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Cultura

IDENTIKIT IDEOLÓGICO Y POSIBLE PLAGIO ENTRE «EL JUEGO DEL CALAMAR» Y LA NOVELA «MATAGENTE»

Los parecidos entre El Juego del Calamar y Matagente no estaría solo en el plano de los títulos (juego de niños) o del género gore, sino en lo ideológico, en la esencia que sostiene tanto la novela como la serie de Netflix: crítica social, homofobia, xenofobia, crítica al fracaso de una sociedad donde los trabajadores, incluido a profesionales, no tienen otra salida que matar o matarse entre ellos. Y como último recurso está el juego que los puede religar y, claro, donde pueden también perder todo.

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Después de recibir muchas llamadas y correos de amigos escritores sobre la similitud de mi novela Matagente y la famosa serie de Netflix El Juego del Calamar y después de revisar varias veces dicha serie y consultar con especialistas en el tema, paso a decir lo siguiente:

Para hacer una computadora, primero se inventó la electricidad, los parlantes, el televisor, etc.  Así como para fabricar una bomba atómica primero se tuvieron que inventar los detonantes, el uranio enrarecido, el plutonio, entender las reacciones en cadena, fisión y fusión nuclear, etc. Asimismo, El juego del Calamar (EJDC) –o The Squid Game–, la controversial serie de Netflix, ha tenido sus propios antecedentes, no solo el cine de terror o películas como Rojo y Azul o los cómics japoneses, Battel Royale, Alice in Borderland y As The Gods Will, sino también habría tenido la influencia de libros como Matagente, una novela gore escrita en Perú por este servidor, donde el juego de niños está presente y donde hasta los personajes que mueren son delincuentes, perdedores, gente de malvivir que están fuera del sistema o el detritus de una sociedad. Eso aparte que trata –tanto la novela como la serie– de la pérdida de inocencia, conflicto de clases sociales y las exigencias de vivir en un sistema capitalista. 

Y es que leer Matagente no sería difícil para un profesor de Cultura Global  como es Hwang Dong-hyuk, el director de origen surcoreano de EJDC, quien ha ido a estudiar a Estados Unidos. Aquí dejo constancia de la presencia de Matagente en las bibliotecas universitarias de EU: https://www.worldcat.org/title/matagente-manual-de-autoayuda-para-cometer-un-crimen/oclc/820836184?fbclid=IwAR0Qu03QhZG6tyTsIkxbYLn35GsCb8YK8dj6BU-XtqkU3Ko0veV8IfMoPio.

Publiqué mi novela gore Matagente en 2012, donde lo más resaltante es la cuestión lúdica, no solo por el asunto del “manual” (“Manual para cometer un crimen”, tal y como consta en el subtítulo), sino porque siendo un libro sobre asesinatos lo vincula con el juego de niños: matagente; y en varias páginas se desarrolla esta idea enlazada al divertimento, la distracción y el recreo a los crímenes. Cuestión que también hace El Juego del Calamar. Y la similitud llega a niveles sorprendentes como en la pg. 169 de Matagente, texto que tranquilamente podría abrir esta serie televisiva que triunfa en más de 90 países y tiene a más de 100 millones de seguidores en el mundo:

“El juego consiste en avanzar hasta donde te lo permitan. Los participantes deberán tomar su posición de combate. En el desarrollo de la performance nos daremos cuenta que todo es cuestión de lanzar el arma blanca o apretar el gatillo sobre la posible víctima. Para eso se tiene que estudiar el caso, revisar el objetivo, calcular los pormenores y tender la trampa. Lo importante es que tenemos a nuestro favor ese elemento táctico llamado ‘sorpresa’. Total, la víctima no sabe que es la ‘víctima’ hasta que empieza a correr la sangre y el juego empieza a tornarse interesante. Es como si estuviéramos en un safari, como si nos hubieran otorgado, por un momento, la condición del león u otra bestia parecida. (…) Cabe anotar que en el juego, uno tiene que apretar y el otro tiene que ceder, ese es el código binario. No hay opción. Hay que tener en cuenta que en este juego quien pone las reglas somos nosotros; por lo tanto, estamos exceptuados de cualquier “daño colateral” o posible pérdida, y solo nos debemos permitir ganar, coronar nuestro esfuerzo con el triunfo. // En caso de que el juego no siga la línea preestablecida todavía hay una posibilidad de redención. Patear el tablero no se debe ver como un acto de cobardía, sino como un último recurso para preservar nuestra preciosa vida. // Al final tenemos que tener en cuenta de que el juego continúa con o sin nosotros.”

Veamos también la pg. 94 de Matagente: “’La caída’ en algunos casos se presenta como un juego lúdico; presionado el botón inicial hay que dejarse maniobrar por el odio, la rabia y la violencia contenida, produciendo una liberación de energía que necesariamente tendrá que buscar a una víctima y como consecuencia a un victimario. La idea del ‘ludismo’ arrastra consigo ciertas reglas que pueden verse afectadas según se desarrollen los hechos, es decir, no es igual si ‘la caída’ me sobreviene con un policía o con un vagabundo, tampoco es igual si me sobreviene en plena vía pública o en un elevador con un ascensorista minusválido, atado a su bando, sin más emoción que lo de sus ojos desorbitados cuando le aprieto el cuello antes de degollarlo sin mayores miramientos.  El juego lúdico es siempre un arma de doble filo, hay que andarse con cuidado, sobre todo porque en este mundo las apariencias engañan y un enano sin pelos en la cabeza podría ser desde un cura hasta un oficial de policía. Y si es verdad que en la calle todos miran a todos, también es cierto que nadie se mete con nadie, es como si en el tablero de ajedrez cada cuadrito no tuviera relación el otro cuadrito y así el tablero-mundo solo fuera una relación inconexa de cuadritos que encuentran su destino dentro a de sus limitados espacios. ‘La caída’ me hizo recordar una vez, mientras le arrancaba la lengua a una vieja odiosa que solía pegarle a su niño, que todo juego tiene sus reglas pero es posible ganar haciendo trampa, es cuestión de tacto, tino y buena suerte, sobre todo esto último que es producto de la intención y de hacer las cosas bien hechas logrando un desarrollo óptimo de nuestros actos con respecto al oficio.”

En Matagente el juego es lúdico, en el JDC el juego es literal. Asimismo tanto la novela como la serie se mueven en un mundo gore de  crímenes, misoginia, homofobia, xenofobia (por ejemplo, cuando habla el paquistaní en la serie) y dentro de tanta miseria humana hay enseñanzas como la del viejo que les dice como tirar de la soga (aunque el viejo terminaría por ser un impostor). Se ve tráfico y manipulación de órganos humanos, algo que también se ve en Matagente. Uno de los personajes de EJDC cuenta que violaron a una muerta (cap 5), lo mismo pasa en Matagente, pg. 141: “Me pareció divertido que esa cabeza solo haya sido un conducto al vacío, un recipiente momentáneo de mis necesidades fisiológicas. Después abrí el refrigerador, saqué los intestinos afuera y me puse a pensar en su funcionalidad”. Pg. 215: “Me acerco por atrás donde también he dejado una obertura. El cuerpo todavía humea y parece tener movimiento propio, pero es el balanceo constante del tecle, casi como un columpio. Y, antes de que empiece el rigor mortis y a enfriarse, empiezo a penetrarla…”.

En el capítulo 6 de EJDC sucede el juego de las canicas. En el Capítulo 7 uno de los personajes dice: “¿Cómo se hacen llamar seres humanos”? Frases y hechos que aparecen en Matagente en diferentes formas y que se puede cotejar con lo que se dice en Matagente, pg. 172: “La muerte hozaba en sus espaldas y la mayoría de estos muertos vivientes quería dejar el último suspiro en un ‘lugar decente’ como si eso los limpiara de toda una vida de precariedades, vejaciones y carencias, y como si de esta forma recuperaran la condición de seres humanos”. Capítulo 9: otro de los personajes dice: “Ella moriría de todos modos, solo elegí acabar con su dolor” que es casi lo mismo que dice el personaje Atoj en un sinnúmero de pasajes: Matagente, pg. 110: “Mi conciencia nunca me permitió caer en la debilidad del arrepentimiento o de la conmiseración. Jamás tuve sentimiento de culpa por los crímenes que cometí. Siempre he pensado que deberían agradecerme “por hacer el bien”.  Matagente, pag. 112: “Toda esa gente estaba muerta y yo tenía que hacer algo. Ese era otro mundo, parecía un campo de concentración, alguien tenía que hacer el trabajo sucio. Llegamos a una avenida ancha en la que al parecer los mundos se dividían. Muchas personas se amontonaron alrededor del carro, el taxista los arreó con una sola frase: ‘a la vuelta, recién he salido a trabajar’, y todos se hicieron a un lado. Noté los brazos de un niño carcomidos por la lepra, ébola, ántrax o alguna enfermedad parecida. No había nada que hacer, era cuestión de tiempo, ya estaba pedido por la muerte. Me hubiera gustado embestirlo con el carro, pero yo estaba al lado, fuera de toda decisión inteligente siendo llevado a ese mundo que no era mi mundo y al que también irremediablemente tendría que destruir o, por lo menos, intentarlo”.

Aquí algunos juegos que se mencionan en la novela Matagente: el juego del trompo: pg. 37: “Entonces cogí mi trompo que adrede lo había dejado en ‘la mesita de noche’ y con la punta del clavo se lo hundí en pleno plexo solar, y luego de hincarla en varios puntos de su pecho, corazón y pulmones inclusive, terminé clavándola en sus dos ojos”.

Baseball, pg. 52: “Mamá estuvo deprimida un tiempo y dijo que soñaba que los dientes se le caían y que alguien parecido a un enano la golpeaba con un bate de baseball”.

Correquetealcanzo, pg. 100: “Detrás de un árbol miraba cómo una niña blanca de trenzas doradas, vestidito rosado arriba de las rodillas y mediecitas de colores, jugaba al correquetealcanzo en la puerta de una cochera; parecía “risitos de oro”, Dorothy o una de las pequeñas de La Familia Ingalls que se había extraviado en esta selva de cemento donde todo puede suceder para suerte de algunos”. (…) El juego consistía en coger a los ‘rivales’ y llevarlos a un lugar en el que estarían protegidos. El que más “rivales” capturaba se hacía acreedor del triunfo. La niña era perezosa, su primitiva sensualidad se dejaba atrapar rápidamente y prefería quedarse sola en la cochera esperando que alguien la viniera a rescatar.”

Canicas, pg. 115: “Acerqué mis uñas a los ojos del león y lo saqué de cuajo: eran canicas verdes.”

Juegos mecánicos, pg. 131: “Recordé al niño del ómnibus, al viejo papagayo, a los ineptos policías y a los histéricos vecinos y me vi a mí mismo como en un juego mecánico en el que era trasladado por brazos ortopédicos a un lugar ignoto”.

Juegos sucios del colegio, pg. 164: “Ellos dictaban las pautas para los “apanados”, “los callejones oscuros”, “los rompepechos”, “los rompeespaldas”, los cachetadones, las lapidaciones y otras bestialidades que se ejercían sobre los menos dotados. “Tuco” y “Tico” sabían cómo zafarse de los problemas, amenazando de mayores golpes y de muerte. Aunque varias veces fueron llevados a la dirección para comparecer por sus malas acciones. Yo mismo me vi la cara con ellos en situaciones de reprensión, pero yo estaba unos pasos más adelante, pensando en cosas mayores, visualizando mi futuro por las cuencas de un cráneo rajado a pedradas, por eso nos hicimos compañeros de ruta; pero era claro que a ellos no les interesaba la inmortalidad y su trato con la violencia era solo coyuntura adolescente, un pasatiempo mientras llegaban las verdaderas responsabilidades”.

Juego de la pelota, pg. 189: “Entonces empecé a patear salvajemente su cabeza como si fuera una pelota de trapo hasta que solo un pellejo amarcigado e infecto sostenía el tronco de lo que parecía un cráneo”.

-Más juegos y/o torturas, pg. 222:

“Soy muy exigente y meticuloso con mis cuestiones personales. De todas formas, tengo una larga lista en orden alfabético, muchas de las cuales no he podido conseguir hasta ahora, porque pertenecen al Medioevo o al oscurantismo y son consideradas casi como reliquias o valiosas antigüedades; entre ellas, y en orden alfabético, están: el aplastacabezas, ideal para necios; el aplastapiernas, para enanos y renacuajos; el aplastapulgares, diseñado para los que se hacen la manicure y la pedicure; el arañador, cuya especialidad es recomendada para los que tienen bello rostro; la atadura, para los que aman la libertad; el azote, para los esclavos de espíritu; el bastinador, para los que tienen aires de artista; la bota española, para los que aman la madre-pútrea; la bola malaya, para los que les gusta jugar con esféricos; el brasero, para los friolentos; el castigo de agua, para los que sufren de hidrofobia; el cepo chino, para los que les gusta tener las manos libres; el cepo simple, para los que les gusta disfrutar de la “libertad”; la cigüeña, para los que aman a los niños; el cilicio, para los ortodoxos y dogmáticos; el cinturón de castidad, para los que no pueden dominar sus ansias; el cinturón de San Erasmo, para los píos; el collar con pesos, para los que les gusta las alhajas; el collar con púas, para los que les gusta exhibir el cuello; las cosquillas, para los que creen en la risa; la crucifi xión, para los estigmáticos y creyentes del basural religioso; la cura de agua, para los negros, simios y todo aquel que tenga la piel sucia; la cuna de Judas, para cualquier “padre de familia”; el desgarrador de senos, para señoritas con implantes mamarios; la doncella de hierro, para todo aquel que tenga pretensiones de realeza; el empalamiento, para gays, transgéneros (LGBT) y otros; la fl auta del alborotador, para adamados y gentuza de dudosa reputación sexual; el frío-calor, para los insensibles; la gota china, para los indoblegables; el garrote, para los que tienen el cuello fuerte; la garrocha, para los enanos; la horquilla, para los esticosos; el horno de pie, para los que andan sin cuidado; el insomnio, para los que duermen mucho; la jaula colgante, para los que aman las alturas; la máscara, para los tímidos o los que sufren de pánico escénico; la melaza, para los que aman la dulzura; el péndulo, para los místicos y practicantes de la magia; la pera, para los sodomitas; la picana eléctrica, para los relajados; la picota del tonel, para los que siempre están en guardia; la posición Shabak, para los sibaritas de la comodidad y el confort; el potro, para los que les gusta domar animales salvajes; el potro en escalera, para los perfeccionistas; la rueda de Santa Catalina, para los religiosos y moralistas; la rueda para despedazar, para los seres íntegros; la ruleta rusa, para los que gustan de las sorpresas o a los que les gusta jugar a la “gallinita ciega”; el sangrado, para los hemofílicos y vampirratas; la sierra, para los masoquistas clásicos; la silla del interrogatorio, para los mudos y seres inferiores de “pocas palabras”; el strappado, para los claustrofóbicos; las tablillas, para los chuecos o los que sufren de genu varu o genu vago; el taburete de sumersión, para los que aman la limpieza del alma; las tenazas, para los que gustan de las exquisiteces; el tormento chino, para los amantes de la cultura asiática; el toro de Falaris, para los que son afi cionados a la tauromaquia; la tortuga, para los lentos y retardados mentales; la tortura del caminante, para los correcaminos y deportistas de “mens sana in córpore sano”; la tortura de la piedra, para los duros de corazón; la turca, para los exóticos; las uñas de gato, para los gustos felinos; la violación, para los castos y vírgenes de mente; el yelmo, para los que gustan de la sobreprotección y los cuidados de mamá y papá, etc., etc.”

Finalmente, los parecidos entre El Juego del Calamar y Matagente no estaría solo en el plano de los títulos (juego de niños) o del género gore, sino en lo ideológico, en la esencia que sostiene tanto la novela como la serie de Netflix: crítica social, homofobia, xenofobia, crítica al fracaso de una sociedad donde los trabajadores, incluido a profesionales, no tienen otra salida que matar o matarse entre ellos. Y como último recurso está el juego que los puede religar y, claro, donde pueden también perder todo. La diferencia con Matagente es que Atoj, el personaje principal, asesina pensando que así está ayudando al mundo al liberar a estas personas sufrientes. Eso aparte de que tanto Matagente como El Juego del Calamar, “son muy violentos, complejos y poco comerciales” (exactamente estas palabras las dijo el director surcoreano Hwang Dong-hyuk sobre su serie). Por lo expuesto y otros, dejo este identikit y posible plagio en manos de mi abogada: Martha Santur de Bieberach,  CAL 51438.

Rodolfo Ybarra 

DNI 09441432

rodolfoybarra@hotmail.com

https://web.facebook.com/rodolfo.ybarra.7/

WhatsApp 967134258

PD: Anexo este artículo del desaparecido escritor Pedro Novoa publicado en 2014 y donde se habla del mismo tópico: infancia, crímenes, pérdida de la inocencia, juegos y otros que implican mi novela Matagente: https://limagris.com/el-desfiguramiento-de-la-infancia-en-la-novela-matagente-de-rodolfo-ybarra/?fbclid=IwAR0RO_lOdNbnGMK1nUBlWa7ZN3ZNQrx4J8N47CKG_jY5KeaEm9Fp8WxDkmQ

EL DESFIGURAMIENTO DE LA INFANCIA EN LA NOVELA “MATAGENTE” DE RODOLFO YBARRA

Pinto Pinto gorgorito, saca la mano del paletito,

¿en qué lugar?, ¿dónde está?

Pinto Pinto gorgorito, hay que matar al pajarito,

¿cuál será?, ¿cuál será?,

¿serás tú…? ¡o tú!   (Bang).

                                                   Canción infantil[1]

La novela de Rodolfo Ybarra, Matagente (2012) trabaja el desfiguramiento de la imagen de la infancia desde el saque. El título nos refiere a un juego infantil, muy conocido en el Perú, donde se coloca a un grupo de participantes entre dos “matadores”, quienes con un balón “matan” a quienes les caiga al azar los balonazos que los sacan del juego. Desfigurado, a través de un proceso de filigrana virtuoso y cruel, Ybarra, impone el mismo título, para deconstruir el significado lúdico y regresarle la connotación criminal, pero a niveles de montaje simbólico.

De golpe, Matagente se convierte en una especie de aparato crítico de una sociedad llena de prejuicios, taras, alienación y estupidez alarmantes que solo merecerían la muerte como un gesto cuasi compasivo. El catalizador es Atoj, personaje que se encarga de llevar a niveles insólitos el juego de matar gente. Ataviado de una especie de antimoral, este personaje se esmera a través de sus “caídas”, momentos curiosamente epifánicos donde consigue conjugar los asesinatos con profundas reflexiones sobre la condición humana.

La desfiguración de la imagen infantil se observa simbólicamente cuando se pregunta sobre el origen de una mosca (el crimen) que transcurre entre lo sórdido y lo ingenuo: “¿De dónde habrá venido? seguro posó sus patas en la caca de algún perro o deslizó su lengua en la fruta de un niño.” (pág. 21)  Esta sordidez es planteada como atávica para la condición, humana. Atoj afirma que desde niño se imaginaba como una parte absurda de un mecanismo absurdo: “De niño imaginaba que este mundo era como un enorme reloj lleno de engranajes imposibles e ininteligibles y yo era ese segundero atado a su centro girando sin razón por la explanada de la existencia.” (pág. 26) Atoj desfigura desde la infancia esta concepción del mundo y le asigna no solo otra forma, sino que evidencia una secreta esencia: la mierda.

“Así pasó mi niñez hasta que yo mismo construí un reloj de arena, una hermosa clepsidra que por ciertas coincidencias –creo yo– era lo más parecido al hombre, lo más exacto a su supuesta esencia, al menos en lo que concierne al desgaste constante, la arena que cae; pues, como todos saben, estamos llenos de mierda y eso es lo que reflejamos en cada acto de nuestras vidas (35 toneladas de mierda pasan por nuestro sistema digestivo en una vida promedio), nada escapa a esta maldición viperina, ni siquiera el más asceta o santón de estas tierras puede alejarse de esta categoría: mierda” (pág. 26).

El discurso narrativo configura al protagonista como el clásico niño genio que se desadapta rápidamente de una sociedad carencial y estúpida. Con pinceladas sutiles se desliza los rasgos obsesivos, sicopáticos, entroncados en un temprano despertar mental y sexual. Edípicamente Atoj descubre su sexualidad a través de la imagen materna. Imagen que también se desgarrará en la búsqueda constante de mujeres con las cuáles alternará el sexo, el deseo y el poder. Estará con putas, niñas, y finalmente con un travesti. Este desgarramiento de la imagen de la mujer que termina en la no mujer, en la no madre, llega a su clímax cuando el protagonista secuestra la criatura de una indigente de procedencia andina y la mata salvajemente.

Atoj, especulamos, pretende desgarrar el origen de todo a través de este último crimen. Desgarrarlo para que todo comience de cero. Porque Atoj es gordo, el bebé desnutrido; aunque su nombre tenga origen quechua, él es blanco, racista y el niño es cobrizo y de madre andina; él es clasemediero y el bebé indigente, y finalmente, él es hombre, machista y descubre casi al final que la criatura es mujer. Al acabar con ella, acaba con su antítesis, exige un nuevo inicio a través de la tácita afirmación de su negación.

Es sintomático el uso de un trompo como arma letal. Así como en Los ríos profundos, este juguete artesanal adquiere connotaciones simbólicas entre el zumbido que hace al bailar (zumbayllu) con la asociación de recuerdos y afectos del protagonista. En Matagente, este artefacto infantil se emponzoña, su propia naturaleza con clavo amenazante incluido, nos regresa a lo primario, al odio más elemental. Con esta arma perpetra su primera caída: “Mi primer crimen, simple y lejano, fue con la punta de clavo de un trompo. Todavía conservo la herramienta del delito y el recuerdo de la carne corrompida y agujereada”. El protagonista cree, confía, da por sentado que es inocente a pesar de la evidencia de los efectos de los crímenes endulzados por reminiscencias paternales.

Me veo caminando por una calle solitaria. Mi padre me lleva cogido de la mano. En uno de mis bolsillos guardo un trompo con huaraca. En mi mano izquierda tengo una luz de bengala encendida, cruzamos la pista y antes de llegar a la acera coloco la bengala caliente en el antebrazo de papá. Un grito de dolor retumba en la noche, el eco se esparce y como una ola de arena regresa para cubrirlo todo, para sepultar cada instante de sospechosa felicidad y negar con su silencio de cemento y hormigón cada risa dibujada en los rostros de la inocencia (…). Tengo en mi mano un trompo con punta de acero y apuñalo continuamente un cadáver que se coge de mi inocencia. (pág 85).

Atoj ha envenenado niños en las puertas de los colegios, en los parques, los ha ultrajado, los ha descuartizado, ha hecho mil una atrocidades. Luego de una borrachera, Atoj ha enfrentado una de sus más afiebradas pesadillas, precisamente con niños.

“unos niños me apedreaban y uno de ellos, el más feo y grande, se acercó con un cuchillo y me mutiló la cola, sentí un dolor en forma de descarga eléctrica que se apoderó de mi columna vertebral e inmediatamente empezó a crecerme el miembro cercenado. Trataba de escapar pero era inútil, entonces vinieron más niños feos y con llagas en el cuerpo, parecían provenir de un campo de concentración o algo así, y cada uno con su cuchilla empezó a desollarme lentamente” (pág. 57).

Atoj se siente impotente ante estas agresiones, pero por momentos las disfruta “La crueldad de esos niños me excitaba (pág, 58)” Y a pesar de estar derrotado por este poder onírico, cierto clasismo maquillado con racismo le hace pensar que: “lo único que me preocupaba era que este viaje iría acompañado por niños horribles y no era un buen designio” (pág. 58). Ya despierto, ya curado, ve televisión, en sus películas ve un horror equilibrado, no como en los sueños, sino como esta sociedad ha establecido la ruta de la crueldad. El monstruoso, el poderoso ejerce su poder con el débil, con el indefenso. Sí, con las mujeres y/o con los niños.

“Cambié de canal: un hombre con una sierra eléctrica cortaba en pedazos a una mujer; a su costado, otro hombre gordo y con mirada perversa violaba a una niña, la cual trataba de defenderse con un osito de peluche; el gordo, luego de penetrar vaginal y analmente a la niña, sacó una chaveta de uno de los bolsillos de su pantalón y la apuñaló sin miramientos, luego con el hombre de la sierra se fueron a tomar unas cervezas. Otro canal: Freddy Krueger fileteaba con su manopla de cuchillos a un niño, la sangre embarraba toda la pantalla, luego le abría el vientre a una mujer panzona y la arrastraba por la sala de una casa jalándola de las tripas.” (pág. 69)

La novela propone una suerte de juego de espejos, donde si bien es cierto podría a simple vista odiar y abominar al personaje Atoj, en realidad, es Atoj el que es como líneas arriba se mencionó, el catalizador de una realidad hórrida, sucia y nefasta de lo que se ve, vive y experimenta a diario. No es casual que Atoj decida estudiar Psicología laboral, porque además de analizarse a él como ente de catálisis social, quiere experimentar eso que él canaliza: la podredumbre laboral de un sistema actual. Solo cuando deja de ser niño, Atoj es cruel como un adulto, ejerce una función, una hipócrita forma de ser útil, de “matar” gente embutiéndolos en esa trituradora de carne que es la vida social utilitaria.

La novela es consciente de la crueldad que maneja, Atoj recuerda la cita de Iván Kamarazov cuando dice que la muerte de un niño le hace querer devolver su billete al universo, pero, el muy cretino, no devuelve nada (pág. 104). Atoj no tiene la visión conciliadora y hasta cómoda de la concepción ingenua y candorosa del niño. En este nivel de desgarramiento de la imagen infantil, el protagonista entiende que el horror mayor no es ser un adulto que comete crímenes con toda la carga de arrepentimiento y moralina a cuestas, cree –y creemos– que el mayor volumen de la sevicia es aquella que se ejecuta irresponsable, festiva y lúdica. No quiere a nadie, solo alberga cultivadas sensaciones de desprecio u odio para cualquier atisbo de contacto humano, incluso para con su propio hermano: “para lo único que podría haber tenido contacto con mi hermano sería para trocearle el pescuezo o sacarle los ojos. Perdí mi oportunidad en la adolescencia, quizás en la niñez, y ahora era demasiado tarde.” Atoj es el joven, que algún día será adulto, sin dejar de ser niño-bestia nunca. Y con esos ojos seguirá extasiándose con el crimen.

“Tener diecisiete años no cambia nada, uno aún tiene mente de niño y está obligado a arrastrar un pesado cuerpo de hombre. Yo, por mi parte, me sentía bien porque siempre he pensado que dentro de mí habitan horrorosos monstruos a los cuales no debo amansar sino domesticar, es decir, darle forma a su naturaleza, hallar la razón de su filosa dentadura sin limarla, entender y no corromper ese espíritu exquisito de la alevosía”. ( pág. 110)

Atoj es un transgresor puro, sabe, piensa, cree fervientemente que el mundo está en descomposición sin vuelta atrás, y que su maldad no hace otra cosa que limpiarlo. Ve a gente pordiosera que piensa arrasar con un auto y lamenta no hacerlo. Pero el punto climático es cuando ve a una mujer y un niño subir a un carro a limosnear. Es allí cuando Atoj concede uno de los pocos gestos de humanidad y confianza para con el futuro. No es pesimista, confía, anhela en los ojos de ese niño –muy parecido a él- la posibilidad de un cambio a través de la insumisión. En vez de darle una limosna, le entrega un objeto punzocortante que simboliza la posta generacional en la rebeldía.

La mujer con un hijo encima y el otro al lado avanzó por los asientos estirando la mano en situación de súplica, al pasar por mi costado muchas imágenes pasaron por mi cabeza, algo dentro de mí se enervó, metí la mano al pantalón, estiré la cuchilla del cortaúñas y se lo entregué al niño. En una frenada del ómnibus el niño que traía el cortaúñas en ristre y con la navaja hacia un lado, le cortó la mano a un viejo papagayo que estiraba la mano –a su vez– para entregarle a la señora unas monedas de corta denominación. El viejo chilló y una gotitas de sangre fueron a parar al rostro del niño, que sonrió inocentemente. (pág. 126).

Acostumbrados a contemplar la realidad con panorámicas borrosas, Matagente acerca el lente en primerísimos planos. Y claro, nos deja pasmados, absortos, y tirados en el piso. Gesto que se agradece, porque quién sino esos artefactos artísticos que nos regresan a los desolados fueros de nuestra patraña diaria de civilizados y ascendentes morales, quién sino esos artefactos artísticos como Les Cent Vingt Journées de Sodome, ou l’École du libertinaje, o  Venus im Pelz que vienen a arrasar y dejar sin piso  a cualquier aparatito moral que se les resista. Matagente, llega con la misma contundencia, amparado por el cine Gore, por la cultura yanqui de Serial Killers, por la brutalidad reactualizada del paleolítico inferior, por el guiño de la crudeza quechua, por el panorama postnuclear de Lima la horrible, y finalmente, por el santo y seña de un juego de niños-bestias que como en la entrada del Infierno de Dante, nos exige dejar afuera, la esperanza. Están advertidos.

[1] Canción infantil que cierra la novela Matagente.

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Rodolfo Ybarra. Ha estudiado matemática pura, física, electrónica y comunicaciones. Ha publicado una veintena de textos entre novelas, cuentos, poemarios y ensayos. Ha dirigido un programa de televisión de contracultura y política, y editado revistas y fanzines. Se expresa también vía el vídeo y la música. Desde el 2007 maneja el blog www.rodolfoybarra.blogspot.com.

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Cultura

Trabajadores del Ministerio de Cultura de Cusco anuncian la toma de Machu Picchu [VIDEO]

La ciudadela inca se encuentra en una lista negra y a punto de ser tomada por los propios trabajadores del Ministerio de Cultura del Cusco ante la inoperancia del ministro Fabricio Valencia.

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La problemática del Ministerio de Cultura se intensifica. No solo hay cuestionamientos contra el ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja. Además, los empleados de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco, exhaustos y humillados, claman a la presidenta Dina Boluarte que lo reemplace. Y como si el drama fuera aún poco, lo último que se sabe es que estos trabajadores planean tomar Machu Picchu. No por vandalismo, sino por desesperación. Porque el Estado los ha dejado solos, igual que al Santuario.

A esto se suma que Machu Picchu ha sido incluida en la lista negra por el portal Travel and Tour World, que recomienda no visitar la ciudadela inca.

Mediante una comunicación telefónica, Andy Ancasi, representante del Sitracas, nos da todos los detalles de lo que viene sucediendo en Cusco.

Aquí el video del programa.

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Cultura

Julio Barco Premio Juegos Florales de la UNI

El poeta peruano recibe reconocimiento en los Juegos Florales Túpac Amaru de la UNI.

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En una ceremonia cargada de símbolos y solemnidad, el poeta Julio Barco fue galardonado con el segundo puesto en los Juegos Florales La Familia Túpac Amaru, organizados por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), una de las instituciones académicas más prestigiosas del Perú. El reconocimiento fue acompañado por un premio de S/. 4,000 y una ovación cálida por parte del jurado, autoridades y asistentes.

La distinción no solo celebra el talento literario de Barco, sino también la creciente necesidad de reconciliar la ciencia con la sensibilidad, la técnica con la poesía. Que una universidad dedicada históricamente a la formación de ingenieros rinda homenaje a la palabra escrita es, sin duda, un signo de que el arte aún pulsa en los espacios más racionales del país.

Con más de treinta libros publicados, Julio Barco ha construido una obra intensa, vital, crítica. Su participación en este certamen reafirma su compromiso por llevar la poesía al centro del debate cultural peruano. «Este premio me impulsa —dijo al recibir el reconocimiento—. Tengo tantos proyectos para revolucionar el arte en nuestro país. La poesía no ha muerto, solo está esperando que le hablemos desde otro ángulo».

El evento se realizó el 27 de junio de 2025 en el campus principal de la UNI. La entrega de premios fue precedida por palabras de homenaje a la familia Túpac Amaru, símbolo de lucha, dignidad y resistencia cultural —valores que resuenan también en la poesía de Barco—.

Con esta distinción, el autor de Me da pena que la gente crezca y Cantar de Chancay suma un nuevo capítulo en su incansable travesía por devolverle a la poesía peruana su fuerza originaria.

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Cultura

MINCUL: La cuestionada designación del CAS de Karla Alarcón

¿Cómo ganó el concurso? la arqueóloga Alarcón no cumple con el requisito clave: haber dirigido intervenciones arqueológicas. Su experiencia se limita al trabajo técnico de oficina dentro del Ministerio de Cultura, sin evidencia de liderazgo en campo ni dirección de PMA, evaluaciones o gestiones de CIRA.

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La convocatoria CAS N.° 216-2025-MC, lanzada en abril de 2025 por el Ministerio de Cultura (Mincul), tenía como objetivo contratar a un(a) Coordinador(a) para la Dirección de Certificaciones. Se trataba de un puesto clave, pues esta dirección es responsable de coordinar, planificar y ejecutar acciones orientadas a preservar, proteger y conservar el patrimonio arqueológico inmueble del país.

Fuente: Mincul.

Entre sus principales funciones, figura la revisión, aprobación y seguimiento de Certificados de Inexistencia de Restos Arqueológicos (CIRA) y de los Planes de Monitoreo Arqueológico (PMA), documentos indispensables para el desarrollo de proyectos de inversión pública y privada.

Concluido el proceso en mayo, la arqueóloga Karla María Alarcón García fue anunciada como la ganadora del concurso. Hasta ahí, nada fuera de lo común. Sin embargo, una revisión detallada de los requisitos y de la trayectoria de la ganadora revela una serie de inconsistencias que comprometen la transparencia del proceso y siembran dudas sobre su legitimidad.

¿Se cumplían los requisitos?

El perfil exigido para el cargo incluía, como mínimo, título universitario en arqueología con colegiatura vigente, formación complementaria en gestión o patrimonio cultural, así como experiencia general de al menos siete años en el sector público o privado. Más aún, se pedía una experiencia específica de al menos cuatro años en funciones vinculadas al cargo, o tres años en el sector público en áreas similares. Pero lo más importante: el postulante debía acreditar dos años de experiencia en la dirección de Planes de Monitoreo Arqueológico y/o Proyectos de Evaluación Arqueológica y/o gestión de CIRAs.

Karla Alarcón no cumple con requisitos de 2 años como directora de PMA y CIRA.

Este último punto no es un detalle menor. Se trata de un filtro clave, pues quien asume la coordinación de la ‘Dirección de Certificaciones’ debe tener conocimiento de campo y experiencia comprobada en dirigir intervenciones arqueológicas. No basta con conocer los documentos, hay que haber estado en terreno. De otro modo, resulta inviable liderar técnicamente la instancia más estratégica del sector.

¿Y cómo pasó Karla Alarcón la evaluación?

Según los documentos revisados, la arqueóloga Karla Alarcón no cumple con el requisito específico de haber dirigido intervenciones arqueológicas. Su experiencia laboral no evidencia dirección alguna de PMA, proyectos de evaluación ni gestiones de CIRA en campo. Es más, su trabajo ha sido siempre de oficina, como técnica dentro del propio Ministerio. Sin embargo, en su ficha de postulación, consignó haber ejercido la “gestión de CIRAs”, una frase y/o formulación ambigua que se asemeja a una leguleyada y parece haber sido suficiente para que pasara la evaluación curricular, etapa que por norma es eliminatoria.

Karla Alarcón se amparó en una palabra, para validar su postulación.

Aquí surge la primera gran interrogante: ¿cómo validó el comité evaluador esa experiencia? ¿Desde cuándo dar conformidad a documentos administrativos desde un escritorio equivale a dirigir una intervención arqueológica en el campo?

La respuesta no es técnica, es política. Lo que aquí se ha validado es una interpretación forzada del término “gestión”, que abre peligrosamente la puerta para que personas sin experiencia real en campo postulen y ganen puestos clave, mientras otros profesionales con trayectoria probada quedan fuera.

Una plaza con nombre propio

El contexto del concurso no ayuda a disipar las dudas. Según fuentes cercanas al proceso, la convocatoria habría estado originalmente dirigida a Ruth Quispe Calderón, amiga cercana de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales, Moira Novoa Silva. Sin embargo, ante la filtración de esta información, se habría descartado ese nombramiento para evitar un escándalo mayor. Como alternativa, se habría optado por Karla Alarcón, quien ya se desempeñaba como directora encargada de la Dirección de Certificaciones y, por tanto, era una figura “de confianza” dentro del sector.

Viceministra Moira Novoa, la misma que firmó la Resolución Viceministerial para el recorte de las Líneas de Nasca y Palpa.

En este punto, el proceso se vuelve aún más cuestionable. La convocatoria fue ganada por Luis Felipe Mejía Huamán, pero mediante una fe de erratas se corrigió el resultado, otorgándole el puesto a Alarcón García en calidad de accesitaria. Mejía no habría llegado a firmar el contrato, y en un giro curioso pero conveniente, Alarcón asumió el cargo de forma oficial, pasando de ganar S/4,500 a más de S/11,264 mensuales.

El CAS fue ganado por Luis Felipe Mejía Huamán, pero luego corrigieron el resultado.

¿Quién dio la orden?

La pregunta es inevitable: ¿quién intervino para asegurar que Karla Alarcón se quedara con el puesto? Todo apunta a decisiones tomadas desde las más altas esferas del Mincul. Tanto la Oficina General de Recursos Humanos como la Alta Dirección —es decir, el ministro Fabricio Valencia y la viceministra Moira Novoa— estarían al tanto del proceso. Con el nombre de Ruth Quispe ya comprometido, y para no arriesgar la llegada de un profesional externo, se habría optado por consolidar a una figura que ya venía ejerciendo el cargo sin concurso y que, además, respondería fielmente a los intereses de quienes manejan el sector.

El 11 de junio convocaron como ganadora a Karla Alarcón García.

El cargo más codiciado

No se debe olvidar que la Dirección de Certificaciones es la joya de la corona del Ministerio de Cultura. Por esa oficina pasan todos los proyectos de inversión del país que requieren una evaluación arqueológica previa: minería, infraestructura, hidrocarburos, construcción, telecomunicaciones. Cualquier obra pública o privada necesita un CIRA o un PMA. Es decir, quien dirige esa oficina no solo tiene poder técnico, sino capacidad de incidencia en decisiones multimillonarias.

Por eso resulta tan preocupante que el proceso de selección no haya sido riguroso, ni transparente. En lugar de optar por la meritocracia, se ha preferido perpetuar prácticas que favorecen el amiguismo y el control político de una dirección técnica. Y si se valida como experiencia el trabajo administrativo desde una oficina, pronto veremos a otros funcionarios, sin experiencia real, disputando cargos estratégicos bajo el mismo criterio.

¿Y ahora qué?

Lo ocurrido en la convocatoria CAS N.° 216-2025-MC debe ser revisado con seriedad por los órganos de control del Estado. No se trata solo de un concurso más, sino de un proceso que compromete la legitimidad del sistema de contrataciones públicas, la credibilidad del Ministerio de Cultura y, sobre todo, la adecuada protección del patrimonio arqueológico del país.

Porque si quienes deben garantizar la conservación del patrimonio no saben ni siquiera cómo se ejecuta una intervención en campo, ¿Qué nos queda como ciudadanos? Solo mirar desde lejos cómo el poder se distribuye a puertas cerradas, mientras las formas legales se ajustan, como siempre, al tamaño de los intereses.

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Cultura

Machu Picchu en la lista negra: el precio de la desidia

Machu Picchu, orgullo milenario del Perú, se tambalea bajo el peso de su propio éxito: hoy, más que una joya cultural, es una advertencia global sobre el turismo desbordado.

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El esplendor de Machu Picchu, esa ciudadela suspendida entre la niebla y el abismo, ha dejado de ser solo un símbolo de orgullo nacional para convertirse, lamentablemente, en ejemplo de lo que ocurre cuando el patrimonio se subordina al lucro. La reciente inclusión del santuario inca en la lista de destinos que “ya no valen la pena visitar”, elaborada por la publicación internacional Travel and Tour World, es mucho más que una advertencia: es un grito de auxilio.

Junto a destinos igualmente emblemáticos como Venecia o Bali, Machu Picchu aparece ahora en un índice vergonzoso: el de los sitios donde el turismo masivo ha comenzado a erosionar lo que una vez se admiró. Las razones son contundentes: sobresaturación de visitantes, tarifas desproporcionadas y un impacto ambiental alarmante. A ello se suma la advertencia de la Unesco, que evalúa declararla Patrimonio en Peligro si el Estado peruano no actúa con urgencia y decisión.

No es una exageración. Según informes recientes, rutas diseñadas para no recibir más de 450 personas al día han llegado a registrar hasta 700 ingresos. El resultado es predecible: senderos desbordados, piedras milenarias al borde del colapso y una experiencia cada vez más parecida a la de una feria caótica que a la contemplación sagrada de un legado ancestral.

La Contraloría General de la República, por su parte, ha emitido un informe demoledor: aforos incumplidos, ausencia de fiscalización y una Aguas Calientes convertida en una máquina de exprimir turistas, donde los precios suben, pero la calidad se desploma.

El problema, claro está, no es el turismo, sino su pésima gestión. Especialistas en conservación han exigido una reestructuración del sistema de ingreso, la implementación de límites reales y no simbólicos, y un nuevo modelo de turismo sostenible que reconcilie el desarrollo con la protección. No se trata de clausurar el acceso a la maravilla, sino de salvarla de su propia fama.

La inclusión de Machu Picchu en esta lista negra debe interpelarnos como país. ¿Vamos a permitir que uno de nuestros mayores legados se pierda en manos de la improvisación y la codicia? ¿O tendremos, al fin, el coraje de actuar antes de que la historia nos pase la factura?

Mientras tanto, el ministro Fabricio Valencia continúa en su búnker solucionando sus problemas y haciendo seguimiento a la investigación de la fiscalía por el caso Shirley Hopkins.

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Cultura

Ministerio de Cultura de Ica: ¿concursos CAS a medida?

Nuevas movidas en la DDC de Ica buscan coronar la dedocracia.

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Por Luis Huertas

Desde hace años, las convocatorias CAS en el Ministerio de Cultura, tanto en la sede central como en sus Direcciones Desconcentradas, han sido señaladas por beneficiar a personas del entorno de confianza de ciertos funcionarios. Lo preocupante es que esta práctica no parece detenerse, y ahora el foco está sobre la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Ica.

Surgen preguntas inevitables: ¿Desde cuándo la DDC Ica ha sido terreno fértil para estas maniobras irregulares?, ¿A quién favorecen realmente estas contrataciones?, ¿Por qué en medio de la grave crisis por las Líneas de Nasca, se lanza una convocatoria que despierta tantas sospechas?

Primer intento: CAS N°072-2025-MC

El 4 de febrero de 2025, se publica en la web del Ministerio de Cultura un concurso CAS para cubrir el cargo de subdirector/a de la DDC Ica. El puesto exigía un perfil técnico exigente, con experiencia específica, título en arqueología y colegiatura vigente. El sueldo: S/ 6,906 nuevos soles. Todo parecía estar en regla, hasta que el concurso desapareció.

Fuentes internas revelaron que, el concurso fue retirado tras una denuncia desde la misma DDC Ica, advirtiendo que la subdirección es un cargo de confianza y no debería concursarse vía CAS. Así, el proceso fue abruptamente anulado. Coincidentemente, semanas después, el entonces director Alberto Martorell presentó su renuncia mediante Resolución Viceministerial N° 069-2025-MC. ¿Este CAS era algún premio, orquestado por algunos “amiguitos” para cierto funcionario de la sede Ica? Y todo con el aval del ex director Martorell, hoy involucrado en algunos chats internos con el ministro Valencia. Luego de su renuncia, asume el abogado Víctor Injante la dirección de la DDC Ica y, sorprendentemente, se vuelve a insistir con el mismo CAS pero maquillado con otras aristas.

Fuente: Ministerio de Cultura.

Segundo intento: CAS N°296-2025-MC

El 10 de junio —en plena tormenta por la reducción del área protegida de las Líneas de Nasca y la crisis de gestión en la DDC Ica— se lanza una nueva convocatoria. Esta vez, el puesto se denomina “Coordinador/a de Subdirección de Patrimonio Cultural, Industrias Culturales e Interculturalidad”. En la práctica, el mismo cargo de subdirección, pero con otro nombre. Lo curioso es que los requisitos ahora son más flexibles:

  • Experiencia general: de 6 a 5 años
  • Experiencia específica: de 4 a 3 años
  • Experiencia en el sector público: de 3 a 2 años
  • Sueldo: de S/ 6,906 a S/ 6,000

Fuente: Ministerio de Cultura.

Como para hacerlo más accesible, solo se exige haber sido “especialista” durante un año. ¿Coincidencia? Difícil de creer. Todo apunta a que, presuntamente, esta nueva convocatoria estaría hecha a medida para la actual subdirectora Jeanette Gutiérrez, quien pasaría de ganar S/ 3,000 a S/ 6,000, con una plaza concursada y mayor estabilidad. Algunos señalan que podría incluso pedir licencia sin goces de haber, de su puesto actual y postular, sin riesgo alguno. Desde hoy se puede postular a este CAS, y todo puede pasar.

Fuente: Ministerio de Cultura.

¿Puestos a la carta?

Lo más preocupante es el trasfondo: ¿Por qué insistir tanto en este puesto? ¿Por qué reducir los requisitos? ¿Por qué en medio de una crisis de credibilidad en la gestión cultural? La DDC Ica no necesita una coordinación adicional, ya que la actual subdirectora cumple esas funciones. Entonces, ¿por qué insistir?

Mientras los titulares nacionales apuntaban al escándalo de las Líneas de Nasca, en silencio se gestaba una convocatoria que huele a favoritismo. El patrón es claro: flexibilización de requisitos, coincidencias con cargos en funciones, y beneficios personales.

Una llamada a la reflexión

Este tipo de maniobras no son nuevas en el aparato estatal, pero es hora de ponerle freno. Si el Estado sigue siendo usado para beneficiar a ciertos círculos de poder, sin meritocracia ni transparencia, estamos condenando la institucionalidad.

La ciudadanía exige respuestas, pero sobre todo decencia en la gestión pública. Desde Lima Gris seguiremos vigilantes. Porque el patrimonio no solo se protege en el terreno, también se defiende en la transparencia de quienes lo administran.

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Cultura

Presentación del libro «El misterio de las aves kanchu» de Lizbeth Pretell Romero

El miércoles 25 de junio en la Casa de la Literatura Peruana se presentará el libro “El misterio de las aves kanchu” de Lizbeth Pretell Romero, gestora cultural e investigadora luriganchina, y publicado por el sello editorial Jukucha Ediciones.

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Este libro nos permite conocer la historia de las aves kanchu, míticas aves sagradas de quienes se toma el nombre para crear el vocablo Rurikanchu, que a su vez da origen a la denominación del distrito de San Juan de Lurigancho. Un relato que muestra personajes y hechos con trascendencia histórica y ficticia; fruto de una investigación basada en los manuscritos del padre Francisco de Ávila, el libro “Ritos y tradiciones de Huarochirí”, así como en evidencias arqueológicas halladas en el distrito.

El proyecto fue concebido desde el área de museo del Centro de Cultura, Recreación y Educación Ambiental Huiracocha (CREA Huiracocha), el cual estuvo ubicado en el parque zonal del mismo nombre en el distrito de San Juan de Lurigancho. La sala permanente Ruricancho, más conocida entre sus pobladores como el museo de San Juan de Lurigancho, tuvo como propósito difundir y revalorizar la historia del distrito (ubicado en un territorio con aproximadamente 11 000 años de historia) entre sus pobladores y el público en general, mediante visitas guiadas y talleres de educación patrimonial. Gracias a estas actividades y de manera lúdica, se realizaron también jornadas de cuentacuentos para niños, con relatos basados en la historia de la comuna.

En la presentación participarán Lizbeth Pretell Romero, autora del libro; Ricardo Puga Huamán, ilustrador; y Alan Concepción Cuenca, bibliotecólogo. Además, se contará con la participación especial de Gerardo García Chinchay, director de la Dirección de Lenguas Indígenas del Ministerio de Cultura del Perú. La cita es el miércoles 25 de junio a las 6:30 p.m. en el auditorio de la Casa de la Literatura Peruana, ubicada en jirón Ancash 207, Centro Histórico de Lima. Ingreso libre con aforo limitado.

El libro podrá ser adquirido el mismo día de la presentación o a través de las redes sociales de la organización cultural Quebrada Canto Grande.

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Escándalo en el Ministerio de Cultura: ¿Un Convenio  Extraterrestre?

Desde Cusco exigen la anulación del convenio y denuncian la incongruencia del Ministerio de Cultura.

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Un nuevo escándalo remueve los cimientos del Ministerio de Cultura del Perú. El 24 de septiembre de 2024, esta institución firmó un convenio con la Asociación Pi Rambla Heritage, dirigida por el conocido español Anselmo Pi Rambla. ¿El propósito? Avalar “investigaciones” que rozan la pseudociencia, en sitios arqueológicos del Cusco.

Pi Rambla sostiene que los muros del Coricancha datan de hace 4000 años y fueron construidos por una «sociedad solar, intraterrestre». Afirmaciones sin sustento arqueológico, que niegan el legado de los pueblos andinos, y reescriben la historia con relatos místicos de civilizaciones perdidas y leyendas celtas. El retorno de su proyecto “Avalón en los Andes”, impulsado hace más de dos décadas, plantea serias amenazas al patrimonio cultural peruano, disfrazadas de exploración científica.

Sorprendentemente, el convenio fue realizado por el exdirector de la DDC de Cusco, Régulo Gilberto Franco Jordán, quien luego de firmar mencionó: “Mediante este convenio estamos impulsando la investigación interdisciplinaria para continuar ampliando los conocimientos de las culturas pre incas e inca que habitaron en la ciudad de Cusco”.

Cuestionado arqueólogo Régulo Franco.


Desde Cusco señalan que esto no se trata de un simple debate académico. Es una ofensiva simbólica que intenta reemplazar la historia real de las civilizaciones precolombinas con relatos foráneos sin base científica. Es una forma de neocolonialismo cultural. El Ministerio de Cultura, en lugar de rechazar estas ideas, ha abierto las puertas a una organización esotérica que ya ha causado daños documentados al patrimonio.

Páginas 26 y 27 de la revista Mas Alla, correspondiente al N°144/ 2/ 2001, nótese a Anselm Pi presidente de la empresa Boric Ruz SAC , el buscador del Avalón.

Entre 2001 y 2003, Pi Rambla lideró excavaciones en Cusco en busca de «tesoros», actividades que terminaron siendo denunciadas por el propio Instituto Nacional de Cultura ante la UNESCO. Aquella intervención fue paralizada por los daños que generó, pero hoy, más de 20 años después, se le otorga nuevamente carta blanca para operar.

La Asociación de Comunidades Campesinas del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán ha levantado la voz. Exigen la anulación del convenio y denuncian la incongruencia de un Ministerio que se supone custodio del patrimonio, pero que termina validando delirios ufológicos. ¿Qué intereses se esconden detrás de esta decisión?

Amselmo Pi excavando Coricancha.

¿Red de corrupción y destrucción Patrimonial?

El problema no es nuevo. El 14 de diciembre del 2000, el diario El Comercio denunció que Boric Ruz S.A.C., empresa vinculada a Pi Rambla, realizaba intervenciones destructivas en el Coricancha. En lugar de sancionar, el Estado salió a defender. Luis Enrique Tord, entonces director del INC, viajó a Cusco a justificar las acciones de la empresa, desestimando las advertencias de profesionales del propio ministerio, entre ellas la destacada antropóloga Arminda Gibaja, madre del actual ministro de Cultura.

¿Qué clase de funcionario defiende a quien atenta contra uno de los templos más importantes de la civilización inca? La respuesta puede encontrarse en la densa red de favores y corrupción del gobierno fujimorista.

Hay más. Pi Rambla, en sus declaraciones, decía estar tras “un inmenso tesoro” oculto en el Coricancha. Poco después, en octubre del 2000, Vladimiro Montesinos huía del país en el velero Karisma, que unos años antes había sido propiedad de Anselmo Pi pero terminó en manos de José Lizier Corvetto. ¿Coincidencia? Cuesta creerlo. Lo que se dibujaría es un entramado de encubrimiento y complicidad que permitió a Pi actuar con total impunidad.

Este caso no solo revela negligencia institucional. Devela un patrón: la permisividad del Estado frente a intereses personales que se disfrazan de investigación, mientras destruyen, roban y tergiversan. Es urgente saber quiénes autorizaron este nuevo convenio y por qué. Sabemos que Régulo Franco recibió la orden pero ¿Quién ordenó?

No se trata de una simple polémica académica. Es una agresión directa contra nuestra historia, una amenaza al patrimonio y una muestra del desprecio por la verdad histórica. El Perú no necesita buscar Avalon. Necesita proteger Machu Picchu, Sacsayhuamán y el Coricancha. Y necesita, sobre todo, autoridades que entiendan la diferencia entre ciencia y superstición.

Piden que convenio sea derogado

Mediante un oficio enviado al ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja el 03 de enero pasado, la Unión de Comunidades de Indígenas del Parque Arqueológico Sacsayhuamán señaló: «Hemos tomado conocimiento que la persona que ha firmado el convenio y es el que dirige dicha asociación es el señor Anselmo Pi, quien en el año 2000 junto con el arqueólogo Ernesto García Calderón puso en peligro el templo de Santo Domingo por hacer excavaciones de manera indiscriminada, por tal motivo el Instituto Nacional de Cultura suspendió dichas excavaciones«.

Además, agregan: «No es posible que el Ministerio de Cultura se esté prestando para avalar cuestiones de ufología, lejanas de la ciencia académica de la arqueología. Por tal motivo, pedimos señor ministro, que dicho convenio sea derogado, así también solicitamos que no se le dé ningún permiso de excavación a la referida asociación».

Primero fue el recorte de las Líneas de Nasca y Palpa, ahora nos quieren sorprender con un convenio.

Mientras todo esto ocurre, el ministro de Cultura Fabricio Valencia Gibaja se niega a dar una entrevista a Lima Gris.

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Diego Lazarte presenta su novela “Última salida de Palomino”

El autor conversará con Mónica Delgado Ch. este sábado 28 de junio a las 6.00 p. m. en la Librería de Lima.

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En Última salida de Palomino, Kennedy, su joven protagonista, ve alterada su tranquilidad con la llegada de Dulcinea, un personaje tan excéntrico como inquietante, que habla con impostado acento español, y que irrumpe en su casa y transforma su rutina en una lucha por recuperar su espacio. Con una prosa cargada de imágenes urbanas, humor corrosivo y referencias al cine slasher y la cultura pop, esta novela nos invita a recorrer una Lima mítica, marginal y brutalmente desbordada por la violencia de sus habitantes.

El escritor Diego Lazarte presentará su primera novela junto a la crítica de cine, comunicadora social, docente universitaria y directora de Desistfilm Mónica Delgado Ch. este sábado 28 de junio a las 6.00 p. m. en la Librería de Lima, Jr. Cailloma 843, Centro Histórico de Lima. El cierre musical estará a cargo de la banda de indie rock Electroma.

Sobre la novela, el escritor español Alberto Girao ha dicho: “Escrita con una valentía impropia de una primera novela, Lazarte combina gracejo quijotesco y desenvoltura quinqui para componer una obra memorable y divertida. El lenguaje se tensa en la impureza, articula argot, videojuegos o cinefilia; todo ello ensamblado en diálogos ingeniosos y frenéticos. Y, al fondo, siempre Lima: paisaje crudo sobre el que se tejen los retratos de personajes tiernos e incisivos a partes iguales”.

Por su parte, la escritora Paloma La Hoz, afirma: “Es una novela sobre crecer entre ruinas, reírse del caos y encontrar ternura en lo improbable. Poblada de antihéroes de los márgenes limeños, para quienes perderse no es un error, sino el único camino posible. Porque en esta ciudad, sin el humor como forma de resistencia —como diría La Polla Records—, no somos nada”.

Diego Lazarte (Lima, 1984) retornó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos luego de dos lustros, y amenaza con egresar de la Escuela de Derecho y vestir ternos en 2025. Ha transcurrido veintidós años desde La clavícula de Salomón, su ópera prima en poesía, y dos desde la reedición de su séptimo libro, Calaveras retóricas, publicado en México. Aprendió a escribir esta novela leyendo a Dostoyevski y viendo maratones de películas slashers y de serie B, durante su autoexilio en el piso 15 de un condominio en Lima Norte.

Actualmente es director del Festival de Poesía de Lima y de la productora audiovisual Cinemapoesía. Tiene en desarrollo documentales sobre los poetas peruanos Enrique Verástegui, José Ruiz Rosas y Juan Cristóbal.

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