Falleció el legendario músico Sixto Rodríguez a los 81 años
El cantautor estadounidense de origen mexicano Sixto Rodríguez, tuvo una vida de película. Lo dieron por muerto mientras que en Sudáfrica era considerado un Rock Star. Desde su página oficial confirmaron su deceso.
Tras el reciente fallecimiento del músico Sixto Rodríguez, recordamos un interesante artículo escrito por José Rosas Ribeyro, que se publicó en la revista impresa Lima Gris en el año 2013.
Por José Rosas Ribeyro
Que a menudo la realidad sobrepasa a la ficción. Que nadie es profeta en su tierra. Que nadie sabe para quién trabaja. Nunca antes estos tres dichos populares fueron tan ciertos. Nunca antes de descubrir a Sixto Rodríguez, hijo -el sexto- de emigrantes mexicanos proletarios, nacido en los alrededores de Detroit, en 1942.
Siendo él mismo obrero, Sixto siempre se preocupó por cuatro cosas: la música, su educación, vestirse bien y el compromiso social. De la fábrica regresaba a su casa para estudiar música en solitario o iba a la biblioteca a sacar libros que ampliaran su visión del mundo, libros que leía con el mismo fervor con el que asistía a exposiciones y visitaba museos. En cuanto el mandil proletario quedaba colgado en su armario, Sixto se vestía con gusto, con elegancia, y con ese aspecto de dandy de rostro mexicano y larga cabellera negra participaba en reuniones asociativas donde se analizaban los problemas del barrio, de la ciudad, de la condición obrera. Poco a poco, conforme fue adquiriendo las llaves mágicas de la música, se puso a componer canciones y así añadió a sus múltiples y diversas actividades de hombre comprometido la de trovador que, en cafés y bares populares de su ciudad natal, comunica con un público restringido pero respetuoso.
Un día un famoso productor discográfico descubrió sus canciones. Sixto tenía entonces 27 años y solo había grabado un disco sencillo, I’ll Slip Away, el cual, como anunciando su mala suerte, había sido editado con un error en su nombre. Así, sucesivamente, en 1970 y 1972, se editaron dos álbumes de Rodriguez: ColdFact y ComingFromReality. Eran esos los años en que Bob Dylan empezaba también a existir en el mundo de la música, y el productor de Sixto consideraba que su protegido tenía más talento y futuro que el propio Robert Allen Zimmerman, quien solo le llevaba -le lleva aún- un año. Las cosas no sucedieron, sin embargo, como deberían haber ocurrido si todo en la vida tuviera lógica. Los dos álbumes de Rodríguez (así, sin tilde) se vendieron mal, la leyenda dice que solo seis ejemplares, pero eso debe de ser exageración. Lo que sí es verdad comprobada es que en ese momento el mismo productor estaba promoviendo a otro cantante y que éste logró imponer uno de sus temas a través de la radio, dejando a Sixto en un segundo plano y pronto lo condenó al olvido. Además, hay que decir que el cantautor Rodríguez se mostraba extremadamente tímido cuando se trataba de defender su música en público y que esa timidez lo llevaba a veces incluso a cantar dándole la espalda a la sala. O sea que al interpretar sus canciones era muy diferente de lo que era en la vida de todos los días: muy amigo de sus amigos proletarios y una persona sumamente activa en lo que concernía a su compromiso social y político.
Pese a su mala suerte inicial en Estados Unidos-nadie es profeta en su tierra, ya lo decíamos-, los dos álbumes de Sixto Rodríguez se editaron en Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia, y lograron allí mayor aceptación que en su país natal, lo cual lo llevó a interrumpir por breves momentos su actividad asalariada de obrero de construcción civil para ir a cantar allí donde de hecho había oídos más dispuestos a escuchar sus composiciones. Sin embargo, ya de regreso en Detroit, Rodríguez se retiró por completo del mundo de la música, retomó su trabajo proletario, prosiguió su propia educación, se dedicó a la política y a ocuparse con esmero de sus hijas. Y así puso punto final a una carrera artística que recién estaba empezando con enormes dificultades.
Pasaron los años y, sin que él se diera cuenta, sus canciones se habían convertido en verdaderos himnos de quienes en Sudáfrica, siendo blancos, se oponían radicalmente al apartheid. Todo el mundo conocía allá los temas de Rodríguez, la gente los tarareaba y cantaban como llamados a la libertad en un país marcado por la opresión escandalosa de la población negra. Sus discos se habían vendido por cientos de miles de copias, las cuales a su vez habían sido reproducidas en miles de casetes. Se dice que Rodriguez en Sudáfrica era más famoso que los Rolling Stones, y más que Dylan, sin duda. Pero lo increíble de todo esto es que el propio Sixto no tenía ni idea de su celebridad sudafricana. Celebridad que, por cierto, al no saberse ya más nada del cantautor, se convirtió en leyenda o, más bien, en mito trágico, como suelen ser los mitos. Para los sudafricanos Sixto Rodríguez había muerto y, por supuesto, de manera violenta: se decía que durante un concierto sacó un revólver de su chaqueta y se metió un tiro en la sien o en la boca, cada uno tenía su versión. En otras leyendas se hablaba de alcoholismo, de desesperación y, por supuesto, siempre de suicidio. Nada menos. Versiones todas que no tenían nada que ver con la realidad ya que, mientras tanto, Sixto Rodríguez vivía en Detroit cerca de sus hijas, seguía siendo proletario, había hecho estudios superiores de filosofía, seguía leyendo buena literatura y llevaba a su progenitura a visitar exposiciones de grandes artistas. Y en sus momentos de soledad tocaba la guitarra y escribía versos que a veces se transformaban en canciones que sólo él conocía. Esta historia parece increíble pero es así: la realidad sobrepasa a la ficción.
Y ahora me vuelvo hacia mí mismo para decir por qué escribo sobre Sixto Rodriguez: cómo lo descubrí yo. Pues resulta que hace unos meses leí un artículo en el diario parisino Libération sobre un documental que acababa de estrenarse. El personaje del filme me intrigó desde ya y de inmediato fui a ver la película, la cual me cautivó. Resulta que ayer mismo (escribo esto el lunes 25 de febrero) le dieron a Searching for Sugar Man el Oscar al mejor documental, lo cual, al ser una excepción confirma una regla: los premios Oscar, por lo general, poco o nada tienen que ver con el arte cinematográfico: son premios de la industria, con criterios industriales y objetivos industriales. No obstante, este no es el caso del excelente documental del realizador sueco Malik Bendjelloul, premiado con anterioridad en el festival Sundance, tanto por el jurado como por el público. Resulta que este cineasta, hasta este momento completamente desconocido, hizo un viaje a Sudáfrica hace unos cinco años y conoció allá a Steve Segerman gran admirador de Rodriguez. Este le contó lo famoso que era el cantautor de origen mexicano y lo extraño de su desaparición, de su supuesto suicidio en público. ¿Estará realmente muerto o es pura leyenda lo que se cuenta?, se preguntó entonces Bendjelloul, y decidió investigar sobre el asunto al alimón con Segeman. Pero… ¿por dónde empezar?, se dijo, y de inmediato se respondió: lo mejor es seguir la huella del dinero, ya que alguien habrá recuperado los derechos por los cientos de miles de discos vendidos. Tanto en Sudáfrica como en Estados Unidos fueron, pues, a interrogar a quienes produjeron en esos dos lugares los álbumes antes mencionados. Al cabo de meses de trabajo de hormiguitas el resultado fue nulo. Nadie sabía nada o nadie quería decir nada sobre lo que sabía. Y quienes se habían llenado los bolsillos con las excelentes ventas de los discos Rodríguez en Sudáfrica (y también en Australia y Nueva Zelandia, pero eso el documental no lo dice) podían seguir durmiendo tranquilos. Luego (todavía no, pero después), se va a saber que el propio cantautor, que ignoraba todo sobre su éxito sudafricano, tampoco había recibido ni un dólar por sus canciones. Ya lo decía antes: nadie sabe para quién trabaja.
Ya Bendjelloul y Segeman estaban a punto de abandonar la investigación, vencidos por la interesada omerta de los productores discográficos, cuando al cineasta se le ocurrió leer con detenimiento las letras de las canciones de Rodríguez. De repente, en una de ellas descubrieron un nombre propio que les intrigó. Un nombre que yo, en este momento, no recuerdo. ¿Y eso qué es?, ¿a qué hace referencia? Se pusieron, pues, a consultar diccionarios, enciclopedias, obras de geografía. Y descubrieron entonces que ese nombre que ahora no recuerdo es el de una zona urbana de los alrededores de Detroit. De Detroit, sí, la ciudad natal de Rodriguez. ¡Eureka!, gritaron entonces como Arquímedes enloquecidos: habían encontrado un indicio, a partir de allí podrían tirar un hilo que los condujera al cantautor para saber si en verdad había muerto, como lo quería el mito, o si estaba vivo en algún lugar del mundo. Buscando pues a Rodríguez el músico y cantante, Bendjelloul y Segeman recurrieron a internet, esa pequeña maravilla de los tiempos modernos, y a través de un mensaje que lanzaron al mundo virtual dieron con un Rodríguez real, o más bien una Rodríguez, porque quien se puso en contacto con ellos era de sexo femenino. ¡Eureka!, debieron gritar aún más fuerte y más locos y Arquímedes que nunca cuando esa Rodríguez les dijo que era hija de otro Rodríguez, un Rodríguez cuyo nombre de pila es Sixto, el cual vivía allí cerca de su casa. Finalmente, habían dado con el paradero del misterioso cantautor desaparecido. Habían descubierto que estaba vivo, bien vivo, que seguía siendo obrero de construcción civil. Habían encontrado a Sixto Rodríguez y derribado así el mito trágico del artista suicida.
A través de las hijas, Bendjelloul y Segeman quisieron acercarse al cantautor-obrero. La tarea no fue fácil porque Sixto no quería saber nada de lo que era para él un pasado ya completamente enterrado. Las hijas lo persuadieron, terminaron por convencerlo y, finalmente, el cineasta y el admirador lo pudieron encontrar en Detroit. Hablaron con él, intercambiaron ideas, aunque Rodriguez se mostró siempre parco, sin demasiados deseos de que la luz destruyera definitivamente la oscuridad en la que había elegido vivir. Pasaron unos meses, Bendjelloul y Segeman convencieron a un productor para que organizara una gira de Sixto por Sudáfrica. Grandes estadios con capacidad para miles de personas y muy pronto todas las entradas vendidas y un entusiasmo enorme por la gira del músico resucitado. Aunque también incredulidad: algunas personas pensaban que se trataba de una superchería, que se les estaba dando gato por liebre, que ese señor setentón de largos cabellos negros, piel cobriza y rostro mestizo no era ni más ni menos que un usurpador, una mentira. Una mentira más, en verdad. Recién cuando el público, que llenó los estadios, lo escuchó cantar los temas archiconocidos en Sudáfrica de sus únicos álbumes editados, se rindió a la evidencia: Sixto Rodríguez había resucitado. Sin embargo, de regreso a Detroit, cuando le contó a sus amigos y compañeros de trabajo su multitudinaria gira por Sudáfrica, tampoco le creyeron, más bien se pusieron a pensar que al buen Sixto le estaba fallando el coco y se mostraron preocupados, pues, por su salud mental. Felizmente, una de las hijas había grabado videos de los conciertos y al verlos, los amigos y colegas de Rodriguez comenzaron a creerle: su sencillo compañero de todos los días, el esforzado obrero de construcción civil, era en un lugar lejano del mundo una estrella comparable a Elvis Presley.
Desde entonces la vida de Sixto Rodríguez ha cambiado un poco pero no totalmente. Cuando no está de gira por Sudáfrica, Europa o Estados Unidos, vuelve a Detroit y a su trabajo humilde. El dinero ganado, que no parece interesarle mucho personalmente, lo entrega a sus hijas para que mejoren su vida cotidiana. Lo extraño es que la vida de los otros personajes ligados a la resurrección de Sixto se ha transformado más que la del propio resucitado. Segeman, que tenía un restaurante, dejó eso para poner una tienda de discos y lanzarse a la producción musical. Bendjelloul, que era un cineasta sin obra conocida, es ahora un documentalista famoso que tiene un Oscar en su haber y varios premios más. Y lo que es más increíble aún, una de las hijas de Sixto se casó con un sudafricano y ahora vive entre su país de origen y el de su marido, con el hijo que han tenido juntos. El cantautor, mientras tanto, piensa que quizás podrá elaborar un tercer álbum con los versos y las notas que ha ido acumulando durante las tres décadas en que dejó de ser quien había sido efímeramente.
En donde se estrena Searching for Sugar Man seduce al público como me sedujo a mí en París y a mi amigo el escritor y periodista Luis Aceituno en Guatemala. En París, precisamente, empezó a proyectarse hace ya varias semanas en un humilde circuito de dos pequeñas salas y muy pronto batió el récord de público por sala, de tal forma que hoy puede vérsele en cinco cines. Por el resto de Francia se vienen distribuyendo cincuenta copias y por todas partes el público queda cautivado tanto por el documental (muy bien realizado) como por el propio Sixto Rodriguez. Hace unos días cenaba yo solo en un popular restaurantito oriental cuando llegó a mis oídos la conversación de mis vecinos de mesa. Era una pareja que estaba absolutamente cautivada por la historia de la película y durante todo el tiempo que estuve allí comiendo especulaban y elaboraban teorías para explicar por qué Sixto Rodriguez con sus dos excelentes álbumes fracasó rotundamente en Estados Unidos en los años setenta. Los estadounidenses no podían aceptar a un trovador con cara de mexicano y con ese apellido, Rodriguez, decía ella. ¿Y Joan Baez?, replicaba él, ¿no tiene también un apellido hispánico y es de origen mexicano? E igual se hizo famosa. Lo cual daba lugar a nuevas interrogantes y más especulaciones. Mientras tanto, ya están anunciados dos nuevos grandes conciertos de Sixto Rodriguez en París y otros en provincia, y como para los de París las entradas están desde ya agotadas, se ha programado un tercero en otro gran auditorio. Las reediciones de sus dos álbumes de los setenta se han vendido como pan caliente, como también el cedé con la banda musical de Searching for Sugar Man, en la cual se incluyen uno o dos temas inéditos.
Y ahora para terminar, veamos un poco qué dice Sixto Rodríguez sobre el documental que ha hecho su súbita fama, su filosofía de la vida, su visión del mundo de hoy y otras cosas por el estilo. Estos son algunos fragmentos de una entrevista realizada por el semanario francés L’Expressen diciembre de 2012.
“Malik ha hecho un trabajo muy bueno. Fue varias veces a Sudáfrica y vino cuatro veces a Detroit, una vez en febrero. En Un día de la vida de Ivan Denisovitch, Alexandre Soljenitsyne explica que el frío es como Dios: no se le puede ver pero se siente todo el tiempo su presencia. El frío de Detroit es tan intenso como el que describe Soljenitsyne. Es un frío amargo y si alguien logra soportarlo termina haciéndose más fuerte».
“De los años setenta a ahora las cosas no han cambiado mucho. Seguimos teniendo las mismas dificultades. En Sudáfrica, en el mes de agosto, la policía masacró a mineros huelguista. Este otoño en Irlanda, una mujer murió porque los médicos no quisieron realizar un aborto, intervención que sigue estando prohibida por la ley. Por todas partes, siguen habiendo problemas. En los años setenta el tema de la píldora anticonceptiva y del aborto ya estaba en el centro de los debates. Y hoy el Papa sigue oponiéndose a los anticonceptivos».
“Sé que pertenezco al siglo pasado, sin embargo me gusta considerarme contemporáneo. Muchos problemas no han sido solucionados. Yo soy un trabajador, un obrero, y en ese medio cuando algo se rompe se analiza qué ha pasado y se trata de repararlo. Desgraciadamente, la mentalidad de nuestra sociedad no puede repararse. Es un problema de los hombres, que dominan el mundo de la política. Creo que si más mujeres tuvieran acceso al poder se podrían por fin cambiar de verdad las cosas. Siempre digo que las mujeres son las depositarias de la cultura, creo que las mujeres son la cultura. Nos hablan todo el tiempo de las amenazas islámicas, pero quién habla de las que se encuentran al interior mismo de la república: los ricos no pagan sus impuestos, las empresas ponen a sus órdenes a miembros del Congreso. El escándalo de Enron es una demostración más de la corrupción. Esas organizaciones saben cómo hacer para que se aprueben leyes que las favorecen. Por ejemplo, en Michigan una capa freática ha sido manipulada para que pueda aprovecharse de ella una multinacional, la cual ahora les vende agua a los habitantes del lugar. Ahora algunos quieren incluso que los hospitales sean fuentes de beneficios. Yo lo que quiero es desmitificar la política. Soy un músico político».
“Obtener mi maestría de filosofía me costó diez años pues trabajaba y solo después del trabajo podía ir a cursos en la universidad. Cuando se trabaja es difícil educarse. ¿Y qué es lo que aprendí? Siempre las grandes preguntas: ¿existe Dios?, ¿hay varios dioses?, ¿Dios va a volver? Y si volviera, ¿cuál de ellos sería? Según yo, no es posible encontrar respuestas definitivas a estas preguntas. Hay más bien que encontrar una respuesta que corresponda con uno mismo. Kierkegaard habla de una relación personal con Dios. ¿Y yo, creo verdaderamente en Dios? No sé. Pero sí sé que me gusta mucho Hemingway y que él en uno de sus libros le hace decir a uno de los personajes: no creo que haya una verdad sino varias verdades. Cada uno puede encontrar las cosas que lo ayuden a vivir».
Álvaro Vargas Llosa: su pareja lo deja, la ex contraataca y Bayly opina
Un dolor de muelas en el corazón. Así es la vida amorosa de Álvaro, quien ha tenido que vivir un duelo doble, primero por la muerte de su padre nuestro premio Nobel, y después la ruptura relámpago de su pareja de origen libanés. Aquí los pormenores.
¿Cuándo se jodió Álvaro? Quizás fue en este 2025 cuando su romance terminó de manera inesperada. O tal vez en 2021 cuando dejó atrás la solidez de un matrimonio de casi treinta años por la aventura de rejuvenecer con una nueva pareja. Sea que Álvaro esté mirando la Gran Vía de Madrid o desde la Diagonal de Barcelona, es muy seguro que ve al mundo desde donde esté como la Avenida Tacna, sin amor.
Nada se va, Nada se fue
En una carta publicada en el diario El País, el conferencista reveló que su pareja lo abandonó en el momento más difícil de su vida. Según relató, mientras él lidiaba con el dolor de la muerte de Su padre, Mario Vargas Llosa, Nada regresó a su país natal sin ofrecerle ninguna explicación, poniendo fin a su relación de cuatro años.
“Pues te cuento, ya que el diálogo continúa, que, como todos los dramas, el tuyo tiene un toque tragicómico: mientras tú agonizabas, morías y se iniciaba mi duelo, mi pareja… regresó a su país para siempre sin que medie una conversación de despedida”, escribió Álvaro en una carta abierta en El País, titulada “Elogio fúnebre de mi padre”. El ensayista de 59 años no solo rinde homenaje al legado intelectual y humano de Mario Vargas Llosa, sino que también comparte con los lectores el doloroso momento personal que le tocó vivir paralelamente al duelo familiar. En el texto, da entender que Nada se fue sin ofrecer una despedida o una explicación clara.
De inmediato como si fuesen las mismas Erinnias de Esquilo, aparecieron como glosistas de la carta su ex mujer y su ex amigo (¿?).
La ex esposa contraataca
Con garbo y elegancia, Susana la ex de Álvaro, lanzó un tweet que hace volar la imaginación de los internautas:
«Dos palabras: Efímero: pasajero, de corta duración y Mentecata: tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón. A buen entendedor, pocas palabras»
Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad.
No solo eso, la ex esposa de Álvaro Vargas Llosa reconfiguró su biografía en Instagram, llamando la atención de los usuarios en lo que obviamente es una clara indirecta hacia su exesposo: “El mundo es redondo y da muchas vueltas”.
Además, compartió una serie de imágenes acompañadas de frases reflexivas, como “Confía en la intuición, te avisa antes que la razón”, “Que la sed no te haga beber del vaso equivocado” y “Cada uno da lo que tiene en su corazón”.
Álvaro Vargas Llosa y Susana Abad se casaron en 1992 y, fruto de su romance, nacieron tres de sus hijos: Julio, Leandro y Aitana. Sin embargo, después de dos décadas de matrimonio, la pareja decidió separarse en 2021, sorprendiendo al público. La noticia se dio a conocer de manera insólita y poco convencional: Susana, en lugar de hacer un comunicado o de hablar con la prensa, cambió su biografía en Twitter, afirmando que estaba en “proceso de divorcio”.
Como si no hubiera quedado suficientemente claro que su relación con Álvaro Vargas Llosa había llegado a su fin, Susana Abad compartió un mensaje revelador: “Una vez le dijeron: eres muy bella para estar sola. Ella respondió: Nada de eso, soy demasiado maravillosa para estar con cualquiera”. A lo que añadió: “Pues eso”, subrayando de manera definitiva que no había marcha atrás en su decisión.
Una vez consumado el divorcio, no pasó ni un mes para que el hijo mayor de Mario Vargas Llosa presentara públicamente a su nueva pareja: Nada Chedid, una traductora libanesa a quien conoció en 2006 y con la que retomó contacto en 2020, justamente cuando aún estaba casado con la madre de sus hijos. En ese momento, comenzaron a circular rumores que sugerían que la relación con Nada había sido un factor decisivo en la disolución definitiva de su matrimonio.
Nada Chedid y Álvaro Vargas Llosa.
Y para colmo Bayly
Para el periodista, la revelación de Álvaro resulta inoportuna, y es que no fue el momento para dar un anuncio como este por lo que lo calificó de ‘desatinado’.
“Es una carta preciosa, un texto muy bien escrito y seguramente muy bien leído. Pero, ¿tenía que revelar Álvaro, al final de esta carta de despedida a su padre, que su novia lo había despedido? Yo creo que fue un paso en falso. Creo que fue un anuncio desatinado, inoportuno en esa circunstancia”. Y luego agregó: “Álvaro no debió contar algo tan íntimo, tan personal, en los funerales de su padre. Y es evidente, para mí, que si ya lo había contado y luego tomaba la decisión de publicar el discurso en el diario El País de España, pudo haber suprimido esas tres líneas quejumbrosas. Me parece un paso en falso”.
Día Internacional del Libro 2025: en promedio, menos de dos libros al año lee un peruano
Este 23 de abril se celebrará importante fecha en distintos países del orbe y en comparación con otros países de la región estamos muy por debajo en lectura.
Uno de los inventos más grande de la humanidad no requiere de electricidad, ni de modernas tabletas, y tampoco del pago de una suscripción, solo sostener en sus manos aquellas hojas que conforman una historia fascinante, misteriosa, reveladora o sumamente intrigante.
Cada libro es una historia diferente, puede que el tema sea el mismo, pero la manera y estilo de escribirlo, y sobre todo de imaginar cómo se desarrolla la trama, hace que ninguno de ellos sea idéntico. También influye la etapa en que lo leamos, ya sea de muy jóvenes, ya adultos o en nuestros años otoñales.
En épocas de inteligencias artificiales, mega computadoras, plataformas que encadenan a las personas a deslizar su dedo de abajo hacia arriba, los libros han quedado relegados en algún rincón de la casa. Ya pocas personas se toman el tiempo de ‘desconectarse’ de la vorágine del mundo entrampado a un enchufe y una conexión a internet; podría calificarse como ‘rara avis’ a aquellas personas (hombres, mujeres o niños) que están en la calle concentrados en algún capítulo de su novela favorita.
A propósito del Día Internacional del Libro a celebrarse este miércoles 25 de abril, cabe recordar que menos del 50 % de peruanos ha leído un libro, según la Encuesta Nacional de Lectura (ENL) realizada en el año 2022, teniendo como universo de encuestados a personas entre los 18 y 64 años.
En estricto, de acuerdo a las cifras arrojadas por la ENL, el peruano en promedio lee 1.9 libros al año, cifra sumamente baja a comparación de otros países en la región. Por ejemplo, en Argentina sus ciudadanos leen 6.4 libros año, de acuerdo a la Cámara Argentina del Libro. En tanto, en Brasil se lee 4.7 libros. Nuestro vecino país de Chile lee en promedio 3.9 libros al año, de acuerdo a data recabada por la Biblioteca Nacional de Chile.
Nuevas generaciones optan por los contenidos digitales. Foto: Gobierno del Perú.
Factores del bajo nivel de lectura en el Perú
Una crítica que se tiene que realizar a todos los padres de familia es el no acostumbrar a sus hijos a coger un libro en su tiempo libre, optando por entregarles un celular para su distracción lo que hace que a la larga se pierda el hábito de la lectura de manera voluntaria.
Otro de los factores es la aparición de distintos medios digitales. Los peruanos se han ‘mal acostumbrado’ a leer solo las portadas y un poco de texto, desechando cualquier otro tipo de información más detallada.
Y cómo no soslayar el hecho de los altos precios de algunos libros, espantando a muchos ciudadanos de querer adquirirlos. Cabe recordar que nuestro país es mayoritariamente informal y acceder a un libro, ganando solamente el sueldo mínimo, puede representar un gasto considerable en la economía de una persona.
Mariana Enríquez: «El Papa era el poderoso más compasivo»
«Una cosa que sí me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo» la escritora argentina Mariana Enríquez se despide del Papa Francisco en sus redes con un mensaje de una agnóstica que deja de lado el orgullo y reconoce que hay puntos de encuentro y aceptación en las discrepancias que el magisterio de Francisco dejó. Tal vez aquí empieza el milagro.
Recientemente vimos un post en la cuenta de la escritora argentina Mariana Enríquez que no pudo dejar de sentir la muerte de Francisco como algo propio:
«Una vez, o dos, lo vi cuando era arzobispo de Buenos Aires en el subte E yendo para la villa. No me caía bien entonces: Jorge Bergoglio tuvo posiciones cuestionables. Cuando lo anunciaron como Papa me asusté. Con los años no me hice más ni menos católica, pero si me di cuenta de que se convirtió en un enorme líder y un buen pastor para sus fieles. Gente que jamás hubiese imaginado que podría siquiera respetar a un Papa le tenía afecto. Me incluyo. Solo conozco las acciones más visibles de su pontificado, porque no me pasé estos años prestando atención: no soy religiosa. Pero me da mucha pena su muerte y me da orgullo que haya sido alguien como Francisco el primer papa de América Latina. Se que estaba en contra de muchas cosas que me parecen elementales, pero está bien, no le pido a la Iglesia que vaya en contra de su doctrina, es un capricho eso. Sí me acuerdo que su primera misa fuera de Roma fue en Lampedusa y habló de los migrantes, una situación que sigue igual y que permanece bastante afuera de la conversación pública. Una vez, en Roma, en una heladería, se dieron cuenta de mi acento, gritaron «como el Santo Padre» y me regalaron un gelatto BENDECIDO. ¿Qué es esa pavada de ahora, de que hay que hablar del muerto y no de uno? ¿Cómo se hace eso? Esas son las necrológicas y las hacen los profesionales. Habrá muchos, espero, que puedan escribir sobre Francisco y dimensionar su figura. Lo normal es recordar lo personal, qué más vamos a hacer, y más aún en la despedida de un gran hombre. Me alegra por él y por los creyentes que haya podido dar la bendición de Pascua en la Plaza. Una cosa que si me enseñó Francisco fue a bajar diez cambios con el anticlericalismo y ser tolerante con los demás, con su fe y sus contradicciones. Los agnósticos somos muy arrogantes y nos creemos por encima del barro humano, a veces. Esta foto del Vaticano en la pandemia es mi favorita. Y ahora CONCLAVE: que DÍAS por delante. Espero que sea mejor que esa película horrenda que le gustó a todo el mundo. Un gran abrazo a mis amigos católicos y a todos los que sentimos que el Papa era el poderoso más compasivo y con más criterio de este Occidente».
Conocí a ese señor por mi papá. Vivíamos lejos de la ciudad, en medio de unas colinas que tocaban el paraíso. Y solo los fines de semana íbamos al pueblo por suministros. A mí me gustaba ir, sobre todo, por las películas que pasaban en televisión abierta los sábados y domingos después del mediodía. Y siempre me llevaba alguna sorpresa. Mi hermano Haya —quien vivía con los abuelos— me esperaba en la puerta, corría hacia mí y sacaba de adentro de su polo (holgado como esos que usan los jugadores de béisbol) un VHS. Le he robado a doña Dorila…, me decía riéndose. Doña Dorila era una señora flaquita, de cabeza pequeña como la de un gorrión, y temperamento de hierro. En su casa, estaba nuestro Cinema Paradiso. Ella vendía y alquilaba películas en VHS y, desde luego, las que nos gustaban tratábamos de hacerle olvidar y, rara vez, se la devolvíamos.
En uno de esos fines de semana, papá cogió su carcacha y fue al pueblo sin nosotros. Recuerdo que me enojé mucho pues la semana anterior habían anunciado una película sobre un perro gigante que volaba. Y ya no la podía ver. Entonces, mamá me llevó hasta la casa de la familia Sánchez Quiroz (los únicos que tenían paneles solares en sus techos de teja); pero una lluvia intensa, acompañada de granizo, hacía bailar a la antena parabólica y era imposible terminar de ver la película. La pantalla se veía como bolitas de granizo que estaban golpeando sobre los vidrios de las ventanas.
El lunes, por la mañana, escuchamos la carcacha de papá estacionarse en el patio de la escuela. Yo no lo quería ver, por supuesto; pero Coco, mi otro hermano, se levantó de su cama y fue corriendo a su encuentro. Escuchaba su voz y la voz de mi mamá y la de mi hermano pequeño diciendo: ¿Me has traído el rompecabezas del hombre araña? Y papá se lo entregó y él llegó hasta mi cuarto y me decía: ¡Mira lo que me han regalado! Y bailaba dando vueltas de alegría.
Fui a comer y papá seguía en la mesa. Y cuando me vio, me dijo: Para ti, he traído el mejor regalo. Está ahí, en esa caja. Era una caja pequeña, aún más pequeña que una caja de zapatos de los que él compraba. Inmediatamente, sentí una ligera exaltación. Me había dicho que, si ese año aprendía a resolver una raíz cuadrada, me compraba un minitelevisor, de esos que funcionaban a pilas y tenían la pantalla pequeña, casi como de unas gafas de sol. No podía ser otra cosa; mi sueño se había hecho realidad. Abrí la caja apresuradamente y encontré, en vez de un minitelevisor, un libro de carátula blanca con la fotografía y el nombre de ese señor. Seguí buscando y había más libros parecidos. Entonces, miré a papá y le dije sorprendido: Pero, yo pensé que era el minitelevisor. Y papá, muy sereno, me dijo: Sí, de alguna manera, lo es. Si lees con cuidado y te concentras bien, esas páginas se van a transformar en imágenes, en colores, en voces, en sensaciones; y las podrás ver más claras y reales que las del televisor. Y, ¿dónde las podré ver?, le dije. Enseguida, respondió: Dentro de tu cabeza.Además, puedes tú participar en la historia.Pero, ¿cómo?, le dije. Arreglándola a tu modo, así como de los dramas que inventas con tus compañeros o los cuentos que mamá te leía de más pequeño. Y mamá dijo: ¿Te acuerdas de Ernesto, el niño que andaba a caballo con su papá y era huérfano de madre?Claro que me acuerdo, mamá: el que asistía a un internado y lo cuidaban unos curas. Mamá asentía con la cabeza. ¿Y recuerdas, también, que creábamos otras cosas sobre Ernesto?; que tenía mamá y papá y hermanos y amigos que lo querían. Sí, claro; me acuerdo, mamá. ¿Y quiénlas inventó?No lo sé, le dije. Y luego, ella pronunció su nombre: Arguedas. Sí, él;claro, mamá. Y ahora, ese señor que ves en las carátulas de esos libros hace lo mismo, inventa muchos Ernestos. Y luego, me alcanzó un libro: Los cachorros, de Mario Vargas Llosa, ese hombre entrecano de mirada seria e imperturbable.
Desde entonces, Mario, me has acompañado toda la vida. Te conozco más de lo que tú crees. Tú no me has visto crecer porque estabas demasiado ocupado pensando sobre este desafortunado país en cual nos tocó nacer. En cambio, yo sí te he visto andar como actor de cine, llevando el nombre del Perú por todos los confines de la tierra; andando como un sol entre las élites académicas más importantes del mundo; diciendo el Perú existe, yo soy el Perú. Y, en verdad, lo eres. Has dado luz al mundo a través de tus historias. Me alumbraste en la etapa más triste de mi vida porque, en algún momento, en mi sueño más irrealizable, quise ser como tú. Pero, un amigo de Arequipa —que te quiere tanto o más que yo— me dijo: Mario solo hay uno. Y aterricé en la realidad.
Y te cuento, brujo de las palabras, que fue papá quien me hizo conocerte. Y también, hace un par de horas, fue papá quien entró a mi cuarto, con celular en mano y me dijo: Vargas Llosa ha muerto. Lo primero que se hace frente a la incertidumbre es no creer, que es algo imposible que el Perú haya muerto. Y, desde ahora, es demasiado triste saber que ese sol ya no nos alumbra. Saber que ya no te podemos buscar para mirarte desde lejos por los malecones de Barranco o Miraflores. Y Orlando, con sus dos metros de estatura y señalando con su dedo índice a tu casa, ya no me podrá decir: Hoy, veremos a Mario. Pero nunca nos acercamos. Te respetábamos mucho y también sabíamos que el sol nos puede quemar. Ahora, todos los peruanos —aquellos que fueron tus críticos y nosotros, los devotos— quisiéramos ser cómo tú, Mario: ¡una leyenda!
La literatura hispanoamericana ha perdido a uno de sus más grandes exponentes. Mario Vargas Llosa, novelista, ensayista, polemista y Premio Nobel de Literatura 2010, falleció este domingo en Lima a los 89 años, según informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana. Su muerte cierra un capítulo trascendental de la narrativa en español y deja un vacío imposible de llenar.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, Vargas Llosa fue un autor universal. Desde sus primeras obras como Los jefes y La ciudad y los perros hasta su despedida con Le dedico mi silencio, su producción literaria moldeó el imaginario colectivo de generaciones de lectores. Dueño de un estilo poderoso y de una inteligencia feroz, supo retratar los entresijos del poder, la violencia y la resistencia con una lucidez pocas veces vista en la literatura contemporánea.
No solo fue novelista, sino también un intelectual en el sentido más clásico: comprometido, activo y provocador. Desde su tribuna en la prensa, como su recordada columna Piedra de Toque en El País, abordó con valentía y convicción los grandes debates de su tiempo, sin temor a contrariar sensibilidades ni a polemizar con sus propios lectores. Fue, hasta el final, un defensor apasionado de la libertad individual, aún a costa de las críticas que sus posturas políticas —liberales en lo económico, progresistas en lo moral— le granjearon.
Su partida, según sus hijos, será despedida en la más estricta intimidad, como él mismo lo pidió: sin ceremonias públicas, con la serenidad que caracterizó su madurez. “Deja detrás suyo una obra que lo sobrevivirá”, dice el comunicado. Y no hay frase más certera. Vargas Llosa ya era inmortal mucho antes de morir.
Obras como Conversación en La Catedral, La casa verde, La guerra del fin del mundo o La fiesta del Chivo consolidaron una carrera marcada por el rigor narrativo y la ambición temática. Fue parte del célebre boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, pero también un autor que se distanció de modas, que evolucionó hacia nuevos territorios sin perder la fidelidad a su esencia: contar la verdad a través de la ficción.
El Nobel, que muchos creían esquivo por razones ideológicas, le fue otorgado en 2010 por su “cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Recibió también los más altos honores literarios: el Cervantes, el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias, el Planeta. Fue miembro de la Real Academia Española y, desde 2021, inmortal de la Académie Française. Su ambición no fue solo literaria: aspiraba a incidir, a influir, a incomodar.
Quiso ser presidente del Perú y perdió. Escribió sobre dictaduras, corrupción, historia y pasiones privadas con idéntica intensidad. En El pez en el agua, sus memorias, relató tanto su educación sentimental como su derrota política, con la honestidad de quien entiende que todo, incluso el fracaso, forma parte de una obra mayor.
Su vida fue una novela en sí misma, atravesada por amores, rupturas, amistades rotas (como la célebre con García Márquez) y pasiones ideológicas. Pero nunca se convirtió en estatua, como temía. Siguió escribiendo hasta el final, como si la literatura fuera una forma de derrotar a la muerte.
En su discurso del Nobel afirmó que “la lectura inocula la rebeldía en el espíritu humano”. Vargas Llosa fue, hasta el último aliento, un rebelde que eligió la palabra como su arma más poderosa. Y como los grandes escritores, vivirá mientras lo lean. Ha muerto el hombre; queda el legado.
Francisco de Zela, una cuestión pendiente con Panamá ¿Es hora de repatriar su cadáver?
Hay algo que Dina Boluarte debería hacer, y es lo que hizo el alcalde del Cusco con la repatriación simbólica del hijo de Tupac Amaru, y es traer de vuelta a Francisco de Zela, prócer que murió en una cárcel de Panamá.
La leyenda cuenta que el 28 de julio de 1821 moría en una oscura cárcel en Panamá el prócer de la patria Francisco de Zela. Aunque en la década de 2010 el entonces embajador de Perú en Panamá, intentó buscar los restos del prócer, esto de manera autónoma y sin apoyo de la Cancillería peruana, las circunstancias resultaron en su momento infructuosas. Cabe mencionar que es muy probable que Zela en condición de traidor a la madre patria fuera enterrado en una fosa común. Cabría esperar del actual gobierno una búsqueda más infructuosa de dichos restos o al menos repatriar simbólicamente a Zela como se hizo con el hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas recientemente. No debemos olvidarnos que el grito de Zela en Tacna fue el primer grito de independencia en Perú desde el grito ahogado en sangre de Tupac Amaru, esto en 1811. Grito que fue condenado en una mazmorra realista en Panamá.
Un héroe olvidado
Zela fue después de Tupac Amaru el primero luego de treinta años de silencio en lanzar el primer grito libertario del Perú en la ciudad de Tacna el 20 de junio de 1811. Eso lo hace meritorio de ser considerado el líder de la primera insurrección armada por la independencia del Perú. Su rebelión de Tacna estuvo en estrecho contacto con la Revolución Argentina, que se inició en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Si bien los argentinos enviaron un ejército a la Provincia de Charcas (Bolivia), al mando del general Antonio González Balcarce y del abogado (¿Quién envía a un abogado?) Juan José Castelli. Los rioplatenses enviaron proclamas a varias ciudades del sur del Perú, invitándolos a continuar con la revolución.
Zela, tal vez apresuradamente fue el primero en responder y en un «Bando al pueblo de Tacna» declaró su adhesión a la Junta de autogobierno de Buenos Aires y su fidelidad al rey de España, de acuerdo con la posición de la Junta (recuérdese que Fernando VII estaba apresado por Napoleón y en España reinaba José Bonaparte que no era reconocido ni por los españoles americanos ni por los peninsulares) y pretende asumir la jefatura político-militar de la plaza militar imponiéndose él mismo el título de «Comandante Militar de las Fuerzas Unidas de América».
Zela quien tuvo un apoyo tanto de criollos, mestizos e indígenas, como es el caso del cacique de Tacna, Toribio Ara, y el cacique de Tarata y Putina, Ramón Copaja. No obstante, su insurrección no tuvo éxito.
Derrotado a causa del fracaso de la campaña de los rioplatenses que fueron aplastados por los realistas en Charcas se vio finalmente apresado por los españoles.
Así los principales dirigentes de la rebelión fueron sometidos a juicio, entre ellos Zela, quien fue llevado a Lima. Allí, gracias al nepotismo (algunas costumbres no cambian), es decir las influencias de su familia y a la mediación (compadrazgo) de importantes personajes se le conmutó la pena de muerte por la de encierro perpetuo en el morro de La Habana. No obstante, se consiguió modificar aún más la sentencia: una pena de diez años de presidio en la cárcel de Chagres, en Panamá, y terminados éstos, expatriación perpetua. Su prisión en Lima duró cuatro años y en 1815 fue trasladado a Panamá. Afectado por el clima tropical y las duras condiciones de su encierro, falleció algunos años después, en 1819. Una versión muy difundida que más huele a leyenda romántica afirma que su fallecimiento se produjo el 28 de julio de 1821, el mismo día de la Proclamación de la Independencia del Perú. Lo cierto es que murió en 1819, un 18 de julio, a la edad de 50 años.
La búsqueda del cuerpo del prócer
Allá por la década del 2010, el embajador de Perú en Panamá, Guillermo Russo Checa recordó la historia de Zela y se propuso encontrar sus restos. Sin instrucciones ni directrices o apoyo de Torre Tagle, buscó por las iglesias de Panamá y entré archivos donde podría descansar los restos del héroe. Consultó incluso con el entonces presidente de Panamá, el locuaz y alangarciesco presidente Martinelli. Finalmente, y tomando en cuenta que en su condición de traidor a la corona muy probablemente Zela fuera enterrado en una fosa común, hubo de parar sus investigaciones. No obstante, en un parque de Panamá se rindió homenaje a la memoria del héroe a través de un busto que recuerda al paseante distraído que en algún lado de Panamá todavía duerme el ilustre tacneño que espera el retorno a su patria libre.
Considerando la reciente repatriación simbólica al Cusco desde Madrid, del hijo de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, es momento, aprovechando la visita del presidente Mulino en Perú, de recuperar los restos, aunque sea simbólicamente de Zela. Es momento que Zela regrese al Perú independiente tal y como un día de 1811 soñó.
Tras años de ausencia, Alejandra regresa al Perú con un único propósito: recuperar a su hijo Santi, a quien dejó al cuidado de sus abuelos cuando apenas tenía 7 años. Lo que parecía una sencilla reunión familiar se convierte en un escenario cargado de emociones, secretos y revelaciones inesperadas. En una cena familiar donde los recuerdos y las emociones están a flor de piel, una dolorosa verdad saldrá a la luz, ¿será capaz Alejandra de reconstruir lo que perdió?
“La princesa Gominola” es una tragicomedia escrita por Helen Hesse y forma parte de una serie de tres obras breves que forman parte de un innovador ciclo de microteatro inmersivo. Presentada por Paso de Gato Teatro, cada obra está diseñada para sumergir al espectador en una experiencia única, donde no solo serás testigo, sino también protagonista de las historias que se desenvuelven ante tus ojos.
Disfruta de una propuesta teatral en la que los límites entre el público y los personajes se desdibujan, creando una conexión emocional profunda y momentos inolvidables.
El dato
Estreno: Miércoles 09 de abril a las 8:00 pm
Dirección: Milagros López Arias
Dramaturgia: Helen Hesse
Actrices: Pilar Delgado, Milagros López Arias y Sergio Velasco.
Las obras estarán todos los miércoles y jueves de abril hasta 01 de mayo a las 8:00 pm.
Lugar: La Residencia (Sáenz Peña 107 Barranco)
Entradas: Joinnus o al 959528540.
No te pierdas esta oportunidad de vivir el teatro como nunca antes lo habías hecho.
El inicio de su travesía en la abstracción surgió de manera intuitiva. Un día en la playa, conversando con su madre, recordó la pared vacía de su departamento y decidió pintarla. A partir de esa carencia física nació un proceso que convirtió el vacío en superficie, la nada en estructura. Fue un encuentro con el orden y la proporción, donde líneas y formas geométricas empezaron a definir un lenguaje propio.
Camila Rodrigo (Lima, 1983) concibe el lienzo como un espacio de transformación. Su proceso creativo está marcado por una metódica construcción de capas, donde el color y la textura emergen en un rito de serenidad y concentración. La tela, en su estado inicial, yace en el suelo, expectante. El negro, un tono fundamental en su obra, se convierte en un eje transcendente y el pigmento, diluido en agentes fluidos, se asienta sobre la superficie como una piel que se va formando en un orden temporal que la artista organiza y supervisa con exigente minuciosidad.
Geometría líquida
La artista recuerda con nitidez los diseños limpios de su abuelo y su padre, arquitectos. Su conexión con la materialidad se remonta a su infancia, cuando paseaba por La Punta y recogía piedritas en la orilla del mar. Hoy, esos recuerdos se transforman en una serie de obras que exploran la textura y la composición, como se evidencia en La forma resignificada, muestra que inaugura el 9 de abril en La Galería de San Isidro. Sus pinturas, de una estética minimalista, sugieren paisajes internos y una rigurosa investigación sobre la materia.
No en vano su obra transita entre el diseño y la pintura, el instinto y la precisión geométrica. Formada en Diseño Gráfico en la Universidad San Ignacio de Loyola (2010), complementó su aprendizaje con estudios de fotografía en el Centro de la Imagen de Lima (2006) y en el Rhode Island School of Design (2009). Su carrera ha estado marcada por una evolución que la llevó del arte figurativo y la ilustración infantil hacia una exploración profundamente abstracta, donde la forma y el equilibrio son el núcleo de su lenguaje visual.
Lenguaje que madura y desarrolla en su estudio en Las Condes, Santiago de Chile, donde trabaja de 8:30 a.m. a 3 p.m., cuando sus hijos están en el colegio. Allí se entrega por completo al proceso creativo, sin interrupciones. En ese silencio ha descubierto que su pintura es una traducción de su percepción de la vida. «Después de pasar tiempo en el taller, mirando los cuadros en soledad, empiezas a pensar lo que hay detrás de lo que pintas», reflexiona.
Así, las piedras, recurrentes en su imaginario, se convierten en una metáfora del lastre vital, de esas formas que, convertidas en peso, se resisten al cambio. En su pintura, Rodrigo busca liberarse de esas imposiciones, recuperar la espontaneidad y la ligereza de la infancia. Su taller, más que un espacio de trabajo, es un refugio donde la libertad toma forma y color, como alguna vez imaginó de niña. Este 2025 su obra ha sido seleccionada para ser presentada en el Stand de La Galería en la feria Pinta PArc, un reconocimiento a su creciente impacto en la escena artística contemporánea.