aumento en los gastos de contratación y la eficiencia en la gestión. En 2024, la BNP gastó 731,545 soles en contratos de servicios de terceros; en los primeros meses de 2025, esa cifra ya ha superado el millón de soles, alcanzando los 1,171,350 soles. Este incremento de casi medio millón no se ha traducido en mejoras visibles en los servicios de la biblioteca, lo que sugiere que el dinero se está utilizando de manera ineficaz.

El círculo cercano a Peña Cardoza parece estar compuesto por “reciclados” de instituciones como Indecopi —institución donde ella trabajó—, lo que lleva a la sospecha de un favoritismo descarado a costa de los fondos públicos. Este tipo de prácticas no solo son éticamente cuestionables, sino que se acercan peligrosamente a lo que muchos catalogarían como un “robo sistemático” del presupuesto de una de las instituciones culturales más importantes del país.

Los maltratos a trabajadores y la clara descoordinación entre la gestión y los objetivos de la institución deberían ser motivos más que suficientes para que Contraloría y Fiscalía investiguen a fondo la administración actual. Basta del despilfarro de dinero en la BNP.

(Columna publicada en Diario UNO)

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El trébol de Flores

Lee la columna de Julio Barco

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En ciertos poetas, los ánimos poéticos se traducen como símbolos de la Naturaleza. Así, cuando Javier Heraud afirma que se siente un río, se propone darle “voz” al elemento agua. En tiempos modernos, los románticos, con Goethe a la cabeza, estimularon esa relación vital entre el humano y la natura: fusionar el yo con el universo.

     En Trébol (2024, Voces Múltiples) de Liliana Flores Hilario, nos estremece por su sensibilidad libérrima y la sed de dialogar con el Otro Lado: la unidad perdida de nuestra condición. El proyecto se estructura en dos secciones generales (Anverso y Reverso) con divisiones interiores (Vita, Tristitia, Fidem, Fortuna). Ambos configuran un inventario de recuerdos, estados de ánimo, fragmentos de la experiencia lírica: todo ese vagar bajo la luz o sombra del poema, como un ritmo, o un trance o una conjura contra la nada: “Soy Flores/y no espero la primavera/Flor de lirio/y no hay temporal de melancolía/que marchite/mis pétalos de seda/ Vivo en campos de sequía a nieve/ renaciendo en poesía.” La victoria poética es habitar donde renace la palabra.

     Entonces, la autora sea torna jardinera de su propia mente: corta, siembra, poda, busca el trébol de cuatro hojas. En otro verso, expresa que: “Mi tristeza tiene el color de los cerros de Lima” La tristeza como un color, un árbol, una ventana abierta. La joven escritora observa mucho, analiza y nos permite configurar los ánimos que se agregan al instante: así sus visiones no solo son de armonía, sino tristeza, o como decía Valdelomar (otro grande conectado con la Naturaleza): Tristitia. Con la ineludible “saudade” encima (maldita añoranza que da el no sentirse bien en ningún lado), y frente a ese caos, ¿qué hacer? Leer y leer.

    En esa fiebre interpretativa, brota la savia elaborada, la fotosíntesis, el acto de repartición de la simiente del poema. Gracias esa luz, es posible resistir en medio del caos: la poesía se puede oír incluso en medio de los oleajes existenciales. En ese sentido, este poemario germina dentro de la lucha ecológica: la poeta sabe que se debe optar por un camino: arrojar la semilla o la palabra.

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Debate pedagógico en facultades de educación: ¿se debe “primarizar” el nivel Inicial?

Lee la columna de Marisol Verónica Giordano Silva

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Por Marisol Verónica Giordano Silva

Actualizo en esta columna un tema abordado hace años en mis clases con estudiantes de educación superior y en charlas con padres de familia sobre el tema de si un niño del nivel inicial (de 3 a 5 años) debería de pasar al nivel primaria sabiendo leer y escribir. ¿Es conveniente o no?

Suele ocurrir que los padres de familia hace mucho tiempo consideraban que un niño a los cinco años ya debía saber leer y escribir. Además, en la pedagogía peruana existía un año de transición, que era el tiempo bisagra entre el nivel inicial y el de primaria. Esto era así en los años setenta del siglo pasado, es decir, hace medio siglo.

Sin embargo, en el presente, a partir de los aportes de la pedagogía, psicología y neurociencia, con especial énfasis práctico en la educación de Finlandia, resulta fundado que no es favorable exigir, ya sea en casa por parte de los familiares del infante o en la escuela por parte de algunos docentes de Inicial y Primaria, que los niños a los seis años lean y escriban.

Ahora bien, presionar o estresar a un infante para que cumpla las metas de lecto-escritura no solo va contra sus derechos fundamentales, reconocidos en la “Convención sobre los Derechos del Niño” de la OEA, sino que interfiere en su natural desarrollo físico, mental, emocional y neurológico, y por eso atenta contra sus ritmos de aprendizaje, pues todo niño tiene su propio proceso mental y debe quemar las etapas que le son inherentes a su desarrollo.

En ese sentido, hoy es más claro que antes que no se debe atentar contra el desarrollo emocional, intelectual y psicomotriz del niño, para no violar sus más elementales derechos a una vida sin estrés, depresión y frustración, hechos que paradójicamente se producen en las aulas de diferentes circunscripciones del país a muy temprana edad y muchas veces no lo advertimos.

De modo que lo positivo será que los colegios y colegas no cometan mala praxis al tratar de demostrar ante los padres de familia o frente a la competencia de los niveles de Educación Inicial y Primaria, exhibiendo falsas ínfulas al difundir que los niños menores de 5 años de edad saben leer y escribir, pues con ello lamentablemente se estaría “primarizando” o trasladando a los educandos más pequeñitos al Nivel Primaria antes de tiempo.

En ese supuesto, lo mejor es que haya una estrecha comunicación entre los padres de familia y los docentes con el objetivo de conciliar criterios e información respecto de cada niño, pues no todos tienen los mismos ritmos de aprendizaje. Por fortuna, cada vez son menos los profesores que solo buscan demostrar a propios y extraños que sus niños saben más que otros, como también existen colegas de Educación Primaria que solo quieren tener menos esfuerzo con la llegada a sus aulas de niños que ya saben leer y escribir.

De ser así, ese enfoque estaría errado e incluso distaría mucho de lo que pasa en países que tienen un mejor sistema educativo, como es el caso de Finlandia.

Por eso en Perú no se puede ir matando de a pocos a la Educación Inicial porque con ello se está desconociendo la naturaleza del desarrollo biopsicomotor y social del niño. Recordemos que el niño aprende jugando. Ante ello, debemos decir que la etapa preescolar no debe morir y es un craso error poner a leer o escribir a un niño menor de 5 años.

¿Dónde queda la importancia del juego, el respeto a su horario de sueño y alimentación acorde con la edad, pues en muchas instituciones educativas se les mantiene demasiadas horas en el aula? Cuidado que la suma de datos, la aglomeración de letras o números no significa desarrollar más la inteligencia del niño si no se aplican en el tiempo adecuado de su desarrollo intelectual, pues si -a tan corta edad- ya todo lo saben, llegarán cansados o aburridos al primer grado de Primaria.

Y en respuesta a ello, bloquearían consciente o inconscientemente los aprendizajes que sí debieron haber consolidado en el Nivel Inicial. Por tanto, dicho nivel de la Educación Básica Regular no es una academia pre-primaria. Hacerlo sería una total falta de respeto a la niñez y a los ritmos de su aprendizaje pues se violentan los procesos mentales y se atenta contra los derechos universales del niño.

En consecuencia, debe quedar muy claro en el debate dentro de las facultades de educación, que en el nivel Inicial no se debe soslayar el derecho del niño a sus actividades lúdicas y recreativas, ya que estas forman parte de una sana pedagogía.

Finalmente, alcemos la voz de protesta frente a algunos que tildan “de malos profesionales” a los profesores cuando dizque “no enseñan a leer, escribir, hacer operaciones matemáticas o multiplicar”, pues no se debe olvidar, entre las autoridades y colegas docentes para este año escolar que inicia en marzo del 2025, que todo tiene su tiempo y por eso no forcemos a los niños más allá de sus ritmos de aprendizaje y de sus procesos mentales.

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Opinión

Otra vez Acuña: ¿se compró a la policía?

Con 100 soles los oficiales pueden estudiar maestrías y con 300 soles una carrera completa. Este precio, que raya en lo absurdo, no solo cuestiona la calidad de la educación que se está impartiendo, sino que también revela una estrategia calculada para ganar la lealtad de miles de miembros de la institución policial.

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Por: Jorge Paredes Terry

En los últimos años, la figura de César Acuña, líder del partido Alianza para el Progreso (APP), ha generado una creciente preocupación en el ámbito político y social de nuestro país. Su ascenso en la política nacional, acompañado de un discurso populista y una red de influencias, ha puesto en evidencia un patrón de comportamiento que amenaza los cimientos de nuestra democracia. Sin embargo, la última revelación para nuestra investigación detecta algo muy turbio, que tiene que ver con el manejo de la Universidad César Vallejo (UCV) y la Policía Nacional del Perú (PNP), esta situación que vamos a narrar a continuación debería encender las alarmas de toda la clase política, si es que todavía queda alguien que pueda ocupar ese espacio.

Nuestra investigación revela que la UCV, propiedad de Acuña, ha implementado un programa denominado «Maestría 100», que consiste en ofrecer maestrías a oficiales de la PNP por la irrisoria suma de 100 soles mensuales. Este precio, que raya en lo absurdo, no solo cuestiona la calidad de la educación que se está impartiendo, sino que también revela una estrategia calculada para ganar la lealtad de miles de miembros de la institución policial.

La educación es un derecho fundamental y un pilar esencial para el desarrollo de cualquier sociedad. Sin embargo, cuando se utiliza como herramienta para consolidar poder y control, se convierte en un arma peligrosa. En este caso, la UCV, bajo la dirección de Acuña, está ofreciendo una educación de dudosa calidad a un costo tan bajo que resulta sospechoso. ¿Cuál es el verdadero objetivo detrás de este programa? La respuesta parece clara: ganar influencia y lealtad dentro de una de las instituciones más importantes del Estado.

Pero el problema no termina ahí. La UCV también ofrece carreras profesionales a policías subalternos por apenas 300 soles, un precio que dista mucho de reflejar los costos reales de una educación superior de calidad. Esta situación no solo desvaloriza el esfuerzo y la formación de los profesionales, sino que también plantea una pregunta inquietante: ¿está la Policía Nacional del Perú siendo cooptada por intereses particulares?

Una policía subordinada a los intereses de una familia o grupo de poder es una amenaza directa para la democracia. La PNP tiene como mandato constitucional proteger a los ciudadanos y garantizar el orden público, no servir a los intereses de políticos o grupos económicos. Si los oficiales de la PNP están siendo «comprados» a través de programas educativos de dudosa calidad, estamos frente a un escenario en el que la institución policial podría convertirse en un instrumento de manipulación y control al servicio de una mafia política.

Este modus operandi no es nuevo en la historia de América Latina. Regímenes autoritarios y líderes populistas han utilizado tácticas similares para cooptar instituciones y consolidar su poder. La diferencia aquí es que estamos hablando de un líder que, bajo la apariencia de un empresario exitoso y un político moderno, está utilizando su influencia económica y su red de instituciones educativas para infiltrarse en las estructuras del Estado.

La sociedad peruana no puede permitir que esto ocurra. Es imperativo que las autoridades competentes investiguen a fondo estos hechos y tomen las medidas necesarias para garantizar que la educación no sea utilizada como una herramienta de manipulación. Asimismo, es fundamental que la PNP reflexione sobre su papel en la sociedad y rechace cualquier intento de cooptación por parte de intereses particulares.

La democracia es un sistema frágil que requiere de instituciones sólidas y transparentes para funcionar. Si permitimos que figuras como César Acuña y su entorno continúen manipulando las instituciones del Estado, estaremos dando un paso más hacia la consolidación de un régimen autoritario y corrupto. El momento de actuar es ahora, antes de que sea demasiado tarde.

La educación no debe ser un instrumento de poder, sino un camino hacia la libertad y el desarrollo. No podemos permitir que se convierta en una herramienta al servicio de la corrupción y la manipulación. El futuro de nuestra democracia depende de ello.

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Opinión

The Dante quartet, de Stan Brakhage (1987)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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El tipo de experiencia (y ya diré qué tipo de experiencia ‘es’) que ofrece Brakhage ‘no es para cualquiera’… ¡Lo cual es mentira! ¡Es para todos! (El maldito Hollywood siempre dispuesto a engañarte, porque quiere tu dinero, no tu iluminación.) Para empezar. Todos hemos visto ‘de una u otra forma’ estas formas (por ejemplo: cerrando los ojos, con luces sobre nuestros ojos cerrados; o refregándonos los ojos, o siendo cegados o semi cegados o deslumbrados por luces, mezcladas acaso con sombras, con tinieblas, con gran oscuridad), solo que las ignoramos o las menospreciamos o no sabemos bien qué valor darles… ¿pero qué valor tendrán estas experiencia sensoriales y visuales? ¿Qué hacen con nosotros? En qué estado mental entramos al entrar en ellas… Y Brakhage sí que las valora, son la explicación de su vida, de la vibración de su conciencia, y es tanto como si fueran el momento de creación del mundo o su explicación órfica… ¿Necesito explicarles que Brakhage hace poemas visuales? En un sentido material Brakhage pinta sobre el celuloide y suele hacer que sus pinturas se muevan a gran velocidad… Ver una película de Brakhage es lo más que le puedes pedir al cine…

Los límites del ojo, una subatómica de la visión… y a la vez sensaciones cósmicas, interestelares… así pues une muy a su manera lo micro y lo macro. Pero, insistirás, hijo del mainstream, adónde me llevan esas manchas o masas de colores. Siendo hermosas, magníficas, mundos potenciales, el interior de algo inexpresable (que sin embargo queda expresado). La no-forma es la madre de todas las formas pero dichas manchas o masas sí son formas, ojo. Se podría decir que hay más presencia de expresionismo abstracto y de Pollock que de Dante… Me intriga la peculiar respiración, los cambios de ritmo, las detenciones, los reinicios, comparando esta película con otras de Brakhage que son  en mucho similares.

No ceso de mirar esta película, como si entrara en un cuarto que está en otra dimensión (casi escribo pre-post lyncheana) y ya listo para empezar a aprender (como un niño decidido y curioso) un delicioso y burbujeante lenguaje desconocido… No estoy seguro de lo que estoy viendo, pero sé que estoy viendo ‘otra cosa’. Cómo llamar a eso que no tiene nombre. Pero no lo olvides, aún puedes sentir. Y esa es la base de todo lo demás.

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