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Opinión

Fortunato Quesada gana litigio a la Cancillería en la Corte Suprema de Justicia

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Por Rafael Romero Vásquez

En calidad de primicia accedimos a la Casación N° 18558-2024 evacuada por la Primera Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República, que falló en materia de un Procedimiento Administrativo realizado en la Cancillería, declarando “IMPROCEDENTE el recurso de casación interpuesto por el Procurador Público Adjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores, mediante escrito del 02 de mayo de 2024, contra la sentencia de vista del 14 de marzo de 2024, emitida por la Novena Sala Laboral Permanente de la Corte Superior de Justicia de Lima”.

Ese recurso de casación lo presentó el citado procurador público contra la sentencia del 14 de marzo del 2024 emitida por la Novena Sala Laboral Permanente de la Corte Superior de Justicia de Lima, que confirmó la sentencia apelada del 20 de setiembre del 2023, que declaró fundada en parte la demanda del embajador Fortunato Quesada interpuesta en la vía contenciosa administrativa, solicitando la nulidad de la Resolución Ministerial N° 0791-2018-RE, que declaró infundado el recurso de apelación presentado contra la Resolución Vice Ministerial N° 0373-2018-RE y así se deje sin efecto la sanción administrativa disciplinaria de destitución que se le impuso por los cargos de maltrato laboral, falsificación de un documento oficial y haberse ausentado sin permiso por un período de dos días; y, reformándolo, peticionó que disponga la sanción de suspensión por un período no mayor de 12 meses.

En cuanto atañe a la Cancillería, esta propuso como causas de su recurso la inobservancia de la garantía constitucional de carácter procesal a la tutela jurisdiccional efectiva establecida en el inciso 3) del artículo 139° de la Constitución Política, señalando que se vulneró su derecho al contradictorio y la tutela jurisdiccional efectiva, en cuanto el Colegiado Superior no consideró ni analizó los agravios expuestos en el recurso de apelación contra la sentencia del A quo. Igualmente, agregó que se afectó su derecho a la igualdad sustancial en el proceso, pues la Sala se pronunció sobre situaciones jurídicas que no han sido materia de controversia y actuación probatoria, afectándose además su derecho a probar.

También argumentó la inobservancia de una norma legal de carácter procesal sancionada con la nulidad, con supuesta infracción al principio de congruencia procesal establecido en el inciso 4) del artículo 122° del Código Procesal Civil, argumentando que se emitió la sentencia de vista sin pronunciarse sobre los agravios formulados en la apelación. Además, sostuvo la Cancillería que se valoraron hechos que no son objeto de la controversia y que se amparó una pretensión no contenida en la demanda; y dizque no se valoró de manera conjunta los medios probatorios actuados que obran en el expediente administrativo disciplinario, con las cuales se acredita la legalidad del procedimiento y de las resoluciones que sancionaron con la destitución al demandante. También manifestó una supuesta ilogicidad de la motivación de la sentencia de vista, indicando que la Sala superior erró en su razonamiento, violentando las reglas de la lógica, afectando su derecho a la motivación de las resoluciones judiciales, en cuanto inobservó el principio de congruencia procesal entre las pretensiones de la demanda y lo decidido.

No obstante, la Corte Suprema, analizado lo reseñado en los párrafos precedentes, evidenció que el procurador de la Cancillería presentó una argumentación muy genérica, como si se tratara de un recurso de apelación, verificándose que, lo que en el fondo se pretende es que, el Colegiado Supremo efectúe una revaloración de pruebas, así como un nuevo estudio de cuestiones fácticas ya analizadas por la segunda instancia, a fin de que se asuma por válida la tesis postulada; lo cual resulta ajena a los fines casatorios, cuyo carácter extraordinario limita el ejercicio de este Tribunal al debate de cuestiones eminentemente jurídicas que incidan en el sentido de la resolución recurrida.

En consecuencia, para la Corte Suprema lo propuesto en el recurso de casación por el procurador público de la Cancillería carece manifiestamente de fundamento, por lo que incurre en el motivo de improcedencia establecido en el artículo 393.2.a del CРС. Por tanto, en el escenario jurídico, vuelve a ganar por goleada el embajador Fortunato Quesada Seminario, tal como ocurrió en la sentencia recaída en el Exp. N° 05382-2019 (Resolución N° 22), evacuada el 20 de setiembre del 2023 por el Décimo Séptimo Juzgado de Trabajo Transitorio (Sub Especialidad Contencioso administrativo), lo que constituye una noticia importante para el derecho y la justicia, particularmente en materia del principio de licitud y del derecho de la prueba.

De manera que no cabe duda de que es una victoria del ciudadano Fortunato Quesada, embajador del Perú en Israel el año 2018, frente a la destitución de la cual fue objeto tras un complot que se consumó con la firma de Néstor Popilizio en su Resolución Ministerial N° 0791-2018-RE del 28 de diciembre del 2018; como también se consumó con la Resolución Vice Ministerial N° 0373-2018-RE, firmada por Hugo de Zela, siendo ambos documentos hoy declarados nulos por la citada sentencia y la Casación.

En otras palabras, siendo ya el demandante el embajador Fortunato Quesada y la demandada la Cancillería, la administración de justicia del Perú abre un camino para que, más temprano que tarde, dicho accionante sea restituido en el último cargo que desempeñaba antes de ser víctima de un complot corroborado con pruebas irrefutables surgidas del propio procedimiento administrativo llevado a cabo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, máxime cuando han aparecido nuevos hechos, revelados y documentados por el chef que laboró en la residencia de la embajada del Perú en Israel, el señor Jesús Alvarado, hechos expuestos por él valientemente en el programa “Habla el Pueblo”, del 8 de agosto y del 18 de setiembre del 2023, evidenciando que sus protagonistas de esa conspiración fueron Rubín, Boza, Popolizio y De Zela. El caso es que se trató de una conspiración que atentó contra los derechos fundamentales, la dignidad humana, la carrera profesional, los derechos laborales y el proyecto de vida del ciudadano Quesada.

Así, el Poder Judicial nuevamente da la razón a dicho ciudadano, razón negada o soslayada en su momento por cancilleres como Óscar Maurtua, Meza Cuadra, Wagner, Landa, Ana Gervasi, etc. Es decir, después de que el ministro de Relaciones Exteriores, Néstor Popolizio, y el viceministro De Zela botaron del servicio diplomático al embajador Fortunato Quesada, todos los demás cancilleres han creído en lo que Popolizio y De Zela han dicho sobre el caso.

Por lo demás, resultón un agravante que el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Néstor Popolizio, pudiendo declarar fundado el recurso de apelación del embajador Quesada no lo haya hecho y con su Resolución Ministerial N° 0791-2018-RE, del 28 de diciembre del 2018, solo ha expuesto ante los fueros del Poder Judicial una situación vergonzosa de algunos funcionarios de la diplomacia peruana. No obstante, la justicia acaba de declarar nula dicha resolución como también la Resolución Vice Ministerial N° 0373-2018-RE, firmada por De Zela, documentos perversos mediante los cuales se cortó la carrera del embajador Quesada.

Tras siete años de litigio, se abre el camino de la restitución del embajador Quesada en el servicio diplomático, quien se enfrenta a una argolla que atenta contra la ética en la función pública y la calidad en el servicio que brinda la Cancillería. Hoy tampoco nadie puede dudar que el entonces ministro consejero Pedro Rubín en Tel Aviv, tal como se demuestra en el proceso administrativo que se le siguió, actuó obedeciendo instrucciones de altos funcionarios de la Cancillería que despachan desde Lima.

Pero, lo escandaloso del caso es que los responsables del complot fueron premiados con cargos diplomáticos de mayor nivel pero, por su parte, la Suprema ratifica el fallo de la Corte Superior de Justicia de Lima, que sentenció en segunda instancia la nulidad de la resolución administrativa firmada por Néstor Popolizio -excanciller de Martín Vizcarra- y la nulidad de la resolución viceministerial rubricada por Hugo de Zela, mediante las cuales se retiró de la carrera diplomática al embajador Quesada.

Ahora, con la Casación N° 18558-2024, ganó la justicia y la verdad contra una conspiración, al haberse vulnerado el debido proceso contra el citado diplomático. En otras palabras, debería la Fiscalía profundizar las investigaciones sobre una supuesta organización perversa desde donde supuestamente Popolizio, Rubin, De Zela, y el fallecido José Boza, habrían premeditado y realizado actos que lindarían con tipos penales para vulnerar los derechos laborales y humanos del diplomático Quesada, y probablemente de otros funcionarios bajo la misma modalidad de la conspiración.

Finalmente, si hubo un complot y actos ilícitos para armar una trama, con el agravante de que se organizaron desde el seno de la Cancillería, en Lima, y que se teledirigieron los ataques hasta Tel Aviv, entonces, ¿no debería haber una sanción administrativa y/o penal para los responsables de una maniobra que generó daños y perjuicios no solo contra un diplomático de carrera como Quesada sino también contra la propia imagen y prestigio internacionales del Perú?

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La profundidad de la superficie en “Una ballena gigante…” de Mario Castro Cobos

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Por Vladimir Nalvarte

He aquí un film que propone un giro democrático al llamado séptimo arte. Un cine alternativo contra el dominio de la banalidad. Cuando la indigencia en materia de “celuloide” campea en un medio envilecido por lo espectacular, un cine que en principio podría ser anónimo, sin jerarquías, celular en mano, parece irrumpir con franca osadía y algunas ideas. Un cine hecho de alguna manera contra el cine. Estética que busca una remembranza de algo así como una naturaleza perdida en el orden fugaz de las cosas.

En Una ballena gigante, una ballena blanca, en la niebla (2025), de Mario Castro Cobos, prácticamente no hay diálogos. Tampoco lo que se llama un argumento. Se trataría, eso sí, de un viaje. De una errancia entre fragmentos de rostros y la epidermis de una ciudad que podría ser cualquiera. Aquí los largos planos secuencia se enhebran y se montan entre sí en un ejercicio del arte de la contemplación.

Esa es su narrativa. Aparecen y desaparecen nubes en un fondo de cielo matinal; esqueletos y bordes de superficies de plazas, pórticos, cerraduras coloniales, calles, más calles y en medio de este magma de “tema y variación”, sombras, rostros que parecen sin pasado. Y, de entre todos, el rostro único de una joven mujer. Entrañable. Inquietante por familiar. No hay más. O poco más. En medio de esta vorágine de signos -que no olvidamos que son todas las imágenes en el cine, según Gilles Deleuze- que se planteaba como un ensayo sin eje, ella, sola, se yergue de pronto en punto de convergencia de un film que busca resignificar con un fondo musical de Mahler (Sinfonía n.°5 Adagietto) lo que tiene de inmanente un paisaje, en lo que cabe en una mirada. Poca cosa.

Con todo, un cine así siempre parece estar en proceso; este no será la excepción. A su favor diremos que no teme arriesgar ni mostrar sus costuras, sus desviaciones. La mano que tiembla. Béla Balász describió a comienzos del siglo pasado al cine “como el heraldo de una nueva ‘cultura visual’ que nos devolvería nuestros cuerpos, y sobre todo nuestros rostros, que se habían convertido en algo ilegible…”. Pues bien: aquí vamos de nuevo.

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Preservando la memoria del 7 de junio desde las aulas escolares

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Por Marisol Verónica Giordano Silva

Con marcada velocidad la globalización borra efemérides, tradiciones, celebraciones, fiestas y costumbres de los pueblos que hasta ayer nomás eran relativamente soberanos.  Por más que los países de Europa, América, Oceanía, Asia o África se resistan, sus historias y culturas podrían sucumbir a la moda de la Coca-Cola, del Netflix o de los algoritmos.

Lamentablemente grades gestas heroicas, patrióticas y estrictamente nacionales también corren el riesgo de perderse con el paso anodino de la globalización y la pesada gama de tecnologías que hacen cada día más al ser humano menos humano.

Si las cosas se siguen presentando así, sin que nadie le ponga freno o se detenga un momento a generar conciencia entre sus habitantes para que la memoria de nuestros ancestros no se diluya, pues entonces es hora de fortalecer el aula y empezar por los más niños, desde la Educación Inicial, para darle a esta generación un sentido de pertenencia y honra hacia nuestros héroes.

Por ejemplo, tenemos por estos días en el calendario cívico escolar la fecha del 7 de junio, Día de la Bandera, y siendo el Perú un país tan rico en cultura, historia, vivencias e identidad los maestros tenemos que renovar en esta fecha nuestro compromiso con el respeto a nuestros héroes, entre los que encontramos a Francisco Bolognesi, e inculcar entre los peruanos más jóvenes el debido homenaje a este patriota, quien junto a muchos compañeros de armas dejaron su vida en el fragor de la Batalla en Arica, un 7 de junio de 1880.

De manera que procedamos con unción patriótica, con vocación desplegada a la mejor enseñanza de nuestros niños y que esta generación en el futuro recuerde como otras anteriores la alegría que sentía y la emoción que les henchía el pecho cuando de infantes entonaban la Marcha de Banderas y el Himno Nacional.

Que esa esencia no se pierda y démosles a nuestras instituciones, como el Ejército del Perú, el sitial que le corresponde, fomentado entre los niños y sus familias una permanente llama encendida para vivenciar cada fecha cívica con mucho amor y con gran sentido de identidad, sobre todo respecto de nuestros símbolos patrios y de la herencia que nos dejaron nuestros antepasados en esta hermosa tierra llamada Perú.

¡Viva el 7 de junio! ¡Viva Francisco Bolognesi y los héroes de nuestra patria!

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Fiscalía al MINCUL: por omisión de funciones, negligencia y retardo en tramitación de expedientes

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Por Rafael Romero

Señora Fiscal de la Nación, Dra. Delia Espinoza Valenzuela, públicamente denuncio a quienes resulten responsables en el Ministerio de Cultura por el supuesto delito de omisión, rehusamiento o demora de actos funcionales frente a la tramitación lenta, defectuosa y arbitraria de los Expedientes N° 34720-2024 y N° 128394-2024, paralizados dolosamente en el despacho viceministerial de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales desde el 5 de diciembre del año pasado.

Algunos funcionarios podrán buscar mil excusas, poner pretextos o simular nuevos vericuetos de su tramitología, pero lo que no pueden negar es su falta de vocación de servicio, muchos más cuando hay razones de peso para cumplir y hacer cumplir la ley ante pintores o escultores que merecen ser reconocidos dadas sus credenciales, dones, talento y profesionalismo, respecto de los cuales el Estado tiene la obligación de promoverlos, promocionarlos y entregarles sencillos galardones cuando esos artistas están poniendo el nombre del Perú muy alto a nivel mundial.

Pero a los señores del MINCUL no les da la gana de trabajar y menos de estudiar más ni de cultivar mejor la inteligencia o el análisis suficiente como para entender la perspectiva provechosa para el país cuando los ciudadanos presentamos expedientes probos, justos, sanos y limpios, siendo el deber de la administración pública el de tramitarlos de acuerdo a ley, de forma célere y oportuna, conforme a la Ley 27444, pero no lo han hecho.

Es lamentable que el ciudadano de a pie o el administrado sea una persona de segunda categoría frente a la práctica perversa e insensible de un puñado de funcionarios del Ministerio de Cultura, donde -salvo honrosas excepciones- hay gente que se cree de primera categoría, configurando una burocracia dorada que solo se sirve del cargo en sus intereses particulares, mas no sirve a los intereses nacionales.

Lamentablemente, señores del Ministerio Público, dentro del citado portafolio del Poder Ejecutivo atrás quedaron los principios de la PCM sobre la integridad y atrás también quedaron los sabihondos discursos de SERVIR sobre la idoneidad y la ética en la función pública. Todo eso en la praxis no es nada más que papel mojado en tinta frente a la negligencia funcional, al cohecho, al peculado, la impunidad o la procrastinación. 

En ese sentido, de oficio incluso, los fiscales que hace unas semanas iniciaron investigaciones preliminares a la alta dirección del MINCUL, también pueden indagar qué ha pasado con los Expedientes N° 34720-2024 y N° 128394-2024, y según los hechos y documentos deberán individualizar responsabilidades sobre el delito de omisión, rehusamiento o demora de actos funcionales, entre otros ilícitos penales que adicionalmente pudieran presentarse.

Ahora bien, frente al tipo penal específico señalado, se recuerda que el bien jurídico tutelado es el normal y correcto funcionamiento de la Administración Pública en cuanto a la oportunidad y eficacia en el cumplimiento de la función pública por parte de los funcionarios públicos que representan al Estado. Se busca así el normal desarrollo de las funciones públicas con el objetivo de evitar que estas se vean perjudicadas por la inercia dolosa del funcionario que ejerce un cargo determinado, según la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema (Casación N° 169-2012-ÁNCASH, 12 de setiembre de 2013).

De otro lado, la omisión de actos funcionales es una infracción del deber, que se configura con la sola omisión, sin exigir un resultado lesivo a la Administración Pública más allá de la propia inercia dolosa del funcionario. En consecuencia, se trata que es un delito de mera actividad; y si bien en el delito de omisión de actos funcionales no se afecta el patrimonio público, lamentablemente, sí se afecta la regularidad y la legalidad de los actos administrativos, según lo señala la jurisprudencia penal.

En otras palabras, se lesiona esencialmente el correcto funcionamiento de la Administración Pública, como bien jurídico protegido, en cuanto persigue garantizar la regularidad y la legalidad de los actos realizados por los funcionarios públicos en el desarrollo de las actividades propias del cargo, así como evitar su actuación arbitraria, contraria a la Constitución, leyes o deberes (Sala Penal Permanente RN 2347-2008-LIMA).

No obstante, el sujeto pasivo es el Estado y la persona natural o jurídica que haya sido perjudicada con el acto abusivo del funcionario estatal del MINCUL. De manera que no existe explicación razonable para excluir a quien es el directo perjudicado en sus derechos como sujeto pasivo-agraviado y por tanto puede participar del proceso penal como tal.

En este artículo de denuncia y divulgación, es pertinente señalar que la figura delictiva denominada “incumplimiento de deberes” se perfecciona hasta por tres hipótesis o supuestos claramente diferenciados, según tres verbos que recoge el tipo penal: “omitir”, “rehusar” y “retardar” algún acto a cargo de un funcionario.

Se “omite” un acto cuando el funcionario público prescinde, descuida, desatiende o incumple algún trámite dentro de sus atribuciones en el cargo, empleo u oficio que desempeña en el MINCUL, y no se requiere de un resultado lesivo más allá de la propia inercia dolosa del funcionario.

Por su parte, el funcionario “reúsa” algún acto de su cargo, cuando esquiva, declina, desestima o niega el cumplimiento de un acto funcional que está en el deber de hacer por hallarse dentro de sus atribuciones, de acuerdo con el cargo que desempeña en el MINCUL. Y se “retarda” algún acto de su cargo cuando un servidor público demora, retrasa, difiere, aplaza, dilata o pospone el cumplimiento de dicho acto funcional cuando está en el deber de hacerlo en tiempo oportuno.

En suma, son supuestos delictivos de comisión dolosa y de simple actividad, no cabiendo la comisión por culpa, pues el funcionario actúa con conocimiento de que su conducta es ilegal, omitiendo, rehusando o retardando un acto funcional que le corresponde realizar; y el delito se consuma automáticamente e incluso sin necesidad de que se produzca un resultado material o un perjuicio para terceros.

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Zorns lemma, de Hollis Frampton (1970)

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El cine: jugar a, o sospechar que, las imágenes tienen conciencia de sí mismas. El mundo: signos escritos. Cómo se descifra lo viviente, lo existente. El mundo. ¿Es descifrable? Pero si lo es, es íntimo, personal. Te lo llevas del ojo a la boca. El mundo está bueno para comer. Pro-nun-ciar. En una película que se gusta muda. ¡Tan llena de letras, de palabras! Palabras para dominar el mundo, o la imagen del mundo. Tentado de pensar que el mundo es solo imagen, y entonces, en el fondo…

Vuelvo, para no quedarme mudo. Palabras… para que seas dominado por las palabras. El mundo te dice. Tú dices al mundo. Tantas palabras, y no sabemos (todavía) qué son. Un mundo de palabras, sí, ¡también las palabras son un mundo! Jugamos con dobles, pluralidades. Palabras, buscadas, encontradas por la ciudad. Como señales. Como piezas de un rompecabezas… qué va hacia dónde…

Entre las delicias visuales, frescas y constantes, al ritmo casi marcha de las letras me mantengo, estoy a la espera de una revelación. Ah la verdad abstracta tras la miríada de particularidades. La película es generosa en mostrar pero también en esconder. Insisto. ¿Leemos -vemos, entendemos- el mundo como si estuviese hecho de / con palabras? El alfabeto. Qué necesidad. Qué invento. Su magia inocente cargada de sonido, de sentido. Palabras que empiezan con A, con B, con C… y así. Una y otra vez, es una ronda. Podríamos no acabar nunca. Es el goce del juego, y el juego es uno de los más profundos significados. En cada momento.    

Pero me olvidaba. Esta película empieza no con palabras escritas sino con pantalla en negro y una voz. Oh la recitación. Oh el viejo libro infantil. Oh las órdenes disimuladas. Las frases, dichas en tono monocorde, con impecable indiferencia, quieren ser hipnóticas. Somos niños, ¿te acuerdas?, empezando a aprender el alfabeto. Luego, como divas, una a una, las letras, las 24 actrices de la profundamente bella película, se suceden, desfilan, explotan.

El filme estructural. No tiene ‘contenido’ ¿aparente? o el contenido es su propia construcción, su estructura, su forma, sus patrones. Nada en contra de los films máquinas (¡pero todos lo son!) que no disimulan serlo.  Al contrario. Pues buscan la esencia, no solo de los films, sino de nosotros mismos. Sí, te engañaron: el cine es más de lo que tú crees.    

Película

https://m.ok.ru/video/1748433701577

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Opinión

Votar para olvidar

Lee la columna de Fernando Casanova

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Por Fernando Casanova

Hay que tener estómago para seguir creyendo en las elecciones peruanas.
Hay que tener una fe propia de los conventos.
Porque vamos, ¿quién puede mirar esta farsa sin reírse, sin escupir al suelo después? Basta con tener los ojos abiertos para ver que lo que se viene no es democracia,
es un nuevo y cansado casting de ratas.

Otra vez elecciones. Otra vez la propaganda.
Otra vez los spots de tipos que no te mirarían en la calle
pero ahora te prometen patria, justicia y trabajo.
Otra vez la escenografía de la “fiesta cívica”,
con sus ONPEs desveladas,
con su desfile de candidatos que huelen a sobre manila,
a billetes de banco, de mina, de droga.

Porque seamos serios:
el crimen está gobernando.
No en la sombra, no detrás.
Gobierna desde el estrado, desde la curul, desde el despacho ministerial, en la corte suprema.
El sicariato se volvió parte del paisaje.
Ya no causa escándalo, causa tráfico.
Y la policía —esa caricatura de autoridad—
está más ocupada borrando pruebas que haciendo operativos.

¿Y las Fuerzas Armadas?
Juran lealtad a la Constitución con una mano,
y con la otra custodian avionetas de narcos mientras le sacan el igv a lo inimaginable.

Hay una peste moral que lo ha tocado todo, si no, tiren entonces la primera piedra.
Desde el municipio más remoto hasta el hemiciclo más iluminado.
Y aún así, nos siguen diciendo que el problema es la abstención ciudadana.
Que es peligroso no votar. Que la multa.
Como si marcar una cédula fuera a exorcizar un sistema podrido.

No. No va a cambiar nada.
Porque el sistema no está en crisis: es la crisis.
El sistema se alimenta del caos, lo administra, lo recicla.
Nos da elecciones como quien pone morfina a un enfermo terminal para que no grite tanto.

¿Puede acaso haber democracia
con más de cuarenta partidos inscritos con firmas falsas, con locales fantasma y comités que no existen.
Cuando los candidatos emergen no del clamor popular, sino de los escritorios de las farmacias, de traficantes de tierra, de lavadores?

Pero uno igual va.
Con la nariz tapada, con el hígado revuelto.
Va como quien deja constancia en una escena del crimen.
Firma, no para elegir al presidente,
sino para decir: yo vi esto y me hice el cojudo.

Eso es hoy votar.
Una liturgia sin fieles, un trámite deprimente, una forma de dejar que el silencio se coma todo. No hay esperanza. No la busquen en las urnas.
Lo que hay es rabia, necesidad, miedo.
Y si se junta lo suficiente, quizás —con los años, entre las ruinas y hartos ya de salir a trabajar entre la escombrera—
nos dé para inventar otro país.

Pero por ahora, todo indica que
nos tocará votar, otra vez, entre cenizas.

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Exportar reos a El Salvador: maquillaje para un fracaso penitenciario

Esta medida no resuelve el problema del crimen, solo lo esconde. No es una solución real, sino una respuesta rápida para calmar el enojo de la gente. Es un maquillaje político que apela al miedo y posterga reformas que el Estado rehúye afrontar. Es como poner un curita en una herida que necesita cirugía urgente.

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La reciente propuesta de la congresista Katy Ugarte para trasladar a reos peruanos de alta peligrosidad a cárceles en El Salvador ha desatado un intenso debate público. Por un lado, un sector de analistas la tilda de inconstitucional, inviable e incluso absurda; por otro, ciudadanos comunes —sobre todo quienes sufren a diario los estragos de la criminalidad— ven en la idea una medida necesaria para castigar con mayor rigor a los avezados cabecillas del crimen organizado. En el imaginario colectivo, estas cárceles extranjeras, particularmente el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) de El Salvador, representan un infierno sin privilegios, donde los delincuentes “pagan de verdad” sus crímenes. A diferencia de Perú, donde algunas cárceles se han convertido en resorts del crimen.

El hacinamiento en las cárceles del Perú es insostenible.

Presentado como un proyecto de ley en el Congreso de la República, el plan se justifica con el argumento de reducir la sobrepoblación carcelaria, que ya sobrepasa el 150 % en el país, e impedir que las mafias sigan operando desde los penales y, supuestamente, ahorrar recursos al Estado. Sin embargo, detrás del aparente pragmatismo de la propuesta se esconde una preocupante crisis de gestión penitenciaria, una peligrosa cesión de soberanía judicial y una estrategia que, lejos de atacar la raíz del problema, simplemente lo traslada literalmente fuera de nuestras fronteras.

Este proyecto exige un análisis más profundo, no solo desde la logística penitenciaria, sino también desde la sociología del poder, los derechos humanos y la gobernabilidad. Lo que parece una genuina política pública de seguridad, en realidad revela un fracaso estructural del Estado para reformar su sistema penitenciario.

El Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) la megacárcel creada por el hoy mayormente popular presidente Nayib Bukele en El Salvador, ha ganado notoriedad mundial por sus métodos radicales. Las imágenes de miles de reclusos rapados, alineados, bajando la cerviz y semidesnudos han sido interpretadas por muchos como símbolo de orden y disciplina.

Que el premier Eduardo Arana haya viajado a El Salvador a inicios de 2024, y que el Ejecutivo actualmente evalúe adoptar este modelo carcelario, no es casual. En un contexto de baja aprobación presidencial, el gobierno de Dina Boluarte busca desesperadamente proyectar imagen de firmeza ante el crimen, apelando al populismo punitivo como salvavidas político. Mostrar “mano dura” podría resultar rentable electoralmente, sobre todo en los sectores populares más golpeados por la criminalidad, como San Juan de Lurigancho, Ate, San Martín de Porres o Villa El Salvador.

En febrero de 2024, Arana viajó a El Salvador para conocer más sobre el ‘Plan Bukele’.

No obstante, cabe preguntarse: ¿es esta realmente una solución eficaz o simplemente un paliativo mediático?

Desde una perspectiva sociológica, este tipo de propuestas no resuelven las causas estructurales del delito. El crimen organizado no nace en las cárceles: se alimenta de la pobreza, la desigualdad, la exclusión social y el abandono institucional. Las cárceles son apenas la última estación del trayecto. Pensar que enviar reos al extranjero desarticulará redes criminales es tan ingenuo como creer que barrer la basura bajo la alfombra limpia una casa. Las bandas no dependen de un solo líder encarcelado, sino de estructuras complejas con tentáculos territoriales y económicos que seguirán operando con o sin sus cabecillas.

El traslado de reos al extranjero también plantea serias preguntas éticas, jurídicas y económicas. ¿Qué tipo de soberanía judicial conserva un país que permite que otra nación custodie, alimente y discipline a sus ciudadanos condenados? ¿Cuál será el verdadero costo para el Estado peruano? En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, se estima que paga alrededor de 20 mil dólares al año por cada convicto confinado en el Cecot. ¿Estamos dispuestos a asumir una carga similar, solo para aparentar control?

Además, si el Cecot es denunciado por violaciones de derechos humanos contra reclusos peruanos, ¿quién asumirá la responsabilidad? Las ONG ya han alertado sobre las condiciones extremas en esta prisión salvadoreña. Eventuales indemnizaciones internacionales terminarán siendo pagadas, como siempre, por el contribuyente peruano.

Los promotores del proyecto sostienen que “es más barato enviar a los delincuentes fuera” que mantenerlos en penales dominados por mafias. Pero esta afirmación, lejos de ser un argumento de peso, constituye una confesión del fracaso estatal. El Estado peruano no solo es incapaz de controlar sus cárceles, sino que, en lugar de invertir en mejorar el sistema penitenciario, opta por tercerizar el castigo, como una especie de servicio subcontratado.

En 2023, el expresidente del PJ sugirió que en Perú se aplique el ‘Plan Bukele’.

Este tipo de propuestas evidencia una forma de populismo punitivo que ofrece resultados inmediatos en encuestas, pero que no garantiza seguridad a largo plazo.

Tampoco es cierto que esta medida ayude a reestructurar el sistema penal. No construirá nuevas cárceles, no modernizará el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), no fortalecerá la Policía Nacional del Perú, ni evitará que miles de jóvenes de los barrios más vulnerables ingresen a las bandas criminales por necesidad. No es una política pública de seguridad integral, sino un mero maquillaje de emergencia diseñado para calmar momentáneamente la indignación ciudadana. Más preocupante aún es el precedente que se sentaría: convertir el encierro en una mercancía internacional.

En definitiva, esta iniciativa parlamentaria no representa una solución real, sino una maniobra cosmética para ocultar el verdadero problema: el Estado peruano ha perdido el control de su sistema penitenciario. Y como suele ocurrir con los paliativos, pueden calmar el dolor por un rato, pero no curan la enfermedad.

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Opinión

La presidenta y nuestro océano

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Por Edwin A. Vegas Gallo

La presidenta Dina Boluarte asistirá a la Cumbre Mundial del Océano, a realizarse en Niza, Francia, entre el 9 y el 13 de junio próximo, con el lema NUESTRO OCÉANO, NUESTRO FUTURO, NUESTRA RESPONSABILIDAD.

El viaje presidencial fuera altamente provechoso, si el Perú contara con una política de Estado a largo plazo para la sostenibilidad de nuestro mar.

 Lamentablemente, ello no es así, ya que la decisión ejecutiva y legislativa más pasa por favorecer la extracción de anchovetas del mar peruano para harina destinada a la alimentación animal, además de permitir la explotación de hidrocarburos en el litoral.

No hay visión política en este mar de problemas, como es el mar peruano, en esta parte del Pacífico sur oriental.

Ni siquiera tenemos una ley de manejo costero integrado que la presidenta pueda exhibir en Niza en la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos.

Al contrario, tenemos un mar peruano enfermo por la contaminación producida por los gobiernos locales adyacentes a aquél, donde descargan tanto vertidos líquidos como sólidos, con un mar de plástico incluido.

En Niza se tratará sobre el impacto del cambio climático en los ecosistemas marinos y, hasta donde se conoce, las autoridades ministeriales que tienen competencia en ellono se han preocupado de agendar este tema, que de por sí es un tema de derechos humanos.

Recordemos el pasado año los impactos del oleaje producido en Máncora, con destrucción de viviendas y hoteles, dentro del área prohibida para la construcción, o el desastre económico de los pescadores artesanales por la dificultad de salir a la pesca.

Ni que decir de la contaminación de la caleta Cabo Blanco, dejada por la empresa petrolera Savia y heredada por Petroperú, con consecuencias funestas para la economía de los pescadores.

Asimismo, no hay que olvidar la pretensión judicial de la Sociedad Nacional de Pesquería para que se les permita la pesca industrial de la anchoveta dentro del área de la Reserva Marina de Paracas.

En este punto, señalo que el Perú se ha comprometido a proteger el 30% del área marina y apenas se llega al 9%.

No se me ocurre qué puede señalar la presidenta Boluarte cuando, en la agenda de Niza, se vea el estado de la ratificación del Convenio de Naciones Unidas sobre el alta mar, que aquí en Perú, Cancillería no impulsa su discusión en el Congreso y que, por cierto, los padres y madres de la patria lo desconocen.

¿Sabrá la presidenta Boluarte que entre el 2003 y el 2022 el 21% del océano global (75 millones de km²) se está oscureciendo, con consecuencias para el comportamiento animal y humano?

 Sabrá la Sra. Boluarte de la matanza de tiburones, para sólo usar las aletas y exportarlas a mercados exóticos.

Por cierto, el próximo 8 de junio es el Día Internacional de los Océanos. El lema será MARAVILLA SOSTENIENDO LO QUE NOS SUSTENTA. Se concientizará en el marco del Decenio de Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas y durante la Conferencia Mundial de los Océanos.

Es de señalar que la Cumbre de Niza pasa por que se hagan inversiones para el buen manejo de un océano sano, que generen beneficios significativos económicos, ambientales y de salud, con fuerte gobernanza, con finanzas innovadoras y con tecnología que trabaje en la restauración y protección de los ecosistemas marinos costeros.

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Opinión

Ricardo Belmont y Daniel Barragán, experiencia y juventud

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Por Rafael Romero

El cariño del pueblo va increscendo para dos líderes, cuyo apellido coincidentemente empieza con la letra “B”, de bonhomía, bondad y bienestar. Se trata de Ricardo Belmont y Daniel Barragán, presidente y secretario general, respectivamente, del Partido Cívico Obras.

Muchos coincidimos en la necesidad de devolverle el alma al Perú, de renovar el espíritu nacional y creemos en la urgencia de dotar a nuestra patria de los valores morales que, lamentablemente, a causa de malas personas y advenedizos metidos de “políticos” se vienen difuminando a una velocidad que solo potencia a la corrupción, el caos, la violencia y la delincuencia común u organizada.

Ricardo tiene la experiencia y sabiduría ganada al fragor de mil y una batallas, mientras que Daniel tiene juventud y un excelso patriotismo, pero ambos poseen la madurez necesaria bajo el común denominador de haberse dirigido -y se siguen dirigiendo- al ciudadano peruano con el objetivo de edificarlo. Ambos han usado -y usan- los micrófonos promoviendo el positivismo, el carácter espartano y el liderazgo en provecho de sus audiencias.

Así, mientras Ricardo lo hacía desde “Habla el Pueblo”, por citar uno de sus múltiples programas de radio y televisión, Daniel lo hacía frente a los auditorios donde presentaba (y presenta) sus conferencias motivacionales, sus talleres de liderazgo y de desarrollo personal.

Esa sana coincidencia y cariño por el prójimo es una de las claves del PCO, y la otra clave es la unidad monolítica partidaria, trasmitiendo esas fortalezas a las regiones del país premunidos de una nueva “filosofía de vida” y de una “filosofía política” refundacional de la República. A su vez, esa experiencia y juventud constituye una garantía en otros dos niveles.

El primer nivel tiene que ver con el crecimiento y fortalecimiento del PCO, haciendo Daniel Barragán la metáfora con el bambú japonés, y donde esas raíces profundas con el pueblo es el secreto de su victoria a diferencia de los vientres de alquiler donde ya se pelean los candidatos a la presidencia invitados y los dueños de esos clubes electorales.

En el segundo nivel, se trata de la garantía para llevar al Estado a los mejores ciudadanos, reconociendo que la política es para políticos de verdad y no para advenedizos. Los hechos y la historia reciente demuestran que no todos los “PhD, doctorados, maestrías y los togados” son buenos políticos, pues muchos de ellos en los últimos treinta años resultaron comprometidos en graves casos de corrupción.

Si de liderazgo se trata, el mejor título de un político es el de ser el mejor estudiante, el mejor agricultor, el mejor obrero, el mejor emprendedor, profesor, dirigente sindical, etc., pues al final Luis Bedoya Reyes siempre tuvo razón cuando dijo “los técnicos se alquilan” porque, lamentablemente, estos, salvo honrosas excepciones, están arruinando al Perú, al ser los que elaboran las normas, las directivas y la letra chiquita con el fin perverso de beneficiarse en medio de los vericuetos burocráticos, la corrupción y la impunidad (ahí están el Gas de Camisea y Odebrecht con los peajes, por citar dos casos).

En ese sentido, con sabiduría, experiencia, juventud y madurez la “Dupla de Oro”, Ricardo y Daniel, tienen la gran misión de buscar a los mejores entre los peruanos que residen en nuestra patria y en el exterior para que asuman el gran reto de refundar la República, bajo un urgente reseteo de la administración pública para poner orden y devolverle a las nuevas generaciones un futuro promisorio, con paz, desarrollo, justicia, salud, trabajo y cultura.

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