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“Lava la bandera”: el arte y la crítica social

Lee la columna de Raúl Allain.

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Me llama la atención el hecho de que hay cierta ausencia de manifestaciones artísticas de crítica social y política, pues el arte tiene también un rol para despertar la reflexión y denunciar la problemática existente.

Viene a mi memoria las acciones públicas de “Lava la bandera”, acción cultural que fue concebida como una instalación conceptual de lavar banderas del Perú en las plazas públicas de Lima y que luego se fue extendiendo a otras ciudades del interior de manera espontánea a cargo de colectivos civiles, asociaciones, partido políticos.

Fue tal el efecto, que incluso lavar banderas como acto de protesta se volvió una moda –una “tendencia” se diría en ahora en tiempos del auge de redes sociales. Figuras conocidas de la televisión y artistas populares participaban públicamente en el lavado de las banderas, lo que hizo este acto muy popular, porque el mensaje visual empezó a “viralizarse”, sintonizó con el contexto social.

En una primera lectura podría pensarse que todos estos han sido factores que contribuyeron al éxito de la propuesta. Sin embargo existe una cuestión fundamental que resume estos elementos: la dimensión simbólica de “Lava la bandera” para comprender la sociedad peruana que describe la propuesta.
¿Cómo logra conmover a la comunidad, despertar el espíritu ciudadano de tanta gente? ¿Cómo logra recuperar al espacio público como lugar de reunión comunitario en torno a un objetivo común participativo y colaborativo?

Como todos sabemos la bandera es símbolo de la patria protegido por la Constitución y de allí que el acto (puesta en escena) de remojarlas, lavarlas y exprimirlas lograba causar un gran impacto en la población, denotando mensajes como luchar contra la corrupción, “limpiar” el Perú, eliminar la “suciedad” de la corrupción.

El crítico de arte Gustavo Buntinx director del colectivo de arte Sociedad Civil que promovió “Lava la bandera”– señala que el acto fue concebido como “un ritual participativo de limpieza de la patria”.

Según el estudio “Lava la bandera: Activación simbólica del mito de origen” (https://tinyurl.com/2624sz5j) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el fraude de las elecciones en el Perú: “Este hecho fue el punto de partida de acciones como ‘Lava la bandera’, acción-ritual dada a luz el 20 de mayo del mismo año, una semana antes de la mal llamada segunda vuelta electoral, en el Campo de Marte durante la Feria de la Democracia y trasladada a la Plaza Mayor de Lima cuatro días después. ‘Lava la bandera’ consistía simplemente en invitar a los ciudadanos a lavar la bandera peruana con agua y jabón y colgarla en sogas en la plaza. Esta acción se reiteró todos los viernes del mes en la misma plaza y se replicó en más de veintidós ciudades del interior del país y fuera de él”.

“Lava la bandera aglutinó a la llana voluntad ciudadana de no claudicar. Y creció más allá de toda expectativa. En las siguientes semanas decenas, quizá centenas de miles de personas, en el país entero y fuera de él, se sumaron a quienes ya habían asumido como propia la iniciativa del Colectivo reelaborando autónomamente el ritual en toda la demografía peruana” (Buntinx, 2008).

Sin embargo, este acto inicialmente poderoso en su ámbito icónico y semiótico, se fue convirtiendo casi en una pantomima, por no decir una farsa o un contrasentido, porque muchas personalidades que salían entusiastas a lavar banderas, luego terminaron con procesos judiciales por presuntos actos de corrupción. Esto fue desarmando la idea inicial y dejó un sinsabor por las contradicciones existentes cuando no hay coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

Otro acto conceptual que también se popularizó fue llevar y soltar gatos a lugares como el Congreso de la República o el Palacio de Justicia, con el mensaje de “cazar a los ratones y pericotes”, apelando también al símil de la limpieza y de la erradicación de los corruptos, pues en el imaginario popular se le llama “pericote” al ladrón. También estos actos se fueron diluyendo en el olvido. Pero queda el legado de Juan Javier Salazar, del colectivo Huayco, tema para comentar en próximo artículo.

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Raúl Allain. Escritor, poeta, editor y sociólogo peruano (Lima, 1989). Estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha sido incluido en antologías como Antología de poetas críticos (Cisnegro, México DF, 2019), Antología décimo aniversario de Lord Byron Ediciones (Liber Factory - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2013), Veinte poetas: muestra de poesía contemporánea (I.F.D. Editor; Lima, 2010), Poesía y narrativa hispanoamericana actual (Visión Libros - Lord Byron Ediciones, Madrid, 2010), Abofeteando a un cadáver (Bizarro Ediciones - Centro Cultural de España, 2007), entre otras. Sus textos aparecen en diversos medios literarios tanto nacionales como internacionales. Actualmente preside el Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y dirige el sello independiente Río Negro. Ha publicado Poéticas, Poiesis hispanoamericana: selección de poesía contemporánea, Eros & Tánatos: poesía y arte contemporáneos, entre otras antologías, ¡Yo no hice nada!: Sobre la idiosincrasia peruana, ¡Palaciego In Memoriam!: Selección de textos de Humberto Pinedo, así como el ensayo La cientificidad del consciente (Editorial Emooby, 2011). Premio Mundial a la Excelencia Cultural y Premio Mundial el Águila Internacional a la Excelencia Sociológica de la Unión Hispanomundial de Escritores (UHE).

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El Planeta de gato por liebre

Lee la columna de Gabriel Rimachi Sialer

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Por Gabriel Rimachi Sialer

Con las colecciones de libros del diario El Comercio muchos lectores tuvimos nuestras primeras “bibliotecas” de literatura, como aquella de 2002, de Grandes Autores de la Literatura Latinoamericana, o la del 2003 que ofrecía a todos los Premios Nobel, (otro diario lanzó por aquellos años esa colección de Adobe donde descubrimos a Bellatin o Mempo Giardinelli, por ejemplo), en fin, colecciones que muchas veces hemos atesorado porque eran grandes títulos -buen criterio editorial- y porque llegaron a un precio bastante accesible. Había honestidad editorial en esas colecciones. Pero ¿Qué pasa cuando quieren venderle de contrabando a los lectores títulos que nada tienen que ver con lo que el diario ofrece?

El anuncio dice así: “La nueva colección de libros, llamada “Planeta lector 2″, lanzada por El Comercio en colaboración con Editorial Planeta, reunirá grandes clásicos de la literatura universal en 15 entregas hasta el 23 de mayo”. Estupendo, piensa el lector mientras va sacando cuentas de cuánto invertirá en esa colección. Entonces el corazón se acelera y continúa leyendo:

“La colección consta de un total de 15 entregas que incluyen títulos fundamentales como “Cumbres Borrascosas”, “Mujercitas”, “El Principito”, “Lazarillo de Tormes”, “La Divina Comedia”, “Don Quijote de la Mancha”, “La Vida es Sueño”, “Edipo Rey”, “Hamlet”, “La Casa de Bernarda Alba”, “La Hora Final”, “Asesinato en el Expreso de Oriente”, “Cuentos de los Hermanos Grimm”, “Estación Final” y “La Máquina del Tiempo”. Estas obras, representadas por autores de la talla de Emily Brontë, Louisa May Alcott, Antoine de Saint-Exupéry, entre otros, son piezas clave en la literatura mundial”. Y ahí, entonces, a uno se le tuerce la ceja.

¿”Estación final” de Carlos Paredes y “La hora final” de Hugo Coya son consideradas por los editores de Planeta como “piezas clave de la literatura mundial”? ¿Quién fue el pícaro criollo que quiso pasar de contrabando estos dos títulos? ¿A quién le encargaron armar esta colección de grandes clásicos de la literatura universal? El lector avisado -que no es tonto- siente que, de pronto, quien le estuvo ofreciendo estos títulos a toda velocidad no es un editor con criterio editorial, sino el mismísimo Marco Antonio, el de los telemercados, que mientras te vendía un molde para hacer empanadas te enchufaba también un foco ahorrador y de yapa un rayador de verduras, con perejil incluido.

En tiempos donde hay gente que cree que la Tierra es plana o que Venezuela no es una dictadura, ofrecerles este tipo de productos bajo un rótulo engañoso alimenta aún más su confusión y resulta casi perverso: está bien ganar dinero, pero no a costa de la ignorancia de las personas y, peor aún, de los nuevos lectores o lectores en formación, en un país donde se hacen enormes esfuerzo desde muchos frentes por acercar el libro a nuevos lectores.

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Diez años de soledad

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Qué monótona se ha vuelto la literatura desde que partió hace diez años el magnífico escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien falleciera el 17 de abril del año 2014. Un mundo observado con los ojos de un simple mortal, como los tuyos o los míos, podría costarnos percatarnos de las cosas que de verdad son trascendentales y que son las causas principales de que la humanidad aún permanezca girando un año más en este azul, inmenso y agreste planeta, como lo es el tiempo, la ciudad natal, la familia o el amor.

 El ‘Gabo’ o ‘Septimus’ (como en un principio se hacía llamar) fue de esos escritores que supo vencer la barrera del espacio-tiempo gracias a que sus obras estaban dadas en momentos indeterminados, pero que a su vez nos parecían muy cercanas, como extraídas de un momento de nuestras vidas.

Sus libros son un recordatorio de que lo imposible en algún momento se tornará posible, a base de ensayo y error; y que las historias más sencillas y desapercibidas en realidad guardan un antes y un después, pero que muchos solamente se quedan con la última imagen, y no se toman la molestia de conocer un poco más de las razones y motivos del porqué de tal persona o lugar.

Es ese plus que el escritor natural de Aracataca supo dar a lo insípido que puede resultar en ocasiones la vida misma. Caminar, respirar, trabajar, ir de un lugar a otro, crecer y morir sin siquiera haber vuelto la mirada a las cosas que al final de cuentas nos convierten en humanos.

Cuánto silencio hace su partida. Ya su última obra publicada es solo un espejismo de lo que podía ser capaz de escribir en sus días de lucidez. Ni bien me puse a leer las primeras páginas de su último libro publicado (póstumamente) pude comprobar, con un profundo pesar, que su esencia no estaba más ahí, se había esfumado ese realismo mágico que lo volvió infinito y universal.

Puede que pasen muchos años más hasta que un latinoamericano se atreva a romper con el esquema, a llenar de vida este cuajo encerrado en mi pecho, que nada lo perturba de su largo y profundo sueño, absorto de aburrimiento y decepción. Esperando y esperando, silenciosamente.

(Columna publicada en Diario UNO)

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En INDECOPI, trayendo abajo el apellido Belmont

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Estoy desilusionado por lo que pasa en el Perú, viendo como el mal triunfa a costa del aplastamiento y aplazamiento de los derechos del trabajador, de la burla contra el ciudadano decente que hace bien su tarea, pero es quien en el camino se cruza con sujetos perro-muerteros, pillos y bribones que no tienen sangre en la cara y no les importa defender el honor de su apellido.

Otra vez la Comisión de Procedimientos Concursales del INDECOPI peca por defecto, está desvinculada de la realidad e incumple la ley, trayendo por tierra su misión y visión institucionales, dejando en el abandono a los legítimos trabajadores de Red Bicolor de Comunicaciones S.A.A. y a su verdadero propietario, el popular Hermanón, quienes ganaron en buena lid los títulos legales y la legitimidad para administrar el canal y salvarlo de una quiebra inducida por terceros.

En otras palabras, pudiendo dicha Comisión actuar de oficio frente a un proceso concursal írrito, ilegal y falaz, donde la moneda corriente ha sido la mentira y la perversidad en todos los ámbitos, sucede ahora que en medio de leguleyadas ya no se pretende cumplir con el plan de reestructuración y el cronograma acordados, lo cual deja muy mal parado al presidente de la junta de acreedores, Ricardo Martín Belmont Vallarino, porque se resiste a honrar el respeto de la palabra empeñada, y hace lo indecible por un actuar sin clase y sin decencia.

Lamentablemente, frente a su padre procedió de la peor manera; y hoy hace lo mismo con los trabajadores a quienes no atiende pese a la responsabilidad que la ley le asigna como presidente de una junta de acreedores pues, por transparencia, hasta debería responder las consultas y las cartas de los acreedores. Pero no lo hace, demostrando con esa omisión su falta de educación -porque instrucción la puede tener cualquiera-, revelando también que le resbalan las sentencias judiciales y los compromisos asumidos ante el INDECOPI, entidad esta última a la que apeló dizque para “reestructurar patrimonialmente a RBC Televisión”.

Pero hoy se teje una nueva celada contra la Constitución Política y el derecho de los acreedores laborales, a vista y paciencia de la Comisión de Procedimientos Concursales. A contrapelo, también es deplorable constatar que los acreedores laborales caen presa de la pasividad y la procrastinación, facilitando con ello que el más “vivo” busque incumplir con mala fe los planes y cronogramas de reestructuración, y esto es solo un reflejo de lo que pasa en todo el Perú, donde la gente buena lamentablemente bebe indiferencia y apatía, siendo el resultado final la impunidad y el dejarle el campo libre al lobo feroz (homo homini lupus), animal que terminará engulléndosela.

Ese es el resumen de lo que pasa en el Perú, donde la gran mayoría prefiere no comprarse el pleito ni meterse en la lucha por sus derechos, abandonando posiciones y cediendo terreno a los malos funcionarios, a los remedos de empresarios que todavía existen y a las personas sin escrúpulos, quienes pisotean la ley y las instituciones como el INDECOPI.

Dada la magnitud de la mentira, de la tropelía y de la ausencia de Estado, donde son responsables las autoridades y los malos empresarios que dizque recurren a esa entidad en busca de una seudo reestructuración patrimonial, lo cierto es que todo el sistema está podrido, donde los vericuetos concursales y la ramificación burocrática están hechas a la medida para ser violadas por gente a la que no le importa el honor, a la que no le importa el pasado de su apellido y menos su futuro; y ese es el sino del país, donde reinan los que actúan de manera chueca y los que buscan aplastar al prójimo, pero al final no se escaparán de la rendición de cuentas ante Dios.

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Frescuras

Lee la columna de Carlos Rivera

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Respondía Blanca Varela a un cuestionario de Jorge Coaguila acerca de sus comienzos en este bello arte y luego de explayarse en los grupos de su generación (la Generación del 50, Watanabe, Sologuren…) agregó algo con audaz categoría: “De la misma forma respondo cuando me preguntan si hay poesía femenina. La poesía es una sola, la buena, la que funciona”.

De esta manera nos enfrentamos a este breve poemario Polaridades (2024) de Vanessa Ponce del Carpio quien aparece en el inquieto escenario poético arequipeño donde últimamente abundan pastiches y pocos sugestivos esfuerzos. Talvez merezcan   un poco de atención, pero ni asombro ni envidia por sus caridades creativas. Si a un simple repaso un poemario no cautiva nuestros sentidos o se pierden en los ejercicios retóricos, sobrecargas de figuras o verbalismos entonces es inútil su lectura o el esfuerzo en intentar capturar los valores que deben emerger de toda creación artística.

Pero en el poemario de Vanessa arremeten las cargas introspectivas, lo que ella denomina como “un código emocional catártico y revelador” en su presentación. Leamos unos de sus versos de este primer poema CORPOREA:

Mis sesos se fríen en aquella hornilla.

Soy un imán de tus mentiras

enamorada e infectada,

me alimentas con los restos de tu corazón.

Revestir un melodrama en un verso es un trabajo de énfasis y sentidos: de plasticidad, sencillez y armonía para capturar en aquella conmoción que trastoca la sinceridad de la poeta (su intimidad) pero no la utiliza para gritar su vulgar dolor cotidiano, sino que condiciona los versos que ha dispuesto a un horizonte de canto delirante que sea revelador, transgresor y sobre todo estético. Ese es el fin de la poesía. Todo lo demás son arrebatos o caprichos. En este trabajo vemos acercamientos sutiles, esfuerzos (aunque sencillos) de lenguaje. Leamos RETRUM:

Golpea más fuerte,

quiero entender tus puntos de vista

empuña mis pequeñas manos

 y agítame con fuerza

antes de arrojarme a la inconciencia.

Aquí vemos el yo poético construido sobre los cimientos de una experiencia. No redunda ni cae en el delirio de la sinrazón, sino que intenta su maravillosa revelación.

En los consecutivos versos desborda el amor, la mística, cromatografía, tradición, el cuerpo, la religión, el placer, la existencia y un primitivo erotismo que puede alcanzar en posteriores trabajos una interesante propuesta. Pero el candor o la nostalgia abrazan algunos versos, y con sencillas pero robustas metáforas logran capturar el mensaje:

No hay disfraz cuando estoy contigo

 y la luna tierna como madre

se esconde en su velo

para mostrarme el amanecer.

Este último verso me recuerdan a la mirada de miel que clamaba Abrahán Valdelomar en “El hermano ausente en la cena pascual”.

En este pequeño todo de palabras (amasijo de historias) hay un diligente oficio de creadora. Un comienzo motivador por la lozanía de sus versos y ensayo experimental. Su delicado estilo va germinando el nacimiento de una artista que asume que “cada poema es un instante” y esta poesía repitiendo a Blanca Varela, simplemente funciona. Por eso aplaudimos a esta “criatura eclosionada en primavera”

*Leído el martes 16 de abril en la presentación realizada en la Biblioteca Lee K’ana de la provincia de Espinar, Cuzco.

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A que no te lo contaron, de Freddy Quillay Alfonzo

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Quillay Alfonzo nos sorprende esta vez con un manojo de cuentos naturalistas, llenos de chispas y enseñanzas que podrían estar en el mejor plan lector (el ministerio de Educación debería ponerse las pilas de una vez y ponerlo en las currículas). Aunque su público lectoral no se circunscribe únicamente a los colegios o las universidades; hasta se podría decir que estas historias deberían ser leídas por los abuelos a sus nietos casi como una obligación o un expertise de lo que es la vida.

Aquí se cuentan cosas sencillas pero profundas. Ese A que no te lo contaron es justamente el vacío de la realidad que se nos pasa por las narices y no nos damos cuenta o lo ignoramos olímpicamente porque es natural hacerlo, porque no debe importarnos, porque es mejor hacerse el desentendido. Por ejemplo, la educación, el saber, la literatura, la ciencia o las matemáticas. ¡O el desconocimiento en la preparación un plato de sopa! Y el hecho que a un profesor le de igual si los alumnos aprenden o no, debería ser considerado un crimen. Así como también no atender a un perro atropellado en la pista.

Quillay se da cuenta de todo esto y ha decidido llamarnos la atención, hacernos ver casi con una lupa o un espejo esto que está pasando ahora mismo y que, aun siendo literatura, es reflejo cóncavo o convexo de nuestra sociedad donde los sentimientos más puros son pisoteados o no nos sirven en nuestro diario trajinar porque aquí la maldad, el odio, la corrupción y el deterioro moral son el pan de cada día.

Y es necesario rescatar al amor, así, aunque suene cursi y trasnochado o sea una verdad de perogrullo: “El amor es el sentimiento más puro y más sublime con el cual la naturaleza nos ha dotado, está presente desde el momento que nacemos hasta el día de nuestra muerte. Amamos las cosas, amamos los animales, amamos a otras personas; nos amamos a nosotros mismos, y maravilloso es el amor puro y sincero por otro ser, ese que nace de pronto, o ese que se construye día a día. El ser humano que destruye el sentimiento del amor que es innato, reemplazándolo por el odio y el rencor, no vive, muere dada día consumido por esos sentimientos infames con los cuales no se nace, sino que se aprende en la sociedad” pag. 39.

A que no te lo contaron editado por Luz de Agosto Editores que afablemente dirige el narrador Jack Flores, ha tenido un acierto con este libro, no solo porque este tipo de literatura no escapista, nos sumerge de llano en la crítica sino porque ayuda a construir una identidad que ahora más que nunca está diluida o es inexistente y ha sido borrada de un brochazo por quienes deberían velar por la conciencia de un país o nación.

La literatura de colegios —y lo sabe bien Quillay que es profesor de literatura— está más abocada en piratas, dragones, monstruos o zombis. La internet bombardea a los niños o jóvenes con juegos absurdos o perversos, dota, etc., donde se naturaliza el crimen, la idiotez o la pérdida de tiempo. Y donde las expectativas de las nuevas generaciones no son aprender ni tienen nada que ver con la ciencia, la literatura o las artes. Sino que tienen que ver con alcanzar el éxito lo más antes posible: ser futbolista, cantante de reggaetón o tener una página en Onlyfan. Tener plata y fama cueste lo que cueste.

Y por eso y más, A que no te lo contaron es un libro que lucha a contracorriente, un salmón yendo a cuesta arriba para dejarnos sus frutos. El último de los mohicanos que todavía cree que la literatura sirve para algo. No lo perdamos de vista.

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¿Partidos políticos con intelectuales o con delincuentes?

Lee la columna de Rafael Romero

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Por Rafael Romero

Obviamente que un partido político no se construye con delincuentes sino con intelectuales, y sobre todo con gente proba y con ideales superiores. Lamentablemente en el Perú las “maestrías” y los “doctorados” se han mal utilizado para tomar el Estado y saquearlo.

Al mismo tiempo los mismos sujetos -o dizque “tecnócratas”- que procesan, amañan, proponen y dictan las normas dentro de las instituciones son, precisamente, esos seudo “doctores” y “maestros” que solo han logrado, sobre la base de tecnicismos, leguleyadas y formalismos, acomodar las cosas en su beneficio o construir finos y sofisticados sistemas de corrupción e impunidad.

Esta triste realidad es fácil de comprobar en todo el aparato estatal. Pero lo curioso es que los medios de comunicación convencionales o tradicionales hacen los más grandes esfuerzos, quizá “sin querer queriendo”, para que esa inmoralidad pública generalizada se mantenga en el tiempo y acaso prime al punto tal de no encontrarle salidas al problema.

Es decir, la denominada “gran prensa” no se ve interesada en cambiar este grave defecto de la risible democracia peruana. Por el contrario, directa o indirectamente, la promueve con el pobre nivel de sus contenidos y al no ser sincera ni facilitar la participación de gente de valía que sirva de recambio frente a la costra de farsantes que solo le venden humo al Perú, redundando aquel poder mediático en brindar sus espacios a los corruptos de siempre.

Igualmente, en el caso de los altos sectores del empresariado peruano, estos no apuestan por una renovación generacional y terminan siendo furgón de cola de los medios de comunicación, pues no piensan más allá que del dinero, dinero y más dinero.

Por eso es que los “propietarios o dueños” de los “partidos políticos”, aquellos fundados en las últimas tres décadas, hoy se encuentran felices y de cara a un medio ambiente propicio para sus bajos intereses (personalistas o de grupo), pues si no existen medios de comunicación ni gremios empresariales a la altura de los problemas del país, lógicamente en ellos solo va a primar la mediocridad, “el negocio de la política” y de la corrupción “Rolex” que lacera todos los niveles de la administración pública.

El tema es muy profundo y se debe a una renuncia de muchos representantes de la clase política y “dirigente” del Perú, renuncia al esfuerzo por construir verdaderas organizaciones políticas, aquellas que sí deberían responder a una auténtica base filosófica, a una sincera ideología y un claro pensamiento político sobre la realidad nacional e internacional.

Pero hoy cualquier hijo del vecino se cree con la capacidad de fundar una organización política, o piensa que, porque fue parlamentario, tiene el camino abierto para inventar otra entidad electorera que lo haga millonario con la venta de escaños (incluyendo los del Senado recién creado), amén de pasar el sombrero sabe Dios a que extraño u oscuro financista que también tendrá voz y voto dentro de su seudo partido político.

Aquellos son los que ven la política como vil negocio y son personajes que creen que con dinero se puede hacer un partido político de la noche a la mañana, reduciendo el tema a una vulgar “inversión”, incluso así sea traicionando o vendiendo a la patria.

Bueno, preciso, esa gente con dinero propio o prestado podrá hacer cualquier bodrio menos un partido, podrá construir una nueva mafia, un nuevo grupo electorero, un vientre de alquiler o una cooperativa de tránsfugas, pero jamás podrá construir un partido político, y ese es el drama nacional.

Por tanto, los medios de comunicación, los gremios empresariales, la golpeada y casi inexistente clase media y los sectores populares pensantes tienen que pasar a la acción con el objetivo de impedir que el Perú continúe dentro de ese círculo vicioso donde los corruptos de siempre se reciclan bajo el pobre nivel crítico de “la gran prensa”, quedando en manos de delincuentes el municipio, el ministerio, el Congreso y la administración pública, es decir, dejando de lado a la gente educada en valores y formada en cultura política.

Finalmente, agradecería que me informen acerca de quiénes son las personas que, salvo Ricardo Belmont, desde el Partido Cívico Obras, o José Antonio Torres Iriarte, desde el Partido Aprista, están luchando para salir de esa argolla de corrupción; quisiera que me documenten acerca de quiénes son esos buenos ciudadanos que vienen hablando, promoviendo, alentando y haciendo proyectos para que los intelectuales y la gente formada en filosofía y en las ideas políticas se active, ingrese y forme parte estratégica en un partido político.

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¿Por qué odiamos a los congresistas?

Lee la columna de Tino Santander Joo

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Por Tino Santander Joo

En 1978 tenía 15 años y cursaba el cuarto año de media; eran épocas de agitación política y social en la que participábamos millones de estudiantes con la pasión romántica de los novatos. Nuestro querido profesor de Economía política nos llevó a la asamblea constituyente para entender el significado de los nuevos tiempos. Veinticinco estudiantes nos instalamos en las galerías del Congreso y pudimos escuchar el debate sobre la adhesión del Perú al pacto interamericano de San José de Costa Rica y por ende a la Corte Interamericana de Derechos Humanos entre los constituyentes Jorge del Prado, secretario general del Partido Comunista del Perú y Javier Valle Riestra del Apra.

Del Prado sostenía que la OEA era un anexo del imperialismo norteamericano y que ese tribunal violaría la soberanía nacional. Javier Valle Riestra, respondió que el pacto de San José tiene como antecedente la Convención Europea de Protección de los Derechos Humanos de Estrasburgo. En realidad, fue un intenso debate de gran nivel académico y político en las que participaron los constituyentes Aramburu Menchaca, Luis Alberto Sánchez, Cornejo Chávez, etc.

Ninguno de nosotros comprendíamos la naturaleza del debate ni la trascendencia histórica del mismo. Lo que si nos impacto fue que todos los constituyentes o la gran mayoría de ellos estaban preparados y sentíamos que hablaban con razón y pasión sobre el destino del Perú. Luego, en la década del 80 vimos a destacadas figuras de la izquierda y de la derecha en el parlamento nacional. En esa época los senadores y diputados no tenían asesores, ni despachos y sus sueldos no eran mas de cinco mil soles. Sin embargo, esas destacadas personalidades se perdieron en la grave crisis económica y en medio de la guerra interna fueron percibidos como los culpables de todos los males del Perú. 

El autogolpe fujimorista del 5 de abril de 1992 tuvo el 80% de aprobación popular, porque, percibía a Fujimori como el luchador contra los privilegios de la partidocracia corrupta representada en la cámara de diputados y senadores. La derrota del senderismo y la reinserción del Perú a la economía mundial requería de una nueva Constitución que expresará los factores de poder real.

La constitución de 1992 fue redactada en los estudios de abogados que representaban los intereses de los grupos de poder económico encabezados por los bancos que creían que la revolución neoliberal impulsada por el thatcherismo y los conservadores norteamericanos era imparable. Los neoliberales peruanos tenían como referentes a los Chicagos Boys chilenos.

El fujimorismo no necesitaba una clase política en el parlamento, sino, una manada que se alineara sumisamente con el nuevo orden neoliberal reinante. El fujimorismo degradó la política con el unicameralismo y los hombres libres se apartaron. Los partidos desprestigiados se convirtieron en tribus sin ideas y no tuvieron capacidad de respuesta programática al programa neoliberal de los organismos internacionales. Los sucesivos congresos no representaron ideas sobre el país, sino intereses tribales, por eso, tenemos ladrones, violadores, y personajes surrealistas que viven del vulgar espectáculo en que se ha convertido la política.

El parlamento se convirtió en un establo, en un empleo para los mediocres, y en la tribuna para violar los derechos humanos de los adversarios políticos. Desde hace 30 años que el parlamento esta dirigido por los grupos de poder económico que promueven en los medios de comunicación a la lumpeneria de la política. Sólo la revolución social podrá devolverle dignidad al Perú.

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Miguel Gutiérrez, el patriarca de narración

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Recuerdo que una tarde me llamó por teléfono el escritor y biólogo Rafael Inocente y me dijo: Miguel Gutiérrez se encuentra mal hay que visitarlo en el hospital de la avenida Grau. Y acudimos inmediatamente para saber de su salud. Ahí, entre otros pacientes, sin paredes ni biombos divisorios, hablamos de literatura. El maestro no quería conversar de enfermedades. El quejido de los internos era masivo, pero las letras, así en su expresión sublime y poderosa, vencían todo dolor. Al final de la visita y porque ya nos decían que teníamos que salir, Gutiérrez le pidió a Rafael ir a pasear en su Volkswagen y darnos una vuelta por Chaclacayo y Chosica.

En la Casona de San Marcos lo habíamos escuchado disertar sobre la literatura y sobre cuestiones íntimas como la pérdida de su hijo y su compañera Vilma Aguilar. Dante Castro nos contó que estaba con Miguel cuando ocurrió el deceso de su vástago y otros pasajes que solo lo podrían entender los héroes y valientes. Incluso sobre cómo fue protegido y cuidado los originales de su libro La Violencia del Tiempo cuando los gendarmes lo buscaban para requisarlo o usarlo como prueba de algún delito.

Pero Miguel Gutiérrez sobrevivió a todo eso, aun al ninguneo de la oficialidad, los letratenientes, los criollos y demás alimañas literarias que lo insultaban y maldecían por el camino que había decidido desde la adolescencia y primera juventud: ahí queda su tesis universitaria: “Estructura e ideología en Todas las Sangres”. El viejo saurio se retira. Su novela de cowboys piuranos Hombres de caminos. La Destrucción del reino. Babel, el paraíso. La Violencia del Tiempo que se publicó en tres tomos y cuya expansión también explorarían autores como Bolaño y Los Detectives Salvajes.

Pero MG también fue un gran ensayista, de prosa exigente e ideas mayúsculas con las que definitivamente se graneó más seguidores y también enemigos: La generación del 50: un mundo dividido; La Celebración de la novela, El Pacto con el diablo, La cabeza y los pies de la dialéctica, etc.

Recuerdo que un día estuvimos en su casa de Lurín y ahí en su sala jugaba su gato que tenía una casa de juguetes. Y Miguel le acercaba unas sonajas. La ternura del gran escritor que solo había visto en fotos de Cortázar o de Pérec se manifestaba incandescente.

Este texto está dedicado a Mendis.

(Columna publicada en Diario UNO)

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