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LA VOZ EN OFF, DE MANUEL VILLANUEVA

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El poeta que se suicidó por una reseña de Marco Aurelio Denegri

Conocí a Manuel Meza a inicios de la década de 1990. Era un flaco, larguirucho, con algunas pecas y el cabello ensortijado; solía estar acompañado de su viejo amigo, el poeta Percy Hinostroza, con quien formaba una mancuerna litigiosa y bastante controversial cuando se trataba de disquisiciones, charlas o reuniones catárticas.

Fue así como empezamos nuestra amistad en el local del Museo de Arte, en una de las clases del profesor Baldeón, que se atareaba en enseñar las técnicas del subverso, la cultura helenística y el bermaniano “todo lo sólido se desvanece en el aire” a un grupo de bardos que encabezaba la musa utópica Milenka O’Brien.

Fui yo quien los invitó a formar parte de una asociación de poetas que funcionaba dentro de la desparecida ANEA, un grupo de intelectuales, pintores y amantes de las letras que editábamos la revista Aedosmil (AE2000), único órgano de difusión y propaganda de la Asociación de Poetas Dos Mil –esa era la única esperanza en aquella época: llegar como sea al segundo milenio– y de la cual llegué a ser su presidente en 1991. Mientras tanto, el poeta Manuel Meza –al que, en ese tiempo, llamábamos así y que, luego, por un asunto personal, devendría en Manuel Villanueva– solo vivía para escribir. Alguna vez me pasó sus textos para que los leyera y le diera mi opinión. Su lírica era bastante delicada, y sus versos y él mismo buscaban, anhelaban la perfección apolínea.

Alguna vez trabajamos juntos por unos días en la casa de un amigo que tenía una computadora 286, en la que teníamos que turnarnos para escribir, digitar por primera vez nuestros poemas en una CPU. La meticulosidad de Manuel lo hacía rodearse de libros de consulta, diccionarios, tratados, vademécums, y siempre se mostraba temeroso ante cualquier posible error o duda. Recuerdo que, después de patalear en el teclado y en sus, entonces, raros botones, leíamos, unos a otros, los primeros poemas cibernéticos. Pero Manuel insistía en la corrección y dudaba de la sugerencia que la máquina hacía sobre las palabras mal escritas: “La poesía viene del espíritu, y el espíritu es quien escribe nuestros textos. Hay que dudar de la máquina y hay que dudar de nosotros. Hay que dudar de todo”.

Quizás, por ello, se tardó muchos años en publicar su primer libro: Voz en off, que vio la luz recién en 2003 por la editorial Tránsito, a cargo de los escritores Julio Fabián y Claudio Ogosi, la misma que vino con un exordio del académico Marco Martos: “[…] solo un intenso amor por la palabra, solo una dedicación sin desmayos puede dar un fruto temprano y ya maduro como Voz en off, hermoso conjunto, del que se puede decir al bondadoso lector, como lo hizo Carlos Oquendo de Amat: abra el libro como quien pela una fruta”. Y es que Martos daba en el clavo con la primera expresión, pero el fruto no era temprano, era una planta con raíces, hojas y flores que le brindaba cierto camuflaje al autor; de ahí el título y los versos que arrancan con “Sí, a veces me he sentido una sombra/que persigue su cuerpo, su momento y su/camino…”, y la ausencia de datos del autor en la contratapa, solo esas palabras justas y a la medida de la austriaca Ingeborg Bachmann y que, por cierto –he ahí un guiño de atmósfera citadina–, había usado C. Rengifo en su cuentario urbanófobo Criaturas de la sombra: “Los datos personales siempre son aquellos que menos tienen que ver con uno mismo”.

Nuestra amistad en la desaparecida ANEA se incrementaba por los libros que intercambiábamos o recomendábamos unos a otros. Todos los viernes eran las reuniones en el viejo cafetín del fondo a la derecha en el jirón Puno 421 del Centro de Lima. Entonces, más de treinta poetas, narradores, pintores, filósofos, sofistas, etc., compartíamos una mesa larga como la de un buffet. Entre los comensales, estaban los jovencísimos Julio Aponte, Apu Runco, Juan Benavente, Ángel Izquierdo Duclós, Retamozo, César Días, Alfredo Cárdenas, Víctor Bradio, etc., y los pintores Galagarza, Theo, Ackerman, etc. El poeta Meza era tímido, en público solo hablaba lo necesario, pero, cuando se trataba de opinar sobre poesía, no dudaba en dar su crítica, siempre fraterna y aguda cuando el caso lo exigía.

Un tiempo se organizaron recitales internos, y todos escuchábamos la lectura de poemas como si fuera un mensaje presidencial o psicofonías de algún personaje famoso. Pero Manuel Meza siempre optaba por la autoexigencia y no se permitía errar en sus versos y mucho menos en alguna opinión que se intersecase con la poesía. Recuerdo que, cierta vez, cuando organizamos una exposición de poesía visual en la galería Pancho Fierro, el poeta inventó ciertas triquiñuelas para leer su texto vedado, para lo cual había que apertrecharse de un espejo y, mirando de espaldas, en ciertos grados longitudinales, el poema se manifestaba en su verdadera expresión. Y es que siempre estaba buscando nuevas formas de expresarse, nuevas formas de entender la poesía, su poesía. Las exposiciones que se hicieron luego en la galería El Túnel, en la UNI, en 1992, y las de la misma ANEA tuvieron cierta acogida, no fueron cantos en el desierto –como se pensaba en los cenáculos de entonces–, e incluso varios diarios, como La República o El Comercio, venciendo sus diletancias, hicieron reportajes y notas informativas en los que destacaban el trabajo que unía la poesía con las artes plásticas y la música de aquel grupo de rapsodas, que, con el tiempo, irían tomando diversos rumbos.

Un día los Aedosmil decidieron que era tiempo de salir a pregonar los poemas en la calle, declamar los textos en La Parada, “a voz en cuello”, como decía el vate y librero Ángel Izquierdo Duclós; o ir de campamento a la playa solo y exclusivamente a escribir y leer poesía e intentar vivir como poetas aunque sea una semana. Fueron días felices para Manuel, quien no se perdía ninguna de estas salidas, que no eran planificadas al milímetro, sino que sucedían casi espontáneamente; por eso, la vez que estuvimos en Trapiche, ese pueblito que queda rumbo a Santa Rosa de Quives, tuvimos que dormir pegados unos a otros, porque nadie había llevado una carpa o una bolsa de dormir y la gélida noche nos agarró con lo que teníamos puesto; pero fácil hubiera sido regresarnos y perder esa hermosa Luna que empezaba a relumbrar en nuestras cabezas. Además, yo los alenté diciendo que el mejor hotel del mundo, el hotel de mil millones de estrellas era ese, el que se nos presentaba al aire libre y el que había que disfrutar solo con nuestras ropas puestas, leyendo poesía, inventando versos, cantando canciones, conversando del Conde de Maldoror, de Bretón o de los Black Mountain, de los surrealistas, los nadaístas, los situacionistas, la beat generation, los herméticos, etc.

Manuel reía y bailaba sobre los peñascos; escribía versos en la arena; le declamaba poemas a las olas, a los peces, nereidas o monstruos marinos. Por ratos se quedaba contemplando el horizonte. Su mirada se perdía en la inmensidad. El parnaso, la verdadera patria de los poetas, estaba muy lejos, pero tenía que seguir a pie y sin zapatos; el camino sería largo, tedioso y lleno de cambrones, pero la recompensa sería mayor.

La poesía valía la pena, y tendría que intentarlo aunque sea una vez. Era una de sus metas. Me lo dijo una noche mirando cómo se mecían unos barcos en altamar, una noche de esas en que uno habla dormido o duerme hablando: “Ybarra, querido amigo, no sirvo para nada más que para escribir versos, no sé si estará mal esto, lo siento por mi familia, pero es lo único que sé hacer bien o creo hacer bien. ¿Sabes lo que significa eso? Tengo que publicar mi primer libro de poesía”.

Cuando la ANEA perdió su local por un juicio con la Municipalidad de Lima y la Beneficencia, Manuel recaló junto a todos los sobrevivientes y náufragos del barco hundido –o secuestrado– en el jirón Quilca, en lo que, en ese tiempo, se denominaba “Bar Las Rejas”, en el Queirolo, o en los altos de don Lucho, más conocido como “La Rockola”, donde continuaban las reuniones como si fuera nuestro propio espacio. Incluso se pasaba lista, se firmaba un acta, y la lectura de poemas no dejaba de hacerse por ningún motivo. Los brindis y las conversaciones se alargaban hasta la madrugada. No obstante, el poeta no se sentía a gusto, había algo que no terminaba por convencerlo: lo dionisiaco no era lo suyo, el poeta no se sentía parte de. Algo dentro de él lo hacía irse temprano, alejarse del grupo, extraviarse en la noche.

Fue entonces que empezó a retraerse, ya no salía de casa, no le interesaba mucho el mundo. Los estados de depresión lo empezaron a asaltar en todo momento. Muchos años después, nos enteramos, por sus propios familiares, de que Manuel tenía cuadros severos de melancolía y angustia y de que se encerraba en su cuarto días de días para hacer la vida de un asceta o ermitaño; quería que lo dejaran solo. Sus familiares cercanos lo ayudaban, lo sosegaban, pero lo que tenía Manuel era una tristeza del mundo que se había hecho carne y uña con la poesía. Y solo la poesía lo podía regresar a la realidad. Él lo sabía, pero parece que nadie más.

Tarde nos enteramos de que Manuel ya había intentado varias veces quitarse la vida y, por cuestiones fortuitas –o porque “no era su hora”, según reparó una de sus hermanas–, lo habían auxiliado, y el susto no había pasado a más de un par de muñecas cortadas, ambulancias, el hospital y luego pastillas para la depresión: Frisium, Valium, Fluoxetina, para sentirse bien, y mucha atención de los que le rodeaban y, cómo no, de sus amigos. Aun así, esa gran ancla o palanca de la poesía seguía anidando en su espíritu, y Manuel le tenía mucho respeto, mucho amor; quizás por eso trató de alguna manera de alejarse, de comportarse y ser una persona normal, sin nada literario que decir y quizás con mucho que hacer. “Lo manual le podía ayudar a entender lo espiritual”, manifestó alguna vez, moviendo la cabeza como si fuera una verdad incondicional que tuviera que aceptar sin mayores reclamos.

Un día lo visité en su casa de Canto Grande, junto con el economista Javier Parra y el novelista Carlos Rengifo, y mayúscula fue nuestra extrañeza cuando Manuel, una de las más notables promesas poéticas que había tenido la ANEA-AE2000 en sus última fase, había decidido renunciar a las letras y convertirse en mecánico de carros, siguiendo la profesión de su señor padre. Cuando lo vimos con su overol manchado de grasa, la camisa arremangada rezumando el aceite quemado de mil motores, sentí la misma sensación cuando los canales de televisión mostraron al ajedrecista Julio Granda arando a puño limpio su chacra en Camaná, requintando a este mundo miserere que no podía entender a un iluminado. Ahí estaba Manuel, el que discutía de Hegel, el que podía hablar fluidamente de la poesía de Eliot o Ezra Pound, el que construía poemas con sistemas de relojería y entendía a Leonardo, a Tesla, a Baudrillard, a Todorov, a Roland Barthes y a todos los estructuralistas y posestructuralistas.

Simplemente, se había dejado ganar por el mundo. Había subido un poco de peso y, contradictoriamente a lo que cualquiera de nosotros pudiera pensar, se mostraba feliz. Era el vivo ejemplo del yo es otro rimbaudiano, de la metamorfosis kafkiana, del homus novis de Mariátegui en El alma matinal. Esa tarde comimos y brindamos. Tratamos de no hablar de poesía, tampoco queríamos hablar de fierros y motores Perkins, Cummins o Volvo; conversamos de la vida, un poco de política y del tiempo, que es el tema en el cual todos podemos echarle la culpa de nuestras penas a ese organismo estéril que es el Senamhi y fingir una sonrisa, un “salud” con tintinear de copas rebosantes de vino cuitado. Antes de irnos, Manuel nos confesó que estaba de amores con una linda chica, una Maga morelliana, y, al parecer, el asunto iba para mayores. “Blasfemia”, “profanación” y “anatema”, fueron las palabras que Manuel había establecido para definir su actual situación. No lo dijo ese día, pero se sentía en el ambiente, era tácito, y todos tratamos de ignorarlo.

Por ese entonces, me crucé varias veces con él, abrazado de su musa, acompañándola por las calles de Lima, entrando a un fast food, al cine o a comer algunos bocadillos en ese viejo cafetín republicano que funcionaba al frente del cine Le Paris. No sabíamos si a su Nadja le gustaban las artes o era amante secreta de la poesía. Lo que sí sabíamos era que Manuel, Manuelito –como le decíamos– estaba cada vez más lejos de las letras. Su mundo se había vulgarizado, el amor había echado por la borda todos esos años de trabajo secreto, todas esas amanecidas de lecturas obligadas y de escritura cuasi automática por la poeisis, por todo lo que él consideraba sagrado.

Unos años después, y cuando ya imaginábamos a Manuel como un obeso mecánico apretando las tuercas de una llanta con una llave inglesa o metido para siempre debajo de esos armatostes, manejando tecles y gatas hidráulicas, al lado de una esposa exigente y convencional que le lavaba las ropas y le servía los alimentos, nos dimos con la sorpresa de que nuestro amigo había ingresado a la Universidad San Marcos y asistía puntualmente a las clases del taller de poesía que amable y solícitamente dirigían y dirigen Marco Martos y Hildebrando Pérez Grande. Ahí terminó por perfilar y darle forma a su primer libro: Voz en off, y regresar otra vez al redil.

Una tarde de invierno, por la avenida Colón, cuando salía de un conocido cineclub, me alcanzó su libro y me hizo una rápida dedicatoria. En una revisada a vuelo de pájaro, mientras conversábamos de los viejos tiempos y eludíamos a la masa de estudiantes presurosos que salían de las academias, quedé confundido por no haber incorporado ninguno de los textos que le había leído en las épocas de la ANEA. El nuevo Manuel Villanueva –ese era su nombre ahora– se había encargado de sepultar al antiguo Manuel Meza. Los poemas de Voz en off no eran tan largos, no había retruécanos o vallas ni triquiñuelas que eludir. Todos sus nuevos textos habían sido pasteurizados, homogeneizados y pasado por un control de calidad ISO, que incluía a varios profesores universitarios. Pero, aun así, aun después de publicado su libro, Manuel seguía teniendo serias dudas. Su espíritu inconforme volvía a torturarlo. Recuerdo que, cuando puso el libro en mis manos, me pidió que lo leyera varias veces y le diera mi opinión sincera, que no le perdonara ningún error o falencia, así sea este de carácter de imprenta. Le dije que lo haría, que no se preocupara y que no se dejara llevar por los decires y menos si esos provenían de un “crítico literario” o de algún letrateniente a sueldo fijo. Reímos de esto a carcajadas y nos despedimos en la avenida Wilson con un gran abrazo.

Marco Aurelio Denegri. Foto: El Comercio.

Quizás por esa inseguridad que funcionaba como un autoflagelo, Manuel decidió alcanzarle su texto al polígrafo Marco Aurelio Denegri, a quien veía todos los fines de semana y a quien escribía secretamente al correo que aparecía en la pantalla del televisor, aun cuando nunca recibía respuesta; de repente, escucharle decir alguna palabra celebratoria, algún aliento o venia de aceptación hubiera sido un espaldarazo para él.

Pero pasó lo que tenía que pasar y cierto viernes en la noche, cuando Manuel encendió el viejo televisor, ilusionado por una crítica que lo empujase hacia delante y continuar así el camino trazado, Marco Aurelio cogió el libro, como una mantis religiosa coge a su víctima, y se despachó una de las peores reseñas a un libro de poesía, que terminó por sepultar a gargajos no solo un buen primer texto, sino todo un futuro que podría haber sido brillante.

Manuel entró en crisis, sus amigos cercanos, que sabíamos lo que había pasado, tratábamos de darle aliento. Le dijimos, lo que es verdad, que el señor Denegri no es ninguna autoridad en poesía, que no entiende las metáforas, que no sabe nada de imágenes ni de figuras literarias y que quiere aplicar un racionalismo cartesiano protofascista a algo que solo puede entenderse a través de los sueños o de las quimeras. Además, cómo es posible que MAD crea que una paloma no puede hincarse porque no tiene rodillas, o que el sol, astro regente, no tiene fauces y no se puede tragar a un hombre, o que es imposible hacer poesía con coprolalia, escatología o con elementos salidos de una teoría de los esfínteres, etc. Pero nada funcionó.

Manuel empezó a sentir que el mundo no tenía sentido, que si él no podía aportar siquiera un buen verso a esta realidad decadente, pues, entonces nada tenía razón de ser y que, sin poesía, no había futuro y todo estaba perdido, al menos para él, que había vivido para la poesía durante años, que había renunciado al mundo feliz de Huxley, a la felicidad convencional de El secreto y del casa-mujer-auto-perro y que, en estos momentos en que empezaba a dar sus primeros pasos, no tenía mayor opción que agarrarse a los versos y caminar hacia la luz, seguir intentando el logos, la hybris desencadenante, o apagar el interruptor.

Cierto día, aprovechando que había pocas personas en casa, Manuel cerró con llave la puerta de su cuarto, sacó su deshojado cuaderno de apuntes, que guardaba debajo de su colchón, y se puso a leer; las lágrimas le empezaron a caer por el rostro y lloró como cuando era niño, lloró hasta sentir que sus ojos estaban secos como un desierto. Lloró y lloró hasta encontrarse con la risa o con la desesperación. Y, entonces, quizás cuando veía solo su fracaso como poeta –porque eso es lo que había dicho ese viejo aristarco de la televisión en cuyas opiniones confiaba ciegamente– sacó una filuda cuchilla, le pidió perdón a todos los dioses de las letras, la música y las artes, Apolo, Bragi, Ganesha, etc., y se hizo unos tajos profundos en los antebrazos, unos cortes estudiados y perfectos, como para que nadie pudiera hacer nada por él. Y se sentó a escribir, ahora sí seguro, sin dudas y sin trastabilleos, lo que sería su último e insondable poema.

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Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.

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Nombramientos Irregulares en la UNSAAC: nepotismo y despilfarro de recursos públicos

El derrumbe institucional de la UNSAAC. Una historia que incluye a un familiar de la presidenta Dina Boluarte.

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La Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, otrora símbolo de sabiduría andina y resistencia intelectual, atraviesa uno de los momentos más oscuros de su historia reciente. Las paredes coloniales que la rodean ya no resguardan el espíritu crítico, sino los ecos de la indignación. Una federación estudiantil en pie de guerra, docentes que denuncian a gritos el desmoronamiento ético de su alma máter, y autoridades que —con el silencio como único argumento— se atrincheran tras resoluciones y formalismos.

La causa inmediata de esta crisis: el proceso de nombramiento de docentes contratados, amparado en la Ley N.º 32171, convertido en botín político y familiar. La ley, que buscaba regularizar a miles de docentes precarios, se ha transformado en Cusco en un instrumento para beneficiar a allegados, parientes y amigos de autoridades universitarias, bajo el manto cómplice de la burocracia y la opacidad.

El Rector Eleazar Crucinta Ugarte y la vicerrectora Paulina Taco han sido señalados públicamente por actos de presunto nepotismo. Más de seis artículos documentadas han encendido las alarmas. Mientras tanto, la comunidad estudiantil —en un acto que recuerda las viejas huelgas universitarias— tomó las instalaciones, exigiendo que las actividades se trasladen a la virtualidad, como si el problema pudiera esconderse tras una pantalla.

El caso más escandaloso, sin embargo, lo protagoniza la Escuela Profesional de Antropología. En un documento fechado el 26 de junio de 2025, los docentes de dicha escuela denuncian un proceso plagado de irregularidades: nombramientos sin sustento técnico, ampliación indiscriminada de plazas sin análisis de carga académica, y vínculos familiares que rozan el tráfico de influencias.

Entre los casos más indignantes figura el del director del Departamento Académico, Dr. Máximo Cama Tito, cuya esposa, Alejandra Tito Tica, aparece nombrada. Similar situación se presenta con el Antropólogo David Ugarte Vegacenteno, cuya hija —Luz Gabriela Ugarte Boluarte, sobrina de la presidenta de la República— figura entre las beneficiadas, pese a no cumplir con los requisitos de la ley. ¿Coincidencia? ¿Amnesia legal? ¿O simple impunidad disfrazada de meritocracia?

La evaluación de candidaturas parece haberse realizado con la ligereza de quien selecciona nombres al azar. Morvely Karen Núñez del Prado, declarada «apta», jamás figuró como docente contratada durante el semestre exigido por ley. Su inclusión en el listado revela la precariedad —y quizás la perversidad— de los criterios utilizados. En cualquier administración seria, este sería motivo suficiente para anular el proceso. En Cusco, sin embargo, todo sigue igual.

La Federación Universitaria del Cusco, en su oficio N.º 036-2024-FUC-SAG, ha denunciado incluso el pago de sueldos a docentes sin carga académica. Es decir, funcionarios que cobraban sin enseñar. Entre ellos, una vez más, la ya mencionada Luz Gabriela Ugarte Boluarte. ¿Quién autoriza estos pagos? ¿Quién los supervisa? ¿Quién los encubre?

Peor aún, el acuerdo firmado el 8 de mayo entre el rector y el Centro Federado de Estudiantes, donde se comprometía a priorizar la demanda real antes de los nombramientos, fue flagrantemente ignorado. No solo se incumple la palabra dada; se traiciona a una comunidad entera.

Para hablar de estos temas, nos comunicamos con el rector Eleazar Rucinta, pero hasta el cierre del artículo no tuvimos respuesta.

UNSAAC en cuidados intensivos

La UNSAAC está enferma. Y su enfermedad no es solo burocrática, sino moral. La corrupción, ese viejo mal peruano que se infiltra en los pasillos del poder como una hiedra venenosa, ha encontrado terreno fértil en la universidad más antigua del sur del país.

La pregunta ya no es si estas denuncias son ciertas —los documentos hablan por sí solos—, sino cuánto tiempo más la sociedad cusqueña y el Estado peruano permitirán que esta situación se prolongue. ¿Dónde están los organismos fiscalizadores? ¿Dónde está la Sunedu? ¿Dónde está la presidenta, cuya sobrina es parte del escándalo?

Urge una intervención que no sea decorativa. Una auditoría real. Un castigo ejemplar. Porque si dejamos que la UNSAAC se hunda, con ella se hundirá también una parte esencial de nuestra historia académica, de nuestro futuro colectivo. Y lo más terrible: no nos daremos ni cuenta.

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Cámaras inoperativas, vehículos de serenazgo en mal estado, equipos defectuosos, todo eso ha encontrado la Contraloría en 248 municipios

Inspección realizada en mayo por la Contraloría ha revelado que muchos gobiernos locales no cuentan con las medidas necesarias para vigilar sus jurisdicciones.

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Desprotegidos. La Contraloría General de la República realizó un operativo a 248 gobiernos locales durante los días del 8 al 14 de mayo, detectando severas deficiencias en los servicios de seguridad ciudadana. El operativo denominado “Servicios de seguridad ciudadana ejecutados por los gobiernos locales” arrojó que en todos eso municipios no existe un correcto funcionamiento en herramientas que deberían de ayudar al personal a combatir la delincuencia urbana.

Así, figuran 1553 cámaras de videovigilancia inoperativas (el 20 % de las 6144 instaladas), siendo las regiones más afectadas Arequipa (255), La Libertad (180) y Lima Provincias (153). Además, el 22 % de las cámaras no almacenan las grabaciones por el plazo mínimo de 45 días, como exige la norma, y el 86 % de las municipalidades no tiene un plan de mantenimiento para estos equipos.

Personal de serenazgo solo estaría viendo una pantalla negra todo el tiempo. Foto: Andina.

Respecto a los equipos de radiocomunicación, se detectaron 1054 unidades inoperativas (el 19 % del total) y se constató que el 32 % de las municipalidades no cuenta con un centro de telecomunicaciones para monitoreo y respuesta ante emergencias.

En cuanto al patrullaje municipal, 378 vehículos (el 14 % del total) están inoperativos, mientras que 34 gobiernos locales no realizan patrullaje conjunto con la Policía Nacional, lo que debilita la coordinación interinstitucional.

El personal de serenazgo también enfrenta condiciones precarias: el 63 % de las municipalidades supervisadas no les proporciona equipo de protección completo, y el 20 % solo les entrega equipamiento parcial, sin chalecos antibalas, rodilleras ni coderas.

De forma aún más crítica, seis municipalidades no cuentan con servicio de serenazgo ni con cámaras de videovigilancia, lo que refleja una ausencia total de presencia municipal en materia de seguridad.

Recomendaciones de la Contraloría

La Contraloría General ha comunicado los resultados del operativo a los titulares de los gobiernos locales visitados con la finalidad de que adopten las medidas preventivas y correctivas que contribuyan a optimizar la gestión de seguridad ciudadana que vienen desarrollando.

Asimismo, ha recomendado la elaboración e implementación obligatoria de planes objetivos específicos para el servicio de serenazgo en todos los gobiernos locales, alineados con directivas nacionales y bajo enfoque de gestión de riesgos. Esto permitirá optimizar el uso de recursos, fortalecer la capacidad operativa y mejorar la articulación del sistema de seguridad ciudadana.

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Caos en la Vía Expresa: Metropolitano colapsó otra vez

Más de 20 buses del Metropolitano quedaron varados en la Vía Expresa de Paseo de la República. Según la ATU, el incidente fue causado por un acto de vandalismo que puso en peligro a un conductor.

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Este lunes 30 de junio, Lima volvió a experimentar lo que para miles de ciudadanos ya no es una excepción, sino una lamentable rutina: el colapso del servicio del Metropolitano. Más de 20 buses quedaron varados durante horas en plena Vía Expresa, entre el Centro de Lima y San Isidro, dejando a cientos de pasajeros atrapados, molestos y sin respuestas claras.

Según la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU), la causa de este nuevo episodio de caos fue un “acto de vandalismo” que afectó a uno de los conductores. Si bien el comunicado oficial señala que el servicio fue “restablecido”, la realidad es que no existen protocolos efectivos para enfrentar imprevistos, ni mucho menos un plan de contingencia que priorice a los usuarios.

La ATU se limitó a publicar en redes sociales: “Se ha superado el incidente”, como si con eso bastara para justificar horas de retraso y desorden en el servicio. Es inaceptable que un sistema de transporte que moviliza a miles de personas a diario dependa del azar, sin medidas preventivas ni capacidad de reacción frente a emergencias mínimas.

Como si fuera poco, la estación Naranjal del Metropolitano también sufrió bloqueos debido a manifestantes. Aunque finalmente se dispersaron con apoyo policial, el daño ya estaba hecho: más demoras, más caos, y más ciudadanos afectados.

La ATU parece olvidar que gestiona un servicio esencial para la vida diaria de la ciudad. La falta de inversión en infraestructura de respaldo, la carencia de información oportuna a los usuarios y la absoluta ausencia de un plan de manejo de crisis evidencian un sistema colapsado por la improvisación.

Los limeños no merecen más excusas ni comunicados vacíos. Necesitan un sistema de transporte urbano que funcione, que sea seguro, previsible y, sobre todo, respetuoso con su tiempo y su dignidad. Si la ATU no puede garantizar eso, entonces la pregunta es obligada: ¿para qué existe?

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TC determinó que demolición de muro en la plazuela de la iglesia San Francisco no vulneró ningún patrimonio

Máximo intérprete de la Constitución indicó que demolición de cerco perimétrico fue completamente legal.

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Se acabaron las barreras. El Tribunal Constitucional (TC) puso punto final a la controversia legal sobre la demolición del muro perimétrico que rodeaba la plazuela San Francisco, en el Cercado de Lima.

A través de una sentencia emitida esta semana, el colegiado declaró infundada la demanda de amparo presentada por la Provincia Franciscana de los Doce Apóstoles contra la Municipalidad Metropolitana de Lima y el Ministerio de Cultura (Mincul).

De acuerdo con el fallo, el muro, que fue construido en 1989 como medida de seguridad, no contaba con protección como patrimonio cultural, ni a nivel nacional ni internacional.

El fundamento 16 de la sentencia señala que la construcción original respondió a necesidades de seguridad durante la época del terrorismo y comercio ambulatorio en el Centro de Lima. «Esta situación ha variado […] ya no sería necesario», indicó el TC, respaldando el criterio municipal. 

Por el contrario, incluso la Unesco respaldó su demolición al considerar que no formaba parte de los elementos reconocidos como parte del valor universal excepcional del Centro Histórico de Lima.

El TC también precisó que la demolición, realizada por la comuna limeña en febrero de 2022, fue parte de un plan integral de recuperación y peatonalización del entorno monumental.

La decisión se sustentó en que el muro estaba levantado sobre un bien de propiedad pública y no generaba derechos adquiridos que impidieran su retiro.

En su sentencia, el tribunal descartó que la medida haya afectado la libertad religiosa o las actividades propias del convento y la iglesia San Francisco. Los magistrados señalaron que no se acreditó ninguna restricción al ingreso de fieles ni a las celebraciones litúrgicas.

Finalmente, el TC exhortó a la Municipalidad de Lima y a la comunidad franciscana a establecer mecanismos de coordinación para garantizar que los proyectos de mejoramiento urbano no interfieran con el normal desarrollo de las actividades religiosas.

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Hallan muerto a José Miguel Castro, exfuncionario clave del caso Susana Villarán

Degollaron al testigo clave que iba a declarar contra la ex alcaldesa Susana Villarán. PNP descarta suicido por la escena encontrada.

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Hoy, 29 de junio, la Policía Nacional del Perú halló sin vida a José Miguel Castro Gutiérrez, de 51 años, exgerente municipal de la gestión de Susana Villarán y testigo clave en el caso de financiamiento ilegal de campañas políticas en Lima. Castro fue encontrado en el baño de su domicilio, ubicado en la calle Madrid, distrito de Miraflores, con un profundo corte en el cuello de aproximadamente 14 centímetros.

Según el parte policial, al que este medio tuvo acceso, fue su padre, Julio Sergio Castro Gómez, de 81 años, quien halló el cuerpo alrededor de las 10:15 a. m. al ingresar a los servicios higiénicos del inmueble. Castro Gutiérrez había sido visto por última vez a las 10:00 p. m. del día anterior y se encontraba en pijama, tendido en el piso y con signos evidentes de sangrado.

Al lugar acudieron agentes policiales y personal del SAMU, quienes constataron la muerte. El paramédico Kenneth Encinas Panduro indicó que el cuerpo presentaba una herida cortante en el cuello. Además, se hallaron en la escena un cuchillo de cocina con mango de color negro, manchado de sangre, y otro cuchillo con mango de color rojo con similares características.

El hecho ocurre a pocas semanas de que Castro declarara nuevamente ante la Fiscalía en el marco del proceso que investiga la presunta recepción de aportes ilegales de Odebrecht y OAS a las campañas del «No a la revocatoria» y la reelección municipal de Villarán. La Fiscalía ya había incluido a Castro como colaborador eficaz.

La noticia ha generado conmoción y suspicacias en sectores políticos y de la opinión pública, dado el contexto judicial que enfrentaba. El Ministerio Público ha iniciado las diligencias correspondientes para esclarecer si se trató de un suicidio, como sugiere el informe preliminar, o si hay indicios de participación de terceros.

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NEO TV irrumpe en la televisión peruana: arte, análisis, cultura y política en una nueva señal

Una nueva propuesta televisiva.

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Una nueva forma de ver televisión ha llegado al Perú. Se trata de NEO TV, un canal diferente, audaz y necesario, que apuesta por contenidos de calidad, pensamiento crítico y conexión con lo esencial: el arte, la cultura, la información y el análisis profundo de la realidad.

NEO TV ya está disponible en múltiples plataformas de acceso nacional, incluyendo Win, Win Plus, TV 360 de Bitel, Zapping, Best Cable, Megatel, Bantel, Yotta TV y en señal abierta a través del canal 18.6 de la Televisión Digital Terrestre.



Bajo el lema “La nueva televisión ya está aquí”, NEO TV presenta una propuesta fresca y comprometida con el contexto actual del Perú, ofreciendo una programación diversa y de alta calidad, pensada para un público exigente, curioso y con ganas de ver más allá del entretenimiento vacío.

Estos son algunos de sus programas emblema:

• Tecnología y Negocios con Juan José Sandoval – los protagonistas de la innovación y el mundo empresarial comparten su visión.
• Ver para Crear con Luis Agusti – entrevistas íntimas con los artistas más importantes del país.
• Lima Gris – periodismo de investigación con la conducción de Edwin Cavello.
• Lo que es y no lo que parece con Ian Paredes – análisis político directo y sin concesiones.
• Hombro a Hombro – el entorno natural bajo la lupa: clima, mareas y sostenibilidad.
• El Ojo está en la Cabeza – una exploración del mundo a través de la fotografía.
• Viajando con Uchi Vargas – rutas y destinos que inspiran y conmueven.
• Al final del día con César Sánchez Torrealva – un late night con conversaciones inteligentes.
• Influencer de la semana con Milagros Salinas – un podcast fresco, con voces que importan.
• La homilía del Padre Arens – espiritualidad y reflexión en tiempos de cambio.

NEO TV no es solo un canal, es una declaración de principios. Es la respuesta a una audiencia que pide algo distinto. Es la televisión que pone en valor el contenido, el talento nacional y la mirada crítica sobre nuestro presente.


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Pronunciamiento de la Asociación de Bibliotecólogos del Perú ante el caos que reina en la BNP

Asociación muestra su “profunda preocupación” por la designación de personal sin experiencia dentro de la Biblioteca Nacional.

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Descompaginados. La reciente designación de Keila Miroslava Garrido Gonzales como directora de la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias ha ocasionado que la Asociación de Bibliotecólogos del Perú (ABP) dé un grito al cielo debido a que la mencionada funcionaria se especializa en criminología y no cuenta con experiencia comprobada en el área de bibliotecología.

Es así que la ABP viene señalando, mediante un pronunciamiento publicado en sus redes sociales, su “profunda preocupación y enérgico rechazo” a lo que sería una designación de una persona sin perfil idóneo para tan importante cargo dentro de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP).

“Hemos tomado conocimiento, con gran inquietud, la designación de la Sra. Keila Miroslava Garrido Gonzales en la Dirección de Desarrollo de Políticas Bibliotecarias y la Dirección de Gestión y Articulación de Bibliotecas. Es ALARMANTE que una funcionaria con una trayectoria profesional ajena al ámbito bibliotecario y cultural, especializada en criminología, ocupe puestos donde se necesita personal técnico con conocimiento del tema”, se lee en el pronunciamiento de hoy.

En efecto, según su perfil profesional, Keila Miroslava se dedica a la criminología, trabajando previamente para el Ministerio del Interior que en ese momento lo dirigía el exministro Vicente Romero.

Fuente: LinkedIn.

La ABP espera una pronta rectificación por el bienestar y correcto funcionamiento de la BNP, respetándose esta vez la meritocracia y la experiencia requerida.

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Respuesta a Carta Notarial de Lita Aimé Verástegui Soto

La excoordinadora de Incorporación y Desarrollo de la Oficina de Gestión del Talento del Pronabec envió una carta notarial solicitando el retiro de información sobre su persona, publicada en una nota periodística del 19 de junio de 2019 en nuestra web. Esta es la respuesta de Lima Gris.

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Llegó a nuestra redacción una carta notarial enviada por la señora Lita Aimé Verástegui Soto, excoordinadora de Incorporación y Desarrollo para la Oficina de Gestión del Talento, del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (PRONABEC) solicitando el retiro de la información publicada, concerniente a su persona, de una nota periodística publicada en nuestra web el 19 de junio de 2019, titulada: “Lita Aimé Verástegui Soto, denunciada por presunta estafa ahora trabaja en el Ministerio de Educación”, Según su comunicación, el contenido de dicha nota generaría, un perjuicio en su contra, tanto en el ámbito laboral, familiar y social.

Asimismo, la señora Verastegui Soto, pese a que no nos envió documentación correspondiente del Poder Judicial que corrobore lo que actualmente afirma, indica que el proceso penal que se le incoara en calidad de denunciada por el presunto delito de estafa en agravio del Banco GNB, fue declarada: “No ha lugar a la apertura de instrucción”, según manifiesta, mediante resolución del 16 de noviembre del 2023, por el Juzgado Penal Liquidador de la Corte Superior de Justicia de Lima, y que posteriormente, quedó consentida mediante resolución del 28 de diciembre del 2023, archivándose definitivamente los actuados.

Carta Notarial enviada por Lita Aimé Verástegui Soto.

Es preciso aclarar, que cuando la señora Verástegui Soto, en su misiva se basa en el inciso 6 del artículo 2° de la Constitución Política del Perú, que reconoce su derecho, a que toda plataforma informática no afecte su intimidad personal y familiar. Debemos aclararle que la nota publicada en la cual se hace mención de su nombre, no tuvo el objetivo, ni mucho menos invadió su esfera íntima y familiar. Lo que se difundió en el informe periodístico fue considerado de interés público, toda vez que, en ese momento, ella se desempeñaba como una funcionaria pública y por ende tenía la condición de servidora del Estado; y, por tanto, la denuncia periodística era pertinente.

Asimismo, si bien, la señora Verástegui Soto también ha pedido la supresión de sus datos personales; es fundamental recordar que el artículo 2, inciso 7 de la Constitución Peruana reconoce a toda persona el derecho a solicitar rectificación ante información que considere agraviante. No obstante, este derecho, según jurisprudencia reiterada del Tribunal Constitucional, debe ejercerse dentro de un plazo razonable. La doctrina jurídica y la práctica constitucional han establecido que dicho plazo no puede exceder los 60 días desde la publicación del contenido cuestionado.

En ese sentido, la Ley N.º 26847, en su artículo 2, establece que el derecho de rectificación debe solicitarse dentro de los 15 días naturales posteriores a la difusión de la información. En este caso, la publicación data del 19 de junio de 2019. La carta notarial de la señora Verástegui Soto fue recibida más de 2,196 días después, es decir, tras 6 años y 6 días. Esta dilación supera ampliamente cualquier criterio de razonabilidad o vigencia del derecho que ahora pretende ejercer.

Por tanto, consideramos que dicho pedido ha caducado por inacción. De acuerdo con el marco normativo vigente y el principio de preclusión de derechos, ya no resulta procedente ningún pedido. La demora en su solicitud, además de carecer de sustento legal, debilita cualquier pretensión de afectación a la intimidad personal.

Conforme al principio de veracidad y responsabilidad que guía nuestra labor periodística, reafirmamos que Lima Gris actuó dentro del marco legal y ético que regula el ejercicio de la libertad de prensa. Ergo, la nota en cuestión constituye parte del archivo periodístico histórico de nuestro medio.

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