El último largometraje de Alejandro Legaspi toca las entrañas de una de las guerras más sangrientas del Perú. Tiene el mérito de refrescarnos la memoria y hacer conocer a los jóvenes ajenos a la historia reciente de su país, que Abimael Guzmán no es un congresista (como algunos lo creen), sino el hombre que, desde el Partido Comunista del Perú (PCP), también conocido como Sendero Luminoso, dirigió una lucha armada contra el Estado entre 1980 y 1992.
La película, inspirada en la desaparición del periodista Jaime Ayala por la Marina de Guerra en 1984, sin que hasta ahora se haya empezado el juicio oral, nos lleva a un poblado de los Andes donde aparece el PCP-SL, y ante el cual los protagonistas, un periodista radial (Pietro Sibille) y un maestro del Sutep (Julián Legaspi), junto con sus respectivas esposas (Stephanie Orúe y Jacqueline Vásquez), ambas profesionales en educación y salud, deberán tomar decisiones difíciles.
El eslogan actual de promoción es “la película que te cuenta toda la verdad” Será cierto? El Grupo Chaski, un colectivo de cineastas y de comunicadores audiovisuales fundada en 1982 por, entre otros, Legaspi, pretende tocar temas sociales “desde una perspectiva de reflexión y crítica”, y “ve en lo audiovisual las herramientas ideales para promover educación”. Lamentablemente, esos objetivos poco se alcanzan en la película. En Panamericana TV, Legaspi declaró que “por un lado está Sendero Luminoso, por otro lado está el ejército, ambos cometen excesos, ambos violan los derechos humanos…Había que lograr un equilibrio muy fino para contar realmente lo que sucedió, contar la verdad, porque es lo que necesitamos saber para que la historia no se repita.” Comenta también: “Han matado soldados hace poco, el MOVADEF dos por tres actúa. Hay que estar alerta”.
Alejandro Legaspi. Foto: Peru21.
Un director de cine que se precia de querer “contar toda la verdad” (véase: https://www.facebook.com/laultimanoticia/?fref=ts), debería saber que los remanentes de SL que operan en el VRAEM no son para nada parte del MOVADEF. Éste solo ambiciona participar en la vida política del país. Y si Legaspi quiere contar lo que realmente ocurrió, no reduciría esta guerra civil a excesos y violaciones de derechos humanos por parte del PCP-SL y del ejército, logrando apenas un thriller eficiente que condena la violencia (venga de donde venga).
De la misma manera, si realmente quiso rendir homenaje a los periodistas desaparecidos por las Fuerzas Armadas, no hubiera distorsionado la historia y hubiera evitado que los familiares que van luchando desde hace más de 30 años para que se haga justicia, estén hoy ofendidos por el contenido de la película, como es el caso de la viuda de Jaime Ayala, Rosa Luz Pallqui, según la cual “es una burla para las víctimas y sus familiares. Jamás los militares dejan con vida a ningún desaparecido. Mataron a 69 periodistas durante la guerra. En esta película están limpiando a los militares de su muerte. Siempre estoy de acuerdo con que hagan películas y libros basadas en la historia de mi esposo, pero siempre con la verdad porque no sería un homenaje si no se cuenta la verdad. Además, Sendero Luminoso nunca ha amenazado a mi esposo, como se ve en la película. En unos meses empieza el juicio oral contra los infantes de la marina y el jefe político militar general de Ayacucho Adrián Huamán Centeno, y la semana pasada el acusado pidió al tribunal constitucional que lo excluyan del caso. En ese contexto se estrena la película. Ésta tiene un 80% de biografía sobre mi esposo. Supuestamente dicen que es ficción para hacer quedar a los militares como buenos, dan a entender que salió vivo del cuartel y que se fue en bus donde estaba una terrorista. Qué mensaje quieren dar con esta película? Que se fue con Sendero? Es la misma versión que dan los marinos. Y los espectadores salen confundidos. Ya no saben si al periodista lo mataron los militares o los terroristas. Eso escuché el día que fui a ver la película y eso es lo que nos ofende como familiares que venimos luchando casi tres décadas por justicia y para que su cuerpo tenga cristiana sepultura. Dentro de unos meses exhuman la segunda fosa que se encuentra en el cementerio de Huanta. No perdemos la esperanza de encontrarlo ahí a Jaime”.
Así que “La última noticia” aparece menos como una verdadera lección de historia, que como una película de terror inspirada en la historia del Perú (que se venderá muy bien en el extranjero a pesar de desinformar).
En este sentido, fue mucho más instructiva “La boca del lobo” de Francisco Lombardi (1988), así como el documental de Channel 4 (Inglaterra), “People of the Shining Path” (años 1990), sobre la insurgencia armada del Partido Comunista del Perú, que no parecen haber inspirado a Legaspi. Contrariamente a lo que ocurrió en la realidad, éste optó por humanizar a un Ejército que mata menos que el PCP-SL.
De hecho, el director cuenta en una entrevista a Fernando Vivas (El Comercio, agosto 2015), que ha leído testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y algunas ficciones sobre el tema, y que “todavía es un tabú, cuesta hablar de ello, nos da miedo hacerlo”. “La última noticia” refleja esas dificultades. Quizá sea solo un espejo más de la visión tendenciosa de la CVR y de la literatura de ficción reciente sobre el conflicto, donde los malos de la película son los “delincuentes terroristas” y las fuerzas armadas, formando dos fuegos entre los cuales tenemos víctimas “puras” atenazadas por el miedo que acaban muriendo o huyendo. Si uno quiere conocer otras miradas, tendría que leer, entre otras investigaciones sobre el tema, la obra de la norteamericana Carol Andreas (1985), When Women Rebel. The Rise of Popular Feminism in Peru (“Cuando las mujeres se rebelan. El crecimiento del feminismo popular en Perú”) aún no traducida al español, talvez porque incomoda al afán de diabolizarlo todo.
Quien pretende contar la verdad tiene que investigar y ver cómo fueron los hechos, las ideas y las personas desde su visión, y no desde una zona de comfort supuestamente “neutral” que no contempla la realidad en su complejidad. Una película maniquea que no hace pensar de manera crítica y donde dominan la angustia y el pesimismo por obra y gracia del género de terror, no tiene precisión de destino, como su escena final que, lejos de entrar a la antología del cine peruano, como lo creen varios comentaristas, nos hunde en una fuerte neblina, tal como lo hace una avestruz hundiendo la cabeza bajo tierra.
Pese a todo, las distribuidoras nacionales no deberían dudar en colocar, promocionar y anunciar esta película en los cines, y el público peruano debería interesarse mucho más en esa parte de su historia, así como apoyar la producción cinematográfica nacional que toca temas fundamentales para el Perú. Aunque estemos frente a una construcción hegemónica de la memoria, el reconocimiento a “La última noticia” por parte del Ministerio de Cultura y el éxito conocido en el 19° Festival de Cine de Lima (2015), apuntan en esta dirección.