Congresista Wilder Ruíz Loayza y embajador de Taiwán Jaime Wu inaugurando la sala de cómputo.
Salir de Lima siguiendo a la comitiva de la embajada de Taiwán hasta Andahuasi, fue toda una aventura. Siempre aprecié la gran labor de la embajada de Taiwán por su interés en la cultura y la ayuda social a nuestro país. En esta oportunidad decidí seguirlos y recorrer la carretera para estar presente en esta fecha especial.
El viernes 19 de diciembre estaba pactada la donación de quince modernas computadores para el CETI de Andahuasi, y la visita del embajador de Taiwán Jaime Wu. Fueron más de tres hora de viaje desde Lima. Para conocer más de este pueblo decidí viajar una noche antes, luego de embarcarme desde el centro de Lima, llegué hasta Huacho, para volver a tomar otra movilidad por seis soles hasta Andahuasi. Cuarenta minutos después, la oscuridad de la media noche me recibió.
Había anotado en un papelito el nombre, dirección y teléfono de la mamá de una amiga que tenía su casa en Andahuasi, metí la mano a todos los bolsillos y me di cuenta que lo había perdido, el celular se quejaba por estar con la batería baja, medio nervioso y antes que se me apagará, llamé a mi amiga para que me guie y me repita la dirección, ella me contestó entre sueño: ¿ya llegaste? Sí, le respondí, pero repíteme la dirección.
Pregunta por mi mamá, todo el mundo se conoce ahí, somos como una gran familia me dijo, y se despidió.
Dicho y hecho, a las primeras personas que encontré les pregunté y me guiaron amablemente, luego de unos minutos y cuatro cuadras, me recibían con un abrazo, una taza de café, un pollo al horno, y una cama limpia y cómoda. Luego de una ducha puse a cargar las baterías de las cámaras y las mías también, me quedé dormido.
Muy temprano comencé a hacer unas llamadas, saludar y coordinar algunas cosas con el director del colegio CETI de Andahuasi. Se notaba la emoción en su voz, no sucede todos los días la visita de un embajador de Taiwán, y mucho menos una donación de quince computadoras para una sala de cómputo del colegio.
A las diez de la mañana la curiosidad me ganaba y quise conocer el colegio, caminé hasta la plaza y luego de dos cuadras choqué con la famosa azucarera, en lo alto de los cerros se leía “Bienvenidos a Andahuasi”. Junto a la fábrica que es el motor y motivo de todo un pueblo, se encontraba el famoso CETI, esperando impacientemente la visita del ilustre embajador.
Los alumnos bien uniformados esperaban la llegada del embajador, todo estaba listo, las sillas, los toldos para poder resistir el fuerte calor, la escolta y las banderas. Mientras en toda la pared del ingreso una profesora y dos alumnos colocaban banderitas de Taiwán en lo alto de cada columna. Me sorprendió la agilidad del alumno para subir las paredes y poner con mucha facilidad las banderitas de papel, que flameaban con el fuerte viento bajo los árboles.
Faltando minutos para las once de la mañana, llamé al congresista Wilder Ruiz Loayza, quien había gestionado la donación y la visita del embajador de Taiwán a Andahuasi, su pueblo. Le pregunté dónde lo iban a recibir al embajador y me dijo que en la entrada del pueblo, que ya se había coordinado con el director del colegio y con el alcalde de Sayán, entre otras autoridades. Luego de veinte minutos llegué hasta la entrada del pueblo, ya comenzaban a llegar los alumnos, algunas madres de familia, profesores y el grupo musical Nueva Generación de Andahuasi, es decir, la fiesta estaba asegurada.
Los celulares sonaban, las llamadas eran minuto a minuto, preguntando por dónde estaba el embajador con toda su comitiva y seguridad. Están a veinte minutos se escuchó entre trompetas y tambores. Fueron los veinte minutos más largos. La escolta del colegio conformada por niñas, esperaban bajo la sombra de un toldo, los profesores, autoridades y curiosos, buscaban las pequeñas sombras que da el sol al promediar el medio día. En medio de toda la gente y en lo alto el viento agitaba el letrero que decía: señor embajador Jaime Wu, el pueblo de Andahuasi le da la bienvenida.
Once con treinta minutos de la mañana, apareció primero su seguridad, dos hombres vestidos de civil abrían paso delante de los autos, comenzó a sonar la banda de música, la escolta de formó rápidamente, el tumulto de gente avanzó entre flores y aplausos, y ahí estaba, bajó de su auto el personaje tan esperado, el embajador Jaime Wu, quien ya se había ganado el cariño de Andahuasi por su donación realizada.
El embajador con su humildad que lo caracteriza, comenzó a saludar a la gente, entre abrazos y aplausos avanzaba lentamente por la calle principal, flores y más flores aparecían en medio de la pista, junto a él esta su esposa, con un sombrero y él con una gorra, a su derecha lo acompañaba el congresista Wilder Ruiz Loayza, hijo ilustre del pueblo de Andahuasi, mostrándole cada detalle del pueblo y contándole parte de su historia y sus personajes.
En el medio de la plaza se encuentra el monumento de Velasco Alvarado, símbolo de la reforma agraria, quien brazo en alto indica el camino rumbo al colegio, pasando la plaza en una pequeña calle principal se encuentra el mercado, vecinos y vendedores corren hasta sus puertas para saludar y recibir calurosamente al embajador.
La prensa los sigue, los aplausos también, entre sonrisas y vivas, llegamos hasta la avenida que da al colegio, el sol esta furiosamente sobre nosotros, el polvo de la calle se levantaba con cada paso, más de cincuenta personas desfilaban emocionados hasta llegar a la puerta principal del colegio, los flashes de las cámaras se disparaban en ráfagas, y los alumnos entre gritos emocionados aplaudían olvidándose del sol.
Todo el colegio estaba presente, chicos y grandes, profesores, padres de familia y curiosos. Luego de los saludos y palabras de bienvenida, la bandera de Perú y Taiwán se izaron en lo alto, y de fondo sonaba el himno taiwanés. Fue emocionante ese momento, mirar a Julieta, José, al embajador y su esposa cantar su himno, me hizo retroceder en el tiempo y recordar los días de formación en el colegio, dónde era una costumbre a diario entonar el himno nacional.
Luego siguieron las fotos, los agradecimientos, las medallas, los diplomas, las placas y todo el cariño que Andahuasi le pudo demostrar al embajador. “El sol está quemando, pero el calor humano aquí es más fuerte” señaló el embajador.
Luego siguió su discurso dónde señaló “El próximo año el primer puesto del colegio de Andahuasi, ya podrá viajar a Taiwán con beca completa” Además agregó “Como dice mi amigo Wilder Ruiz Loayza, la educación trae igualdad, pero la educación digital crea oportunidades y eso es muy importante”.
Sin duda una gran noticia, y una gran oportunidad para el pueblo de Andahuasi, una gestión destacable del congresista Wilder Ruiz, que pudo concretar una gran donación y un apoyo permanente de la embajada de Taiwán.
Luego de inaugurar la sala de computo rompiendo el champán con bendición incluida, brevemente los alumnos probaron las nuevas computadoras e hicieron una demostración de una clase de cinco minutos, para demostrar las facilidades y ventajas de la educación digital.
Las fotos continuaban, las entrevistas comenzaron y una larga mesa esperaba a los invitados con los más sabrosos potajes. El pedido especial para el paladar del embajador había sido el ají de gallina, acompañado de una variedad de piqueos y bebidas de la zona, y además del infaltable y tradicional cuy. Que para los taiwaneses es una mascota, pero entre broma y broma, terminaron saboreando los platos de la zona.
Las palabras de agradecimiento del hermoso pueblo de Andahuasi acompañaban el almuerzo, igual que los brindis. El cariño brindado al embajador quedará siempre presente en los corazones del pueblo. Una visita que nos enseñó a compartir y a sonreír, ayudando a los pueblos y colegios más necesitados.