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LA VOZ EN OFF, DE MANUEL VILLANUEVA

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El poeta que se suicidó por una reseña de Marco Aurelio Denegri

Conocí a Manuel Meza a inicios de la década de 1990. Era un flaco, larguirucho, con algunas pecas y el cabello ensortijado; solía estar acompañado de su viejo amigo, el poeta Percy Hinostroza, con quien formaba una mancuerna litigiosa y bastante controversial cuando se trataba de disquisiciones, charlas o reuniones catárticas.

Fue así como empezamos nuestra amistad en el local del Museo de Arte, en una de las clases del profesor Baldeón, que se atareaba en enseñar las técnicas del subverso, la cultura helenística y el bermaniano “todo lo sólido se desvanece en el aire” a un grupo de bardos que encabezaba la musa utópica Milenka O’Brien.

Fui yo quien los invitó a formar parte de una asociación de poetas que funcionaba dentro de la desparecida ANEA, un grupo de intelectuales, pintores y amantes de las letras que editábamos la revista Aedosmil (AE2000), único órgano de difusión y propaganda de la Asociación de Poetas Dos Mil –esa era la única esperanza en aquella época: llegar como sea al segundo milenio– y de la cual llegué a ser su presidente en 1991. Mientras tanto, el poeta Manuel Meza –al que, en ese tiempo, llamábamos así y que, luego, por un asunto personal, devendría en Manuel Villanueva– solo vivía para escribir. Alguna vez me pasó sus textos para que los leyera y le diera mi opinión. Su lírica era bastante delicada, y sus versos y él mismo buscaban, anhelaban la perfección apolínea.

Alguna vez trabajamos juntos por unos días en la casa de un amigo que tenía una computadora 286, en la que teníamos que turnarnos para escribir, digitar por primera vez nuestros poemas en una CPU. La meticulosidad de Manuel lo hacía rodearse de libros de consulta, diccionarios, tratados, vademécums, y siempre se mostraba temeroso ante cualquier posible error o duda. Recuerdo que, después de patalear en el teclado y en sus, entonces, raros botones, leíamos, unos a otros, los primeros poemas cibernéticos. Pero Manuel insistía en la corrección y dudaba de la sugerencia que la máquina hacía sobre las palabras mal escritas: “La poesía viene del espíritu, y el espíritu es quien escribe nuestros textos. Hay que dudar de la máquina y hay que dudar de nosotros. Hay que dudar de todo”.

Quizás, por ello, se tardó muchos años en publicar su primer libro: Voz en off, que vio la luz recién en 2003 por la editorial Tránsito, a cargo de los escritores Julio Fabián y Claudio Ogosi, la misma que vino con un exordio del académico Marco Martos: “[…] solo un intenso amor por la palabra, solo una dedicación sin desmayos puede dar un fruto temprano y ya maduro como Voz en off, hermoso conjunto, del que se puede decir al bondadoso lector, como lo hizo Carlos Oquendo de Amat: abra el libro como quien pela una fruta”. Y es que Martos daba en el clavo con la primera expresión, pero el fruto no era temprano, era una planta con raíces, hojas y flores que le brindaba cierto camuflaje al autor; de ahí el título y los versos que arrancan con “Sí, a veces me he sentido una sombra/que persigue su cuerpo, su momento y su/camino…”, y la ausencia de datos del autor en la contratapa, solo esas palabras justas y a la medida de la austriaca Ingeborg Bachmann y que, por cierto –he ahí un guiño de atmósfera citadina–, había usado C. Rengifo en su cuentario urbanófobo Criaturas de la sombra: “Los datos personales siempre son aquellos que menos tienen que ver con uno mismo”.

Nuestra amistad en la desaparecida ANEA se incrementaba por los libros que intercambiábamos o recomendábamos unos a otros. Todos los viernes eran las reuniones en el viejo cafetín del fondo a la derecha en el jirón Puno 421 del Centro de Lima. Entonces, más de treinta poetas, narradores, pintores, filósofos, sofistas, etc., compartíamos una mesa larga como la de un buffet. Entre los comensales, estaban los jovencísimos Julio Aponte, Apu Runco, Juan Benavente, Ángel Izquierdo Duclós, Retamozo, César Días, Alfredo Cárdenas, Víctor Bradio, etc., y los pintores Galagarza, Theo, Ackerman, etc. El poeta Meza era tímido, en público solo hablaba lo necesario, pero, cuando se trataba de opinar sobre poesía, no dudaba en dar su crítica, siempre fraterna y aguda cuando el caso lo exigía.

Un tiempo se organizaron recitales internos, y todos escuchábamos la lectura de poemas como si fuera un mensaje presidencial o psicofonías de algún personaje famoso. Pero Manuel Meza siempre optaba por la autoexigencia y no se permitía errar en sus versos y mucho menos en alguna opinión que se intersecase con la poesía. Recuerdo que, cierta vez, cuando organizamos una exposición de poesía visual en la galería Pancho Fierro, el poeta inventó ciertas triquiñuelas para leer su texto vedado, para lo cual había que apertrecharse de un espejo y, mirando de espaldas, en ciertos grados longitudinales, el poema se manifestaba en su verdadera expresión. Y es que siempre estaba buscando nuevas formas de expresarse, nuevas formas de entender la poesía, su poesía. Las exposiciones que se hicieron luego en la galería El Túnel, en la UNI, en 1992, y las de la misma ANEA tuvieron cierta acogida, no fueron cantos en el desierto –como se pensaba en los cenáculos de entonces–, e incluso varios diarios, como La República o El Comercio, venciendo sus diletancias, hicieron reportajes y notas informativas en los que destacaban el trabajo que unía la poesía con las artes plásticas y la música de aquel grupo de rapsodas, que, con el tiempo, irían tomando diversos rumbos.

Un día los Aedosmil decidieron que era tiempo de salir a pregonar los poemas en la calle, declamar los textos en La Parada, “a voz en cuello”, como decía el vate y librero Ángel Izquierdo Duclós; o ir de campamento a la playa solo y exclusivamente a escribir y leer poesía e intentar vivir como poetas aunque sea una semana. Fueron días felices para Manuel, quien no se perdía ninguna de estas salidas, que no eran planificadas al milímetro, sino que sucedían casi espontáneamente; por eso, la vez que estuvimos en Trapiche, ese pueblito que queda rumbo a Santa Rosa de Quives, tuvimos que dormir pegados unos a otros, porque nadie había llevado una carpa o una bolsa de dormir y la gélida noche nos agarró con lo que teníamos puesto; pero fácil hubiera sido regresarnos y perder esa hermosa Luna que empezaba a relumbrar en nuestras cabezas. Además, yo los alenté diciendo que el mejor hotel del mundo, el hotel de mil millones de estrellas era ese, el que se nos presentaba al aire libre y el que había que disfrutar solo con nuestras ropas puestas, leyendo poesía, inventando versos, cantando canciones, conversando del Conde de Maldoror, de Bretón o de los Black Mountain, de los surrealistas, los nadaístas, los situacionistas, la beat generation, los herméticos, etc.

Manuel reía y bailaba sobre los peñascos; escribía versos en la arena; le declamaba poemas a las olas, a los peces, nereidas o monstruos marinos. Por ratos se quedaba contemplando el horizonte. Su mirada se perdía en la inmensidad. El parnaso, la verdadera patria de los poetas, estaba muy lejos, pero tenía que seguir a pie y sin zapatos; el camino sería largo, tedioso y lleno de cambrones, pero la recompensa sería mayor.

La poesía valía la pena, y tendría que intentarlo aunque sea una vez. Era una de sus metas. Me lo dijo una noche mirando cómo se mecían unos barcos en altamar, una noche de esas en que uno habla dormido o duerme hablando: “Ybarra, querido amigo, no sirvo para nada más que para escribir versos, no sé si estará mal esto, lo siento por mi familia, pero es lo único que sé hacer bien o creo hacer bien. ¿Sabes lo que significa eso? Tengo que publicar mi primer libro de poesía”.

Cuando la ANEA perdió su local por un juicio con la Municipalidad de Lima y la Beneficencia, Manuel recaló junto a todos los sobrevivientes y náufragos del barco hundido –o secuestrado– en el jirón Quilca, en lo que, en ese tiempo, se denominaba “Bar Las Rejas”, en el Queirolo, o en los altos de don Lucho, más conocido como “La Rockola”, donde continuaban las reuniones como si fuera nuestro propio espacio. Incluso se pasaba lista, se firmaba un acta, y la lectura de poemas no dejaba de hacerse por ningún motivo. Los brindis y las conversaciones se alargaban hasta la madrugada. No obstante, el poeta no se sentía a gusto, había algo que no terminaba por convencerlo: lo dionisiaco no era lo suyo, el poeta no se sentía parte de. Algo dentro de él lo hacía irse temprano, alejarse del grupo, extraviarse en la noche.

Fue entonces que empezó a retraerse, ya no salía de casa, no le interesaba mucho el mundo. Los estados de depresión lo empezaron a asaltar en todo momento. Muchos años después, nos enteramos, por sus propios familiares, de que Manuel tenía cuadros severos de melancolía y angustia y de que se encerraba en su cuarto días de días para hacer la vida de un asceta o ermitaño; quería que lo dejaran solo. Sus familiares cercanos lo ayudaban, lo sosegaban, pero lo que tenía Manuel era una tristeza del mundo que se había hecho carne y uña con la poesía. Y solo la poesía lo podía regresar a la realidad. Él lo sabía, pero parece que nadie más.

Tarde nos enteramos de que Manuel ya había intentado varias veces quitarse la vida y, por cuestiones fortuitas –o porque “no era su hora”, según reparó una de sus hermanas–, lo habían auxiliado, y el susto no había pasado a más de un par de muñecas cortadas, ambulancias, el hospital y luego pastillas para la depresión: Frisium, Valium, Fluoxetina, para sentirse bien, y mucha atención de los que le rodeaban y, cómo no, de sus amigos. Aun así, esa gran ancla o palanca de la poesía seguía anidando en su espíritu, y Manuel le tenía mucho respeto, mucho amor; quizás por eso trató de alguna manera de alejarse, de comportarse y ser una persona normal, sin nada literario que decir y quizás con mucho que hacer. “Lo manual le podía ayudar a entender lo espiritual”, manifestó alguna vez, moviendo la cabeza como si fuera una verdad incondicional que tuviera que aceptar sin mayores reclamos.

Un día lo visité en su casa de Canto Grande, junto con el economista Javier Parra y el novelista Carlos Rengifo, y mayúscula fue nuestra extrañeza cuando Manuel, una de las más notables promesas poéticas que había tenido la ANEA-AE2000 en sus última fase, había decidido renunciar a las letras y convertirse en mecánico de carros, siguiendo la profesión de su señor padre. Cuando lo vimos con su overol manchado de grasa, la camisa arremangada rezumando el aceite quemado de mil motores, sentí la misma sensación cuando los canales de televisión mostraron al ajedrecista Julio Granda arando a puño limpio su chacra en Camaná, requintando a este mundo miserere que no podía entender a un iluminado. Ahí estaba Manuel, el que discutía de Hegel, el que podía hablar fluidamente de la poesía de Eliot o Ezra Pound, el que construía poemas con sistemas de relojería y entendía a Leonardo, a Tesla, a Baudrillard, a Todorov, a Roland Barthes y a todos los estructuralistas y posestructuralistas.

Simplemente, se había dejado ganar por el mundo. Había subido un poco de peso y, contradictoriamente a lo que cualquiera de nosotros pudiera pensar, se mostraba feliz. Era el vivo ejemplo del yo es otro rimbaudiano, de la metamorfosis kafkiana, del homus novis de Mariátegui en El alma matinal. Esa tarde comimos y brindamos. Tratamos de no hablar de poesía, tampoco queríamos hablar de fierros y motores Perkins, Cummins o Volvo; conversamos de la vida, un poco de política y del tiempo, que es el tema en el cual todos podemos echarle la culpa de nuestras penas a ese organismo estéril que es el Senamhi y fingir una sonrisa, un “salud” con tintinear de copas rebosantes de vino cuitado. Antes de irnos, Manuel nos confesó que estaba de amores con una linda chica, una Maga morelliana, y, al parecer, el asunto iba para mayores. “Blasfemia”, “profanación” y “anatema”, fueron las palabras que Manuel había establecido para definir su actual situación. No lo dijo ese día, pero se sentía en el ambiente, era tácito, y todos tratamos de ignorarlo.

Por ese entonces, me crucé varias veces con él, abrazado de su musa, acompañándola por las calles de Lima, entrando a un fast food, al cine o a comer algunos bocadillos en ese viejo cafetín republicano que funcionaba al frente del cine Le Paris. No sabíamos si a su Nadja le gustaban las artes o era amante secreta de la poesía. Lo que sí sabíamos era que Manuel, Manuelito –como le decíamos– estaba cada vez más lejos de las letras. Su mundo se había vulgarizado, el amor había echado por la borda todos esos años de trabajo secreto, todas esas amanecidas de lecturas obligadas y de escritura cuasi automática por la poeisis, por todo lo que él consideraba sagrado.

Unos años después, y cuando ya imaginábamos a Manuel como un obeso mecánico apretando las tuercas de una llanta con una llave inglesa o metido para siempre debajo de esos armatostes, manejando tecles y gatas hidráulicas, al lado de una esposa exigente y convencional que le lavaba las ropas y le servía los alimentos, nos dimos con la sorpresa de que nuestro amigo había ingresado a la Universidad San Marcos y asistía puntualmente a las clases del taller de poesía que amable y solícitamente dirigían y dirigen Marco Martos y Hildebrando Pérez Grande. Ahí terminó por perfilar y darle forma a su primer libro: Voz en off, y regresar otra vez al redil.

Una tarde de invierno, por la avenida Colón, cuando salía de un conocido cineclub, me alcanzó su libro y me hizo una rápida dedicatoria. En una revisada a vuelo de pájaro, mientras conversábamos de los viejos tiempos y eludíamos a la masa de estudiantes presurosos que salían de las academias, quedé confundido por no haber incorporado ninguno de los textos que le había leído en las épocas de la ANEA. El nuevo Manuel Villanueva –ese era su nombre ahora– se había encargado de sepultar al antiguo Manuel Meza. Los poemas de Voz en off no eran tan largos, no había retruécanos o vallas ni triquiñuelas que eludir. Todos sus nuevos textos habían sido pasteurizados, homogeneizados y pasado por un control de calidad ISO, que incluía a varios profesores universitarios. Pero, aun así, aun después de publicado su libro, Manuel seguía teniendo serias dudas. Su espíritu inconforme volvía a torturarlo. Recuerdo que, cuando puso el libro en mis manos, me pidió que lo leyera varias veces y le diera mi opinión sincera, que no le perdonara ningún error o falencia, así sea este de carácter de imprenta. Le dije que lo haría, que no se preocupara y que no se dejara llevar por los decires y menos si esos provenían de un “crítico literario” o de algún letrateniente a sueldo fijo. Reímos de esto a carcajadas y nos despedimos en la avenida Wilson con un gran abrazo.

Marco Aurelio Denegri. Foto: El Comercio.

Quizás por esa inseguridad que funcionaba como un autoflagelo, Manuel decidió alcanzarle su texto al polígrafo Marco Aurelio Denegri, a quien veía todos los fines de semana y a quien escribía secretamente al correo que aparecía en la pantalla del televisor, aun cuando nunca recibía respuesta; de repente, escucharle decir alguna palabra celebratoria, algún aliento o venia de aceptación hubiera sido un espaldarazo para él.

Pero pasó lo que tenía que pasar y cierto viernes en la noche, cuando Manuel encendió el viejo televisor, ilusionado por una crítica que lo empujase hacia delante y continuar así el camino trazado, Marco Aurelio cogió el libro, como una mantis religiosa coge a su víctima, y se despachó una de las peores reseñas a un libro de poesía, que terminó por sepultar a gargajos no solo un buen primer texto, sino todo un futuro que podría haber sido brillante.

Manuel entró en crisis, sus amigos cercanos, que sabíamos lo que había pasado, tratábamos de darle aliento. Le dijimos, lo que es verdad, que el señor Denegri no es ninguna autoridad en poesía, que no entiende las metáforas, que no sabe nada de imágenes ni de figuras literarias y que quiere aplicar un racionalismo cartesiano protofascista a algo que solo puede entenderse a través de los sueños o de las quimeras. Además, cómo es posible que MAD crea que una paloma no puede hincarse porque no tiene rodillas, o que el sol, astro regente, no tiene fauces y no se puede tragar a un hombre, o que es imposible hacer poesía con coprolalia, escatología o con elementos salidos de una teoría de los esfínteres, etc. Pero nada funcionó.

Manuel empezó a sentir que el mundo no tenía sentido, que si él no podía aportar siquiera un buen verso a esta realidad decadente, pues, entonces nada tenía razón de ser y que, sin poesía, no había futuro y todo estaba perdido, al menos para él, que había vivido para la poesía durante años, que había renunciado al mundo feliz de Huxley, a la felicidad convencional de El secreto y del casa-mujer-auto-perro y que, en estos momentos en que empezaba a dar sus primeros pasos, no tenía mayor opción que agarrarse a los versos y caminar hacia la luz, seguir intentando el logos, la hybris desencadenante, o apagar el interruptor.

Cierto día, aprovechando que había pocas personas en casa, Manuel cerró con llave la puerta de su cuarto, sacó su deshojado cuaderno de apuntes, que guardaba debajo de su colchón, y se puso a leer; las lágrimas le empezaron a caer por el rostro y lloró como cuando era niño, lloró hasta sentir que sus ojos estaban secos como un desierto. Lloró y lloró hasta encontrarse con la risa o con la desesperación. Y, entonces, quizás cuando veía solo su fracaso como poeta –porque eso es lo que había dicho ese viejo aristarco de la televisión en cuyas opiniones confiaba ciegamente– sacó una filuda cuchilla, le pidió perdón a todos los dioses de las letras, la música y las artes, Apolo, Bragi, Ganesha, etc., y se hizo unos tajos profundos en los antebrazos, unos cortes estudiados y perfectos, como para que nadie pudiera hacer nada por él. Y se sentó a escribir, ahora sí seguro, sin dudas y sin trastabilleos, lo que sería su último e insondable poema.

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Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.

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Migraciones: Expulsarán a 31 extranjeros de Etiopía, Haití y Venezuela, intervenidos en Cusco y Tumbes

Los extranjeros fueron interceptados en operativos policiales mientras se desplazaban a Lima desde Tumbes y Cusco, los días 22 y 23 de mayo. Además de la medida de expulsión, se les impuso un impedimento de retorno al país por un periodo de 15 años.

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La Superintendencia Nacional de Migraciones ordenó 31 órdenes de expulsión para extranjeros en Cusco y Tumbes, luego de los operativos realizados por la Policía Nacional del Perú (PNP) y el Ministerio Público.

En las diligencias se constató que los extranjeros intervenidos, ingresaron a Perú sin cumplir con el control migratorio legal.

Para ello, se aplicó el Procedimiento Administrativo Sancionador Especial Excepcional (PASEE), diseñado para la rápida salida de infractores. Un método que permite acciones rápidas contra quienes ingresan de manera irregular, o ejercen actividades que atenten contra el orden público, la seguridad nacional o ciudadana.

Los extranjeros, provenientes de Etiopía, Haití y Venezuela, fueron interceptados en diferentes operativos policiales, mientras se desplazaban a Lima desde Tumbes y Cusco, los días 22 y 23 de mayo. Además de la medida de expulsión, se les impuso un impedimento de retorno al país por un periodo de 15 años.

Asimismo, en Tumbes, la Policía Nacional del Perú y la Fiscalía de Trata de Personas hallaron a 12 extranjeros caminando cerca del Centro Binacional de Atención en Fronteras (CEBAF) con dirección al sur. Según el informe policial, Migraciones utilizó el PASEE, un mecanismo que facilita la expulsión inmediata de personas extranjeras que evaden el control migratorio.

Este procedimiento del PASEE consta de dos fases: una fase instructora y otra sancionadora. Inicia con la imputación de cargos y finaliza con la notificación de la resolución de expulsión, la cual debe ser ejecutada por la PNP en un plazo máximo de 24 horas.

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Milagritos Saldarriaga renunció al cargo de coordinadora de la Biblioteca Pública de Lima

La servidora Saldarriaga duró más de un mes y medio en el cargo y anteriormente durante casi una década estuvo al mando de la Casa de la Literatura Peruana, con una gestión que pasó desapercibida para la sociedad y terminó convirtiendo el espacio cultural en un elefante blanco.

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Tras solo 47 días de gestión administrativa y de ser designada en el puesto, hoy viernes 24 de mayo, Milagritos Olenka Saldarriaga Feijoo renunció al cargo de Coordinadora de la Gran Biblioteca Pública de Lima.

La señora Saldarriaga Feijoo, asumió la coordinación de la sede librera de la avenida Abancay el 7 de abril del presente año; sin embargo, mediante la Resolución Jefatural N° 000052-2024-BNP se aceptó su renuncia.

Resolución Jefatural N° 000052-2024-BNP.

El documento lo firmó el jefe Institucional de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), Boris Gilmar Espezúa Salmón y encargó a la Oficina de tecnologías de la Información la publicación de la resolución en el portal web institucional de la entidad, que es adscrita al Ministerio de Cultura.

Hay que recordar, que el 5 de mayo del 2023, la señora Saldarriaga Feijoo, tras casi 10 años de gestión fue cesada como directora de la Casa de la Literatura Peruana (Caslit) que, durante dichos años, prácticamente, se había convertido en un elefante blanco en la antigua Estación de Desamparados en el centro histórico de Lima.

Finalmente, en reemplazo de Milagritos Saldarriaga, se designó a la señora Cecilia Edith Ilizarbe Ugalde, en el cargo de Coordinadora de la Gran Biblioteca Pública de Lima, previsto en el CAP Provisional, con el número de orden 404.

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María Caruajulca retomó sus funciones como procuradora general del Estado

Tras el fallo del PJ, que ordenaba reponerla en el cargo, el martes 21 de mayo María Caruajulca acudió con policías a la sede de la Procuraduría para despachar en el piso 8 donde se halla su oficina, pero no le permitieron ingresar. Sin embargo, luego de la renuncia del procurador Javier Pacheco, la abogada hoy se reincorporó a sus funciones.

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El Poder Ejecutivo, a través del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y mediante la Resolución Suprema N° 099-2024-JUS restituyó en el cargo de procuradora general del Estado a la abogada María Aurora Caruajulca Quispe, en cumplimiento de mandato judicial.

Cabe recordar que solo hace unos días, el martes 21 de mayo, Caruajulca Quispe se presentó en la sede de la Procuraduría General del Estado (PGE), con policías para exigir que se cumpla la decisión judicial de la Primera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima que ordenara reponerla en el cargo para el que fue designada por el vacado expresidente Pedro Castillo, pero fue impedida de asumir sus funciones como procuradora general del Estado.

Resolución Suprema N° 099-2024-JUS que restituyó en el cargo a María Aurora Caruajulca.

Ese día lanzó su voz de protesta y dijo:

“A mí se me cesa de manera ilegal bajo el concepto de pérdida de confianza, pese a que las normas de la Procuraduría General del Estado, de manera clara y precisa, establecen que a un procurador no se le puede cesar por pérdida de confianza”.

«[Las sentencias judiciales] Se deben cumplir, pero cuando es un mandato de un órgano constitucional, aún con mayor razón”, mencionó.

Agregó también que, si se insiste en que no se le permita asumir su puesto, entonces no descartaría “penas más severas, inclusive destitución y detención provisional”. Tras el impedimento que tuvo, Caruajulca acudió a la comisaría de San Isidro a interponer la denuncia correspondiente.

Sin embargo, tras la renuncia del procurador saliente Javier Pacheco, hoy se le restituyó en el cargo de procuradora general del Estado.

Mientras, en la parte considerativa señala que el artículo 4° del Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial, toda persona y autoridad está obligada a acatar y dar cumplimiento a las decisiones judiciales emanadas de autoridad judicial competente, en sus propios términos, sin poder calificar su contenido o sus fundamentos, restringir sus efectos o interpretar sus alcances.

De otro lado, mediante la Resolución Suprema N° 098-2024-JUS, resolvió aceptar la renuncia formulada por Javier Alonso Pacheco Palacios al cargo de procurador general del Estado, dándosele las gracias por los servicios prestados.

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Javier Pacheco renunció al cargo de procurador general del Estado

Javier Pacheco, tras conocer el mandato judicial que ordena reponer a María Caruajulca en ese cargo, tomó la decisión y presentó su carta de renuncia, dirigida al ministro de Justicia y Derechos Humanos, Eduardo Arana.

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El Procurador General del Estado, Javier Pacheco, presentó su carta de renuncia al cargo, dirigida al ministro de Justicia y Derechos Humanos, Eduardo Arana. Entre los motivos de su renuncia indicó, la preservación de su prestigio y buen nombre como funcionario público y servidor público por más de 20 años de servicio.

Javier Pacheco, señaló en la misiva, que su labor se encuentra amenazada por las acciones realizadas en su contra por parte de la Primera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, la misma que con sus decisiones generan perjuicios en sus derechos laborales.

“Los motivos de mi renuncia obedecen en lo personal a mantener mi prestigio y buen nombre como funcionario y servidor público por más de 20 años en donde tuve la finalidad de reconstruir la Procuraduría General del Estado; sin embargo, esta labor está siendo amenazada por el accionar de la Primera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, quien con su decisión adoptada viene a generarme un perjuicio en mis derechos laborales, habilitándome la posibilidad de accionar constitucionalmente, pero debo señalar que mi persona, pudiendo hacerlo no accionará judicialmente para ser repuesto en el cargo, pues lo que pretendo es cortar ese vínculo vicioso de acceso al mismo”.

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Poder Judicial ordena la inmediata reincorporación a Zoraida Ávalos como fiscal suprema

La Tercera Sala en lo Constitucional de Lima ordenó la inmediata reincorporación de la fiscal que blindó a los expresidentes Martín Vizcarra y a Pedro Castillo, en el Ministerio Público y oficia al fiscal de la Nación interino, Juan Carlos Villena, para que dé cumplimiento.

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El Poder Judicial, a través de la Tercera Sala en lo Constitucional de Lima ordenó la actuación inmediata de la sentencia que reincorpora a la fiscal suprema Zoraida Ávalos en el Ministerio Público y oficia al fiscal de la Nación interino, Juan Carlos Villena, para que cumpla con la sentencia.

Ordenan la reincorporación inmediata

“LA ACTUACIÓN INMEDIATA DE LA SENTENCIA ESTIMATORIA contenida en la resolución N.º 8 de fecha veintinueve de abril último en el extremo que: DECLARÓ FUNDADA EN PARTE LA DEMANDA, y por tanto INAPLICABLE A LA DEMANDANTE LOS EFECTOS DE LA RESOLUCION LEGISLATIVA N°. 024-2022-2023-CR, publicada el 23 de junio de 2023, que dispone: “INHABILITAR por cinco años para el ejercicio de la función pública a la señora Zoraida Ávalos Rivera, en su condición de ex fiscal de la Nación, por infracción de la Constitución Política del Perú”; y reponiéndose las cosas al estado anterior a la violación o amenaza del derecho fundamental; ORDENÁNDOSE la REINCORPORACIÓN de la demandante ZORAIDA ÁVALOS RIVERA como Fiscal Suprema Titular del ministerio público”, detalla el documento.

Cabe recordar que, en junio de este año, el Congreso de la República aprobó su inhabilitación por 5 años del ejercicio público, tras una denuncia constitucional presentada por las congresistas Patricia Chirinos (Avanza País) y Gladys Echaíz (Renovación Popular). La orden fue dada, un día después de la destitución de Patricia Benavides por la Junta Nacional de Justicia (JNJ).

“Se debe de tener en cuenta que, aun cuando el Código Procesal Constitucional establece plazos perentorios y céleres para el proceso de amparo, en la realidad y en el trámite de los mismos, dichos plazos se ven sobrepasados, y que de no actuarse en forma inmediata la sentencia, sin duda no solamente tendría incidencia en el aspecto laboral de la demandante, sino también en su desarrollo profesional y proyecto de vida, siendo evidente que, esto podría causar daños irreparables”, se lee el comunicado.

Los jueces superiores dispusieron la orden al verificar que la no actuación inmediata “podría generar una situación irreversible” para Ávalos, dado que la apelación del Congreso podría tomar más tiempo del indicado en ley.

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El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego declara “El Día del Queso Peruano”

¡Prioridad Nacional! El Midagri, mediante Resolución Ministerial publicada este jueves, establece que el cuarto viernes del mes de mayo de cada año se declare el día del mencionado producto lácteo.

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El Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), según la Resolución Ministerial N° 0187-2024-Midagri, publicada este jueves 22 de mayo en el Diario Oficial El Peruano, declaró el cuarto viernes del mes de mayo de cada año como “El Día del Queso Peruano”.

La norma firmada por el ministro Ángel Manuel Manero Campos, señala que el “Día del Queso Peruano”, es un mecanismo de promoción de las cadenas asociadas a la producción de leche y productos lácteos, que permitirá fortalecer e impulsar la formalización de la agroindustria rural de lácteos y mejorará la calidad e inocuidad de sus derivados producidos, así como la promoción de su consumo, para así incrementar el ingreso de los productores ganaderos de la agricultura familiar.

Resolución Ministerial N° 0187-2024-Midagri, publicada este jueves 22 de mayo en el Diario Oficial El Peruano.

Según la norma, la declaratoria también favorece a las cadenas productivas vinculadas a los sectores Comercio Exterior y Turismo, Producción, así como Trabajo y Promoción del Empleo, por el nivel de empleabilidad laboral y creación de fuentes de trabajo asociadas.

“Establecer el “Día del Queso Peruano” resulta sumamente meritorio y necesario, más aún cuando está orientado a promover y promocionar el potencial lechero con valor agregado, en orden a incrementar su consumo y que revierta su producto en favor de los productores lecheros y de la agroindustria rural del país” argumentan en la citada resolución.

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Gobierno declara 30 días de ‘estado de emergencia’ en Pachacámac y Villa María del Triunfo por explosión del grifo

El Decreto Supremo N°052-2024-PCM firmado por la presidenta Dina Boluarte, el premier Adrianzén y otros ministros, se debe al impacto de daños a consecuencia de explosión en la estación de gas natural, y será para la ejecución de medidas y acciones de excepción, inmediatas y necesarias, de respuesta y rehabilitación que correspondan.

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Tras la explosión ocurrida en una estación de carga de gas natural comprimido, el Poder Ejecutivo declaró Estado de Emergencia en los distritos de Pachacámac y Villa María del Triunfo. La medida tendrá una duración de 30 días calendarios y busca implementar acciones urgentes para atender a los afectados por el trágico suceso.

En el Decreto Supremo se indica que la emergencia permitirá ejecutar medidas excepcionales, inmediatas y necesarias para responder a la crisis y rehabilitar las áreas afectadas. Esta declaración se fundamenta en el impacto severo que la explosión ha tenido en la vida, salud, viviendas y comercios de los vecinos de ambos distritos.

Decreto Supremo N°052-2024-PCM, firmado por la presidenta Dina Boluarte, el premier Gustavo Adrianzén y otros ministros de Estado.

También se informó que el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) y el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) evaluaron la situación, concluyendo que los daños requerían una intervención urgente y coordinada. El informe redactado por INDECI remarcó la necesidad de adoptar medidas urgentes, debido a la magnitud de los daños reportados.

El INDECI y otras entidades del Estado tomarán medidas urgentes

El Decreto Supremo N°052-2024-PCM también establece que la declaración del estado de emergencia, implica una coordinación técnica y seguimiento por parte del INDECI, junto con la participación de múltiples ministerios y entidades gubernamentales. Entre ellos, el Ministerio de Salud, el Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, el Ministerio del Ambiente, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa.

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Patricia Benavides ya no es fiscal de la Nación: La JNJ la destituyó del cargo y también a su hermana Enma Benavides

Con una votación unánime de cinco votos, la Junta Nacional de Justicia destituyó a Patricia Benavides como fiscal suprema y fiscal de la Nación, por haber removido a la fiscal Bersabeth Revilla. De igual modo, a su hermana Enma Benavides del cargo de jueza superior y a la fiscal superior Azucena Solari.

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La Junta Nacional de Justicia (JNJ) este miércoles 22 de mayo destituyó, por unanimidad, a Patricia Benavides como fiscal suprema y, en consecuencia, ya no es fiscal de la Nación.

Votaron a favor de la sanción los consejeros María Zavala, Guillermo Thornberry, Marco Tulio Falconí, Imelda Tumialán y Antonio de la Haza.

Durante la exposición de las posturas de los integrantes del colegiado también se decidió la destitución al cargo de jueza superior de Enma Benavides Vargas, hermana de la hoy exfiscal de la Nación, así como la destitución de la fiscal superior Azucena Solari Escobedo.

Por su parte y ante dicha decisión de destitución, el abogado defensor de Patricia Benavides Vargas, Juan Peña, aseguró que lo que corresponde es presentar un recurso de reconsideración ante la JNJ; sin embargo, el abogado también reconoció no tener esperanza con el recurso, pues el pedido de reconsideración respecto a la suspensión de Benavides, que fue planteado en enero, aún no lo resuelven.

“Lo que queda es también recurrir a la vía constitucional y dar la comunicación al Poder Judicial y a un juez constitucional que valore y haga respetar los derechos de una persona, de un ciudadano que está pidiendo justicia”, concluyó en una entrevista televisiva.

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