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Opinión

La indignación de Carlos Gassols

El actor critica el oscuro gobierno de Dina Boluarte

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En Perú, algunos grandes del teatro que durante décadas hicieron vibrar al público que acudía a las tablas, ya se encuentran descansando en la eternidad. Hace unos años partieron Enrique Victoria (2018) y posteriormente Ricardo Blume (2020). Sin embargo, actualmente continúa vigente un caballero de ‘fina estampa’ que nunca dejará de vestir elegante. Se trata de Carlos Gassols, que, a pesar de tener 95 años, no deja de escribir y de revisar sus guiones teatrales desde el calor de su hogar miraflorino. Aunque parezca inverosímil, Carlos empezó en el teatro a los cuatro años en la compañía de su padre, y viajó en giras sudamericanas hasta convertirse en un joven.

Hallar a alguien más prolífico, imposible, y pese a haber sido un incansable dramaturgo, profesor, locutor, director y guionista, él solo se define como un actor, ya que lleva consigo una carrera que ya bordea los 90 años de trayectoria.

Si bien, reconoce su pasión por el cine, Carlos confiesa que el teatro es su vida, y no para de evocar con mirada nostálgica a su compañera quien fuera su esposa y cómplice durante 60 años, la actriz Hertha Cárdenas, quien “partió” hace 9 años, en 2016.

A pesar que es un hombre culto que no para de leer, él también anda inmerso en la política desde la mirada de un ciudadano libre que necesita estar informado de lo que acontece actualmente en el país. Solo hace unos días, me mostró el titular de un artículo que estuvo leyendo con absoluto detenimiento: “La normalización de lo inaceptable y de la capacidad de indignarnos”.

Desde la perspectiva de Carlos, todos somos responsables de tener un Perú tomado por la criminalidad institucional y callejera, por el solo hecho de ser permisivos, y de no indignarnos ante la ola de contubernios y alianzas subalternas entre el gobierno de Dina Boluarte y el Parlamento. “Por eso estamos como estamos, porque en realidad no nos hemos indignado jamás, y nos han ‘metido el hombro’ hasta adentro. La presidenta partió diciendo que era la gran persona; sin embargo, nos ha engañado a todos. Robaron todo lo que quisieron y además tenían al Congreso que era lo mismo que ellos y entonces el Congreso hacía todo lo que ella quería”, aseveró indignado el entrañable actor.

(Columna publicada en Diario UNO)

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Luis Felipe Alpaca es egresado de la carrera de Derecho y Ciencias Políticas y estudió Periodismo en la Universidad Jaime Bausate y Meza; asimismo estudió en la Escuela de Escritura Creativa del CCPUCP, y tiene un Diplomado de Especialista en Derecho Comercial por la Escuela Superior de Negocios. Ha sido Editor de Cultura del Diario 16, y actualmente es Editor General del Grupo Editorial Lima Gris, y es conductor del programa radial Lima Gris Radio por La estación Planicie 91.5 de la FM. Como gestor cultural ha organizado y curado exposiciones de arte y eventos ligados a los derechos culturales. Asimismo es corrector de estilo, y ha escrito más de 400 artículos relacionados a cultura, actualidad y política. Como activista social ha sido miembro de la Red del Patrimonio Cultural con el afán de defender patrimonios inmateriales y materiales como el desaparecido Palais Concert, y el Complejo Arqueológico Puruchuco. Actualmente es miembro del Colectivo Antropoceno Identidad, y ha recorrido distintas regiones del país para brindar apoyo, encuentros y conferencias en universidades con temas relacionados al arte ancestral y la cultura originaria.

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Del MINCUL al MIDIS

Lee la columna de Edwin Cavello

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El agonizante gobierno de la presidenta Dina Boluarte Zegarra apuesta por el reciclaje en sus últimas semanas de gestión. Las investigaciones por presunta corrupción y la oscura muerte del empresario Nilo Burga vinculadas al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social han hecho que la mandataria se decida de manera desesperada por Leslie Urteaga Peña, otra ministra investigada por presunta corrupción, y que, además, arrastra escándalos como el caso Richard Swing y el caso Joinnus en el Ministerio de Cultura.

La actual ministra del MIDIS cuenta con un rosario de graves informes que fueron emitidos por Contraloría, donde se señala que cuando ocupó el cargo de directora de Patrimonio Cultural y luego de viceministra, omitió sistemáticamente la protección del patrimonio e incluso el cobro de las multas. Una omisión que terminó beneficiando a varias empresas privadas. Estos antecedentes nos hacen pensar que, con la llegada de Urteaga Peña al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, solo se buscaría obstaculizar las investigaciones del caso Qali Warma y de la muerte del propietario de Frigoinca, quien fue amenazado antes de ser hallado sin vida en la habitación de un hotel.

En sus días de desempleada, Leslie Urteaga tocaba puertas sin suerte en la Municipalidad de Lima, pero una llamada le cambió la vida. ¿Por qué retornó al Gabinete? Aquí nuevamente aparece Morgan Quero Gaime, el detestable ministro de Educación. No olvidemos que Quero también fue asesor de Dina Boluarte en el MIDIS. Es decir, conoce muy bien lo que se pretende ocultar.

Es importante recordar que Quero fue traído desde México por el exministro Jorge Nieto Montesinos, quien lo nombró el 14 de octubre de 2016 Jefe de Gabinete de Asesores del Ministerio de Cultura (MINCUL). En ese entorno, Quero entabló una relación amorosa con Leslie Urteaga, a quien conoció en los pasillos del ministerio, y desde entonces, el dúo Urteaga-Quero ha logrado trepar en la política. Hoy ya no hay amor pero hay otros intereses.

En medio de los ríos de sangre —de manifestantes y empresarios—, Dina Boluarte ha optado por colocar a sus cómplices en puestos clave del poder, creyendo quizá que con esto logrará frenar las investigaciones en su contra. Sabemos que aún tiene el respaldo de Keiko Fujimori y César Acuña. Lo que no sabemos es quién de los dos la traicionará primero.

(Columna publicada en Diario UNO)

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El Senado que el Perú de hoy necesita

Bastaron dos años, para que un grupo de «bandoleros», mal llamados congresistas, destruyeran la frágil y poca institucionalidad democrática que nos quedaba, no podemos permitir que esto se repita, para ello, principalmente para ello, debe servir el próximo Senado.

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Por: Jorge Paredes Terry

En un contexto político tan dinámico como el peruano, donde la inestabilidad y la polarización han marcado la agenda nacional en los últimos años, la discusión sobre la reinstauración del Senado de la República cobra relevancia. Esta cámara, conocida como la «cámara reflexiva», no es un capricho del pasado, sino una herramienta institucional que podría aportar equilibrio, profundidad y calidad al proceso legislativo. Pero, ¿por qué es tan necesario un Senado para el Perú? Y, sobre todo, ¿qué características debe tener un buen senador?

La Función del Senado: Más Allá de los Congresistas o Diputados

El Senado no es simplemente una segunda cámara; es un espacio diseñado para la deliberación serena, el análisis técnico y la representación territorial. Mientras la Cámara de Diputados suele ser más dinámica y cercana a las demandas inmediatas de la población, el Senado actúa como un contrapeso que evita decisiones apresuradas o populistas. Su rol es revisar, enmendar y perfeccionar las leyes, asegurando que estas no solo respondan a coyunturas, sino que estén alineadas con los intereses de largo plazo del país.

En el caso del Perú, un Senado bien estructurado podría ser la clave para superar la fragmentación política y la falta de consensos. Al ser una cámara con menos miembros que la de diputados, pero con requisitos más exigentes para sus integrantes, el Senado podría convertirse en un espacio de diálogo y construcción de acuerdos entre fuerzas políticas diversas.

La Necesidad de Elegir Bien: Un Llamado a la Ciudadanía

La reinstauración del Senado no será efectiva si no va acompañada de una ciudadanía informada y comprometida con la elección de sus representantes. Elegir bien a los senadores no significa votar por quienes prometen más, sino por quienes demuestran capacidad, experiencia y un compromiso genuino con el país.

Un buen senador debe ser, ante todo, un estadista. Debe tener la capacidad de mirar más allá de los intereses partidarios o personales y trabajar por el bien común. Además, debe contar con una sólida formación en temas legislativos, económicos, sociales y ambientales, ya que su labor no solo implica aprobar leyes, sino también fiscalizar al Ejecutivo y representar a las regiones del país.

Otra característica esencial de un buen senador es su independencia. En un sistema político como el peruano, donde los intereses particulares y las presiones externas suelen influir en las decisiones, un senador debe ser capaz de mantener su autonomía y actuar con integridad. Esto implica resistir las tentaciones de la corrupción y priorizar siempre el interés nacional sobre cualquier otra consideración.

El Senado como Representación Territorial

Uno de los aspectos más valiosos de un Senado es su capacidad para representar a las regiones del país. En un Perú tan diverso y descentralizado, es fundamental que todas las voces sean escuchadas en el proceso legislativo. Un Senado bien diseñado podría garantizar que cada región tenga una representación equitativa, lo que contribuiría a reducir las brechas de desarrollo y a promover una mayor cohesión nacional.

Por ejemplo, un senador de la sierra no solo debe preocuparse por los problemas de su región, sino también entender cómo estos se relacionan con las dinámicas nacionales. Lo mismo aplica para un senador de la costa o de la selva. La diversidad de perspectivas en el Senado enriquecería el debate legislativo y aseguraría que las leyes respondan a las necesidades de todos los peruanos.

Un Senado para el Futuro

La reinstauración del Senado de la República no es un retroceso, sino una oportunidad para fortalecer nuestra democracia y mejorar la calidad de nuestra legislación. Sin embargo, este proyecto solo tendrá éxito si la ciudadanía asume su responsabilidad de informarse y elegir a los mejores representantes.

Un buen senador no nace, se hace. Y se hace con educación, experiencia, integridad y un compromiso inquebrantable con el país. Por eso, es fundamental que, en el debate sobre el Senado, no solo hablemos de estructuras y normas, sino también de las personas que las ocuparán. El futuro del Perú depende de ello.

Invitamos a la población a informarse, a participar activamente en este debate y a exigir a sus futuros representantes los más altos estándares de calidad y ética. El Senado puede ser una gran herramienta para el Perú, pero solo si lo construimos entre todos.

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Ingeniería de Prompts: Habilidad clave para el futuro

El arte de comunicarse con la Inteligencia Artificial.

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La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una herramienta fundamental en múltiples industrias. Sin embargo, con los avances en modelos como GPT, Stable Diffusion, DeepSeek, ha surgido un nuevo desafío: las limitaciones ya no son tecnológicas, sino humanas. La clave para aprovechar al máximo la IA radica en la capacidad de las personas para formular las instrucciones adecuadas. Esto ha dado lugar a la ingeniería de prompts, una disciplina emergente que promete cambiar la forma en que interactuamos con la tecnología.

Los prompts son las indicaciones textuales que se proporcionan a un modelo de IA para obtener resultados específicos. Dependiendo de su redacción, la IA puede generar imágenes hiperrealistas, completar código, escribir artículos o responder preguntas con diferentes niveles de precisión y creatividad. Esta interacción ha evidenciado que el problema no está en la tecnología en sí, sino en cómo las personas formulan sus solicitudes. En otras palabras, el futuro de la IA dependerá de la habilidad humana para comunicarse con ella.

El crecimiento de la IA ha llevado a la profesionalización de la ingeniería de prompts. Empresas en Estados Unidos y Europa ya están contratando especialistas con salarios que superan los 300,000 dólares anuales. En países como Alemania, China y Reino Unido, universidades y centros tecnológicos han comenzado a ofrecer certificaciones en esta área, preparando a una nueva generación de expertos en interacción con IA.

Esta disciplina no solo se aplica al desarrollo de texto, sino también a la generación de imágenes mediante inpainting, diseño gráfico, composición musical, programación y automatización de procesos. Con el avance de interfaces cada vez más conversacionales, se espera que en el futuro muchas profesiones requieran conocimientos en prompt engineering para optimizar el uso de la IA en su trabajo.

A medida que la inteligencia artificial se integre más en la vida cotidiana, saber pedir será tan importante como saber programar. La ingeniería de prompts no es solo una herramienta, sino una competencia esencial para el mundo digital, donde dominar la conversación con las máquinas será sinónimo de éxito.

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Abro el miedo

Lee la columna de Julio Barco

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La poesía peruana es un desborde de sentimientos, un pulso entre corazón y mente que, cuando se fusionan, crean ríos vigorosos. El poeta peruano respira contra el viento, en un país donde la vida se enfrenta a sí misma, donde la poesía apenas es una posibilidad. Su voz documenta la crisis, el dolor y la resistencia.

En este contexto, Teresa Orbegoso escribió con la realidad como astilla clavada en el alma. Su voz poética es la de todos: la otredad como unidad del ser. Su lenguaje, herido y perfecto, cruje como las alas de los gallinazos de Lima. En su escritura hay una razón esencial: el origen del dolor. Su poesía le da voz al miedo, a lo que provoca pánico: la enfermedad, la muerte. En ese versar, dialoga con la tradición, con Moro, Vallejo, Varela y los poetas que la precedieron. La tradición es un eco de afirmación y negación que enriquece su estética. Su obra no es solo testimonio, sino liberación: transforma el dolor en palabras, convirtiendo el sufrimiento en un registro poético universal.

Derrumbada la torre de Babel existe y

El once de septiembre existe

Los incendiados de la guerra con Chile como limbos descoloridos

Y también los seis estudiantes asesinados y los cuarenta y tres desaparecidos

De Ayotzinapa (pág. 78)

Este desgarrador documento poético se nutre del lenguaje surrealista y la modernidad, articulando un latido que resuena en todo el continente. La poesía es el espacio del ser y del estar, de lo sagrado y lo mundano. En Abro el miedo, Orbegoso se inscribe en la tradición de la poesía peruana y latinoamericana, donde la palabra es resistencia. Su obra es universal porque es profundamente peruana, testimonio de una crisis que nos atraviesa a todos. Frente al dolor, solo queda llorar, escribir y abrir un testimonio.

¿Qué pasa cuando muere una poeta en el Perú? ¿Qué pasa cuando ya no puede afirmar su existencia escribiendo? Antes de los días del verano, pude conocer a Teresa, en algunas calles de Quilca. ¿Qué pasa entonces? Nada. Pero queda tu palabra, poeta, y esa luz basta.

(Columna publicada en Diario UNO)

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158 cadáveres son mudos testigos de la incapacidad de Dina Boluarte y su Ministro del Interior

Lee la columna de Jorge Paredes Terry

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Por: Jorge Paredes Terry

Lima, Perú. El silencio ensordecedor de 158 cadáveres clama justicia. 158 vidas arrebatadas, 158 familias destrozadas, 158 historias truncadas. Y ante esta masacre silenciosa, ¿dónde está la respuesta del gobierno de Dina Boluarte y su Ministro del Interior? ¿Dónde está la eficacia prometida, la mano firme que debía combatir la delincuencia desatada en nuestro país? La respuesta, lamentablemente, es un vacío aterrador, una farsa de seguridad pública maquillada con declaraciones vacías y recursos malgastados.

Se declaró emergencia. Se prometió mano dura. Se desplegaron recursos —millones, quizás miles de millones— a la Policía Nacional del Perú. Sin embargo, la sangre sigue manchando nuestras calles. Los índices de criminalidad, lejos de disminuir, parecen crecer exponencialmente, alimentándose de la impotencia y la frustración de una ciudadanía cada vez más atemorizada.

¿De qué sirve la emergencia si la delincuencia opera con impunidad? ¿De qué sirve el despliegue policial si los criminales actúan con total desprecio a la ley? Las cifras hablan por sí solas: más muertes, más robos, más violencia. La sensación de inseguridad se ha instalado en cada rincón del país, convirtiendo nuestras casas en fortalezas y nuestras calles en campos de batalla.

La indignación se apodera de nosotros. No podemos aceptar que la ineficacia gubernamental se traduzca en la muerte de nuestros ciudadanos. No podemos tolerar que la respuesta a la inseguridad sea la misma letanía de promesas incumplidas y justificaciones vacías. Necesitamos acciones concretas, estrategias efectivas, una verdadera voluntad política para combatir el crimen organizado que nos asfixia.

¿Dónde están las estrategias a largo plazo? ¿Dónde está el plan integral para atacar las raíces del problema, para prevenir el delito y no solo reaccionar ante sus consecuencias? El gobierno se limita a reaccionar, a apagar fuegos, mientras la estructura misma del problema se mantiene intacta, creciendo y fortaleciéndose.

Los 158 cadáveres son mudos testigos de este fracaso. Sus silencios gritan a los cuatro vientos la incapacidad, la indolencia, la falta de compromiso del gobierno. Es hora de exigir responsabilidades, de exigir soluciones reales, de exigir un cambio radical en la forma en que se combate la delincuencia en el Perú. No más promesas vacías. No más muertes innecesarias. Basta ya. Exigimos justicia para las víctimas y seguridad para todos los peruanos.

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Veto forzado y tolerancia para los intolerantes

Lea la columna de Márlet Ríos.

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Por: Márlet Ríos.

Una vez más el sistema de justicia peruano hace gala de su rol discrecional y parcializado. La Sala Civil Permanente de la Corte Suprema ratificó la ilegalidad de la organización política liderada por el mayor (R) Antauro Humala. Los derechos fundamentales de la población corren peligro y con ello el sistema democrático, si se permite que dicha organización participe en el lance electoral general. Si así hubiesen pensado los magistrados en la década del 2000, al declarar la ilegalidad del partido fujimorista hoy en día la inestabilidad política y el deterioro de las instituciones democráticas serían hechos del pasado nefando.

¿Qué de democrático representan el fujimorismo y sus aliados ultras para la sociedad peruana? ¿Han hecho un mea culpa por su pasado autoritario y abiertamente criminal? Los más jóvenes no deberían olvidar que el fujimorismo se encargó de destruir las instituciones democráticas en los 90. La cooptación, el clientelismo y el peculado fueron moneda corriente por esos años y los fujimoristas –que controlaban el Congreso y el Gobierno– pusieron todos los medios a su alcance para perpetuarse en el poder, pues tenían un proyecto político de largo plazo (veinte años). Por consiguiente, se trataba de una organización antidemocrática y profundamente autoritaria.

Irónicamente, un político esperpéntico como Antauro Humala comparte muchos rasgos en común con los fujimoristas y sus aliados ultras. Todos buscan aprovecharse de las prerrogativas del régimen democrático para licuar o desvirtuar esas mismas instituciones democráticas. Acá se aprecia claramente la paradoja de la tolerancia y cómo la sociedad peruana debería protegerse legítimamente de todas las organizaciones antidemocráticas y de corte totalitario (y mafioso). ¿Acaso los nacionalsocialistas no hicieron lo mismo en las entrañas de la República de Weimar? Ya sabemos cuál fue el vergonzoso y sangriento corolario.

Los que aplauden fervorosamente que el partido de Humala haya quedado fuera del mercado electoral son los mismos que eligieron a un cruzado intolerante como burgomaestre o a políticos que petardean la democracia desde el Congreso. Es decir, pisotean los valores democráticos liberales de civilidad, libertad y tolerancia. En el fondo, anhelan un pensamiento único (el suyo) y un régimen político a su medida. Solo respetan las reglas de juego democrático cuando les conviene; cuando no, patean el tablero (como se vio en el último proceso electoral). No están a favor del consenso y de la razón comunicativa (salvo para defender sus intereses crematísticos de una forma corporativa). En suma, son un peligro para la democracia, incluso esta imperfecta y endeble que tenemos.

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Premoniciones tras un acto malvado, de David Lynch (1995)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Una pequeña lección de cine, y una lección de cómo construye David Lynch sus películas. Una muerte. Una manera de morir. Una manera de presentar la muerte. Siempre el misterio… pero qué es el misterio… Usando una cámara vieja, casi fantasma. Es la cámara, o una de las cámaras del principio de todo, una cámara de los Lumière. —Como para recordar los cortos en blanco y negro de Lynch o su primer largo, Eraserhead—. La regla para esta película colectiva en homenaje a los Lumière y a los 100 años del cine, es darte tres oportunidades para rodar, sin cortar, y solo podías usar un rollo al final.

Lo siniestro, en Lynch, es la reintegración —placentera, o no tanto, pero que se impone como absolutamente necesaria y con toques o rayos de absurdo, comicidad y burla—, que incluye lo negado, lo rechazado, que regresa con gran fuerza, si alguna vez estuvo realmente ausente. Y Lynch se encarga de restregarnos lo que quisiéramos que permaneciera escondido o ignorado. Y que a la vez deseamos tanto saber y desvelar…. El ser humano, completo, desde lo más ideal y bonito (aunque sea solo un sueño) hasta lo más horroroso (y no es necesariamente solo una mera pesadilla lo que vemos y sentimos).

Exterior. Resplandores de saturación de luz. Campo abierto. Tres policías típicamente uniformados a la usanza de una vieja película norteamericana. Se acercan al cadáver de una mujer. Y luego qué. Interior. Otra mujer, mayor que la primera, en su casa, sentada en un mueble, con la ventana detrás, parece sentir o presentir algo, mueve la cabeza hacia su costado izquierdo. Fin de la escena. Qué sigue. Unas mujeres jóvenes en un decorado decimonónico, con vestidos de velos, con escote, la imagen es nocturna y algo pasa, una de ellas se levanta. Escena siguiente. Una mujer joven y desnuda dentro de un cilindro lleno de agua, y hay seres alienígenas que parecen experimentar de alguna manera con ella al tenerla ahí.

Pantalla negra, o blanca, con humo, y fuego (marcas relevantes para la pequeña película). En la última escena, el aspecto, y la cabeza del policía parecido a la de uno de los seres alienígenas (al quitarse la gorra, cuando da la noticia, creo, a los padres de la chica asesinada)… a lo que se suma una sombra tras la ventana…

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Experimentación poética en Solagrio (2021) de Miguel E. Medina

Lee la columna de Julio Barco

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El poeta es el que expande la lengua, las posibilidades de su uso. El poeta entonces puede ser el que escribe los poemas o el que simplemente los dice al viento y renueva, al dejarse oír, la mente de otros. El óxido que cubre las mentes encerradas en sus cajas dogmáticas es recuperado por la frescura del arte de la palabra. Esta frescura tiene sus herramientas estéticas. Así, entre las figuras literarias más reconocibles tenemos a la metáfora, la metonimia y la sinécdoque. Aunque cada una versa sobre un determinado uso: su rol es encontrar relaciones entre los elementos. La metáfora funciona como un reemplazo de un concepto por otro, por ejemplo, fuego por deseo. En el caso de la metonimia encontramos una relación de dos elementos por diferentes conexiones, por ejemplo, cuando decimos pásame un Vallejo, para referirnos a un libro del autor peruano César Vallejo. La sinécdoque trabaja con las relaciones de todo parte; así, cuando alguien dice “gritaron muchas bocas”, al reducir al ser humano a una boca, el recurso nos invita a la sintaxis.

Desde las clases de la escuela sabemos que son usados para exaltar y crear nuevas dimensiones del hablar diario. En ese sentido, el uso se reactualiza, renueva y experimenta de forma más intensa en la escritura de los poemas, dado que la búsqueda del lenguaje poético no se reduce al mero ejercicio de dar mensajes con fines básicos, sino a picar la palabra como piedra. En ese deseo de expandir metáforas, metonimias y sinécdoques aparece el poemario Solagrio (Almandino Editores, 2021) de Miguel E. Medina Anaya cuyo título ya nos aproxima a una metáfora: la idea de un sol que no es amarillo, que no da vida ni virtud, sino que habita en sabores amargos. ¿Acaso nos bello guiño a las flores malignas de Baudelaire?

     Con 67 poemas con título numerado, de corte variopinto y estilo de inspiración breve (salvo el último poema que se desborda como río), explora las dimensiones que permite el lenguaje: encuentro con uno mismo, recuerdos, bosque de sentidos y certezas.

     En relación al uso de la metáfora, este poemario presenta diversos escenarios que permiten la exploración de la figura retórica. Así, al expresar, por ejemplo, la certeza de “Yo soy tu verdugo”, el yo poético no se atribuye un título criminal, sino que explora la idea de asesinar como la muerte diaria, simbólica, de la infancia o la soledad, la muerte que nace de la pobreza, la que arrastra al “huérfano herido”. Uno se pregunta, ¿qué busca matar el yo lírico? ¿Qué desea asesinar? La idea de muerte dentro de la poesía sigue un camino interesante en autores como Rimbaud y Lautréamont; sin embargo, este poemario no persigue aquellos resquicios dementes. Pensemos en los fragmentos de Los cantos de Maldoror cuando el alucinado narrador cuenta cómo asesina a los niños que se le presentan en su caminata.

     La idea de asesinar, entonces, es una metáfora, aunque se presente frontalmente en otras partes del poemario. Por ejemplo, cuando escribe: Los asesinos no sufrimos la muerte, con lo que propone una idea de amoralidad, para dar posteriormente la afirmación de que Nadie sueña con ser un criminal, que afirma la ética del poeta. Asesinar entonces también se asume como el que verdugo de instantes, recuerdos, inocencias.

     En el caso del verso, “Niñez de sombra /en espejos sin nombre”. Otra vez, las asociaciones nos llevan al recurso metafórico: el uso de la preposición de en vez de con significa un atributo de contenido. Así, niñez de sombra se asume como alimentada de oscuridad: infancia sin esperanza, ni luz, ni belleza, ni acceso a la ternura o el amor, que alimentan y dan color a la vida. Así también versos como “Madre hoguera”, “vientre y ajuar de tumba”, “en el corazón cabalga un llanto intenso”, “pecho desbocado”, “alfil nocturno”, “manos de cicuta”, “cielo preñado”, “estrellas pálidas”, “sol melódico”, “música reptil del desierto”, “migajas de sombra”, cumplen el papel de metáfora.

      En algunos también veo el uso de la sinestesia, es decir, fusión de sentidos que no corresponden originalmente con la entidad, como en “sol melódico”, que es una metáfora sinestésica, que confiere música a una entidad astronómica.

     En relación a la metonimia, encontramos, por ejemplo, cuando expresa aquello de “Que el tiempo te cure”, la idea de tiempo reemplaza a lo que significa ese peregrinaje por el tiempo: es decir, vivencias, experiencias, transiciones sine qua non para una curación genuina. O cuando expresa que “…el mundo te engullirá”, para manifestar la idea de que la sociedad, es decir, las otras personas, pongamos los políticos, ladrones, asesinos, ellos, en realidad, serán los que te “engullan.”. Además, la propuesta de engullir para mundo permite al poeta presentar a esta entidad como un ser con “boca”, lo que le da la posibilidad de hacer la metonimia de mundo y cuerpo. En ambos casos, hay un uso de otro recurso de la prosopopeya, que dota a estos sustantivos en seres encarnados. También versos como “Tú eres el hogar”, etc.

     Por otro lado, aunque en menor magnitud, las sinécdoques se presentan en algunas pinceladas: “creo que tus ojos / no pertenecen / a este implante espiritual” Hay también uso de oxímoron, como en “terso infierno” o “piedras líquidas”; que nos da una idea contradictoria a la conceptualmente posible para infierno”.  O fusiones de metáfora con metonimia en “Tus aves negras / rojas de octubre”, que funcionan como reducción de aves por cuerpo y encuentran una interrelación que representa una entidad no asociada: ave negro como reemplazo del cuerpo. Y esto es lo genial de la metáfora, cómo une, en el bosque de símbolos, las diversas correspondencias, encontrando toda clase de analogías.

     Si bien todos estos recursos poéticos amplifican las ideas y sentimientos de los poemas, el formato también impide que se llegue a una conclusión exacta de la propuesta: Solagrio es una nebulosa. El objetivo de los poemas es apartarnos del diálogo entre los seres y las cosas, de la experiencia, de las circunstancias, de las voces poéticas: en la neblina, el hablante aparece desfigurado, como en pedazos, armando un discurso entre retazos de sentidos embalsamados en metáforas, a veces siendo frontal, otras oscureciéndose, pero siempre quebrando el diálogo, esa conversación que es la palabra poética; a veces callando, a veces hablando a tientas, reptando, en vorágines, en depresión, entre metonimias y sinécdoques:

El sol agrio,
escama del desierto,
cartílago ígneo.

              Perpetuo cosmos en sí,
depilación de tocador.
Es la diáspora mi ego
en ciernes de pajas,
embrujado en la locura de fríos retretes.

     En este pasaje vemos lo que dije anteriormente: el poema se abre como un conjuro ante el vacío, como un grito a retazos que no articula un discurso protector de la idea del poema, sino ramalazos de ideas. Esto puede ser genial si es que eres Vallejo escribiendo Trilce o Girondo en En la masmédula, en caso contrario, resulta una propuesta que peca de experimentalista y que pierde posibilidades de intensidad.

     Ahora me pregunto cuál es el límite de la experimentación en la poesía. Si analizamos lo que fue el siglo XX a nivel poético, veremos un mar de propuestas de ruptura que, si bien resultan atractivas como documentos históricos, no siempre sobreviven al paso de los años. La experimentación que fue la brújula vital de la poesía ahora es también un muro alto que saltar para los contemporáneos. Eso, claro, es necesario en la poesía, porque genera nuevas propuestas, aunque siempre será un salto al vacío.

     Por eso, este poemario, lector, es una propuesta que busca innovar: su eficacia será qué tanto impacto genera en los que lo leemos. En mi caso, siento que el poemario pierde al no consolidar una “voz particular”: si bien la poesía es un acto de escapar de uno mismo para habitar la multiplicidad ontológica, es necesario que un poeta sepa confeccionar con nitidez cada una de sus máscaras. La máscara como metáfora de rostro: en Solagrio no hay rostro, no hay personalismo.

Así, sorprende encontrar un poema como el último: que destaca por ser el de mayor extensión y el que persigue una voz más singular. Aquí encontramos una estructura conductora del poema con diálogos insertados como faroles en medio del recorrido. Es decir, como en muchos poemas largos (pensemos en Piedra de Sol, de Octavio Paz, por ejemplo) la estructura textual se sujeta de subtextos que permiten expandir el formato y sujetarse a una columna vertebral mayor. La conversación revela situaciones, la problemática de un hermano, la venta de ropa en la calle, para finalizar con una tertulia sobre los barcos, los niños y el sentimiento de reconocer (otra vez) el cuerpo. Sin embargo, lejos de conseguir una voz personal, este poema regresa a los recursos anteriormente presentados para mostrarse dubitativo de un asidero concreto.

     En general, yo noto que hay un poeta explorador iniciándose en este libro. Alguien que busca los primeros espejos y disolverse en la efusividad del lenguaje. Por eso, la experiencia de la poesía es ontológica: el que la escribe debe iluminar las piedras del lenguaje para soldar un instante, un grabado, una forma, un grito. Hay comprensión de la limpieza de la palabra, es decir, del tallado de la piedra, y evidente comprensión del quehacer del artista y su trabajo con el fuego, pero aún adolece de una voz determinante.

El tiempo añadirá experiencia y afinará la sustancia.

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