Jorge Villanueva, es un académico del arte de las tablas. No solo se dedica a dirigir obras sino también a la docencia, ya que es coordinador de la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas de en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Además, es el director del grupo teatral Ópalo que celebra sus 18 años.
En esta entrevista, nos habla de lo que se viene para su grupo, de lo que mucho falta por recorrer para el teatro en el área académica. También, exige la importancia del arte en esta sociedad que tanto necesita una mirada sensible y crítica a la vez.
“Cuando era estudiante nos hacían barrer el piso, hacer mucho ejercicio y si llegábamos un minuto tarde no nos dejaban entrar. Era como un cuartel”, confesó. Eso le ayudó a tener disciplina y respetar la profesión. Villanueva añade que, a pesar que los años en este arte le han sonreído, el camino no ha sido nada fácil; pero tiene esperanzas para el futuro, sobre todo, con la designación de Salvador del Solar como ministro de Cultura.
Queremos saber sobre tu trabajo en la PUCP
Soy coordinador de la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas. Llevo cinco años aquí. Es una historia de más de 54 años que tiene el teatro de la PUCP. La creación de la facultad ha sido un excelente paso para la carrera de artes escénicas en nuestro país. Como escuela, si bien había rigurosidad y trayectoria, existía una limitación para seguir avanzando con grados académicos. La escuela tuvo una buena época y de ella salieron una generación de buenos actores y profesionales. Pero ahora estamos felices que seamos una facultad y nuestro trabajo es consolidarla. En este año se abren las maestrías de artes escénicas por primera vez en el Perú.
Respecto a lo académico, ¿vamos atrasados si nos comparamos con nuestros vecinos latinoamericanos?
Si hacemos un paralelo con Brasil, Argentina o Chile, estamos atrás. En Brasil hay doctorados hace muchísimos años. No solo en teatro, pues, existen doctores en danza. Lo mismo pasa con la investigación ya que hay teóricos muy importantes allá. Está mucho más consolidado en estos países. No se trata de hacernos menos pero sí hay mucho camino por recorrer, por no decir todo por hacerse.
¿Cómo tomas la responsabilidad de formar actores no solo en la universidad sino también en tu grupo teatral Ópalo con sus talleres?
Ser profesor es una gran responsabilidad. Para enseñar actuación el profesor tiene que estar actualizándose ya sea como actor o director. Mi trabajo en los últimos años ha sido como director pero volveré a actuar en abril en El Gran Teatro del Mundo. No es una verdad absoluta pero para ser profesor de actuación debes estar en el ejercicio práctico. A mí me ayuda. No dedicarse solo a las clases. Además, no es lo mismo ser director que profesor ya que dirigiendo das por entendido que los actores saben de técnica más que los alumnos. Siendo profesor, debes empezar desde cero, creando puentes desde la teoría a la práctica. Es fundamental probar todo lo que uno puede hacer y no debemos decirles a los alumnos lo que deben hacer. Los estudiantes deben conocer la exploración, improvisación y la creación. Cuando era un estudiante de teatro, me sorprendió la disciplina que había. Llegábamos un minuto y no nos dejaban entrar. Además, barríamos el piso y hacíamos mucho ejercicio físico. Luego me iba dando cuenta que todo eso me ayudaría para la resistencia, para mostrar respeto por el espacio donde trabajo. Así me formaron y así nosotros formamos. El teatro es un espacio de mucha dedicación. La nueva generación debe buscar un nuevo lenguaje mas no repetir las del siglo pasado. Una vez vi un lema que decía “un país sin cine es un país sin rostro”. Yo pienso lo mismo del teatro. Hay muy poca cultural teatral. También se debe salir del circuito teatral, llevarlo a otro lado. Eso es un trabajo para los nuevos estudiantes.
Ópalo ya lleva 18 años. ¿Cómo comenzó?
Lo fundamos un grupo de actores. Yo todavía no dirigía. En esa época hice un ejercicio de adaptación de la novela “Todos los hombres son mortales” de Simone de Beauvoir. Lo vi muy teatral y, a pesar de no haber hecho dramaturgia, se la presenté a mis amigos. Ellos se engancharon y me animaron. Lo llamamos “Foska” y lo hicimos en la sala de mi casa. Fue todo muy precario y pusimos ‘chancha’ para comprar las luces. Fueron 60 personas, entre ellos varios amigos actores y nos dijeron que les había gustado. A nosotros nos gustó la experiencia y decidimos continuar. Un año después ya estábamos en Brasil con 500 personas de pie aplaudiéndonos. Eso fue un antes y un después. Al llegar a Lima, ya me preguntaban por las siguientes obras. Ópalo ha sido un espacio independiente, para encontrarnos y experimentar. No ha sido creado para ganar dinero. Eso nos ha dado libertad.
¿El balance ha sido positivo más que negativo?
Sí, pienso que ha sido positivo. Aunque una vez, cuando trabajábamos en el instituto Goethe, el centro cultural alemán, la directora me dijo que me veía decepcionado. Yo no lo veía pero era cierto. Fueron tiempos duros porque no era un trabajo fijo. Teníamos que poner nuestra plata para hacer las obras. Pero sentíamos tanta convicción que seguimos. Felizmente, la gente se dio cuenta que éramos perseverantes y constantes. Gracias a Ópalo he tenido otras posibilidades de trabajo.
¿Cuán importante es el arte en un país como el nuestro?
Es como las cuatro ruedas del carro. No concibo una sociedad sin que exista una manifestación artística, sin una expresión que critique, plasme y reflexione sobre determinadas circunstancias de su propia cultura. Esos discursos que dicen que lo más importante es la salud y la comida mas no el arte, es como decir que es más importante tener pies que manos. El arte es integral y fundamental para ser sociedad. No quiero que suene retórico pero una sociedad está conformada por seres humanos que tienen que estar formados en su espiritualidad. Necesita una mirada sensible a su alrededor.
Es mucho más complicado con autoridades que no apoyan el arte, ¿verdad?
Totalmente. Por ejemplo, lo primero que hizo Castañeda fue borrar los graffitis que era una manifestación artística y urbana, parte de una identidad de la ciudad. Eso duele. Causó impotencia. Pero no suelo pensar que todo está perdido. Para mí, el nombramiento de Salvador del Solar me parece una excelente noticia. Una persona amplia que no solo mirará el arte de las tablas.
Entonces, ¿sí tienes esperanza en su gestión?
Por supuesto que sí, sin ninguna duda. Es una excelente noticia aunque el camino sigue siendo duro porque la sociedad es muy conservadora en muchos aspectos.
¿Cómo llevar el teatro a las personas que no están interesadas en ver una obra sino más bien en sentarse en el sofá a ver televisión luego de un día de trabajo?
Para eso se necesitan varios agentes de apoyo, de aliados. Pero parece que nadie es aliado. Por ejemplo, que los grandes medios de comunicación ponen su granito de arena para visibilizar otro tipo de arte que hay en el país. Pero no sucede así: O es Hollywood o los realitys. Otro aliado serían las municipalidades. Tal vez uno o dos sí tienen iniciativas pero el grueso no. En otros países, cada municipalidad distrital gestiona talleres artísticos, muestras, obras de teatro, conciertos de músicas. Es otro aliado que podría ayudar.
¿Cómo ves la posición de los patrocinadores que optan por el cine o la televisión más que por el teatro? Si bien ambos están dentro del arte, ¿cómo puede ganar el teatro sanamente?
Siento que el arte en nuestro país ganaría si es que se apoya proyectos artísticos interesantes que planteen una mirada hacia nuestra sociedad. Eso ya es un triunfo para el teatro indirectamente. No veo una carrera para tener más patrocinadores. Pienso que eso sería mezquino. Lo que tenemos de maravilloso es que la gente de teatro es admirable por su persistencia y su creatividad. Lo que menos nos falta son ideas. Pero sí molesta que la gente del teatro llegue a una edad y no tengan ningún tipo de seguro.
Se necesita apoyo del Estado en ese sentido. Una ley, quizá.
Totalmente. Existe una ley pero no sé qué tanto favorezca para una jubilación decente.
Respecto a la persistencia que mencionabas, David Carrillo, al cerrar el teatro Larco, dijo que no quería producir más y que el teatro es un oficio riesgoso. ¿Cómo lograron ustedes permanecer 18 años?
Definitivamente llega un momento en el que dices ya no más y estoy seguro que David tuvo que poner de su plata. A nosotros nos hubiera pasado exactamente lo mismo que a él si hubiésemos tenido que estar pagando por un teatro a una persona ajena. Eso no fue nuestro caso pero el costo ha sido que no hemos tenido un espacio para nosotros. Aunque ahora tenemos una casa, la Casa Ópalo, que va por su segundo año. Es pequeña pero es nuestra. Pero sí lo entiendo completamente a él. Tener que vivir de la taquilla y que todo lo que se gana sea para pagar el alquiler. Mi idea es tener un espacio mucho más grande.
Me contaron que ahora apostarás por las obras peruanas. ¿A qué se debe?
Sí, todos mis amigos de teatro me fastidian diciéndome que solo me dedico a hacer teatro alemán. Fue por lo del Instituto Goethe, lo cual me marcó. Incluso conocí dramaturgos alemanes. Pero ahora es otra etapa y me interesa la dramaturgia peruana. La quiero fortalecer e investigar en qué está el teatro peruano.
Obra El dragón de oro.
Con tus años en el teatro, ¿nos puedes contar cómo es el público peruano y lo que le gusta ver?
Creo que el público tiene más acceso, gracias a la televisión, a algo más inmediato. Pero estoy seguro que le encantaría otra cosa también. Me consta porque cuando llevamos una obra a Cerro de Pasco, la cual era muy densa y difícil, el público estaba muy concentrado e incluso dialogamos al final del espectáculo en un conversatorio. Ellos lo entendieron todo. Si se vive de la taquilla, da miedo presentar una obra enrevesada. Da miedo no poder arriesgar. Es relativo darle al público las cosas sencillas.
No hay que subestimar a la audiencia entonces.
No, porque sino de qué manera vamos a formar un público con otro tipo de mirada más crítica. Tenemos que hacerlo pero también se necesita subvenciones.
¿Consideras que el mundo del arte se está volviendo frívolo tal como dijo el crítico Luis Lama?
Yo pienso que el arte es una manifestación que, si es auténtica y genuina en su creación, no va a ser frívola. El espectáculo, la mercantilización y el sistema de libre mercado que produce cosas en serie pueden volverse frívolos.
¿Qué se viene para Ópalo este año?
En abril tenemos El Gran Teatro del Mundo, en el que volveré a actuar. En setiembre dirigiremos un montaje junto a la PUCP. Además, tenemos nuestro octavo taller de formación teatral que durará todo el año.