Hace poco, conversando con una estudiante, bastante confundida, de una universidad privada de Lima, me hizo algunas preguntas sobre qué pensaba yo de la llamada “literatura light”. Ya veremos luego cuál es la confusión de la muchacha sobre el tema, por el momento señalo más o menos lo que le contesté. La “literatura light” es nefasta -le dije-, sobre todo porque pretende ser literatura y, en cierta forma, lo es. Propone obras basadas en la facilidad, que buscan exclusivamente gustar al lector y cuanto más, mejor. En el fondo, aunque se presenta como literatura, su objetivo es comercial más que realmente literario, su meta es simplemente entretener y no cuestionar o hacer pensar al lector, ni procurarle un deleite superior al que le podría procurar una telenovela.
No pretende tampoco proporcionarleuna experiencia estética particular al lector. Es una literatura que suele avanzar por caminos trillados, mil veces transitados, de tal manera que el lector aborde la lectura, desde un inicio, ya plenamente satisfecho y casi seguro de lo que va a encontrar a medida que vaya avanzando en las páginas del libro.
Lo del despiste vino inmediatamente después, cuando la estudiante pasó a pedirme un comentario, una opinión, sobre los “personajes de la tele” que han publicado libros recientemente, como es el caso de Mónica Cabrejos, Alejandra Baigorria, Pedro Suárez Vértiz y Gisella Valcárcel. Ah, me olvidaba, añadió antes de que yo abriera la boca para contestarle, también Silvia Núñez. O sea los que hacen literatura light.
Desde que se inventó la imprenta, todo el mundo (es un decir) tiene el derecho a expresarse a través de libros -le contesté- Prefiero eso que una restricción autoritaria, una norma arbitraria que dijera quién puede o debe publicar y quién no, como parece arrogarse el derecho uno de los más asiduos comentaristas peruanos de obras literarias. Ahora bien, sobre las obras de las personas que mencionas no tengo nada en concreto que decir, por la sencilla razón de que no las he leído y que, de seguro, no leeré nunca. Lo que sí creo es que el problema no radica en que esos libros existan sino en que se piense que forman parte de la literatura, lo cual no pretende siquiera ninguno de esos “personajes de la tele”.
Esas personas no hacen literatura light porque, sencillamente, no hacen literatura, ni tienen la intención de hacerla. Lo suyo son productos comerciales para ganar dinero a través de las ventas y por lo que pueden acarrear de plusvalía a nivel mediático a quienes se dedican a la canción, la televisión o cualquier otro tipo de profesión que tiene que ver con el espectáculo.Con Silvia Núñez, que tampoco he leído, creo, sin embargo, que te equivocas. Ella sería, entre las personas que mencionas, la única que realmente hace “literatura light”, ella sí se considera escritora y sitúa sus libros dentro del campo literario. Te diré, finalmente, que no me choca que existan esos libros meramente testimoniales, que no tienen otro objetivo que satisfacer la curiosidad de los televidentes sobre la vida íntima y secretos del corazón de sus ídolos. Mientras haya lectores para eso, y los hay en todos los países del mundo, esos libros seguirán existiendo.
Lo que en verdad sí me parece escandaloso es que eventos, como las feria del libro, le otorguen mayor resonancia a esos productos que a obras realmente literarias, sean éstas de nuestro agrado o no. Lo que se necesita promocionar es el libro de creación, el cual existe pese a las dificultades enormes que significa publicar obras literarias en el Perú y el hecho de que nadie -y menos el Estado- ayuda a que se produzca y difunda verdadera literatura.
A estas alturas la despistada estudiante creo que ya no sabía dónde meterse. Me parece incluso haber percibido que se ruborizaba. Yo, para evitarle más vergüenzas, seguí hablando: ya te dije antes que lo de Suárez Vértiz y casi todo eso que mencionaste no es literatura light porque, sencillamente, no es literatura. Ahora bien, la verdadera literatura light sí es un problema porque, justamente, pretende ser literatura y, en cierta forma, lo es. Es una literatura que no quema, que no duele, que no cuestiona, que no profundiza y que no estremece realmente al lector. Utilizando una frase de César Moro que me gusta mucho, diría que es literatura “adormidera” y no literatura “quitasueño”. La literatura light corrompe el gusto y la disciplina de lectura de personas qué sí quieren acercarse a la literatura, confunde a los lectores menos enterados, pone en primer lugar el criterio de facilidad y rechaza lo complejo.
Dicho esto, me acordé de que ella algo me había preguntado antes sobre una “literatura más profunda”-son sus palabras-que debería resultar “más formativa o académica”. Mira -le dije, aunque no había nada que mirar, solo escuchar-, la literatura no es pedagogía, su misión (si tiene alguna) no es formar académicamente a nadie sino estremecer al lector, cuestionarlo, producirle rechazo o adhesión, enriquecerlo como persona. Por supuesto, la academia puede y debe estudiar las obras literarias pero ese no es el objetivo propio de la literatura. Obviamente, se pueden utilizar textos literarios en la enseñanza, pero no es ese su principal objetivo.
Vi que su rostro recobraba su color normal, más bien pálido, tras los meses de gris invierno limeño. Y con ello, al parecer, volvía a surgir la voz en su garganta ya que se atrevió a preguntarme por qué creía yo que hay personas que consumen esos libros y que en las ferias las colas para comprar algo, por ejemplo de Mónica Cabrejos y obtener de ella una dedicatoria autografiada, será siempre más larga que la de cualquier autor de literatura, salvo quizás contadísimas excepciones.
Entretenimiento, muchacha, esa palabra lo dice todo. Hay toda una enorme parte dela población (no sólo en el Perú sino en el mundo entero) cuya fuente principal de cultura es la televisión y, dentro de ella, los productos de peor calidad, la llamada “televisión basura”, el espectáculo banal y sin fondo. Para esas personas, leer un libro forma parte del entretenimiento al que están acostumbrados porque es eso, sobre todo, los que les propone la televisión y una cartelera cinematográfica que, en casos como el del Perú, es de una pobreza abismal. Si se ve basura en la tele, en las salas de cine o en DVD ¿cómo se puede pretender que se busque otra cosa cuando se hace el esfuerzo de comprar un libro? Sobre todo que ese libro -y no el de creación literaria- contará con una promoción adicional por parte de quienes tienen el deber de alentar la lectura, como las feria del libro. Te lo repito: lo escandaloso está ahí.
Finalmente, la estudiante decidió derivar el tema inicial hacia otra cosa. Y pasó al preguntarme qué pensaba sobre la literatura que se viene escribiendo en el Perú en estos años. Esa es la pregunta de cajón, la que suelen plantear los periodistas que no han tenido la paciencia ni el sentido de la responsabilidad para informarse como se debe antes de hacer una entrevista. Lo grave del asunto es que mi joven interlocutora no es periodista y aunque no debería tener los vicios de dicha profesión ya parecía tenerlos solo por el hecho de estudiar en una facultad de Comunicaciones. Podría, pues, no contestarle a la pregunta y más bien reprocharle lo que acabo de decir. Pero no me gusta eludir los problemas ni dar a nadie lecciones de “buen periodismo”, y entonces acepté desarrollar rápidamente algunas ideas a modo de respuesta.
Si comparas la literatura peruana con otras del continente, las de Argentina o México, por ejemplo,o con lo que se está escribiendo hoy en España, no puedo sino constatar que la del Perú está a un nivel inferior, aunque admito que la mía es una visión subjetiva, que es resultado de mis gustos y mis búsquedas como lector, y puede, por cierto, ser cuestionada. Admito sin problemas que otros puedan tener otra mirada pero la que te doy es la mía poniendo de lado todo reflejo nacionalista. Sería largo señalarte ahora las razones por las que eso ocurre, pero me parece que algo tiene que ver con ello el problema editorial. En los dos países que te mencioné más arriba existe desde hace tiempo una auténtica actividad editorial y, en el caso mexicano, tanto pública como privada. En el Perú, es verdad que hoy se producen infinitamente más libros que, por ejemplo, hace 30 o 40 años, pero eso no quiere decir que existan verdaderas editoriales. Lo que hay, por lo general, es gente que propone servicios editoriales, lo cual es muy diferente.
Tampoco existe verdadera crítica, o sea una reflexión de lo que se va leyendo de semana en semana realizada desde fuera de la academia, en diarios y revistas, radio y televisión. Hay universitarios serios, que investigan y analizan obras que juzgan interesantes o valiosas, y que se reúnen entre ellos en coloquios, seminarios o congresos para informarse los unos a los otros y discutir sobre sus investigaciones. Pero la crítica es otra cosa, en primer lugar y principalmente, porque se dirige a un público diferente, más vasto, no encerrado en los cuatro muros de la academia. Eso, la crítica, es algo que en el Perú, a diferencia de Argentina y México, por ejemplo, casi no tiene espacio para existir: no hay suplementos literarios en los diarios y no hay revistas semanales o mensuales que reserven un lugar decente a la verdadera crítica. Hay publicaciones que sonespecializadas sin ser totalmente académicas, y el mejor ejemplo de ello es quizás Hueso húmero, por su longevidad y más allá de lo que se pueda decir sobre sus opciones literarias.
Pero esas son excepciones destinadas a un público específicoporque en la prensa diaria y los semanarios lo que hay son notas de comentaristas más o menos serios, los cuales disponen por lo general de espacios muy reducidos para dar cuenta de sus lecturas y, muy a menudo (esa es otra desgracia nacional, creo yo) utilizan este espacio para aplaudir ciegamente a sus amigos, demoler vengativamente a sus enemigos y dejar expresar sus cóleras y rabias personales más que el producto de una lectura desprejuiciada y una consiguiente reflexión al respecto. Que en medio de este triste panorama crítico existan narradores de la talla de Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez o poetas como José Watanabe, Jorge Pimentel o Victoria Guerrero -por dar solo algunos ejemplos-, ya es casi un milagro.
Como a su pregunta de cajón le contesté sin reticencias, la joven estudiante se vio crecer las alas y como que atrapó al vuelo otras de esas cosas que se preguntan cuando no se sabe qué preguntar. ¿Cómo ves el futuro de la literatura peruana?, oí que me decía ya más segura de sí y sin rubor alguno en el rostro. Pues no tengo ni la más mínima idea -le contesté-. No soy adivino, no sé leer las cartas ni las hojas de coca y tampoco tengo una bola de cristal, y, por eso mismo, no puedo ver el futuro. Lo que sí sé es que la llegada del libro electrónico (contra el cual, en particular, no tengo nada) va a acentuar la tendencia actual: de un libro de literatura se pueden vender en el Perú mil o dos mil ejemplares, con lo cual se es casi un bestseller-me dijo hace poco un amigo narrador con el que estuve chateando de un lugar a otro del mundo-, salvo, por supuesto, si se trata de Vargas Llosa, Bryce, Bayly y algún otro infiltrado entre los famosillos,como Ampuero, Roncagliolo y Cueto, por ejemplo. O de algunos autores -añadí yo por el chat- como Reynoso y Gutiérrez, los mejores narradores del Perú, que han alcanzado por fin llegar a un sector mayor del público, pero siguen siendo excepciones que confirman la regla general.
El libro electrónico, que yo seguro no utilizaré nunca, permite en cambio la reproducción de un texto al infinito sin mayor costo alguno. Entonces, lo que puedo desear, aunque eso no aparezcaen la bola de cristal que no poseo, es que se logre por fin crear una auténtica vida editorial en el Perú, la cual dependerá en gran parte, por cierto, de que se formen lectores con mayores niveles de exigencia. Ahora bien, la aparición de esos lectores más exigentes (que ya existen pero son demasiado minoritarios) dependerá también de que los editores propongan obras de valía a precios accesibles. Tal como lo veo, es, pues,mi sueño es una difícil relación de ida y vuelta, de oferta para crear demanda y de demanda para crear oferta.
La estudiante despistada tenía clase y se despidió mostrándome una sonrisa nerviosa. Gracias por la plática -me dijo-, me has dado ideas para un trabajito que tengo que hacer para un profe bien pesado. Chau -añadió mientras movía en el aire una manito con las uñas color púrpura-. Chau -le respondí, sonriendo para adentro-, hasta pronto.