Opinión
Entre la utopía y la rosa
Lee la columna de Julio Barco

En el caso de los poetas, una vida llena de aventuras es acaso el mejor boleto para acceder al futuro. En ese sentido, la vida de Javier Heraud reunió todos los elementos para volverse una leyenda de nuestras letras: una muerte joven y una obra breve, pero vital. A la distancia, sorprende la decisión de abandonar todas sus comodidades para realizar la épica (e inocente) tarea de hacer la revolución en el Perú. No se crea que digo inocencia con desdén, al contrario, la digo —como sugería Baudelaire y después parafraseaba Vallejo– en su plano más alto: la inocencia como la capacidad necesaria para rebelarse. Esta condición, le permitió concretar aquel deseo que algunos solo limitaban al debate y la teoría. Integró una generación fantástica de autores de talla internacional como Corcuera, Hinostroza, Carnero Roqué o Hernández. En medio de una época fecunda, su existencia fue otro poema: un viaje hasta Moscú, que le permitió conocer Europa. Dio la casualidad de que se cruzó con Vargas Llosa, entonces militante de la izquierda. Después de entrevistarlo, el autor de Conversación en la Catedral le aconseja quedarse en Europa y asumir su vocación literaria. Sin embargo, su destino es otro: regresar y ser acribillado entre pájaros y árboles. Sin duda, El río (1960) es uno de sus poemarios más populares, pero, Estación Reunida (1961) consume de modo más amplio todo su registro lírico. Aquí vemos una mirada reflexiva, introspectiva, conectada con la Naturaleza. Son las estaciones (a lo Vivaldi y como señala el título) fuentes que estimulan el hablar lírico. La voz del bardo se sitúa en la desdicha del verano, el advenimiento del otoño y del invierno; así, con tono sincero, a veces triste o vivaz, se repasa el ciclo de la vida. Sin embargo, es el otoño el más nuclear de los instantes. Caen las hojas, crujen, el cielo empalidece y la poesía surge como un farol: ¿Por qué me acechas de este modo, poesía? —se interroga el vate— ¿Por qué me persigues insistentemente? Este bello poemario nos adentra en la experiencia del tiempo y en el devenir último.
(Columna publicada en Diario UNO)
Opinión
Cuando las fiscales mandan más que la ley
El país está secuestrado por dos facciones que han convertido las instituciones en trincheras de su disputa. Una guerra por el poder que involucra a abogados, opinólogos y congresistas que simulan defender la legalidad, cuando en realidad solo buscan blindarse y proteger sus propios intereses.

La escena es insólita y vergonzosa: Patricia Benavides Vargas, aún sin haber retomado funciones formales en el Ministerio Público, recibe seguridad policial como si ya estuviera despachando en el cargo de fiscal de la Nación. El argumento para justificar semejante privilegio raya en el absurdo, porque fue la propia Benavides quien informó a la Policía Nacional que la Junta Nacional de Justicia (JNJ) la había repuesto con una resolución oficial. Y como si esto fuera suficiente, el Comando de Operaciones de la PNP actuó con “carácter de muy urgente” para brindarle resguardo, pese a que legal y formalmente no había retomado el cargo.
¿Desde cuándo una persona puede autoproclamarse repuesta en el cargo y obtener privilegios del Estado? Si aplicáramos ese mismo criterio, ¿tendría sentido que un presidente electo en abril, aún sin haber asumido el 28 de julio, ya cuente con seguridad del Estado solo porque él lo pidió? La lógica institucional se diluye y el principio de legalidad es pisoteado con absoluta impunidad.
La excusa posterior del Mininter fue aún más ridícula. No reconocieron a Benavides como fiscal de la Nación, sino que le brindaron protección “en calidad de titular del Ministerio Público”. Pero eso no solo es inexacto, sino jurídicamente inadmisible.

Patricia Benavides no tiene actualmente ninguna función activa en el Ministerio Público. Lo que sí tiene, como queda claro, es poder e influencia en sectores de la derecha política, mediática y judicial, que buscan desesperadamente reposicionarla en el cargo, no por sus méritos, sino para blindar intereses particulares.
Y del otro lado, como en un juego de espejos deformados y grotescos, está su “rival”, la fiscal del momento, Delia Espinoza Valenzuela, la que hace sus vigilias con velitas y que representa al bando caviar.

El país ha quedado atrapado en una lucha entre dos facciones que usan las instituciones como trincheras personales. Una pugna por el poder que arrastra a abogados, opinólogos y congresistas que pretenden convencernos de que lo que hacen es defender la ley, cuando en realidad se protegen entre ellos.
El Ministerio Público ya no es el garante de la legalidad. Es el campo de batalla donde se juega el futuro de investigaciones sensibles, donde se define quién es blindado y quién es perseguido. ¿Y el ciudadano? Atónito y confundido, sin saber realmente cuál de estas fiscales “favoritas” representa el verdadero interés nacional.
El país necesita una reforma urgente de sus instituciones. No podemos seguir tolerando que la legalidad se interprete según quién esté sentado en el sillón. O restablecemos el respeto al Estado de derecho, o seguiremos hundiéndonos en este lodazal de impunidad, donde el poder se convierte en el único objetivo, y la justicia en su principal víctima.
Opinión
Campeones mundiales en gastronomía, también en anemia y desnutrición
El título de «mejor restaurante del mundo» es un logro indudable del talento, la pasión y la riqueza agro-biodiversa de nuestra amada patria. Pero, visto sobre el telón de fondo del hambre masivo y la anemia infantil rampante, se convierte en un monumento a la injusticia. Celebramos a los campeones mundiales de la gastronomía mientras toleramos ser campeones continentales de la inseguridad alimentaria. Es la victoria de unos pocos en un sistema donde la gran mayoría lucha cada día por lo más básico: un plato de comida suficiente y nutritivo.

Por: Jorge Paredes Terry
El título relumbra como el oro de una hoja de lúcuma sobre un postre de vanguardia: Maido, el templo de la cocina nikkei en Lima, coronado como el mejor restaurante del mundo en 2025. Es el pináculo, el reconocimiento definitivo al poder creativo, la biodiversidad y el mestizaje culinario que convierten al Perú en una potencia gastronómica indiscutible. Un país que sabe seducir paladares globales con sus ceviches perfectos, sus ajíes que estallan en el sentido, sus técnicas ancestrales reinventadas. Celebramos, nos llenamos el pecho de orgullo, compartimos la noticia como un trofeo nacional. La marca «Perú, destino gastronómico» brilla con fuerza envidiable.
Pero detrás del destello de los flashes que iluminan los platos de Mitsuharu Tsumura, se extiende una sombra larga, profunda y desgarradora. Una realidad que convierte este reconocimiento mundial en una ironía amarga, casi cruel. Porque el mismo país que enseña al mundo a comer con sublime arte, es el que sufre la mayor inseguridad alimentaria en toda Sudamérica. La paradoja no es solo chocante; es un espejo roto que refleja una fractura social abismal.
Mientras una élite reducida, turistas adinerados y una clase media alta acceden a las experiencias gastronómicas de Maido o sus pares, la mitad de la población peruana, sí, el 50% vive sumida en la inseguridad alimentaria. Este término técnico, frío, esconde un infierno cotidiano: significa no saber si hoy habrá comida suficiente en la mesa. Significa saltarse comidas, reducir porciones, sustituir nutrientes por carbohidratos baratos que llenan el estómago pero vacían el cuerpo de lo esencial. Significa padres que ven pasar hambre para que sus hijos coman un poco más, y aun así, no es suficiente.
Las consecuencias de esta inseguridad masiva están talladas en los cuerpos de los más vulnerables. La anemia infantil, ese monstruo silencioso que devora el futuro, afecta a un espeluznante 43.5% de los niños menores de tres años. La desnutrición crónica infantil, aunque con avances lentos, sigue siendo una herida abierta, especialmente en las zonas rurales andinas y amazónicas, donde la pobreza y el abandono estatal se combinan con la geografía hostil. El informe de la FAO que sitúa a Perú como el país sudamericano con mayor inseguridad alimentaria no es una estadística más; es un certificado de fracaso colectivo.
¿Cómo es posible esta dicotomía brutal? ¿Cómo un país puede ser cuna de la «mejor comida del mundo» y, al mismo tiempo, incapaz de alimentar dignamente a la mitad de sus ciudadanos? La respuesta, incómoda pero ineludible, apunta a las entrañas del modelo económico y social vigente, el modelo neoliberal exacerbado que ha moldeado al Perú por décadas. Un modelo que:
- Prioriza la exportación sobre el mercado interno: Grandes extensiones dedicadas a espárragos, uvas o paltas de lujo para mercados extranjeros, mientras campesinos locales ven encarecerse los alimentos básicos o pierden acceso a tierras fértiles. La seguridad alimentaria nacional queda supeditada a las demandas de los agroexporadores
- Fomenta la desigualdad obscena: Genera riqueza, sí, pero concentrada de manera feroz. Los beneficios del crecimiento económico y el boom gastronómico no gotean; se reparten entre una minoría. La brecha entre quien puede pagar un menú degustación de 500 soles y quien sobrevive con menos de 40 soles al día es un abismo moral.
- Debilita lo público: Recortes, privatizaciones y una gestión deficiente han dejado a servicios esenciales como salud, educación y, crucialmente, programas de apoyo alimentario y nutricional, sin los recursos ni la capacidad para llegar a quienes más los necesitan. Programas como Qali Warma son insuficientes y están plagados de problemas de gestión y corrupción.
- Vulnera a los más pobres: La inflación, especialmente en alimentos, golpea con saña a quienes destinan casi todo su ingreso a comer. La precariedad laboral, la informalidad masiva y la falta de protección social dejan a millones a merced de cualquier crisis, sin red de seguridad.
Hasta que no se enfrente con coraje y políticas reales, integrales y redistributivas, esta profunda contradicción que el modelo neoliberal ha agudizado, nuestro país seguirá siendo un país dividido: un paraíso gastronómico para el mundo y un infierno alimentario para la mitad de su pueblo. El sabor de ese contraste, al final, es pura amargura.
Opinión
Ascender sin reconocer el mérito: El Minedu y su contrasentido que desmotiva a los docentes
Lee la columna de Leonardo Serrano Zapata

En el Perú, ser docente y querer crecer en la Carrera Pública Magisterial se ha vuelto, paradójicamente, un ejercicio de fe y paciencia. Hoy, los docentes vemos con preocupación cómo el propio Ministerio de Educación, amparándose en su potestad normativa, establece criterios de evaluación que cambian de concurso en concurso, sin coherencia con la ley ni respeto por el principio de meritocracia que proclama defender.

Matriz de Valoración de la Trayectoria Profesional del concurso de Ascenso 2025 aprobado con la RVM N.º 048-2025-MINEDU.
El caso más reciente es el del Concurso de Ascenso Docente 2025, regulado por la Resolución Viceministerial N.º 048-2025-MINEDU. En esta convocatoria, se restringe el puntaje para títulos adicionales y segundas especialidades a aquellos obtenidos únicamente después del nombramiento. Es decir, años de estudios adicionales realizados antes de ingresar a la carrera magisterial pierden todo valor para ascender. Lo peor es que esto contradice los concursos previos, la Ley de Reforma Magisterial y su reglamento, que no limitan la fecha de obtención de grados académicos.
Frente a la Carta N° 3 –LSZ-2025 en la que se sustenta los motivos de la modificatoria, el Ministerio me responde —mediante el OFICIO N.º 01123-2025-MINEDU/VMGP-DIGEDD-DIED— que sí tiene la facultad de cambiar los criterios porque la norma lo permite.

El Ministerio, a través de la Dirección de Evaluación Docente, se ampara en su competencia para formular indicadores e instrumentos de evaluación, conforme al artículo 15 de la LRM y su Reglamento de Organización y Funciones. No se cuestiona la facultad para formular indicadores, se cuestiona que el MINEDU desconozca el inciso 53.2 del Reglamento de la Ley de Reforma Magisterial.
*Artículo 53.- Criterios de Evaluación para el ascenso
“53.2. La formación profesional y los méritos del postulante comprende estudios de postgrado,
segunda especialidad, especialización, actualización y capacitación, los cargos desempeñados, las distinciones obtenidas y la producción intelectual”. (*) Artículo modificado por el artículo 1 del Decreto Supremo N° 005-2017-MINEDU, publicado el 19 de mayo de 2017.
Este respalda que no existe restricción temporal para reconocer estudios adicionales. Además la entidad omite analizar la coherencia de la restricción con la ley y el principio de meritocracia. El Ministerio de Educación al señalar como sustento que: “Considerar los estudios posteriores al ingreso pues con ello se identifica al profesor que busca permanentemente un desarrollo personal encontrándose en la carrera magisterial”. No fundamenta técnicamente por qué ahora se excluyen títulos previos, cuando antes eran válidos. Es decir, en las evaluaciones de Ascenso de escala anteriores al 2024, si se les reconocía el mérito, ahora un docetnte que, antes de ser nombrado, se esforzó por cursar una carrera complementaria para servir en otro nivel educativo o una segunda especialidad hoy ve invisibilizada esa inversión académica. En buen castellano, nos dicen a los docentes: Lo hacemos porque podemos. Y si pueden, lo harán las veces que consideren conveniente, sin importar que cada cambio deje sin piso la planificación profesional de miles de docentes.

Docente contratado o nombrado en alguna IE pública piense antes de realizar “Otros estudios de educación superior” (de profesor, licenciado en educación o segunda especialidad). Por qué no se sabe si mañana eso tendrá valor para el Ministerio de Educación a cargo del ministro Morgan Niccolo Quero Gaime.
El Minedu agrega: «estos criterios podrían variar en futuros concursos», dejando la puerta abierta a la improvisación normativa y trasladando la incertidumbre a miles de docentes que planifican su carrera profesional y sus expectativas de ascenso.
Esta práctica es un tiro de gracia a la motivación para seguir estudiando. ¿Cómo planificar mi formación si lo que hoy vale mañana podría no contar? ¿Qué estímulo tiene un docente para invertir tiempo, dinero y esfuerzo en una segunda especialidad o un nuevo título, si solo descubrirá su relevancia cuando el concurso sea convocado? Este sinsentido desincentiva la mejora continua y la actualización de competencias que la misma ley exige.
Defender la meritocracia no es repetirla como lema. Es garantizar que cada hora de estudio, cada inversion en perfeccionamiento y cada logro academico haya sido antes o despues del nombramiento tenga el mismo valor en la hoja de vida de los docentes que aspiran legitimamente a crecer en su carrera. Dejar de hacerlo no solo es injusto, es inconsistente con la propia logica de desarrollo profesional continuo que la misma ley promueve.
En ninguna otra carrera pública del Estado se cambia de forma tan antojadiza la valoración de los méritos. En para los demás trabajadores públicos los lineamientos de ascenso son claros y permanentes. Solo en educación, el mérito parece tener fecha de vencimiento, y se ajusta a la agenda de la autoridad de turno.
No reconocer la trayectoria académica completa de un docente es desconocer años de esfuerzo que fortalecen la escuela pública. Es minar la confianza en un sistema que debería premiar la preparación, no castigarla con trabas arbitrarias.
Rectificar esta situación no es solo un acto de justicia, sino un paso indispensable para reconstruir la credibilidad de la administración educativa y sostener la motivación de quienes, a pesar de todo, seguimos apostando por la educación pública de calidad. La propuesta es modificar Matriz de Valoración de la Trayectoria Profesional del concurso de Ascenso 2025 y permitir que los docentes concursen de acuerdo al reglamento de la LRM.
Si el Ministerio quiere fortalecer la meritocracia, que empiece por respetarla.

Desde hace casi dos años, el maestro Gerardo Chávez libraba en silencio una batalla contra la fragilidad del cuerpo. Su familia, celosa guardiana de su intimidad, eligió el silencio como escudo. No hubo partes médicos ni declaraciones; solo el rumor que a veces se asomaba entre círculos de amigos, susurros de pinceladas detenidas. Incluso el 20 de junio, desde sus redes, la familia se apresuró a desmentir el rumor de su muerte. Pero quienes conocen el mundo del arte saben que las verdaderas noticias viajan sin micrófono y corren por la voz emocionada de quienes lo amaron, lo admiraron y compartieron su atmósfera creativa.
La comunidad artística nunca dejó de preocuparse por él, como se preocupa uno por aquello que ya es patrimonio del alma colectiva. Porque Gerardo Chávez no fue solo un pintor, fue una constelación entera en el firmamento del arte peruano.
Mi padre solía hablarme de su amigo Ángel, hermano de Gerardo y gran dibujante y artista. Pero mi descubrimiento de Gerardo fue personal y más profundo, porque en sus lienzos me encontré con la maravilla. Egresado de la mítica promoción de oro de 1959 de la Escuela de Bellas Artes, su viaje a Europa no fue huida, sino ascenso al éxito.
Tuve el privilegio de conocerlo. Visité su taller en San Isidro, una especie de santuario encantado con caballitos de madera y piano de cola, y al volver, me obsequió su libro “O el asombro perpetuo”. Allí me habló de su prodigiosa “Procesión de la Papa”; de Paiján —su tierra, su raíz—, y de cómo nunca se sintió maestro porque siempre fue alumno del asombro. Me confesó que entre artistas se observan de lejos, como aves raras—sin fraternidad—que no terminan de confiar. Pero también me habló con orgullo de sus dos hijos culturales: el ‘Museo del Juguete’ y el ‘Museo de Arte Moderno de Trujillo’.
Hoy, Gerardo, te imagino abrazando a tu madre Estelita, esa tierna mujer a la que, siendo niño y con solo cinco años preguntaste con candor: “¿Por qué lloras, cholita?”. Ella solo te acarició la frente con tristeza, porque estaba partiendo, como tú hoy, en silencio y con ternura.
Descansa en paz, maestro. ¡Ave Gerardo!

La política peruana tiene una habilidad asombrosa para convertir lo sagrado en negociable. Y esta vez, el altar profanado han sido las milenarias Líneas de Nasca y Palpa. Detrás del recorte exprés de su polígono de protección —42% menos de territorio preservado— no solo hay ignorancia o torpeza. Hay algo más siniestro: tráfico de influencias, promesas rotas y el viejo arte de eliminar a los incómodos.
El ministro de Cultura, Fabricio Valencia, recibió una orden desde Palacio: recortar el polígono. Pero se topó con un obstáculo: Alberto Martorell, entonces director de Cultura en Ica, defensor acérrimo del patrimonio. ¿Solución? Sacarlo. Y no de cualquier manera, sino con una maniobra que parece salida de una tragicomedia nacional: se le ofrece un nuevo cargo —en el Qhapaq Ñan— a cambio de su renuncia. Una oferta hecha primero en voz baja, luego por WhatsApp, y que nunca se cumplió.
Los mensajes filtrados, enviados por Martorell, revelan a un hombre traicionado, impaciente, pero aun apelando a la ética. “Piensa con una mano en el corazón”, escribe. ¿Último intento de salvación? Lo cierto es que el ministro jamás cumplió su palabra. Martorell se fue, pero la promesa quedó flotando en el aire como el polvo sobre las Líneas de Nasca.
¿Y qué hizo el ministro? Cumplió con palacio. Recortó el polígono. Solo cuando el escándalo estalló, cuando las movilizaciones amenazaban con tomar las calles, cuando Lima Gris mostró los chats, se pausó la resolución ministerial. Pero no por convicción, sino por miedo. No por cultura, sino por cálculo.
El ministro, según fuentes, se habría negado a renunciar. Y habría dicho: “Si me sacan, yo hablo”. Así se escribe la tragicomedia de nuestros tiempos. Ministros que callan con el fin de atornillarse en el cargo. Silencios que se compran con embajadas. Patrimonio que se mutila por negocios. Cultura como botín.
Mientras tanto, las Líneas de Nasca, herencia de un pueblo que supo dibujar en el desierto para hablar con los dioses, hoy son testigo de otra forma de escritura: la del poder que borra, manipula y negocia.
Y eso, señores, es lo que más debería indignarnos. La Fiscalía Anticorrupción en Nasca debe actuar con celeridad y no dormirse en sus laureles. Aquí hay responsabilidad de varias autoridades y políticos, pero también del Gobierno Regional de Ica.

O cómo en las vidas de la clase media-alta hasta los volcanes son tibios. Un punto, indudablemente a favor pero que se agotó de tanto usarlo, o mejor, de despilfarrarlo, fue el uso del poder del registro documental, o una buena imitación, o una razonablemente aceptable aproximación a ese método o forma del cine (o al menos el look). La famosa espontaneidad, credibilidad, lo intempestivo, lo inestable, lo imprevisible del momento y etc. Que puede aportar. Y mucho. Pero tiene un límite. Pero no alcanza a menos que te involucres más en las interioridades de los personajes que propones o en el examen de una situación histórica y política determinada. Pero no alcanza si tu idea es, o tiende a ser, oportunista y superficial.
Bajo el volcán apela a una visión de la familia promedio típicamente estandarizada en su inconsciencia, rerpresentando un cierto modelo de inocencia, o de ingenuidad, que aburre, incluso si es verdadero: la idea de que todos somos víctimas de la Historia. Las bonitas vacaciones de una familia ucraniana en España, se vuelven súbitamente forzosas, debido al estallido, de la guerra; veo el retrato de los clasemedieros de siempre que siempre (o casi) van a caer parados y con dramas francamente risibles frente a la magnitud brutal de lo que sucede a otras personas en un mundo más real que el de la familia retratada. Se procura la ecuación crisis de una familia igual crisis de todo un país y viceversa. De nuevo: sí, es verdad, pero una verdad resabida, ya sin sabor.
El subplot de la hija no especialmente delgada, interesada en grabar imágenes de chicas atractivas que se ven por ahí, y hasta de seguirlas un poquito, al menos hubiera podido llevar consigo a algo más que esta militancia zombi correctísima en los clichés, tan rentables en los mercados; pudo ser un giro significativo que, alejándose de la obviedad de la idea principal hubiese quizá terminado fortaleciendo el conjunto incluso al contradecirlo, pero queda ahí, como varias cosas más en esta película, con los hilos elocuentemente colgando y casi mirándote mientras se balancean.
Esta película, con sus volteretas dentro de su propia burbuja, se pierde, creo que no voluntariamente, y tampoco muy productivamente -y debo decir en este punto que existen mejores maneras de perderse-. Película conformista bastante limitada en sus miras que si bucea, es como si lo hiciera en una piscina de juguete.
(Película proyectada en el 16 Festival Internacional de Cine Al Este)

He decidido no ser profesor de colegio. Si alguna vez tuve la vocación, tal vez hechizada por algunas películas, hoy vuelvo a confirmar mi falta de entusiasmo. No me gusta el uniforme, los horarios, la forma de programar las materias. La Literatura, por ejemplo, resulta solo una suerte de Historia de la Literatura y se resume en algunos datos precisos, como saber el número de cantos de la Odisea. ¿Y a quién le importa eso?
Me cuesta pararme frente a batallones de jóvenes generalmente aburridos e indiferentes. Sin embargo, creo que esta desazón no es solo individual, sino eco de un problema mayor: las formas de educación de nuestro país. Pienso en Constantino Carvallo y Los Reyes Rojos, muy parecido al proyecto Sumerhill, el colegio que fundó para motivar una nueva educación. ¿Hasta cuándo la educación literaria será memorística y centrada en un puñado de autores?
No quiero exagerar si digo que se puede contar con los dedos alumnos interesados en la Literatura. Algunos solo ven una materia más del combo de aburrimiento escolar. Por otro lado, con el ChatGPT ya no existe ningún esfuerzo.
Entonces, ¿qué significa enseñar Literatura hoy en día? Si trabajas para un colegio particular, significa seguir los lineamientos de un examen universitario. Si estudias Literatura en un colegio nacional implica someterse a los lineamientos del Diseño Curricular Nacional y trabajar las competencias e indicadoras, junto a los planes transversales.
Es decir, significa evitar lo más vital del campo literario: la redacción, la expresión y la crítica. No tengo ánimos de ser militar y dar órdenes. Yo veo los salones como cárceles, donde se hacinan los jóvenes en medio de la bulla. Sin embargo, en el camino de la escritura los senderos son pocos.
Sin deseos de desanimar a nadie, exijo una reflexión más abierta del sentido de enseñar Literatura en las escuelas. Urge volver a entender la palabra como un espacio vivo y conflictivo, con frontal creatividad. Así, el desafío es darle voz y voto al ser nacional, y no es posible sin la lecto-escritura. Mi vocación por la Literatura sigue intacta. Dejo el plumón al siguiente docente.

Esta película posee el espíritu cansado y sonámbulo de alguien paseando de noche, o de día, no importa tanto, por un cementerio… Eso sí: con ideas ingeniosas y hasta prometedoramente chocantes. Dudo, y esto dentro del espacio de la propia ficción, si sus personajes en realidad están aún (del todo) vivos. Son intercambiables, con gran facilidad, por sus propios sueños. Es la vieja duda que siempre despiertan los sueños.
Pienso en el protagonista (sin pudor buscando el parecido con Cronenberg, y yo hubiera querido ver al propio Cronenberg actuado en su propia película) como en alguien que ya se ha ido, con quien tanto amaba. O que, por decirlo así, vive en una zona intermedia; ‘ni aquí ni allá’.
Pero lo cierto es que hay una separación y que se resiste a aceptarla. No es más que una metáfora de nuestro hacer. Por esa razón (la pérdida, la separación) hacemos poemas, películas o lo que sea. Lo mejor y lo peor. Y claro: ¿qué queda de uno cuando se pierde a alguien con quien se ha sentido tan profundamente unido?
The shrouds está cuajada de diálogos, de especulaciones, de teorías, de obsesiones, de caminos perdidos. Citaré una idea, acaso la principal. Querer ver cómo tu ser querido se va descomponiendo dentro de su tumba es una idea hermosa, consoladora para el protagonista. No se le puede negar energía a este punto de partida…
El gusto por encontrar o por formar imágenes extrañas, misteriosas, excitantes, memorables, se extraña, la voluptuosidad por los detalles, por el estilo, ¿en dónde está? Esa búsqueda decae vertiginosamente en favor del guión, de los diálogos, del teatro, de las palabras.
Me imagino sin dificultad a algunos personajes de Crash -más viejos- en esas escenas coitales tan encantadoras, pero más encantadoras por evocadoras. La mujer, hablando sin parar para excitar más y más al hombre… en fin, la cosa tiene su gracia, y es repetitiva y ya nostálgica. ¿Y la audacia para dar un paso más allá?
Sin la distancia y sin el uso de mayores recursos para manipular de una manera más sabia el material -de un potencial radiante- se nota en Cronenberg una torpeza de principiante superado por su tema. ¡Pero no se trata de ningún principiante y se supone que es un arco temático que en teoría domina! Un Cronenberg devorado por su autobiografía.
Película
https://ok.ru/video/9837031524966
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