Eva Valero, Fernando Ampuero, Huilo Ruales y Niño de Guzmán, conversando sobre la ciudad y la literatura.
Investigadora de la obra de Julio Ramón Ribeyro, las “Tradiciones” de Ricardo Palma, autora de “El quijote en el Perú”, entre otros valiosos trabajos sobre Martín Adán, Blanca Varela, Clorinda Matto de Turner, Carlos Oquendo de Amat, la española Eva Valero Juan estuvo en Lima participando del I Congreso “El cuento en Hispanoamérica”, celebrado en la Casa de la Literatura Peruana el pasado fin de semana, para dar un taller sobre la ciudad y su relación con la literatura. Un evento que consolida más el gran trabajo que viene realizando esta institución, cuya agenda de actividades sorprende mes a mes, siempre positivamente. Conversamos entonces con Eva Valero sobre su amistad con el Perú y sus letras.
Tu relación con el Perú tiene una historia que nace desde y por la literatura.
Mi relación con el Perú nace en 1997 cuando empiezo mi trabajo de investigación doctoral sobre la obra de Julio Ramón Ribeyro; a partir de entonces trabajo en la obra de Ribeyro y después, sobre Lima en la literatura peruana, desde la fundación de la ciudad hasta la generación del cincuenta, que dio origen al libro “Lima en la tradición literaria del Perú”, así como la tesis doctoral dio lugar a “La ciudad en la obra de Julio Ramón Ribeyro”, en tanto que abordé la obra de Ribeyro desde el punto de vista del espacio urbano. Una tesis doctoral siempre marca el destino de una profesora –que es mi caso- y empecé a venir al Perú, primero por las efemérides ribeyreanas y luego por otros temas, como este, que es la celebración del Congreso el Cuento en Hispanoamérica, y que de paso nos sirve a los invitados para conversar y compartir con los colegas peruanos que trabajan en distintas universidades e instituciones.
¿Por qué crees que Ribeyro siga despertando el interés de escritores e investigadores? ¿Por qué Ribeyro no se agota?
Esa es una gran pregunta, fíjate que venía hablando de eso mismo ahora con Alonso Cueto, y decíamos que es un escritor que ha vencido todo aquello que de alguna manera, cuando estaba en vida, no le fue favorable, como el hecho de no ser el más vendido. Pero los grandes escritores terminan venciendo esos obstáculos y encuentran su lugar en la historia. Ribeyro es un caso entonces paradigmático, dueño de una prosa impresionante, su género principal fue el cuento. Quiero recordar ese último cuento inédito que apreció en Seix Barral, “Surf”, donde reflexiona sobre la escritura, sobre la búsqueda del estilo definitivo ; de alguna manera, la ola en la que escogió subirse, y la que le ha traído hasta esa “eternidad” con que se cierra el relato, y no sólo en Perú. Ribeyro es un escritor reconocido y querido, lo demuestran los lectores y la cantidad de trabajos y tesis doctorales a las que he podido asistir, por ejemplo en junio en la Complutense de Madrid la tesis de Paloma Torres, y ahora en noviembre se leerá en Francia la de Paul Baudry, trabajos que renuevan la visión de Ribeyro constantemente.
Alguna vez se dijo que el lenguaje en Ribeyro había envejecido, que el lenguaje correspondía más al siglo XIX, la historia ha demostrado lo contrario.
Primero, Julio Ramón Ribeyro, tachado de escritor decimonónico es absolutamente inverosímil. Que tenga un castellano, o una prosa, más clásica, no hace de él un escritor decimonónico realista, no hay que hacer más que leer sus textos. Ribeyro era un realista, simbolista, el estilo del realismo decimonónico consistía en el estilo descriptivo, que abundaba en detalles. No hay nada de esto en Ribeyro, que es más bien neorrealista, como él mismo se definió, y nos introduce en los espacios a través de sus personajes, en sus dramas y avatares, creando ese gran teatro urbano que aparece en sus cuentos, a través de una serie de mecanismos que tienen que ver con la modernidad, como las técnicas de la ambigüedad, tan absolutamente magistrales en su obra, sus silencios, que atrapan al lector para la reconstrucción del significado a partir de su lectura… Ahora, por qué los jóvenes siguen leyendo a Ribeyro –lo noté ayer en la charla con Bryce Echenique, la gente joven a mi alrededor hablando de Ribeyro con un amor y una pasión por su obra, que me impactó-. Pienso que por un lado está la prosa magistral, pero por otro lado, lo que hace con los personajes sigue siendo muy actual. El destino que traza para sus personajes es universal, esa forma de desnudarlos que lleva a uno a preguntarse al final ¿qué ha pasado? Toda esa cuestión del personaje de perfil bajo que trata de rehumanizarse a partir de la imaginación es un tema universal, quijotesco si queremos, Ribyero hace eso con sus personajes; entonces no es de extrañar que sus cuentos no envejezcan, sino que además sigan ganando lectores. Lo he visto aquí en Lima y también en España, donde imparto a Julio Ramón en mis clases y a los alumnos les encanta.
Alonso Cueto y Eva Valero Juan en un alto del Congreso Hispanoamericano de Cuento, conversando sobre Ribeyro.
Ribeyro se ha convertido en un escritor para lectores y escritores.
Sí, un escritor como de culto, de minorías, que era de lo que él hablaba. Qué duda cabe que todo escritor quiere ser leído, quiere comunicar, publicar, que es llegar al público. Está un poco la idea del Ribeyro desapegado del desinterés ante las editoriales, y sin embargo ahí están las cartas con su hermano Juan Antonio, donde muestra su gran preocupación por la difusión de su obra, eso es evidente. Entonces, escritor de escritores, escritor para lectores, es una interesante reflexión, porque es difícil no estar en uno de los extremos: o se es un escritor alejado de todo en su torre de marfil, o se es un escritor de masas. No había pensado en esa vertiente aplicada a Ribeyro sino hasta ahora, y me parece interesante.
Vienes a desarrollar el tema de la ciudad, tema interesante sobre todo por las últimas discusiones en torno a la imposibilidad actual de escribir una novela total, dado que Lima es, a la vez, muchas ciudades en una.
Cómo entender la ciudad a partir de su literatura; como bien decía Julio Ramón, la literatura es la que hace perdurable a las ciudades en la memoria de sus lectores, incluso en el imaginario cultural en general. Los libros de historia, sociología, etc. nos aportan los datos, pero la literatura es la que recoge la vida, la “intrahistoria”, que decía Unamuno, y al ficcionalizarla se convierte en una ciudad vinculada a un determinado escritor. Entonces la ficción es la forma idónea para la perdurabilidad y para poder entender una ciudad. Ahora bien, el afán totalizador es ahora un imposible, porque estamos en un proceso de expansión de las ciudades, vivimos en un mundo acelerado de transformación, y entonces cualquier novela que intentara ser “total”, al día siguiente ya no lo sería. Creo que el tiempo en que se escribió “Conversación en La Catedral” todavía se podía ambicionar algo así, pero no ahora. Ribeyro no hace la novela total pero hace, digamos, el mosaico del cuento total, en tanto que a lo largo de toda su cuentística va dando, de forma fragmentaria, el mapa social de la Lima del siglo XX. Ahí tenemos por ejemplo a Jorge Eduardo Benavides, autor de “Los años inútiles”, “El año que rompí contigo”, etc. donde alguien como yo, que soy foránea, pudo conocer y entender la Lima de entonces, los años 80´s, 90´s, comprendiendo la problemática de entonces desde la perspectiva del autor y desde la vivencia de los personajes que atraviesan esas novelas, en un marco histórico bastante complejo. Ese es el acierto de Benavides, fundir la vida de sus personajes con la problemática de aquellos años.
Qué otros autores te han llamado la atención respecto de la ciudad como propuesta.
He leído a Fernando Ampuero, Patricia de Souza, Alonso Cueto, Jorge Eduardo Benavides… a los más jóvenes aún no he podido leerlos. Lo que creo que hay es la potenciación de los personajes que viven en la ciudad. En el cuento de Ampuero “Taxi Driver sin Robert De Niro”, hay una imagen en la que el taxista mira a través del espejo retrovisor y va adjetivando el estado de ánimo de la ciudad. Ese fragmento me recordó al inicio de “Los gallinazos sin plumas”, donde no hay una interiorización en esos fantasmas sino que los conocemos por sus actos. Los silencios de Ribeyro. Pero Ampuero nos da de forma explícita los rasgos de esos personajes, si bien de forma abstracta y por ello también muy interesante. Tengo esa impresión.
¿Y el humor en Ribeyro?
Me he reído más con “Tristes querellas de la vieja quinta” que con “Alienación” porque desarrolla esa ironía de la razón de la que hablaba Bryce anoche. No es entonces una carcajada superficial, sino que produce una sonrisa hacia adentro, una sonrisa inteligente y honesta. Hay textos, por ejemplo, donde se roza lo fantástico pero que no llegan a serlo, sino que se quedan en lo simbólico. Esa destreza narrativa es la que podemos encontrar en Ribeyro, entre otras muchas destrezas que lo definen como uno de los grandes del siglo XX.